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HUAMANGA
FACULTAD DE CIENCIAS DE LA EDUCAIÓN
PLANTELES DE APLICACIÓN “GUAMÁN POMA DE AYALA”
Ayacucho- Perú
2021
A los estudiantes de segundo grado “A” y
“B” de Educación Secundaria, con la
esperanza de un Ayacucho mejor.
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ÍNDICE
Dedicatoria ii
Índice iii
Introducción v
CAPÍTULO I
FUNDAMENTOS TEÓRICOS 1
LA LITERATURA 1
Los géneros literarios 1
El cuento 2
Narrativa andina 2
Técnica o discurso del narrador 4
a)Según su posición respecto a lo narrado 4
b)Según el punto de vista 5
Casicha 9
La manzana de la discordia 16
Una mariposa amarilla 20
Fíjese, pues, compadre 23
Testimonio de Sócrates Zuzunaga 26
Amorcito corazón 31
Cielo azul de Huamanga 35
El avaro 40
El corazón que partió 43
El muerto 49
Flor de retama 51
Entonces abuelo aparecía 61
Yutito 65
Vacación interrupta 70
Cinco esquinas 77
El gobernador de jeta de oso 81
¡Qué tal curita! 84
El quinto evangelio 87
Morir en Uchuraccay 91
Apu yaya Jesucristo 99
El río 100
El viaje 102
El amor y la guerra 104
La palabra de los muertos o Ayacucho hora nona 107
Bibliografía
INTRODUCCIÓN
FUNDAMENTOS TEÓRICOS
1. LA LITERATURA
Proviene del latín "litterae", y es posiblemente un calco griego de "grammatikee". En latín
literatura significaba una instrucción o un conjunto de saberes o habilidades de escribir y
leer bien, y se la relacionaba con el arte de la gramática la retórica y la poética . Por
extensión se refiere a cualquier obra o texto escrito, aunque más específicamente al arte
u oficio de escribir de carácter artístico y/o las teorías estudios de dichos textos. También
se usa como referencia a un cuerpo o conjunto acotado de textos, por ejemplo la literatura
médica, literatura española del siglo de oro, etc.
Lo que llamamos literatura designa en nuestra sociedad y cultura tres actividades diferentes. En
primer lugar, llamamos literatura a la práctica de creación verbal que existe desde que el hombre
desarrolló el lenguaje. En segundo lugar, la palabra literatura designa la actividad de investigación y
conocimiento de la práctica anterior. Sobre la base de este nuevo sentido identificamos también con el
mismo término a la labor del crítico o estudioso del proceso de producción de obras literarias. En
tercer lugar, identificamos como literatura la tarea de difundir entre los estudiantes la lectura y el
conocimiento de ciertas obras de autores nacionales y universales, así como la formación
universitaria o pedagógica para tal fin. Es decir, la práctica institucional educativa que socialmente
permite reproducir y conservar los productos de la creación verbal considerados como componentes
esenciales del patrimonio cultural de una nación2 .
En el género narrativo se encuentran comprendidas todas aquellas obras en las que se relatan hechos
reales o ficticios, ubicados en un determinado tiempo y lugar, para ello el autor utiliza la prosa, que a
diferencia del verso tradicional, no está sometida a la métrica, rima o ritmo.3
2
HUAMÁN, Miguel Ángel “Educación y Literatura”. Editorial Mantaro, Lima, 2003. ps. 54 y 55
3
PALACIOS CORTEZ, Max “Historia de la Literatura” Editorial San Marcos, Lima, 1997. P. 21
2
Aunque sea imaginaria, la historia literaria toma sus modelos del mundo real. Esta
relación entre imaginación y experiencia, entre fantasía y vida es lo que le da un valor
especial a la lectura en la formación espiritual de la persona. El narrador es la persona
que presenta la narración; él es el encargado de dar a conocer el mundo imaginario al
lector, el cual está formado.
En todo texto narrativo (cuentos, leyenda, parábola, fábula, novela, mitos, crónicas, etc.)
se estudian los motivos que impulsan las acciones realizadas por los personajes en un
ambiente determinado. Esto es lo que se conoce como el nivel de la historia.
Los personajes cumplen diferentes funciones en una obra: Pueden ser protagonistas, si
llevan a cabo las acciones del relato; objetos, cuando la acción recae en ellos; también se
les denomina ayudantes cuando contribuyen al logro de una acción y antagonistas,
cuando entorpecen la buena marcha de las acciones. Los personajes no solo se estudian
por el papel que cumplen en la obra literaria. También se analizan por sus cualidades
físicas y sociológicas, es decir, como son por fuera y por dentro. Esto nos permite inferir si
el personaje evoluciona a lo largo de la historia, es decir, si sufren cambios.
Los personajes siempre llevan a efecto las acciones en un determinado ambiente. En este
sentido, es necesario diferenciar el espacio físico (rincón, calle, llano) de la atmósfera
(paz, sosiego, odio, amor, soledad). Solo así podemos condenar o justificar la conducta
de los personajes.
Los personajes a medida que cumplen las acciones trazadas, pueden magnificarse o
empequeñecerse pasando a otro plano narrativo.
El Narrador puede estar dentro o fuera de la historia que cuenta. También puede ocupar
una posición intermedia. A esta visión o punto de vista del narrador se le denomina
perspectiva.
2.1 EL CUENTO
El cuento es una narración ficticia que de por sí constituye una unidad, no importa cuán
corta sea, no es un subgénero de la novela.
ANÁLISIS DE CUENTOS
Hasta la actualidad los conceptos manejados dentro de nuestros estudios literarios aún no
se definen con claridad entre críticos y creadores. Debemos utilizar la narrativa “andina” o
“criolla” para referirnos a las producciones literarias de los escritores provincianos
fundamentalmente.
4
PALACIOS CORTEZ, Max. Ob. Cit. p. 23
3
Cada región, también cada cultura, cada zona lingüística, cada tradición popular produce
un tipo de literatura. Algunas de estas formas de cultivar el arte perviven como formas
tradicionales de hacer narrativa. Dentro este contexto la más resaltante es, sin duda
alguna, la narrativa andina, que ha modificado diversos tópicos que se tenían sobre ella.
Sobre este tema, Ricardo Ayllón, reconocido crítico, expone la siguiente reflexión:
La narrativa andina en polémica fue calificada por Miguel Gutiérrez, el escritor que la inició, como
“nueva” y omitida por un grupo hegemónico de escritores, así como marginados y minimizados sus
representantes; contra esta (siempre siguiendo al iniciador de la Polémica) caminaría en paralelo una
narrativa urbana que domina los medios de comunicación (y que con el transcurrir del debate se la
denominará con el consabido calificativo de “criolla”). Tal bipolaridad nos motiva indagar sobre el
carácter de la literatura peruana. Uno de estos es, como ya adelantamos, volver sobre la complexión
andina de la narrativa considerada como tal. Quizá lo más fácil para definir a la narrativa andina, sobre
la base de esta situación controversial, sea señalar simplemente que es aquella que se opone a la
narrativa criolla. Pero esto5, además de ligero, no nos dice nada acerca de una manifestación que
cuenta con una fisonomía producida por sus propios grados evolutivos.
El asunto no es tan simple, pues la narrativa andina no solo posee aquella connotación
regional de lo indígena entronizada en su denominación, sino que presenta rasgos
compatibles con el mestizaje cultural y la modernidad.
Al repasar los “Motivos de la realización del Congreso” de narradores en Madrid
(acontecimiento previo a la Polémica de Perú 21), hallamos un sincero interés por una
narrativa andina que, “siguiendo el modelo creado por José María Arguedas, se cuestiona
a sí misma y evoluciona en la producción de los nuevos escritores que aparecen a partir
de los 80”, poniendo la obra de Óscar Colchado Lucio y Zein Zorrilla como ejemplos. Sin
duda, los organizadores del Congreso se están refiriendo a aquella narrativa andina actual
que, más allá de las propuestas lingüísticas (español quechuizado), el enfoque atávico y
las posibilidades históricas de lo indígena –categorías que caracterizaron a la narrativa
arguediana–, ha permitido la incursión de las actuales técnicas de narrar producidas por
una literatura cada vez más global y mundialmente integrada.
Sin embargo, volviendo a las argumentaciones del iniciador de la Polémica de Perú 21,
este nos advierte sobre los errores de algunas de las tesis referidas a dicha narrativa,
“como aquella que sostiene que la narrativa andina represente la esencia de lo peruano”.
Suponemos que tal advertencia está dirigida a nuestro carácter de heterogeneidad, a las
múltiples caras de la literatura peruana, diversa como el país mismo. Y en este sentido, la
5
AYLLÓN, Ricardo y ROCAL, Jorge Luis. “Conversación en Balconcillo.La narración como desafío ético”, en
Arteidea. Revista de cultura Nº 10, Arteidea, Lima, 2005.
4
afirmación de diversas identidades obliga a erigir como patrón la interculturalidad, que
debió haber sido una de las principales guías en la referida polémica.
Una narrativa aparentemente marginada por grupos hegemónicos, pero que a la vez se
irroga la esencia de lo peruano, nos lleva a vislumbrar un ánimo de reivindicación, una
reacción de los cultores de la narrativa andina, quienes, sobre la base de esta premisa,
permiten distinguir mejor los motivos de su posición beligerante en esta contienda de
ideas. Sin embargo, si somos cautelosos en revisar los nombres de los participantes en la
polémica no hallamos a quienes serían las verdaderas víctimas de la aludida marginación
(2) (pues de ser así los “polemistas andinos” no hubiesen tenido oportunidad de voz en un
diario hegemónico como Perú 21), si no más bien a sus apoderados o tutores, escritores
de origen provinciano afincados desde la juventud en Lima y que, con los años, se han
hecho de una profusa lectoría nacional (como Miguel Gutiérrez y Oswaldo Reynoso). En
tal sentido, nos hubiese gustado conocer las opiniones de, por ejemplo, aquellos
narradores a los que se refería el texto de motivos del congreso en Madrid, es decir
quienes han replanteado el modelo de Arguedas desde provincias o desde la propia Lima,
como los mencionados Colchado y Zorrilla, pero también Enrique Rosas Paravicino
(Cusco), Andrés Cloud (Huanuco) Feliciano Padilla (Puno), Macedonio Villafán (Ancash),
entre otros, narradores que, habiendo demostrado su indudable valor (como lo señala el
iniciador de la polémica), no participaron en esta.
Efectivamente, desde la década del 80 existe una narrativa en provincias que, gracias a
su calidad, se ha hecho visible y se hace cada vez más sólida. Su característica más clara
es, como ya dijimos, superar y modificar los tópicos de la narrativa neo-indigenista, pero
también tocar temas de violencia política y mostrar como principal escenario a la urbe
serrana con protagonistas que nos hablan claramente de nuestra multiplicidad cultural.
¿Se dijo esto en la Polémica de Perú 21? No, solo se intentó evidenciar la presencia de
grupos hegemónicos de escritores y su poder en los medios periodísticos, se discutió
acerca de la calidad o no de los escritores andinos y criollos sobre la base de la venta de
sus libros (como si esto determinara la excelencia literaria) y se soltaron reproches a partir
de posiciones ideológicas encontradas. Faltaron conceptos esclarecedores que pusieran
al tanto al lector común y corriente, aquel que no tenía la obligación de conocer de cerca
los revanchismos y resentimientos personales de los participantes.
La vigorosa labor de los escritores de provincias permite asimismo entrever un rasgo aun
más particular en la literatura peruana, nos referimos a las denominadas literaturas
regionales , sin duda involucradas también en esta polémica, las cuales últimamente han
logrado que el enfoque centralista de nuestra literatura sea insuficiente debido a la
cantidad y diversidad de su producción.
Las técnicas se refieren a los artificios que el autor usa para producir efectos en un texto
literario.
Clasificación
Se pueden clasificar los tipos de narrador según criterios muy diversos, por ejemplo de
acuerdo a su posición respecto a lo narrado (si se ubican dentro o fuera de la historia) o a
su punto de vista.
Donde homo significa mismo y diégesis historia. Dentro de esta categoría nos referimos a
los narradores que cuentan una historia desde su participación en ella. Hay dos
categorías: Narrador protagonista: es parte del relato contado, cuenta su experiencia
directamente. Narrador testigo: cuenta la historia como alguien que la ha vivido desde
fuera, pero que es parte del mundo del relato.
Narrador heterodiegético
"Hetero" significa otro, "diégesis" historia. Se trata de aquellos narradores que cuentan la
historia desde fuera del mundo del relato, generalmente en tercera persona. El caso más
común es el del llamado "narrador omnisciente.
El narrador de cualquier obra tiene ciertas características y limitaciones que definen cómo
el autor puede narrar la historia. Como tal, el narrador ve la historia dependiendo del lugar
que ocupe en el mundo que se narra, es decir, según su punto de vista. Según este
criterio, los diferentes tipos de narrador pueden clasificarse en tres grandes grupos, según
la narración se dé en primera, segunda o tercera persona (las más comunes son la
primera y la tercera; la segunda persona rara vez puede encontrarse en una narración).
Primera persona
Este narrador es el que más obviamente se diferencia del propio autor: es un personaje
en la obra, que tiene necesariamente que cumplir con todas las normas de ser un
personaje, incluso cuando esté cumpliendo tareas de narrador. Para que tenga
conocimiento de algo, por lo tanto, es necesario que lo experimente con sus propios
sentidos, o que algún otro personaje se lo cuente. Puede contar sus propios
pensamientos y opiniones, pero no los de los demás personajes, a no ser que éstos se lo
cuenten. El narrador en primera persona puede ser el propio protagonista de la historia.
Segunda persona
Es un tipo de narración que se da con relativa escasa frecuencia ya que exige una cierta
restricción estilística. Un ejemplo de este tipo de narrador viene a ser “Aura" de Carlos
Fuentes.
En este estilo asistimos a un diálogo, pero en el cual sólo leemos a uno de los personajes.
El autor narra en segunda persona, con el tú, y así provoca una cierta empatía entre el
lector y el protagonista. El lector puede sentirse sobresaltado, al principio, por sentirse
aludido, ya que parece que el personaje le habla directamente. Generalmente se usa para
introducir al lector en la mente del personaje o crear una sensación de falso diálogo del
protagonista consigo mismo. También es algo que se hace totalmente fuera de la historia.
Tercera persona
Sin embargo, pueden distinguirse tres tipos de narrador en tercera persona, según el
conocimiento que tienen del mundo creado por el autor.
Narrador omnisciente
Se interna en los personajes y les cuenta a los lectores los pensamientos más
íntimos que cruzan por sus mentes.
Este tipo de narrador es similar al narrador en primera persona, pero presenta algunas
informaciones de manera que resultarían imposibles en una narración en primera
persona. Este narrador puede, por ejemplo, presentar detalles conocidos, pero no
reconocidos, por el protagonista (que le hayan pasado desapercibidos, por ejemplo).
Puede hacer observaciones que el protagonista nunca haría acerca de sí mismo, como el
color de sus ojos o sus defectos personales. Estas observaciones hechas en primera
persona (acerca de uno mismo) serían altamente dudosas, pero al venir dadas en tercera
persona ganan en credibilidad.
Narrador deficiente
Este narrador, por lo tanto, es un mero testigo de los hechos que acontecen en la
narración, y es el más utilizado en la narración periodística.
El narrador está presente en relato de una o más manifestaciones. En este caso nos
referimos a la relación que tiene el narrador directamente con el relato y el recurso literario
y expresivo utilizado para contar la historia. El narrador heterodiegético o extradiegético
cuenta la historia externamente, sin tener nada que ver con los hechos relatados. El
narrador intradiegético, que cumple únicamente con la función de narrar, lo podemos
identificar a través de marcas dentro de la historia. Encontramos también al narrador
homodiegético, y cuentan la historia desde su participación en ella, dentro de este tipo de
narrador podemos encontrar una subclasificación como narrador protagonista
(autodiegético), quien es el que cuenta su experiencia directamente; y el narrador testigo
(metadiegético) que pertenece al mundo del relato, pero cuenta la historia como alguien
que la ha vivido desde fuera.
