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La ciudad en el ojo de la tormenta.

(1806-1866)
Gabriela Tío Vallejo

57
I. De la expulsión de los ingleses al ocaso del poder español.
Desde las últimas décadas del siglo XVIII llovían sobre la ciudad las exigencias de
contribuciones extraordinarias para socorrer a la Metrópoli en las guerras en las que ésta se
había involucrado, y de las que saldría más pobre y vulnerable.

España fue parte de la coalición europea que le declaró la guerra a Francia en 1792, como
reacción a la ejecución de Luis XVI en el contexto de la revolución francesa. Pero luego, en
1795, España y Francia firmaron la paz de Basilea y se enfrentaron a Inglaterra. Napoleón
Bonaparte, emperador de Francia, impuso a los británicos un bloqueo continental para que no
pudieran comerciar con los países europeos. Para completar el cerco, necesitaba
conquistar Portugal, que por otra parte era un tradicional socio de los británicos. Pidió
permiso a la monarquía española para atravesar el territorio, pero el paso se convirtió en
cruenta invasión y ocupación. Estos sucesos explican las invasiones inglesas al puerto de
Buenos Aires.

En 1806 y 1807 se formaron regimientos en las ciudades para ayudar a repeler al invasor. El
primero que se reclutó en Tucumán en 1806, como respuesta a la convocatoria del gobierno
de Buenos Aires, no llegó a actuar, porque la reconquista de la ciudad portuaria se produjo
antes de que las tropas tucumanas llegaran a destino. De regreso, recibieron el encargo de
trasladar a los prisioneros ingleses a las provincias del norte. Al año siguiente, se formaron
voluntariamente dos compañías de cien hombres que fueron avituallados con los recursos del
Cabildo y la colaboración de los vecinos. Aunque sufrieron algunas deserciones, estas
compañías llegaron a luchar contra la segunda incursión inglesa. 100

Fueron trasladados a Tucumán 188 prisioneros ingleses, que pertenecían al regimiento 71,
probablemente reclutados en Escocia e Irlanda. Permanecieron diez meses en la ciudad. De
día trabajaban en casas de familia, y a la oración eran conducidos al cuartel. En las horas de
trabajo entablaron relación con los locales, más bien con las locales.

Cuando el general Whitelocke firmó la capitulación que estipulaba la entrega de los


prisioneros, varios de ellos, enamorados de tucumanas, según Ventura Murga, decidieron
quedarse. Otros tomaron diferentes destinos, al fugarse en el camino a Buenos Aires. Fuera
por razones de amor, nuevas lealtades o temor a algún castigo, el asunto es que once

100
Murga, Ventura, “Las invasiones inglesas y Tucumán”, en Revista de la Junta de Estudios Históricos de
Tucumán, 1, Tucumán, 1968, pp.123-138.

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prisioneros ingleses, católicos todos ellos, juraron en el Cabildo de San Miguel lealtad al
soberano español y se casaron con tucumanas.101

Pero las consecuencias de las invasiones en el Virreinato serían más profundas. En Buenos
Aires se organizaron milicias urbanas voluntarias para resistir a la ocupación británica, ante la
actitud pusilánime de las autoridades peninsulares. Esto desprestigió al virrey y a los
funcionarios en su papel de conductores de la comunidad y puso en evidencia la incapacidad
defensiva de las tropas regulares españolas, y, en general, la fragilidad del poder español. La
movilización de la plebe urbana en la capital portuaria, el protagonismo y liderazgo de los
oficiales criollos, elegidos por el cuerpo de milicias, fueron experiencias de consecuencias
irreversibles. En las memorias de quienes participaron en la reconquista, las invasiones
aparecen como un momento clave en el desmoronamiento del poder colonial, ya que
desacreditaron a funcionarios civiles y militares de la Corona y estimularon el interés por los
asuntos públicos.102

Lejos del puerto, los vecinos de San Miguel siguieron las alternativas de la crisis imperial
organizando contribuciones desde el Cabildo. En 1808 se citó "a todo el lucido vecindario" a
cabildo abierto “para que la Ciudad proporcionara auxilios de dinero para socorro de la
Metrópoli por las críticas y apuradas circunstancias en que se halla y lo que es más asombroso
y nunca esperado acontecimiento sucedido en la Real persona de nuestro muy amado rey y
señor Natural don Fernando VII..."103

Las “críticas y apuradas circunstancias” a que refería la citación era la invasión napoleónica a
España y el “nunca esperado acontecimiento” era que el rey español y su heredero cedieran la
corona al invasor, hecho inédito en la historia de la monarquía. Ante estos acontecimientos, el
pueblo español se sublevó. A la resistencia popular se sumó el movimiento juntista en las
ciudades, que asumió la defensa del reino en nombre de la “retroversión de la soberanía”. Este
principio de la tradición jurídica española suponía la recuperación de la soberanía por parte

101
De los trece que faltaban en la revista de prisioneros antes de partir a Buenos Aires, Ventura Murga
encontró once en el registro de casamientos de la catedral entre 1808 y 1812. Murga, Invasiones, p.137.
102
Véase, por ejemplo, el balance de un contemporáneo: «Esta primera invasión de los ingleses, tan corta y
tan desfavorable como lo fue para sus armas, empezó a desmoronar toda la armadura del sistema colonial
porque su primer efecto fue inutilizar completamente todos los hombres a quienes el rey había confiado su
conservación y formar la necesidad de reemplazarlos por hombres nuevos que tuvieran más interés por la
salud pública, que por los derechos de la Corona». Ignacio Núñez, “Noticias históricas de la República
Argentina», en Biblioteca de Mayo. Colección de obras y documentos para la Historia Argentina, Buenos
Aires, Senado de la Nación, 1960, I, p. 229.
103
Actas Capitulares, Vol. XIII, folio 167. (en adelante A.C, volumen en romanos y folios en arábigos),
AHT.

59
del pueblo en caso de que el monarca no pudiera ejercerla. Éste era el caso de lo que ocurrió
en “la farsa de Bayona” por la que el monarca español y su sucesor Fernando VII renunciaron
a la corona en manos de José Bonaparte.

Una vez que comenzaron a llegar a América estas noticias, las élites americanas, sintiéndose
parte del imperio español, organizaron estas mismas juntas en sus propios territorios. Pero la
reacción de las autoridades españolas-la Junta Central que lideraba el gobierno de la
“resistencia”-frente a las tempranas experiencias juntistas de México y el Alto Perú, mostró a
los americanos que no los consideraban en igualdad de condiciones. Las juntas altoperuanas,
que proclamaban defender los derechos de Fernando VII, fueron disueltas militarmente por
orden del virrey Abascal. Lo que en la orilla europea de la monarquía era considerado un acto
de patriotismo, en la americana fue juzgado y tratado por las autoridades metropolitanas como
rebelión.104 De allí podemos deducir la confusión reinante.

Acorralada la Junta Central por las tropas napoléonicas en 1810, y reducida la representación
de la resistencia española a un puñado de hombres, los americanos se enfrentaron a la
disyuntiva entre aceptar la legitimidad y autoridad de un minúsculo Consejo de Regencia
atrincherado en la isla de León, o replicar el proceso español a través del mecanismo de la
formación de juntas en las ciudades, con el antecedente de lo ocurrido en México y en
Chuquisaca y La Paz.

Los territorios americanos se dividieron así entre los que enviaron sus representantes a las
Cortes, convocadas por la Junta Central en 1809, y se subordinarían a las autoridades
españolas hasta comienzos de la década siguiente -sobre todo la Nueva España y el Perú, los
dos centros del Imperio español-y los que habían experimentado rupturas con la monarquía.
Este último fue el caso del Río de la Plata, que ya en 1810 había enviado a los miembros de la
Audiencia de vuelta a España, había reprimido violentamente la contrarrevolución e iniciado
la guerra revolucionaria. Los fusilamientos de Cabeza de Tigre, que acabaron con la
contrarrevolución en Córdoba, marcaron un punto sin retorno. De perder el control del
territorio, los revolucionarios serían juzgados por traición.

104
Portillo Valdés, José María, Crisis atlántica. Autonomía e Independencia en la crisis de la monarquía
hispana, Madrid, Fundación Carolina-Centro de Estudios Hispánicos e Iberoamericanos y Marcial Pons
Ediciones de Historia, 2006.

60
Un anchísimo océano y un extenso continente de por medio impedían a la metrópoli llegar
con prontitud a sofocar la rebelión de sus “vasallos más distantes”.105Pero el imperio
contraatacó: un gran Perú contrarrevolucionario va a presentar un reto formidable a los
regímenes revolucionarios de Nueva Granada y el Río de la Plata.

Si contextualizamos la independencia de las provincias del Río de la Plata en el panorama


americano, se hace evidente la precoz ruptura de nuestras provincias con la corona española,
lo que tuvo consecuencias para su devenir político en el siglo XIX. Las provincias
rioplatenses no enviarían representantes a las Cortes, no se aplicó aquí la Constitución de
Cádiz de 1812 y la militarización fue alimentada por una guerra que se volvió continental y
que se perpetuó en un modo particular de convivencia política y social durante, por lo menos,
cincuenta años.

II. La ciudad de la revolución y la guerra.106


Cuando las noticias de la revolución llegaron a San Miguel, la ciudad seguía siendo una
localidad subordinada y periférica del imperio español, en la que la política se desenvolvía en
las tensiones y acuerdos entre las familias de notables que lideraban los cabildos. La junta
constituida en la capital del virreinato argumentaba, como sus pares españolas, la doctrina de
la retroversión de la soberanía que asumía “en depósito” por estar el rey “cautivo”. La Corona
sería reemplazada por las autoridades de la capital portuaria, por lo que la tutela de Buenos
continuaría.

La destitución de las autoridades españolas en la capital del virreinato no se sintió tanto en


una ciudad acostumbrada a regirse con autoridades locales. La élite tucumana se adaptó a la
nueva situación; sólo las medidas que más adelante comenzaron a tomarse contra los
españoles, colocaron a los peninsulares en una situación expectante. Como se ha dicho, los
españoles estaban bien arraigados en familias criollas.

105
Con esta expresión aludía el Rey a los habitantes del Río de la Plata en la Ordenanza de Intendentes de
1782.
106
Los acápites que corresponden al proceso histórico comprendido entre la revolución de mayo y el
gobierno de Gutiérrez se basan en investigaciones de mi autoría salvo indicación en contrario. Véase
Antiguo régimen y liberalismo. Tucumán 1770-1830, Tucumán, UNT, 2001 y “Campanas y fusiles, una
historia política de Tucumán en la primera mitad del siglo XIX” en Tío Vallejo (coord..) La república
extraordinaria. Tucumán en la primera mitad del siglo XIX, Rosario, Prohistoria, 2011.

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Pero junto con la revolución llegó la guerra. La vida de la ciudad se transformó con la
presencia de ejércitos que marchaban hacia el frente Norte para confrontar a las fuerzas
contrarrevolucionarias que se erigían desde Lima. La ciudad fue sucesivamente cuartel,
campo de batalla y retaguardia de la campaña del Ejército Auxiliar del Perú o Ejército del
Norte. Desde octubre de 1810 diversas fracciones del ejército que rondaron entre 2000 y 4000
soldados tuvieron su asiento en San Miguel de Tucumán107. Calculemos entonces que hubo
cuanto menos un soldado cada dos habitantes de la ciudad que tenía 4000 habitantes. Desde
mediados de 1816 las fuerzas acampadas en Tucumán se convirtieron en un ejército de
retaguardia. Sólo cuando el gobierno de Buenos Aires ordenó en 1819 a Belgrano abandonar
este puesto, los restos del ejército salieron de la ciudad.
San Miguel tuvo que hacer un enorme esfuerzo para enfrentar el mantenimiento de los
soldados y la preparación y apoyo de las expediciones. Tuvo que proveer de alojamiento,
alimento, vestuario, atención sanitaria y armas. Se crearon una fábrica de fusiles y una
maestranza de artillería. Además, se improvisaron hospitales militares.

La demanda del ejército ensanchó la franja de población dedicada a determinados servicios y


producción de ciertos bienes. Esto significó, por ejemplo, que familias encabezadas por
mujeres pudieron sobrevivir en estos años de la fabricación para el ejército de empanadas, pan
o galletas, de la costura de sábanas u otras prendas básicas; que los talleres de zapateros,
sastres, herreros o carpinteros fueron rebasados en su posibilidad de respuesta a esta demanda
y tuvieron que ampliar el número de aprendices;108que peones que, en otros tiempos, no
hubieran podido acceder al trabajo artesano por el celo de los gremios, encontraron ocupación
ya sea en forma de contratos ocasionales o en la fábrica de fusiles o en la maestranza de
artillería109; que un conjunto de individuos cooperaron en los improvisados hospitales.

Los procesos desencadenados por la guerra promovieron una serie de cambios en las
funciones que adquirieron ciertos sectores y los posicionaron en un lugar diferente. Estos
grupos que se dedicaron al abasto del ejército y encontraron un lugar nuevo en la economía de
la ciudad, también experimentaron en ocasiones ascensos sociales. Tal es el caso de sastres,
plateros y carpinteros, que figuraban en 1807 como plebeyos, y aparecen con el trato de “don”
en 1820. Un ejemplo de estos cambios puede verse en el caso de los pulperos. Un padrón de

107
El ejército estuvo en Tucumán desde octubre de 1810 hasta 1819, salvo en la primera mitad de 1811, en
diez meses de 1813 y otros diez en 1815. Leoni Pinto, Ramón A., Tucumán y la Región Noroeste, 1810-
1825, Tucumán, UNT-Academia Nacional de la Historia, 2007.
108
Vemos por ejemplo en el padrón de 1818 expandirse las actividades relacionadas con la construcción y
la vestimenta: herreros, sastres, zapateros.
109
La organización de la fábrica de fusiles ha sido estudiada por Leoni Pinto, Tucumán, 2007.

62
1818 consigna que los pulperos constituían el 48 % del sector que se ocupaba de la
circulación e intercambio de bienes (compuesto también por comerciantes, tenderos, troperos,
carreteros y dependientes de comercio).110 Las pulperías suministraban los bienes básicos a la
población y cumplían una importante función respecto de los sectores más populares
mediante los mecanismos crediticios de la venta al menudeo: el fiado y el adelanto de
pequeñas cantidades de metálico. Durante la revolución, las pulperías tuvieron un papel
protagónico en el abasto del ejército y la distribución de mercancías. Pero, más importante
aún, los pulperos presidían los únicos ámbitos de sociabilidad pública informal, lo que los
convertía en agentes imprescindibles para el gobierno.111 La mayoría de ellos eran vecinos.
De 57 pulperos que figuran en una lista de 1819, 41 reciben trato de “don”, pero configuraban
un grupo heterogéneo.112 Esto explica que entre ellos se reclutara a los alcaldes de barrio,
figuras claves en la organización y control de los procesos electorales. Por su contacto
cotidiano con la gente común y con los soldados eran quienes transmitían las noticias,
presidían las discusiones y estaban al tanto de los avatares de la política y la guerra. Los
pulperos-alcaldes estuvieron a cargo de aquellos negocios más conocidos y con más
continuidad en los años de la debacle; eran los que realizaban los censos, por lo que es obvio
que tenían algún nivel de educación. Evidencia de la importancia que tenían las pulperías
como ámbitos de opinión es la prohibición en 1812 de que los españoles europeos las
tuvieran.113 De los 18 alcaldes y tenientes de alcalde de barrio que constituyeron las mesas
electorales de la ciudad entre 1818 y 1822 para elecciones municipales, 12 eran pulperos.114
Los préstamos al Estado convirtieron también a los acreedores en personajes influyentes de la
política de esos años. Los comerciantes principales que sistemáticamente contribuyeron con el
ejército y con el gobierno provincial figuraron en lugares de responsabilidad en la etapa

110
Estos padrones se confeccionaban tanto para el reclutamiento militar como para definir el cuerpo
electoral que participaba de los procesos de elección de representantes. Sección Administrativa, Vol. XXV,
folio 123 (en adelante S.A, volúmenes en números romanos y folios en números arábigos)
111
Mayo, Carlos (Dir.) Pulperos y pulperías de Buenos Aires, 1740-1830, Universidad Nacional de Mar del
Plata, 1996. Tío Vallejo, Antiguo, 2001. Paula Parolo, “Ni súplicas, ni ruegos”. Las estrategias de
subsistencia de los sectores populares en Tucumán en la primera mitad del siglo XIX, Prohistoria, Rosario,
2008.
112
Nómina de tenderos y pulperos de 1819 para cobro de impuestos. S.A,XXV, 270 y S.A, XXVII, 273.
113
Julio Ávila, La ciudad arribeña. Tucumán 1810-1816.Reconstrucción histórica, Tucumán, 1920. En
varios expedientes judiciales de la época se siguen procesos a gente que tuvo expresiones contrarias a la
marcha de la revolución en estos ámbitos.
114
Tío Vallejo, Antiguo, 2001.

