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Objetivos de la clase:

 Analizar cómo funciona el humor dentro del campo de la literatura.


 Leer y analizar distintos géneros literarios en los que se materialice la utilización de
diversos recursos humorísticos (el absurdo, la sátira, la parodia, la exageración o
hipérbole, la ironía y el sarcasmo)
 Seguir pensando juntos propuestas pedagógicas, recursos y actividades que
puedan llevarse al aula de clases para acercar a los alumnos a la literatura
humorística.
• Realizar ejercicios de redacción creativa bajo distintas modalidades de hacer
humor.

El humor dentro de la literatura:

El objetivo de esta clase es analizar el humor y sus recursos dentro de los géneros
literarios: la narrativa, la poesía y el teatro. Para esto, la propuesta de la clase consistirá
en leer textos literarios y analizarlos juntos, EL objetivo final es que ustedes conozcan
algunas obras nuevas y puedan ir pensando cuáles seleccionarán para llevar al aula y
con qué actividades o estrategias. Ya comenzamos a pensar entonces el trabajo fina que
consistirá en armar un plan de 4 clases sobre literatura humorística o redactar una
propuesta a partir de este tópico para una feria o exposición anual en el colegio donde
ustedes trabajen.

Tal vez algunos textos de los que abordaremos en esta clase ya los conozcan, pero
siempre es productivo leer junto a otros y compartir con colegas ideas o recursos de
aplicación en el aula, así como puentes para trabajar la intertextualidad con otros textos.

Es así como esta clase tal vez se la más “práctica” y la más literaria que vayamos a
abordar en cuanto a las actividades que se plantean y en cuanto a las lecturas que son en
su totalidad de obras literarias narrativas, poéticas y dramáticas.

Pero antes de adentrarnos en las obras los invito a leer un fragmento del discurso de la
escritora argentina Ema Wolf leído en una Feria del libro de la ciudad de Medellín.
puede notar que lo valoro, y mucho. Sin embargo suelo declinar los convites para hablar de él.
Entonces trato de averiguar por qué.Una razón es personal. La otra literaria, por así decir.
En el fondo, creo que son la misma razón, sin adjetivos.
La personal es que me niego a hacer la vivisección del humor. No tengo ganas de abrirlo
para ver que hay adentro, de escarbar en sus motivos ni en sus mecanismos, y mucho menos
tratándose de mis propios textos. Tengo miedo de romper algo, de estropear una relación que es
valiosa y que tal vez sea frágil.
El humor es viejo como el mundo. Los seres humanos aprenden a reír antes que a hablar.
Es una manifestación muy local, no es fácilmente transferible -asunto de la antropología
cultural-, no todos los grupos reaccionan igual ante un mismo estímulo, lo saben bien los
profesionales del humor cuando les toca actuar en otro país.
En lo cercano, sin embargo, se comporta de un modo que a mí me desconcierta: ¿qué hace
que mi vecino de butaca se ría de algo de lo que yo no me río? Suelo ir al teatro y al cine con un
grupo de amigos y últimamente se nos ha dado por preguntarnos eso. Por supuesto lo atribuimos
a una cuestión de edad, de frecuentación, de rodaje, en fin: muchos años yendo al teatro o al cine
pueden insensibilizar el nervio del humor al hacer que algunas cosas tengan el sabor de lo ya
visto. Pero tampoco eso explica todo. Porque también existen formas personales de leer, lecturas
distintas de cada individuo. Pero también depende del estado emocional del momento. Con lo que
sigo sin entender nada.
Creo que el humor es refractario a la definición y a la descripción, que sólo hay que
entregarse a él. Es un ejercicio de la afectividad y de la inteligencia, sin duda destinado a seducir.
Se le atribuyen ventajas de todo tipo, en las que creo con fervor: catárticas, salutíferas, anti-age -
mi madre decía que el humor alargaba la vida, se reía de todo, y pasó los 97 años-. Además es
generoso: parte sustancial del disfrute de quien lo propone es brindarlo a otros. Para mí, ha sido
sobre todo eso: una expresión de generosidad. Siempre me sentí agradecida hacia los que me
hicieron reír, cualquiera fuera el soporte en que el humor se presentara: libros, cine, graffiti,
imágenes de Youtube, historietas, una conversación... Una palabra graciosa puesta en el
momento justo la agradezco como un regalo.
El humor no es ingenuo, nunca lo es. Sin embargo, yo conservo una mirada ingenua sobre él.
Digo ingenua en el sentido de que lo tomo como se presenta (…) Tiene secretos, lo abrazo y no me
pregunto mucho más.
Anduve husmeando por la Wikipedia -para que vean que revelo las sesudas fuentes de mis
sesudas ponencias- y aparecieron algunas clasificaciones del humor. Una: técnicas de humor
verbal (hipérbole, lítote, silepsis, sarcasmo, anticlímax, oxímoron, gestos, -esas figuras retóricas
que nos enseñaban-) y técnicas de humor no verbal (gestos, caídas y resbalones). Otra dividía la
comicidad en capítulos: verbal, de repetición, de carácter, de situación, Otra se apoyaba en los
desenlaces: previstos e imprevistos; los imprevistos a su vez podían ser con planteamiento latente,
que a su vez podía ser concreto o incorrecto, o bien con planteamiento expreso, etc., etc.
Intentos de taxonomías, igual que si se tratara de ranas. Y ahí me volvió la idea de la
vivisección, con lo que abandoné la búsqueda.
Definitivamente todos reconocemos el humor de inmediato, y las clasificaciones no sirven ni
para generarlo ni para gozarlo. De un chiste podemos explicar la trama, pero sabemos también
que la explicación lo destruye; con algunas piezas de humor netamente visual ni siquiera hay una
trama explicable (Oski).
Lo que quiero trasmitirles, en definitiva, es que el humor está más ligado a mis afectos que a
mi intelecto.
Umberto Eco, en un texto de un viejo libro suyo, La estrategia de la ilusión, señala una
diferencia entre lo cómico y lo humorístico. Dice que lo cómico da por descontada la regla y no se
preocupa por reiterarla -la torta en la cara hace reír porque se supone que en una fiesta las tortas
se comen y no se estrellan en la cara de los demás; pero no hace falta explicar esta convención
porque todos la dan por conocida-. La violación de la regla es cómica, hace reír, y punto. Y dice
que el humor, en cambio, nos remite a la causa de las cosas, toca al sentimiento. Con el humor a
veces uno no se ríe, sino que apenas sonríe; el humor nos obliga a identificarnos con el que
padece la ruptura de las reglas.
No es que lo cómico sea conformista y el humor revulsivo, pero sí es posible reconocer que
hay una risa que se monta sobre lo previsible, los valores acordados, sobre los prejuicios en
definitiva; y otra que moviliza, que instaura una mini-crisis, que ilumina la eventualidad de un
cambio.
La otra razón por la que suelo desatender las invitaciones para hablar del humor es porque
se espera que lo explique como un recurso de la literatura para niños; el humor en función de
alguna estrategia relacionada con la edad de mis lectores. Y no es así en absoluto.
Algunos educadores sí lo encaran como una estrategia. Promueven el humor en las aulas
como manera de abordar mejor las dificultades, tanto del enseñar como del aprender. El humor
mejora la disposición del docente, le sirve de alivio emocional en una tarea que a largo plazo
resulta agotadora; al mismo tiempo mejora la disposición del alumno para involucrarse en lo que
recibe. No tengo competencia en estas cuestiones, pero sin duda una clase relajada y risueña es lo
mejor que puede suceder en un aula. Lo será, siempre que esto no se convierta en imperativo, en
técnica a aplicar.
El humor se me presentó toda vez que quise comunicar algo a alguien, fueran chicos o
grandes. No reconozco un escalón entre los chicos y yo -imagino que los psicólogos no estarán
muy de acuerdo-, y es porque, en mi historia personal el humor circuló indistintamente a través de
todos los géneros, siempre, por todos los territorios, en textos, escritos o leídos, destinados a
todas las edades. Entonces el humor nunca podría ser una cubierta azucarada que yo empleara
premeditadamente.
Es cierto que hay muy poco de casual e involuntario en la escritura: hay esfuerzo, hay
búsqueda... Pero es un esfuerzo que se orienta hacia el texto y que también se resuelve en el texto.
La mirada del autor aparece allí aunque él no se lo haya propuesto. Por eso nunca pude
considerar al texto una herramienta para alcanzar algo más importante. Y con respecto al humor,
El humor dentro de la narrativa: Rodolfo Walsh

Pensando en que la clase 1 la arrancamos reflexionando acerca del origen del humor y
vimos cómo el carnaval constituía tal vez el germen de aquello que denominamos como
“lo cómico”, y sumado a que en la clase 2 vimos el humor como crítica social dentro de las
letras de las murgas, se me ocurrió comenzar el análisis del humor dentro de la narrativa
con un cuento de Rodolfo Walsh que se titula “Corso”.
viejo, a quién no le gusta que le hagan cosquillitas.
Un jetón que iba en una picá llena de florcitas le dijo al Ángel por qué no se las metés a
tu abuela y el Ángel le refregó el plumacho por la cara. El tipo hizo como que se bajaba
pero cuando nos vio las caras subió el vidrio y la dejó a la hermanita en el capó y el
Ángel le rompió tres plumachos entre las gambas, estuvo exagerado.
Pero lo grande fue cuando vino el hindú en un forcito del tiempo e mamá. Este hindú
venía todo desnudo, menos un calzoncillo cerradito y un turbante en el melón con una
piedra divina, te lo juro. Iba sentado en el capó, con las patas cruzadas, seguro que lo
vio en el cine. Con una mano se agarraba la barriga, y con la otra se tocaba la piedra del
melón y después el pecho y saludaba, hablando bajito en un idioma. Pero lo mejor que
hacía este hindú era que en cada bocacalle se tomaba un trago de un frasquito, prendía
un fósforo y escupía unas llamaradas de samputa.
Cuando el Ángel lo vio, se quedó enloquecido y empezamos a seguirlo. Yo le decía
dejáme de joder, mirá las minas, y el Ángel nada, el hindú lo tenía entusiasmado, lo
miraba de arriba abajo como si fuera Nélida Roca. Ahí supe que iba a hacer una cagada,
porque el Ángel será lo que vos quieras, menos eso.
Cuando quise acordar estábamos frente al palco el hindú con el forcito y al lado el Ángel
y yo detrás. Entonces el hindú mirando el palco donde estaba el intendente, echa la
cabeza para atrás y se manda un trago doble de la nasta, y mirando al cielo se arrima el
foforito.
Y en eso lo veo al Ángel que levanta el plumacho y lo toca justito en el hueso de la
garganta, y el hindú empieza a escupir fuego hasta por los ojos y se siente un olor a bife
que no te cuento, el hindú parece que se quema, y yo hago lugar para los bomberos, o
sea que me rajo. Y por la otra vereda lo veo al hindú que lo corre al Ángel, y ya no le
habla en el idioma sino que le dice la puta que te parió, la puta que te parió, y menos mal
que no lo agarra porque si no lo mata.
Al rato nos encontramos con el Ángel en la estación, el Ángel hace como que me habla
en el idioma, y nos meamos de la risa, viejo, vos sabés qué plato.
Rodolfo Walsh.
1.A El humor dentro de la narrativa: César Bruto.

CésaR brutO fue el pseudónimo que utilizó el escritor, humorista y periodista argentino
Carlos Warnes. Warnes que nació en 1905 y falleció en 1984. Tenía una visión del mundo
que siempre arrancaba una sonrisa. Jugaba a ser “bruto”, de ahí su pseudónimo, cosa
que por esa época (y ahora tal vez también) se le endilgaba a todos aquellos que tuvieran
una ortografía deplorable. Así, riéndose de la erudición que ostentaban algunos, supo
construir un estilo de humor desfachatado.

Para conocer algo más de este escritor:

Verano 12. Diario Página 12. 4.1.2010

La loca de pensar ideas eséntricas


Por Juan Sasturain.

