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sonrisas y miradas hirientes nos miraban de reojo cada vez que exigíamos
algo para menguar el dolor que carcomía las paredes de nuestro estómago
vacío.
rituales convexos la razón liberalizante de los hijos del pueblo. El cura Pedro
Abya Yala no eran seres humanos. Siglos después el Papa Carlos III
del Rey habían asesinado un poco más de 65 millones de “indios” que vivían
en sana paz en esta parte del mundo con sus familias y sus dioses. Desde
entonces los verdugos, de las nuevas épocas, no han permitido a los hijos
del pueblo traspasar la raya, como dijera Noam Chomsky, para justificar la
despojo, el dolor y la muerte. Los huyentes con sus pies allagados y manos
“Ahora que mi voz te llama y nadie escucha, más allá de ti, de las lágrimas
heladas y tus calles vacías, de la paz retenida en los lodazales del odio, de
mundo, del ruido infernal de los dioses, alguien renace, te llama y te bendice
para volver a soñar y morir en la memoria del tiempo. Te escribo desde las