63
revolucionaria. Son los casos de José Gregorio Aráoz, Cayetano Aráoz, José Gramajo,
Saturnino Laspiur, José Manuel Silva y José Mur.115

Actores que habían sido fundamentales en el mundo colonial adquirieron nuevas funciones
con la revolución. Así, los sacerdotes fueron los representantes políticos más apropiados, en
tanto tenían la legitimidad para ser elegidos en una sociedad regida por la religión, y las
cualidades de formación y capacidad oratoria necesarias para las nuevas lides políticas. En la
primera década fueron elegidos para diversas diputaciones y como electores José Agustín
Molina, José Ignacio Thames, Pedro Miguel Aráoz, Juan José Montes, Francisco y Ramón
Tejerina, Lucas Córdoba, Luis Antonio Aráoz, Gregorio Villafañe. Y será destacada la
actividad política de Pedro Miguel Aráoz y Nicolás Laguna en estos años. 116

La guerra creó nuevas jerarquizaciones. Durante el régimen colonial la composición de los


regimientos reflejaba la composición de las familias de notables y, por lo menos desde el siglo
XVIII, salvo algún evento extraordinario, su accionar no superaba la ritualidad de los
ejercicios dominicales. La revolución posibilitó movimientos de ascenso, al menos en el
nivel de los oficiales. Alejandro Morea ha mostrado los caminos por los que los oficiales del
Ejército del Perú se relacionaron con las provincias en las que les tocó actuar y cómo se
desempeñaron políticamente en la década siguiente117 El valor, las condiciones de liderazgo y
hasta determinadas destrezas, el favor o la animosidad de un jefe, sellaba el destino de los
subordinados más que la pertenencia a una familia.
Po otra parte, la guerra era también la propagadora de un discurso revolucionario que llegaba
a todos y cohesionaba tras un objetivo concreto y visible más en los efectos adversos de su
fracaso que en sus posibles logros.

No se produjeron en Tucumán expulsiones de españoles. Algunos de ellos se incorporaron a


la vida política posterior a la revolución, mientras que muchos otros fueron afectados por los
empréstitos forzosos que redujeron ostensiblemente su poder económico y los colocaron en
una posición de fricción permanente con el poder político. Sin embargo, como se ha visto en
el capítulo anterior, los inmigrantes peninsulares más recientes se habían integrado a la élite

115
Leoni Pinto, Ramón, Tucumán y la región noroeste. Período 1810-1825, Tucumán, UNT-Academia
Nacional de la Historia, 2007, p.248..
116
María Cecilia Guerra Orozco, “El clero secular tucumano. Entre la legalidad y la legitimidad
monárquica” en Tío Vallejo, República, 2011.
117
Morea, Alejandro, “El legado de la guerra la carrera política de los oficiales del Ejército Auxiliar del
Perú: Abraham González y el gobierno de Tucumán (1816-1821), Anuario IEHS, 31(1) 2016, 37-60.

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local a través de negocios y matrimonios. Según Julio Ávila, al momento de la revolución
estaban todos casados con tucumanas, salvo dos solteros. 118

Entre las novedades que trajo la revolución los procesos electorales y la militarización, fueron
los provocaron más transformaciones al involucrar a distintas capas sociales. Al establecerse
como base de la legitimidad del gobierno la soberanía popular, las elecciones pasaron a ser el
centro de la vida política, la que albergaría a sectores de población más amplios que el puñado
de familias que manejaban la política colonial. Si este cambio fue revolucionario en sus
consecuencias, el ritmo con que se incorporaron estas nuevas prácticas representativas fue
pausado y permitió que lo nuevo se fuera adaptando a lo conocido.

Desde la revolución se multiplicaron las elecciones para designar diputados a las juntas y
asambleas provisionales y al congreso que finalmente se reuniría en Tucumán. Una misma
elección podía repetirse varias veces. Se trataba de mecanismos nuevos y los cabildos tendían
a reeditar las costumbres arraigadas desde la época colonial, entre las cuales estaba la
posibilidad de no aplicar las reglamentaciones del gobierno por considerarlas inapropiadas
para su territorio.119 Hubo entre 1810 y 1816 doce procesos electorales.
En los primeros años la figura del cabildo fue central. No sólo delimitaba los cuarteles,
decidía la formación de las mesas y nombraba a los alcaldes de barrio que levantaban los
padrones y presidían la elección, sino que además los cabildantes se unían a los electores
elegidos por las distintas secciones, de modo tal que duplicaban su voto. Entre 1815 y 1816
el cabildo dejó de sumarse a la junta de electores, perdiendo así los capitulares el “doble
voto”. Al mismo tiempo, por el Estatuto Provisional de 1815, el gobernador debía retirarse
una vez que fuese nombrado el presidente de la junta, de modo tal que la junta de electores
ganaba autonomía. El cambio era importante desde el punto de vista de la representación
política, porque el Cabildo ya no representaba como cuerpo a la ciudad sino que ella estaba
representada por los vecinos electos por los jefes de familias.

En el proceso de elección de los diputados para el Congreso, que como dijimos tuvo varias
votaciones que fueron anuladas, se produjo un evento extraordinario. El 30 de junio de 1815

118
Ávila, Ciudad, 1920, p.33.
119
El análisis de los procesos electorales puede verse en Tío Vallejo, Antiguo, 2001.También véase Irene
García, La construcción del espacio político, Tucumán en la primera mitad del siglo XIX. Tucumán,
Facultad de Filosofía y Letras UNT, 2003 y Georgina Abbate, Marisa Davio y Alfredo Espíndola,
“Tucumán: revolución, guerra y representación política”, en Orden y conflicto. Tucumán de la Colonia a
la Organización Nacional, Prohistoria, Rosario, 2013.

65
se reunió en la Ciudadela una asamblea con la presencia de 4.000 personas, según las fuentes,
de los seis partidos de la campaña y una “…parte considerable y sana del Pueblo…” La
asamblea denunciaba la alteración del Estatuto por “un corto número de individuos
facciosos” declarando nulo el acto electoral anterior y proclamando otros diputados, “…los
señores Doctores Don Pedro Miguel Aráoz, Don José Agustín Molina y Don Juan Bautista
Paz…” a quienes se confería un poder amplio y general que en el documento aparecía
supeditado al acuerdo con Bernabé Aráoz a quien se ratificabaGobernador Intendente de esta
Provincia.
Finalmente el Congreso reunido en Tucumán declararía nulos estos nombramientos por la
“forma tumultuosa” en la que se practicaron y hubo una cuarta elección en la que se designó a
los diputados que participaron del congreso.

El Dr. Juan Bautista Paz, al ser elegido diputado en esta asamblea -luego confirmada por el
cabildo y finalmente anulada por el Congreso-, en su renuncia a la diputación hizo notar la
cuestión de la naturaleza de la representación y el doble voto de los cabildantes como
privilegio.

En la “asamblea” del 15 se reclamaba también la votación de la campaña. A eso se refería el


reclamo por la “alteración del Estatuto” que el primer acto electoral había obviado. A
contrapelo de la concepción de la ciudad colonial, en la que campo y ciudad conformaban un
continuum, la dirigencia revolucionaria había considerado que los actores políticos eran las
ciudades sedes de cabildos de acuerdo a la jerarquía borbónica de ciudades, razón por la cual
Buenos Aires era la “hermana mayor”. Sin embargo, en Tucumán, desde el primer momento
de la revolución se pidió la participación de la campaña.120

Al margen de este acontecimiento extraordinario de 1815 las elecciones indirectas tenían


como objetivo mantener el proceso de elección de representantes dentro del grupo de
notables. Permitían la participación de los vecinos en las asambleas primarias, mientras los
potenciales electos salían del grupo de principales. El manejo de las candidaturas y la

120
Ante los eventos de Buenos Aires en 1810 el Cabildo tomó la decisión de consultar a la capital salteña
asumiendo el sumiso papel de ciudad subordinada. Pero el cura Nicolás Laguna había argumentado
entonces que debía diferirse la respuesta hasta que se consultase a las villas y lugares que debían expresar
su voto sobre el asunto. A pesar de que el cabildo no secundó el pedido de Laguna, la cuestión estaba
planteada. En una de las elecciones de 1812, resultando electo Laguna se negó a aceptar la diputación si no
era avalada por la población de la campaña; por lo que se sumó al proceso electoral una especie de
“plebiscito rural”. Nuevamente en 1815 al ser elegido Juan Bautista Paz protestará por la excesiva
representación de la ciudad supuesta en el doble voto de los cabildantes.

66
actuación de jueces y alcaldes en el proceso electoral garantizaban el control del resultado de
las elecciones.
Las juntas de electores fueron los gérmenes de las legislaturas provinciales: la soberanía
provincial residía en los individuos electos por los partidos como representantes.
Aunque los reglamentos hablarían pronto de “ciudadanía”, el sujeto político siguió siendo el
vecino. La construcción del “ciudadano” no se daría por un cambio radical como, por
ejemplo, en la revolución francesa, sino por la ampliación de la vecindad. En los primeros
años los requisitos para votar eran ser vecino y, a partir de 1812, demostrar adhesión al
régimen revolucionario. Por eso era fundamental la función del alcalde de barrio, que armaba
el registro de votantes dando fe de ambas condiciones.
Sin embargo, todos estos mecanismos por los que la nueva política se adaptaba a la vieja
sociedad no opacan una novedad incuestionable: la autoridad venía del pueblo y se ejercía a
través de sus representantes.

El estudio de las elecciones en relación a la población y la clasificación de los habitantes


según requisitos sociales inherentes a la calidad de “vecino” permiten hacer algunas
observaciones sobre el efecto de las primeras prácticas de representación política en la ciudad
de San Miguel. Los que podían votar entre 1812 y 1818 eran alrededor del 5 % de la
población total (incluyendo en ésta mujeres y niños). Pero sólo los hombres jefes de familia
entraban en los padrones electorales. De estos jefes de familia empadronados, el 50% eran
considerados vecinos, es decir que tenían derechos políticos. De estos vecinos, alrededor de
un 35% votaron en las elecciones de 1816.

El sector “fronterizo”, constituido por aquellos individuos que habían adquirido una calidad
social adicional durante las años de la guerra, ya sea por su actuación militar o por las
funciones que desempeñaron como pulperos, servidores o abastecedores del ejército, adquirió
además el derecho a participar de las elecciones. El Estatuto del 15 establecía que “Todo
hombre libre, siempre que haya nacido y resida en el territorio del Estado, es ciudadano, pero
no entrará en ejercicio de este derecho, hasta que haya cumplido 25 años o sea emancipado” y
excluía a los domésticos, asalariados, los que no tenían “propiedad u oficio útil al país” 121. Es
decir que al mismo tiempo que la condición de vecindad era capaz de alojar a los individuos
ascendentes, las reglamentaciones liberales le daban la posibilidad de participar en las
asambleas primarias. Por otra parte, las exclusiones del Estatuto seguían manteniendo al

121
Registro Nacional, 1815, p.311. Se establecían también las condiciones para la ciudadanía de
extranjeros.

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electorado dentro de los contornos de la “vecindad”. Los cambios eran asimilados en el marco
de las jerarquías coloniales.

Desde el punto de vista de la economía tucumana en general, Cristina López afirma que la
revolución significó una nueva atlantización de la economía, sobre todo después de la derrota
de Huaqui. Durante años, el espacio altoperuano quedó fuera del circuito mercantil, lo que
habría sido en parte compensado con la reactivación del comercio portuario. El aumento en
las importaciones mostraría incluso que la economía tucumana se vio favorecida por la
coyuntura.122Sin embargo, la interrupción del circuito norte provocó la desaparición del
metálico que provenía de las ventas en ese espacio particularmente mercantilizado por la
economía potosina.123 La falta de circulante determinó la extrema fragilidad de las finanzas
provinciales. A la desmonetización del espacio económico deben sumarse los gastos de la
guerra que lo consumieron todo y el abandono de las actividades productivas por la
movilización militar. Estas circunstancias no fueron compensadas por la creación de una base
fiscal como la que tuvo Buenos Aires gracias al puerto, ni por la reactivación económica que
supuso la apertura al comercio atlántico, según sostiene Paula Parolo.124

Aunque la revolución sacudió las jerarquías de la administración colonial y tomó algunas


medidas como la libertad de vientres o la abolición de la mita, la sociedad no cambió mucho.
Siguió siendo una sociedad estamental. El poder normativo de la religión siguió incólume,
como es posible constatar en la importancia que tuvo en el desarrollo mismo de la guerra a
través de los sermones patrióticos y la figura de la virgen generala.

II.1. El triunfo de la desobediencia


La batalla de Tucumán representa un punto de inflexión en el proceso de la revolución y la
guerra.125

122
Véase López, Cristina en “Revolución, libre comercio e importaciones en Tucumán, 1809-1819”, en
López, Cristina (comp.) Identidades, representación y poder entre el Antiguo Régimen y la Revolución,
Tucumán, 1750-1850, Rosario, Prohistoria, 2009.
123
Esto había sido observado por Esteban Nicolini en su artículo “El comercio de Tucumán 1810-1815.
Flujos de mercancías y dinero y balanzas comerciales”, en Población y Sociedad, núm. 2, Tucumán,
Yocavil, 1994.
124
Parolo, María Paula, “Las demandas de la guerra. Evolución y estructura de los gastos militares en
Tucumán, 1816-1825”, Prohistoria 23, Rosario, 2015.
125
Para una descripción y análisis de la batalla que recoge también los estudios sobre la misma, véase
Santiago Bliss, Batalla de Tucumán 1812-2012. Libro conmemorativo, Tucumán, La Feria del Libro, 2012.

68
La importancia estratégica del Alto Perú excedía el deseo de retener los territorios que habían
pertenecido al Virreinato del Río de la Plata. Significaba el control sobre la plata potosina,
que había sido el principal recurso del virreinato y que prometía ser la salvación del gobierno
revolucionario. Desde la derrota de Huaqui en junio de 1811, el Alto Perú queda en manos
realistas. Belgrano, que se encontraba al frente del Ejército Auxiliar del Perú, recibió órdenes
de retroceder hasta Córdoba, evacuar las ciudades del Norte y no presentar batalla.El ejército
inició entonces una larga retirada. Un proceso difícil, en tanto la adhesión de los pueblos
estaba íntimamente ligada a los resultados de la guerra, y era más una consecuencia de ella
que su causa y motor. La decisión del Triunvirato no sólo ponía en peligro el éxito militar,
sino también el apoyo de las poblaciones a la revolución.

Belgrano decide presentar batalla en Tucumán desobedeciendo las órdenes de Buenos Aires y
con el apoyo de la élite tucumana y los jefes de milicias. La batalla puso fin a la retirada
patriota desde el Alto Perú y, junto con la batalla de Salta al año siguiente, significó la
recuperación de los territorios de las jurisdicciones de Jujuy y Salta. Estas victorias
aseguraron las lealtades de estos pueblos hacia la revolución. Sin embargo, no se pudo
recuperar el Alto Perú; después de tres fracasados intentos la dirigencia revolucionaria se
resignó a una guerra defensiva.

La batalla de Tucumán fue decisiva para el compromiso que los tucumanos tomaron con la
revolución y el sostén de la guerra. También le dio un nuevo lugar a Tucumán en las
Provincias Unidas y este hecho explica la elección de la ciudad de San Miguel para realizar el
Congreso en 1816 y el privilegio de tener tres diputados, ya que en proporción a la población
sólo le tocaban dos. De todos modos, veremos que sólo se incorporarán a las sesiones Pedro
Miguel Aráoz y José Ignacio Thames.
El triunfo de la desobediencia fortaleció el orgullo de las élites tucumanas y también de los
sectores populares que sostuvieron la lucha; reforzó el liderazgo de los jefes militares y las
solidaridades entre soldados. Bernabé Aráoz también capitalizaría este éxito: sería gobernador
de la nueva provincia en 1814 y caudillo y árbitro de los avatares políticos por una década.

La liturgia revolucionaria muestra que la batalla ocupó un lugar central en la identidad de la


ciudad y la provincia. En su análisis de los rituales políticos de la época, Ana Wilde
demuestra que la idea que se expresaba en sermones patrióticos y otros discursos era la de
regeneración política, más que la de revolución. El concepto remitía a la concepción judeo-
cristiana del tiempo y del cambio histórico, compartida por la mayoría de los

69
contemporáneos: “consistía en redimirse de la esclavitud de un gobierno degradado en tiranía,
para retornar a ese ideal moral de virtud cívica del cual el monarca nunca debería haberse
apartado…un rey que en el ejercicio tiránico de su autoridad menoscabó la finalidad
trascendental inherente a todo régimen de cristiandad”.126La entronización de la Virgen de las
Mercedes y su inclusión en un orden militar, expresan cómo la guerra estaba empapada de
una fundamentación religiosa que buscaba legitimar la revolución. El 24 de septiembre se
posicionó en el calendario local en el lugar de las desmanteladas fiestas del Santo Patrono.

