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UNIDAD 5
DIÁLOGO
ESCRITURA CREATIVA
MÓDULO
DIÁLOGO
ÍNDICE
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DIÁLOGO
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DIÁLOGO
Pero el hecho de que hablemos todo el rato no significa que todo lo que diga-
mos sea digno de ser dicho. Ni que nos expresemos de forma correcta. Un
buen diálogo es un reto para un escritor.
¿Serías capaz de escribir un buen diálogo entre una persona con bajo nivel
gramatical y otra con un hablar muy culto y pomposo?
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DIÁLOGO
No hace falta irse a la literatura, el diálogo es una de las partes más impor-
tantes en nuestro día a día.
Es la clave para tener éxito en una entrevista de trabajo, para negociar un con-
trato, conocer gente o llegar a cualquier tipo de acuerdo. Una buena comunica-
ción es esencial para contactar con la otra parte. Y pivota siempre sobre cómo
dialogamos.
La voz del narrador es monótona, en un diálogo son los personajes con su pro-
pia voz los que hablan. Así cobran vida, y el lector llega a olvidar que no son más
que creaciones de la mente del escritor.
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Si la historia está bien dialogada, los personajes son los que influyen en la
trama y en otros personajes, no el narrador.
No hay una regla que diga cuánto diálogo debe haber en una historia, pero lo
ideal es que haya un equilibrio entre diálogo y narración. De esta forma, el
ritmo narrativo fluye mejor. Demasiada narración causa sensación de densidad
y pesadez, y puede aburrir al lector.
Por ejemplo, en la novela Las llanuras del tránsito, Jean M. Auel hace una narra-
ción exquisita del Danubio en la prehistoria. Pero si esta narración se prolonga
páginas y páginas, el lector pierde interés y quiere que haya algo de acción. No
importa lo mucho que hayamos investigado para una historia o lo mucho que
sepamos del tema: estamos redactando una obra de ficción, no una enci-
clopedia.
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Normalmente nadie habla así en su día a día. Aunque parezca mentira, es más
difícil escribir diálogos que parezcan reales que escribir diálogos pomposos.
—No…
—¿Qué?
—Oye…
—Tengo curro…
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—¿Después?
—Mmmmm… ya veremos.
Un diálogo de este tipo es real, pero intrascendente y aburrido. Hay que en-
contrar el equilibrio entre diálogos realistas y demasiada teatralidad. De-
ben ser más impactantes y relevantes que una conversación cotidiana. La con-
versación anterior también podría sonar así:
—Voy de cabeza en el trabajo. Y aún tengo que sacar el coche del garaje.
—Ya te aviso…
Así hemos refinado el diálogo. Notamos cierta tensión entre los personajes,
uno agobiado por el trabajo, otro impaciente por contar un chisme. La informa-
ción que se da es más precisa, y no resulta enrevesada y tediosa.
Hay dos maneras de mostrar los acontecimientos en una trama: a través del
resumen y a través de las escenas.
Ejemplo de resumen
Me llamó mi madre para comunicarme que la abuela había fallecido tras una
larga enfermedad.
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Ejemplo de escena
El sonido del teléfono me sacó del ensimismamiento. Miré el reloj: tan solo eran
las cinco de la mañana.
—Es la abuela, ¿verdad? —dije, mientras notaba una dolorosa presión en el pecho.
No todo pueden ser escenas, si escribimos una obra literaria no estamos escri-
biendo un guión cinematográfico. Muchas veces será necesario resumir la in-
formación. Tanto el resumen como las escenas son utilizados frecuentemente
en la ficción, dependiendo del momento y lo que queramos transmitir al lector.
Usar la voz del narrador para que relate algo de forma pura, sin conta-
minación de la voz de los personajes.
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Pero mostrar siempre será más potente que describir. Las escenas dan di-
namismo y el lector las imagina de forma más vívida que los resúmenes.
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La normativa que vamos a usar es la que rige en español. El inglés, por ejem-
plo, utiliza una normativa completamente distinta.
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Cada personaje que habla usa un párrafo, sin importar la longitud del mensaje.
Personaje 1: Espero que no nieve esta noche, tengo que ir al aeropuerto a re-
coger a mis hijos.
