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Guerra de Hispania (416-418)

La guerra de Hispania entre los años 416 y 418 fue un conflicto bélico que
enfrentó al Imperio romano de Occidente con los vándalos silingos y
los alanos asentados en las provincias hispanas
de Bética, Lusitania y Cartaginense.1 El Imperio no luchó con sus propias
tropas sino que utilizó a los visigodos y a los vándalos asdingos quienes
combatieron en su nombre como foederati.1
Antecedentes
La pérdida de las provincias hispanas
Artículo principal: Invasión del Rin

El 31 de diciembre del año 406 una coalición de pueblos bárbaros (alanos,


vándalos asdingos, vándalos silingos y suevos) rompieron las defensas
fronterizas romanas en el Rin e invadieron la Galia. Tras dos años y medio de
saqueos, decidieron cruzar los Pirineos en el otoño de 409 y entraron en
la diócesis de Hispania. Aprovecharon para ello que las tropas romanas
existentes en ella se encontraban concentradas en la provincia Tarraconense
para ser utilizadas en la guerra que enfrentaba a Geroncio con Constantino
de Britania.
Durante dos años, los invasores extendieron la destrucción por el resto de las
provincias hispanas en la península hasta que, en 411, decidieron
repartírselas entre ellos.1 Los alanos eran el grupo más importante y se
quedaron con dos: Lusitania y Cartaginense. A los vándalos silingos, por su
parte, les correspondió la Bética mientras que los vándalos asdingos y los
suevos se tuvieron que repartir la provincia más pequeña de todas: la
Gallaecia.
Tras el reparto, tanto vándalos como alanos intentaron llegar a un acuerdo
con el gobierno imperial que legitimase, de algún modo, su asentamiento. 1
Con este objetivo enviaron embajadores a Rávena y solicitaron ser
reconocidos como foederati para lo que ofrecieron rehenes y luchar como
aliados del Imperio.1 Solo los vándalos asdingos, los más débiles, tuvieron
éxito en ello mientras que los vándalos silingos y los alanos vieron
rechazadas sus propuestas.1
La guerra gótica y las usurpaciones
Artículo principal: Guerra gótica (408-416)

Cuando la coalición invasora saqueó Hispania, el gobierno de Honorio no


pudo hacer nada para evitarlo ya que solo controlaba la prefectura de Italia y
parte del ejército imperial. Además, estaba inmerso en una guerra contra los
visigodos y en su propia defensa frente a las usurpaciones de Constantino de
Britania, Jovino y Heracliano. Solo tras acabar con ellas pudo reunir a lo que
quedaba de tropas en el verano de 413 y concentrar su esfuerzo en acabar
con los invasores.2 Con todo, su capacidad seguía siendo limitada ya que las
luchas desde 406 habían reducido los efectivos comitatenses a la mitad.3
El primer objetivo fueron los visigodos que, para entonces, controlaban el
sureste de la Galia. Flavio Constancio, el general al mando evitó el
enfrentamiento directo y confió en que la falta de suministros los doblegaría.
Tuvo éxito en su estrategia porque, con los puertos bloqueados y el interior
devastado, Walia se avino a negociar un acuerdo de paz. En él, los visigodos
obtuvieron lo que llevaban buscando desde su entrada en Italia varios años
antes: un asentamiento legal dentro de las fronteras del Imperio, en el valle
del río Garona. A cambio, debían luchar en nombre de Roma contra los
invasores que ocupaban Hispania.
Desarrollo
Campañas entre 416 y 418 de los visigodos y vándalos asdingos para recuperar, en
nombre del Imperio romano, las provincias de Bética, Lusitania y Cartaginense.

Reconquista de la Cartaginense
Los alanos habían recibido dos provincias y se estima que estaban divididos
en dos grupos diferentes: el que se asentó en la Cartaginense siguiendo
a Respendial y los que lo hicieron en Lusitania bajo el mando de Ataces.1
Parece ser que la reconquista de la provincia Cartaginense no fue obra de los
visigodos sino de los vándalos asdingos.1 Estos, al mando de su
rey Gunderico, se dirigieron al interior peninsular y consiguieron derrotar a
los alanos de Respendial cuyos supervivientes se pusieron a las órdenes de
su rey y volvieron con ellos a Gallaecia.1
Reconquista de Bética y Lusitania
Los visigodos partieron de Barcino (Barcelona) a mediados del año 416.
Tenían un particular resentimiento contra los vándalos silingos ya que,
durante los años anteriores, estos se habían aprovechado de su escasez de
suministros para venderles el trigo a precios desorbitados.4 Se dirigieron a la
provincia de Bética aunque no se sabe con certeza por qué medio. Se
especula que fue por tierra o bien transportados por mar en barcos de la
armada imperial.5
Una vez en el sur, comenzaron a hostigar a los silingos y Walia consiguió
capturar a su rey Fridibaldo, sin lucha, mediante una estratagema.6 La batalla
entre ambos ejércitos se produjo junto a Calpe occidental (Carteia) donde
los visigodos infringieron una severa derrota a los vándalos que sufrieron una
gran cantidad de bajas.7 Los vencedores pasaron el año 417 expulsando de
la provincia a los invasores que quedaban quienes huyeron hacia el norte con
sus familias para refugiarse dentro del territorio de los asdingos.
El siguiente objetivo fueron los alanos de Ataces. Los visigodos avanzaron
hacia el norte y entraron en su territorio. En el 418 se produjo el choque contra
el ejército alano y su rey murió durante el combate.7 Al igual que habían
hecho el otro grupo de alanos y los silingos, los supervivientes optaron por no
elegir a un nuevo líder y huyeron hacia el territorio asdingo para unirse a
ellos.7
Final de la guerra y consecuencias
Tras la derrota de los alanos, Flavio Constancio ordenó a los visigodos
detener la campaña ese año 418 y dirigirse a la Galia donde se les concedió
un asentamiento en la provincia de Aquitania Segunda y en el valle del
río Garona. La guerra no continuó contra los invasores asentados en
Gallaecia: el Imperio mantuvo el acuerdo de alianza con los asdingos
mientras que los suevos, finalmente, tampoco fueron molestados.1
El Imperio consiguió recuperar las provincias perdidas y restablecer su
administración en ellas. Para el año 420 ya se tiene constancia de la
existencia de un vicario para Hispania llamado Maurocelo.8 Sin embargo, la
paz duraría poco. Los asdingos vieron aumentada considerablemente su
fuerza militar de tal manera que, al siguiente año 419, intentaron expandir su
territorio a costa de los suevos y provocaron una guerra entre ellos. Tras su
fracaso, huyeron hacia el sur, se adueñaron de la Bética y derrotaron a los
romanos en el año 422.

Guerra suevo-vándala (419-420)


La guerra suevo-vándala de los años 419 y 420 fue un conflicto bélico que
enfrentó a los vándalos asentados en Gallaecia contra su vecinos suevos.1 El
Imperio romano de Occidente intervino en ayuda de los suevos e impidió que
los vándalos les venciesen aunque, parece, que su objetivo principal era
acabar con el usurpador Máximo de Hispania que se encontraba entre ellos.1
Con todo, no pudieron evitar que estos huyesen a la Bética y se hiciesen con
el control de la provincia.1
Antecedentes
En el año 411, alanos, vándalos silingos, vándalos asdingos y suevos
acordaron un reparto de las provincias hispanas que habían invadido unos
años antes y en virtud del cual, asdingos y suevos tuvieron que compartir la
más pequeña de ellas: Gallaecia. Los cuatro pueblos intentaron llegar a un
acuerdo con el Imperio que legitimase, de algún modo, su ocupación algo en
lo que solo tuvieron éxito los asdingos y suevos quienes lograron ser
reconocidos como foederati.2
Para el 416, el Imperio consiguió reponerse de la grave crisis que había
atravesado durante los diez años anteriores y obligó a los visigodos a que
recuperasen Bética y Lusitania en su nombre como condición para acordar
la paz con ellos.2 Los vándalos asdingos, por su parte, también intervinieron
en la guerra como aliados de Roma y reconquistaron para ella
la Cartaginense.2
Tras sus derrotas, los supervivientes silingos y alanos huyeron hacia el norte
y se unieron a los asdingos cuyo rey adoptó el título de Rex Vandalorum et
Alanorum y que, con estas incorporaciones, vieron aumentar
considerablemente su población y poder militar.2
Estallido y desarrollo
Campañas de suevos, vándalos e Imperio romano de Occidente durante la guerra
suevo-vándala en Hispania.

El inicio de la guerra fue consecuencia de dos elementos: por un lado, el


mencionado aumento de población y poder de los asdingos que hizo
pequeño el territorio donde se asentaban; por otro, la presencia entre ellos
del usurpador Máximo de Hispania quien había gobernado como emperador
alternativo en Tarraconensis entre 409 y 412 y que, tras su deposición,
encontró refugio entre los invasores asentados en Gallecia.3 En algún
momento, durante la segunda mitad del año 419, Máximo volvió a
proclamarse emperador.4 Contaba con el respaldo de los vándalos quienes
repetían la estrategia que habían seguido los visigodos con Prisco
Átalo consistente en elevar a un emperador títere que diese una apariencia
de legitimidad a sus actuaciones.
La tensión con sus vecinos suevos llevó a que se enfrentasen, ese mismo año
419, en la batalla de los montes Nervasos (de incierta localización aunque
parece que situados entre León y Oviedo) donde los vándalos inclinaron la
balanza a su favor y consiguieron rodear a los suevos.5 Para entonces, las
noticias de las hostilidades y de la usurpación de Máximo ya habían llegado
a las autoridades imperiales quienes organizaron un ejército y lo enviaron a
la zona al mando del comes Hispaniarum Asterio.4 El objetivo principal del
Imperio era acabar con Máximo aunque parece que, también, buscaba
mantener un equilibrio de poder entre los dos pueblos bárbaros o acabar con
ellos aprovechando su enfrentamiento.6 El ejército Imperial llegó iniciado el
año 420 y se enfrentó a los vándalos con éxito de tal manera que estos
tuvieron que levantar el cerco y abandonar a Máximo a su suerte.1 Se
dirigieron, entonces, a Bracara Augusta (Braga) aunque Asterio no los
persiguió y confió que otro ejército romano que llegaba desde Lusitania al
mando de Maurocelo se encargase de ellos.1 En su lugar, retornó a sus
cuarteles y condujo al usurpador a Roma donde este fue ejecutado.
Los vándalos, por su parte, se encontraron con las tropas de Maurocelo cerca
de la citada Bracara Augusta y tras ser derrotados durante las primeras
escaramuzas, optaron por huir hacia la Bética sin que el ejército Imperial
hiciese nada para evitarlo.7
Final de la guerra y consecuencias
Una vez que los vándalos se establecieron en la Bética, los suevos
mantuvieron su estatus de aliados del Imperio y pudieron controlar, sin
oposición, toda la provincia de Gallaecia que hasta entonces habían tenido
que compartir con los vándalos. Los romanos, por su parte, consideraron un
éxito su intervención ya que habían podido abortar, en su inicio, la nueva
usurpación de Máximo. De hecho, Asterio fue reconocido por ello con el título
de Patricio tras su regreso a Rávena.
Sin embargo, el conflicto se reveló pronto, realmente, como un desastre para
el Imperio ya quedaron desechos, en gran parte, los logros obtenidos
por Walia para él apenas dos años antes.8 En lugar de tener a dos pueblos
bárbaros pacificados y asentados en la pequeña provincia de Gallaecia, se
encontraron con unos suevos más poderosos y con los vándalos instalados,
de nuevo, en la rica provincia de Bética.8
Migraciones bárbaras y Alarico
Período de las grandes migraciones
Hoy por fin empezamos con el período de las migraciones bárbaras en la
península ibérica, dentro del contexto de grandes migraciones a nivel
Euroasiático. Esto ocurrió durante la Antigüedad tardía, que es el término que
se usa para referirse a este período entre la crisis del siglo III y el Bajo Imperio
hasta la conquista musulmana del Reino visigodo, y esto lo menciono porque
lo normal ahora es no considerar que los reinos bárbaros surgidos con la
caída del Imperio romano supongan un cambio radical respecto a lo visto en
el Bajo Imperio. Las instituciones, sociedad y economía no sufrieron cambios
muy dramáticos con el Reino visigodo, y esto es muy normal en la mayoría de
los procesos históricos, porque aunque nos guste dar fechas, uno no se
acuesta en la Antigüedad y se levanta en el medievo.

Mapa de las principales migraciones bárbaras hacia el Imperio romano


Antiguamente se hablaba de invasiones, aunque desde hace unas décadas
los historiadores prefieren hablar de migraciones y asentamientos. Esto es
así no por ser políticamente correctos, sino porque muchas veces la llegada
y asentamiento de pueblos bárbaros se produjo con el permiso de las
autoridades romanas, y estamos hablando de familias enteras, no solo de
hombres guerreros. También sería erróneo hablar de invasiones o
migraciones germánicas, porque había gentes iranias o de las estepas del
este de Europa por ejemplo. Por cierto, para aclararlo, cuando hablamos de
bárbaros se entiende que hablamos de pueblos extranjeros, no romanos, que
en su mayoría no hablaban latín ni eran católicos, no pienses en bárbaro en
el sentido peyorativo de salvaje.
Los bárbaros que se asentaron luego en el Imperio romano eran gente que
llevaban siglos en contacto con los romanos porque eran vecinos, y la
mayoría de las fronteras suelen ser bastante permeables, excepto Corea del
Norte claro. Aparte de tener algún rifirrafe ocasional, los romanos y bárbaros
comerciaban, y el Imperio intervenía en la política de las jefaturas
germánicas apoyando a uno u otro caudillo contra otro o enviando regalos,
de modo muy similar a cómo los chinos intervenían en las políticas de los
pueblos nómadas del norte para evitar que se unificaran y se volvieran contra
ellos. Como fruto de estos contactos, también se produjeron migraciones
bárbaras en los siglos II y III por factores climáticos, demográficos y
económicos.
Fue entonces cuando el ejército romano inició un proceso de barbarización,
es decir, se sustituían las levas de gentes del propio imperio por inmigrantes
del norte y este de Europa, mientras que al mismo tiempo esos bárbaros
aprendían y adoptaban algunas costumbres romanas. Esta barbarización del
ejército vista por algunos como una quinta columna en la parte Occidental
del Imperio, se produjo en gran parte porque la gente del Imperio no estaba
dispuesta a servir en el ejército voluntariamente, y preferían pagar más
impuestos y que el estado contratara a bárbaros.
Pero el fenómeno migratorio que hoy nos ocupa comenzó en el siglo IV, en
parte por la llegada de un misterioso grupo de pueblos nómadas conocidos
como los hunos, que causaron una fuerte escalada de las migraciones
durante los siglos IV y V. Los hunos probablemente vinieron de Mongolia y
Asia Central, y se expandieron hacia el oeste destruyendo y arrasando todo a
su paso. Los hunos, con la devastación que causaron, provocaron un efecto
dominó porque empujaron a los pueblos germánicos, iranios y eslavos a los
territorios del Imperio romano.
Los bárbaros pensaban que podían estar más seguros de la amenaza huna al
trasladarse a las provincias romanas, y para lograrlo y para tener un mayor
poder al negociar con Roma siguieron la tendencia que surgió siglos antes de
formar grandes confederaciones militares. Esta historia puede sonarte
familiar porque en Juego de Tronos los Caminantes Blancos, que aquí serían
los hunos, obligaron a los Salvajes de más allá del muro a unirse bajo un
liderazgo común y los empujaron a las tierras de los Siete Reinos, es decir el
Imperio romano.
Historiadores como Guy Halsall en cambio destacan la relación de
interdependencia de las jefaturas bárbaras y del Imperio romano como la
causa principal de las migraciones hacia dentro del Imperio romano, porque
como los patronazgos y regalos dejaron de llegar las élites bárbaras tenían
motivos para entrar en conflicto con el Imperio romano. De hecho, no es
ninguna novedad que estallaran guerras entre Roma y los bárbaros por este
motivo, y por eso mismo estalló la guerra gótica del siglo III.
Estas grandes migraciones bárbaras fueron una de las principales causas de
la caída del Imperio romano de Occidente a finales del siglo V, aunque no la
única. El Imperio romano tenía sus propias debilidades internas, y las
transformaciones del siglo III provocaron que el Imperio estuviera más
fragmentado social y económicamente, y que por tanto el gran Imperio
romano fuera más difícil de gestionar. Las transformaciones de las que hablé
con detalle en el episodio anterior y en el episodio extra 4 provocaron que los
aristócratas del Bajo Imperio dejaran de preguntar qué podían hacer ellos por
el Imperio, y en cambio preguntar por qué podía hacer el Imperio por ellos.
En parte por la fuerza y por una serie de casualidades, y en parte con el apoyo
de unas élites provinciales romanas cada vez más diferenciadas y con
intereses distintos, esos inmigrantes bárbaros sustituyeron el aparato
político y militar romano. Como verás a lo largo de este y de los siguientes
episodios, la caída del Imperio romano de Occidente no fue un colapso
abrupto e inesperado, sino un proceso progresivo y evitable que culminó con
la creación de distintos reinos bárbaros que recogieron el testigo de Roma.
El origen de los godos
El inicio de las grandes migraciones bárbaras hacia el Imperio romano se
produce muy lejos de Hispania, cuando se rompe la frontera del Danubio en
el año 376. Por eso he decidido empezar hablando sobre el pueblo bárbaro
que tuvo el rol más destacado en el fin del Imperio romano y luego en la
historia de España, los godos. ¿Pero de dónde venían originalmente los
godos?
La teoría tradicional es que los godos eran originarios de la actual Suecia, en
Escandinavia, y que se trasladaron luego a la actual Alemania oriental y
Polonia. De ahí que en el concilio de Basilea del siglo XIV una delegación
castellana y otra sueca debatieran sobre quién era más godo, y el
representante castellano dijera que los godos vagos y sin iniciativa se
quedaron en Suecia mientras los heroicos habían migrado a España.
Sin embargo, eso de que provenían de Suecia puede ser un invento y lo único
seguro es que los godos hablaban una lengua germánica oriental y que a
partir del siglo III algunos emigraron a la estepa póntica, al norte del mar
Negro, en búsqueda de tierras más cálidas y fértiles. Ahí es donde
interactuaron con nómadas euroasiáticos como los escitas, y aprendieron
sus tácticas militares basadas en la caballería. La importancia de la
caballería en contraste con la infantería para los godos cambió sus
estructuras sociales y políticas, y en esa Gotia multiétnica se fue gestando lo
que sería la identidad goda.
Mapa de las migraciones godas