La experiencia de la victoria en el mismo día de una de las devociones tutelares de mayor


arraigo en Tucumán vigorizó la interpretación y legitimación religiosa del cambio político.
Asimismo, el patrocinio de la generala celestial brindó certezas respecto del desenlace incierto
de la conflagración; explicó también los fracasos y motivó la continuidad de los esfuerzos
como cuestión de fe; ratificó al enemigo como hereje y sacralizó la política de la guerra
sumando alteridad al rival y reforzando la identidad territorial en la referencia a esta antigua
advocación.127

Según Wilde, fue en la década del 20, y sobre todo en los gobiernos de Bernabé Aráoz que la
fiesta del 24 de septiembre se consagró, junto con la del 9 de julio, como las celebraciones
que mejor resumían el protagonismo de Tucumán en la revolución. Aráoz, Belgrano y la
Virgen de la Merced son los personajes ligados a la memoria de la batalla. El registro más
antiguo, por ejemplo, de la expresión que nombra a la ciudad como “sepulcro de la tiranía”,
corresponde al parte de batalla escrito por Belgrano después del 24. “Cuna de la
Independencia” aparece en diversos documentos y en el escudo de la provincia desde 1816.

II.2. San Miguel “capital” de las Provincias Unidas.


Otro momento clave de la década revolucionaria fue la reunión del Congreso en Tucumán.128
El momento histórico que desemboca en su reunión es sumamente complejo. La restauración
de los monarcas en sus tronos en Europa significaba para América la posibilidad cierta de una
invasión militar que podía terminar con los experimentos revolucionarios. En este contexto la
declaración de independencia era indispensable para conjurar las acusaciones de traición.
Pero no eran sólo externas las amenazas que se cernían sobre el Río de la Plata.

126
Para el tema de las celebraciones seguimos a Wilde, Ana Cristina, Celebrar la Regeneración de la
República. La liturgia política en Tucumán durante la primera mitad del siglo XIX, Tesis de Doctorado
Instituto Di Tella, 2014.
127
Wilde, Celebrar, 2014.
128
Algunas de las conclusiones que se vierten en este acápite pertenecen a Tío Vallejo, Gabriela y Facundo
Nanni, “Una difícil centralidad. El clima político en Tucumán en tiempos del Congreso”, en Dossier
Anuario del Instituto de Historia Argentina de la Universidad Nacional de La Plata, 16, núm.1, junio de
2016.

70
En abril de 1815, una división del Ejército se sublevó contra Alvear en Fontezuelas y puso
fin a su Directorio. El pacto entre las ciudades y Buenos Aires se resquebrajaba, el liderazgo
de la ciudad portuaria ya no se veía con naturalidad. Como parte de la renegociación de ese
pacto, el gobierno ofreció el Estatuto Provisional de 1815, que incorporaba a las campañas e
introducía la representación proporcional a la población, al igual que la elección popular de
los gobernadores. La tensión que recorrió toda la actividad y las relaciones políticas en las
sesiones del congreso es la misma que venía atravesando el proceso revolucionario, entre la
soberanía abstracta e indivisible que la élite dirigente quiso administrar desde Buenos Aires y
la soberanía múltiple y territorial defendida por las ciudades.

Aunque el congreso es conocido por la declaración de la independencia, tuvo en sus manos


una amplia acción de gobierno, actividad que desempeñaría junto con el Director Supremo,
Belgrano como jefe del ejército y Aráoz, gobernador de la Provincia. Los problemas de
recursos para el sostén del ejército pronto provocaron rispideces entre el jefe del ejército y el
gobernador. Desde fines de 1815, después de Sipe-Sipe, las tropas derrotadas estaban
acantonadas en Tucumán. Fueron éstos los años más críticos de la fiscalidad de guerra, según
Leoni Pinto.129

Párrafo aparte merece la situación del Cabildo de San Miguel durante la guerra. Poco
acostumbrado a compartir el gobierno de la ciudad con otras autoridades, tuvo que hacerlo
con un gobernador residente que capitalizaba su condición de héroe de la batalla de Tucumán
y con Belgrano. Por otra parte, las atribuciones del cabildo se ensanchaban con su papel de
árbitro y contralor de los procesos electorales y de administrador de una ciudad militarizada
en el ojo de la tormenta. Hacia el final de la década revolucionaria, el alejamiento de Belgrano
y del ejército y el traslado del Congreso a Buenos Aires abandonarían la ciudad a sus propios
demonios.

Un relato de Groussac nos permite imaginar cómo fue el festejo de la declaración de


Independencia. El día 10 de julio a las 9 de la mañana, los diputados y autoridades partieron
de la Casa de la jura al templo de San Francisco. Encabezado el grupo por el Director
Supremo Pueyrredón, Laprida como presidente del congreso y el gobernador Aráoz,
caminaron las tres cuadras entre las tropas de guarnición que hacían cordón a la comitiva. Si

129
Leoni Pinto, Tucumán, 2007, p. 221. Véase también Parolo, María Paula, “Las demandas de la guerra.
Evolución y estructura de los gastos militares en Tucumán, 1816-1825”, Prohistoria 23, Rosario, 2015.

71
la gente “decente” estaba toda en el cortejo oficial, en la plaza, dice Groussac, “hormigueaba
el pueblo endomingado”. Después de la misa y el sermón de Castro Barros, la comitiva se
dirigió a la casa del gobernador, donde se realizaría la sesión por estar la casa engalanándose
para el baile. En la inusual reunión se confirió el título de brigadier a Pueyrredón y se nombró
jefe del Ejército del Perú a Belgrano en lugar de Rondeau, desprestigiado por la derrota de
Sipe Sipe.
La noche del 10 fue el baile, cuya imagen Groussac reconstruye a partir del relato de testigos:
“tumulto y revoltijo de luces y armonías, guirnaldas de flores y emblemas
patrióticos…uniformes y casacas…vagas visiones de parejas enlazadas, en un alegre bullicio
de voces, risas, jirones de frases perdidas que cubrían las delgada orquesta de fortepiano y
violín…” De entre los héroes y heroínas destaca Groussac a la “reina y corona” de la fiesta,
Lucía Aráoz, la rubia de la patria, que sería la prenda de paz entre partidos.130
Sacrificio que sólo apaciguaría los conflictos durante un año, mudando de personajes la
“contradanza” de facciones.

III. Campanas y fusiles: los años veinte.


La década del 20 es quizás uno de los periodos más desconocidos de la historia de Tucumán.
Los continuos cambios de gobierno, el estado de guerra permanente y la interrupción de
algunos procesos institucionales, se reflejan en la documentación no sólo en lo que “se dice”
sino en ausencias y discontinuidades. Las luchas entre dos caudillos provinciales, Javier
López y Bernabé Aráoz, mantienen en vilo a la provincia hasta el 24, después los conflictos
seguirán entre López y Lamadrid. Entre 1826 y 1832, Facundo Quiroga invade la provincia
tres veces; derrota a Lamadrid en El Tala, en el Rincón de Valladares y en la Ciudadela y
otras tantas vuelve Lamadrid al gobierno o a los pronunciamientos. Desde 1819 los
gobernadores se reemplazan unos a otros según las constelaciones de alianzas y
enfrentamientos de facciones militares y provinciales. Sin embargo, en medio de tanto caos
hay un proceso institucional que va avanzando, por una vía de ensayo y error.

El pacto de ciudades que el Congreso de Tucumán había intentado reescribir, mostró


estrepitosamente su fracaso en 1819. Las provincias no llegarían unidas al final de la guerra.
El primer acto de la desintegración se produjo en Tucumán. A principios de 1819 el Director
Supremo dio órdenes a Belgrano de intervenir a favor de Buenos Aires contra las fuerzas de

130
Groussac, Paul, “El Congreso de Tucumán”, en El Viaje intelectual. Impresiones de naturaleza y arte,
Buenos Aires, 1920.

72
López y Ramírez, los caudillos del Litoral. El ejército abandonó la provincia después de
largos años de inactividad. Belgrano, ya enfermo, acompañó al ejército hasta Córdoba y se
volvió a Tucumán, retirándose de la jefatura. Su lugarteniente, Arévalo, estaba a cargo de
trescientos hombres del ejército que constituían la guarnición de la Ciudadela. El clima
generado por el alejamiento del ejército y el ocaso de su jefe fue agravado por los abusos de
Arévalo, apoyado por el gobernador De la Mota Bottello, quien había reemplazado a Aráoz y
era hombre de confianza de Belgrano.131 Fue entonces que se sublevaron tres capitanes,
Abraham González, Felipe Heredia y Manuel Caínzo. Apresaron a Belgrano, al Comandante
de la Plaza y al Gobernador. Los capitanes le pidieron al cabildo que designara nuevo
gobierno. Se convocó a un cabildo abierto, que nombró provisoriamente a Bernabé Araoz,
por ser el de mayor grado en la provincia y por considerarlo persona “necesaria en las críticas
circunstancias”132

En enero de 1820 se sublevó el Ejército del Norte en la posta de Arequito; hecho que tuvo su
réplica en el Ejército de los Andes. El directorio fue derrotado en Cepeda y las ciudades
recuperaron su soberanía. La misma doctrina que había servido para fundamentar la
revolución se ejercitaba ahora dando inicio al período de las autonomías provinciales. Si bien
los gobiernos se declaraban provisionales y el horizonte de unión no se había perdido, en la
práctica las provincias se desempeñaban como estados autónomos. Un concepto de soberanía
indelegable y coincidente con los nuevos espacios provinciales dio lugar, de hecho, a una
imagen confederal del nuevo país.133

El papel del Cabildo en el movimiento contra Mota Botello y Belgrano es un ejemplo de la


función política que desempeñaría en sus últimos años. El cabildo ordinario daba continuidad
al orden legal cuando se producían los pronunciamientos militares, y en su forma ampliada y
extraordinaria, el Cabildo Abierto legitimaba esos golpes de fuerza a partir de la elección del
nuevo gobierno. Este carácter extraordinario de la convocatoria de vecinos en la figura del

131
Carlos Páez de la Torre señala también la posibilidad de que estando Belgrano enfermo y habiendo
podido ir a buscar atención médica en Buenos Aires volviera a Tucumán por motivos personales ya que ese
año había nacido su hija Mónica Manuela. Véase su Historia de Tucumán, Buenos Aires, Plus Ultra, 1987.
132
Según Terán esta rebelión marcó el inicio de la autonomía de la provincia. Terán, Juan B, Tucumán y el
Norte Argentino 1820-1840, UNT, Tucumán, 1948.
133
Esta tesis que goza hoy de amplia aceptación fue explicada por José Carlos Chiaramonte desde su
pionero artículo de 1991 Chiaramonte, José Carlos “El mito de los orígenes en la historiografía
latinoamericana”, en Cuadernos del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”,
2, Buenos Aires, 1991.

73
Cabildo, que contenía aun las corporaciones y a la vieja representación, se combinaba con
otra no menos extraordinaria, la de los pronunciamientos militares.

Tras la disolución del Directorio en 1820, Bernabé Aráoz, que estaba al frente de la
gobernación, metía en el cajón la convocatoria de Bustos a un congreso y se convertía en el
gobernador de la “República del Tucumán”, que incluía también a Santiago y Catamarca. Ese
sería el “destino provisorio” que iba a regir en Tucumán.
En enero de 1820 había abandonado la ciudad para siempre el general Belgrano, quien moriría
unos meses después en Buenos Aires.
La constitución de 1820, que sirvió de ordenamiento a la república de Aráoz, puede
considerarse como el punto de llegada de la tendencia a la autonomía de Tucumán, que hunde
sus raíces en la etapa colonial y también como el primer ensayo de gobierno provincial sin
Cabildo. El texto era similar a la Constitución de 1819 dada por el congreso. Adaptaba a la
esfera provincial lo establecido para las instituciones centrales; es decir, el Director Supremo
tenía su equivalente en el Presidente de la República del Tucumán y los diputados de la
Cámara de Representantes en los miembros del Congreso provincial, compuesto por un
representante por cada pueblo, y un eclesiástico, o sea un congreso de cuatro. Este organismo
funcionaría como cámara legislativa y atendería todos los asuntos de la provincia. 134 El
cabildo era reemplazado por una corte de justicia y se establecía una corte suprema. Se
suprimían los cabildos de Catamarca y Santiago.
La unión de las tres ciudades bajo la égida de Aráoz fue efímera. En junio de 1820 Santiago
se proclamaría autónoma y su caudillo, Felipe Ibarra, permanecería tres décadas en el poder.
Una serie de conflictos con Salta y Santiago terminarían por el momento en el pacto de
Vinará, que puso fin a las hostilidades con Santiago. La muerte de Güemes selló el conflicto
con Salta.
Durante la época de la República apareció el primer periódico propiamente tucumano, ya que
el Diario Militar, impreso en la máquina tipográfica que trajo Belgrano en 1817, era emitido
por el ejército. El Tucumano Imparcial fue redactado por el Dr. Pedro Miguel Araóz, que por

134
La supeditación a las autoridades nacionales aparecía en la atribución de “…reglar el Comercio interior,
y ordenar el exterior, de modo que no se perjudiquen en el tráfico común las demás Provincias, y sin
mezclarse en las Providencias privativas del Congreso general de la Nación”. Celesia, Ernesto Constitución
de la República de Tucumán, año 1820, Buenos Aires, Julio Suárez, 1930.

74
lo tanto puede considerarse, según Facundo Nanni, el primer publicista tucumano. El diario
duró lo que la República.135
Un nuevo levantamiento de Abraham González, en agosto de 1821, puso fin a la república. En
su segunda asonada, el militar oriental se hizo “elegir” por un Cabildo Abierto después de
tomar la ciudad. 46 vecinos firmaron el acta136. Quedaba, desde luego, sin efecto la
Constitución de 1820. Al día siguiente, el gobernador formó el Cabildo ordinario a partir de
una extraña votación.137 Hizo imprimir un periódico, El Restaurador Tucumano, que en su
primer número justificaba la rebelión contra Aráoz.

En enero de 1822, una nueva sublevación militar comandada por el Gral. Gerónimo
Zelarayán, otro ex general de Aráoz, puso fin al gobierno de González. Esta vez se trataba de
un grupo de coroneles y tenientes coroneles. Sus verdaderos jefes eran Javier López y Diego
Aráoz, el “partido de la campaña”, dice un artículo publicado en Buenos Aires. 138 Mientras
tanto, don Bernabé seguía prisionero de Ibarra en Santiago.
José Víctor Posse, Alcalde de 2º voto, se hizo cargo provisoriamente del gobierno hasta que
se nombrara titular; durante su breve gobierno comenzó a funcionar la primera legislatura
provincial. Según Vicente Padilla, a fines de 1822 volvieron a la ciudad familias que habían
huido a los bosques y pueblos vecinos.139
Mientras tanto, López acampaba con sus tropas cerca de la ciudad y Diego Aráoz se
encontraba al frente de los cívicos. Los dos jefes de la revuelta comenzaron a entrar en
conflicto, no se ponían de acuerdo acerca de si la Junta de Representantes debía elegir al
Gobernador. El 10 de febrero el Cabildo nombró Gobernador Interino a Diego Aráoz. Volvió
a entrar en escena el ex gobernador, que se había fugado de su prisión en Santiago y fue
recibido con manifestaciones de júbilo por parte del pueblo. López aprovechó para sumarse al

135
Véase Nanni, Facundo “Primeros periódicos, libelos y rumores. Apuntes sobre las formas de expresión
del Tucumán de la primera mitad del siglo XIX”, en Robledo, Nélida B.; Perilli de Colombres Garmendia,
Elena y Tío Vallejo, Gabriela –compiladoras– Ramón Leoni Pinto. In Memoriam, Junta de Estudios
Históricos de Tucumán, 2009, pp. 209-222.
136
Según Jaymes Freyre fue un plebiscito en el que, presionados por las tropas, hasta los amigos y
familiares de Aráoz tuvieron que elegir gobernador a González. Jaymes Freyre, Ricardo, Ricardo,
Historia de la República de Tucumán, Buenos Aires, Coni Hnos, 1911, p. 121. El acta no dice que se trate
de un cabildo abierto ni de un plebiscito; es una reunión de los vecinos principales y el documento tiene la
forma de un acuerdo firmado por los asistentes. A.C, 1821, 267.
137
Estas elecciones municipales de noviembre de 1821 fueron extremadamente irregulares. El resultado del
escrutinio no guarda relación con las actas, ni las firmas de las actas con el número de papeletas. Abraham
González había desplazado a los alcaldes de barrio que hasta ahora se desempeñaban en las mesas
electorales.
138
Artículo firmado por “una persona respetable” en el Argos de Buenos Aires en febrero de 1822.
139
Padilla, Vicente, El Norte argentino. Historia política-administrativa, social, comercial e industrial de
las provincias de Tucumán, Salta, Jujuy, Santiago del Estero y Catamarca, Buenos Aires, Establecimiento
Gráfico Ferrari Hnos., 1922.

