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Título: Las vidas de Pedro Antonio Marín, Manuel Marulanda Vélez, Tirofijo

Autor: Arturo Alape


Año: 1989
Tipo de documento: libro
Páginas
Fuente- Ubicación:

Alape 1989 -p 27
[...] los colonos que durante cuatro décadas desafiaron a comerciantes, abogados, dueños de
haciendas y compañías colonizadoras de arduos pleitos legalespor el derecho a la posesión de
tierras baldías; Los colonos que después de fundar pueblos y pueblos, ahora junto a sus familias,
sólo deseaban, revestidos con la impaciencia detenida en el tiempo, hecha ya polvo, seguri
viviendo. Eso querían. quizá, vejez prematura. "Uno iba a la casa de un conservador y era igual que
si llegara a la casa de un liberal o llegara ala casa de un familiar. ¿no? Nadie se extrañaba, no
había diferencias. Porejemplo, las hermanas de uno se casaban con un conservador, uno no lo
notaba, no se enteraba de esa situación. O una conservadora se casaba con un hermano y uno no
echaba de menos la diferencia, no le prestaba interés de que fuera liberal o el que fuera
conservador. Esa diferencia vino como alud de tierra, después ... "La quietud social y ambiental se
evaporaba en otros anuncios".

p 28
los conservadores señalados como culpables y condenados a priori en un pueblo liberal, por un
crimen cometido en la capital. Culpables a distancia. Uno a uno los cazaron físicamente en sus
almacenes, los sacaron a rastras de sus casas, y ellos ante la brutal noticia, escondiendo en sus
rostros el pavor que hacía temblar sus cuerpos, simulando serenidad esperaban acobardados que
llegaran a buscarlos. Un inaudito sentimiento de culpabilidad colectiva, resignación cristiana.

P102- 103
[...] en el comando del Davis las guerrillas comunistas proponían unir por la base a pueblo liberal-
conservador en la lucha por el derrocamiento de la dictadura y crear conjuntamente un gobierno
popular, un gobierno del pueblo.
P 103- menciona Marulanda que: [...] Yo veía las cosas de manera distinta. Lo veía en las regiones
de Planadas, Gaitania en Aipe, en Palermo en las zonas conservadoras que no tenían nada que ver
ni estaban comprometidas con la violencia. Llegábamos a sus casas y encontrábamos respaldo,
información y apoyo para las acciones. Gente muy buena entre ellos. Cuando uno intentaba
ilustrar su pensamiento político, entonces venía el choque con su pensar cuadrado, se
santiguaban, rezaban, regresaban a su pensamiento de cien años atrás. Era cuestión de cuidado en
el habla con ellos. Serenar uno el espíritu de la contradicción, hacer política con los hechos de la
realidad misma, para que la duda aflorara en ellos de labios para adentro y penetrara en sus
cabezas. No insistir dejar de hablar en consideración de las dudas que estaban tragando. Sin
atropellarlos.
Ahora en virtud de las circunstancias peligrosas que viven, nadie saca a relucir las divergencias. No
se miran con desconfianza. No brota el sudor de odio entre ellos. No se diferencian en sus olores,
cuando ansiosos por disparar el gatillo están atrincherados esperando la segunda gran operación
militar que entra por la Herrera y Rioblanco, sigue por El Ataco y se dirige hacia Bilbao. Son más de
dos mil hombres en la más intensa operación rastrillo, husmeando hojas y troncos de los árboles,
percatándose antes de beber el agua de las quebradas, metiendo los ojos hasta escrutar matojos y
arbustos, dando la sensación de querer sacarle la verdad a la tierra. ahora deviene como
necesidad suprema combatir. Se le olvida la acidez de las palabras, se le olvida el viejo hábito de
señalar al otro por lo que piensa.

P 106 [...] Los comunistas argumentaron algo de por si muy convincente y razonable; que los
comunistas no eran gente de la región, que no tenían por qué estar en esos territorios de
pertenencia liberal. Un agudo sentimiento localista. que los comunistas debieron haberse ido
desde tiempo atrás, pero que no hicieron esfuerzo alguno; que los liberales les habían brindado
todo su apoyo cuando llegaron a la Columna de Marcha, que los recibieron como a hermanos y
ahora querían quedarse a la fuerza, sembrarse en esos territorios con sus ideas,

P 119
[...] Una población que ha cambiado sus formas de vida, que ahora asimilar otras experiencias más
duras y más difíciles en cuanto a su rigidez, que inventa otros sistemas para continuar subsistiendo
y, sigue con los ojos bien abiertos para captar otros posibles resquicios de experimentación. El
Davis era una posible propuesta de una posible sociedad en guerra, impulsada por una fuerza
interior que rompe cualquier esquema. Se asume una nueva realidad, impuesta desde afuera por
la violencia y se explora esta realidad sin temores, se contradice esa realidad en un proceso no tan
simple que de por si se va enriqueciendo. Se experimenta a veces sin atinar en los errores. duro
aprendizaje que amplía la visión de que cada paso se convierte en una posible enseñanza. Pedro
Antonio Marín ubica el proceso: "Cada organización busca la formación del personal a su cargo.
Nadie permanecía solo encerrado haciendo su oficio. el armero tenía sus asistentes para
enseñarles los secretos del arreglo de armas; el peluquero, el sastre pretendía lo mismo, enseñar,
los odontólogos, las enfermeras eran una puerta abierta para decir, esto es lo que sabemos y
ustedes lo pueden aprender. La enseñanza era una cadena que nunca se detenía. Y vivíamos en
guerra. (Uff muy interesante).

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