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Historia Medieval- Año 2020

Dra. Andrea Mariana Navarro

JTP Historia Medieval-UNT

Clase Práctica N° 4

Tema: Carlomagno y el Imperio Carolingio

El sentido patrimonialista del Estado franco continuó tras la muerte de Pipino el


Breve, quien dividió el reino entre sus hijos, así pues la monarquía siguió considerando el
reino como su propiedad que se repartió en herencia entre los descendientes varones. Pipino
no realizó dicho reparto de acuerdo con las fronteras de los antiguos reinos francos, sino
que distinguió entre una zona nuclear interior y otra zona periférica, lo cual ha sido
interpretado como un intento de enfatizar la unidad efectiva del pueblo franco. Carlos
controlaba la región exterior, que incluía las costas de Aquitania a la altura del Loira, las
costas de Neustria, Frisia, Turingia y la mayor parte de Austrasia. A Carlomán le
correspondió el grueso de Neustria, el sur de Alamania, Borgoña, Provenza y el interior de
Aquitania. Finalmente la eliminación de uno de los hermanos, Carlomán, en el 771,
permitió a Carlos hacerse con el poder y proclamarse como único rey.

Conquistas e incorporación de pueblos a la Cristiandad de Occidente

La actividad militar había sido la esencia del poder de los carolingios desde tiempos
de Carlos Martel. Las victorias prestigiaban y enriquecían a los guerreros afines al rey con

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tierras y botines, piezas claves del ascenso social, reforzando los vínculos y lealtades hacia
el monarca. Carlomagno fue esencialmente un líder militar, bajo su caudillaje las campañas
de conquista de los francos alcanzaron proporciones desconocidas hasta entonces.

Carlos se dedicó a conquistar tierras y pueblos paganos al este del Rin. En el 772
lanzó una campaña contra los sajones, se trató de una serie de cruentas guerras que
ocuparon buena parte de su reinado. En este caso, se buscó la rendición incondicional, la
guerra total y terminó con la incorporación al reino de los francos y a la cristiandad de todo
territorio que ocupaban aquellos pueblos paganos hasta el Elba.

La guerra contra los sajones tuvo un marcado tinte religioso, provocó acciones
punitivas y la destrucción del roble sagrado o Irminsul en 772 haciendo que abandonaran
sus creencias ancestrales. .La guerra, las rebeliones y los saqueos de los sajones implicaron
la promulgación de la capitular de Partibus saxoniae en la que se condenaba a muerte a
cualquier sajón agresor de la religión cristiana y de su Iglesia. Tras la capitulación hubo
deportaciones a Francia, aunque el bautismo impuesto y mantenido por las armas demostró
tener escasa efectividad y en el 793 se produjo una nueva rebelión en el norte de Sajonia.
En esa ocasión la represión de Carlomagno implicó la deportación de poblaciones enteras
de sajones hacia el este. Carlos buscó una solución en la alianza con las aristocracias
sajonas y ese cambio de estrategia dio sus frutos. La ciudad de Paderborn, fundada por
Carlomagno en el corazón de Sajonia como sede de operaciones militares, se transformó en
un centro de difusión misionera y en los primeros años del siglo IX se consagró a un sajón
como primer obispo. La masiva conversión del pueblo sajón a la fe cristiana ayudó a que la
provincia se integrase a la estructura política y militar del Imperio.

El otro foco de atención militar fue Italia, donde los familiares y adeptos de
Carlomán se habían refugiado. Desde su derrota por Pipino el Breve los lombardos habían
aceptado la supremacía de los francos. Con el nuevo rey Desiderio se habían hecho
acuerdos y Carlos había contraído matrimonio con la hija del rey en 770. Pero se abrieron
nuevas tensiones políticas al impulsar Desiderio a los partidarios y a la viuda de Carlomán
a reclamar para su hijo el trono de los francos y la unción del papa con la intención de que
un conflicto el camino allanado para una campaña definitiva contra Roma. Carlos repudió a
su esposa lombarda y la devolvió a la corte rompiendo las relaciones con los lombardos. El

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papa Adriano I pidió nuevo auxilio al rey franco recordándole que era patricio de los
romanos.

Carlos asedió la ciudad de Pavía hasta que en junio de 774 el rey lombardo se rindió.
Después de derrotar unas rebeliones de algunos ducados Carlos sustituyó a los titulares de
de los ducados lombardos por nobles y obispos francos o alamanes elegidos por él. La
victoria de los francos en 774 no significó la unificación ni la absorción del reino lombardo,
por el contrario Carlos se tituló rex langobardorum. En el 781 hizo que su segundo hijo,
todavía un niño, fuera ungido en Roma como rex langobardorum. Así el reino lombardo
mantuvo bajo el gobierno de Carlomagno y su hijo Pipino una identidad propia.

