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UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN JUAN

FACULTAD DE FILOSOFIA HUMANIDADES Y ARTES


DEPARTAMENTO DE HISTORIA
PROFESORADO DE HISTORIA

CURSO DE INGRESO HISTORIA 2023 - 2024

Trabajo Práctico N° 3

Grupo de estudiantes: Cataldo Espejo, Matías Alejandro (45634113)


Duarte, Elías Juan (41531789)
Sagua Maldonado, Jeremías Taiel (43490006)
Torres Jofre, Martín Nicolás (47197897)

Equipo Docente: Prof. Luciana Agüero


Prof. Federico Caballero
Prof. Santiago Hierrezuelo
Prof. Roberto Molina

AÑO 2024
Índice

1. Introducción.
2. Creación del virreinato y guerras por su capital.

A. Creación del virreinato del Rio de la Plata


B. Primera invasión.
C. Segunda invasión.

3. Crisis de poderes en el nuevo y viejo continente.

A. Destitución definitiva del Virrey Sobremonte.


B. La lucha del poder en España y su repercusión en América.

4. Revolución.

A. La revolución del 25 de mayo.

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Revolución del 25 de mayo.

Introducción.

En el presente informe se contarán los sucesos de forma detallada desde la creación del
virreinato del Rio de la Plata, las dos invasiones a la capital Buenos Aires por parte de
Gran Bretaña, los sucesos posteriores que llevaron a la revolución del 25 de mayo y
finalmente se relatara lo que sucedió después de dicha revolución. Cabe mencionar que
esta época fue sumamente violenta, en cuanto a guerras y al descontento de las masas.

Creación del Virreinato del Rio de la Plata.

Previo a su creación, los territorios que conforman la Argentina y más allá


dependían, única y directamente, del Virreinato del Perú. En 1776 se fundaría finalmente
el Virreinato del Rio de la Plata, teniendo como capital a Buenos Aires, teniendo reformas
políticas y comerciales durante el año siguiente, la dinastía Borbón, dirigentes de España,
buscaba una monarquía imperial, transformando el orden hispánico en un imperio
comercial. A raíz de los cambios producidos, los dominios españoles en América
experimentaron un cambio significativo en su organización territorial. Se pasó de dos
virreinatos extensos, Nueva España y Perú, a cuatro virreinatos: Nueva España, Nueva
Granada, Perú y Río de la Plata.

Con la creación del “Reglamento de Comercio Libre” en 1778 se buscaba


centralizar aún más el control comercial, aunque no lo liberalizó completamente, Buenos
Aires se convirtió en un centro clave para el comercio con la metrópoli y otras colonias.
Estas reformas causaron el rechazo de los pueblos indígenas y elites criollas, debido al
aumento de impuesto y perdidas de privilegios, teniendo revueltas violentas, como por
ejemplo la de Tupac Amaru en Perú. Este rechazo fue menos intenso en Buenos Aires,
debido a los beneficios políticos y económicos que trajo consigo. La situación
internacional complicó las reformas aún más, con la revolución estadounidense y la
Revolución Francesa, junto con las guerras en Europa afectaron las relaciones
comerciales entre la metrópoli y sus colonias, obligando a concesiones comerciales a los
criollos, estos últimos aun manteniendo el sentimiento de lealtad a la corona por lo menos
por esos años.

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Primera Invasión.

Durante 1806, el 27 de junio, la rutinaria vida los habitantes de la ciudad de Buenos


