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UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN CRISTÓBAL DE

HUAMANGA
FACULTAD DE CIENCIAS DE LA EDUCAIÓN
PLANTELES DE APLICACIÓN “GUAMÁN POMA DE AYALA”

Edgar SARAS ZAPATA


UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN CRISTÓBAL DE
HUAMANGA
FACULTAD DE CIENCIAS DE LA EDUCAIÓN
PLANTELES DE APLICACIÓN “GUAMÁN POMA DE AYALA”

Ayacucho- Perú
2021
A los estudiantes de segundo grado “A” y
“B” de Educación Secundaria, con la
esperanza de un Ayacucho mejor.

Édgar
ÍNDICE
Dedicatoria ii
Índice iii
Introducción v

CAPÍTULO I
FUNDAMENTOS TEÓRICOS 1
LA LITERATURA 1
Los géneros literarios 1
El cuento 2
Narrativa andina 2
Técnica o discurso del narrador 4
a)Según su posición respecto a lo narrado 4
b)Según el punto de vista 5
Casicha 9
La manzana de la discordia 16
Una mariposa amarilla 20
Fíjese, pues, compadre 23
Testimonio de Sócrates Zuzunaga 26
Amorcito corazón 31
Cielo azul de Huamanga 35
El avaro 40
El corazón que partió 43
El muerto 49
Flor de retama 51
Entonces abuelo aparecía 61
Yutito 65
Vacación interrupta 70
Cinco esquinas 77
El gobernador de jeta de oso 81
¡Qué tal curita! 84
El quinto evangelio 87
Morir en Uchuraccay 91
Apu yaya Jesucristo 99
El río 100
El viaje 102
El amor y la guerra 104
La palabra de los muertos o Ayacucho hora nona 107
Bibliografía
INTRODUCCIÓN

La literatura, considerada como expresión máxima del lenguaje y


como producto estético y cultural, tiene como finalidad fortalecer la
sensibilidad, promover la investigación y posibilitar la formación
humanística. Asimismo, contribuir a fomentar la práctica de la
lectura, a enriquecer la expresión, a desarrollar la creatividad y la
actitud dialógica. En este contexto es lógico que la narrativa y la
lírica ayacuchana como expresión del lenguaje de autores locales y
regionales, debe tener un lugar preponderante en la formación y el
hábito de lectura de la población huamanguina, en particular de los
alumnos de nivel básico. Sin embrago, en la Facultad de Ciencias
de la Educación de la Universidad Nacional de San Cristóbal de
Huamanga, específicamente en los Planteles de Aplicación
“Guamán Poma de Ayala”, existe una escasa promoción de la
narrativa de autores ayacuchanos, lo que se traduce en un
descuido significativo.

La lectura de obras literarias es uno de los vehículos más eficaces


de cultura, puesto que los escritores a través de sus obras
transmiten el pensamiento de su época, sentimientos personales y
colectivos, describen costumbres, narran tradiciones e interpretan
sucesos. La recopilación y el análisis de textos literarios de autores
ayacuchanos permitirá el afianzamiento de la identidad cultural de
los alumnos de los Planteles, a partir de la asimilación de mensajes
y valoración estética.

La lectura de los textos propuestos contribuirá en el fortalecimiento


de la identidad cultural, ya que ella desarrolla el “ego cultural”
requerido para que la persona tenga buen desenvolvimiento en la
sociedad moderna. Por tanto, coincidimos con Leopoldo Chiappo
cuando sostiene: “La cuestión de la identidad cultural aparece
como respuesta de una sociedad y cultura avasallada, invadida,
despojada y sobrepujada por otra cultura en proceso de expansión
colonizante”1. La identidad cultural es lo propio de una cultura, el
conjunto de rasgos diferenciados en relación al resto; tal es así,
1
CHIAPO, L. “Angustia de Identidad Cultural”. En I Congreso Nacional de Filosofía Lima-Perú, UNMSM, 1984. P. 27
que en los cuentos de autores ayacuchanos encontramos una
conformación heterogénea de elementos temáticos.
1

FUNDAMENTOS TEÓRICOS
1. LA LITERATURA
Proviene del latín "litterae", y es posiblemente un calco griego de "grammatikee". En latín
literatura significaba una instrucción o un conjunto de saberes o habilidades de escribir y
leer bien, y se la relacionaba con el arte de la gramática la retórica y la poética . Por
extensión se refiere a cualquier obra o texto escrito, aunque más específicamente al arte
u oficio de escribir de carácter artístico y/o las teorías estudios de dichos textos. También
se usa como referencia a un cuerpo o conjunto acotado de textos, por ejemplo la literatura
médica, literatura española del siglo de oro, etc.

Al respecto, Miguel Ángel Huamán afirma:

Lo que llamamos literatura designa en nuestra sociedad y cultura tres actividades diferentes. En
primer lugar, llamamos literatura a la práctica de creación verbal que existe desde que el hombre
desarrolló el lenguaje. En segundo lugar, la palabra literatura designa la actividad de investigación y
conocimiento de la práctica anterior. Sobre la base de este nuevo sentido identificamos también con el
mismo término a la labor del crítico o estudioso del proceso de producción de obras literarias. En
tercer lugar, identificamos como literatura la tarea de difundir entre los estudiantes la lectura y el
conocimiento de ciertas obras de autores nacionales y universales, así como la formación
universitaria o pedagógica para tal fin. Es decir, la práctica institucional educativa que socialmente
permite reproducir y conservar los productos de la creación verbal considerados como componentes
esenciales del patrimonio cultural de una nación2 .

La Literatura es el arte que emplea como medio de expresión la palabra hablada o


escrita.
De acuerdo al Diccionario internacional de literatura y gramática filosófica de Guido
Gómez, la literatura se refiere a los escritos imaginativos o de creación de autores que
han hecho de la escritura una forma excelente, para expresar ideas de interés general o
permanente.

2. LOS GÉNEROS LITERARIOS


Los géneros literarios son los distintos grupos o categorías en que podemos clasificar las
obras literarias atendiendo a su contenido. La retórica clásica los ha clasificado en tres
grupos importantes: lírico, épico y dramático.

El género narrativo es una expresión literaria que se caracteriza porque se relatan


historias imaginarias o ficticias (sucesos o acontecimientos) que constituyen una historia
ajena a los sentimientos del autor. Sobre el particular, Max Palacios Cortez manifiesta:

En el género narrativo se encuentran comprendidas todas aquellas obras en las que se relatan hechos
reales o ficticios, ubicados en un determinado tiempo y lugar, para ello el autor utiliza la prosa, que a
diferencia del verso tradicional, no está sometida a la métrica, rima o ritmo.3

2
HUAMÁN, Miguel Ángel “Educación y Literatura”. Editorial Mantaro, Lima, 2003. ps. 54 y 55
3
PALACIOS CORTEZ, Max “Historia de la Literatura” Editorial San Marcos, Lima, 1997. P. 21
2
Aunque sea imaginaria, la historia literaria toma sus modelos del mundo real. Esta
relación entre imaginación y experiencia, entre fantasía y vida es lo que le da un valor
especial a la lectura en la formación espiritual de la persona. El narrador es la persona
que presenta la narración; él es el encargado de dar a conocer el mundo imaginario al
lector, el cual está formado.
En todo texto narrativo (cuentos, leyenda, parábola, fábula, novela, mitos, crónicas, etc.)
se estudian los motivos que impulsan las acciones realizadas por los personajes en un
ambiente determinado. Esto es lo que se conoce como el nivel de la historia.

Los personajes cumplen diferentes funciones en una obra: Pueden ser protagonistas, si
llevan a cabo las acciones del relato; objetos, cuando la acción recae en ellos; también se
les denomina ayudantes cuando contribuyen al logro de una acción y antagonistas,
cuando entorpecen la buena marcha de las acciones. Los personajes no solo se estudian
por el papel que cumplen en la obra literaria. También se analizan por sus cualidades
físicas y sociológicas, es decir, como son por fuera y por dentro. Esto nos permite inferir si
el personaje evoluciona a lo largo de la historia, es decir, si sufren cambios.

Los personajes siempre llevan a efecto las acciones en un determinado ambiente. En este
sentido, es necesario diferenciar el espacio físico (rincón, calle, llano) de la atmósfera
(paz, sosiego, odio, amor, soledad). Solo así podemos condenar o justificar la conducta
de los personajes.
Los personajes a medida que cumplen las acciones trazadas, pueden magnificarse o
empequeñecerse pasando a otro plano narrativo.
El Narrador puede estar dentro o fuera de la historia que cuenta. También puede ocupar
una posición intermedia. A esta visión o punto de vista del narrador se le denomina
perspectiva.

2.1 EL CUENTO
El cuento es una narración ficticia que de por sí constituye una unidad, no importa cuán
corta sea, no es un subgénero de la novela.

Según Max Palacios el cuento es una narración de hechos imaginarios en la que a


diferencia de la novela, el relato se centra en un personaje para presentar un suceso o
anécdota, además de ello, el cuento se caracteriza por ser un relato corto4.
El cuento tampoco es algo muy moderno, viene desde muchos siglos atrás.
El ser humano siempre ha necesitado decir historias para expresar sus anhelos y sus
penurias. Al comienzo se hizo oralmente, luego, por el año 3500 A.C., los hijos del faraón
Cheops, narraron las historias de su padre en papiro.

 ANÁLISIS DE CUENTOS

Conjunto de técnicas empleadas en materia de comunicación para el análisis de


mensajes escritos, con el fin de investigar mediante la descripción objetiva, sistemática y
cualitativa el contenido manifiesto de un cuento, sobre la base de unidades de análisis.

2.2. EN TORNO A LA NARRATIVA ANDINA

Hasta la actualidad los conceptos manejados dentro de nuestros estudios literarios aún no
se definen con claridad entre críticos y creadores. Debemos utilizar la narrativa “andina” o
“criolla” para referirnos a las producciones literarias de los escritores provincianos
fundamentalmente.

4
PALACIOS CORTEZ, Max. Ob. Cit. p. 23
3

Cada región, también cada cultura, cada zona lingüística, cada tradición popular produce
un tipo de literatura. Algunas de estas formas de cultivar el arte perviven como formas
tradicionales de hacer narrativa. Dentro este contexto la más resaltante es, sin duda
alguna, la narrativa andina, que ha modificado diversos tópicos que se tenían sobre ella.
Sobre este tema, Ricardo Ayllón, reconocido crítico, expone la siguiente reflexión:

La narrativa andina en polémica fue calificada por Miguel Gutiérrez, el escritor que la inició, como
“nueva” y omitida por un grupo hegemónico de escritores, así como marginados y minimizados sus
representantes; contra esta (siempre siguiendo al iniciador de la Polémica) caminaría en paralelo una
narrativa urbana que domina los medios de comunicación (y que con el transcurrir del debate se la
denominará con el consabido calificativo de “criolla”). Tal bipolaridad nos motiva indagar sobre el
carácter de la literatura peruana. Uno de estos es, como ya adelantamos, volver sobre la complexión
andina de la narrativa considerada como tal. Quizá lo más fácil para definir a la narrativa andina, sobre
la base de esta situación controversial, sea señalar simplemente que es aquella que se opone a la
narrativa criolla. Pero esto5, además de ligero, no nos dice nada acerca de una manifestación que
cuenta con una fisonomía producida por sus propios grados evolutivos.

Lo primero será preguntarnos si la calidad de “andino” corresponde únicamente a la


cultura vivenciada en la sierra del Perú; y, si es así, qué haríamos con aquellas
comunidades andinas que se han desplazado hasta la costa con todas sus costumbres y
tradiciones. Y tomando como referencia la cadena montañosa que cruza nuestro
continente, ¿acaso no es lícito pensar en toda Sudamérica como “andina”, y referirse en
este sentido a una “literatura andina” como continental? En Puno, el escritor y profesor
Jorge Flórez-Aybar, considerando a los Andes como la patria de todas las sangres (pero
dueña de una misma identidad), plantea para nuestra literatura una nueva corriente: “el
andinismo”. Con estos pocos precedentes, la pregunta se diversifica: ¿De qué hablamos
entonces cuando decimos “andino”?, ¿de un calificativo geográfico, étnico, sentimental o
social?

El asunto no es tan simple, pues la narrativa andina no solo posee aquella connotación
regional de lo indígena entronizada en su denominación, sino que presenta rasgos
compatibles con el mestizaje cultural y la modernidad.
Al repasar los “Motivos de la realización del Congreso” de narradores en Madrid
(acontecimiento previo a la Polémica de Perú 21), hallamos un sincero interés por una
narrativa andina que, “siguiendo el modelo creado por José María Arguedas, se cuestiona
a sí misma y evoluciona en la producción de los nuevos escritores que aparecen a partir
de los 80”, poniendo la obra de Óscar Colchado Lucio y Zein Zorrilla como ejemplos. Sin
duda, los organizadores del Congreso se están refiriendo a aquella narrativa andina actual
que, más allá de las propuestas lingüísticas (español quechuizado), el enfoque atávico y
las posibilidades históricas de lo indígena –categorías que caracterizaron a la narrativa
arguediana–, ha permitido la incursión de las actuales técnicas de narrar producidas por
una literatura cada vez más global y mundialmente integrada.

Sin embargo, volviendo a las argumentaciones del iniciador de la Polémica de Perú 21,
este nos advierte sobre los errores de algunas de las tesis referidas a dicha narrativa,
“como aquella que sostiene que la narrativa andina represente la esencia de lo peruano”.
Suponemos que tal advertencia está dirigida a nuestro carácter de heterogeneidad, a las
múltiples caras de la literatura peruana, diversa como el país mismo. Y en este sentido, la

5
AYLLÓN, Ricardo y ROCAL, Jorge Luis. “Conversación en Balconcillo.La narración como desafío ético”, en
Arteidea. Revista de cultura Nº 10, Arteidea, Lima, 2005.
4
afirmación de diversas identidades obliga a erigir como patrón la interculturalidad, que
debió haber sido una de las principales guías en la referida polémica.
Una narrativa aparentemente marginada por grupos hegemónicos, pero que a la vez se
irroga la esencia de lo peruano, nos lleva a vislumbrar un ánimo de reivindicación, una
reacción de los cultores de la narrativa andina, quienes, sobre la base de esta premisa,
permiten distinguir mejor los motivos de su posición beligerante en esta contienda de
ideas. Sin embargo, si somos cautelosos en revisar los nombres de los participantes en la
polémica no hallamos a quienes serían las verdaderas víctimas de la aludida marginación
(2) (pues de ser así los “polemistas andinos” no hubiesen tenido oportunidad de voz en un
diario hegemónico como Perú 21), si no más bien a sus apoderados o tutores, escritores
de origen provinciano afincados desde la juventud en Lima y que, con los años, se han
hecho de una profusa lectoría nacional (como Miguel Gutiérrez y Oswaldo Reynoso). En
tal sentido, nos hubiese gustado conocer las opiniones de, por ejemplo, aquellos
narradores a los que se refería el texto de motivos del congreso en Madrid, es decir
quienes han replanteado el modelo de Arguedas desde provincias o desde la propia Lima,
como los mencionados Colchado y Zorrilla, pero también Enrique Rosas Paravicino
(Cusco), Andrés Cloud (Huanuco) Feliciano Padilla (Puno), Macedonio Villafán (Ancash),
entre otros, narradores que, habiendo demostrado su indudable valor (como lo señala el
iniciador de la polémica), no participaron en esta.

Efectivamente, desde la década del 80 existe una narrativa en provincias que, gracias a
su calidad, se ha hecho visible y se hace cada vez más sólida. Su característica más clara
es, como ya dijimos, superar y modificar los tópicos de la narrativa neo-indigenista, pero
también tocar temas de violencia política y mostrar como principal escenario a la urbe
serrana con protagonistas que nos hablan claramente de nuestra multiplicidad cultural.
¿Se dijo esto en la Polémica de Perú 21? No, solo se intentó evidenciar la presencia de
grupos hegemónicos de escritores y su poder en los medios periodísticos, se discutió
acerca de la calidad o no de los escritores andinos y criollos sobre la base de la venta de
sus libros (como si esto determinara la excelencia literaria) y se soltaron reproches a partir
de posiciones ideológicas encontradas. Faltaron conceptos esclarecedores que pusieran
al tanto al lector común y corriente, aquel que no tenía la obligación de conocer de cerca
los revanchismos y resentimientos personales de los participantes.

La vigorosa labor de los escritores de provincias permite asimismo entrever un rasgo aun
más particular en la literatura peruana, nos referimos a las denominadas literaturas
regionales , sin duda involucradas también en esta polémica, las cuales últimamente han
logrado que el enfoque centralista de nuestra literatura sea insuficiente debido a la
cantidad y diversidad de su producción.

3. TÉCNICAS O DISCURSO DEL NARRADOR

Las técnicas se refieren a los artificios que el autor usa para producir efectos en un texto
literario.

Clasificación

Se pueden clasificar los tipos de narrador según criterios muy diversos, por ejemplo de
acuerdo a su posición respecto a lo narrado (si se ubican dentro o fuera de la historia) o a
su punto de vista.

A) SEGÚN SU POSICIÓN RESPECTO A LO NARRADO


5
 Narrador homodiegético

Donde homo significa mismo y diégesis historia. Dentro de esta categoría nos referimos a
los narradores que cuentan una historia desde su participación en ella. Hay dos
categorías: Narrador protagonista: es parte del relato contado, cuenta su experiencia
directamente. Narrador testigo: cuenta la historia como alguien que la ha vivido desde
fuera, pero que es parte del mundo del relato.

 Narrador heterodiegético

"Hetero" significa otro, "diégesis" historia. Se trata de aquellos narradores que cuentan la
historia desde fuera del mundo del relato, generalmente en tercera persona. El caso más
común es el del llamado "narrador omnisciente.

B) SEGÚN EL PUNTO DE VISTA

Además de esta clasificación existe el análisis de la focalización del texto narrativo, la


que nos dice quién es el que ve o percibe lo que se narra; es decir el modo concreto que
asume el narrador para que la audiencia perciba de una determinada forma lo que se
narra. La focalización también es llamada perspectiva o punto de vista de la narración.

El narrador de cualquier obra tiene ciertas características y limitaciones que definen cómo
el autor puede narrar la historia. Como tal, el narrador ve la historia dependiendo del lugar
que ocupe en el mundo que se narra, es decir, según su punto de vista. Según este
criterio, los diferentes tipos de narrador pueden clasificarse en tres grandes grupos, según
la narración se dé en primera, segunda o tercera persona (las más comunes son la
primera y la tercera; la segunda persona rara vez puede encontrarse en una narración).

 Primera persona

En el caso del narrador en primera persona(o también llamado narrador interno), el


narrador es un personaje dentro de la historia (homodiegético): actúa, juzga y tiene
opiniones sobre los hechos y los personajes que aparecen. En este caso el narrador sólo
tiene y aporta información basado en su propia visión de los eventos.

Este narrador es el que más obviamente se diferencia del propio autor: es un personaje
en la obra, que tiene necesariamente que cumplir con todas las normas de ser un
personaje, incluso cuando esté cumpliendo tareas de narrador. Para que tenga
conocimiento de algo, por lo tanto, es necesario que lo experimente con sus propios
sentidos, o que algún otro personaje se lo cuente. Puede contar sus propios
pensamientos y opiniones, pero no los de los demás personajes, a no ser que éstos se lo
cuenten. El narrador en primera persona puede ser el propio protagonista de la historia.

 Narrador protagonista. El narrador protagonista cuenta su propia historia. El


narrador en primera persona (yo) adopta un punto de vista subjetivo que le hace
identificarse con el protagonista y le impide interpretar de forma absoluta e
imparcial los pensamientos y acciones de los restantes personajes de la narración.
Es el tipo de narrador que se utiliza en géneros como el diario o la autobiografía.

 Narrador Testigo. El narrador testigo es un espectador del acontecer, un


personaje que asume la función de narrar. Pero no es el protagonista de la historia,
sino un personaje secundario. Cuenta la historia en la que participa o interviene
6
desde su punto de vista, como alguien que la ha vivido desde fuera, pero que es
parte del mundo del relato.

 Monólogo interior. El monólogo interior (también conocido como stream of


consciousness o como flujo de conciencia) es la técnica literaria que trata de
reproducir los mecanismos del pensamiento en el texto, tales como la asociación
de ideas.

 Segunda persona

Es un tipo de narración que se da con relativa escasa frecuencia ya que exige una cierta
restricción estilística. Un ejemplo de este tipo de narrador viene a ser “Aura" de Carlos
Fuentes.

En este estilo asistimos a un diálogo, pero en el cual sólo leemos a uno de los personajes.
El autor narra en segunda persona, con el tú, y así provoca una cierta empatía entre el
lector y el protagonista. El lector puede sentirse sobresaltado, al principio, por sentirse
aludido, ya que parece que el personaje le habla directamente. Generalmente se usa para
introducir al lector en la mente del personaje o crear una sensación de falso diálogo del
protagonista consigo mismo. También es algo que se hace totalmente fuera de la historia.

 Tercera persona

El narrador en tercera persona se encuentra o narrador externo (en la mayoría de los


casos) fuera de la historia, por lo que es un narrador heterodiegético. En este caso, las
características del narrador heterodiegético en tercera persona son las siguientes:

 No actúa, ni juzga ni opina sobre los hechos que narra.


 No tiene forma física, ni dentro ni fuera de la historia.

Sin embargo, pueden distinguirse tres tipos de narrador en tercera persona, según el
conocimiento que tienen del mundo creado por el autor.

Narrador omnisciente

Es un narrador que conoce todo respecto al mundo de la historia. Puede influir en el


lector. Este narrador trata de ser objetivo. Las características principales del narrador
omnisciente son:

 Expone y comenta las actuaciones de los personajes y los acontecimientos que se


van desarrollando en la narración.

 Se interna en los personajes y les cuenta a los lectores los pensamientos más
íntimos que cruzan por sus mentes.

 Domina la totalidad de la narración, parece saber lo que va a ocurrir en el futuro y


lo que ocurrió en el pasado.

 Utiliza la tercera persona del singular.


7
Narrador equisciente

Conoce lo mismo que el protagonista acerca de la historia. El argumento se centra en un


protagonista, y cubre únicamente aquello en lo que el personaje está involucrado. Pero el
protagonista no es el narrador; este último no tiene forma física dentro ni fuera de la
historia. Es conocedor de los pensamientos, sentimientos y recuerdos del protagonista,
pero no de los otros personajes.

Este tipo de narrador es similar al narrador en primera persona, pero presenta algunas
informaciones de manera que resultarían imposibles en una narración en primera
persona. Este narrador puede, por ejemplo, presentar detalles conocidos, pero no
reconocidos, por el protagonista (que le hayan pasado desapercibidos, por ejemplo).
Puede hacer observaciones que el protagonista nunca haría acerca de sí mismo, como el
color de sus ojos o sus defectos personales. Estas observaciones hechas en primera
persona (acerca de uno mismo) serían altamente dudosas, pero al venir dadas en tercera
persona ganan en credibilidad.

Narrador deficiente

El narrador deficiente conoce menos que el protagonista acerca de la historia. Registra


únicamente lo que puede ser visto y oído, sin penetrar en la mente de ninguno de los
personajes. Por esta razón este tipo de narrador puede recibir también el nombre de
narrador objetivo, porque no incluye ninguna subjetividad en su narración (ni suya ni de
ningún personaje).

Este narrador, por lo tanto, es un mero testigo de los hechos que acontecen en la
narración, y es el más utilizado en la narración periodística.

Enfoque narrativo múltiple

El enfoque narrativo múltiple o la perspectiva múltiple se da cuando dos o más personajes


se refieren a los mismos hechos, pero desde distintos puntos de vista, interpretándolo de
distinta manera, combinando varios de los tipos de narración estudiados hasta ahora.

El narrador está presente en relato de una o más manifestaciones. En este caso nos
referimos a la relación que tiene el narrador directamente con el relato y el recurso literario
y expresivo utilizado para contar la historia. El narrador heterodiegético o extradiegético
cuenta la historia externamente, sin tener nada que ver con los hechos relatados. El
narrador intradiegético, que cumple únicamente con la función de narrar, lo podemos
identificar a través de marcas dentro de la historia. Encontramos también al narrador
homodiegético, y cuentan la historia desde su participación en ella, dentro de este tipo de
narrador podemos encontrar una subclasificación como narrador protagonista
(autodiegético), quien es el que cuenta su experiencia directamente; y el narrador testigo
(metadiegético) que pertenece al mundo del relato, pero cuenta la historia como alguien
que la ha vivido desde fuera.
8

La literatura es

Elabore un mapa conceptual acerca del texto leído


9
ESCRITORES MÁS DESTACADOS DEL GÉNERO NARRATIVO AYACUCHANO,
ESPECIE CUENTO

1. PORFIRIO MENESES
1.2. BIOGRAFÍA
Porfirio Meneses Lazón nació en Huanta en 1915. Es un destacado autor quechua y
español con una vasta producción literaria. Su trabajo ha sido reconocido con importantes
premios como el Primer Premio de Cuento en el concurso convocado por la revista
“Cuadernos” de París (Francia, 1965), el Premio Nacional “Ricardo Palma” del Ministerio
de Educación (1965), el Primer Premio de Producción Intelectual convocado por la
universidad Federico Villarreal en 1995, el Primer Premio en el Primer Concurso de
Literatura Kechwa convocado a nivel nacional por la misma universidad en 1998, además
de otras distinciones.
Entre sus principales cuentos tenemos: “Cholerias” (1946), “Campos Marchitos” (1948),
“El Hombrecillo Oscuro y otros cuentos” (1954), “Cuentos Peruanos”, “Cholerias 2”,
“Huanta en la Cultura” (1974), “Solo, un camino tiene el río” (1975), las cuales reflejan la
cultura andina a través de sus situaciones y personajes. Su producción poética por otra
parte ha encontrado en el quechua su mejor forma de expresión. Para Meneses, la
dulzura y versatilidad de la lengua la hacen ideal para resaltar la belleza de las palabras,
la emoción de los sentimientos plasmados en papel, a la vez que su uso reivindica la
importancia de una lengua que siendo netamente peruana no es suficientemente
difundida en nuestro país. Dentro de su producción en quechua sobresalen su poemario
Suyaypa llaqtan “País de la esperanza” (1988), Yana kachapurikuna, una traducción
integral al quechua del poemario “Los heraldos negros” de César Vallejo, (1997) y el libro
de cuentos Achikyay willaykuna. “Cuentos del amanecer” (1998) cuya versión francesa
fue publicada en el 2001 bajo el título de “Contes du lever du tour”. Aun sin publicar se
encuentran su versión quechua de otra gran obra de Vallejo, “Trilce”, la traducción
también al quechua de una selección de 25 poemas de García Lorca, su poemario
Kanchipawan llakipa takinkuna “Cantos de luz y sombra” y Yapa Tinkunakuy (“El
reencuentro”), una colección de 30 sonetos quechuas.

TEXTOS SELECTOS

CASICHA

La campiña de Huanta ya muestra por marzo sus choclos maduros. Los maizales, por
donde vaya la vista, se encuentran meciendo los infinitos penachos al vaivén de los
vientos. Cuando han pasado los chaparrones propios de febrero, cada tallo presenta de
dos a cuatro choclos de rubia cabellera, que sólo esperan el acomodarse en la gran olla
de barro para hacer la felicidad de los cholos huantinos.

Este es tiempo de cuidado para los dueños de chacras. Primero, porque los cercos y
tapiales son apenas simbólicos, y los caminillos van hilvanando todas las propiedades; y
segundo, porque hay huantinos tan antojadizos…
El choclito de chacra ajena es siempre agradable para los que tienen maizal inmaduro, o
para los que no tienen chacra. Y, desde luego, para todos los mataperros, sean mozos o
mozas. Por eso ahora el viejo Eulalio Janampa, del pago de Pucarajay, está preocupado.
10
Es el buen padre de familia que cavila por el pan del hogar. Tiene mujer y tres hijos que
alimentar y, cosas del tiempo cada vez más malo, ya no siempre da bien la albañilería en
Huanta. Porque tayta Eulalio es albañil y encuentra que todo va peor ahora tal vez si,
como él piensa, porque hay tanto forastero hambriento que todo lo está echando a perder.
Hombre añoso, experimentado, tiene ideas ásperas sobre las cosas.

Compró el año pasado una chacrita en Huallhuayoj, y sembró en ella lo que hoy es un
maizal hermoso. Han graneado admirablemente las mazorcas y pocos vecinos pueden
ufanarse tanto como él ahora, ante las perspectivas de una buena cosecha. Sólo que
aquellos mismos vecinos, han tomado buena nota de la hermosura del maizal del viejo
Eulalio, para proceder en cuanto el sol se anide.

Eulalio conoce estas intenciones, y piensa que dará codillo a esos lagartos cuidando su
chacra. Hubiera querido sin duda realizar ya la siega y parar los haces para el oreo, pero
es que no puede darse tiempo por estas semanas pues está cumpliendo con una contrata
urgente, a la que debe todas sus horas. De otro lado, no todas las plantas están
igualmente maduras, en punto de corte, y hay que esperar un tanto hasta que los granos
doren.

Ha construido ya la chuglla —chocita minúscula elevada sobre cuatro puntales—, y desde


allí cuidarán su mujer o sus hijos. Ha establecido un turno, claro está. Si no va él, va
Casimiro, el hijo mayor, y a veces doña Nativa con los dos más pequeños. El bueno del
viejo es hombre de pocas pulgas tratándose del sustento de sus hijos: cuando vigila se
acompaña de un nudoso palo y hay que temerlo. Pero menos pulgas aguanta la mama
Nativa. Porque echa al diario un geniazo…

Cuando va ella a cuidar, llevando a Ipicha y Ruficha, la gente de las chacras cercanas no
duerme. En la profundidad de la noche se percibe el ruido de piedras que caen
desgajando las hojas del maizal y la voz de la mujer que de rato en rato dice:
—¡Qué hacendo ay, ladrunazo! T’estoy viendo ¿acaso qui nó? Si no te vas te rompo tu
crisma. ¡Supaypa-huahua!
Generalmente no hay nadie, y es el movimiento de las hojas con el empuje del viento lo
que provoca en doña Nativa éstas y otras expresiones de variado calibre. Porque nadie se
atreve a cosechar pedradas en lugar de maíz tierno, desde que, según las trazas, mama
Nativa no es mujer muy sentimental. Pero ocurre a veces, en las noches lóbregas, que a
señora tan animosa quiere invadirla el temor. ¿Quién no conoce el miedo? Entonces ella
11
azuza a sus chicos, éstos al perrito y entre todos componen una orquesta infernal que
mantiene despiertos a los vecinos en media legua a la redonda. Hasta que se les pasa el
miedo o se cansan, y se duermen tan profundamente que ni un castillo de cohetes podría
despertarlos.

Casimiro es mocito que merece atención especial. Cuando sus padres están de mal
humor, lo llaman Casemiro, a secas; y si están cariñosos le dicen Casicha. Es un
muchacho que ya tiene sus inquietudes. Posee su poquito de primaria, y aunque no ata
bien dos palabras en castellano, en quechua es una tarabilla. Sabe que dos y dos son
cuatro, y sabe también que en el cinema del pueblo se ven cosas bonitas, porque ya ha
ido varias veces a repantigarse en la pulguienta cazuelita.

De aquí que experimenta cierta desazón al tener que marchar la mayoría de las noches
para el cuidado de la chacra. Por él, bien se las pasaría sin choclos. Aunque es verdad
que no piensa lo mismo cuando a la hora del yantar los ve humeando en su mate. Pero
con gusto o sin él, va siempre por los senderos, a veces enlodados o malolientes, a
cumplir con su tarea mientras de sus labios se deshila un huaino en agradable silbo.

En una noche de puras sombras, instalado como en abandono dentro de la chuglla dejaba
vagar sus pensamientos, sus ideas, sobre todos los motivos de su preferencia.
Pensaba en cuánto de agradable iba conociendo su vida. Y meciéndose en sus
recuerdos, no llevaba cuenta del susurrante silencio de los innúmeros follajes del
contorno; ni prestaba atención al chi–chi–chi–chi de los huajankichus, ni al vanidoso croar
de los sapitos. No trasponía el umbral de sus oídos el tu-cuh lejano de algún búho
agestado, ni el canto horario de los pichiusas. Mientras tanto, vivían en el ambiente la
suavidad del aire tibio, el estar tranquilo de los árboles linderos y la oscuridad adherida a
todas las cosas.

