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La Hispania Visigoda

(409 – 711) D.C

Paya Frank

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2020 por Paya Frank

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I - LA EPOCA DE LAS INVASIONES BARBARAS

UN SIGLO DE TRANSICIÓN

El paso de la Hispania romana a la visigótica no se produjo


súbitamente. Errónea sería la pretensión de fijar los
comienzos de la España visigótica hacia 415, cuando los
godos de Ataúlfo entraron por vez primera en la Península y
lucharon contra otros pueblos invasores germánicos.
Conviene recordar que Ataúlfo no fue rey de España, ni
tampoco, durante muchos años, los monarcas que le
sucedieron al frente del pueblo godo.
El reino visigodo de Tolosa, durante sus noventa años de
existencia, tuvo el principal asiento territorial en las Galias.
Hasta bien entrada la segunda mitad del s.V, el Reino
visigodo de las Galias, visto desde Hispania contemporánea,
aparecía como un respetable vecino instalado al norte del
Pirineo, un poderoso reino federado.
Hará falta llegar a las postrimerías del Imperio romano de
Occidente para que la situación de la Península Ibérica con
respecto al Reino visigótico se altere sustancialmente.
De derecho, porque Eurico concibió el designio de asumir la
plena soberanía sobre las Galias y sobre Hispania,
prescindiendo del moribundo poder imperial.
De echo, porque en 472 los ejércitos visigodos ocuparon
militarmente la Tarraconense, la última provincia hispana
todavía sujeta formalmente a la autoridad de Roma.
Eurico se convirtió en el primer rey de España, y la Hispania
se incorporó al reino Tolosano.
En el s.VI, a los cien años de su establecimiento territorial,
el Reino visigodo podía ya considerarse como un reino
hispánico. Pero para ello había tenido que sufrir las penosas
consecuencias de la batalla de Vouillé.

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HISPANIA A COMIENZOS DEL SIGLO V

A principios del siglo V, la estructura administrativa romana


en Hispania permanecía intacta, aunque los
acontecimientos próximos a producirse demostrarían que,
sobre todo en el aspecto militar, la realidad quedaba muy
por debajo de las apariencias.
La vida urbana romana perduraba en vísperas de las
invasiones del s.V, aunque el aspecto de las principales
civitates se hubiera transformado y, rodeadas ahora de un
cinturón de murallas, recordasen más a las futuras ciudades
medievales que a las urbes abiertas de la época clásica.
En el campo las grandes “villas” bajoimperiales eran centros
de explotaciones agrícolas y residencia de ricos
propietarios.

ROMANIZACIÓN Y CRISTIANIZACIÓN

Al iniciarse el s.V, la Península Ibérica podía considerarse


como una tierra plenamente romanizada.
No todas las regiones hispanas se hallaban romanizadas
por igual, y ni en una misma región era el mismo el grado
de romanización de la ciudad y de las zonas rurales.
Las zonas menos romanizadas correspondían a la franja de
cordilleras del norte de la Península.
Los vascones del norte de Hispania conservaban en el s.V
su propia lengua y permanecían al margen de la civilización
romana. Los cántabros habían adoptado ya el latín.
En el aspecto religioso España podía considerarse una tierra
cristiana al sobrevenir las invasiones bárbaras del s.V. El
paganismo perduraba entre los vascones, poco permeables
a la romanidad.

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El problema no era tanto de paganismo declarado como de


permanencia entre el pueblo de residuos gentiles y
prácticas supersticiosas.
Las invasiones germánicas se produjeron pocos años
después de la celebración del concilio I de Toledo
(a.397/400). Significa esto que la Iglesia española sufría
aún las penosas consecuencias de la crisis priscilianista.
La división entre el episcopado galaico y el de las otras
provincias españolas no quedó resuelta en el concilio
toledano y las secuelas del Priscilianismo siguieron por
mucho tiempo en el noroeste peninsular.
Es indudable que el Priscilianismo consiguió un profundo
arraigo en tierras del noroeste hispánico y que a ello
contribuyeron factores diversos: razones de particularismo
regional; la fama de ascetismo de Prisciliano y sus
discípulos.

LAS INVASIONES GERMÁNICAS

La irrupción de los pueblos bárbaros

La turbulenta historia de la Península Ibérica en el s.V,


puede rehacerse gracias a la Crónica de Idacio.
Los pueblos germánicos entraron en Hispania en el otoño
de 409. Su principal vía de acceso fue la calzada romana
que atraviesa el Pirineo occidental por Roncesvalles.
Hacia casi tres años que la oleada germánica había
desbordado él limes y sumergido las Galias.
La Península Ibérica había quedado momentáneamente
libre de la presencia de las bandas invasoras, gracias a la
iniciativa de potentes hispano-romanos, emparentados con
la familia imperial de Teodosio.
Los hermanos Dídimo, Veriniano, Lagodio y Teodosiolo, con
un ejército reclutado entre los siervos rústicos de sus
grandes dominios, montaron la guardia en los pasos de los
Pirineos y cerraron a los bárbaros el camino a Hispania.
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Un antiemperador romano, proclamado por las legiones de


Britania, Constantino III, resolvió someter a su dominio las
provincias hispánicas y envió a su hijo Constante con una
tropa de “honoríacos” –mercenarios bárbaros al servicio de
Roma- que vencieron a los próceres hispano-romanos y se
hicieron cargo de la guardia.
Los “honoríacos”, en pago a sus servicios, recibieron
licencia para saquear la Tierra de Campos.
Paulo Orosio atribuye la penetración barbárica en España a
la deserción de los “honoríacos” que, cargados de botín,
abandonaron la custodia de los pasos del Pirineo.
Suevos, Alanos, Vándalos asdingos y silingos fueron los
pueblos que cruzaron el Pirineo en la invasión de 409.
A la invasión bárbara de Hispania siguieron dos años
caóticos de anarquía y saqueo.
Pruebas del clima de ansiedad que se creó a raíz de la
irrupción de los bárbaros, es la abundancia de tesorillos
enterrados, Otra prueba de aquellos temores nos la ofrecen
los propios hispanos que procuraron su salvación huyendo
de la Península.

Asentamiento de suevos, vándalos y alanos:

Hacia 411 Hispania empezó a conocer días más serenos.


En el verano del 410 se había producido el saco de Roma
por Alarico. Pero este monarca había fallecido pocos meses
después, y su cuñado Ataúlfo le había sucedido.
La legitima autoridad imperial volvía a afirmarse en las
Galias. Constante fue traicionado por su general Geroncio
que le dio muerte después de proclamar emperador en
Tarragona a Máximo, un familiar suyo. Un ejército romano
enviado por él legitimo soberano, Honorio, y dirigido por el
general Constancio y el magister militum Ulfila, de origen
godo, llegó a las Galias. Ante su presencia, los soldados de
Geroncio mataron a su jefe, y Máximo huyo a refugiarse
entre los bárbaros de Hispania.
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La restauración de la autoridad de Honorio en las Galias y


la presencia allí de su general Constancio, parece coincidir
con el alivio en la situación de Hispania.
Idacio alude la poética imagen de Orosio, según la cual los
bárbaros arrojan las espadas y empuñan los arados, y se
muestran amistosos con los romanos supervivientes.
La nueva actitud de los invasores de Hispania es probable
que guardase relación con alguna clase de acuerdo con una
autoridad romana.
Este acuerdo autorizaría a los bárbaros a asentarse en la
Península y dio lugar al famoso sorteo de provincias.
La Gallaecia correspondió a dos pueblos, los vándalos
asdingos dirigidos por el rey Gunderico, de religión arriana,
y los suevos, cuyo rey era Hermerico.
Los alanos, a las órdenes de Adax, se establecieron en la
Lusitania y la parte occidental de la Cartaginense.
Los vándalos silingos, mandados por Fredbal, se asentaron
en la Bética.
La Tarraconense y la porción oriental de la provincia
Cartaginense quedaron libres de bárbaros.
La fijación territorial de los pueblos bárbaros en sus
respectivas sedes contribuyó sin duda a esa actitud más
conciliadora de que ahora dieron muestras. Por su parte los
hispano-romanos de esas regiones se sometieron a la
autoridad de sus nuevos dominadores.

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LOS VISIGODOS EN EL OCCIDENTE ROMANO

En 412, la llegada al valle del Ródano del pueblo visigodo


mandado por Ataúlfo. Tres años más tarde, el pueblo godo
entraría en la provincia Tarraconense.
A su llegada a las Galias, Ataúlfo deseaba obtener del
emperador Honorio un asentamiento territorial y
suministros de víveres para su pueblo, se declaraba
dispuesto a terminar con los últimos rebeldes y devolver a
Honorio a su hermana Gala Placidia, la princesa que los
visigodos conservaban como rehén, desde que la
capturaron en Roma.
Ataúlfo para el otoño de 413 había dado muerte a
Sebastián y capturado a su hermano Jovino. Precisamente
entonces se produjo la ruptura entre Ataúlfo y Honorio.
Fallaron los suministros de cereales a los visigodos, debido
en parte, a la interrupción de los envíos de trigo africano a
Italia, por la rebelión del comes Africae Heracliano.
Además, Honorio estipulo un tratado con el rey de los
burgundios, este pueblo recibió licencia para asentarse
como federado del imperio en la provincia Germania Prima,
constituyendo el Reino de Worms, un aliado en potencia de
Roma frente a Ataúlfo y los visigodos.
Ataúlfo dio un paso que significo un brusco rompimiento
con el Imperio, como fue el matrimonio del rey visigodo con
Gala Placidia.
Ataúlfo volvió a elevar a la púrpura a Attalo, que Alarico
había hecho proclamar antiemperador por el Senado
romano en 409. Attalo fue instalado en Burdeos y se monto
un simulacro de corte imperial.
El general romano Constancio había regresado a las Galias
con un importante ejército y la intención de expulsar a los
visigodos. Un bloqueo marítimo interrumpió el tráfico de

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mercancías y privó a los godos de toda posibilidad de


avituallamiento.
La amenaza del hambre decidió a Ataúlfo a evacuar
Burdeos, Narbona y el resto de las Galias y a pasar con su
pueblo a la Península Ibérica.
Ataúlfo puso su sede en Barcelona y allí nació su hijo
Teodosio, fruto del matrimonio con Gala Placidia. En
septiembre de 415 Ataúlfo fue asesinado en Barcelona.
Una facción visigoda proclamó rey a Sigérico que, en su
brevísimo reinado de siete días, trató indignamente a Gala
Placidia e hizo matar a los hijos del anterior matrimonio de
Ataúlfo.
Otra facción rival proclamó a Valia, y consiguió imponerse
por la fuerza a todos los demás pretendientes.
Valia era un político diestro y prudente, y estaba destinado
a ser instrumento de paz entre godos y romanos, y a
fundar el Reino de Tolosa.

BÁRBAROS CONTRA BÁRBAROS EN HISPANIA

Cuando Valia asumió el poder, la situación alimenticia del


pueblo visigodo parece que era critica, debido al bloqueo
romano, extendido a los puertos españoles.
Valia resucitó un viejo proyecto, concebido por Alarico,
cruzar el mar para instalar a su pueblo en África del Norte.
En el otoño de 415, el pueblo visigodo emprendió otra vez
la marcha a través de la Península. En las playas de Tarifa,
los visigodos se concentraron para la travesía marítima.
Una tempestad hizo naufragar las primeras naves, y los
visigodos se llenaron de temor y renunciaron al paso del
Estrecho.
El pueblo visigodo se hallaba ahora acampado en las
regiones meridionales de Hispania, sin un camino claro que
tomar y en apurada situación alimenticia, comprando a los
vándalos a precio de oro trigo.
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Los visigodos necesitaban medios de subsistencia que sólo


el Imperio podía proporcionares. Roma, veía la posibilidad
de utilizar a los visigodos para limpiar las provincias
hispanas de los invasores germánicos que les habían
precedido. El acuerdo fue negociado por legados de Valia y
del general romano Constancio en algún lugar del Pirineo.
Como existían tratados entre Roma y los pueblos
germánicos asentados en Hispania. Valia sugirió al Imperio
que no los violase formalmente, pues los visigodos asumían
la carga de combatir y vencer a aquellos pueblos, en
provecho de Roma. La Administración romana se
comprometió a facilitar a los visigodos, en calidad de
federados, un suministro de 600.000 medidas de trigo.
Los visigodos llevaron a cabo su cometido con celeridad y
éxito sorprendentes. Entre los años 416 y 418, dos de los
cuatro pueblos germánicos que primeramente invadieron la
Península habían sido aniquilados.
La lucha fue súbitamente interrumpida, Constancio invitó a
los visigodos a regresar a las Galias, para establecerse allí
como federados del Imperio.
El foedus de 418 fue la nueva base jurídica de las
relaciones entre el pueblo godo regido por Valia y el
Imperio de Honorio.
Los visigodos recibieron para su asentamiento Aquitanica
Secunda cuya capital era Burdeos. En esta región alejada
del corazón del Imperio, los nuevos federados podían
aparecer a los ojos romanos carentes de peligrosidad, igual
que ocurría con los suevos y vándalos asdingos,
arrinconados en la excéntrica Gallaecia.
Los visigodos ocuparon también algunos distritos de
las provincias circundantes y no establecieron su corte
en Burdeos sino en Tolouse, importante ciudad de la
Narbonensis Prima, en dirección hacia el valle del
Ródano y costa mediterránea.

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Tolosa dio nombre al reino, el Regnum Tholosanum, que


Valia tuvo el tiempo justo de fundar. Falleció aquel mismo
año 418 y Teodorico I comenzó su reinado.

LOS VÁNDALOS EN LA PENÍNSULA IBÉRICA

Los suevos y los vándalos asdingos, que compartían la


provincia de Gallaecia y no habían sufrido el ataque
visigodo, comenzaron a luchar entre sí en 419.
Los suevos fueron salvados por una intervención romana, el
Imperio les seguía teniendo por federados y estimaba
legítima su permanencia en Galicia.
Los vándalos no sólo abandonaron el cerco, sino también la
provincia y se trasladaron a la Bética.
El establecimiento de los vándalos en la Bética no contaba
con el beneplácito del Imperio. Un reino vándalo, con
acceso directo al Mediterráneo, constituía una amenaza. El
Imperio resolvió emprender una importante campaña
militar, destinada a conjurar el peligro,
Un gran ejército romano, con fuerte apoyo de auxiliares
godos y dirigido por el maestro de la milicia, Castino, llegó
a la Bética. El ejército romano fue vencido y tuvo que huir
hasta refugiarse en Tarragona.
La Bética y buena parte de la Cartaginense quedaron ahora
a su merced de los vándalos. Cartagena fue devastada y
Sevilla sufrió destrucciones y crueles matanzas en su
población.
Murió su rey Gundérico, le sucedió su hermano Gensérico.
Los vándalos, pueblo sin tradición marinera, se convirtieron
en diestros navegantes. En 425 fueron capaces de
organizar una devastadora expedición naval contra las Islas
Baleares.
La existencia de una importante flota, apta al menos para el
tráfico de cabotaje, hizo concebir a Gensérico el proyecto
de transportar su pueblo al Norte de África.

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Antes de iniciar el paso del Estrecho, Gensérico, sabedor de


que una tropa de sus enemigos suevos merodeaba por
tierras de la Lusitania, se resolvió contra ella y la derrotó
cerca de Merida.
Gensérico, como preparación para la expedición marítima,
procedió a un recuento general de su pueblo, que arrojo la
cifra de 80.000 almas.
De este modo salieron los vándalos de Hispania y en la
Península, junto a la población hispano-romana, solamente
residió de modo estable un pueblo germánico, los suevos.

II- EL OCASO DE LA ROMANIDAD EN HISPANIA

LA EXPANSIÓN DEL REINO SUEVO

El reinado de Valentiniano III, con Aecio como hombre


fuerte, constituye el postrer período en que el Imperio
conoció una continuidad política prolongada y mantuvo
todavía un cierto grado de prestigio. Durante este cuarto de
siglo, la autoridad romana se siguió considerando como una
instancia superior, tanto por los romanos como por los
propios suevos, y esa autoridad intervendrá en la marcha
de las cosas en España.
Los suevos fueron presa de una incontenible fiebre
expansionista que les impulsó a salir de sus asentamientos
de Galicia, para extender su señorío por la Lusitania, la
Carteginense y la Bética.
La excesiva ambición y la imprudente política de Rekhiario
llevaron a su pueblo a la catástrofe. La carrera ascensional
de los suevos quedó truncada en el año 456 por la batalla
del río Orbigo.
Hacia el año 430, dos poblaciones, la autóctona galaica y la
suévica, coexistían sobre el mismo territorio.

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Los galaicos conservaban en su poder las fortalezas y


enviaban legados ante Aecio en las Galias, en busca de
apoyo de la autoridad romana.
Los suevos, fuera de ordinario del recinto amurallado de las
principales civitates daban prueba de una constante
animosidad hacia sus vecinos galaicos.
La historia registra un alternarse de períodos de hostilidad y
precarias paces entre suevos y galaicos.
En 438, la llegada de Rékhila al poder señala el comienzo
de la gran expansión suévica por diversas regiones de la
Península. Rékhila invadió la Bética ya a orillas del río
Genil, Andevoto – dux romanae militiae- fue derrotado.
Mérida fue tomada por Rékhila en 440 y el conde Censorio,
fue cercado y hecho prisionero en la ciudad de Mértola. Al
año siguiente Sevilla cayó en poder de los suevos.
Cuando Rékhila murió, en el año 448, su reino se hallaba
sólidamente establecido y una sola provincia, la
Tarraconense, permanecía de hecho vinculada al Imperio.

BAGAUDIA HISPÁNICA

Localización del fenómeno:


Los años en torno a la mitad del s.V registraron una serie
de episodios de violencia atribuidos a los bagaudas, que
tuvieron por escenario las regiones del interior de la
provincia Tarraconense.
La bagaudia aparece como un fenómeno localizado de la
Tarraconense, circunscrito a las regiones interiores de la
provincia, y en especial el alto y medio valle del Ebro.

Bagaudia tarraconense

Cronológicamente dentro de un período de catorce años,


entre 441 y 454.
La bagaudia constituyó un problema considerable en la
Tarraconense.
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El régimen de gran propiedad predominante en la zona


sería el principal causante de las revueltas.
Sugerir la presencia de un especifico factor regional en la
agitación bagáudica hispana. Las bandas de bagaudas, que
infestaban por estos años una parte de la Tarraconense,
estuvieron integradas por vascones.

Bagaudia vascona:

El movimiento bagáudico que aflora en la tarraconense a


mediados del s.V, no puede considerarse con
independencia del problema vascón.
Hablar de la bagaudia como de un fenómeno característico
de la Hispania del s.V, resultaría excesivo, será más propio
hablar de la bagaudia tarraconense y más exacto aún, de
bagaudia vascona.

LA CRISIS DEL REINO SUEVO

A la muerte de Rékhila, su hijo Rekhiario se convirtió en rey


de los suevos. Rekhiario aparece como el primer monarca
católico de un reino germánico surgido de las invasiones del
s.V.
El reinado se había iniciado con buenos auspicios. Rekhiario
contrajo matrimonio con una princesa visigoda, hija de
Teodorico I, y en la primavera de 448 estuvo en Toulouse
visitando a su poderoso suegro.
El retorno de las Galias, lo aprovechó Rekhiario para
asociarse con Basilio y sus bagaudas y realizar en común
una devastadora correría por el valle medio del Ebro.
En el año 453, tras la batalla de los Campos Catalaúnicos y
con Aecio en el cenit de su poder, la autoridad imperial
resolvió actuar en Hispania. Una embajada impuso a los
suevos un tratado de paz, que estipulaba la devolución al
Imperio de la Cartaginense.
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En 453 el rey visigodo Turismundo moría asesinado por sus


hermanos, y uno de estos, Teodorico II, le sucedía en el
trono.
En 454, Aecio moría a manos del propio emperador
Valentiniano III. Medio año después, Valentiniano caía a su
vez, víctima de los vengadores de Aecio.
Un nuevo emperador, Petronio Máximo, apenas duró
algunos meses en el poder y, entre mayo y junio, Roma
presenció su muerte violenta y él asalto vándalo, con el
saqueo de la ciudad por Gensérico.
El vacío de poder, determinó la promoción imperial de
magister militum de las Galias, Avito. La designación de
Avito fue ratificada por una asamblea de representantes de
la aristocracia provincial de las Galias y aceptada finalmente
en Roma y en Italia.
Un cambio tan radical en las circunstancias políticas animó
a Rekhiario a emprender una ambiciosa aventura dirigida
extender su poder a toda la Península.
En el año 456, los suevos violaron el tratado de paz
concertado con el Imperio tres años antes y asaltaron la
provincia Cartaginense.
El conde Fronto vino a España a pedir a Rekhiario que
respetase la paz. Rekhiario desoyó estos requerimientos,
invadió la provincia Tarraconense, la saqueó y regresó a
Galicia con numerosos cautivos. Estos excesos
determinaron a los visigodos a intervenir en Hispania en
calidad de federados del Imperio.
Teodorico II entró en la Península en 456, a doce millas de
Astorga, a orillas del Orbigo, chocaron las huestes de
Teodorico II y de Rekhiario, el viernes 5 de octubre.
La victoria visigoda fue total, Teodorico II entró en Braga,
capital del reino suevo. La ciudad sufrió un duro saqueo.
Rekhiario hecho prisionero fue ajusticiado.
Teodorico II, tras la derrota de Rekhiario, confió a Agiúlfo,
que era cliente suyo, el gobierno del pueblo suevo. Pero

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Agiúlfo fue infiel al monarca visigodo y pretendió rehacer en


beneficio propio el Reino suevo.
Una facción de suevos supervivientes prefirió aclamar rey a
uno de sus próceres, Maldras, y Agiúlfo, abandonado de
todos fue muerto poco después en Oporto.
Estos hechos dieron lugar a la subsistencia de un Reino
suevo disminuido, pero independiente.
Mientras Teodorico II se hallaba en España, en Italia,
Ricimero depuso al emperador Avito, colocando en su lugar
a Mayoriano.