Aires se vio afectada por el avance de una expedición británica formada por mil
seiscientos soldados, dirigida por el comandante escocés Home Popham y el brigadier
general William Can Beresford, La rápida conquista de las tropas inglesas, que dejó a la
población en un estado de asombro y estupor, se produjo treinta años después de que
Buenos Aires fuera elegida capital de un nuevo virreinato. La estrategia de los británicos
al tomar el control de la capital fue la de asegurar la protección de la religión católica, en
un contexto histórico en donde prácticamente se regía por esas creencias, era fundamental
si se pretendía obtener cierta conformidad entre la población. Si bien las reformas
borbónicas, al procurar darse una Imagen Imperial y centralizar el poder, intentaron
minimizar la influencia de las comunidades religiosas, en nombre de una nueva razón de
estado, de ningún modo habían cambiado las bases católicas del orden vigente. Estas
primeras interacciones amables y pacíficas entre autoridades y vecinos de Buenos Aires
con los ocupantes británicos no durarían mucho tiempo. Durante el mes de julio, la
situación que vivían las tropas inglesas se volvió más incierta, ya que, los refuerzos que
Beresford demandaba a Inglaterra tardaban en llegar. La población porteña se mostró cada
vez más inquieta, mientras comenzaban a organizarse milicias urbanas voluntarias, en
forma secreta, con el fin de combatir a los invasores. Quienes organizaban las tropas de
la reconquista fueron el capitán de navío Santiago de Liniers, de origen francés, pero al
servicio de la Corona de España, Juan Martín de Pueyrredón y Martín de Alzaga, alcalde
del Cabildo de Buenos Aires. Alzaga era un rico comerciante español con fuerte
incidencia en el gobierno local y vinculado al monopolio. Cuando, durante su efímera
ocupación, los ingleses lanzaron un decreto de libertad de comercio, él y los demás
comerciantes vinculados al monopolio expresaron su Inmediata oposición.

Liniers y Pueyrredón se trasladaron a Montevideo, con el objeto de organizar la


reconquista y para obtener el apoyo dé su gobernador, Pascual Ruiz Huidobro, que
accedió él darles refuerzos para su empresa. Pueyrredón, a su regreso a Buenos Aires a
fines de julio, comenzó a reclutar soldados. A principios de agosto, las tropas locales
lideradas por Pueyrredón sufrieron una derrota a manos de un destacamento británico.
Pero poco después Liniers se embarcó para cruzar el Río de la Plata y, una vez en Buenos
Aires, logró dominar los principales accesos a la ciudad para luego avanzar hacia el Fuerte
británico, junto con la llegada de nuevos refuerzos desde Montevideo, las milicias locales
al mando de Liniers se juntaron en la Plaza Mayor; en las calles se desató una lucha
encarnizada, que culminó en la derrota de los ingleses. Estos últimos sufrieron un
estimado de cerca de ciento cincuenta bajas, mientras que las milicias locales perdieron
cerca de sesenta soldados. El 12 de agosto, Beresford alza una bandera blanca para
declarar la rendición.

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Si bien el intento de conquista de Popham y Beresford no tuvo por objeto estimular
un plan independentista en el Rio de la Plata, sino lograr la conquista de Buenos Aires,
entre los expedicionarios hubo cierta especulación en torno a las posibles tensiones entre
peninsulares y criollos, fruto de las reformas impuestas por la corona, con la esperanza
de poder obtener de estos últimos un apoyo a la ocupación. Tales especulaciones se
esfumaron cuando a la primera manifestación de pasividad de las autoridades y
corporaciones de la ciudad le sucedió una reacción más generalizada de la población, en
la que tanto españoles como criollos participaron activamente de la reconquista. Las
tenciones políticas que fueron generadas no bastaron para que la población aceptara la
conquista de los británicos.