César Bruto fue uno de los tantos seudónimos utilizados por el escritor Carlos Warnes
(porteño, 1905-1984), también firmante como Napoleón Verdadero, Uno Cualquiera y un
largo etcétera de alias, formas de la identidad escamoteada. César Bruto fue su genial
registro en plan bestia, su impostación semianalfabeta con pretensiones.
Warnes fue periodista gráfico y colaborador consecuente de revistas y páginas de humor

–en un espectro que iba, por ejemplo, de Tía Vicenta a Clarín– durante cuatro décadas:
desde principios de los cuarenta –César Bruto debutó en la politizada revista Cascabel–
hasta el primer tercio de los ochenta. Hizo de todo en el campo del humor satírico –
incluso los libretos televisivos de Tato Bores en uno de sus mejores períodos–, pero lo
mejor, qué duda cabe, es lo que produjo en tándem insoslayable con un coequiper de
exacta sintonía: Oscar Conti, Oski, su ilustrador ejemplar. El “primitivismo” falsamente
ingenuo de Oski al dibujar era el equivalente gráfico del uso alevosamente torpe del
idioma por parte del inspirado Warnes.
César Bruto y Oski trabajaron y firmaron juntos durante más de veinte años y dejaron,
reunidas luego en libro o no, un puñado de obras maestras. Los fascículos de El
Medisinal Brutoski Ilustrado; el seudo periódico barrial Versos y notisias, “gran diario de
todos los miércole”, que aparecía en Rico Tipo; Los Grandes Inbentos deSte mundo, El
secretario epistolárico, las Brutas biografías de bolsillo y muchos más.
De toda la producción de César Bruto, la que encontró inesperada consagración o
celebridad sesgada entre los lectores de literatura fue Lo que me gustaría ser a mí si no
fuera lo que yo soy (1947), una serie de delirios reunidos en la memorable colección de
humor “La cuerda floja”, donde también publicaron Nalé Roxlo, Damon Runyon y otros. El
famoso acápite de Rayuela –“Siempre que viene el tienpo fresco, o sea al medio del
otonio, a mí me da la loca de pensar ideas de tipo eséntrico y esótico...”, etc.– extraído
por Cortázar del comienzo del capítulo “Perro de San Bernaldo”, viene de ahí. Los
extraordinarios textos que elegimos, también.
César Bruto entra, sin permiso de las buenas maneras ni del Diccionario de la Real
Academia, en la más rigurosa antología de la literatura argentina costumbrista del siglo
XX.
Ahora les propongo que leamos algunos de sus textos.
dominada por la efinjE, o sea un mostruO con alas de pajaro, cara y pechos de mugeR y
el resto de leoN... (Esas eran bestias y no las que se ven haora!) Resulta que la efinjE
proponia asertijos y adivinansas, y el que no asertaba moria, y cuando el edipO se
aserco para intervenir en aquella audision de preguntas y respuestas, la efinjE le
pregunto: "¿Cual es el bicho que camina primero con 4 patas, despues con 2 patas y a la
final en 3 patas?" Entonses el edipO penso durante 30 segundos, y despues contesto:
-Ese bicho es el honbre, que cuando es chico camina en 4 patas, despues anda en 2, y
cuando es viejo usa baston, o sea la tersera pata... Al ser derrotada, la efinjE se murio de
rabia y el edipO gano el premio ofresido al ganador: !casarse con la reina, que habia
enviudado resientemente! ¿Se dan cuenta como se viene preparando el bodrio?
Se caso el edipO, tuvo 4 hijos (2 machitos y 2 chancletas), y todo anduvo tranquilo y felis
hasta que un dia se descubrio la trajedia: !edipO sentero de quel caballero que mato en
el camino era su padre, que la reina viuda era su madre y que el venia a ser padre y
hermano de sus hijos al mismo tienpo! Entonses, la reina tanbien sufrio una conmosion
violenta y se haorco en el palasiO; el edipO se pincho anbos ojos y salio a pedir limosna;
los hijos se pelearon por el trono bacantE; las 2 hijas fueron desgrasiadas hasta desir
basta, y la cosa termino con la muerte de todos, no quedando ni uno solo de la familia
edipO para creser y multiplicarse como corresponde...

!Esas son desgrasias para lamentar, y no el conplejo de andarse quejando porque sube
la carne, sube el pan, sube la leche y suben los hueboS! !Mientras uno no mate al padre
ni se case con su vieja, puede desir que todo marcha sobre rieles, y viba la pepA!
1.A El humor dentro de la narrativa: Julio Cortázar.

El humor ocupa un lugar muy importante en la obra de Julio Cortázar. Ausente, por lo
general, en sus cuentos fantásticos por razones de economía, clima y ritmo, rara vez falta
en los ensayos, las novelas y los libros de misceláneas. Y no aparece por accidente.
Cortázar, explícitamente, deploraba la falta de humor en las letras argentinas.

«Pero seamos serios y observemos que el humor, desterrado de nuestras letras


contemporáneas (Macedonio, el primer Borges, el primer Nalé, César Bruto, Marechal a
ratos, son outsiders escandalosos en nuestro hipódromo literario), representa mal que les
pese a los tortugones una constante del espíritu argentino en todos los registros
culturales o temperamentales que van de la afilada tradición de Mansilla, Wilde,
Cambaceres y Payró hasta el humor sublime del reo porteño que en la plataforma del
tranvía 85 más que completo, mandado a callar en sus protestas por el guarda
masificado, le contesta: ‘¿Y qué querés? ¿Qué muera en silencio?’». «A los humoristas
les pegan de entrada la etiqueta para distinguirlos higiénicamente de los escritores serios.
Cuando mis cronopios hicieron algunas de las suyas en Corrientes y Esmeralda, huna
heminente hintelectual hexclamó: “¡Qué lastima, pensar que era un escritor tan serio!
Solo se acepta el humor en su estricta jaulita, y ojo con trinar mientras suena la sinfónica
porque lo dejamos sin alpiste para que aprenda».
Cortázar, Julio. «De la seriedad en los velorios», en La vuelta al día en ochenta mundos.
México, Siglo XXI, 1968.

En 1962, Julio Cortázar publicó el libro “Historias de cronopios y de famas”, que había
sido escrito a principios de la década de 1950. El libro se encuentra dividido en cuatro
partes. La primera, «Manual de instrucciones», contiene manuales de instrucciones para
actos tales como cantar o llorar. Luego le sigue «Ocupaciones raras», donde el escritor
describe las andanzas de una familia extraña. A continuación, encontramos «Material
plástico», que incluye textos variados. Y finalmente la serie culmina con «Historias de
cronopios y de famas», que informa sobre la idiosincrasia y otras vicisitudes de estos
seres misteriosos. Los textos que componen este libro pueden leerse sin duda en clave
de humor.

A continuación algunos fragmentos:


Simulacros
«Somos una familia rara. En este país donde las cosas se hacen por obligación o
fanfarronería, nos gustan las ocupaciones libres, las tareas porque sí, los simulacros que
no sirven para nada. Tenemos un defecto: nos falta originalidad. Casi todo lo que
decidimos hacer está inspirado –digamos francamente, copiado– de modelos célebres.
Si alguna novedad aportamos es siempre inevitable: los anacronismos o las sorpresas,
los escándalos. Mi tío el mayor dice que somos como las copias en papel carbónico,
idénticas al original salvo que otro color, otro papel, otra finalidad. Mi hermana la tercera
se compara con el ruiseñor mecánico de Andersen; su romanticismo llega a la náusea.
Somos muchos y vivimos en la calle Humboldt. Hacemos cosas, pero contarlo es difícil
porque falta lo más importante, la ansiedad y la expectativa de estar haciendo las cosas,
las sorpresas tanto más importantes que los resultados, los fracasos en que toda la
familia cae al suelo como un castillo de naipes y durante días enteros no se oyen más
que deploraciones y carcajadas. Contar lo que hacemos es apenas una manera de
rellenar los huecos inevitables, porque a veces estamos pobres o presos o enfermos, a
veces se muere alguno o (me duele mencionarlo) alguno traiciona, renuncia, o entra en
la Dirección Impositiva. Pero no hay que deducir de esto que nos va mal o que somos
melancólicos. Vivimos en el barrio de Pacífico, y hacemos cosas cada vez que podemos.
Somos muchos que tienen ideas y ganas de llevarlas a la práctica. Por ejemplo, el
patíbulo, hasta hoy nadie se ha puesto de acuerdo sobre el origen de la idea, mi
hermana la quinta afirma que fue de uno de mis primos carnales, que son muy filósofos,
pero mi tío el mayor sostiene que se le ocurrió a él después de leer una novela de capa y
espada».
A continuación les dejo como ejemplo unas instrucciones que escribió un alumno de 6º
año, egresado promoción 2009 para que les sirva a modo de ejemplo. Lo tituló
“Instrucciones para salir de compras con mamá”. Los trabajos que salen llevando esta
propuesta al aula realmente son muy buenos, es una actividad que les recomiendo hacer.
Y ahora sí, el texto escrito por uno de mis alumnos:

Instrucciones para salir de compras con mamá.

Es primordial antes de nada estar psicológica y físicamente preparado para acompañar a


este ser a realizar sus compras como también será necesario anticiparse a los hechos.
Uno debe de ir mentalizado que este acontecimiento no va a ser corto ya que la mujer
suele detenerse frente a cualquier vidriera que se le cruce. Este es exactamente el
momento de volverse religioso, si es que usted ya no lo era, o de creer en supersticiones
como cruzar los dedos si lo prefiere, cualquier cosa es buena para tratar que su madre no
entre a los negocios porque ahí sí usted, acompañante, va a estar jodido y salir hecho un
jubilado, aunque sabio de vestimento.

Durante la travesía usted vivenciará que el tiempo pareciera ir a paso de caracol. Una

buena forma de hacer que esta eternidad dure menos, aunque no mucho, es hacer un
movimiento afirmativo leve con la cabeza, de arriba hacia abajo, mientras repite estas
cuatro simples palabras hasta el hartazgo "Sí, te queda muy lindo", todo hasta que ella se
convenza finalmente de comparar algo, lo que sea, y usted logre salir del local. Luego, y
finalmente cuando ya haya abandonado el lugar y se sienta aliviado, podrá sonreír, por lo
menos hasta antes de que se acerque nuevamente a una vidriera y vea como la cara de
su madre se transforma nuevamente en un Pacman que dice "ropa, ropa, ropa" y avanza
moviendo su mandíbula al ritmo musical de un "Guacu - Guacu- Guacu". Es inútil que
implore mirando al cielo porque sépalo, allá arriba, nadie lo escuchará. También carece de
toda utilidad que usted se pregunté ¿para qué quiere más ropa si tiene la suficiente para
cubrir la cordillera de los Andes y pareciera que su armario de verdad termina en Narnia?.
Si es que le sirve de premio consuelo tenga en claro que luego de salir de todos los
negocios usted tendrá la posibilidad de reclamar alguna que otra recompensa que le
apetezca, cosa que de todos modos, y ante semejante sacrificio, siempre termina siendo
poco. Finalmente, sepa que el momento del retiro siempre llega, se hace esperar pero
acontece. Llegando entonces al final, cuando nuestra bendita madre se encuentra
caminando hacia el pasillo de salida, y nosotros cruzamos la puerta como gladiadores
romanos después de una ardua batalla, volveremos a sentir que la sangre vuelve a
fluirnos comenzaremos, poco a poco, a respirar aliviados y con la firme convicción que
luego deberemos mantener en el tiempo: "¡Qué a mamá la acompañe otro!"

Pablo Ventura
Volviendo a los textos de Cortázar llegamos a uno, que probablemente ya conozcan, que
es bastante crítico de la sociedad moderna:
Ahora los invito a leer un texto de Luciano Debanne que puede darse en clase a partir del
texto de “Preámbulo para dar instrucciones a un reloj” de Cortázar. Como en el ejercicio
que seguramente ustedes ya habrán hecho, Debanne imagina cómo funcionaría el texto
de Cortázar en la sociedad moderna y así imagina su texto “Preámbulo a las instrucciones
para actualizar Android”. Leámoslo.

1.A .El humor dentro de la narrativa: Oliverio Girondo

Los textos de Oliverio Girondo (1891-1967) se caracterizan porque ir en contra de toda


solemnidad. En ellos, la realidad cotidiana se trastoca, aparece el humor, lo desmesurado,
lo delirante, lo irreverente. Su literatura es como un juego.
Su obra es mucho más amplia que este recorte apresurado que estoy haciendo para que
esta clase no quede terriblemente extensa. Es un escritor que en verdad vale la pena leer
y, por si faltaran razones para creerme, les dejo una nota del diario de página 12 que
argumenta en favor de Girondo mucho mejor que yo.