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La literatura es
1. PORFIRIO MENESES
1.2. BIOGRAFÍA
Porfirio Meneses Lazón nació en Huanta en 1915. Es un destacado autor quechua y
español con una vasta producción literaria. Su trabajo ha sido reconocido con importantes
premios como el Primer Premio de Cuento en el concurso convocado por la revista
“Cuadernos” de París (Francia, 1965), el Premio Nacional “Ricardo Palma” del Ministerio
de Educación (1965), el Primer Premio de Producción Intelectual convocado por la
universidad Federico Villarreal en 1995, el Primer Premio en el Primer Concurso de
Literatura Kechwa convocado a nivel nacional por la misma universidad en 1998, además
de otras distinciones.
Entre sus principales cuentos tenemos: “Cholerias” (1946), “Campos Marchitos” (1948),
“El Hombrecillo Oscuro y otros cuentos” (1954), “Cuentos Peruanos”, “Cholerias 2”,
“Huanta en la Cultura” (1974), “Solo, un camino tiene el río” (1975), las cuales reflejan la
cultura andina a través de sus situaciones y personajes. Su producción poética por otra
parte ha encontrado en el quechua su mejor forma de expresión. Para Meneses, la
dulzura y versatilidad de la lengua la hacen ideal para resaltar la belleza de las palabras,
la emoción de los sentimientos plasmados en papel, a la vez que su uso reivindica la
importancia de una lengua que siendo netamente peruana no es suficientemente
difundida en nuestro país. Dentro de su producción en quechua sobresalen su poemario
Suyaypa llaqtan “País de la esperanza” (1988), Yana kachapurikuna, una traducción
integral al quechua del poemario “Los heraldos negros” de César Vallejo, (1997) y el libro
de cuentos Achikyay willaykuna. “Cuentos del amanecer” (1998) cuya versión francesa
fue publicada en el 2001 bajo el título de “Contes du lever du tour”. Aun sin publicar se
encuentran su versión quechua de otra gran obra de Vallejo, “Trilce”, la traducción
también al quechua de una selección de 25 poemas de García Lorca, su poemario
Kanchipawan llakipa takinkuna “Cantos de luz y sombra” y Yapa Tinkunakuy (“El
reencuentro”), una colección de 30 sonetos quechuas.
TEXTOS SELECTOS
CASICHA
La campiña de Huanta ya muestra por marzo sus choclos maduros. Los maizales, por
donde vaya la vista, se encuentran meciendo los infinitos penachos al vaivén de los
vientos. Cuando han pasado los chaparrones propios de febrero, cada tallo presenta de
dos a cuatro choclos de rubia cabellera, que sólo esperan el acomodarse en la gran olla
de barro para hacer la felicidad de los cholos huantinos.
Este es tiempo de cuidado para los dueños de chacras. Primero, porque los cercos y
tapiales son apenas simbólicos, y los caminillos van hilvanando todas las propiedades; y
segundo, porque hay huantinos tan antojadizos…
El choclito de chacra ajena es siempre agradable para los que tienen maizal inmaduro, o
para los que no tienen chacra. Y, desde luego, para todos los mataperros, sean mozos o
mozas. Por eso ahora el viejo Eulalio Janampa, del pago de Pucarajay, está preocupado.
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Es el buen padre de familia que cavila por el pan del hogar. Tiene mujer y tres hijos que
alimentar y, cosas del tiempo cada vez más malo, ya no siempre da bien la albañilería en
Huanta. Porque tayta Eulalio es albañil y encuentra que todo va peor ahora tal vez si,
como él piensa, porque hay tanto forastero hambriento que todo lo está echando a perder.
Hombre añoso, experimentado, tiene ideas ásperas sobre las cosas.
Compró el año pasado una chacrita en Huallhuayoj, y sembró en ella lo que hoy es un
maizal hermoso. Han graneado admirablemente las mazorcas y pocos vecinos pueden
ufanarse tanto como él ahora, ante las perspectivas de una buena cosecha. Sólo que
aquellos mismos vecinos, han tomado buena nota de la hermosura del maizal del viejo
Eulalio, para proceder en cuanto el sol se anide.
Eulalio conoce estas intenciones, y piensa que dará codillo a esos lagartos cuidando su
chacra. Hubiera querido sin duda realizar ya la siega y parar los haces para el oreo, pero
es que no puede darse tiempo por estas semanas pues está cumpliendo con una contrata
urgente, a la que debe todas sus horas. De otro lado, no todas las plantas están
igualmente maduras, en punto de corte, y hay que esperar un tanto hasta que los granos
doren.
Cuando va ella a cuidar, llevando a Ipicha y Ruficha, la gente de las chacras cercanas no
duerme. En la profundidad de la noche se percibe el ruido de piedras que caen
desgajando las hojas del maizal y la voz de la mujer que de rato en rato dice:
—¡Qué hacendo ay, ladrunazo! T’estoy viendo ¿acaso qui nó? Si no te vas te rompo tu
crisma. ¡Supaypa-huahua!
Generalmente no hay nadie, y es el movimiento de las hojas con el empuje del viento lo
que provoca en doña Nativa éstas y otras expresiones de variado calibre. Porque nadie se
atreve a cosechar pedradas en lugar de maíz tierno, desde que, según las trazas, mama
Nativa no es mujer muy sentimental. Pero ocurre a veces, en las noches lóbregas, que a
señora tan animosa quiere invadirla el temor. ¿Quién no conoce el miedo? Entonces ella
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azuza a sus chicos, éstos al perrito y entre todos componen una orquesta infernal que
mantiene despiertos a los vecinos en media legua a la redonda. Hasta que se les pasa el
miedo o se cansan, y se duermen tan profundamente que ni un castillo de cohetes podría
despertarlos.
Casimiro es mocito que merece atención especial. Cuando sus padres están de mal
humor, lo llaman Casemiro, a secas; y si están cariñosos le dicen Casicha. Es un
muchacho que ya tiene sus inquietudes. Posee su poquito de primaria, y aunque no ata
bien dos palabras en castellano, en quechua es una tarabilla. Sabe que dos y dos son
cuatro, y sabe también que en el cinema del pueblo se ven cosas bonitas, porque ya ha
ido varias veces a repantigarse en la pulguienta cazuelita.
De aquí que experimenta cierta desazón al tener que marchar la mayoría de las noches
para el cuidado de la chacra. Por él, bien se las pasaría sin choclos. Aunque es verdad
que no piensa lo mismo cuando a la hora del yantar los ve humeando en su mate. Pero
con gusto o sin él, va siempre por los senderos, a veces enlodados o malolientes, a
cumplir con su tarea mientras de sus labios se deshila un huaino en agradable silbo.
En una noche de puras sombras, instalado como en abandono dentro de la chuglla dejaba
vagar sus pensamientos, sus ideas, sobre todos los motivos de su preferencia.
Pensaba en cuánto de agradable iba conociendo su vida. Y meciéndose en sus
recuerdos, no llevaba cuenta del susurrante silencio de los innúmeros follajes del
contorno; ni prestaba atención al chi–chi–chi–chi de los huajankichus, ni al vanidoso croar
de los sapitos. No trasponía el umbral de sus oídos el tu-cuh lejano de algún búho
agestado, ni el canto horario de los pichiusas. Mientras tanto, vivían en el ambiente la
suavidad del aire tibio, el estar tranquilo de los árboles linderos y la oscuridad adherida a
todas las cosas.
Pero algo hubo por fin que desvió el pensar de Casicha. Era un ruido sospechoso allá por
un extremo de la chacra. Aguzó el oído y percibió un quebrar de cañas de choclo, un
rozarse áspero y continuado de hojas. No había dudas: alguien robaba. De primer
momento se incorporó y quiso arrojar piedras en dirección del ruido. Pero luego sintió
curiosidad por localizar y conocer a quien lo producía. Salió cuidadosamente de la
chuglla, y procurando la mayor levedad en sus pasos fue encaminándose hasta el
extremo donde se hallaba el intruso. Se llegó primero al cerco y bordeando la chacra iba
sorteando el manazo silente de algunas pencas agresivas, y el quebrarse sin penas de las
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ramitas bajo sus pies. Poco a poco se fue acercando al ruido extraño hasta poder precisar
la silueta del causante: era una mujer que se movía por entre las plantas, quebrando los
choclos de su tallo con la mayor destreza. Casicha pudo verla llenar rápidamente su falda
e ir a vaciarla sobre una manta extendida por allí cerca.
Oculto al pie del cerco, el mozo atisbó las cercanías a que podía su vista alcanzar, y
convencido de que no había nadie más, se trazó rápidamente un plan. Con el sigilo de
siempre acortó aún más la distancia entre él y la desconocida, y de pronto dio cuatro
saltos hasta ella y la cogió abrazándola por la espalda.
—¡Qué tala, no? Conque tú habías sido… ¿Qué tú haces aquí? ¡Ladrona!
—¡No, niñucha, taytito! ¡Soltamé! —exclamó asustada, aunque sin grito, la mujer—.
Te lo pagaré. Cuéntalo tus choclos…
—Oiga, así namás quieres acabar. Aura vas a ver tú. Qué tala Margarita, su hija de siño
Juélis. Robándome, ¿no? Tenes que yer conmigo hasta donde la guardia. ¡Vamos! Quiso
forcejear la muchacha pero Casimiro la tenía bien cogida y cerró aún más los brazos.
—¿Pero así tan miselabre vas a ser tú? —dijo ella. ¿Por estito, por estos cuatro choclos
me vas a llevar al puesto? ¡Tatao! ¡Soltamé!
—Pechuga, ah? Todavía mi robas y te voy soltar tranquelito. Vamos…
—¡Pero soltamé, te pagaré pues! Cuánto plata ya va a ser…
Y procuraba deshacerse de las tenazas del mozo. Antes que gritar hablaba
atenuadamente, pero con nerviosidad, agitación. Le aterraba pensar que los vecinos
pudieran enterarse del hecho. Por su parte, Casicha estaba dispuesto a hacer respetar su
propiedad. Sobre todo porque había reconocido en la muchacha a la jugosa y deseable
hija del siñó Félix Champa. Por ello, tácticamente, siguió en su aparatoso afán de
amedrentarla con la idea del puesto policial. Hablando de ella decíale:
—Toma. Por qué tú mi robas. Vamos.
—Pero aistá pues, lo dejo todito —se resistía ella, ya sin valor. Mañana tempranito te daré
tu plata de lo que lo hey partido de su huero. ¿Acaso no te voy a pagar? Déjame, pues.
—No me da mi gana —repuso el cholo, pero en seguida agregó: Bueno, te voy perdonar,
pero… Había considerado la alarma como suficiente para sus fines. Al pero condicional
sucedió un nuevo giro en la orientación de sus fuerzas. Por algo era que no había dejado
por un instante de aprisionar a la hermosa ladronzuela. Fue entonces que ésta convirtió
su miedo en indignación: —¡Ah! ¿Y tu lisura? Conque, ¿no? ¡No quiero! Voy llamar a mi
papá, verás. ¡Pa…!
—Zonza pues no seas, niñacha. Callaté…
Ella tenía un gesto airado que se imponía sobre la penumbra, y había sacado de quién
sabe dónde unas fuerzas endiabladas. Hacían tensión todos sus músculos. Pero el mozo
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tenía energías persuasivas y muy pronto la convenció de que había una culpa que purgar.
La Margarita, pues, le pagó a Casicha todos los choclos cogidos y por coger, ante un
jurado de sombras.
Cobrada la deuda, satisfecho el mozo, empezó solícitamente a quebrar más choclos para
la manta de la muchacha. Mientras tanto, parada a un lado, podía verse la silueta de ella
destacando un aire de altivez y de enojo notablemente encendido. El cholillo advertía:
—Otro vez que no te vay’encontrar mi papá porque no te lo escapas del puesto. Ni mi
mamá tampoco porque lo rompería tu cabeza. A la vista cuando yo venga voy estar
silbándome, entonces…
—Si pues, —cortó socarrona la chola— por tus tan lindos choclos voy estar viniendo a
faltarme. ¡Plaga!
—No te molestas niña. Pasau mañana también voy cuidar aquí…
—¡Jajay! ¡Eso cuando…! —rió ella, y cogiendo su atado echó a correr perdiéndose pronto
en la oscuridad.
Casicha es ahora el más empeñado en cuidar la chacra. Va hasta cuando no le toca,
dando así gran alivio a sus padres.
—Pobre mi huarma, — dice el tayta Eulalio —cómo se preocupa por nuestras cosas.
En tanto, el maizal presenta en las noches, como siempre, su perfume de huacatay, el
chillido de sus grillos, el canto bronco de sus búhos. Y, como siempre también, bajo
cielorrasos de piedra —como en diminutos proscenios— dan su canto los sapitos. De día,
la luz lo viste todo con los verdes. El maizal está hermoso. Sólo el viejo Eulalio no se
explica cómo, habiendo buena vigilancia, disminuyen tanto los choclos.
(Porfirio Meneses, “Cholerías”, 1915)
ANÁLISIS
Nº ASPECTOS/ ÍTEM
Ord NIVELES
01 Autor ¿El cuento guarda relación con el contexto histórico del autor?, ¿por qué?
¿Qué características del autor está presente en el cuento?
02 El narrador ¿La historia está narrada desde 1º, 2º 3º persona gramatical? Precise y
transcribe un ejemplo.
La historia está narrada en tercera persona.
Ejm.
“ Oculto al pie del cerco, el mozo atisbó las cercanías a que podía su
vista alcanzar, y convencido de que no había nadie más, se trazó
rápidamente un plan”.
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03 Tema ¿Cuál es la idea básica que ha querido transmitir el autor del cuento?
……………………………………………………………………………………..
Existió en mi vida una segunda madre, mucho mayor que mamá Natividad. Se llamaba
Jacinta y vivía sola en el Jr. Ayacucho, a dos cuadras de mi casa. Era una anciana alta,
ágil, de huesos firmes. Caminaba apurada y muy erguida. Nadie le adjetivaba “abuela”, a
pesar de que su faz estaba tan garabateada por el tiempo, surcada por profundas
arrugas. Todo empezó con la broma de mamá Naty, cuando un día, exaltada de felicidad
(¡Un relámpago en su cielo siempre nublado!), me obsequió a doña Jacinta, famosa
cocinera, solicitada siempre por las familias adineradas del pueblo. Era su amiga y se
hallaba sentada a la puerta de su casa, calentándose a los tenues rayos del sol de la
mañana. Tomados de la mano íbamos a la feria, cuando ella, apenas vio a la anciana,
me dejó a su lado, supuestamente para librarme de la tropelía de la feria sabatina
(entrecruzamiento de personas y animales, llena de barro por la lluvia de los días
anteriores).
Me las arreglaba para que todo sucediera de una manera natural: desayunando y
almorzando en ambas casas. Sin embargo, a raíz de un hartazgo que me llevó hasta el
consultorio del sanitario Baca, los hechos se precipitaron. Sucedió el día del cumpleaños
del señor Altamirano, en su casa de campo, cerca del puente Santa Rosa, casi a orillas
del río Chumbao. Mamá Jacinta había sido solicitada para preparar la comida. Previo
acuerdo con ella, estuve en esa casa a mediodía, luego de una travesía de caminos
estrechos, chacras y cercos mucho antes de la hora oficial del almuerzo. Había mucho
movimiento en el patio y los corredores, música de cumpleaños al fondo, ladridos de
perros galgos amarrados. Mamá Jacinta puntual con mi horario escolar me tenía ya
preparada una comida extra; bistec con papas y huevos fritos. Mientras comía en un
rincón, sentado en un poyo, y ella se ajetreaba entre tres o cuatro ayudantes de cocina,
finiquitando en potaje, ingresó al ambiente la dueña de la casa, acompañada de su hija
Nancy, una grácil muchachita con vestido floreado, que alguna vez había visto en una de
las misas dominicales. Se cruzaron nuestras miradas y, avergonzado, sonrojé hasta las
orejas que me ardían. Mamá Jacinta me presentó como a un hijo y le explicó que
adelantaba mi almuerzo para regresar a tiempo a la escuela, a las 2.00 p.m. La señora no
solo aprobó con agrado el hecho, sino me “invitó” formalmente al almuerzo. Mamá
Jacinta, congraciada con este gesto, me convenció que faltara a la escuela, “alguna vez”,
que ella sabría justificarme con el profesor que le debía muchos servicios… Después de
dos horas, se sirvió el opíparo banquete que consistís en relleno de chancho, choclo y
queso frescos, caldo de gallina y cuy chactado con tallarines de casa. Las mejores
presas, como era de esperar fueron ara su “hijo” querido, con tal grave consecuencia que
esa noche cogí una severa indigestión. Amanecí con mamá Naty a mi cabecera hipando
de tanto llanto. Víctima de una crisis nerviosa que me sobrevino, con cargo de conciencia,
casi en estado de delirio, empecé a confesar los pormenores del atracón y otras faltas
(llegar tarde a mediodía, la falta de apetito con las comidas que preparaba mi madre, que
al verme inapetente, hacía esfuerzos por complacer mis gustos).