75
apoyo popular y ofreció deponer las armas si el Cabildo nombraba a Don Bernabé para acabar
con el litigio. Las tropas se dividieron apoyando unos a Diego y otros a Bernabé. El Cabildo,
la Junta de Representantes y los jefes militares en discordia se reunieron en medio de un gran
desorden promovido por algunos comandantes militares y se propuso a Bernabé Aráoz como
gobernador, quien desde luego aceptó.
Diego Aráoz había quedado disconforme; quería que el gobernador desterrara a los
comandantes Bustos y Gordillo, que habían sido los artífices del tumulto que había llevado al
nombramiento de Don Bernabé. Los Aráoz intentaron ponerse de acuerdo deponiendo las
armas y dejando que un Cabildo Abierto eligiera gobernador interino. De esta manera
nombraron a Clemente Zavaleta.

Desde fuera de la provincia, Javier López preparaba una revolución con el apoyo de Ibarra.
López intentó invadir la ciudad, pero Bernabé Araóz lo rechazó; tras este enfrentamiento las
tropas de Aráoz cometieron un saqueo que produjo graves resentimientos.
El 20 de mayo Zavaleta renunció ante la Junta de Representantes, que esta vez constituyó un
triunvirato gubernativo.140 La Junta eligió Gobernador propietario a Diego Aráoz, pero a los
pocos días el comandante de armas, Bustos, a quien el nuevo gobernador pretendía desterrar,
se sublevó y conminó a la Legislatura a nombrar nuevamente a Bernabé, pero la Junta designó
gobernador interino a un miembro del ex-triunvirato que había sido una de las víctimas del
saqueo, Pedro Velarde, que era además alcalde de primer voto.
Diego Aráoz y sus tropas tomaron nuevamente el gobierno por la fuerza. Bernabé Aráoz y sus
jefes adeptos se reunieron en la estancia El Paraíso y firmaron un manifiesto.141 Los
capitulares pasaron el problema a la comisión permanente de la Legislatura y se resolvió
celebrar una reunión en julio de 1822, a la que concurrirían los miembros de dicha comisión,
los comandantes militares que habían firmado el acta de El Paraíso y los vecinos principales.
Conminaron a López y Diego Aráoz a asistir a la reunión, que se convirtió en Cabildo Abierto
y que eligió a Bernabé Aráoz como gobernador. De hecho, los otros jefes se habían negado a
asistir.
Momentáneamente Bernabé Aráoz venció a las facciones enemigas y se puso al frente de la
provincia en su último gobierno. Dio un indulto general y trató de contentar a los
damnificados del saqueo del 11 de mayo. Una nueva legislatura lo nombró nuevamente
gobernador provisional. Se formó una comisión parlamentaria para presentar un proyecto de

140
A.C, publicadas, XI, 292.
141
S.A, XXVIII, 410.

76
constitución política. Mientras tanto, los enemigos de Aráoz invadían los campos y las
poblaciones fronterizas y los departamentos limítrofes a Santiago se despoblaban.142
Diego Aráoz preparaba la revolución desde Catamarca y López desde Santiago, con el apoyo
del gobernador Ibarra; tras varias escaramuzas, López venció a Don Bernabé en agosto de
1823, y el vencido se refugió en Salta. Tras un período en el que López y Diego Aráoz se
repartieron la administración de la provincia y la “pacificaron”, se instaló una nueva
legislatura. Ambos generales de la rebelión renunciaron al gobierno, del que se hizo cargo
Nicolás Laguna.
La unión matrimonial de la hija de Diego Aráoz con Javier López acabó con las rencillas
entre los dos generales. El suegro cedió el poder a su yerno en noviembre de 1823. Al poco
tiempo fusilaron a Bernabé Aráoz por conspirar desde Salta. Laguna, entonces gobernador,
tuvo que consultar a la jerarquía eclesiástica si, como sacerdote, podía firmar la sentencia de
muerte.
La violencia se fundía con la ingenuidad: el asesinato de Bernabé Aráoz y el casamiento
celestinamente preparado por la sociedad tucumana entre Javier López y la hija de Diego
Aráoz, “la rubia de la patria”.143 Laguna renunció en febrero de 1824 y se eligió gobernador a
Javier López, quien sería desalojado del poder un año después por Lamadrid.

Entre 1819 y 1824 el Cabildo, el gobernador y las facciones militares habían protagonizado
las luchas por el poder. Con la desaparición del Cabildo, será la Sala de Representantes la
depositaria de la representación y único límite para el poder de los gobernadores y las
volátiles lealtades militares.
El 29 de marzo de 1824 la Sala de Representantes declaraba la extinción del Cabildo: “el
cuerpo municipal era insignificante y sin objeto a quien consagrar sus funciones por haberse
el gobierno reasumido la baja y alta policía…”144.
Entre las posibles explicaciones para esta abrupta desaparición, está la contradicción entre la
tradición corporativa del cabildo colonial y la nueva representación que encarnan las
legislaturas.145Es notable el desinterés de los vecinos por ocupar cargos en el cabildo en sus
últimos años y también de los votantes por las elecciones capitulares. Quizá la élite más o
142
Así lo afirma Jaimes Freyre, Historia, 1911.
143
“Y es así como, hacia el año 24, los criollos Capuletos y Montescos dieron tregua a sus odios políticos,-
y los venerables burgueses de Tucumán hicieron poesía sin saberlo.” Groussac, Paul, Ensayo histórico, p.
186.
144
Actas de la Sala de Representantes (en adelante, ASR), 29 de marzo de 1824.
145
Véase también Ternavasio, Marcela “La supresión del cabildo de Buenos Aires: ¿crónica de una
muerte anunciada?, Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravigniani,
Tercera serie, n. 21, 1er semestre de 2000, 33-73.

77
menos educada y en condiciones de ocupar cargos públicos no era tan numerosa para llenar
las necesidades de ambas esferas del gobierno, sobre todo porque además eran cargos
honorarios.146 O quizá después de la participación del cabildo en la experiencia tumultuosa
desde 1819 se pensó, como en Buenos Aires, que era preferible manejar las elecciones a
través de los padrones, las mesas y los jueces, a intentar controlar un órgano corporativo que
podía hacerse eco de los pronunciamientos.147
No se convirtió el cabildo en municipio. El gobierno de la ciudad se confundirá con el de la
provincia en idéntica jurisdicción a la que tenía el cabildo colonial. Recién en 1867 se
establecerá el municipio constitucional.

Las dos vertientes de cambio que se habían originado en el proceso de la Revolución, los
mecanismos liberales de representación y la militarización provocada por la guerra,
encarnaron en las dos instituciones que protagonizarán la vida provincial desde la
desaparición del Cabildo: la Sala de Representantes y el Gobernador junto a las facciones
militares.
La herencia del Cabildo pasaría a la Sala que había comenzado a funcionar en 1822. Ejercía el
poder legislativo y tenía atribuciones de distinto orden: creación y supresión de empleos,
fijación de sueldos, elección del gobernador, establecimiento de tribunales, intervención en
las elecciones aprobando actas o estableciendo tachas en las elecciones de jueces, etc.
El Gobernador, heredero de la vieja figura del Intendente, pero sobre todo de las glorias de la
guerra de independencia, corporizaba el coyuntural apoyo de familias y de los jefes militares
quienes, desde el final de la guerra, habían pasado a arbitrar el destino de las provincias.
Las funciones del viejo Cabildo se repartieron entre el poder judicial y el Departamento de
Policía que se organizó también en esos años. Los alcaldes ordinarios fueron reemplazados
por jueces en lo civil y criminal. Se mantuvo el cargo de Procurador General con las
atribuciones de Defensor de Pobres y Menores, reuniendo además las que tenía el Síndico del
Común. Los propios y arbitrios de la ciudad pasaron a la masa común de Hacienda. 148 La Sala
nombraría a los jueces y el cuerpo de jueces, con su acuerdo, a los alcaldes de la hermandad y

146
Véase la explicación de Agüero, Alejandro, “La extinción del cabildo en la República de Córdoba,
1815-1824”, Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani ,37,
2012,pp.43-83.
147
Véase, Di Meglio, Gabriel, ¡Viva el bajo pueblo! La plebe urbana de Buenos Aires y la política
entre la Revolución de Mayo y el Rosismo, Buenos Aires, Prometeo, 2007,Fradkin, Raúl, Y el pueblo
donde está. Contribuciones para una historia popular de la revolución de independencia en el Río de la
Plata, Buenos Aires, Prometeo, 2008. Herrero, Fabián Movimientos de pueblo. La política en Buenos
Aires luego de 1810, Buenos Aires, Ediciones Cooperativas, 2007.
148
ASR, 29 de marzo de 1824.

78
a los alcaldes de barrio de la ciudad. Veremos que esta atribución de nombramiento de los
jueces será muy pronto captada por el gobernador.
Cubrir los cargos de la incipiente organización estatal fue difícil. El juez de Alzadas, por
ejemplo, necesario por la inexistencia de una instancia de apelación supra provincial, fue una
figura intermitente por la escasez de abogados.
En el régimen colonial el concepto de policía era comprensivo y abarcaba el buen gobierno de
la ciudad y la campaña. Apenas disuelto el Cabildo se creó el Departamento de Policía, que
recibió la partida de propios que pasaron a la Hacienda provincial. Se afectaron a los fondos
de la policía: el alquiler de la esquina del Cabildo, el impuesto que pagaba el director del
teatro y el impuesto que pagaban las canchas de bolas en toda la provincia. Sus empleados
eran nombrados por el gobernador a propuesta del Departamento.149
También en 1824, la Sala de Representantes dictó una ley de reclutamiento basada en la
propuesta de Javier López, que estableció el primer ordenamiento de las milicias
provinciales.150 Un año después se creó el cargo de comandante general de armas de la
campaña. López organizó un regimiento efectivo con instrucción en la disciplina militar. Eran
compañías de alrededor de cien soldados con comandantes nombrados por el gobernador.

En noviembre de 1825 Lamadrid derrocó a Javier López en las cercanías de La Ciudadela.


Había sido enviado por el gobierno de Buenos Aires, encargado de las relaciones exteriores de
las provincias, para reunir contingentes militares para la guerra contra el Imperio del Brasil.
Pariente de Bernabé Araoz, tendría sus motivos contra Javier López, pero la excusa fue el no
prestar el apoyo militar requerido. Aprovechando que el gobernador estaba en Monteros y que
había dejado el mando en Javier Paz y Diego Aráoz, los apresó. La sala eligió gobernador a
Manuel Berdía y dejó el mando militar a Lamadrid.
El gobierno de Buenos Aires consideró “tumultuaria y anárquica” la conducta de Lamadrid y
le ordenó bajar a Buenos Aires para encargarse de su destino en la guerra contra Brasil. La
Sala, sin embargo, decidió apoyarlo y lo nombró propietario.151

149
S.A, XXXII, 313, 1826.
150
Desde los años veinte existían dos tipos de fuerzas, los cuerpos cívicos y los regimientos
departamentales, compuestos por los “habitantes” del interior de la provincia y al mando de un Comandante
Departamental, eran cuerpos permanentes de aproximadamente 200 o 300 individuos por regimiento cada
año. Macías, Flavia, Armas y política en la Argentina. Tucumán, siglo XIX, Madrid, Consejo Superior de
Investigaciones Científicos, 2014. Estas hipótesis fueron explicitadas ya en su artículo “Armas, milicias y
comandantes. La configuración del Poder Ejecutivo y del Ejército Provincial en la primera mitad del siglo
XIX (1832-1852)” [en línea] http://historiapolítica.com/datos/biblioteca/macias1.pdf.
151
Sobre las acciones de la Sala en el gobierno de Lamadrid véase el trabajo de Nanni, Facundo, “Sesiones
interrupciones y debates” en Tío Vallejo, República, 2011.

79
Unos meses después, en mayo de 1826, la legislatura aprobó la ley que estableció las
elecciones directas para diputados a la representación provincial, que regiría hasta el estatuto
provincial de 1852.
Mientras tanto, las relaciones con las provincias vecinas se complicaban. Para obtener el
apoyo de Quiroga e Ibarra, Lamadrid debía renunciar a aprestar los contingentes, ya que estas
provincias estaban en contra de la guerra y del gobierno de Buenos Aires. Lamadrid contuvo a
los dos caudillos con falsas promesas. Sin embargo, la noticia de la subordinación de
Lamadrid al poder central llegó inmediatamente a oídos de Quiroga e Ibarra, quienes
depusieron al Gobernador Gutiérrez de Catamarca. Lamadrid concurrió en ayuda del colega
catamarqueño pero las fuerzas de Quiroga vencieron a Lamadrid en El Tala en octubre de
1826, e invadieron Tucumán. Ésta sería la primera de las tres invasiones de Quiroga a la
provincia.
Con la ciudad ocupada por Quiroga e Ibarra, “…por elección del vecindario reunido en
comicio popular…” se nombró gobernador a Juan Venancio Laguna. Al poco tiempo de
retirarse las tropas volvió Lamadrid, casi resucitado después de las heridas sufridas en la
batalla donde se le había dado por muerto.
La situación del año 1827 era de guerra inminente. La Sala dictó una ley de acefalía para
atender la situación de emergencia, se impuso la ley marcial en la provincia y se otorgaron
facultades extraordinarias al Gobernador. Además, se formó un tribunal militar.152La Sala
sancionó una ley de presupuesto reservándose la atribución de autorizar el desvío de fondos
de un ramo a otro o la ampliación de gastos del gobierno.
Los conflictos en Salta y Santiago continuaban. En el plano nacional, el tratado de paz con
Brasil fue rechazado, lo mismo que la Constitución dada por el Congreso que se disolvería en
agosto. Las provincias volvían al estado confederal.
Otra vez las fuerzas de Quiroga e Ibarra se midieron con los tucumanos en el Rincón del
Manantial o de Valladares, donde Lamadrid nuevamente fue vencido y se retiró a Salta. Esta
segunda ocupación de Quiroga fue más violenta que la primera. Además de los 500 muertos
entre ambos bandos como saldo de la batalla, la ciudad tendría que sufrir una fuerte
“indemnización” impuesta por Quiroga e Ibarra: 24 000 pesos, “una fortuna para las
exhaustas arcas provinciales”153. El “Tigre de los Llanos” hizo nombrar gobernador al Dr.
Nicolás Laguna.

152
Páez de la Torre, Carlos, Historia, 1987.
153
Bliss, Santiago Rex, Tucumán. Una historia para todos. 1. De los orígenes al centenario, Tucumán,
ediciones La feria del libro, 2010.

80
La Sala permaneció disuelta desde la invasión de Quiroga en julio hasta diciembre. Quiroga
se marchó con los 17.000 pesos que pudo recaudar y todo el ganado que pudo arrear.
Laguna permaneció en el gobierno hasta abril de 1828. La presencia de Lamadrid en la
provincia llevó a la renuncia de Laguna en medio de un folklórico malentendido que es
relatado por el guerrero en sus memorias.
El nombramiento de José Manuel Silva como gobernador inició una gestión con una buena
actividad administrativa. En ese período volvieron muchos desterrados, entre ellos Javier
López. Sin embargo, Silva fue destituido por un motín militar en enero de 1829 que colocó en
el gobierno a un peruano residente, Manuel Lacoa, quien ostenta el oscuro mérito de haber
sido el único gobernador que sustituyó a toda la administración anterior. Al mes siguiente, fue
elegido gobernador nuevamente Javier López y su ministro de gobierno, el mismo de su
enemigo… Manuel Berdía.
Lavalle había sido vencido por Rosas y Estanislao López. La formación de la Liga del interior
llevó a Javier López a unirse al ejército del Gral. José María Paz, quien controlaba la
provincia de Córdoba tras vencer a Bustos. Allí, López se encontró con su antiguo adversario,
Lamadrid; ambos lucharon juntos en La Tablada, batalla en la que derrotaron a Quiroga.
Mientras Javier López estaba en campaña, Javier Paz se desempeñaba como gobernador.
Tanto Silva como Paz se ocuparon de algunos asuntos de gobierno, disposiciones sobre la
ciudad, reglamentos de correos, milicias y policía, una serie de ordenamientos administrativos
de hacienda y contaduría y de documentos del gobierno, una actividad que recuerda los años
pacíficos de López y de Lamadrid…154 Al parecer con este sistema consular y con la guerra
lejos se disfrutaba de los avances del buen gobierno.