“Veinte motivos para leer a Girondo”

Link: https://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-161020-2011-01-24.html

1.A .El humor dentro de la narrativa: Roberto Fontanarrosa

Roberto Fontanarrosa nació en Rosario, Santa Fe en en 1944. Su carrera comenzó a


finales de la década de 1960 como dibujante humorístico. Por el año 1973 ya dibuja en las
revistas Satiricón y en el diario Clarín. Entre sus personajes más conocidos están “Boogie,
el aceitoso” y el gaucho Inodoro Pereyra y su perro Mendieta. Posteriormente, también se
destacó por su narrativa vinculada al humor y a su vínculo con, otras de sus pasiones, el
fútbol. Así, Fontanarrosa ha sido también un cuentista excepcional, experto en el uso de
la parodia, como lo demuestra el presente relato:
de la cunita con barrotes porque saltaba afuera de ella como si fuese un mono!
Tu hijo ya no tiene el rostro redondeado y rubicundo de cuando era un niño, sino que la
cara ha adquirido rasgos angulosos y su color se torna, día a día, más verdoso. Incluso
sus movimientos no tienen ahora la armonía de cuando pequeño, cuando todo,
absolutamente todo lo que hacía era gracioso. Arrojaba un plato de sopa al piso y era
encantador. Aplastaba con su pequeño piecito las mejores flores del jardín de tu casa y
arrancaba risas. Retorcía con saña la piel sedosa del paciente perro y movía a elogios.
Ahora está algo torpe, desmañado y le cuesta habituarse a sus nuevas medidas
antropométricas, las que ha adquirido durante el desarrollo. Se golpea frecuentemente
contra las puertas del aparador, empuja sin querer con los codos los vasos de la mesa y
se da la frente con estruendo contra el dintel de la puerta del fondo. ¿Qué está
ocurriendo con mi hijo?, te preguntas. ¿Qué fenómeno mutante le sucede, que se
levanta una mañana y ha crecido cinco centímetros, sale de dos días con fiebre y se ha
estirado ocho? Porque, incluso, seamos sinceros: huele mal. El sabandija huele a rayos.
¿Adónde quedó ese aroma a talco boratado, a jabón Lanoleche y a perfume suave que
lo envolvía como una nube celestial cuando era muy niño y daba placer estrujarlo? Ahora
emana un tufillo confuso a almizcle y a aguas servidas, a goma agria y a perro mojado.
Cuando tú entras en su habitación respiras el aire denso del encierro, un pesado vaho a
zoológico, a establo, a pesebre, a leonera, a mingitorio de baño público. Además, el
sabandija se niega a bañarse. No te lo dice directamente, no te enfrenta mirándote a los
ojos cuando se resiste a entrar a la bañera, no. Pero elude el momento, se olvida, finge
no tener tiempo, aduce que el estudio le quita oportunidades de asearse. Tu esposa le
ha comprado cientos de nuevas camisetas, algunas de ellas con estampados jubilosos,
alegres, juveniles. Tu hijo, sin embargo, se empecina en usar siempre la misma camiseta
negra, arrugada, con el estampado en blanco de un cocodrilo del Ganges, con la que ha
dormido las últimas nueve noches. Ahora mismo, mientras lo miras durmiendo
despatarrado sobre la cama que ya le queda chica, adviertes que sus piernas, esas
mismas piernas que, cuando bebé, eran cortas extremidades rollizas, infladas, rosáceas
y regordetas son, de pronto, largas piernas huesudas que, en sectores, muestran una
granulosidad plena de canutos similar a la de la piel de los pollos congelados. Y en otras
zonas unos enormes, largos y negros pelos simiescos que confieren a tu hijo una
apariencia silvestre. Su piel, por otra parte, en estos momentos, ya no es más la tersa y
suave que tanto te gustaba tocar cuando no tenía más de 9 años. Tu hijo está viviendo
una explosión hormonal, sus glándulas sebáceas se han declarado en estado de alerta
máxima, y revientan, especialmente sobre la superficie de su rostro, centenares de
nuevos granos amarillentos, cerúleos y purulentos. ¿Qué hay, incluso, sobre sus labios
amoratados? Detectas una sombra. Pero no es, precisamente, la sombra de su sonrisa,
como bien lo poetizaba la canción aquélla. Es un bozo, una pelusa de bigote, una suerte
de suciedad grisácea que brinda a su labio superior un ribete desprolijo, como si no se
hubiese limpiado la base de la nariz luego de comer cenizas. Pero mucho te
equivocarías si tan sólo te detuvieras en eso, en la observación de los cambios físicos,
notorios y evidentes. Si sólo te quedaras en precisar que su cabello opaco se enreda en
grumos intrincados, sus rodillas tienen la dimensión de dos tazas de café y su aliento
huele a comadreja. Ocurre algo más, algo más profundo y complicado aparte del
replanteo de diseño y decoración personal de tu hijo. Ocurre algo más y es esto: tu hijo
está cambiando como persona, como ser humano. Como las serpientes, está mudando
de piel y de personalidad. Hay veces muchas, debes confesarlo en que le hablas y no te
oye. Parece escucharte, pero no registra en lo más mínimo lo que le has dicho. O
masculla, simplemente: Sí, sí, está bien. Está bien, como se les dice a los locos, sólo
para conformarlos. O, cuando le reprochas algo, responde con frases de un cinismo
notable tales como Mala suerte o Qué pena, como aseverando que tus desvelos por
corregirlo serán vanos, morirán, infructuosos, aplastados por los ya escritos designios del
destino. O sólo contesta con un desafiante e insolente ¿Y...? cuando su madre le
recuerda que no ha ido este mes a visitar a sus tíos. Y hay otro llamado de atención, te
recuerdo, muy claro y estremecedor, convengamos: en ocasiones te mira como para
matarte. Aquellos ojos de ardilla que se abrían encantadores cuando tú le mostrabas el
libro con la historia de los dos ositos, ahora se clavan en los tuyos y tú adviertes, lisa y
llanamente, que tras sus pupilas titila un brillo asesino, el mismo que alumbrara la locura
homicida de Charles Manson. Tú te has atrevido a entrar en su habitación luego de
golpear un par de veces, desde luego. Le has recordado que debe ir a limpiar el baño
que quedó hecho un lodazal luego de que él, por fin, accediera a darse la ducha
semanal, y has interrumpido su videojuego en la computadora. Te dijo, rumiante, que ya
iría a secar el baño, pero tú, imprudente, has insistido. Es entonces cuando él te mira tal
como lo describíamos. Te mira y te dice, con una voz donde relampaguea una inflexión
filosa y acerada, separando notoriamente cada sílaba: Te-dije-que-ya-iba-a-ir. Y
serpentea por sus palabras una apenas velada amenaza de homicidio. ¡Es él, tu hijo, el
mismo niño que para las Navidades cantaba junto a ti villancicos con voz dulce y
graciosa! Algo se está solidificando dentro del magma espiritual de tu muchacho. Algo,
dentro de esa corriente de agua pura y cristalina que era tu pequeño, se está
congelando, está creando sus propios ángulos y sus propias aristas. Has palpado algo
duro allí dentro, por cierto. ¿Dónde ha quedado aquella personita minúscula,
genuinamente inocente, que se creía la historia del ratoncito que deposita dinero a
cambio de un diente caído? Tú mismo empezaste a cambiarla cuando le enseñaste a
negociar, te informo. Les has vendido espejitos a los indios, mi amigo. Les has mostrado
el poder del canje, les has cambiado pieles de zorro por aguardiente. Ahora saben que tú
debes darles algo cuando les pidas alguna cosa. Tu propia esposa inició a tu hijo en eso
cuando le prometía dejarlo ver el programa de televisión con los Muppets si él era tan
bueno de comer la primera cucharada de la repugnante papilla. Tú mismo lo
acostumbraste a la extorsión cuando negociaste no llevarlo sobre tus hombros en el
paseo por el shopping vecino a cambio de comprarle un chupetín con forma de
rinoceronte. Ahora le pides gentilmente que apague la luz de su pieza cuando no la usa y
te exige diez dólares, le ruegas que no deje tiradas sus ropas por el suelo y pretende un
compact de los Screaming Headless Torsos, le indicas que no apoye los codos sobre la
mesa y ruge que necesita una moto japonesa. No te sorprendas, mi amigo. La
explicación es muy simple: él está cada vez más parecido a ti mismo, es ya un
delincuente como todos nosotros, es uno más de la banda, lo estamos integrando
jubilosamente en el clan. Y hay otro detalle: ya no puedes pegarle. Ese coscorrón sonoro
sobre el remolino de pelo que tiene en la cabeza, ese manotazo plano sobre sus
asentaderas cuando hacía algo malo, ese zamarreo espasmódico tomándolo de un
hombro cuando berreaba como un demonio, ya no es atinado. Ahora, te diría que lo
pienses muy bien antes de hacerlo. Ayer mismo le levantaste una mano y te miró
fijamente, como calculando la resistencia de tus huesos, la oposición que presentaría la
piel de tu cuello a la punta doble y metálica de una tijera. Lo miras ahora, mientras
duerme, cuando parece recuperar algo de ese toque angelical que poseía en el colegio
primario, y ves que su espalda tiene casi el mismo ancho que su almohada, y que los
músculos jóvenes de los brazos son protuberancias tensas, como si tuviese sogas que le
corrieran bajo la piel. Lo comprobaste, además, no hace mucho, cuando le asestaste un
festivo empujón sobre una tetilla, a modo de chanza, y tu mano chocó contra una
superficie que tenía la granítica dureza del cemento, una dureza que en tu propio cuerpo
de padre sólo podría encontrarse en la hebilla de tu cinturón. Podría matarte con una
sola de sus manos, en suma. Perdiste tu oportunidad de pegarle cuando estabas a
tiempo. Ahora ya es tarde. Pero no te inquietes, tu hijo está en una etapa de cambios.
Su personalidad se retuerce como una culebra caída en el fuego. Varía día tras día, se
transforma, muta. Hoy verás a tu hijo silencioso y reconcentrado, como preocupado por
un futuro que se le antoja amenazante. Mañana lo verás conversador y tumultuoso,
atacado por un hambre feroz que lo llevará a comer cuatro filetes de cerdo acompañados
con huevos fritos. Ayer lo habías contemplado esquivo y distante, abocado a leer
poemas de Verlaine y de Rimbaud. Su alma es una suerte de masilla blanduzca, que se
modifica y amolda a las presiones que recibe. Aparece un día diciendo que quiere ser
jugador de basquet, y no se saca durante 24 horas esa ridícula gorra de los Dodgers. Al
día siguiente opina que su destino está en la Bolsa de Valores y se empecina en lucir un
saco oscuro con corbata al tono sobre los pantalones vaqueros. Mañana por la mañana
sostendrá que desea sacar la visa para irse a vivir a Rusia y criar allí conejos de angora.
Por la tarde confesará que está enamorado y habrá de casarse al poco tiempo. Su perfil,
su forma de ser, fluye, se eleva y se distorsiona como esas voluptuosas volutas
aceitosas que giran dentro de los cilindros iluminados que suelen ponerse como adorno
en las casas de decoración, llenos de un líquido ámbar y moroso.
Pero pronto, mucho antes de lo que tú te imaginas, aparecerá el modelo terminado. La
naturaleza habrá completado su diseño. Se habrá confirmado la curva de su mandíbula,
encontrará su diámetro la extensión de la cintura y las excrecencias de la piel se harán
más y más infrecuentes en las inmediaciones de la nariz y la boca. Hasta la voz ya no le
patinará tanto en algunos tonos, adquiriendo un matiz más parejo y previsible. Pero lo
más importante: podrá advertirse una estructura firme, un andamiaje que sostenga a una
personalidad definitiva y consolidada. Y entonces, mi querido amigo, padre y custodio de
un adolescente, cuanto tu hijo haya adquirido ya una personalidad concreta, sólida,
palpable, buena o mala pero propia, definida, conocerá a una mujer. Conocerá a una
mujer y esa mujer intentará cambiarlo.
Les dejo otro relato de Fontarrosa y su cortometraje debajo.

No sé si he sido claro, de Roberto Fontanarrosa

Antes que nada quisiera pedir, señor juez, señores del jurado, que sepan disculpar si, tal
vez, en mi relato, ofendo sin querer el oído de la dama o el caballero, con palabras que
puedan parecer "non sanctas". Pero es que el tema señor juez, en sí mismo, se hace un
poco dificultoso de contar sin recurrir a esas palabras a las que hago mención.

Yo creo que ha sido el destino, el azar, el que me ha puesto en esta situación, la


casualidad, y, lamentablemente, señores, no tengo, ni mucho menos, dotes de orador.
Procuraré, a lo sumo, ser concreto y lo más breve posible. Pero quería dejar hecha la
salvedad para que nadie, después, diga que no lo he advertido y se me pueda acusar de
maleducado o boca sucia. Por otra parte, estamos entre gente madura que sabrá
comprender lo que yo diga.