“¡Con que así era! ; arrebatarme a mi hijo por el estómago”, -hablaba para sí misma. A
partir de ese día se vetó la amistad de la “señora” Jacinta (la palabra señora sonaba
despectivamente). Nunca más… Mi madre en su desesperación por disuadirme soltó
todo lo que sabía acerca de ella. Exclamaba con ira que era una anciana insana. Hacía
muchos años andaba “tocada” a raíz de la muerte de su hijo de diez años, aquel aciago
día que el río Chumbao, turbio y crecido con las riadas, enlutó su hogar, ya en duelo con
la muerte de su esposo. Fue en la época en que los niños, temerariamente, entrábamos al
río a pescar truchas, llevados por el comentario de los mayores que decían que en las
crecidas, “a río revuelto”, los peces sobrenadaban en la superficie. Durante mucho tiempo
se la veía correr por las orillas del río en pugna por adelantar a la corriente, escavaba las
aguas con desesperación. (¡Cuadro desgarrador que conmovía al pueblo!)… De esos
años le quedó la manía de andar reconociendo en los niños de la calle, rasgos de su hijo
desaparecido, para luego raptarlos al encanto de dulces y manjares, que faltaban estando
su hijo… ¡Cuánto lío con la policía!
En su instinto maternal de protección, mamá Naty, a pesar de lo crecido que era, reinició
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acompañarme a la escuela. Al pasar por la puerta de mamá Jacinta, apuraba los pasos,
perfilaba la nariz y me jalaba de la mano. La anciana a la puerta, inquieta y desesperada,
me llamaba con señas. Como todos los días, mamá no podía perder tiempo (se lo
impedía su trabajo de costurera y ama de casa), trazó la estrategia de cambiar mi
itinerario, aunque esto significaba una vuelta a la redonda para dar con la escuela. Esta
acción no tuvo el efecto esperado, porque mamá Jacinta se enteró de la jugarreta y
encontró un cruce de caminos de herradura como punto de encuentro clandestino, al
regreso de la escuela, a mediodía: “Come, hijo mío, no me impedirán alimentarte”- me
decía jadeante cada vez más entrañable y amorosa, besándome en la frente y en las
mejillas, que eludía por su aliento fuerte a ajo y su extraño picor. Me brindaba su comida
que traía en portaviandas desportilladas. Me alimentaba casi a paso, al pie de un níspero
frondoso. A esa hora crucial de las 12 m., el almuerzo me caía de maravillas, pero este
comportamiento me creaba un clima de remordimiento: estaba traicionando a mi madre,
aún cuando comía poco para no rehusar la comida en casa. Si alguna vez lo rechacé fue
peor: mamá Jacinta se echaba a llorar desconsoladamente… ¡Qué apremio vivir en estas
circunstancias!
El encono entre ambas, crecía a diario, como crece el río invernal, de oleadas y
salpicaciones turbias. ¿En qué desembocaría? No solo dejaron de hablarse, sino de
mirarse. Cada una evadía a la otra. Un día, sin embargo, coincidieron en el templo –
según dijo mi madre- porque ambas eran devotas del niño Jesús de Praga. Pero ni el niño
logró una reconciliación entre ambas. Cada quien empezó a colocar los cirios en los
lugares más cercanos al santo, creyendo ser preferidas. En ese jaleo –como decía mamá-
por poco se queman las manos “ja, ja, ja”.
No puedo precisar cómo terminó esta rencilla entre ambas madres, porque al año
siguiente, ausente en la ciudad de Ayacucho, por motivo de estudios (tía Carmen,
hermana solterona de mi padre, se había comprometido asumir con mis estudios), nunca
pregunté por carta la suerte de mamá Jacinta…
Se reconciliaron –decían- por iniciativa de mi madre que había asimilado el amargo aroma
de la ausencia del hijo. Al ir a pedir perdón a la “rival”, mamá Jacinta, lejos de mostrase
rencorosa, la recibió con los brazos abiertos. La incorporó a su grupo de oraciones por la
salud del hijo…
Cuando regresé después de varios años, me dijeron que ella había fallecido. Sentí un
golpe terrible en el alma y empecé recién a valorarla. Pocos años después, mamá Naty
también partió. Desde entonces, doblemente huérfano, me culpo y sufro de haber
fomentado ese triángulo amoroso y haber sido la manzana de la discordia.
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COMPRENSIÓN DE LECTURA
3.2. BIOGRAFÍA
Sócrates Zuzunaga Huaita (Ayacucho, 1954), es autor de los libros de relatos Con
llorar no se gana nada, y Taita Serapio, de la novela Recuerdos de lluvia y de los libros
infantiles Takacho, Takachito, Takachín y Florecitas de Ñawin Puquio. Premiado y
finalista en importantes certámenes de narrativa como El cuento de las mil palabras de
Caretas, COPE de cuento y el Concurso Internacional Juan Rulfo de Cuento.
Cogió la tuna con el índice y el pulgar de la mano derecha, la hizo girar y la arrancó. Se
desprendió de la maraña de pencas espinosas y continuó buscando con la mirada alguna
otra fruta madura.
A cien metros de allí, desde un trigal, se alzó una bandada de palomas que fueron a
posarse sobre un frondoso guarango. La mujer aventó sus trenzas hacia atrás, levantó el
ala de su viejo sombrero de paño y se enjugó el sudor con la manga de su camisón.
Desde antes de que saliera el sol, estaba trajinando entre las pencas del tunal, tratando
de llenar de tunas maduras un cesto de carrizo que colgaba de uno de sus brazos. Había
sentido en sus carnes el cuchillo del gélido viento andino, mientras esquivaba ramas de
matorrales y espinos de cactus y pencas; había visto aparecer al sol tras los cerros de
oriente, disipando la bruma y entibiando el ambiente mañanero; había visto pasar a los
campesinos tras los rebaños, llevando a cuestas herramientas de labranza; y, sin
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embargo, solo había conseguido reunir media docena de tunas, entre blanquillas y
coloradas. Suspiró con cierta desesperanza y continúo trajinando entre las espinosas
pencas del tunal. Anoche había llovido un poco. El sol brillaba en las hojas húmedas de
los árboles y en las piedras. Ahora, el cielo se hallaba un tanto despejado, azul, con
algunas nubes blancas enredadas en la cumbre lejana de los cerros. De pronto, la mujer
se sobresaltó y viró el rostro hacia el monte.
Se oyeron algunas pisadas y el chasquido de ramas rotas. Un zorzal chilló alarmado y se
alejó en raudo vuelo rozando con sus alas las pencas del tunal.
–No tiasustes, mamay Cristina –le habló un muchacho adolescente, irrumpiendo en el
tunal, delante de otros tres–. Estamos llegando rapidito nomás. No te vamos a
comprometer. Por favor, ayúdanos, mamay.
Ella estuvo a punto de lanzar un grito, pero se contuvo con una mano sobre la boca;
empezó a temblar al ver las armas que traían los muchachos. Estos venían sudorosos,
vestidos con ponchos y pantalones andrajosos, llenos de polvo y con la frente perlada de
sudor.
-Daño no tiaremos, mamay –continuó hablando el muchacho–. Ayuda nomás queremos
pa seguir adelante. Será tu colaboración con el partido, tu granito diarena a favor de la
lucha armada.
Los ojos de la mujer cobraron un brillo de tristeza y miró su cesto de tunas. Se alzó el
sombrero de paño y se sentó sobre el pasto húmedo de rocío matinal.
–Yau, Tomascha, contigo sia iu mi Doroteo ¿Cómo está él?
Los muchachos se sentaron en torno a la mujer y empezaron a comer las tunas.
–Están ricas, mamay.
–Jugositas están, dirás más mejor.
La mujer fijó la mirada en una de las armas que reposaba sobre el pasto. En la punta del
cañón, una mariposa amarilla abría y cerraba sus alas.
Tomascha y Doroteo habían crecido juntos, llevando las ovejas hacia los cerros,
pescando truchas en el río, jugando pelota en los corralones. Después, leyendo y
escribiendo en la escuela de Andamarka, recibiendo los azotes del maestro cuando no
cumplían con las tareas. Luego, ya adolescentes, metidos en estos líos.
Un día, el maestro desapareció en una redada nocturna. Semanas más tarde, su cuerpo
fue reconocido al borde de una fosa común. Llevaba en uno de sus bolsillos su infaltable
libretas de apuntes.
–¿Cómo istá mi Doroteo, Tomascha?
Una sonrisa triste se dibujó en el rostro del muchacho. Hizo un gesto señalando las
cáscaras de tuna amontonadas junto al canasto.
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–Pa sus cuyecitos, mamay.
La mujer entrecerró los ojos mirando al resto de muchachos y empezó a llenar de
cáscaras de tuna el canasto. De pronto, una bandada de palomas pasó cruzando por
sobre el tunal. A lo lejos, se escuchaba el rumor de una caída de agua, entremezclado
con algunos ladridos.
–Ya tenemos que irnos, mamay. Los milikos nos están siguiendo.
Los muchachos cogieron sus armas y se levantaron. El sol ya estaba muy alto y
alumbraba con fuerza sobre la tierra. Se escuchó un rebuzno prolongado en la distancia.
–El Doroteo mia encargau que le entregue esto, señora.
El muchacho depositó sobre las manos de la mujer un portadocumentos viejo, de color
negro. De él sobresalían algunos papeles escritos y una cadenita dorada que refulgía con
el sol de la mañana. La mujer se estremeció e intentó hablar, pero solo le salieron unos
gemidos enredados en saliva y llanto. Antes de desaparecer tras sus compañeros, el
Tomascha dijo:
–El Doroteo ya no volverá, mamay. Resígnese usté. La mariposa amarilla revoloteaba
sobre las cáscaras de tuna del canasto.
ACTIVIDAD: Represente los episodios en forma de gráficos.
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Empezaré diciéndole quial día siguiente nomás de nuestro matrimonio, uno de nuestros
vecinos nos regaló un perrito bien bonito, harto gracioso y muy jueygador, paque cuide la
casa diciendo…Y como ya era maltoncito el animal, y harto zalamero, su comadrita
aymismito se congració con él. Y, fíjese pues, que empezó a llevar al animalito por todas
partes…¿Iba a comprar en las tiendas del pueblo?...el perro tras ella. ¿Iba a pastiar las
ovejas en el cerro?...el perro tras ella. ¿Iba a lavar la ropa en el riachuelo?...el perro tras
ella…Y así…Y desculpe la grosería, compadre, pero tengo que decirle quiasma cuando
su comadrita se iba a bajar de peso en el chiquero del chancho, el perro jijona estaba tras
ella, husmeándole lo quizasabe…Y nuira sólo eso, compadre…En el colmo de los colmos,
el perro llegó a dormir con ella en nuestra misma cama matrimonial. Y yo, carajo, por mi
lau, que soy harto remilgoso pa esas cosas, no carajo, dije, el perro tiene que dormir en
su lugar, o sea en el patio de la casa, sobre su pellejo de carnero. Pero, su comadrita, que
no y que no y que no, que pobrecito el animal, que pobrecito se va a congelar con la
helada de la noche, que esto y que lo otro…Y yo que no quería peliarme con su
comadrita, compadre.
Es un reciencito nomás, pues, nos habíamos matrimoniau. Por eso, liaguanté nomás
todos esos caprichos…Y así me tuve que resignar nomás a soportar las tantas pulgas que
el perro pulgoso nos traía a la cama…Pasó el tiempo…Y llegó el día en que el perrito,
como que era animal engreiu, empezó a sacar pa ajuera toda su mala crianza…Primero
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jue que se comió todo un queso entero que su comadrita istaba guardando con tanto
esmero pa hacer su papita a la huancaina…Ella, al ver eso, descolgó la jeta, acercó la
boca hacia una de las orejas del perro y le dijo: ¡cuidadito nomás! ¡va una!...Y
continuamos viviendo nuestras vidas de lo más bien, como si nada malo hubiese
pasau…Y así llegó otro día de malcriadez: esta vez, el perro se comió todo el estofau del
almuerzo. Entonces, nueyvamente, su comadrita descolgó la jeta, acercó la boca hacia
una de las orejas del perro y le dijo: ¡Cuidadito nomás! ¡van dos!...Y, nueyvamente,
continuamos viviendo nuestras vidas, como si nada malo hubieses pasau…Y así, con el
tiempo, el perrito llegó a cometer otra falta: esta vez, el animal se metió en el gallinero y
se comió todos los huevos quiuna gallina nuestra istaba empollando…Esta vez sí, su
comadrita siamargó harto, volvió a descolgar la jeta, acercó la boca hacia una de las
orejas del perro y le dijo: ¡te jodiste! ¡Van tres!...Y cogiendo una reata de maguey, ahorcó
al animalito en el molle de nuestro patio, señor…Y eso que quería harto a nuestro perrito,
como usté ya sabe…¿Y yo que tengo que ver con todo esto?...Fíjese, pues, compadre:
una noche, llegué a micasa un poco mariau, después diaber parrandiáu con algunos
amigos…y mi señora, o sea, su comadrita, descolgó la jeta, acercó la boca a uno de mis
oídos y dijo: ¡cuidadito nomás, Rogelio! ¡va una!...Por eso, pues, yo no le pueydo aceptar
ese traguito que mistá envitando, compadre…
2.3. COMENTARIO
Los textos arriba citados se ubican dentro del cuento indigenista. Nos muestra enseñanza
de actos de valentía, lecciones de la vida simple pero cotidiana que cualquier otro tipo de
conflictos o historias de amor. Así mismo nos muestran las peculiaridades, costumbres y
pensamientos de los indígenas así como su folklore, es decir, creencias y costumbres de
las indígenas.
COMPRENSIÓN DE LECTURA
1. ¿La historia está narrada desde 1º, 2º 3º persona gramatical? Precise y transcribe un
ejemplo.
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2. Indique el personaje protagonista, antagonista y referencial. ¿Qué relación existe entre
ellos?
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6. Completa la historieta
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Con el tiempo, para participar en los diferentes concursos literarios, empecé a disgregar
toda esta obra. Así, se fueron desprendiendo mis cuentos que, en realidad, son capítulos
de esa gran novela que escribí. Bueno, ahora permítanme decirles que empecé a escribir
en la ciudad de Ica, donde estudiaba para ser ingeniero agrónomo. La nostalgia de mi
tierra ayacuchana de mis padres y amigos, influyó mucho en esta tarea. Vivía solo, en un
cuarto, y en una ciudad extraña, lejos de mi verdadero mundo quechua. De día asistía a
la universidad y, de noche, escribía sin cesar. A veces, agolpado por la pena y la
nostalgia, me ponía a llorar. Me echaba en la cama, cruzaba las manos por detrás de la
cabeza, y meditaba en todo lo quo estaba haciendo, mirando el techo de la habitación.
Oía el pasar de los vehículos por la pista y recordaba que yo había nacido en la sierra: me
preguntaba por qué diablos estaba yo allí, estudiando Agronomía. Entonces,
experimentaba un gran vacío, un enorme sentimiento de nostalgia, y me levantaba y leía
los papeles que había escrito en ese día. Y volvía a preguntarme: ¿Qué hago yo aquí,
escribiendo estas cosas? ¿Llegaré a ser escritor algún día? A veces, entre lágrimas,
rompía lo que había escrito. Pero, había una fuerza que me impelía a seguir escribiendo
sin cesar. Yo amaba a mi pueblo y detestaba esa ciudad. Allí, no conocía a nadie. Todos
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los personajes, a quienes yo amaba, se hallaban en mi pueblo. Y seguía escribiendo y
escribiendo. Yo era muy joven entonces y poseía ese vigor indómito y turbulento que
posee el hombre en esa etapa de su vida. La literatura me atrapó y se posesionó de mí.