La invasión inglesa dejaba como legado una crisis de autoridades sin precedentes:
no solo se había hecho evidente la incapacidad de las fuerzas militares españolas para
defender sus posesiones en América, sino también el dudoso comportamiento de las
autoridades coloniales, duramente cuestionado por gran parte de los vecinos y habitantes
de la ciudad. El propio virrey Sobremonte fue el más criticado. El Cabildo, bajo la presión
de parte de las milicias recientemente formadas, debió convocar a un cabildo abierto a
dos días concretada de la reconquista. Si bien no estaban expresamente legislados, en
ciertas ocasiones, y con el consentimiento de la autoridad política, convocaban a los
vecinos, altos funcionarios, prelados religiosos y jefes militares a fin de considerar
asuntos excepcionales, respecto de los cuales se buscaba el apoyo de la parte principal y
más distinguida de la población para tomar ciertas resoluciones que afectaban a toda la
comunidad. Fue una práctica poco común, pero en este caso la situación se presentó como
excepcional y, luego de fuertes discusiones, el cabildo abierto del 14 de agosto tomo una
decisión salomónica: delegar el mando político y militar en manos del héroe de las
jornadas, Santiago de Liniers. Si bien el Virrey no había sido destruido, se trataba de un
hecho inédito en el Rio de la Plata que, sin dudas, dejaba muy a la vista la ineficiencia e
incompetencia de la autoridad virreinal. Una novedad fue que, a causa de la debilidad de
las tropas españolas asentadas en el Rio de la Plata ante la invasión, fue necesario
reorganizar y reforzar la milicia nacida por la reconquista, para poder hacer frente a
posibles ataques o invasiones venideras de potencias extranjeras.

Segunda invasión.

Sin saber sobre lo acontecido en Buenos Aires, el gobierno Británico había decidido
enviar los refuerzos solicitados de la primera expedición. Dichos refuerzos llegaron a
Montevideo a fines de octubre de 1806, el oficial a cargo, al enterarse de la derrota sufrida
en Buenos Aires, tomó posesión de la isla Gorriti y de Maldonado a la espera de un nuevo
contingente de soldados para intentar, una vez más, la captura de la capital virreinal.

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Montevideo cayó en manos inglesas en febrero de 1807 y en mayo de ese año arribó
finalmente el refuerzo esperado al mando del teniente general John Whitelocke. A fines
de junio de ese año, las tropas inglesas desembarcaron en el puerto de Ensenada para
marchar sobre Buenos Aires, para su mala suerte, en los meses que pasaron entre la
primera y segunda ocupación británica a Buenos Aires, las fuerzas voluntarias reunidas
por Liniers se habían vuelto más numerosas y organizadas, surgieron así, en una ciudad
que apenas sobrepasaba los cuarenta mil habitantes, escuadrones de criollos que sumaban
alrededor de cinco mil hombres y de peninsulares que alcanzaron a sumar tres mil
milicianos.

Con esas fuerzas milicianas, Liniers enfrentó la segunda incursión inglesa a Buenos
Aires. A ellas se sumó la intervención activa del alcalde del Cabildo de la capital, Martín
de Alzaga. Luego de un primer revés sufrido por las tropas de Liniers en Miserere, Alzaga
organizó la defensa de la ciudad levantando barricadas y estimulando a los vecinos no
alistados en las milicias a participar desde sus casas para evitar el avance de las tropas
británicas. Estas últimas marcharon en trece columnas por las estrechas calles de la dudad,
sin sospechar que desde las casas les arrojarían todo tipo de objetos y proyectiles. Así.
pues. luego de una encarnizada lucha que dejó alrededor de dos millares de bajas en cada
uno de los bandos, Whitelocke debió aceptar su derrota y capitular el 6 de julio de 1807.
El Cabildo de la capital se consolidaba en su prestigio, poder. al ser el gran protagonista
en la organización de la defensa, y Liniers reforzaba aún más el apoyo y consenso popular
obtenido desde 1806 al estar a cargo de las milicias finalmente vencedoras.

Con esas fuerzas milicianas, Liniers enfrentó la segunda incursión inglesa a Buenos
Aires, a ellas se sumó la intervención activa del alcalde del Cabildo de la capital, Martín
de Alzaga. Luego de un primer revés sufrido por las tropas de Liniers en Miserere, Alzaga
organizó la defensa de la ciudad levantando barricadas y estimulando a los vecinos no
alistados en las milicias a participar desde sus casas para impedir el avance de las tropas
invasoras. Estas últimas marcharon en trece columnas por las estrechas calles de la
ciudad, sin sospechar que desde las casas les arrojarían todo tipo de objetos y proyectiles.
Así, luego de una encarnizada lucha que dejó alrededor de dos millares de bajas en cada
uno de los bandos, Whitelocke debió aceptar su derrota el 6 de julio de 1807. El Cabildo
de la capital se consolidaba en su prestigio y poder al ser el gran protagonista en la
organización de la defensa, y Liniers reforzaba aún más el apoyo y consenso popular
obtenido desde 1806 al estar a cargo de las milicias finalmente vencedoras.