Ya sé, ya sé, señor juez, perdóneme. Iré al grano. Pero ocurre que no es fácil para un
hombre humilde, como yo, desenvolverme en esta situación, frente a tan honorables
mandatarios. Es el destino, como le decía, el que ha querido que yo fuese testigo de los
hechos, y procuraré ser lo más claro posible, sin ofender a nadie. Voy a comenzar la
historia por el principio, o al menos, voy a tratar, señor juez, señores del jurado, de darles
una idea de quién era Miguel Panizo, Miguelito, como le decíamos en el barrio, el Burro
Panizo. Y Miguel Panizo, allá, en Saladillo, era famoso por una cosa, señor juez, por su
virilidad, su hombría. Y cuando digo su virilidad, su hombría, no me refiero con esto a
que era un guapo, un hombre de coraje, o un tipo valiente. Eso no lo sé. Nunca lo
demostró, o no tuvo oportunidad de demostrarlo. Tampoco era un tipo provocador como
para tener oportunidad de demostrarlo. Todo lo contrario, Miguelito era un pan de Dios,
un muchachote buenazo, señores. Por eso, cuando yo digo que Miguel Panizo era
famoso por su virilidad me refiero a otra cosa. Y ustedes saben bien a qué me refiero.
Me refiero, procuraré ser más explícito, me refiero... porque veo entre los presentes
rostros algo dubitativos... algunos ya veo que me han comprendido... sí, sí... eso
mismo... eso mismo... Pero seré claro, me refiero a que Miguel Panizo era famoso por
el... digamos... por lo que calzaba... ¿Cómo explicarlo?... El aparato que calzaba, el
sexo, digamos, el miembro viril, exactamente. Puedo asegurarle, señor juez, y perdone si
soy muy crudo en mis términos, que era inhumano lo que tenía ese muchacho entre
las piernas. Una
cosa bárbara. Así, observe. Mi antebrazo, casi. Soy un hombre grande, he visto muchas
cosas, pero puedo asegurarles que nunca en mi vida había visto algo así. ¡Una cosa
tremenda! Por algo le decían "El Burro", a Miguelito. El "Burro" Miguel, porque como
ustedes saben... noto que han comprendido por las miradas de todos ustedes... los
burros son notorios por... Está bien, sí, señor juez, perdóneme... intento ser claro para
ilustrar al jurado, y a la vez, no aparecer demasiado grosero para las damas que lo
componen, también... Ellas sabrán perdonarme.

Sí, sí, continúo, señor juez. Puedo asegurarles, señores del jurado, que el atributo de
Miguel Panizo era para ser expuesto en circos, en ferias públicas, de la misma forma que
a veces se muestran terneros de dos cabezas, o jorobados, u otras deformidades físicas.
Pero él, Miguelito, siempre se había negado a eso porque decía, y tenía razón, señores
del jurado, que él no era un payaso, o un animal, para ser exhibido en una kermesse, o
en algún circo. Y yo les aseguro, señores del jurado, que ese muchacho podía haberse
ganado la vida muy fácilmente trabajando en el Tihany, o en el Ringlin Brothers, por dar
un ejemplo.

Pero no, Miguel siempre trabajó en el Almacén de don Isidro, a la vuelta del club
Calzada, como cualquier hijo de vecino. Pero eso sí, tiempo atrás solía aceptar desafíos,
apuestas, de gente que venía de otras partes. Eso sí. Un poco porque no dejaba de ser
una diversión para los muchachos del barrio, que lo seguíamos como quien sigue a un
equipo de fútbol. Nosotros éramos su hinchada. Y otro poco porque así, de cuando en
cuando, se ganaba los buenos pesos. Pero hacía mucho que eso ya no pasaba en
Saladillo. El último que recuerdo, hace como ocho años, fue un... un bobalicón de Santa
Fe... un grandote que jugaba al básquet y vino a desafiarlo a Miguel. Me acuerdo que la
competencia fue a puertas cerradas, por supuesto, en la sala de los trofeos del club
Unión y Gloria, frente a un escribano público, y estábamos todos. Se había
acondicionado una mesa, quisiera explicarles el procedimiento a los señores del jurado,
una mesa a la que se le había pintado, muy prolijo, en la madera, un sistema métrico,
que llegaba al metro y medio, más o menos, y sobre esa mesa se hacía la exhibición...
bueno... de las piezas. Disculpen las damas si me extralimito, porque veo... bueno...
rostros un tanto ruborizados, pero entiendo que es mi deber de testigo aportar, en lo
posible...

Está bien, está bien, señor juez, perdóneme. Pido disculpas. Quizás mi intención de
colaborar hace que me extralimite... Sí, sí, continúo. Bueno, aquella vez del santafecino
fue un fiasco porque Miguel le ganó, casi, por veinte centímetros. Sí, señores, advierto
ciertas miradas suspicaces entre los honorables presentes, pero puedo jurarles por lo
que más quiero, por el cariño de mi madre, que no les miento. Es que lo de Miguelito era
pavoroso. Y estoy hablando del aparato... ¿cómo podría explicarlo?... del aparato en
posición de descanso. No les hablo, no quiero contarles lo que era eso cuando entraba
en actividad, porque en esos...
Bien, perdón señor juez. Lo que ocurre es que la gente suele no creer cuando uno les
cuenta, piensan que uno está fantaseando, pero quiero recordarles que yo he jurado
decir solamente, la verdad y no voy a defraudar ni la confianza que ha depositado en mí
el jurado al llamarme a declarar, ni mucho menos la mirada de mi padre, quien, tal vez,
desde el Cielo...

Ya sé, señor juez, perdón. Mil perdones. Continúo. Esa vez con el santafecino, fue la
última vez que Miguel participó en un desafío de ese tipo. Estoy hablando de casi ocho,
si no nueve años atrás. Pero, por lo demás, Miguel Panizo, llevaba una vida normal,
tranquila, común. No era un hombre de farolear, digamos, de engrupirse con sus
condiciones fuera de lo común. ¡Y mire que cualquiera pudiera haberlo hecho, en su
misma situación! Más considerando, ustedes bien saben cómo son los barrios, ese culto
que existe por el machismo, por la cosa viril. ¡Cómo se habla de eso en la barra del café,
en el club, los chistes de los amigos, las cargadas, las bromas! Pero no, Miguelito ya dije
que era un pan de Dios, no le daba mucha bolilla a esas cosas. Tampoco las desmentía
porque no era tonto. No las desmentía. El sabía que, en la medida en que esa fama se
difundiera, él sacaba sus buenas ventajas. ¿De qué modo? Permítame explicarlo, señor
juez, dado que aprecio miradas algo confundidas entre los presentes. Todos sabemos
que las mujeres son bastante curiosas, señor juez... No sé si me explico... No sé si ha
sido clara mi intención. No sé si han logrado captar lo que quiero decir con esto... Un
momento, un momento... quisiera aclarar, porque veo rostros un tanto enojados entre las
damas del jurado... Es solamente lo que he dicho... En ese aspecto, en el aspecto de la
relación, digamos, por así decirlo, hombre-mujer, la relación íntima, o bien, sexual, la
mujer se dice que es más inquieta que el hombre. Más curiosa, la subyuga lo
desconocido, o lo misterioso. Se siente atraída por aquello que no conoce. Al menos leí
algo así en alguna revista especializada. ¡No quiero que se piense que yo, señor juez,
soy el inventor de esta teoría! Creo haberlo visto en el "Maribel". O al menos algunas
mujeres son así, si no todas. Por lo menos, y eso doy fe, lo juro por la salud de mis hijos,
en el barrio yo he visto varias mujeres, incluso digo más, muchas de ellas "señoras",
"señoras respetables", venir al club a la hora en que ellas sabían que nos reuníamos los
muchachos, para verlo al Miguel. Y le buscaban la conversación, le "daban calce", como
dicen los muchachos. Y el Miguelito aprovechaba, porque era un grandote algo quedado
en algunas cosas, pero de tonto no tenía nada. Y al día siguiente se las veía a esas
mujeres con el rostro cambiado, con una sonrisa, así, como perdidas y uno entonces
sabía que el Miguel les había hecho saber lo que es la buena eh... ustedes ya me
comprenden, la buena... creo ser claro, la buena herramienta, disculpen si soy crudo en
mis palabras. Y voy llegando al núcleo de lo que tengo que contar, según todos
sabemos, y pido disculpas si me he excedido en detalles irrelevantes, vuelvo a repetir
que no soy orador y...
Bien, señor juez, tiene razón. Perdone usted. La cuestión es que una semana atrás, el
lunes pasado, sí, el lunes pasado, llega al barrio un enano. Un enano de Resistencia,
Chaco. Se imagina, señor juez, que la noticia corrió enseguida porque un enano es muy
notorio, siempre, por la misma razón de su baja estatura. Pero este enano, señores del
jurado, Sosa se llamaba, o se hacía llamar, desafió al Miguelito. Así como lo oyen. Podría
sonar como una petulancia, o una falta de humildad de parte del enano, desafiar a un
coloso como Miguel, pero ustedes bien saben lo que se dice, lo que se comenta en torno
a los enanos... No sé si soy claro... No sé si ustedes entienden el sentido de lo que
quiero transmitirles, porque veo algunos rostros como... como que no comprenden. Se
dice, no sé si es cierto, que los enanos, a pesar de su escasa talla, de su tamaño
reducido, están, podríamos decir... están muy bien provistos.

Bien, señor juez, sí, sí, comprendo, continúo. No... Además veo que me han
comprendido perfectamente, veo por sus miradas que ellos también conocen la fama de
estos enanos, o al menos han oído de ella. Incluso a este Sosa, Marcial Sosa, el enano
que se presentó en el buffet del club el lunes pasado, le decían el "Brasero". Por
supuesto que es un apodo, que no configuraba un dechado de imaginación porque es un
apodo muy remanido, digamos, porque... claro... no le decían el "Bracero" porque
hubiese trabajado en la zafra... y perdonen la ironía. No sé si me llegan a entender. No
sé si comprenden, en especial las damas, porque noto ciertas caritas como que no
entienden. El brasero, por el brasero brasero, el aparatito para calentar cosas, la pava,
digamos. El brasero que como todos sabemos tiene tres patas y suele llamarse así a
ciertas personas, lógicamente, hombres, cuando se comenta que, justamente...

Muy bien, muy bien, señor juez, es que intento ser lo más gráfico posible. Perdone usted.
Disculpe. Continúo y sepan disculparme las damas si soy un tanto crudo en mis
explicaciones. En el club de inmediato se creó una efervescencia ante el desafío del
recién llegado del Chaco e, incluso, comenzaron a tejerse historias disparatadas. Usted
sabe cómo son las barras de los clubes. Cómo se habla ahí al divino botón. Porque este
enano era del Chaco y el Miguelito Panizo también es chaqueño. No de Resistencia pero
sí del Chaco. De Roque Sáenz Peña, creo. Se vino acá hace como quince años, pero es
del Chaco. Y se empezó a decir en la mesa del club que en Chaco todos los hombres
son así, que era así por la alimentación, o por el clima seco, qué sé yo. Hasta que
Fermín, el Toto Fermín, que es el macaneador mayor del club... Usted sabe, señor juez,
que en todo club, en todo barrio hay un macaneador, un loco, un tontito, bueno... Fermín,
que es el macaneador del club, inventó que el enano era en realidad hijo de Miguel, un
hijo natural, que por eso estaba también digamos... que por eso cargaba también su
buen, su buen aparato, que Miguel había huido del Chaco justamente por eso, para no
hacerse cargo del enano y todas esas cosas. ¡La que se armó! De cualquier manera el
desafío ya se había concertado, Miguel había dicho que sí, y el enano había apostado
cualquier guita a su... a su pingo. No me pregunten cuánto porque mentiría si les digo,
pero sí que era una cantidad más que considerable, se hablaba de dólares, incluso.
Bueno, el miércoles a la noche, fue la cosa. Se cerró el club con la excusa de que había
desinfección, nos fuimos todos para el salón de los trofeos, éramos como treinta, y allí
estaba la mesa ésa que yo ya les expliqué, se había acondicionado como para este tipo
de... confrontaciones. Quiero aclarar que en este tipo de cosas no se aceptan mujeres ni
niños, que quede bien claro que es nada más que una competencia con un público
exclusivamente de hombres. No hay ninguna corrupción ni porquería. Estaba también el
escribano, pero no se permitían fotógrafos.