Las batallas de la Tablada y el Rincón fueron incorporados a la liturgia revolucionaria gracias,


según Ana Wilde, al contenido guerrero de las fiestas julianas y mayas. De modo que los
triunfos bélicos de la facción gobernante y la memoria de los caídos podía confundirse con las
otras celebraciones del calendario festivo.155
Pero la guerra seguía: de un lado, Quiroga, Villafañe, ahora al frente de Catamarca, e Ibarra, y
del otro Paz y López. En noviembre de 1830 la Liga del Interior reconoció como jefe a José
María Paz. La política tucumana se orientaba a reconocer en Córdoba su centro.156 Mientras

154
Decretos del Gobierno del año 1828. S.A, XXXIV.
155
Ana Wilde, “Representaciones de la política posrevolucionaria” en Tío Vallejo, República, 2011.
156
En este sentido deben entenderse los intentos de fijar allí un tribunal superior que ofreciera la instancia
de apelación cuya carencia había ocasionado tantos problemas a la administración de justicia de la
provincia. Para la evolución de la administración judicial en el periodo véase mi artículo: “La

81
los unitarios se organizaban en el norte, Rosas se convertía en gobernador con facultades
extraordinarias. En 1831 se firmaba el Pacto Federal. El mismo año, Javier López terminaba
su período de gobierno y era elegido José Frías. Las necesidades económicas para la guerra
explican la presión sobre las propiedades eclesiásticas. Se declararon propiedad de la
provincia las rentas de los regulares y se fijó un empréstito sobre los conventos.157
En mayo de 1831 Paz fue tomado prisionero. Los ejércitos de la Liga del Norte, bajo la
dirección de Lamadrid, volvían a ser derrotados por Quiroga en La Ciudadela. Y otra vez
Quiroga ocupaba la ciudad. Treinta y tres oficiales y jefes del ejército fueron fusilados. Los
invasores no dejaron señales en el papel, salvo por ausencia: una laguna de dos meses en la
documentación… una siesta tucumana, dice Juan B. Terán.
Quiroga impuso un tratado a los vencidos de Salta y Tucumán y dejó instalado en el gobierno
a Alejandro Heredia.

IV. Las letras de la guerra: escribiendo en la arena.


La única educación posible hasta los años veinte eran las clases de primeras letras y gramática
que el cabildo exigía a los franciscanos en contrapartida del usufructo de las propiedades de
los jesuitas. Allí se aprendían las primeras letras en un cuadro de arena mojada.
Probablemente la escuela del Cabildo, a que se hace referencia en algunas fuentes, fuera
simplemente ésta, ya que supuestamente se sostenía con los propios de la ciudad. La Corte de
Justicia instalada en 1821 por la república de Aráoz bregaba por la instalación de escuelas,
instando al Prelado de La Merced a erigir una escuela de primeras letras. Pero fue Lamadrid,
en medio de los atribulados veintes, el que organizó por primera vez escuelas oficiales de
primeras letras en ciudad y campaña, con fondos establecidos en el presupuesto provincial, lo
que señalaba la intención de convertirse en una política de estado. Por una ley de 1826, se
establecía la disposición de fondos para la recomposición del edificio destinado a la escuela
de primeras letras bajo el sistema Lancaster. El gobernador estableció por decreto la sociedad
lancasteriana. Se destinaron los fondos para su mantenimiento, provenientes del gobierno
como de las contribuciones de los comerciantes. Se crearon escuelas en la campaña con
fondos provenientes de un impuesto de dos pesos por cabeza de res a cobrarse en los

administración de justicia y la experiencia de las autonomías provinciales en el Río de la Plata. El caso de


Tucumán”, en Revista de Historia del Derecho del INHIDE, Vol. 36, 2009.
157
Ley del 27 de enero y del 17 de marzo de 1831 en Páez de la Torre, Carlos –director– Compilación
Histórica de Normas de Tucumán. 1810-1852. Desde la Revolución de Mayo hasta comienzos de la
Organización Nacional, Tucumán, 2009. Publicada como Digesto Jurídico de la Provincia de Tucumán.
https://hlt.gov.ar/digest_historico1810-1852.php

82
mercados o corrales. También se establecieron escuelas para niñas. La escuela lancasteriana
creada en la ciudad estuvo a cargo de Felipe Bertrés, y empezó a funcionar en septiembre de
1826, pero cesó pronto en sus actividades, posiblemente en las críticas circunstancias del año
27. Luego fue reinstalada por Heredia con el mismo director. Javier López ya en los últimos
años de la década propició la creación de escuelas en la campaña y la creación de juntas
escolares de fomento en Monteros y Trancas. Sin duda, como señala Ben Altabef, en los
tiempos en que la guerra era la primera necesidad la mejora de la educación solía quedar en
expresión de deseos. Voluntarismos esporádicos llevaban a iniciativas que se diluían
rápidamente.

Algunos intentos de sociabilidad pública y vida cultural discurrieron en los cafés y tertulias.
De los primeros no tenemos mucha información en esa época pero sí de las tertulias, que los
viajeros encontraban animadas.
Lamadrid, cuyo gobierno tuvo un tono progresista, como vimos, en materia de educación,
creó una Sociedad de Individuos. Estaba compuesta por 44 hombres de la ciudad y la
campaña, quienes se reunirían los domingos en el viejo edificio del Cabildo a discutir y
proponer medidas en los diferentes ramos del gobierno, que serían enviadas luego a la Sala en
forma de proyectos de ley, según lo establecía el reglamento de esta asociación. El grupo se
presentaba como un espacio deliberativo, pero tenía al mismo Lamadrid como presidente.
Más bien el objetivo parecía ser el de evitar que las críticas se produjeran en círculos de
expresión más libres, como las tertulias o los cafés. Otro antecedente asociativo en la
provincia lo constituía la Sociedad Filantrópica, inaugurada por Javier López y dirigida por el
comerciante Teodoro Fresco y el oficial Emigdio Salvigni, pero al parecer su existencia fue
muy breve.

V. Los tiempos de Heredia, lo clásico y lo rudo.


El triunfo de Quiroga trajo como consecuencia el predominio de los federales en el Norte.
Frente a la tumultuosa década del 20 y sus efímeros gobiernos, los seis años de Heredia
parecen de relativa estabilidad. Su alineación con Rosas desde su llegada al gobierno,
seguramente desalentó los pronunciamientos que habían hostigado a cada gobernador en la
década pasada. Pero Heredia tuvo también méritos propios para lograr esta gobernabilidad.
Lo esencial era disciplinar a los comandantes departamentales, actores principales en los
movimientos armados. Heredia logró crear un sistema de lealtades militares que garantizaba

83
el control territorial de la provincia. Aunque el papel de los comandantes fue mucho más
contundente en el gobierno de Celedonio Gutiérrez, es probable que las bases del vínculo
comandante-gobernador se hayan establecido en este momento.158
Su gobierno se caracterizó por un control estricto de la población. El obsesivo
reglamentarismo de Heredia no dejó asunto sin normar. Para llevar este ordenamiento a la
práctica cubrió la campaña con una red de agentes que utilizó para vigilar y castigar.
Reorganizó la justicia en la campaña creando jueces de alzada por departamento y eliminando
a los comisarios.
El poder del gobernador, que había comenzado a crecer en la década del 20 con la situación
de emergencia permanente causada por el estado de guerra, se consolidó en la época de
Heredia. Si en los 20 „s los gobernadores nombraban a los jueces “por esta vez” y aludiendo a
situaciones extraordinarias, la excepción pasará a ser atribución regular del gobernador,
despojando así a la legislatura de esta facultad.
Frente a esta política de centralización en el ejecutivo y de control de la población, Heredia
tuvo un discurso de “fusión de partidos”. Algunos signos de ello aparecieron en la
composición de la Sala, en la que podía distinguirse la presencia de letrados de extracción
“unitaria” que desempeñaron además diferentes tareas en el gobierno de la provincia. Esta
política de inclusión de potenciales opositores era costosa para Heredia ya que Rosas la
desaprobaba. Sin embargo, la compensó con sus intervenciones en las provincias vecinas, con
las que demostraba al gobernador porteño que, fronteras afuera, su alineamiento con Rosas
era prístino.
La ausencia de guerras y confiscaciones en esta primera etapa era un cambio, de por sí,
auspicioso para la economía jaqueada por la sangría de recursos que veinte años de guerras
habían provocado.
Heredia intentó recuperar el fisco y proteger la ganadería y las actividades relacionadas con el
transporte orientado al espacio altoperuano, circuito que convertiría en el consentido de la
economía provincial. Para fomentar la ganadería persiguió al cuatrerismo, lo que explica el
acento puesto en las autoridades de campaña y el endurecimiento y celeridad de la aplicación
de penas para estos delitos. Creó un registro de marcas y limitó la salida de yeguas y burros
“hechores” de la provincia. También recibieron medidas protectoras la agricultura y sus

158
Macías estudia los cambios en la configuración del ejército provincial entre 1832 y 1852. La autora
diferencia la política de Heredia del paréntesis antirosista de 1838 a 1841 cuyas características
institucionales prefigurarían la política pos Caseros. Macías, Armas,2014.

84
derivados. Se impuso en 1833 un peso por arroba de azúcar introducido generalmente de
Brasil; fijó también aranceles a la harina y al trigo que se internara en la provincia.
Las medidas sobre el azúcar generaron un debate entre librecambistas y proteccionistas en la
legislatura. Monopolizar el transporte en el tradicional espacio andino y proteger y fomentar
el cultivo de la caña de azúcar fueron proyectos que tocaron los intereses de los comerciantes
más vinculados con Buenos Aires, a los que favorecía la libre circulación.
La discusión acerca de estas cuestiones fue seguida por un levantamiento cívico militar en
junio de 1834 encabezado por Ángel López y Pedro Garmendia. El frustrado levantamiento
había sumado al clan de los López, a mercaderes vinculados con el comercio atlántico y a
militares marginados por Heredia. Según Macías, los objetivos del golpe habían sido destituir
al Gobernador, controlar la Legislatura y hacer cambios en la legislación del comercio. El
movimiento habría fracasado porque no logró la adhesión de los comandantes de campaña
que permanecieron fieles a Heredia.159
La presencia, a partir de 1835, de “los doctorcitos” -Marco Avellaneda, Brígido Silva y
Marcos Paz- y la diversidad de opiniones en la sala favorecieron una discusión más rica que
las que habíamos podido observar en las legislaturas anteriores. Durante ese año, la discusión
de los proyectos de constitución, los debates acerca de los bienes de las corporaciones
eclesiásticas, de la política impositiva del gobierno y la circulación de las mercancías, de la
protección de la producción de caña y de las facultades extraordinarias, muestran un espíritu
deliberativo bastante activo, si bien la presencia del gobernador y su efectivo poder de
coacción impide caracterizarlo como un espacio libre y con garantías republicanas.160
Un breve paréntesis merecen “los doctorcitos” y su relación con Heredia. En 1824 Javier
López había becado a varios jóvenes tucumanos para estudiar en el Colegio de Ciencias
Morales en Buenos Aires. Diez años después volvían algunos de ellos habiendo completado
sus estudios. Marco Avellaneda y Marcos Paz presentaron sus tesis, ambas sobre la pena de
muerte. En la capital se relacionaron con otros jóvenes que se desempeñarían en la política
nacional, como Vicente Fidel López y Miguel Cané. Ángel López se recibió también, aunque
su tesis tuvo algunos percances con el gobierno de Rosas que le valieron incluso un encierro.
También Juan Bautista Alberdi había ingresado al Colegio con apenas 14 años y volvió en
1834 para una breve estadía, ya que no volvería a vivir en Tucumán. Fue importante su
influencia en el grupo de jóvenes que participaron de la generación romántica.

159
Terán sugiere también que se habrían filtrado rumores de que se preparaba una conspiración, Terán,
Tucumán, 1948.
160
Algunos de los debates que tuvieron lugar en esta “primavera legislativa” son analizados en Nanni,
Sesiones, 2011.

85
La relación de Alberdi con Heredia era cercana. En 1826 había intercedido para que lo
recibieran nuevamente en el Colegio después de que el joven había renunciado porque le
resultaba “imposible soportar la disciplina”; e incluso le ayudó enseñándole latín
personalmente, quizá en sus épocas de profesor en Córdoba. Heredia era licenciado y doctor
en teología y aficionado al mundo clásico, lo que explica los nombres dados a sus estancias
como La Arcadia y el pueblo que quiso fundar con el nombre de Alejandría.
Los doctorcitos se incorporaron a la legislatura desde su regreso y fueron cercanos a Heredia.
Recordaba Florencio Sal que Heredia tenía de secretario a Marco Avellaneda y que a los diez
caballeros que formaban su escolta los llamaban los invisibles por el color verde invisible de
las chaquetillas de sus uniformes. Le gustaba rodearse de estos jóvenes ilustrados quizá por su
formación

El mote de “doctorcitos” refiere a los jóvenes románticos, no sólo lo utilizaban ellos mismos
para definirse, sino sus opositores del rosismo en forma peyorativa. Era una forma de
distinguirse de la generación anterior de doctores. A ellos hace alusión Marco Avellaneda en
una carta a Alberdi, citada por Facundo Nanni, cuyos estudios seguimos en este tema:

Nuestra sociedad se compone de unos cuantos clérigos y frailes que ejercen el monopolio del
saber, y de un gran número de esos hombres frívolos destinados a vivir y morir como viven y
mueren las naranjas. Ellos no conocen otra fuente de goces que la plata, ni creen que un
hombre racional pueda consagrar su tiempo a otra cosa que a buscarla. Nuestras ideas,
nuestros sentimientos son, pues, diferentes: ¿Cómo podrían simpatizar nuestras almas? 161

El fomento de la educación fue preocupación del gobierno de Heredia. La creación de


escuelas, que había tenido un breve impulso en el gobierno de Lamadrid, adquirió ritmo en
esos años. Se retomó el impuesto que gravaba la faena de ganado para destinarlo a las
escuelas de campaña, donde también se establecieron Juntas Protectoras. En la ciudad la
escuela lancasteriana, que había funcionado en la época de Lamadrid, reabrió sus puertas en
1832 en el Convento de la Merced. Nuevamente se hizo cargo de su dirección el maestro
Felipe Bertrés, con una remuneración de $600 pesos anuales y la obligación de enseñar a
“leer y escribir, las cuatro operaciones aritméticas e instruir a los jóvenes en los elementos
de una educación moral, cívica, física y política”162.Se prohibían los castigos corporales.

161
Las referencias de este acápite y la cita de la carta de Avellaneda a Alberdi en Nanni, Sesiones, 2011.
162
Páez de la Torre, Compilación, 2009.

86
Tres aspectos debía incluir la educación: “la moral cristiana y la religión santa…y la aptitud
de refrenar las pasiones”.163
Hubo algunas iniciativas privadas como el caso de María Loreto Valladares y Aráoz y su
hermana Eustaquia, que habrían fundado en 1839 una escuela femenina y una casa de
Ejercicios Espirituales, si bien no hay referencias de su funcionamiento.
También creó Heredia una escuela de música militar, para la formación de los integrantes de
la banda de la provincia, aunque no tuvo mucho éxito, y un teatro que por su estado ruinoso
debió reconstruirse en la época de Gutiérrez.
La complicada situación política de la confederación no permitirá ni el ejercicio republicano,
ni los progresos de la educación y las artes. La atmósfera se enrarece y la desconfianza crece.
Aunque el predominio federal era casi total, se temía que los emigrados unitarios pudieran
actuar desde Bolivia aprovechando que el gobierno de Salta era antirosista. A ello se sumaba
la participación de Heredia contra el Mariscal Santa Cruz en guerra contra el NorPerú entre
1836 y 1839, conflicto que se conoce como la guerra de la confederación peruano boliviana.
Tras un segundo intento de derrocar a Heredia, fue ejecutado Ángel López, a quien esta vez
no pudieron salvar sus antiguos compañeros. Este acto abría la última fase del gobierno en
1836. La política rosista en el norte, con el reemplazo de los gobernadores unitarios y la
creación del Protectorado de Alejandro Heredia con la bendición de Rosas, fue la antesala de
un gobierno más autoritario y menos republicano. Los legisladores unitarios se alejaron de la
legislatura y fueron reemplazados por adeptos indubitables. La incorporación del “verdugo”
de López, el comandante Yolis, a la Sala, fue un gesto que los opositores supieron interpretar.
Sin embargo, algunos de los doctorcitos figuraron todavía durante varios años entre las bancas
de la legislatura.
Fue posiblemente el fracaso de su proyecto altoperuano lo que en más de un sentido provocó
la caída de Heredia. Su alejamiento para comandar las fuerzas contra Santa Cruz había dejado
el campo libre para el entendimiento entre individuos críticos de la legislatura y un
gobernador interino… y el fracaso en la guerra convirtió el hartazgo por la sangría económica
en franco descontento; todo ello le restó seguramente el consenso que en algún momento
pudo haber tenido. Si este clima tuvo que ver con el asesinato de Heredia el 12 de noviembre
de 1838 o fue un asunto personal, no lo sabemos. Ataviado con uniforme militar, insignias y
condecoraciones y en compañía de uno de sus hijos, y dos hombres “de confianza”, partía
rumbo a su estancia de La Arcadia. En el camino fue interceptado por una partida, entre ellos

163
Establecimiento de una escuela en Lules, AHT, S.A, XLI, 77v-80. Decreto,13-IX-1832. Escuela de
primeras letras en Chicligasta, AHT, SA, XL, 237-238v en Páez de la Torre, Compilación, 2009.

87
el comandante Gabino Robles, quien lo asesina, quizá por viejas cuestiones de honor, quizá
por éstas sumadas a razones políticas.

