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El Imperio Carolingio

La dinastía de los pipínidas


Los orígenes del imperio carolingio están relacionados con el
reino bárbaro de los francos. Este reino se extendía por los
territorios desde el Rhin hasta los Pirineos y desde el canal de la
Mancha hasta el Mediterráneo del sur de la Galia.
En el 526 muere Clodoveo, a quien le sucedieron una serie de
monarcas conocidos por su debilidad, los merovingios. Miembros
de una nobleza, gobernaban un territorio fragmentado en tres
reinos: Austrasia, Neustria y Borgoña. A pesar de ello, había una
fuerte tendencia a la unidad de los reinos para poder hacer frente a
los diferentes enemigos externos como eran visigodos, sajones,
eslavos, etc.
El poder verdadero no radicaba en estos monarcas sino en los
llamados “mayordomos de palacio”, los intendentes principales
de los reyes que fueron ganando tantos poderes que llegaron a
constituir verdaderas dinastías. Entre estos, destaca la dinastía de
los “Pipínidas”, mayordomos nobles que iniciaron varios intentos
por unir los diferentes reinos a la mitad del siglo VII. Esta dinastía
fue iniciada por Pipino I el Viejo en Neustria. A finales del siglo
VII Pipino II de Heristal consiguió unificar las mayordomías de
los tres reinos, aunque no pudo controlar la independencia de
aquitanos y bretones.
Llevó a cabo una política de fortalecimiento interno luchando
contra los alamanes hasta que reconocieron la autoridad franca,

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tributando sus territorios y obteniendo un alto prestigio. La
llegada de los musulmanes a la Península Ibérica provocó un
enorme pánico en la provincia de Aquitania, iniciándose revueltas
con la petición de la vuelta del ejército franco, el cual se
encontraba aun en los territorios alamanes. Tras su muerte en el
714, es sucedido por su hijo Carlos Martel como mayordomo de
palacio, quien empezó a añadir títulos como el de “príncipe” o
“duque de los francos”. Tuvo que hacer frente a un intento de
revuelta por parte de la aristocracia de Neustria y enfrentarse al
duque de Aquitania, Eudes, para controlar este territorio. En el sur
los musulmanes habían entrado en las tierras francas. Carlos los
derrotó cerca de Poitiers en el 732, lo que contribuyó
definitivamente a realzar su prestigio.
Estas victorias se debieron a la compra de las voluntades de la
aristocracia guerrera mediante la entrega de beneficios
territoriales que habían sido expropiadas a las instituciones
eclesiásticas a cambio de la evangelización de los territorios
sometidos por los francos. Esto permitió que esta aristocracia se
equipara y especializara para la lucha a caballo, además de la
eficacia de combate que se consiguió con la adopción del estribo.
En el 739, el Papa Gregorio III buscó la ayuda de Carlos Martel
para asegurar sus posiciones en el mapa político de la Península
Itálica, la cual se encontraba repartida entre lombardos,
bizantinos y unos cuantos poderes territoriales autónomos
vinculados a alguno de estos dos. Los bizantinos coincidían con la

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instauración de la dinastía Isáurica y la declaración de la
iconoclastia del imperio, mientras que los lombardos vivían un
periodo de esplendor que aspiraba a expandirse por la península,
expulsando a los bizantinos temporalmente de Rávena e
intentando controlar el papado; a pesar de ello, la petición fue
desatendida.
A la muerte de Carlos Martel en el 741, este reparte el poder entre
sus dos hijos: Carlomán y Pipino III el Breve, quienes seguían
considerándose mayordomos de palacio de un nuevo rey,
Childerico III , a fin de mantener las apariencias. A los seis años,
la desaparición de Carlomán de la escena política dejó la
dirección de todo el reino en manos de su hermano.
Aunque apoyado por la aristocracia, Pipino III el Breve buscó la
legitimación de su poder en la confirmación del pontífice
Zacarías. El apoyo del Papa legitimó la decisión de deshacerse del
rey Childerico III, a quien confinó en el 751 en un monasterio. La
alianza entre el papado y los francos se puso en marcha cuando el
monarca lombardo quiso extender sus dominios hacia el este, con
la conquista de Rávena, y hacia el sur, pretendiendo hacer lo
mismo con Roma. La llamada del nuevo pontífice, Esteban II,
quien concedió el título de “patricio de los romanos” al rey
franco, fue atendida por este, quien dirigió dos expediciones para
controlar la expansión lombarda. Gracias a sus victorias, el
monarca franco pudo ofrecer al Papa buena parte del exarcado de
Rávena y la Pentápolis bizantina. En justificación de este