El enano llegó medio tarde, cuando ya pensábamos que se había borrado, temeroso de
pasar papelones. Pero llegó, agitado, con un envoltorio alargado de papel de diario bajo
el brazo, donde decía que traía una regla para constatar las medidas. Ahí se armó medio
una discusión porque hubo que decirle que él obraba en condición de desafiante, y que
acá las cosas se regían por las reglamentaciones de la provincia de Santa Fe, y esas
cosas. Yo no sé qué había de cierto en todo eso, pero supongo que los muchachos
medio lo apuraron para no dejarse prepotear por un desconocido de afuera que venía a
desconfiar de nosotros, y para colmo, enano. De cualquier manera, después de la
parada de carro, hubo que hacer las cosas bien por derecha, no fuera a ser que el
enano, o el mismo escribano, pensaran que los queríamos llevar por delante y robarles
el dinero. El escribano sorteó quién debía... digamos, desenfundar primero. Y salió
elegido Miguelito, pobre. Miguel peló el termo y lo puso sobre la mesa. Una cosa
monumental, vea. El enano se puso pálido, yo lo estaba mirando de reojo, blanco se
puso. El escribano midió, no sé bien cuánto acusó Miguel —si lo supiese no me lo
creerían—, y le tocó el turno al enano. Yo vi que el enano agarraba la regla envuelta en
papel de diario y pensé: "Este no está convencido. No lo puede creer". Y por ahí el
enano saca del envoltorio alargado, no una regla, saca un machete de este porte, de
esos de abrir picadas en el monte y...
Cuando revivo esa escena le juro, señor juez, que me recorre la columna vertebral un
estremecimiento de arriba abajo. Fue un solo tajo, señor juez, un machetazo seco sobre
la mesa... Mire... El aparato de Miguelito era una víbora, un brazo mutilado retorciéndose
sobre la mesa. No quiero abundar en detalles porque veo en los rostros transfigurados
de todos ustedes... el mismo espanto que sentí yo... Pobre Miguel... Después nos
contaron que este enano, Sosa, había resultado el marido de una mujer que un día
probó con Miguel, allá en el Chaco. No sé. Una historia así. Y que se la había jurado al
Miguel. El enano era obrajero. ¡Cómo son las cosas! ¿De qué vale, a veces, tener tanto,
señor juez? Me pregunto yo... ¿de qué vale tener tanto?
“La palabra mierda», de Roberto Fontanarrosa

El uso de la palabra MIERDA es una cuestión de educación, ya que nadie puede negar
que la usamos para múltiples circunstancias relacionadas con muchísimas cosas, por
ejemplo:
* Ubicación geográfica: "Andate a la mierda"
* Adjetivo calificativo: "Sos una mierda"
* Momento de escepticismo: "No te creo ni mierda"
* Deseo de venganza: "Lo voy a hacer mierda"
* Accidente: "Se hizo mierda"
* Efecto visual: "No se ve una mierda"
* Sensación olfativa: "Huele a mierda"
* Deseo de despedirnos: "Váyanse a la mierda"
* Especulación de conocimiento: "¿Qué mierda es eso?"
* Momento de sorpresa: "¡A la mierda!"
* Actitud de resentimiento: "No me regaló una mierda"
* Sensación gustativa: "Esto tiene gusto a mierda"
* Acto de impotencia: "No anda esta mierda"
* Deseo de ánimo: "Apurate con esa mierda"
* Situación de desorden: "Todo está hecho una mierda"
* Rechazo despectivo: "Qué se cree la mierda esa"
* Situación alquimista: "Todo lo que toca se vuelve mierda"
¿Cómo nos arreglaríamos sin esta palabra?

1.A El humor dentro de la narrativa: Roberto Arlt.

Roberto Arlt nació en el 1900 en Argentina en una familia de inmigrantes empobrecida,


llena de tragedias y conflictos. Su situación económica fue siempre precaria y su vida
conflictiva. Abandonando tempranamente su escolaridad su contacto con la literatura se
remitía a la lectura de folletines en los kioscos. Al huir de su casa, por los cosntantes
maltratos de su padre, se dedicó al periodismo como medio de vida. Fue muy criticado
por su literatura de “mal gusto”, encono que mantenía con el grupo de Florida. Arlt, que
pertenecía al grupo de Boedo, decía que prefería que su literatura se ocupase de la
miseria y de la angustia de los hombres argentinos.

En sus “Aguafuertes porteñas” Arlt defiende el uso del lunfardo, reivindica a Fray Mocho,
Félix Lima y Last Reason. Estos autores, costumbristas, captaron el lenguaje hablado,
con personajes y conflictos desconocidos por la literatura.

Por sus condiciones de producción, las aguafuertes se acercan al periodismo sin buscar
la descripción informativa. Arlt formaliza lo cotidiano en otro nivel, el burlesco.
estableciendo "categorías" o dando nombre a "procesos" no explorados. Los tipos del
"hombre corcho", del "siniestro mirón" o del "hermanito coimero" son de sus mejores
invenciones. El humor es determinante en el punto de vista de Arlt. A diferencia de lo que
ocurre con otros costumbristas, su irrisión de modalidades o personajes no persigue un fin
"serio", es decir, la corrección de las maneras sociales.

Leamos algunos de sus textos:

El hombre corcho, de Roberto Arlt

El hombre corcho, el hombre que nunca se hunde, sean cuales sean los acontecimientos
turbios en que está mezclado, es el tipo más interesante de la fauna de los pilletes.
Y quizá también el más inteligente y el más peligroso. Porque yo no conozco sujeto más
peligroso que ese individuo, que, cuando viene a hablaros de su asunto, os dice:
-Yo salí absuelto de culpa y cargo de ese proceso con la constancia de que ni mi buen
nombre ni mi honor quedaban afectados.
Bueno, cuando malandra de esta o de cualquier otra categoría os diga que “su buen
nombre y honor no quedan afectados por el proceso”, pónganse las manos en los
bolsillos y abran bien los ojos, porque si no les ha de pesar más tarde.
Ya en la escuela fue uno de esos alumnos solapados, de sonrisa falsa y aplicación
excelente, que cuando se trataba de tirar una piedra se la alcanzaba al compañero.
Siempre fue así, bellaco y tramposo, y simulador como él solo.
Este es el mal individuo, que si frecuentaba nuestras casas convencía a nuestras
madres de que él era un santo, y nuestras madres, inexpertas y buenas, nos
enloquecían luego con la cantinela:
-Tomá ejemplo de Fulano. Mirá qué buen muchacho es.
Y el buen muchacho era el que le ponía alfileres en el asiento al maestro, pero sin que
nadie lo viera; el buen muchacho era el que convencía al maestro de que él era un
ejemplo vivo de aplicación, y en los castigos colectivos, en las aventuras en las cuales
toda la clase cargaba con el muerto, él se libraba en obsequio a su conducta ejemplar; y
este pillete en semilla, este malandrín en flor, por “a”, por “b” o por “c”, más
profundamente inmoral que todos los brutos de la clase juntos, era el único que
convencía al bedel o al director de su inocencia y de su bondad.
Corcho desde el aula, continuará siempre flotando; y en los exámenes, aunque sabía
menos que los otros, salía bien; en las clases igual, y siempre, siempre sin hundirse,
como si su naturaleza física participara de la fofa condición del corcho.
Ya hombre, toda su malicia natural se redondeó, perfeccionándose hasta lo increíble.
En el bien o en el mal, nunca fue bueno; bueno en lo que la palabra significaría
platónicamente. La bondad de este hombre siempre queda sintetizada en estas
palabras:
“El proceso no afectó ni mi buen nombre ni mi honor”.
Allí está su bondad, su honor y su honradez. El proceso no “los afectó”. Casi, casi
podríamos decir que si es bueno, su bondad es de carácter jurídico. Eso mismo. Un
excelente individuo, jurídicamente hablando. ¿Y qué más se le puede pedir a un
sinvergüenza de esta calaña?
Lo que ocurrió es que flotó, flotó como el maldito corcho. Allí donde otro pobre diablo se
habría hundido para siempre en la cárcel, en el deshonor y la ignominia, el ciudadano
Corcho encontró la triquiñuela de la ley, la escapatoria del código, la falta de un
procedimiento que anulaba todo lo actuado, la prescripción por negligencia de los
curiales, de las aves negras, de los oficiales de justicia y de toda la corte de cuervos lus-
trosos y temibles. El caso es que se salvó. Se salvó “sin que el proceso afectara su buen
nombre ni su honor”. Ahora sería interesante establecer si un proceso puede afectar lo
que un hombre no tiene.
Donde más ostensibles son las virtudes del ciudadano Corcho es en las “litis”
comerciales, en las trapisondas de las reuniones de acreedores, en los conatos de
quiebras, en los concordatos, verificaciones de créditos, tomas de razón, y todos esos
chanchullos donde los damnificados creen perder la razón, y si no la pierden, pierden la
plata, que para ellos es casi lo mismo o peor.
En estos líos, espantosos de turbios y de incomprensibles, es donde el ciudadano
Corcho flota en las aguas de la tempestad con la serenidad de un tiburón. ¿Que los
acréedores se confabulaban para asesinarlo? Pedirá garantías al ministro y al juez.
¿Que los acreedores quieren cobrarle? Levantará más falsos testimonios que Tartufo y
su progenitor ¿Que los falsos acreedores quieren chuparle la sangre? Pues, a pararse,
que si allí hay un sujeto con derecho a sanguijuela, es él y nadie más. ¿Que el síndico
no se quiere “acomodar”? Pues, a crearle al síndico complicaciones que lo sindicarán
como malsíndico.
Otros textos de Arlt:
la intención de “tirarse a muerto”, pero ello es un grave error.
Confundir la “fiaca” con el acto de tirarse a muerto es lo mismo que confundir un asno
con una cebra o un burro con un caballo.
Exactamente lo mismo.
Y sin embargo a primera vista parece que no. Pero es así. Sí, señores, es así. Y lo
probaré amplia y rotundamente, de tal modo que no quedará duda alguna respecto a mis
profundos conocimientos de filología lunfarda.
Y no quedarán, porque esta palabra es auténticamente genovesa, es decir, una
expresión corriente en el dialecto de la ciudad que tanto detestó el señor Dante
Alighieri. La “fiaca” en el dialecto genovés expresa esto: “Desgarro físico originado por la
falta de alimentación momentánea”. Deseo de no hacer nada. Languidez. Sopor. Ganas
de acostarse en una hamaca paraguaya durante un siglo. Deseos de dormir como los
durmientes de Efeso durante ciento y pico de años.
Sí, todas estas tentaciones son las que expresa la palabra mencionada. Y algunas más.
Comunicábame un distinguido erudito en estas materias, que los genoveses de la Boca
cuando observaban que un párvulo bostezaba, decían: “Tiene la “fiaca” encima, tiene”. Y
de inmediato le recomendaban que comiera, que se alimentara.
En la actualidad el gremio de almaceneros está compuesto en su mayoría por
comerciantes ibéricos, pero hace quince y veinte años, la profesión del almacenero en
Corrales, la Boca, Barracas, era desempeñada por italianos y casi todos ellos oriundos
de Génova. En los mercados se observaba el mismo fenómeno. Todos los puesteros,
carniceros, verduleros y otros mercaderes provenían de la “bella Italia” y sus
dependientes eran muchachos argentinos, pero hijos de italianos. Y el término
trascendió. Cruzó la tierra nativa, es decir, la Boca, y fue desparramándose con los
repartos por todos los barrios. Lo mismo sucedió con la palabra “manyar” que es la
derivación de la perfectamente italiana “mangiar la follia”, o sea “darse
cuenta”. Curioso es el fenómeno, pero auténtico. Tan auténtico que más tarde prosperó
este otro término que vale un Perú, y es el siguiente: “Hacer el rostro”.
¿A qué no se imaginan ustedes lo que quiere decir “hacer el rostro”? Pues hacer el
rostro, en genovés, expresa preparar la salsa con que se condimentarán los tallarines.
Nuestros ladrones la han adoptado, y la aplican cuando después de cometer un robo
hablan de algo que quedó afuera de la venta por sus condiciones inmejorables. Eso, lo
que no pueden vender o utilizar momentáneamente, se llama el “rostro”, es decir, la
salsa, que equivale a manifestar: lo mejor para después, para cuando haya pasado el
peligro. Volvamos con esmero al benemérito “fiacún”.
Establecido el valor del término, pasaremos a estudiar el sujeto a quien se aplica.
Ustedes recordarán haber visto, y sobre todo cuando eran muchachos, a esos robustos
ganapanes de quince años, de dos metros de altura, cara colorada como una manzana
reineta, pantalones que dejaban descubierta una media tricolor, y medio zonzos y brutos.
sea, que no nos haga indirectamente algún bien.

Me gustan las muchachitas que se ganan la vida. Son las únicas mujeres que provocan
en mí un respeto extraordinario, a pesar de que no siempre son un encanto. Pero me
gustan porque afirman un sentimiento de independencia, que es el sentido interior que
rige mi vida.

Más me gustan todavía las mujeres que no se pintan. Las que se lavan la cara, y con el
cabello húmedo, salen a la calle, causando una sensación de limpieza interior y exterior
que haría que uno, sin escrúpulos de ninguna clase, les besara encantado los pies.
No me gustan los chicos, sino excepcionalmente. En todo chiquillo, casi siempre se
descubren fisonómicamente los rastros de las pillerías de los padres, de manera que
sólo me agradan a la distancia y cuando pienso artificialmente con el pensamiento de los
demás que coinciden en decir: "¡Qué chicos, son un encanto!", aunque es mentira.
Me baño todos los días en invierno y verano. Tener el cuerpo limpio me parece que es el
comienzo de la higiene mental. Personas que me conocen poco dicen que soy un cínico;
en verdad, soy un hombre tímido y tranquilo, que en vez de atenerse a las apariencias
busca la verdad, porque la verdad puede ser la única guía del vivir honrado.
Mucha gente ha tratado de convencerme de que formara un hogar; al final descubrí que
ellos serían muy felices si pudieran no tener hogar. Como todos los seres humanos he
localizado muchas mezquindades en mí y más me agradaría no tener ninguna, mas al
final me he convencido que un hombre sin defectos sería inaguantable, porque jamás le
daría motivo a sus prójimos para hablar mal de él, y lo único que nunca se le perdona a
un hombre, es su perfección.