HISPANIA EN LAS POSTRIMERIAS DEL IMPERIO


OCCIDENTAL.

Los suevos aparecen en el año 457 divididos en dos


facciones, encabezadas inicialmente por Maldras y Framtan.
Framtan murió en 457 y Remismundo le sucedió en la
capitanía de su grupo. Maldras fue asesinado en Oporto en
460 y su lugar lo ocupo Frumario. En 464 muerto Frumario,
Remismundo quedó como único rey de todo el pueblo
suevo.
Las discordias intestinas de los suevos no fueron obstáculo
para que los dos bandos en lucha siguieran hostilizando a la
población galaico-romana.
En otras regiones de Hispania puede apreciarse el creciente
papel que los visigodos del Reino tolosano juegan en los
asuntos peninsulares.
En los primeros años del imperio de Mayoriano, un ejército
visigodo se dirigió al mediodía de la península y llegó a la
Bética. Este ejército, a diferencia de lo que había ocurrido
en anteriores ocasiones, era enviado por Teodorico II en su
propio nombre, sin invocación de la autoridad romana,
contra la que entonces luchaban los visigodos en las Galias.

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La paz concertada en 459 entre Mayoriano y Teodorico II


preparó las expediciones del año siguiente a tierras de
Hispania. Una la romano-goda contra el reino suévico, otra
determinó la venida de Mayoriano a la Península.
Mayoriano llegó procedente de Arles, pasó por Zaragoza y
se dirigió a Cartagena, cruzando la Tarraconense y la
Cartageniense, las dos provincias que todavía dependían de
la autoridad romana.
Cuando Mayoriano llegó a Cartagena, la flota de 300 naves,
destinada a transportar a África el ejército para la gran
expedición contra el Reino vándalo, se había desvanecido.
Los vándalos, sorprendieron y deshicieron la flota imperial
entre Alicante y Cartagena.
Mayoriano vuelto a Italia, fue muerto por orden de
Ricimero. La muerte de Mayoriano acentuó la crisis de
la autoridad imperial de Occidente. El rey visigodo de
Tolosa llenó cada vez más el vacío que dejaba, como
poder superior se miraba ahora desde Hispania.
La influencia visigótica se dejó también sentir en el terreno
religioso. Resultado del acuerdo concertado entre Teodorico
II y Remismundo, Ajax llegó a Galicia en 465 con la misión
de arrianizar el pueblo suevo. La arrianización de los suevos
hizo que esta herejía pasara a ser la confesión oficial y
predominante durante todo un siglo.
El declinar romano produjo la aparición entre la población
galaica de unas actitudes cada vez más claras de
colaboración y hasta de entreguismo, frente a los
ocupantes germánicos.
Eurico, el nuevo rey tolosano, abrigaba el designio de que
fuera su monarquía la que ocupara el lugar que dejaba en
Hispania el ocaso del poder imperial romano.
La toma de Lisboa por los suevos provocó una fulminante
reacción visigótica. Los visigodos se revolvieron, tanto
contra los suevos como contra los romanos de la Lusitania
que les rendían obediencia.
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Los suevos quedaron arrinconados en el noroeste de la


Península y comenzaron a vivir una oscura existencia que
durante un siglo apenas dejó rastro en las fuentes.

ROMANOS Y GERMANOS EN HISPANIA

Las relaciones entre los pueblos:

La convivencia entre romanos y germanos se inició en


Hispania una vez pasados los primeros años de anarquía y
mortandad, que siguieron a la invasión de 409.
Durante el s.V, los problemas de convivencia entre los
romanos y germanos solamente se plantearon de modo
continuado en las tierras de Galicia y Lusitania donde se
había producido un asentamiento suevo.
La llegada de masas de población visigótica no se produjo
hasta la última década del s.V, y entonces surgieron
indudables problemas de convivencia.
El asentamiento visigótico en España se produjo tarde,
después de que ese pueblo permaneciese cerca de un siglo
en las Galias, y hecho allí un largo aprendizaje de vida
sedentaria y convivencia con la población provincial
romana.
La carga fiscal pesaría a menudo en exceso sobre los
ciudadanos de Hispania y las Galias, en las provincias que
siguieron sujetas a la administración romana.
En las tierras de Galicia y Lusitania, la plebs galaica
conservaba en sus manos los castillos más fuertes y
constituía un poder autónomo, paralelo al poder suevo.
Ambos pueblos se combatían y hacían paces y enviaban sus
propios embajadores a las Galias.

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Galaicos o lusitanos, bien romanizados, habitaban exclusiva


o mayoritariamente los núcleos urbanos del Reino de
Galicia.
Los suevos tuvieron probablemente bajo su control Oporto,
pero en su mayoría vivirían en el campo. En la propia
capital Braga la población romana era muy importante.

Los problemas de la convivencia:

Las reacciones barbáricas no sólo propendían fácilmente a


la violencia, sino que, además, eran muchas veces
imprevisibles.
El talante barbárico constituyó una sería dificultad para la
pacifica convivencia de romanos y germanos.
En el Reino Tolosano, la monarquía visigótica atraía a la
aristocracia galo-romana del s.V. A medida que declinaba el
poder imperial, surgieron incluso actitudes y conductas que
eran traiciones a Roma en beneficio de los godos,
protagonizadas por dignatarios romanos.
La aristocracia gala-romana del s.V mantuvo en la corte
tolosana relaciones de trato y amistad, que en modo alguno
se consideraron como traición al Imperio..
Fue frecuente en la última época romana que oficiales
bárbaros tuvieran altos cargos en el ejército imperial,
también abundaron luego los oficiales romanos al servicio
de los reyes visigodos.
Durante el último período del Imperio occidental faltó en la
Península Ibérica una monarquía bárbara equivalente a la
visigótica, capaz de constituir un foco de atracción para la
aristocracia provincial, como ocurría en las Galias.

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LA CONTINUIDAD HISTÓRICA

Resurgimiento de valores indígenas:


Las invasiones germánicas no originaron en Hispania una
ruptura profunda de la continuidad histórica. El ocaso de la
romanidad fue un proceso lento, en el cual operaban
factores que contribuían a que la vida siguiera su curso,
aunque con notas propias, fruto de las circunstancias.
Los pueblos barbáricos y las monarquías que crearon no
pretendieron realizar una revolucionaria subversión del
orden social en las provincias ocupadas, sino que la
evolución fue gradual, perdurando muchas estructuras de la
vieja sociedad.
El resurgimiento de valores indígenas se manifiesta en el
renovado empleo por las fuentes literarias de nombres
geográficos relacionados con la Hispania primitiva.
El hecho revela que el resurgimiento indígena, no se
reducía a la reaparición de la vieja terminología par
designar a gentes y territorios. Muchos pueblos de España
al amparo del vacío de poder recobraron una virtual
independencia y volvieron a vivir y regirse por sí mismos.
Estos pueblos, con la extinción de la administración romana
y los vaivenes del s.VI, volvieron a vivir en un régimen de
autogobierno, que la mayoría de ellos mantuvo al menos
hasta el reinado de Leovigildo.
Supervivencia de la estructura social hispano-romana:
Es bien sabido que las monarquías de Occidente dejaron
subsistir muchos elementos del sistema jurídico romano.
La sociedad hispano-romana no registró rupturas bruscas y
en su evolución, al tiempo que incorporó nuevos factores,
dejó perdurar otros que provenían del período anterior.
Existe continuidad histórica después de las invasiones. Un
indicio de ella lo constituye el mantenimiento de la

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

comunicación entre Hispania y el mundo exterior durante el


s.V.
Más adelante, los contactos con Italia y el Oriente se
hicieron más raros y difíciles; pero ello obedeció a otros
factores exteriores: la guerra gótica, la política bizantina y,
la expansión islámica por el Mediterráneo.

Perduración de una aristocracia romana:


Perduración de una aristocracia romana en los siglos V al
VII, que conservó su preeminencia social al lado de la
nueva nobleza germánica.
La Cantabria se mantuvo independiente hasta Leovigildo y
era regida por un senatus.
En el occidente de la Península la resistencia galaica frente
a los suevos fue dirigida por los notables del pueblo, que
retenían el gobierno de los principales centros urbanos.
La Bética y la parte meridional de la Lusitania son ricos en
monumentos epigráficos. A través de esas inscripciones
puede observarse la pervivencia de una nobleza muy
romanizada que, en los siglos V y VI, sigue usando los
títulos característicos de la aristocracia jerarquizada del
Bajo Imperio.
La aristocracia hispano-romana conservaba en el s.VI
grandes patrimonios, que no habían desaparecido con las
invasiones ni con los sucesivos cambios políticos.
Individuos procedentes de la aristocracia hispano-romana
fueron llamados a desempeñar cargos públicos en la
Administración del Reino visigodo de Toledo. La
participación de romanos en funciones públicas tenía
precedentes en la época tolosana, pero ahora se vio
fortalecida con la unidad religiosa, que siguió a la
conversión de Recaredo.
Por esta vía, personajes de origen romano se integraron en
la oligarquía nobiliaria, que en el siglo VII constituyo el
estamento superior de la sociedad hispano-gotica.
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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

III- DEL REINO DE TOLOSA AL REINO DE TOLEDO

LOS VISIGODOS OCUPAN LA TARRACONENSE

Eurico, ante el desmoronamiento del Imperio romano


sometió a su poder Arles y Marsella, y la mayor parte de las
provincias Narbonensis II, Viennensis, y Alpes Maritimae,
entre los años 476 y 477.
Las anexiones a partir del año 470 de diversos territorios
romanos de las Galias fueron sancionadas en el 475 por la
paz concertada con el emperador Julio Nepote, en que se
reconoció la existencia de un poderoso Reino Tolosano, con
plena soberanía.
En 472, Eurico había procedido a la ocupación de la
Tarraconense, el postrer residuo del poder de Roma
en la Península.
La Historia Gothorum de San Isidro dice que los visigodos
hubieron de vencer la resistencia que les opuso la nobilitas
de la Tarraconense, y el principal baluarte de esta
resistencia sería la propia Tarragona.
Existió voluntad por Eurico de realizar mejoras en las tierras
recién adquiridas; una muestra es la política de obras
publicas realizada en Mérida.
Un clima de buena armonía sería la tónica que dominaría
las relaciones entre la Iglesia Católica y la Monarquía
arriana, durante la mayor parte del s.VI.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

EL ESTABLECIMIENTO DE LOS VISIGODOS EN HISPANIA

A finales del año 484 murió en Arles, de muerte natural,


Eurico, y le sucedió su hijo Alarico, que fue elevado al trono
en la capital del reino, Toulouse.
Bajo su gobierno se dio un paso adelante en el proceso de
incorporación de Hispania a la monarquía visigoda. La
penetración de importantes masas populares góticas, que
se asentaron de modo estable en suelo español.
En el año 494 tuvo lugar la entrada de los godos en la
Península. En 496 se produjo la rebelión de Burdunelo, un
prócer hispánico de una región a donde llegaron
considerables contingentes de inmigrantes góticos y en la
que se produjeron tensiones con la población indígena.
Burdunelo acaudilló el levantamiento antigótico que fue
reducido al año siguiente, enviado a Toulouse, recibió una
muerte cruel.
Resulta sorprendente esta afluencia de colonos góticos
hacía España. La clave del fenómeno está probablemente
en las prolongadas hostilidades entre visigodos y francos.
Estas luchas determinarían el movimiento migratorio hacia
las tierras más seguras del sur del Pirineo.
Las luchas entre visigodos y francos se hallaban en pleno
desarrollo en la última década del s.V, tenían como teatro
la región de Aquitania que constituía el corazón de los
poblamientos góticos en la Galia. Pero esos
enfrentamientos son contemporáneos de las noticias de
procedencia hispana que anuncian la llegada de masas
populares góticas a la Península.
Esta inmigración de finales del s.V daría lugar a los
asentamientos populares visigóticos de la zona de las
necrópolis, en la alta meseta castellana.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

ALARICO II Y CLODOVEO

En 482, Clodoveo había sucedido a su padre Childerico


como rey de los franco-salios en Tournai; dos años más
tarde, en 484, Alarico II subió al trono visigodo en
Toulouse.
Sintomática la actitud adoptada por Alarico en la cuestión
de Siagrio, cuando los francos atacaron sus tierras. Este
dominio cuyo núcleo lo constituía la cuenca del Sena, era
gobernado por el rex Romanorum Siagrio. En 486,
Clodoveo le venció y se apoderó de sus posesiones y
Siagrio se refugió en la corte de Toulouse. Ante una
exigencia imperiosa de Clodoveo, Alarico cedió y entregó a
Siagrio a sus enemigos, que no tardaron en ajusticiarle.
Cuando Teodorico y Odoacro se disputaban el dominio de
Italia, un ejército visigodo enviado por Alarico II acudió en
490 en ayuda de los ostrogodos.
Durante su largo reinado, Teodorico el Grande aspiró a
convertirse en el árbitro entre los reyes germánicos de
Occidente y orientó su política matrimonial hacía la
consecución de una posición de preeminencia.
Un acontecimiento histórico fundamental fue el bautismo de
Clodoveo. Un 25 de diciembre de un año entre 496 y 506.
La conversión de Clodoveo inclinó a su favor los
sentimientos del episcopado de las Galias y contribuyó a
debilitar políticamente el Reino tolosano.
Alarico II hubo de adoptar una serie de medidas contra
varios obispos, sospechosos de manejos a favor de los
francos.
En 506 dio algunos pasos importantes, encaminados a
ganar la adhesión del episcopado y de la población romana.
Uno la licencia para la celebración del concilio de Agde. El
segundo paso fue la promulgación de la Lex Romana

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

Visigothorum, recopilación de Derecho romano seleccionado


del Codex Theodosianus y otras fuentes.

EL FINAL DEL REINO TOLOSANO: VOUILLÉ

Clodoveo adoptó la premeditada decisión de resolver a


través de una guerra el destino de las Galias. Los
burgundios actuaban como aliados de los francos.
Teodorico el Ostrogodo hizo todo lo posible por evitarla.
Es probable que las insistentes recomendaciones de
Teodorico el Grande movieran a Alarico a tomar la iniciativa
de pedir a Clodoveo una entrevista personal. Los dos reyes
se reunieron en una isla del río Loira, la reconciliación fue
efímera, y nada pudo evitar el desenlace final en el campo
de batalla.
La batalla de Vouillé – Campus Voglandensis – se libró en la
primavera de 507. Junto a los francos de Clodoveo formó
un ejército burgundio. En el ejército de Alarico, no tan sólo
combatieron visigodos, sino también numerosos galo-
romanos.
Los visigodos lucharon en Vouillé sin esperar la llegada de
un ejército ostrogodo que, al parecer, venía en su ayuda.
La suerte de la batalla fue adversa para los visigodos; su
ejército quedó derrotado y deshecho y el propio rey Alarico
II pereció en el combate.
Después de Vouillé, los victoriosos francos se precipitaron
sobre el Reino visigodo de las Galias, que fue incapaz de
oponer una defensa organizada.
Toulouse fue incendiada. Entre la segunda mitad de 507 y
los primeros meses de 508, los francos incorporaron a sus
dominios la mayor parte de los antiguos territorios
visigodos de las Galias.
Fueron apareciendo algunos núcleos de resistencia
organizada. Arles se defendió. Carcasona debía
considerarse particularmente segura, pues allí se deposito
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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

el tesoro regio visigótico. Los francos atacaron con empeño


Carcasona, pero no consiguieron tomarla.
Otro islote de resistencia gótica fue Narbona. Aquí debió
reunirse el contingente más considerable de magnates y
miembros del exercitus, en vista de que el hijo legitimo de
Alarico II – Amalarico – era un niño de corta edad, con el
fin de procurar una continuidad de la monarquía y en la
dirección del pueblo, aclamaron como rey en 508 a
Gesaleico, un hijo natural del monarca difunto.
Narbona fue atacada y tomada por el rey burgundio
Gundobado, y Gesaleico huyó a Barcelona.
En 510, ante la presencia de un ejército mandado por el
duque ostrogodo Ibbas, Gesaleico abandonó España y se
refugió en el Reino vándalo de África.

SE INICIA ÉL <<INTERMEDIO OSTROGODO>>

Desde el verano de 508, un cuerpo expedicionario al mando


del duque de Ibbas entró en la Provenza, rompió los sitios
de Arles y Carcasona y expulsó a los burgundios de los
territorios visigodos, pero sin tratar de reconquistar
aquellos otros dominados ahora por los francos.
El gran Teodorico asumió el gobierno del Reino visigótico,
ejerciendo la tutela de su nieto Amalarico.
Los visigodos hispanos estuvieron unidos por vínculos
especiales a sus hermanos de raza, los ostrogodos de
Italia; primero, durante quince años, al ser gobernada
Hispania desde la corte de Rávena, a través de funcionarios
enviados por Teodorico; luego, al ocupar el trono, después
del lustro en que reinó Amalarico, dos sucesivos monarcas
de origen ostrogodo, Theudis y Theudisclo.
La administración teodoriciana de los territorios visigodos
de Hispania y la Galia se inscribe dentro de aquel vasto
designio de restauratio Romani nominis, Teodorico
restableció la prefectura del Pretorio de las Galias.
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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

Las provincias visigodas administradas por Teodorico


pagaban tributos al monarca, que éste destinaba al
sostenimiento de las tropas estacionadas en ellas.
Parece que la Administración pública española mejoró
notablemente bajo el reinado de Teodorico.
La regencia ostrogoda durante la minoría de Amalarico
sirvió para restaurar el reino visigótico, con un nuevo centro
de gravedad en el nordeste de la Península Ibérica.
El 30 de agosto del 526, moría Teodorico el Grande y su
nieto Amalarico comenzaba a reinar sobre la Hispania
visigótica.

LA SEGUNDA PARTE DEL <<INTERMEDIO OSTROGODO>>

Amalarico:

Amalarico, era tan sólo rey de los visigodos, mientras que


Atalarico recogía la herencia del reino ostrogodo. La
separación política de los dos pueblos, que habían sido
gobernados conjuntamente por Teodorico, se consumó
mediante un acuerdo entre los dos primos.
Dentro de este proceso de independización de la
Administración visigoda, un hecho mereció incluso ser
recogido, la designación de Esteban para el cargo de
praefectus Hispaniarum.
Hispania se segregaba oficialmente de la prefectura
arlesiana y Esteban asumía la honorífica jefatura de la
Administración civil, reservada a autoridades romanas en el
sistema teodoriciano, pero en el ámbito más reducido de
las Españas, esto es de los territorios exclusivos del Reino
visigótico.
Amalarico trató de reemplazar la antigua política de
solidaridad gótica por un acercamiento a los vecinos
francos, tradicionales enemigos de su pueblo, cuyo reino se
hallaba distribuido entre los hijos de Clodoveo. La prenda
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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

de este acercamiento fue la princesa franca Clotilde, hija


también de Clodoveo, que sus hermanos entregaron en
matrimonio al joven rey Amalarico.
Tantos las fuentes francas como las bizantinas coinciden en
afirmar como motivo de las disputas conyugales la
disparidad religiosa. Clotilde era católica y Amalarico
arriano.
Childeberto marchó con su ejército contra la Septimania. En
Narbona lucharon visigodos y francos, y Amalarico fue
vencido. Childeberto se apoderó de un gran botín y,
llevando consigo a su hermana Clotilde, emprendió el
regreso a París; pero Clotilde murió en el viaje, y la misma
suerte corrió su esposo Amalarico.
Parece seguro que, tras su derrota en Narbona, Amalarico
consiguió huir y refugiarse en Barcelona, y fue allí donde
murió violentamente en diciembre de 531.
El nombre del matador del monarca, el franco Besson. Es
posible, que este franco no formase parte del ejército de
Childeberto, sino del godo, pues tanto Gregorio de Tours
como San Isidoro atribuyen la muerte al exercitus
visigótico, que odiaba y despreciaba al Amalarico por su
cobardía.

