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En el lado opuesto, y como se hizo mención

anteriormente, observaríamos cómo una persona


hipocondríaca a la que se le esté explicando algo relativo
a la salud aumentará su influenciabilidad hasta tal
extremo que puede no solo tener la urgente necesidad de
buscar información extra de manera compulsiva e
hipernegativa, sino que incluso puede convencerse de
que padece algo malo «con toda seguridad». Igualmente,
en una conversación entre personas con ansiedad
pueden llegar a existir fácilmente influencias mutuas que
darán lugar a la adquisición de los «problemas del otro»;
de ahí que habitualmente las «terapias de grupo» sean
difíciles de articular, puesto que en ellas existe un poder
acumulativo y absorbente de lo que puede oírse de los
demás integrantes.
En conclusión, la personalidad ansiosa contiene una
serie de elementos comunes interindividuales, a la vez
que individualmente «integrados», que conducen
cognitivamente tanto a la confusión interpretativa como
a la desorientación a la hora de entender y valorar la
propia realidad. Incluso se pueden observar abundantes
pensamientos provenientes de las distorsiones
cognitivas más usuales (básicas en el enfoque cognitivo-
conductual). En definitiva, y utilizando la terminología
psicológica clásica, el grado o la tendencia hacia el
neuroticismo es significativo. ¿Era, no obstante, la
persona ya así?, ¿ha tenido siempre esos rasgos? No
queda suficientemente demostrado, pero la experiencia
clínica parece avalar la hipótesis de una cierta
proclividad latente en un buen número de casos, es decir,
la existencia de una tendencia hacia esos patrones que,
aun no habiendo aflorado de manera clara y manifiesta
en el pasado del sujeto, parece de hecho que siempre

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