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Muertos del amanecer


No es tarea que se pueda encomendar a
familiares y voluntarios, recorrer archivos,
excavar fosas...

Por Javier López


Publicado el 28/02/2020 a las 10:15
Actualizado el 28/02/2020 a las 10:17

Calavera de un represaliado durante la guerra civil, en el pueblo de


Gerena. CRISTINA QUICLER VIA GETTY IMAGES

-Para enterrar a los muertos como


debemos cualquiera sirve, cualquiera…
menos un sepulturero.

León Felipe, registrado al nacer como Felipe


Camino Galicia de la Rosa, lo escribió antes
de la guerra, antes aún de la república,
incluso de la dictadura de Primo de Rivera,
romero, sólo romero, en sus versos y
oraciones del caminante, su primer libro,
antes de partir hacia su largo periplo por
Guinea, México, Estados Unidos y otra vez
México, a Panamá, con sus
correspondientes, intercalados, ocasionales
regresos a España, nunca definitivos, no
completos, ni plenos, no cómodos, entre el
odio de la derecha y los recelos de la
izquierda.

El último de aquellos regresos, forzado por


la conciencia, la necesidad y la urgencia de
aportar algo para impedir el ascenso
definitivo del sapo iscariote y ladrón en la
silla de juez repartiendo castigos y premios.
Aún antes de la derrota comprendió que ya
no había nada que hacer, elegir entre el
paredón de los vencedores, la censura de
los vencidos, o el exilio. De nuevo a México.

Convenciendo a Machado de partir a


Valencia, mandando algún verso al diario
Milicia Popular del Quinto Regimiento, junto
a Alberti, María Teresa León, Miguel
Hernández, Manuel Altolaguirre, el cristiano
y comunista José Bergamín.

Con los comunistas hasta la muerte, pero


no más allá.

Y Ramón J. Sender, registrado al nacer


como Ramón José Sender Garcés, capitán
del Batallón Amanecer en la Primera
Brigada Mixta del Ejército Popular
Republicano, heredera del Quinto
Regimiento. Acabó, como León Felipe y
otros tantos, en México, aunque pronto
marchó a impartir clases en un buen
número de universidades estadounidenses,
hasta acabar sus días en la universidad de
San Diego.

En el Batallón Amanecer debió coincidir con


mi abuelo Calixto. Así consta en el único
resto documental que queda de él en el
archivo de Salamanca, aquel al que fueron a
parar todas las fichas de la masonería y el
comunismo,

Calixto López Cuena, vecino de Collado


Mediano (Madrid), cantero, afiliado a la UGT
y el PCE, enrolado en el Quinto Regimiento.
Batallón Amanecer.

Eso es todo. No hay más. Sigue existiendo


en Collado Mediano un palacete, hotelito,
ahora afamado restaurante, el Rincón de la
Abuela, en el que se instalaron las milicias
que subieron a la carrera desde Madrid a
taponar la ofensiva de los sublevados en la
Sierra de Guadarrama. Allí acudieron los
voluntarios de la zona. Allí debió escuchar
las arengas de Líster, de La Pasionaria,
Calixto, cantero, 42 años, esposa, tres hijos,
ya le llamaban el abuelo. Luego las
Compañías de Acero partieron a defender
Madrid.

Hay una ley de la


memoria que parece
que el nuevo Gobierno
quiere revisar,
reformar, mejorar.
El convento de los Salesianos de Estrecho,
las trincheras. Le pienso en la Sierra, en
Guadalajara, en Talavera, escuchando
recitar a Miguel Hernández, en el Cerro de
los Angeles, evacuando las obras del Museo
del Prado hacia Valencia, salvándolas de los
bombardeos. Pensar por pensar. No acabó
en México, pasó a Francia, a los campos de
refugiados, enfermó, desapareció. Eso es
todo. Sus hijos esperando en la estación
cuando volvieron los combatientes. Eso es
todo, no hay más.

He recorrido todos los archivos españoles,


los oficiales y los de las organizaciones
políticas de aquellos años, socialistas,
comunistas, anarquistas, incluidos los
archivos catalanes, la última tierra española
que defendió, asociaciones de la memoria,
campos de refugiados franceses que no
son pocos, archivos departamentales que
son bastantes, campos de concentración
nazis, archivos centrales franceses, los de
Rusia y los de Estados Unidos que
arramplaron con cuanto papel encontraron
al liberar los campos, institutos de
investigación, la Cruz Roja, la ONU,
expertos que dedican su vida a buscar
nombres, paraderos, listados, hasta al
presidente de la república francesa me he
dirigido, también a su mujer.

Abuelos del autor del artículo.

No hay nada, sólo una ficha en Salamanca,


no hay más. Imagino que como yo miles de
personas buscando pistas, señales, un papel
más, una ficha, una lista, una referencia que
añadir a la reconstrucción de la memoria
desaparecida, un lugar donde los restos
descansan, o donde fueron quemados, el
sitio en que durmió antes de perderse la
pista, un rincón donde ir a depositar unas
flores, sentarse un momento, pensar, rezar,
aún sin dios al que rezar, una oración, un
poema, una lágrima. No es mucho pedir, no
es tanto pedir, al cabo de los años.

Hay una ley de la memoria que parece que


el nuevo Gobierno quiere revisar, reformar,
mejorar. Acabar con los privilegios, títulos
honores, condecoraciones del dictador, de
sus herederos, de sus colaboradores, de sus
torturadores, impulsar la colaboración entre
administraciones, crear un censo de
víctimas, mejorar las tareas de
identificación mediante ADN, buscar y
reconocer a las víctimas, a todas las
víctimas, facilitar la investigación de las
fuentes y el acceso de las personas a
archivos bien estructurados, ordenados, en
red.

No es tarea que se
pueda encomendar a
familiares y
voluntarios, recorrer
archivos, excavar
fosas...
Son cosas importantes. Como me parece
importante que, como en muchos países
que han sufrido dictaduras, de Sudáfrica a
Chile, o de Colombia y Argentina a Timor,
de Perú a El Salvador, se cree una Comisión
de la Verdad. Pero, sobre todo, me parece
esencial que se establezca la obligación del
Estado Español en todos sus niveles y
Administraciones de buscar a quienes
desaparecieron en cualquier circunstancia,
dentro o fuera de España.

Las organizaciones de la memoria pueden


ayudar, colaborar, cooperar, pero la
responsabilidad es de los gobiernos. No es
tarea que se pueda encomendar a
familiares y voluntarios, recorrer archivos,
excavar fosas, rebuscar fichas, fotos,
publicaciones, por más que se interesen, se
preocupen, sean acicate y aliento. No son
tareas delegables por el Estado, envueltas
en una subvención.

Los muertos no descansarán, nosotros no


descansaremos, el futuro nos será negado,
si no conquistamos la memoria de cada
nuevo amanecer.

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