Theudis y Theudisclo:
Con Amalarico se extinguió la estirpe que durante más de
un siglo había ocupado el trono visigótico. Siete monarcas
que reinaron entre 418 y 536. Durante todo aquel período,
el principio de la sucesión familiar prevaleció indiscutido,
hasta que la muerte sin descendencia de Amalarico produjo
una inevitable ruptura de continuidad.
Theudis, el jefe militar ostrogodo en Hispania, hacía ya
tiempo que era el más influyente personaje del reino.
Theudis fue aclamado como nuevo rey visigodo.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

La proclamación de Theudis se insertaría dentro de una


oleada de reacción general arriana. Es evidente que el
gobierno de Theudis en Hispania no tuvo ningún sentido
anticatólico.
Apenas iniciado el nuevo reinado, se reunió en Gerona una
asamblea política que destituyó al romano Esteban del
cargo de “prefecto de las Españas”. Esteban no se sabe que
tuviera sucesor, ni hay noticias de que el cargo de
praefectus Hispaniarum volviera a revivir en el futuro.
Theudis restableció la situación en la Septimania, que siguió
formando parte del Reino Visigótico. Pero diez años más
tarde – en 541 – las tierras españolas de la provincia
Tarraconense eran invadidas por los francos. La incursión
franca ha de situarse en el contexto del dinamismo que se
apoderó de los reyes merovingios ante la crisis del Reino
ostrogodo de Italia.
El episodio más notable de esta campaña fue el sitio de
Zaragoza. Duró cuarenta y nueve días, y los francos lo
levantaron atemorizados por una procesión penitencial. Por
fin, un ejército visigodo mandado por el duque Theudisclo
derrotó a los invasores.
En 542, toda España padeció el azote de una de las
grandes epidemias de la – peste bubónica -.
Un éxito mucho menos feliz que la guerra contra los francos
tuvo para los visigodos el intento de crear una cabeza de
puente en la orilla africana del estrecho de Gibraltar. Como
medida precautoria ante la gran expansión bizantina por el
Mediterráneo. Los visigodos habían conseguido ocupar la
estratégica plaza mauritana de Ceuta. Expulsados poco
después por los imperiales, Theudis organizó una
expedición con el fin de reconquistarla. El sitio de Ceuta
terminó desastrosamente para los visigodos.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

En junio de 548, Theudis fue asesinado. Primero a título de


general y luego como soberano, rigió la España visigoda
durante más de treinta años.
La inercia política y el respaldo de la oligarquía sobre la que
se había apoyado Theudis hicieron que a su muerte, el
sucesor fuera todavía un magnate ostrogodo, el duque
Theudisclo.
Theudisclo carecía de las dotes de gobierno de Theudis y su
conducta desordenada le granjeó en breve tiempo la
enemistad de los grandes del Reino. Una conjuración de
magnates visigodos acabó con su vida, al cabo de un año y
siete meses de reinado. Fue asesinado en Sevilla, en medio
de un alegre banquete, a finales de 549 el “intermedio
ostrogodo” había terminado.

LA POBLACIÓN: EL ELEMENTO GERMÁNICO

Asentamientos populares:
Los visigodos, que constituyeron el grupo popular
germánico más importante, habían llegado en oleadas
masivas durante la última década del s.V. A la caída del
Reino Tolosano y también en 531, se produjeron nuevas
entradas de godos, que buscaron refugio en España.
Suevos y godos constituyeron el elemento germánico de la
población peninsular. El pueblo suevo sería
demográficamente muy débil, treinta o treinta y cinco mil
individuos, en la época de las invasiones.
El potencial demográfico de los visigodos fue notablemente
mayor que el de los suevos e incluso que el del pueblo
vándalo. Una cifra aproximada de doscientos mil visigodos
parece aceptable.
No todos los godos del Reino tolosano emigraron a
Hispania, un cierto número permaneció en sus tierras bajo
dominio franco. Los francos expulsaron sistemáticamente a
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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

los godos de aquellas regiones aquitanas, como Burdeos y


Saintes, donde su densidad era mayor.
Resulta licito afirmar que el elemento germánico, en su
conjunto, pudo representar un 4 ó 5 por ciento de los
habitantes de la Península, si se admite, una población
hispano-romana de alrededor de cinco millones.
Las migraciones góticas dieron lugar a dos clases de
asentamiento: uno de carácter popular y otro de naturaleza
aristocrático-militar.
El pueblo visigodo que llegó a Hispania era todavía un
grupo popular con una serie de rasgos diferenciales –
religión arriana, indumentaria, objetos de adorno -. El
poblamiento compacto y su Arrianismo racial explican la
existencia durante el s.VI de cementerios propios.
En el s.VII, cuando la unidad religiosa católica y la
desaparición de signos diferenciales hacen más difíciles de
identificar las sepulturas, otro factor parece reflejar las
poblaciones campesinas visigodas: las series episcopales.
Elevado porcentaje de obispos de raza gótica.

Asentamiento aristocrático-militar:

La clase nobiliaria estaría integrada por unas mil quinientas


familias, es decir, de siete a diez mil individuos. Esta clase
se dispersó por todo el territorio, obedeciendo a razones
administrativas y militares.
Toledo, capital del reino y residencia de la corte, fue
probablemente la ciudad que registró una mayor proporción
de gentes de raza gótica.
Mérida, debió contar con una considerable población gótica.
Barcelona, parece haber albergado a un núcleo relevante
de población visigótica.
Hubo también algunas regiones en las que, por razones
estratégicas, existió un nutrido asentamiento visigótico de
tipo marcadamente castrense: la frontera con los dominios

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

bizantinos en Hispania, la frontera vascona, los pasos


fortificados del Pirineo oriental y la Galia narbonense.
La anexión por Leovigildo del Reino suevo, en 585, parece
que determinó un estacionamiento de tropas visigodas en
la región.
En el norte, frente a la comarca montañosa y rebelde de los
vascones, la lucha endémica que perduró hasta el final del
período visigodo determinó la creación de un limes.
En el Pirineo oriental, una línea de castra, defendía el
acceso a la Península frente a los francos y las
comunicaciones con la provincia Narbonense.
La situación periférica de la Galia narbonense y su situación
fronteriza frente al Reino franco explica el importante
asentamiento nobiliario-militar que tuvo lugar en ella.

LOS GRUPOS MINORITARIOS: BRETONES, AFRICANOS,


ORIENTALES Y JUDÍOS

En la costa noroeste de Galicia, entre El Ferrol y el río Eo,


se estableció una colonia de bretones, como consecuencia
de la emigración de estas poblaciones desde sus sedes de
la antigua Britania insular, ante las invasiones anglosajonas
del s.V.
Un grupo de emigrantes llegó a las costas gallegas y
constituyó un núcleo popular bien delimitado, con una
diócesis propia, la Britonia.
Las otras minorias se distribuyeron por diversas regiones de
la Península, aquellas abiertas al mundo exterior, como
eran la costa mediterránea, la Bética y el valle del
Guadiana.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

Existió un flujo de africanos fugitivos del dominio vándalo.


Tras la reconquista bizantina, el fenómeno perduró,
motivado ahora por el temor a la inseguridad dominante en
la región.
El elemento oriental estaba constituido por sirios y griegos
en su mayoría. Donde fue más prolongada la dominación
bizantina acogieron un cierto número de habitantes
llegados en calidad de soldados o funcionarios. Pero el
elemento oriental estuvo integrado sobre todo por colonias
de mercaderes que subsistieron en época visigoda.
Fue Mérida la ciudad de toda Hispania, donde más
abundaron durante el s.VI los orientales.
Además de colonias en ciudades, las comunidades judías
debieron extenderse profusamente por las provincias de la
Bética y la Galia narbonense. La importancia numérica de
las colonias judaicas de la Bética la confirma el hecho de
que, al producirse la invasión musulmana, los
conquistadores confiaron la custodia de varias ciudades a
las comunidades judaicas, que se constituyeron en
guarnición al servicio del islam.

FLORECIMIENTO ECLESIÁSTICO BAJO LA MONARQUÍA


ARRIANA

Durante la regencia de Teodorico el Grande, se advierten


en España algunos síntomas nuevos: nombramientos por
los papas de algunos vicarios pontificios y reunión en la
Tarraconense de concilios provinciales.
El período de paz y prosperidad de la Iglesia se prolongó
hasta bien entrado el reinado de Leovigildo.
La benévola disposición de la Monarquía arriana para con la
Iglesia católica fue correspondida por ésta con una actitud
de adhesión y confianza.
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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

En este clima de paz, la Iglesia española pudo preocuparse


de mejorar la calidad del clero, regulando adecuadamente
la formación de los jóvenes candidatos. Estos, tras ser
ofrecidos por sus padres, habían de ser educados por un
“prepósito”, hasta alcanzar la edad de dieciocho años, en
que elegirían libremente entre abrazar de modo definitivo el
estado clerical o contraer matrimonio.
Un signo de florecimiento eclesiástico del s.VI lo constituye
la serie de obispos que merecieron el honor de ser incluidos
en los catálogos de “varones ilustres”.
La Iglesia Hispana desarrolló durante esta época una
intensa actividad sinodal, reuniéndose en el plazo de veinte
años cuatro concilios, que seguían a los de Tarragona (516)
y Gerona (517), celebrados bajo la regencia de Teodorico:
El II de Toledo (531), I de Barcelona (540), Lérida (546) y
Valencia (546). Tuvieron estos concilios carácter provincial.
Los concilios mencionados demostraron una acusada
preocupación por la disciplina de los monjes, lo que indica
que el fenómeno monástico tenía indudable importancia en
Hispania hacia la primera mitad del s.VI.
El monasterio aparece como una institución eclesiástica
bien arraigada, según acredita el hecho de que fuese la
fórmula que usurpaban abusivamente muchos laicos,
fundadores de iglesias privadas.
Otra manifestación de vitalidad fue la actividad constructora
desplegada por la Iglesia en el siglo V.
Un último aspecto de la vida de la Iglesia en el s.VI merece
la pena destacar: la acción misionera sobre los visigodos
asentados en suelo hispano. Fruto de esta acción apostólica
de la Iglesia sería la preconversión de varios visigodos, que
fueron ilustres figuras de la jerarquía católica española del
s.VI.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

IV – DEL REINO ARRIANO AL REINO VISIGODO


CATÓLICO

AGILA Y ATANAGILDO

El asesinato de Theudisclo, en diciembre del año 549, puso


fin al período durante el cual el Reino visigodo de Hispania
había permanecido bajo influjo ostrogodo.
Parece probable que fueran los propios potentes que
tramaron la conjura contra Theudisclo quienes eligirían a un
magnate visigodo, Agila, como nuevo rey.
Theudisclo había muerto en Sevilla y los acontecimientos
que se sucedieron tuvieron también como escenario
principal el mediodía de la Península. El centro de gravedad
del Reino visigótico se había desplazado durante los años
del período ostrogodo desde Cataluña y la Narbonense
hacia las regiones meridionales de Hispania.
La Bética, la tierra más romanizada de España, había vivido
autónomamente su propia vida durante buena parte de los
siglos V y VI. Es comprensible que el poder visigodo
chocase con resistencias cuando trató de imponer su
autoridad sobre la región.
A poco de ocupar el trono, Agila se enfrentó con la ciudad
de Córdoba, entonces en situación de virtual
independencia, que conserva hasta el reinado de
Leovigildo.
Los cordobeses derrotaron por completo a la expedición
visigoda y Agila, tuvo que refugiarse en la plaza fuerte de
Mérida, tras haber perdido a su hijo, con lo mejor del
ejército, y el tesoro regio.
En 552, un magnate visigodo, Atanagildo, se rebeló contra
Agila en Sevilla, al frente de una facción de godos, y solicitó
ayuda militar bizantina. La petición de ayuda encontró
pronta respuesta por parte de Bizancio.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

Con la ayuda bizantina, Atanagildo obtuvo en Sevilla una


completa victoria sobre el ejército enviado contra él por
Agila. Los imperiales fueron extendiendo su ocupación por
un dilatado territorio paralelo a la costa sureste, que
alcanzó por el mediodía el río Guadalete y llegó por el norte
hasta más allá de Cartagena.
Los godos temieron que los imperiales, aprovechando sus
luchas intestinas, se apoderasen de Hispania. Entonces, en
marzo de 555, los propios secuaces de Agila dieron muerte
a su rey en la ciudad de Mérida y todos reconocieron al
rebelde Atanagildo como único monarca.
Tan pronto unificaron sus fuerzas bajo la égida de
Atanagildo, los visigodos se revolvieron contra los
imperiales, les arrebataron parte de sus conquistas, pero no
lograron expulsarles del país.
Es posible que el relativo fracaso visigodo se debiera en
parte a la actitud insumisa de la población indígena de la
Bética y a la situación conflictiva existente en la provincia.
En cuanto a Córdoba, su actitud hacia Atanagildo fue tan
hostil como había sido frente a Agila. Durante todo el
reinado de Atanagildo, los visigodos atacaron una y otra
vez a los cordobeses, sin lograr reducirlos a obediencia.
Atanagildo fijó su residencia en Toledo, que fue hasta el
final de la Monarquía “urbe regia” y capital de la España
visigótica.
Atanagildo murió en Toledo en 567, fue el primer rey
visigodo fallecido de muerte natural en todo lo que iba de
siglo.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

LIUVA Y LEOVIGILDO

Al morir Atanagildo, el trono visigodo permaneció vacante


por espacio de cinco meses. En la segunda mitad del año
567, Liuva, posiblemente duque de la Septimania, fue
aclamado en Narbona rey de los visigodos.
Liuva no fue reconocido como rey por los godos de
Hispania, ni trató tampoco de extender su autoridad a los
territorios visigóticos de la Península Ibérica.
Largas negociaciones desembocaron en 568 en un
compromiso: Luiva se conformaba con el gobierno de la
Galia narbonense y asociaba al trono a su hermano
Leovigildo, el cual no solamente fue designado sucesor,
sino que ya desde ahora pasó a ser “consorte” del Reino.
Leovigildo asumió el gobierno de Hispania.
Leovigildo tomó por esposa a la reina Goswintha, la viuda
de Atanagildo. El matrimonio con Goswintha pudo aportar a
Leovigildo la adhesión de la clientela político-militar del
último monarca, clientela que constituía un importante
factor de influjo social y una buena plataforma de poder.
Poner de relieve la precaria situación por que atravesaba la
Hispania visigótica cuando Leovigildo fue asociado al trono
por Liuva y asumió el gobierno de los territorios
peninsulares. Un círculo de potencias hostiles envolvía el
Reino visigótico.
Leovigildo, con indomable energía emprendió y llevó a feliz
término la gran empresa restauradora. Esta tarea consistió
ante todo en la sumisión al efectivo poder visigótico de una
serie de pueblos y regiones que, vivían en un estado de
virtual independencia.

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LA RESTAURACIÓN DEL DOMINIO TERRITORIAL

Durante los primeros tres años, Leovigildo concentró sus


esfuerzos en el sur y sureste peninsular, de cara a los
bizantinos y a las poblaciones hispano-romanas de la
Bética, tradicionalmente levantiscas.
En 570, el ejército visigodo combatió a los bizantinos en la
bastetania y Málaga, devastando estas comarcas. Al año
siguiente, Leovigildo logró un golpe de mano nocturno,
facilitado por traidoras complicidades, puso en sus manos la
fortísima plaza de Medina-Sidonia.
La campaña de 572 se dirigió por fin contra Córdoba.
Mediante un sangriento asalto en la noche, Leovigildo se
apoderó de la ciudad. La sumisión de la comarca exigió
dura lucha, en la que perecieron muchos “rústicos” de la
población indígena hispano-romana.
En 573 la muerte de Liuva, convirtió a Leovigildo en
monarca único.
El rey de los suevos, Miro, en 570 había sucedido en el
trono a su padre Teodomiro. En 572, Miro llevó a cabo una
acción bélica contra los “runcones” o “roccones”, un pueblo
que vivía en estado de práctica independencia.
Parece probable que el expansionismo suevo despertara
recelos en el ánimo de Leovigildo y decidiera al monarca
visigodo a cerrarle resueltamente el camino.
En 573, como réplica los visigodos combatieron a los
“sappos”, cuya comarca se hallaba próxima a la raya
fronteriza suevo-gótica.
La campaña de 574 tuvo como objetivo la conquista de
Cantabria. Amaya, la capital de los cántabros, cayó en
poder de Leovigildo y toda la “provincia” fue anexionada al
Reino visigótico.

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En 575, los visigodos penetraron hasta le región de los


montes Aregenses, en tierras situadas dentro de las
fronteras del Reino suevo, y la comarca quedó sometida a
los visigodos.
Al año siguiente, 576 el rey Miro se vio obligado a enviarle
embajadores en demanda de una paz que, tuvo más bien el
carácter de tregua.
En la campaña de 577, El Oróspeda, una abrupta región del
sureste, quedó definitivamente sometido a la autoridad
visigoda.
La conquista del Oróspeda aparece como la culminación del
formidable esfuerzo desplegado por Leovigildo desde el año
570 para rehacer la integridad territorial del reino. La
represión había sido implacable y alcanzó a ciertos
nobilísimos pero levantiscos magnates.
El año 578 puede considerarse como la hora cenital del
reinado de Leovigildo, cuyo símbolo lo constituye la
fundación de Recópolis en honor del hijo del rey, Recaredo.
En el norte, la fundación en 581 de Victoriacum, cuyas
ruinas están a trece kilómetros de Vitoria, unida a la
ocupación de una parte de Vasconia, expresa el propósito
de Leovigildo de afirmar la autoridad visigótica en las tierras
que formaban el inseguro limes vascón.

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EL FINAL DEL REINO SUEVO

Reaparición histórica:
Iniciada la segunda mitad del s.VI, el Reino de los suevos
vuelve a aparecer en las fuentes históricas, después de
noventa años.
La “Historia de los Suevos” de San Isidoro considera a
Teodomiro (559-570) como el monarca que se convirtió al
catolicismo, poniendo así término a una larga sucesión de
reyes arrianos.
El Reino suevo reapareció en el escenario histórico a
mediados del siglo VI con una configuración territorial, que
abarcaba la provincia de Gallaecia y, al sur del bajo Duero,
una parte considerable de la Lusitania.

El definitivo declive:
La situación político-social del Reino suevo parecía tranquila
y no se perciben huellas de las tensiones y luchas entre las
poblaciones sueca y galaica en el s.V.
Los suevos, con sus fronteras rodeadas de un anillo de
territorios visigodos, procuraban estrechar las relaciones
con el Imperio y la Francia merovingia.
El corte de comunicaciones marítimas entre Galicia y las
Galias fue una de las operaciones militares ordenada por
Leovigildo, cuando procedió a la anexión del Reino suevo
en el año 585.
En el año 583, en plena guerra civil entre Leovigildo y su
hijo Hermenegildo, se produjo una intervención sueva en la
contienda. Según Biclarense, Miro acudió a la Bética al
frente de un ejército, con el fin de apoyar a Leovigildo.
Gregorio de Tours, dice que Miro era aliado de
Hermenegildo y organizó, para socorrerle, la expedición al
valle del Guadalquivir; El monarca suevo fue cercado por

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los visigodos y obligado a prestar a Leovigildo un juramento


de fidelidad. Miró falleció seguidamente.
El nuevo rey Eborico, hijo de Miró, fue depuesto al año
siguiente (584) por su cuñado Audeca. Audeca tomó por
esposa a Siseguntia, la viuda del difunto rey Miro. Estos
hechos dieron pretexto para intervenir a Leovigildo.
En 585, los visigodos invadieron Galicia, mientras que por
mar una flota asaltaba las naves francas que hacían la
travesía a Galicia.
En el penúltimo año de su reinado y de su vida, Leovigildo
coronó, con este brillante éxito, la gran empresa política de
la restauración del dominio territorial visigótico.

LA POLÍTICA INTEGRADORA DE LEOVIGILDO

El intento de unificación religiosa:


Símbolo del fortalecimiento del poder real lo constituyó la
adopción de un ceremonial mayestático, inspirado en los
usos palatinos de Bizancio.
Leovigildo inició, a partir, del año 575, la acuñación de
“tremises” de oro, que no llevaban ya los nombres de los
emperadores orientales, sino el suyo propio.
Leovigildo acometió una importante tarea, la actualización
del antiguo Código de Eurico. La compilación resultante se
conoce con el título de Codex Revisus.
El Codex Revisus deroga la prohibición de matrimonios
mixtos entre godos y romanos, legalmente en vigor hasta
entonces. Su expresa derogación, parece, responder al
designo de Leovigildo de afirmar la unidad social de todos
sus súbditos godos y romanos, sin diferencias de raza.
El Arrianismo de los visigodos apareció siempre con el
carácter de confesión cristiana, propia de las gentes de su
raza, la fides gothica. La diversidad religiosa fue incluso
considerada como un hecho diferencial, que contribuía al
mantenimiento de la segregación entre godos y romanos.

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Leovigildo alteró las premisas tradicionales, al tratar de


superar las viejas diferencias provenientes del origen racial
y forjar un único pueblo. La política de integración
consideraba la unidad religiosa como una de las principales
exigencias, y esa unidad, según la mente de Leovigildo,
había de lograrse mediante la aceptación por todos los
súbditos del Arrianismo.
En el tiempo de Leovigildo, la “conversión” al catolicismo de
personas de estirpe gótica constituía un fenómeno de
importancia considerable.
Pero sucedía, además, que un clima de creciente
controversia religiosa, entre católicos y arrianos, se había
extendido por Hispania en la segunda mitad del s.VI.

La problemática Catolicismo-Arrianismo:
Baste decir que la gran ofensiva arriana, lanzada por
Leovigildo, se produjo inmediatamente después de la
ruptura con su hijo. La rebelión de Hermenegildo se inició
en 579, y al año siguiente se reunió en Toledo el sínodo
arriano que constituyó un episodio clave de la política
religiosa leovigildiana.
Leovigildo sancionó, con especial dureza, la resistencia a
sus presiones de algunos ilustres godos católicos, que
sufrieron destierro por su fe. Las confiscaciones de bienes y
rentas de las iglesias alcanzarían un volumen considerable.
Mucha mayor amplitud tuvo los intentos más sutiles de
arruinar a la masa de los católicos del reino, no sólo a los
de origen godo sino también a los hispano-romanos.
El sínodo arriano de Toledo del año 580, por mandato de
Leovigildo, simplificó los trámites a seguir por los católicos
para ser recibidos en la confesión arriana. Se suprimió el
requisito de la rebautización y se exigió tan sólo una
imposición de manos de un sacerdote de la secta y recitar,
según la fórmula arriana la doxología trinitaria.