No tengo parientes, y como respeto la belleza y detesto la descomposición, me he


inscripto en la sociedad de cremaciones para que el día que yo muera el fuego me
consuma y quede de mí, como único rastro de mi limpio paso sobre la tierra, unas puras
cenizas.
referencia, se queda tan tranquilo como si nada hubiera ocurrido; los otros lo miran, pero
no dicen oste ni moste, el hombre acaba de anticipar la última determinación admitida
en el lenguaje porteño: Se tira a muerto.

¿Quiere ello decir que se suicidará? No, ello significa que nuestro personaje no
contribuirá con un solo centavo a la suma que se necesita para pagar los copetines de
marras.Y como esta intención está apoyada por el rotundo y fatídico anuncio de "me tiro
a muerto", nadie protesta.

Con meridiana claridad que nos envidiaría un académico o un confeccionador de


diccionarios, acabamos de establecer la diferencia fundamental que establece el acto de
"tirarse a muerto", con aquel otro adjetivo de "squenun".

El "squenun" no trabaja. El "hombre que se tira a muerto" hace como que trabaja. El
primero es el cínico de la holgazanería; el segundo, el hipócrita del dolce far riente. El
primero no oculta su tendencia a la vagancia, sino que por el contrario la fomenta con
sendos baños de sol; el segundo acude a su trabajo, no trabaja, pero hace como que
trabaja, cuando lo puede ver el jefe, y luego "se tira a muerto" dejando que sus
compañeros de deslomen trabajando.

¿El que "se tira a muerto" es un hombre que después de tantas cavilaciones llegó a la
conclusión de que no vale la pena trabajar? No. No se "tira a muerto" el que quiere, sino
el que puede, lo cual es muy distinto.

El que "se tira a muerto", ya ha nacido con tal tendencia. En la escuela era el último en
levantar la mano para poder pasar a dar la lección, o si le conocía las mañas al maestro,
levantaba el brazo siempre que éste no lo iba a llamar, creyendo que sabía la lección.
Cuando más infante, se hacía llevar en brazos por la madre, y si lo querían hacer
caminar, lloraba como si estuviera muy cansado, porque en su rudimentario
entendimiento era más cómodo ser llevado que llevarse a sí mismo.

Luego ingresó a una oficina y los jefes acabaron por acostumbrarse al hombre que "se
tira a muerto". Primero protestaron contra "ese inútil", luego, hartos, le dejaron hacer, y
el hombre que "se tira a muerto" florece en todas las oficinas, en todas nuestras
reparticiones nacionales, aun en las empresas donde es sagrada ley chuparle la sangre
al que aún la tiene.Lo atrae el dolce far niente, pero este placer debe ir acompañado de
otro deleite: la simulación de que trabaja. Le veréis frente a la máquina de escribir, grave
el gesto, taciturna la expresión, borrascosa la frente. Parece un genio, el que le mira se
dice:

–¡Qué cosas formidables debe pensar ese hombre! ¡Qué trabajo importantísimo debe de
estar realizando!
Inclinémonos ante la sabiduría del Todopoderoso. El, que provee de alimentos al
microbio y al elefante a un mismo tiempo; él, que lo reparte todo, la lluvia y el sol, ha
hecho que por cada diez hombres que "se tiran a muertos", haya veinte que quieran
hacer méritos, de modo. que por sabia y trascendental compensación, si en una oficina
hay dos sujetos que todo lo abandonan en manos del destino, en esa misma oficina hay
siempre cuatro que trabajan por ocho, de modo que nada se pierde ni nada se gana. Y
veinte restantes hacen sebo de modo razonable.

¿ Quiere ser usted diputado?

Si usted quiere ser diputado, no hable en favor de las remolachas, del petróleo, del trigo,
del impuesto a la renta; no hable de fidelidad a la Constitución, al país; no hable de
defensa del obrero, del empleado y del niño. No; si usted quiere ser diputado, exclame
por todas partes:

–Soy un ladrón, he robado... he robado todo lo que he podido y siempre.

Discurso que tendría éxito:

He aquí el texto del discurso:

"Señores:
"Aspiro a ser diputado, porque aspiro a robar en grande y a `acomodarme' mejor.
"Mi finalidad no es salvar al país de la ruina en la que lo han hundido las anteriores
administraciones de compinches sinvergüenzas; no, señores, no es ese mi elemental
propósito, sino que, íntima y ardorosamente, deseo contribuir al trabajo de saqueo con
que se vacían las arcas del Estado, aspiración noble que ustedes tienen que comprender
es la más intensa y efectiva que guarda el corazón de todo hombre que se presenta a
candidato a diputado.

"Robar no es fácil, señores. Para robar se necesitan determinadas condiciones que creo
no tienen mis rivales. Ante todo, se necesita ser un cínico perfecto, y yo lo soy, no lo
duden, señores. En segundo término, se necesita ser un traidor, y yo también lo soy,
señores. Saber venderse oportunamente, no desvergonzadamente, sino
"evolutivamente". Me permito el lujo de inventar el término que será un sustitutivo de
traición, sobre todo necesario en estos tiempos en que vender el país al mejor postor es
un trabajo arduo e ímprobo, porque tengo entendido, caballeros, que nuestra posición,
es decir, la posición del país no encuentra postor ni por un plato de lentejas en el actual
momento histórico y trascendental. Y créanme, señores, yo seré un ladrón, pero antes
de vender el país por un plato de lentejas, créanlo..., prefiero ser honrado. Abarquen la
magnitud de mi sacrificio y se darán cuenta de que soy un perfecto candidato a diputado.
"Cierto es que quiero robar, pero ¿quién no quiere robar? Díganme ustedes quién es el
desfachatado que en estos momentos de confusión no quiere robar. Si ese hombre
El humor dentro de la poesía.

Para adentrarnos en el humor dentro del campo de la poesía les propongo que leamos
una nota de Raquel Guzman publicada en la revista “Boca de sapo”. La misma la
encontrarán dentro de la clase dos como “Clase 3 anexo”.

1.A La Poesía y humor. Los poetas irrespetuosos

En la poesía, aunque parezca un poco más raro dado las caracterśiticas del género,
también aparece el humor.

Les propongo que leamos una poesía de Estanislao del Campo en su intento de burlarse
de las poesías de amor.
Lo que hicimos en la actividad anterior fue centrar en el análisis una de las maneras en
que se hace humor en la literatura: la literatura muchas veces se burla de sí misma. Así,
podremos hallar a varios autores que a lo largo de sus carreras profesionales han tomado
esta línea de trabajo, en mayor o menor medida, han seleccionado la parodia como
procedimiento para constituir sus textos y así tomar posición frente a lo que ellos creen
que la literatura es o debería ser.
Nos referimos a que por medio de la parodia de otros géneros incluidos en la literatura los
autores intentan imponer según sus intereses como artistas qué escritura literaria tiene
mayor valor frente a otras. Cuando decimos “parodia” nos referimos a esa burla que
detectamos como lectores, a esos cambios en los textos que nos demuestran que en
realidad no están intentando respetar los rasgos más comunes del tipo de literatura que a
primera vista parecía haber elegido producir. Este es el caso de “La cita”, poesía que
acabamos de analizar.

Ahora les propongo que lean el siguiente poema de Francisco de Quevedo y Villegas, en
el que el poeta español del Siglo XVII utiliza el recurso del grotesco.
era Ovidio Nasón más narizado.

Si quieren llevar esta poesía al aula


recomiendo utilizar el soporte del video que
visualmente aclara un montón de palabras
que tal vez puedan resultar extrañas para
los estudiantes.

A una nariz:
https://www.facebook.com/groups/54917415
8901903/permalink/549494188869900/

https://youtu.be/mTNnprN47Is

Por otra parte esta poesía podría vincularse con la obra de Giuseppe Arcinboldo. Veamos
cómo:

Un pintor de lo grotesco.

También en las artes plásticas existieron pintores o escultores que utilizaron el


procedimiento del grotesco en sus obras. Uno de ellos fue el pintor italiano Giuseppe
Arcinboldo, quien vivió en el Siglo XVI en Milán, Italia.
Pintó una serie de cuadros que conforman una serie de las cuatro estaciones y el que se
reproduce a continuación lo denominó “El invierno”, donde combina frutos, flores, ramos y
guirnaldas en su composición.
El invierno, Giuseppe Arcinboldo.

Para seguir riendo de características físicas que salen del estereotipo de belleza
establecido socialmente podríamos seguir con esta otra poesía, “La tuerta” de Conrado
Nalé Roxlo.

La tuerta
Y cuando pidiera tu mano,
¡Oh, como te amaría si fueses como un burgués novio correcto,
tuerta y con un ojo de cristal te regalaría un perfecto
abismándome en tu desigual ojo de auténtico Murano.
mirada de viva y de muerta!
Y en cada estación te pondría
Sobre mi mejilla derecha, un ojo de distinto color,
tu blanda mirada natural, y así siempre nueva sería
y sobre la izquierda la flecha tu mirada de amor.
de tu mirada mineral.
Oh, amada, quítate un ojo
Tu ojo duro sería inflexible si conmigo te quieres casar
para mi desfallecimiento que yo te prometo ser cojo
pero el otro, tierno y sensible, para equilibrar.
me consolaría al momento.
Conrado Nalé Roxlo

 El humor como forma de exorcizar el dolor.

Como vimos arriba, el humor sirve también para sobrellevar ese “no encajar” dentro de lo
que se espera de uno. Lo que se espera que seamos físicamente, intelectualmente, lo
que se espera que seamos como padres, como hijos, como parejas, etc. Acá les dejo una
poesía para pensar en esa línea.
La balada del boludo, de Isidoro Blaisten

Por mirar el otoño perdía el tren del verano. Cobró su primer sueldo
Usaba el corazón en la corbata. y se compró cinco minutos de boludo.
Se subía a una nube, cuando todos bajaban.
Entonces vinieron las fuerzas vivas
Su madre le decía: y le dijeron:
No mires las estrellas para abajo, —Has vuelto a ser boludo, boludo.
no mires la lluvia desde arriba. No —Seguirás siendo el mismo boludo de siempre.
camines las calles con la cara, no —Debes dejar de ser boludo, boludo.
ensucies la camisa;
no lleves tu corazón bajo la lluvia, que se moja. Y medio boludo,
No des la espalda al llanto, con esos cinco minutos de boludo,
no vayas vestido de ventana, dudaba entre ser ningún boludo
no compres ningún tílburi en desuso. o seguir siendo boludo para siempre.
Dudaba como un boludo.
Mirá tu primo el recto Y subió las escaleras para abajo,
que duerme por las noches. hizo un hoyo en la tierra
Mirá tu primo el justo miraba las estrellas.
que almuerza y se sonríe.
La gente le pisaba la cabeza,
Mirá tu primo el probo le gritaba boludo.
puso un banco en el cielo. Y él seguía mirando
Tu cuñado el astuto a través de los zapatos
que ahora alquila la lluvia. como un boludo.

Tu otro primo el sagaz Entonces vino un alegre y le dijo:


que es gerente en la luna. —Boludo alegre.
—Tienes razón, mamá —dijo el boludo Vino un pobre y le dijo:
y se bebió una rosa. —Pobre boludo.
—No seré más boludo— Vino un triste y le dijo:
y se bajó del viento. —Triste boludo.
—Seré astuto y zahorí— Vino un pastor protestante y le dijo:
y dio vuelta una estrella para abajo —Reverendo boludo.
y se metió en el subte Vino un cura católico y le dijo:
y quedaron las gaviotas. —Sacrosanto boludo.
Vino un rabino judío y le dijo:
Entonces vinieron los parientes ricos —Judío boludo.
y le dijeron: Vino su madre y le dijo:
—Eres pobre, pero ningún boludo. —Hijo, no seas boludo.
Y el boludo fue ningún boludo
y quemaba en las plazas Vino una mujer de ojos azules y le dijo:
las hojas que molestan en otoño. —Te quiero.
Y llegó fin de mes.
EL humor dentro del teatro.

La comedia

Por definición, como ya sabemos, una comedia es una obra que presenta una mayoría de
escenas y situaciones humorísticas o festivas. La comedia es un género dramático que se
caracteriza porque sus personajes protagonistas se ven enfrentados a las dificultades de
la vida cotidiana, movidos por sus propios defectos hacia desenlaces felices donde se
hace escarnio de la debilidad humana. La comedia se origina en el mundo griego, pero se
va desarrollando por el medievo y por la edad moderna , hasta llegar a nuestros días.
Como características, el personaje protagonista suele ser común y corriente y representar
un arquetipo , es decir mentiroso , charlatán , fanfarrón , pícaro ,enamorado , etcétera; es
también inocente e inconsciente y, a diferencia de la tragedia, donde el personaje
protagonista tiene un profundo sentido ético, en la comedia el personaje protagónico
considera su moral como una cualidad importante; lo que lo hace ser muy vital, aunque
esto es más bien un obstáculo para el personaje.