Como todo joven, yo estaba influenciado por los escritores que admiraba; Arguedas,
Alegría, Vallejo, Francisco izquierdo Ríos, Gabriel García Márquez y otros.
Escribía de cosas que yo conocía, de la vida de la sierra, de sus paisajes, de hechos que
a mi me habían ocurrido en la niñez. Escribía con esa viva pasión con que escribe un
joven que sueña con ser escritor y que está seguro de que, más adelante, será muy
admirado, para la envidia de todos aquellos que se habían reído de mí cuando les hice
saber de mi intención de ser como Arguedas o como Vallejo. Esto es una curiosa y muy
difícil de explicar, aunque muy fácil de comprender para uno que quieres ser escritor.
Claro, a esa edad ¿quién no sueña con la fama? Yo anhelaba ser conocido, querido y
admirado por mis obras, tal como lo sueña un escritor joven o como sueña con la fama un
joven jugador de fútbol. Sin embargo, me daba cuenta de que llegar a eso era algo
maravilloso y radiante, halagüeño, pero sumamente lejano, incierto y casi inalcanzable.
Por esos días, también me daba cuenta de que publicar un libro era muy difícil si es que
no cuentas con medios económicos para hacerlo. Pero, la perseverancia es la
perseverancia, y el que persevera logra hacer realidad sus propósitos. Cuando estaba
estudiando Educación para ser maestro, irrumpió en mi vida un escritor quien ya había
oído hablar o ya había leído algunos comentarios sobre su obra literaria en los
periódicos. Se trataba del escritor Félix Huamán Cabrera, y fue él, precisamente, quien
me dio un empellón hacia adelante. Me dijo que yo ya debía publicar mis cuentos, donde
él publicaba sus libros. De ese modo, publiqué mi primer libro: CON LLORAR NO SE
GANA NADA. Era la primera vez, aparte de mi padre Ricardo que alguien me daba a
entender concretamente que lo que yo estaba escribiendo tenía algún valor. Ese
momento, recuerdo que me dije: ¡voy a ser escritor, carajo! No sé si esa noche o después,
me emborraché de alegría. Después de algunas correcciones, durante un año, por la
distancia en donde vivía, en Ayacucho, el libro apareció en el mes de enero de 1989.
cuando le consulte a algunos escritores o poetas que leyeron mi libro sobre lo que podían
predecir del destino que tendría mi obra y la crítica literaria que ésta recibiría, me
respondieron que eso lo dejara al futuro, que el libro caminaría hacia un buen fin, ya que
en éste estaban muchos cuentos que habían recibido distinciones literarias muy
importantes. He aquí que me ocurre un acontecimiento digno de mencionar: el último
cuento del libro, Ayataki, fue recibido por algunos lectores como el mejor del conjunto de
relatos, porque – según ellos- era un cuento de lo que verdaderamente estaba ocurriendo
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en el interior del país, como producto de una inhumanidad y violenta represión militar
contra inermes y desvalidos campesinos, so pretexto de combatir al movimiento
guerrillero de los alzados de Sendero Luminoso. Pero, también hubo críticas al
movimiento de quienes lo tomaron como una apología y propaganda al terrorismo
guerrillero de los alzados en armas. Esta última concepción me causó cierto temor, ya que
en nuestro país se había desatado una represión militar irresponsable y sin límites, y que
como producto de eso estaban desapareciendo cientos o miles de gente inocente, como
estudiantes universitarios, profesores, intelectuales, poetas y artistas, quienes en su labor
cultural y artística tenían al pueblo como protagonista principal, con sus sueños de libertad
y justicia social. En la sierra donde me encontraba, tuve que esconder mis libros bajo
tierra, para evitar que los militares lo encontraran. Aparte de esto, casi no hubo críticas
sobre este libro, salvo el de la revista Caretas y el de Roque Ramírez en un diario de la
capital. Ahora retomo el tema de la guerra popular en esta novela, La noche y sus
aullidos, ganadora del presente concurso. En ella narro, con una ficción muy cercana a la
realidad, todo lo que aconteció en mi pueblo ayacuchano. No quiero hablar más sobre
eso, ya que espero que lean este libro que, en esta oportunidad, me está otorgando la
satisfacción de sentirme jubiloso y complacido de haber ganado este prestigioso galardón.
Yo que, hasta hace algunos años atrás, había sido sólo un joven maestro que soñaba con
ser sublime anhelo o ilusión que todo eso me tenía confundido y meditabundo, con un
extraño sentimiento de terror al fracaso, a la burla de quienes ya estaban enterados de mi
afán literario… Todo lo que escribo es, en el fondo, autobiográfico porque utilizo sucesos
y rasgos extraídos de mi experiencia personal. A veces, hago uso de materiales reales y
vivos que son, tal vez, demasiados directos y crudos para los propósitos de mi trabajo
artístico. Lo que hago es algo parecido a confundir los límites de lo real y lo imaginado.
Inconscientemente, describo sucesos de un modo determinado porque en realidad ocurrió
así, y, para enriquecer mi trabajo artístico, exagero las cosas de algún modo con la
intención de impresionar al lector. Por ejemplo, el personaje de mi relato en realidad
existió; pero, no actuó así como lo escribo. Eso me ha traído algunos desplantes o
disgustos, pues los que en realidad conocieron al personaje, en la vida real, alegan y
protestan diciendo que el protagonista no fue así. Y, encima, se enfadan y llegan a
odiarme por ser ellos familiares cercanos de dicho personaje. Lo que ocurre es que yo
tengo el instinto de la creación y me resulta casi imposible hacer una trascripción literal de
mis vivencias o de lo que fui testigo. De ese modo, trabaja mi memoria, noche y día, y no
lo puedo controlar, y mis historias fluyen libremente en mi cerebro, con matices
nostálgicos, lo que me impele a escribir sobre cosas que yo he vivido y experimentado.
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Puedo estar viajando en un bus, cuando, por ejemplo, súbitamente, recuerdo a la lluvia en
mi tierra.
COMPRENSIÓN DE LECTURA
1. ¿En qué medida fue útil la lectura para que Sócrates se incline a la Literatura?
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3.1. BIOGRAFÍA
Víctor Tenorio García (VITE). Nació en Huamanga el 30 de setiembre de 1941. Es
egresado de la Maestría de Literaturas Hispánicas de la Universidad Católica y del Ciclo
Doctoral en Educación de la UNSCH. Ha publicado, entre otros, los libros: El cantar de
Ayacucho, Estación de eternidad, Confidencias a la amada invencible, Alforja de poemas
y prosas, No hay mal que dure 100 años, Memorias del Uku Pacha/Retazos del vivir,
Romances de Imilla. Fue el primer Presidente de la Asociación de Escritores de
Ayacucho, (1996-1998). Premio de Poesía Quechua 2001 por la Universidad Federico
Villarreal.
AMORCITO CORAZÓN
Víctor Tenorio García
Todo lo tengo debidamente estudiado, calculado con precisión. Llegaré con anticipación
como la primera vez, silbando el bolero amorcito corazón, dijo. La recibiría con unos
versos de amor en los labios, una fragante rosa roja en las manos y un hermoso brillo
enamorado en los ojos (estudiado frente al espejo). La enlazaría de la cintura y quería
besarla en la boca; pero como la conoce como a un libro abierto, ella lo rechazaría
suavemente.
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- Me dijiste que todo sería como la primera vez y aquel día no hubo…beso; pero
cantaste para mí esa canción que luego fue nuestro bolero. Él, en su papel de experto
seductor, sonreiría encantado y musitaría al oído de la que fue su mujer.
- Es verdad, amorcito corazón; pero no podemos olvidar que ya fuimos pareja y
que…tenemos un hermoso niño. Ella se sentiría tocada en sus fibras más sensibles y
caería nuevamente en sus brazos al decirle que los ama a los dos; que como familia
tienen derecho a ser felices juntos. Sin embargo, lo que él no había previsto, (y ahora se
da cuenta), fue la respuesta.
Ella lo miró y dijo:
- Sí, familia que olvidaste para aumentar una aventura a tu colección de amantes. El
hombre se sorprendió con lo inesperado, pero reaccionó como una luz.
- Amor, dijimos que lo pasado debe ser olvidados, estoy arrepentido, te lo juro por Dios.
Olvídalo todo, como lo hacías antes. Empezaremos de nuevo.
La mujer se dejó abrazar vencida por el llanto, entonces brotaron los reproches
guardados en su amargura. Con frases hilvanadas por su dolor, le recordó al hombre sus
infidelidades, sus engaños de macho, generoso con las hembras, como él solía decir.
Revivió del olvido que, incluso de enamorados, él sabía convencerla con mucha
inteligencia y con su encanto avasallador.
- Tú eres la catedral; las otras no son ni capillas de chacra. Ésas son mi pasatiempo, tú
serás mi esposa. Recuerda que entonces ella lo aceptaba tal y como era. Pero ahora,
después de todo, el hombre se da cuenta que se aprovechó de la ingenuidad y de su
inocente curiosidad de muchacha enamorada.
Todo lo tenía calculado al milímetro, se dice, pero no previno un final diferente. Había
pensado que recibiría reproches e imaginó las escenas por venir.
Unas lágrimas brotarían de sus ojos de mujer engañada. Sin embargo, él la iría
envolviendo con sus palabras; consolándola; repitiendo sus promesas con sabiduría. Que
todo cambiaría, que él sería hombre sólo para ella y para su hijito. Se golpearía la frente
(como lo practicó frente al espejo), con la palma de la mano, como despertando de un
sueño y luego de suspirar, musitaría con emoción…¡Y es varoncito! Seguiría hablando
con aire soñador. Le secaría las lágrimas con un pañuelo mojado en colonia. La florearía
con palabras tiernas en tono confidente, acariciando la cabellera de su mujer, todavía
hermosa y apetecible. Pero con todo su gran dominio del mundo femenino, no pudo
adivinar que ella no acababa de llegar de la provincia, como lo dijo. Si no que estaba ya
más de ocho días en Lima, y que había averiguado lo imposible. De saberlo, habría
cambiado su estrategia. Pero no, siguió con lo planificado. Recuerda que levantó el busto,
alzó el mentón y dijo con aplomo:
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- Tengo el cuartito que ocupamos durante nuestra primera luna de miel. ¿Te acuerdas
que tú me robaste?
- No. Tú me raptaste con engaños y yo ingenua te seguí. El hombre la corrigió con
calculada gracia: No, digo que tú me robaste el corazón. Se frotó los brazos con disimulo
y empezó con sus promesas: trabajaré duro, como guardián nocturno y como taxista por
las mañanas y descansaré en las tardes. Ya lo verás. Después de dos meses
alquilaremos un departamentito, si Dios lo quiere. Ella lo escuchó incrédula; lo miró en los
ojos y le preguntó:
- ¿Y qué le dirás a la otra? ¿Le dirás que la dejas?
- Amorcito corazón, la dejé hace tiempo. Por eso, te hice venir de nuestra tierra. Y
mira, vienes después de una semana. Volverás allá y traerás a nuestro hijo y tus cosas.
Acá seremos felices.
- ¿No te casaste?, preguntó reiterativa la mujer.
- ¿Casarme yo? ¡Ni loco! ¿De dónde sacas eso? ¿Con quién estuviste hablando?
Fingió estar ofendido y que se calmaba sólo porque la quería.
Ahora se da cuenta, que hasta había perdido la noción del lugar donde se encontraba
y estuvieron conversando en el asiento delantero del taxi que él maneja. La gente
paseaba distraída en el cercano parque, cada quien en su propio mundo. Entonces, posó
sus ojos en la que fuera su mujer y sintió amarla realmente. Recuerda que le suplicó para
que le diese una nueva oportunidad y por, último, con su verdad nacida en lo más
recóndito de su corazón juró: Esta vez, sí nos casaremos, por Dios. La mujer volteó como
si acabase de herirla con una puñalada.
- ¿Nos casaremos? ¿No vives con la mujer que tienes acá en Lima?
- ¡No! ¡Ya te dije que no! Yo quiero reconciliarme contigo.
- ¿No te casaste con la otra?
- ¡Ya basta! ¡Ya me tienes estúpido con esa pregunta!...Perdona, disculpa, ya te dije
que no. Entonces sospechó ¿ella lo sabría todo? Recuerda que su antes mujercita dulce,
sumisa, dio por terminado el encuentro e intentó bajar del vehículo; pero el hombre la
detuvo suplicante.
- ¿Eso significa que me perdonaste?
- Eso significa que tengo tus secretos escritos en dos hojas de papel membretado, con
sellos y firmas, “amorcito corazón”, entre comillas. Lima es un pañuelo si Dios ayuda.
Calla, no digas nada. Éstas son las copias de tus partidas de matrimonio civil y católico
con la otra. Tardé un año en encontrarlas, te las dejo sobre el asiento, por si no recuerdas
lo que hiciste.
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Muy erguida salió del automóvil. Y tras cerrar la puerta contempló al hombre vencido,
con la cabeza recostada sobre el timón y con los brazos caídos a sus costados. Antes de
partir, tocó como a una puerta, la luna semiabierta del taxi.
El juez te hará llegar las notificaciones. Ya lo sabes, hace dos años que no te
acuerdas de tus obligaciones. Nuestro hijo tiene que comer y tiene derecho a estudiar
y a ser mejor que nosotros.
3.3. COMENTARIO
COMPRENSIÓN DE LECTURA
1. ¿Cuál sería tu actitud si fueras uno de los protagonistas? Subraya el personaje con
quien te identificas, luego redacta tu comentario.
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3.
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4.
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5.
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4.1 BIOGRAFÍA
Julián Pérez H., nació en Ayacucho. Es licenciado en Literatura y Lengua en la UNE La
Cantuta, donde ejerció la docencia de 1991 a 1994. Egresado de la Escuela de Post-
Grado de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Literatura Peruana y
Latinoamericana), en la actualidad labora en la Facultad de Humanidades de la
Universidad Nacional Federico Villarreal.
Es autor de los libros de cuentos “Transeúntes”, “Tikanka”, “Papel de viento” y de la
novela “Fuego y ocaso”. En 1995 obtuvo la primera mención en el concurso de cuento
organizado por la Asociación Cultural Peruano Japonesa; posteriormente, en el año 2003,
su cuento “Piel de utopía” quedó entre los finalistas del Premio Copé. Con la novela
“Retablo” obtuvo el Premio Nacional de Novela Federico Villarreal del 2003.
4.3. COMENTARIO
Con distintos enfoques y recursos técnicos atinados, Julián Pérez aborda el tema de la
violencia en este relato. La violencia tiene en este relato una dinámica autónoma. El
protagonista padece la agresión. Se completa el panorama de esa agresión instintiva
que, desde el cerebro animal que conservamos como vestigio de la evolución.
La aceptación social del castigo físico es un hecho. Pegar a los niños y niñas es una
práctica socialmente aceptada en todos los niveles sociales. Esta aceptación social se
refleja en este relato. Todos los idiomas tienen palabras como "zurra", o frases como "una
torta a tiempo" o "un buen azote".
ACTIVIDAD
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Remita una carta a uno de los personajes y a través de ella expresa tu sentir respecto a la
actuación de los protagonistas. Imagina que se trata de un amigo o un familiar que
requiere tu apoyo o recomendación.
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EL AVARO
Saturnino Ayala
Don Prudencio vivía en los extramuros de un pequeño pueblo, en una casa amplia,
alejada de vecinos. Tenía un aspecto físico que no armonizaba con su edad, no era viejo,
pero parecía estar en la senectud porque tenía una pequeña joroba, sus barbas eran
largas y desaliñadas, era descuidado en el vestir y andaba rengueando apoyado en un
bastón de palo; pero si se trataba de realizar algún negocio rentable era ligerísimo y
caminaba normalmente. Nadie lo acompañaba desde que murió su esposa sin dejar
descendencia, tenía parientes en otros pueblos, hermanos, sobrinos que no le visitaban
por su carácter de gruñón, su tacañería y su desconfianza. En realidad era dueño de
fincas con rentas elevadas, de dinero cuantioso escondido en algún rincón de la vivienda.
Tenía alhajas antiguas de gran valor, que de vez en cuando, sacaba para ofrecer a algún
comprador. Aparentaba pobreza para que se compadezcan de él. No hacía gastos sino
bastante medidos para tomar sus alimentos que sólo servían para vivir.