De todos modos, la migración a la estepa póntica de los godos y otros


pueblos germánicos causó desorden y provocó conflictos con Roma, uno de
ellos las guerras góticas del siglo III. En este conflicto los godos fueron
derrotados y según la visión tradicional eso causó la división de los godos en
dos grandes confederaciones, los tervingios y los greutungos. La realidad
parece ser bastante diferente, porque la mayoría de los historiadores en la
actualidad creen que los tervingios eran la confederación más poderosa,
pero que luego había varios grupos de godos no tervingios, entre los que
estaban los greutungos.
También se ha cuestionado la común identificación de los tervingios con los
visigodos y los greutungos con los ostrogodos, porque se ha comprobado que
en las filas visigodas había tervingios, greutungos, godos de otras
confederaciones, e incluso alanos y hunos. Por tanto, aunque los tervingios
pudieran ser mayoritarios en esta composición, la identidad visigoda fue
gestándose y evolucionado con estos componentes multiétnicos. En
cualquier caso, los tervingios se asentaron en las llanuras del Danubio al
oeste del río Dniéster, y éstos mantuvieron estrechas relaciones con Roma.
Los godos tervingios se convirtieron mayoritariamente al cristianismo arriano
a finales del siglo IV, gracias al obispo Ulfilas que tradujo los Evangelios y gran
parte de la Biblia en lengua gótica. La confederación tervingia estaba
gobernada por una especie de juez, que tenía una autoridad superior sobre
los demás caudillos. En cambio, los greutungos se asentaron más al este de
Ucrania y por eso sabemos menos de ellos.
La crisis goda
Sea como fuere, los hunos aparecieron como una tormenta y derrotaron e
incorporaron a muchos grupos de alanos y godos greutungos. Las hordas
hunas se aprovecharon de la debilidad interna de los godos, ya que éstos
estaban sufriendo porque el comercio con los romanos se había restringido
más y habían dejado de recibir tributos tras las campañas del emperador
Valente a finales de los años 360. Es más, como en otras ocasiones los
romanos estaban confrontando a grupos de bárbaros con otros con la
finalidad de debilitarlos, pero el problema es que cometieron un error de
cálculo y no vieron que quizás habían debilitado demasiado a los godos.
Sin querer, los propios romanos habían aupado a un enemigo aún más
temible que los godos. El resultado fue que una gran facción de godos cruzó
el Danubio en el 376 para adentrarse en el Imperio romano. Esto se produjo
con la ayuda de los propios romanos, porque el emperador Valente quería
reclutar más tropas para sus campañas contra los persas, y además éstos al
asentarse y poner tierras abandonadas a trabajar podían hacer crecer los
ingresos fiscales. Se suponía que tenían que desarmarlos y censarlos, pero
el número de godos entrando en el Imperio fue tan grande que las
autoridades romanas quedaron desbordadas.
Poco después los romanos se encontraron con un problema: no tenían la
logística para alimentar a toda esa gente, y las corruptas autoridades locales
aprovecharon para poner precios desorbitados a los alimentos. Para colmo,
las tropas del Danubio no pudieron evitar que grupos de godos greutungos,
hunos y alanos cruzarán también el río, y todos ellos aprovecharon para
saquear los Balcanes con impunidad. El emperador Valente y las mejores
tropas del oriente romano enfrentaron a todos estos grupos de bárbaros en
la batalla de Adrianápolis, pero para su desgracia el emperador murió en
batalla y muchos de los mejores oficiales y soldados romanos murieron.
El desastre fue colosal, y tal y como demuestra José Soto Chica y otros
autores contemporáneos, no fue una batalla de un Imperio decadente y
condenado a perder ante los vigorosos bárbaros, sino que las causas de la
derrota se encuentran en el mal liderazgo de Valente y los errores de
inteligencia al evaluar las fuerzas enemigas. Solo tras tres años de dura
campaña pudo el emperador Teodosio derrotar y someter a los bárbaros que
habían entrado en el Imperio romano. Los godos se asentaron dentro del
Imperio y se les garantizó tierras para cultivar en Tracia y Macedonia, y como
había tantos de ellos se crearon unidades militares enteras únicamente
godas.
Los godos derrotados sirvieron al emperador Teodosio, porque lo irónico es
que los romanos necesitaban a los efectivos bárbaros para proteger la
frontera del Danubio de los otros bárbaros. Pero a pesar de que más o menos
Teodosio pudo controlar a los godos, lo cierto es que había muchas tensiones
y mala sangre entre ellos y los romanos, por un lado, porque los romanos
recordaban la oleada de saqueos y violencia que habían causado, mientras
que los godos veían como los usaban en las batallas como carne de lanza. A
la muerte de Teodosio, la llegada al trono de dos menores en las dos partes
del Imperio desató de nuevo el caos y una lucha de poder.
Estilicón y los visigodos de Alarico
Como ya vimos en el episodio anterior, Teodosio dejó a su hijo Honorio el
cargo de emperador del Imperio romano de Occidente, bajo la tutela del
general romano-vándalo Estilicón. Estilicón tenía controlaba los ejércitos de
Occidente e incluso algunos de Oriente, así que era el hombre más poderoso
del Imperio, mientras que el galorromano y enemigo de Estilicón Rufino
controlaba Oriente. He aquí donde aparece el godo Alarico, uno de los
bárbaros más famosos de la historia.
Los orígenes de Alarico son oscuros, y no hay evidencia para considerarlo ni
un miembro de la clase dirigente goda ni tampoco se le puede considerar un
rey. Lo que sí es cierto es que emparentó por casamiento con la dinastía
baltinga, al hacerse yerno del último juez tervingio. Las fuentes más próximas
dejan claro que Alarico comandaba a los hombres bárbaros que se le habían
asignado, tanto godos como no godos, y por tanto eso desbanca la idea de
que fuera el rey de un antiguo linaje que estuviera liderando a su nación.
El hecho de que estuviera liderando a godos, pero también a gente de otro
origen es muy importante, porque lo que entendemos como visigodos no es
más que la facción de un conglomerado multiétnico, aunque
predominantemente godo, liderados por Alarico y sus sucesores, y que a lo
largo del tiempo fue incorporando a más godos, a otros bárbaros e incluso a
cautivos y renegados romanos. Dicho esto, Alarico aparece por primera vez
liderando un regimiento de godos fiel a Teodosio, y aunque no es ni mucho
menos el único caudillo godo de la época sí es el más dispuesto a rebelarse
contra el Imperio. Alarico estaba muy descontento porque no había recibido
el mando militar que deseaba, y sus subordinados también lo estaban
porque solo eran usados como carnaza.
Así que en el año 395 la rebelión de Alarico empezó saqueando Macedonia,
al mismo tiempo que los hunos estaban atacando Asia menor y Oriente
estaba bastante indefenso, porque algunas tropas estaban en Italia bajo el
control de Estilicón. El hombre fuerte de Oriente, Rufino, derrotó a Alarico,
pero no terminó con él, porque quería usarlo contra su enemigo acérrimo,
Estilicón. Estilicón ambicionaba el control de todo el Imperio y por el
momento quería anexarse la provincia de Iliria, en los Balcanes, pero Rufino
convenció al emperador oriental para ordenar a Estilicón que se retirara de
Iliria y que devolviera las tropas orientales estacionadas en Italia.
Sorprendentemente, Estilicón hizo caso, probablemente para demostrar que
era alguien leal. A todo esto, los godos de Alarico siguieron causando
estragos en los Balcanes hasta que Alarico recibió el título de magister
militium de Iliria, lo que permitió que por fin sus tropas y sus familias
pudieran recibir comida y un salario estable. Esto continuó hasta que en
Constantinopla y en otras partes de Oriente estalló una ola de violencia
contra los godos. No sabemos si Alarico fue destituido o qué pasó, pero como
su posición estaba en riesgo y su ejército podía dejar de recibir los víveres
necesarios para sobrevivir, los godos de Alarico atacaron Italia en el 401.
Estilicón había ordenado la retirada de la mayoría de las tropas de Britania y
el norte de la Galia para proteger la frontera del Rin de los bárbaros que
querían cruzarlo, entre ellos los vándalos, suevos y alanos. Así que Estilicón
tuvo que apresurarse para terminar la campaña ahí y enviar tropas en Italia,
donde al final repelió con éxito los ataques de los godos de Alarico. Parece
que Alarico y Estilicón llegaron a un acuerdo y los mermados godos de Alarico
se estacionaron en la región de Panonia, más o menos en la actual parte
occidental de Hungría.
La ruptura de la frontera del Rin
Los hunos seguían migrando hacia el oeste e incorporando a otros pueblos
en sus hordas, porque como los tributos de Roma habían dejado de llegar
para algunos los hunos se habían presentado como una alternativa al poder
romano. Muchos de los que no se unían a los hunos se veían presionados
para adentrarse en tierras del Imperio romano. Aquí es cuando aparece un
caudillo godo llamado Radagaiso, liderando a grupos muy heterogéneos de
bárbaros que ascendían a unas 100.000 personas, de las cuales 20.000 eran
guerreros. Radagaiso y su gran ejército se precipitó sobre el norte de Italia y
asedió Florencia.
Estilicón tuvo que retirar aún más tropas de la frontera del Rin para hacer
frente a esta gran fuerza invasora, y finalmente pudo derrotar al ejército de
Radagaiso y matar a su líder. A pesar de esta victoria, la estabilidad del
Imperio romano estaba cada vez más tocada. La política exterior del Imperio
romano en esos tiempos era un completo desastre. No había unas defensas
suficientes para proteger las fronteras del Rin y del Danubio, y no existía ya
ninguna política para usar la estrategia de dividir y vencerás para evitar que
surgieran grupos de bárbaros fuertes. Está claro que ya no pensaban en algo
tan fundamental, porque estaban permitiendo que los hunos o que alguien
como Radagaiso formaran un poder temible.
Y mientras no había ninguna política exterior ante tales amenazas, Estilicón
seguía empeñado en pedir más provincias al Imperio romano de Oriente,
quizás con el fin de nombrar a Alarico magister militium de Iliria otra vez y
convertirlo en su aliado. A causa de las guerras contra los bárbaros, Estilicón
y sus tropas estaban diezmadas, y el aparato estatal y la presencia del
ejército romano en la Germania, el norte de la Galia y Britania prácticamente
habían desaparecido. Con estos territorios desprotegidos, bárbaros como
los sajones y los hérulos podían lanzar ataques indiscriminados sin
oposición. Sin nadie prestando atención en la frontera del Rin y con pocos
efectivos ahí estacionados, los bárbaros del otro ado del río estaban
preparados para cruzar el Rin.
La ruptura de la frontera del Rin se produjo antes de que Estilicón pudiera
asegurarse la ayuda de Alarico para hacer frente a la amenaza. En el 31 de
diciembre del año 406 una gran coalición de vándalos, suevos, alanos, y otros
pueblos bárbaros cruzó el río Rin y comenzó a arrasar la Galia. Algunos
autores lo fechan el 31 de diciembre del año anterior, pero eso me parece un
poco difícil de creer teniendo en cuenta que de ser así Radagaiso seguiría
vivito y coleando. En la Galia la coalición del Rin luchó contra los francos, que
en ese momento eran aliados de los romanos, y en la batalla de Maguncia el
rey vándalo murió, pero los alanos llegaron justo a tiempo para salvar la
situación y saldarse con una gran victoria. En general, los bárbaros
encontraron poca resistencia organizada y tuvieron éxito en el pillaje de la
indefensa Galia, algo que causó conmoción en todo el Imperio. Unos años
después de cruzar el Rin, la mayoría de ellos cruzaron los Pirineos en el otoño
del 409, pero eso lo veremos en el próximo episodio.
¿Quiénes eran los vándalos, suevos y alanos?
Antes de continuar con la narrativa, es importante conocer un poco a los
pueblos de la coalición del Rin. Empecemos con los alanos. Los alanos
pueden ser la confederación más enigmática que cruzó los Pirineos en el 409,
ya que las fuentes literarias y arqueológicas son casi inexistentes. Eso no es
sorprendente considerando que pronto desaparecerían como grupo
independiente y se estima que unos 30.000 cruzaron los Pirineos, incluyendo
guerreros y sus familias.
Lo que sí está claro es que los alanos eran una confederación de pueblos
esteparios iranios, originarios de las montañas del Cáucaso, entre los mares
Negro y Caspio. Como confederación de las estepas, los alanos no eran
dados a la agricultura ni a asentarse en una región, sino que sus principales
actividades eran la cría de ganado, el pastoreo, la caza y, por supuesto, el
pillaje, y su forma de vida los hizo un pueblo guerrero y belicoso. Tanto es así
que el mayor honor para un hombre alano era morir en el campo de batalla, y
el trofeo más valorado era el pelo del enemigo, que servía de adorno para el
caballo del ganador.
El mayor historiador de su época del Reino visigodo, San Isidro de Sevilla, dijo
que los alanos «se sienten cansados y deprimidos cuando no tienen un
caballo». Como jinetes de la estepa, los alanos destacaron en el uso de arcos
y caballería pesada, e influyeron a los pueblos germánicos para dar más
importancia a estos elementos. Los alanos que cruzaron el Rin en el 406 se
dividieron entre algunos que permanecieron en la Galia bajo el rey Goar,
mientras que el otro grupo penetró en la península ibérica bajo el rey
Respendial.
Es importante destacar que todos los pueblos bárbaros, incluyendo los
visigodos, sufrieron un proceso de etnogénesis por sus contactos con los
romanos, es decir, que fueron cambiando y sufriendo transformaciones que
de otro modo no se hubieran producido y que los definieron como etnia o
pueblo. Las largas migraciones y sus servicios o sus conflictos con los
romanos provocaron que los bárbaros desarrollaran una mayor cohesión de
grupo, distintos grados de romanización y una mayor estratificación social.
Además, la elección de líderes guerreros temporales fue dando paso a
monarquías más estables en algunos pueblos germánicos o de la estepa, y
todos estos cambios se aceleraron aún más cuando los bárbaros se
asentaron en el Imperio romano.
Siguiendo con los bárbaros que entraron en el 409, tenemos a los vándalos,
que procedían de Escandinavia y el norte de Polonia. Se dividieron en dos
grupos inicialmente independientes, los vándalos silingos y los vándalos
asdingos. Los vándalos silingos vivieron más tarde al norte de lo que hoy es
República Checa, mientras que los vándalos asdingos vivieron en Hungría y
Rumania. Los vándalos fueron de largo el grupo bárbaro más numeroso en
cruzar los Pirineos en el año 409, con alrededor de 80 o 100.000 personas de
las cuales unas 20.000 eran soldados. A diferencia de los alanos que eran
paganos, la mayoría de los vándalos eran arrianos, como los visigodos en
esta época.
Puede que te preguntes qué carajo es el arrianismo, y no, no es una religión
diferente, sino una doctrina cristiana que rechaza la idea principal de la
Trinidad. La Trinidad dice que Dios es un solo Dios representado en tres
personas distintas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Por el contrario, el
arrianismo defiende que Jesús no era igual a Dios y que era un subordinado
de Dios, y por ello el Credo de Nicea, que era la doctrina cristiana oficial del
Imperio romano, etiquetó al arrianismo como una herejía, por lo que los
arrianos también tenían su propia Iglesia. Finalmente tenemos a los suevos.
En su crónica del siglo I, el historiador romano Tácito dejó muy claro que los
suevos no eran un grupo de pueblos homogéneos, sino una confederación de
muchas tribus diferentes que ocupaban un gran territorio alrededor del río
Elba.
Por lo tanto, los suevos no tenían una fuerte identidad étnica como los
vándalos o los visigodos, pero muchas pequeñas tribus se unieron a ellos
precisamente porque eran un grupo más abierto en comparación con otros.
Los suevos que llegaron a Hispania no eran muchos y de hecho eran el grupo
más reducido, se ha estimado que eran en torno a 25.000 personas, con
probablemente unos 5.000 guerreros. Así que aunque no tenemos números
reales de cuánta gente entró en la península ibérica en el 409, las
estimaciones oscilan entre 100.000 y 150.000 personas, de las cuales como
mucho 30 o 40.000 eran hombres guerreros, todo ello sobre una población
que en la Hispania del siglo V debía rondar los 5 o 6 millones de habitantes.
La rebelión de Constantino III
Volviendo a la historia, Estilicón no tuvo otra opción más que concentrar
fuerzas para hacer frente a las amenazas de dentro de las fronteras del
Imperio, pero esa decisión lo llevó a su caída en desgracia. Los militares y la
aristocracia galorromana y romano-británica se sintieron abandonados por
la corte de Rávena, la capital de facto del Imperio romano de Occidente, y
eso sembró la semilla de la rebelión. En Britania, el usurpador Constantino III
se declaró emperador del Imperio romano de Occidente en el 407, y se
presentó a sí mismo como el salvador de los romanos abandonados por
Honorio. El hecho de tener un nombre muy comercial lo ayudó, porque la
gente recordaba aún al emperador Constantino el Grande.
Constantino III se trasladó a la Galia para hacerse con el control de Arlés, la
capital de la Prefectura de las Galias, y Estilicón envió a uno de sus hombres,
el godo Saro, para suprimir la rebelión de Constantino, aunque sin éxito.
Alarico estaba interesado en formar una alianza con Estilicón y ganar un
asentamiento estable con todos sus beneficios, pero debido a la invasión de
la coalición del Rin y a la revuelta de Constantino III las arcas públicas
estaban vacías. Para poner más presión, Alarico movió sus tropas al norte de
Italia, y por eso Estilicón consiguió el dinero de los romanos de Italia.
La muerte del emperador oriental hizo que incluso en esta situación tan
dramática Estilicón pensara más en política que en otra cosa y se dedicó a
presionar a Honorio para que se hiciera tutor del nuevo emperador. La
posición de Estilicón se tambaleaba y cada vez tenía más enemigos, hasta
que finalmente parte del ejército se amotinó y Estilicón fue capturado y
ejecutado. El gran error de Estilicón fue subestimar la amenaza que suponían
los bárbaros para el Imperio romano, porque en circunstancias normales no
lo hubieran sido, pero sin una política exterior efectiva en mantener a los
bárbaros divididos y satisfechos con tributos las circunstancias eran
totalmente diferentes a las vistas en siglos anteriores.
El saqueo de Roma
La ejecución de Estilicón fue seguida por la masacre generalizada de las
esposas e hijos de los bárbaros de Italia que servían al ejército romano, al
igual que había pasado unos años antes en Constantinopla. Por eso muchos
de los germanos bajo servicio romano desertaron y se unieron a los godos de
Alarico. Ten presente que la mayoría del ejército romano occidental era
germano así que cuando la mayoría de ellos desertaron el ejército romano
quedó muy mermado.
Alarico de nuevo se encontraba en una difícil situación legal y de legitimidad,
y por eso parece que tomó el paso de declararse rey de los godos. Con la
incorporación de muchos nuevos efectivos que tenían que comer el caudillo
godo no dudó en volver a atacar Italia. Con varias decenas de miles de
hombres, Alarico no intentó tomar la bien defendida Rávena, pero se dirigió
hacia la Ciudad Eterna, Roma. Roma no era más que una sombra de lo que
fue, una ciudad que había perdido mucha población respecto a lo visto en el
Alto Imperio, pero tenía un simbolismo muy importante. La ciudad contaba
con buenas defensas, pero tenía una guarnición escasa y pocos recursos
para sostener un largo asedio.
El Senado sabía que era difícil que llegaran refuerzos, así que optaron por
pagar una gran suma de dinero a Alarico y sus hombres. El Senado pidió a
Honorio que nombrara a Alarico generalísimo y que les diera a sus seguidores
una tierra donde asentarse. Pero a pesar de la pérdida de casi todo Occidente
por Constantino III y de que los bárbaros camparan a sus anchas, Honorio se
mantuvo en sus trece. Alarico enfureció y continuó con el asedio a Roma,
mientras que su cuñado y futuro sucesor Ataúlfo volvió con su propio ejército.
Negoció con Honorio para que se le reconociera el control sobre las
provincias alpinas de Italia y se le garantizara la misma posición que tuvo
Estilicón. El emperador Honorio no quería volver a hablar de Estilicón, y
viendo como sus peticiones caían en saco roto, Alarico decidió nombrar él
mismo un emperador títere, el senador Prisco Átalo. Se enviaron tropas para
tomar África, el granero del Imperio romano de Occidente, pero los godos
fallaron. Viendo que quizás las cosas no iban tan bien, Alarico depuso a Átalo
e intentó fútilmente negociar con Honorio de nuevo, pero como no dio
resultado Alarico decidió tomar Roma de una vez por todas.
Las puertas de Roma se abrieron y durante tres días los visigodos de Alarico
pudieron saquear la ciudad y hacer prisionera a la hermanastra de Honorio,
Gala Placidia. Muchos objetos históricos y sagrados fueron a parar a manos
de Alarico y el tesoro visigodo. A pesar de esta gran victoria simbólica, buena
parte de Italia estaba devastada y las verdaderas riquezas del Imperio
estaban en África. Solo con el control del grano Alarico podía asegurar su
poder, y por eso movió a sus gentes al sur de Italia y preparó embarcaciones
para zarpar. Sin embargo, una tormenta destruyo sus barcos y la expedición
visigoda se canceló.
Poco después de eso, el rey de los visigodos Alarico murió de fiebre cuando
aún no había cumplido 50 años y en el cénit de su fama. De ser un caudillo
godo poco destacado pasó a ser el líder y rey del mayor ejército bárbaro en
su día y dentro de las propias fronteras del Imperio romano. Aunque ellos
simplemente se identificaban como godos, fue con Alarico que se gestó la
identidad visigoda, y por eso a la muerte de su rey nació un nuevo pueblo. El
nuevo rey sería Ataúlfo, el cuñado de Alarico que llevaría por primera vez los
visigodos a Hispania.

