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Trabajo Práctico N° 3
AÑO 2024
Índice
1. Introducción.
2. Creación del virreinato y guerras por su capital.
4. Revolución.
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Revolución del 25 de mayo.
Introducción.
En el presente informe se contarán los sucesos de forma detallada desde la creación del
virreinato del Rio de la Plata, las dos invasiones a la capital Buenos Aires por parte de
Gran Bretaña, los sucesos posteriores que llevaron a la revolución del 25 de mayo y
finalmente se relatara lo que sucedió después de dicha revolución. Cabe mencionar que
esta época fue sumamente violenta, en cuanto a guerras y al descontento de las masas.
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Primera Invasión.
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Si bien el intento de conquista de Popham y Beresford no tuvo por objeto estimular
un plan independentista en el Rio de la Plata, sino lograr la conquista de Buenos Aires,
entre los expedicionarios hubo cierta especulación en torno a las posibles tensiones entre
peninsulares y criollos, fruto de las reformas impuestas por la corona, con la esperanza
de poder obtener de estos últimos un apoyo a la ocupación. Tales especulaciones se
esfumaron cuando a la primera manifestación de pasividad de las autoridades y
corporaciones de la ciudad le sucedió una reacción más generalizada de la población, en
la que tanto españoles como criollos participaron activamente de la reconquista. Las
tenciones políticas que fueron generadas no bastaron para que la población aceptara la
conquista de los británicos.
La invasión inglesa dejaba como legado una crisis de autoridades sin precedentes:
no solo se había hecho evidente la incapacidad de las fuerzas militares españolas para
defender sus posesiones en América, sino también el dudoso comportamiento de las
autoridades coloniales, duramente cuestionado por gran parte de los vecinos y habitantes
de la ciudad. El propio virrey Sobremonte fue el más criticado. El Cabildo, bajo la presión
de parte de las milicias recientemente formadas, debió convocar a un cabildo abierto a
dos días concretada de la reconquista. Si bien no estaban expresamente legislados, en
ciertas ocasiones, y con el consentimiento de la autoridad política, convocaban a los
vecinos, altos funcionarios, prelados religiosos y jefes militares a fin de considerar
asuntos excepcionales, respecto de los cuales se buscaba el apoyo de la parte principal y
más distinguida de la población para tomar ciertas resoluciones que afectaban a toda la
comunidad. Fue una práctica poco común, pero en este caso la situación se presentó como
excepcional y, luego de fuertes discusiones, el cabildo abierto del 14 de agosto tomo una
decisión salomónica: delegar el mando político y militar en manos del héroe de las
jornadas, Santiago de Liniers. Si bien el Virrey no había sido destruido, se trataba de un
hecho inédito en el Rio de la Plata que, sin dudas, dejaba muy a la vista la ineficiencia e
incompetencia de la autoridad virreinal. Una novedad fue que, a causa de la debilidad de
las tropas españolas asentadas en el Rio de la Plata ante la invasión, fue necesario
reorganizar y reforzar la milicia nacida por la reconquista, para poder hacer frente a
posibles ataques o invasiones venideras de potencias extranjeras.
Segunda invasión.
Sin saber sobre lo acontecido en Buenos Aires, el gobierno Británico había decidido
enviar los refuerzos solicitados de la primera expedición. Dichos refuerzos llegaron a
Montevideo a fines de octubre de 1806, el oficial a cargo, al enterarse de la derrota sufrida
en Buenos Aires, tomó posesión de la isla Gorriti y de Maldonado a la espera de un nuevo
contingente de soldados para intentar, una vez más, la captura de la capital virreinal.
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Montevideo cayó en manos inglesas en febrero de 1807 y en mayo de ese año arribó
finalmente el refuerzo esperado al mando del teniente general John Whitelocke. A fines
de junio de ese año, las tropas inglesas desembarcaron en el puerto de Ensenada para
marchar sobre Buenos Aires, para su mala suerte, en los meses que pasaron entre la
primera y segunda ocupación británica a Buenos Aires, las fuerzas voluntarias reunidas
por Liniers se habían vuelto más numerosas y organizadas, surgieron así, en una ciudad
que apenas sobrepasaba los cuarenta mil habitantes, escuadrones de criollos que sumaban
alrededor de cinco mil hombres y de peninsulares que alcanzaron a sumar tres mil
milicianos.
