correspondientes a la ansiedad determinan reacciones
más allá de su significado convencional, con lo que son
«lógicamente» sobredimensiones (aunque de un claro significado sugerido), a la vez que «emocionalmente» coherentes y necesarios. En este sentido, y a modo de ejemplo, un espectáculo con el aforo completo puede ser fácilmente interpretable como «trampa mortal» por sobredimensión, en caso de necesitar salir apresuradamente (sentido ilógico), en el momento en que «el gran peligro» se manifieste (sentido coherente). Sin embargo, la aplicación simbólica también tiene que ver con la propia «elección de los síntomas que se desarrollan». Así, si mayoritariamente se dan reacciones análogas en función de las características del trastorno ansioso, bien es verdad que las características de uno mismo darán lugar a sintomatologías personales. De esta manera, es fácil constatar que las grandes presiones (las de tipo claustrofóbico) determinan en un número importantísimo de casos la conocida reacción de sensación de falta de aire, hiperventilación y opresión en el pecho; que una buena parte de las agorafobias cursan con taquicardia, mareos o náuseas, que la ansiedad generalizada contempla mayoritariamente un nudo en el estómago y la sensación de «atasco» en la garganta o miedo al atragantamiento. A la vez, determinadas características de la propia persona implican la «elección inconsciente» de puntos ansiosos singulares o zonas en las que concretar la amenaza vital (hecho que hemos denominado a menudo como «talón de Aquiles ansioso») —por ejemplo, la sensación de dolor articular en quienes usan las manos para su trabajo, el desarrollo de acúfenos para quienes necesitan usar el oído en sus tareas, la duda en el control de esfínteres en quienes se da un estado de