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Los alimentos transgénicos son tratados genéticamente para su consumo. A diferencia de los que se
cultivan y se producen de manera natural, a estos alimentos se les modifica el ADN creando mutaciones y
generando un producto con unas características determinadas, eliminando su proceso natural.
Suelen ser alimentos de origen vegetal, aunque en la actualidad también se han iniciado algunos
procesos de tipo animal. Como ejemplos concretos se pueden encontrar algunas frutas y verduras en las
que se eliminan las pepitas, se modifica el color y el sabor, se retarda el proceso de maduración, se
incluyen mayores cantidades de minerales o, incluso, se crean híbridos entre varios tipos de alimentos
vegetales.
La soja y el maíz son dos de los alimentos de origen vegetal que más modificaciones genéticas han
sufrido, mejorando su composición para que sean más resistentes a las inclemencias del tiempo y a la
exposición a diferentes plagas.
Los alimentos transgénicos se originan a finales de los años noventa, aunque el proceso de modificación
genética es muy anterior. Este proceso en el mundo vegetal alcanza su punto álgido cuando se comienza
a aplicar de manera industrial a las cosechas, hasta que a finales de los noventa se crea el primer
producto vegetal con origen transgénico en Inglaterra: el queso para vegetarianos.
Al día de hoy, la ley exige que, para conocimiento de los consumidores, todos los productos que sean
manipulados de manera genética o procedan de otros modificados deben estar registrados mediante una
etiqueta en la que se especifique este hecho, ya que será decisión del consumidor la adquisición de
productos naturales o productos transgénicos.
2 Tomado de Rentería, I. (2011). Alimentos transgénicos: Ventajas y desventajas. Doctissimo. Recuperado de <https://goo.gl/JBbPXT>