Una comedia de situación (situation comedy o sitcom) es un formato televisivo que nació
en los Estados Unidos con “I love Lucy” o “Yo amo a Lucy”, protagonizada por Lucille Ball.
El nombre de sitcom proviene de la audiencia sentada frente a los actores, cuyas risas
quedan grabadas en los capítulos o, en el caso de que la emisión sea en vivo, es captada
en el momento por los micrófonos.
Leamos una comedia corta como para empezar:
Del circo al sainete criollo:

A fines del siglo XIX, dentro del teatro rioplatense, surgieron dos vertientes. Una de ellas
fue el teatro popular realista, originado en el circo, en el cual se destacaron los hermanos
Podestá, especialmente en su versión de Juan Moreira. La otra fue una corriente más
culta o elitista que representaba las obras clásicas europeas, vertiente conocida como el
“teatro grande”.

Con la inmigración de principios del siglo XX se introdujo el “género chico” español: la


zarzuela y el sainete. Eram formas teatrales breves , costumbristas de tono humorístico y
personajes estereotipados. Además, en ambos casos prevalecía la música y el canto.
El sainete original era una pieza de un acto que se representaba en los intermedios de
otra obra, como ocurría en los antiguos entremeses españoles. En la Argentina,
combinado con las formas del circo dio como resultado una modalidad original conocida
como “sainete criollo”. El sainete criollo se caracterizó por reflejar las costumbres de la
vida en los conventillos, agregando a los elementos humorísticos un conflicto sentimental

y una nota trágica. Esta forma teatral se afianzó durante la década de 1920. En esta
época se destacaron Florencio Sánchez (M' hijo el doctor), Gregorio de Laferrere
(¡Jettatore!) y Roberto Payró (Canción trágica).

El sainete criollo consiste en una pieza breve, de un acto, dividida generalmente en tres
cuadros. Los cuadros primero y tercero suelen transcurrir en el patio del conventillo, y el
segundo, en la puerta o en una calle, como se puede observar en las obras “El diablo en
el conventillo”, de Carlos Pacheco, o “El conventillo de la Paloma”, de Alberto Vacarezza.

El escenario del sainete criollo : El conventillo.

Los inmigrantes que llegaban a Buenos Aires se asentaban en los márgenes de la ciudad.
Las viviendas – antiguas mansiones abandonadas por las clases más pudientes y
convertidas en precarios refugios, en las que comenzaron a surgir los conventillos –
albergaban a personas de distintas nacionalidades, la mayoría de ellos italianos y
españoles. El escenario del sainete fue entonces el patio de estos lugares que era donde
los distintos vecinos se cruzaban. Recordemos también que estas casonas tenían varias
habitaciones pero espacios comunes como cocina, baño, lavadero y patio.
Los conventillos eran también habitados por criollos pobres, marginados de la gran
ciudad. En esos orígenes sociales tuvieron lugar el guapo o compadrito y la percanta
(mujer humilde y soñadora, incluso algunos la definen como una mujer liberal)
estereotipos que aparecen tanto en los sainetes como en los tangos. En el patio, era
frecuente escuchar peleas por dinero, por amor o por poder entre todos aquellos que
habitaban allí.
El sainete criollo mostraba, como pieza teatral, las preocupaciones del público del
momento y así se convirtió en un éxito comercial, el primero en cantidad de espectadores
y funciones como de obras escritas.

Los personajes y su lenguaje:

En los sainetes los personajes hablan de manera esterotipada. Aparece


predominantemente el lunfardo y el cocoliche (mezcla de lengua natal con el castellano).
El grotesco criollo:

Si bien mantiene las notas de humor del sainete, tiene una mirada mucho más cruda y
pesimista sobre el presente y el futuro de los inmigrantes que habitaban nuestro suelo.
El grotesco criollo, proveniente del grotesco italiano, surge en la Argentina también hacia
la década de 1920. Son las obras teatrales de Armando Discépolo las cuales transforman
al grotesco italiano en grotesco criollo.
Los rasgos más destacados del grotesco criollo son: La acción se desarrolla en espacios
cerrados y oscuros. La acción se traslada así del patio del conventillo hacia el interior,
hacia sus habitaciones.
Los problemas son intrafamiliares. Se presentan conflictos que atraviesa una familia y no
las peleas entre vecinos de un conventillo.
El fracaso del sueño del progreso económico es algo que está presente de modo
preponderante en los grotescos criollos, el haber fracasado económicamente en la vida.
Esto sumado a que los vínculos con los familiares tampoco son buenos y prima la
incomprensión. El grotesco genera en el espectador risa, pero también angustia y tristeza.

Mustafá, de Armando Discépolo:

A continuación veremos como ejemplo la adaptación a historieta de “Mustafá” un grotesco


criollo escrito por Armando Discépolo y llevado a historieta por Enrique Breccia (dibujante)

 La obra adaptada a historieta la encontrarán como “Clase 3 Anexo 2 Mustafá, de


Discépolo”

El humor en el teatro del absurdo.

Por absurdo entendemos, en principio, a todo aquello que se opone a la razón o a lo


racional. Es el sinsentido que desmorona toda lógica. El absurdo es el humor que
podríamos decir que irrita a la razón, es el disparate o lo insensato, aquello que no
debería ser y sin embargo lo es con total desparpajo. El absurdo consiste en representar
el caos, el desorden, la confusión que detona las situaciones más disparatadas.

Este tipo de teatro surge como una de las principales tendencias de vanguardia del siglo
XX, cuestionando al realismo. Principalmente se ubica en los años que van desde 1940 a
1960. Es un tipo de teatro que se caracteriza por diálogos inconexos entre sus personajes
y su falta de argumentación dramática. Así se crea una escena que tiene más relación
con lo onírico que con el mundo de la vigilia más atado a ciertas reglas lógicas.

De forma muy esquemática podríamos sintetizar las características de este tipo de teatro
de la siguiente forma:
CRITERIOS

1. ESTRUCTURA

-No tradicional. De situaciones, como imagen poética.

-No hay coherencia parte-todo.

-Lógica invertida.

2. LENGUAJE

-Descomposición.

-Contradicción.

-El silencio como vacío.

3. PERSONAJES

-A-dramáticos.

-Dúos opuestos y complementarios.

4. TIEMPO/ESPACIO

-Espacio neutralizado o caricaturizado.

-Tiempo imperceptible y circular.


ESTRUCTURA

Se produce la ruptura de la estructura tradicional dramática. Es un teatro de situaciones,


no de hechos. No se sigue el esquema inicio-trama-desenlace tradicional. Se quiebran las
barreras entre lo cómico y lo trágico. No narra hechos, más bien muestra episodios,
situaciones aisladas, como imágenes poéticas. En ese sentido, no importa lo que va
suceder, no hay suspenso, sino que lo realmente significativo es tomar conciencia y
cuestionarse sobre lo que sucede en el momento. Esta ausencia (minimización) de trama,
testifica la incoherencia de lo absurdo y su desconexión con lo habitual.

LENGUAJE

El lenguaje discursivo es devaluado y el resultado es la incomunicación. Además, su uso


cotidiano es cuestionado a través de su distorsión, descomposición para poner en
evidencia sus carencias, sus límites y su uso trivial por parte del hombre. Existen
contradicciones e incoherencias en el habla que dejan la sensación de que las palabras
no llegan a representar fielmente la realidad e incluso la trastoca. Además se la
incomodidad ante el silencio suele quedar manifiesta. La ausencia de palabra es
interpretada como vacío.
PERSONAJES

El teatro del absurdo está compuesto de personajes a-dramáticos con caracteres


indefinidos, incoherentes para que el espectador no corra el riesgo de adoptar la
perspectiva de ellos al identificarse con él. Asimismo se evita crear expectativas, respecto
a su destino. Lo que se busca es que la atención del receptor no se enfoque en las
causas y consecuencias del proceder de los personajes en un sentido moralista. Por el
contrario, de lo que se trata es de analizar las acciones de estos en un sentido más
amplio, mediante una visión imparcial, distante, solitaria y más profunda respecto al
sentido de la vida.

TIEMPO Y ESPACIO

Tiempo y espacio suele ser descontextualizados o imperceptibles.El tiempo es casi


imperceptible, los mismos personajes no se ubican bien, tampoco el lugar es precisado en
términos exactos, como si estuviesen en medio de la nada. Se da por supuesto que el
tiempo transcurre, pero, en realidad, la sensación que se tiene del tiempo a lo largo de la
obra es otra, es como si no avanzara, porque no hay ningún hecho trascendental que
suponga alguna distinción.
Ejemplos de obras de teatro pertenecientes al género:

 “Esperando a Godot”, de Samuel Beckett


 “La cantante calva”, Eugene Ionesco
 “Nada a Pehuajó”, Julio Cortázar.
 “Adios, Robinson”, Julio Cortázar
El radioteatro:

El radioteatro es un género dramático que ha quedado en la memoria de muchos oyentes,


que se sentaban todos los días junto a la radio para escuchar las melodiosas voces de los
actores del micrófono. Hoy, a partir de los podcast, se habla de su reaparición y de que
las buenas voces saldrán nuevamente a la escena de las ondas para hacer vibrar a los
radioyentes. Las formas han variado y quizás incluso no se los escuche por las radios,
sino por la aplicación de Spotofy y por medio de los celulares, pero hoy los radioteatros y
las historias humorísticas narradas desde el humor tienen miles de adeptos. EL ejemplo
del canal de Spotify de Hernán Casciari es un ejemplo de ello.

Y ya que hablamos de Hernán Casciari hago un paréntesis para recomendarles también


una de sus obras que pueden también trabajarse dentro de la cosmovisión humorística.
Esta seguramente la conozcan o la hayan escuchado porque fue llevada al teatro
protagonizada por Antonio Gasalla (comediante argentino). La obra es “Más respeto que
soy tu madre”. La dejo dentro del material complementario y la van a poder encontrar y
descargar desde el aula como “MC Más respeto que soy tu madre”

Sinopsis: A Mirta Bertotti, un ama de casa argentina de cincuenta años, se le cae el


mundo encima cuando la crisis económica de 2001 desbarranca a su familia, desde la
clase media a la pobreza absoluta. Un marido desocupado, el Zacarías, tres hijos
adolescentes con problemas, un suegro drogadicto y la llegada de la menopausia hacen
que su vida se convierta en un infierno. La protagonista necesitará un humor a prueba
de balas para convertir cada desgracia familiar en una lección de vida.

De hecho sobre este libro hay una anécdota que cuenta el mismo Casciari que está
llena de humor y es tan perfecta que hasta parece uno más de sus relatos de ficción.
Los invito a escucharlo y se los recomiendo con énfasis. Da mucho resultado en el aula
y también porque se puede utilizar para hablar de “lo literario” y de cómo eso crea
¿Qué elementos debe tener un radioteatro?

• Elementos de un radioteatro:

1- La voz (de los personajes y voz en off, la del


narrador) 2- La música.
3- Los efectos sonoros.
4- Los textos dramáticos propios para la
radio. 5 - El silencio.

Los elementos dramáticos han tenido cabida en la programación de todas las emisoras
desde los comienzos de la radio como medio de comunicación.

El radioteatro empezó con apenas unas lecturas de fragmentos de textos literarios, que
gozó de la aceptación de un gran número de oyentes. Más adelante, impulsados por este
acogimiento favorable, se inició la dramatización radiofónica. Para lograr los efectos del
teatro, se adaptaron los textos literarios al lenguaje radiofónico, dotándolos de mayor
intensidad mediante la voz.

Un paso más significativo fue la transmisión de obras de teatro en directo, creadas por un
autor de obras dramáticas exclusivas y específicamente para ser escuchadas por la radio.
Así fueron presentados los seriales, las adaptaciones literarias y las dramatizaciones con
mucho éxito a través de la radio.

Poco a poco fue declinando, la crisis del radioteatro fue acentuándose cada vez más
hasta su casi completa desaparición. Solamente tienen cabida en algunos programas de
radio, que resucitan este género tan especial, cuyo principal elemento para transmitir las
alegrías, las desgracias, la ilusión y el amor, es la voz.
En los primeros tiempos, el radioteatro consistía en la transmisión de obras de teatro por
vía radiofónica. Las emisoras se trasladaban hasta los teatros con sus equipos y sus
micrófonos e instalaban los medios por los que después miles de oyentes disfrutaban de
esa obra sin necesidad de estar físicamente en el teatro.

El inconveniente estaba en que las obras no eran escritas para la radio sino que
simplemente la radio transmitía una obra de teatro por las ondas, por lo que la movilidad
corporal que se observaba en el teatro se perdía para aquellos que tan solo escuchaban.

Este problema fue superado cuando llegó el teatro del aire, la realización en el propio
estudio radiofónico de las obras dramáticas. Con este género se empezaron a crear obras
que se adaptaban para la radio y que eran leídas e interpretadas por un cuadro de
actores y actrices.