Bárbaros contra bárbaros


La coalición bárbara cruza los Pirineos
La presión del ejército del usurpador Constantino III y de los francos obligó a
buena parte de los vándalos, suevos y alanos a trasladarse al sur de Francia.
No ocuparon la parte suroeste de la Galia, y Constantino III usó esa ruta para
invadir Hispania. Te preguntarás por qué Constantino III quería conquistar la
diócesis de las Hispanias, y la razón detrás de ello es puramente estratégica.
La Casa de Teodosio era originaria de la diócesis hispana, con los primos de
Honorio a la cabeza de la familia. Si los neutralizaba, Constantino podría
evitar una guerra de dos frentes abiertos en Hispania e Italia.
El ejército de Constantino dirigido por un hijo suyo y un general llamado
Geroncio avanzó en el 408 sin encontrar ninguna resistencia notable y con
total obediencia según el cronista Orosio, y esto es relevante porque
demuestra que los hispanorromanos también estaban hasta las narices de
la falta de atención que recibía Hispania. Además, en el siglo V no había una
legión profesional como tal en ninguna parte de Hispania, así que era
imposible defender la diócesis ni de un usurpador con recursos ni de los
bárbaros que llegarían después.
Los ejércitos de Constantino y la Casa de Teodosio se reunieron en el norte
peninsular y dos de los cuatro primos de Honorio fueron capturados. El
resultado no es muy sorprendente, porque los ejércitos de los teodosianos
no eran más que milicias privadas compuestas por campesinos y esclavos
armados, mientras que los de Constantino III eran principalmente militares
profesionales de origen bárbaro.
Mapa del avance de Constantino III, por María Fernández Portaencasa
El hijo de Constantino permitió a sus soldados saquear la Meseta norte, dejó
al general Geroncio al cargo de Hispania en su ausencia para ir a visitar a su
padre, y dejó a los bárbaros a cargo de controlar los pasos de los Pirineos,
una tarea que llevaba décadas recayendo sobre la población local hispana.
Según el historiador cristiano Sozomeno «esta decisión fue probablemente,
a largo plazo, la causa de la ruina del país». La derrota de sus primos y la
amenaza de los visigodos en Italia obligó a Honorio a declarar Constantino III
coemperador en el año 409, porque Honorio sabía que necesitaba unidad
para combatir los múltiples y graves problemas a los que se enfrentaba el
Imperio.
¿Recuerdas que los visigodos de Alarico estaban atacando Italia en ese
momento? Viendo el asedio de Roma de Alarico, Constantino quiso
aprovechar la situación para derrocar a Honorio y hacerse con el control de
todo el Occidente romano. Para su desgracia, tuvo que abortar el plan porque
Honorio anticipó su traición, y su general Geroncio se aprovechó de la
debilidad de Constantino para rebelarse también en ese momento de tanta
fragilidad para el Imperio.
En Zaragoza, Geroncio declaró emperador a un hombre llamado Máximo, que
se ha especulado que podría ser un hijo suyo o alguien con una buena red
clientelar en Hispania. Los bárbaros leales a Geroncio permitieron a los
bárbaros del otro lado de los Pirineos cruzarlo en el otoño del 409, porque
Geroncio sabía que necesitaba más efectivos para hacer frente a Honorio y
Constantino III, y de paso para convertir a posibles enemigos en aliados.
Algunos historiadores como Guy Halsall o José Soto Chica no están de
acuerdo y lo plantean como una invasión y que con el reparto de Hispania del
411 Máximo y Geroncio solo reconocieron los hechos consumados, pero a
mí me convence más la tesis de Javier Arce.
Así que los vándalos, alanos y suevos no entraron en la península ibérica
como invasores, sino como grupos de familias y mercenarios al servicio de
dos representantes ilegítimos de Roma, Geroncio y Máximo. En su día quizás
no se apreció la importancia de estos hechos porque en el 409 no venían aún
para quedarse, sino que simplemente los guerreros bárbaros se ponían al
servicio de la causa de Máximo y Geroncio, en otra de tantas guerras civiles
romanas y usurpaciones. Pero con el desarrollo posterior de los
acontecimientos, hoy en día el año 409 se ve como el inicio del fin de la
Hispania romana, y por eso es importante destacar el motivo por el que
llegaron los bárbaros a Hispania y el hecho de que no fue una invasión.
Reacción hispanorromana ante la llegada de los bárbaros
Pero, aunque no fue una invasión, el influjo masivo de un población
inmigrante no fue muy ordenada y por supuesto hubo disturbios, saqueos y
episodios violentos entre los bárbaros y los hispanorromanos. Estos
conflictos ocurrieron por falta de organización logística por parte de las
autoridades hispanorromanas lideradas por Máximo, pero era bastante
previsible teniendo en cuenta que los guerreros bárbaros necesitaban un
modo de alimentar a su familia y a ellos mismos.
No sabemos si los saqueos fueron relativamente generalizados antes de que
se asentaran los bárbaros en Hispania, pero lo que está claro es que ese no
era un modo sostenible de supervivencia y que más pronto que tarde
hispanorromanos y bárbaros tuvieron que convivir. Los hispanorromanos o
bien recibieron a los bárbaros inquietos o bien con la impresión de que no
eran peores que los oficiales romanos. El sacerdote y cronista
hispanorromano Orosio admitió que «muchos romanos prefieren soportar
una libertad en la pobreza entre los bárbaros más que la presión del tributo
entre los romanos».
A pesar de ello, hay otros relatos como el del obispo Hidacio que indican que
la entrada de vándalos, suevos y alanos en Hispania provocó una gran
destrucción y violencia. Hidacio proyectó una imagen muy apocalíptica de la
llegada de los bárbaros, diciendo: «Los bárbaros que habían penetrado en las
Hispanias, las devastan en lucha sangrienta. La peste hace por su parte no
menos rápidos estragos. Desparramándose furiosos los bárbaros por las
Hispanias. El tiránico exactor roba y el soldado saquea las riquezas y los
mantenimientos guardados en las ciudades; reina un hambre tan espantosa,
que, obligado por ella, el género humano devora carne humana, y hasta las
madres matan a sus hijos y cuecen sus cuerpos para alimentarse con ellos.”
La verdad es que cosas como saquear o matar gente son cosas que la
República y el Imperio romano hicieron en sus conquistas, y eso es algo muy
importante a destacar porque a veces olvidamos cómo Escipión Emiliano
destruyó completamente Cartago o mató de hambre a los habitantes de la
heroica Numancia. Incluso podemos decir que los llamados bárbaros eran
menos bárbaros que los romanos en el sentido de la opresión, porque al
menos no esclavizaron a comunidades enteras como lo hicieron los
romanos, y obviamente cosas como el canibalismo del que habla Hidacio
son directamente invenciones suyas. Eso sí, también tiene razón José Soto
Chica cuando advierte que no podemos perder la empatía hacia los que
sufrieron la violencia y robos de los bárbaros, porque es innegable que la
convivencia con los recién llegados no fue fácil. Hidacio predijo que llegaría
el fin del mundo en el año 482, y aunque sabemos que se equivocó, sí acertó
en que el fin de un mundo, el mundo romano, se aproximaba.
La derrota de los usurpadores
Dicho esto, mientras Geroncio repelía a Constantino III en Hispania, Honorio
tuvo que centrarse en la amenaza más inmediata, la invasión visigoda de
Italia que llevó al saqueo de Roma en el 410 y la captura de su hermanastra,
Gala Placidia. Constantino III tampoco tuvo suerte. Los sajones continuaron
saqueando Britania mientras Constantino dejaba la isla indefensa, y la gente
que inicialmente lo apoyó sintió que los había traicionado. Así fue como
Britania dejó de ser romana. Constantino sólo tenía algún apoyo en la Galia
ahora que gran parte de su ejército se había sublevado contra él siguiendo a
Geroncio.
Eso junto con la muerte de Alarico llevó al emperador Honorio a pensar que
por fin la suerte le sonreía y que había llegado el momento de derrotar al
usurpador Constantino III. Nombró general a un hombre capaz, Constancio,
que más tarde se convertiría en Constancio III, y como Constantino III tenía
muy pocas tropas éste tuvo que retirarse en Arlés. Lo curioso es que tanto
Geroncio como Constancio marcharon contra él, así que el temor de
Constantino III de tener una guerra con dos frentes se cumplió, aunque no
esperaba una traición en sus propias filas. Geroncio primero derrotó a
Constantino, y luego sitió Arlés.
Mapa del Imperio romano de Occidente, año 410