El día menos pensado, llegó a su casa un chico de más o menos doce años, se
llamaba Pedrito y dijo ser un sobrino, que venía mandado por su papá, hermano de don
Prudencio. Fue a pasar una temporada aprovechando sus vacaciones de fin de año. Don
Prude, le hizo preguntas y repreguntas, hasta que atando cabos, llegó a la conclusión de
que era su sobrino. Aceptó su compañía, exponiéndole, previamente, ciertas reglas
estrictas que debía cumplir, principalmente lo referente a los gastos diarios de
alimentación. Sobre este particular, don Prude advirtió a Pedrito que comerían para vivir y
no vivirían para comer. Se alimentarían con lo que Dios les proporcionase.
El muchacho inexperto accedió acatar las reglas severas impuestas por el tío,
durante su permanencia en la casa.
El niño pasó tranquilo algunos días, soportando el genio y la figura del tío Prude.
Luego empezó a disgustarse porque a diario se quedaba de hambre, el tío le daba de
comer los restos del poco alimento que ingería.
Cocinaban tres veces por semana. Los otros días hacía preparar “puspu” 6 y le daba a su
sobrino las habas contándolas una por una. Inevitablemente el pequeño empezó a perder
el peso. Pensó que así no podía vivir, y se ingenió beber el agua en que hacía hervir las
6
Cosiste en haba tostada y cocida con agua y sal.
41
habas, en vez de arrojarla, de este modo contrarrestaría el hambre. A medida que pasaba
el tiempo comenzó a recuperar peso, poco a poco se fue poniendo rollizo. El tío al ver al
chico gordo, pensó que le estaba sustrayendo dinero para alimentarse en la calle. Se
puso a observarlo cuidadosamente, sin comprobar nada. Trató al sobrino con mucha
severidad para que le informara de dónde sacaba el dinero para alimentarse. El niño le
contó que no le robaba nada sino que tomaba el agua donde se hervían las habas para el
puspu.
Entonces, le dijo que también el agua del puspu le debía ser entregado a él, para
que se alimentara. El sobrino obediente tenía que cumplir con los mandatos del tío avaro.
No pudo soportarlo más. Se comunicó, con mucha dificultad con su papá, quien después
de saber el trato que le brindaba su hermano, a su hijo, le remitió el pasaje para que
regrese de inmediato a su hogar. Casi escapando abandonó al viejo tacaño. Ya en casa
contó a su familia al mínimo detalle todo lo que le había ocurrido en la visita a casa de su
tío.
Transcurrido un tiempo, los familiares se enteraron que don Prude había fallecido, y
que sus restos mortales no habían encontrado a personas piadosas que lo entierren, su
casa fue convertido en criba, por los huecos abiertos por los buscadores de las riquezas
del avaro. Sus propiedades fueron transferidas a la Beneficencia Pública.
Así terminó la triste existencia de don Prudencio, el avaro.
5.3. COMENTARIO
El autor, a través de este cuento nos habla sobre las zonas grises en las que se mueve
una parte de la humanidad. Las buenas producciones literarias hablan del lado oscuro
que tenemos y no queremos ver, nos enrostran esta parte, y nos muestran que no tiene
que ver con ser monstros, sino que la maldad forma parte de nosotros, que el mal es algo
mucho más cercano y cotidiano de lo que queremos admitir.
ANÁLISIS
Nº ASPECTOS/ ÍTEM
Or NIVELES
d
01 Autor ¿El cuento guarda relación con el contexto histórico del autor?, ¿por qué?
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¿Qué características del autor está presente en el cuento?
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02 El narrador ¿La historia está narrada desde 1º, 2º 3º persona gramatical? Precise y
42
transcribe un ejemplo.
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03 Tema ¿Cuál es la idea básica que ha querido transmitir el autor del cuento?
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6.1. BIOGRAFÍA
La muerte siempre ha sido un tema literario, de un modo u otro. En Corazón que partió
también lo era porque arrancaba con la ausencia definitiva de un hermano y de hecho
durante toda la trama narrativa se sabía que uno de los personajes iba a morir, en este
caso, el hermano del yo narrador. La muerte es un tema universal y apasionante porque
es el único que todos sabemos que nos va a tocar y el único del que no sabemos
absolutamente nada y del que no hay manera de saber qué va a pasar después. Eso le
da un interés dramático universal.
El autor desarrolla magistralmente un tema que involucra a todas las personas. Este tema
afecta y preocupa a las personas de cualquier ciudad del mundo. La historia
verdaderamente mundial está a nuestro alrededor, lo que le da universalidad es la mirada
más que algo del interior de la historia en sí.
COMPRENSIÓN DE LECTURA
1. Resalte los acontecimientos más importantes del cuento, luego precisa el tema.
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5. Explica: “Soy por ahora una acequia y tú un río claro y muy caudaloso”.
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7. URBANO MUÑOZ
7.1. BIOGRAFÍA
En la ciudad de Huamanga, nace el año de 1968. Recibe su licenciatura en la Universidad
Mayor de San Marcos. Dirige en 1993 la Revista “Contrastes”. Publica su primer
poemario: “La prueba Final” en el año 1988, “Tiempos de sombras/elogios del amor”
(1999). Es ganador del premio nacional de Literatura Quechua (convocado por la
Universidad Federico Villarreal) en 1997. “Relatos al atardecer” (2000) es una compilación
de cinco relatos del que extraemos “El muerto”.
Urbano actualmente radica en la ciudad de Huamanga y ejerce docencia en la
Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga desde comienzos del 2001.
EL MUERTO
URBANO MUÑOZ
7.3. COMENTARIO
Una razón principal para el éxito de la narrativa indigenista ha sido la curiosidad acerca de
la sierra por lectores en las ciudades. La violencia en los años ochenta y noventa
aumenta el interés por lo que acontece en la sierra. La violencia política constituye un
elemento que define e identifica a una generación de escritores de las dos últimas
décadas del siglo pasado con relación a sus producciones narrativas, especialmente del
sur y del centro del país.
Como motivo literario, la muerte es tema y trasfondo, asunto y contexto. Comparte con el
tiempo la extraña dualidad de la existencia en la existencia. Todo es en ella, ella es en
todo. Es final con transcurso y con precedente. Término, principio y recorrido. Todo a un
tiempo. Y a un tiempo, la nada.
El hombre piensa la muerte como drama porque intuye que la vida es un don que en la
muerte y por la muerte se pierde para siempre. Y ese sentimiento es más fuerte que la
convicción de que hay vida más allá de la vida. Es más imperioso e inmediato que ella.
Después, el tiempo se hace cargo de que la resignación se apodere de la conciencia y le
reste fuerza al dolor por la pérdida de lo tangible. Urbano alterna estas condiciones íntimas
del hombre, las equilibra, las enhila, las superpone, las combina y va más allá, se
preocupa por la muerte como proyecto, como sueño recurrente, como fatalidad a plazo
lejano o como angustia y miedo constantes durante la vida. En el texto selecto, el
personaje principal es un cargador, muerto por los soldados.
COMPRENSIÓN DE LECTURA
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8. MARCO CÁRDENAS
8.1 Biografía
Marco Cárdenas (Huanta, 1962). Es administrador de empresas. Integró la Asociación
Cultural Libro Abierto (Lima) y fue Presidente de la ANEA (Ica). Fundó talleres y revistas
de literatura en Ica, donde residió por varios años. Se dio a conocer como novelista tras la
publicación de su libro El quinto evangelio, en el año 2000 (en la actualidad está en
circulación la segunda edición), causando polémica en el ámbito literario y social.
También es autor del libro de cuentos Celda sin rejas (2005) e integra las muestras
antológicas de narrativa, Ocho hacia el infinito (2004) y Allpamanta (2007).
FLOR DE RETAMA
MARCO CÁRDENAS
- No lo hagas, Marcial – me dijo Ciro Muñoz, a pesar de que él me había
conminado a llevar la guitarra; pero una extrema rebeldía me embargaba como para
quedarme callado y entonces empecé a afinar el instrumento. El salón se encontraba con
seis mesas ocupadas por grupos dispersos. Intentaba controlar mi rabia pero lo sucedido
durante la mañana desbordaba mi paciencia y apenas quedaba media hora para seguir
tomando algunas cervezas. El toque de queda empezaba a las diez de la noche y ya eran
las nueve. Había que abandonar el bar a una hora prudente, calculando el tiempo que
tomaba llegar a casa. Al fondo, en un rincón casi oscuro, bajo un fluorescente malogrado
que parpadeaba por ratos, dos sujetos desconocidos permanecían casi estáticos,
cruzándose apenas una que otra palabra de rato en rato.
- Hazlo y punto –me dijo Vidal, el gordito bigotón. A mí no me amilanaba nada.
Terminé de ajustar las cuerdas de la guitarra, tomé un poco de cerveza y empecé a
cantar:
Vengan todos a ver
¡Ay! vamos a ver
en la plazuela de Huanta
amarillito, flor de retama
amarillito, amarillando
flor de retama…
Esta mañana me pareció una ofensa a la dignidad humana ver tantos libros
tirados por todas las calles. La ciudad despertaba aletargada. Como era mi costumbre,
antes de ir a dictar clases al colegio que quedaba a once cuadras de mi casa, había salido
a comprar pan. Me llené de rabia, de indignación, sentía ganas de llorar. Desvié mi
habitual ruta tratando de aquietarme, pero el panorama por todas partes era el mismo: la
calles estaban virtualmente regadas de libros. Grandes, pequeños, rojos, azules, verdes,
nuevos y viejos, parecía deshojarse en movimientos lentos. Una fría brisa corría por ratos.
Sentí una contracción en mi garganta. ¿Era posible coactar hasta la libertad de
pensamiento? Casi sonámbulo, compré el pan a un vendedor ambulante. Retorné a mi
casa, cerré la puerta, corrí el cerrojo y prohibí a mis hijos asistir a clases.” ¿Por qué?”, se
indignó mi esposa. Abrí la ventana y la obligué a divisar la calle. Ella conocedora de mi
aprecio a los libros, comprendió todo y movió la cabeza con resignación. Entré en mi
habitación, no sabía qué hacer, la indignación me entorpecía. Poco a poco en esta ciudad
nos habían prohibido la libertad de reunirnos en grupo, la libertad de protestar, la libertad
de hablar sobre política, la libertad de cantar y ahora nos quitaban la libertad de pensar. Al
arrojar tantos libros a las calles la gente había llegado al extremo del miedo. Cuando
hace unos días salió publicado un decreto que prohibía portar libros de tendencia
socialista o filosófica, no imaginé que las consecuencias serían tan funestas. Por
momentos no entendía la cobardía de la gente, pero luego de una prolongada reflexión,
entendí bien el objetivo del terror sistemático. Y este terror, ayer desde muy temprano,
había sido ampliamente difundido por todas las emisoras locales. No había sido casual
que reiteraran tanto sobre la muerte del profesor de filosofía, Horacio Quispe, quien había
amanecido muerto, tirado cerca de la plazuela de Santa Teresa, rodeado de libros de
Marx, Lenin, Mao, e incluso algunas novelas históricas. Sin duda, el regadío de libros era
el resultado de ese mensaje claro, conciso. El ambiente olía a pólvora…
53
Cuando me bajaron del carro reconocí el rostro del comandante Bermúdez, un
militar famoso por su crueldad. Otras víctimas también eran sacadas de otros camiones.
Muchos soldados se movían nerviosos, bajo la cómplice y débil luz que había en la base
del ejército. Me hicieron cruzar por varias habitaciones hasta que, luego de quitarme la
mordaza y las ataduras de mis manos, me arrojaron al piso de una habitación en
penumbra. Cerraron la puerta desde afuera y solo escuché pasos que se alejaban. Quedé
atontado y adolorido por los culatazos que me propinaron durante la travesía. Mi
sentencia estaba dada. Aquí no había lugar para quejas, juicios ni apelaciones. Tal vez mi
mujer, arrastrando sus angustias, iría en búsqueda del arzobispo para rogarle que se
preocupara por mi persona; pero seguramente escucharía lo de siempre. Que haría todo
lo posible para ubicarme y liberarme si daban con mi paradero. Pero cuando el
comunicado del ejército dijera que no sabían nada de mí, que ellos no hacían
intervenciones, menos violaban los derechos humanos, la pobre, como tantas otras, no
tendrían más que llorar con resignación y rezar para poder encontrar siquiera mi cadáver.
Fueron tantas las veces que dormí y desperté que me hicieron perder la noción del
tiempo. Calculaba que habían pasado unos cinco días desde mi detención. El único ruido
que escuchaba era el traqueteo de un helicóptero que llegaba o partía de la base. El
hambre y la sed me devoraban a pedazos. Ya no tenía fuerzas para nada. Mi cuerpo
estaba totalmente adormecido. Permanecía quieto, tonto, inútil, esperando mi fin, el fin
que llegaría pronto. ¿En horas, en minutos? Mi lengua parecía estática por la sed. Respiré
fuerte y sentí una mezcla rara de muerte y esperanza cuando oí que alguien corría el
cerrojo de la puerta desde afuera. Unos haces de luz cegaron mis ojos y varios botas me
aproximaron…
***
Rebelándome contra el miedo, fui a dictar clases. Caminé por todo el jirón 28 de
Julio portando un libro rojo en mi mano derecha. Mientras caminaba, mucha gente me
observaba aterrorizada. En cada esquina había dos soldados de mirada esquiva siempre
con sus fusiles en ristre. Por momentos quería arrojar el libro y hasta me arrepentí de mi
temeridad. Casi confundido, llegué al colegio cuando el alumbrado ya se encontraba
dentro de las aulas. Saludé al director y luego me dirigí al salón donde me tocaba la
primera hora. La indignación no se me había pasado. Por más que hice denodados
esfuerzos para mantener la coherencia sobre el tema que trataba, me desvié de ella y
empecé a hablar sobre la libertad de expresión y la importancia de la literatura como
traslación del pensamiento hacia la sociedad. El tema me había apasionado tanto, que sin
darme cuenta ya estaba hablando sobre lo sucedido en la mañana. No me percaté de que
mientras hablaba con efusión, un auxiliar que tenía apenas tres meses trabajando en este
plantel me había estado observando parado en la entrada del aula. Me di cuenta de mi
error y volví al tema inicial. Un alumno me preguntó algo sobre lo anterior y por un
momento sospeché que este podría ser un infiltrado del ejército. Me sentí tonto,
desubicado. Sin poder terminar la clase, me dirigí a la dirección y pedí al director
dispensarme por el resto del día. “Tenga cuidado, Víctor, no caiga en la valentía tonta, ya
sabe cómo estamos”, me dijo sin dirigirme una mirada. Salí asustado. El sol quemaba
fuerte, las tejas de los techos de las casas parecían más rojas…
***
¡Dos nombres, solo dos hombres y serás libre!-me cayó un patadón en el flanco
derecho a la altura del hígado. Me retorcí de dolor porque una garra pareció arrastrarse
desde mi estómago hasta mi garganta.
- No sé… nada – respondí apenas.
- ¡Carajo, eres un serrano imbécil! Sabes que de aquí no sale casi nadie. Te estoy
ofreciendo una oportunidad. Si colaboras puedo ser gentil contigo. Te lo repito, dos
nombres nada más y la libertad todavía podría existir para ti.
54
- …no sé nada…
- ¡Ah! ¡Pobre huevón! – Me cayó otro puntapié en el estómago-. No me hagas
perder el tiempo, mira que estoy siendo pasivo. Tengo muchas cosas que hacer, carajo.
Colabora con nosotros y te librarás del infierno, hasta es posible que te ayudemos para
que te vayas a Lima con toda tu familia. Sabes que hay muchos que ya hicieron el
recorrido que has empezado y es posible que no los hayas vuelto a ver; ¿quieres que te
pase lo mismo? ¿Tus hijos valen menos que el partido y tus estúpidos ideales serranos?
- ¡Vamos, profesorcito, no seas imbécil!
- No pertenezco a ningún Partido. Soy un simple profesor, no…
- Eres terco, cholo, muy terco. Todos ustedes son de la misma condición, son más
brutos de lo que me imaginaba antes de venir a este pueblo lleno de ignorantes. Tenemos
pruebas, hemos incautado tus libros rojos y sabemos de tus camaradas; no te hagas el
huevón.