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patrimonio, en el 754 la cancillería pontificia elaboró la llamada
“falsa donación de Constantino”, un documento en el que según
dice, el emperador Constantino había cedido al Papa Silvestre I la
ciudad de Roma y todas las provincias, distritos y ciudades de la
zona occidental del imperio, por ello, nada más lógico que el Papa
tuviera un poder temporal, al menos en las zonas próximas a
Roma .
Con esta operación se saldaban los objetivos de los dos aliados: El
pontífice venia reforzada su posición en la península mientras que
el monarca franco aseguraba la legitimidad de su poder y la
posibilidad de transmitirlo a sus hijos, quienes habían sido
ungidos por un enviado papal en vísperas de las expediciones
italianas. Por otro lado, esto permitió al monarca dedicar sus
esfuerzos al sur de Francia, tanto en la Septimania, cuya capital
Narbona pasó de manos musulmanas a francas, como en
Aquitania, donde la muerte de su duque en el 768 supuso el final
de la insumisión de la región. A su misma vez, el norte germánico
del reino franco fortalecía sus posiciones el mismo año en que, a
la vuelta de su última expedición aquitana, fallece el monarca.

El reinado de Carlomagno
A la muerte de Pipino III el Breve, se produce un reparto del
territorio entre sus dos hijos: Carlomán I y Carlos I, pero el
fallecimiento del primero a los tres años después dejó todo el

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poder en manos del segundo, pronto conocido como Carlomagno,
quien reunificará todo el territorio.
Su gran labor será la expansión territorial, siguiendo las líneas
trazadas por su abuelo y por su padre.
La primera línea de conquistas fue la del Este pagano:
Carlomagno emprendió a la vez la que sería su gran empresa
político -militar, la conquista de los territorios sajones, entre el
mar del Norte, el río Elba y las montañas Harz, pobladas por
gentes paganas distribuidas en cuatro grandes pueblos.
Una de estas correrías en el 722 sirvió de justificación del
comienzo de las campañas carolingias, prolongándose durante 30
años que alternaron aparentes victorias francas con sangrientas
revueltas de los presuntos vencidos. Uno de los aristócratas
sajones mantuvo en jaque a los guerreros francos durante seis
años, a los que finalmente los francos se impusieron cambiando
la táctica expansiva al incorporar miembros de la aristocracia
sajona a la estructura administrativa del imperio en condición de
condes.
En el 802 se promulga la Lex Saxonum, por la cual, se puso fin
oficialmente a la conquista carolingia de Sajonia .
Estas victorias carolingias en las tierras situadas al este del reino
se completaron con dos éxitos.
 El control de Baviera: Su duque Tassilón, católico y vasallo de
Pipino III el Breve, había tratado de mantener su autonomía
respecto a los francos mostrando simpatías, según las

