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"El repudio": Relato de una infancia saqueada.

José Luis Cavazza.

Rachid Boudjedra pertenece a la generación de escritores


argelinos que escriben en lengua francesa. Como Tahar
Djaout, Nabile Farès y Kateb Yacinne perpetraron y
perpetran sus obras desde París, ciudad que hace muchos
años abrió su corazón al exotismo oriental y muchas veces
a sus propios colonizados de otras épocas (Argelia se
independizó de Francia a comienzos de los 60, provocando
la repatriación de 700 mil franceses).
"El repudio" ("La répudiation") fue escrito por Boudjedra en
1969 y recién hoy es novedad en lengua española. El
repudio también es uno de los capítulos del Corán, que en
su primer verso dice: "¡Profeta! Cuando repudiáis a las
mujeres, ¡hacedlo al terminar su período de espera!
¡Contad bien los días de ese período y temed a Alá, vuestro
Señor! ¡No las expulséis de sus casas ni ellas salgan, a
menos que sean culpables de deshonestidad manifiesta!
Esas son las leyes de Alá". De esto también se trata la
novela de este argelino que nació en el 41: de mujeres
repudiadas por una sociedad patriarcal y misógina.
Para quienes todavía no lo hayan leído, a Boudjedra
fácilmente se lo podría asociar a una especie de Julio
Cortázar árabe. Por su lirismo y por su sexualidad
desbocada, por su verba sugestiva aunque intrincada y
siempre en línea directa con un pasado en su tierra de
origen.
En "El repudio" Rachid, un joven argelino, permanece
acostado junto a su amante francesa en un cuarto
deprimente de Argel, y entre los resquicios que dejan los
jadeos, las caricias dolorosas y los encuentros de la carne,
él relata su jaqueada infancia y su aturdida adolescencia
marcadas a fuego por el desprecio que sufrió su madre,
parte de un clan de mujeres propiedad de su padre, Si
Subir. Vivencias que desnudan los costados más
alucinantes de la cultura árabe.
Al parecer, el presente de Rachid no es mejor que su
pasado: en su cuarto junto a Celine espera que lo vengan a
buscar (léase chupar) los Miembros Secretos del Clan, la
milicia represora del poder ultranacionalista, que no le
pierde pisada por considerarlo un traidor. Clínica
psiquiátrica, cárcel y chupadero son términos que
confunden al pobre Rachid, por lo que elige, en medio de
un precario equilibrio emocional, contarle a Celine sus días
en el Clan comandado por su padre. Así Rachid evoca la
casa de Ma, los ritos y los mitos de la tribu, el mes de
Ramadán, el casamiento de su padre con una adolescente,
la muerte de su hermano Zahir y las fiestas del Aíd con su
matanza de corderos, entre tantas otras visiones
arrebatadas de su pasado.
En su relato Rachid, el personaje, y Rachid Boudjedra, el
escritor, se rebelan contra la cultura árabe. Eso convierte al
personaje en el modelo perfecto de desperdicio existencial
y en un ejemplo sublime de misantropía. Por otra parte, "el
desprecio" que sufre su madre lo fragmenta y descuartiza
bajo el imperio de Edipo. El y su hermano Zahir odian a su
padre que se ha casado con una jovencita. Hablan todo el
día de "matar el feto" y Rachid termina metiéndose en la
cama de la adolescente madrastra, y casi termina
violándose a su propia prima. Rachid carga una extraña
misoginia, y mientras él mismo fue violado por obreros del
puerto cuando era un niño, su hermano Zahir es
abiertamente homosexual. Rachid no entiende a su madre,
su pasividad y su resignación, y a partir de esto parece
odiar a todas las mujeres.
Al menos hay un par de principios que resaltan en la lectura
de "El repudio". Por un lado, el tono fuertemente
autobiográfico de la novela, en forma de crudo relato de la
infancia saqueada, de adolescente vapuleado por el hecho
de ser distinto en un ámbito donde se destaca lo gregario.
Este tono confesional posibilita que el relato no pierda
interés en medio de una lectura que a veces no resulta
sencilla de digerir.
La violencia de las palabras y las descripciones es otro
elemento que se afirma como una constante en "El
repudio". Nada de reglas de cortesía ni de estilo neutro y
correcto. Lo abyecto está por todas partes. Todos los
líquidos, secreciones y olores que rezuman de los cuerpos
inundan a la novela. La casa del Clan y las calles de Argel
se hunden en la basura, la pestilencia y la sangre mezclada
con esperma. La desesperanza sobre la vida social de la
Argelia religiosa e hipócrita se vislumbra en cada párrafo
del libro. Boudjedra parece usar esta violencia del lenguaje
y esta visión mórbida del mundo árabe tanto para contar su
propia historia en medio de una sociedad decadente como
para alcanzar una especie de catarsis personal. Y el hecho
de que la amante de Rachid sea una francesa no puede ser
considerado sino como una provocación al poder
nacionalista que liberó a Argelia de Francia en tiempos de
De Gaulle.
"Me despertaba en un mundo donde no sabía qué lugar
ocupaba mi cabeza en relación con el cuerpo; debía
palparme durante un rato y cuidadosamente para llegar a
tocar mi existencia al cabo de un momento penoso. Trances
de noche. Electroshock de día", cuenta Rachid sobre el final
del libro. Sin decirlo abiertamente, ya a fines de los 60
Boudjedra estaba advirtiendo en "El repudio" lo que se
venía en su tierra natal: que en la nueva Argelia se
gastaban las energías y el dinero del petróleo y el gas en
construir mezquitas en vez de escuelas, hospitales y casas;
que el Ramadán se convertía en una obligación que
paralizaba económicamente al país; que los mejores
viñedos eran arrancados por motivos religiosos y que, al
fin, el futuro fanatismo religioso iba infiltrarse en cada
rincón de la nación con las consecuencias que se ven hoy
en día.
Esta, también, es otra lectura posible de "El repudio", la de
en un mundo que se vuelve absurdo e intolerable, donde
los locos, como Rachid, se multiplican y corren perseguidos
por una muerte a corto plazo. Con trances nocturnos y
electroshocks diurnos.

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