El comandante Bermúdez se puso tras del escritorio, encendió un cigarrillo y sonrió
mientras exhalaba el humo; sus ojos claros parecían salirse de sus órbitas. El capitán
Diez Canseco esperaba impaciente mis declaraciones sentado al escritorio, moviendo los
dedos nerviosamente sobre los teclados. Tres soldados de baja estatura y rostro cetrino
eran los encargados de molerme a golpes. Ya los tenía metidos en mi memoria. Parecían
cancerberos hambrientos. Mis manos amarradas en la espalda, estaban casi muertas,
adormecidas por lo ajustado de las ataduras. Tirado con la oreja pegado al piso, sentía
que mi corazón sonaba en mis oídos.
- ¡Quiñones, refréscale la memoria, carajo!
Vi que el soldado Quiñones ajustaba sus mandíbulas y me atizaba con su mirada
de cobra. Más rápido que un rayo, su bota derecha se hundió en mi estómago y antes de
que asimilara el primer golpe, otro puntapié me cayó en la boca. Contraje mi cuerpo y
cerré los ojos. Sentí un sabor caliente y salado en mi lengua. Mis ojos parecían ver luces
dispersándose en la oscuridad. El camino a la muerte era oscuro, ingrávido.
- ¡Quispe, échale agua al huevón! – escuché como en sueños. Otro patadón en la
espalda pareció quebrarme en mil pedazos.
Cuando salí del colegio con dirección a mi casa observé que las calles estaban
pobladas de soldados haciendo la labor de recogedores. Tiraban millares de libros sobre
las plataformas de los camiones del ejército. El sol que caía pesado sobre mí desde la
altura limpia y azul del cielo, me hacía sudar completamente. La gente pasaba indiferente
a lo que sucedía en su entorno. Ya se había hecho costumbre comunicarse lo menos
posible y evitar quedarse observando algún cadáver caído en enfrentamiento o por
accidente. Era normal pasar sobre los muertos. La vida y la muerte se dividían la
posibilidad en partes iguales.
Llegué a mi casa sudando por el calor. Me quité la camisa y me puse un polo
blanco. No acepté tomar el refresco que me ofreció mi esposa. Mis hijos se encontraban
viendo televisión. Ingresé a la habitación donde estaban mis libros, bajé todos de los
estantes y los encajoné. De hecho tenía que deshacerme de ellos como ya lo había hecho
la mayoría de personas. En esta ciudad no existían excepciones, la regla era para todos,
y el costo del desacato, uno solo: la desaparición. Luego de haber encajonado todos los
libros de filosofía, historia y política, pedí a mi esposa dejarme descansar y luego de
recostarme en la cama, me quedé dormido.
Cuando desperté vi que el reloj marcaba las cuatro y treinta de la tarde. Con cierta
resignación, me levanté, me lavé la cara y le dije a mi esposa que por la noche
arrojaríamos los libros a la calle. Me sentí sumamente inquieto. Necesitaba conversar con
alguien para descargar mis angustias. Tomé una taza de café mientras pensaba llamar a
algún amigo. Luego de un rato, marqué el teléfono de Ciro Muñoz, un colega muy locuaz
que trabajaba en la universidad, con quien compartíamos prolijas tertulias. “Lleva tu
guitarra para cantar un poco, a ver si lo animo al Gordo Vidal”, me dijo antes de
55
despedirse y quedarnos en encontrarnos en el bar El morochuco. El miedo parecía entrar
en mi ser como fría serpiente…
***
- Bueno, terruquito, hoy es tu última oportunidad para cantar.
Otra vez la misma habitación, los mismos soldados, el comandante Bermúdez, el
capitán Diez Canseco, la misma máquina de escribir, el mismo escritorio. Una vez más
tendría que experimentar un nuevo método de tortura, ya había perdido la cuenta de
tantas pesadillas. Mi lengua ahora estaba literalmente pegada a mi paladar debido al
hambre y mis intestinos se ahorcaban entre ellos. Un plato lleno de tallarines se
encontraba sobre el escritorio. Yo había pasado días sin probar alimento ni agua. Sentado
en el piso, con las manos atadas a mi espalda, esperaba otra paliza.
- Vamos, profesorcito, esta vez vamos a ser buenos contigo. Tu hijo está por
terminar la secundaria y como no queremos que queden retoños de árboles venenosos,
de ti depende su futuro. Tu hijita ya tiene un culito comestible y tú sabes cómo somos de
aguantados los que servimos a la patria. Vamos, hoy estamos con paciencia y este plato
de tallarines puede ser tu primer premio – el comandante Bermúdez cogió un tenedor y se
metió un poco de fideos a la boca. Sus ojos saltones parecían penetrar en mi ser.
Mi lengua intentaba despegarse de mi paladar y mi respiración era entrecortada.
8.3. COMENTARIO
Una de las maneras más eficientes de transmitir la memoria de los conflictos armados
o de los procesos de violencia en general, ha sido desde siempre el arte.
Es a través del arte que pueden pervivir en nuestra memoria una serie de
acontecimientos históricos, los cuales pueden ser leídos e interpretados por los artistas
de diversas maneras.
Esta guerra ocurrió especialmente en la sierra y sus víctimas no solo fueron intelectuales,
historiadores, académicos, gente de la clase media urbana, sino campesinos que no
tenían nombre, que no existían. Los que murieron ya habían muerto civilmente, ya habían
muerto para el Estado, mucho antes de ser físicamente ejecutados. Eso es algo que nos
debería hacer replantear mucho de cómo nosotros entendemos nuestro propio país.
Las cifras son una cosa, otra son las huellas que los atropellos de uno y otro de los
actores violentos han dejado en el alma de la gente que han sufrido durante tantos años.
Mientras reinaba el silencio en grandes partes del Perú, muchos artistas populares
especialmente de la región de Ayacucho, y entre los desplazados que huían a las
ciudades de la costa, expresaban en sus obras ese dolor profundo de las campesinas y
los campesinos, y el rechazo que sentían frente a la violencia deshumanizante. Crearon
así, dentro del marco de los cánones tradicionales del arte popular ayacuchano, una serie
de obras excepcionales, dándole una cara visible a las penas anónimas de miles de
víctimas de la violencia. Entró la sangre a los pisos de los retablos ayacuchanos.
ANÁLISIS
Nº ASPECTOS/ ÍTEM
Or NIVELES
d
01 Autor ¿El cuento guarda relación con el contexto histórico del autor?, ¿por qué?
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¿Qué características del autor está presente en el cuento?
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02 El narrador ¿La historia está narrada desde 1º, 2º 3º persona gramatical? Precise y
transcribe un ejemplo.
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03 Tema ¿Cuál es la idea básica que ha querido transmitir el autor del cuento?
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- Deme su último favor, don Pánfilo- había dicho nuestra madre, según las
personas que afirman haber estado con ella, la tarde que dejó el pueblo-; y dejé que
cargue con mis dos hijos que ni siquiera llevan el apellido suyo.
62
Igual, por las mismas personas, nos enteramos que ella había llegado de cocinera
a la casa de nuestro abuelo. Sin embargo, por esa época, ya no se acordaban de la cara
que llevaba mamá. Sólo agregaban que pasado un tiempo había sido obligada a irse del
pueblo, para dejar tranquilo a nuestro padre. Y se había marchado, dando
recomendaciones a los vecinos por nosotros dos. Ya más tarde, cuando ella regresó, no
sé – si con intenciones de recogernos con permiso del abuelo o de robarnos simplemente-
supimos su nombre por boca del mismo abuelo. De esa vez ya me acuerdo, Francisco:
esa tarde estuvimos jugando en el corredor de la casa, y en eso apareció mamá en la
puerta. Cuando nos dimos cuenta de su presencia, ella nos hacía señas para salir, pero
antes que nosotros reaccionáramos, salió el abuelo: ¡Nicolaza, no me vuelvas más a
fastidiar a los chicos! Entonces mamá, bajando su mirada hasta el suelo, dio una media
vuelta y se alejó. Como te digo, Francisco, esa vez estuvimos los dos. No llegué yo a
comprender nada de eso; y tú jamás me lo supiste explicar. Tan solamente te empeñabas
a ayudarme en los mandatos que el abuelo me asignaba o me consolabas cada vez que
me ponía triste. También tú, que eras mi hermano mayor, me enseñaste a escarbar de la
tierra el fruto de la imilla, esa hierbita de flor azul morado y comer, durante la cuaresma,
en los días que abuelo nos obligaba a ayunar.
- Arréglate, Virginia, abuelo dice que vayamos a arrear las vacas…Cuida al abuelo que es
capaz de seguirnos…Come, come, Virginia; come antes que alguien nos vea…Límpiate la
boca, enjuágate, que abuelo nos revisará cuando retornemos…
Y yo allí, a tu lado, tratando de comer rápido.
También, por ese tiempo, tenía la costumbre de despertarme llorando por las
noches. Y tú solías decirme ¿Por qué lloras de noche, Virginia? Cuando íbamos a botar
los animales del corral. Igual, tampoco yo llegué a explicártelo. Solamente acostumbraba
a quedarme callada, mirando el suelo, como cuando abuelo nos resondraba. Y tú, sin
insistir, con la punta de tu poncho me secabas las mejillas. Pero, Francisco, perdóname
que nunca te haya dicho la razón de todo eso. Hoy te lo diré, para que no te vayas triste
como vuelvo a decirte, por esa fecha me daba pena hacerte sufrir con mis cosas. De ahí
que no te decía lo que en mis sueños me pasaba y hacía que me despertara llorando. Por
eso mi única forma de actuar, para disimular, era hacerte palpar los surcos que el azote
de abuelo había dejado en mis nalgas. Y tú, te quedabas mirándome hasta que tus ojos
se ponían húmedos, como queriendo zafarse de sus órbitas. En esos momentos, mientras
secabas mis lágrimas con la punta de tu poncho, recordaba: En mi sueño veía llegar a
mamá toda sudorosa, y sentarse en el poyo del patio de la casa. Entonces yo corría hacia
ella, queriendo subirme sobre sus rodillas y besarla. Lo mismo mamá, viéndome ir a su
lado, me esperaba abriendo sus brazos. Pero antes que llegara hasta ella y le diera el
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primer beso, aparecía abuelo con su voz ronca: ¡Nicolaza, no me vuelvas más a fastidiar
a los chicos! Y ella se ponía rápido de pie, Francisco, y se iba sin voltear siquiera la cara.
Yo la seguía gritando con todas mis fuerzas, mientras que ella se perdía, aparecía, volvía
a perderse en los recovecos del camino grande. Así se iba mamá. Y es allí cuando me
despertaba llorando en la cama.
También abuelo se despertaba y gritaba desde su dormitorio: ¡Cállese, carajo! Y tú, a
media voz: Cállate, Virginia, va a pegarte. Sin embargo, yo seguía llorando sin poder
cómo callarme. Luego de un rato, abuelo salía látigo en mano para hacerme callar a
chicotazos. Ahora te lo confío: No era porque no quería. Estaba con todo el sentimiento
encima. No quería perderla de nuevo a mamá. Por eso seguía llorando en silencio,
Francisco, tragándome la saliva que se me hacía bolas en la garganta. Te acordarás de
eso. Estaba así durante horas, con un hipo que me salía de no sé que parte del cuerpo.
Hasta que al final me iría apagando con el sueño. Y, con esa interrupción, ambos nos
quedábamos dormidos a la madrugada. En tanto que abuelo, cansado de llamarnos de su
cuarto, entraba en el nuestro y empezaba a tirar las sobrecamas. Y nosotros corriendo
asustados hacia fuera con las ropas en la mano. Pero antes, cuando abuelo recién
llamaría desde su dormitorio, contestaríamos: ¡Ya, abuelo! Es que en mis sueños nos
levantábamos. Íbamos hacia el corral o estábamos arreando de la chacra de cebada de
abuelo, los caballos dañinos de don Félix Gutiérrez. Finalmente regresábamos alegres a
casa. Sin embargo, todo eso había sido en sueños simplemente. Ya cuando abuelo
retiraba las sobrecamas, para descargar su látigo sobre nosotros, nos dábamos cuenta de
que aún seguíamos en la cama. Ahí era cuando salíamos corriendo del cuarto con
nuestras ropas en la mano. Durante ese tiempo fuimos dos, Francisco. Tú fuiste mi
hermano mayor y mi padre. En cambio, de hoy en adelante, me quedaré sola en esta
quebrada de la cual decías: Odio a este lugar, porque acá nos hicieron sirvientes.
También esta mañana será la última vez que conversemos los dos. Dentro de un rato ya
harán llegar tu cajón y te llevaremos al cementerio.
9.3. COMENTARIO
Por una década y medio el Perú fue escenario y víctima de una guerra que no tuvo
trincheras ni pausas. Una guerra que algunos quisieron desconocer y que otros, tan
pronto, quieren enterrar en el olvido. En ese período, nuestra literatura no se mantuvo al
margen: centenares de relatos y decenas de novelas, escritas por autores de las más
disímiles filiaciones políticas y estéticas, aparecieron a lo largo de esos años. Un dato
cruel, quizá la primera obra narrativa sobre nuestra violencia política de los ochentas y
noventas.
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Suele decirse que, entre un acontecimiento colectivamente devastador, y acaso
traumático, y el momento en que una sociedad se vuelve capaz de hablar sobre él, deben
transcurrir varios años de la introspección, la reelaboración íntima del trauma que precede
a la capacidad de construir un discurso o de arriesgar una interpretación. Los narradores
ayacuchanos nunca se quedaron mudos ante la desolación y la muerte, dieron un
tratamiento estético. El relato citado en este trabajo es una prueba definitiva y
compromiso asumido por decenas de escritores ayacuchanos ante el problema de la
violencia social. Es un testimonio conmovedor de una guerra que todos los peruanos, en
medidas distintas, presenciamos. Hildebrando nos muestra con un lenguaje sencillo, las
vivencias del mundo andino, en la que, a través de un recuerdo de Virginia nos
enteramos que dos niños, abandonados por sus padres, sufren el maltrato de parte del
abuelo.
COMPRENSIÓN DE LECTURA
YUTITU
Vidal Navarro Janampa
Esta quena color hueso me robó un zorro mentiroso; pero un burrito bueno me la
recuperó. Por eso estoy juguetón, tocando huaynos y carnavales que a las cabras y
ovejas les hace: tras, tras, tris: las patitas delanteras al son de la tonada.
Me gusta, la quiero mucho, muchísimo más porque está hecha del huesito de mi
yuto que crié escondida entre el ramaje de las papas, desde que la encontré por las lomas
de Pukaqasa. Estaba recién salida del cascarón con el cuerpecito desnudo, abriendo el
piquito en débil piar. Le di abrigo en el calor de mi pecho. Desde entonces creció bien
cuidado, lejos de mi madre que gusta comer perdices.
Un día, mientras Aurelio fue tras las cabras y ovejas, su madre que había quedado
en la casa, fue a escarbar papas en la huerta a dos parcelas de la choza. Jaló la primera
mata que cayó a las manos, llevándose la grata sorpresa que entre los tallos que sacudía,
encontró una perdiz muy tranquila como si estuviera esperando a alguien. Doña Juana,
66
sin pensar dos, la atrapó arrancando el cuello de un tirón y lo arrojó al suelo. Contenta,
cogió la picota y desentrañó el surco. Los tubérculos brotaron como si fueran piedras
redondas del río.
Cuando el manto rebasó de papas, fue de regreso a la chuklla (choza). Hizo hervir
agua para desplumar la perdiz. De un dos por tres la descuartizó con filudo cuchillo.
...Regreso arreando el ganado a la hora que el sol amarillaba: ja ja, ji ji, entre risa y
risa jugando con mi perro sin presentir nada. Mamá me esperaba. Ni bien me vio, vino a
decir toda suelta, el cuentito ese que había atrapado una perdiz mientras sacaba las
papas.
- La pelé con agüita hervida a la polla, te hago esperar rico caldito.
Oí la voz de mi madre. Sin reventar una palabra corrí al huerto. De un salto
traspuse la cerca. No me detuve. Salté uno, otro y otro de surco en surco con los ojos
locos: chik, chik, chik, llamando exigente. No salía de ninguna parte. Mis ojos no volvieron
a retratarla, ni mi mano a jugar con la cabecita lisa, ni sus plumitas pardas...chik, chik,
chik...mil veces chik, chik, chik y nada. Mamá la había torcido el pescuezo. Sentí tristeza
que me vistió con su negra ropa.