Pero mientras Geroncio sitiaba Arlés, llegó Constancio, el general de


Honorio, y entonces la mayoría de los soldados de Geroncio decidieron
desertar al bando imperial y Geroncio tuvo que huir. Finalmente, los pocos
partidarios que tenía se volvieron contra él y decidió matar a su mujer y
suicidarse antes de dejar que otros los asesinaran. El general Constancio no
tuvo problema en derrotar a Constantino III y el usurpador fue ejecutado de
camino a la corte imperial.
Su cabeza fue presentada a Honorio y las usurpaciones se detuvieron allí,
¿verdad? ¡Pues claro que no! ¿No te has enterado aún que los romanos eran
grandes aficionados a las guerras civiles? Un senador galorromano llamado
Jovino comenzó una revuelta en la Galia con el apoyo de los borgoñones,
alanos de la Galia y algunos aristócratas galorromanos. Además de eso,
recuerda que los visigodos seguían en Italia, ahora bajo el mando de Ataúlfo,
así que Honorio aún estaba en una situación delicada.
El reparto de Hispania
Te preguntarás qué pasó con Máximo ahora que Geroncio había
desaparecido del mapa. Máximo sin Geroncio no era nada, así que como es
normal su reinado de algo más de un año terminó. Sin embargo, durante este
efímero reinado el usurpador Máximo tomó una decisión de gran
importancia: poco antes de la muerte de Geroncio, en el año 411 Máximo
acordó con los vándalos, suevos y alanos el reparto de Hispania para darles
un lugar de asentamiento.
De las siete provincias de la diócesis de las Hispanias, Máximo y la
administración romana mantuvo el control sobre la Tarraconense, las Islas
Baleares, y la Mauritania Tingitana. Los alanos liderados por el rey Ataces se
establecieron en las vastas provincias de Lusitania y la Cartaginense; los
vándalos silingos, más numerosos que los vándalos asdingos, se asentaron
en la fértil región de la Bética, en Andalucía occidental; los vándalos asdingos
se establecieron en el norte, para algunos autores en el norte de Galicia y
Asturias, mientras que otros creen que poblaron en la región de Tierra de
Campos.
Finalmente, los suevos se asentaron en la parte sur de Galicia entre los
vándalos asdingos y los alanos, mientras que en buena parte de Cantabria y
Vasconia las milicias y aristocracias locales reemplazaron a la
administración romana como tal. En Vasconia, por ejemplo, los mismos
soldados de las milicias vasconas que controlaban el paso de Astorga-
Burdeos se convirtieron en los líderes de la región. Según el cronista Hidacio,
el reparto de Hispania se hizo a suertes, aunque eso no me parece muy
creíble dado lo que estaba en juego.
Mapa del reparto de Hispania entre vándalos, suevos, alanos y romanos, año 411

Lo que sí es cierto es que al mirar el mapa del reparto de Hispania lo primero


que ves es que aparentemente no tiene ni pies ni cabeza. Parece un mapa
imaginado por algún loco después de una tarde pensando en historia
alternativa, pero no, es real. ¿Así que como puede ser que los alanos
controlaran dos provincias tan grandes como Lusitania y la Cartaginense,
cuando no eran el grupo más numeroso? Según algunos historiadores, podría
ser un síntoma del desconocimiento que tenían los bárbaros sobre Hispania,
pero me parece más verosímil otra hipótesis. Si los alanos eran la fuerza
militar más poderosa y prestigiosa de la coalición del Rin, a pesar de que la
mitad de ellos más se había quedado en la Galia, no sería tan raro en esos
tiempos que los vándalos y suevos aceptaran una cierta supremacía alana.
En esos tiempos no existían unidades políticas bien definidas y estables de
bárbaros y era normal seguir a quién fuera más poderoso. Otro tema
importante es que el mapa del reparto de Hispania o de otros asentamientos
de bárbaros antes de la caída del Imperio son engañosos, porque puede
parecer como si los bárbaros controlaran y estuvieran asentados en
territorios muy extensos. Lo cierto es que los bárbaros sabían que estaban en
una situación frágil y por eso evitaban dispersarse por las provincias. Tema
aparte es que hay historiadores que defienden que los bárbaros se
repartieron Hispania entre ellos, sin la intervención de las autoridades
romanas, pero como bien dijo el historiador Javier Arce esa tesis no parece
sostenerse.
De otro modo, no se explica muy bien que los bárbaros respetasen la división
administrativa romana ni que un cronista de la época afirmara que, después
de la muerte de Geroncio, Máximo se refugió en el territorio de aquellos con
quiénes había llegado a un acuerdo. Por tanto, hay unas cuantas ideas
importantes que hay que destacar de la llegada y asentamiento de los
vándalos, suevos y alanos en Hispania. Primera idea, los bárbaros se
establecieron en las provincias romanas con acuerdos con las autoridades
hispanorromanas, aunque estas fueran ilegítimas desde el punto de vista del
gobierno de Honorio.
Segunda idea, algunos hispanorromanos sufrieron la violencia de los
bárbaros, pero otros apreciaban los beneficios de estar bajo la protección de
aquellos a quienes llamaban bárbaros antes que sufrir la indiferencia del
poder central mientras exigían elevados impuestos. Tercera idea, los
romanos que aceptaron a los reyes bárbaros como representantes del
emperador, en pocas décadas los vieron como gobernantes legítimos de sus
propios reinos independientes. Y cuarta idea, con el reparto de Hispania no
podemos hablar de que se crearan aún unos reinos bárbaros como tal, sino
que las élites y la administración hispanorromana se vieron obligadas a
aceptar, colaborar y coexistir con los bárbaros ante el abandono de la
administración central.
La fallida alianza entre Honorio y Ataúlfo
Volviendo a Italia, a la muerte de Alarico su cuñado Ataúlfo fue elegido para
sucederle como rey de los visigodos. Ataúlfo abandonó la idea de emigrar a
África y en su lugar decidió dirigirse a la Galia, ya que el general Constancio
lo presionaba en Italia. Pero recuerda que en el 411 un nuevo usurpador
llamado Jovino fue proclamado emperador romano de occidente por la
aristocracia galorromana, alanos de la Galia y borgoñones. Ataúlfo contactó
con Jovino y abrió negociaciones para apoyarlo con aparente buena fe. Sin
embargo, los visigodos se encontraron durante su viaje con Saro, la mano
derecha de Estilicón que también apoyaba a Jovino y enemigo mortal de
Alarico, así que Ataúlfo lo capturó y ejecutó.
Obviamente esta traición enfureció al usurpador Jovino y éste nombró
entonces a su hermano Sebastiano coemperador, y como lo hizo sin
consultar a Ataúlfo comenzaron las hostilidades entre ambos. El rey de los
visigodos procedió entonces a negociar una alianza con el emperador
Honorio, y el pacto era que los visigodos aplastarían la rebelión en la Galia y
le devolverían a su hermanastra Gala Placidia, y a su vez Honorio les prometió
una tierra donde asentarse y suministros de comida. Las tropas de Jovino
fueron derrotadas y Sebastiano y Jovino fueron ejecutados en el año 413, e
inmediatamente después los visigodos se establecieron en la Galia
Narbonense, tomando las ciudades de Narbona y Tolosa. Sin embargo, los
problemas para el emperador Honorio volvieron a aparecer.
El gobernador de África se proclamó emperador e interrumpió el suministro
de grano a Roma, que era necesario para alimentar Italia. La rebelión fue
aplastada ese mismo año, pero debido a eso Honorio no pudo enviar los
suministros que había prometido a los visigodos. Para empeorar aún más las
cosas, concedió el estatus de federado a los borgoñones del valle del Ródano
mientras que a los visigodos aún no se les había asignado oficialmente una
tierra para asentarse. Los visigodos se estaban quedando sin suministros, así
que se enfrentaron de nuevo a las tropas romanas imperiales y las relaciones
entre romanos y visigodos se rompieron de nuevo.
Ataúlfo y Gala Placidia, un amor imposible
Pero incluso en este tiempo de guerra entre romanos y visigodos, el amor
entre un godo y una romana podía surgir. Las crónicas nos dicen que ya en el
411 Gala Placidia y Ataúlfo se enamoraron, es decir, la rehén se enamoró de
su captor. Y ese amor fue confirmado oficialmente con su matrimonio en el
414, una unión sellada en una ceremonia siguiendo la tradición romana, para
mostrar el grado de romanidad de los bárbaros góticos. Ese fue un paso
importante para las ambiciones de Ataúlfo, ya que quedó emparentado con
la familia imperial y un hijo de ese matrimonio podría ser algún día emperador
romano.
Según el cronista Paulo Orosio, y cojamos esto con pinzas, Ataúlfo declaró
en la boda: «Al principio quería borrar el nombre romano y convertir todo el
territorio romano en un imperio gótico: anhelaba que Romania se convirtiera
en Gotia, y convertirme en César Augusto. Pero la larga experiencia me ha
enseñado que la naturaleza salvaje y sin gobierno de los godos nunca va a
someterse a las leyes, y que sin ley un estado no es un estado. Por lo tanto,
he elegido con más prudencia la gloria de revivir el nombre romano con vigor
gótico, y espero ser reconocido por la posteridad como el iniciador de una
restauración romana, ya que me es imposible alterar el carácter de este
Imperio».
Estoy seguro de que Honorio habría llorado si hubiera escuchado esas
palabras en boca de Ataúlfo, pero no lo hizo y en cambio exigió de nuevo el
regreso de su hermanastra. Ataúlfo respondió proclamando de nuevo al
senador Prisco Átalo emperador romano, como su cuñado Alarico había
hecho antes para presionar más a Honorio. Pero esta vez Honorio tenía al
capaz general Constancio al frente del ejército, y Constancio decidió iniciar
un bloqueo naval de los puertos mediterráneos de la Galia y cortar las líneas
de suministro de los visigodos también por tierra.
Los visigodos estaban acorralados, así que Ataúlfo tuvo que tomar una
decisión dramática ya que el descontento crecía, y decidió trasladar la
confederación goda a la Hispania Tarraconense. Por su parte, Honorio
capturó al usurpador Prisco Átalo, le amputó la mano y lo exilió a las Islas
Eolias hasta su muerte. En la Hispania Tarraconense, con la improvisada
corte en Barcelona, el primer y único hijo nacido del amor de Ataúlfo y Gala
Placidia murió poco después de nacer. El sueño de crear un linaje imperial
romano-visigodo también murió con él, y al igual que Alarico, Ataúlfo vio
como cada vez se truncaba más su sueño de convertirse en magister
militium y ser de facto el hombre más poderoso del Imperio.
Ataúlfo inició contactos para mejorar de nuevo la relación con Roma, pero
floreció una facción antirromana entre los godos. La facción antirromana
pensó que Ataúlfo se estaba volviendo demasiado romano, o esa era al
menos la excusa para hacerse con el poder. La conspiración fue dirigida por
varios nobles visigodos y personas cercanas a Saro, el general que había sido
asesinado por Ataúlfo años antes. La conspiración tuvo éxito, y el rey de los
visigodos Ataúlfo fue asesinado en Barcelona en el verano del 415, por un
general que quería vengar la muerte de Saro. Un hermano de Saro, Sigerico,
fue proclamado rey de los visigodos, y la primera cosa que hizo el usurpador
Sigerico fue asesinar brutalmente a los hijos de Ataúlfo del matrimonio que
tenía antes de casarse con Gala Placidia.
Además, Gala Placidia fue humillada públicamente, pues Sigerico la exhibió
por las calles de Barcelona, obligándola a caminar a pie varios kilómetros
entre otros cautivos. ¡Di que sí, así es como se trata a una princesa romana!
Un hermano de Ataúlfo llamado Walia estaba tan enfurecido como apenado.
Ataúlfo puede haber sido un poco impopular debido a los recientes reveses
políticos y militares, pero este Sigerico era brutal e inhumano y la mayoría de
los visigodos ya estaban hartos. Después de sólo una semana del asesinato
de Ataúlfo, Sigerico fue asesinado y la facción antirromana fue disuelta.
Walia fue elegido rey de los visigodos y la dinastía baltinga continuó liderando
al pueblo visigodo. Su elección, como veremos pronto, fue determinante para
la historia de los otros bárbaros de Hispania.
Walia y la campaña del 418
Lo primero que Walia intentó hacer fue recuperar el sueño de Alarico de
asentar sus gentes en el norte de África. Así que Walia ordenó la construcción
de barcos, pero de nuevo una tormenta acabó con ese sueño, esta vez para
siempre para los visigodos. Sus súbditos estaban hambrientos, y sólo le
quedaba una opción: ofrecer de nuevo sus servicios al emperador Honorio
con un nuevo tratado de federación con Honorio. El tratado establecía que
los visigodos tenían la misión de expulsar a los bárbaros que habían entrado
en la península ibérica en el 409, y no solo eso, sino que también tenían que
devolver a la viuda de Ataúlfo, Gala Placidia. Como ves esta pobre mujer era
usada como moneda de cambio todo el tiempo, aunque con Ataúlfo muerto
pocos motivos había para seguir reteniéndola.
El general de confianza de Honorio, Constancio, se casó con ella, a pesar de
que Gala Placidia no quería, mientras que por su parte Honorio les dio a los
visigodos grandes cantidades de grano. Como sabemos la cantidad de trigo
que recibieron, los historiadores han podido hacer cálculos sobre la
población visigoda durante el reinado de Walia, que calculan de entre 75 y
100.000 personas y de estas entre 19 y 25.000 guerreros. Estas cifras
suponen una reducción de entre el 25 y el 37% de la población visigoda
cuando Alarico saqueó Roma, pero esta disminución no es tan de extrañar si
se tiene en cuenta que los bárbaros en esos tiempos de plena etnogénesis
seguían a un caudillo prestigioso y victorioso. Con Ataúlfo, es fácil pensar que
muchos de los bárbaros que conformaban la heterogénea masa de
seguidores de Alarico desertaron y formaron sus propias pequeñas bandas o
se unieron a otras. Y a esto hay que sumarle las pérdidas de población por la
guerra, hambruna y peste.
Volviendo al tema principal, los vándalos, suevos y alanos de Hispania se
habían ofrecido también a servir a Honorio, pero él se negó a aceptar sus
servicios, tal vez porque quería esperar a que se mataran entre ellos o tal vez
optó por los godos porque estaban más desesperados y aún tenían a Gala
Placidia en su poder. De todos modos, la estrategia de enfrentar bárbaros
contra bárbaros era su mejor baza posible, era mejor usar a los visigodos para
matar a los otros bárbaros, unos 30 o 40.000 guerreros, y así debilitarlos a
todos. Era una situación en la que prácticamente pasase lo que pasase el
Imperio romano saldría ganando.
Campañas de Walia en Hispania, por José Soto Chica
Desde Barcelona Walia inició una campaña contra los otros bárbaros que
ocupaban Hispania, empezando por los alanos y los vándalos silingos. La
razón de atacarlos es que controlaban la rica provincia de la Bética, además
de Lusitania y la Cartaginense, así que recuperar el control de estas
provincias era algo prioritario para el gobierno central. Tenemos muy pocos
detalles sobre esta guerra tan decisiva, pero los godos provocaron un
verdadero baño de sangre bárbara en Hispania. El ataque debió de ser muy
efectivo, ya que los alanos y vándalos silingos se retiraron rápidamente al
estrecho de Gibraltar a principios del 418, ya que el general Constancio había
enviado algunas unidades militares en sitios estratégicos como Pamplona
para proteger la Tarraconense y presionar a los bárbaros por todos lados.
En el estrecho de Gibraltar Walia aplastó a los silingos y alanos, el rey de los
alanos Ataces murió en batalla mientras que el rey de los vándalos silingos
fue capturado y enviado al emperador Honorio. Los belicosos alanos
desaparecieron de la noche a la mañana como una fuerza independiente,
tras menos de una década en Hispania. Los supervivientes de la carnicería
se dirigieron al norte y se unieron al rey de los vándalos asdingos, Gunderico.
Por eso Gunderico adoptó el título de rey de los vándalos y alanos y se
convirtió en el líder del ejército más poderoso de Hispania.
La fundación del Reino visigodo de Tolosa
Curiosamente, Honorio llamó a los visigodos antes de derrotar
decisivamente a los vándalos asdingos y a los suevos, seguramente porque
no quería que los visigodos se convirtieran en el único poder bárbaro de
Occidente. Sólo la Hispania Gallaecia permaneció en manos de los
bárbaros, mientras que en Vasconia y Cantabria ni los bárbaros ni el poder
central tenían presencia ya. Eso sí, aunque parezca que ahora las cosas iban
bien para el Imperio, está claro que no era así, porque la recaudación fiscal
cayó mucho tanto por las pérdidas territoriales como por la devastación
causada por los bárbaros, y las élites provinciales romanas se mostraba
dispuestas a colaborar con los bárbaros.
Pero a lo que iba, esta vez Honorio sí que asignó a los visigodos una tierra en
la que asentarse, aunque es probable que para el gobierno central no estaba
previsto que fuera un asentamiento definitivo. En cualquier caso, Walia había
conseguido para sus seguidores lo que Alarico y Ataúlfo no consiguieron: un
tratado con Roma y tierras para habitar y labrar. Los visigodos fueron
recompensados con el derecho de asentarse en Aquitania Segunda y en las
proximidades de Novempopulania y Narbonense Primera. Esto constituía
una gran región del oeste y sur de la Galia que incluía ciudades como Poitiers,
Burdeos y Tolosa, que se convirtió en la capital del reino visigodo.
Los visigodos se asentaron en Aquitania bajo el régimen del hospitium, es
decir, que se quedaban con una parte de los impuestos de la zona para
mantener a las tropas, pero el resto iba para el gobierno central. Además, los
visigodos recibían un tercio de las tierras de los grandes terratenientes de
Aquitania para labrar, y solo fue al cabo de unas décadas que los visigodos y
los aquitanos pudieron dejar de enviar dinero al gobierno de Rávena. Esto es
importante porque, aunque conozcamos este tratado como la fundación del
Reino visigodo de Tolosa, en su día no se vio así. Desde el punto de vista
romano, tenía sentido asentar a los visigodos en el suroeste de Francia, ya
que podían suprimir las rebeliones y ataques en la Galia, Italia e Hispania.
El gobierno imperial estaba muy preocupado por la expansión de las
peligrosas revueltas conocidas como bagaudas en la Galia. Ha habido
muchas interpretaciones sobre lo que eran las bagaudas, pero lo que sí está
claro es que las bagaudas no eran simple bandolerismo. Algunos autores
entienden las bagaudas como un movimiento revolucionario contra las
clases terratenientes, formado por grupos sociales muy heterogéneos, como
campesinos empobrecidos, esclavos fugitivos y desertores del ejército
romano. Otros creen que los bagaudas más bien eran señores de la guerra o
aristócratas que no aceptaban volver a acatar la autoridad imperial, aunque
al final podría ser que hubiera un poco de todo. Esto no era más que una
consecuencia de la inestabilidad política y económica y de la inefectividad
del poder central, y pronto también aparecieron en Hispania.
Pero me estoy adelantando, por el momento el gobierno imperial quería que
los visigodos impidieran la expansión de las bagaudas en el sur de la Galia,
donde había intereses económicos más importantes. El rey visigodo Walia no
pudo disfrutar del resultado de sus victorias, porque murió poco después de
llegar a Tolosa. Walia fue sucedido por el rey Teodorico I, también conocido
como Teodorero, un rey que reinaría mucho tiempo hasta que murió en la
histórica batalla de los Campos Cataláunicos contra los hunos en el 451. No
está claro si era un hijo ilegítimo o un yerno del rey Alarico I, pero en cualquier
caso pertenecía a la dinastía de los baltingos. Con los visigodos en la Galia,
volvamos a lo que ocurría en Hispania.
Las campañas de Asterio y Castino
Ahora que habían aumentado su población, los vándalos necesitaban más
tierras, y Honorio esperaba con calma el inevitable enfrentamiento entre los
suevos y los vándalos. Los vándalos empezaron a invadir el territorio suevo y
a bloquear a sus vecinos en el año 419. Como los suevos eran un grupo más
pequeño y la estrategia imperial era evitar que un grupo de bárbaros se
hiciera lo suficientemente poderoso para controlar toda Hispania, los
romanos se pusieron del lado de los suevos. Un general llamado Asterio fue
enviado a la Hispania Gallaecia para ayudar a los suevos y capturar al
usurpador Máximo, que permanecía protegido por los vándalos y se declaró
emperador de nuevo.
El resultado de esta alianza táctica entre romanos y suevos fue la batalla de
los montes Nervasos en un lugar indeterminado alrededor de Galicia y León.
Los suevos gobernados por el rey Hermerico estaban rodeados por los
vándalos, pero los romanos impidieron que esta batalla se convirtiera en un
desastre para los suevos, y los vándalos se vieron obligados a retirarse a
Braga, la futura capital de los suevos. Sin embargo, los problemas para los
vándalos no terminaron ahí, porque los romanos tuvieron otra sorpresa
guardada para los vándalos. Otro ejército romano los interceptó, y los dos
ejércitos romanos atacaron a los vándalos desde ambos lados,
derrotándolos así fácilmente y capturando a su emperador títere Máximo.
El rey de los vándalos y alanos Gunderico decidió trasladar a sus maltrechas
huestes a la Bética, donde comenzaron a construir una flota para conseguir
la hegemonía naval y saquear ciudades con acciones de piratería. Más que
una derrota, los vándalos ganaron muchísimo trasladándose a la rica
provincia de la Bética, y éste fue un paso crucial para el futuro de los
vándalos. Así que podemos decir que la campaña de Asterio fue un éxito
parcial porque, a pesar de conseguir el objetivo de capturar al usurpador
Máximo y evitar que los suevos fueran aplastados, los vándalos supieron usar
esta derrota como una oportunidad.
Aun así, en el año 420 todo parecía indicar que el Imperio romano de
Occidente estaba en pleno proceso de recuperación, con los bárbaros en
Hispania débiles, los visigodos controlados y al servicio de Roma, y las
campañas en el norte de la Galia teniendo éxito para reestablecer la
autoridad imperial. Unos años más de buen liderazgo y seguramente el
Imperio podría haber atravesado esta crisis, como otras tantas que había
logrado superar. Como recompensa por sus logros, el general Constancio
presionó a Honorio para que lo nombrara coemperador y Honorio lo aceptó a
regañadientes.
Sin embargo, la alegría para el Imperio no duraría mucho, ya que Constancio
III murió siete meses después de su coronación. La pérdida de Constancio
generó tensiones internas, y Honorio tuvo que nombrar rápidamente un
nuevo generalísimo del Ejército Romano occidental. El general Flavio Castino
fue el hombre elegido, y éste dirigió una expedición en el 422 con el objetivo
de eliminar a los vándalos de Hispania y reestablecer el control del gobierno
central sobre Hispania. Fue apoyado por los federados visigodos del rey
Teodorico I y por otro ejército romano liderado por un general llamado
Bonifacio, un protegido de Gala Placidia.
La expedición comenzó tan mal como terminó, porque el ejército de
Bonifacio ni apareció. Bonifacio entonces huyó al centro del norte de África,
donde obtuvo el control de la rica provincia que era el granero de Italia. Este
Bonifacio pronto se convertiría en alguien importante en las siguientes
guerras civiles romanas y en la lucha contra los vándalos cuando se
trasladaron al norte de África. Pero volviendo a la campaña del 422, Castino
tuvo algún éxito inicial, pero luego Castino y los vándalos eligieron una
localización para una batalla campal.
Castino no tenía ninguna necesidad de una batalla campal porque tenía las
de ganar, pero seguramente Castino tenía ambiciones políticas y quería
regresar a Italia como un general victorioso. Lo que los romanos no
esperaban es que los auxiliares visigodos los abandonaran antes de la batalla
y pasaran a someterse al rey de los vándalos. El ejército romano de Castino
fue aplastado en la Bética, obligándolo a retirarse a la Tarraconense. La
derrota fue un golpe casi definitivo contra los intereses imperiales en
Hispania, y para los vándalos la victoria aseguró un período de hegemonía en
Hispania que les permitió construir los pilares para su posterior reino pirata
del norte de África. Dejo la narrativa aquí, pero en el próximo episodio
veremos cómo se complican las cosas para los romanos después de la
muerte de Honorio.
El Veredicto: La estrategia imperial de bárbaros contra bárbaros
En El Veredicto de hoy quiero discutir la estrategia imperial de enfrentar a los
bárbaros entre sí, para evitar coaliciones como la alianza de los vándalos,
suevos y alanos para cruzar el Rin y luego los Pirineos. Imagina lo que hubiera
pasado si los visigodos, en lugar de luchar contra los vándalos y los alanos,
hubieran formado una coalición para repartirse entre ellos Hispania y el sur
de la Galia. Pero los romanos explotaron con éxito sus diferencias y o bien les
dejaron luchar por tierras sin dejar que ningún pueblo bárbaro se convirtiera
en la fuerza dominante, como ocurrió con el conflicto entre los vándalos y los
suevos, o bien prometieron comida y tierras para luchar contra otro grupo
bárbaro, como los romanos hicieron con los visigodos.
Esta estrategia clásica de divide y vencerás era su mejor alternativa, ya que
el Imperio no tenía recursos económicos o humanos para lograr más, y
hubiera tenido un éxito sostenido si no fuera porque a los romanos les
gustaba demasiado meterse en guerras civiles y conspiraciones. De no existir
tanta fragilidad política, el Imperio romano de Occidente podría haber
sobrevivido de alguna forma, pero como sus instituciones no eran efectivas
para prevenir las usurpaciones y las luchas internas, el Imperio podía
condenarse a sí mismo, como así fue. En otros siglos el Imperio romano ya
había sufrido de crisis políticas muy grandes y su propia existencia había
peligrado, pero por una serie de decisiones y buena fortuna se habían
salvado. Este no sería el caso del Imperio romano del siglo V, ya que al final
compraron demasiados boletos para desaparecer. Y con eso, El Veredicto
termina.

