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Cuento de viejas.

Arnold Bennett
José Luis Alvarado

Pocas veces nos es dado saber la génesis de una novela, la idea


primigenia que asalta al escritor y que lo mueve a convertirla en
una obra de ficción. Los autores ingleses han sido curiosamente
proclives a revelar sus secretos, y Arnold Benett (1879-1931)nos
brindó un buen ejemplo en la que fue su obra maestra, Cuento
de viejas  (1908). En un jugoso prefacio, de una exquisitez
británica, confiesa que cenando en su habitual restaurante
parisino, vio entrar una noche a una mujer gorda, informe, fea y
grotesca, que inmediatamente fue fruto de las miradas de los
clientes por su ridícula forma de comportarse, cargada de
paquetitos que continuamente se le caían y dudando entre
diversos lugares para sentarse, sin decidirse por ninguno. En
ese momento Bennett pensó que esa mujer, de aspecto tan
patético, fue un día una joven delgada y quizá bella,
posiblemente con un futuro prometedor. En ningún momento
habría pensado en su juventud que llegaría a ser aquella mujer
risible del restaurante.
Lo interesante de aquella escena es que Bennett interiorizó esa
probable vida y pensó que, contrariamente a las novelas al uso,
con sus momentos álgidos y sus cimas dramáticas, la vida de
aquella mujer, su posible encanto pasado, devino a la actual
situación a través de un número infinito de cambios
infinitesimales, ninguno de los cuales ella habría percibido, lo
que subrayaba el patetismo que desprendía.
Elijo esta anécdota porque la actitud de Arnold Bennett a la
hora de escribir Cuento de viejas  fue la de darle sentido a las
vidas de las personas normales, apartando la tentación de
convertir en una heroína a aquella mujer. Este el sentido que
debe entender el lector que se enfrente a la novela: no va a leer
grandes momentos, vidas interesantes, aventuras
desgarradoras que llevan a las personas al camino de la miseria
y la degradación, o al camino de la prosperidad a través de un
golpe de suerte. El interés de la obra reside precisamente en
que durante sus 700 páginas vemos transcurrir la vida tal como
es, una rutina de días que parecen unos iguales a otros pero
que, si los observamos con cierta perspectiva, ofrecen esos
«cambios infinitesimales» a los que se refería su autor en el
prefacio.
Para ello imaginó la historia de dos hermanas, desde su
juventud hasta su muerte, dos momentos en los que ellas viven
juntas, aunque la época central de sus vidas la desarrollen por
separado. Para hacerlo más natural, Bennett elige como telón
de fondo una ciudad industrial del centro de Inglaterra en la que
no pasa absolutamente nada, enfocando la historia hacia una
mercería situada en una plaza emblemática del pueblo donde
transcurre la modesta vida familiar. En este sentido, las dos
hermanas, Constanza y Sofía, viven rodeadas del paisaje, son
hijas del lugar y la época en que nacieron: pensar ir a Londres
era como ir a Pekín. La belleza de Sofía, la ternura angelical de
Constanza y el encanto juvenil e inocente de las dos parecen
encuadrarse a la perfección en un tiempo en el que la
Providencia todavía se ocupaba de los asuntos cotidianos de
todo el mundo y preveía el futuro de la manera más
extraordinaria.
Dos hechos cambiarán en distinta medida ese futuro previsible
de las hermanas: para Constanza, joven responsable y
hogareña, la muerte de su padre, le hará hacerse cargo del
negocio familiar y casarse con el encargado de la tienda, el
señor Povey, ejemplo de joven tranquilo, tímido, reservado,
aburrido y obstinado, absolutamente leal, absolutamente
eficiente en su esfera, sin brillo, sin distinción, de mentalidad
estrecha.
Por otro lado, para Sofía, la rebelde de la casa, la aparición de
un viajante proveedor de artículos para la tienda, apuesto,
guapo, cortés, galante y amable, supondrá un giro en su vida al
quedar prendada de él y decidir escaparse del hogar familiar a
una aventura que parece brillante y esperanzadora pero que
desde el principio queda reducida a cenizas, cenizas que
perseguirán a Sofía hasta que otro hecho nada fabuloso haga
salir de su interior el verdadero carácter que llevaba oculto bajo
la sumisión femenina normal en la época.
En este sentido, la obra de Bennett es un ejemplo de la defensa
de las mujeres como motor de la vida, como ejemplo de
tenacidad y pragmatismo. Quede claro que sólo la lectura
atenta de la novela puede llevarnos a esta conclusión, pero
conforme se avanza en el libro aparece con claridad la postura
del escritor, sin maniqueísmo de ningún tipo: el foco de
atención de la vida de las dos hermanas son ellas mismas por
derecho propio. No es que el heroísmo sea cosa de hombres,
sino que la cotidianidad, lo que hace que el mundo siga
avanzando de generación en generación es el coraje discreto de
las mujeres, sin que por ello haya que caer en falsos feminismos
ni ridículas discusiones sexistas.
La historia de Constanza y Sofía es contada sucesivamente, de
manera que en la primera mitad del libro (salvo los episodios
introductorios en los que aparece la familia al completo) se
refieren a la tranquila vida de Constanza, con su marido y su
hijo, y la segunda parte (salvo los últimos capítulos)
corresponderán a las peripecias que sufre Sofía por conseguir,
primero la supervivencia, y después la conquista de una vida
digna auspiciada por su fuerte carácter y tenacidad.
Aparentemente, una historia tan poco atractiva a primera vista
podría espantar erróneamente el interés del lector, tan ávido en
la actualidad por novelas, digamos, absorbentes. Pero si de
verdad se quiere quedar absorbido por una novela, ésta es
Cuento de viejas. Con esa prodigiosa facilidad que tienen los
ingleses para la narración, la historia impide al lector dejar de
posar sus ojos y su atención sobre ella. Desde Jane Austen,
pasando por Charles Dickens, los británicos se han dedicado a
contar historias bien contadas, interesantes, atractivas, no
necesariamente por lo que se cuenta, sino por cómo se cuenta.
Bennett termina respondiéndose qué pudo ser de aquella mujer
fea y ridícula que una vez vio en un restaurante de París, y se lo
hace saber al lector: la gente normal (que no vulgar) apenas
tiene hitos en sus vidas que puedan explicar con acierto cómo
se ha desarrollado. De ahí el título, Cuento de viejas: nos son
ellas las que lo cuentan (la obra está escrita en estilo indirecto)
pero sí son ellas las que vemos llegar a la vejez, de nuevo juntas
después de decenas de años, y vemos también cómo han
llegado hasta ahí, por qué de nuevo se reconcilian, por qué han
visto pasar sus vidas hasta llegar a un punto de vista bien
diferente en cada hermana. No ha habido sorpresas, no ha
habido grandes acontecimientos (si acaso hay algunos en la
novela, son ajenos a esas dos vidas), no ha habido giros
asombrosos. ¿Y es que acaso hay muchos en la vida de
cualquiera de nosotros? ¿Por qué hemos llegado a donde hemos
llegado? Podemos ver la vida desde la mesa de un confortable
restaurante o desde su puerta cargando paquetitos que se nos
caen entre la risa de los demás, y no somos capaces de poner
en pie por qué hemos llegado hasta ahí. Arnold Bennett confía
en que el lector encuentre la respuesta en esta exquisita y
penetrante novela.

Cuento de viejas. Arnold Bennett. RBA.

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