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circunstancias, por los ávaros o los lombardos. Carlomagno
consideró esto inaceptable y depuso al duque en el 788. Estas
tierras quedaron divididas en condados e integradas en el imperio
sin perder su identidad como ámbito político.
 La destrucción del imperio de los ávaros: Tras la integración de
Baviera, los francos habían convertido en fronterizos con los
ávaros. Este pueblo se hallaba establecido desde finales del siglo
VI en el curso medio del Danubio, desde donde saqueaban las
poblaciones desde el Báltico a los Balcanes. El producto de sus
saqueos se encontraba reunido en un recinto circular fortificado,
lo que estimuló a las campañas carolingias, coronadas en el 796
con la captura de las riquezas y la destrucción de su organización
política.
Una segunda dirección de sus campañas fue hacia la Península
Ibérica, traspasando los Pirineos para atender la petición de ayuda
de los Banu Qasi, una familia de muladíes gobernadores de
Zaragoza y Barcelona que estaban descontentos con la política del
emir Abderramán I. La rebelión fracasó por el camino y el
gobernador no le abrió sus puertas a los francos por miedo,
obligándoles a emprender el camino de vuelta. Al pasar por los
Pirineos, en el 778 la retaguardia franca fue atacada por los
montañeses vascones. Tras esto, se modificaron las estrategias de
actuación en el espacio ibérico. La ofensiva guerrera fue
sustituida por la atracción y la acogida de los hispano-cristianos
que huían del dominio musulmán. El esfuerzo de esto, y cuando

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las circunstancias lo permitieron, los francos consiguieron
algunos avances como las conquistas de Gerona, en 795, y
Barcelona, en el 801. Todo el territorio al norte del Ebro quedó
bajo control de los francos, favoreciendo a los pueblos mozárabes
y creando un tapón contra las invasiones árabes con la
constitución de la Marca hispánica.
La tercera dirección de las expediciones fue hacia Italia. El rey de
los lombardos rompió los acuerdos entre ambos bandos y
amenazó los territorios pontificios. Carlomagno intervino,
entrando en el 774 en Pavía, la capital lombarda. Dominó el reino
y lo extinguió al coronarse con la corona de hierro y el título del
rey de los lombardos. Su victoria reafirmó la alianza franca con el
Papa, quién le otorgó a Carlomagno el título de “patricio de los
romanos”.
En el continente se veía la idea de tres grandes poderes que
gobernaban el mundo: El emperador de Constantinopla, el
pontífice de Roma y el rey de los francos. La situación de los tres
primeros se había visto debilitada considerablemente: De
Bizancio, porque la emperatriz Irene había usurpado el trono a su
hijo, y de Roma, porque el Papa era discutido por sus enemigos
políticos acusado de corrupción.
Por ello, nada más lógico que se realizara una “Renovatio Imperii
Romanorum” en la persona de Carlomagno. En la Navidad del
800, León III, puso la corona sobre la cabeza de Carlomagno y lo
nombró emperador, tratándose de una restauración de imperio en

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la zona occidental. Los emperadores bizantinos no aceptaron esto,
por lo que se produjeron enfrentamientos entre carolingios y
bizantinos en la zona de Venecia, pero finalmente, en el 812, el
emperador Miguel I reconoció a Carlomagno la condición de
“emperador y augusto” en occidente.
Los sucesores de Carlomagno
A la muerte de Carlomagno en el 814, es sucedido por su hijo
Luis I el Piadoso, cuya tarea de conservar el imperio fue más
difícil. Vivió en Aquisgrán y no se movió a las marcas como hizo
su padre. Estaba fuertemente influenciado por la iglesia, siendo
coronado emperador en el 816 por el Papa Esteban IV.
Los factores que determinaron su gobierno fueron las grandes
dimensiones y variedad del imperio, el proceso de privatización
de las competencias del poder público, la falta de empresas
exteriores que movilizaran las energías de la aristocracia y el
carácter débil e influenciable del nuevo emperador, especialmente
a los dictados de la jerarquía eclesiástica.
La dinámica de las circunstancias internas encaminaba al imperio
a una situación caracterizada por la multiplicación de los poderes
territoriales. A esa dinámica se le unieron el reparto del mismo y
las segundas invasiones.
En la política interior destacaba la "Ordinatio Imperii", un
documento redactado en el 817 que establecía los criterios a
seguir tras su fallecimiento:

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 Su primogénito, Lotario I, fue coronado co-emperador y
heredaría la mayoría de los territorios imperiales, así como la
soberanía sobre sus hermanos.
 Pipino obtuvo el reino de Aquitania, incluyendo Gascuña, la
marca alrededor de Toulouse.
 Luis II el Germánico fue nombrado rey de Baviera, así como
señor de las marcas adyacentes. La situación se complica cuando
en el 823, de la segunda mujer de Luis I el Piadoso, Judit, nació
Carlos II el Calvo, a quien el emperador le entregó algunos
documentos con algunos territorios en el centro de Alamania y
Aquitania. Con la muerte de Pipino en el 828, los territorios de
este pasan a manos de Carlos II el Calvo.
La muerte de Luis I el Piadoso en el 840 fue el momento de
realizar el reparto entre los hermanos. Las pretensiones de Lotario
I de una hegemonía imperial fueron rápidamente contrarrestadas
por Carlos II el Calvo y Luis II el Germánico, quienes se habían
aliado en el 842 con el llamado “Juramento de Estrasburgo”. Esto
produjo una guerra civil entre los hermanos que finalizará con la
firma del Tratado de Verdún. En él se estableció un reparto
equitativo del imperio entre los tres:
 Carlos II el Calvo se quedo con la parte occidental, Francia.
 Luis II el Germánico se quedó con la parte oriental, la futura
Alemania.
 Lotario I recibió la zona central, que pasaría a ser conocida
como la Lotaringia. A pesar de contar con las capitales

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imperiales, no pudo aducir ninguna primacía efectiva sobre sus
hermanos.
La muerte de Lotario I en el 855 supuso el punto más esperado
para sus hermanos, ya que este dividió sus territorios entre sus
hijos:
 Su hijo menor, Carlos de Provenza, recibió Provenza y
Borgoña. Fallece a temprana edad, repartiendo los territorios entre
sus hermanos.
 Su segundo hijo, Lotario II, recibió la Lotaringia. A la muerte
de su hermano recibió parte de Borgoña.
 Su hijo mayor, Luis II el Joven, recibió Italia y el título de
emperador. A la muerte de su hermano recibió Provenza y
algunos territorios de Borgoña. Al quedar dividida en pequeñas
provincias, estos se encontraban más indefensos ante las grandes
potencias de sus tíos, quienes intentarán presionarlos a veces.
A la muerte de Lotario II, este dejará un hijo de su segunda
esposa a quien sus tíos considerarán ilegítimos, dividiendo su
reino por el Tratado de Mersen. Luis II el Germánico se anexionó
los territorios del Rhin mientras que Carlos II el Calvo se
anexionó gran parte de los territorios de Borgoña y del sur de
Flandes. Tan solo quedó el reino de Italia en manos de Luis II el
Joven, quien contaba con el apoyo del Papa. Este concentró sus
esfuerzos en restaurar el orden en la península, tanto contra los
príncipes italianos como contra los sarracenos que estaban
devastando el sur de la península.

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A su muerte en el 875, nombró sucesor a su sobrino Carlomán de
Baviera, hijo de Luis II el Germánico, pero su tío Carlos II el
Calvo viajó rápidamente a Italia y fue coronado emperador y rey
de Pavía. Solo a la muerte de su tío en el 877 puso conseguir la
corona de Italia. En el 879, Carlomán de Baviera abdicó a favor
de sus hermanos Carlos III el Gordo y Luis III, siendo el primero
coronado emperador.
A la muerte de sus hermanos y primos, Carlos III el Gordo logró
unificar el imperio por un breve periodo de tiempo. Durante su
gobierno, tuvo que hacer frente a numerosas incursiones vikingas
y a numerosas rebeliones por todo el Imperio. En el 887 fue
depuesto sin herederos, con lo que el Imperio se disgregó para
siempre.

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