Pero algo hubo por fin que desvió el pensar de Casicha. Era un ruido sospechoso allá por
un extremo de la chacra. Aguzó el oído y percibió un quebrar de cañas de choclo, un
rozarse áspero y continuado de hojas. No había dudas: alguien robaba. De primer
momento se incorporó y quiso arrojar piedras en dirección del ruido. Pero luego sintió
curiosidad por localizar y conocer a quien lo producía. Salió cuidadosamente de la
chuglla, y procurando la mayor levedad en sus pasos fue encaminándose hasta el
extremo donde se hallaba el intruso. Se llegó primero al cerco y bordeando la chacra iba
sorteando el manazo silente de algunas pencas agresivas, y el quebrarse sin penas de las
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ramitas bajo sus pies. Poco a poco se fue acercando al ruido extraño hasta poder precisar
la silueta del causante: era una mujer que se movía por entre las plantas, quebrando los
choclos de su tallo con la mayor destreza. Casicha pudo verla llenar rápidamente su falda
e ir a vaciarla sobre una manta extendida por allí cerca.
Oculto al pie del cerco, el mozo atisbó las cercanías a que podía su vista alcanzar, y
convencido de que no había nadie más, se trazó rápidamente un plan. Con el sigilo de
siempre acortó aún más la distancia entre él y la desconocida, y de pronto dio cuatro
saltos hasta ella y la cogió abrazándola por la espalda.
—¡Qué tala, no? Conque tú habías sido… ¿Qué tú haces aquí? ¡Ladrona!
—¡No, niñucha, taytito! ¡Soltamé! —exclamó asustada, aunque sin grito, la mujer—.
Te lo pagaré. Cuéntalo tus choclos…
—Oiga, así namás quieres acabar. Aura vas a ver tú. Qué tala Margarita, su hija de siño
Juélis. Robándome, ¿no? Tenes que yer conmigo hasta donde la guardia. ¡Vamos! Quiso
forcejear la muchacha pero Casimiro la tenía bien cogida y cerró aún más los brazos.
—¿Pero así tan miselabre vas a ser tú? —dijo ella. ¿Por estito, por estos cuatro choclos
me vas a llevar al puesto? ¡Tatao! ¡Soltamé!
—Pechuga, ah? Todavía mi robas y te voy soltar tranquelito. Vamos…
—¡Pero soltamé, te pagaré pues! Cuánto plata ya va a ser…
Y procuraba deshacerse de las tenazas del mozo. Antes que gritar hablaba
atenuadamente, pero con nerviosidad, agitación. Le aterraba pensar que los vecinos
pudieran enterarse del hecho. Por su parte, Casicha estaba dispuesto a hacer respetar su
propiedad. Sobre todo porque había reconocido en la muchacha a la jugosa y deseable
hija del siñó Félix Champa. Por ello, tácticamente, siguió en su aparatoso afán de
amedrentarla con la idea del puesto policial. Hablando de ella decíale:
—Toma. Por qué tú mi robas. Vamos.
—Pero aistá pues, lo dejo todito —se resistía ella, ya sin valor. Mañana tempranito te daré
tu plata de lo que lo hey partido de su huero. ¿Acaso no te voy a pagar? Déjame, pues.
—No me da mi gana —repuso el cholo, pero en seguida agregó: Bueno, te voy perdonar,
pero… Había considerado la alarma como suficiente para sus fines. Al pero condicional
sucedió un nuevo giro en la orientación de sus fuerzas. Por algo era que no había dejado
por un instante de aprisionar a la hermosa ladronzuela. Fue entonces que ésta convirtió
su miedo en indignación: —¡Ah! ¿Y tu lisura? Conque, ¿no? ¡No quiero! Voy llamar a mi
papá, verás. ¡Pa…!
—Zonza pues no seas, niñacha. Callaté…
Ella tenía un gesto airado que se imponía sobre la penumbra, y había sacado de quién
sabe dónde unas fuerzas endiabladas. Hacían tensión todos sus músculos. Pero el mozo
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tenía energías persuasivas y muy pronto la convenció de que había una culpa que purgar.
La Margarita, pues, le pagó a Casicha todos los choclos cogidos y por coger, ante un
jurado de sombras.

Cobrada la deuda, satisfecho el mozo, empezó solícitamente a quebrar más choclos para
la manta de la muchacha. Mientras tanto, parada a un lado, podía verse la silueta de ella
destacando un aire de altivez y de enojo notablemente encendido. El cholillo advertía:
—Otro vez que no te vay’encontrar mi papá porque no te lo escapas del puesto. Ni mi
mamá tampoco porque lo rompería tu cabeza. A la vista cuando yo venga voy estar
silbándome, entonces…
—Si pues, —cortó socarrona la chola— por tus tan lindos choclos voy estar viniendo a
faltarme. ¡Plaga!
—No te molestas niña. Pasau mañana también voy cuidar aquí…
—¡Jajay! ¡Eso cuando…! —rió ella, y cogiendo su atado echó a correr perdiéndose pronto
en la oscuridad.
Casicha es ahora el más empeñado en cuidar la chacra. Va hasta cuando no le toca,
dando así gran alivio a sus padres.
—Pobre mi huarma, — dice el tayta Eulalio —cómo se preocupa por nuestras cosas.
En tanto, el maizal presenta en las noches, como siempre, su perfume de huacatay, el
chillido de sus grillos, el canto bronco de sus búhos. Y, como siempre también, bajo
cielorrasos de piedra —como en diminutos proscenios— dan su canto los sapitos. De día,
la luz lo viste todo con los verdes. El maizal está hermoso. Sólo el viejo Eulalio no se
explica cómo, habiendo buena vigilancia, disminuyen tanto los choclos.
(Porfirio Meneses, “Cholerías”, 1915)
ANÁLISIS
Nº ASPECTOS/ ÍTEM
Ord NIVELES
01 Autor ¿El cuento guarda relación con el contexto histórico del autor?, ¿por qué?
¿Qué características del autor está presente en el cuento?

Sí, porque desarrolla temas vigentes aún en nuestra sociedad andina. El


sarcasmo y el humor característico del poblador andino. El narrador se
identifica con la cultura andina.

02 El narrador ¿La historia está narrada desde 1º, 2º 3º persona gramatical? Precise y
transcribe un ejemplo.
La historia está narrada en tercera persona.
Ejm.
“ Oculto al pie del cerco, el mozo atisbó las cercanías a que podía su
vista alcanzar, y convencido de que no había nadie más, se trazó
rápidamente un plan”.
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03 Tema ¿Cuál es la idea básica que ha querido transmitir el autor del cuento?

La violación sexual ante el robo del choclo

04 Tiempo/ Las Lineal (inicio, desarrollo y desenlace); No lineal(Se transgrede el orden


acciones lineal); Circular (La historia termina donde comenzó); Paralelo( se narran
narradas a la vez dos acciones distintas conectadas entre sí) Precise y explique con un
ejemplo.

La narración es lineal, porque sigue la siguiente secuencia: inicio,


desarrollo y final.

……………………………………………………………………………………..

05 Estructura ¿Qué tipo de discurso prevalece en el cuento? Discurso directo, discurso


indirecto, monólogo, diálogo, etc. Precise y explique con un ejemplo.
Prevale el discurso directo, con la inserción de diálogos de los
protagonistas.
Ej.
—¡Qué tala, no? Conque tú habías sido… ¿Qué tú haces aquí?
¡Ladrona!
—¡No, niñucha, taytito! ¡Soltamé! —exclamó asustada, aunque sin grito,

06 Personajes Indique el personaje protagonista, antagonista y referencial. ¿Qué relación


existe entre ellos?
a) El viejo Eulalio Janampa, dueño del maizal.
b) Casimiro, hijo de Eulalio
c) Doña Nativa, mujer de Eulalio.
d) Margarita, víctima de violación
e) Juélis, padre de Margarita
e) Ruficha, Ipicha, hermanas de Casicha

07 Espacio Indique los espacios macrocosmos y microcosmos. ¿Qué función cumple el


espacio? Caracterízalo.
Los acontecimientos se llevan a cabo en el Departamento de Ayacucho,
provincia de Huanta, Juallhuayoj (maizal de Eulalio.
El espacio microcosmos es propicio para cometer delitos como el robo y
la violación.

08 Uso del El lenguaje es de estilo académico, coloquial o estándar. ¿Qué recursos


lenguaje, el literarios ha empleado el autor? Explique a partir de ejemplos.
estilo y El lenguaje es de estilo coloquial. El narrador acude a distintos recursos
figuras literarios para embellecer el discurso literario. Citamos como ejemplo:
literarias “Sólo que aquellos mismos vecinos, han tomado buena nota de la
hermosura del maizal del viejo Eulalio, para proceder en cuanto el sol
se anide”.
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09 Evaluación ¿Cuál es el aporte del autor a la cultura a partir del cuento?

El tratamiento de temas vigentes y el uso de técnicas narrativas


modernas sirven como influjo a los narradores últimos de nuestra
región. A sí mismo, la coloquialidad del relato le otorga un sabor regional
de ritmo y oralidad incomparable.

10 Valoración ¿Qué opinas acerca de la actuación del protagonista?¿Qué ideas nuevas te


ha sugerido el texto y qué puedes aplicar a tu vida para tu desarrollo
personal? A partir de lo leído, ¿cómo concibes la realidad?, ¿Cuál es tu
apreciación personal?
Porfirio Meneses trasladó a sus creaciones la vida multiforme y mul-
ticolor del mundo andino en el que le tocó vivir y dio sus primeros
balbuceos en el idioma quechua con sus angustias y sus pasiones.
Meneses habla el quechua antes de aprender a expresarse en
castellano, en el que ha escrito sus mejores cuentos. La posesión de la
lengua aborigen le permite exteriorizar posteriormente el mundo anímico
que vierte en su obra. En sus producciones literarias prevalecen, su
identidad con el medio físico, social y natural, y gracias a ello puede
mostrarnos la fisonomía humana de la región. Sus cuentos muestran,
con frecuencia, las galas de un fino humorismo de raíz criolla, con la
salsa picante de un sensualismo instintivo.
Ayacucho registra dos realidades diferentes: La de los hombres que
viven en las punas adustas, castigados por el frío y las tempestades
sobrecogedoras, y la de las gentes de los cálidos valles de la quebrada,
dedicadas a las faenas de la siembra y la cosecha, cuya existencia
transcurre en las labores agrícolas y de la crianza del ganado y la
vigilancia de las chacras. Meneses sintió juntamente con los hombres
de los andes los embates de la naturaleza y trasladó magistralmente a la
literatura todas estas vivencias.

2. BALTAZAR AZPUR PALOMINO (1948-2000)


2.2. BIOGRAFÍA
Nació en Huamanga. Su educación Primaria y Secundaria los cursó en Andahuaylas. Fue
poeta, narrador con estudios lingüística, profesor principal de la Universidad Nacional de
San Cristóbal de Huamanga. Ha publicado obras de creación y ensayos lingüísticos:
canto a la naturaleza (poemario), Caricatura y anecdotario andahuaylino, El español
ayacuchano de los siglos XVI y XVII, Lectura lingüística de Los ríos profundos y Método
fonológico para la enseñanza de la lectura y escritura. Fue profesor visitante de la
Universidad de Oviedo (España). “La manzana de la discordia”, motivo de la presente
antología, es un relato muy tierno que involucra al lector a valorar el amor materno sobre
todas las cosas.
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2.3. TEXTO SELECTO


LA MANZANA DE LA DISCORDIA

Existió en mi vida una segunda madre, mucho mayor que mamá Natividad. Se llamaba
Jacinta y vivía sola en el Jr. Ayacucho, a dos cuadras de mi casa. Era una anciana alta,
ágil, de huesos firmes. Caminaba apurada y muy erguida. Nadie le adjetivaba “abuela”, a
pesar de que su faz estaba tan garabateada por el tiempo, surcada por profundas
arrugas. Todo empezó con la broma de mamá Naty, cuando un día, exaltada de felicidad
(¡Un relámpago en su cielo siempre nublado!), me obsequió a doña Jacinta, famosa
cocinera, solicitada siempre por las familias adineradas del pueblo. Era su amiga y se
hallaba sentada a la puerta de su casa, calentándose a los tenues rayos del sol de la
mañana. Tomados de la mano íbamos a la feria, cuando ella, apenas vio a la anciana,
me dejó a su lado, supuestamente para librarme de la tropelía de la feria sabatina
(entrecruzamiento de personas y animales, llena de barro por la lluvia de los días
anteriores).

He aquí a tu hijo, doña Jacinta, Te lo regalo.


¿Cómo era posible que regalara a su hijo querido?, flor de su vida, a ese hijo – según
decía- iba a ser con los años un obispo, su “entierro mayor”. ¡Ser obispo era una cosa
grande! El don más preciado que una madre pediría a Dios. Esta valoración la comprobé
a raíz de la visita pastoral que hizo Monseñor Castro, de la Diócesis de Abancay.
Recuerdo que el prelado llegó a Talavera para cumplir con su tarea pastoral de prever a
los niños el santo sacramento de la confirmación. Era un obispo gordo, descollante,
vestido de púrpura. Llevaba un bastón dorado, sin ser viejo, y una sortija de oro, muy
grande, que besábamos de hinojos, adultos y niños. El recibimiento al reverendo prior,
entre repique de campanas fue incomparable: todo el pueblo asistió a su encuentro. Los
niños de las diferentes escuelas formamos un corredor humano de casi dos kilómetros,
desde el parque de Talavera hasta Aqosqa Grande, agitando banderines y cadenetas.
Hizo su entrada triunfal entre vítores, rezos, alabanzas. En su avance hacia la plaza de
armas, ya en Aqosqa Chica, cuando el purpurado pasaba debajo de un inmenso Pisonay
coposo (de flores rojas en forma de pico de loro), ocurrió un hecho prodigioso, según los
feligreses; las flores al voleo cayeron desde lo alto como gruesas gotas de lluvia roja.
“Milagro”, “milagro” murmuraban los devotos, acrecentando rezos, cantos, vivas, aunque
no faltó un impío que dijo; “se trata de una corriente de aire que hace volar a los loritos”.
El obispo, con rostro de santo, calmadamente, nos bendecía a todos, cegándonos con el
visillo de su anillo. ¡Valía la pena ser un obispo..!

¿Era éste su hijo, obispillo en ciernes, objeto de un regalo? Naturalmente, también yo lo


interpreté como una gracia, una tomadura de pelo y me arrellené al lado de mi nueva
“madre”, envuelta en su nuevo rebozo guindo, quien, amorosa, me extendió su faldellín
para sentarme. ¡Desde ese momento algo ocurrió en mi vida! Pasados unos minutos,
tierna y diligente me hizo pasar a la cocina para invitarme un pocillo de leche fresca y
panes untados de mermelada de níspero. Mientras sentado a la mesa, habilitada de
cajones de madera, devoraba los panes, sus manos huesudas, empezaron a retocar mi
cabello, rectificando con el dedo índice, sobre todo, la raya perfecta del costado izquierdo
de mi peinado, que le costaba siempre trabajo a mamá Naty. “Pobres, pero con el
estómago lleno, me dijo, tal vez al verme demasiado delgado. Desde hoy día,
desayunarás y almorzarás en casa”. Se sentó en un banquillo frente a mí y empezó a
auscultarme. Miraba de diferentes ángulos el lunar de mi cara y mis pestañas que decía
que eran largas y arqueadas. Mientras me aumentaba más leche, alegrándose de tener a
la mano, habló para sí; “Es exactamente idéntico. Es él”.
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Ya en casa entre otras ocurrencias, comenté la frase última que no llegué a entender en
absoluto. Mamá me dijo que algún día me explicaría sobre ese asunto. Omití, sí, contar lo
de desayuno y el almuerzo que me prometía doña Jacinta. Lo mantuve en secreto durante
mucho tiempo.
Todas las mañanas, camino a la escuela de varones Nª 655, paladeaba apurado el
desayuno que me tenía preparado al paso mamá Jacinta (había comenzado a llamarla
“mamá”, para darle gusto y ganarme aún más sus atenciones gastronómicas. ¡Vaya que
le encantaba! Hacía lo mismo con el almuerzo, a la vuelta de la escuela al medio día (por
lo general éste consistís en dos platos de comida exquisita, calentada del día anterior).

Me las arreglaba para que todo sucediera de una manera natural: desayunando y
almorzando en ambas casas. Sin embargo, a raíz de un hartazgo que me llevó hasta el
consultorio del sanitario Baca, los hechos se precipitaron. Sucedió el día del cumpleaños
del señor Altamirano, en su casa de campo, cerca del puente Santa Rosa, casi a orillas
del río Chumbao. Mamá Jacinta había sido solicitada para preparar la comida. Previo
acuerdo con ella, estuve en esa casa a mediodía, luego de una travesía de caminos
estrechos, chacras y cercos mucho antes de la hora oficial del almuerzo. Había mucho
movimiento en el patio y los corredores, música de cumpleaños al fondo, ladridos de
perros galgos amarrados. Mamá Jacinta puntual con mi horario escolar me tenía ya
preparada una comida extra; bistec con papas y huevos fritos. Mientras comía en un
rincón, sentado en un poyo, y ella se ajetreaba entre tres o cuatro ayudantes de cocina,
finiquitando en potaje, ingresó al ambiente la dueña de la casa, acompañada de su hija
Nancy, una grácil muchachita con vestido floreado, que alguna vez había visto en una de
las misas dominicales. Se cruzaron nuestras miradas y, avergonzado, sonrojé hasta las
orejas que me ardían. Mamá Jacinta me presentó como a un hijo y le explicó que
adelantaba mi almuerzo para regresar a tiempo a la escuela, a las 2.00 p.m. La señora no
solo aprobó con agrado el hecho, sino me “invitó” formalmente al almuerzo. Mamá
Jacinta, congraciada con este gesto, me convenció que faltara a la escuela, “alguna vez”,
que ella sabría justificarme con el profesor que le debía muchos servicios… Después de
dos horas, se sirvió el opíparo banquete que consistís en relleno de chancho, choclo y
queso frescos, caldo de gallina y cuy chactado con tallarines de casa. Las mejores
presas, como era de esperar fueron ara su “hijo” querido, con tal grave consecuencia que
esa noche cogí una severa indigestión. Amanecí con mamá Naty a mi cabecera hipando
de tanto llanto. Víctima de una crisis nerviosa que me sobrevino, con cargo de conciencia,
casi en estado de delirio, empecé a confesar los pormenores del atracón y otras faltas
(llegar tarde a mediodía, la falta de apetito con las comidas que preparaba mi madre, que
al verme inapetente, hacía esfuerzos por complacer mis gustos).

“¡Con que así era! ; arrebatarme a mi hijo por el estómago”, -hablaba para sí misma. A
partir de ese día se vetó la amistad de la “señora” Jacinta (la palabra señora sonaba
despectivamente). Nunca más… Mi madre en su desesperación por disuadirme soltó
todo lo que sabía acerca de ella. Exclamaba con ira que era una anciana insana. Hacía
muchos años andaba “tocada” a raíz de la muerte de su hijo de diez años, aquel aciago
día que el río Chumbao, turbio y crecido con las riadas, enlutó su hogar, ya en duelo con
la muerte de su esposo. Fue en la época en que los niños, temerariamente, entrábamos al
río a pescar truchas, llevados por el comentario de los mayores que decían que en las
crecidas, “a río revuelto”, los peces sobrenadaban en la superficie. Durante mucho tiempo
se la veía correr por las orillas del río en pugna por adelantar a la corriente, escavaba las
aguas con desesperación. (¡Cuadro desgarrador que conmovía al pueblo!)… De esos
años le quedó la manía de andar reconociendo en los niños de la calle, rasgos de su hijo
desaparecido, para luego raptarlos al encanto de dulces y manjares, que faltaban estando
su hijo… ¡Cuánto lío con la policía!
En su instinto maternal de protección, mamá Naty, a pesar de lo crecido que era, reinició
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acompañarme a la escuela. Al pasar por la puerta de mamá Jacinta, apuraba los pasos,
perfilaba la nariz y me jalaba de la mano. La anciana a la puerta, inquieta y desesperada,
me llamaba con señas. Como todos los días, mamá no podía perder tiempo (se lo
impedía su trabajo de costurera y ama de casa), trazó la estrategia de cambiar mi
itinerario, aunque esto significaba una vuelta a la redonda para dar con la escuela. Esta
acción no tuvo el efecto esperado, porque mamá Jacinta se enteró de la jugarreta y
encontró un cruce de caminos de herradura como punto de encuentro clandestino, al
regreso de la escuela, a mediodía: “Come, hijo mío, no me impedirán alimentarte”- me
decía jadeante cada vez más entrañable y amorosa, besándome en la frente y en las
mejillas, que eludía por su aliento fuerte a ajo y su extraño picor. Me brindaba su comida
que traía en portaviandas desportilladas. Me alimentaba casi a paso, al pie de un níspero
frondoso. A esa hora crucial de las 12 m., el almuerzo me caía de maravillas, pero este
comportamiento me creaba un clima de remordimiento: estaba traicionando a mi madre,
aún cuando comía poco para no rehusar la comida en casa. Si alguna vez lo rechacé fue
peor: mamá Jacinta se echaba a llorar desconsoladamente… ¡Qué apremio vivir en estas
circunstancias!

El encono entre ambas, crecía a diario, como crece el río invernal, de oleadas y
salpicaciones turbias. ¿En qué desembocaría? No solo dejaron de hablarse, sino de
mirarse. Cada una evadía a la otra. Un día, sin embargo, coincidieron en el templo –
según dijo mi madre- porque ambas eran devotas del niño Jesús de Praga. Pero ni el niño
logró una reconciliación entre ambas. Cada quien empezó a colocar los cirios en los
lugares más cercanos al santo, creyendo ser preferidas. En ese jaleo –como decía mamá-
por poco se queman las manos “ja, ja, ja”.
No puedo precisar cómo terminó esta rencilla entre ambas madres, porque al año
siguiente, ausente en la ciudad de Ayacucho, por motivo de estudios (tía Carmen,
hermana solterona de mi padre, se había comprometido asumir con mis estudios), nunca
pregunté por carta la suerte de mamá Jacinta…
Se reconciliaron –decían- por iniciativa de mi madre que había asimilado el amargo aroma
de la ausencia del hijo. Al ir a pedir perdón a la “rival”, mamá Jacinta, lejos de mostrase
rencorosa, la recibió con los brazos abiertos. La incorporó a su grupo de oraciones por la
salud del hijo…
Cuando regresé después de varios años, me dijeron que ella había fallecido. Sentí un
golpe terrible en el alma y empecé recién a valorarla. Pocos años después, mamá Naty
también partió. Desde entonces, doblemente huérfano, me culpo y sufro de haber
fomentado ese triángulo amoroso y haber sido la manzana de la discordia.
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COMPRENSIÓN DE LECTURA

1. ¿Con cuál de los personajes te identificas?, ¿por qué?


…………………………………………………………………………………………………………
…………………………………………………………………………………………………………
…………………………………………………………………………………………………………

2. ¿Cuál sería tu actitud si fueras en yo narrador? , ¿por qué?


…………………………………………………………………………………………………………
…………………………………………………………………………………………………………
…………………………………………………………………………………………………………
3. ¿Quiénes se disputan el amor del hijo?
…………………………………………………………………………………………………………
…………………………………………………………………………………………………………
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…………………………………………………………………………………………………………
4. ¿Por qué el niño, al final del cuento, se sentía doblemente huérfano de madre?
…………………………………………………………………………………………………………
…………………………………………………………………………………………………………
…………………………………………………………………………………………………………
5. El cuento está narrado en ………….…….. persona. Transcribe un ejemplo.
…………………………………………………………………………………………………………
…………………………………………………………………………………………………………
…………………………………………………………………………………………………………

6. Anote el significado de las siguientes palabras en el contexto textual: rehusar, diligente,


opíparo y hartazgo; luego redacte un párrafo.
…………………………………………………………………………………………………………
…………………………………………………………………………………………………………
…………………………………………………………………………………………………………
………………………………………………………………………………

3. SÓCRATES ZUZUNAGA HUAITA

3.2. BIOGRAFÍA

Sócrates Zuzunaga Huaita (Ayacucho, 1954), es autor de los libros de relatos Con
llorar no se gana nada, y Taita Serapio, de la novela Recuerdos de lluvia y de los libros
infantiles Takacho, Takachito, Takachín y Florecitas de Ñawin Puquio. Premiado y
finalista en importantes certámenes de narrativa como El cuento de las mil palabras de
Caretas, COPE de cuento y el Concurso Internacional Juan Rulfo de Cuento.

3.3. TEXTOS SELECTOS

UNA MARIPOSA AMARILLA


Sócrates Zuzunaga Huaita

Cogió la tuna con el índice y el pulgar de la mano derecha, la hizo girar y la arrancó. Se
desprendió de la maraña de pencas espinosas y continuó buscando con la mirada alguna
otra fruta madura.
A cien metros de allí, desde un trigal, se alzó una bandada de palomas que fueron a
posarse sobre un frondoso guarango. La mujer aventó sus trenzas hacia atrás, levantó el
ala de su viejo sombrero de paño y se enjugó el sudor con la manga de su camisón.
Desde antes de que saliera el sol, estaba trajinando entre las pencas del tunal, tratando
de llenar de tunas maduras un cesto de carrizo que colgaba de uno de sus brazos. Había
sentido en sus carnes el cuchillo del gélido viento andino, mientras esquivaba ramas de
matorrales y espinos de cactus y pencas; había visto aparecer al sol tras los cerros de
oriente, disipando la bruma y entibiando el ambiente mañanero; había visto pasar a los
campesinos tras los rebaños, llevando a cuestas herramientas de labranza; y, sin
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embargo, solo había conseguido reunir media docena de tunas, entre blanquillas y
coloradas. Suspiró con cierta desesperanza y continúo trajinando entre las espinosas
pencas del tunal. Anoche había llovido un poco. El sol brillaba en las hojas húmedas de
los árboles y en las piedras. Ahora, el cielo se hallaba un tanto despejado, azul, con
algunas nubes blancas enredadas en la cumbre lejana de los cerros. De pronto, la mujer
se sobresaltó y viró el rostro hacia el monte.
Se oyeron algunas pisadas y el chasquido de ramas rotas. Un zorzal chilló alarmado y se
alejó en raudo vuelo rozando con sus alas las pencas del tunal.
–No tiasustes, mamay Cristina –le habló un muchacho adolescente, irrumpiendo en el
tunal, delante de otros tres–. Estamos llegando rapidito nomás. No te vamos a
comprometer. Por favor, ayúdanos, mamay.
Ella estuvo a punto de lanzar un grito, pero se contuvo con una mano sobre la boca;
empezó a temblar al ver las armas que traían los muchachos. Estos venían sudorosos,
vestidos con ponchos y pantalones andrajosos, llenos de polvo y con la frente perlada de
sudor.
-Daño no tiaremos, mamay –continuó hablando el muchacho–. Ayuda nomás queremos
pa seguir adelante. Será tu colaboración con el partido, tu granito diarena a favor de la
lucha armada.
Los ojos de la mujer cobraron un brillo de tristeza y miró su cesto de tunas. Se alzó el
sombrero de paño y se sentó sobre el pasto húmedo de rocío matinal.
–Yau, Tomascha, contigo sia iu mi Doroteo ¿Cómo está él?
Los muchachos se sentaron en torno a la mujer y empezaron a comer las tunas.
–Están ricas, mamay.
–Jugositas están, dirás más mejor.
La mujer fijó la mirada en una de las armas que reposaba sobre el pasto. En la punta del
cañón, una mariposa amarilla abría y cerraba sus alas.
Tomascha y Doroteo habían crecido juntos, llevando las ovejas hacia los cerros,
pescando truchas en el río, jugando pelota en los corralones. Después, leyendo y
escribiendo en la escuela de Andamarka, recibiendo los azotes del maestro cuando no
cumplían con las tareas. Luego, ya adolescentes, metidos en estos líos.
Un día, el maestro desapareció en una redada nocturna. Semanas más tarde, su cuerpo
fue reconocido al borde de una fosa común. Llevaba en uno de sus bolsillos su infaltable
libretas de apuntes.
–¿Cómo istá mi Doroteo, Tomascha?
Una sonrisa triste se dibujó en el rostro del muchacho. Hizo un gesto señalando las
cáscaras de tuna amontonadas junto al canasto.
22
–Pa sus cuyecitos, mamay.
La mujer entrecerró los ojos mirando al resto de muchachos y empezó a llenar de
cáscaras de tuna el canasto. De pronto, una bandada de palomas pasó cruzando por
sobre el tunal. A lo lejos, se escuchaba el rumor de una caída de agua, entremezclado
con algunos ladridos.
–Ya tenemos que irnos, mamay. Los milikos nos están siguiendo.
Los muchachos cogieron sus armas y se levantaron. El sol ya estaba muy alto y
alumbraba con fuerza sobre la tierra. Se escuchó un rebuzno prolongado en la distancia.
–El Doroteo mia encargau que le entregue esto, señora.
El muchacho depositó sobre las manos de la mujer un portadocumentos viejo, de color
negro. De él sobresalían algunos papeles escritos y una cadenita dorada que refulgía con
el sol de la mañana. La mujer se estremeció e intentó hablar, pero solo le salieron unos
gemidos enredados en saliva y llanto. Antes de desaparecer tras sus compañeros, el
Tomascha dijo:
–El Doroteo ya no volverá, mamay. Resígnese usté. La mariposa amarilla revoloteaba
sobre las cáscaras de tuna del canasto.
ACTIVIDAD: Represente los episodios en forma de gráficos.
23

FÍJESE, PUES, COMPADRE


SÓCRATES ZUZUNAGA HUAITA

¿Qué por qué le tengo tanto miedo a mi mujercita?...


Qué caray, usté no la conoce tuavía, compadre. Es que ella tiene un genio harto coleroso,
aparte de esa su juerza de toro arador que le liacumula en los brazos…Púchika, usté
tuavía no la ha visto agarrar la lampa pa desyerbar las sementeras. Ni el más pintadito de
los peyones la puede ganar en ese ajetreo, señor…¿Acaso?, por eso, yo no le pueydo
aceptar ese traguito que mistá envitando, compadre. No se vaya a resentir…No, no, ni
siquiera siatreva a piensar en eso que mistá diciendo. Yo no pueydo hacer eso,
compadre…A cualquier otro cristiano le pueydo sacar la chochoca pero a mi mujercita ni
piensarlo, señor…Y pa quiusté no esté cavilando mal de mí, y quizás ya piense quisoy un
amujerau o un malograu de la cabeza, voy a cuentarle mi historia desdiún prencipio,
desde cuando me casé con su comadrita…

Empezaré diciéndole quial día siguiente nomás de nuestro matrimonio, uno de nuestros
vecinos nos regaló un perrito bien bonito, harto gracioso y muy jueygador, paque cuide la
casa diciendo…Y como ya era maltoncito el animal, y harto zalamero, su comadrita
aymismito se congració con él. Y, fíjese pues, que empezó a llevar al animalito por todas
partes…¿Iba a comprar en las tiendas del pueblo?...el perro tras ella. ¿Iba a pastiar las
ovejas en el cerro?...el perro tras ella. ¿Iba a lavar la ropa en el riachuelo?...el perro tras
ella…Y así…Y desculpe la grosería, compadre, pero tengo que decirle quiasma cuando
su comadrita se iba a bajar de peso en el chiquero del chancho, el perro jijona estaba tras
ella, husmeándole lo quizasabe…Y nuira sólo eso, compadre…En el colmo de los colmos,
el perro llegó a dormir con ella en nuestra misma cama matrimonial. Y yo, carajo, por mi
lau, que soy harto remilgoso pa esas cosas, no carajo, dije, el perro tiene que dormir en
su lugar, o sea en el patio de la casa, sobre su pellejo de carnero. Pero, su comadrita, que
no y que no y que no, que pobrecito el animal, que pobrecito se va a congelar con la
helada de la noche, que esto y que lo otro…Y yo que no quería peliarme con su
comadrita, compadre.