Con esas fuerzas milicianas, Liniers enfrentó la segunda incursión inglesa a Buenos
Aires. A ellas se sumó la intervención activa del alcalde del Cabildo de la capital, Martín
de Alzaga. Luego de un primer revés sufrido por las tropas de Liniers en Miserere, Alzaga
organizó la defensa de la ciudad levantando barricadas y estimulando a los vecinos no
alistados en las milicias a participar desde sus casas para evitar el avance de las tropas
británicas. Estas últimas marcharon en trece columnas por las estrechas calles de la dudad,
sin sospechar que desde las casas les arrojarían todo tipo de objetos y proyectiles. Así.
pues. luego de una encarnizada lucha que dejó alrededor de dos millares de bajas en cada
uno de los bandos, Whitelocke debió aceptar su derrota y capitular el 6 de julio de 1807.
El Cabildo de la capital se consolidaba en su prestigio, poder. al ser el gran protagonista
en la organización de la defensa, y Liniers reforzaba aún más el apoyo y consenso popular
obtenido desde 1806 al estar a cargo de las milicias finalmente vencedoras.
Con esas fuerzas milicianas, Liniers enfrentó la segunda incursión inglesa a Buenos
Aires, a ellas se sumó la intervención activa del alcalde del Cabildo de la capital, Martín
de Alzaga. Luego de un primer revés sufrido por las tropas de Liniers en Miserere, Alzaga
organizó la defensa de la ciudad levantando barricadas y estimulando a los vecinos no
alistados en las milicias a participar desde sus casas para impedir el avance de las tropas
invasoras. Estas últimas marcharon en trece columnas por las estrechas calles de la
ciudad, sin sospechar que desde las casas les arrojarían todo tipo de objetos y proyectiles.
Así, luego de una encarnizada lucha que dejó alrededor de dos millares de bajas en cada
uno de los bandos, Whitelocke debió aceptar su derrota el 6 de julio de 1807. El Cabildo
de la capital se consolidaba en su prestigio y poder al ser el gran protagonista en la
organización de la defensa, y Liniers reforzaba aún más el apoyo y consenso popular
obtenido desde 1806 al estar a cargo de las milicias finalmente vencedoras.
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Si bien un año antes se obligó a Sobremonte a delegar parte de su poder en Liniers,
en febrero de 1807. una reunión de comandantes y vecinos agolpados frente al cabildo
presionó para exigir la deposición definitiva del Virrey. Sobremonte fue acusado de
abandonar a su suerte a los pobladores de ambas márgenes del Río de la Plata al no ofrecer
resistencia alguna cuando los ingleses tornaron el puerto de Montevideo. Debido a la
presión ejercida, obligo al cabildo de Buenos Aires y a la Audiencia a reunir una Junta de
Guerra. En realidad, se trataba de una junta Sui generis, que se asemejaba a un cabildo
abierto en la medida de las personalidades que participaban en ella. La Junta decidió
suspender en sus funciones al Virrey y tomarlo prisionero provisoriamente, de esa
situación de acefalía salió beneficiado el jefe de la reconquista. Dado que durante los
primeros meses de 1807 la Corona había cambiado el criterio por el cual debían cubrirse
interinamente las vacancias del cargo de virrey. Liniers se convirtió en el personaje de
mayor rango institucional en el Río de la Plata.
La ocupación británica dejó como legado conflictos de poder entre las autoridades
existentes y las milicias urbanas, que emergieron como un nuevo actor político. La
militarización rápida transformó la sociedad colonial, aunque la oficialidad de las milicias
provenía de la élite. Las invasiones pusieron en cuestión el vínculo entre América y la
Corona española, desencadenando una crisis institucional. La deposición del virrey
Sobremonte y la exhibición de la vulnerabilidad del Virreinato cuestionaron el proyecto
reformista borbónico y mostraron los límites de la lealtad colonial hacia la metrópoli.
En 1808, las tropas lideradas por Napoleón Bonaparte invadieron España, dejando
a la Corona española sin un monarca legítimo, lo que condujo a una crisis sin precedentes.
Esto provocó una guerra de independencia en la Península y el surgimiento de
movimientos juntistas que reclamaban la soberanía en nombre del rey cautivo. La crisis
afectó las colonias hispanoamericanas, desencadenando la formación de juntas locales y
redefiniendo las alianzas internacionales. Napoleón ocupa la Península Ibérica en 1808.
En Buenos Aires, la presencia de la corte portuguesa en Brasil bajo protección británica
generó preocupación. Ante la ausencia de un monarca legítimo, se formaron juntas locales
en España para ejercer funciones gubernamentales interinas. Estas juntas enfrentaron
desafíos para coordinar la resistencia contra Francia y gestionar las colonias americanas.
Las juntas se formaron en España en respuesta a la ocupación francesa, con
composiciones heterogéneas y propósitos comunes de expulsar a los invasores y restaurar
al monarca legítimo. La Junta Central Gubernativa del Reino se formó para centralizar
decisiones, enfrentándose a la resistencia de las juntas locales. La imagen de Fernando
VII como el "Deseado" impulsó el movimiento juntista.