—Espero que no nieve esta noche, tengo que ir al aeropuerto a recoger a mis hijos.
No nos referimos a las muletillas que usan los personajes como característica
de su habla, sino a las que usa el escritor para indicar quién dice cada cosa.
Las llamamos, entonces, atribuciones. «Dijo» es la muletilla usada más fre-
cuentemente.
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Podemos usar otros verbos, pero deben sonar naturales, sin distraer al lector.
Ejemplos de más verbos que se pueden usar: afirmó, susurró, profirió, expresó,
declaró, anunció…
Con el «dijo», el lector se adentra en la trama. Con otros verbos, el autor se cen-
tra en la frase concreta.
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Cuando la frase es muy larga, se puede poner una atribución en medio para
indicar quién está hablando y que el lector no se olvide. Hay que buscar un
momento de pausa natural, como una coma o un punto.
—He soñado mucho tiempo con este momento —dijo Alicia—, y ahora que por fin
ha llegado, no sé cómo reaccionar.
2.3. INTERPELACIONES
2.4. INCISOS
Los incisos son una forma alargada de las atribuciones, en los que relacio-
namos una acción con el diálogo.
—No sé cuánto más voy a tener que esperar —dijo Antonio mientras apretaba con
fuerza la cabeza de su bastón.
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—Quiero dos kilos de tomates —Adrián cayó en la cuenta de que sus padres también
se habían apuntado a la comida del domingo —. Bueno, mejor ponme tres —
añadió.
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—Qué frío hace hoy —dijo Inés arrebujándose en su abrigo—. Tendría que haber
cogido la bufanda.
—Más tarde saldrá el sol —dijo Juan volviendo la vista al cielo—. Así que no necesita-
rás la bufanda.
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—No estoy de acuerdo. —Toni se acercó a la mesa y cogió el taco de folios—. He inver-
tido casi un año en este guión, y mi nombre debería aparecer el primero de todos.
Las comillas que deben usarse son las españolas o angulares (« »). No dejamos
espacio entre las comillas y su contenido, sino que el inicio y el fin de la frase va
pegado a las comillas.
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No es solo el contenido del diálogo: todas estas acciones nos dan la oportu-
nidad de mostrar a los personajes.
Aquí tenemos un ejemplo de una escena que cobra vida gracias a las acotaciones:
—¿Existe una sola posibilidad? —La voz tirante del cura creó ecos en la Iglesia.
—En ese caso quiero que salgas y entres con otra cara.
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—Pero…
—Querida, esta mañana he oficiado una misa de difuntos. —Ezequiel dejó la escoba
contra la pared, puso los brazos en jarra y se irguió frente al altar. Pese a la edad,
setenta y cinco recién cumplidos, era un hombre templado y corpulento, muy bien
conservado—. La expresión que me traes no es muy diferente a la de las personas
que venían a despedirse del difunto. Tú no vienes a decir adiós, vienes a decirme que
vas a seguir viviendo.
—No sé si…
No es lo mismo:
Que:
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Por ejemplo
—Mamá, no quedan casi yogures —dijo mientras cerraba con cuidado la puerta del
frigorífico.
—Te llevaré un plátano —Cogió la pieza de fruta del cajón, abrió la alacena y deposi-
tó el plátano en el plato. Pensó si debería coger también un cuchillo pero al final lo
dejó de vuelta en el cajón de los cubiertos, entre los tenedores y las cucharas.
¡Demasiada información!
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“Oyó unos golpes en la puerta, así que antes de abrir, preguntó quién era. Laura,
quien estaba en compañía de sus amigos, respondió que eran ellos y que una amiga
tenía problemas. Se tranquilizó al oírles y les dijo que pasaran”.
Quizá esta conversación hubiera resultado muy larga y monótona, así que el
autor la resume para transmitir la información básica: unas personas lla-
man a la puerta y parece que están en problemas.
“Laura le dijo que se habían perdido en el bosque y que no sabían volver a la cara-
vana donde habían acampado con sus padres. Su amiga se había torcido el tobillo
al tropezar con una rama, y le dolía mucho. Les preguntó cómo era el sitio de la
acampada”.