Destitución definitiva del Virrey Sobremonte

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Si bien un año antes se obligó a Sobremonte a delegar parte de su poder en Liniers,
en febrero de 1807. una reunión de comandantes y vecinos agolpados frente al cabildo
presionó para exigir la deposición definitiva del Virrey. Sobremonte fue acusado de
abandonar a su suerte a los pobladores de ambas márgenes del Río de la Plata al no ofrecer
resistencia alguna cuando los ingleses tornaron el puerto de Montevideo. Debido a la
presión ejercida, obligo al cabildo de Buenos Aires y a la Audiencia a reunir una Junta de
Guerra. En realidad, se trataba de una junta Sui generis, que se asemejaba a un cabildo
abierto en la medida de las personalidades que participaban en ella. La Junta decidió
suspender en sus funciones al Virrey y tomarlo prisionero provisoriamente, de esa
situación de acefalía salió beneficiado el jefe de la reconquista. Dado que durante los
primeros meses de 1807 la Corona había cambiado el criterio por el cual debían cubrirse
interinamente las vacancias del cargo de virrey. Liniers se convirtió en el personaje de
mayor rango institucional en el Río de la Plata.

La ocupación británica dejó como legado conflictos de poder entre las autoridades
existentes y las milicias urbanas, que emergieron como un nuevo actor político. La
militarización rápida transformó la sociedad colonial, aunque la oficialidad de las milicias
provenía de la élite. Las invasiones pusieron en cuestión el vínculo entre América y la
Corona española, desencadenando una crisis institucional. La deposición del virrey
Sobremonte y la exhibición de la vulnerabilidad del Virreinato cuestionaron el proyecto
reformista borbónico y mostraron los límites de la lealtad colonial hacia la metrópoli.

La lucha del poder en España y su repercusión en América.

En 1808, las tropas lideradas por Napoleón Bonaparte invadieron España, dejando
a la Corona española sin un monarca legítimo, lo que condujo a una crisis sin precedentes.
Esto provocó una guerra de independencia en la Península y el surgimiento de
movimientos juntistas que reclamaban la soberanía en nombre del rey cautivo. La crisis
afectó las colonias hispanoamericanas, desencadenando la formación de juntas locales y
redefiniendo las alianzas internacionales. Napoleón ocupa la Península Ibérica en 1808.
En Buenos Aires, la presencia de la corte portuguesa en Brasil bajo protección británica
generó preocupación. Ante la ausencia de un monarca legítimo, se formaron juntas locales
en España para ejercer funciones gubernamentales interinas. Estas juntas enfrentaron
desafíos para coordinar la resistencia contra Francia y gestionar las colonias americanas.
Las juntas se formaron en España en respuesta a la ocupación francesa, con
composiciones heterogéneas y propósitos comunes de expulsar a los invasores y restaurar
al monarca legítimo. La Junta Central Gubernativa del Reino se formó para centralizar
decisiones, enfrentándose a la resistencia de las juntas locales. La imagen de Fernando
VII como el "Deseado" impulsó el movimiento juntista.