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La crisis peninsular se extendió a América, donde se formaron juntas locales en
respuesta a la vacante en el trono. Las reacciones variaron, con algunos intentos de
autonomía y lealtad al monarca cautivo. La Junta Central Gubernativa reconoció el riesgo
de no integrar a América en el gobierno peninsular y estableció representación americana
en 1809. La región del Río de la Plata enfrentó la crisis monárquica de diversas maneras,
incluyendo debates sobre a quién jurar fidelidad, la presencia de emisarios de Napoleón
y la formación de juntas locales. Montevideo desafió la autoridad de Buenos Aires
estableciendo su propia junta generando tensiones y acusaciones de insubordinación hacia
las autoridades coloniales. El 12 de enero de 1809, el Cabildo de Buenos Aires, liderado
por Martín de Alzaga, trató de establecer una junta similar a la de Montevideo,
desencadenando enfrentamientos. A pesar del apoyo limitado de las milicias del Cabildo,
el Virrey Liniers contaba con más tropas. El intento de establecer una junta fue
interpretado como un golpe contra el Virrey. Tras la detención de los responsables,
Liniers retiró el badajo de la campana del cabildo, simbolizando el fin de su poder.
Mientras tanto, Juan Martín de Pueyrredón, enviado a España en 1806, fue acusado
de sedicioso. Ante la crisis en la Península, alertó al Cabildo de Buenos Aires sobre la
anarquía en España y la falta de una junta central. Al regresar a Buenos Aires, fue
arrestado, pero logró escapar a Brasil.
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En 1810 se abrió una nueva etapa tanto en la Península como en América. La
formación de juntas en diferentes ciudades americanas y la convocatoria a cortes en
España redefinieron los términos de la crisis iniciada en 1808. El rio de la plata estuvo
entre esas zonas rebeldes. Se formó una la primera junta de un gobierno provisional en
1810. En el cabildo abierto del 22 de mayo de 1810, los asistentes votaron una decisión
crucial: deponer al virrey Cisneros de su cargo por haber caducado la autoridad. Además
de deponer al virrey, ese mismo día se decidió que el Cabildo de la capital asumiera el
mando como gobernador y que, en tal calidad. se encargará inmediatamente de formar
una junta de gobierno para tutelar los derechos del rey Fernando VII. Al día siguiente. el
Cabildo hizo un último intento por integrar a Cisneros en esa Junta. Pese a lo acordado el
22 de mayo. se lo hizo abdicar previamente de su cargo para designarlo como presidente
de la Junta, aunque sin la calidad de virrey. Pero todo fue inútil.
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poder supremo, los problemas fueron mayores. En el acta confeccionada por el Cabildo
el 25 de mayo, la Junta asumió las atribuciones correspondientes a un virrey (gobierno,
hacienda y guerra), pero quedó limitada por la Real Audiencia, que absorbió la causa de
justicia, y por el Cabildo de la capital, que se reservó las atribuciones de vigilar a los
miembros de la junta, pudiendo destituirlos por mal desempeño de sus funciones, y de
dar conformidad a la imposición de nuevas contribuciones y gravámenes.
Desde su sede en Buenos Aires. la nueva Junta intentó transformar sus milicias en
ejércitos destinados a garantizar la fidelidad de los territorios dependientes. El primer
foco de resistencia a la Junta tuvo su epicentro en Córdoba, y fue duramente reprimido
en agosto. cuando se ordenó pasar por las armas a sus responsables, en las ciudades
dependientes de la intendencia de Córdoba, los cabildos de San Luis Y San Juan
adhirieron al nuevo gobierno, mientras que en Mendoza la adhesión sólo se consiguió con
la llegada de refuerzos de Buenos Aires. frente a la oposición que en un principio exhibió
el comandante de armas de la región. En la intendencia de Salta. el Cabildo expresó
inmediatamente su apoyo al nuevo orden, Las ciudades dependientes de Salta fueron
adhiriendo en diversos momentos: mientras el Cabildo de Jujuy prestó su obediencia
luego de la derrota y reemplazo del gobernador intendente, los cabildos de Tucumán y
Santiago del Estero lo hicieron antes de dicho reemplazo. y Catamarca prestó su adhesión
sin reticencias.
Poco después de creado el Virreinato, la autoridad del virrey reunió en sus manos
la de la gobernación intendencia. Así, la situación se presentó menos problemática para
Buenos Aires, ya que Santa Fe, Corrientes y las Misiones manifestaron su inmediata
lealtad, mientras que en Entre Ríos hubo complicaciones por la intervención de la flota
realista de Montevideo
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Referencias Bibliográficas
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