El apogeo del Reino suevo


La sucesión de Honorio
Una nueva crisis política estalló en el Imperio romano de Occidente, primero
debido a la fallida campaña de Castino en Hispania y luego por la muerte de
Honorio en el 423. En el interregno un hombre llamado Juan fue proclamado
emperador en Roma, y su control sobre los territorios nominales del Imperio
romano de Occidente era muy limitado y débil. No controlaba la Galia, no
controlaba las provincias del norte de África, apenas controlaba una porción
de Hispania, y no tenía el reconocimiento del emperador romano de Oriente
para darle legitimidad. En cambio, el emperador de Oriente reconoció al hijo
de 5 años de Gala Placidia, Valentiniano III, como emperador romano de
Occidente.
Antes de que el ejército romano de oriente atacara, Juan envió a un joven y
prometedor general a buscar la ayuda de los hunos. El hábil hombre era
Flavio Aecio, y trajo un ejército huno con él a Italia, pero demasiado tarde. El
ejército romano oriental ya había ganado y ejecutado a Juan, sin embargo,
Aecio negoció con el regente Gala Placidia y ambas partes lograron un
acuerdo favorable. Los hunos que acompañaron a Aecio recibieron su pago
sin hacer nada y dejaron Italia, mientras que Aecio se convirtió en general del
ejército romano en la Galia. Allí Aecio luchó con éxito contra los francos, así
como contra los visigodos de Teodorico I. Consiguió levantar el asedio
visigodo de Arlés, y después de tramar el asesinato del general supremo del
ejército romano, ganó mucha influencia durante la regencia de Gala Placidia
que sólo aumentó después de que el emperador Valentiniano III cumpliera
18 años.
Mientras tanto, el Imperio era tan débil que no pudo detener la creciente
hegemonía naval de los vándalos. Fue durante los años 20 del siglo V cuando
los vándalos tuvieron su período de hegemonía en la península ibérica, en
ese entonces saquearon ciudades como Cartagena o Sevilla, e incluso
hicieron sus primeras incursiones en el norte de África. Gunderico y sus
vándalos volvieron a sitiar Sevilla en el 428 y entonces el rey murió en
circunstancias inciertas. Su medio hermano Genserico fue elegido rey de los
vándalos y alanos, y puede que os suene su nombre porque fue el hombre
que convirtió a los vándalos en una gran potencia mediterránea que
rivalizaba de tú a tú con el Imperio romano de Occidente.
Los vándalos abandonan Hispania
Como he dicho, durante los años 420 los vándalos bajo Gunderico
construyeron una gran flota a base de requisar cualquier barco que
encontraran en Hispania, ya con el objetivo de trasladar sus gentes al norte
de África y establecer un reino con una poderosa armada. Las razones para
abandonar Hispania no están claras. Podrían haberse ido respondiendo a la
llamada del gobernador del norte de África Bonifacio, para evitar ataques de
otros bárbaros, o para apoderarse de una provincia tan fértil como lo era
entonces África.
Genserico ejecutó el plan en el año 429, mientras que los suevos trataron de
aprovecharse de la situación y atacaron a los vándalos en su retaguardia, o
bien como algún historiador ha sugerido quizás los romanos usaron a los
suevos como aliados para combatirlos. En cualquier caso, Genserico los
derrotó y pudo trasladar con éxito a sus 80.000 vándalos y alanos al norte de
África, el sueño que los visigodos de Alarico y Ataúlfo no pudieron cumplir.
Estamos hablando de trasladar 80.000 personas en barcos, ¡o sea es una
auténtica locura para los estándares de la Antigüedad tardía!
Mapa de la migración de los vándalos