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Las facilidades disciplinarias y litúrgicas para la conversión


al Arrianismo fueron favorecidas por una propaganda hábil.
Los arrianos se denominaban a sí mismos católicos y el
monarca acudía a orar en iglesias católicas, visitaba los
sepulcros de los mártires y proclamaba incluso que Cristo
era Dios e igual al Padre, pero negaba la divinidad del
Espíritu Santo.
La política religiosa de Leovigildo no dejó de conseguir
éxitos PRECIABLES. Las defecciones fueron numerosas
porque, mientras que fracasó la violencia persecutoria, dio
resultado la seducción y el soborno.
Al final, la política religiosa de Leovigildo se saldó en un
rotundo fracaso, como atestigua el levantamiento del
destierro a obispos exiliados y hasta los mismos rumores de
una conversión in extremis de Leovigildo al catolicismo.

LA “TIRANÍA” DE SAN HERMENIEGILDO

Los hechos históricos:

En 579, Hermenegildo contrajo matrimonio con la


princesa franca Ingunda, hija de Sigeberto de
Austrasia, y nieta del difunto rey visigodo Atanagildo y
de su esposa, Goswintha.
Muy pronto estallaron por motivos religiosos, violentos
altercados entre la arriana Goswintha y su nieta, católica
ferviente.
Leovigildo, ansioso de poner término a una imposible
convivencia de las dos mujeres en la corte, decidió alejar de
Toledo al nuevo matrimonio.
Hermenegildo había sido hecho consors regni por su padre
en 573. Ahora Leovigildo le entregó una provincia para que
la gobernase con potestad cuasi soberana.

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En aquel mismo año que Hermenegildo asumió el gobierno


de la Bética, se convirtió al catolicismo, movido por su
mujer ya doctrinado y convencido por el obispo de Sevilla,
San Leandro.
Tomó él titulo de rey, y pretendió arrogarse sobre el
territorio sometido a su autoridad un poder soberano
independiente.
La rebelión, cuyo centro fue Sevilla, se extendió por la
Bética alcanzando incluso a parte de la Lusitania.
Hermenegildo solicitó la ayuda del Imperio, San Leandro se
trasladó a Constantinopla con el mismo fin.
Leovigildo en 580 celebró el sínodo arriano, donde se
planteó la arrianización de la población católica española.
Las hostilidades no se iniciaron hasta más tarde, tras el
fracaso de algunos intentos de negociación. El primer hecho
de armas relevante se produjo en 582, y fue la toma de
Mérida por Leovigildo. La perdida de Mérida era un serio
revés para Hermenegildo y un éxito de su padre.
En 583 se produjo el ataque en gran escala del ejército de
Leovigildo. Previamente, la acción diplomática y un soborno
de 30.000 solidi al gobernador imperial había sustraído a
Hermenegildo el apoyo de los bizantinos. Leovigildo en
persona dirigía la campaña y se combatía con dureza.
Hermenegildo estaba totalmente a la defensiva, cercado en
Sevilla.
El fracaso de una emboscada planeada por Hermenegildo,
privó a los sitiados del esperado auxilio de una expedición
sueva dirigida por el rey Miro, que se vio obligado a jurar
fidelidad a Leovigildo. Sevilla fue tomada al asalto a
principio del siguiente año.
Hermenegildo refugiado en Córdoba capituló y fue hecho
prisionero en febrero de 584, mientras Ingunda y su hijo,
fugitivos, caían en manos de los bizantinos.
Leovigildo envió a su hijo desterrado a Valencia, y en la
Pascua del siguiente año 585 Hermenegildo fue muerto en
Tarragona por Sisberto.
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El juicio sobre los hechos:

En la conducta de Hermenegildo se superponen dos


aspectos: el religioso, con la conversión al Catolicismo y el
martirio final, y el político, que se resume en una actitud de
rebeldía frente a su padre el rey y la guerra civil, a que ello
dio lugar.
Hermenegildo parece haber sido respaldado,
fundamentalmente, por la población de la Bética, y esta
región aparecía como un reducto del espíritu antigótico.
El silencio o la reticencia de las fuentes visigodas en torno a
Hermenegildo se entiende cuando se considera que estos
historiadores escribieron sus obras en las primeras décadas
de la época visigodo-católica. La unidad religiosa se había
logrado ya, por la conversión al catolicismo de Recaredo y
de los godos arrianos.

LA CONVERSIÓN DE RECAREDO

En 586 falleció en Toledo Leovigildo, y su hijo Recaredo le


sucedió en el trono. Desde los comienzos del reinado
Recaredo mostró el decidido propósito de abrazar el
catolicismo.
Juan de Bíclaro y Gregorio de Tours coinciden en destacar
la importancia que tuvo en el proceso de conversión de los
godos el sínodo de obispos arrianos que, convocado por
Recaredo, se reunió en Toledo ese mismo año 587.
La conversión de los visigodos al catolicismo, siguiendo el
exemplus regis, se llevó a cabo con relativa facilidad y,
aunque no faltaron resistencias, éstas fueron en conjunto
de breve duración.

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En Mérida, la conspiración arriana revistió indudable


gravedad y en ella participó un considerable grupo de
magnates y el futuro rey Witérico.
Los conjurados pretendieron dar muerte al metropolitano
Másona y al duque de la Lusitania Claudio, personaje de
noble estirpe hispano-romana y el más ilustre de los
generales del ejército de Recaredo. La conspiración fue
revelada a Masóna por Witérico, y el duque Claudio aplastó
la revuelta.
En la Septimania se produjo un levantamiento arriano. Los
rebeldes pidieron ayuda a los francos y Gontran de Borgoña
envió en auxilio suyo un ejército. Los francos fueron
derrotados por el duque Claudio y la revuelta arriana quedó
dominada.

VISIGODOS Y FRANCOS

Los reinados de Leovigildo y Recaredo constituyen un


periodo de relaciones intensas entre la España visigótica y
la Francia merovingia.
Tuvieron esas relaciones aspectos bélicos y hubo
confrontaciones militares en torno a la Galia narbonense.
El incremento de los contactos había tenido motivaciones
pacíficas, concretamente el deseo de estrechar los vínculos
entre visigodos y francos, mediante una política de enlaces
principescos.
La nueva etapa de la política nupcial franco-gótica se inició
con la boda de Hermenegildo e Ingunda, hija del difunto
Sigeberto y de la visigoda Brunekhisda, que gobernaba
ahora el reino de Austrasia en nombre de su hijo el
pequeño Childeberto II.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

Leovigildo prosiguió con sus planes matrimoniales


merovingios, orientados ahora hacia Neustria, con el fin de
obtener para su otro hijo, Recaredo, la mano de Rigunthis,
hija de Chilperico y Fredegunda. La negociación de este
matrimonio, requirió varios años de gestiones diplomáticas.
Las bodas tuvieron lugar en 584. Debió tratarse de un
matrimonio por poderes, pues se celebró en París.
Rigunthis emprendió el camino de España con un inmenso
séquito. Tras su llegada a Toulouse, Rigunthis encontró
pretexto para las nuevas dilaciones. Entretanto, su padre
Chilperico, murió asesinado.
El duque Desiderio irrumpió en Toulouse, hizo prisionera a
Rigunthis y se apoderó de todos sus bagajes y riquezas.
Arduos esfuerzos le costo a su madre, Fredegunda, rescatar
a Rigunthis del cautiverio. Las bodas con Recaredo
quedaron definitivamente frustradas.
Hizo Recaredo otra tentativa de matrimonio franco, a raíz
de haber sucedido a su padre en el trono visigótico. La
búsqueda volvió al Reino de Austrasia, y los embajadores
góticos pidieron la mano de Clodosinda, hija de Brunekhilda
y hermana de Ingunda.
Brunekhilda y su hijo Childeberto acogieron favorablemente
las demandas, pero supeditaron la aceptación al
beneplácito de Gontran de Borgoña, pues se habían
comprometido a no resolver ningún negocio grave sin su
consentimiento. Tampoco este matrimonio llegó a
celebrarse sin que sepamos por qué.
Recaredo aparece en el concilio III de Toledo acompañado
de otra esposa de origen visigodo, la reina Baddo.
La muerte de Ingunda sirvió de motivo a Gontran de
Borgoña para adoptar una actitud de militante hostilidad
hacia los visigodos.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

La beligerancia activa de Gontran no tuvo ecos en otros


reinos merovingios. Tan sólo el duque Desiderio intentó en
587 una operación contra Narbona, que termino en fracaso
con la muerte de Desiderio.
Gontran inició las hostilidades en el año 585, con un doble
ataque a Nimes y Carcasona, que resultó un desastre. El
ejército dirigido por Recaredo, devastó la comarca de
Toulouse y asaltó varios castillos, regresando triunfalmente
a territorio visigodo.
La conversión al catolicismo de Recaredo y del Reino
visigodo no bastaron para desarmar la animosidad de
Gontran. En el año 589, el monarca burgundio lanzó el más
formidable de todos los ataques contra la Galia narbonense,
con la pretensión de expulsar a los visigodos de todos sus
territorios situados al norte de los Pirineos.
Cerca de la ciudad de Carcasona se produjo el gran choque
con el ejército visigodo dirigido por el duque Claudio de la
Lusitania, el mejor general de Recaredo. Los visigodos
obtuvieron una rotunda y brillante victoria.
Gontran, vencido, hubo de renunciar a sus pretensiones de
conquista y de venganza. El capítulo de las guerras franco-
góticas terminó ahora con una decisiva victoria de la
Monarquía toledana.

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V – EL REINO VISIGODO CATÓLICO: 1. LOS


PRIMEROS REYES

EL CONCILIO DE TOLEDO

Los aspectos religiosos:


El Concilio III de Toledo ha simbolizado en nuestra historia
el comienzo del período católico de la Monarquía visigoda, y
el propio origen de la unidad católica de España.
El concilio III de Toledo, vino a ser como el gran escenario,
cuidadosamente escogido y preparado, para la solemne
ceremonia de la abjuración de la herejía y la pública y
oficial profesión de fe católica, hecha por el rey, los obispos
y los nobles, en nombre de todo el pueblo visigodo.
El sínodo toledano, sin ser ecuménico, tiene consecuencias
de dimensión ecuménica, ya que significa la definitiva
victoria de la ortodoxia nicea sobre la herejía, el final del
Arrianismo.
El concilio III de Toledo se reunió el 8 de mayo de 589,
Recaredo apareció ante el cómo el monarca, católico ya
desde hace dos años, y autor de la conversión a la
verdadera fe de los pueblos de estirpe germánica de su
pueblo.
Recaredo hizo profesión de fe católica, que suscribió junto
con su esposa. Para esta profesión, se tomaron como
norma de la fe ortodoxa los símbolos de los cuatro primeros
concilios ecuménicos – Nicea, Constantinopla I, Éfeso y
Calcedonia – por considerarlos como la genuina expresión
del dogma católico.
Secundando el exemplum regis, abjuraron del Arrianismo
los representantes cualificados del pueblo godo.
No se impuso la rebautización de los conversos, bastó con
que recibieran la Confirmación y una bendición o imposición
de manos sacerdotal.

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En lo tocante a los eclesiásticos arrianos, a los obispos y


clérigos les fueron respetados en la Iglesia Católica el grado
y el oficio que tenían en su propio clero. Obispos,
presbíteros y diáconos, para conservar su grado, hubieron
de comprometerse a guardar el celibato eclesiástico.
Los templos arrianos pasaron a ser iglesias católicas de las
diócesis donde estaban enclavados.

Repercusiones en la Administración pública:


El concilio III de Toledo dispuso que, por mandato del rey,
a los concilios provinciales acudieran también altos
funcionarios del gobierno territorial y administradores del
Patrimonio fiscal, con el fin de ser allí instruidos sobre sus
deberes para con los pueblos sujetos a su autoridad. Se
pretendía así conseguir que no se impusieran a los súbditos
gravámenes excesivos, y a tal efecto obispos y magnates
habían de deliberar conjuntamente, acerca del volumen de
la carga tributaria que la provincia podía soportar sin sufrir
perjuicios.
De esta manera, los obispos ejercían sobre los funcionarios
públicos una misión de vigilancia y de corrección de abusos
con facultad de informar al rey y de excomulgar a quien
fuera preciso.
Así se articuló a nivel provincial el gobierno conjunto de las
dos poblaciones del reino, otorgando a los obispos,
tradicionales representantes de las poblaciones romanas
desde la crisis del Imperio, un control sobre la gestión de
los funcionarios públicos, que afectaban de modo particular
a los estratos más débiles de la población hispano-romana,
sobre la que recaía la mayor parte de la carga tributaria.
En el siglo VII sabemos que hubo largos períodos sin
reunión de concilios en Toledo y quizá en ningún otro lugar.
La falta de concilios privó al episcopado del órgano
colegiado previsto para la inspección y control regular de
los funcionarios provinciales.

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Cada obispo tuvo siempre abierto el camino de la denuncia


ante el rey de posibles abusos de los funcionarios del
distrito.

LA POLÍTICA DE RECAREDO

Recaredo tardó mucho en comunicar oficialmente al papa


San Gregorio su conversión al catolicismo. Cuando se la
notificó, hacia ya tiempo que la nueva era conocida en
Roma.
Después del año 595, Recaredo transmitió por fin la noticia
a Gregorio Magno, le pidió excusas por la demora.
Gregorio correspondería a Recaredo con una larga carta,
fechada en agosto del año 599, llena de alabanzas del rey y
acompañada de un lignum crucis y otras preciosas reliquias.
San Isidoro habla genéricamente de los muchos “tiranos”
que conspiraron contra Recaredo. El Biclarense alude
únicamente a la conspiración de Argimundo, la más grave
sin duda de cuantas se fraguaron. Era un síntoma de la
pervivencia de una endémica propensión a la rebeldía,
latente siempre en la aristocracia visigótica y que rebrotaría
con violencia tras la muerte de Recaredo.
La conspiración de Argimundo fue el único suceso de
excepción que turbó el reinado de Recaredo. Al margen de
ella, cabe tan sólo registrar algunas escaramuzas
fronterizas con bizantinos y vascones.
La “tranquila paz” fue el rasgo dominante de la segunda
parte del reinado de Recaredo y San Isidoro dice de él que
mantuvo la paz, gobernó con equidad y rigió con
moderación.
Recaredo promulgó una ley civil recogiendo varias de las
normas relativas a los judíos contenidas en el canon 14 del
concilio III de Toledo. Prohibe a los judíos tener siervos
cristianos. Esta ley de Recaredo inaugura la legislación
judaica de la Monarquía vigodo-hispanica.
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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

En el primer reinado católico de la Hispania visigoda, un


número considerable de hispano-romanos fueron
nombrados por el rey para cargos importantes de la
Administración pública.

LIUVA II Y WITÉRICO

Recaredo falleció pacífica y piadosamente en Toledo en


601, le sucedió su hijo Liuva, un virtuoso adolescente, el
cual comenzaba a reinar en condiciones inciertas. Razón de
ello era, la juventud de Liuva y su inexperiencia. Tenia
además otra deficiencia, era hijo del monarca difunto y de
una madre innoble, nacido varios años antes del
matrimonio de Recaredo con la reina Baddo.
El defecto de origen de Liuva, hijo natural de Recaredo y de
madre plebeya, privaba a su trono del firme sostén de la
legitimidad de sangre.
Tras año y medio de reinado y a los veinte de edad, Liuva
II fue depuesto del trono por Witérico, que le hizo cortar la
mano derecha y seguidamente darle muerte. Ocurría esto
entre junio y julio del año 603.
Witérico combatió reiteradamente a los bizantinos; pero de
ordinario no le acompaño la suerte.
Teodorico II, hijo de Chideberto, que había heredado de
Gontran en reino de Borgoña, pidió a Witérico la mano de
su hija Ermenberga.
Teodorico, instigado por su abuela Brunekhilda, rehusó
consumar el matrimonio y cobró tal aversión a su esposa
que al cabo de un año la devolvió a España, despojada de
los tesoros que había llevado como dote.
Witérico, ansioso de vengar la afrenta sufrida, trató de
aliarse contra Teodorico con los otros reyes francos. Pero el
intento no prosperó y Witérico hubo de renunciar el
proyecto.

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Un día de abril de 610, en pleno banquete, fue asesinado


por un grupo de conjurados y su cuerpo arrojado fuera y
sepultado con ignominia. Había reinado seis años, nueve
meses y veintiséis días; sería el último rey visigodo que
muriera asesinado.

GUNDEMARO

Gundemaro, el nuevo rey, duque de la Septimania. Los


partidarios de Witérico estaban ahora en el exilio y les
habían confiscado sus bienes.
En política exterior los problemas seguían siendo
básicamente los mismos. El reino de Austrasia, bajo la
égida de Teodeberto II seguía siendo aliado de los
visigodos. Persistían las malas relaciones con Burgundia.
Los reyes burgundios habían instigado al rey de los ávaros
para que atacase a Teodeberto de Austrasia.
Búlgar reitera que la antigua alianza entre la monarquía
toledana y el reino de Austrasia se había renovado
recientemente y los visigodos habían prometido ayuda
económica a Teodeberto.
El conde solicitaba de sus corresponsales francos noticias
fidedignas sobre el ataque de los ávaros contra Teodoberto
y que le confirmasen si Brunekhilda y Teodorico II habían
sido instigadores.
El conde Búlgar aparece como uno de los artífices de la
política visigoda frente a los francos. En varios de sus
escritos se percibe la inquietud por los peligros que la
azarosa política franca pudiera ocasionar a su provincia.
Las buenas relaciones que Gundemaro mantuvo con la
Iglesia española se pusieron de manifiesto, con su decisión
de proclamar sin ambages, la condición de sede

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

metropolitana atribuida a Toledo sobre toda la provincia


Cartaginense.
Gundemaro, durante el tiempo que ocupó el trono, perdió a
su esposa, la reina Hildoara. La muerte de Gundemaro
aconteció en 612, poniendo termino a un breve reinado que
duró apenas dos años.

EL REINADO DE SISEBUTO

Un monarca ilustrado y piadoso:


A la muerte de Gundemaro fue elegido rey Sisebuto, quizá
el más culto, piadoso y sensible de todos los monarcas
visigodos.
La religiosidad personal de Sisebuto fue sincera y profunda.
Un fervor misionero le animaba, cuando escribía al rey
longobardo Adaloaldo, que profesaba todavía el Arrianismo.
Otros rasgos de la personalidad de Sisebuto fueron su
cultura literaria y su curiosidad cientifica. San Isidoro
escribió por encargo suyo el Denatura rerum, un tratado
sobre cuestiones astronómicas, meteorológicas y físicas.

Política religiosa:

Sisebuto se muestra exigente y rígido con los obispos,


cuando estimaba que así lo pedía el bien de la Iglesia.
Su política frente a los judíos, no se forjo al hilo de los
acontecimientos, sino que respondía a un designio
ideológico, firmemente concebido por el rey con
anterioridad a su ascensión al trono.
La iniciativa legislativa correspondió al monarca y persiguió
como principal objetivo restaurar la vigencia de las leyes de
Recaredo, que prohibían a los judíos tener siervos cristianos
y habían caído en desuso.
El hebreo no podía tener bajo su poder a un cristiano, libre
o esclavo, por razón de servidumbre, patronato o relación
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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

laboral. Se autorizaba a los judíos para vender los siervos


cristianos con sus peculios a compradores cristianos, con la
condición de que estos siervos no fueran trasladados a
regiones distintas de aquellas en que tuvieran su
residencia, los judíos que lo prefiriesen podían liberar a sus
siervos cristianos.
La pena de muerte con confiscación de bienes, volvía a
implantarse en los delitos de proselitismo para aquel que
circundase a un cristiano o le convirtiese al judaísmo. Al
judío converso al cristianismo se le garantizaba el respeto a
la integridad de su patrimonio.
A los nacidos de matrimonios mixtos judeocristianos se les
exigía que profesaran la fe cristiana, decretándose la
reducción al estado servil de aquellos que optasen por la
religión judaica.
Sisebuto fue más lejos de lo previsto en la letra de estas
leyes. Obligó a los judíos a la conversión y les hizo recibir el
bautismo, coaccionados por la fuerza y no movidos por el
conocimiento.
Un cierto número de judíos emigró a Francia, pero la gran
mayoría debió permanecer en el país, aceptando
externamente una conversión cristiana, las más de las
veces insincera y falsa.

Las campañas militares:


A partir de Sisebuto los visigodos comenzaron a practicar el
arte de la guerra naval. Los visigodos contaron desde
Sisebuto con una marina organizada y ésta intervino en
operaciones militares contra el litoral de la España bizantina
y la costa cantábrica.
Las más importantes victorias de Sisebuto fueron las
conseguidas sobre los bizantinos en Hispania. Varias
ciudades cayeron en poder de los visigodos, Cartagena fue
destruida por los conquistadores godos, Málaga fue
conquistada.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

Hubo también una intensa relación diplomática con el


patricio Cesáreo, gobernador de la España bizantina, que,
dada su desfavorable posición, se vio obligado a pedir la
paz al rey visigodo.
Sisebuto construyó en Toledo, extramuros de la ciudad, la
basílica de Sta.Leocadia, panteón episcopal y quizá
necrópolis regia, donde acostumbraron a reunirse concilios
toledanos hasta mediados del s.VII.
Falleció Sisebuto en febrero de 621, después de un reinado
de ocho años más diez meses. Le sucedió en el trono su
hijo Recaredo II, que reinó tan sólo unos pocos días, sin
que la historia tenga nada que recordar acerca de él o de
su gobierno.

