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embargo, si la situación «que vendrá» ya era conocida y

en cierto modo ya sufrida, si ya produjo alteración en el


pasado, puede ahora con facilidad abrirse nuevas
secuencias de incomodidad, de disparo agitativo o
incluso de anticipación, reacciones que, por supuesto, ya
son significados conscientes, con la particularidad de que
se observa lo manifestativo, pero se desconoce la causa
(lo que otorga nuevas y quizás intensas dosis de temor,
dolor o descontrol).
Como podemos comprobar, las reacciones ansiosas, en
lo que correspondería a este punto, no son algo reactivo
azaroso o «porque sí», como si de un capricho se tratara;
al contrario, si consiguiéramos hacer aflorar las
conexiones límbicas y pudiéramos reconocer su
significado, se observaría con sorpresa que los disparos
ansiosos siempre gozan de coherencia biográfica y
emocional, aunque no sean lógicos. De ahí que, a pesar de
poder reconocerse elementos coincidentes o comunes, la
esencia de las crisis ansiosas sea del todo individual en
significado y características, porque individual es la
carga genética y personal la crianza. La analogía
emocional es aquí un auténtico valladar de
autoprotección y, teóricamente, un auténtico elemento en
el que confiar de cara a sobrevivir. En realidad, se pone de
manifiesto la capacidad de abstracción que también
contempla el sistema de aprendizaje inconsciente, la
perdurabilidad de los recuerdos emocionales (cuando
estos son impactantes), la necesidad de entender la
situación como trascendente y el juego mental que, en lo
emocional, es altamente conservador. De este modo, se
«convierte en análogo» lo que es preciso reconocer (en el
sentido de no dejar pasar por alto nada, aunque se intuya
que puede ser un error perceptivo), porque frente a ello se

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