Este gran logro logístico habría sido imposible sin requisar barcos y
probablemente con la colaboración de parte de la población
hispanorromana, que estaba interesada en dejarlos ir cuanto más lejos
mejor. Ya fuera con su apoyo activo o no, como el gobernador de África
Bonifacio estaba enfrentado al gobierno imperial, ese conflicto interno
permitió a los vándalos emigrar con poca oposición. Los vándalos
conquistaron rápidamente los territorios romanos de Marruecos y Argelia, y
gracias a eso pudieron firmar un foedus en que se reconocía a Genserico
como rey aliado y su asentamiento en estas provincias. Con los visigodos
todavía en la Galia y los vándalos en el norte de África, los únicos bárbaros
que quedaban en Hispania eran los suevos, y debido a este vacío de poder
pronto hubo un breve período de apogeo del Reino suevo.
Hispania y el Imperio romano de Occidente en el 430
Después de que los vándalos dejaran Hispania para ir al norte de África, los
suevos quedaron como los únicos bárbaros en la península ibérica, así que
el contexto era perfecto para que los suevos pudieran tener un período de
protagonismo. Mientras tanto, con la salida de los vándalos el Imperio
romano recuperó el control de Hispania Cartaginense, Lusitania y la Bética,
al menos nominalmente. La realidad es que el Imperio tenía cada vez menos
control sobre Hispania, y en su lugar la aristocracia y el clero hispanorromano
gobernaban los territorios hispanos de forma totalmente autónoma.
En la corte de Rávena, el ambicioso Flavio Aecio conspiró contra el
comandante en jefe del ejército romano y mano derecha de Valentiniano III.
Hizo que lo ejecutaran a él y a su familia y durante algún tiempo compitió
contra Bonifacio por la supremacía política. Tienes que comprender que
Aecio se ganó un buen prestigio realizando campañas contra los visigodos,
los borgoñones, los alamanes, y las bagaudas, hasta el punto de que se le
veía como el posible salvador de Roma. Entonces Aecio luchó contra
Bonifacio, al que logró matar, y con la ayuda de los hunos pudo convertirse
en el hombre más influyente del Imperio romano de Occidente, eclipsando a
la aún regente Gala Placidia.
Bien, ahora centrémonos en lo que estaba sucediendo en Hispania. Sobre
los suevos, pues lo cierto es que ignoramos muchas cosas. No sabemos si
en el momento de cruzar los Pirineos en el 409 los suevos eran una
monarquía hereditaria consolidada, o si todavía tenían un sistema electivo
para elegir a su rey guerrero. Otra cuestión es si los suevos tenían un solo rey
o más al principio. Se menciona por ejemplo a Heremigario liderando a los
suevos contra la retaguardia de Genserico mientras los vándalos
abandonaban Hispania, y no sabemos si este era un general que servía al rey
suevo Hermerico, o si era algún jefe independiente.
Tampoco sabemos si se asentaron principalmente en ciudades fortificadas
para más tarde hacer incursiones en el campo, o si muchos de los suevos se
convirtieron en campesinos. Sí que parece claro que los principales
asentamientos suevos eran Braga, Lugo y Astorga. Tenemos fuentes literarias
que dicen que eran los bárbaros que adoptaron más rápidamente un estilo
de vida sedentario, pero eso no explicaría sus continuas incursiones. Puede
que simplemente les ocurriera como a los vascones durante el período
visigodo, es decir, que hicieran incursiones porque no todos los suevos
tenían medios para subsistir, o quizás simplemente querían enriquecerse y
hacerse con botín.
Hermerico y Flavio Aecio
Lo que sí sabemos es que en el 430 los suevos, liderados por el ya viejo rey
Hermerico, asaltaron la región central de Gallaecia, pues aún no había sido
sometida. Sin embargo, Hermerico no logró someter esas ciudades gracias a
sus fortificaciones y, viendo como algunos de los suevos murieron o fueron
capturados, se vio obligado a restablecer la paz. El fracaso de esas
incursiones demuestra que los suevos aún no tenían una base de poder
sólida, ni siquiera en un área relativamente pequeña. El proceso de
asentamiento suevo en la provincia de Gallaecia fue lento y lleno de
contratiempos para ellos, porque gran parte de la población local era reacia
a su presencia.
Y eso no es raro, ya que los suevos pasaron sus primeros años causando todo
tipo de problemas a los locales, como robar o tomar rehenes. Este fue un
período muy inestable para Gallaecia, porque con el vacío de poder dejado
por los romanos y la llegada de los suevos había mucha intranquilidad y
desorden. Los suevos de vez en cuando llegaban a acuerdos de paz con las
élites locales, pero esos acuerdos eran constantemente rotos y
reestablecidos.
Lo que hay que destacar aquí es que las negociaciones fueron
exclusivamente locales y solía ser mediante la mediación de la Iglesia, no hay
una sola mención de acuerdos con las autoridades imperiales. Esto no
debería sorprender a nadie, ya que el Imperio había abandonado las
provincias pobres y periféricas para concentrar sus escasos recursos en las
provincias más importantes, pero este abandono de la provincia de Gallaecia
ejemplifica el gradual proceso de desintegración del Imperio romano de
Occidente. Para denunciar esas incursiones y deshacerse de los suevos, el
obispo Hidacio encabezó una delegación en el 430 para reunirse con Flavio
Aecio en la Galia y pedir ayuda militar.
Hidacio regresó a Gallaecia no con un ejército, sino con un representante de
Aecio llamado Censorio para negociar la paz con los suevos, y en este viaje
hay un detalle que me parece muy curioso. El obispo encontró un visigodo
que iba a Hispania con «motivos ocultos», y aquí entramos en el terreno de la
especulación. Este visigodo podría haber sido un renegado cualquiera que
tenía sus propios objetivos, pero también podría haber sido un explorador al
servicio del rey visigodo Teodorico I para obtener información sobre Hispania,
para saber más sobre una posible área de expansión futura.
En cualquier caso, volviendo a las negociaciones de paz con los suevos, la
unión de intereses locales y representantes imperiales probablemente
asustó un poco al rey Hermerico, por lo que liberó a los cautivos y ambas
partes llegaron a un acuerdo de paz. Los suevos querían el reconocimiento
legal de su estatus de federados en Gallaecia, pero como no lo consiguieron
estaban cantado que la paz no iba a durar. Entre tanto, en la década de los
años 30 del siglo V, Flavio Aecio se centró en luchar contra varios grupos,
comenzando por las bagaudas que se estaban volviendo cada vez más
problemáticas en la Galia.
El general Aecio también luchó contra los borgoñones y los visigodos, ya que
estos bárbaros federados estaban conquistando territorios romanos para
quedárselos. El Imperio ignoró por completo Hispania porque tenía regiones
más importantes de las que preocuparse, y Aecio solo pudo mandar algunas
tropas auxiliares de la parte oriental del Imperio hacia África. Como tantas
provincias del Imperio o estaban devastadas o estaban bajo control bárbaro
o de romanos autónomos, cada vez era más y más difícil reclutar soldados
del Imperio, y esto obligaba a Aecio a depender más y más de bárbaros
mercenarios. Y como no había suficientes efectivos para defender la plaza,
los vándalos conquistaron Cartago en el 439 y desde allí conquistaron con su
poderosa armada las islas de Baleares, Cerdeña y Córcega.
Ante tal reverso, Aecio se vio obligado a firmar un foedus con los visigodos en
el que se les reconocía como pueblo soberano o semisoberano gobernados
por un rey, aunque de poco sirvió la paz con los visigodos para combatir en
otros frentes. De hecho, algunos consideran que la toma vándala de Cartago
supuso la puñalada mortal del Imperio romano de Occidente, porque sin el
grano y los impuestos africanos era imposible mantener la administración y
el ejército como hasta ahora. De hecho, los terratenientes africanos se
arruinaron porque los vándalos confiscaron sus tierras y bienes y el
emperador romano perdió muchas de sus explotaciones personales.
Fue a partir de la toma de Cartago que el emperador Valentiniano III tuvo que
eliminar muchos privilegios fiscales, incluyendo los de la Iglesia, y recortar el
número de soldados en 18.000 soldados de infantería y 10.000 de caballería
según las estimaciones. Como se redujo la capacidad del Imperio romano de
recuperar sus antiguas posesiones y de defender su integridad territorial,
cada vez más las élites provinciales optaron por colaborar con los reyes
bárbaros para garantizar su seguridad y el orden. Además, el Mediterráneo
dejó de ser el Mare Nostrum y pasó a ser un mar inseguro plagado de piratas,
y así el comercio marítimo y las comunicaciones entre las provincias
romanas quedaron muy tocadas.
La situación era tan grave que en el 442 Valentiniano III se vio obligado a
firmar un tratado de paz con Genserico que reconocía la independencia del
Reino vándalo. El Imperio recibió de vuelta la Mauritania Tingitana, aunque
en realidad ya no tenían control sobre las costas de Marruecos y los líderes
bereberes también aprovecharon la situación para ampliar sus dominios. Así
que la década de los años 30 del siglo V fueron más importantes de lo que
suele parecer porque el Imperio romano reconoció por primera vez a los
bárbaros como iguales y reconoció la pérdida de muchos territorios.
Requila, el rey suevo conquistador
De vuelta a los suevos, Hermerico, que estaba ya enfermo y anciano, abdicó
en el año 438 a favor de su hijo Requila. Aparentemente, los suevos no tenían
una monarquía electiva sino una hereditaria, o al menos en ese momento el
poder de la dinastía gobernante se consolidó lo suficiente como para saltarse
cualquier elección. Mientras que Hermerico era una especie de rey prudente
y diplomático, su hijo Requila era mucho más beligerante y ambicioso.

Mapa del Reino suevo, con sus fronteras más estables hasta la conquista visigoda
del 585
En su primer año de reinado Requila rompió la paz con los romanos y
comenzó una ambiciosa campaña para saquear y conquistar las provincias
de Lusitania y Bética. El movimiento era audaz, pero Lusitania estaba
abandonada por el gobierno imperial y la Bética era famosa por su riqueza,
así que si Requila lograba conquistar esas provincias los suevos estarían en
una posición mucho más fuerte. Era el momento perfecto, ya que los
vándalos habían dejado la península ibérica y el gobierno imperial luchaba
en otros frentes.
Antes de comenzar sus campañas, Requila aseguró la retaguardia haciendo
las paces con los pueblos del norte de Galicia. Después de eso marchó hacia
el sur y en la Bética Requila derrotó a un ejército liderado por un hombre
llamado Andevoto. No está claro si Andevoto dirigía un ejército privado
contratado por la aristocracia local o si dirigía una expedición imperial de
Valentiniano III. En cualquier caso, este ejército servía a los intereses
hispanorromanos, pero fracasó y los suevos capturaron un gran tesoro de oro
y plata. No conocemos muchos detalles de esta campaña, pero en el 440 los
suevos conquistaron la capital de la diócesis de las Hispanias y de Lusitania,
Mérida, y luego en el 441 Sevilla, la ciudad más importante de la Bética.
Sin embargo, estas campañas y todo el mapa de supuestas conquistas
suevas son engañosas, porque las “conquistas” no se consiguieron por la
fuerza o por asedios sino por medio de diplomacia, traiciones y el apoyo de
facciones dirigentes de las ciudades. Esto también hacía que la autoridad
sueva sobre éstos fuera muy débil y que pudiera derrumbarse en cualquier
momento, como de hecho ocurrió pasando. El Imperio estaba impotente en
esta situación con tantos frentes abiertos, y los romanos primero intentaron
una solución diplomática enviando al embajador Censorio de nuevo a
Hispania. Sin embargo, Requila fue muy agresivo con los romanos y tomó al
diplomático como rehén durante muchos años.
Conquistas suevas de Requila por Hispania. Muchas veces, más que conquistas,
eran ocupaciones y saqueos temporales, por eso mapas como este son engañosos

Con esas conquistas, los suevos lograron rápidamente tomar parte de la


Cartaginense también, aunque su control sobre todas estas provincias era
muy débil y la mayoría de las poblaciones hispanorromanas actuaban con
total autonomía. Recuerda que estamos hablando de un ejército de 5.000
suevos, a los que es posible que se le hubieran sumado algunos miles de
bárbaros o incluso de romanos más, pero en cualquier caso con unas fuerzas
tan reducidas su control sobre el territorio no era ni fuerte ni permanente.
Por tanto, con estos números, ¿qué tipo de control tuvieron los alanos,
vándalos y suevos sobre Hispania en la primera mitad del siglo V? Pues no
crearon reinos ni hubo una administración como tal, ni tampoco pudieron
ocupar todas esas grandes extensiones de terreno que supuestamente
controlaban por limitaciones demográficas. Por tanto, su control se basaba
en el colaboracionismo con los hispanorromanos tras haber sido
abandonados estos por la administración central, y si algunos se negaban a
colaborar los bárbaros podían amenazar con usar la fuerza.
Entretanto, entre el 441 y 446 Valentiniano III envió tres expediciones para
combatir a los bandidos de las bagaudas en la Hispania Tarraconense y para
combatir a los suevos en el sur, y aunque las dos primeras tuvieron algo de
éxito, la última fue un completo desastre. Hay algo significativo que destacar
de esas expediciones, y es que la población local hispanorromana se estaba
cansando de los altos impuestos que los romanos y sus federados visigodos
les imponían. Digo que es significativo porque los locales se sentían cada vez
más desconectados del Imperio romano, un imperio que se estaba
desmoronando y que era cada vez más difícil de mantener. Ese fenómeno
estaba ocurriendo en todo el Imperio romano de Occidente, y surgió
claramente en Hispania a mediados del siglo V.
En la década del 440 el Imperio romano todavía se centraba en la supresión
de las bagaudas en la Galia e Hispania, ya que los rebeldes aristócratas y de
bajo estatus social suponían un desafío más grande a la autoridad imperial
que los propios bárbaros. Las fuentes de la época indican que este problema
social había alcanzado grandes proporciones, como resultado de la
inestabilidad económica y política, las cargas fiscales, los abusos de las
élites tanto seculares como religiosas, y la condición de siervos de muchos
campesinos. En esos años de enemistad entre los visigodos de Teodorico I y
el Imperio romano, Teodorico y el rey vándalo Genserico hicieron una alianza
sellada con un matrimonio entre un hijo de Genserico y una hija de
Teodorico.
El problema vino cuando ese hijo se volvió ambicioso y decidió que debía
casarse con una hija del emperador Valentiniano III. Así que acusó a la hija
de Teodorico de intentar asesinarlo y, ni corto ni perezoso, le cortó las orejas
y la nariz. Sí, sí, muy heavy. Su padre, por supuesto, se sintió profundamente
ofendido y los vándalos se convirtieron desde entonces en el enemigo mortal
de los visigodos. Teodorico tampoco era amigo de los suevos, pero cuando
vio que la relación entre el Reino vándalo y el Imperio romano mejoraba, el
rey de los visigodos pensó que no era mala idea formar una alianza con los
suevos.
Requiario, el primer rey bárbaro católico
Lo siguiente que sabemos gracias a la crónica de Hidacio es que Requila
murió en Mérida en el 448, ciudad que había convertido en capital del Reino
suevo para mejorar su prestigio y dejar claro que quería dominar toda
Hispania. Fue sucedido por su hijo Requiario, algo que causó cierta oposición
dentro de la nobleza sueva. Tal vez tuvo algo que ver con el hecho de que era
el primer rey germánico católico de Europa, 50 años antes de la mucho más
famosa conversión del rey de los francos Clodoveo.
Es posible que su conversión antes de llegar al trono fuera un movimiento
político para ganar la simpatía de la población hispanorromana y del
poderoso clero, pero en cualquier caso su conversión no se tradujo en una
conversión masiva de los suevos al catolicismo, eso fue algo que aún tardaría
varias décadas en ocurrir. El rey Requiario continuó la agresiva expansión de
su padre, haciendo primero incursiones en la Hispania Bética y luego
dirigiéndose al norte al año siguiente para adentrarse en Vasconia, territorio
que tenía como nueva élite a militares vascones que habían servido a Roma
controlando el paso entre Astorga y Burdeos.
Requiario no sólo viajó al norte de España con fines militares, sino que tenía
una misión mucho más importante: después de cruzar los Pirineos, fue a
Tolosa y se casó con una hija del rey de los visigodos. Así es, Teodorico y
Requiario sellaron con éxito una alianza. El católico Requiario se casó con
una princesa arriana, pero no importó ya que, como he dicho, la conversión
de Requiario fue sólo personal. Pero, aunque una alianza política solidificada
con un matrimonio puede parecer fuerte, la historia demuestra
continuamente que no es así, y ese mismo trágico destino ocurriría con la
alianza entre los visigodos y los suevos, para desgracia de los suevos.
Mientras el rey Requiario estaba en la Galia con los visigodos, Censorio, el
embajador romano que fue tomado como rehén en el 440, fue ejecutado por
un noble llamado Agiulfo cuyos orígenes son bastante oscuros, un hombre
que no tardaría en volver a aparecer en la historia hispana. Algo que explicaría
la ejecución de Censorio después de tantos años de cautiverio podría ser
precisamente la alianza con los visigodos, ya que los visigodos no estaban en
buenos términos con los romanos en esos años. Como puedes ver, las
alianzas se hacían, rompían y rehacían continuamente en el caótico siglo V,
pero no los juzgues, porque era una simple cuestión de supervivencia.
Requiario, en su camino de regreso a Hispania después de una feliz boda, se
encontró con Basilio, el líder de los más poderosos bagaudas del valle del
Ebro y responsable de la muerte de un obispo. Juntos, Requiario y Basilio
saquearon las regiones de Lérida y Zaragoza, obtuvieron un gran botín y
capturaron muchos esclavos, vamos, lo que yo llamaría una buena luna de
miel para Requiario y su esposa. No sabemos si el rey Requiario quería
conquistar la Hispania Tarraconense y expulsar a las autoridades imperiales
romanas de Hispania, pero si quería eso fracasó en su objetivo.
La amenaza de los hunos
Todo esto dejó de importar, porque una agitación, o más bien un auténtico
terremoto geopolítico, lo cambió todo. La amenaza de los hunos se hacía
más real que nunca, ya que tras unificar a miles de bárbaros bajo su mando
Atila el Huno estaba decidido a invadir la Galia. Si los hunos lograban eso,
afectaría tanto a los bárbaros que vivían en la Galia como al Imperio romano
de Occidente. Los viejos enemigos Aecio y Teodorico sabían que, si querían
que sus naciones sobrevivieran, debían dejar de lado sus diferencias y formar
una coalición contra los hunos.
Mapa del Imperio romano, año 450

Por alguna razón los suevos no participaron en la coalición, quizás porque los
suevos tenían su base de poder en Hispania y no en la Galia, pero en
cualquier caso eso supuso el fin de la breve alianza visigoda y sueva. Los
romanos, visigodos, borgoñones, sajones y muchos otros lucharon juntos
contra los hunos y sus vasallos en la decisiva batalla de los Campos
Cataláunicos. La coalición romana logró la victoria, aunque el bando
vencedor tuvo importantes bajas como el rey de los visigodos Teodorico I. Le
sucedió su hijo Turismundo, reconocido por Aecio como amigo de Roma, y la
dinastía baltinga y los godos en general vieron como aumentaba su prestigio
y cohesión interna y el aprecio de la población romana. Sin embargo,
Turismundo no duró mucho tiempo al trono, ya que su hermano Teodorico II
le tenía envidia y decidió conspirar para asesinarle.
Con la retirada de los hunos de la Galia el Imperio romano de Occidente pudo
respirar un poquito de nuevo, así que Valentiniano III centró de nuevo su
atención en Hispania. El emperador romano envió una delegación, no
sabemos si diplomática o también militar, para negociar la paz con los
suevos. Sabemos que los suevos devolvieron a los romanos la Hispania
Cartaginense y la Bética hasta el estrecho de Gibraltar, mientras que
Requiario todavía mantenía bajo su control las importantes ciudades de
Mérida y Sevilla. Más importante aún, Valentiniano reconoció la
independencia del Reino suevo con su control sobre Gallaecia, Lusitania y
Bética Occidental. Eso fue motivo de celebración y el rey Requiario emitió sus
propias monedas de plata con su nombre escrito, un hecho muy notable,
porque hasta ese momento ningún otro rey bárbaro había hecho eso para
gritar a los cuatro vientos que su reino era independiente del Imperio romano.
Por otra parte, los hunos intentaron entonces atacar Italia, pero después de
sufrir de una epidemia y hambruna se vieron obligados a retirarse de allí
también. Atila murió en el 453 y la confederación de los hunos se desintegró,
y por ello el emperador Valentiniano III se sintió lo suficientemente confiado
como para asesinar al general que lo había hecho su títere durante dos
décadas, Flavio Aecio. Pero el karma le devolvió el golpe a Valentiniano y fue
asesinado por los seguidores de Aecio al año siguiente. Su muerte y la de
Aecio fueron el final de una era, porque a partir de entonces, una serie de
breves reinados sucedieron a la casa de Teodosio, y sólo en raras ocasiones
las autoridades imperiales trataron de restaurar el viejo orden fuera de Italia.
La batalla de Órbigo, el fin de la hegemonía sueva
Petronio Máximo, sucesor de Valentiniano III, no tuvo mucho tiempo para
liarla, pero era tan incompetente que lo logró. Canceló el matrimonio entre
una hija de Valentiniano y un hijo de Genserico, y eso lógicamente enfureció
a los vándalos, que usaron todo su poder naval para atacar y saquear la Roma
en el 455, de una forma más brutal que la de Alarico en el 410. Entonces el
galo-romano Avito tomó el poder con el apoyo de los visigodos, y Requiario
se aprovechó de la debilidad del Imperio para romper los acuerdos que había
hecho con Valentiniano III.
Mapa de Hispania, años 430-455, incluyendo el área de influencia sueva