SUÍNTHILA

Marzo del 621 se inició el reinado de Suínthila, que duró


hasta marzo del 631. La muerte del joven Recaredo II
deparó una ocasión propicia para cubrir la vacante del
trono por el procedimiento de la elección.
El favor de los magnates recayó en uno de los jefes
militares más prestigiosos del reinado de Sisebuto, el duque
Suínthila.
Llegado al trono, Suínthila obtuvo resonantes éxitos en los
dos frentes que tenía abiertos el Reino visigodo: el
bizantino y el vascón. Ante los bizantinos, la victoria de
Suínthila fue definitiva, desaparecieron los dominios
imperiales en la Península Ibérica y reunió íntegramente
bajo su cetro la totalidad del territorio peninsular. Hispania
constituyó un solo reino bajo una misma monarquía.
Los vascones de las montañas se mostraron muy inquietos
al comienzo de la tercera década del s.VII.
Expediciones de montañeses vascones infestaban la
provincia Tarraconense. Estas incursiones crearon en el
valle medio del Ebro una situación parecida a la que habían
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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

provocado las Baugadas y que serían con gran probabilidad


los antepasados directos de estos vascones del s.VII.
Suínthila obtuvo una rotunda victoria, los vascones se
rindieron sin condiciones, depusieron las armas, entregaron
rehenes, y se comprometieron a edificar la ciudad de
Ologicus.
Ologicus es probable que fuese una reconstrucción de la
Oligitum romana, la actual Olite, que por su estratégico
emplazamiento había de constituir uno de los principales
puntos de apoyo del sistema militar visigodo en el limes
vascón.
Suínthila, confiado en su sólida posición, había dado ya el
paso que dieron antes y después de él otros poderosos
reyes visigodos, había asociado al trono a su hijo, para
preparar a favor suyo la futura sucesión real.
Suínthila no pudo terminar pacíficamente su reinado y fue
depuesto en 631 por una revuelta nobiliaria.
Contra Suínthila se urdió una amplia conjura aristocrática.
La conspiración tendría su foco principal en la Septimania,
la provincia ultramontana que, por razón de su posición
excéntrica y fronteriza, requería la presencia permanente
de fuertes contingentes militares. Esa provincia iba a ser
también, en un futuro no muy lejano, el escenario de la
gran rebelión contra Wamba.
La cabeza de la conjuración fue Sisenando, que negoció la
ayuda del rey franco Dagoberto. Un ejército franco,
procedente de Borgoña y mandado por los duques
Abundancio y Venerando, invadió España y llegó hasta
Zaragoza, donde se hallaba reunido el ejército godo de
Suínthila.
El ejército godo abandono a Suínthila y aclamó por rey en
la misma Zaragoza a Sisenando. La rebelión triunfo sin
derramamiento de sangre: Suínthila perdió el trono, pero
conservó la vida, y moriría de muerte natural en Toledo
varios años más tarde.

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VI– EL REINO VISIGODO CATÓLICO: 2. EL PERÍODO


CONSTITUYENTE

EL REINADO DE SISENANDO

Su significación histórica:
Período de la historia de la España visigoda de acusado
signo constituyente, durante el cual se realizó un notable
esfuerzo por estructurar las instituciones fundamentales
que garantizasen la estabilidad de la Monarquía y la
adecuada participación en la vida pública de las principales
fuerzas sociales del reino.
La obra constituyente impulsada por corrientes doctrinales
descansaría sobre dos nuevos logros de indudable
trascendencia: la fijación de unas normas acerca de la
sucesión al trono y la institucionalización de los concilios
nacionales.
La conversión del concilio nacional en una verdadera
institución, con la previsión de su ulterior celebración
siempre que las circunstancias lo requiriesen, introducía un
factor de la mayor importancia en la vida pública del Reino
toledano.

Problemas políticos y eclesiásticos:


Huellas claras existen de algún intento insurreccional a
cargo de Geila, el hermano de Suínthila, que después de
haber contribuido a su caída, como cómplice de Sisenando,
debió luego conspirar también contra el nuevo rey.
Las reformas políticas del concilio IV de Toledo parecen ser
el resultado de un compromiso entre las tres principales
fuerzas del reino: Monarquía, Iglesia y aristocracia.
En vísperas del concilio IV de Toledo existe la impresión de
que si bien San Isidoro gozaba del favor de Sisenando, no
podía decirse lo mismo del episcopado en su conjunto.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

Ciertos obispos, más afines a la dirección política de signo


romanizante de Sisebuto y Suínthila, quedaron en situación
incómoda a consecuencia del triunfo de la revuelta
nobiliaria y goticista que llevó a Sisenando al trono.

EL CONCILIO IV DE TOLEDO

La obra disciplinar:
El concilio IV de Toledo, se reunió en la basílica de Santa
Leocadia el 5 de diciembre de 633. A la sesión inaugural
acudió el rey Sisenando. El concilio promulgo una
abundante legislación, contenida en 75 cánones, que
abordan un temario muy importante, tanto de orden
eclesiástico como civil.
Entre los cánones más significativos figuran algunos de los
dirigidos a regular la disciplina eclesiástica. Fundamento de
ésta había de ser la unidad de la fe, y también la unidad
litúrgica, que proclamaba de modo solemne el canon
siguiente, dirigido especialmente contra las supervivencias
del Rito romano en Galicia.
El concilio trató en el canon 19 el tema de los
nombramientos episcopales, reiterando las tradicionales
fórmulas de elección por el clero y el pueblo, con el
consensus de los obispos coprovinciales, normas que no
eran ya el procedimiento usual para la efectiva selección de
los nuevos obispos hispánicos, muy condicionada por la
intervención real.
El concilio IV, entre las muchas normas que dio sobre la
disciplina del clero, confirmó la inmunidad personal de que
gozaban los clérigos “ingenuos”, en relación con cualquier
servicio o pública convocatoria que pudiera apartarles de la
dedicación de su ministerio.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

Diez cánones consagraron el concilio IV toledano al tema


de los judíos. El concilio IV sentó el principio de la
voluntariedad de la fe y prohibió las conversiones forzosas.
Pero obligó a la vez a perseverar como cristianos a los
judíos que habían abrazado la fe católica, incluso a aquellos
que lo hicieron bajo coacción o violencia.
En la asamblea toledana se produjo un hecho nuevo: la
institucionalización del concilio nacional.
El concilio nacional, integrado por todo el episcopado
hispánico, pasaba a convertirse en una auténtica institución
y se estipulaba su reunión siempre que se dieran unas
determinadas condiciones.

La ley fundamental:

El canon 75, tuvo extraordinaria importancia y puede


considerarse como el fundamento de la constitución política
del Reino.
El canon del IV concilio toledano debía ser la ley
fundamental de la Monarquía católica y el texto
constitucional por el que los principios doctrinales
isidorianos se plasmaban en la realidad política.
L a finalidad perseguida por el decreto conciliar era
fortalecer el poder de los monarcas y garantizar la
“estabilidad” frente a las infidelidades y traiciones. Como
fundamento del deber moral de respeto y obediencia a los
reyes, se aducen aquí unas razones de índole religiosa, que
eran las apropiadas para la monarquía electiva y sacral que
se trataba definitivamente de instruir.
En esta monarquía, la legitimidad no podía provenir ya de
la sangre y de la herencia, sino de la elección y la
consagración del elegido. Atentar contra el príncipe sería en
ella un crimen abominable, porque el rey es el ungido del
Señor.
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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

El rito religioso de la ceremonia de la ordinatio –


entronización- del nuevo rey, tiene sus raíces en esta
doctrina recogida por el concilio IV de Toledo, aunque en
las fuentes históricas no se encuentren testimonios
explícitos de unciones reales anteriores a la de Wamba.
El decreto conciliar reguló seguidamente la sucesión de la
corona, se declaraba cual era el único procedimiento
legitimo: “muerto pacíficamente el príncipe, los grandes del
reino y los obispos designarán de común acuerdo al sucesor
en el trono”. La sucesión real quedaba así en manos de la
aristocracia y del episcopado hispanos.
Un triple anatema, lanzado por los obispos, vino a fulminar
a todos aquellos que en el futuro violasen el juramento de
fidelidad a la patria gótica, atentaran contra los reyes o
usurpasen tiránicamente el poder soberano.
La excomunión y el anatema fueron lanzados también
contra los futuros reyes que ejerciesen un poder despótico
sobre sus pueblos.
El concilio IV de Toledo hubo de abordar el caso de
Suínthila. La sentencia que se pronunció contra él constituía
la condición sine qua non de la legitimidad del príncipe
reinante, Sisenando.
Suínthila, su mujer y sus hijos fueron excomulgados y se
les confiscaron todos los bienes. Los crímenes, reales o
supuestos de Suínthila, parecían dar sobrada base al
concilio para declarar depuesto al monarca que, por su
gobierno injusto, se había convertido en tirano.
El concilio prefirió recurrir al eufemismo de simular que
había sido el propio Suínthila quien, abrumado por sus
crímenes, se privó del reino y renunció a la regia potestad.
Suínthila fue tratado con indudable benignidad. No sólo
salvo la vida, sino que se previó de modo expreso que el
monarca reinante pudiera permitirle conservar una parte de
sus bienes.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

EL REINADO DE KHÍNTILA

El concilio V de Toledo y sus incógnitas:


La elevación al trono del nuevo monarca se haría en virtud
de una elección, y el trámite sucesorio se despachó con
notable rapidez. El concilio V de Toledo se reunió, apenas
comenzado el reinado de Khíntila.
El concilio V de Toledo ha de considerarse un concilio de
acusado matiz político, si se exceptúa el canon 1, las demás
cuestiones que se trataron fueron todas se orden político
temporal.
El concilio se reunió en la basílica de Santa Leocadia, dentro
de un plazo muy breve, a los tres meses cuando más de su
posible convocatoria. A ello se debería, en buena medida, la
escasa concurrencia que registro. Fueron pocos los obispos
de diócesis lejanas a Toledo que se animaron a venir a la
asamblea.
Los cánones 3 y 4 estuvieron especialmente destinados a
perfilar el procedimiento sucesorio. Ante el supuesto que
individuos sin nobleza de sangre ni virtud personal
pretendieran alcanzar el poder supremo, se precisó que tan
sólo accedían legítimamente al trono quienes,
perteneciendo a la nobleza del pueblo godo, eran elegidos
por el voto común.
La lectura en todos los concilios del canon 75 del concilio IV
de Toledo habría de contribuir a inculcar en el ánimo del
pueblo la idea de la inviolabilidad de los reyes.
Las principales normas de índole político-constitucional
contenidas en los cánones del concilio V de Toledo las
vemos reiteradas, incluso más prolijamente, en el concilio
VI, que se celebró dos años más tarde.
Esas normas son el reflejo de una crónica de inquietud
social y fragilidad política, que se abrió con la deposición de
Suínthila y no se cerraría hasta que las riendas del poder
quedaran bien sujetas en las manos vigorosas de
Khindasvinto.
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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

El concilio VI dedicaría un canon a los hombres de mente


perversa que buscaban refugio entre los enemigos. Más
tarde, el concilio XIII de Toledo, al conceder una amnistía
general a los implicados en la rebelión del duque Paulo
contra Wamba, extendió los beneficios de esa gracia a
todas aquellas personas que desde el tiempo de Khíntila,
hubieran sido marcadas con la nota de infamia.

El concilio VI:

La escasa concurrencia que había registrado el V concilio


impulsó al monarca a convocar un nuevo sínodo tan sólo
año y medio después de clausurado el anterior. El concilio
VI congregó a una representación mayoritaria y genuina del
episcopado hispánico.
El concilio VI, en el terreno de la doctrina teológica formuló
un importante símbolo de la fe, que es un desarrollo
compuesto por el concilio IV, pero que representaba un
notable progreso con respecto a éste, tanto en el terreno
de la Teología trinitaria como en el de la Cristología.
El concilio promulgó varios cánones sobre disciplina
eclesiástica y actuó como supremo tribunal eclesiástico.
Los temas de carácter político abordados, fueron los
mismos que trató el concilio anterior: garantías para la
descendencia de Khíntila y para los fideles regis, protección
de la vida y de la autoridad del monarca reinante, etc.
Se perfiló la relación de las incapacidades para reinar,
excluyéndose a los tonsurados, a los decalvados y a
quienes tuvieran origen servil o extranjero, renovándose a
la vez la exigencia de que el rey fuera un varón de estirpe
gótica y de costumbres dignas.
El concilio – canon 14 – parece aspirar a estabilizar el
status de los fideles y a que éstos conservasen, en lo
posible, bajo el sucesor al trono, no sólo los bienes, sino
también los cargos y funciones que tenía el monarca
precedente. Los fideles regis se concebirían, así como una
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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

clientela vinculada, no solamente a la persona del rey, sino


al propio trono.
El concilio V de Toledo no se había ocupado de problemas
relacionados con los judíos. El concilio VI, supuso en
cambio el retorno a la línea de la dureza.
El concilio Vi, pretendió como Sisebuto, la efectiva
consecución de la unidad católica de España. El canon 3
declaraba que el rey Khíntila había resuelto acabar de una
vez para siempre con las prevaricaciones de los judíos y no
permitir en adelante que habitase en el reino nadie que no
fuese fiel católico.
Se introdujo una nueva cláusula en la fórmula del
juramento que debían prestar los reyes al ser elevados al
trono, de tal modo que el monarca hubiera de
comprometerse expresamente a no consentir que los judíos
violasen la fe católica del reino.

El papa Honorio I y San Braulio:


Un acontecimiento que coincidió con la celebración del
sexto concilio: la llegada a Toledo del diácono romano
Turnino, portador de una epístola del papa Honorio I para
el episcopado español, que contenía una dura reprensión a
los obispos españoles, a quienes el Pontífice exhortaba a
ser más firmes en la defensa de la fe y más diligentes en
atajar la perniciosa plaga de los renegados.
Toda la epístola constituía un duro reproche por la supuesta
negligencia que se atribuía en Roma al episcopado español,
en relación con los judíos y los conversos al Judaísmo.
Correspondió a Braulio de Zaragoza dar una respuesta a la
epístola papal, en nombre de todos los obispos de España.
Constituye un reconocimiento rendido y sin reservas del
Primado romano y de su derecho a intervenir. El tono del
escrito deja traslucir la dolorosa impresión que produjeron a
los obispos españoles unas acusaciones papales que ellos
juzgaban a todas luces injustas.

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Parar dejar constancia de la rectitud de su conducta, los


obispos acordaron enviar al Papa las actas de los concilios
precedentes, junto con las de aquel que estaban entonces
celebrando.
La epístola del papa Honorio es una prueba del estado de
recíproco desconocimiento existente entre Roma y
Hispania.
La epístola de San Braulio dejó bien claro de qué modo los
obispos visigodos hacían compatible la firme adhesión al
Primado romano con la defensa vivaz de su honor y de su
celo por la ortodoxia.

EL REINADO DE KHINDASVINTO

Las grandes depuraciones:


El advenimiento de Khindasvinto, se produjo en la segunda
quincena de abril de 642.
El golpe de Khindasvinto contó con importantes apoyos
entre la aristocracia y otros grupos sociales y no parece que
hubiera de vencer grandes resistencias.
Khindasvinto, cuando llegó al trono era un anciano
octogenario. Sus muchos años le habían permitido
intervenir activamente en los principales acontecimientos
ocurridos en el Reino visigodo desde los días de Leovigildo,
es decir, desde la época anterior a la conversión del
catolicismo.
Las “purgas” de Khindasvinto lograron amplia y duradera
notoriedad. Alrededor de la mitad de la clase política
visigoda – de la nobleza palatina y militar – desaparecería
de resultas de estas drásticas depuraciones. De este modo,
los godos fueron “domados” por Khindasvinto y se abrió un
período de treinta años de continuidad política, que cubrió
el reinado del anciano monarca y el de su hijo Recesvinto.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

Khindasvinto elaboró también una legislación destinada a


dar fundamento jurídico a las medidas de represión contra
los enemigos de su régimen.
La ley distinguía entre dos tipos de delincuentes políticos:
aquellos que con intención de dañar el reino se hubieran
pasado al enemigo o huido al extranjero, desde el tiempo
de Khíntila hasta el segundo año del reinado del presente
rey Khindasvinto, y en segundo lugar, aquellos que desde el
primer año del reinado de Khindasvinto hubieran llevado a
cabo dentro del reino actos hostiles contra la vida o la
autoridad del rey o de sus sucesores.
Las dos clases quedaban equiparadas penalmente: eran
castigados con la muerte y confiscación de bienes, sin que
el propio rey pudiera conceder otra mitigación que no fuese
conmutar la muerte por la ceguera.
Quiso Khindasvinto que la ley canónica confirmase esta
legislación y la reforzara con sanciones eclesiásticas. Con
este fin hizo reunirse el concilio VII del año 646.
Los clérigos y laicos rebeldes, prófugos o traidores, contra
quienes se habían dictado las leyes civiles mencionadas
antes, eran ahora objeto de severas penas eclesiásticas. El
concilio confirmaba todo lo estatuido en aquellas leyes,
pero añadiendo para los delincuentes la excomunión de por
vida.

Las relaciones con el Episcopado:


El episcopado visigodo hubo de doblegarse en el concilio
VII de Toledo ante la imperiosa voluntad del monarca.
Es razonable presumir que el rey tendría decidido interés en
que la participación episcopal fuese lo más nutrida posible.
Pese a ello, tan sólo consiguió la presencia de 30 obispos.
Braulio de Zaragoza, la más destacada personalidad
eclesiástica del momento, no acudió al concilio ni envió un
representante.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

Es fácilmente explicable que la política de represión de


Khindasvinto provocase en la Iglesia reacciones
desfavorables. El monarca dio su replica en el terreno
legislativo, con algún precepto de indudable inspiración
anticlerical, como la ley que preveía específicamente la
desobediencia de obispos y otros eclesiásticos a la citación
de los jueces civiles, e imponía a los primeros por su
incomparecencia penas económicas notoriamente graves.

Personalidad y política de Khindasvinto:


Eugenio, el nuevo obispo de Toledo, muy pronto sintió la
necesidad de escribir a su maestro San Braulio, pidiéndole
consejo acerca de algunos problemas. El más grave de
todos tenía mucho que ver con el propio Khindasvinto. Su
predecesor en la sede, Eugenio I, se había visto obligado,
por imposición del rey, a ordenar de presbítero a un clérigo
protegido del príncipe y muy hostil a su persona.
Eugenio I, al que trastornaron la mente los disgustos que
sufrió en el período final de su vida, celebró la ceremonia
litúrgica, pero no impuso las manos al ordenado y, en vez
de bendecir, profirió sobre él una fórmula de maldición.
Khindasvinto dio pruebas de interés por la cultura. Como
legislador, Khindasvinto desarrolló una incansable actividad,
que introdujo importantes reformas en todos los órdenes
de la Administración y de la vida jurídica.
La política económica de Khindasvinto significó un visible
saneamiento de la Hacienda pública, uno de cuyos
resultados fue el sensible mejoramiento de la calidad de la
moneda.
Parece probable que a este fortalecimiento de la Hacienda
real contribuyeran en buena medida las confiscaciones de
bienes que acompañaron a las depuraciones nobiliarias de
los primeros años del gobierno de este monarca.

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En el terreno militar, parece que los vascones habían


reanudado durante el reinado de Khindasvinto sus
habituales acciones guerrilleras.
La política internacional durante el reinado de Khindasvinto
estuvo lógicamente influida por la desconfianza del
monarca hacía los países extranjeros, donde se habría
refugiado la mayor parte de los enemigos políticos que
consiguieron salvarse de sus “purgas”.

LA ASOCIACIÓN DE RECESVINTO AL TRONO

En el año 649, Khindasvinto, había alcanzado una edad


muy avanzada, una carta suscrita por tres relevantes
personajes suplicó al monarca que procediese a la
asociación al trono de su hijo Recesvinto, para que ambos
gobernasen conjuntamente el reino, y el hijo sucediera al
padre como único príncipe, cuando falleciese el anciano
monarca.
Los autores de la carta fundamentaban su petición en el
anhelo de paz que todos sentían y en el recuerdo
aleccionador de tristes experiencias pretéritas.
No existen pruebas de que la solicitud de asociación de
Recesvinto fuese hecha a instancias de su padre, el
monarca reinante Khindasvinto.
Parece probable que la propuesta partiera de la espontánea
iniciativa de los firmantes del escrito, bien dispuestos hacia
Recesvinto y sinceramente preocupados por peligros que se
intuían para un futuro próximo.
Khindasvinto acogió favorablemente la petición y
Recesvinto, su hijo, fue asociado al trono el 20 de enero del
año 649.
Más de tres años y medio duró la corregencia. Este periodo
fue como un compás de espera, en que permanecieron
represados los problemas políticos pendientes. Recesvinto

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

aprovechó esta pausa para dar un paso adelante en la


codificación del Derecho.
El 30 de septiembre del 653, murió Khindasvinto, y
Rescenvinto, convertido ya en monarca único, inició la
segunda parte de su reinado, que duraría casi diecinueve
años.