Es un reciencito nomás, pues, nos habíamos matrimoniau. Por eso, liaguanté nomás
todos esos caprichos…Y así me tuve que resignar nomás a soportar las tantas pulgas que
el perro pulgoso nos traía a la cama…Pasó el tiempo…Y llegó el día en que el perrito,
como que era animal engreiu, empezó a sacar pa ajuera toda su mala crianza…Primero
24
jue que se comió todo un queso entero que su comadrita istaba guardando con tanto
esmero pa hacer su papita a la huancaina…Ella, al ver eso, descolgó la jeta, acercó la
boca hacia una de las orejas del perro y le dijo: ¡cuidadito nomás! ¡va una!...Y
continuamos viviendo nuestras vidas de lo más bien, como si nada malo hubiese
pasau…Y así llegó otro día de malcriadez: esta vez, el perro se comió todo el estofau del
almuerzo. Entonces, nueyvamente, su comadrita descolgó la jeta, acercó la boca hacia
una de las orejas del perro y le dijo: ¡Cuidadito nomás! ¡van dos!...Y, nueyvamente,
continuamos viviendo nuestras vidas, como si nada malo hubieses pasau…Y así, con el
tiempo, el perrito llegó a cometer otra falta: esta vez, el animal se metió en el gallinero y
se comió todos los huevos quiuna gallina nuestra istaba empollando…Esta vez sí, su
comadrita siamargó harto, volvió a descolgar la jeta, acercó la boca hacia una de las
orejas del perro y le dijo: ¡te jodiste! ¡Van tres!...Y cogiendo una reata de maguey, ahorcó
al animalito en el molle de nuestro patio, señor…Y eso que quería harto a nuestro perrito,
como usté ya sabe…¿Y yo que tengo que ver con todo esto?...Fíjese, pues, compadre:
una noche, llegué a micasa un poco mariau, después diaber parrandiáu con algunos
amigos…y mi señora, o sea, su comadrita, descolgó la jeta, acercó la boca a uno de mis
oídos y dijo: ¡cuidadito nomás, Rogelio! ¡va una!...Por eso, pues, yo no le pueydo aceptar
ese traguito que mistá envitando, compadre…

2.3. COMENTARIO

Los textos arriba citados se ubican dentro del cuento indigenista. Nos muestra enseñanza
de actos de valentía, lecciones de la vida simple pero cotidiana que cualquier otro tipo de
conflictos o historias de amor. Así mismo nos muestran las peculiaridades, costumbres y
pensamientos de los indígenas así como su folklore, es decir, creencias y costumbres de
las indígenas.

Zuzunaga enfatiza la importancia del discurso y describe personajes de los cuentos en


el marco de los ritos y creencias de los pobladores andinos. El autor reconstruye la
funcionalidad de la narrativa oral en el mundo andino que adopta el carácter de
evidenciar el pensamiento abstracto andino y reivindicar la territorialidad ancestral. En el
aspecto temático se desarrolla la idiosincrasia de los hombres andinos como el caso de
“Fíjese, pues, compadre”. El relato inicia a partir de un diálogo que entablan dos
compadres. El yo narrador reconstruye la historia del perro que es muerto por su dueña, a
quien teme el protagonista. El final es irónico. En los textos selectos encontramos el
empleo de nuevas técnicas narrativas con un dominio a todas luces.

COMPRENSIÓN DE LECTURA

1. ¿La historia está narrada desde 1º, 2º 3º persona gramatical? Precise y transcribe un
ejemplo.

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2. Indique el personaje protagonista, antagonista y referencial. ¿Qué relación existe entre
ellos?
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…………………………………………………………………………………………………………
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3. Indique los espacios macrocosmos y microcosmos. ¿Qué función cumple el espacio?


Caracterízalo.
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……………………………………………………………………

4. ¿Qué opinas acerca de la violencia?


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……………………………………………………
5. ¿Qué opinas acerca de la actuación del protagonista? ¿Qué ideas nuevas te ha sugerido el
texto y qué puedes aplicar a tu vida para tu desarrollo personal? A partir de lo leído, ¿cómo
concibes la realidad?, ¿Cuál es tu apreciación personal?
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…………………………………………………………………………………………………………
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………………………

6. Completa la historieta
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TESTIMONIO DEL AUTOR

DISCURSO DE SÓCRATES ZUZUNAGA HUAITA


PREMIO COPÉ ORO DE LA II BIENAL DE NOVELA
PREMIO COPÉ INTERNACIONAL 2009

La nostalgia y la lectura me hicieron escritor. Si me


pidieran que les enseñe escribir poesía, cuentos o novelas, no sabría decirles cómo
hacerlo. No conozco ninguna estrategia o norma para escribir esto que escribo.
Simplemente escribo nomás. Las ideas se me vienen no sé de dónde. Así, de ese modo,
van naciendo las poesías, cuentos o novelas. Esto quiere decir que escribo sin ningún
plan hecho con antelación. Escribo cuando llega el momento de hacerlo. Es una
necesidad imperiosa cuando las ideas y los pensamientos no me dejan vivir en paz. O
sea, escribo espontáneamente, como crece la hierba en los campos o como fluyen los
27
manantiales en los valles de mi tierra natal. Soy como se dice, un escritor empírico. Yo no
he recibido ningún tipo de preparación o estudio para ser escritor. Yo creo que he
aprendido a escribir gracias a la lectura, gracias a muchas experiencias vividas. Eso sí: yo
leo mucho. Leo poesía, cuento o novela de todo tipo. Leo desordenadamente, sin seguir
un plan, obedeciendo los dictados de mi estado de ánimo. He dejado muchos libros a
medio. Leo sólo lo que me interesa, lo que me ayuda a vivir, lo que me llena el alma. Y
así, poco a poco, me voy perfeccionando en la escritura. Igual que un albañil o carpintero
que aprende el oficio, escribo viendo o captando lo que escriben o han escrito los demás
escritores.
En la época de mi juventud, yo concebía a los escritores como a unos seres muy
especiales, tan distantes a una persona normal, dotados de una singular habilidad y
educación. Un escritor era -para mí- un personaje que pertenecía a una clase social muy
especial, a una suerte de grupo muy remoto al cual yo nunca quizás podría acercarme,
¿Cómo podría ser yo igual que Ciro Alegría, Gabriel García Márquez o César Vallejo? Ni
siquiera podía yo imaginar con aquello. Vivía muy perturbado por lo insólito de esa
profesión. Pero aún así, frente a esto, yo empecé a escribir. Escribía y escribía; mientras
leía y leía. Y así con tanto esfuerzo y dedicación, llegué a convertirme en lo que soy
ahora. Un escritor poco conocido; pero, al fin y al cabo, un escritor. Yo creo que así, de
ese modo, escribí una sola gran obra, de gran extensión.

Con el tiempo, para participar en los diferentes concursos literarios, empecé a disgregar
toda esta obra. Así, se fueron desprendiendo mis cuentos que, en realidad, son capítulos
de esa gran novela que escribí. Bueno, ahora permítanme decirles que empecé a escribir
en la ciudad de Ica, donde estudiaba para ser ingeniero agrónomo. La nostalgia de mi
tierra ayacuchana de mis padres y amigos, influyó mucho en esta tarea. Vivía solo, en un
cuarto, y en una ciudad extraña, lejos de mi verdadero mundo quechua. De día asistía a
la universidad y, de noche, escribía sin cesar. A veces, agolpado por la pena y la
nostalgia, me ponía a llorar. Me echaba en la cama, cruzaba las manos por detrás de la
cabeza, y meditaba en todo lo quo estaba haciendo, mirando el techo de la habitación.
Oía el pasar de los vehículos por la pista y recordaba que yo había nacido en la sierra: me
preguntaba por qué diablos estaba yo allí, estudiando Agronomía. Entonces,
experimentaba un gran vacío, un enorme sentimiento de nostalgia, y me levantaba y leía
los papeles que había escrito en ese día. Y volvía a preguntarme: ¿Qué hago yo aquí,
escribiendo estas cosas? ¿Llegaré a ser escritor algún día? A veces, entre lágrimas,
rompía lo que había escrito. Pero, había una fuerza que me impelía a seguir escribiendo
sin cesar. Yo amaba a mi pueblo y detestaba esa ciudad. Allí, no conocía a nadie. Todos
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los personajes, a quienes yo amaba, se hallaban en mi pueblo. Y seguía escribiendo y
escribiendo. Yo era muy joven entonces y poseía ese vigor indómito y turbulento que
posee el hombre en esa etapa de su vida. La literatura me atrapó y se posesionó de mí.
Como todo joven, yo estaba influenciado por los escritores que admiraba; Arguedas,
Alegría, Vallejo, Francisco izquierdo Ríos, Gabriel García Márquez y otros.

Escribía de cosas que yo conocía, de la vida de la sierra, de sus paisajes, de hechos que
a mi me habían ocurrido en la niñez. Escribía con esa viva pasión con que escribe un
joven que sueña con ser escritor y que está seguro de que, más adelante, será muy
admirado, para la envidia de todos aquellos que se habían reído de mí cuando les hice
saber de mi intención de ser como Arguedas o como Vallejo. Esto es una curiosa y muy
difícil de explicar, aunque muy fácil de comprender para uno que quieres ser escritor.
Claro, a esa edad ¿quién no sueña con la fama? Yo anhelaba ser conocido, querido y
admirado por mis obras, tal como lo sueña un escritor joven o como sueña con la fama un
joven jugador de fútbol. Sin embargo, me daba cuenta de que llegar a eso era algo
maravilloso y radiante, halagüeño, pero sumamente lejano, incierto y casi inalcanzable.
Por esos días, también me daba cuenta de que publicar un libro era muy difícil si es que
no cuentas con medios económicos para hacerlo. Pero, la perseverancia es la
perseverancia, y el que persevera logra hacer realidad sus propósitos. Cuando estaba
estudiando Educación para ser maestro, irrumpió en mi vida un escritor quien ya había
oído hablar o ya había leído algunos comentarios sobre su obra literaria en los
periódicos. Se trataba del escritor Félix Huamán Cabrera, y fue él, precisamente, quien
me dio un empellón hacia adelante. Me dijo que yo ya debía publicar mis cuentos, donde
él publicaba sus libros. De ese modo, publiqué mi primer libro: CON LLORAR NO SE
GANA NADA. Era la primera vez, aparte de mi padre Ricardo que alguien me daba a
entender concretamente que lo que yo estaba escribiendo tenía algún valor. Ese
momento, recuerdo que me dije: ¡voy a ser escritor, carajo! No sé si esa noche o después,
me emborraché de alegría. Después de algunas correcciones, durante un año, por la
distancia en donde vivía, en Ayacucho, el libro apareció en el mes de enero de 1989.
cuando le consulte a algunos escritores o poetas que leyeron mi libro sobre lo que podían
predecir del destino que tendría mi obra y la crítica literaria que ésta recibiría, me
respondieron que eso lo dejara al futuro, que el libro caminaría hacia un buen fin, ya que
en éste estaban muchos cuentos que habían recibido distinciones literarias muy
importantes. He aquí que me ocurre un acontecimiento digno de mencionar: el último
cuento del libro, Ayataki, fue recibido por algunos lectores como el mejor del conjunto de
relatos, porque – según ellos- era un cuento de lo que verdaderamente estaba ocurriendo
29
en el interior del país, como producto de una inhumanidad y violenta represión militar
contra inermes y desvalidos campesinos, so pretexto de combatir al movimiento
guerrillero de los alzados de Sendero Luminoso. Pero, también hubo críticas al
movimiento de quienes lo tomaron como una apología y propaganda al terrorismo
guerrillero de los alzados en armas. Esta última concepción me causó cierto temor, ya que
en nuestro país se había desatado una represión militar irresponsable y sin límites, y que
como producto de eso estaban desapareciendo cientos o miles de gente inocente, como
estudiantes universitarios, profesores, intelectuales, poetas y artistas, quienes en su labor
cultural y artística tenían al pueblo como protagonista principal, con sus sueños de libertad
y justicia social. En la sierra donde me encontraba, tuve que esconder mis libros bajo
tierra, para evitar que los militares lo encontraran. Aparte de esto, casi no hubo críticas
sobre este libro, salvo el de la revista Caretas y el de Roque Ramírez en un diario de la
capital. Ahora retomo el tema de la guerra popular en esta novela, La noche y sus
aullidos, ganadora del presente concurso. En ella narro, con una ficción muy cercana a la
realidad, todo lo que aconteció en mi pueblo ayacuchano. No quiero hablar más sobre
eso, ya que espero que lean este libro que, en esta oportunidad, me está otorgando la
satisfacción de sentirme jubiloso y complacido de haber ganado este prestigioso galardón.
Yo que, hasta hace algunos años atrás, había sido sólo un joven maestro que soñaba con
ser sublime anhelo o ilusión que todo eso me tenía confundido y meditabundo, con un
extraño sentimiento de terror al fracaso, a la burla de quienes ya estaban enterados de mi
afán literario… Todo lo que escribo es, en el fondo, autobiográfico porque utilizo sucesos
y rasgos extraídos de mi experiencia personal. A veces, hago uso de materiales reales y
vivos que son, tal vez, demasiados directos y crudos para los propósitos de mi trabajo
artístico. Lo que hago es algo parecido a confundir los límites de lo real y lo imaginado.
Inconscientemente, describo sucesos de un modo determinado porque en realidad ocurrió
así, y, para enriquecer mi trabajo artístico, exagero las cosas de algún modo con la
intención de impresionar al lector. Por ejemplo, el personaje de mi relato en realidad
existió; pero, no actuó así como lo escribo. Eso me ha traído algunos desplantes o
disgustos, pues los que en realidad conocieron al personaje, en la vida real, alegan y
protestan diciendo que el protagonista no fue así. Y, encima, se enfadan y llegan a
odiarme por ser ellos familiares cercanos de dicho personaje. Lo que ocurre es que yo
tengo el instinto de la creación y me resulta casi imposible hacer una trascripción literal de
mis vivencias o de lo que fui testigo. De ese modo, trabaja mi memoria, noche y día, y no
lo puedo controlar, y mis historias fluyen libremente en mi cerebro, con matices
nostálgicos, lo que me impele a escribir sobre cosas que yo he vivido y experimentado.
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Puedo estar viajando en un bus, cuando, por ejemplo, súbitamente, recuerdo a la lluvia en
mi tierra.

Entonces, visualizo instantáneamente a la lluvia cayendo sobre el pueblo; escucho su


monótono rumor característico cuando las gotas golpean los techos de calamina o teja.
Todo es tan vívido y concreto que puedo sentir a la lluvia sobre mi rostro; aspiro el olor a
tierra mojada y, aún, escucho el sordo retumbar de los truenos en la lejanía.
Este acto de recordar está lleno de una excitación extraña y anónima, de una nostalgia
ignota, de una predicción venidera. Y escucho a los arroyos correr murmurando por las
quebradas, el rasgueo de un charango o el quejido de una quena después del ruido de la
tormenta; aspiro la fragancia de la hierba mojada, el aroma de la leche en las horas de
ordeño y el penetrante olor del guano del ganado; después, escucho el súbito canto de las
cuculíes y de las perdices allá en el monte humedecido… Para expresa todo esto, tengo
que encontrar palabras, un lenguaje que sea capaz de explicar esas sensaciones
sentidas; tengo que hallar por mí mismo un idioma que dé un significado a lo que
conozco… Y aquí me tienen, pues, llegando hacia ustedes con esta novela, queriendo
compartir con ustedes mis pensamientos y sentimientos personales e invitarlos a trajinar
por los engañosos vericuetos de mi fantasía de escritor…
Para finalizar, permítame agradecer al jurado calificador y a los organizadores de este
evento literario; a toda mi familia, a la memoria de mis padres, Ricardo y Ernestina; a mi
esposa Teresa e hijos Franklin y Sumaq Urpi; a mis hermanas, Lucy, Eloy, Lis, Suly y
Suri, quienes supieron conducirme a través de la niebla; a todos mis primos, amigos y
paisanos; a todos mis amigos escritores y poetas; al Gremio de Escritores del Perú, del
cual me considero parte; a los Viernes Literarios; a mis amigos pintores que pintan el
rostro escarnecido de nuestro pueblo; a mis amigos que cultivan nuestra música andina
que tanto me apasiona, y, sobre todo mi pueblo ayacuchano y, por ende, a todo el Perú
entero. Muchas gracias…

COMPRENSIÓN DE LECTURA
1. ¿En qué medida fue útil la lectura para que Sócrates se incline a la Literatura?
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2. ¿Por qué Sócrates se considera escritor


empírico?……………………………………………………………………………………………
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3. Sócrates concebía al escritor………………………………………………………………..…


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4. ¿Qué escritores influyeron en Sócrates?
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5. ¿Cómo reaccionó la gente cuando Sócrates comentó acerca de su inclinación


literaria?………………………………………………………………………………………………
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6. ¿Por qué el libro Ayataqui fue bien recibido?


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7. ¿Las obras de Sócrates son autobiográficas?, ¿por qué?


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8.¿Qué valores podemos extraer del testimonio de Sócrates?


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3. VÍCTOR TENORIO GARCÍA

3.1. BIOGRAFÍA
Víctor Tenorio García (VITE). Nació en Huamanga el 30 de setiembre de 1941. Es
egresado de la Maestría de Literaturas Hispánicas de la Universidad Católica y del Ciclo
Doctoral en Educación de la UNSCH. Ha publicado, entre otros, los libros: El cantar de
Ayacucho, Estación de eternidad, Confidencias a la amada invencible, Alforja de poemas
y prosas, No hay mal que dure 100 años, Memorias del Uku Pacha/Retazos del vivir,
Romances de Imilla. Fue el primer Presidente de la Asociación de Escritores de
Ayacucho, (1996-1998). Premio de Poesía Quechua 2001 por la Universidad Federico
Villarreal.

3.2. TEXTO SELECTO

AMORCITO CORAZÓN
Víctor Tenorio García

Todo lo tengo debidamente estudiado, calculado con precisión. Llegaré con anticipación
como la primera vez, silbando el bolero amorcito corazón, dijo. La recibiría con unos
versos de amor en los labios, una fragante rosa roja en las manos y un hermoso brillo
enamorado en los ojos (estudiado frente al espejo). La enlazaría de la cintura y quería
besarla en la boca; pero como la conoce como a un libro abierto, ella lo rechazaría
suavemente.
32
- Me dijiste que todo sería como la primera vez y aquel día no hubo…beso; pero
cantaste para mí esa canción que luego fue nuestro bolero. Él, en su papel de experto
seductor, sonreiría encantado y musitaría al oído de la que fue su mujer.
- Es verdad, amorcito corazón; pero no podemos olvidar que ya fuimos pareja y
que…tenemos un hermoso niño. Ella se sentiría tocada en sus fibras más sensibles y
caería nuevamente en sus brazos al decirle que los ama a los dos; que como familia
tienen derecho a ser felices juntos. Sin embargo, lo que él no había previsto, (y ahora se
da cuenta), fue la respuesta.
Ella lo miró y dijo:
- Sí, familia que olvidaste para aumentar una aventura a tu colección de amantes. El
hombre se sorprendió con lo inesperado, pero reaccionó como una luz.
- Amor, dijimos que lo pasado debe ser olvidados, estoy arrepentido, te lo juro por Dios.
Olvídalo todo, como lo hacías antes. Empezaremos de nuevo.
La mujer se dejó abrazar vencida por el llanto, entonces brotaron los reproches
guardados en su amargura. Con frases hilvanadas por su dolor, le recordó al hombre sus
infidelidades, sus engaños de macho, generoso con las hembras, como él solía decir.
Revivió del olvido que, incluso de enamorados, él sabía convencerla con mucha
inteligencia y con su encanto avasallador.
- Tú eres la catedral; las otras no son ni capillas de chacra. Ésas son mi pasatiempo, tú
serás mi esposa. Recuerda que entonces ella lo aceptaba tal y como era. Pero ahora,
después de todo, el hombre se da cuenta que se aprovechó de la ingenuidad y de su
inocente curiosidad de muchacha enamorada.
Todo lo tenía calculado al milímetro, se dice, pero no previno un final diferente. Había
pensado que recibiría reproches e imaginó las escenas por venir.
Unas lágrimas brotarían de sus ojos de mujer engañada. Sin embargo, él la iría
envolviendo con sus palabras; consolándola; repitiendo sus promesas con sabiduría. Que
todo cambiaría, que él sería hombre sólo para ella y para su hijito. Se golpearía la frente
(como lo practicó frente al espejo), con la palma de la mano, como despertando de un
sueño y luego de suspirar, musitaría con emoción…¡Y es varoncito! Seguiría hablando
con aire soñador. Le secaría las lágrimas con un pañuelo mojado en colonia. La florearía
con palabras tiernas en tono confidente, acariciando la cabellera de su mujer, todavía
hermosa y apetecible. Pero con todo su gran dominio del mundo femenino, no pudo
adivinar que ella no acababa de llegar de la provincia, como lo dijo. Si no que estaba ya
más de ocho días en Lima, y que había averiguado lo imposible. De saberlo, habría
cambiado su estrategia. Pero no, siguió con lo planificado. Recuerda que levantó el busto,
alzó el mentón y dijo con aplomo:
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- Tengo el cuartito que ocupamos durante nuestra primera luna de miel. ¿Te acuerdas
que tú me robaste?
- No. Tú me raptaste con engaños y yo ingenua te seguí. El hombre la corrigió con
calculada gracia: No, digo que tú me robaste el corazón. Se frotó los brazos con disimulo
y empezó con sus promesas: trabajaré duro, como guardián nocturno y como taxista por
las mañanas y descansaré en las tardes. Ya lo verás. Después de dos meses
alquilaremos un departamentito, si Dios lo quiere. Ella lo escuchó incrédula; lo miró en los
ojos y le preguntó:
- ¿Y qué le dirás a la otra? ¿Le dirás que la dejas?
- Amorcito corazón, la dejé hace tiempo. Por eso, te hice venir de nuestra tierra. Y
mira, vienes después de una semana. Volverás allá y traerás a nuestro hijo y tus cosas.
Acá seremos felices.
- ¿No te casaste?, preguntó reiterativa la mujer.
- ¿Casarme yo? ¡Ni loco! ¿De dónde sacas eso? ¿Con quién estuviste hablando?
Fingió estar ofendido y que se calmaba sólo porque la quería.
Ahora se da cuenta, que hasta había perdido la noción del lugar donde se encontraba
y estuvieron conversando en el asiento delantero del taxi que él maneja. La gente
paseaba distraída en el cercano parque, cada quien en su propio mundo. Entonces, posó
sus ojos en la que fuera su mujer y sintió amarla realmente. Recuerda que le suplicó para
que le diese una nueva oportunidad y por, último, con su verdad nacida en lo más
recóndito de su corazón juró: Esta vez, sí nos casaremos, por Dios. La mujer volteó como
si acabase de herirla con una puñalada.
- ¿Nos casaremos? ¿No vives con la mujer que tienes acá en Lima?
- ¡No! ¡Ya te dije que no! Yo quiero reconciliarme contigo.
- ¿No te casaste con la otra?
- ¡Ya basta! ¡Ya me tienes estúpido con esa pregunta!...Perdona, disculpa, ya te dije
que no. Entonces sospechó ¿ella lo sabría todo? Recuerda que su antes mujercita dulce,
sumisa, dio por terminado el encuentro e intentó bajar del vehículo; pero el hombre la
detuvo suplicante.
- ¿Eso significa que me perdonaste?
- Eso significa que tengo tus secretos escritos en dos hojas de papel membretado, con
sellos y firmas, “amorcito corazón”, entre comillas. Lima es un pañuelo si Dios ayuda.
Calla, no digas nada. Éstas son las copias de tus partidas de matrimonio civil y católico
con la otra. Tardé un año en encontrarlas, te las dejo sobre el asiento, por si no recuerdas
lo que hiciste.
34
Muy erguida salió del automóvil. Y tras cerrar la puerta contempló al hombre vencido,
con la cabeza recostada sobre el timón y con los brazos caídos a sus costados. Antes de
partir, tocó como a una puerta, la luna semiabierta del taxi.
El juez te hará llegar las notificaciones. Ya lo sabes, hace dos años que no te
acuerdas de tus obligaciones. Nuestro hijo tiene que comer y tiene derecho a estudiar
y a ser mejor que nosotros.

3.3. COMENTARIO

Amorcito corazón es un cuento contemporáneo, el autor toma un tema que involucra a la


humanidad en general: el amor. Alrededor de esta temática giran los subtemas como la
traición, el engaño y el abandono.
Tenorio, a partir de uso de un lenguaje literario sencillo, hace relucir los sentimientos
humanos.

COMPRENSIÓN DE LECTURA
1. ¿Cuál sería tu actitud si fueras uno de los protagonistas? Subraya el personaje con
quien te identificas, luego redacta tu comentario.

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2.
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3.
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4.
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5.
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4. JULIÁN PÉREZ HUARANCCA

4.1 BIOGRAFÍA
Julián Pérez H., nació en Ayacucho. Es licenciado en Literatura y Lengua en la UNE La
Cantuta, donde ejerció la docencia de 1991 a 1994. Egresado de la Escuela de Post-
Grado de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Literatura Peruana y
Latinoamericana), en la actualidad labora en la Facultad de Humanidades de la
Universidad Nacional Federico Villarreal.
Es autor de los libros de cuentos “Transeúntes”, “Tikanka”, “Papel de viento” y de la
novela “Fuego y ocaso”. En 1995 obtuvo la primera mención en el concurso de cuento
organizado por la Asociación Cultural Peruano Japonesa; posteriormente, en el año 2003,
su cuento “Piel de utopía” quedó entre los finalistas del Premio Copé. Con la novela
“Retablo” obtuvo el Premio Nacional de Novela Federico Villarreal del 2003.

4.2. TEXTO SELECTO

CIELO AZUL DE HUAMANGA


JULIÁN PÉREZ

- Anda rápido – le dijo su madre – no seas desobediente.


Francisco arrastró su mirada por todos los rincones del cuarto. Buscaba su pelota
de trapo con la que en sus tardes de ocio, después de lustrar zapatos en el parque Sucre,
iba a jugar a las polvorientas canchitas del barrio. No atendía las indicaciones de su
madre, que le llegaban desde el corredor cuando terminó de enrollar las chullapitas.
- Apúrate, oye; tú no oyes lo que te digo, ¿no? Estás esperando que te deslome a
latigazos, ¿no? ¡Ya son las once de la mañana y tú, nada para moverte, qué muchacho
de éste!...
36
Francisco se sobresaltó, dirigió la mirada hacia donde estaba su madre y viendo
que se le acercaba furiosa con su chicote de tres ramales en la mano, respondió
fastidiado:
- Ya, mamá, ya, mamá.
- Acuérdate que llevas valor de veinte soles; le darás a mama Vicente, la
borradita…-hizo la indicación su madre, por último.
De Belén a Huancasolar no hay mucho que caminar. Una calle empinada cuelga de
Belén y se aplana en Huancasolar. Allí están los puestos de las señoras que compran
ovillos de lana de oveja y reúnen cantidades para tejer frazadas y chompas en los telares
de Carmen Alto. Francisco llegó apurado, buscó a la señora que su madre le indicó y en
medio de mucha gente la encontró amontonando sus chullapas. Se acercó y le ofreció
abriendo su mantel.
- ¿Cuánto vale? – le preguntó la casera; y desatando el mantel, escogió un ovillo
que aparentaba ser el más pequeño, lo desenrolló y en medio de la bullanga placera,
midió a brazadas la dimensión del hilo.
- Ojalá que cada ovillo sea de tres brazadas – dijo. Al comprobar y quedar
conforme, le alcanzó sin quejas los veinte soles.
- Mañana también me traes. Aquí nomás me encuentras.
- Ya, señora.
Francisco recibió el dinero y de inmediato se puso en movimiento. Dobló una
esquina y bajó por la calle F. Vivanco, casi sordo por el fuego cruzado de voces de los
pregoneros.
Los días cuando no salía a vender periódicos o a lustrar zapatos, ayudaba a su
madre en lo que tuviera a la mano. Por las mañanas venía a vender las chullapas que
hilaban la noche anterior, compraba lo necesario para el almuerzo con lo que le pagaban,
ya que no acostumbraban desayunar, y se iba a casa.
Ahora, como todos los días a esas horas, el mercado se llenaba de gente. Las
señoras venían con sus bolsas en la mano o sus mantas a la espalda; llegaban, iban
abajo, miraban un tomate, una cebolla, un puesto de carne, volvían a ver las mimas cosas
que acababan de mirar, se iban y volvían a venir. Francisco hizo lo propio; caminó de
arriba para abajo, de este lado al otro. Compró todo lo que tenía que comprar, ató bien su
mantel de compras y siguió caminando con la idea de tomar la calle que lo llevaría de
regreso a su casa.
En el trayecto se topó con un montón de gente que le llamó la atención. Voy a ver –
se dijo-metiéndose entre la gente, acercándose a mirar lo que llamaba tanta atención.
Entonces vio a un hombre al medio del círculo formado por los curiosos, vendiendo
37
papelitos en los cuales-según decía-todos podrían leer su destino. El animalito de Dios les
va a indicar la suerte-decía el hombre, dominando a un monito que al son de una música
monocorde sacaba papeles de una cajita bronceada-. Francisco estuvo buen rato
viéndolo; luego, calculando el tiempo de su tardanza y poniéndose lentamente de costado
al montón de mirones, fue saliendo al centro de la calle. Pero ni bien había reanudado
algunos pasos sintió un fuerte encontrón con otra persona. El choque hizo que soltara su
mantel al empedrado de la calle, no pudo impedir la caída. Sintió que algo de sí se
quebró, en ese ruido que hicieron al quebrarse la botella de aceite y el litro de querosene.
Se quedó aleado, sin poder hacer nada.
Jamás se había encontrado en una situación tan difícil en los dos años que vivía en
la ciudad desde que llegara prendido a las faldas de su madre, escondiéndose de la gente
como si habrían de comerlo. Aunque detestaba la ciudad y quería irse a su pueblo, nunca
había tenido problemas ni vendiendo periódicos ni lustrando zapatos. Carajo-se dijo
dirigiéndose al hombre que momentos antes le tropezó de mala manera.
- Has roto mi botella de aceite, señor, mi litro de kerosén – dijo, sacudiendo con
desesperación la solapa de su saco, luego de habérsele prendido al hombre despectivo-
págame porque mi mamá me va a pegar, era lo único...
El hombre, de saco azul, bien peinado, le miró con desprecio como si una mosca
embarrada de porquería le estuviera agarrando con atrevimiento; y, haciendo una mueca
de disgusto, le empujó diciéndole:
- ¡Quítate, basura de mierda!
Y todavía arrojó a un lado el mantel cascabeleante manchado de humedad grasosa que le
mostraba. Francisco se quedó tirado en el suelo, mientras sus ojos se llenaban de agua
hasta rebasar sus órbitas y resbalarse. El hombre se alejó; y, poco a poco, la gente que
momentos antes rodeaba al monito se aglutinó alrededor de él.
Francisco nunca había sentido tanta desesperación y vergüenza. Su cuerpo
temblaba, sus piernas querían doblarse. Se irguió como pudo y con su cara quemándole
como si se hubiese sumergido en agua hervida, se alejó del montón de gente que le dio
rabia, asco, una sensación astringente en las entrañas. Caminó sin voltear la mirada
atrás. En ese apuro no se dio cuenta que sólo le faltaba una cuadra para llegar a su casa
y se paró. Llego o no llego-se dijo, atravesado por la duda más atroz-. Y, luego de estar
parado un rato, tomó la calle horizontal alejándose de su casa.
Caminaba como pelota rodaba en una ligera pendiente, ganando de a pocos
rapidez. A esperar un carro estoy yéndome al control – se dijo llegando a la canchita de
Belén donde alguna vez jugara un partido de fulbito con los chiquillos del barrio-. Pasó
38
lentamente, dando puntapiés a las piedrecillas con tanta ferocidad como si ellas tuvieran
la culpa de todo cuanto acababa de ocurrirle. La garita estaba más arriba…
Allí tomaría un camión para su viaje, rogando al chofer. Llegaría a la casa de sus abuelos,
ya en su pueblo, y recogería esas piedrecitas de colores que allá le servían para jugar a
las vacas y a la ordeña. Mis abuelos nada me reprocharán –se dijo-, tal vez ya ni me
reconocerán.
El sol se empeñaba en horadar el cielo azul del mes de diciembre y sobre la
ciudad, que estaba tendida más abajo asemejando una laguna rojiza con destellos
reverberantes de las calaminas de los techos y el verdor de sus majestuosos pisonayes
de la alameda. El rumor de los automóviles, el ladrido de los perros y los pregones de las
placeras llegaban casi como un susurro a los oídos de Francisco. Él pensó por última vez
en la ciudad –ya se despedía-viendo salir de ella un camión con dirección a la garita
donde estaba. Pronto llegaría a su lado, en tanto él, sentado, esperaba con impaciencia
que se acercara. El crujido del vidrio fresco en su mente y no le importó, ni el chicote de
tres ramales que su madre siempre guardaba a su alcance, en uno de los pasadores del
techo de su vivienda. Todavía se acordó de la última noche en que ella, de dos feroces
latigazos, le marcó en sus nalgas verdugones alargados por haber perdido el vuelto del
kilo de azúcar en el lodazal de la noche de lluvia. Y eso de cincuenta centavitos –se dijo
viendo cerca, casi a su lado, el camión repleto de pasajeros-. Francisco se acercó
presurosos al chofer, convino con él que iría sólo hasta Niñobamba y de inmediato
empezó a trepar por la escalerilla del camión; pero en ese instante sintió que una mano
fuerte le impedía subir habiéndolo tomado de una de sus piernas.
- ¿A dónde te vas, “viajero”?
No pudo explicarse si estaba en sueños o no, porque estaba allí prendida a sus
pies su madre, chicote en mano.

