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Los ensayistas que se han interesado en el humor sostienen su aspecto reflexivo esto es : a)
el punto humorístico se encuentra cuando llega al otro – pensemos en la teoría de la
recepción -, b) su tendencia a la sensibilidad emotiva, junto con su intelectualización; c)
incluso su verdad catártica que implica a la vez al lector y al autor, son tres de los efectos
de espejo en los cuales el humor no cesa de contemplarse a través del tiempo.
Henri Bergson afirma que la risa es la intelectualización del humor que consiste en
la cobertura "de lo mecánico sobre lo viviente" , lo que equivale a decir que la reflexión
sobre la realidad produce risa. Sin embargo, no hay que negar el aspecto afectivo de la risa
humorística que debe seguir el camino de la despreocupación: para reírnos de lo que nos
afecta, es necesario que nos comprometamos, que nos burlemos de eso. No podríamos
tampoco ir más lejos aún y decir que para reírnos de algo grave –como la muerte o la
enfermedad-, hay que capturar toda la mala intención del autor que tiene ese propósito, y
cambiar de registro pasando del mundo real y grave, en el cual vivimos, al mundo ficticio y
liviano del humorista. Así, al distinguir entre risa y humor, por medio de la
intelectualización, Bergson conduce la reflexión en el misma sentido que Pirandello: el
humor es un mezcla de dos sentimientos. Veamos ante todo lo que recubren estas dos
concepciones.
a. Yo soy sensible
b. Yo soy intelectual
De acuerdo con Dominique Noguez, "el humor no sólo es una manera privada de
manejar el malestar propio, sino también una forma de hacer pasar un mensaje a otro.
Puede ser narcisista, pero en ningún caso puede ser solipsista: para gozar de él, hay que ser
dos"; un poeta romántico puede sentirse satisfecho luego de haber volcado su lirismo sobre
una hoja de papel, pero el humorista no podría contentarse con eso. Así en la literatura
humorística, el lector actúa sobre el texto por su sola presencia que preexiste en lo que él
lee. De esto resulta que si el humorista practica su arte en solitario, no puede pasar frente a
una audiencia: él la imagina cuando elabora su obra, inspirándose en probables reacciones
de esa audiencia y previendo la risa y la emoción. Un obra humorística sería entonces el
éxito de su autor, de acuerdo con su audiencia.
Notemos que la tarea del autor no se reduce a hacer reír a los otros; también llega a
burlarse de sí mismo. Entonces aparece un sentimiento de superioridad de parte del lector.
Reírse de los otros es sentirse superior a ellos, pero reírse de sí mismo supone una nueva
superioridad: "el hombre no ríe nunca sino en virtud de un retorno favorable sobre sí mismo
y de una comparación más o menos orgullosa que él hace con respecto al objeto ridículo".
Incluso si el ridículo cae sobre él, el autor se enorgullece de esta referencia y se felicita por
su éxito. El lector sigue paso a paso al autor en sus saltos de altura y se presta al juego de
la broma en cuanto decide adherir al texto.
Cada humorista posee su propio humor y esta es sin duda la razón por la cual el
concepto es tan oscuro. Pero agreguemos a esta oscuridad las alusiones a las culturas, usos
y costumbres conocidos por el autor y por su lector-espectador: el humor no llega
necesariamente a sobrepasar las fronteras lingüísticas y culturales. Tomemos el famoso
ejemplo de Louis Cazamian a propósito de la comprensión equivocada de cierto humor:
Swift , proponiendo una solución para los problemas en Irlanda, dice poseer las tres
soluciones para erradicar el hambre. Si comiéramos a los niños, nuestra población se
alimentaría- primer problema-, disminuiría el nivel de pobreza -segundo problema -, y se
evitaría la superpoblación – último problema. Un ejemplo interesante cuando se interroga
acerca de lo que produce el humor: la ruptura de sentido cuando todo es lógico excepto el
detalle moral de lo impensable. Y nos reímos de eso porque esa proposición no puede ser
tomada en serio por radicalmente opuesta a lo razonable.
Sigamos paso a paso la demostración de esto último para probar la existencia del
humor . La "paradoja irónica" se produce cuando la realidad está presentada bajo un
aspecto absurdo; esta visión, que aparece frente al lector por los vínculos lógicos, suspende
la evidencia de lo serio. Es la razón por la cual el humor no siempre es accesible a todas las
culturas. A pesar de que haya un mismo propósito, y que se satisfagan todas las
condiciones, puede ser tomado de diferentes maneras, según el contexto en el que se
encuentre; si el autor es un humorista, su propósito será divertido, pero si es susceptible de
ser serio, la suspensión de la evidencia se desplaza: deviene chocante y no divertida. De allí
el postulado: el lector debe adecuarse a la dialéctica de su autor. Es a partir de este punto
que el humor puede ser considerado desde nuevos puntos de vista.
La situación absurda debe entonces conducir a una reflexión superior: el lector
presta confianza a la deconstrucción de lo real que practica el humorista, antes de rebotar
fuera de lo absurdo, gracias a la complicidad establecida entre emisor y receptor.
En efecto, en Los vacances du fantôme, DvC presenta a sus lectores una historia
extravagante que no tiene más que el hilo del espiritismo. La novela se desarrolla en torno
de un hombre proyectado en la vida de otro, cuyo carácter se deja poco a poco contaminar
por la existencia de su predecesor. El humor se apoya en esta suspensión de evidencia: no
se puede cambiar de cuerpo… En este momento interviene la proposición de Alcanter de
Brahm de fines del siglo XIX: inventar un punto de ironía … y ¿por qué no un punto de
humor ? Cada uno sabría entonces de qué hay que reírse, y divertirse . Desdichadamente,
esta marca gráfica plantea el riesgo de desacralizar justamente la fineza del humor, aquello
que le da tal dimensión y que lo convierte en algo imposible de aprehender.
