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Un cuento memorable

Alejandra Pizarnik

– Esa de negro que sonríe desde la pequeña ventana del tranvía se asemeja a Mme. Lamort –
dijo.
– No es posible, pues en París no hay tranvías. Además, esa de negro del tranvía en nada se
asemeja a Mme. Lamort. Todo lo contrario: es Mme. Lamort quien se asemeja a esa de negro.
Resumiendo: no solo no hay tranvías en París sino que nunca en mi vida he visto a Mme.
Lamort, ni siquiera en retrato.
– Usted coincide conmigo – dijo –, porque tampoco yo conozco a Mme. Lamort.
– ¿Quién es usted? Deberíamos presentarnos.
– Mme. Lamort – dijo – . ¿Y usted?
– Mme. Lamort. Su nombre no deja de recordarme algo -dijo.
– Trate de recordar antes de que llegue el tranvía.
– Pero si acaba de decir que no hay tranvías en París – dijo.
– No los había cuando lo dije, pero nunca se sabe que va a pasar.
– Entonces esperémoslo puesto que lo estamos esperando.

Llorar a lágrima viva...

Oliverio Girondo

Llorar a lágrima viva. Llorar a chorros. Llorar la digestión. Llorar el sueño. Llorar ante las
puertas y los puertos. Llorar de amabilidad y de amarillo.
Abrir las canillas, las compuertas del llanto. Empaparnos el alma, la camiseta. Inundar las
veredas y los paseos, y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.
Asistir a los cursos de antropología, llorando. Festejar los cumpleaños familiares, llorando.
Atravesar el África, llorando.
Llorar como un cacuy, como un cocodrilo… si es verdad que los cacuies y los cocodrilos no
dejan nunca de llorar.
Llorarlo todo, pero llorarlo bien. Llorarlo con la nariz, con las rodillas. Llorarlo por el
ombligo, por la boca.
Llorar de amor, de hastío, de alegría. Llorar de frac, de flato, de flacura. Llorar improvisando,
de memoria. ¡Llorar todo el insomnio y todo el día!
La literatura es/no es cosa de risa

Ahora recuerdo la primera vez que te reíste


Y las ganas que me dieron de que se me ocurra un chiste
¿Cómo van a convencerme de que la magia no existe?

Con esas palabras Wos nos habla del amor en


Arrancármelo, y enseguida podemos sentirnos identificadas e i

reconocer distintos modos de reírnos que van desde la sonrisa amable

Esta preocupación n

o es de hoy. Ya en el Siglo V antes de Cristo, Aristóteles asignó un nombre a aquellas co

Ahora bien, ya nos referimos al hecho de que la curva que abarca el humor es muy amplia, y
va desde la sonrisa a la carcajada. Hay que distinguir entonces entre las producciones que
tienen como primer propósito hacer reír (por ejemplo, un chiste, o un sketch) y otras que
tienen tono humorístico, pero en las que hacer reír no es su propósito principal. Estas últimas
las recorremos con una sonrisa, pero no es habitual que nos provoquen carcajadas. Para
entender mejor estas diferencias, leeremos un fragmento de una conferencia sobre el humor
en la literatura que escribió Ema Wolf (2008):

Umberto Eco, en un texto de un viejo libro suyo, La estrategia de la ilusión,


señala una diferencia entre lo cómico y lo humorístico.

Dice que lo cómico da por descontada la regla y no se preocupa por reiterarla -la
torta en la cara hace reír porque se supone que en una fiesta las tortas se comen y
no se estrellan en la cara de los demás; pero no hace falta explicar esta
convención porque todos la dan por conocida- (...) Y dice que el humor, en
cambio, nos remite a la causa de las cosas, toca al sentimiento. Con el humor a
veces uno no se ríe, sino que apenas sonríe; el humor nos obliga a identificarnos
con el que padece la ruptura de las reglas.

A partir de esta cita podemos pensar que bajo el concepto de humorístico entran aquellos
textos literarios que, sin tener como propósito principal provocar la risa, nos hacen sonreír
durante la lectura.
El humor puede, además, tomar distintas formas y usar diferentes recursos. El absurdo, por
ejemplo, es el modo en el que un texto o narración provoca risa, a partir de una ruptura de la
lógica. En el Diccionario crítico de términos del humor y breve enciclopedia de la cultura
humorís
tica argentina (2014), coordinado por Ana Beatriz Flores, se explica el absurdo a partir de su definic

Término de origen latino (absurdus: necio, disparatado) que se aplica a


enunciados sin sentido lógico y a situaciones y acontecimientos que no admiten
una explicación racional. (p.7)

En el absurdo, el sentido lógico se rompe, aparece quebrado, y por eso, desvía la expectativa
de quien lee. El sentido común nos dice que las cosas deben ser de una manera pero,
sorpresivamente, suceden de modo diferente (e impredecible).

Al absurdo se refiere también Macedonio Fernández (escritor argentino que incluía este modo
de trabajar con el humor en su literatura), y lo explica a partir de un chiste: “Eran tantos los
que faltaban que si falta uno más no cabe.” El sentido común nos indica que cuantos más
falten (es decir, cuantas más ausencias haya) más van a caber (pues más lugar habrá). Sin
embargo, la frase resulta confusa y el autor explica que, si la lectora o el lector está distraída o
distraído, puede entenderla al revés.El modo en que la frase está escrita nos hace pensar en
que la acumulación resta lugar cuando, en realidad, lo que se acumulan son ausencias, por lo
tanto, sobra lugar. Eso genera sorpresa y, tal vez, provoque una sonrisa. Se pregunta entonces
Macedonio: “¿por qué causa gracia el absurdo? ¿Y todo absurdo causa comicidad?” Y explica
que el secreto estaría en que se crea en la lectora o el lector, a partir de la lógica, una
expectativa (en este caso, que la acumulación de cosas ocupa lugar), que luego “se desarma”
cuando la lógica cae (si lo que se acumula son ausencias, habrá más lugar, pero resulta
evidente que las ausencias no se “acumulan”). Romper esa expectativa constituye, según
Macedonio, una forma de construir el absurdo.

Así, se habla del absurdo como el sinsentido, como aquello que no puede anticiparse ni
explicarse, y por eso, hace reír.

Hemos recorrido entonces algunos lineamientos básicos para pensar el humor en los textos
literarios. Son muchas las escritoras y muchos los escritores que producen textos en tono
humorístico, tanto en Argentina como en otros países, ya sea en la actualidad como en
tiempos pasados. El humor en la literatura cobra múltiples formas y abre posibilidades a
diferentes lecturas e interpretaciones, no solo con el propósito de provocar risa, sino como
una forma potente de poner en discusión o reflexionar sobre la sociedad, el mundo y la
cultura.

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