VI. El trienio liberal


Unos días después del asesinato de Heredia, el 14 de noviembre, el Protectorado se
desintegraba. Tras un par de nombramientos fugaces, el cargo de gobernador recayó en
Bernabé Piedrabuena.164 Sus primeros actos parecían destinados a asegurar la gobernabilidad:
condecoró y nombró coronel mayor a Ferreira, uno de los comandantes de Heredia, designó
comisario de policía y se gratificó con mil pesos a las milicias y se reorganizaron las fuerzas
militares de la provincia.
Las relaciones con Santiago del Estero eran sumamente complicadas. Aunque Piedrabuena
contaba con el apoyo de Ibarra, sobre todo por la presencia en su gobierno de Salustiano
Zavalía, hombre de confianza del santiagueño, una red de intrigas operaba entre Ibarra, Rosas
y los gobernadores del Norte.
Brígido Silva, Salustiano Zavalía y Marco Avellaneda habían recibido la invitación de
Alberdi desde Montevideo para formar una alianza con el estado oriental y con Francia en
contra de Rosas. El plan se proponía que se le retirara a Rosas el manejo de las relaciones
exteriores. El distanciamiento de Zavalía del gobierno de Piedrabuena alejó también la
posibilidad del apoyo de Ibarra. Tras la captura del ministro francés, que circulaba por las
provincias buscando apoyo para la alianza, se develaron los planes contra Rosas y las
posiciones se definieron.
A comienzos de 1840, llegaba Lamadrid a Tucumán enviado por Rosas con el doble objetivo
de reclamar las armas de Buenos Aires entregadas para la guerra con Bolivia y controlar la
situación. Pero la Sala se negó a devolver las armas, retiró las facultades a Rosas y le declaró
la guerra. El 7 de abril de 1840 la Sala sancionó la ley que dio cuerpo al pronunciamiento.
Piedrabuena reunió a las milicias cívicas y al fiel regimiento de Monteros, comandado por su
hermano, para enfrentar una posible escaramuza con la escolta de Lamadrid, pero eso no fue
necesario: el guerrero se plegó a la “voluntad unánime emanada desde su pueblo”,
convirtiéndose en el jefe armado de la rebelión de cinco provincias.

164
En la visión de Terán, Piedrabuena representaba “la reacción aristocrática, decente” contra el “indio
Heredia”. La caída de Heredia marca, según una interpretación que reconoce heredera de las memorias de
Paz, una sístole en el ritmo de las luchas civiles argentinas, entre el campo y la ciudad, la gente ilustrada y
la ignorante. Terán, Tucumán,1948.

88
Los jefes de las provincias del norte iniciaron una febril correspondencia. En septiembre se
firmaron los tratados que dieron vida a la Liga del Norte contra Rosas, bajo el mando militar
de Brizuela. La Liga se embanderó tras las autonomías y libertades provinciales, la
organización constitucional y el fin de la prepotencia de Rosas.
Piedrabuena gobernó con el apoyo de los jefes de Monteros y con las milicias cívicas; pero
fundamentalmente con las contribuciones de los comerciantes tucumanos que apoyaron al
régimen. Marco Avellaneda era el alma del gobierno y de la Liga.
El gobierno de Piedrabuena desmontó una serie de disposiciones económicas que habían
regido en la época de Heredia, como por ejemplo las relativas al recojo de ganado sin marca.
Flexibilizó los controles y disminuyó la intervención de comandantes y jueces sobre el tráfico
de mercancías, también suprimió los impuestos a los traspasos por herencia y las penas de
confiscación de bienes. Favoreció la instalación de manufacturas, cedió un terreno para la
ampliación del mercado y el establecimiento de tiendas en la ciudad, que quedaron libres de
impuestos. Se levantaron todas las medidas propias de la política de Heredia de gravar el
comercio que habían afectado al sector ahora representado en el gobierno.
También buscó distinguirse de su predecesor al reinstalar a los comisarios de campaña y
asignarles las atribuciones de control de juego, alcoholismo y conchabo que habían asumido
los jueces y comandantes en la época de Heredia.
Sin embargo, no hubo mayores cambios en las reglamentaciones que estaban destinadas a
controlar a los sectores subalternos y resguardar la propiedad privada. Incluso una ley de
marzo de 1839 establecía tribunales especiales y un procedimiento sumario para los casos de
homicidio, robo y salteamiento.
El desafío para el gobierno pos Heredia y el ejército “constitucionalista” era lograr el apoyo
de esos jefes militares departamentales que habían sido la base de poder del ex gobernador y
que lo serían luego del de Gutiérrez. Desde luego el final de la historia no hace más que
cargar las tintas sobre este posible componente de fracaso.
Pese a las estrategias de los gobiernos liberales para conseguir un reclutamiento generalizado
que le permitiera hacer frente a las fuerzas de Rosas y a sus aliados, tales como aumento de
sueldos y exenciones de pago de deudas, la defección de Gutiérrez y Mendivil, la muerte de
Brizuela y la penuria económica convirtieron a la provincia en presa fácil de Oribe. Los dos
ejércitos liderados por Lavalle y Lamadrid fueron vencidos en Rodeo del Medio y Famaillá.
Este acápite comienza y termina con feroces asesinatos. Después de la batalla, Oribe pasa a
degüello a todos los oficiales rendidos, Lavalle y Avellaneda logran huir, pero serían
alcanzados por las tropas de Oribe. El degollamiento de Marco Avellaneda y el feroz

89
tratamiento del cadáver cuya cabeza fue colocada en una pica en la plaza de Tucumán, ha
quedado en la memoria colectiva como símbolo de una época.

VII. La psicología federal de Gutiérrez, “sin tolerancia ni crueldades inútiles”165


Derrotada la Liga del Norte, Tucumán volvió a la órbita rosista.
Gutiérrez fue uno de los tantos soldados que, habiéndose iniciado en el Ejército del Norte,
obtuvo el grado de comandante a comienzos de los años 1820. Había luchado bajo Heredia en
la guerra contra Santa Cruz y fue comandante de Medinas en 1838. Tras participar de las filas
de la coalición desertó y formó parte del ejército de Oribe que invadió Tucumán en octubre de
1841.
El régimen comenzó con la furia de las tropas de ocupación de Oribe. La primera etapa de
gobierno fue de extrema dureza. Se llevaron a cabo acciones para aniquilar a los unitarios, con
penas de muerte y confiscaciones. Gutiérrez decretó vigentes las disposiciones dictadas antes
del asesinato de Heredia, y se erigió en continuador del “mártir”. La continua referencia, casi
devocional, a la figura de Rosas en los papeles públicos, el proyecto de su monumento, son
gestos que se realizaron, sin duda, no sólo para lograr la cohesión interior y el temor de los
enemigos sino también para mostrar lealtad hacia el Gobernador de Buenos Aires.
Resultaba imprescindible para mostrar la lealtad a Rosas mantener un discurso cargado de
oposiciones y adjetivos, de odio y de espíritu vengativo; ese discurso alcanzaba expresiones
rituales como los obligatorios membretes de “Mueran los salvajes unitarios” o “Viva la santa
federación”. Fue a partir de su gobierno que se instaló la dicotomía unitarios-federales. Las
celebraciones reinterpretaron las fechas patrias en torno al triunfo del federalismo. Así, la
frase “Tucumán sepulcro de los tiranos”, aludía también a los derrotados en Famaillá,
representados como monstruos que engañaron al pueblo invocando y traicionando los
principios de la revolución.
Sin embargo, el gobierno del “Peludo” no iba a perpetuar ese violento comienzo. A partir de
1843 el régimen se distendió. Autorizó el regreso de casi todos los proscriptos y les restituyó
sus bienes. El casamiento de su hija Zoila con Ezequiel Colombres marcó un punto de
inflexión en su gobierno. Los Colombres eran una importante red familiar que incluía a buena

165
El título está inspirado en una descripción que hace Juan B. Terán del gobernador Gutiérrez en Terán,
Tucumán,1948.

90
parte de quienes habían participado del gobierno de la Liga del Norte.166. Incluso algunos
proscriptos llegarían a tener cargos en la administración, como Alejandro Espinosa, que fue
gobernador delegado, y José Posse, que fue ministro.167 El propio Alberdi desde el exilio
destacaba su espíritu tolerante.
También en 1843 se restableció la Sala de Representantes y se abandonaron prácticas como la
obligación de llevar la divisa punzó y los escarmientos públicos que tan vívidamente aparecen
en el relato de Florencio Sal. 168

Gutiérrez se aseguró de no correr los mismos riesgos que su antecesor. La adhesión al


régimen rosista, al federalismo y al orden se mostraba sin fisuras en todos sus discursos. Un
elenco de representantes estable de manifiesto perfil federal dominó por diez años la
legislatura. Tuvo facultades extraordinarias y suma del poder público en todo su gobierno.
Desaparecieron de ella los elementos unitarios que habían tenido cierto protagonismo en la
época de Heredia. En los requisitos para ocupar cargos públicos se hace constar la necesidad
de ser federal conocido. Sin embargo, ya se ha dicho que algunos unitarios tuvieron lugar en
el gobierno.

Además de una legislatura adepta y de los indispensables guiños al régimen., la estabilidad se


construyó también y, sobre todo, gracias a una eficaz red de lealtades militares. 169 Los
vínculos entre la estructura militar de la provincia y el gobernador se consolidaron. La
creación de la Escolta de Gobierno, el Regimiento 10 de Granaderos y del “Batallón de
Federales de la Guardia de Tucumán”, estrechamente relacionada con el Gobernador, trató sin
duda de exorcizar cualquier pronunciamiento contra el gobierno.
El régimen gutierrista representa un momento de culminación del proceso de fortalecimiento
del ejecutivo provincial que se había iniciado con la guerra. Los miembros de los tribunales
de Apelación, de Alzada, de Primera y Segunda Instancia, departamentales y de barrio, así

166
Véase el pormenorizado estudio de Páez de la Torre, Carlos “El gobierno de Celedonio Gutiérrez y su
relación con los „salvajes unitarios‟”, en Primer Congreso de Historia Argentina y Regional,Buenos Aires,
Academia Nacional de la Historia, 1973, pp. 755-789.
167
Páez de la Torre, Gobierno, p. 498.
168
Aráoz, José Ignacio (Comp.) Lo que era la ciudad de Tucumán ochenta años atrás. Referencias de don
Florencio Sal, cuadernillo editado por el Gobierno de Tucumán en el Centenario de la Independencia,
1916. El folleto fue publicado en el número 2 de la Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán,
pp. 157-166.
169
Tanto Macías como Parolo coinciden en esta lectura. Macías, Armas, 2014, Parolo, M. Paula “Entre
jueces y comandantes. Formas de autoridad en la campaña tucumana a mediados del siglo XIX”, en
Barriera, Darío (coord..) La Justicia y las formas de la autoridad, Organización política y justicias locales
en territorios de frontera. (El Río de la Plata, siglos XVII-XIX), ISHIR CONICET-Red Columnaria,
Rosario, 2010, p. 114.

91
como el Juez de policía, eran nombrados por el gobernador, sin intervención de la Sala de
Representantes en todo el período de su gobierno.
Si en épocas de Heredia los funcionarios de la campaña se habían convertido en agentes del
gobierno, esta tendencia se agudizó en los tiempos de Gutiérrez. La lealtad de los
comandantes era imprescindible. No olvidemos que el fuero militar conllevaba la dependencia
absoluta de los subordinados. Al vínculo en cuanto a nombramiento y subordinación, se unía
una responsabilidad particularmente gravosa: “Los Jueces departamentales y de distrito, los
Jefes militares y los celadores, son responsables de las conspiraciones o movimientos
anárquicos contra el Gobierno establecido que tengan lugar en sus respectivos territorios”.170

Los once años que estuvo en el gobierno de la provincia le permitieron la realización de


algunas obras. Gutiérrez tenía afición por la recopilación de información y ordenamientos:
reglamentó la policía y la justicia en todos sus niveles, organizó el fuero comercial, estableció
disposiciones para Hacienda. Asimismo, en su gobierno se realizó lo que Páez de la Torre
considera la primera monografía descriptiva de nuestro territorio, que acompañaba los
resultados del Censo de 1845 que el gobernador mandó levantar. Esta memoria descriptiva
fue encomendada al boticario Hermenegildo Rodríguez.171El censo arrojó un total de 57.876
habitantes para la provincia, de los cuales 16.822 residían en la ciudad.

La política proteccionista respecto del azúcar, que había comenzado con Heredia, tuvo
continuación con Gutiérrez, que aranceló también la entrada de algunos bienes de primera
necesidad, como trigo y ganado en épocas de dificultades.
Fue ministro de Gutiérrez Adeodato de Gondra, que lo había sido también del santiagueño
Felipe Ibarra. Él fue el redactor de El Monitor federal, diario que se publicó durante su
gobierno. La posta periodística la tomó en 1847 El Conservador, redactado por José Posse,
un antiguo emigrado. En el diario no se leían los mueras a los unitarios que plagaban los
impresos de la época. Quizás por este motivo recibió elogios de la prensa liberal de
Valparaíso y Montevideo, lo que ameritó la aclaración de Gondra de que “nada tenía de
tolerante el gobierno de Tucumán”.172

170
Reglamento de Policía, 11 de mayo de 1842, en Páez de la Torre, Compilación,2009.
171
Páez, Historia, 1987, p.505.
172
Páez, Historia, 1987, p. 502.

92
VIII. La ciudad federal
En 1845 Gutiérrez había encargado los planos para la edificación de la Iglesia Matriz que se
encontraba en estado ruinoso desde fines de XVIII. El elegido para la obra sería el Ing. Pedro
Dalgare Etcheverry y para la decoración del edificio se contrató al francés Félix Revault 173; se
adquirió en Europa un órgano. La nueva catedral se inauguró el 19 de febrero de 1856 y costó
80.000 pesos174 Los impuestos que se fijaron a la yerba, los naipes y los cuchillos, iban a
parar a la construcción de la nueva iglesia. También se vendieron terrenos del estado y se
pidieron donaciones en toda la confederación. Irónicamente, podría decirse que la catedral se
construyó gracias a los vicios de los tucumanos. Los bienes de los Mercedarios también
alimentaron la nueva Matriz. Tras la muerte del último de los frailes, Juan Felipe Reto,
Gutiérrez no se preocupó demasiado por encontrarle suplente. Los bienes del extinto convento
fueron subastados luego y entregados a la construcción de la Matriz. Esta parece ser la más
importante contribución edilicia del periodo federal a la ciudad lo que da cuenta del papel que
cumplía la religión en estos años. La omnipresencia de la religión y la nula separación entre
estado y sociedad puede leerse en el discurso del Gobernador Espinosa en 1852: “El bello
templo de la Matriz está próximo a su conclusión. El quedará tan hermoso y lucido como uno
de los mejores ornamentos que podemos consagrar a la Divinidad”175Los cambios
urbanísticos que comenzarán a notarse a partir de la década de 1870 manifiestan las nuevas
preocupaciones de la sociedad.

La ciudad que doblaba la esquina del medio siglo pudo parecerse bastante a la que recordaba
Don Florencio Sal. José Ignacio Aráoz recogía en 1913 los principales trazos de este
recuerdo de “cuando nuestro Tucumán no merecía el nombre de ciudad…no excedía de dos
cuadras a todos rumbos de la plaza; más afuera eran sitios y quintas con ranchitos aislados y
escasos. La plaza era un inculto monte de “ischibiles”…donde pastaban animales y
merodeaban vizcachas que tenían su pueblo en la próxima manzana de San Francisco”176

La ciudad sin calles ni empedrados ni veredas. Las casas de ladrillos de adobe. Al


parecer recién con el paso del ejército de Lavalle aprendieron los tucumanos a quemar

173
Así figura escrito el nombre en el mensaje del Gobernador del Campo, quizá luego fue castellanizado
como Rebol o Revol.
174
Silva, Marta, “Iglesia Catedral” en Nicolini, Paterlini, Silva y Otros“Patrimonio Arquitectónico de los
Argentinos: Tucumán, Santiago y Catamarca.1987.
175
Cordeiro, R., Viale, C. D.; Sánchez Loria, H. y Del Moral, E. (eds) Compilación ordenada de leyes,
decretos y mensajes del período constitucional de la provincia de Tucumán que comienza en el año 1852
(33 vols), Prebisch y Violetto, Tucumán, 1915. Mensaje del Gobernador Espinoza, 1852.
176
Florencio Sal en Aráoz, Ciudad,1913.

93
en tabiques los ladrillos. El cementerio estaba donde luego fue el convento del Buen
Pastor. A la plaza San Martín se la conocía como “La Laguna”, la gente podía pescar,
bañarse y hasta ahogarse en sus hondos remansos, según el memorioso. Allí se
concentraban las carretas que llegaban y salían de la ciudad formando una especie de
mercado. Causa extrañeza el relato de Sal de que “los jóvenes bien” se bañaban por las
noches en la plaza Independencia frente a la catedral.

Don Florencio Sal sitúa algunos barrios de la ciudad en ese entonces: en Chacabuco y
Crisóstomo comenzaba el barrio del Tarco o del peligro; en San Lorenzo y Entre Ríos el
del Bracho; por la esquina de Balcarce y Santiago “Las Cañas” “el más nombrado y
temido por la mala índole de sus pobladores”; por la zona de Corrientes y Muñecas se
extendían los “Campos de la Aduana”.