4.3. COMENTARIO

Con distintos enfoques y recursos técnicos atinados, Julián Pérez aborda el tema de la
violencia en este relato. La violencia tiene en este relato una dinámica autónoma. El
protagonista padece la agresión. Se completa el panorama de esa agresión instintiva
que, desde el cerebro animal que conservamos como vestigio de la evolución.

La aceptación social del castigo físico es un hecho. Pegar a los niños y niñas es una
práctica socialmente aceptada en todos los niveles sociales. Esta aceptación social se
refleja en este relato. Todos los idiomas tienen palabras como "zurra", o frases como "una
torta a tiempo" o "un buen azote".

ACTIVIDAD
39
Remita una carta a uno de los personajes y a través de ella expresa tu sentir respecto a la
actuación de los protagonistas. Imagina que se trata de un amigo o un familiar que
requiere tu apoyo o recomendación.

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5. SATURNINO AYALA APONTE


5.1. BIOGRAFÍA
Saturnino Ayala Aponte, nació en Huanta el 23 de diciembre de 1927. Realizó sus
estudios primarios y secundarios en su ciudad natal. Culminó sus estudios superiores en
la Universidad de Educación de la Cantuta. Ha publicado los libros: Gotas de la literatura
40
oral de la provincia de Huanta, La mitología, tradiciones y costumbres de Huanta, Huanta
y el reto de Lima, Manifestación cultural en Huanta.

5.2. TEXTO SELECTO

EL AVARO
Saturnino Ayala
Don Prudencio vivía en los extramuros de un pequeño pueblo, en una casa amplia,
alejada de vecinos. Tenía un aspecto físico que no armonizaba con su edad, no era viejo,
pero parecía estar en la senectud porque tenía una pequeña joroba, sus barbas eran
largas y desaliñadas, era descuidado en el vestir y andaba rengueando apoyado en un
bastón de palo; pero si se trataba de realizar algún negocio rentable era ligerísimo y
caminaba normalmente. Nadie lo acompañaba desde que murió su esposa sin dejar
descendencia, tenía parientes en otros pueblos, hermanos, sobrinos que no le visitaban
por su carácter de gruñón, su tacañería y su desconfianza. En realidad era dueño de
fincas con rentas elevadas, de dinero cuantioso escondido en algún rincón de la vivienda.
Tenía alhajas antiguas de gran valor, que de vez en cuando, sacaba para ofrecer a algún
comprador. Aparentaba pobreza para que se compadezcan de él. No hacía gastos sino
bastante medidos para tomar sus alimentos que sólo servían para vivir.
El día menos pensado, llegó a su casa un chico de más o menos doce años, se
llamaba Pedrito y dijo ser un sobrino, que venía mandado por su papá, hermano de don
Prudencio. Fue a pasar una temporada aprovechando sus vacaciones de fin de año. Don
Prude, le hizo preguntas y repreguntas, hasta que atando cabos, llegó a la conclusión de
que era su sobrino. Aceptó su compañía, exponiéndole, previamente, ciertas reglas
estrictas que debía cumplir, principalmente lo referente a los gastos diarios de
alimentación. Sobre este particular, don Prude advirtió a Pedrito que comerían para vivir y
no vivirían para comer. Se alimentarían con lo que Dios les proporcionase.
El muchacho inexperto accedió acatar las reglas severas impuestas por el tío,
durante su permanencia en la casa.
El niño pasó tranquilo algunos días, soportando el genio y la figura del tío Prude.
Luego empezó a disgustarse porque a diario se quedaba de hambre, el tío le daba de
comer los restos del poco alimento que ingería.
Cocinaban tres veces por semana. Los otros días hacía preparar “puspu” 6 y le daba a su
sobrino las habas contándolas una por una. Inevitablemente el pequeño empezó a perder
el peso. Pensó que así no podía vivir, y se ingenió beber el agua en que hacía hervir las

6
Cosiste en haba tostada y cocida con agua y sal.
41
habas, en vez de arrojarla, de este modo contrarrestaría el hambre. A medida que pasaba
el tiempo comenzó a recuperar peso, poco a poco se fue poniendo rollizo. El tío al ver al
chico gordo, pensó que le estaba sustrayendo dinero para alimentarse en la calle. Se
puso a observarlo cuidadosamente, sin comprobar nada. Trató al sobrino con mucha
severidad para que le informara de dónde sacaba el dinero para alimentarse. El niño le
contó que no le robaba nada sino que tomaba el agua donde se hervían las habas para el
puspu.
Entonces, le dijo que también el agua del puspu le debía ser entregado a él, para
que se alimentara. El sobrino obediente tenía que cumplir con los mandatos del tío avaro.
No pudo soportarlo más. Se comunicó, con mucha dificultad con su papá, quien después
de saber el trato que le brindaba su hermano, a su hijo, le remitió el pasaje para que
regrese de inmediato a su hogar. Casi escapando abandonó al viejo tacaño. Ya en casa
contó a su familia al mínimo detalle todo lo que le había ocurrido en la visita a casa de su
tío.
Transcurrido un tiempo, los familiares se enteraron que don Prude había fallecido, y
que sus restos mortales no habían encontrado a personas piadosas que lo entierren, su
casa fue convertido en criba, por los huecos abiertos por los buscadores de las riquezas
del avaro. Sus propiedades fueron transferidas a la Beneficencia Pública.
Así terminó la triste existencia de don Prudencio, el avaro.

5.3. COMENTARIO

El autor, a través de este cuento nos habla sobre las zonas grises en las que se mueve
una parte de la humanidad. Las buenas producciones literarias hablan del lado oscuro
que tenemos y no queremos ver, nos enrostran esta parte, y nos muestran que no tiene
que ver con ser monstros, sino que la maldad forma parte de nosotros, que el mal es algo
mucho más cercano y cotidiano de lo que queremos admitir.

ANÁLISIS
Nº ASPECTOS/ ÍTEM
Or NIVELES
d
01 Autor ¿El cuento guarda relación con el contexto histórico del autor?, ¿por qué?
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……………………………………………………………………………………
……………………………………………………………………………
¿Qué características del autor está presente en el cuento?
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02 El narrador ¿La historia está narrada desde 1º, 2º 3º persona gramatical? Precise y
42
transcribe un ejemplo.

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03 Tema ¿Cuál es la idea básica que ha querido transmitir el autor del cuento?
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……………………………………………………………………………

04 Tiempo/ Las Lineal (inicio, desarrollo y desenlace); No lineal(Se transgrede el orden


acciones lineal); Circular (La historia termina donde comenzó); Paralelo( se narran
narradas a la vez dos acciones distintas conectadas entre sí) Precise y explique con
un
ejemplo.…………………………………………………………………………
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……………………………………………………………………………………
… …..………………………………………………
……………………………………………………………………………………
……………………………………………………………………………………
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05 Estructura ¿Qué tipo de discurso prevalece en el cuento? Discurso directo, discurso


indirecto, monólogo, diálogo, etc. Precise y explique con un ejemplo.
……………………………………………………………………………………
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……………………………………………………………………………………
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06 Personajes Indique el personaje protagonista, antagonista y referencial. ¿Qué relación


existe entre ellos?
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07 Espacio Indique los espacios macrocosmos y microcosmos. ¿Qué función cumple el


espacio? Caracterízalo.
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08 Uso del El lenguaje es de estilo académico, coloquial o estándar. ¿Qué recursos


lenguaje, el literarios ha empleado el autor? Explique a partir de ejemplos.
estilo y
figuras ……………………………………………………………………………………
literarias ……………………………………………………………………………………
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……………………………………………………………………………………
……………………………………………………………………………………
……………………………………………………………………

09 Evaluación ¿Cuál es el aporte del autor a la cultura a partir del cuento?


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……………………………………………………………………………………
……………………………………………………………………………

10 Valoración ¿Qué opinas acerca de la actuación del protagonista?¿Qué ideas nuevas te


ha sugerido el texto y qué puedes aplicar a tu vida para tu desarrollo
personal? A partir de lo leído, ¿cómo concibes la realidad?, ¿Cuál es tu
apreciación personal?
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6. FÉLIX GUTIÉRREZ HUAMANÍ

6.1. BIOGRAFÍA

Félix Gutiérrez Huamaní (Ayacucho). Es Licenciado en Educación por la Universidad


Nacional de San Cristóbal de Huamanga. Realizó su Maestría de Literatura Peruana y
Latinoamericana en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha publicado en
diversas revistas literarias. Es autor de los poemarios Calor del alma (1994) y Palabra
mujer (2004). Como compositor destacan sus trabajos musicales (CD): Un beso a la vida
y Los colores del amor. Ha ganado diversos premios literarios de carácter regional, así
como certámenes de folklore ayacuchano.

6.2. TEXTO SELECTO

EL CORAZÓN QUE PARTIÓ


Félix Gutiérrez Huamaní
44
Fue mi hermano menor. Era flaco como el carrizo.
Niño de Dios, niño especial, así le decían los vecinos del barrio donde nacimos y
crecimos. Carismático, inteligente, contemplativo, soñador, sencillo y alegre, que al reírse
se movía como las pajitas enclenques del campo. Siempre hubo alegría en nuestra niñez
como la alegría azul del cielo huamanguino. Reíamos jugando a la pelota, uno contra uno,
hasta hacernos llorar. Jugábamos en el patio de la casa entre las gallinas y los patos.
Nuestra pelota, una cosa casi redonda, siempre terminaba destruida. Lo hacíamos con los
pequeños retazos de las telas sobrantes del trabajo de nuestra madre. Envolvíamos uno
tras otro los retazos de diversos colores para luego cubrirlo con bolsitas de plástico
buscando su forma redonda.
-Melico, si pierdes no vas, ¿ya? te dije esa tarde del juego eterno que hoy lamento.
Esa horrible tarde en que nuestra alegría se terminó.
No recuerdo qué me contestaste en tu amargura de niño. Esa tarde jugamos hasta
herirnos. Tú ganaste el juego para dejarme así en esta soledad y en esta tristeza. Yo
tenía que ganarte para no perder tu compañía, tu alegría; pero tú, con la agilidad de tus
once años hiciste el gol del triunfo y me dejaste. Nuestro juego de aquella tarde se
convirtió en una pelea de los toros bravos o tal vez en la pelea de dos perros callejeros,
donde uno de nosotros debía ganar de todas maneras.
Hermanito mío, no entiendo hasta ahora el porqué querías ir en tus vacaciones a
ese pueblo que siempre consideramos ser el mismito infierno. Tú sabías que en la tierra
de los abuelos nadie nos quería. Ni nuestros mismos abuelos sentían que éramos su
sangre. Las cadenas pesadas, el martirio y los trabajos forzados nacían en ese pueblo; tal
vez tú sentiste la mano fría de la muerte sobre su frente para querer ir a toda costa a ese
pueblo aterrador que ahora obnubila mi mente.
- Melico, no te vayas, no quiero quedarme solo –te rogaba, con impotencia,
pretendiendo hacerte quedar.
En la pobreza de nuestra casa nada nos faltaba, porque lo más bonito para
nosotros era estar al lado de papá y mamá. Papá te quería más que a mí, seguramente
por tu inteligencia y porque eras algo especial para él. Por eso, cuando te tuvo fallecido en
sus brazos, se dio la segunda muerte de Cristo en su gran corazón. La tristeza nos llegó a
todos como un manto negro que cubre sin límite ni excepción. Hasta ahora lloramos tu
partida que ni el tiempo se atreve a borrarla.
Tu muerte siempre me obliga a recordar nuestra niñez, porque me siento todavía
culpable de tu partida fortuita. Recuerdo muy bien aquel nuestro barrio y la gran avenida
polvorienta. El molle de la esquina al cual solías trepar. Allí está siempre esperándote, sin
ningún reemplazo. El tiempo aún conserva tus huellas: todos lo que hiciste, todo lo que se
45
convirtió en un recuerdo bonito, por ejemplo, los chistes con los cuales reíamos a
carcajadas, tus calificativos de notas altas en la escuela que amábamos, los afiches que
pegábamos por cinco nuevos soles en las elecciones presidenciales de 1985.
Ya han pasado varias campañas electorales y pareciera que nada ha cambiado, tal
parece solo tu partida y mi edad. Un recuerdo eterno y avasallador se me viene a la
cabeza de aquellos días felices donde te ensañaste conmigo declarándome la guerra. No
comprendo hasta ahora qué hice para molestarte tanto.
Golpeo mi desgracia con las alas de la soledad. Sí, al igual que el mundo me siento
solo. ¿Por qué no asomaste más tu cabeza a la vida para no hacerte mi dolor? Estás
creciendo cada vez más en mí. Por largo tiempo vengo enjuagando mis lágrimas, las
reúno en mis callosas manos por tu muerte. Era un día sábado cuando partiste de viaje a
ese pueblo lejano de los abuelos.
Me contaron que ibas sentado sobre el cilindro de gasolina del único carro que va a ese
lugar. Estabas muy pensativo y cabizbajo cuando de repente las llantas del carro se
fueron al abismo. Seguro cerraste los ojos pensando en nosotros. La noticia de tu muerte
la supimos el domingo por la tarde. Papá y mamá siguen llorando tu partida, piden tu
retorno; pero tú ya no volverás, te convertiste en Melecio, el corazón que partió.
¿Tenías que morir llevándote la amargura del juego? ¿Por qué no me perdonaste
antes de partir? Pero, repito, no entiendo qué te hice. Si éramos uña y mugre, más
amigos que hermanos. Si pudiera saberlo contentaría mi alma con alguna respuesta. Solo
me queda recordar y preguntarle al tiempo cuándo será el momento que calme mi dolor.
La memoria evoca la energía de tus ojos y las frases de tu voz queda. Recuerdo también
tu inteligencia práctica cuando nuestro padre nos hacía concursar para saber quién leía
mejor y quién contestaba más rápido. Ese día, fue la primera vez que derramaste
lágrimas, cuando me viste llorar con la desgracia del protagonista del cuento leído, tal vez
fue nuestro inicio trágico de separarnos para siempre. Me viene a la mente tu cabellera
negra con remolinos y tus lágrimas que me mojaron el pecho, en el abrazo silencioso.
Pues ahora recuerdo que te parecías a ese protagonista aludido diciéndome que la vida
tiene su fin en un santiamén.
Melico, el trigo que plantamos nunca lo vimos amarillear. Hermano, ahora con mi
pesada edad te hablo al corazón que descansa en el pacífico mar de la muerte.
Siempre estarás en el río de mi pensamiento. En este mediodía de mi existencia siempre
me alumbrarán esas dos pequeñas piedras de tu mirada. ¡Ay, hermano!, cada vez que te
recuerdo hay marea en mi corazón. Así vivo buscándote en las calles más lejanas donde
solíamos ir. Fuiste bueno, por eso seguro moriste niño para hacerte angelito, como dicen
las personas del barrio, Dios quiere a los buenos a su lado. ¿Acaso el tiempo lo quiso
46
así? Aquel día que tu alma partió, metido en la oscuridad de mi cama, como un gatito, y
entre mis heladas lágrimas te dije: “Vuelve, debes volver, mañana mismo he de traerte
todos los besos del mundo, perdón”.
Han pasado tantos años, como veinte, y mi pecho sigue diciendo, si hubiera un camino de
retorno, no existiría el vacío que llevo. Sería alma de tu alma, sangre de tu sangre y no
habría laguna en mis ojos cada vez que te visito en el campo santo. Creo que desgastaré
aún más mis ojos, lo haré por ti, hermano. Paciencia, wawqicha, algún día me
perdonarás, gracias por comprenderme. Ya tengo la edad de las aves migratorias y
llevándote en mi pecho recorro a través del gran tiempo…
Tal vez hayas olvidado a Margacha, pues ella, siempre recuerda tus ojos claros.
¿Verdad que fue tu amor de niño? Ayer nomás la vi en el paradero de la esquina donde
siempre solíamos tomar el ómnibus de la línea uno y me dijo que cada mañana de lluvia
contrae su alma como aquella vez que aprendió a amar. Que para ella, quien plantó en ti
su semilla de amor, todavía hay sentido recordarte con pasión, porque el ayer, pese a los
años, no queda muy atrás. Por largo rato estuvo jugando con sus labios rojos de señorita
y antes de irse me dijo: “Estoy muy segura que nadie cantará en un verso sus hermosas
pestañas, porque sólo yo dormí en ellas, en los tiempos de amor”. Anoche tuve este
sueño bonito y era necesario decírtelo.
Siguen estando las veinte generaciones de arañas de nuestro cuarto semioscuro.
Todas están allí, duermen en su telaraña, en lo más alto de nuestra casa despintada. Tras
la vieja pizarra están las más pequeñitas, allí donde aún brilla con algunos rayitos de sol
el pinocho triste que dibujaste. Mamá dice que un día nuestro cuarto tendrá ventanas,
también fluorescente como queríamos, porque se dio cuenta que el recuerdo durmió
demasiado en esos cuartitos del pasado.
Hermano, mi alegría se postró un tiempo, porque no entendí de niño lo que la vida
da y quita. Lo vuelvo a decir, con mis apenas doce años solo veía la punta de mi nariz.
Hoy es necesario convertir en letras el pasado por más doloroso que sea. Solo lo que
dicta el corazón te lo digo, recordando los momentos hirientes y felices de nuestra niñez.
Recordando que a veces te odiaba y a veces te quería. Recordando las ropas que
intercambiábamos porque era difícil distinguir sus colores. Cuántas veces me habré
puesto tu polo verde que te compró papá, con el cual estuviste en el Motocross, dejando
en mí tu dulce voz de niño, tu mirada fija, tu sonrisa, tu andar muy parecido al del abuelo
Daniel. Sólo el tiempo en su sagrada memoria guardará los bonitos recuerdos que
recorren en la mente de la familia y en las lágrimas de mamá.
Confieso que todavía tropiezo con los baches de la vida y me siento mal. A veces
me aborrece todo lo que veo y siento. Soy consciente de todo acto y camino fortalecido.
47
El mundo ha cambiado y muchos, al parecer, gravitan sin rumbo. ¿Dónde está lo que el
hombre desea, dónde su anhelo, dónde su esperanza?, son las preguntas del día.
Ha llegado el momento de decirte sin temor, que otra vez, ya no me atacará la
tristeza momentánea del pasado, porque encontré el rumbo del futuro y el camino a
recorrer siempre será mi norte. La crueldad de castigarme va disipándose, ya no me
perseguirá ni en mi soledad. Mucho tiempo mastiqué tu muerte. Olvidar el ayer, también
es bueno, mientras se olvidan las cosas que no se deben recordar. El mismo futuro es un
arma poderosa para poder cambiar hasta lo imposible.
El sol de la mañana alumbra por primera vez mi rostro blanquecino. Por eso mismo
comprendo lo que no quise entender todos estos años. Así son las cosas, con distancia,
con ausencia, sin temor, sin tinieblas…¡Qué hermosa verdaderamente es la vida cuando
se sabe vivir! Sé que me escuchas, sé que me quieres como antes de tu muerte.
Tú no digas nada. Te comprendo. Soy por ahora una acequia y tú un río claro y
muy caudaloso. Sinceramente yo te estimo, eres mi pata, mi yunta, siempre lo serás.
Quisiera que me entiendas con esa nobleza que te caracterizó, que aquel tiempo yo
también fui niño, encarar una de nuestras riñas sería vano. Por ti ya me castigué todos
estos años, hasta que comprendí que no soy culpable. Quizá a ello obedeció mi falta más
grave de ser sumiso. Me alegra haberte dicho la verdad para romper estas pesadas
cadenas de mi autocondena.
Este tu gran hermano, aun resbala en este camino curvado, incluso, los árboles
que nacieron con mi edad ya tienen su fruto. Aguaito, por el alba, para que el tiempo nos
depare su cariño. Ya no temo ver el horizonte y voy acariciando tu partida. Hermano,
loquito, ya me hice hombre allá, en la distancia, en otros lugares donde la vida no es fácil
como en nuestra tierra querida. Ahora que me convertí en errante, regresé a Ayacucho, a
tu lado, para decirte frente a tu tumba, por última vez, perdón wawqicha. Junto a ti debo
jugar el juego de la vida, siendo necesario ganarle, para no perder en la distancia ni con
la muerte. NO me olvides, ah, ya no dejes llorar la hierba de tu especie, en los suspiros
cálidos de estos tiempos.
Han pasado muchos años y mi alma se retorció tratando de comprender el mundo
perdido de la niñez. Tú fuiste mi mundo. Tú fuiste el gemelo corazón de Vallejo. Mira, yo
me iré mañana a Lima donde forjé mi vida.
Sólo vine a tratar de reconstruir el pasado, lo que el tiempo aún no ha podido borrar de mi
mente.
48
6.3. COMENTARIO

La muerte siempre ha sido un tema literario, de un modo u otro. En Corazón que partió
también lo era porque arrancaba con la ausencia definitiva de un hermano y de hecho
durante toda la trama narrativa se sabía que uno de los personajes iba a morir, en este
caso, el hermano del yo narrador. La muerte es un tema universal y apasionante porque
es el único que todos sabemos que nos va a tocar y el único del que no sabemos
absolutamente nada y del que no hay manera de saber qué va a pasar después. Eso le
da un interés dramático universal.

El autor desarrolla magistralmente un tema que involucra a todas las personas. Este tema
afecta y preocupa a las personas de cualquier ciudad del mundo. La historia
verdaderamente mundial está a nuestro alrededor, lo que le da universalidad es la mirada
más que algo del interior de la historia en sí.

COMPRENSIÓN DE LECTURA

1. Resalte los acontecimientos más importantes del cuento, luego precisa el tema.
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2. ¿Qué opinas acerca de la muerte?


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3. ¿Qué emociones están presentes en el texto y a través de qué personajes se
manifiestan?

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4. ¿Estás de acuerdo con el final del relato?, ¿por qué?


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5. Explica: “Soy por ahora una acequia y tú un río claro y muy caudaloso”.
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7. URBANO MUÑOZ
7.1. BIOGRAFÍA
En la ciudad de Huamanga, nace el año de 1968. Recibe su licenciatura en la Universidad
Mayor de San Marcos. Dirige en 1993 la Revista “Contrastes”. Publica su primer
poemario: “La prueba Final” en el año 1988, “Tiempos de sombras/elogios del amor”
(1999). Es ganador del premio nacional de Literatura Quechua (convocado por la
Universidad Federico Villarreal) en 1997. “Relatos al atardecer” (2000) es una compilación
de cinco relatos del que extraemos “El muerto”.
Urbano actualmente radica en la ciudad de Huamanga y ejerce docencia en la
Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga desde comienzos del 2001.

7.2. TEXTO SELECTO

EL MUERTO
URBANO MUÑOZ

Han sido los soldados, así escuché en mi colegio en el mercado. El cargador


estaba ebrio cuando le detuvieron y le pidieron sus documentos, para burlarse de su
persona, por eso ya de lejos les gritó: ¡chanchos asesinos!, y ellos no se aguantaron.
Han estado cinco días en la calle y nadie se ha atrevido a recogerlo siquiera por
caridad, se ha ido deshaciendo a la vista de todos.
Cuando lo vi por primera vez, ocupaba el centro de la calle empedrada y angosta
de uso exclusivo para los peatones, la gente, sin mirarle demasiado, le daba un corto
rodeo o saltaba sobre él, como si sólo se tratara de un borracho nivelándose en el sueño.
Al día siguiente seguía en el mismo sitio, olía bastante mal y la gente corría por sus
costados tapándose la nariz. Entonces me detuve. De pecho sobre el suelo, los cabellos
desgreñados y sucios, el rostro, pies y manos hinchados: venía ropa vieja remendada y
sandalias desgastadas por el uso. Un hilo de sangre partía de su sien izquierda,
introducíase en su axila y formaba debajo una mancha oscura.
Dos días después el olor ya recorría varias calles a la redonda y pocos se atrevían
a pasar cerca. El cadáver parecía una morcilla gigante, que humedecía con una sustancia
negra el suelo a su alrededor. Algunos perros se peleaban rabiosamente encima y no
había modo de echarlos.
Al quinto día le recogieron los mismos soldados, y nadie ha dicho nada en los
periódicos ni siquiera en la radio, que está suela y suena en esta ciudad con toque de
queda.

7.3. COMENTARIO

Urbano, es sin duda, uno de los narradores ayacuchanos que agudamente se ha


aproximado al tema de los años de la violencia política en el Perú, a veces haciendo
referencia explícita a ellos, otras veces a través de complejas analogías históricas y
50
construcciones paralelas. Como prueba citamos uno de sus relatos con el título "El
muerto".

Una razón principal para el éxito de la narrativa indigenista ha sido la curiosidad acerca de
la sierra por lectores en las ciudades. La violencia en los años ochenta y noventa
aumenta el interés por lo que acontece en la sierra. La violencia política constituye un
elemento que define e identifica a una generación de escritores de las dos últimas
décadas del siglo pasado con relación a sus producciones narrativas, especialmente del
sur y del centro del país.

La muerte es omnipresente en el arte, especialmente en la literatura. No hay un solo


escritor que no haya tocado el asunto de la muerte, de una forma o de otra, en su obra. A
veces sin mencionarla, sugestivamente. A veces con referencias atroces. A veces de una
manera natural, como algo que se sabe habitual en toda vida. La muerte es infinita, amorfa
y oscura e intangible. Su secreto es que no existe en sí misma, es ausencia de vida.

Como motivo literario, la muerte es tema y trasfondo, asunto y contexto. Comparte con el
tiempo la extraña dualidad de la existencia en la existencia. Todo es en ella, ella es en
todo. Es final con transcurso y con precedente. Término, principio y recorrido. Todo a un
tiempo. Y a un tiempo, la nada.

El hombre piensa la muerte como drama porque intuye que la vida es un don que en la
muerte y por la muerte se pierde para siempre. Y ese sentimiento es más fuerte que la
convicción de que hay vida más allá de la vida. Es más imperioso e inmediato que ella.
Después, el tiempo se hace cargo de que la resignación se apodere de la conciencia y le
reste fuerza al dolor por la pérdida de lo tangible. Urbano alterna estas condiciones íntimas
del hombre, las equilibra, las enhila, las superpone, las combina y va más allá, se
preocupa por la muerte como proyecto, como sueño recurrente, como fatalidad a plazo
lejano o como angustia y miedo constantes durante la vida. En el texto selecto, el
personaje principal es un cargador, muerto por los soldados.

COMPRENSIÓN DE LECTURA

Crea tu propia actividad respecto a la lectura

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8. MARCO CÁRDENAS
8.1 Biografía
Marco Cárdenas (Huanta, 1962). Es administrador de empresas. Integró la Asociación
Cultural Libro Abierto (Lima) y fue Presidente de la ANEA (Ica). Fundó talleres y revistas
de literatura en Ica, donde residió por varios años. Se dio a conocer como novelista tras la
publicación de su libro El quinto evangelio, en el año 2000 (en la actualidad está en
circulación la segunda edición), causando polémica en el ámbito literario y social.
También es autor del libro de cuentos Celda sin rejas (2005) e integra las muestras
antológicas de narrativa, Ocho hacia el infinito (2004) y Allpamanta (2007).

