veloz de la primera a la tercera columna, saltándose
claramente la fundamental: la de las soluciones. De este
modo, se ve atrapado en su propia interpretación y transforma el problema original en otro ahora vinculado directamente a «poder respirar», «no marearse», «no temblar», «liberarse de la opresión surgida en el pecho» o «neutralizar su nudo en el estómago» (por poner ejemplos usuales de la sintomatología ansiosa); en definitiva, lo que era un problema empírico que solventar con la lógica y la experiencia, se transforma en un asunto de completa supervivencia, que obliga a ejercer un enorme control emocional, a retomar el hilo real de lo que estaba dilucidando y, frecuentemente, a disimular su propia y tensionada situación, dado que los demás ni van a entender qué está pasando ni se separan en realidad de la segunda columna. Siempre hemos pensado que los problemas están para permitir el propio crecimiento, ampliar el campo experiencial y poseer así un archivo mayor de soluciones para cuando puedan llegar a necesitarse; en cualquier caso, los problemas nunca son «para morir con ellos». Así pues, con la ansiedad, «¿me quiero o me destruyo?». La respuesta más ajustada sería que en el fondo me quiero tanto, que me preocupo en exceso de lo que puede ser una amenaza, aunque esta sea solo un producto de mi imaginación.
2.5. Me tengo miedo, tengo miedo a perder el control
Una de las características básicas de la personalidad
ansiosa, como ya se dijo, es la inseguridad, es decir, esa especie de autoetiquetado mediante el cual el sujeto se ve