RECESVINTO, MONARCA ÚNICO

Rebelión y deshielo político:


Gran incursión vascona contra la región de Zaragoza, que
fue dirigida por el cabecilla rebelde Froia. Se trataba de un
godo, quizá alguno de los perseguidos por Khindasvinto
La rebelión tuvo lugar antes de la celebración del concilio
VIII de Toledo. La rebelión vascona y su derrota por
Recesvinto se produjeran, o al menos se iniciasen, con
anterioridad al fallecimiento del nonagenario monarca, pero
cuando Recesvinto llevaba ya prácticamente solo las
riendas de la gobernación del reino.
La acción de Froia no fue una algarada vascona más, sino
un levantamiento en regla, encaminado a arrebatar la
corona a Recesvinto. Los vascones, aliados del rebelde,
bajaron desde sus guaridas del Pirineo hasta el corazón del
valle del Ebro, mataron a muchas gentes indefensas,
hicieron innumerables cautivos y tomaron un gran botín.
Se ensañaron con las iglesias y altares y con las personas
de los clérigos. Finalmente, pusieron riguroso sitio a
Zaragoza, cuya población resistió dentro de los viejos
muros.
Recesvinto al frente del ejército que liberó a la ciudad y
venció a los vascones, muriendo el rebelde Froia. Estos
acontecimientos tuvieron lugar en los meses de verano de
653.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

El fallecimiento de Khindasvinto, no produjo una ruptura


violenta con la situación anterior. La desaparición de
Khindasvinto puso de manifiesto sentimientos de aversión y
hostilidad contra él, y que mientras había vivido habían
permanecido contenidos.

Las novedades del concilio VIII:


El concilio VIII de Toledo se reunió el 16 de diciembre del
año 653. La rapidez con que procedió a convocarlo parece
indicar que su celebración estaba prevista desde hacía
tiempo. Asistieron personalmente 51 obispos.
Está claro que el anuncio del concilio había despertado
auténtico interés y que su reunión era vivamente deseada
por el episcopado. Existía la convicción de que la asamblea
tenía por delante una tarea de considerable importancia.
El sínodo toledano se reunió en la basílica Pretoriense de
los Apóstoles Pedro y Pablo. Nunca hasta este momento,
magnates laicos del Oficio Palatino habían suscrito
personalmente las actas, a continuación de los miembros
eclesiásticos del sínodo, como hicieron ahora 18 “varones
ilustres”, que llevan los títulos de duques, condes o
próceres.
Esta novedad, reflejaría el deliberado propósito de
Rescesvinto de asociar más estrechamente a las tareas de
gobierno a la aristocracia palatina, y también a los obispos.

La cuestión de la amnistía:
Existía un vasto movimiento de opinión favorable a la
concesión de un perdón generoso.
El problema de la amnistía política fue el primero y principal
de los que Recesvinto planteó en el “tomo regio” a la
consideración del concilio.
Obispos y magnates palatinos habían sido obligados por
Khindasvinto a jurar la ley. Ese juramento prohibía
cualquier perdón o mitigación de penas.
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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

El rey pedía al concilio que estudiara la cuestión y hallase


una solución al problema que se planteaba en términos tan
arduos. El “tomo regio” sometía también al debate conciliar
una propuesta de reforma legislativa y la adopción de
medidas contra judíos y judaizantes.
La profunda religiosidad de los hombres de aquella época
no les permitía considerar como cosa baladí un juramento.
Atendiendo al contenido inmoral del juramento y a la
coacción bajo la cual se prestó, la asamblea se inclinó por
la misericordia y autorizó al rey para mitigar las penas.

Patrimonio real y bienes privados del monarca:


Se planteaba el problema del destino de los bienes que
habían sido confiscados por Khindasvinto a sus enemigos
políticos. Por otra parte, había logrado también que muchas
personas hicieran a su favor escrituras de transmisión de
propiedades, que encubrían auténticas y forzosas
depredaciones. Esas adquisiciones de bienes, habían
servido tan sólo para incrementar la fortuna personal de
Khindasvinto. Nobles y obispos dictaron una resolución,
disponiendo que los bienes adquiridos por Khindasvinto,
después a su llegada al trono, no pasaron a los herederos
familiares, sino que Recesvinto, su sucesor, los poseyera
como parte del patrimonio real, restituyera a sus dueños
aquellos que habían sido injustamente obtenidos y
emplease el resto en beneficio de sus súbditos.
Recesvinto, promulgó también una ley sobre ese problema,
el contenido del decreto y de la ley presentaba sustanciales
diferencias y la ley arbitraba una solución que, resultaba
notablemente más beneficiosa para Recesvinto y menos
peyorativa y discriminatoria para la memoria de su padre.
Recesvinto extendió retroactivamente el supuesto
contemplado por la ley hasta el reinado de Suínthila, y
aplicó a todos los reyes a partir de aquél el mismo criterio
que el decreto judicial había previsto exclusivamente para
Khindasvinto: los bienes poseídos por un monarca antes de
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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

su ascensión al trono correspondían en herencia a sus


familiares; los adquiridos después de recibir la corona
pertenecían al Patrimonio real y de todos ellos podía
disponer libremente el monarca ahora reinante.
El concilio VIII tuvo conocimiento de los dos documentos,
incorporó ambos a las actas: aprobó el decreto y confirmó
igualmente la ley regia.

Política y legislación:
Siete cánones del concilio VIII estuvieron dedicados a
cuestiones de disciplina eclesiástica. La sucesión al trono y
el problema judío fueron los otros dos grandes temas de
que se ocupó el concilio.
Recesvinto, en la ley adicional a las actas de este concilio
recogía expresamente la prohibición de las maquinaciones y
tumultos populares para alcanzar la corona. El voto de los
obispos y de los palatinos elegiría al sucesor en Toledo, la
ciudad regia, o en el lugar donde hubiera fallecido el
monarca.
La cuestión judía permaneció en un segundo plano
mientras duró el reinado de Khindasvinto. Solo una ley
condenaba a muerte al judío cristianizante. El problema fue
recogido por Recesvinto, que lo incluyó en el tomo regio
dirigido al concilio VIII de Toledo.
El concilio le dedicó el duodécimo canon, en el cual
reafirmaba el principio de la unidad católica del reino. No
adopto nuevas medidas, limitándose a urgir la aplicación de
las normas sobre la materia dictadas en el concilio IV.
Diez leyes de Recesvinto contra judíos y judaizantes figuran
recogidas en el título segundo del libro XII del Liber
Iudiciorum.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

Recesvinto fue un rey legislador, su empresa más


trascendental en el orden jurídico fue la promulgación del
Liber Iudiciorum. Ningún otro texto legal podría ser
aplicado en lo sucesivo por los tribunales de justicia, se
prohibía la aplicación de cualquier ley no incluida en el Liber
Iudiciorum, y en concreto de las leyes romanas.

El paréntesis conciliar:
Entre el 2 y el 24 de noviembre de 655 estuvo reunido en la
basílica de Santa María el concilio IX de Toledo, que tuvo
carácter provincial y cuyos cánones versaron todos sobre
materias eclesiásticas.
El concilio IX se inscribe dentro de la mecánica regular, de
las reuniones anuales se los sínodos provinciales. El concilio
X, fue en cambio un concilio nacional. En este concilio sí se
advierten signos de decadencia, preanuncio de la inminente
crisis que iba atravesar la institución.
Estuvieron presentes tan sólo 17 obispos. No aparecen
firmando las actas las representaciones del Ordo abbatum y
del Oficio palatino.
El concilio X promulgó siete cánones, el primero introdujo la
celebración de la fiesta de la Madre de Dios, el día 18 de
diciembre.
Ningún otro concilio toledano volvería a reunirse en los
quince años que todavía duró el reinado de Recesvinto.
La falta de acontecimientos públicos, que aconsejasen la
convocatoria de concilios nacionales, unida a la desgana de
los eclesiásticos, baste para explicar el paréntesis conciliar,
sin necesidad de imaginar tensiones o dificultades entre
Recesvinto y la Iglesia.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

VII– LA SOCIEDAD ESPAÑOLA DEL SIGLO VII

ARISTOCRACIA Y OLIGARQUÍA DIRIGENTE

Seniores y senatores:
Tres grandes acontecimientos históricos en la segunda
mitad del s.VI, tuvieron influencia en la definitiva
estructuración de la sociedad hispano-visigoda: la
consolidación del dominio territorial sobre la Península;
política unificadora de Leovigildo; y la unanimidad religiosa
de godos y romanos.
La división fundamental de la población del Reino de Toledo
fue entre hombres libres y siervos. Una aristocracia, cuyo
más alto escalón la formaba la nobleza palatina, constituía
el estamento superior de la sociedad. Existió también una
población libre no privilegiada, y que no desapareció pese a
las presiones por el creciente proceso de feudalización.
Clientes, encomendados y libertos formaron un grupo
abigarrado, con diferentes matices de preservidumbre o
semilibertad. Finalmente, la masa de población servil estaba
lejos de constituir una clase homogénea.

Nobleza de servicio y clientela real


Las fuentes del s.VII emplearon los términos seniores
palatii, primates, optimates, para designar a los miembros
de la alta nobleza.
Las viejas estirpes de la nobleza de sangre visigoda habrían
quedado diezmadas de resultas de las sucesivas “purgas”
de Leovigildo y Khindasvinto.
Muchos miembros de la oligarquía nobiliaria del s.VII
formaron parte de la “clientela real”, vinculándose al
monarca por un lazo especial de fidelidad y servicio. Las
fuentes utilizan la locución fideles regis para designar a los
clientes del monarca.
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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

Desde la conversión de Recaredo al catolicismo, ha de


incluirse también a los obispos dentro del estamento
superior de la sociedad hispano-goda. A raíz de la
conversión, el concilio III de Toledo atribuyó a los obispos
funciones de inspección sobre la actuación de los oficiales
de la Administración civil, y una intervención activa en la
fijación del volumen de los impuestos que debían abonar al
Fisco las poblaciones sujetas al tributo.
La importancia social de los cargos episcopales en el Reino
de Toledo fue razón principal de la intensa germanización
que se produjo en el episcopado.
En el último tercio del s.VII, los prelados de estirpe
germánica representaban el 40 ó 45 por ciento.

EL PUEBLO LIBRE

En la Hispania visigótica hubo siempre una clase de


hombres libres no privilegiados, que conservaron su
condición jurídica. La masa del pueblo libre hay que
buscarla entre los pequeños propietarios y en la población
urbana.
Los pequeños propietarios agrícolas recibían las
denominaciones de possessores o privati. Sobre ellos, y
sobre las masas de “siervos fiscales”, recaía la carga
tributaria personal-territorial, de la que estuvieron
probablemente exentos los labradores godos.
Los privati y los curiales eran según una ley de
Khindasvinto las personas libres obligadas al pago del
impuesto territorial y al suministro de caballos para la posta
oficial. Las leyes trataron de asegurar que las tierras de los
privati, sujetas a tales cargas, no perdieran nunca su
condición tributaria, razón por la cual se prohibía
enajenarlas a personas privilegiadas, que gozasen de
exención fiscal. Esas tierras tan sólo podían transmitirse a
gentes de igual condición social.
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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

Un pequeño comercio y una artesanía libre existieron en las


ciudades.
Muchos pequeños propietarios libres se sometieron en esta
época al patrocinio de un “potente”, capaz de dispensarles
protección.

SIERVOS, LIBERTOS Y SEMILIBRES

Los siervos o esclavos no constituyeron en la España


visigótica una clase uniforme. Se distinguían por su origen,
ya que las fuentes de servidumbre fueron diversas. La
principal era el nacimiento y se denominaba vernulus el
esclavo nacido en la familia “servil” de su señor.
Los siervos del rey que desempeñaban oficios en la Corte
eran personajes considerables, que poseían sus propios
esclavos y cuyo testimonio en juicio tenían igual valor que
el de un hombre libre. Los demás siervos del Fisco regio,
sin poder equipararse con los palatinos, gozaban de una
posición superior a la de los siervos comunes y sus rentas
constituían, junto a los tributos de los pequeños
propietarios, la principal fuente de recursos de la Hacienda
visigótica.
Una condición privilegiada tuvo también los siervos de la
Iglesia.
Los esclavos en general, de acuerdo con su capacidad
técnica, se dividían en dos grandes categorías, “idóneos” y
“rústicos”. Los primeros eran siervos domésticos, convivían
con sus dueños a los que prestaban servicios personales
valiosos y recibían mejor consideración y trato. Los siervos
rurales constituían la gran masa de la población servil y
cultivaban la tierra.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

Los siervos manumitidos por sus dueños obtenían la


condición de “libertos”, inferior jurídicamente a la de los
nacidos libres, los “ingenuos”. Lo habitual fue que
continuasen en el “obsequio” de su antiguo dueño. De esta
forma se evitaba que las tierras quedasen desiertas e
incultas. Los lazos que unían al liberto “bajo obsequio” con
el antiguo dueño eran semejantes a los existentes entre
señores y encomendados.
Los siervos rústicos, pese a ser de peor condición que los
“idóneos” avanzaron más rápidamente que éstos por la vía
de la emancipación.
Este fenómeno contribuyó a la creación de una masa de
población campesina bastante homogénea y cuya situación
puede definirse como de pre-servidumbre o semi-libertad.

LOS JUDIOS

Los términos del problema:


El problema judío en la Hispania visigótica fue de índole
esencialmente religiosa. La raíz religiosa de la cuestión
judía se relacionaba directamente con el ideal de la unidad
católica de Hispania, realizada en el reinado de Recaredo y
cuya única excepción la constituía desde entonces la
minoría judía.
Los judíos que abrazaban sinceramente la fe cristiana eran
equiparados en todo a los demás católicos y quedaban
también exentos del tributo especial que gravaba a las
gentes de su comunidad.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

Una política eficaz:


La perduración de la cuestión judía fue favorecida por el
estado de ambigüedad que se produjo en la sociedad
visigótica, como consecuencia de las conversiones forzosas
al cristianismo. A partir de entonces surgió un fenómeno
nuevo, el de los judeocristianos o católicos judaizantes.
Esos falsos conversos serían los principales destinatarios de
la legislación antijudía; una y otra vez se comprometieron a
ser fieles católicos y otras tantas incumplieron su promesa.
La actitud de la población hubo también de restar fuerza a
las medidas antijudaicas. Nobles y obispos estarían a
menudo en buenos términos con judíos dedicados a los
negocios o a la medicina.
El resultado de todo ello fue que los judíos españoles
llegaron al final del s.VII con unas comunidades bien
constituidas y un fuerte poder económico. En la
Narbonense, los hebreos eran tan necesarios para la vida
de la provincia que fueron expresamente excluidos de las
rigurosas medidas persecutorias que se dictaron para el
resto del reino.
Al producirse la invasión islámica, las comunidades judías
hispánicas fueron de nuevo poderosas y florecientes. Y así
pudo suceder, al cabo de un largo siglo de leyes
antijudaicas, que los hebreos andaluces fuesen unos
valiosos colaboradores de la invasión musulmana y como
aliados con los árabes, se constituyesen en guarnición de
las principales ciudades de la Bética.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

LAS FUENTES DE LA RIQUEZA

La agricultura:
La principal fuente de riqueza en la España visigótica fue la
tierra; a su cultivo estuvo dedicada la gran mayoría de la
población peninsular.
Las pequeñas propiedades agrícolas de los privati serían
cultivadas por éstos. Mayor complejidad encerraba la
explotación de los latifundios, tan importantes en el s.VII.
Grandes dominios poseídos en plena propiedad o a titulo
beneficial, estaban ahora en poder de magnates de origen
gótico o romano y constituían la base de la riqueza y el
poder de los clanes nobiliarios.
Su cultivo corría a cargo de una población campesina de
siervos o semi-libres, libertos, colonos y encomendados.
Siervos de la Iglesia o libertos sub obsequium trabajaban
las tierras del Patrimonio eclesiástico, cuyos productos se
hallaban afectados a los diversos fines que aquellos bienes
habían de atender.
La técnica de explotación agrícola no parece haber variado
con relación a los siglos anteriores. Existían regadíos
artificiales y una ley de Recesvinto se preocupa de asegurar
el mejor aprovechamiento de las aguas. El hurto de aguas
era una infracción penada por la ley.
Las noticias sobre producciones agrícolas contenidas en
fuentes del s.VII son muy escasas, pero permiten asegurar
la pervivencia en esta época de los cultivos tradicionales de
las diversas regiones españolas.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

La ganadería:
Bajo la Monarquía toledana tuvo importancia en la Bética la
cría caballar. La explotación ganadera, como
complementaria de la agricultura, se dio en distintas
regiones de la Península.
Hubo regiones de la Península cuya economía era
netamente ganadera y es incluso posible que en una
pizarra visigótica aparezca algún vestigio de trashumancia.

La industria:
La minería que había sido la actividad más destacable de la
España romana se encontraba en plena decadencia, como
consecuencia del agotamiento de los yacimientos.
La industria extractiva carecía de relieve en los tiempos
visigóticos, salvo la obtención de oro en las arenas del Tajo.
En el sector de las industrias derivadas de la agricultura, la
fabricación de aceites sería la única realmente importante.
Las principales actividades industriales fueron las
relacionadas con la construcción y la artesanía.
La construcción se mantuvo activa durante el s.VII. Las
iglesias visigóticas son templos pequeños, casi todos en
zonas rurales apartadas.
La construcción empleó, una abundante mano de obra
servil, sabemos también de obreros que eran hombres
libres y trabajaban por el precio convenido.
Existieron talleres dedicados a la producción de elementos
ornamentales, que contaron con maestros experimentados.
Auxiliar de la construcción era también la industria
cerámica, cuyo principal foco español se localiza en el valle
del Guadalquivir.
La artesanía del metal tenía una larga tradición entren los
visigodos y se halla ya documentada en el s.VI. Los
artesanos godos eran peritos en la técnica de engarzar
piedras preciosas y semipreciosas en sus labores a base de
oro y plata. Esta tradición siguió viva en el pueblo, y de
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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

talleres galos e hispanos de metalistería salieron las fíbulas,


broches y preseas femeninas que se han encontrado.
La industria de la orfebrería alcanzó su más alto grado de
perfección en los talleres reales, que crearon un arte
palatino en el que confluían la tradición gótica y el influjo
bizantino.

EL COMERCIO

El comercio interior:
La actividad mercantil, como profesión estaba prohibida por
la disciplina eclesiástica a los clérigos y penitentes públicos,
pero no a fieles corrientes.
El tráfico de mercancías estuvo sujeto al pago de impuestos
y parece que estos tributos fueron los únicos de entre todos
los indirectos de origen romano que se mantuvieron.
Las vías de comunicación por donde circularon las
mercancías fueron el mar, los ríos navegables y los
caminos.
Una ley de Leovigildo trataba de garantizar la libre
navegación por ríos y ponía límites a los derechos de los
propietarios de los predios ribereños.
L3eovigildo se preocupó de garantizar el tráfico por los
caminos terrestres, las antiguas calzadas romanas. Se
prohibió obstruir los caminos públicos, disponiéndose
además que a ambos lados de estas vías se dejasen
espacios libres para permitir acampar a los viajeros.

Comercio exterior:
El comercio exterior estuvo en manos, sobre todo, de
negotiatores de ultramar. Los transmarini gozaban de una
jurisdicción especial para resolver sus litigios. Jueces de
esos pleitos eran sus propios telonarii, expertos en derecho
rodio, el derecho marítimo internacional de la época.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

Oro, plata, sedas y artículos de lujo serían los principales


artículos importados por los negotiatores, mientras que el
trigo y el aceite seguían siendo los productos más típicos de
la exportación española.
El Mediterráneo fue la gran vía de comunicación. El tráfico
era ahora menos activo que en tiempos anteriores y siguió
contrayéndose, aún sin desaparecer totalmente.
El comercio y en general las relaciones con el Mediterráneo
Oriental, sufrieron las consecuencias de la expansión
islámica.
Las vías terrestres que cruzaban los Pirineos orientales,
serían las preferidas por los viajeros y comerciantes que
iban y venían entre la España visigótica y la Francia
merovingia.

LA MONEDA

La moneda visigótica se ajustó a los módulos del sistema


romano fundado sobre el “sólido”, la moneda de oro creada
por Constantino.
En general, la moneda de oro, aun empobrecida,
desempeñó un papel principal en las relaciones mercantiles
internacionales.
En el comercio interior, la operatividad real de la moneda
sería escasa y la posibilidad de abonar tributos en especie,
prevista en tiempos de Recaredo reforzaría la hipótesis de
que la circulación monetaria era limitada e insuficiente.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

VIII– LAS INSTITUCIONES DEL REINO DE TOLEDO

LA MONARQUÍA

La legitimidad del Poder:


Existía una clara distinción entre la Monarquía y el Reino o
la Patria, entidad integrada por el territorio y la población
que el rey gobernaba, pero no le pertenecía en propiedad.
La Monarquía constituía la esencia del poder, y este poder
real había experimentado un fortalecimiento en el último
cuarto del s.VI. Leovigildo había realzado la dignidad regia
con la adopción de unos signos externos de pompa
mayestática imitados de Bizancio. La asociación, como
corregentes de sus hijos Hermenegildo y Recaredo, con
vistas a la futura sucesión en el trono, introdujo en la vida
política un nuevo factor.
La descendencia regia de Leovigildo se extinguió, apenas
iniciado el s.VII. El vacío institucional y el curso de los
acontecimientos dieron pronto ocasión a que se formulara
una doctrina y una legislación escrita sobre dos temas
fundamentales de Derecho público: el problema del origen
y la legitimidad del poder, y la regulación del procedimiento
de sucesión al trono.
San Isidoro fue autor de una doctrina política sobre la
legitimidad del poder en la realeza cristiana. Los reyes se
caracterizan por gobernar con rectitud, y tiranos serán los
reyes pésimos y malvados.
Isidoro eleva al rango de principio político fundamental la
máxima horaciana: serás rey si obras rectamente, si no
obras con rectitud, no serás rey. La legitimidad de un
príncipe se pierde por el mal uso del poder.
Existía otra noción de la legitimidad del poder real, sentida
mucho más vivamente en aquella sociedad, y que ponía el
acento en los títulos del gobernante, en la legitimidad del
origen. Era esta la concepción en boga entre los cronistas
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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

del Bajo Imperio Romano: no será tirano el mal rey, sino el


usurpador de la realeza, el rebelde que se alza contra el
gobernante que detenta un poder legítimo.
Durante mucho tiempo, ha sido tenido por un axioma el
carácter electivo de la Monarquía visigoda. Pero el Derecho
visigodo de los siglos V y VI no se preocupó de fijar por
escrito unas normas sucesorias y la realidad histórica, fue
que la corona se transmitió de ordinario dentro de la línea
de la familia reinante.