—Había un árbol muy muy grande, con las hojas verdes, y un río pequeño muy cer-
ca, no cubría casi.
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Mucha gente usa latiguillos a la hora de hablar, a veces por modas o solo
durante una etapa, a veces durante toda la vida. «¡Madre mía!», «¡Dios mío!»,
«¿Sabes?» son solo algunos ejemplos bastante comunes.
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Yo aventuré:
—Tira, sí.
Yo dije:
En esta escena vemos a un contable que está en una situación atípica para
él: un partido de béisbol. Willie usa un lenguaje propio del lugar donde están,
mientras que el contable se encuentra incómodo, intenta hacer un chiste pero
no pega. Incluso el matiz de decir «Tira, sí», en lugar de «Tírala» nos muestran
que el contable no está en su elemento.
—Los maestros no ganan lo que tendrían que ganar —sentenciaba, con sentida so-
lemnidad, mi padre—. Ellos son las luces de la República.
Mi padre era republicano. Mi madre, no. Quiero decir que mi madre era de misa
diaria y los republicanos aparecían como enemigos de la Iglesia. Procuraban no
discutir cuando yo estaba delante, pero a veces los sorprendía.
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—¿Qué tienes tú contra Azaña? Eso es cosa del cura, que os anda calentando la ca-
beza.
En este diálogo podemos ver a dos miembros de la misma familia que, sin
embargo, se expresan de forma distinta. También podemos notar tensión
entre los dos personajes por un tema en el que no están de acuerdo.
—¿Fue deseo de su señoría que se intercambiara el chino del descansillo superior por
el que está junto a esta puerta?
—Sí, señor Stevens. El chino que suele estar en el descansillo, ahora está al otro lado
de esta puerta.
—No creo estar confusa en absoluto, señor Stevens. Considero mi deber familiari-
zarme con el lugar correcto en el que deben estar los objetos en una casa. Supongo
que alguien ha limpiado los chinos y los ha colocado en el lugar equivocado. Si se
muestra usted escéptico, señor Stevens, tal vez no le importará salir aquí fuera a
comprobarlo en persona.
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—Pero, señor Stevens, no parece creer lo que le estoy diciendo y por eso le ruego que
salga al otro lado de esta puerta para verlo usted mismo.
—Señorita Kenton, en este momento tengo otras cosas que hacer, me ocuparé del
asunto en breve. No creo que sea muy urgente.
—No aceptaré nada parecido, señorita Kenton, hasta que haya tenido la oportuni-
dad de ocuparme del asunto. Sin embargo, en este momento tengo otras cosas que
hacer.
—Los buitres.
—¿Ves? Allí están los leones, a lo lejos, en aquella dirección. Ahora se dirigen a la
charca. Han estado comiendo —dijo Lydia—. No sé qué.
—Algún animal -George Hadley alzó la mano para defender sus entrecerrados ojos
de la luz ardiente—. Una cebra o una cría de jirafa, a lo mejor.
—No, ya es un poco tarde para estar seguro —dijo él, divertido—. Allí lo único que
puedo distinguir son unos huesos descarnados, y a los buitres dispuestos a caer so-
bre lo que queda.
—No.
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—¡Hace un momento!
Los malos diálogos son aquellos que, en lugar de dar vida y voz a los perso-
najes, los matan.
—Tu madre murió cuando tenías solo seis años y tu padre os abandonó a ti y a tu
hermana poco después.
—¿Has pensado en intentar contactar con tu padre? Quizá él tampoco superó nunca
la pérdida de tu madre y por eso se fue.
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Cuando Juan tenía seis años, su madre falleció en un accidente de tráfico y su padre,
ahogado por la pena, huyó de casa dejándolos con su tía y nunca volvieron a saber
de él.
Hay grandes autores que han basado sus obras en temas controvertidos
en cuanto a la sociedad o a la política, como Orwell o Huxley. Pero es complica-
do hacerlo bien.
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A veces, un buen diálogo se convierte en un mal diálogo con una facilidad pas-
mosa. Hay dos casos concretos en los que hay que andar con pies de plomo
Cuando un autor escribe, deja de lado sus propias ideologías para hablar
con la voz de un personaje. Y si al personaje le sienta bien ser malhablado,
que así sea. En general resulta poco creíble que los personajes sean demasiado
comedidos con las palabras.