La acequia de la patria corría por la avenida Mitre y había otra acequia que surtía un
calicanto de un tal Torres, cuatro cuadras al este de la ciudad, por donde estuvo la
fábrica de armas (hoy Escuela Municipal de Jardinería Carlos Thays en el Parque 9 de
Julio).

La ciudad tenía también sus espantos: Muñecas y Mendoza era la esquina del
“condenado” y García Soriano cuenta también acerca de la Viuda que atemorizaba al
vecindario de la plaza Belgrano.177

Don Florencio señalaba los espacios vacíos en torno a La Plaza, que más adelante serían
ocupados por las confiterías del Buen Gusto y París y los terrenos que se tomaron para
edificar la Casa de Gobierno, junto con los del Cabildo, las casas de Tiburcio Molina y
Próspero García. Ese era el sitio en donde se fusilaba a los condenados y donde se
exhibió la cabeza de Marco Avellaneda.

En la esquina de la casa de gobierno estaba el almacén de Don Máximo Maciel, que


también tenía un reñidero de gallos, entretenimiento preferido por diversas sectores
sociales; hacia el sur, un cuarto que servía de cárcel de mujeres, y luego el cabildo
donde funcionaban también los tribunales de primera instancia y la Sala de
Representantes. Detrás de donde hoy está la Casa de gobierno, hacia el oeste, estaba el

177
García Soriano, Manuel, “Tucumán en el último tercio del siglo pasado”, en Revista de la Junta de
Estudios Históricos de Tucumán, 1, 1968, pp. 95-122.

94
teatrito de Heredia. Otro entretenimiento en la ciudad era el que ofrecía una concurrida
cancha de bolas, en San Martín al 100.

Había dos casas de altos en la ciudad, la de los Silva, en congreso primera cuadra,
donde nació Nicolás Avellaneda (hoy Museo Avellaneda) y la de Don Manuel Paz, en
el sitio que luego ocupó “el palacete del ingeniero Luis Nougués”. No menciona Sal la
casa de Molina, que fue la primera de altos de la ciudad, posiblemente ya se hubiera
demolido. Según el cronista, la de los Silva fue la primera que tuvo aljibe, lo que es
bastante extraño, considerando la utilidad de recoger el agua de lluvia por estos medios.

En la época la calle más importante era la 24 de Septiembre, que se llamaba entonces


Belgrano. Por ella discurría la procesión de la virgen generala en su día y llegaba hasta
la acequia de la patria. Sal recuerda también el entusiasmo general con que la gente
acompañó la edificación de la iglesia matriz. Gobernador, funcionarios y notables,
hombres y mujeres trasportaron piedras para el templo. Su fiesta de inauguración fue
“de las más famosas por su significado y esplendor”.

Al parecer, una de las diversiones de la época solía ser organizar cabalgatas a las
fábricas de azúcar vecinas. El caballo fue el medio de transporte más usual, los carruajes
no eran comunes. Recién en 1853 hubo coches de alquiler, y sólo cuatro familias, según
Sal, tenían su galera particular.

Si algo no ha cambiado desde la época colonial es la presencia de las tiendas y


comerciantes, y el sesgo aristocrático del comercio. Si Pedro de Andreu decía en la
época colonial que “Aquí todo hombre de caudal es mercader, y el que blasona más
nobleza está todo el día con la vara de medir en la mano”178, Sal afirma que “entre los
títulos de vanidad social de nuestros abuelos, se contaba la de ser dueño o dependiente
de tienda, que era una de las ocupaciones distinguidas. Los jóvenes, cerrado el negocio,
salían a la calle, ostentando su profesión con el girar de la llave nobiliaria entre los
dedos con aire de orgullo y empaque de normalista”. También cuenta Sal que tras cerrar
las tiendas los sábados, se acostumbraba montar a caballo hasta Monteros, para asistir a
sus bailes y regresar a los mostradores el lunes temprano.

178
Citado en Bascary, Ana María, Familia y vida cotidiana a fines de la colonia, Universidad Pablo de
Olavide-facultad de Filosofía y Letras, UNT, Sevilla-Tucumán, 1999, p.74.

95
Hacia mediados de siglo las escuelas tenían recursos materiales muy limitados, como deja ver
el informe presentado por el director de la escuela lancasteriana, Felipe Bertrés, al renunciar
en 1847. No parece que Gutiérrez se hubiera preocupado por las llamadas “escuelas
federales”. De hecho, entre las causas que se argumentaron para su destitución después de
Caseros se dijo que durante su largo gobierno no erigió una sola escuela de primeras letras en
toda la provincia, a pesar de haberse recaudado los impuestos creados especialmente para este
ramo.

Entre 1822 y 1832, 19 gobernadores han desfilado por la silla provincial. El camino recorrido
hasta aquí muestra una etapa de prueba y error, una lenta construcción de instituciones
republicanas que tienen momentos de vitalidad pero que, signadas en todo momento por la
guerra y la lucha de facciones, caen subyugadas frente al poderío de los gobernadores, a su
vez sujetos a la inestable constelación de apoyos que los llevaron al gobierno.
El poder de los gobernadores crece ante las condiciones de emergencia permanente que
impone la guerra. Estas condiciones y el hartazgo respecto de la inseguridad de vidas y
bienes, son las que llevan al otorgamiento por parte de las legislaturas de las facultades
extraordinarias. La gobernabilidad sólo es posible en momentos en que una garantía externa,
como en el caso del rosismo de Heredia y Gutiérrez, desactiva por un tiempo el mecanismo de
los pronunciamientos.
Junto a las facultades extraordinarias Gutiérrez recibió también el título de “padre”, que
alimentó con gestos y actos que mostraban la preocupación del gobernador por los más
pobres. Innumerables cartas con los más diversos pedidos se amontonaban en la sección
administrativa. Esta imagen del gobernador está imbuida de una cultura jurídica antigua, en la
que el poder del padre no estaba, en el ámbito doméstico, sujeto a leyes, lo que de alguna
manera, en su calidad de mandatario, pretendía extender a la totalidad de la población.179

179
Véase el trabajo de Agüero, Alejandro, “Ancient Constitution or paternal government? Extraordinary
powers as legal response to political violence (Río de la Plata, 1810-1860)”, Ponencia presentada en el
Workshop Violent political conflicts and legal responses: a transatlantic perspective (18th to early 19th
century), Max Planck Institute for European Legal History, Frankfurt am Main, 2015.

96
IX. Hacia un orden constitucional: un camino entre batallas.

IX.1. De Caseros a Arroyo del Rey a Los Laureles


El triunfo de Urquiza en Caseros, que acabó con la hegemonía de Rosas, desencadenó en
Tucumán un proceso bastante largo de lucha entre federales y diferentes facciones liberales.
El entrerriano intentó moderar los efectos de la caída del régimen, sabiendo quizás que la
descompresión iba a despertar la competencia de grupos por el poder. Por eso intentó sostener
a los gobernadores rosistas en las provincias. Sin embargo, los opositores al rosismo habían
esperado demasiado. Aprovecharon el viaje de Celedonio Gutiérrez a la reunión convocada
por Urquiza en San Nicolás de los Arroyos y lo destituyeron, reemplazándolo por Manuel
Espinoza, quien a su vez sería derrocado por los seguidores de Gutiérrez poco después.

Desde septiembre de 1852 el “orden rioplatense” se dividía entre Buenos Aires y el gobierno
de la Confederación, con capital en Paraná. En mayo de 1853 se sancionó la Constitución que
regiría en la Confederación.

Celedonio Gutiérrez triunfó en el enfrentamiento armado de Arroyo del Rey, en el que se


midieron ambos bandos, y recuperó el gobierno de la provincia en abril de 1853. Otra vez
liberales y federales se repartían las provincias. Los Taboada heredaron Santiago del Estero
tras la muerte de Ibarra, pero con cambio de signo político; Gutiérrez se disponía a
combatirlos. Pero, en la campaña, en torno a Monteros, crecía la fuerza de José María del
Campo quien, unido a los Taboada, acabó con Gutiérrez en la batalla de Los Laureles en la
Navidad de 1853. Después de la batalla Taboada cobró su ayuda para vencer a Gutiérrez: diez
mil pesos que se tomaron de los seguidores del vencido, 3000 cabezas de ganado y la vieja
imprenta de Belgrano.180

IX.2. De Los Laureles al Ceibal


El periodo comprendido entre la batalla de Los Laureles, ese Caseros tucumano al decir de
Bliss,181 y la batalla del Ceibal a fines de 1861, será un gozne entre dos épocas, la del
predominio de los federales y la del ascenso de los liberales en el poder. Aunque los liberales
lograron sostenerse en el poder en estos años sólo dos gobernadores pudieron cumplir con su
mandato: José María del Campo y Marcos Paz. La división entre la Confederación y Buenos
Aires repercutía en las disidencias entre familias e intereses al interior del grupo liberal.

180
Esta vieja imprenta sería la única en Tucumán hasta esta fecha.
181
Bliss, Tucumán, 2010.

97
Pero este momento no significó solamente un nuevo equilibrio de fuerzas entre facciones
sino que hay cambios en el orden constitucional que aceleran y acompañan transformaciones
sociales. Uno de los problemas cruciales de los gobernadores había sido el control de las
volátiles lealtades de los comandantes militares. Los gobiernos de Heredia y Gutiérrez habían
logrado un delicado equilibrio que no soportaba muchas tensiones. Le tocó al gobernador Del
Campo la creación de la guardia nacional en la provincia, la que se convirtió en el brazo
armado del ejecutivo provincial. En Tucumán, la Guardia Nacional terminó de reemplazar a
la tradicional milicia provincial recién en 1875. Hasta ese año convivieron las antiguas
milicias departamentales con las milicias urbanas de la nueva institución militar. Las primeras
áreas de organización de los batallones de la Guardia Nacional en Tucumán fueron los
espacios urbanos de mayor caudal electoral, es decir la ciudad capital y Monteros.182 Esto
venía muy bien a Del Campo, que tenía buena parte de sus apoyos en este último municipio,
donde había construido un fuerte prestigio cuando, siendo un joven cura, amparó a los
perseguidos por el régimen de Gutiérrez. Lo apoyaba también la familia Posse.

La Guardia Nacional, que debía ser una escuela de ciudadanía “moderna”, reprodujo las
jerarquías corporativas de las viejas milicias, pero como los notables no eran un grupo
homogéneo, sino que entre ellos había facciones, ellas se reflejaron también en la guardia,
politizándola y militarizándose la política, aunque esto no era del todo nuevo.183

Otro cambio importante que trajo la Constitución para las provincias fue la prohibición de las
aduanas interiores, principal fuente de ingresos de las provincias en los tiempos de la
autonomía.184 Surge, en cambio, la contribución directa que grababa la propiedad inmobiliaria
y los capitales en giro. Para implementar su cobro, se dispuso la creación de comisiones
departamentales, que realizarían las valuaciones de los inmuebles y fijarían los montos a
pagar. Las primeras estuvieron integradas por el juez de distrito y dos ciudadanos elegidos por
voto de los vecinos, un mecanismo de integración de juntas que solía utilizarse para la
administración de justicia y la organización de las elecciones. Desde luego estas valuaciones
provocaban quejas y conflictos por lo que se estableció una instancia de apelación.

La contribución directa fue la principal fuente de recursos en la década del 50, constituyendo
más de la cuarta parte del total. También el subsidio nacional era importante, entre un 15 y un

182
Macías, Flavia, “Violencia y política facciosa en el noroeste argentino. Tucumán en la década de 1860”.
Boletín Americanista, Año LVII, 57, Barcelona, 2007, pp. 15-34.
183
Macías, Armas, 2014.
184
Sobre este tema seguimos a Bliss, Tucumán, 2010.

98
25 %. Según Bliss, la metodología para fijar el nuevo impuesto significó una pérdida del
poder para el estado provincial y un reforzamiento de las instancias locales de gobierno. Por
otro lado, aumentaron su importancia los derechos de patentes y el derecho de piso. Bajo este
nombre sobrevivían los viejos derechos aduaneros; hasta la constitución del municipio fueron
aplicados a gastos generales.

La política proteccionista de Heredia había revitalizado la tradicional actividad ganadera.


Según el censo de 1845 las exportaciones ganaderas seguían primando y entre ellas los
cueros; la curtiembre sería una actividad muy importante por varias décadas. Sin embargo,
hay algunas novedades: la producción de azúcar y algunos de sus derivados como el
aguardiente, y algunos otros productos agrícolas, como tabaco, arroz, trigo, maíz y alfalfa.

Aunque la producción azucarera comenzó a volverse notoria hacia los años cincuenta, la
economía tucumana siguió siendo bastante diversificada hasta los 70. La ciudad de San
Miguel era el centro en el que confluían comerciantes y mercancías de la región en una doble
relación con el atlántico y el “espacio peruano”, que era característica del mercado tucumano
desde poco antes de la creación del virreinato. Los productos tucumanos tenían un amplio
radio de colocación.

Si la demanda del ejército en la ciudad “ocupada” de la década del 10 había empujado los
marcos de los gremios expandiendo las actividades artesanales, no había mejorado la calidad
de vida de estos grupos 30 años más tarde. Los individuos dedicados a las diversas artesanías,
aunque numerosos, no dejaron huellas en las testamentarías. Hasta 1857 estuvieron exentos
de patentes por lo que es bastante poco lo que sabemos de ellos.185El testimonio de Luis F.
Araoz en 1854 situaba a los artesanos en la clase media de la ciudad y decía que los hombres
se dedicaban sobre todo a la zapatería y carpintería. El censo de 1869 le dio la razón a su
observación. Del total de oficios registrados en la capital un 51 % eran zapateros y un 18 %
carpinteros, seguidos por los sastres con un 13 % y 6 % de herreros entre otros oficios de
menor proporción.

Aunque la Constitución establecía que las provincias debían organizar el régimen municipal,
Tucumán no cumplió con ello hasta 1867. Un tímido amague de administración municipal
fue pergeñado por el cura del Campo, que creó la Junta Municipal en 1854. Apenas puede
considerarse un antecedente del municipio, ya que sus actividades seguirían siendo sostenidas

185
Parolo, Súplicas, 2008.

99
por el gobierno de la provincia y porque su existencia fue breve. El primer considerando del
decreto de creación rezaba así:

Que la capital de San Miguel de Tucumán, pueblo ya numeroso, comercial y rico, ha carecido
y carece hasta hoy de uno de los más esenciales establecimientos que constituyen a las
ciudades verdaderamente dichas, cual es el empedrado de las calles para el ornato público y
facilidad del tráfico por ellas, no menos que para la salubridad de los habitantes.
El segundo considerando aludía a los reclamos del vecindario sobre ese punto, al polvo
ominoso del invierno y los intransitables pantanos del verano, el articulado refería a la obra y
los fondos necesarios para realizarla. 186

Su primer presidente fue el ex gobernador José Frías. Se decidió en su gestión el traslado del
cementerio a un terreno al oeste de la ciudad donado por José Manuel Silva y ciertamente se
avanzó con el empedrado. Se estableció una escuela gratuita de primeras letras que se llamó
Escuela de la Patria.

El primer establecimiento de enseñanza secundaria de Tucumán fue el Colegio San Miguel,


fundado en 1854, que tuvo por sede el convento mercedario en donde luego funcionaría el
Colegio Nacional y después la Escuela Sarmiento. Amadeo Jacques se hará cargo del Colegio
en 1858, proponiendo un plan de estudios para la enseñanza secundaria de cinco o seis años.
El Colegio empezó a funcionar con 44 alumnos entre primarios y secundarios en dos ciclos;
187
tenía biblioteca y un gabinete de física. La presencia de Amadeo Jacques fue un impulso
importante para la educación. Sus ideas influyeron en hombres del gobierno con los que tenía
amistad, entre ellos José Posse, Agustín de la Vega, Próspero García, Uladislao Frías y
Marcos Paz. Opinaba que “en un país tan joven sería inútil y casi ridículo traer especulaciones
metafísicas y que lo conveniente es ante todo una enseñanza práctica de las ciencias que tiene
188
su aplicación directa, ya a la agricultura, ya a la industria”. Esta fórmula conjugaba el valor
civilizatorio de la educación con los intereses del progreso económico. Como director del
Colegio San Miguel buscaba formar alumnos que salieran listos para asociarse a la industria
naciente de la provincia. Por otro lado, defendía la educación primaria completa para todas las
clases sociales. Pese a que la enseñanza que se impartía en el Colegio San Miguel era
reconocida y tenía cierto prestigio, la matrícula fue disminuyendo hasta que tuvo que cerrar.
186
Leoni Pinto, Ramón A. y Ventura Murga, La Municipalidad. San Miguel de Tucumán, 1565-1867-1967,
Tucumán, Ediciones del Nuevo Extremo- Municipalidad de San Miguel de Tucumán- Imprenta de la UNT,
1967.
187
Este acápite sobre educación sigue el trabajo de Ben Altabef, Norma, “El proceso de construcción del
sistema educativo en la provincia durante la 2°mitad del siglo XIX hasta los comienzos del siglo XX”, en
Norma Ben Altabef coord.., Historia de la Educación en Tucumán, en prensa.
188
Citado por Ben Altabef, Proceso,2017.