8.2. TEXTO SELECTO

FLOR DE RETAMA
MARCO CÁRDENAS
- No lo hagas, Marcial – me dijo Ciro Muñoz, a pesar de que él me había
conminado a llevar la guitarra; pero una extrema rebeldía me embargaba como para
quedarme callado y entonces empecé a afinar el instrumento. El salón se encontraba con
seis mesas ocupadas por grupos dispersos. Intentaba controlar mi rabia pero lo sucedido
durante la mañana desbordaba mi paciencia y apenas quedaba media hora para seguir
tomando algunas cervezas. El toque de queda empezaba a las diez de la noche y ya eran
las nueve. Había que abandonar el bar a una hora prudente, calculando el tiempo que
tomaba llegar a casa. Al fondo, en un rincón casi oscuro, bajo un fluorescente malogrado
que parpadeaba por ratos, dos sujetos desconocidos permanecían casi estáticos,
cruzándose apenas una que otra palabra de rato en rato.
- Hazlo y punto –me dijo Vidal, el gordito bigotón. A mí no me amilanaba nada.
Terminé de ajustar las cuerdas de la guitarra, tomé un poco de cerveza y empecé a
cantar:
Vengan todos a ver
¡Ay! vamos a ver
en la plazuela de Huanta
amarillito, flor de retama
amarillito, amarillando
flor de retama…

Yo acostumbraba a cantar con pasión, olvidándome de mi entorno. Como todo


ayacuchano, me extasiaba al escuchar o interpretar un huayno, más aún ahora que este
pueblo había sido silenciado y hasta esta canción prohibida. Por las noches Huamanga
parecía un cementerio poblado por fantasmas verdes. Encerrados en nuestras
habitaciones, solamente escuchábamos disparos de fusil. Algún grito ahogado que
invadía el silencio nocturno significaba la desaparición del alguien y al amanecer no nos
quedaba más que hacernos la pregunta de siempre: “¿A quién le habrá tocado anoche?”.
Las campanas de las iglesias ya no sonaban, se habían callado como los hombres.
Por cinco esquinas están
los Sinchis entrando están
van a matar estudiantes
huantinos de corazón
amarillito, amarillando
flor de retama…
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Cuando terminé la canción, reinaba un silencio total y las miradas de todos se
dirigían hacia nosotros. Pagamos la cuenta y salimos del bar. Las calles ya estaban
vacías…
***
Desperté sobresaltado por un fuerte ruido en la puerta.
Creo que no pasaron ni tres segundos desde el instante en que desperté hasta que la luz
de las linternas casi cegaban mis ojos. Serían las dos de la mañana. “¡Te jodiste, carajo!”
me dijo uno de los militares mientras me arrancaba la frazada y de un empellón me tiraba
al piso. No me dieron tiempo de pronunciar ni una sola palabra, varias botas se posaron
con brutalidad sobre mi cuerpo. A mi esposa la tenían en la cama con el cañón del fusil
dentro de su boca. Los haces de luz de las linternas se movían nerviosamente de un lado
a otro. Desde la habitación de mis hijos llegaban sollozos cargados de miedo. Eran cinco
militares los que se encontraban en mi habitación y con toda rapidez abrieron los cajones
del dormitorio. Sentí que otros hacían lo mismo en los otros ambientes. Me ataron las
manos y luego me amordazaron. Conocía de sobra lo que se había cernido sobre mí y
cómo serían las horas siguientes. Observe a mi esposa con tristeza. “¡Vamos, carajo!”,
me llevaron hasta un camión del ejército que estaba en la calle con el motor encendido y
me arrojaron sobre la plataforma junto con los libros que los había encajonado por la tarde
por miedo a lo sucedido en la noche anterior.
- ¡Operación concluida, mi comandante!
- ¡Ya vayámonos, carajo!
A los segundos, confundido entre el silencio de la noche y el ronroneo del motor,
veía pasar los faroles que desaparecían rápido como destellos desesperanzadores. Unos
rostros oscuros y devoradores se sacudían sobre mi por los baches. Mi viaje había
empezado…
***

Esta mañana me pareció una ofensa a la dignidad humana ver tantos libros
tirados por todas las calles. La ciudad despertaba aletargada. Como era mi costumbre,
antes de ir a dictar clases al colegio que quedaba a once cuadras de mi casa, había salido
a comprar pan. Me llené de rabia, de indignación, sentía ganas de llorar. Desvié mi
habitual ruta tratando de aquietarme, pero el panorama por todas partes era el mismo: la
calles estaban virtualmente regadas de libros. Grandes, pequeños, rojos, azules, verdes,
nuevos y viejos, parecía deshojarse en movimientos lentos. Una fría brisa corría por ratos.
Sentí una contracción en mi garganta. ¿Era posible coactar hasta la libertad de
pensamiento? Casi sonámbulo, compré el pan a un vendedor ambulante. Retorné a mi
casa, cerré la puerta, corrí el cerrojo y prohibí a mis hijos asistir a clases.” ¿Por qué?”, se
indignó mi esposa. Abrí la ventana y la obligué a divisar la calle. Ella conocedora de mi
aprecio a los libros, comprendió todo y movió la cabeza con resignación. Entré en mi
habitación, no sabía qué hacer, la indignación me entorpecía. Poco a poco en esta ciudad
nos habían prohibido la libertad de reunirnos en grupo, la libertad de protestar, la libertad
de hablar sobre política, la libertad de cantar y ahora nos quitaban la libertad de pensar. Al
arrojar tantos libros a las calles la gente había llegado al extremo del miedo. Cuando
hace unos días salió publicado un decreto que prohibía portar libros de tendencia
socialista o filosófica, no imaginé que las consecuencias serían tan funestas. Por
momentos no entendía la cobardía de la gente, pero luego de una prolongada reflexión,
entendí bien el objetivo del terror sistemático. Y este terror, ayer desde muy temprano,
había sido ampliamente difundido por todas las emisoras locales. No había sido casual
que reiteraran tanto sobre la muerte del profesor de filosofía, Horacio Quispe, quien había
amanecido muerto, tirado cerca de la plazuela de Santa Teresa, rodeado de libros de
Marx, Lenin, Mao, e incluso algunas novelas históricas. Sin duda, el regadío de libros era
el resultado de ese mensaje claro, conciso. El ambiente olía a pólvora…
53
Cuando me bajaron del carro reconocí el rostro del comandante Bermúdez, un
militar famoso por su crueldad. Otras víctimas también eran sacadas de otros camiones.
Muchos soldados se movían nerviosos, bajo la cómplice y débil luz que había en la base
del ejército. Me hicieron cruzar por varias habitaciones hasta que, luego de quitarme la
mordaza y las ataduras de mis manos, me arrojaron al piso de una habitación en
penumbra. Cerraron la puerta desde afuera y solo escuché pasos que se alejaban. Quedé
atontado y adolorido por los culatazos que me propinaron durante la travesía. Mi
sentencia estaba dada. Aquí no había lugar para quejas, juicios ni apelaciones. Tal vez mi
mujer, arrastrando sus angustias, iría en búsqueda del arzobispo para rogarle que se
preocupara por mi persona; pero seguramente escucharía lo de siempre. Que haría todo
lo posible para ubicarme y liberarme si daban con mi paradero. Pero cuando el
comunicado del ejército dijera que no sabían nada de mí, que ellos no hacían
intervenciones, menos violaban los derechos humanos, la pobre, como tantas otras, no
tendrían más que llorar con resignación y rezar para poder encontrar siquiera mi cadáver.
Fueron tantas las veces que dormí y desperté que me hicieron perder la noción del
tiempo. Calculaba que habían pasado unos cinco días desde mi detención. El único ruido
que escuchaba era el traqueteo de un helicóptero que llegaba o partía de la base. El
hambre y la sed me devoraban a pedazos. Ya no tenía fuerzas para nada. Mi cuerpo
estaba totalmente adormecido. Permanecía quieto, tonto, inútil, esperando mi fin, el fin
que llegaría pronto. ¿En horas, en minutos? Mi lengua parecía estática por la sed. Respiré
fuerte y sentí una mezcla rara de muerte y esperanza cuando oí que alguien corría el
cerrojo de la puerta desde afuera. Unos haces de luz cegaron mis ojos y varios botas me
aproximaron…
***

Rebelándome contra el miedo, fui a dictar clases. Caminé por todo el jirón 28 de
Julio portando un libro rojo en mi mano derecha. Mientras caminaba, mucha gente me
observaba aterrorizada. En cada esquina había dos soldados de mirada esquiva siempre
con sus fusiles en ristre. Por momentos quería arrojar el libro y hasta me arrepentí de mi
temeridad. Casi confundido, llegué al colegio cuando el alumbrado ya se encontraba
dentro de las aulas. Saludé al director y luego me dirigí al salón donde me tocaba la
primera hora. La indignación no se me había pasado. Por más que hice denodados
esfuerzos para mantener la coherencia sobre el tema que trataba, me desvié de ella y
empecé a hablar sobre la libertad de expresión y la importancia de la literatura como
traslación del pensamiento hacia la sociedad. El tema me había apasionado tanto, que sin
darme cuenta ya estaba hablando sobre lo sucedido en la mañana. No me percaté de que
mientras hablaba con efusión, un auxiliar que tenía apenas tres meses trabajando en este
plantel me había estado observando parado en la entrada del aula. Me di cuenta de mi
error y volví al tema inicial. Un alumno me preguntó algo sobre lo anterior y por un
momento sospeché que este podría ser un infiltrado del ejército. Me sentí tonto,
desubicado. Sin poder terminar la clase, me dirigí a la dirección y pedí al director
dispensarme por el resto del día. “Tenga cuidado, Víctor, no caiga en la valentía tonta, ya
sabe cómo estamos”, me dijo sin dirigirme una mirada. Salí asustado. El sol quemaba
fuerte, las tejas de los techos de las casas parecían más rojas…
***

¡Dos nombres, solo dos hombres y serás libre!-me cayó un patadón en el flanco
derecho a la altura del hígado. Me retorcí de dolor porque una garra pareció arrastrarse
desde mi estómago hasta mi garganta.
- No sé… nada – respondí apenas.
- ¡Carajo, eres un serrano imbécil! Sabes que de aquí no sale casi nadie. Te estoy
ofreciendo una oportunidad. Si colaboras puedo ser gentil contigo. Te lo repito, dos
nombres nada más y la libertad todavía podría existir para ti.
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- …no sé nada…
- ¡Ah! ¡Pobre huevón! – Me cayó otro puntapié en el estómago-. No me hagas
perder el tiempo, mira que estoy siendo pasivo. Tengo muchas cosas que hacer, carajo.
Colabora con nosotros y te librarás del infierno, hasta es posible que te ayudemos para
que te vayas a Lima con toda tu familia. Sabes que hay muchos que ya hicieron el
recorrido que has empezado y es posible que no los hayas vuelto a ver; ¿quieres que te
pase lo mismo? ¿Tus hijos valen menos que el partido y tus estúpidos ideales serranos?
- ¡Vamos, profesorcito, no seas imbécil!
- No pertenezco a ningún Partido. Soy un simple profesor, no…
- Eres terco, cholo, muy terco. Todos ustedes son de la misma condición, son más
brutos de lo que me imaginaba antes de venir a este pueblo lleno de ignorantes. Tenemos
pruebas, hemos incautado tus libros rojos y sabemos de tus camaradas; no te hagas el
huevón.
El comandante Bermúdez se puso tras del escritorio, encendió un cigarrillo y sonrió
mientras exhalaba el humo; sus ojos claros parecían salirse de sus órbitas. El capitán
Diez Canseco esperaba impaciente mis declaraciones sentado al escritorio, moviendo los
dedos nerviosamente sobre los teclados. Tres soldados de baja estatura y rostro cetrino
eran los encargados de molerme a golpes. Ya los tenía metidos en mi memoria. Parecían
cancerberos hambrientos. Mis manos amarradas en la espalda, estaban casi muertas,
adormecidas por lo ajustado de las ataduras. Tirado con la oreja pegado al piso, sentía
que mi corazón sonaba en mis oídos.
- ¡Quiñones, refréscale la memoria, carajo!
Vi que el soldado Quiñones ajustaba sus mandíbulas y me atizaba con su mirada
de cobra. Más rápido que un rayo, su bota derecha se hundió en mi estómago y antes de
que asimilara el primer golpe, otro puntapié me cayó en la boca. Contraje mi cuerpo y
cerré los ojos. Sentí un sabor caliente y salado en mi lengua. Mis ojos parecían ver luces
dispersándose en la oscuridad. El camino a la muerte era oscuro, ingrávido.
- ¡Quispe, échale agua al huevón! – escuché como en sueños. Otro patadón en la
espalda pareció quebrarme en mil pedazos.
Cuando salí del colegio con dirección a mi casa observé que las calles estaban
pobladas de soldados haciendo la labor de recogedores. Tiraban millares de libros sobre
las plataformas de los camiones del ejército. El sol que caía pesado sobre mí desde la
altura limpia y azul del cielo, me hacía sudar completamente. La gente pasaba indiferente
a lo que sucedía en su entorno. Ya se había hecho costumbre comunicarse lo menos
posible y evitar quedarse observando algún cadáver caído en enfrentamiento o por
accidente. Era normal pasar sobre los muertos. La vida y la muerte se dividían la
posibilidad en partes iguales.
Llegué a mi casa sudando por el calor. Me quité la camisa y me puse un polo
blanco. No acepté tomar el refresco que me ofreció mi esposa. Mis hijos se encontraban
viendo televisión. Ingresé a la habitación donde estaban mis libros, bajé todos de los
estantes y los encajoné. De hecho tenía que deshacerme de ellos como ya lo había hecho
la mayoría de personas. En esta ciudad no existían excepciones, la regla era para todos,
y el costo del desacato, uno solo: la desaparición. Luego de haber encajonado todos los
libros de filosofía, historia y política, pedí a mi esposa dejarme descansar y luego de
recostarme en la cama, me quedé dormido.
Cuando desperté vi que el reloj marcaba las cuatro y treinta de la tarde. Con cierta
resignación, me levanté, me lavé la cara y le dije a mi esposa que por la noche
arrojaríamos los libros a la calle. Me sentí sumamente inquieto. Necesitaba conversar con
alguien para descargar mis angustias. Tomé una taza de café mientras pensaba llamar a
algún amigo. Luego de un rato, marqué el teléfono de Ciro Muñoz, un colega muy locuaz
que trabajaba en la universidad, con quien compartíamos prolijas tertulias. “Lleva tu
guitarra para cantar un poco, a ver si lo animo al Gordo Vidal”, me dijo antes de
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despedirse y quedarnos en encontrarnos en el bar El morochuco. El miedo parecía entrar
en mi ser como fría serpiente…
***
- Bueno, terruquito, hoy es tu última oportunidad para cantar.
Otra vez la misma habitación, los mismos soldados, el comandante Bermúdez, el
capitán Diez Canseco, la misma máquina de escribir, el mismo escritorio. Una vez más
tendría que experimentar un nuevo método de tortura, ya había perdido la cuenta de
tantas pesadillas. Mi lengua ahora estaba literalmente pegada a mi paladar debido al
hambre y mis intestinos se ahorcaban entre ellos. Un plato lleno de tallarines se
encontraba sobre el escritorio. Yo había pasado días sin probar alimento ni agua. Sentado
en el piso, con las manos atadas a mi espalda, esperaba otra paliza.
- Vamos, profesorcito, esta vez vamos a ser buenos contigo. Tu hijo está por
terminar la secundaria y como no queremos que queden retoños de árboles venenosos,
de ti depende su futuro. Tu hijita ya tiene un culito comestible y tú sabes cómo somos de
aguantados los que servimos a la patria. Vamos, hoy estamos con paciencia y este plato
de tallarines puede ser tu primer premio – el comandante Bermúdez cogió un tenedor y se
metió un poco de fideos a la boca. Sus ojos saltones parecían penetrar en mi ser.
Mi lengua intentaba despegarse de mi paladar y mi respiración era entrecortada.

Todos parecían girar a mi alrededor.


Me imaginé ocurriéndoles atrocidades a mis hijos y a mi esposa. En mis
pensamientos se dibujaban continuamente dos rostros de unos colegas míos. Hacía todo
lo posible por borrarlos y no delatarlos en mis momentos de dolor.
El tiempo parpadeaba.
Pasó mucho rato antes de que el comandante Bermúdez volviera a dirigirme la
palabra.
- Vamos, profe, la guerra está hecha de ganadores y perdedores. Ahora te tocó
perder y estamos arrasando desde la raíz con toda la mala hierba que creció en este
pueblo.
- Volvió a meterse más fideos a la boca.
Mi desesperación aumentaba.
El color rojo de los fideos me trajo vagos recuerdos que me hicieron temblar. Mi
cabeza parecía de piedra.
Quedé callado por varios minutos antes de contestar:
- No sé nada, ya lo he repetido mil veces. No conozco a nadie del Partido, mis hijos
no tienen nada que ver con esto, si quieren mátenme de una vez – respondí
esforzándome para hablar.
El comandante se rió con sarcasmo.
- Recapacita, profesorcito, ya te he dicho que hoy tengo mucha paciencia. Este
plato de tallarines es tuyo. Hoy podrías empezar una nueva vida. Piénsalo bien antes de
seguir encubriendo a esos tus camaradas asesinos – se metió más fideos a la boca.
- No sé nada…
- No te preocupes, piénsalo, responde con inteligencia, no creo que seas tan bruto.
Pasaron varios minutos silenciosos.
- ¿Y, profe?, ¿ya se dio cuenta de que sus ideales arcaicos no caben en la
sociedad actual? ¿A quién quiere salvar a estas alturas? Deje que los indios vivan con el
costo de su ignorancia, el mundo está hecho para los triunfadores.
Vamos, sea inteligente, respóndame con calma.
Silencio.
- Esperaré pacientemente…-comió más fideos.
Los minutos pasaban. Mi cuerpo no dejaba de temblar.
- ¿Y profesorcito? ¿Ya le entró la lucidez?
Quedé mudo.
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- ¿Qué me dices?
- No sé nada, no sé nada…-hubiese querido lanzarme sobre el plato, pero no me
quedaban fuerzas. Sentí que el hambre se desesperaba en mi interior, estrangulándome
la garganta. Todavía me dolían los huesos por la corriente eléctrica a la que me habían
sometido días antes.
Por un momento me pareció ver miles de lombrices saliendo del plato.
Pasamos en silencio otro largo intervalo.
- Este huevón nos hace perder el tiempo, comandante.
Déjemelo a mí. Los terrucos son salvajes que se creen héroes- se paró de su asiento el
capitán Diez Canseco.
El comandante Bermúdez eructó como hipopótamo.
Sus ojos saltones giraron hacia todos lados.
Su silencio me asustó. Pensé que iba a arrojarse sobre mí.
- Bueno, este hijo de puta ya me hizo perder mucho tiempo. Encárgate, Diez
Canseco, tengo que hacer – el comandante hizo sonar su garganta y escupió un gargajo
sobre los tallarines que sobraron. Se me acercó, “¡hijo de puta!”, me dio un puntapié en la
cara, luego salió apresurado. Quedé más idiotizado.
- Muy bien, terruquito, se te acabó la oportunidad. Empieza a saborear tus últimas
horas y no te digo que reces porque todos ustedes son ratas que no creen en Dios. Pero
te juro que no quedarán ni huellas de tu apellido…¡Quispe!, dale a este huevón el último
plato de tallarines que tragará en su vida.
Antes de poner el plato delante de mí, cada uno escupió sobre los tallarines y
salieron riéndose a carcajadas.
Hay que vivirlo para entender que el hambre extremo no conoce de ascos…
***

El helicóptero se dirigía hacia las áridas quebradas de Huanta, como yo había


escuchado tantas veces. Sin duda, estaba llegando al final de mi historia. Dentro de la
nave se encontraban seis soldados: mis conocidos torturadores y otros tres que llevaban
a sus pies a otro hombre convertido en estropajo como yo. Ya nada me extrañaba, el
ocaso absoluto oscurecía mis emociones. Al observarlo bien reconocí que aquella otra
víctima era el profesor de filosofía Leonardo Oré, un colega que enseñaba en el colegio
San Ramón. Los soldados, con los rostros ceñudos, iban en silencio.
- ¡Prepárense, carajo, la operación comienza¡ - vino bamboleándose desde la
cabina hacia nosotros el capitán Diez Canseco, luego de unos veinte minutos de vuelo.
El helicóptero dio un giro de unos noventa grados y bajó de altura, ya estábamos
en el cañón por el que transcurría el río Huarpa como gigante serpiente marrón.
- ¡Vamos, carajo, primera operación!
Abrieron la puerta de la nave y un aire frío pareció extraerme del sopor. Cogieron al
profesor oré, quien temblaba con los ojos cerrados, y lo pusieron al borde de la puerta
mientras lo sostenían del cuello de la camisa. Tenía las manos atadas a la espalda.
- ¡Por última vez, mierda, dos nombres!
- No sé…
- ¡Habla, imbécil sino quieres desaparecer para siempre!
- Ya lo dije…no sé nada.
El aire entraba en ráfagas.
- ¡Por última vez, terruño de mierda, dame dos nombres!
- No sé nada, por fav…
- ¡Abajo, carajo, un terruco menos!
En milésimas de segundo vi desaparecer el cuerpo del profesor y oí un grito fugaz
apagado por el ruido de las hélices.
El capitán y dos soldados se me acercaron, me levantaron en vilo, y luego me
pusieron al borde de la puerta. El río Huarpa corría devorador.
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- ¡Dos nombres o sigues tú, huevón, se te acabó el tiempo! Te hemos dado varios
días para que lo pienses.
- Ya lo dije, no conozco a nadie, no sé nada…
- ¡No seas huevón, no quedarán rastros ni de tus hijos si sigues negándote!
Escuchaba con dificultad y el cuello de la camisa me estaba ahorcando.
- ¡Por última vez, terruco hijo de puta, dos nombres!
Ya me sentía en el vacío.
- ¡No sé nada, no sé nada! ¡Mátenme, mátenme!- grité.
Ya no me importa la vida.
- ¡Cholo imbécil! – me volvieron de un tirón hacia el interior de la nave y una
andanada de botas se hundieron de nuevo en mi cuerpo.
- ¡Has colmado mi paciencia serrano de mierda! – la bota del capitán Diez Canseco
se estrelló en mi cara. Su rostro colorado parecía reventar-. Te tengo algo especial…-
sonrió malévolo.
***
Hubiese preferido haber sido aventado al río. Me encontraba otra vez en el cuarto
de torturas, completamente desnudo, apoyando mi espalda contra la fría pared de
ladrillos. El comandante Bermúdez, evidentemente ebrio, caminaba de un lado a otro con
una sonrisa sarcástica y por tanto una vara de policía en sus manos. El cadáver de mi
amigo el gordito Vidal había sido colocado frente a mí casi verdoso por la secuela de las
torturas. Ya no sentí nada, a estas alturas todo me era indiferente. El soldado Huamán me
miraba irónico, yo lo tenía aún en mi memoria porque fue él quien me orinó en la cara
luego de molerme a puntapiés. Los militares me parecieron ratas insignificantes.
- ¿Esto te da una idea, serrano huevón? – me dijo el comandante mientras pateaba
el cadáver y me ponía la vara en mi boca.
- Me han dicho que tu mujer ya buscó otro padre para tus hijos – el capitán Diez
Canseco dio una carcajada.
- ¿Sabes cuanto tiempo llevas aquí, profesorcito? En este pueblo las mujeres
pasan rápido de la santidad al puterío.
- Me escupió en la cara el comandante Bermúdez.
Las horas parecen polvos amargos en la garganta cuando se pide la muerte a
gritos. Mi cuerpo, molido a puntapiés, corriente eléctrica, hambre y sed, sufría de
temblores durante todo el día. Muchas veces, desesperado por el hambre, comí barro con
orina. Apenas me quedaban unos cuantos dientes. Mi saliva sabía constantemente
amarga y me dolía hasta el respirar. “Dos nombres, huevón, dos nombres” parecía tener
un eco constante dentro de mis oídos. Prácticamente yo era un fantasma, el dolor y la
debilidad me mantenían casi en la inconciencia. Apenas me movía, mi ser parecía
desintegrarse de dolor. Algunas veces, mientras era trasladado de un lugar a otro,
siempre dentro de la base de ejército, me cruzaba con algún rostro conocido que estaba
siendo llevado a golpes igual que yo y a duras penas intercambiábamos miradas
moribundas.
Ya no me estremecía ver al comandante Bermúdez pasearse con la vara en las
manos. Yo respiraba a duras penas.
- ¡Ya perdimos mucho tiempo contigo, terruco imbécil!
¿Te has fijado en que estado estás? Ahora sí, es tu última oportunidad. Dame dos
nombres de tus camaradas si no quieres unirte a tu compañero – dio otra patada al
cadáver.
- No sé nada.
- ¡Qué terco eres, cholo de mierda! – me dio un patadón en la cabeza. Ya no me
importaba mi ser, quería mi fin.
- ¡No sé nada, mierda! – grite sacando fuerzas desde lo más profundo de mi ser.
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- ¡Ah! ¡Terruco asqueroso! – me cayó otro puntapié en la cabeza-. Quispe,
Huamán, pongan de espaldas a este cabrón, vamos a ver si es hombre-. Hizo bailar la
vara en el aire y sonrió diabólico.
- ¡Mátame, asesino…concha tu madre! – mascullé a duras penas. Una bota se
posó sobre mi nuca y pareció triturarme las vértebras cervicales.
***
A veces la vida es muy sádica. Fui encontrado inconsciente a la vera de la
carretera a Huanta, luego de haber estado detenido más de tres meses.
En esta chacra donde ahora vivo el tiempo pasa como llanto apagado. Desde aquí
el paisaje se dilata entre cuadros verdes, amarillos y grises hasta perderse en una
hondonada azul, en el horizonte que parece tragarse las esperanzas. El sol tiende a
debilitarse por ratos y unos gorriones hambrientos no dejan de pelear bajo una planta de
quinua. La melancolía vuela en el aire, incolora, transparente, solitaria.
Allá, en la lejana curva que sube a Huamanga, se ve el polvo que van levantando
las camionetas de los comisionados que estuvieron aquí como dos horas y partieron
hace unos diez minutos. Ellos vinieron para recordarme que mis derechos humanos
estaban incólumes y protegidos, que mi caso se encontraba entre los folios de los
informes, que yo era parte importante de las estadísticas que en el futuro evitarían otro
enfrentamiento salvaje, inútil, anacrónico. Hablaron de resarcimientos, perdones y de
experiencias lejanas. Creo que el canadiense no entendía nada de lo que decían los
demás. Dijeron que entre ellos había un colombiano y un costarricense. Reconocí los
rostros de algunas compatriotas que afirmaban luchar por nuestros derechos.
A una distancia prudencial, cuatro policías de resguardo husmeaban como perros.
Ahora aquellos visitantes se van cargando mi historia, una historia insignificante
que será sumergida en la memoria virulenta de alguna computadora; pero yo, cansino
transeúnte de la vida, me voy apagando a rastras, ahogando mis penas en cada suspiro
escondido. Mi mujer, tozuda alma solidaria, por momentos levanta la mirada y se queda
estática, tragándose en cada suspiro el recuerdo de los hijos en la distancia. A veces creo
que es mejor no entender nada para que los ojos no se nos vuelvan tristes. Sentado en
esta silla de ruedas que me sirve muy poco en estos instantes, la apoyo sobre mis piernas
que ya no sienten nada, y con el llanto mojándose las pupilas, empiezo a cantar de nuevo:
La sangre del pueblo tiene
rico perfume
huele a jazmín y violeta
geranios y margarita
a pólvora y dinamita
¡carajo!, a pólvora y dinamita
Como anunciándome que la libertad es solo una utopía, un burro rebuzna a los
lejos.

8.3. COMENTARIO

Una de las maneras más eficientes de transmitir la memoria de los conflictos armados
o de los procesos de violencia en general, ha sido desde siempre el arte.

Es a través del arte que pueden pervivir en nuestra memoria una serie de
acontecimientos históricos, los cuales pueden ser leídos e interpretados por los artistas
de diversas maneras.

La fuente de inspiración de Cárdenas es la violencia que ha vivido el Perú. Durante años


hemos guardado silencio respecto de todo lo que ocurrió no solo durante la violencia sino
incluso después. Esto no es un derramamiento de sangre como los que tuvieron Chile,
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Argentina, Uruguay, con dictaduras militares donde había claramente una dictadura militar
monstruosa sino que muchas de las muertes atroces sucedieron con gobiernos
democráticos que los peruanos escogimos. Enfrentar la violencia que vivió Perú es
enfrentar la parte monstruosa de nosotros mismos.

Esta guerra ocurrió especialmente en la sierra y sus víctimas no solo fueron intelectuales,
historiadores, académicos, gente de la clase media urbana, sino campesinos que no
tenían nombre, que no existían. Los que murieron ya habían muerto civilmente, ya habían
muerto para el Estado, mucho antes de ser físicamente ejecutados. Eso es algo que nos
debería hacer replantear mucho de cómo nosotros entendemos nuestro propio país.

Las cifras son una cosa, otra son las huellas que los atropellos de uno y otro de los
actores violentos han dejado en el alma de la gente que han sufrido durante tantos años.
Mientras reinaba el silencio en grandes partes del Perú, muchos artistas populares
especialmente de la región de Ayacucho, y entre los desplazados que huían a las
ciudades de la costa, expresaban en sus obras ese dolor profundo de las campesinas y
los campesinos, y el rechazo que sentían frente a la violencia deshumanizante. Crearon
así, dentro del marco de los cánones tradicionales del arte popular ayacuchano, una serie
de obras excepcionales, dándole una cara visible a las penas anónimas de miles de
víctimas de la violencia. Entró la sangre a los pisos de los retablos ayacuchanos.

Las obras de Cárdenas es un testimonio valioso e impactante del rechazo y de la


desesperación que los artistas populares, y con él gran parte de la población ayacuchana,
sentían frente a la violencia. Cuando resultó cada vez más difícil levantar la voz de
protesta contra los violentos, el arte se convertía en el medio que era capaz de reflejar y
expresar en su propio lenguaje el dolor y el rechazo.

ANÁLISIS
Nº ASPECTOS/ ÍTEM
Or NIVELES
d
01 Autor ¿El cuento guarda relación con el contexto histórico del autor?, ¿por qué?
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……………………………………………………………………………
¿Qué características del autor está presente en el cuento?
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02 El narrador ¿La historia está narrada desde 1º, 2º 3º persona gramatical? Precise y
transcribe un ejemplo.

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03 Tema ¿Cuál es la idea básica que ha querido transmitir el autor del cuento?
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04 Tiempo/ Las Lineal (inicio, desarrollo y desenlace); No lineal(Se transgrede el orden


acciones lineal); Circular (La historia termina donde comenzó); Paralelo( se narran
narradas a la vez dos acciones distintas conectadas entre sí) Precise y explique con
un
ejemplo.…………………………………………………………………………
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……………………………………………………………………………………
… …..………………………………………………
……………………………………………………………………………………
……………………………………………………………………………………
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05 Estructura ¿Qué tipo de discurso prevalece en el cuento? Discurso directo, discurso
indirecto, monólogo, diálogo, etc. Precise y explique con un ejemplo.
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……………………………………………………………………………………
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06 Personajes Indique el personaje protagonista, antagonista y referencial. ¿Qué relación


existe entre ellos?
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07 Espacio Indique los espacios macrocosmos y microcosmos. ¿Qué función cumple el


espacio? Caracterízalo.
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……………………………………………………………………………………
……………………………………………………………………………………
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……………………………………………………………………

08 Uso del El lenguaje es de estilo académico, coloquial o estándar. ¿Qué recursos


lenguaje, el literarios ha empleado el autor? Explique a partir de ejemplos.
estilo y
figuras ……………………………………………………………………………………
literarias ……………………………………………………………………………………
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……………………………………………………………………………………
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09 Evaluación ¿Cuál es el aporte del autor a la cultura a partir del cuento?


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……………………………………………………………………………………
……………………………………………………………………………

10 Valoración ¿Qué opinas acerca de la actuación del protagonista?¿Qué ideas nuevas te


ha sugerido el texto y qué puedes aplicar a tu vida para tu desarrollo
personal? A partir de lo leído, ¿cómo concibes la realidad?, ¿cuál es tu
apreciación personal?
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9. HILDEBRANDO PÉREZ HUARANCCA


9. 1. Biografía

Nace el 8 de noviembre de 1942 en Espite (Chukara), Víctor Fajardo Ayacucho. Sus


estudios universitarios lo realizó en la Universidad de San Cristóbal de Huamanga, donde
fue docente después, en la Facultad de Ciencias de la Educación. Se casó con la
profesora Teófila Vallejo en 1967, con quien tuvo tres hijos. Por los comienzos de la
década del 80, fue involucrado en los movimientos sociales que afectó a todo el país y
desde entonces no se sabe más de él. Dentro de sus obras más importantes que nos
legó, está: “Los Ilegítimos” (1980), alcanzando un ribete nacional. “Entonces abuelo
aparecía”, es parte de este libro.