6.2.2. DIALECTOS
—Cuando el aita murió, la ama empezó a comportarse de un modo muy raro, su-
pongo que eran los primeros síntomas del Alzheimer, y de pronto me vi atrapada
entre la responsabilidad que clamaba Flora, los desvaríos de la ama y Freddy…
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—Bueno, verá, fue dehta manera. La vieha eza, la Zeñita Uazon, ze mete enconmigo
to rato y me entrata mu ma aunque siempre dició que no me vendería pa Oleánz.
Si todo el texto es así, el lector puede agobiarse por la dificultad que hay en su
lectura.
Se puede usar habla coloquial, acentos o jergas siempre que esto no inte-
rrumpa la fluidez del texto. Por ejemplo, marcar las erres en un personaje de
origen germánico, o acortar palabras (pa, en lugar de para) en caso de un per-
sonaje que hable de forma coloquial. De esta manera se introducen las caracte-
rísticas propias del habla del personaje de manera sutil sin romper el ritmo de la
lectura.
Es mejor decir:
Que decir:
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Si se quiere aprender a usar el subtexto en los diálogos, una buena forma es ver
cine anterior a 1960. La censura y las convenciones de la época hacían que si
se quería mostrar una escena subida de tono o hablar de la homosexualidad,
tuviera que hacerse a través del subtexto.
La escena nos sitúa en el cuarto de baño donde el pretor romano Marco Licinio
Craso (Laurence Olivier) es asistido por Antonino (Tony Curtis), su atractivo es-
clavo poeta de reciente adquisición.
Craso: ¿Mientes?
Craso: ¿Te reprimes de todo vicio para respetar las virtudes morales?
Craso: ¿Consideras que el comer ostras es moral y que el comer caracoles es inmoral?
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Craso: Desde luego que no. Es todo una cuestión de gustos, ¿no es así?
Craso: Mi túnica, Antonino. (El joven esclavo se la alcanza y el patricio sale de la ti-
na). Mi gusto incluye... a las ostras y a los caracoles.
*****
Por ejemplo, un personaje que está muy nervioso por algo que acaba de suceder
pero debe mantener la compostura porque va a acudir a una cena con amigos
Podemos simplemente describir sus sentimientos, o mostrarlo en un diálogo:
—¡Gracias por invitarme! Estoy encantada de estar aquí —dijo Marisa, abrazando a
Pedro.
—¡Por supuesto que me hace ilusión! —la voz se le quebró con la última sílaba—.
Perdona es que… de verdad que estoy muy emocionada por estar aquí.
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Para crear subtexto, debemos conocer a los personajes. Los vamos a mostrar
de la manera más íntima, vamos a hablar de sentimientos tan profundos que a
veces ni ellos mismos conocen. Un buen ejercicio para introducir subtexto en
los diálogos es diseñar un diálogo completo en primer lugar, y luego sustituir
pensamientos e incisos por subtexto.
Hay ciertos temas clave de los que podemos hablar usando el subtexto.
7.1.1. FILOSOFÍA
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7.1.2. ENGAÑO
Nuestros personajes también deben hacerlo. Ya sea porque creen que el fin
justifica los medios o porque tengan realmente malas intenciones, no dudes en
hacer mentir a tus personajes.
7.1.3. SEXO
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En esta unidad hemos visto cómo es un mal diálogo, como evitarlo, y qué debe
transmitir al lector.
Los diálogos son muy importantes, pero también son un reto. La única forma de
hacer buenos diálogos es escribirlos una y otra vez y aprender de los errores.
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AUTOCOMPROBACIÓN
a) No hay una regla fija, pero más o menos equilibrado con la narración.
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a) Hizo.
b) Dijo.
c) Preguntó.
d) Respondió.
5. ¿Qué es un inciso?
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9. ¿Qué es el subtexto?
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SOLUCIONARIO
1. a 2. c 3. b 4. b 5. a
6. b 7. c 8. a 9. b 10. c
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BIBLIOGRAFÍA
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