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La crisis peninsular se extendió a América, donde se formaron juntas locales en
respuesta a la vacante en el trono. Las reacciones variaron, con algunos intentos de
autonomía y lealtad al monarca cautivo. La Junta Central Gubernativa reconoció el riesgo
de no integrar a América en el gobierno peninsular y estableció representación americana
en 1809. La región del Río de la Plata enfrentó la crisis monárquica de diversas maneras,
incluyendo debates sobre a quién jurar fidelidad, la presencia de emisarios de Napoleón
y la formación de juntas locales. Montevideo desafió la autoridad de Buenos Aires
estableciendo su propia junta generando tensiones y acusaciones de insubordinación hacia
las autoridades coloniales. El 12 de enero de 1809, el Cabildo de Buenos Aires, liderado
por Martín de Alzaga, trató de establecer una junta similar a la de Montevideo,
desencadenando enfrentamientos. A pesar del apoyo limitado de las milicias del Cabildo,
el Virrey Liniers contaba con más tropas. El intento de establecer una junta fue
interpretado como un golpe contra el Virrey. Tras la detención de los responsables,
Liniers retiró el badajo de la campana del cabildo, simbolizando el fin de su poder.

Mientras tanto, Juan Martín de Pueyrredón, enviado a España en 1806, fue acusado
de sedicioso. Ante la crisis en la Península, alertó al Cabildo de Buenos Aires sobre la
anarquía en España y la falta de una junta central. Al regresar a Buenos Aires, fue
arrestado, pero logró escapar a Brasil.

Eventualmente Santiago de Liniers dejaría el cargo de virrey siendo relevado por


Baltasar Hidalgo de Cisneros, designado por la Junta Central en 1809, enfrentó desafíos
para restablecer el orden en Buenos Aires. A pesar de resistencias internas, intentó
pacificar la situación suspendiendo juicios y creando comités de vigilancia. En medio de
la agitación, autorizó el comercio con los ingleses para compensar la falta de fondos
debido al corte del flujo económico desde el Alto Perú. En medio de la incertidumbre,
controlar y monitorear las colonias no solo buscaba prevenir posibles rebeliones, sino
también evitar la difusión de noticias perturbadoras desde la Península. A pesar de los
intentos de Cisneros por ocultar el avance francés y la disolución de la junta Central, la
verdad llegó a Buenos Aires el 18 de mayo, generando una sensación de pérdida de la
Península ante los franceses. Líderes tales como Juan José Castelli, Manuel Belgrano, y
otros, presionaron a Cisneros para convocar un cabildo abierto, que finalmente tuvo lugar
el 22 de mayo de 1810 a partir de ese día, Buenos Aires inició un proceso que
transformaría la vida en el Virreinato. Desde 1806, la ciudad había sido testigo de eventos
increíbles, pero su influencia parecía limitarse al perímetro local. Las autoridades locales
estaban más preocupadas por disputas internas que por gobernar el gran territorio bajo su
dominio.

La Revolución del 25 de mayo

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En 1810 se abrió una nueva etapa tanto en la Península como en América. La
formación de juntas en diferentes ciudades americanas y la convocatoria a cortes en
España redefinieron los términos de la crisis iniciada en 1808. El rio de la plata estuvo
entre esas zonas rebeldes. Se formó una la primera junta de un gobierno provisional en
1810. En el cabildo abierto del 22 de mayo de 1810, los asistentes votaron una decisión
crucial: deponer al virrey Cisneros de su cargo por haber caducado la autoridad. Además
de deponer al virrey, ese mismo día se decidió que el Cabildo de la capital asumiera el
mando como gobernador y que, en tal calidad. se encargará inmediatamente de formar
una junta de gobierno para tutelar los derechos del rey Fernando VII. Al día siguiente. el
Cabildo hizo un último intento por integrar a Cisneros en esa Junta. Pese a lo acordado el
22 de mayo. se lo hizo abdicar previamente de su cargo para designarlo como presidente
de la Junta, aunque sin la calidad de virrey. Pero todo fue inútil.