Para el humor, aunque es un poco borroso, solo es necesaria a partir de ahora alguna
definición; vinculada con la noción de catarsis, el concepto aristotélico que dramaturgos y
amateurs del arte teatral emplean en todos los confimes de su campo. La catarsis es ante
todo un término del teatro trágico que Aristóteles define en su Poética como la expresión
de la purificación de las pasiones del espectador.
La tragedia griega tomó sus orígenes en los ritos del dios Dionysos, culto
caracterizado por los estados de transe y de posesión de los celebrantes. De la expresión de
la liberación violenta de las fuerzas del alma humana. Poco a poco, la catarsis se convirtió
en una condición del conocimiento de lo humano y de lo divino, que reenvía al doble
sentido: purgación y purificación. Y aquí recae una vez más nuestra demostración en la
doble definición de la pareja humeurs-humor; puesto que designando un asunto médico la
primera, la catarsis se desvía hacia la segunda, y, liberando el cuerpo, libera la mente. Así,
el humor se apoya en una realidad aprehensible antes de elevarse, como subordinado a un
estado de transe, hacia las alturas del alma y de lo espiritual. La catarsis humorística sería
entonces el medio de encaminar inconscientemente al lector-espectador hacia una reflexión
de todos su ser, después de haberlo desagraviado, por la risa, de sus tensiones y males
cotidianos.
El humor deviene súbitamente una medicina para el dolor, una purificación no solo
de las pasiones, también de los temores, las felicidades y los sufrimientos. Hay que
revisarlo, entonces, desde el punto de vista psicológico. Freud aclara algo sobre este punto.
a. El humor y el sueño : Freud sueña conmigo
Revisemos la concepción freudiana del humor, o sobre todo del chiste a través de su
explicación del sueño que, según Freud, es significante por tres razones. En primer lugar, el
"desplazamiento de los sueños diurnos preconscientes hacia el inconsciente,
desplazamiento en el que tienen lugar las condiciones del estado de sueño"; luego el
"trabajo del sueño propiamente dicho en el inconsciente", y por fin, la "regresión que hace
pasar el material del sueño así elaborado al nivel de la percepción, forma bajo la cual el
sueño deviene consciente". Freud relaciona el chiste con el sueño porque el carácter propio
del chiste está ligado a algunas formas de expresión, dando lugar a una acumulación de
figuración directa: los procesos son idénticos. Freud ofrece a pesar de todo un gran sitio a la
materialidad de la forma del chiste. La reduce a un productor real de efectos significantes,
en lugar de vincularlos a una fórmula psicológica (!). El chiste sería entonces un trabajo
inconsciente que lo lleva a la expresión. Como en el sueño que, del "contenido latente"
deviene el "contenido manifiesto", el trabajo inconsciente deviene expresión. El humor
imitaría entonces el funcionamiento del sueño: desplazamiento, falta de pensamiento,
absurdo, representación indirecta, representación por el contrario. Como ya explicamos, el
chiste tiene necesidad de ser compartido, relatado, y esta necesidad va más lejos aún porque
es condición de su formación: si no es relatado, no ha cumplido su destino.
Esta precisión no es anodina, pues el humor deviene así la expresión profunda del
yo del hombre, y la falsificación de lo real por el absurdo, el juego de palabras o la simple
sorpresa, sólo serían la exacerbación de los pensamientos conscientes o inconscientes de su
creador.
Tan chocante como eso es el ejemplo de Cahen para situar la aparición de uno o
muchos términos inesperados por heterogéneos, en el seno de una misma acción. " Es hora
de acostarse. Hay muchos amigos en casa. Bruno, (de tres años) saluda a cada uno de los
invitados sentados a la mesa. Luego continúa, al mismo ritmo, saludando a una silla, a un
libro, a la mesa, a la pared, a la puerta … y hace una salida muy festejada. Viendo que hace
reír, continúa y besa a la pared del pasillo cada diez centímetros". Este esquema es idéntico
al del humor en la literatura. Así, el surgimiento de un efecto inesperado invoca la risa; esta
risa da importancia a los niños, es la razón por la cual él no interrumpe su despedida y
prosigue sus besos hasta la cama. Cuando el humorista posee un hilo rector, que mantiene
al lector-espectador en estado de sonrisa, no está dispuesto a dejarlo escapar.
Cuando el lenguaje viene a mezclarse con esto, los niños continúan desarrollando el
principio de la sorpresa, de la no conformidad e incluso más, de la alianza significante de
palabras coordinadas, mediante sustituciones de nombres comunes por nombres propios,
por rimas o palabras modificadas, cortadas o alargadas. "Pero en este estadío los niños
buscan entre sus padres y amigos la confirmación de su identidad, su humor es un medio de
cambiar en placenteros los sentimientos penosos".
Y la etimología debe hacer emerger la relación entre el goce del humor y el goce de
la muerte. Esta patología del humor que el superyó del humorista exacerba no es otra cosa
que la expresión de una catarsis necesaria para el acto de escritura. Cada quien, desde el
lector-espectador hasta el autor, reencuentra allí su mal sintomático elevado a menudo a su
paroxismo para ser inmediatamente desbaratado y transformado en risa. De esta manera, el
humorista encuentra, en la práctica de su arte, lo que Aristóteles llama la purificación de las
pasiones. Pues cualesquiera sean las formas que él intente de tomar o la edad a la que se
refiera, el humor permite desviar la fórmula terror y piedad, a fin de devenir broma,
ligereza, fantasía. Señala con precisión el objeto del dolor y se burla de él en un punto tal
que él se aleja para ejercer mejor su auto-juicio a través de un espejo deformante.