Los lombardos, los francos, los bizantinos y el papado fueron los grandes actores
políticos de la Península Itálica. Las disputas religiosas del papado con el Imperio –sobre
todo la iconoclastia- las presiones cesaropapistas ejercidas desde Constantinopla y su
continuada pérdida de control territorial frente a los lombardos hicieron que los papas
eligieran a los carolingios. Las consecuencias fueron importantes para ambas partes. El rey
franco se comprometió a salvaguardar para el pontificado unos territorios que incluían el
ducado de Roma, la Sabina, la Pentápolis y el antiguo Exarcado bizantino de tal forma que
formaban una franja ocupando la mayor parte del centro de Italia. Esta fue la extensión
básica que ocuparon los Estados Pontificios durante casi doscientos años de existencia.

La contrapartida de estos acuerdos fue fructífera para Carlos quien a partir de su


coronación recibió el apelativo, inseparable de su nombre, de Grande. La idea de
restauración imperial en Occidente no había existido en la generación precedente, ni por
parte de los predecesores de Carlos ni del papado. Adriano I se refería a Carlomagno como
el nuevo Constantino tras su victoria definitiva sobre los lombardos. El enorme dominio
territorial que el rey de los francos alcanzó en los años siguientes a su conquista de Italia
terminó de allanar el camino hacia la nueva realidad imperial.

La posición adoptada por Carlomagno frente los musulmanes tuvo carácter más bien
defensivo durante los primeros años de su reinado, repeliendo y fortificando aquellas áreas
de Aquitania en las que se realizaban sus incursiones. En ocasiones aprovechaba la lucha
contra los musulmanes para sofocar las frecuentes insurrecciones de los aquitanos. En el

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778 se le presentó la oportunidad de expandir sus territorios a costa del Islam,


aprovechando la rebelión contra el emir de Córdoba liderada por el gobernador de
Barcelona. Los rebeldes musulmanes enviaron una embajada a Paderborn solicitando la
ayuda militar de Carlomagno y éste decidió lanzar una campaña de conquista. Pero el
gobernador de Zaragoza se negó a entregar la ciudad según lo acordado y Carlomagno
decidió regresar a sofocar una rebelión de los sajones. La retaguardia fue emboscada y
masacrada en Roncesvalles por los vascones (778) muriendo el gobernador de la marca de
Bretaña, Rolando, que se convirtió en héroe literario medieval gracias a la Chanson de
Roland.

Carlomagno buscó las crisis sucesorias en el Emirato andalusí para realizar


campañas ultrapirenaicas encargándole a su hijo Luis a quien había hecho ungir como rey
de Aquitania. Con la ayuda del conde Borrell conquistó ciudades en el noroeste peninsular:
Lérida, Barcelona y el Emir de Córdoba reconoció los territorios francos al norte del Ebro.
.. Las conquistas hacia el norte y el sur se completaron con la expansión hacia el este
que comenzó con el sometimiento de los bávaros a la autoridad carolingia. Aunque los
duques de Baviera reconocían nominalmente dicha autoridad desde tiempos de Carlos
Martel, su lealtad a los reyes francos era escasa. El duque Tasilón tuvo que jurarle
fidelidad.

La guerra contra los ávaros no respondió sólo al interés por dominar las llanuras de
Panonia y someter a pueblos paganos, sino que estaba relacionada con la reciente anexión
de Baviera. Antes de llegar a la guerra hubo un período de negociaciones diplomáticas con
embajadas mutuas. El rey Pipino de Italia y el duque de Fruili invadieron las tierras de
Panonia y saquearon el famoso Ring de los ávaros, un gigantesco campamento fortificado
que era la capital del Kaganato y guardaba riquezas provenientes, sobre todo, de los
subsidios en oro pagados por lo bizantinos. El reparto del botín afianzó las lealtades hacia
el rey Carlos. Una nueva expedición en el 802 terminó con los focos rebeldes. La
cristianización fomentó la aculturación de los ávaros que permanecieron en el territorio.