9.2. TEXTO SELECTO

ENTONCES ABUELO APARECÍA

- Deme su último favor, don Pánfilo- había dicho nuestra madre, según las
personas que afirman haber estado con ella, la tarde que dejó el pueblo-; y dejé que
cargue con mis dos hijos que ni siquiera llevan el apellido suyo.
62
Igual, por las mismas personas, nos enteramos que ella había llegado de cocinera
a la casa de nuestro abuelo. Sin embargo, por esa época, ya no se acordaban de la cara
que llevaba mamá. Sólo agregaban que pasado un tiempo había sido obligada a irse del
pueblo, para dejar tranquilo a nuestro padre. Y se había marchado, dando
recomendaciones a los vecinos por nosotros dos. Ya más tarde, cuando ella regresó, no
sé – si con intenciones de recogernos con permiso del abuelo o de robarnos simplemente-
supimos su nombre por boca del mismo abuelo. De esa vez ya me acuerdo, Francisco:
esa tarde estuvimos jugando en el corredor de la casa, y en eso apareció mamá en la
puerta. Cuando nos dimos cuenta de su presencia, ella nos hacía señas para salir, pero
antes que nosotros reaccionáramos, salió el abuelo: ¡Nicolaza, no me vuelvas más a
fastidiar a los chicos! Entonces mamá, bajando su mirada hasta el suelo, dio una media
vuelta y se alejó. Como te digo, Francisco, esa vez estuvimos los dos. No llegué yo a
comprender nada de eso; y tú jamás me lo supiste explicar. Tan solamente te empeñabas
a ayudarme en los mandatos que el abuelo me asignaba o me consolabas cada vez que
me ponía triste. También tú, que eras mi hermano mayor, me enseñaste a escarbar de la
tierra el fruto de la imilla, esa hierbita de flor azul morado y comer, durante la cuaresma,
en los días que abuelo nos obligaba a ayunar.
- Arréglate, Virginia, abuelo dice que vayamos a arrear las vacas…Cuida al abuelo que es
capaz de seguirnos…Come, come, Virginia; come antes que alguien nos vea…Límpiate la
boca, enjuágate, que abuelo nos revisará cuando retornemos…
Y yo allí, a tu lado, tratando de comer rápido.
También, por ese tiempo, tenía la costumbre de despertarme llorando por las
noches. Y tú solías decirme ¿Por qué lloras de noche, Virginia? Cuando íbamos a botar
los animales del corral. Igual, tampoco yo llegué a explicártelo. Solamente acostumbraba
a quedarme callada, mirando el suelo, como cuando abuelo nos resondraba. Y tú, sin
insistir, con la punta de tu poncho me secabas las mejillas. Pero, Francisco, perdóname
que nunca te haya dicho la razón de todo eso. Hoy te lo diré, para que no te vayas triste
como vuelvo a decirte, por esa fecha me daba pena hacerte sufrir con mis cosas. De ahí
que no te decía lo que en mis sueños me pasaba y hacía que me despertara llorando. Por
eso mi única forma de actuar, para disimular, era hacerte palpar los surcos que el azote
de abuelo había dejado en mis nalgas. Y tú, te quedabas mirándome hasta que tus ojos
se ponían húmedos, como queriendo zafarse de sus órbitas. En esos momentos, mientras
secabas mis lágrimas con la punta de tu poncho, recordaba: En mi sueño veía llegar a
mamá toda sudorosa, y sentarse en el poyo del patio de la casa. Entonces yo corría hacia
ella, queriendo subirme sobre sus rodillas y besarla. Lo mismo mamá, viéndome ir a su
lado, me esperaba abriendo sus brazos. Pero antes que llegara hasta ella y le diera el
63
primer beso, aparecía abuelo con su voz ronca: ¡Nicolaza, no me vuelvas más a fastidiar
a los chicos! Y ella se ponía rápido de pie, Francisco, y se iba sin voltear siquiera la cara.
Yo la seguía gritando con todas mis fuerzas, mientras que ella se perdía, aparecía, volvía
a perderse en los recovecos del camino grande. Así se iba mamá. Y es allí cuando me
despertaba llorando en la cama.
También abuelo se despertaba y gritaba desde su dormitorio: ¡Cállese, carajo! Y tú, a
media voz: Cállate, Virginia, va a pegarte. Sin embargo, yo seguía llorando sin poder
cómo callarme. Luego de un rato, abuelo salía látigo en mano para hacerme callar a
chicotazos. Ahora te lo confío: No era porque no quería. Estaba con todo el sentimiento
encima. No quería perderla de nuevo a mamá. Por eso seguía llorando en silencio,
Francisco, tragándome la saliva que se me hacía bolas en la garganta. Te acordarás de
eso. Estaba así durante horas, con un hipo que me salía de no sé que parte del cuerpo.
Hasta que al final me iría apagando con el sueño. Y, con esa interrupción, ambos nos
quedábamos dormidos a la madrugada. En tanto que abuelo, cansado de llamarnos de su
cuarto, entraba en el nuestro y empezaba a tirar las sobrecamas. Y nosotros corriendo
asustados hacia fuera con las ropas en la mano. Pero antes, cuando abuelo recién
llamaría desde su dormitorio, contestaríamos: ¡Ya, abuelo! Es que en mis sueños nos
levantábamos. Íbamos hacia el corral o estábamos arreando de la chacra de cebada de
abuelo, los caballos dañinos de don Félix Gutiérrez. Finalmente regresábamos alegres a
casa. Sin embargo, todo eso había sido en sueños simplemente. Ya cuando abuelo
retiraba las sobrecamas, para descargar su látigo sobre nosotros, nos dábamos cuenta de
que aún seguíamos en la cama. Ahí era cuando salíamos corriendo del cuarto con
nuestras ropas en la mano. Durante ese tiempo fuimos dos, Francisco. Tú fuiste mi
hermano mayor y mi padre. En cambio, de hoy en adelante, me quedaré sola en esta
quebrada de la cual decías: Odio a este lugar, porque acá nos hicieron sirvientes.
También esta mañana será la última vez que conversemos los dos. Dentro de un rato ya
harán llegar tu cajón y te llevaremos al cementerio.

9.3. COMENTARIO

Por una década y medio el Perú fue escenario y víctima de una guerra que no tuvo
trincheras ni pausas. Una guerra que algunos quisieron desconocer y que otros, tan
pronto, quieren enterrar en el olvido. En ese período, nuestra literatura no se mantuvo al
margen: centenares de relatos y decenas de novelas, escritas por autores de las más
disímiles filiaciones políticas y estéticas, aparecieron a lo largo de esos años. Un dato
cruel, quizá la primera obra narrativa sobre nuestra violencia política de los ochentas y
noventas.
64
Suele decirse que, entre un acontecimiento colectivamente devastador, y acaso
traumático, y el momento en que una sociedad se vuelve capaz de hablar sobre él, deben
transcurrir varios años de la introspección, la reelaboración íntima del trauma que precede
a la capacidad de construir un discurso o de arriesgar una interpretación. Los narradores
ayacuchanos nunca se quedaron mudos ante la desolación y la muerte, dieron un
tratamiento estético. El relato citado en este trabajo es una prueba definitiva y
compromiso asumido por decenas de escritores ayacuchanos ante el problema de la
violencia social. Es un testimonio conmovedor de una guerra que todos los peruanos, en
medidas distintas, presenciamos. Hildebrando nos muestra con un lenguaje sencillo, las
vivencias del mundo andino, en la que, a través de un recuerdo de Virginia nos
enteramos que dos niños, abandonados por sus padres, sufren el maltrato de parte del
abuelo.

COMPRENSIÓN DE LECTURA

1. Caracteriza los personajes del relato


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2. ¿Cuál sería tu actitud si fueras el abuelo?
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3. Al final de la historia nos enteramos que Francisco…


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4.¿Qué derechos de los niños se vulneran en el cuento?, ¿por qué?


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5. A partir de la lectura recrea la intención comunicativa de los siguientes personajes.
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10. VIDAL NAVARRO JANAMPA


10.1 Biografía
En 1962 nace en Vinchos – Huamanga – Ayacucho. Desarrolló estudios en la UNSCH
Actualmente se aboca a difundir cultura de nuestra región.
Entre las publicaciones que tiene, están los cuentos: “Camina hermano” (1977)
“Caramelito” (1999) “Yutitu” (2000).

10.2. TEXTO SELECTO

YUTITU
Vidal Navarro Janampa

Esta quena color hueso me robó un zorro mentiroso; pero un burrito bueno me la
recuperó. Por eso estoy juguetón, tocando huaynos y carnavales que a las cabras y
ovejas les hace: tras, tras, tris: las patitas delanteras al son de la tonada.
Me gusta, la quiero mucho, muchísimo más porque está hecha del huesito de mi
yuto que crié escondida entre el ramaje de las papas, desde que la encontré por las lomas
de Pukaqasa. Estaba recién salida del cascarón con el cuerpecito desnudo, abriendo el
piquito en débil piar. Le di abrigo en el calor de mi pecho. Desde entonces creció bien
cuidado, lejos de mi madre que gusta comer perdices.
Un día, mientras Aurelio fue tras las cabras y ovejas, su madre que había quedado
en la casa, fue a escarbar papas en la huerta a dos parcelas de la choza. Jaló la primera
mata que cayó a las manos, llevándose la grata sorpresa que entre los tallos que sacudía,
encontró una perdiz muy tranquila como si estuviera esperando a alguien. Doña Juana,
66
sin pensar dos, la atrapó arrancando el cuello de un tirón y lo arrojó al suelo. Contenta,
cogió la picota y desentrañó el surco. Los tubérculos brotaron como si fueran piedras
redondas del río.
Cuando el manto rebasó de papas, fue de regreso a la chuklla (choza). Hizo hervir
agua para desplumar la perdiz. De un dos por tres la descuartizó con filudo cuchillo.
...Regreso arreando el ganado a la hora que el sol amarillaba: ja ja, ji ji, entre risa y
risa jugando con mi perro sin presentir nada. Mamá me esperaba. Ni bien me vio, vino a
decir toda suelta, el cuentito ese que había atrapado una perdiz mientras sacaba las
papas.
- La pelé con agüita hervida a la polla, te hago esperar rico caldito.
Oí la voz de mi madre. Sin reventar una palabra corrí al huerto. De un salto
traspuse la cerca. No me detuve. Salté uno, otro y otro de surco en surco con los ojos
locos: chik, chik, chik, llamando exigente. No salía de ninguna parte. Mis ojos no volvieron
a retratarla, ni mi mano a jugar con la cabecita lisa, ni sus plumitas pardas...chik, chik,
chik...mil veces chik, chik, chik y nada. Mamá la había torcido el pescuezo. Sentí tristeza
que me vistió con su negra ropa.
Sollozando fui a sentarme en el pastizal: mi yutu, pobrecita mi yutu.
Oía mi voz que se enredaba sin remedio con el silbido del viento.
Cuando la luz fue borrada en el cielo, entré a la choza, me senté en el congo sin
descoser la boca. Mi madre me sirvió el caldo. Olí un sabor raro que me quemó la cara.
Removí el plato con la cuchara. Ahí estaba mi yuto: nada de las plumas, nada de su pico.
Sólo estaba la piernecita desnuda junto a las habas y papas sin pelar. De una cucharada
lo saqué: era un trozo de carne lista para los dientes…Cerré los ojos sacudiendo la
cabeza y presuroso salí a la huerta de clavelinas y lirios. Las estrellas jugaban en el cielo
sin alegrar mis llorosos ojos.
A la hora que cantó el gallo, estuviste aún pensando qué hacer ¿Qué? Fue cuando
una lucecita se te prendió en la cabeza: agarré la pierna. Pelé la carne del hueso. Con
una piedra empecé a limar los bordes. La luna que había salido reilona, me halló prueba
que te prueba a cada rato el sonido: tu, tu, tuuu, tutirutuu, tu, tuuu y salió un silbido como
el dulce canto de los jilgueros.
Los pichinkus festejaban el amanecer, cuando mamá vino a buscar de dónde es
que venía aquella melodía que la hizo saltar de la cama. Entonces le dije, no debías matar
a mi yuto, mamá, no tenías que arrancarle el cuellito, era la única que escuchaba los
secretos que ya sé tener. Mamá tomó en mal reparo mi pena y se alejó dominada por
fastidiosa risa.
67
…La quena en la boca: toca que toca, toca por los caminos, iba saltarín, rín, rín,
brinca acá, salta allá, sopla quena y camina poncho al hombro, chalina al cuello: así ibas
todos los días a donde ibas hasta que un día por el echadero que retozabas muy alegre,
un zorro de pelo quemado se presentó con los pelos erizados. Mostraban los cuernos
queriendo pegar cornadas. Te aprestabas a mandar granizada de piedras, cuando oíste
que te hablaba.
- No me tires piedras que no soy el que te roba; sólo vengo a escuchar la música que
tocas-
Y le propuso al muchacho que se quedó estático y confundido.
- Oye, si me prestas, seré feliz, muy feliz-
Aurelio contestó luego de desatar la confusión.
- Tengo jurado nunca prestar a nadie, no –
El zorro fingiendo pena, reiteró.
- Te juro que no me correré -
Estaba arrodillado, implorante. Aurelio volvió a negarle tantas veces, santísimas
veces te estoy rogando, diciendo no me correré, que si dudas, pisa mi cola. El niño se
dejó convencer. Puso los pies sobre la cola. Pobrecito, le puedo hacer doler. Pensando.
El zorro empezó a tocar. Un rato más, unita más. Repetía al ver que quería quitarle.
Aurelio estaba cansado de mantener los pies en la cola. En una de esas que aflojó
distraído al oír el balido de las ovejas, el zorro safó y echó a correr.
- Zorro, maldito zorro, devuélveme mi quena, mi quenita- Aurelio sentía partírsele el
corazón.
Desde aquel momento, salía tras el ganado sin la fiesta en los labios.
Buscaba por donde iba con waraka lista para quebrarle el lomo, romperle los huesos, uno
por uno molerlos.
El zorro no daba noticia. Había desaparecido. Eran ya semanas, un mes,
dos…Aurelio empezaba a perder esperanzas. No hablaba con nadie.
Guardaba la promesa de no romper el silencio, menos volver a reír, tampoco jugar con su
perro si no lograba recuperar la quena.
Una mañana que salía con el ganado, se encontró con un asno que venía
descaronado. Éste, al verle cariacontecido, le preguntó ¿Qué pena te coge, por qué tu
cara tan triste? Él, al sentir sinceridad del burro, le relató: es que el zorro, ese peludo de
hocico largo me robó mi quena. Sollozó. El asno sintió pena por el muchacho y le dijo: sé
dónde está aquel malamigo.
- Dime, aún su música es igual, ¿Cómo está el huesito, está igualito o lo mordisqueó
quizás?- Otra vez se le empozó los ojos.
68
Las cabras y las ovejas en tanto, continuaban hacia el echadero.
- No llores – dijo – fingiré que no sé nada y voy a recuperar tu quena si me pagas
cebadilla que crece en tu huerta.
Aurelio fue corriendo a la choza de donde extrajo una cegadera y cargó un manto
de pasto rociado de garúas. El cuadrúpedo luego de saciar su hambre, ordenó.
- Levanta esa penca de anku kichka (espina) y clávamelo atrás-
Sin esperar trotó por la orilla del camino; mientras el niño, corría al alcance de las
ovejas y cabras.
El asno encontró al ladrón tocando la quena para otros zorros que bailaban al son
son, quenita qué lin lin tocas: échale una pichanguita: qué lin lin, diciéndoles que la quena
era ganada con muchísimo trabajo.
- Hola, señor zorro – le dijo -, qué lindo que tocas-
Sintió halago el carnicero.
- Gracias, muchas gracias, señor cuatropatas –
Dejó de tocar. Hizo que los demás zorros se alejarán a prudente distancia.
- Dónde lo compraste, no me has dicho de quién -
- Lo compré allá, de un jovencito a quién le ando robando las cabras, ja ja ja…
- Ah…
- Y me costó caro, casi me cuesta la cola por andar pidiendo rebaja.
De momento a otro, el burro se quejó que sentía un dolor por el trasero: ay, me
duele, ay que tanto dolor; ay, ayyy, necesito a alguien como tú, para que me arranque de
un dentón esta espina que me cayó allá por el camino que pasaba. Colocó el trasero
hacia el zorro, con la cola latigueando las púas de la espina. Yo no puedo, le contestó, tú
eres un burro sin titubear dejó fluir la voz. Te juro que no clavaré las pezuñas en tu hocico.
El zorro se enfrascó en duda, luego:
- Está bien, pero cierra los ojos que de un tirón te lo jalo -
Puso la quena sobre una piedra. Se ubicó. No vayas hacerme doler.
Suplicó el asno. No, solo cierra los ojos. Obediente, simuladamente abrió uno de ellos. El
zorro dio mordisco a la punta de la esquina y de un ágil movimiento tiró la penca haciendo
rebuznar al cuadrúpedo. Cuando retrocedía satisfecho con la espina en el hocico, sintió
un patadón que destrozó la mandíbula. Yerto cayó al suelo. Los demás zorros corrieron
despavoridos. El burro recogió la quena y al trote fue a entregar al dueño.

10.3 COMENTARIO
En este relato interesante, Vidal Navarro recurre a la riquísima cantera de la narrativa
oral andina: “Yutito”, ”El zorro que robó…”. Esta historia la escuchamos en nuestra
69
infancia, contada por los campesinos con inclinación a la narrativa oral. En el relato
apreciamos la pugna entre valores y antivalores, propios de la cosmovisión andina.

COMPRENSIÓN DE LECTURA

1. ¿Qué opinas acerca de la actitud del zorro respecto al niño?


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2. ¿Tú crees que la mamá del niño actuó bien?, ¿por qué?
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3. ¿Qué valores y antivalores podemos extraer del cuento?
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4. Determina una moraleja.
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5. Formúlese una pregunta respecto al texto leído, luego redacte la respectiva respuesta.
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6. A partir de las imágenes redacte un texto dialógico.
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11 . SAMUEL CAVERO GALIMIDI

11.1. BIografía
Puquiano (Ayacucho). Es un escritor que ha cobrado ya prestigio por sus publicaciones.
Entre lo editado tiene: “Apocalipsis en don Ramón” (1981), “Un rincón para los muertos”
(1986). Es premio Nacional en novela histórica con “Amaru o la tentación”. Asimismo, ha
recibido el premio de Ensayo “Gabriela Mistral otorgado por el gobierno de Chile”.
En “Vacación interrupta”, maneja con moderna técnica y suspenso alternamente el tema
de la desaparición misteriosa de Apolonio Figarelli en el enigmático Marcahuasi,
sorprendiéndonos con un final inesperado. El discurso narrativo del relato tiene una
funcionalidad en tiempo circular.
Es egresado de la Pontificia Universidad Católica del Perú, desempeñándose también
como periodista.

11.2. TEXTO SELECTO

VACACIÓN INTERRUPTA
71
Samuel Cavero Galimidi

“Necesito estar mucho tiempo solo; todo lo que he


producido es simplemente un producto de la soledad”.
Franz Kafka

No sé si fue ayer tarde o fue pasado mañana, no sé si es que a sabiendas me


equivoco, si todo ha sucedido hace ya tiempo o va a ocurrir después de recordarlo. La
historia muchas veces tiende a contravenir su propio curso para irnos confundiendo más
aprisa. Pero el argumento de aquel día que ya pasó o que acaso siempre llegue a
destiempo, vive conmigo, me presupone, separa en dos mitades los erráticos tramos del
pretérito.
Esta mañana, cuando volvía de cobrar el cheque de mi jubilación, lo he visto
acercarse por la calle, cruzó ante mis ojos y se alejó tranquilamente hacia la esquina. Sin
embargo, sé que es imposible.
Eran los días en que Apolonio y Jesús pasaron de la universidad a la casa a
pedirme que los acompañara en su excursión. Eran fiestas Patrias. Acepté, por todo
estaba previsto, para irnos a Marcahuasi. En eso consistía lo nuestro, en hacer viajes a
las playas del sur, en acampar al aire libre, también conocer lugares mágicos, de belleza
salvaje, como Marcahuasi.
Enrumbamos con nuestras mochilas y una carpa envuelta, muy de madrugada,
hasta Chosica. Después, debíamos subir a un camión que nos llevara hasta las alturas de
Santa Eulalia. Así lo hicimos. Nuestro destino: San Pedro de Casta.
Llegamos al anochecer, después de tragar harto polvo durante el largo trayecto, de
sentir primero el sol abrazador y, horas más tarde, el viento helado que nos azotaba
continuamente. Acampamos en las afueras del pueblito, hicimos fogata. Bebemos Pisco.
Siento ganas de correr y revolcarme en los musgos; no se puede, está como congelado.
Al siguiente día debemos alcanzar la meseta trepando a pie o a bestia escarpados
senderos, y desde allí, orientándonos por las imponentes figuras de piedra, llegar al sitio
por el cual bajaremos, en cuclillas, para evitar que el peso de los bultos nos mande al
vacío. Esperamos hasta tarde. Salimos. Siluetas borrosas de nuestros guías del pueblo
un campesino y su hijo- se dibujan adelante. Cobran, se van. En una pampa reseca e
insalubre de la jalca Lizandro, nuestro nuevo guía, dice que podemos descansar, beber
un poco de café tibio, encender una fogata y las linternas, porque ya está llegando el
crepúsculo. Las sombras van cubriendo los cerros. Jugamos a las cartas, destapamos
latas de conservas, cantamos. Bebemos una botella de pisco.
72
A la mañana siguiente, nos sentimos ateridos del frío glaciar que hace. Luego, nos
apuramos a iniciar el juego. Separados en dos grupos vamos a buscar un pañuelo que
Lizandro ha escondido en alguna parte del cerro. Ahí fue que descubrieron un túnel
ciertamente mediano, algo así como una enorme cueva de zorrinos y vizcachas. Nos
agrupamos al borde de la enorme boca y todavía no terminábamos de recobrarnos del
asombro cuando Apolunio informó que bajaría, nada más para ver hasta dónde llegaba y
si había algún animal dentro. Un sol pálido y tibio ocupaba el cielo. Apolunio pidió que le
anudaran una cuerda a la cintura, lo tomamos a la broma, pero mostró tal determinación
que nadie tuvo la menor duda. Se pone mucho cuidado en que el nudo aprendido de los
Boy Scout quede firme y entre varios lo dejamos caer, es muy entretenido, si una cuerda
se acaba le amarramos otra, hasta que se agotan todas las que traemos. Mientras baja le
gritamos palabras que él responde con voz de eco, cada vez más apagada, hasta que no
podemos oírlo. Dejamos pasar un rato largo, para que le entre miedo, para castigarlo, y
comenzamos a tirar de la cuerda, sin embargo no hay modo, por más que jalamos, la
cuerda parece que se atoró. Atardecía cuando Lizandro, nuestro guía, ayudándose de
una aparente polea, descendió a buscarlo. Jesús bromeaba y era el único que se
mantenía tranquilo. Al poco rato Lizandro regresa con el otro extremo de la soga, dice que
está cortada, que la encontró sujetada de la saliente de una roca, como si alguien la
hubiese amarrado. Apolonio había desaparecido. Nos turnamos toda la noche
buscándolo, es inútil, la enorme boca que cae como abismo se lo ha tragado.
Al amanecer, Jesús se fue por ayuda. Los demás nos quedamos esperando un
milagro, que Apolonio pronto regresara sano y salvo. Imaginamos varias cosas, pero lo
que sí estaba claro era que todos nos echábamos la culpa y nadie quería permanecer en
ese lugar. Al terminar la tercera noche las provisiones escaseaban y las mochilas ya se
encontraban preparadas; nos marcharíamos, primero a San Pedro de Casta, luego a
Chosica y, finalmente, a Lima.
Cuando Jesús apareció feliz él con un equipo de rescate de una compañía de
bomberos, sólo quedábamos un puñado que todavía conservaba la esperanza de que
Apolonio saliera con vida del túnel. Horas más tarde llegaron el gobernador del distrito,
acompañado de dos policías. Preguntaron, anotaron: “Haremos el parte de la ocurrencia”,
nos dijeron. Después, se marcharon prometiendo volver con más ayuda y con el fiscal de
turno. Pensamos de inmediato en sus familiares. Difícil explicarlo. Lloramos. Los expertos
dispusieron sus aparatos de rastreo, tendieron sogas y cables sujetos a poleas, hicieron
todo lo que se puede hacer por socorrer a un cristiano en peligro. Al atardecer nos
enviaron de vuelta. Volvíamos sin Apolonio, bastante consternados, haciéndonos mil
preguntas, muchas sin responder.
73

En el viaje de retorno, subidos sobre la tolva de un camión tragamos el mismo


polvo. Mientras me acomodo la chalina pienso en Apolonio, gran amigo. Crece mi
valoración y estima por él. Trato de contener las lágrimas. Los demás callan, tienden sus
frazadas e intentan dormir. Desde el rudimento de verdad que avala la premeditación del
sueño y la vigilia, parece escucharse el mecanismo de un reloj imaginario que golpea
nuestras conciencias. Pensamos en Apolonio. El tiempo que pasa no es ya el tiempo que
debe atribuirse a la duración de esos coágulos que flotan en el remiso fondo de las
cuencas. Un famélico espacio de inquietud y zozobra desaloja a ese otro espacio
furibundo del insomnio. Las leyes del recuerdo van estramándose. Y yo evoco que pude
ser Apolonio, evoco además al que no he sido todavía: oigo a ese intruso increpándome,
registrando los pozos de la memoria donde debía estar Apolonio y yo no estuve nunca.

En los días siguientes, la radio y la televisión mandaron reportes y fotógrafos para


mantener al público informado, era su deber. Fue en vano, no se le pudo encontrar. Más
bien se armó el escándalo, aparecieron varias teorías, y se logró establecer con exactitud
que jamás se podría recuperar el cuerpo, el agujero que debía conducir a uno de los
tantos precipicios que allí habían resultaban mucho más profundo de los que se habían
imaginado. Los familiares de Apolonio Figarelli tampoco se quedaron tranquilos,
contrataron expertos montañistas, pagaron bien en dólares. En la estación policial nos
interrogaron y hasta se pidió con su abogado detenernos por presunción de homicidio.
Explicamos. Nos liberaron después de largas tratativas. Los reportajes gráficos y fílmicos
realizados, gracias al apoyo de un helicóptero, por otra parte permitieron apreciar que
aquella era una enorme falla geológica. En la parte superior presentaba la forma granítica
de una serpiente, más adelante tenía una forma de embudo que se iba estrechando
como una garganta, lo justo para permitir el paso de una persona. Después imaginaban
ellos siguiendo una hipótesis e indicios, porque más allá no se sabía lo que había – debía
descender en línea recta y quizá agrandarse como la base de una campana,
desembocando en una gigantesca bóveda donde debía estar atrapado nuestro amigo
Apolonio. También era muy posible, casi seguro así lo confirmaban quienes fueron
entrevistados- que el cuerpo del muchacho no haya caído y sólo esté atrapado en donde
no es posible rescatarlo, en infinidad de cavernas y túneles complejos y difíciles, que
hacen pensar en las arterias de una criatura monstruosa, más bien muchas serpientes. La
investigación de peritos de la Policía Nacional dictaminó que la cuerda se había cortado
deliberadamente, con un fin culposo, delictivo: ¿Una mano negra?, ¿Un acto de venganza
en nosotros? Comenzó un largo proceso judicial del que no pude librarme. El público al
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enterarse por la televisión, por las emisoras y los diarios, no tuvo más que someterse a la
idea de un Apolonio Figarelli, campeón nacional de motociclismo, perdido para siempre.

Durante varios años viví con un recuerdo, hasta la noche en que me pareció verlo y
haber hablado con él; tenía el rostro pálido y estragado. ¿Soñaba? Me contó que venía
de un sitio en que existían cosas indefinibles. Me acostumbré a oírlo. Hacía demasiadas
preguntas. “Algún día no menos imposible que otros, cuando la petulancia ceda su turno a
la apatía, podré saber quién soy”, me dijo esa vez. Lo recuerdo perfectamente. Luego
continuó: “Pero tal vez entonces ya no quiera saberlo. Para qué voy a interesarme si quizá
ese día no haya conmigo nadie que se parezca a mí. ¿En cuál espejo, que el tiempo
habrá viciado, se mirarán antes de olvidarme?”. Yo, atormentado todavía por aquel
recuerdo. Y él, una visión, una voz que me dice antes de partir: “Sólo se reconoce quien
se olvidó de pronto de sí mismo”. Quiero dormir, pero no puedo desprender la mirada del
agujero del techo. Cada vez que cierro los párpados, los ojos se abren solos y se clavan
allí. Esta situación me tortura en medio de la noche; sudando busco rápidamente en el
cajón del velador la pastilla sedante que me ayudará a transponer con éxito, una vez más,
la noche.
Una tarde en que hablaba con mi esposa, mientras hojeaba una vieja revista
comprada de remate en la Colmena, encontré una versión muy diferente de los hechos
que yo creía conocer perfectamente. El periodista César Híldebrandt, desde la primera
línea, decía en su reportaje televisivo que él era un escéptico y que jamás había aceptado
la versión oficial: un joven, hijo de un político, con las capacidades físicas de Apolonio
Figarelli, no se podía perder así nomás; agregaba que si bien existían muchas
posibilidades, que incluían que un animal o ave rapaz lo hubiese atacado, pasando por
variantes esotéricas y fantásticas rebuscadas como por ejemplo que hubiera sido una
víctima de los agentes de Vladimiro Montesinos o que hubiese hecho un contacto
extraterrestre- desgraciadamente, se reducían a eso: a puras especulaciones, sin sólidos
y contundentes argumentos. Más bien hablaba de una investigación iniciada por un
reportero de su programa de televisión, casi de manera solitaria, en el transcurso de la
cual después de estar una semana en las alturas de Marcahuasi, logró reunir tal cantidad
de pruebas que nadie osaría refutar. Para el osado periodista no existía duda respecto a
la desaparición de Apolonio, pero dejaba abierta la posibilidad de que todavía estuviera
vivo, pues como motociclista sabría evadir los peligros, sabría caer y resistir las heridas, y
que donde estuviera podría continuar alimentándose de plantas gramíneas, raíces,
huevos de aves rapaces y quien sabe de alguna especie de roedor o mamífero.
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Según supe después, aquel reportaje tuvo la curiosa virtud de resucitar el asunto,
nuevos equipos regresaron al lugar, en busca de indicios que la primera vez pudieron
pasar por inadvertidos. Descubrieron que el túnel no estaba abierto, la lluvia y los
deslizamientos lo cubrieron casi en su totalidad. Más allá habían otros extraños túneles,
también cubiertos con su colcha de sedimento. Se hicieron excavaciones, foros y
filmaciones, pero no se pudo arribar a nada concreto. La enorme cantidad de
especialistas consultados: geólogos, físicos, médicos, investigadores, guías de montaña;
se ocuparon de establecer la existencia de profundos hoyos, en los cuales, a partir de
ciertos niveles cualquier cosa podía suceder, lo que desató múltiples discusiones respecto
a la metafísica de la experiencia y al magnetismo que ejercen los monumentos de piedra
de Marcahuasi, hasta que por fin los racionalistas y los científicos, aburridos de tanta
vaguedad (como por ejemplo de que en Marcahuasi aterrizan ovnis), declararon que era
muy probable que todo esto fuera nada más que una estratagema ¿delictiva? Para cazar
incautos o para distraer la atención pública en algo que más bien debía ser de interés
nacional. El periodista César Hildebrandt volvió a hacer un nuevo reportaje. Recuerdo que
al hablar del caso hacía un paralelismo con las vírgenes que lloran y con el caso de la
agente torturada Leonor La Rosa que, con toda seguridad, los mentados túneles jamás
habían estado cerrados en Marcahuasi, lo que para bien o para mal y no complicarlo más
dio por terminada la discusión, dejando abierta la posibilidad de que la extraña
desaparición de Apolonio Figarelli fuese una venganza política.
De todos modos, por algún tiempo flotó en el ambiente político la sensación
fantasmal de una extraña culpa que debíamos expiar, y que el alma de Figarelli habitaba
territorios que le eran desconocidos.

Y ahora, después de tantos años, se me viene este a la cabeza porque, esta


mañana, al salir del Banco de la Nación, luego de cobrar el cheque de mi jubilación, lo he
visto pasar a mi lado y temblando me puse a seguirlo por las calles. Apolonio Figarelli
camina lento y bonachón. Me acerco. Él abre los ojos, sonríe de la misma manera como
siempre lo conocí. Camina ahora más rápido, casi atropellando, con el mismo estilo de
mover las piernas y brazos. Debo asegurarme. Se detiene en un centro comercial. Va a
entrar. Acelero. Al mirar su perfil no queda más que aceptarlo, sin duda es él, está casi
igual que en la Universidad. El tiempo no ha podido cambiarlo, se le ve más maduro
quizá, pero sigue igual. Me interno en el autoservicio, lo sigo y tropiezo a propósito con él.
Voltea. Sólo entonces alza los ojos y me ve, le cuesta reconocerme, se sorprende tanto
como yo. Sin apartar la cabeza me pregunta si acaso no soy aquel amigo que él tuvo en
la Facultad de Letras, dejo pasar un segundo y le respondo afirmativamente, entonces me
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da la mano y nos damos un cálido abrazo. Está ansioso. Y yo todavía tengo una duda,
qué fue de él.
Hablamos.
Se le ve canoso y algo avejentado, le pregunto ¿cómo está?, ¿cómo lo ha tratado
la vida?, me responde que bien, y que ha estado buen tiempo en el extranjero
dedicándose más bien a los negocios. No pude contener su aparente ansiedad, pues
largo rato me observa en silencio, mueve los labios, sonríe con esa sonrisa de siempre,
hasta que de pronto quizá buscando expulsar esa ansiedad- se atreve y me pregunta:
¿hermano, no fuiste tú el que se perdió aquella vez?
11.3. COMENTARIO

Cavero, en “Vacación Interrupta” nos cuenta, a partir de manejo extraordinario de


técnicas literarias, la desaparición misteriosa de Apolunio Figarelli en Marcahiasi. Está
presente el tiempo circular en el discurso narrativo.