Los suevos invadieron la Hispania Cartaginense, y tanto el Imperio romano


como el Reino visigodo enviaron un ultimátum a los suevos para que se
retiraran de la Cartaginense y respetaran el tratado que habían firmado. Pero
el rey Requiario había venido a jugar, era un hombre que quería arriesgarlo
todo para cumplir sus ambiciones, y así lo hizo. Los suevos doblaron su
apuesta atacando también a la Hispania Tarraconense, pero esta vez la
respuesta de Ravena y Tolosa fue abrumadora.
El emperador Avito ordenó a Teodorico II que entrara en Hispania y derrotara
a los suevos y de paso a los bagaudas también. Los visigodos entraron en
Hispania nominalmente con autorización romana, pero en realidad actuaron
por su cuenta. El propio Teodorico II comandó un ejército de visigodos,
francos y borgoñones en el 456 para aplastar a los suevos. Los suevos con
sus pocos efectivos no podían hacer nada contra una fuerza tan abrumadora.
Así que el 5 de octubre de 456 los visigodos derrotaron decisivamente a los
suevos gobernados por el rey Requiario en la batalla de Órbigo, cerca de
Astorga.
Muchos suevos perecieron en la batalla, otros fueron capturados y otros
huyeron. El rey Requiario fue herido, pero pudo escapar a Lusitania, aunque
fue capturado allí y ejecutado en diciembre. La capital de los suevos, Braga,
fue saqueada y sus iglesias quemadas. Por supuesto, eso no solo afectó a los
suevos, sino que también a la población hispanorromana. En su crónica,
Hidacio se siente frustrado y furioso por las acciones violentas y salvajes de
los visigodos, que actuaron en nombre del poder civilizado que representaba
Roma para los hispanorromanos. Pero de momento, Hidacio se regocijó
porque creía que había desaparecido el Reino de los suevos
¿La desaparición de los suevos?
Los visigodos se trasladaron de Gallaecia a Lusitania y Bética, tomando
Mérida, que no fue saqueada gracias a una negociación con el obispo, uno
de tantos ejemplos de pactos entre la Iglesia y los bárbaros en el siglo V.
Teodorico II estableció guarniciones y asentamientos visigodos
permanentes, expandiendo así la influencia del Reino visigodo en Hispania,
aunque no sería hasta el reinado de Eurico y sobre todo tras la batalla de
Vouillé que los visigodos se asentaron en masa en Hispania. Sólo la
expedición de Mayoriano unos años más tarde restauró brevemente el
control imperial sobre una parte de Hispania.
Esa campaña supuso la desintegración del Reino suevo que había dominado
Hispania en la década anterior. El rápido ascenso y descenso de los suevos
muestra lo débil que era su poder, y al final, el factor numérico fue la variable
decisiva. Teóricamente, Gallaecia volvió a estar sometida al dominio romano,
pero la victoria de Teodorico II creó un estado de anarquía, incertidumbre y
guerra civil en la provincia que no terminó hasta 10 años después. El Reino
suevo desapareció por un tiempo, pero para desgracia de Hidacio y muchos
galaicorromanos aparecieron bandas de suevos y éstos causaron un clima
de violencia que no se había visto en la región en más de una década.
La pregunta ahora es, ¿dónde estaban los suevos ahora que el poder central
se había desintegrado? Por un lado, tenemos los suevos desperdigados en la
Hispania Bética, un territorio que no fue completamente reconquistado por
los visigodos bajo el servicio romano hasta el 459. Los esfuerzos imperiales,
o más precisamente visigodos, se centraron en esa región debido a su
importante valor estratégico y al temor de que los vándalos pudieran
reconquistarla. Por otro lado, Gallaecia, el pilar de su poder estaba en un
vacío de poder que necesitaba ser llenado. En este contexto reapareció
Agiulfo, el verdugo de Censorio. Teodorico II había nombrado a Agiulfo para
que sirviera como vasallo para gobernar a los suevos de Mérida, ya que los
visigodos intentaban integrar a los supervivientes suevos en su reino, un poco
como los vándalos habían integrado a los alanos.
Sin embargo, Agiulfo tenía sus propios planes, quería convertirse en rey de
los suevos y por ello se rebeló contra los visigodos. Agiulfo aprovechó la
oportunidad porque los visigodos de Teodorico II habían abandonado
Hispania por la muerte de su amigo y títere el emperador Avito, aunque luego
los visigodos mandaron un pequeño ejército que acabó sin problemas con
Agiulfo. En Ravena, el general germano Ricimero y el romano Mayoriano
habían liderado la conspiración para deponer a Avito y matarlo poco
después. Sin embargo, en pocos meses hubo un interregno y por eso el rey
visigodo quiso tener voz y voto para decidir quién debería ser el próximo
emperador. Después de todo, alguien como Avito había sido muy beneficioso
para los intereses de los visigodos, y si podía entronizar a un amigo como él
sería perfecto para sus intereses.

¡Adiós, Imperio romano!


Mayoriano, la última esperanza del Imperio romano de Occidente
Los conspiradores que derrocaron a Avito fueron el general germánico
Ricimero y el general romano Mayoriano. Pero Ricimero no era un general
germánico cualquiera bajo el servicio romano, sino que era el hijo del rey
suevo Requila y de una hija del rey visigodo Walia. Después de la muerte de
Walia los visigodos rompieron relaciones con los suevos y por eso, como
perdedor de este tipo de luchas entre bárbaros, Ricimero se unió a los
romanos. Mayoriano, por otro lado, pertenecía a una familia aristocrática
itálica y se había hecho un nombre sirviendo a Flavio Aecio.
La cosa es que Ricimero y Mayoriano eran amigos, ambos tenían posiciones
influyentes, y tenían el apoyo de la descontenta aristocracia italiana para
deshacerse del galorromano Avito. Ricimero y Mayoriano forzaron a Avito a
abdicar y después de unas semanas lo mataron. El emperador romano de
Oriente, León I, decidió no nombrar un emperador de Occidente porque
quería gobernar a solas con Ricimero como patricio actuando en su nombre,
pero después de unos meses el ejército romano proclamó emperador
romano de Occidente a Mayoriano. Ricimero no pudo convertirse en
emperador por sus orígenes bárbaros, pero esperaba hacer de Mayoriano un
emperador títere ya que era él quien controlaba el ejército. Tanto el
emperador oriental como los visigodos se negaron inicialmente a
reconocerlo como emperador ya que lo consideraban un usurpador, pero a
finales del año 457 León I lo reconoció, dado que no había otra alternativa
posible.
Ahora veamos la caótica situación de Hispania. Grandes partes de Hispania
estaban gobernadas por las élites locales, ya que la administración romana
en Hispania ya era más algo teórico que real. Gallaecia, como mencioné en
el episodio anterior, se encontraba en un estado de caos y anarquía después
de la desintegración del Reino suevo. Los suevos que sobrevivieron
continuaron viviendo allí, y la región se dividió entre dos facciones después
del asesinato de Agiulfo. Una facción tenía su centro de poder en el sur de
Gallaecia y parte de Lusitania, mientras que la otra facción tenía su base en
el norte de Gallaecia.
Lo que ambos grupos tenían en común era que apenas tenían una base de
poder permanente y en cambio pasaban su tiempo yendo de aquí para allá
entre incursiones y saqueos. A veces competían para unificar a los suevos
bajo un solo rey, pero en general actuaban de forma independiente para
sobrevivir. Para añadir más complicaciones al norte, un grupo del pueblo
germánico de los hérulos atacó con acciones de piratería las costas
norteñas, y no está claro si lo hicieron siguiendo órdenes romanas o por su
cuenta. La Hispania Tarraconense estaba controlada por la aristocracia
hispanorromana, mientras que la Hispania Cartaginense y parte de la Bética
estaban bajo la influencia del Reino visigodo de Tolosa, aunque aún había
guarniciones independientes de suevos que no fueron conquistadas por los
visigodos hasta el 458.
Cuando el emperador Mayoriano tomó el poder, el Imperio romano de
Occidente consistía en Italia y una porción de la Galia. Pero incluso eso
estaba en riesgo, porque los vándalos de Genserico estaban atacando Italia
y la aristocracia galorromana se negaba a reconocer a Mayoriano. En su lugar,
la aristocracia galorromana permitió a los visigodos y borgoñones conquistar
lo que quedaba de la Galia imperial, mientras que la prioridad urgente de
Mayoriano era la defensa de Italia y luego la reconquista del sudeste de la
Galia. El mismo Mayoriano lideró sus tropas contra los vándalos que
saqueaban la región de Campania en el sur de Italia, y en un abrir y cerrar de
ojos aplastó a los vándalos y los expulsó de Italia.
Esa victoria le dio prestigio como un emperador capaz, un verdadero héroe
que apareció en el momento de mayor necesidad. Realmente admiro este
tipo de hombres fuertes que aparecen en tiempos de adversidad, como
Abderramán III para el Emirato de Córdoba o Napoleón para la República
francesa. Pero este tipo de líderes poderosos se ganan la enemistad de otros
envidiosos, como sucedió con su viejo amigo Ricimero. Recuerda que
Ricimero tenía la ambición de ser el gobernante de facto del Imperio romano
de Occidente, y no esperaba que Mayoriano fuera un emperador tan
magnífico. No le gustaba ser eclipsado, así que Ricimero se distanció de
Mayoriano y pacientemente comenzó a trabajar para debilitar la posición de
su viejo amigo.
Reconquista romana de la Galia
Mientras que Mayoriano se centraba en los asuntos de Italia, Teodorico II
expandió audazmente el Reino de los visigodos tanto en la Galia como en
Hispania, conquistando la Bética, incluyendo la importante ciudad de Sevilla
con el apoyo de una parte de la élite local. El emperador romano controlaba
ahora firmemente Italia, pero para iniciar una expedición de reconquista de
gran parte de la Galia el emperador necesitaba reclutar más tropas entre los
bárbaros, incluyendo ostrogodos, borgoñones y suevos. Esto también es muy
significativo de la debilidad romana en Occidente, pues se pretendía una
reconquista no con gente local sino con los mismos extranjeros que
amenazan la integridad del Imperio.
Por otro lado, Mayoriano también comenzó a reconstruir la armada para
enfrentar a los vándalos, pero de momento no era suficiente para lanzar una
ofensiva. A finales del 458 Mayoriano comenzó su campaña para
reconquistar la Galia, liderando él mismo el ejército y dejando a Ricimero en
Italia. Romanos y visigodos se enfrentaron en la batalla de Arelate, cerca de
la estratégica ciudad de Arlés. Allí los romanos derrotaron decisivamente a
los visigodos, tanto es así que Teodorico II se vio obligado a abandonar
Septimania, la región sudoriental de Francia con ciudades como Narbona o
Carcasona.
El tratado firmado en el 459 devolvió a los visigodos el estatus de federados y
les obligó a abandonar no sólo la Septimania sino también los territorios
conquistados en Hispania. Mayoriano nombró a un general de confianza
llamado Egidio para gobernar la Galia, mientras que el emperador continuó
su campaña contra los borgoñones que también volvieron a ser federados.
Mayoriano se reconcilió entonces con la aristocracia galorromana para
continuar sus ambiciosas campañas y recuperar la antigua gloria del Imperio
romano. De victoria en victoria, parecía que su sueño podía hacerse realidad.
Reconquista romana de Hispania
Su siguiente objetivo era Hispania, y envió emisarios allí para anunciar que
visigodos volvían a ser federados del Imperio y que Hispania volvía a ponerse
bajo control imperial. Con la ayuda de los federados visigodos, el Imperio
romano restableció el control de Hispania Tarraconense, Cartaginense y
Bética. Mientras tanto, los romanos también restablecieron el control sobre
Sicilia y los Balcanes. En Hispania la verdadera campaña comenzó en
Lusitania y Gallaecia contra las facciones de los suevos. Allí los romanos
dirigidos por el conde de las Hispanias Nepociano y los federados visigodos
reconquistaron importantes ciudades fortificadas como Lugo o Santarém,
pero la operación fue de alcance limitado, ya que el Imperio no los aplastó de
forma decisiva.

Imperio romano de Occidente en el 460, tras las campañas de Mayoriano


El propio Mayoriano dirigió un gran ejército a través de Zaragoza para luego ir
a la actual Santa Pola, en la provincia de Alicante, donde una importante flota
fue atracada para embarcar una expedición para derrotar de una vez por
todas a los vándalos en África. Genserico estaba nervioso y temía al
aparentemente imparable Mayoriano, y por ello intentó negociar la paz con
los romanos. Mayoriano se negó a negociar porque estaba decidido a
restaurar el control romano sobre el antiguo granero del Imperio. Todo iba
perfecto hasta ese instante, y todo apuntaba a que Mayoriano podía lograr
algo más grande e impresionante incluso que Aureliano y Diocleciano en el
siglo III.
Muerte de Mayoriano, muerte del Imperio romano
Sin embargo, el destino decidió no darle ese honor. A partir de 460, todo salió
mal para el Imperio romano de Occidente. Los vándalos pagaron a algunos
de los encargados del muelle para dejar que los vándalos destruyeran sin
oposición la gran flota que se necesitaba para destruir el Reino vándalo, en la
conocida como batalla de Cartagena. Mayoriano se vio obligado a cancelar
la expedición y dejar para otra ocasión su sueño de reincorporar las
provincias africanas. Decidió entonces volver a Italia, haciendo una parada
en Arlés. Ricimero, el general germano que se había marchado a Italia y viejo
amigo de Mayoriano, empezó a conspirar contra el emperador mientras
luchaba valientemente fuera de Italia.
Ricimero tenía el apoyo de algunos aristócratas itálicos que no estaban
contentos porque Mayoriano les había obligado a pagar más impuestos por
sus grandes empresas. Antes de llegar a Roma, Ricimero interceptó a
Mayoriano con un destacamento militar, hizo que lo arrestaran, golpearan y
torturaran, y luego lo decapitó en el 461. Un final muy triste para un héroe
como Mayoriano. El canalla y rata traicionera que era Ricimero nombró
entonces un emperador títere, como siempre había soñado. Sin embargo, su
emperador títere no fue reconocido por el emperador romano de Oriente, ni
por ninguno de los generales que sirvieron a Mayoriano como Egidio en la
Galia, Nepociano en Hispania o Marcelino en los Balcanes y Sicilia.
El sueño de restablecer el Imperio romano de Occidente murió con
Mayoriano. Desde entonces, Ricimero gobernó lo que quedaba del Imperio
en Occidente, que consistía principalmente en Italia. Los diferentes pueblos
bárbaros aprovecharon la oportunidad y conquistaron las provincias
occidentales, y la aristocracia y clero provincial colaboró activamente con
las elites bárbaras. Los borgoñones conquistaron Lyon y los visigodos
recuperaron el acceso al mar Mediterráneo al reestablecer su autoridad en
Septimania. Mientras tanto, Egidio y Marcelino gobernaron
independientemente el norte de la Galia y las Balcanes. Egidio detuvo un
intento de los visigodos de expandirse en el norte de la Galia en el año 463
con la ayuda de los alanos de la Galia y los francos, mientras que el
comandante romano de Hispania Nepociano fue depuesto por Teodorico II.
El gobierno imperial también perdió el control sobre Hispania, ya que los
visigodos cortaron la conexión terrestre entre Italia e Hispania y las rutas
marítimas estaban controladas por los vándalos. Es muy significativo cómo
un noble hispanorromano fue a la corte de Tolosa en lugar de a la de Rávena
para pedir una intervención militar de los visigodos contra los suevos. Eso
muestra cómo la autoridad romana imperial se vino abajo para siempre en
Occidente.
Conquistas visigodas en Hispania y reunificación sueva
Aparte de reconquistar Septimania, el Reino visigodo de Teodorico II trató de
expandirse hacia el norte en la Galia después de la muerte de Mayoriano pero
fracasaron. Teodorico II negoció la paz con los francos y el Imperio romano
de Occidente, pero algunos nobles visigodos pensaron que no tenían nada
que negociar con la decadente autoridad imperial. Por lo tanto, como ya
había sucedido entre los visigodos y continuará sucediendo a lo largo de su
historia, hubo una conspiración para derrocar y asesinar al rey. El único
hermano vivo de Teodorico II, Eurico, logró eliminar a su hermano en el 466.
Eurico rápidamente derrotó a otros pretendientes y caciques
independientes, y unificó a los visigodos bajo su mando. Después de eso,
lanzó expediciones tanto en la Galia como en Hispania, conquistando para el
Reino visigodo de Tolosa la Hispania Bética y Cartaginense. La conquista de
Mérida fue especialmente importante para controlar la mayor parte de
Hispania utilizando las antiguas calzadas romanas. Por otro lado, no fue
hasta el 472 que los visigodos conquistaron con poca o ninguna oposición la
Hispania Tarraconense, donde el último representante imperial en España,
el dux Hispaniarum Vicente o Vicencio, colaboró con los visigodos y dio fin
oficialmente a la administración romana en Hispania después de casi 700
años de presencia.
Eurico también capturó algunas plazas fuertes del norte de España como
Pamplona, pero los visigodos no controlaron firmemente esa región. En
realidad, los visigodos tenían un débil control sobre toda Hispania, pero la
consolidación del poder visigodo en Hispania sería obra de otros monarcas.
Aunque su reinado comenzó con un pecado, Eurico fue lo suficientemente
inteligente como para integrar a la aristocracia galorromana e
hispanorromana en posiciones militares y administrativas. Ese fue un paso
muy importante para consolidar la posición del Reino visigodo, porque no se
puede gobernar un territorio con la enemistad de los poderes locales.
En Gallaecia, el rey suevo Remismundo ganó la guerra civil y reunificó a los
suevos con la aprobación del clero galaicorromano y de Teodorico II, y para
lograrlo tuvo que convertirse en hijo de armas de Teodorico II, una especie de
vasallaje común entre los germanos. Aparte de la supremacía política y
militar de los visigodos sobre los suevos, éstos abandonaron su paganismo y
se convirtieron al cristianismo arriano en el año 466 gracias a un misionero
enviado por los visigodos. Sin embargo, no es que a Remismundo le gustara
ser vasallo de los visigodos, y tras la muerte de Teodorico II Remismundo
consideró que había dejado de ser cliente militar de los visigodos y se libró
de la influencia visigoda consiguiendo el apoyo de la élite galaica y lusitana.
Remismundo ocupó con éxito Lisboa y otras ciudades con la colaboración de
los locales, y podemos interpretarlo como un cambio en la actitud de la clase
dirigente local hacia los suevos. Desgraciadamente, la crónica de Hidacio
termina bruscamente en el 469 con su muerte, y tenemos un oscuro período
de unos 80 años del que prácticamente no sabemos nada de Gallaecia. Odio
cuando eso sucede, porque sólo podemos adivinar y especular sobre lo que
estaba sucediendo en el Reino suevo. Sin embargo, sí podemos concluir que
la élite provincial aceptó el gobierno de los suevos para preservar sus
privilegios y evitar el centralismo de un reino más poderoso como el visigodo
476, la caída de un imperio
En el 472 el gobernante de facto del Imperio romano de Occidente, Ricimero,
murió, y eso abrió una oportunidad para que las diferentes potencias
bárbaras tomaran lo que quedaba del Imperio en Occidente. Eurico por
ejemplo conquistó la región de Provenza en el sudeste de la Galia. Los
mercenarios bárbaros se rebelaron y el caudillo hérulo Odoacro depuso al
emperador Rómulo Augusto y envió las insignias imperiales a
Constantinopla. Esto lo hizo para ganarse el favor del emperador oriental y
ser nombrado patricio de Italia, pero ya fuera porque no fue reconocido o
simplemente porque quería legitimar su posición, Odoacro se proclamó
también rey de Italia en el 476.