Las conquistas de Carlomagno unieron la Galia con el territorio situado entre los ríos
Rin y Elba, el norte de Italia, buena parte de la región correspondiente a la cuenca media
del Danubio y algunas regiones del norte de España, creando un vasto imperio. En

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determinados momentos los merovingios habían ejercido su influencia sobre muchos de


estos territorios, pero no siempre, ni en todos ellos, de forma directa y su control nunca se
había extendido hasta Italia con la cuenca media del Danubio. A partir del 790
aproximadamente comenzó a aparecer en los escritos de su equipo de intelectuales de la
corte una tendencia constante de elogios a sus logros y piedad, manifestando que todo ello
demostraba que era un verdadero emperador cristiano. 1

El renacer de la idea imperial en Occidente. La coronación imperial de Carlomagno

Como se ha visto, las conquistas territoriales fueron la base política de la que partió el
proyecto imperial de Carlomagno. En la corte de Aquisgrán se había ido reuniendo un
grupo de intelectuales eclesiásticos que elaboraron unas ideas sobre el papel que un rey
cristiano y poderoso podía jugar en la cristiandad europea. Entre esos pensadores se
hallaban el anglosajón Alcuino de York, el longobardo Pablo Diácono y el hispano
Teodulfo de Orleans. En este círculo se fue elaborando la teoría política según la cual al
papa le correspondía rezar, para que el rey cristiano alcanzara la victoria sobre sus
enemigos, mientras que el rey cristiano al que se empieza a denominar Nuevo emperador
cristianísimo y nuevo Constantino le correspondía, según Alcuino “velar y defender la
Iglesia de Cristo contra sus enemigos y extender la fe católica”.

Alcuino de York (735-804) uno de los sabios europeos más importantes del
momento, había sido llamado al servicio del rey Carlos en su corte de Aquisgrán desde el
año 781. Fue Alcuino quien dotó de soporte intelectual la idea de recuperación del Imperio
Occidental en la persona del rey carolingio. Desde entonces la concepción medieval de
imperio estuvo ligada a la idea de protección de la cristiandad. Debido a la crítica situación
política del Imperio de Oriente y a la coyuntura de un papado amenazado en Italia, debía
ser el monarca europeo más poderoso quien se encargase de la dirección de la cristiandad.
Durante la última década de siglo VIII el rey Carlos utilizaba ya algunos títulos y símbolos
propios del imperio, en el círculo de intelectuales que Carlos había reunido en Aquisgrán su
reinado se compraba al del rey David, sacralizando su imagen.
1
Heather, Peter, Emperadores y bárbaro. El primer milenio de la Historia de Europa, Crítica, Barcelona,
2009

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No obstante el título imperial no fue la culminación necesaria de las conquistas


militares y no formaba parte de un plan buscado por Carlomagno ni por sus predecesores.
Fueron las peculiares circunstancias en relación con los otros dos poderes universales el
papado y el Imperio Bizantino, las que propiciaron que en los años anteriores al 800
comenzara a gestarse la posibilidad.

La caída de Roma en el 476 no había supuesto la desaparición del Imperio que los
francos pretendían restaurar. El Imperio de Oriente era el Imperio Romano, esto se
mantuvo como realidad indiscutible hasta el siglo VIII. La justificación ante Constantinopla
para la coronación del 800 se basó en la idea de que la sede imperial se hallaba vacante
pues Constantino VI había sido destronado por su madre Irene. Este intento de legitimación
del Imperio Carolingio no encontró apoyo en Oriente y cuando la emperatriz Irene fue
depuesta por el usurpador Nicéforo I (802-811) éste declaró la guerra a Carlomagno.
Nicéforo I perdió casi todos los territorios Istria, sus sucesores tuvieron que hacer frente a
los búlgaros que extendieron su control de los Balcanes.

En Roma el papado había roto sus nexos con el Imperio de Oriente, lo cual
aumentaba la autoridad teórica del papa, atribuyéndose capacidad de designar al emperador
de Occidente. Asimismo bajo la protección de los carolingios el poder temporal del papado
también se había incrementado notablemente. El papa León III se enfrentó a una conjura
por parte de un grupo de aristócratas romanos, familiares del anterior pontífice, que lo
depusieron violentamente y lo hicieron prisionero (799) sin embargo el papa logró escapar
con ayuda de sus fieles y acudió a Paderborn para solicitar la ayuda de Carlomagno en su
calidad de patricio de los romanos.

Carlomagno entró en Roma a finales del año 800 y restauró la autoridad de León III.
La contrapartida fue la coronación del rey de los francos como emperador de Occidente el
24 de diciembre de ese mismo año. El ceremonial fue muy similar al de Bizancio, pero con
una importante diferencia: fue el papa quien otorgó la corona imperial a Carlomagno,
mientras que en ritual bizantino el emperador era elegido primeramente por aclamación
popular. El ceremonial de Roma había establecido al menos teóricamente el principio de
sujeción del Imperio al papado, un asunto que se convirtió en caballo de batalla de los

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siglos venideros. La coronación tuvo un sentido de reinstauración imperial, esto es de


traslatio imperii, así como de identificación plena entre Imperio y Cristiandad.