Un radioteatro muy famoso: “La guerra de los mundos”.

Hoy en día es muy fácil chequear si una información que recibimos es falsa o no, pero a
principios del Siglo XIX no existían muchos medios de comunicación, no había TV,
Teléfono y mucho menos internet.

Diario Clarín.
30/10/1998

El día en que Orson Welles sembró el pánico


Transmitió la novela La guerra de los mundos como si fuera un noticiero Y miles lo
creyeron

Orson Welles todavía no había filmado El ciudadano, considerada una de las grandes
películas del siglo. Tenía 23 años y tal vez un poco de ganas de escandalizar. Lo
consiguió el domingo 30 de octubre de 1938, un día antes de la Noche de brujas.La
Columbia Broadcasting System y sus estaciones afiliadas presentan a Orson Welles y al
Mercury Theatre en La guerra de los mundos, de H.G. Wells, dijo un locutor. Y enseguida
se oyó la voz grave de Orson Welles, que a manera de informativo radial empezó a relatar
-como lo cuenta el inglés H.G. Wells en su novela- una invasión de marcianos.Sabemos
ahora que en los primeros años del siglo XX, seres más inteligentes que el hombre, y sin
embargo mortales, vigilaban atentamente nuestro planeta. Sabemos, asimismo, que
mientras los hombres se dedicaban a sus quehaceres, otros hombres los examinaban y
estudiaban con toda exactitud y minuciosidad, lo mismo que el hombre, valiéndose del
microscopio, examina a las criaturas que pululan y se multiplican en una gota de agua,
relató Welles. Welles y el libretista Howard Koch imaginaron un guión que semejara un
noticiero, hasta con un enviado especial que narraba la invasión. El radioteatro,
transmitido así, convirtió la vida de millones en una pesadilla.Después de los primeros
partes, comenzó un concierto de música bailable; pero enseguida se produjo una
interrupción, que acentuó la sensación de que se hablaba en serio: Veinte minutos antes
de las ocho, el profesor Farrell del observatorio de Mount Jennings observó varias
explosiones de gas a intervalos regulares sobre el planeta Marte.Después se informó lo
peor: habían aterrizado marcianos. Dios mío, algo se retuerce desde la sombra como una
serpiente gris, dijo el supuesto cronista en el lugar del supuesto descenso.Cuarenta
personas murieron inmediatamente, clamó.Se calcula que más de un millón de personas
se movilizaron a partir de ese instante. En 15 minutos, dos mil llamaron aterrorizadas a la
policía de Nueva York. Miles subieron a sus autos para huir de la ciudad. Algunos
granjeros tomaron sus escopetas para ir en busca de los invasores. En Newark, muchos
salieron a la calle con un pañuelo sobre la boca para protegerse de los gases
letales.Ficción completaLa CBS y su cadena de estaciones afiliadas intentaron detener el
pánico. A las 22.30, 23 y 24 difundieron comunicados para informar que todo era ficción.
Pero la gente creyó que el gobierno intentaba ocultar la verdad. Lo que sucedió es que la
verdad -los comunicados- entraron a formar parte de la ficción. Nadie había pensando
todavía que un medio de comunicación podía transformar la realidad de tal modo y caer
en su propia red. Irreverente y serio, apenas terminó la emisión del programa, Orson
Welles confesó su travesura: Así, pues, hasta la vista todo el mundo, y recuerden, por
favor, la lección terrible que aprendieron esta noche. Ese invasor globular, reluciente, que
apareció haciendo muecas en la sala de nuestras casas, es sólo un habitante de la
imaginación-dijo Welles-. Y si llega a sonar el timbre de la puerta y no ven a nadie allí, no
crean que fue un marciano... fue el genio burlón que aparece la víspera de Todos los
Santos. La guerra marciana no llegó. Pero poco más tarde estallaba la Segunda Guerra
Mundial.

• Escuchamos un fragmento en formato MP3 de la recreación que RTVE (la Tv


pública española) recreó sobre el radioteatro de “La Guerra de los mundos” en uno
de sus aniversarios.

http://www.rtve.es/alacarta/audios/la-noche-transfigurada/noche-transfigurada-guerra-
mundos-30-06-18/4649706/
Ahora los invito a leer una nota del diario La nación sobre los radioteatros.

Radioteatros de ayer y de hoy.

Fragmento de nota en La Nación

Fecha: 24 de Octubre de 1999

Que vuelvan los radio teatros

Ahora aparecieron ciertos intentos de resurrección. Según algunos de sus viejos héroes,
el género podría ser -otra vez- un éxito. Falta que alguien se anime a apoyar la aventura

Por Marcos Martínez.

Durante los años 30, la caída de la bolsa de Wall Street convulsionaba al mundo. En los
hogares argentinos, las enormes radios eran una presencia cotidiana. En el éter,
empezaba a asomar un nuevo mundo lleno de magia y de fantasía: el radioteatro.
Como antecedente, figuraba el tímido intento de La caricia del lobo, realizado por la
compañía de Francisco Mastandrea, en 1929. Pero poco después -a la par de las nuevas
canciones de Gardel, de noticias presentadas por el locutor Santos Landa y de los
novedosos avisos publicitarios cantados- surgió el primer gran radioteatro, Chispazos de
tradición.
Su creador fue José Andrés González Pulido, un español que tenía la experiencia de
haber dirigido varias obras de carácter popular. Tomando elementos de la payada, el
folletín y el sainete, creó pequeñas historias de tono gauchesco, en las que nunca
faltaban amores fogosos, héroes salvadores y villanos muy malos. Aquel gran éxito
revolucionó horarios, ritmos y costumbres. Las grandes tiendas debieron colocar
altavoces para no perder clientes en su horario de transmisión. Los dueños de los cines
exigieron sin suerte a la radio que cambiara el horario de las 18, porque la asistencia de
público disminuía considerablemente en la función de la tarde. La compañía de teléfono
aseguraba que a esa hora bajaba la cantidad de llamadas. Hasta un artesanal
merchandising surgió alrededor de Chispazos: por veinte centavos se podía conseguir el
libreto completo de una de las historias, por unas monedas más las partituras para canto
y piano de los números musicales del ciclo y por un peso una fotografía de 18 x 24
centímetros de todo el elenco.

Por lo general, se desarrollaban a lo largo de un mes, en capítulos de media hora. Pero si


eran éxitos rotundos, les sumaban a veces más capítulos. Las transmisiones eran en vivo
y en directo, pero, a diferencia de otros programas radiales, no se permitía la asistencia
de público: podían develarse secretos, como que los besos tan apasionados de las
parejas protagónicas no eran ciertos, sino que cada actor se besaba su mano.
Los efectos sonoros eran una cuota esencial para darle vida a los guiones. En la historia
del radioteatro. Por ejemplo, si había una llamada de teléfono en tercer plano, tenía que
sonar como si estuviera lejos. Los elementos que necesitaban para ambientar las
escenas los construían artesanalmente.
Las parejas estelares eran el secreto de los radioteatros. El público vivía encandilado con
sus voces, y era capaz de diferenciar la respiración de una actriz de la de otra. Para que
la pareja funcionara tenía que existir entre los dos actores un excelente entendimiento.
Todos los años, las radios competían ferozmente por conseguir un contrato de
exclusividad con las parejas más codiciadas.
Un destino obligado de los radioteatros, que vivían un éxito arrollador, eran las giras por
distintas partes del país. Los protagonistas se trasladaban a teatros, cines y clubes, de
barrios y de ciudades, a representar una versión abreviada, con el final incluido, de la
historia radial. Las compañías recorrían desde grandes ciudades del interior hasta
pequeños pueblos.
A los actores que representaban personajes buenos les pedían autógrafos, los cargaban
de regalitos, y a los malos, los abucheaban.
El arribo de la televisión a la Argentina, en 1951, fue un duro golpe para la radio. Actores,
locutores, guionistas comenzaron a mudarse a la pantalla chica, seducidos por una mejor
oferta económica, como se cuenta en el excelente libro de Carlos Ulanovsky Días de
radio. A comienzos de los años 60, los programas periodísticos, las noticias y los discos
pasaron a ser las nuevas vedettes. Contra viento y marea, varias compañías de
radioteatros siguieron en el aire con suertes dispares, pero el principio del fin ya estaba
echado. Los radioteatros se dejaron de escuchar a mediados de los años 70.
Los (radioteatros) de la Rock and Pop:
La radio Rock and Pop, desde sus inicios, incluyó secciones con personajes, que se
desarrollaban en un formato similar al de los viejos radioteatros. Eduardo de la Puente era
uno de los principales hacedores de esos relatos, llenos de un humor desopilante y
despiadado. Pero paulatinamente fueron desapareciendo, porque De la Puente ya no tuvo
el mismo tiempo para trasladar sus ideas al papel. Hasta que tres jóvenes -Diego Miller,
Santiago Bluguermann y Emiliano Goggia- golpearon los estudios con varios demos de
radioteatros bajo sus brazos. "Nosotros -cuenta Diego- teníamos la experiencia de varios
años en FM La Tribu, donde hacíamos un radioteatro de sólo dos capítulos. Era todo muy
improvisado. Sabíamos que habían existido los radioteatros, pero no buscábamos
imitarlos o resucitarlos, porque nunca los escuchamos."
En 1996 debutaron en ¿Cuál es? con El radioteatro del mediodía, que sigue en el aire de
lunes a viernes, a las 12.30. "Fue como pasar a jugar en la primera de Boca o de River",
expresan los jóvenes guionistas. Cada guión que escriben se desarrolla durante una
semana en capítulos de cinco minutos, aproximadamente. Pergolini cumple siempre el rol
de relator de la historia, De la Puente encarna al protagonista. A diferencia de los viejos
radioteatros, éstos salen al aire sin una leída previa del guión. El operador es el único que
realiza antes una lectura, porque es el encargado de mandar todos los efectos sonoros a
través de una computadora. Pero en varias oportunidades tuvieron que recrear algunos
sonidos en vivo y en directo. "Una vez teníamos que hacer una pelea de espadas y no
teníamos ese efecto, entonces, tomamos dos cucharas de ensaladas y empezamos a
golpearlas delante del micrófono -recuerda Santiago-. Básicamente, buscamos un tema y
alrededor de él planteamos situaciones graciosas y chistes. A veces algunas tramas
pueden surgir a partir de un efecto de sonido que nos haya causado mucha gracia."
Los tres publicaron un libro con los mejores guiones del programa, y prometen seguir
escribiendo su parte de la historia en próximos capítulos.
Letra de “Edipo de Tebas”

De Edipo de Tebas No quiero que crezca,


Haciendo memoria Has tú que perezca
Os cuento la historia Como te parezca
Con penas y glorias Te irás con mi hijo.
De Edipo de Tebas. Cumplida la orden
Le dijo el Oráculo El muy desdichado
Edipo, tu vida Con los pies atados
Se pone movida Quedóse, quedóse colgado
Serás parricida, Cumplida la orden.
Le dijo el Oráculo. Edipo salvóse
Seguía diciendo Y a Layo matólo
Si bien yo detesto Peleándolo él sólo
Hablarte de esto Al cielo enviólo
Se viene, se viene un incesto Edipo salvóse
Seguía diciendo. Semanas más tarde
Sabiendo tal cosa A Tebas avanza
Su padre el rey Layo, Resolver alcanza
Veloz como un rayo Cierta adivinanza
Le dijo a un lacayo Semanas más tarde.
Sabiendo tal cosa. La Esfinge de Tebas
Te irás con mi hijo, Al ser derrotada
Se ofusca,…
MATERIAL EXTRA.

Morir de literalidad.

Otro ejercicio divertido es pedirles a los alumnos que inventen situaciones narrativas en
las que incluyan el sentido literal de alguna frase.

Ejemplo:

El maltratado, de Wimpi.

Licinio Arboleya estaba de mensual en las casas del viejo Críspulo Menchaca. Y tanto
para un fregado como para un barrido.
Diez pesos por mes y mantenido. Pero la manutención era, por semana, seis marlos y
dos galletas. Los días de fiesta patria le daban el choclo sin usar y medio chorizo.
Y tenía que acarrear agua, ordeñar, bañar ovejas, envenenar cueros, cortar leña, matar
comadrejas, hacer las camas, darles de comer a los chanchos, carnear y otro mundo de
cosas.
Un día Licinio se encontró con el callejón de los Lópeces con Estefanía Arguña y se le
quejo del maltrato que el viejo Críspulo le daba. Entonces, Estefanía le dijo:
- ¿Y qué hacés que no lo plantas? Si te trata así, plantalo. Yo que vos, lo plantaba…
Esa tarde, no bien estuvo de vuelta en las casas, Licinio- animado por el consejo del
amigo- agarró una pala, hizo un pozo, planto al viejo, le puso una estaca al lado, lo ató
para que quedara derecho y lo regó. A la mañana siguiente, cuando fue a verlo, se lo
habían comido las hormigas.

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