100
Jacques renunció el Colegio San Miguel en 1862 por “la profunda indiferencia de este pueblo
con respecto a la educación”, dado “su espíritu excesivamente mercantil”.189La influencia de
Jacques siguió, sin embargo, desde la dirección del Colegio Nacional de Buenos Aires desde
1863; sus planes de estudios se aplicaron en el Colegio Nacional fundado en Tucumán en
1864. Los colegios nacionales contemplaban una formación amplia, humanística, con
conocimientos de matemática, química y física; una educación preparatoria para estudios
superiores con nociones científicas.

En el gobierno de Marcos Paz de 1858 a 1860 se dieron algunos pasos en el ordenamiento


urbano. Se hizo nivelar la plaza independencia y se delinearon cuatro plazas, las actuales
Belgrano, San Martín, Lamadrid (Constitución) y Urquiza.190 Según Daniela Moreno, desde
entonces la plaza abandonó el aspecto de Plaza de Armas y se convirtió en paseo público con
la delimitación del contorno con una gruesa cadena sostenida por postes y la incorporación
de los naranjos que daban sombra a los bancos. Anchas avenidas embaldosadas conducían al
punto central que era el monumento que había hecho levantar Gutiérrez, el que fue
reemplazado por el gobernador del Campo en 1863. Era una columna de 21 metros de alto
que conmemoraba la jura de la Independencia, tenía un pedestal en forma de taza que
funcionaba como surtidor de agua.191

En las elecciones de 1856 se enfrentaron los dos grupos liberales. Un grupo, formado por Del
Campo y los Posse, apoyó a José Ciriaco Posse, quien contaba con buenos vínculos con la
confederación; el otro grupo, cercano a los liberales de Buenos Aires, apoyó a Anselmo
Rojo192, quien triunfó en las elecciones.193El clan del Campo-Posse, sintiéndose amparado en
la simpatía del presidente Urquiza, pasó a la conspiración; mecanismo éste que veremos
repetirse en los años siguientes cada vez que el grupo opositor al gobierno provincial juegue
con la afinidad del gobierno “nacional”. Aunque la “revolución de los Posse” fracasó, Rojo
renunció poco después. Se sucedieron los gobiernos de Agustín de la Vega y de Marcos Paz.

189
Páez, Historia, 1987, p. 535.
190
Mensaje de gobernador.
191
Moreno, Daniela, “Plaza Independencia” en Nicolini, Paterlini, Silva y OtrosPatrimonio
Arquitectónico de los Argentinos: Tucumán, Santiago y Catamarca.1987.
192
Anselmo Rojo era sanjuanino, se había destacado como militar en el Ejército del Perú y se había
vinculado con los exilados de Tucumán en Bolivia.
193
Véase Macías, Flavia y María José Navajas,, “Entre la violencia política y la institucionalización
provincial. “La revolución de los Posse” en Tucumán, 1856”.Boletín del Instituto de Historia Argentina y
Americana “Dr. Emilio Ravignani”, Tercera serie, núm. 42, primer semestre 2015, pp. 92-124

101
En marzo de 1856 se sancionó la constitución provincial de 1856; conservaba buena parte del
texto del Estatuto provincial de 1852. La constitución reflejaba la experiencia política de las
últimas tres décadas fortaleciendo a la legislatura y poniendo límites al ejecutivo. La cámara
única de representantes se renovaba por mitades por medio de elecciones directas basadas en
criterio poblacional. Cada diputado permanecía dos años en sus funciones y podía ser
reelegido indefinidamente, mientras el gobernador duraba dos años y no podía ser reelegido
por dos periodos consecutivos. Introducía el colegio electoral para la elección de gobernador,
que actuaría conjuntamente con los diputados de la sala de representantes en un órgano de 44
miembros. Este colegio se formaría para la elección del gobernador pero se mantendría por
dos años. 194

En 1860 asumió Salustiano Zavalía. Rotas las relaciones entre la Confederación, con Santiago
Derqui como presidente y Mitre, gobernador de Buenos Aires, Derqui envió al coronel
Octaviano Navarro a desplazar los gobiernos liberales (mitristas) del Norte.195Tras obligar a
Zavalía a entregar milicias y “limpiar el gobierno de liberales”, un levantamiento liderado por
Del Campo depuso al gobernador. Las tropas de Navarro lo derrotaron en el Manantial. Se
eligió gobernador a Juan Manuel Terán, las partidas federales saquearon la ciudad y los
alrededores. Pero la noticia del triunfo de Mitre en Pavón envalentonó a los liberales: Del
Campo con apoyo de los Taboada, derrotó a las tropas federales en El Ceibal el 17 de
diciembre de 1861.

Aunque la inestabilidad de los gobiernos en estos años parezca reeditar los años 20, mucha
agua ha pasado bajo el puente de la política. La Sala de Representantes cobró nuevo vigor en
este período en el que comienzan a aparecer candidaturas de diversos partidos, algo ausente
en los gobiernos de Heredia y Gutiérrez en los que el unanimismo fue la nota predominante.
Los comandantes de milicias, que durante un tiempo convivieron con las guardias nacionales,
ya no son las únicas fuerzas a disciplinar. La división de partidos no sólo es posible por un
esquema general de las provincias en las que ya no predomina el unanimismo rosista. Clanes
parentales, negocios y control territorial sirven de apoyo a las facciones. La época de las

194
Diaz Ricci, “Breve Historia Constitucional de Tucumán. (con la reciente reforma constitucional del
2006)”,Revista El Derecho, Suplemento Der. Constitucional, 13 de Octubre de 2006, 11.614, Año XLIV,
pp. 13-20.
195
No se trataba de un partido sino que reunía a quienes veían en la confederación la vuelta del caudillismo
federal. En el Norte el principal apoyo de Mitre fue Taboada. Véase María José Navajas, “La conflictividad
política en la década de 1860: disputas regionales y tensiones locales (Tucumán, Santiago y Salta)” en
Población& Sociedad [en línea], 19 (1), 2012, pp. 41-74. Puesto en línea en junio de 2012.
http://www.poblacionysociedad.org.ar/archivos/19/P&S-V19-N1, Navajas.pdf-

102
facultades extraordinarias terminó, los gobernadores son la cabeza de redes de ideas e
intereses, las bases sociales de la política se ampliaron y aparecerán nuevas armas: la prensa y
los clubes.

La década de los 50 fue muy conflictiva, con luchas que involucraban a las provincias vecinas
y que disputaban los favores de los dos centros de poder, que a su vez competían por la
unificación nacional bajo su égida: la Confederación y Buenos Aires. Después de Pavón el
poder central se consolida. Según Bravo, el triunfo del mitrismo y de Buenos Aires clausuró
el recurso de la guerra como metodología política.196 Aunque eso no significa que las
rebeliones contra los poderes constituidos se terminaran.

Tras el triunfo del Ceibal se consolidó en el gobierno de la provincia el clan formado por el
cura Del Campo y la familia Posse, que se sucederían en el gobierno hasta que una revolución
en 1867 pusiera fin a su predominio. Construyeron su poder a través del dominio de los
batallones de las guardias nacionales, cuyos jefes reemplazaron por otros, partidarios suyos.
También predominaban en la sala de representantes y controlaban las campañas en donde
tuvieron importantes haciendas y emprendimientos económicos. El manejo de la opinión
terminaba de completar el cuadro. La gestión de José Posse se caracterizó por el monopolio
de la prensa a través de un único periódico, El Liberal, desde donde desarrollaron un discurso
legitimante. Comenzaron a funcionar los clubes como espacios de opinión política. La facción
gobernante se congregaba en el club Libertad, mientras el club Constitucional representaba al
federalismo urquicista.

Como símbolo del final de una época se hizo demoler el monumento que había levantado
Gutiérrez para conmemorar la victoria de Oribe y su triunfo en Monte Grande en Famaillá. Se
inauguró allí el 10 de febrero de 1864 una columna cilíndrica que servía también de surtidor
de agua potable, dedicada a recordar la Jura de la Independencia.

X. La ciudad desde adentro y desde afuera.


Si pudiéramos viajar en el tiempo y observar San Miguel hacia mediados del siglo XIX,
veríamos todavía una ciudad de características coloniales, las escasas torres de sus iglesias, las
modestas casas de adobe, la austeridad de su plaza, un par de casas “de altos” .Tampoco

196
Bravo, María Celia, “Elecciones y prácticas electorales en Tucumán-Argentina 1870-1880”, Historia y
Memoria, 10, 2015, pp. 241-270

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encontraríamos grandes cambios en las costumbres, las campanas seguían llamando a misa,
la plática de los hombres en las pulperías y en algún café precursor de la sociabilidad de fin de
siglo; la de las mujeres notables tras las adustas rejas de las ventanas o en los atrios de las
iglesias; las del pueblo en los mercados, lavando ropa, al calor de los fogones en las cocinas,
vendiendo empanadas en las calles o pastelitos dulces. Si algo no había cambiado con la
revolución y los avatares de la política de las décadas pos revolucionarias, era la situación de
las mujeres, menos aún de las más pobres. Las categorías utilizadas para la “servidoras
domésticas” en el censo de 1869 eran las mismas que se manejaban a fines de siglo XVIII.197

Como suele ocurrir con los períodos históricos en los que la alfabetización es reducida y
el acceso a los derechos sociales no se ha expandido, no suelen ser frecuentes los
registros en los que podamos encontrar las formas de vida de los sectores populares. Es
en los expedientes criminales donde se encuentra información sobre las actividades de
la gente común, la que no deja papeles escritos de su autoría, la que no escribe
testamentos, no compra inmuebles, no figura en las guías de comercio, ni tienen
empleos en las instituciones del gobierno. Allí debemos acudir para encontrar los
hábitos de los jornaleros que trabajaban en las chacras cercanas a la ciudad, que recibían
su pago los sábados y concurrían a las pulperías que pueblan las esquinas. Allí, en el
modesto cuarto que sirve para el expendio y en las trastiendas se toca la guitarra, se
baila y se toma aguardiente; se juega a los naipes, se cantan vidalitas; juego y paya con
ocurrencias que muchas veces terminan resolviéndose a cuchillo, motivo por el cual
aparecen estos actores en los expedientes judiciales. También era costumbre “andar de
música toda la noche”, lo que podía significar andar dando serenatas o tocar y bailar en
diferentes sitios. Desde luego ellos nos hablan de los hábitos perseguidos por los
sucesivos gobiernos y ciertamente por una justicia de notables, pero también en estos
documentos se vislumbra la cotidianeidad, los trabajos y los días de la gente común, en
los testimonios de acusados y testigos que reconstruyen las escenas del crimen. Juego,
cuchillos y embriaguez es la combinación que termina en heridas y muertes.

De la sociabilidad de las clases superiores sabemos más. Se organizaban tertulias en las


casa de notables, en los que se bailaba vals, minué, contradanza y hacia el final de la
velada ritmos más populares, el escondido, el remedio, la mariquita, el tunante, la
chacarera, el gato y el ecuador, entre otros. Se tomaba mistelas, anís, aloja de algarroba

197
El dato del censo esta tomado de Parolo, Súplicas, 2008.

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y “quemaditos” de naranjada y aguardiente. Se servían rosquetes, tortitas de leche y
buñuelos.198Al parecer en estos bailes también participaba la “plebe”. Quizá no en el
interior de las casas, pero sí en los patios y veredas. Muchas de las riñas que ocurrían y
que conocemos por los expedientes judiciales tuvieron lugar en bailes que se ofrecían en
casas de dones y doñas.

Otro tipo de baile era aquél al que acudían los jóvenes notables en los suburbios. Según
Sal, los “tunantes” provistos de mistelas y rosquetes y de velas para alumbrarse, partían
con alguna compañía musical a la Quinta Vieja (plaza Irigoyen). Al ofrecimiento de
serenatas y dulces las “cholitas” abrían sus puertas. Jorge Sohle en su obra “Chavela”
pinta una escena de estas tertulias populares. En la novela, es Alejandro Heredia el que
arrastra a Avellaneda al baile en lo de las “Contra el cerco”, casa que el autor sitúa en
las orillas de la ciudad, en un punto conocido como El Bajo. Posiblemente la afición de
Heredia a las vidalitas y al alcohol lo hacían un buen conocedor de los conflictos que
sucedían en estos ámbitos, y quizá por ello los persiguió tanto en su gobierno.

La mitad de los homicidios que llegaban a la justicia estaban relacionados con el estado
de embriaguez de quienes participaban en las reyertas. Claro que la atención sanitaria de
aquella época posiblemente trasformara heridas que hoy podrían sanarse fácilmente en
estocadas mortales. El cuchillo es al campesino, tropero, curtidor, carnicero, como hoy
sería para cualquier persona el celular, sólo que bastante más peligroso.

En los expedientes, fiscales y defensores hablan de las malas costumbres del país y el
vicio enraizado en los sectores populares, claro que los notables podían esconder el
mismo vicio en la intimidad de sus casas, donde el alcohol corría igual, pero protegido
del castigo.

Germán Burmeister fue un naturalista alemán que visitó la ciudad en 1859 como parte
del itinerario cuyas impresiones quedaron plasmadas en Viaje por los estados del
Plata.199 Su descripción puede prestarnos una mirada de lo que pudo ser la ciudad de
San Miguel y sus alrededores en los tiempos que cierran los años cincuenta. A su
llegada a la ciudad destacaba los campos sembrados a ambos lados del camino y alguna
plantación de caña de azúcar. Como a otros viajeros, lo sedujo la perspectiva de la

198
Florencio Sal en Aráoz, Ciudad,1913.
199
Burmeister, Germán, Descripción de Tucumán. Buenos Aires, Universidad Nacional de Tucumán-
Imprenta y Casa Editora de Coni Hnos, 1916.

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ciudad desde la altura del río en la que se distinguían la cúpula y torres de la nueva
catedral, la del cabildo y la del convento de San Francisco “de todas las ciudades del
interior del Plata, es sin duda San Miguel de Tucumán la más elegante y la de trato más
amable”.

La ciudad tenía entonces once o doce cuadras pobladas de norte a sur y ocho de este a
oeste, desdibujándose hacia el norte y oeste su aspecto urbano en chacras y
establecimientos rurales. Señalaba ya las calles empedradas en el centro y buenas
veredas de ladrillos cocidos. Describe la plaza, escenario de muchos paseantes sobre
todo en las noches apacibles, rodeada por elegantes edificios “que uno no esperaba
encontrar a esta distancia en el interior del país”. En su centro el obelisco y las dos filas
de naranjos. De ahí en más y después de esas alabanzas iniciales, el alemán pasa a
demoler con sus críticas los edificios religiosos del entorno. Del edificio de la Iglesia
Matriz “del cual se enorgullecen los habitantes sin razón”, dice que sus proporciones
fallan, se mezclan todo tipo de estilos y parece más un teatro que una iglesia. La iglesia
de Nuestra Señora de las Mercedes, un edificio largo y bajo, le parece más bien un
granero. A su lado se está construyendo desde hace 25 años la nueva iglesia. Siguiendo
hacia el norte, el Colegio de San Miguel tiene un edificio poco elegante pero apropiado,
con un gran patio con viejos naranjos que en dos de sus lados tiene arcadas de buen
gusto, bajo las cuales están las aulas, la biblioteca y la casa del director. Ni qué hablar
del molesto repicar de las campanas que se escuchan en el Colegio.

También considera ruinoso el convento de los dominicos y la nueva construcción de


San Francisco le parece descabellada y monstruosa, en contraste con la antigua y
venerable torre.200 Pasa a describir el cabildo con su torre en punta, los tres pisos y las
arcadas que tampoco le agradan, salvo por el ala nueva con corredores al patio que unos
constructores italianos estaban edificando. Dos edificios más destaca el alemán: la Casa
de Jesús y el Panteón con su Capilla del señor de la Paciencia (actual Buen Pastor). No
obstante todas sus críticas decía que había en la San Miguel de aquel año una
“verdadera furia por construir” y ofrecía el siguiente panorama de la ciudad:

En ninguna otra parte se ven tantas casas de negocio (tiendas) como aquí y tampoco
tantas damas elegantes y lujosamente vestidas como en las calles de Tucumán. La

200
El comentario no se entiende porque Silvia Rossi dice que en 1856 debido al deterioro del edificio,
Dalgare Etcheverry, el constructor de la catedral, realiza una reconstrucción que conservaba la estructura
original del templo sobre la base de la reconstrucción del templo jesuítico que los expulsados debieron
abandonar a medio construir en 1767.

106
ciudad no cuenta con mucho más de 8000 almas, entre las cuales pocos muy ricos
pero muchos bien acomodados. Me parece que las clases medias de la sociedad
disfrutan de buena posición; a pesar de que aquí, como en todas partes del país, la
mayoría de la población está formada por jornaleros que no disfrutan de bienes y que
viven de su trabajo diario.

107

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