El emperador Nicéforo I impidió el reconocimiento del título de Carlomagno por los


bizantinos, ni siquiera en régimen de igualdad como proponían los enviados francos a
Constantinopla hasta Miguel I Rangahé quien accedió al reconocimiento en el 812, dos
años antes de que Carlomagno muriera.

La historiografía de Occidente desde el siglo IX ha señalado la importancia de esta


renovación imperial en Occidente y ha tratado de definir sus causas y consecuencias. Ha
hablado de una renovatio imperii o restauración del imperio por los germanos; ha
significado que Alcuino inspirador del renacer cultural carolingio pudo influir en el ánimo
del rey franco presentándole la figura del Bretwalde o rey de reyes de la Inglaterra
anglosajona que por su prestigio personal era aceptado por los restantes reyes para
dirigirlos. El círculo de clérigos francos que rodeaba a Carlomagno y que le había dado a
conocer la doctrina providencialista de san Agustín y le leía la Biblia mostrándole los
hechos de los reyes hebreos del Antiguo Testamento y explicándole que el Imperium
Christianorum no era incompatible con el regnum francorum pudo incitarle a aceptar la
corona imperial que le ofreció León III al comprender que era el único protector posible de
la Iglesia. Por su parte, Eginardo autor de Vita Karoli escribió que si el carolingio hubiera
sabido sobre la ceremonia de la Navidad del 800 no hubiese accedido a la coronación
imperial. 2

La historiografía también ha interpretado que la fuerza realizadora del nuevo imperio


provenía del poder extensivo del pueblo franco y del genio militar y político de
Carlomagno, pero la inspiración provenía sobre todo del papado que se consideraba
heredero de la tradición romana y pugnaba por reconstruir un orden universal cristiano. En
el siglo VIII el papado poseía una autoridad que le permitía gravitar sobre la vida de
Occidente. Solo le faltaba el brazo secular, una fuerza suficientemente poderosa para hacer
respetar sus decisiones y ponerlo al abrigo de todas las amenazas. El pueblo franco aceptó
esa misión.

2
Riu, Manuel, La Alta Edad Media del siglo V al siglo XII , Montesinos, España, 1980 (segunda edición)

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Si el papado había querido coronar a Pipino el Breve en Occidente y dejaba asentada


la misión terrenal como representante del poder divino, más aún debía desearlo una vez
que Carlomagno había unificado un vasto territorio. La aparición de una poderosa y vasta
unidad política –el califato musulmán- cuya fuerza expansiva aparecía amenazadora y
obligaba a reflexionar sobre las posibilidades de defensa en un mundo dividido en reinos
débiles y hostiles entre sí. La idea de restauración del imperio surgió como una posibilidad
de organizar una defensa eficaz contra el avance de los musulmanes.

El cristianismo solo había reconocido hasta entonces como legítima la catequesis


pacífica basada en la evangelización pacífica las guerras de Carlomagno en defensa de
Carlomagno y las campañas contra los infieles en Germania y España revelaban la
intención de imponer por la fuerza la fe de los conquistadores y ese fue el sentido que la
tradición fijó luego a las empresas de Carlomagno.

El Imperio de Oriente estaba bajo el control de los emperadores iconoclastas que


había operado en la práctica la escisión de la Iglesia de Oriente con respecto al papado, sin
ser todavía definitiva esa escisión era necesario que el papado se hiciera fuerte en
Occidente y el apoyo del reino franco había sido inapreciable para acrecentar su autoridad.
Ahora podía afirmar su calidad de suprema potencia espiritual. 3

Para el pensamiento eclesiástico la renovación del título imperial completaba sus


concepciones sobre la realeza al servicio de la doctrina y ética cristiana. Hay en él una
ecuación entre ámbito imperial y ámbito de cristiandad, entre Imperium Christianorum y
Ciudad de Dios agustiniana al concebirse esta última como construcción política que
defiende y extiende el cristianismo en este mundo. Lo cierto es que anudó todavía más las
dos funciones del rey, gobernar el Estado y proteger la Iglesia y acentuó el carácter semi
sacerdotal de la realeza que ya tenía, subrayando por las continuas comparaciones entre los
carolingios y la realeza del antiguo Testamento que se extendían a los francos como nuevo
pueblo elegido por Dios. Aquello se traducía en decisiones públicas de Carlomagno donde
aparecía como protector, nombrando obispos, interviniendo en la reforma del clero,
combinando conquistas militares y evangelización y legislando sobre cuestiones religiosas.

