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virtual derivada de un proceso de efervescencia

individual o monólogo interno que no ha admitido


contraste alguno, que a otra estrictamente objetiva.
El proceso de trascendentalización no es otra cosa que
esa facilidad típicamente ansiosa de disparar las alertas y
de fluir rápidamente de lo incómodo a lo atrapante, de lo
ínfimo a lo altamente significativo, de lo neutro a lo
fuertemente emocionalizado, de lo prácticamente inocuo
a lo atentatorio, de lo aislado a lo seguramente integrante
de un proceso hacia lo fatal, ya que parece imposibilitarse
que un hecho o situación quede emocionalmente estático
y estable, en la medida en que se le entiende dotado de
una alta y dura carga simbólica y, por ello, como
limitador de la propia libertad y desfavorecedor de la
supervivencia.
Y es que, en el fondo, la cognición de la persona
ansiosa es verdaderamente ágil e imaginativa, va de lo
pequeño al «todo», es extrema simbólicamente, creando e
hilvanando para ello conceptos y relaciones de manera
rápida, compleja y cada vez más profunda, pero siempre
dirigiéndose hacia una situación final de contenido
claramente negativo-aversivo. En el fondo, es el proceso
propio de alguien asustado que mientras va haciendo
crecer su propia argumentación va a la vez temiendo
cada uno de los pasos mentales que ejecuta, al teñirlos de
fatalismo; en este sentido, la propia imaginación
«dispara» contra uno mismo, ya que cualquier
pensamiento o sentimiento generado y procesado va
cargándose progresivamente de ansiedad y negativismo.
Dicho de otro modo, cuanto va generándose en la mente
tiene la terrible posibilidad de ser verdad, de ser
vitalmente trascendente.

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