La sucesión al trono:
El concilio IV de Toledo decidió el extenso canon 75 a los
grandes temas políticos planteados en aquel momento y
estableció la elección como el sistema sucesorio
constitucional de la Monarquía visigoda.
Los concilios toledanos V, VI y VIII perfilaron la normativa
del procedimiento electivo. Obispos y palatinos eran los
electores y para ser elegibles había que reunir
determinadas condiciones: ser godo, de noble estirpe y
buenas costumbres: no tener origen servil, no haber
recibido la tonsura ni sufrido la pena de decalvación.
Igual que había sucedido antes, después de la regulación
escrita del procedimiento electivo, el sistema no se aplicó
en la mayoría de las sucesiones reales. De los nueve
monarcas posteriores al concilio IV de Toledo, solamente
dos, Wamba y Rodrigo, accedieron al poder en virtud de
una elección.
La legislación conciliar condenó como métodos ilegítimos la
conjuración y la revuelta; pera nada dijo contra la herencia,
la asociación al trono o la designación regia.
La impresión que de todo ello se saca es que la elección era
el procedimiento sucesorio preferido por la aristocracia
visigoda; pero que en la practica, el sistema electoral sólo
se empleó cuando no se dieron las condiciones político-
sociales necesarias para que prevaleciese la sucesión a la
corona, oportunamente preparada por el monarca reinante.
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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

El nuevo soberano había de prestar juramento de guardar


la fe católica, proteger a la Iglesia y gobernar con justicia a
los pueblos. Tras este juramento, los súbditos, a su vez,
juraban fidelidad al príncipe; los magnates palatinos,
personalmente en la Corte; los demás súbditos en manos
de los discussores iuramenti.
La Monarquía visigoda de Hispania fue la primera
monarquía cristiana que introdujo la unción de sus
príncipes, reviviendo el precedente ancestral de los reyes
de Israel. La unción pasó a convertirse en el máximo
criterio de legitimidad.

EL GOBIERNO DEL REINO Visigodo

El “Oficio Palatino”:
El monarca visigodo poseyó la plenitud del poder real, que
alcanzaba a todos los ámbitos de la vida pública del reino.
Pero el ejercicio de este poder requería la colaboración de
varias instituciones que asistían al monarca.
Una institución burocrática palatina constituyó el órgano
permanente de la ordinaria actividad administrativa. Una
serie de asambleas políticas, de diversa naturaleza y
amplitud, se reunían ocasionalmente para ocuparse de las
cuestiones que les incumbían.
El perfil de aquellas instituciones era borroso y sus límites
resultaban imprecisos.
En la Corte toledana existió un organismo burocrático
superior, dividido en varias secciones: el “Oficio Palatino”.
Cada una de las secciones albergaba uno de los servicios
centrales de la Administración y tenía a su frente un
magnate con título de conde, que era el jefe del respectivo
servicio.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

Los miembros del “Oficio Palatino” se integraban en otra


institución más amplia, Palatium o “Aula Regia”. El “Aula”
era una asamblea política formada por los personajes más
conspicuos de la aristocracia civil y eclesiástica, quienes
asesoraban al rey. El “Aula Regia” sería también,
básicamente, el cuerpo electoral que actuó en las pocas
elecciones reales que tuvieron lugar en los s. VII y VIII.

Las asambleas políticas:


Constituyeron el “Aula Regia”, además de los miembros del
“Oficio Palatino”, los obispos residentes en la región de
Toledo o que se hallaban temporalmente en la Corte; y
magnates palatinos, que no formaban parte del “Oficio” y
llevaban títulos diversos.
Estos magnates recibían la denominación de “varones
ilustres”.
Los altos dignatarios de la administración territorial, así
como los jefes superiores del ejército, aun sin residir
habitualmente en Toledo, formaron parte del “Aula Regia”.
Un grupo de “varones ilustres” designados por el rey
participaron en la mayor parte de los concilios generales
que se celebraron en Toledo y firmaron sus actas. Con ello,
estas grandes asambleas se convirtieron por su
composición en concilios mixtos y reforzaron su naturaleza
eclesiástica-civil.
Hubo algunas grandes asambleas en las cuales, junto a los
magnates del “Aula Regia”, participó una muchedumbre de
hombres de armas, los guerreros que formaban el exercitus
visigodo. Constituyeron la forma más amplia de
intervención popular en los asuntos públicos que registro la
monarquía visigoda.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

LA ADMINISTRACIÓN TERRITORIAL

Provincias y duques:
El Reino visigodo se extendió por los territorios de la
Península Ibérica, que en el Bajo Imperio constituían cinco
grandes provincias. Los territorios al norte de los Pirineos
constituían una sexta provincia: la Galia Narbonense o
Septimania, con capital en Narbona.
Es probable que la existencia de una frontera militar –un
limes hispanicus-, dieron lugar en el s.VII a la cristalización
de unas zonas territoriales de peculiar carácter castrense,
que tuvieron al frente un duque y se llamaron también
provincias.
Entre los visigodos, se solía llamar duques a los más altos
jefes del exercitus. En España, la implantación de un
dominio territorial visigodo por Eurico repercutió en la
naturaleza y en las misiones propias del oficio ducal.
Los duques constituyeron en el Reino toledano el escalón
superior de la oligarquía dirigente.
Hubo duques que siguieron desempeñando funciones
estrictamente castrenses, de comandantes superiores del
exercitus visigodo. Pero hubo otros que se hallaban a la
cabeza de la administración de las distintas provincias en
que se dividía el reino.
En el s.VII, la administración territorial aparece confiada
básicamente a dos clases de funcionarios. Las tierras del
Patrimonio fiscal eran administradas por procuratores y
“vílicos”. Funcionarios del fisco recaudaban las prestaciones
y tributos de los siervos y, supliendo la falta de
personalidad de estos, les representaban incluso en sus
pleitos ante los tribunales de justicia. Los demás territorios
hispánicos, con las ciudades en ellos emplazadas y sus
poblaciones jurídicamente libres, constituían la esfera
propia de los funcionarios de la Administración pública
periférica.
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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

Las supervivencias romanas:


Puede tenerse por seguro que el régimen municipal se
había desvanecido en todas partes antes del final del Reino
Visigodo.
El vacío producido por la extinción de los órganos de
gobierno municipal lo llenaron los funcionarios regios del
respectivo territorio.
El contexto histórico de los siglos visigodos no parece
favorable a la supervivencia en la Península Ibérica de los
cuadros de la administración territorial romana.
La ruina y extinción en España de las instituciones romanas
de gobierno provincial tuvieron que ser todavía más veloces
y tempranas que las del municipio.
Las leyes de la 2ª mitad del s.VII confían a los duques
provinciales un creciente número de funciones de carácter
civil. Ello no significó la restauración de un cuadro de
instituciones de nivel provincial. La circunscripción que tuvo
en todo momento mayor entidad como unidad
administrativa fue el territorium, inferior a la provincia, y
cuyo funcionario es el iudex.

Los funcionarios y su distribución:


Sucedía a menudo que estos iudices, en cuanto miembros
del “Aula Regia”, tenían el título de comites –condes-,
entonces su distrito se denominaba también comitatus –
condado-. Un “vicario”, llamado vicecomes, auxiliaba al
iudex o conde en el gobierno del territorio.
Dentro del proceso de feudalización que se operó en el
s.VII, el gobierno condal comenzó a considerarse en cierto
modo como una pertenencia y se transmitiría en ocasiones
de padres a hijos.
Recaredo había prohibido con carácter general a los
funcionarios territoriales que impusieran exacciones a los
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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

súbditos, en su propio provecho. La razón aducida era que


esos dignatarios, junto con el nombramiento para el cargo,
recibían del rey la retribución que correspondía por el
desempeño del mismo. La tendencia feudalizante dio lugar
a que se difuminara cada vez más la diferencia entre bienes
privados y bienes poseídos en tenencia beneficiaria, y a que
aquellos grandes funcionarios fuesen mirando como propios
los dominios territoriales recibidos in stipendio, para
retribución de su cargo.

Las asambleas vecinales:


En el último nivel de la administración territorial se
encontraban las asambleas vecinales de los hombres libres
del campo.
Las asambleas rurales aparecen en la legislación escrita,
desde las leyes “antiguas” hasta las promulgadas por los
monarcas visigodos de la 2ª mitad del s.VII.
Una ley de Recesvinto parece indicar que existieron dos
tipos de asambleas: una restringida, formada por los
seniores loci –ancianos o notables del lugar-, ante la cual
podían denunciarse ciertos hechos, y otra asamblea general
de vecinos, el conventus publicus vicinorum, conocía de las
cuestiones relacionadas con la propiedad de la tierra, ante
él se daba también publicidad a hechos cuya noticia tenia
interés general y se aplicaban ciertas penas corporales a los
malhechores.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

LA JUSTICIA Y LA HACIENDA

Los jueces y tribunales:


La administración de justicia se fundó sobre dos principios:
la unidad de las jurisdicciones, siendo unos mismos jueces
y tribunales competentes tanto para romanos como para
godos, y el de los funcionarios de la administración
territorial, iudices, unían a su competencia en otras esferas
la competencia en materia judicial.
A la cabeza de la justicia visigoda se hallaba el rey, que en
ocasiones juzgaba personalmente, rodeado de los
miembros del “Aula Regia”.
La publicidad, como garantía de justicia en los procesos de
carácter político, fue una de las concesiones hechas por
Ervigio a la nobleza en el concilio XIII de Toledo. Los
palatinos consiguieron que se les reconociera el derecho a
un juicio, celebrado ante los seniores, los obispos y los
gardingos.

El tesoro regio:
La realeza visigótica poseyó un gran tesoro constituido
sobre todo en su época de migraciones por tierras del
Imperio, y en especial cuando el saco de Roma por Alarico.
Este tesoro tuvo gran fama entre los escritores
contemporáneos, y debió superar en importancia a los
tesoros de los demás reinos barbáricos de Occidente.
A partir del s.VI, el tesoro real visigodo se enriqueció con la
adquisición del tesoro de los reyes suevos de Galicia.
En la Corte visigótica de Toledo la custodia del tesoro
estaba confiada a uno de los magnates que formaba parte
por tal razón del “Oficio Palatino”, el conde del Tesoro.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

El Patrimonio de la Corona:
Junto al tesoro regio, el Patrimonio de la Corona
comprendía también grandes dominios territoriales,
constituidos por fondos públicos que el Fisco imperial
romano poseía en Hispania, tierras sin dueño y otras fincas
rústicas que fueron expropiadas a sus dueños a lo largo de
la época visigoda.
La naturaleza de la Monarquía visigoda, que nunca fue
patrimonial, llevaba consigo que los reyes poseyeran una
fortuna privada y que, a su muerte, estos bienes fueran a
parar a sus herederos familiares, mientras que los del
Patrimonio de la Corona pasaban al sucesor del trono.

El régimen tributario: la población sujeta a tributo:


El sistema fiscal del Reino visigodo español siguió la pauta
del régimen tributario romano. Base del sistema fue el
impuesto personal –territorial, capitatio-iugatio- en que se
habían fundido los dos impuestos.
Un tributo especial –transmarinorum canon- gravaba a los
negociantes de ultramar y otro, a los judíos.
De los impuestos indirectos se mantuvieron los de aduanas
y tránsito y subsistieron igualmente ciertas prestaciones
personales y de servicios, procedentes también del sistema
fiscal romano.
Dos sectores de la población del Reino, sobre los que
pesaba la obligación de pagar tributos: los privati –
propietarios libres- y los “siervos fiscales” o “pueblos
fiscales” de las tierras del Patrimonio real, tenía carácter de
impuesto público para los pequeños propietarios y de censo
o renta privada para los siervos fiscales.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

La composición bien definida de la población tributaria


presupone que quienes no estuvieran comprendidos en las
dos categorías mencionadas se hallarían exentos del tributo
territorial.
Los godos, cuyas tierras gozaron de inmunidad tributaria en
el Reino Toledano, siguieron disfrutando ese mismo
privilegio tras su instalación en España.
El clero gozó también de inmunidad fiscal a partir del s.VII.

El régimen tributario: la recaudación de impuestos:


El “conde del patrimonio” miembro del “Oficio Palatino”, fue
el jefe de los servicios fiscales del reino. Sus auxiliares
directos eran unos funcionarios especializados de rango
superior, que recibieron el nombre de numerarii.
En sus respectivas esferas, tuvieron autoridad en materia
fiscal los funcionarios regios que estaban al frente de los
distritos territoriales, y también los duques. Igual ocurría
con los “Vílicos” y administradores de las tierras del
patrimonio real.
Los polyptici, libros-registros públicos donde figuraban los
contribuyentes con sus respectivos patrimonios, seguían
llevándose a principios del s.VII y servían para el reparto de
la carga fiscal. Los servicios fiscales se dividían
geográficamente en unos distritos llamados “fiscos”, bajo la
autoridad de un conde o iudex; a cada uno de estos
“fiscos” afluían los tributos procedentes de los
contribuyentes de la respectiva zona. La sede del “fisco” se
hallaba en una ciudad importante del distrito.
Varios numerarii se ocupaban de la gestión hacendística en
cada uno de los “fiscos”. El pago por los contribuyentes se
haría de ordinario en especie. La adaeratio, operación
heredada de las técnicas tributarias del Bajo Imperio,

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

establecía las tarifas de evaluación, de aquellos tributos


abonados en especie.
El concilio III de Toledo, atribuyó a los obispos una función
de inspección y el derecho a intervenir en la fijación anual
de las cuotas de los tributos que había de pagar la
población.
Los iudices de los “territorios” y los administradores de los
dominios fiscales habían de acudir al concilio que debía
reunirse anualmente en cada provincia eclesiástica, con el
fin de ser instruidos por los obispos.

EL EJÉRCITO Y EL SERVICIO MILITAR

El “exercitus” visigodo:
De una parte, existió el exercitus, núcleo permanente de
magnates y hombres de armas que constituían la oligarquía
militar del reino; de otra parte, estaba prevista una amplia
movilización, una llamada al “servicio militar”, cuando así lo
exigieran circunstancias extraordinarias.
La posición periférica que ocupaba la Península Ibérica hizo
que el Reino visigótico no se viese involucrado en
campañas militares de gran envergadura. Por esta razón, el
exercitus constituido por guerreros godos sería suficiente
para atender las necesidades de los servicios de guarnición,
en el limes del Norte, y en el bizantino mientras existió, la
frontera franca y las líneas de castra –fortalezas-, que
defendían el Pirineo oriental.
Los magnates godos acudían a estas convocatorias al
ejército con sus séquitos armados de clientes; este deber
vinculaba de modo especial a los fideles regis y en general
a todos aquellos que hubieran recibido del rey tierras, en
calidad de beneficio militar.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

Al lado de los godos, formaron parte de ese exercitus


algunos magnates de estirpe hispano-romana. No existía
entre los visigodos un prurito racista que excluyera a los no
germanos de las filas del exercitus. Los reyes visigodos de
Tolosa no vacilaron en movilizar a sus súbditos galo-
romanos, para algunas grandes campañas militares en que
se vieron envueltos.

La movilización militar:
En la segunda mitad del s.VII se difundió en el Reino
visigótico la noción de “servicio militar”, consistente en la
movilización de grandes masas de súbditos, sin distinción
entre godos y romanos. A ello contribuiría la decadencia del
espíritu combatiente entre las poblaciones godas asentadas
en la meseta castellana y dedicadas a la vida campesina.
Es indudable que la causa inmediata de la nueva legislación
militar visigoda fue la impresión que produjo la rebelión del
duque Paulo contra Wamba. La pasividad de las
autoridades y de la población de la provincia cuando el
conde Hilderico de Nimes inició el levantamiento hizo
posible la extensión de la revuelta.
La relación entre los acontecimientos de la Narbonense y la
ley militar de Wamba queda de manifiesto en el hecho de
que la ley fue dada apenas dominada la rebelión –el 1 de
noviembre de 673-, al mes escaso del regreso de Wamba
de la Galia a la ciudad de Toledo.
La ley contemplaba dos hipótesis –incursión extranjera y
rebelión interior- y en ambas ordenaba la movilización
automática de todos los súbditos –eclesiásticos incluidos-
que se hallaran a 100 millas a la redonda del lugar de
peligro.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

La ley Wamba fue mitigada por Ervigio, suavizaba las penas


decretadas por Wamba. Incluía de modo expreso a los
“siervos fiscales” entre los obligados por la movilización y
en vez de exigir que los señores acudieran a filas con la
totalidad de los hombres dependientes de ellos, limitaba
éstos a la décima parte de los siervos. Las clases serviles
quedaban así explícitamente afectadas por el deber del
servicio militar.
Otra novedad, era el reconocimiento oficial que se hacía de
las clientelas señoriales y de la función que desempeñaban:
el servicio militar se cumplía igualmente acudiendo al
ejército en pos del funcionario correspondiente de la
administración territorial, o bien en el séquito del propio
patrono.
La ley de Wamba extendía el deber de servicio militar al
clero, desde los obispos a los clérigos menores. Este fue
uno de los motivos de agravio de los eclesiásticos contra el
monarca, La ley de Ervigio no hace la menor alusión a los
clérigos. La única misión asignada a los obispos era
verificar la veracidad de las excusas de enfermedad
alegadas para no acudir a las armas. Los monjes estaban
excluidos de la movilización castrense.

EL DERECHO

En el Reino toledano coexistieron una legislación escrita,


recopilada sucesivamente en varios códigos, y un derecho
consuetudinario. Este derecho ha sido considerado
expresión del derecho romano vulgar de Occidente y de
tradiciones ancestrales de pueblos indígenas peninsulares.
En la época tolosana habían surgido los primeros códigos
escritos del reino visigodo. El más antiguo fue el código
tradicionalmente atribuido a Eurico, obra de un jurista
áulico, recogía sobre todo el derecho romano vivido en las

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

Galias y algunos preceptos procedentes de la tradición


jurídica gótica.
A principios del s.VI, Alarico II promulgó el “Breviario” que
lleva su nombre, es una expresión de la tradición romana,
recogida en las leges, el ius y la interpretatio, elaborada en
las escuelas jurídicas del sur de la Galia.
Los visigodos al instalarse definitivamente en la Península
Ibérica trajeron consigo sus códigos de derecho escrito. La
primera ley visigoda promulgada en España, de la que hay
noticia, la de Theudis, del año 546, sobre costas procesales,
fue mandada insertar en el “Brevario”.
Leovigildo no dejó al margen el campo del derecho. Su
tarea consistió en una puesta al día del viejo código de
Eurico. El resultado fue el llamado Codex Revisus, del que
no se ha conservado ningún manuscrito.
Khindasvinto fue un gran legislador y se conservan 98 leyes
que llevan su nombre. Esta masa legislativa, unida a las
leyes procedentes del código de Leovigildo y a las dadas
por Recesvinto, fueron la base del Liber Iudiciorum,
publicado por este último.
Recesvinto, al promulgar el Liber Iudiciorum, ordenó que
fuera el único cuerpo legal que pudiera utlilizarse por jueces
y tribunales. Las leyes derogadas de otros pueblos y en
especial las romanas, no podrían alegarse en juicio, aunque
fuera lícito su estudio y consulta. El Liber fue revisado por
Ervigio en 681, y en tiempo de Egica se formó la redacción
vulgata.

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IX– LA IGLESIA Y SUS INSTITUCIONES

LA GEOGRAFÍA ECLESIÁSTICA

La geografía eclesiástica del Reino visigodo de Toledo se


configuró definitivamente en el curso del s.VII. La
organización provincial en la Iglesia se inició a partir del
momento en que la concesión de la libertad religiosa por
Constantino permitió la creación de unas estructuras
eclesiásticas estables.
La Iglesia adecuó su organización territorial al esquema de
las estructuras civiles paralelas. La Península Ibérica se
dividía en cinco provincias civiles, Los visigodos asumieron
la división provincial heredada de Roma, la Iglesia acepto el
mismo criterio para su propia organización territorial.
La primera anomalía fue la provincia Cartaginense. A
principios del s.VI hizo su aparición una sedicente provincia
de Celtiberia o Carpetania, con Toledo como metrópoli;
luego otra parte de la provincia y la propia capital
Cartagena, cayeron dentro del ámbito de los dominios
bizantinos en España.
Gundemaro decretó que no existía más provincia que la
Cartaginense y que Toledo era su metrópoli. Cartagena
desapareció incluso como obispado, al termino de la
dominación bizantina.
La extinción del Reino suevo en el s.VI, más allá de los
limites de la provincia eclesiástica galaica, había sometido a
la autoridad metropolitana de Braga cuatro diócesis de la
antigua Lusitania romana. Esta situación se prolongo tras la
desaparición del Reino suevo. Al fin, pasada ya la mitad del
s.VII, las cuatro diócesis fueron devueltas a la jurisdicción
del metropolitano de Mérida.