COMPRENSIÓN DE LECTURA
1. ¿La historia está narrada desde 1º, 2º 3º persona gramatical? Precise y transcribe un
ejemplo.

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2. ¿Qué obstáculos afrontaron Apolonio, Jesús y el yo narrador?
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3. A partir de las imágenes propuestas reconstruya los acontecimientos.

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ESCRITORES MÁS DESTACADOS DEL GÉNERO NARRATIVO AYACUCHANO:


TRADICIONES

1. JUAN DE MATTA PERALTA RAMÍREZ


1.1. BIOGRAFÍA
Juan de Matta Peralta Ramírez nació el 08 de febrero de 1916 y falleció en la ciudad de
Ayacucho el 23 de noviembre de 1997. Sus padres fueron Germán Peralta Flores y doña
Margarita Ramírez Baca, sus estudios primarios los realizó en la escuela de Sucre y la
Secundaria en el seminario Conciliador de “San Cristóbal”, sus estudios superiores en la
Universidad San Antonio Abad del Cusco donde optó el Grado de Bachiller en Filosofía
Lengua y Literatura. Fue uno de los fundadores del Colegio Salesiano de” San Juan
Bosco” plantel en el que laboró durante 30 años; Concejal ad-honorem del Concejo
Provincial de Huamanga; fue declarado miembro honorario de la Asociación de Escritores
de Ayacucho y del departamento Académico de Lengua y Literatura de la Universidad de
Huamanga.

Su gran valor se refleja en los relatos rescatados por él y que jamás se perderán en el
olvido. Así las tradiciones como “Helme”, “El Doctor Alan Pakisqa”,“El Fraile Resucitado”,
”José Alatrista”, “Taka Alvarado”, ”Tres Máscaras”, etc.

1.2. TEXTOS SELECTOS

CINCO ESQUINAS

Huamanga, tierra de los relatos misteriosos, que al igual del Cusco, es motivo para
escribir esta tradición.

Cinco Esquinas es ahora lugar de mucho tránsito de carros y gentes, por esta avenida o
calle, es lugar por donde salen los carros a Andahuaylas, Chincheros y Cangallo.

En la actualidad, existe una Cruz muy venerada, puesto en una pequeña urna, situada en
la esquina que forma el ángulo del convento de los PP. Franciscanos.

Esta imagen es venerada y festejada especialmente por los panaderos.


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Por los años de 1774, vivía en esta ciudad, un señor español de muchas campanillas,
pues pudo haber sido un Conde o Marqués, por lo menos, poseía varias haciendas y
tenía mucho dinero. Vivía en una casa magnífica, situada en la calle "Tambo" actual jirón
"2 de Mayo", tercera cuadra.

Era un jugador empedernido, y también un copista de los notables. Jugador de profesión,


algunas veces perdía, pero las más de las ocasiones ganaba.

A pesar de sus malos instintos, era devoto y de buena fe. Todas las noches, cuando se
retiraba, el camino forzado hacia su casa era "Cinco Esquinas". Cuando pasaba por allí,
casi siempre se encontraba, con un viejecito, que le pedía una limosna. El caballero le
daba algunos reales y santas pascuas.

Una noche, se retiraba del club, después de haber perdido hasta el último céntimo; su
gran anillo de diamantes y hacienda de Pomacocha; iba aburrido y triste. El viejito le pide
una limosna "Vea ya mi buen viejito, que no tengo ni un centavo, la única cosa que me ha
quedado es este revólver, puedes empeñarlo o venderlo, es tuyo y haz lo que quieras".
"Muchas gracias", dijo el vejete.

Al día siguiente, su buena esposa, mujer de alta alcurnia, española y devota, acudía a la
Misa en la catedral. Después de la Misa, se arremolinó la gente al altar del Santísimo; la
señora asoma a dicho altar, y momento impresionante, reconoce el revólver de su marido.
El arma tenía un mango de nácar con dos letras, monograma del dueño.

Todos decían: clérigos y legos; han robado la Custodia, o por lo menos sus brillantes,
ópalos o zafiros, pero al revisar, nada faltaba.

La señora al regresar a su casa, le reprende severamente, pues la gente decía: al robar la


Custodia, el ladrón por olvido había dejado su revólver.

Le decía la matrona: "Eres jugador, bebedor, pero me maravillo, que hayas llegado al
terreno de la ignominia, de ser ladrón de las cosas sagradas, no faltaba más, para la
desdicha de tu esposa". Y llorando con una amargura indecible. El caballero cavilaba y
decía: "seguro, uno de los compañeros de juego me habría sustraído mi revólver y habría
dejado en la Catedral al robar dichos objetos o joyas". Averiguaba... nada para sacar en
limpio. Al fin, recordó que su revólver, le dio al limosnero. "Seguramente éste era un
maleante, decíase, que disfrazado de mendigo, me ha recibido el revólver, todavía todas
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las noches me pedía limosna". A buscar al mendigo. Cosa perdida y pesquisa inútil e
infructuosa.

A propósito salía de noche para agarrar al viejo, y nada por encontrarlo. Felizmente, para
poner término a sus dudas, el señor le iluminó su mente, que el limosnero era el mismo
Señor de cielos y tierra.

Convencido de la revelación divina, seguro de la verdad, publicó delante de sus amigos y


mucha gente piadosa, que el limosnero era Dios. Hombre verdadero: Cristo Jesús.

En recuerdo de lo sucedido, hizo levantar aquella urna, con una cruz y la efigie de
Jesucristo, como hasta ahora se venera respetuosamente, la Cruz de Cinco Esquinas.
Juan de Mata Peralta Ramírez

COMPRENSIÓN DE LECTURA

1. ¿El título guarda alguna relación con el tema?, ¿por qué?


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2. ¿Por qué el caballero fue reprendido por su mujer?


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3. Describe cinco esquinas del año 2015
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4. Pregunta libre
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4. Pinta las imágenes y crea un texto de ficción.


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2. NÉSTOR CABRERA BEDOYA

2.1. Biografía
Néstor Cabrera Bedoya nació en Huamanga en 1900, es considerado uno de los
mejores narradores que ha tenido la región por las hermosas tradiciones escritas con
calidad, técnica y humor comparables a las de Ricardo Palma.

Fue fundador en 1934 del Centro Cultural Ayacucho. En la revista Huamanga,


perteneciente a dicho centro cultural, publica entre 1932 y 1956 la mayoría de sus
tradiciones. Desde su ciudad natal escribió para el diario El Comercio.

Producto de su genial imaginación, dejó excelentes tradiciones y narraciones, como:


“Achanqaray Wayta”, “Nobleza de Héroe”, “Los Padres Rumis o Monolitos de Wari”, “El
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Gobernador Jeta de Oso”, “Helme”, “Apusuyu”, “ La Cena de los Cojos y Tuertos”, “Lefri,
Lefra”, “Que tal curita”, “Estaca”, “Sangre por Honra”, “Los Tunantes”, “Todo un Hombre”,
“Prelado Bromón” entre otras.

Sus tradiciones están escritas en un estilo peculiar con temas regionales, dentro de una
prosa muy refinada, también era versado en temas históricos de arte colonial, habiendo
publicado la obra “Guía Histórica de los Monumentos Coloniales de Huamanga”,
publicada en 1947.

Fallece en el Hospital militar de Lima después de cinco meses de enfermedad, en 1970.

2.2. TEXTOS SELECTOS


EL GOBERNADOR JETA DE OSO
Néstor Cabrera

La historia tiene su verdad y la tradición la suya. La primera tiene por resultado la


realidad, la segunda, se puede decir, que es la historia novelada. Por lo demás, tanto la
una como la otra tienen un mismo fin: pintar en el hombre momentáneo, al hombre eterno.
Así, los más grandes sucesos del mundo no pueden ser explicados tan sólo por la
historia, si la tradición y la leyenda no la completan. Éstas, sirven para el conjunto y
aquélla, para el detalle. En ciertas horas, las sociedades humanas tienen sus enigmas.
Enigmas que para los sabios se resuelven en luz y para los ignorantes en violencia y
barbarie, es por eso que la tradición que vais a leer participa de ambas; es decir, de
historia y leyenda.
En el año 1827, era Gobernador de Tambo, un Señor Osaita, a quien llamaban
Jeta de Oso, mote que los tambinos le aplicaron por tener los labios abultados y parecidos
a los del plantígrado que los naturales de esa región llaman Ukumari.
Si el señor Gobernador era feo de físico, no lo era menos en su moral. Goloso por
la manzana del Paraíso, cuya semilla hay quienes dicen que trajo a sembrar por estos
trigos el cuarto nieto del Padre Adán. (Yo no lo afirmo, lector). Osaita decía para sí: “El
hombre cuanto más feo, más hermoso como el oso”.
Don Remigio Jáuregui que en lo tocante a pecado con faldas era gallo de tapada,
sujeto que puso en práctica las aventuras de don Juan Tenorio, dijo a Osaita: “el refrán
será todo lo ingenioso que quieran, pero eres feo como un bodoque (sapo de montaña), y
en la práctica no hay hembra que guste que le rocen las mejillas con esa jeta, que el
diablo y no Dios te habrá dado”. Osaita que si bien era bien feo, no era tonto, replicó:
“bien está Señor barbilindo, cada uno sabe lo que dice y lo que hace; pero apuesto una
conejada con abundante vino a que no eres hombre, a pesar de tus guaraguas de
Tenorio, para enamorar a una Monja”.
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Vaya si lo hizo, ventiún años más tarde. Don Remigio hizo volar una monjita de
rechupete del convento de las Clarisas de Huamanga.
Aniceto Flores era dueño de la única panadería del pueblo, casado para su
desgracia, con una mestiza sabrosa y más provocadora que salsa de cuye frito. Con unos
ojazos más negros que la tentación: cintura de avispa, y un andar más repiqueteante que
campana de aldea en Nochebuena.
La tal se llamaba Esperanza Enciso. Esperanza, eso era lo que daba a todos los
galanes que andaban tras sus encantos.
Uno de los que con más afán encañonaba a la paloma, era el gobernador Osaita.
Esperanza, como buena cristiana, practicaba las tres virtudes teologales, menos las
cardinales.
Ella se dijo: “La caridad es santa virtud cristiana y mal hacen quienes no la
practican”. Y dicho y hecho, echó a repartir miradas de carnero degollado sin pizca de
asco a la jetaza del Gobernador.
La Fiesta de San Juan Bautista, era una de las que con más pompa se celebraban
en Tambo y entre las muchas diversiones que se hacían gala, estaba la de la corrida de
toros. Ocho cornúpetas morían a punta de lanza y rejón, cuyas masas palpitantes todavía
se abandonaban al pueblo, el que cruel y sanguinario, mulitaba a las víctimas, antes de
que acabaran de morir, disputándose las sangrientas presas…La embriaguez, compañera
inseparable de la fiesta del pueblo, dio a Osaita y a Esperanza el pretexto esperado.
Aniceto Flores que tenía sus motivos, para no estar satisfecho de su contraparte, cometió
el feo pecado de debilidad, descubriendo a los amigos, entre copa y copa de cañita, las
aleluyas de su costilla. Como nunca faltan consejeros, uno de los presentes dijo a
Aniceto: “Todo esto te pasa por manso, ¡por no aplicar ungüento de lloque a las costillas
de tu costilla! Ya verás cómo anda la muy cerrera con unos palos bien aplicados”. Aniceto
animado por los amigos y sobre todo por la tralexis que llevaba en la sangre, fuese a la
casa, poncho al brazo, sombrero a la pedrada, y bufando más que un toro de Pukataka,
dijo a su mujer: “Paréceme que andas batiendo tu rebozo colorado. ¿Tengo acá cosas
duras en la frente? Vamos… ¿No hablas?...Ya te haré hablar pedazo de puerca” y
consecuente con el consejo le aplicó tal refriega de ungüento de lloque que dejó
aliquebrada a la torcaza voladora.
Ésta, que pudo escapar de las garras del furioso marido, fuese a exponer su queja
al Gobernador Jeta de Oso, que hacía tiempo estaba esperando la ocasión de desunir la
mal avenida pareja. Dispuso después de una larga conferencia con Esperanza,
compareciesen a la gobernación al día siguiente.
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Llegó el día esperado. El Gobernador condujo a los esposos a la Plaza Mayor, y
ante un numerosísimo público, pronunció sentencia de divorcio absoluto contra los
cónyuges. El curioso documento que hemos tenido ocasión de leer, en un informe del
párroco de Tambo, llenado ante el Ilustrísimo Obispo de Ayacucho en el año 1828, y unos
volantes publicados en Huanta contra el subprefecto Hernández, dice así: “Por cuanto
doña Esperanza Enciso ha sido maltratada de palabra y de obra por su consorte Aniceto
Flores, después de dirigirle insultos de cochinería diciendo que le saque sus durezas de la
frente. (No te rías, lector, ni me eches la culpa de la redacción, la copio al pie de la letra)
Le ha quebrado la costilla con un palo que tenía en la mano, Mando a petición de parte
que dichos consortes se separen y vivan cada uno de su cuenta y con costas para el
dañador. Tambo a los 25 días del mes de junio de 1827. Osaita”.
A partir del día del divorcio. Esperanza quedó en casa del gobernador en calidad
de cocinera.
El perdidoso marido no quiso quedarse con la calilla y se quejó contra los
procedimientos de Osaita al Subprefecto de Huanta. Por entonces, Tambo pertenecía a
Huanta cuya subprefectura desempeñaba un señor Hernández.
Conocedor el Subprefecto de los procedimientos de Osaita, y dado lo curioso del
caso resolvió trasladarse a Tambo, donde fue recibido con repique de campanas y al son
de pito y caja.
El subprefecto no era un sabio ni un tonto de capirote; pero un rompe chiqueros
tratándose de saborear la manzanita con que se atracó taita Adán. Aunque no era cura
quiso resolver el asunto del divorcio y después de sermonear a Osaita, por haberse
metido a disputar jurisdicción al Santo Padre, dispuso que la Enciso cambiara de
residencia teniendo por cárcel la ciudad de Huanta y fue tan justo juez, que a los nueve
meses cabales le obsequió con un mamón, que no se parecía al jetón Osaita ni menos al
panadero Flores.
Don Remigio Jáuregui tuvo que pagar la conejada declarándose perdido en la
apuesta y aunque de mala gana tuvo que reunir a muchos notables del pueblo. Entre los
invitados estaba don Juan de Alatrista, notable cantor y músico ayacuchano, quien dio
música y cantó el huayno que van a escuchar ustedes, escrito por don Remigio Jáuregui:

Chullalla sarachamanta
chullalla triguchamanta
micuq masichallay
maypiñataq kanki.

Inmenso como el espacio


profundo como el abismo
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es el cariño que yo te tengo
es el cariño que yo te profeso.

Urqupi huamanripacha
qasapi raki rakicha
allin remedium nispa niptinmi
Urqu qasanlla mascamullayki.

Inmenso como el espacio


profundo como el abismo
es el cariño que yo te tengo
es el cariño que yo te profeso.

ACTIVIDAD: Redacte una noticia. Debes tomar en cuenta los datos de mayor a menor
interés. Para ello la noticia debería responder a las preguntas: QUIÉN (es el protagonista),
QUÉ (lo ocurrido), CÓMO (en qué contexto se generó la noticia), CUÁNDO (fecha),
DÓNDE (lugar), y cuántos más datos que puedan explicar el PORQUÉ del hecho.
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¡QUÉ TAL CURITA!


Néstor Cabrera

Corría el año 1726, cuando con gran contentamiento y alborozo de los vecinos, de
esta “Noble y leal ciudad”, daban, cima a la construcción del templo de los Caballeros
Trinitarios o sea, el de la Buenamuerte, por cuenta de los bolsillos de Deán don Bernardo
Santa Cruz y Guayanachea.
A cien metros más o menos de la construcción, en la esquina de Munaypata (Poyo
de los antojos) llamado así porque en las tardes de primavera, les acudían un sinnúmero
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de vendedoras de frutas, dulces, chicha blanca y sabrosos chicharrones; vivía en una
tienducha, Maese Pacheco.
Fue Pacheco, el primer fondista que tuvo Huamanga, si se ha de dar crédito a la
única fuente de información, de aquel entonces, algo así como periódicos vivientes (vulgo:
viejas).
Los numerosos operarios que trabajaban en la construcción del templo vecino,
acudían a la fonda de Pacheco a satisfacer las exigencias del prosaico estómago, de diez
a once de la mañana, obteniendo en el fondín, abundante munición de boca por la módica
suma de un real. Fama y no poca adquirió la fonda de Pacheco por las suculentas
viandas que servía; sobre todo alcanzaron renombre unas sabrosas chuletas que
saliendo de la cocina despedían un olorcillo goloso, que parecía decir al barrio entero,
“comedme”.
Razón y no poca tuvo quién dijo: “Críate fama y échate en la cama”. Comenzaron a
lloverle parroquianos a Pacheco y con ellos los cuartos.
Mozo de pirindingala y capaz de ensartar mosquitos a falta de otro barbudo era
Tomasito Neira, pendenciero y charanguero como casi todos los huamanguinos. Las
nueve daban cuando Neira penetró en la fonda de Pacheco, y dejando capa y sombrero,
tomó asiento en una mesa junto a un embozado que cenaba tranquilamente saboreando
de vez en cuando un vaso de vino.
Nuestro hombre pidió las famosas chuletas. Después de engullido el suculento
guiso, echóse, sin ceremonias, entre pecho y espaldas, un rebosante vaso del vino
desconocido.
Éste que sus razones tendría para estar de mal humor, arrojó la botella con el resto
del contenido y dijo: “Váyase al infierno a beber; señor sinvergüenza, y aprenda a respetar
lo ajeno, señor grosero”.
Escuchar y aplicarle una sonora bofetada en el pleno rostro fue cosa de un
momento. El embozado se levantó armado de un cuchillo y asestó tan linda puñalada a
Neira haciéndole caer. Pacheco, testigo de la escena, comenzó a gritar “al asesino…
¡auxilio!...” y pronto acudieron los vecinos y se echaron en persecución del autor, el que
no tardó en ser capturado, y encaramado sobre uno de los perales que había en una
huerta conocida por la de Jáuregui.
Cuando al día siguiente fueron, el Alcalde del Cabildo con su correspondiente
séquito de Alguaciles, a tomar la instructiva al reo, cuál no sería la sorpresa, al
encontrarse frente al Dr. N.N., cura párroco de Santa Ana, cuyo verdadero nombre me
reservo porque tengo cariño a mis costillas y no quiero que los descendientes, que viven,
me las muelan a palos.
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Largo fue el proceso, y tanto y tan bien se enredó el asunto, que al fin se echó
tierra sobre la causa.
Muchos años después se supo que nuestro protagonista murió en Oruro, vistiendo
hábito franciscano, con olor de Santidad…

COMPRENSIÓN DE LECTURA

1. ¿Por qué el título ¡Qué tal curita!?


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2. ¿Qué vendían en Munaypata?


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3. Interpreta el refrán “Críate fama y échate en la cama” teniendo en cuente el contexto en el
que aparece.
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4. ¿Quién es el Dr. N.N?
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5. . Pinta e identifica las imágenes, luego crea un texto humorístico.


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2.3. COMENTARIOS
Cabrera narra de forma entretenida y con el lenguaje propio de la época, los sucesos
basados en hechos históricos de mayor o menor importancia, propios de la vida de las
diferentes etapas que pasó la historia ayacuchana. En la presente sección, el tradicionista
Cabrera, aborda como personaje literario al señor Osaico, apodado “el Jeta osaico”,
gobernador de Tambo; así mismo, nos cuenta la historia de un “curita” sagaz.

ESCRITORES MÁS DESTACADOS DEL GÉNERO NARRATIVO AYACUCHANO,


ESPECIE NOVELA

1. MARCO CÁRDENAS
1.1 BIOGRAFÍA
Marco Cárdenas, 1962; escritor, integrante de la Asociación Cultural “Libro Abierto”, Lima;
fundador del taller literario “Libro Nuevo”, Ica; fundador de la revista de creación literaria
Voz y Tiempo de Ica; entre 1995 – 1997 fue presidente de la Asociación Nacional de
Escritores y Artistas (ANEA), final Ica; autor de cuentos y artículos publicados en
importantes medios de comunicación iqueños.

1.2. EL QUINTO EVANGELIO


NOVELA

EPÍSTOLA DE JOSÉ A JESÚS


(Fragmento de “El quinto evangelio”)
Nazareth
Jesús:
No sabes cuánto dolor he sentido al ver que tu madre, ayer por la tarde, se la pasó
llorando. Entiendo que conmigo debes estar resentido por causas que ambos conocemos,
pero ten presente que tú y yo seremos juzgados por el mismo Dios. La verdad, no sabía
por qué lloraba, hasta que tus hermanos me contaron que ayer; ellos, junto con tu madre,
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fueron a buscarte, pero tú, en el colmo del resentimiento, i siquiera te molestaste en
atenderlos y más bien a la gente que estaba contigo le dijiste: “¿Quién es mi madre y
quiénes son mis hermanos?” y tendiste la mano a todos menos a la que te parió ni a los
que son tus verdaderos hermanos. ¿Qué mierda te pasa Jesús? No te imaginas cómo ha
sufrido tu madre desde que tuviste que marcharte. Al principio fue duro, pero después se
le fue pasando y pienso que hasta ya se había olvidado de ti, pero ahora vienes a
perturbarla otra vez. Ya eres maduro y pienso que debes entender mejor las cosas.
¿Crees que fui injusto al haberte maltratado tanto hasta que cumpliste los trece años y
tuviste que marcharte? Yo no lo creo, porque fueron muchos los años que traté de tenerte
afecto, pero no lo pude lograr porque es difícil que un hombre quiera a un hijo que no es
suyo. Si a ti te hubiera pasado lo mismo, yo sé que me entenderías. Y, a propósito, ¿por
qué no tienes hijos? Te aconsejo que te cases, ya estás viejo para estar solo.

Bueno, como te decía, te debió haber dolido mucho el haberte separado de


nosotros, pero te repito que fue por tu bien. Desde esa vez yo he dejado de golpear a tu
madre y he querido más a mis hijos, haciendo de todos ellos muy buenos labradores.
Hace casi veinte años que ya nadie se acordaba de ti, hasta que apareciste de repente,
como lluvia sin nubes que la anuncien. Tus hermanos han sido causa de burla desde tu
visita a Nazareth. Todos los habitantes se han escandalizado por tu culpa. ¿Cómo es que
puedes decir que eres hijo de Dios y negar a tu familia?, ¿acaso no fuiste criado por
nosotros hasta que ya eras mozo? Te aconsejo que te vayas cuanto antes de donde te
encuentras, porque corres el riesgo de que el pueblo te apedree y, por más que yo no te
tenga estimación, te deseo lo mejor: ¿Sabes el sufrimiento que le causarías a tu madre si
te matan aquí? Ahora ella vive tranquila, desde hace nueve meses es sierva de una
señora muy honorable, y con lo que le pagan contribuye al bienestar de la familia. ¿No te
da pena perturbarla?; a su edad, podría morir de tristeza y recuerda que son siete hijos
más que le quedan. Para mí, tu existencia siempre fue un tormento. Seguro debes
recordar cómo te golpeaba cuando eras niño; después supiste la verdad de mi cólera y
ahora vuelves para atormentarme de nuevo. Me he enterado que estás en la aldea de
Asaf, muy cerca de aquí y también sé que mucha gente está pensando en ir a buscarte
para apedrearte por blasfemo.

Has resultado más bruto de lo que yo pensaba. Vete cuanto antes y no vuelvas; por
tu bien y el de todos nosotros. Yo ya te había olvidado, pero ahora que has vuelto, has
revivido en mí esos antiguos rencores. ¿Sabes?, perdóname si no fui bueno contigo y yo
también te perdonaré por haber escandalizado a mi familia. Vete por favor y no vayas a
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venir por aquí, porque sería peor para todos. Ayer nomás, tu hermano menor llegó a la
casa llorando, porque lo habían querido acusar por tu culpa. Yo no entiendo cómo puedes
decir que eres el hijo de Dios. Ese es el peor pecado que puede cometer cualquier
hombre. ¿No crees que nuestro pueblo ya está sufriendo demasiado por culpa de gente
como tú?, ¿cómo quieren que Yahvé pueda cumplir con la promesa de ayudar a nuestro
pueblo si a cada rato salen falsos profetas usando su nombre? Todos los hijos de Israel
estamos de acuerdo que el gobierno de Roma nos domina como a esclavos
imponiéndonos los tributos que quiere y esclavizando a muchos de nuestros hermanos;
pero esto es fruto de la ira de Yahvé. Tu hermano Santiago dice que el gobierno de
Herodes al Grande, no será nada comparado con los castigos que nos llegarán en estos
años. Si tú hubieses sido como él, serías un hombre de bien, con seis hijos y treinta
ovejas que se preñan a cada rato. En cambio, me han dicho que tú andas de pueblo en
pueblo engañando a la gente inocente y comes gratis en cada casa que entras. ¿No te da
vergüenza hacer eso? Estoy seguro que hasta un samaritano tiene más dignidad que tú.

Jesús, por tu bien, te aconsejo que agarres un camello y te vayas lejos de


Nazareth. Por favor no hagas más daño a tus hermanos, a tu madre y a mí. Nosotros no
tenemos la culpa de nada. Si quieres joderte como un idiota, allá tú. Ahí te mando un poco
de fiambre para el camino. El que lo lleva es tu hermano menor; total, el nunca te conoció
ni entiende lo que pasa. Espero que te vaya bien.

Me despido deseándote buena suerte, pero lejos de este pueblo.


José.

1.3. Comentario
La Iglesia siempre ha sido uno de los poderes dominantes en todo el mundo, y muchas
veces ha ejercido a base de mentiras y sangre. La literatura de Cárdenas debe leerse
como tal, tratando de ser objetivo a la hora de juzgar lo que cree cierto y lo que no para
luego poder elegir a quien entregarle su subjetividad. Marco Cárdenas, con un lenguaje
literario y estilo peculiar, en su obra El quinto evangelio, recrea magistralmente, tomando
como referencia la Biblia, la historia del carpintero y su familia en situaciones de amores,
odios debilidades, etc.

Comprensión de lectura

1. Explica las emociones presentes en el texto


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2. Redacta tu comentario
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2. Identifica las siguientes imágenes

2. MAURO RONDINEL RUIZ


2.1 BIOGRAFÍA
Nació en Huanta el 22 de noviembre de 1928.
Obras publicadas
Los cholos montoneros Huantinos y otros cuentos y leyendas – obra auspiciada por
CONCYTEC – Julio de 1988 – NEVAH S.A.
Obra por publicar
Martín Santos “Martincho” – Novela de 450 páginas, testimonio de la Guerra Perú – Chile.
Ensayo: Veinte mil años de historia de Huanta y Antología de Literatura huantina.

2.2. MORIR EN UCHURACCAY


NOVELA

CAPÍTULO
XVI
(FRAGMENTO DE LA NOVELA MORIR EN UCHURACCAY)

Envuelto por las tinieblas de la noche incursionó el comando de aniquilamiento en