Sollozando fui a sentarme en el pastizal: mi yutu, pobrecita mi yutu.
Oía mi voz que se enredaba sin remedio con el silbido del viento.
Cuando la luz fue borrada en el cielo, entré a la choza, me senté en el congo sin
descoser la boca. Mi madre me sirvió el caldo. Olí un sabor raro que me quemó la cara.
Removí el plato con la cuchara. Ahí estaba mi yuto: nada de las plumas, nada de su pico.
Sólo estaba la piernecita desnuda junto a las habas y papas sin pelar. De una cucharada
lo saqué: era un trozo de carne lista para los dientes…Cerré los ojos sacudiendo la
cabeza y presuroso salí a la huerta de clavelinas y lirios. Las estrellas jugaban en el cielo
sin alegrar mis llorosos ojos.
A la hora que cantó el gallo, estuviste aún pensando qué hacer ¿Qué? Fue cuando
una lucecita se te prendió en la cabeza: agarré la pierna. Pelé la carne del hueso. Con
una piedra empecé a limar los bordes. La luna que había salido reilona, me halló prueba
que te prueba a cada rato el sonido: tu, tu, tuuu, tutirutuu, tu, tuuu y salió un silbido como
el dulce canto de los jilgueros.
Los pichinkus festejaban el amanecer, cuando mamá vino a buscar de dónde es
que venía aquella melodía que la hizo saltar de la cama. Entonces le dije, no debías matar
a mi yuto, mamá, no tenías que arrancarle el cuellito, era la única que escuchaba los
secretos que ya sé tener. Mamá tomó en mal reparo mi pena y se alejó dominada por
fastidiosa risa.
67
…La quena en la boca: toca que toca, toca por los caminos, iba saltarín, rín, rín,
brinca acá, salta allá, sopla quena y camina poncho al hombro, chalina al cuello: así ibas
todos los días a donde ibas hasta que un día por el echadero que retozabas muy alegre,
un zorro de pelo quemado se presentó con los pelos erizados. Mostraban los cuernos
queriendo pegar cornadas. Te aprestabas a mandar granizada de piedras, cuando oíste
que te hablaba.
- No me tires piedras que no soy el que te roba; sólo vengo a escuchar la música que
tocas-
Y le propuso al muchacho que se quedó estático y confundido.
- Oye, si me prestas, seré feliz, muy feliz-
Aurelio contestó luego de desatar la confusión.
- Tengo jurado nunca prestar a nadie, no –
El zorro fingiendo pena, reiteró.
- Te juro que no me correré -
Estaba arrodillado, implorante. Aurelio volvió a negarle tantas veces, santísimas
veces te estoy rogando, diciendo no me correré, que si dudas, pisa mi cola. El niño se
dejó convencer. Puso los pies sobre la cola. Pobrecito, le puedo hacer doler. Pensando.
El zorro empezó a tocar. Un rato más, unita más. Repetía al ver que quería quitarle.
Aurelio estaba cansado de mantener los pies en la cola. En una de esas que aflojó
distraído al oír el balido de las ovejas, el zorro safó y echó a correr.
- Zorro, maldito zorro, devuélveme mi quena, mi quenita- Aurelio sentía partírsele el
corazón.
Desde aquel momento, salía tras el ganado sin la fiesta en los labios.
Buscaba por donde iba con waraka lista para quebrarle el lomo, romperle los huesos, uno
por uno molerlos.
El zorro no daba noticia. Había desaparecido. Eran ya semanas, un mes,
dos…Aurelio empezaba a perder esperanzas. No hablaba con nadie.
Guardaba la promesa de no romper el silencio, menos volver a reír, tampoco jugar con su
perro si no lograba recuperar la quena.
Una mañana que salía con el ganado, se encontró con un asno que venía
descaronado. Éste, al verle cariacontecido, le preguntó ¿Qué pena te coge, por qué tu
cara tan triste? Él, al sentir sinceridad del burro, le relató: es que el zorro, ese peludo de
hocico largo me robó mi quena. Sollozó. El asno sintió pena por el muchacho y le dijo: sé
dónde está aquel malamigo.
- Dime, aún su música es igual, ¿Cómo está el huesito, está igualito o lo mordisqueó
quizás?- Otra vez se le empozó los ojos.
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Las cabras y las ovejas en tanto, continuaban hacia el echadero.
- No llores – dijo – fingiré que no sé nada y voy a recuperar tu quena si me pagas
cebadilla que crece en tu huerta.
Aurelio fue corriendo a la choza de donde extrajo una cegadera y cargó un manto
de pasto rociado de garúas. El cuadrúpedo luego de saciar su hambre, ordenó.
- Levanta esa penca de anku kichka (espina) y clávamelo atrás-
Sin esperar trotó por la orilla del camino; mientras el niño, corría al alcance de las
ovejas y cabras.
El asno encontró al ladrón tocando la quena para otros zorros que bailaban al son
son, quenita qué lin lin tocas: échale una pichanguita: qué lin lin, diciéndoles que la quena
era ganada con muchísimo trabajo.
- Hola, señor zorro – le dijo -, qué lindo que tocas-
Sintió halago el carnicero.
- Gracias, muchas gracias, señor cuatropatas –
Dejó de tocar. Hizo que los demás zorros se alejarán a prudente distancia.
- Dónde lo compraste, no me has dicho de quién -
- Lo compré allá, de un jovencito a quién le ando robando las cabras, ja ja ja…
- Ah…
- Y me costó caro, casi me cuesta la cola por andar pidiendo rebaja.
De momento a otro, el burro se quejó que sentía un dolor por el trasero: ay, me
duele, ay que tanto dolor; ay, ayyy, necesito a alguien como tú, para que me arranque de
un dentón esta espina que me cayó allá por el camino que pasaba. Colocó el trasero
hacia el zorro, con la cola latigueando las púas de la espina. Yo no puedo, le contestó, tú
eres un burro sin titubear dejó fluir la voz. Te juro que no clavaré las pezuñas en tu hocico.
El zorro se enfrascó en duda, luego:
- Está bien, pero cierra los ojos que de un tirón te lo jalo -
Puso la quena sobre una piedra. Se ubicó. No vayas hacerme doler.
Suplicó el asno. No, solo cierra los ojos. Obediente, simuladamente abrió uno de ellos. El
zorro dio mordisco a la punta de la esquina y de un ágil movimiento tiró la penca haciendo
rebuznar al cuadrúpedo. Cuando retrocedía satisfecho con la espina en el hocico, sintió
un patadón que destrozó la mandíbula. Yerto cayó al suelo. Los demás zorros corrieron
despavoridos. El burro recogió la quena y al trote fue a entregar al dueño.
10.3 COMENTARIO
En este relato interesante, Vidal Navarro recurre a la riquísima cantera de la narrativa
oral andina: “Yutito”, ”El zorro que robó…”. Esta historia la escuchamos en nuestra
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infancia, contada por los campesinos con inclinación a la narrativa oral. En el relato
apreciamos la pugna entre valores y antivalores, propios de la cosmovisión andina.
COMPRENSIÓN DE LECTURA
2. ¿Tú crees que la mamá del niño actuó bien?, ¿por qué?
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3. ¿Qué valores y antivalores podemos extraer del cuento?
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4. Determina una moraleja.
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5. Formúlese una pregunta respecto al texto leído, luego redacte la respectiva respuesta.
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6. A partir de las imágenes redacte un texto dialógico.
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11.1. BIografía
Puquiano (Ayacucho). Es un escritor que ha cobrado ya prestigio por sus publicaciones.
Entre lo editado tiene: “Apocalipsis en don Ramón” (1981), “Un rincón para los muertos”
(1986). Es premio Nacional en novela histórica con “Amaru o la tentación”. Asimismo, ha
recibido el premio de Ensayo “Gabriela Mistral otorgado por el gobierno de Chile”.
En “Vacación interrupta”, maneja con moderna técnica y suspenso alternamente el tema
de la desaparición misteriosa de Apolonio Figarelli en el enigmático Marcahuasi,
sorprendiéndonos con un final inesperado. El discurso narrativo del relato tiene una
funcionalidad en tiempo circular.
Es egresado de la Pontificia Universidad Católica del Perú, desempeñándose también
como periodista.
VACACIÓN INTERRUPTA
71
Samuel Cavero Galimidi
Durante varios años viví con un recuerdo, hasta la noche en que me pareció verlo y
haber hablado con él; tenía el rostro pálido y estragado. ¿Soñaba? Me contó que venía
de un sitio en que existían cosas indefinibles. Me acostumbré a oírlo. Hacía demasiadas
preguntas. “Algún día no menos imposible que otros, cuando la petulancia ceda su turno a
la apatía, podré saber quién soy”, me dijo esa vez. Lo recuerdo perfectamente. Luego
continuó: “Pero tal vez entonces ya no quiera saberlo. Para qué voy a interesarme si quizá
ese día no haya conmigo nadie que se parezca a mí. ¿En cuál espejo, que el tiempo
habrá viciado, se mirarán antes de olvidarme?”. Yo, atormentado todavía por aquel
recuerdo. Y él, una visión, una voz que me dice antes de partir: “Sólo se reconoce quien
se olvidó de pronto de sí mismo”. Quiero dormir, pero no puedo desprender la mirada del
agujero del techo. Cada vez que cierro los párpados, los ojos se abren solos y se clavan
allí. Esta situación me tortura en medio de la noche; sudando busco rápidamente en el
cajón del velador la pastilla sedante que me ayudará a transponer con éxito, una vez más,
la noche.
Una tarde en que hablaba con mi esposa, mientras hojeaba una vieja revista
comprada de remate en la Colmena, encontré una versión muy diferente de los hechos
que yo creía conocer perfectamente. El periodista César Híldebrandt, desde la primera
línea, decía en su reportaje televisivo que él era un escéptico y que jamás había aceptado
la versión oficial: un joven, hijo de un político, con las capacidades físicas de Apolonio
Figarelli, no se podía perder así nomás; agregaba que si bien existían muchas
posibilidades, que incluían que un animal o ave rapaz lo hubiese atacado, pasando por
variantes esotéricas y fantásticas rebuscadas como por ejemplo que hubiera sido una
víctima de los agentes de Vladimiro Montesinos o que hubiese hecho un contacto
extraterrestre- desgraciadamente, se reducían a eso: a puras especulaciones, sin sólidos
y contundentes argumentos. Más bien hablaba de una investigación iniciada por un
reportero de su programa de televisión, casi de manera solitaria, en el transcurso de la
cual después de estar una semana en las alturas de Marcahuasi, logró reunir tal cantidad
de pruebas que nadie osaría refutar. Para el osado periodista no existía duda respecto a
la desaparición de Apolonio, pero dejaba abierta la posibilidad de que todavía estuviera
vivo, pues como motociclista sabría evadir los peligros, sabría caer y resistir las heridas, y
que donde estuviera podría continuar alimentándose de plantas gramíneas, raíces,
huevos de aves rapaces y quien sabe de alguna especie de roedor o mamífero.
75
Según supe después, aquel reportaje tuvo la curiosa virtud de resucitar el asunto,
nuevos equipos regresaron al lugar, en busca de indicios que la primera vez pudieron
pasar por inadvertidos. Descubrieron que el túnel no estaba abierto, la lluvia y los
deslizamientos lo cubrieron casi en su totalidad. Más allá habían otros extraños túneles,
también cubiertos con su colcha de sedimento. Se hicieron excavaciones, foros y
filmaciones, pero no se pudo arribar a nada concreto. La enorme cantidad de
especialistas consultados: geólogos, físicos, médicos, investigadores, guías de montaña;
se ocuparon de establecer la existencia de profundos hoyos, en los cuales, a partir de
ciertos niveles cualquier cosa podía suceder, lo que desató múltiples discusiones respecto
a la metafísica de la experiencia y al magnetismo que ejercen los monumentos de piedra
de Marcahuasi, hasta que por fin los racionalistas y los científicos, aburridos de tanta
vaguedad (como por ejemplo de que en Marcahuasi aterrizan ovnis), declararon que era
muy probable que todo esto fuera nada más que una estratagema ¿delictiva? Para cazar
incautos o para distraer la atención pública en algo que más bien debía ser de interés
nacional. El periodista César Hildebrandt volvió a hacer un nuevo reportaje. Recuerdo que
al hablar del caso hacía un paralelismo con las vírgenes que lloran y con el caso de la
agente torturada Leonor La Rosa que, con toda seguridad, los mentados túneles jamás
habían estado cerrados en Marcahuasi, lo que para bien o para mal y no complicarlo más
dio por terminada la discusión, dejando abierta la posibilidad de que la extraña
desaparición de Apolonio Figarelli fuese una venganza política.
De todos modos, por algún tiempo flotó en el ambiente político la sensación
fantasmal de una extraña culpa que debíamos expiar, y que el alma de Figarelli habitaba
territorios que le eran desconocidos.
COMPRENSIÓN DE LECTURA
1. ¿La historia está narrada desde 1º, 2º 3º persona gramatical? Precise y transcribe un
ejemplo.
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2. ¿Qué obstáculos afrontaron Apolonio, Jesús y el yo narrador?
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g
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Su gran valor se refleja en los relatos rescatados por él y que jamás se perderán en el
olvido. Así las tradiciones como “Helme”, “El Doctor Alan Pakisqa”,“El Fraile Resucitado”,
”José Alatrista”, “Taka Alvarado”, ”Tres Máscaras”, etc.
CINCO ESQUINAS
Huamanga, tierra de los relatos misteriosos, que al igual del Cusco, es motivo para
escribir esta tradición.
Cinco Esquinas es ahora lugar de mucho tránsito de carros y gentes, por esta avenida o
calle, es lugar por donde salen los carros a Andahuaylas, Chincheros y Cangallo.
En la actualidad, existe una Cruz muy venerada, puesto en una pequeña urna, situada en
la esquina que forma el ángulo del convento de los PP. Franciscanos.
A pesar de sus malos instintos, era devoto y de buena fe. Todas las noches, cuando se
retiraba, el camino forzado hacia su casa era "Cinco Esquinas". Cuando pasaba por allí,
casi siempre se encontraba, con un viejecito, que le pedía una limosna. El caballero le
daba algunos reales y santas pascuas.
Una noche, se retiraba del club, después de haber perdido hasta el último céntimo; su
gran anillo de diamantes y hacienda de Pomacocha; iba aburrido y triste. El viejito le pide
una limosna "Vea ya mi buen viejito, que no tengo ni un centavo, la única cosa que me ha
quedado es este revólver, puedes empeñarlo o venderlo, es tuyo y haz lo que quieras".
"Muchas gracias", dijo el vejete.
Al día siguiente, su buena esposa, mujer de alta alcurnia, española y devota, acudía a la
Misa en la catedral. Después de la Misa, se arremolinó la gente al altar del Santísimo; la
señora asoma a dicho altar, y momento impresionante, reconoce el revólver de su marido.
El arma tenía un mango de nácar con dos letras, monograma del dueño.
Todos decían: clérigos y legos; han robado la Custodia, o por lo menos sus brillantes,
ópalos o zafiros, pero al revisar, nada faltaba.
Le decía la matrona: "Eres jugador, bebedor, pero me maravillo, que hayas llegado al
terreno de la ignominia, de ser ladrón de las cosas sagradas, no faltaba más, para la
desdicha de tu esposa". Y llorando con una amargura indecible. El caballero cavilaba y
decía: "seguro, uno de los compañeros de juego me habría sustraído mi revólver y habría
dejado en la Catedral al robar dichos objetos o joyas". Averiguaba... nada para sacar en
limpio. Al fin, recordó que su revólver, le dio al limosnero. "Seguramente éste era un
maleante, decíase, que disfrazado de mendigo, me ha recibido el revólver, todavía todas
79
las noches me pedía limosna". A buscar al mendigo. Cosa perdida y pesquisa inútil e
infructuosa.
A propósito salía de noche para agarrar al viejo, y nada por encontrarlo. Felizmente, para
poner término a sus dudas, el señor le iluminó su mente, que el limosnero era el mismo
Señor de cielos y tierra.
En recuerdo de lo sucedido, hizo levantar aquella urna, con una cruz y la efigie de
Jesucristo, como hasta ahora se venera respetuosamente, la Cruz de Cinco Esquinas.