3
Romero, José Luis, La Edad Media, Fondo de Cultura Económica, Argentina, 1991 (5° edición)

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La intitulación de Carlomagno que hasta entonces había sido la de rey de los francos
y de los lombardos y patricio de los romanos fue sustituida por la siguiente: Carlos
serenísimo augusto coronado por Dios grande y pacífico emperador de los romanos, quien
gobierna el imperio, y que es por la misericordia divina rey de los francos y de los
lombardos. Esta larga titulación es exponente de los cambios políticos y las consecuencias
de su coronación. Mantiene su calidad de rey de los francos y de los lombardos, lo que
denota los fundamentos concretos de su poder. Se ha formado una representación de la
dignidad imperial para Carlomagno que no necesariamente está unida a la romanidad, lo
que precisamente colisionaba con Bizancio, sino que es considerado como un oficio por la
gracia de Dios, basado en un poder político ejercido en sus reinos. Se trataba sobre todo
del Imperio Cristiano. Imperio cristiano que además era el imperio de los francos sobre la
mayor parte de los territorios de la Europa occidental latina. 4 Carlomagno era ante todo
germano, entendía el Imperio como una ampliación de su reino, por lo que el valor de sus
viejos títulos le resultaba mucho más efectivo que la dignidad recibida en la Navidad del
800.

Para los historiadores el título imperial era la culminación de un conjunto de honores


que la realeza franca había acumulado a lo largo de medio siglo y suponía también dotarlo
de bases jurídicas y legales a un poder cuasi imperial que Carlomagno ejercía de hecho. En
este sentido la coronación imperial fue el resultado de un encuentro de voluntades entre los
que destacaban los intelectuales que rodeaban a Carlomagno y los del papa.

La confusión entre el poder terrenal y el espiritual y la superposición de ambos en la


figura del emperador cristiano, al igual que la coronación papal, como condición para que
la dignidad imperial fuera efectiva sentará un precedente indiscutible para el conflicto
conocido como querella de las investiduras.

Por otra parte, el Imperio Carolingio fue entendido por sus creadores como una
unidad política, como un Imperio franco-romano que significaba la unidad moral de
Occidente realizada bajo un jefe que ejercía la plenitud de la autoridad dentro de la
concepción cristiana. Era un imperio que reunía un conjunto de pueblos, sin suprimir la

4
Estepa Diez, Carlos, Instituciones y poderes en la Europa medieval: imperios, reinos y principados, Síntesis,
Madrid 2017

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diversidad cultural y étnica, buscaba asociarlos a una comunidad de destino; la cristiana.


Es esta entidad política el cristianismo fue el nuevo lazo superador de antiguos lazos
étnicos. La ampliación del reino franco (dilatatio regni) llevada a cabo por Carlomagno
sobre las anexiones de Carlos Martel y Pipino el Breve otorgaron una base territorial al
Imperio. La expansión de la fe cristiana a través del establecimiento de nuevas iglesias y
monasterios y de la conversión de los pueblos conquistados fue un componente esencial de
la expansión franca.

Para los historiadores la coronación de Carlomagno ha sido considerada como el


acontecimiento más importante de la historia política del Medievo. En la primera mitad del
siglo XX los dos fundadores de la Escuela de Annales afirmaron que Europa surgió con la
caída del Imperio Romano (M. Bloch) y llegó a una plena identidad bajo los carolingios. El
Imperio de Carlomagno dio forma por primera vez a lo que llamamos Europa, aunque no
lo sea de forma plena, sería si un imperio europeo, un germen de Europa (L. Febvre). Para
F. Braudel la experiencia carolingia está en el origen, confirma el nacimiento de la
cristiandad y también de Europa, dos términos entonces idénticos como dos figuras
geométricas que de manera exacta se recubren. 5Los historiadores de la Historia de la
cultura altomedieval también se pronunciaron al respecto. La época carolingia puede
considerarse Europa como algo más que una expresión geográfica, es una entidad política
frente a Bizancio y los países musulmanes.

***

Fecha de entrega Viernes 12 de junio de 2020

5
Mitre Fernández, Emilio, Una primera Europa: romanos, cristianos y germanos (400-1000), Encuentro,
Madrid, 2009

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