Mapa del mundo post-Romano tras la caída del Imperio romano de Occidente, año
476.
Esa es la fecha convencional del fin del Imperio romano de Occidente, lo que
para algunos es el inicio de la Edad Media, pero para la mayoría de los
académicos seguimos estando en la Antigüedad tardía. Desde ese momento
hasta hoy Europa, Oriente Próximo y el norte de África permanecieron
divididos en múltiples estados. Como bien señala el historiador Guy Halsall,
lo más irónico de la caída del Imperio romano de Occidente es que muchos
de los hechos decisivos en la caída del Imperio fueron llevados a cabo por
gente que quería mejorar su posición dentro de las estructuras del Imperio
romano.
Este hecho lo lleva a afirmar que el Imperio romano no murió asesinado ni de
muerte natural, sino que más bien el Imperio romano cometió un suicidio
involuntario. Eso sí, hay que aclarar algunas cosillas. El Imperio romano
seguía existiendo porque nunca hubo dos estados separados entre Oriente y
Occidente, sino que era un estado gobernado por dos augustos. A partir del
476, el Imperio romano solo tenía un emperador en Oriente y los reyes
germánicos se presentaban como federados que gobernaban en su nombre
hasta bien entrado el siglo VI.
Este era un relato de ficción porque a todas luces ya no existía el Imperio
romano en Occidente, pero es importante destacar esta idea porque Roma
seguía siendo fuente de legitimidad para gobernar, al igual que pasó siglos
después cuando los condados catalanes eran de facto independientes, pero
técnicamente seguían siendo vasallos de los carolingios. De hecho, como la
idea de Roma seguía viva, Justiniano inició un ambicioso programa de
reconquista y restauración imperial en la primera mitad del siglo VI. Es a partir
de su muerte cuando podemos hablar más propiamente de Imperio bizantino
porque abandonaron el latín como lengua administrativa y abandonaron la
aspiración de restaurar el Imperio romano en Occidente.
El reinado de Eurico
Con la caída del Imperio romano aclarada, quiero destacar que Hispania para
Eurico era un área reservada para la futura expansión visigoda, pero el núcleo
del reino estaba todavía en la mitad sur de la Galia. Sin embargo, la
desintegración del poder romano y la presión de los francos en el norte
fomentaron el asentamiento de los visigodos en Hispania. Los visigodos
alcanzaron entonces su máxima expansión, con sus fronteras naturales en
los ríos Loira y Ródano, y el Reino visigodo de Tolosa se convirtió en el estado
más poderoso de Occidente.

Mapa del Reino visigodo en el año 500, en su máxima extensión

Aun así, como con el Reino de los suevos de Requila y Requiario hay que
recordar que los mapas son engañosos y que había grandes extensiones de
Hispania que eran a efectos prácticos independientes y controladas por
poderes locales. Lo último que quería hablar del reinado de Eurico es su
política administrativa y religiosa. Su trabajo administrativo más importante
fue el Código de Eurico, la primera colección escrita de leyes germánicas, ya
que los germanos siempre se habían regido por leyes no escritas. Cabe
destacar que el Código de Eurico sólo se aplicó a los visigodos, no a la
población galorromana o hispanorromana.
Los godos y los súbditos romanos estaban claramente divididos por la ley,
me refiero entre otras cosas a que a los godos tenían prohibido casarse y
tener hijos con la población local. Esa división con el tiempo desapareció,
pero eso ocurrió un siglo después. Por otro lado, Eurico ha sido visto a veces
como un anticatólico, pero eso no sería justo, porque no quería conflictos
religiosos. Lo que Eurico quería es que el poderoso clero católico de la Galia
e Hispania se sometiera a los visigodos, pero algunos se oponían a ellos, y
fueron purgados por razones políticas, no religiosas.
El poder de la Iglesia en el siglo V
Y es que la institución más beneficiada del derrumbamiento del estado
romano fue sin duda la Iglesia católica. Desde el siglo IV ya se estaba
observando cómo el poder de la Iglesia iba aumentando e incluso
sustituyendo a los poderes civiles, por eso observamos como en algunas
ciudades donde antes había un consejo municipal de senadores ahora había
un obispo gobernando. El clero católico asumió competencias de la
administración romana y se presentó como continuadora de la romanidad, y
gracias a eso ejerció un enorme poder sobre la sociedad. Los bárbaros eran
conscientes del poder político y económico de la Iglesia y por eso intentaron
conseguir su apoyo para gobernar las provincias conquistadas, en el caso de
los visigodos y suevos sobre los hispanorromanos y galorromanos.
También se puede decir que en parte los bárbaros fueron claves para que la
Iglesia fortaleciera aún más su posición. De manera más o menos
consciente, los bárbaros querían sustituir a los funcionarios romanos y
establecer sus propios reinos, así que qué mejor que apoyarse en un poder
como el eclesiástico para mutuamente repartirse lo que quedaba de la
administración romana. Entre tanto, la sociedad hispanorromana se estaba
cristianizando cada vez más durante el siglo V, y por eso las viejas élites
seculares codiciaron los mejores cargos y en algunas ocasiones facciones
del clero buscaron el apoyo de los bárbaros para imponer su dominio sobre
una ciudad o provincia.
El reinado de Alarico II antes del desastre
En el 484 el rey Eurico murió y fue sucedido por su hijo Alarico II. Alarico II ha
sido tratado injustamente hasta hace poco, debido a la desastrosa batalla de
Vouillé en el 507 de la que hablaré más tarde. Sin embargo, su política fue
similar a la de su padre, y a veces incluso mejor. Alarico trabajó para
consolidar el poder visigodo en Hispania, ya que realmente el control
visigodo sobre Hispania era muy débil. Además, Alarico II centró sus
esfuerzos en el fortalecimiento de la autoridad real y en la integración de la
aristocracia y el clero galo e hispanorromano en el estado visigodo. Con estos
objetivos en mente, podemos entender la promulgación del Breviario de
Alarico y su relajada política hacia el clero católico.
Comencemos con el Breviario de Alarico, que era una colección muy
completa de leyes romanas compiladas y aprobadas en el 506 con la
colaboración del clero y la aristocracia. Las leyes del Breviario de Alarico eran
las que se aplicaban a la población no visigoda, y es notable cómo los
visigodos continuaron la tradición romana y trataron de presentarse como
continuadores de la romanidad. Con el Breviario de Alarico, el Reino visigodo
reconoció que las leyes romanas eran fundamentales para la constitución
del reino, mientras que al mismo tiempo la promulgación de leyes
representaba la plena soberanía de los visigodos.
Igualmente, importante era la política religiosa de Alarico II hacia la jerarquía
católica, ya que el clero era aún más poderoso que la aristocracia en muchas
regiones. Alarico II utilizó la vieja táctica del palo y la zanahoria, para
recompensar a los leales al Reino visigodo y exiliar a los que conspiraban con
los francos o los borgoñones. Entre otras cosas, Alarico eliminó la
subordinación de las iglesias galas e hispanas ante Roma, algo que el
influyente obispo Cesáreo de Arlés deseaba. Más importante aún, Alarico II
convocó a los obispos de su reino en la ciudad gala de Agda para celebrar un
concilio en el 506 presidido por Cesáreo de Arlés. Esto es indicativo de lo
fundamental que era el apoyo de la Iglesia para sostener el poder de la
monarquía visigoda. Los obispos hispanos no asistieron al concilio, pero se
planeó uno nuevo en Tolosa al año siguiente. Pero como pronto verás, ese
concilio no pudo celebrarse debido a un trágico evento político y militar.
El auge de los francos
Desde la muerte del rey Eurico, los francos emergieron como un poderoso
reino bárbaro que se expandió desde la contemporánea Bélgica hasta el
norte de Francia. Clodoveo I logró unir a los cacicazgos francos y conquistó
el Reino de Soissons, el enclave galorromano fundado por Egidio después del
asesinato de Mayoriano. La amenaza de los francos se hizo más y más clara,
y en los años 80 y 90 del siglo V, visigodos y francos se encontraron en batalla
en múltiples ocasiones, sin que los visigodos pudieran frenar el progresivo
avance franco.
Para contrarrestar la pujanza franca, Alarico II confió en la diplomacia. Con
la ayuda de los visigodos, los ostrogodos liderados por el rey Teodorico el
Grande conquistaron Italia, y esta alianza natural entre godos se selló con un
matrimonio. Antes de seguir hablando de los francos, quiero centrar la
atención en lo que estaba pasando en suelo hispano. Nuestra única fuente
de información es la Crónica de Zaragoza, que nos informa que hubo dos
revueltas infructuosas contra los visigodos en la Tarraconense entre el 496 y
506.
Estas revueltas sucedieron en parte por el aumento de la migración y el
asentamiento de los visigodos en Hispania. Aquí hay dos líneas de
interpretación distintas, la primera la defienden historiadores como Javier
Arce y nos dicen que antes del 507 los visigodos solo tenían guarniciones
militares y poco más, es decir, que los asentamientos godos eran de
clientelas militares. La otra interpretación sería la de historiadores como José
Soto Chica, que defienden que hubo un influjo de refugiados importante a
partir de la última década del siglo V a causa de las conquistas francas en el
norte de la Galia.
Los visigodos se asentaron sobre todo en la Meseta norte, alrededor de ríos y
caminos importantes para controlar más fácilmente el resto de la península
ibérica y para evitar poner más presión demográfica en la Hispania Bética y
la Tarraconense. Sobre cómo se distribuyeron esas tierras entre los
visigodos, es probable que los visigodos ocuparan fincas hispanorromanas e
imperiales abandonadas en vez de arrebatar propiedades labradas, y que
simplemente explotaran las villas romanas cobrándose una buena parte de
sus frutos.
La batalla de Vouillé y sus consecuencias
Clodoveo I, el rey de los francos, reinició las hostilidades contra los visigodos
en el 507 gracias a la instigación de los romanos de Oriente, que le habían
prometido nombrarlo patricio de las Galias si enfrentaba a los visigodos
mientras ellos enfrentaban a los ostrogodos. Clodoveo aprovechó que los
visigodos eran arrianos y que él había convertido a los francos al catolicismo
para presentar su guerra como una guerra de liberación de los
galorromanos. Para probar que era una guerra de liberación, Clodoveo
prohibió a sus tropas hacer razias y saqueos.
El factor religioso fue exageradamente enfatizado por el clero galo y franco
como una variable que contribuyó a la victoria de los francos, pero sin duda
les ayudó a ganarse simpatías. Los borgoñones se unieron a los francos,
mientras que el suegro de Alarico II, Teodorico el Grande, se ocupaba de un
ataque de los romanos de Oriente. Sabiendo que al menos por un tiempo no
recibiría ninguna ayuda y que la propaganda de los francos podía provocar la
pérdida de apoyos, Alarico II decidió reunirse con los francos en la batalla de
Vouillé. Esto lo hizo a la desesperada sabiendo que su prestigio y
supervivencia dependía de derrotarlos rápidamente, pero cometió el error de
no concentrar todas sus fuerzas y tener algunas aún en Hispania y otras
dirigiéndose contra los borgoñones.
La batalla de Vouillé ocurrió cerca de Poitiers y allí los francos derrotaron
decisivamente a los visigodos y galorromanos que los apoyaban. Los
visigodos resistieron bastante bien y mantuvieron un buen rato la pelea
reñida, el problema es que el terreno no les permitió explotar la ventaja que
tenía su caballería. El momento crucial ocurrió cuando Clodoveo
presumiblemente mató a Alarico, porque eso provocó la masacre de muchos
visigodos en el caos de la estampida. Los visigodos sin líder no supieron
cómo reaccionar, y aprovechando la confusión de la situación, Clodoveo
marchó hacia el sur conquistando Burdeos y la capital del reino, Tolosa, con
parte del tesoro real visigodo incluido.

Mapa de la segunda guerra franco-visigoda, la campaña decisiva de los francos


contra el Reino visigodo de Tolosa, años 507-509
Las consecuencias de la batalla de Vouillé aún resuenan hoy. Los francos
conquistaron la mayor parte de la Galia y eso definió, en términos generales,
las fronteras de la actual Francia. Los Pirineos se establecieron como una
frontera natural definitiva entre los visigodos y los francos, como ocurre hoy
entre Francia y España, a excepción de la provincia de Septimania que siguió
en manos godas. Durante más de 50 años, los visigodos sufrieron de
inestabilidad, ya que la supremacía de la dinastía baltinga estaba en duda.
La batalla de Vouillé acabó con el sueño de los visigodos de alcanzar la
supremacía sobre los otros reinos bárbaros y de asumir el papel de heredero
de Roma, ya que no solo perdieron una batalla y un rey, sino el reino entero.
Finalmente, la batalla terminó la fase conocida como el Reino visigodo de
Tolosa y abrió una etapa de transición hasta la fijación de la capital visigoda
en Hispania, dando paso al Reino visigodo de Toledo.

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