Juan de Mata Peralta Ramírez
COMPRENSIÓN DE LECTURA
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2.1. Biografía
Néstor Cabrera Bedoya nació en Huamanga en 1900, es considerado uno de los
mejores narradores que ha tenido la región por las hermosas tradiciones escritas con
calidad, técnica y humor comparables a las de Ricardo Palma.
Sus tradiciones están escritas en un estilo peculiar con temas regionales, dentro de una
prosa muy refinada, también era versado en temas históricos de arte colonial, habiendo
publicado la obra “Guía Histórica de los Monumentos Coloniales de Huamanga”,
publicada en 1947.
Chullalla sarachamanta
chullalla triguchamanta
micuq masichallay
maypiñataq kanki.
Urqupi huamanripacha
qasapi raki rakicha
allin remedium nispa niptinmi
Urqu qasanlla mascamullayki.
ACTIVIDAD: Redacte una noticia. Debes tomar en cuenta los datos de mayor a menor
interés. Para ello la noticia debería responder a las preguntas: QUIÉN (es el protagonista),
QUÉ (lo ocurrido), CÓMO (en qué contexto se generó la noticia), CUÁNDO (fecha),
DÓNDE (lugar), y cuántos más datos que puedan explicar el PORQUÉ del hecho.
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Corría el año 1726, cuando con gran contentamiento y alborozo de los vecinos, de
esta “Noble y leal ciudad”, daban, cima a la construcción del templo de los Caballeros
Trinitarios o sea, el de la Buenamuerte, por cuenta de los bolsillos de Deán don Bernardo
Santa Cruz y Guayanachea.
A cien metros más o menos de la construcción, en la esquina de Munaypata (Poyo
de los antojos) llamado así porque en las tardes de primavera, les acudían un sinnúmero
85
de vendedoras de frutas, dulces, chicha blanca y sabrosos chicharrones; vivía en una
tienducha, Maese Pacheco.
Fue Pacheco, el primer fondista que tuvo Huamanga, si se ha de dar crédito a la
única fuente de información, de aquel entonces, algo así como periódicos vivientes (vulgo:
viejas).
Los numerosos operarios que trabajaban en la construcción del templo vecino,
acudían a la fonda de Pacheco a satisfacer las exigencias del prosaico estómago, de diez
a once de la mañana, obteniendo en el fondín, abundante munición de boca por la módica
suma de un real. Fama y no poca adquirió la fonda de Pacheco por las suculentas
viandas que servía; sobre todo alcanzaron renombre unas sabrosas chuletas que
saliendo de la cocina despedían un olorcillo goloso, que parecía decir al barrio entero,
“comedme”.
Razón y no poca tuvo quién dijo: “Críate fama y échate en la cama”. Comenzaron a
lloverle parroquianos a Pacheco y con ellos los cuartos.
Mozo de pirindingala y capaz de ensartar mosquitos a falta de otro barbudo era
Tomasito Neira, pendenciero y charanguero como casi todos los huamanguinos. Las
nueve daban cuando Neira penetró en la fonda de Pacheco, y dejando capa y sombrero,
tomó asiento en una mesa junto a un embozado que cenaba tranquilamente saboreando
de vez en cuando un vaso de vino.
Nuestro hombre pidió las famosas chuletas. Después de engullido el suculento
guiso, echóse, sin ceremonias, entre pecho y espaldas, un rebosante vaso del vino
desconocido.
Éste que sus razones tendría para estar de mal humor, arrojó la botella con el resto
del contenido y dijo: “Váyase al infierno a beber; señor sinvergüenza, y aprenda a respetar
lo ajeno, señor grosero”.
Escuchar y aplicarle una sonora bofetada en el pleno rostro fue cosa de un
momento. El embozado se levantó armado de un cuchillo y asestó tan linda puñalada a
Neira haciéndole caer. Pacheco, testigo de la escena, comenzó a gritar “al asesino…
¡auxilio!...” y pronto acudieron los vecinos y se echaron en persecución del autor, el que
no tardó en ser capturado, y encaramado sobre uno de los perales que había en una
huerta conocida por la de Jáuregui.
Cuando al día siguiente fueron, el Alcalde del Cabildo con su correspondiente
séquito de Alguaciles, a tomar la instructiva al reo, cuál no sería la sorpresa, al
encontrarse frente al Dr. N.N., cura párroco de Santa Ana, cuyo verdadero nombre me
reservo porque tengo cariño a mis costillas y no quiero que los descendientes, que viven,
me las muelan a palos.
86
Largo fue el proceso, y tanto y tan bien se enredó el asunto, que al fin se echó
tierra sobre la causa.
Muchos años después se supo que nuestro protagonista murió en Oruro, vistiendo
hábito franciscano, con olor de Santidad…
COMPRENSIÓN DE LECTURA
2.3. COMENTARIOS
Cabrera narra de forma entretenida y con el lenguaje propio de la época, los sucesos
basados en hechos históricos de mayor o menor importancia, propios de la vida de las
diferentes etapas que pasó la historia ayacuchana. En la presente sección, el tradicionista
Cabrera, aborda como personaje literario al señor Osaico, apodado “el Jeta osaico”,
gobernador de Tambo; así mismo, nos cuenta la historia de un “curita” sagaz.
1. MARCO CÁRDENAS
1.1 BIOGRAFÍA
Marco Cárdenas, 1962; escritor, integrante de la Asociación Cultural “Libro Abierto”, Lima;
fundador del taller literario “Libro Nuevo”, Ica; fundador de la revista de creación literaria
Voz y Tiempo de Ica; entre 1995 – 1997 fue presidente de la Asociación Nacional de
Escritores y Artistas (ANEA), final Ica; autor de cuentos y artículos publicados en
importantes medios de comunicación iqueños.
Has resultado más bruto de lo que yo pensaba. Vete cuanto antes y no vuelvas; por
tu bien y el de todos nosotros. Yo ya te había olvidado, pero ahora que has vuelto, has
revivido en mí esos antiguos rencores. ¿Sabes?, perdóname si no fui bueno contigo y yo
también te perdonaré por haber escandalizado a mi familia. Vete por favor y no vayas a
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venir por aquí, porque sería peor para todos. Ayer nomás, tu hermano menor llegó a la
casa llorando, porque lo habían querido acusar por tu culpa. Yo no entiendo cómo puedes
decir que eres el hijo de Dios. Ese es el peor pecado que puede cometer cualquier
hombre. ¿No crees que nuestro pueblo ya está sufriendo demasiado por culpa de gente
como tú?, ¿cómo quieren que Yahvé pueda cumplir con la promesa de ayudar a nuestro
pueblo si a cada rato salen falsos profetas usando su nombre? Todos los hijos de Israel
estamos de acuerdo que el gobierno de Roma nos domina como a esclavos
imponiéndonos los tributos que quiere y esclavizando a muchos de nuestros hermanos;
pero esto es fruto de la ira de Yahvé. Tu hermano Santiago dice que el gobierno de
Herodes al Grande, no será nada comparado con los castigos que nos llegarán en estos
años. Si tú hubieses sido como él, serías un hombre de bien, con seis hijos y treinta
ovejas que se preñan a cada rato. En cambio, me han dicho que tú andas de pueblo en
pueblo engañando a la gente inocente y comes gratis en cada casa que entras. ¿No te da
vergüenza hacer eso? Estoy seguro que hasta un samaritano tiene más dignidad que tú.
1.3. Comentario
La Iglesia siempre ha sido uno de los poderes dominantes en todo el mundo, y muchas
veces ha ejercido a base de mentiras y sangre. La literatura de Cárdenas debe leerse
como tal, tratando de ser objetivo a la hora de juzgar lo que cree cierto y lo que no para
luego poder elegir a quien entregarle su subjetividad. Marco Cárdenas, con un lenguaje
literario y estilo peculiar, en su obra El quinto evangelio, recrea magistralmente, tomando
como referencia la Biblia, la historia del carpintero y su familia en situaciones de amores,
odios debilidades, etc.
Comprensión de lectura
CAPÍTULO
XVI
(FRAGMENTO DE LA NOVELA MORIR EN UCHURACCAY)
2.3 COMENTARIO
La narrativa de Rondinel refleja la guerra contra el terrorismo. El escenario viene a ser la
provincia de Huanta, departamento de Ayacucho. El autor desarrolla temas de tortura,
desapariciones, muertes, propios de una guerra no declarada entre el grupo de Sendero
Luminoso y las fuerzas militares y policiales. En el capítulo arriba citado, la tortura está
presente en el personaje llamado Cagancho, quien es victimado por el oficial de la marina,
apodado Cholón.
ANÁLISIS
1. ¿La novela guarda relación con el contexto histórico del autor?, ¿por qué?
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2. ¿Cuál es la idea básica que ha querido transmitir el autor del cuento?
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3. Indique el personaje protagonista, antagonista y referencial. ¿Qué relación existe entre ellos?
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4. ¿Qué opinas acerca de la actuación del protagonista?¿Qué ideas nuevas te ha sugerido el texto y
qué puedes aplicar a tu vida para tu desarrollo personal? A partir de lo leído, ¿cómo concibes la
realidad?, ¿Cuál es tu apreciación personal?
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¿QUÉ ES LA POESÍA?
Elena Medel (Poeta y crítica literaria nacida en Córdoba en 1985): “Llevo intentando
explicármelo toda la vida. Para mí la poesía es una pastilla que cura la enfermedad o
atenúa el dolor. También es un diccionario que a mí, personalmente, me explica el
mundo. Tiene que ver con todo lo terrenal. En estos malos tiempos, pienso que la poesía
es un buen antídoto contra todos los males que nos rondan”.
Las figuras literarias son formas no convencionales de utilizar las palabras, de manera
que, aunque se emplean con sus acepciones habituales, se acompañan de algunas
particularidades fónicas, gramaticales o semánticas, que las alejan de ese uso habitual,
por lo que terminan por resultar especialmente expresivas.
97
Entonces, las figuras literarias, llamadas también figuras de retórica o recursos literarios,
son recursos del lenguaje literario utilizados por el poeta para dar más belleza y una mejor
expresión a sus palabras, es decir, el poeta usa estos recursos para dar mayor
expresividad a sus sentimientos y emociones íntimas, a su mundo interior.
Para la presente sugerencia hemos tomado tres de los enfoques más utilizados en el
análisis de los textos poéticos (el enfoque estructuralista, el pragmático-hermenéutico y
el sincrético) con el fin de facilitar el proceso de análisis y comentario de textos poéticos.
El primero, se preocupa acerca de las relaciones que existen en los elementos del
mensaje al interior del texto; el segundo y el tercero, abordan la relación que existe entre
el lector y el texto. A continuación detallamos las siguientes sugerencias:
Elija tres preguntas de las sugerencias metodológicas para analizar y comentar un texto
poético y desarrolle en los espacios punteados.
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Producción Literaria.
Solo poesías (1981)
Poemaciones (1995)
Sonetario (1995)
SONETARIO
EL RÍO
En vidriosos flecos descuaja el torrente
las hebras de plata de su cabellera.
y se desenrosca, como una serpiente,
desde los nevados de la cordillera.
100
Llena el torbellino las rocosas fauces.
y en sinuosas ondas sigue en carrera.
en glaucos espejos remansa sus causes
que acuarelan paisajes de primavera.
RITORNELLO
PALABRA DE HONOR
ACTIVIDAD
Elija tres preguntas de las sugerencias metodológicas para analizar y comentar un texto
poético y desarrolle en los espacios punteados.
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Producción Literaria.
Poemas de otro tiempo (1998)
Confidencias a ruda voz
Canto dormido
ACTIVIDAD
Elija tres preguntas de las sugerencias metodológicas para analizar y comentar un texto
poético y desarrolle en los espacios punteados.
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103
6
Cabalgamos tras noches… las estrellas nos guían
Más allá las alondras cantan pasiones
La nostalgia del hombre paso a paso se afina
Nuestra senda se amolda a la luz del horizonte
7
Fueron niños los versos desvistiendo silencios
Y cantando muerieron por el pan de la patria
Pues no hay son sin destello que naciere del viento
De cuadernos tan tiernos que silvando nos salvann!
8
Del jardín de la vida tantas flores asoman
Las hay blancas y rojas perfumadas y secas
Del jardín de la vida con su dueño que asombra
Yo prefiero a las locas que abandonan las rejas!
9
La noche su velo disparó por el bosque
Los chacales husmeaan las cenizas y huellas
En las filas hay muertos y la pena se rompe
Ven Muerte ramera! Y pactemos la senda
10
Van llegando guerreros…apretad los corceles!
104
La propicia tiniebla en su goce de gritos
Silenciosa sus remos fluyen sangre en el césped
Será el alba partera que nos traiga sus lirios!
11
Descansamos…la noche va guisando los verbos
La cocina se alegra con asado y pimienta
Entre risas y coles nadiehabla de celos
Los amores se entierran en bocados de guerra!
12
Una cruz y otra cruz suman mi nombre y el tuyo
La hojarasca resuena los caballos avanzan
El milano a la pus las calaveras al búho
Una cifra llamea…horizontes de Nada!
13
Las hogueras abrasan cuanto hogar del camino
Los tambores se alejan con repiques triunfantes
Con sollozos que embargan solo quedan los niños
Sus miradas desiertas hurgan sombras danzantes
14
Madrecita…ya parto para incendiar la Muerte!
Sé mi paz cuando caiga por la patria del Sol
No te marches oh Canto! La nostalgia es tan fuerte
Que a mis sueños derraman corazones sion flor!
15
La ciudad como en fiesta se acompasa con gritos
Los refugios pululan las miradas se agolpan
Es la voz de sirenas que nos siegan a tiros
Y migrañas que zumban nos revientan las Horas
16
No da tregua la lluvia y no dormir es la orden
Los coyotes nos rondan y la noche se ahonda
Con la gripe y la murria hasta el hambre se esconde
105
En las tiendas se goza…mas nosotros…a solas
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Con el aura las lilas danzarinas se enredan
Cabelleras de risas los camionos encienden
De repente las filas de escuadrones campean
Y se dobal las lilas esquivando la peste
18
Ha llegado la tregua…corceles descansan
Los soldados retornan…se alborozan los niños
Ay la negra Malena la mujer capitana
Se amortaja en la choza sin amor ni marido!
ACTIVIDAD
Nada ha cambiado,
el antiguo aeropuesrto
recibe cotidianamente sus bimotores
y los pasajeros en perfecto orden
jamás son rebuscados en sus bolsillos
menos palpadas en sus intimidades nuestras mujeres.+
BIBLIOGRAFÍA
GUTIÉRREZ HUAMANÍ, Félix. La muerte de los gigantes. Edit Altazor, Lima, 2007.
HUAMÁN CABRERA, Félix. Metodología de la comunicación literaria. Editorial
San Marcos, Lima, 2004.
MOLINA RICHTER, Marcial La Fiesta de la Lira. Edit. San Marcos, Lima, 2003.
MOLINA RICHTER, Marcial La palabra de los Muertos o Ayacucho hora nona.
Edti Lluvia Editores. Lima 2012
PALACIOS CORTEZ, Max. Historia de la Literatura Editorial San Marcos, Lima,
1997.
PERALTA RAMÍREZ, Juan de Mata. Tradiciones de Huamanga. Edit. Gráfica. Lima, 1995.
PÉREZ HUARANCCA, Julián. Transeúntes. Edit Altazor, Lima, 2004.
RONDINES RUIZ, Mauro. Morir en Uchuraccay. Edit. Preal S.R.L. Lima, 1998.
TIMOFÉIEV, T. Fundamentos de la teoría de la literatura. Edit.
Progreso, Moscú,1979
VIRAMONTE, Magdalena. Comprensión lectora. Dificultades estratégicas en la
resolución de preguntas inferenciales. Edit. Colihue, Buenos Aires, 2000.
ZORRILLA, Zein. La novela andina. Tres manifiestos, Lima, Lluvia
Editores, 2004.
110
ZORRILLA, Zein. Hija de Bergman y Kurosawa, nieta de Balsac: La novela en el siglo
XXI , Lluvia Editores, Lima-Perú, 2007.
ZUZUNAGA HUAITA, Sócrates. Takacho, takachito, takachín. Edit Altazor, Lima, 2004.