El 25 de mayo, la Plaza de la Victoria se había convertido nuevamente en el


escenario de la agitación popular, Un movimiento liderado por el regimiento de Patricios
elevó un petitorio con la lista de los nombres que debían figurar en el nuevo gobierno. La
Junta quedó así constituida por nueve miembros: Cornelio Saavedra, a quien se le confirió
el supremo mando militar. la presidía; sus secretarios fueron Mariano Moreno y Juan José
Paso. y el resto de los vocales Manuel Belgrano, Juan José Castelli, Miguel de Azcuénaga,
Manuel Alberti, Domingo Matheu y Juan Larrea. Terminaba así la efímera carrera de
Cisneros en el Río de la Plata. Luego de tres movimientos destinados a deponer virreyes
en menos de cuatro años -el primero, exitoso, y el segundo, fracasado-, el tercero fue
definitivo, aunque las circunstancias que rodearon a este movimiento fueron diferentes a
las experimentadas en el pasado inmediato.

La formación de la Junta provisional implicó la creación de un gobierno autónomo,


que procuró erigirse en autoridad suprema de todo el Virreinato. La autonomía significaba
en aquel momento mantener el vínculo con el monarca y ejercer el autogobierno sin
reconocimiento del Consejo de Regencia peninsular. Aunque la legitimidad de la Junta
emanaba del Cabildo que la había creado, muy rápidamente sus miembros se mostraron
reticentes a compartir el poder con el Ayuntamiento de la capital. Para constituirse en
autoridad suprema era necesario ampliar su representación, integrar al resto de las
ciudades del Virreinato y reducir el poder de las instituciones coloniales. buscó ligar lazos
más firmes a sus dominios americanos otorgándoles representación en su seno. Sólo que
en este caso se trató de un proceso eleccionario destinado a designar representantes de las
ciudades principales el principio de retroversión de la soberanía a los pueblos que estaba
en la base del reclamo de autonomía obligaba a la Junta de Buenos Aires a buscar la
representación de esos pueblos. A tal efecto, envió inmediatamente una circular a los
cabildos dependientes para substanciar las elecciones, que debían llevarse a cabo en
cabildos abiertos. En cuanto al proclamado objetivo del nuevo gobierno de erigirse en el

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poder supremo, los problemas fueron mayores. En el acta confeccionada por el Cabildo
el 25 de mayo, la Junta asumió las atribuciones correspondientes a un virrey (gobierno,
hacienda y guerra), pero quedó limitada por la Real Audiencia, que absorbió la causa de
justicia, y por el Cabildo de la capital, que se reservó las atribuciones de vigilar a los
miembros de la junta, pudiendo destituirlos por mal desempeño de sus funciones, y de
dar conformidad a la imposición de nuevas contribuciones y gravámenes.

Desde su sede en Buenos Aires. la nueva Junta intentó transformar sus milicias en
ejércitos destinados a garantizar la fidelidad de los territorios dependientes. El primer
foco de resistencia a la Junta tuvo su epicentro en Córdoba, y fue duramente reprimido
en agosto. cuando se ordenó pasar por las armas a sus responsables, en las ciudades
dependientes de la intendencia de Córdoba, los cabildos de San Luis Y San Juan
adhirieron al nuevo gobierno, mientras que en Mendoza la adhesión sólo se consiguió con
la llegada de refuerzos de Buenos Aires. frente a la oposición que en un principio exhibió
el comandante de armas de la región. En la intendencia de Salta. el Cabildo expresó
inmediatamente su apoyo al nuevo orden, Las ciudades dependientes de Salta fueron
adhiriendo en diversos momentos: mientras el Cabildo de Jujuy prestó su obediencia
luego de la derrota y reemplazo del gobernador intendente, los cabildos de Tucumán y
Santiago del Estero lo hicieron antes de dicho reemplazo. y Catamarca prestó su adhesión
sin reticencias.

Poco después de creado el Virreinato, la autoridad del virrey reunió en sus manos
la de la gobernación intendencia. Así, la situación se presentó menos problemática para
Buenos Aires, ya que Santa Fe, Corrientes y las Misiones manifestaron su inmediata
lealtad, mientras que en Entre Ríos hubo complicaciones por la intervención de la flota
realista de Montevideo

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Referencias Bibliográficas

Ternavasio, M. (2013). Historia de la Argentina 1806 – 1852. Editorial Siglo veintiuno.


Pág.15- 118

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