la pista de cemento del baloncesto. La soldadesca profiriendo diatribas de grueso calibre
arremetió a puntapiés a Cagancho; luego, de golpearlo brutalmente lo alzaron en vilo y a
empellones lo condujeron con dirección del sótano de la tribuna central del Estadio
Municipal de Huanta.
-¡Carajo! ¡Quítenle la capucha de plástico! – gruñó el oficial cholón, responsable del
laboratorio de investigación científica, de porte atlético y mirada fría; y luego,
maquinalmente enfocó el potente reflector eléctrico en el rostro cetrino y desfigurado de
Cagancho, y premunido de la astucia del zorro y el sadismo de la araña que a envuelto en
sus redes a la mosca que ingenuamente ha caído en su trampa mortal, examinó a su
víctima; y mientras tanto, Cagancho parpadeó los ojos hundidos en la cavidad craneana
amoratada y cubierta por las cejas partidas como una granada, mirando con alguna
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dificultad de reojo descubrió que se hallaba en el sótano del fatídico coliseo, destacando
en la pequeña habitación una mesita ocupado por un radio grabadora a pilas y un
cuaderno de apuntes y una silla, y sobre el cilindro que rebasaba el agua de hedor
nauseabundo pendía un cable corredizo que pasaba por el canal de una polea empotrado
en el cielo raso del sótano.
El comando de investigación científica estaba conformado por el oficial cholón
especializado en la tortura de los inculpados de terrorismo, un mercenario argentino de
colosal figura y de tez rubio albino, y media docena de infantes de marina de una
pachamanca de razas: negros y mulatos, indios y chino cholos.
El oficial cholón tras una meticulosa observación de la figura descuajeringada de
Cagancho: el escuálido cuerpo tembloroso, el rostro desfigurado cubierto de coágulos de
sangre y moratones, la mirada lejana y tímida; rumió para su capote-: ¡Mierda! El cholito
tiene toda la traza de un terruquito. Le aplastaré el cuerpo a golpes, le retorceré el alma y
terminará cantando todas las fechorías que ha cometido antes de salir con las patas para
delante a uno de los botaderos de deshechos humanos: Erapata, Huayhas, Ayawarkuna y
Allccomachay.
El verdugo tras este satánico monólogo interno, abrió el dial de la radio grabadora a
pilas y autoritario, inquirió:
- ¡Terruquito concha tu madre! Sí por las buenas no confiesas los atentados
terroristas en los que has participado, das cuatro nombres y las señas de tus compinchis
los “cumpas”, otros cuatro de los campesinos que te dieron de tragar y te alojaron en sus
chozas, y por último señalas por sus nombres y apellidos a los comerciantes, industriales
y negociantes citadinos que te proveyeron dinero con el cuento de los cupos para hacer la
revolución; quizás podrás salvar el pellejo; pero, antes di, ¿cómo te llamas, dónde vives y
en qué te ocupas?
- Joaquín Rodríguez, los amigos y vecinos del pago de Pultunchara, donde nací,
crecí vivo actualmente y ejerso el oficio de albañil, más me conocen por el apodo de
“Cagancho”, por ser homónimo del gran torero gitano español.
- ¡Jijona…..hijo de la rejita…. a mí con pendejadas! ¿Cagancho? ¡Te estás
cagando en la investigación científica! – el soldadote por ignorar la jerga taurina había
caído en la cuenta de que el cholito cunda le estaba tomando el pelo; entonces en un
triqui traca perdió los estribos de la cordura y rocoto de cólera de un certero puñetazo
noqueó al indefenso albañil que cayó al suelo aparatosamente. Instantes después, los
secuaces del orondo milico con ínfulas de perdonavidas lo baldearon, lo alzaron como a
un pelele y le pusieron de pie.
- Cagancho, sabemos que estuviste entre los delincuentes subversivos del partido
comunista Sendero Luminoso en el asalto de la cárcel de Ayacucho que liberó a la
guerrillera Edith Lagos y otros terruquitos. ¡Mierda! Tenemos testigos que han dado tu
nombre y tus señas.
- ¡Juro por mi santa madre que está en el cielo que no soy terruño ni sé quién será
esa guerrillera Edith Lagas! –se contrajo las esmirriada figura acosado por el dolor de las
tres costillas rotas; y luego, arrastrando las palabras como si tuviesen lastre de plomo,
dijo-: huérfano de padre y madre me criaron unos parientes cercanos, me mandaron a la
escuela hasta el segundo grado y aprendí a leer y algo de números, y desde muy niño
empecé a ganarme la vida y no he tenido tiempo para las andanzas politiqueras.
- Sí…sí sabemos que de día trabajas como albañil pero de noche eres “un cumpa”,
es así como te pescaron confabulando el ataque a la base militar de la Marina de Guerra
acantonado en el Estadio Municipal de Huanta.
- La mera verdad es de que antenoche estuve con otros amigos y amigas en la
minka de arvejas saruy del tayta Mariano Koriñaupa en el pago de Kallki, y ya casi al filo
de la madrugada, entre el canto del gallo y el alba que cubría el cielo plomiso y el frío
invernal que había congelado el aire, incursionó una patrulla de aniquilamiento de los
infantes de marina en la era situado en un altozano de la ladera de la montaña rojo cerezo
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del Calvario, y el tiro de los fusiles Fal y de una ametralladora asesinaron a los viejos
consortes Koriñaupa y a Domingo y Yanay, una pareja de enamorado; luego, violaron a
las mujeres y a los hombres nos golpearon a matar, a mí me rompieron tres costillas y el
arco de las cejas; y al final de la orgía y la masacre nos engrillaron por parejas y a golpe
de las bayonetas caladas en los fusiles nos trajeron prisioneros.
- El parte de guerra del comando de aniquilamiento afirma al detalle que
sostuvieron un encarnizado combate con los delincuentes subversivos, dieron de baja a
dos mujeres y dos varones, cuatro delincuentes se fugaron y cayeron prisioneros cuatro
mujeres y dos varones, y además decomisaron un fusil Máuser, varias armas filo
cortantes y abundante propaganda politiquera.
-¡Qué combate ni que vainas…mentiras de tomo y lomo…reverendos cuentos
chinos! Fue un asesinato a sangre fría, violación de las mujeres y una golpiza a matar de
los prisioneros.
-¿Mentiras? ¡Aprende cholo bruto que en la guerra las mentiras son las evidencias
que justifican los hechos consumados por las armas! ¡Mierda! Cuelguenlo de las patas a
este cholito respondón y lisuriento y que muera ahogado en el cilindro colmado por el
agua de mierda.
Los secuaces del comando de tortura amancornaron los brazos detrás de las
espaldas, amarraron de los pies uno de los extremos del lazo que corría por el canal de
la polea empotrado en el cielo raso y tiraron con fuerza. Cagancho se hamaqueó en el
aire y presto fue sumergido de cabeza en el agua pestilente que rebasaba el cilindro,
pataleó violentamente como el pescado cogido por el anzuelo de la caña de pescar y en
contados segundos quedó inmóvil. Los verdugos creyéndole muerto volvieron a tirar del
lazo corrediso, Cagancho emergió del fondo del cilindro tieso como un tronco, amoratado
y trasbocando el agua hediendo por la boca y la nariz.
- ¡Mierda…murió el jijona terruquito…concha su madre! – blasfemó el oficial cholón
del servicio de investigación científica.
- ¿Muerto? ¡No…el pendejo se hace el muerto! Písenle en la panza y los pulmones
y verán que el terruquito va resucitar – acotó comedido el mercenario argentino.
Cagancho tras las arcadas de tos trasbocó el agua de mierda que había ingerido.
Instantes después, dos fornidos infantes de marina le cogieron de los brazos, le
arrastraron y terminaron por tirar el cuerpo descuajeringado en uno de los extremos de la
pista del baloncesto.
Instantes después la soldadesca, arremetió a puntapiés en el cuerpo enroscado
como un ovillo de Melchucha que dormía como un watapuño (I), totalmente ajeno a la
tragedia de Cagancho; luego, le alzaron en vilo y empellones le condujeron al siniestro
recinto de la investigación científica.
El gigante mercenario argentino de un metro noventainueve centímetros de
estatura, el rostro rubicundo y anguloso y los ojos azules. El matarife que durante la
masacre de Cagancho había permanecido como un convidado de piedra, ahora es su
turno tendría la oportunidad de lucirse aplicando los crueles tormentos inhumanos al mero
estilo gaucho de las pampas argentinas. El matarife era una de los tantos “Che
compadrito” que otrora fachandoso se pavoneaban en las veredas de la gran metrópoli de
Buenos Aires con la testa tocado por el sombrero a la pedrada, el cuello de toro
abrochado por el pañuelo de seda carmesí y la gallarda figura ataviada por la gabardina
ceñida al cuerpo. No siempre la apariencia engaña, por ironía de la vida el farolero y
guapo gaucho metido a soldado resultó siendo el fantoche de la milonga; pues ni bien
tronaron los cañones ingleses en las Islas Malvinas, tiró el fusil que la patria le había dado
para defenderla y con el rabo entre las piernas huyó como un animal cerril y cobarde.
El “Che compadrito” metido a mercenario en la sangrienta guerra no declarada
entre el estado peruano y las huestes del partido comunista Sendero Luminoso, para
justificar el suculento parné que percibía en dólares se daba las ínfulas de valiente y hacía
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gala de una refinada y sádica crueldad en la tortura de la enclenque cholería inculpada
de terrorismo.
El mercenario como un autómata desató la pita del cuello y quitó la bolsa de
plástico negro que envolvía la cabeza de Melchucha, y de un violento manotazo desgarró
la camisa y dejó descubierto el pecho de su víctima; y luego, encendió un pitillo de
pichikata (2) y botando humo como de una chimenea dio varias vueltas en torno a la
esmirriada figura del mozallón que impávido se irguió como un monumento al valor
estoico. El mercenario todas las veces que pasaba a la altura de Melchucha le lanzaba
bocanadas de humo que tenía el fuerte olor agridulce de la coca macerada. El “Che
compadrito” tras el singular prolegómeno del ritual de la muerte al mero estilo de los
gauchos de las pampas argentinas se paró en seco y dio el último pitazo largo del pitillo
de pichikata; luego, alargó el brazo y hundió el pitillo encendido al rojo vivo en la niña de
los ojos de Melchucha fuertemente atrincado por la soldadesca del monstruo aparato de
la tortura en el laboratorio de investigación científica.
- ¡Canalla…verdugo mercenario…miserable escoria humana, sí de veras eres un
guapo de pelo en pecho y manejas la chaveta como manda San Puta, mátame…pero
peleando de igual a igual, sin ventajas ni alevosía! – espetó Melchucha virtualmente
cegado y adolorido por la lacerante herida.
Ante la invectiva lapidatoria el “Che compadrito” sintió que el torrente sanguíneo le
subía al cerebro como un huayco y los nervios conmocionados remecieron el gigantesco
cuerpo. Presto el avezado criminal desfundó el puñal que pendía del cinturón y con la
habilidad del cuatrero pampiano, aplicó un tajo horizontal de tetilla a tetilla y otra vertical
sobre el esternón; la herida se abrió como una granada resumiendo la cálida y vaporosa
sangre; quedaron libres los huesos marfileños y lustrosos de las costillas y el esternón; el
corazón como un puño rojo se encogía y dilataba y bombeaba la sangre a las arterias
portando nutrientes al cuerpo y las venas a purificarla en los pulmones. El sicópata
mercenario que gozaba atormentado a sus víctimas, hurgó el dedo índice de la diestra en
el corazón y el noble órgano se encabritó de dolor; rasgó las costillas como si fuesen las
cuerdas de una llorona guitarra y finalmente chorreando la sangre del dedo índice hizo un
círculo cerrado sobre los ojos de su víctima.
El “Che compadrito” tras haber perpetrado la carnicería humana, en la creencia de
haber doblegado la guapeza del mozo prototipo de la raza bravía y sandunguera de “Los
cholos montoneros huantinos”, con voz cavernaria, masculló:
- ¡Te juro por los clavos de Cristo que voy hacer picadillo de tu cuerpo! Pero, antes
de morir, ¿debes de confesar con quiénes participaste en el ataque de las comisarías de
la guardia civil de Lurigancho y Mayocc? ¡Cantando…y solamente cantando puedes
ahorrarte el sufrimiento de una larga agonía!
Melcho haciendo acopio de la titánica fuerza de voluntad, encorajinado ante el
adverso destino había templado los nervios y vencido el dolor físico; y luego, más lúcido
que nunca analizó su destino y llegó a la conclusión de que fatalmente estaba metido en
una camisa de once varas; inocente de las impugnaciones del verdugo mercenario,
vislumbró que la única salida que tenía era patas para adelante derecho al botadero de
cadáveres de Ayawarkuna a servir de pasto a los perros y chanchos hambrientos.
En este trance angustioso se encasilló en su mente la sentencia de la comandante
guerrillera Llipya en la catequización politiquera y el juicio popular de Lirio; “de que la
muerte de los inocentes sería el costo social necesaria y fatal de la guerra revolucionaria
prolongada que reivindicaría al hombre de la miseria sufrida durante centurias”.
Melchucha tras esta breve elocubración admitió que fatalmente tenía sentido su
muerte; pero, al mismo tiempo reafirmó el criterio de que su muerte no debería tener cola
por nada del mundo, comprometiendo a familiares y amigos en la guerra sucia. Tonificado
por los alcances de la disquisición interna, guapeó el adverso destino y arrastró al
verdugo.
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- No soy terruco ni conozco a los terrucos de mi pueblo; pero, así los conociera no
tengo en mis venas la mala sangre de Judas Iscariote, para traicionarlos y venderlos por
la miseria de treinta monedas, o por el temor de que vas hacer picadillo de mi cuerpo.
Además, todo el mundo sabe que los “cumpas” están inmolando sus vidas por el ideal
sublime de la justicia social. Por otro lado, de si la estrategia de la guerra revolucionaria
es acertada o equivocada no me concierne; puesto que mi limitada capacidad intelectual
no me permite juzgar ni en contra ni a favor. La historia al final de la sangrienta guerra
dará su inapelable veredicto. – Y, tras una breve pausa en el que respiró hondo y el
corazón alocado aceleró los latidos, y sus ojos como dos brazas al rojo vivo destellaban el
odio santo del inocente, y con la voz que como el trueno retumbó en la estrecha
habitación del laboratorio de investigación científica, masculló:
- ¡Che compadrito…Sicario miserable, cuatrero ladrón de ganado no me asustan
tus amenazas, entérate maricón con traza de mastodonte, que estoy curado del susto y
no le tengo miedo a la muerte!
El aludido como si la invictiva le hubiese caído en la yema del gusto sonrió
satánicamente y se frotó las manos; y luego, tomó impulso y arremetió un certero
puntapié en los testículos del mozalbete que voló al aire como un pajarillo y cayó
bruscamente al piso de cemento y se retorció de dolor; el corpachón mercenario lo volvió
a coger de los brazos engrillados, lo alzó y le propinó un rodillazo en el hígado y lo dejó
inconsciente tirado en el suelo.
El “Che compadrito” respiró fatigosamente resoplando el aire y de su lengua
colgaba de los belfos resbalaba la baba, su apariencia era la del toro Miura al que el
picador para bajarle el teztus le había barrenado el lomo. Instantes después, el sicario
encendió el pitillo de pichicata ante la mirada fría del oficial de investigación científica y
sorbió largas pitadas hasta lograr que la droga revitalizara al mastodonte, y solo entonces
rugió como una fiera de papel.
- Terruquito hijo de puta, astuto como el zorro y terco como una mula tucumana; ya
sé que a pesar de tu escuálido cuerpo eres fuerte como el molle; pero, te has olvidado
que yo vengo de las pampas argentinas y conozco las mañas de las mulas tucumanas y
sé de que pata cojean y entonces en menos tiempo que dura el canto del gallo los tumbo;
y además, desde muy niño he manejado el hacha y soy un matrero leñador que como el
huracán de cuajo arranco el roble. Terruquito ya has terminado por sacarme de los
casilleros, te advierto que a partir de este momento te quedan contado minutos para
hablar; pues, pronto serás cadáver. ¿Di dónde está escondido el ídolo de barro viviente:
Abimael Guzmán Reynoso, el pequeño Dios al que adoréis fanáticamente y obedecéis
dócilmente como unos autómatas a control remoto? – Luego, dirigiéndose a sus
secuaces, masculló-: ¡Carajo! ¡Quítenle los grillos! Este hombre no se me va a morir sin
antes haber dado el paradero del “Presidente Gonzalo”.
- ¡Aya…..ya….i….canela fina! ¡Morir en la flor de la juventud será para mí como
sacarme la lotería, mi alma y mi cuerpo resucitarán en el cielo esotérico de Taytanchiq
Apu Razuwillka, donde gozaré eternamente del amor y las caricias de las Warinas, las
mujeres más bellas que jamás han visto los ojos de los mortales! – le replicó Melchucha
envolviendo a su interlocutor en los vuelos de una mirada colmada de desprecio.
El “Che compadrito” tras la última pitada del pitillo de la pichikata percibió en las
nervaduras, muslos y huesos del gigantesco cuerpo el repunte de la vitalidad indómita;
entonces cogió de los brazos a su víctima y dio una vuelta de campana en torno a su
colosal cuerpo y terminó arrojándole al muro de cemento, el esmirriado cuerpo se estrelló
estrepitosamente, crujieron los huesos y como un costal de papas cayó pesadamente al
piso de cemento y se encogió y retorció de dolor.
El verdugo mercenario se ensañó cruelmente con su víctima, volvió a cogerle de la
diestra y pisó su pata derecha en el antebrazo: y quebró el cubito y el radio, como si
fuesen unas cañas de carrizo, las astillas de los huesos cercenaron las venas y la sangre
empezó a manar como de una pileta.
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Melchucha situado violentamente en el fugaz tiempo y espacio que se da entre la
vida y la muerte, haciendo acopio de sus últimas energías y más lúcido que nunca
monologó para su capote-: ¡Ay…..pobre Melcho…..para ti ya no existe el mañana, por qué
tus gratuitos enemigos han hecho leña de tus huesos y vaciado la sangre de las
concavidades del cuerpo!- sus ojos cegados se habían convertido en la piedra que carga
el dolor en la oscuridad permanente. El mozallón en un rapto de cólera e impotente para
repeler la cruel afrenta del enemigo, alzó con alguna dificultad el antebrazo izquierdo
hasta la altura de su boca y bebió la sangre calida y vaporosa que manaba a chorros de
las venas cercenada por las astillas de los huesos cubito y radio: tal como si estuviese
empinando el codo y sorbiendo hasta la última gota el jarrón rebozante de chicha de
molle, el néctar del árbol sagrado de los legendarios guerreros del Kurakazgo de Parixa.
Presto la fuerza le abandonó y ya no pudo sostener el antebrazo y la dejó caer al
suelo, fue en este instante en el que sintió el frío de la muerte cubriendo el vacío que
había dejado la sangre en las venas, y aún cuando la niña de sus ojos ya no tenían visión
percibió que una densa nube negra le impedía mirar; entonces, en balde intentó
refregarse con la palma de las manos y poco a poquito fue perdiendo la conciencia y
despaciosamente se enfangó en el abismo sin fondo de la muerte.
El oficial responsable de la investigación científica con el ceño fruncido y el aire
hosco rumió para su capote -¡Carajo! No siempre el crimen paga, pues de nada han
servido la aplicación de los crueles tormentos al mero estilo de los gauchos pampianos,
no ha habido confesión de autoinculpamiento ni mucho menos delación.
¡Mierda…..! Es como para no creer, los “cumpas” parecen haber superado el dolor
físico y extrañamente mueren con la sonrisa a flor de los labios, tal como si la parca les
estuviera abriendo el camino que les conducirá a la felicidad plena más allá de la agonía.
El cadáver fue cargado al carro blindado que patrullaba la ciudad de Huanta para
arrojarlo en el muladar de Atoqpukio. Por lo demás el mundo siguió girando y Melchucha
retornó al polvo y se reintegró a la materia primigenia de los átmos o de la energía fuente
de la materia y de la vida.

2.3 COMENTARIO
La narrativa de Rondinel refleja la guerra contra el terrorismo. El escenario viene a ser la
provincia de Huanta, departamento de Ayacucho. El autor desarrolla temas de tortura,
desapariciones, muertes, propios de una guerra no declarada entre el grupo de Sendero
Luminoso y las fuerzas militares y policiales. En el capítulo arriba citado, la tortura está
presente en el personaje llamado Cagancho, quien es victimado por el oficial de la marina,
apodado Cholón.

ANÁLISIS
1. ¿La novela guarda relación con el contexto histórico del autor?, ¿por qué?
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2. ¿Cuál es la idea básica que ha querido transmitir el autor del cuento?
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3. Indique el personaje protagonista, antagonista y referencial. ¿Qué relación existe entre ellos?
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4. ¿Qué opinas acerca de la actuación del protagonista?¿Qué ideas nuevas te ha sugerido el texto y
qué puedes aplicar a tu vida para tu desarrollo personal? A partir de lo leído, ¿cómo concibes la
realidad?, ¿Cuál es tu apreciación personal?
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ESCRITORES MÁS DESTACADOS DEL GÉNERO LÍRICO AYACUCHANO

¿QUÉ ES LA POESÍA?

La poesía es un género literario que se caracteriza por ser la más depurada


manifestación, por medio de la palabra, de los sentimientos, emociones y reflexiones que
puede expresar el ser humano en torno a la belleza, el amor, la vida o la muerte. Como
tal, puede estar compuesta tanto en verso como en prosa.

Elena Medel (Poeta y crítica literaria nacida en Córdoba en 1985): “Llevo intentando
explicármelo toda la vida. Para mí la poesía es una pastilla que cura la enfermedad o
atenúa el dolor. También es un diccionario que a mí, personalmente, me explica el
mundo. Tiene que ver con todo lo terrenal. En estos malos tiempos, pienso que la poesía
es un buen antídoto contra todos los males que nos rondan”.

LAS FIGURAS LITERARIAS

Las figuras literarias son formas no convencionales de utilizar las palabras, de manera
que, aunque se emplean con sus acepciones habituales, se acompañan de algunas
particularidades fónicas, gramaticales o semánticas, que las alejan de ese uso habitual,
por lo que terminan por resultar especialmente expresivas.
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Entonces, las figuras literarias, llamadas también figuras de retórica o recursos literarios,
son recursos del lenguaje literario utilizados por el poeta para dar más belleza y una mejor
expresión a sus palabras, es decir, el poeta usa estos recursos para dar mayor
expresividad a sus sentimientos y emociones íntimas, a su mundo interior.

SUGERENCIA METODOLÓGICA PARA ANALIZAR y COMENTAR UN


TEXTO POÉTICO

Para la presente sugerencia hemos tomado tres de los enfoques más utilizados en el
análisis de los textos poéticos (el enfoque estructuralista, el pragmático-hermenéutico y
el sincrético) con el fin de facilitar el proceso de análisis y comentario de textos poéticos.
El primero, se preocupa acerca de las relaciones que existen en los elementos del
mensaje al interior del texto; el segundo y el tercero, abordan la relación que existe entre
el lector y el texto. A continuación detallamos las siguientes sugerencias:

1. Descomponer el texto en unidades de significación.


2. Clasificar las categorías gramaticales empleadas para componer una unidad de
significación y determinar las articulaciones de sentido.
3. Extraer y explicar versos en los que aparecen las figuras literarias.
4. ¿Qué valores podemos percibir en este poema?
5. ¿Qué tema(s) desarrolla el autor?
6. ¿Qué sentimientos despierta en ti la lectura del poema?
7. ¿El título guarda relación con el tema?, ¿por qué?
8. ¿De qué nos habla el poeta a través de los versos? Explique.
9. ¿Qué estado de ánimo refleja el poeta? Explique.
10. ¿A quién va dirigido el poema? Explique.
11. ¿Te gustó el poema? ¿Por qué sí, o por qué no?
12. ¿El tono es optimista, pesimista, melancólico, irónico?

Finalmente, el lector, a partir de su propia experiencia, contextualiza, interpreta y comenta


el texto poético. No se trata de repetir las características generales y responder a las
preguntas mecánicamente, sino explicar la intencionalidad del poeta y justificar con
ejemplos del propio poema y precisar cómo influye el uso del lenguaje poético en el
sentido del texto.
98

FRAY LUIS JERÓNIMO DE ORÉ


Huamanga 1554 – La Concepción de Chile 1630

 Es el primer poeta que logra fama y trascendencia.


 Predicador en la época colonial.
 Su infancia lo transcurrió con muchos viajes alrededor de la sierra en donde los indios
hablaban quechua.
 Su vida estuvo ligado a la religión y la evangelización, incluso fue nombrado Obispo
 El día 30 de enero de 1630 falleció en Chile.
Producción literaria
Se relaciona con el proceso de evangelización contiene himnos cristianos, el título del libro
es “Símbolo católico indiano”

SÍMBOLO CATÓLICO INDIANO


Contiene himnos cristianos en quechua, son siete cánticos y tiene elementos cosmogónicos,
uno de ellos es El Capac eterno Dios.

EL CAPAC ETERNO DIOS o YURAQ HOSTIA SANTA


APU YAYA JESUCRISTO PODEROSO SEÑOR JESUCRISTO

Apu yaya Jesucristo //Señor mío Jesucristo


jespichijniy Diosnillay // mi Dios Redentor.
rikraykita mastarispa (2v) // Con tus brazos abiertos
jampuy churiy nihuachcanqui. // me dices: «ven, hijo mío».

Imanrajmi munachcanqui // ¿Qué quieres, Señor mío,


taytallay, churillayquipaj. //para tu hijo,
auja sonjo ranaraycum (2v) //cuando por su mal corazón
cruz jahuanman churacunqui. //sobre la Cruz estás?

ajo tio juchayhuanmi // Por mis grandes pecados,


diosnillay piñachirjayqui. // Dios mío, te ofendí.
cuyapayacujmi canqui (2v) // Y así en tu ser amoroso
jachaymanta pampachahuay. // perdonas mis faltas.

ama Taytay chejnihuaychu, // No te enojes conmigo,


ama Taytay piñacuychu. // no tengas cólera, Señor.
Juchaymanta huajaspaymi // Llorando mis pecados
caquiquiman chayamuni. // me postro a tus pies.

yahuarniquim llojllarirja // Derramando Sangre


ñoja auja runa raycu. // por mi ingratitud,
cruz cullupi huañurjanqui (2v) // en el madero de la Cruz moriste
jispichihuanay quiraycu. // para redimirnos.

maypim canqui yahuar hueje, // ¡Con lágrimas de sangre


yacu para huajanaypaj // y como la lluvia debo llorar,
juchaymanta llaquinaypaj // dolido por mis pecados
jespinayta mascanaypaj. // y así, buscar mi salvación!
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ACTIVIDAD

Elija tres preguntas de las sugerencias metodológicas para analizar y comentar un texto
poético y desarrolle en los espacios punteados.

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MARIO RUIZ DE CASTILLA JULIO ROSPIGLIOSI


Poeta universal de Ayacucho
(1914 – 1997)
 Nació en Huamanga el 5 de Febrero de 1914 en la bella “Quinta Tartaria” (Alameda).
 Hijo de Don Federico Ruiz de Castilla y doña Agripina Julio Rospigliosi Góngora,
 Estudió Derecho en la Pontificia Universidad Católica del Perú.
 Fundó la revista humorística “Carcajadas”.
 En 1988 le otorgaron la Corona Dorada en los juegos florales de Korea con motivo de
las Olimpiadas de Seúl.
 Fue docente de la UNSCH.

Producción Literaria.
 Solo poesías (1981)
 Poemaciones (1995)
 Sonetario (1995)
SONETARIO

EL RÍO
En vidriosos flecos descuaja el torrente
las hebras de plata de su cabellera.
y se desenrosca, como una serpiente,
desde los nevados de la cordillera.
100
Llena el torbellino las rocosas fauces.
y en sinuosas ondas sigue en carrera.
en glaucos espejos remansa sus causes
que acuarelan paisajes de primavera.

Alegran las flores las ásperas zarzas


con sus risas de rubíes y topacios
rondan las arrillas arbóreas comparsas…

Y, mientras las aves preludian plegarias


y croan ocultos los roncos batracios:
¡Romántico el río romanca sus arias!

RITORNELLO

Sólo un poco de tu amor reclamo;


pero huyes siempre sorda a mis quejas.
Y más te amo cuanto más te alejas....
¡Y más te alejas cuanto más te amo!

Precisa que oigas cuando te llamo,


cura esta mi alma de penas viejas.
Y más clamo cuando más me dejas.....
¡Y más me dejas cuanto más clamo!

Ama al corazón que te prefiere....


que sólo piensa en ti. Que te implora,
que tu cruel desdén tanto lo hiere.

Escucha la voz de quien te adora:


¡Que cuanto más te quiere más te llora,
y cuanto más te llora más te quiere!

PALABRA DE HONOR

Yo soy de Ayacucho: artista porque labro


en "piedra de Wamanga", en plata y en oro.
Así soy el dueño de un rico tesoro,
que al sol - orgulloso de mis glorias - abro.

Es mi filigrana precioso milagro


que pone a mis sueños un fino decoro
de rayos de luna, con gotas de lloro...
¡Poeta por eso también me consagro!

Wamanguino neto, trovador errante,


yo soy el moderno "caballero andante",
¡Mi guitarra al brazo, mi canto de amor!

¡Que ni hay en la tierra bardo más galante,


waynista elegante, ni cantor que cante
101
como canta y baila vuestro servidor!
¡¡Palabra de honor!!

ACTIVIDAD

Elija tres preguntas de las sugerencias metodológicas para analizar y comentar un texto
poético y desarrolle en los espacios punteados.

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HÉCTOR GARCÍA BLÁSQUEZ BEDOYA


(1942 – 2000)
 Poeta, artista, mimo, actor, pintor, profesor, universitario reconocido.
 Estudió Educación Secundaria en la universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga.
 Fue docente de la UNSCH.
 Co fundador literario “Javier Heraud”
 Fue director del Teatro Experimental Ayacucho TEA.

Producción Literaria.
 Poemas de otro tiempo (1998)
 Confidencias a ruda voz
 Canto dormido

POEMAS DE OTRO TIEMPO


(El viaje)
Tiempo de aguas, tarde de nostalgia,
que me empuja cada vez más
al rincón silencioso de la soledad:
viaje inevitable que se aproxima.

Ver caer la tarde con cielo gris.


102
con llovizna y con una mordedura
de cangrejo en pleno pecho
no es resbalón feliz de vivir.

Tiempo de aguas, felicidad


de ranas y campesinos de tierras verdes
la nostalgia me ataca por todos los poros
como vampiros sedientos de sangre.

Mientras la tarde gris con aguacero


despliega pañuelos de agur
y la noche desenrolla
la luz de los faroles, se aproxima
la hora del viaje.

Con el óvolo suspendido en el costado


derecho, subo mansamente a la barca
De Carón que aguarda.

Ya no hay tiempo, Señora,


Para darle un beso en la mejilla.

ACTIVIDAD

Elija tres preguntas de las sugerencias metodológicas para analizar y comentar un texto
poético y desarrolle en los espacios punteados.

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DANIEL QUISPE TORRES


(Huamanga 1964- ------)
 Profesor del área de Literatura de la UNSCH
 Participó en Programas de Intercambio Docentes en las universidades de
Sevilla y Oviedo, España
 Ponente en seminarios, congresos a nivel nacional e internacional
 Autor del libro Del amor y la guerra

DEL AMOR Y LA GUERRA


5
Nos mataron sin golpes… con tan suaves palabras
Derramaron veneno… eran nuestros hermanos
Los muy dulces traidores… no cuidamos la espalda
Pero así renacemos sin la miel del español!

6
Cabalgamos tras noches… las estrellas nos guían
Más allá las alondras cantan pasiones
La nostalgia del hombre paso a paso se afina
Nuestra senda se amolda a la luz del horizonte

7
Fueron niños los versos desvistiendo silencios
Y cantando muerieron por el pan de la patria
Pues no hay son sin destello que naciere del viento
De cuadernos tan tiernos que silvando nos salvann!

8
Del jardín de la vida tantas flores asoman
Las hay blancas y rojas perfumadas y secas
Del jardín de la vida con su dueño que asombra
Yo prefiero a las locas que abandonan las rejas!

9
La noche su velo disparó por el bosque
Los chacales husmeaan las cenizas y huellas
En las filas hay muertos y la pena se rompe
Ven Muerte ramera! Y pactemos la senda

10
Van llegando guerreros…apretad los corceles!
104
La propicia tiniebla en su goce de gritos
Silenciosa sus remos fluyen sangre en el césped
Será el alba partera que nos traiga sus lirios!

11
Descansamos…la noche va guisando los verbos
La cocina se alegra con asado y pimienta
Entre risas y coles nadiehabla de celos
Los amores se entierran en bocados de guerra!

12
Una cruz y otra cruz suman mi nombre y el tuyo
La hojarasca resuena los caballos avanzan
El milano a la pus las calaveras al búho
Una cifra llamea…horizontes de Nada!

13
Las hogueras abrasan cuanto hogar del camino
Los tambores se alejan con repiques triunfantes
Con sollozos que embargan solo quedan los niños
Sus miradas desiertas hurgan sombras danzantes

14
Madrecita…ya parto para incendiar la Muerte!
Sé mi paz cuando caiga por la patria del Sol
No te marches oh Canto! La nostalgia es tan fuerte
Que a mis sueños derraman corazones sion flor!

15
La ciudad como en fiesta se acompasa con gritos
Los refugios pululan las miradas se agolpan
Es la voz de sirenas que nos siegan a tiros
Y migrañas que zumban nos revientan las Horas

16
No da tregua la lluvia y no dormir es la orden
Los coyotes nos rondan y la noche se ahonda
Con la gripe y la murria hasta el hambre se esconde
105
En las tiendas se goza…mas nosotros…a solas

17
Con el aura las lilas danzarinas se enredan
Cabelleras de risas los camionos encienden
De repente las filas de escuadrones campean
Y se dobal las lilas esquivando la peste

18
Ha llegado la tregua…corceles descansan
Los soldados retornan…se alborozan los niños
Ay la negra Malena la mujer capitana
Se amortaja en la choza sin amor ni marido!

ACTIVIDAD

1. ¿Qué estado de ánimo refleja el poeta? Explique.


2. ¿A quién va dirigido el poema? Explique.
3. ¿Te gustó el poema? ¿Por qué sí, o por qué no?
4. ¿El tono es optimista, pesimista, melancólico, irónico?
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MARCIAL MOLINA RICHTER


(Huamanga 1946- ------)

Poeta y profesor de la Universidad de Huamanga, ha publicado: Buril de la memoria o la


partida (1982). Confesiones y diálogos o la búsqueda (1986). La fiesta de la lira (1985).
Amor entre las tumbas (2005); sin embargo la obra que más ha trascendido a nivel
nacional es: LA PALABRA DE LOS MUERTOS O AYACUCHO HORA NONA. Esta obra
es la historia de la sangrienta guerra interna que vivió el pueblo peruano durante quince
años. Es un canto paradójico e irónico de muertes, desapariciones, heridas, gritos
desesperantes, feroces luchas entre el movimiento subversivo y el ejército, estragos que
han diezmado toda una joven generación.

LA PALABRA DE LOS MUERTOS O AYACUCHO HORA NONA


Aquí nada ha pasado
Nadie ha venido
ninguno se ha ido
menos nadie ha muerto.

Nuestras casas solariegas


exhalan el mismo aroma colonial
nuestros campanarios dormitan en sus torres
nuestras 33 iglesias tienen el mismo icono
y nuestras calles permanecen adoquinadas
con las seculares piedras de Huamanga.

Nada ha cambiado,
el antiguo aeropuesrto
recibe cotidianamente sus bimotores
y los pasajeros en perfecto orden
jamás son rebuscados en sus bolsillos
menos palpadas en sus intimidades nuestras mujeres.+

Todos gozamos de salud divina,


los ángeles verdes son tan guapos y generosos
que no necesitan perros para custodiar sus trabucos
y los pasajeros henchidos de felicidad
a cada paso encienden sus pupilas y elan los dientes.

Nuestra ciudad es limpia y aromática


sus calles exhalan inciensos de lándano y anís,
sus paredes están limpias como papel en blanco
y no como dicen taraceadas de plomo.
107

Nuestros waynos son tasn alegres y vivarachos


que provocan sonoras risolatadas y pícaros zapateos a quienes los escuhcan.

Nuestros mercados están llenos de víveres,


los pollos felices aun de muertos,
gordos hasta la remaceta, a los transeúntes
guiñan con ojos de me voy contigo.

Los palúdicos huesos se esconden de vergüenza


tras las sonrosadas pulpas de reses
y los comerciantes pródigos de bondades
ponen un kilito de yapa en las panzudas canastas
de robustas amas de casa.
ACTIVIDAD

1. ¿Qué valores podemos percibir en este poema?


2. ¿Qué tema(s) desarrolla el autor?
3. ¿Qué sentimientos despierta en ti la lectura del poema?
4. ¿De qué nos habla el poeta a través de los versos? Explique.
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BIBLIOGRAFÍA

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