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No existe para la Iglesia visigótica un documento análogo al


Parochiale suevo, que da la relación exacta de cada una de
las iglesias existentes en las trece diócesis que integraban
la Iglesia sueva en vísperas de la anexión del reino por
Leovigildo.
Las fuentes más valiosas son los catálogos denominados
Nomina sedium episcopalium y las actas de los concilios,
donde figuran las suscripciones de los obispos presentes y
de los vicarios de aquellos ausentes que se hicieron
representar.
La cifra total de las diócesis asciende a 78.

DIOCESIS Y OBISPOS

El gobierno diocesiano:
La diócesis constituyó el elemento básico de la organización
eclesiástica en la Hispania visigoda. El obispo era el pastor
diocesiano y su autoridad se extendía sobre las iglesias del
territorio, el clero y el pueblo.
No existió en la Hispania visigótica una jerarquía entre las
iglesias rurales. Conocieron estructuras infradiocesanas que
agrupasen a las iglesias de una comarca en torno a una
iglesia del rango superior.
Todas las iglesias diocesanas dependían, en un pie de
igualdad, del obispo. La única excepción relativa la
constituyeron los monasterios y las llamadas “iglesias
propias”.
Las “iglesias propias” fueron templos de fundación privada,
levantados por señores particulares en sus tierras, con la
finalidad inmediata de subvenir a las necesidades
espirituales de las familias campesinas de sus dominios.
Las iglesias de los campos se mantenían económicamente
de las oblaciones de los fieles y las rentas de su patrimonio
rural. La productividad de las tierras dependía

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

necesariamente de la existencia de una mano de obra servil


o semilibre, que asegurase el cultivo.
De ordinario, los siervos liberados quedaron sujetos al
obsequium ecclesiae, y así continuaban cultivando como
libertos las mismas tierras eclesiásticas.
Los ingresos de las iglesias rurales se dividían en tres
partes, dos de las cuales correspondían a su propio clero y
la otra tercera se adjudicaba al obispo, con la carga de
reparación de la fábrica del templo. De esta carga pudieron
librarse los obispos, cediendo su tercia episcopal al rector
de la iglesia.

Los nombramientos episcopales:


El nombramiento de obispos en el reino visigodo católico se
realizaba, en principio, de acuerdo con la disciplina
tradicional de la iglesia universal, contenida en el canon 4
del concilio de Nicea. Según ella, el papel principal en la
designación de un nuevo obispo correspondía al
metropolitano, que debía consagrarle y a los obispos
coprovinciales que debían elegirle.
Desde la conversión de los visigodos al catolicismo, la
intervención regia se había convertido en un factor esencial
de las promociones de obispos.
Paso a paso, la designación por el monarca se convirtió en
procedimiento usual para el nombramiento de obispos. El
sistema tradicional se aplicaría cuando no se produjera una
intervención directa del poder real.

El primado toledano:
A finales del s.VII el nombramiento real se convirtió en el
procedimiento ordinario para la designación de obispos.
Ocurría que se producían largas vacantes episcopales,
como consecuencia de las demoras provocadas por el
mismo sistema de nombramiento: las malas
comunicaciones retrasaban la llegada a oídos del monarca
la noticia del fallecimiento del obispo y la subsiguiente
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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

consulta al episcopado de la respectiva provincia sobre la


persona que podía cubrir la vacante, sin contar, además,
con que esos tramites suponían una enojosa traba para el
poder real.
La solución que el concilio XII de Toledo dio, partió de la
premisa de que la selección de los candidatos al episcopado
era de la incumbencia del rey; y que los prelados
coprovinciales les competía únicamente dar su
consentimiento, mediante un iudicium, y al metropolitano
proceder a la consagración.
El obispo de la ciudad regia recibió la facultad de emitir el
iudicium episcopale sobre todos los candidatos elegidos por
el rey para cualquiera de los obispados del reino, el derecho
exclusivo a conferirles la consagración episcopal, en la
ciudad de Toledo.
De este modo, a partir del año 681, el Primado toledano
quedó plenamente instituido. La organización eclesiástica
del reino alcanzó así un grado máximo de centralización.

LOS CONCILIOS PROVINCIALES

El Concilio I de Nicea (325) había institucionalizado los


concilios provinciales, como órganos de gobierno
eclesiástico. Su normativa, que constituyó la base de la
disciplina universal de la Iglesia, prescribía que estos
concilios hubieran de celebrarse dos veces al año.
La situación real no se ajustaba a la disciplina y hacía
muchos años que la actividad conciliar en Hispania se
hallaba totalmente paralizada. Pero ello obedecía a las
circunstancias históricas adversas que había vivido la
Iglesia.
Para que los concilios cumpliesen esas misiones y otras de
carácter directamente eclesiástico que les competían, era
indispensable conseguir la periodicidad de sus reuniones.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

Con este fin se decretó que habrían de reunirse anualmente


en una fecha fija, el 1 de noviembre,
El concilio IV de Toledo del 633 modificó la fecha, con el fin
de favorecer la asistencia de los obispos, los concilios
provinciales se celebrarían en plena primavera.
Nunca, con excepción de algunos breves periodos, se logró
la ansiada regularidad de los concilios provinciales. En 675,
la celebración de concilios en la provincia cartaginense
estaba interrumpida desde hacía dieciocho años. La
negligencia episcopal y la falta de interés de la autoridad
civil fueron el principal motivo de estas prolongadas crisis
de los concilios provinciales.
Los concilios provinciales se reunieron de ordinario en la
capital, bajo la presidencia del obispado metropolitano. La
competencia de estos concilios, en el ámbito estrictamente
eclesiástico, fue muy amplia. La vida moral y religiosa del
clero y del pueblo estaban sujetas a su vigilancia.
El concilio era también el órgano para la solución de
conflictos y litigios surgidos entre los obispos
coprovinciales.
LOS CONCILIOS GENERALES DE TOLEDO

La institución conciliar:
En el concilio IV de Toledo una de sus principales
realizaciones fue dar vida al concilio general, como
institución de la Iglesia hispánica.
El concilio IV creó la institución jurídica del concilio general
hispánico, en adelante, siempre que hubieran de tratarse
cuestiones de fe o de interés común, en vez de los sínodos
provinciales, se convocaría a todo el episcopado del reino a
un concilio general de Hispania y la Galia.
Su celebración dependió de las circunstancias político-
religiosas, como lo prueba el ritmo desigual con que se
reunieron. Aunque los concilios toledanos, a partir del
cuarto, siguen una numeración correlativa, dos de ellos –
Toledo IX y Toledo XI- fueron provinciales, y Toledo XIV
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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

(684) tuvo una naturaleza peculiar. Los once concilios


restantes revistieron carácter general.

Elementos del concilio:


El concilio general fue convocado por el rey. Inaugurado de
ordinario por el propio monarca, que acudía a la apertura
de la primera sesión, en ella además de dirigir unas
palabras de salutación, pudo entregar al concilio el “tomo
regio”.
El primer “tomo regio” fue presentado por Recesvinto al
concilio VIII de Toledo (653). El “tomo regio” se encuentra
también en los concilios de Toledo XII, XIII, XV, XVI, y
XVII.
Las primeras jornadas del concilio se consagraban
exclusivamente a los asuntos relacionados con la fe y la
disciplina eclesiástica. En estas sesiones se elaboraron los
símbolos de fe de los concilios toledanos.
Las resoluciones adoptadas por los concilios tomaban la
forma de preceptos imperativos y, articulados en cánones,
se incluían en las actas.
Recaredo, al final del concilio III de Toledo, había
promulgado una ley en cuyo cuerpo figuraba un extracto de
cada uno de los cánones, y en virtud de la cual el monarca
les confería rango de ley civil. Esta fue la primera lex in
confirmatione concilii de la historia visigoda.
Miembros natos de los concilios toledanos eran los obispos
hispánicos, que en caso necesario podían hacerse
representar por un vicario. Entre las novedades del concilio
VIII, figura la incorporación de una delegación de “varones
ilustres” del “Aula Regia”. Es entonces cuando los concilios
generales toledanos adquieren la condición de asambleas
mixtas eclesiástico-políticas.
El estamento eclesiástico en los sínodos toledanos se
amplió a partir del concilio VIII con la asistencia de un
grupo de abades monásticos.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

EL MONACATO HISPANO-GODO

Los fenómenos ascéticos:


El monacato alcanzó extraordinaria importancia en la
Iglesia visigótica. En los s.VI y VII, la vida monástica estuvo
difundida por todo el territorio peninsular, y de los claustros
salieron los obispos más insignes de la Iglesia hispano-
gótica.
El movimiento ascético de mayor envergadura fue el
promovido por San Fructuoso de Braga, a mediados del
s.VII. Su origen en la región noroeste del Bierzo y Galicia,
la acción misionera del propio Fructuoso se extendió al valle
del Guadalquivir. Las fundaciones fructuosianas fueron
tanto de varones como feminas.
El panorama del ascetismo peninsular en los s.VI y VII
registró también fenómenos de naturaleza irregular, que
dieron vida a pseudomonasterios, al margen de toda
autoridad jerárquica.
El concilio de Lérida de 546 prohibía consagrar como
monasterios las iglesias edificadas por laicos, que no
albergasen una comunidad regular. La situación perduraba
a finales del s.VII en la Península, donde señores
particulares fundaban monasterios en sus dominios, por
móviles temporales y afán de lucro.

La ley monástica:
Los monasterios visigodos se regían por la ley oficial. La
base de esta ley la constituían preceptos disciplinares de
ámbito general.
En el s.VII, los concilios hispánicos legislaron con
reiteración sobre los monjes. Los cenobios estaban sujetos
a la autoridad diocesana. El concilio IV de Toledo declaraba
que los derechos que competían a los obispos sobre los
monasterios eran éstos: instituir a los abades y demás

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

oficios, estimular a los monjes en la vida santa y corregir


posibles abusos.
El régimen interno del monasterio era ordenado por el abad
con la ayuda del Codex Regularum que, según el ritual de
la liturgia hispánica, el obispo entregaba al nuevo abad en
el acto de su institución.
El monaquismo hispánico del s.VII presenta peculiaridades
importantes: su naturaleza pactual, es decir fundada sobre
el pactum, contrato bilateral suscrito por el abad y la
comunidad donde se fijaban recíprocos derechos y
obligaciones, y que debía servir de base al régimen del
cenobio; las federaciones de monasterios, con un órgano
común, el sínodo de abades; la recepción estable de
familias en los monasterios; la creación de condiciones
favorables para la aparición y desarrollo de un monacato
dúplice.
Las peculiaridades sobrevivieron a la desaparición del Reino
toledano, tanto entre las cristiandades mozárabes como en
los reinos cristianos de la alta Reconquista.

LA LITURGIA Y EL DERECHO

El rito hispánico:
La Iglesia hispana de los s. VI y VII tuvo su propio rito, el
llamado rito “mozárabe”, y más propiamente rito
“hispánico” o “visigodo”.
A principios del s.VI, la misa se hallaba ya perfectamente
estructurada y desarrollaban gran actividad los primeros
centros de formación del rito, Tarragona y Sevilla. En
cambio, la Iglesia de Galicia, en el Reino suevo, se había
acogido antes del 538 al rito romano.
En el s.VII, bajo la Monarquía visigodo-católica, el hito
hispánico estaba ya definitivamente elaborado y la escuela
toledana, no cesa de enriquecerlo con nuevos textos. El
concilio IV de Toledo trató de conseguir la unificación del
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rito hispánico, aunque en la práctica hubo de dejarse cierta


autonomía a las distintas provincias eclesiásticas. El concilio
se opuso formalmente a la subsistencia de usos litúrgicos
romanos en Galicia.

La colección “Hispana”:
La Hispania visigótica ocupa también un lugar de honor en
la historia del derecho de la Iglesia y produjo la mayor
colección canónica anterior al “Decreto” de Graciano.
La gran obra canónica de la Iglesia visigoda fue la
“Hispana” cuyas sucesivas formas o recensiones fueron
apareciendo a lo largo del s.VII.
La actividad canonística no se agotó con la publicación de la
“Hispana”. En los años siguientes se reunieron nuevos
concilios generales, que prosiguieron la obra de creación de
derecho.

X– EL CREPUSCULO DEL REINO VISIGODO: 1.


WAMBA Y ERVIGIO.

LA ELECCIÓN Y LA UNCIÓN DE WAMBA

La elección real de Wamba puede considerarse el último


capítulo de la historia del reino visigodo. Comprende los
reinados de los últimos cinco monarcas visigodos.
Una misma dinámica alentaba el proceso desintegrador que
puede percibirse, tanto en los órdenes social y económico
como en el propio “espíritu público”.
En el plano político, parecen perdurar los clanes nobiliarios
protagonistas de un prolongado enfrentamiento. La vida de
la Iglesia estuvo ahora dominada por la figura de San Julián
de Toledo. Esta Iglesia presentaba, junto a personalidades
y valores muy notables, otros aspectos de signo negativo,
desconocidos en épocas anteriores.
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La elección de Wamba tuvo lugar el mismo día de la muerte


de Recesvinto, el 1 de septiembre de 672. Al término de los
funerales por el monarca difunto, todos los presentes
aclamaron como rey a Wamba, un ilustre magnate palatino.
Se resistió a aceptar la corona. Wamba fue obligado a
aceptar el poder supremo.
Julián de Toledo pone de relieve de qué modo confluían en
Wamba los títulos más preclaros de legitimidad: la voluntad
divina, la unción sacerdotal y el amor del pueblo expresado
en la elección.
Un escrúpulo fue el que movió a Wamba a retrasar la
unción, quería que fuese en Toledo. La unción real la
recibió Wamba el 19 de septiembre de 672.
Ningún indicio de oposición a Wamba por parte de
cualquier sector de la nobleza se adivina en el relato de la
proclamación. Tampoco hay noticia de que Recesvinto
hubiese dejado descendencia.

La revuelta de la Galia Narbonense:

En 673 salió Wamba de Toledo para una campaña de


castigo contra los vascones, en la frontera de Cantabria. En
esta campaña llegó a Wamba la noticia de que en la
Septimania se había producido un levantamiento contra él.
Los principales cabecillas de la rebelión eran el conde de
Nimes, Hilderico, el Obispo Gumildo de Maguelon y el abad
Ramiro.
La rebelión de la Narbonense tuvo en sus comienzos el
carácter de un movimiento regionalista. Geográficamente,
la posición de estos territorios había pasado a ser muy
periférica.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

En esta provincia los asentamientos góticos se remontaban


ya a dos siglos y medio. Esta larga convivencia de godos y
galo romanos determinó que a finales del s.VII, el proceso
de integración de los diferentes elementos étnicos estuviera
allí más avanzado que en cualquier otro lugar del reino. Los
textos designan a todas las gentes de aquella tierra con el
apelativo común de “galos”.
Al ejército de Wamba que sometería a la Galia insurrecta le
denomina San Julián exercitus Spanorum, y la Insulatio es
una violenta requisitoria contra los galos y una apología de
los hispanos, donde se denuncia un larvado sentimiento
particularista antihispánico, que estaría muy arraigado en la
narbonense.
Es sintomático que, apenas vencida la rebelión, Wamba
procediese a una renovación de las autoridades locales.
Un indicio más del carácter regionalista que revistió
inicialmente la rebelión de la Galia es la fuerte participación
del clero que en ella se registró.
Wamba reaccionó rápidamente ante la noticia del
levantamiento de la Narbonense, enviando para sofocarlo
un ejército, al mando del duque Paulo.
Paulo no era un “galo” sino un “hispano”, y su intervención
iba a dar un nuevo sesgo a los acontecimientos, que
acrecentó enormemente su importancia y gravedad.

El duque Paulo, jefe de los rebeldes:


Una vez en sus manos la capital provincial, Narbona, el
duque arrojó la careta y se declaró en abierta rebeldía. La
traición de Paulo alteró el cariz que hasta entonces había
tenido la revuelta de la Galia.
El área geográfica de la insurrección se ensanchó
sobremanera: los cabecillas que la habían iniciado unieron
sus fuerzas a las del duque, y la totalidad de la provincia
Narbonense quedó bajo su dominio.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

El duque de la Tarraconense, Ranosindo, se declaró


también a favor del rebelde, poniendo en sus manos el
nordeste de la provincia.
Ante una asamblea del exercitus rebelde, Paulo declaró que
no reconocía ya a Wamba por rey y exhortó a sus colegas a
elegir un nuevo soberano.
Paulo asumió “tiránicamente” el poder, pero respetando las
formalidades que podían darle una apariencia de
legitimidad se hizo ungir rey, y fue coronado con una
corona de oro que Recaredo había ofrendado a una iglesia
de Gerona. Se preocupó también de constituir rápidamente
un tesoro, indispensable base económica de su poder.
Finalmente, busco apoyo entre los tradicionales enemigos
de los visigodos, francos y hasta sajones acudieron a
engrosar las filas de sus mesnadas.
Wamba, desoyendo voces que aconsejaban el regreso del
ejército a sus bases desde las tierras de Cantabria resolvió
actuar rápidamente y con toda decisión. Una “ofensiva
relámpago” de extraordinaria violencia derrotó en siete días
a los vascones, que se vieron obligados a pedir la paz.
Seguidamente, el ejército tomó el camino de la
Narbonense.
Wamba formó tres cuerpos de ejército para forzar los pasos
del Pirineo catalán: un primer cuerpo se dirigió por cerca
del actual Puigcerdá a Llivia; otro cuerpo, partiendo de
Vich, alcanzaría la vía Domitia; el tercero avanzó por la vía
Augusta, la más próxima a la costa. Wamba, con el grueso
de la tropa marchaba tras los cuerpos de vanguardia.

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La campaña de las Galias:


El ejército real dominó con rapidez la parte de la
Tarraconense que se había unido al duque Paulo. La
resistencia rebelde se concentró en la línea de castra, que
defendían los pasos pirenaicos.
Rota la línea defensiva del Pirineo, el ejército se concentro
de nuevo en el llano, y la ofensiva se reanudó con todo
vigor. Un cuerpo escogido, mandado por cuatro duques,
fue enviado contra Narbona, en una acción combinada con
otro ataque simultaneo por mar. La resistencia fue vencida
después de una encarnizada lucha, y en una sola jornada la
ciudad y sus defensores cayeron en poder de los
asaltantes.
La única resistencia seria iban a ofrecerla los rebeldes tras
las murallas de Nimes, donde se había refugiado el duque
Paulo con la mayor parte de sus secuaces.
Una vanguardia de tropas escogidas fue enviada por
Wamba contra Nimes, mientras el grueso del ejército, con
el rey, les seguía a unas 30 millas de distancia.
El ataque visigodo a Nimes se inició al amanecer del 31 de
agosto de 673. Los combates del 1 de septiembre hicieron
que la suerte de la lucha se inclinara a favor de los
sitiadores.
Entre los defensores surgieron discrepancia y recelos, y otra
vez salieron a relucir viejas suspicacias; los galos
empezaron a expresar su desconfianza hacia el duque
Paulo y sus compañeros de rebelión hispanos, temieron que
llegasen a un acuerdo con Wamba y fueran los indígenas
de la Galia quienes pagases las consecuencias de la
rebelión.
Paulo perdía rápidamente autoridad y sus gentes luchaban
entre si por las calles de Nimes. El 1 de septiembre, primer
aniversario de la proclamación de Wamba como rey, la
suerte de la Galia se decidía a favor suyo.
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Derrota y juicio de los rebeldes:


En la mañana del 2 de septiembre, el duque Paulo y los
demás jefes rebeldes acordaron la rendición. Wamba entró
victorioso en Nimes y Paulo le fue arrojado a sus pies por
dos duques a caballo.
A los tres días de la rendición de Nimes, se celebró el juicio
de Paulo y de los jefes rebeldes. Un documento especial,
titulado Judicium in tyrannorum perfidia promulgatum,
contiene una pormenorizada referencia de este juicio.
Paulo y sus cómplices fueron acusados de violar el
juramento de fidelidad prestado a Wamba y de haber
arrastrado a gran parte del pueblo. Todos los reos
reconocieron su culpabilidad y la sentencia se dictó
tomando como base dos textos jurídicos, el canon 75 del
concilio IV de Toledo y la ley LV,II,1,8 de Khindasvinto.
La excomunión y la muerte eran las penas que
correspondían y que fueron impuestas a los culpables. Pero
se dejó al monarca la posibilidad de conmutar la muerte por
ceguera u otras penas. Respetó la vida de Paulo y de todos
los demás condenados.

LA LEY MILITAR DE WAMBA

El 1 de noviembre de 673, promulgo Wamba su ley sobre


movilización militar. La experiencia de la reciente revuelta
se dejó sentir en la gestación de la ley, e influyó en su
contenido.
La pasividad de la mayor parte de la provincia había hecho
posible que el levantamiento inicial de Nimes. En vez de ser
prontamente dominado, terminara por extenderse a toda la
Narbonense e incluso a Cataluña. Esta apatía, de funestas
consecuencias, podía revelar un enfermizo decaimiento del
sentido de los deberes militares y constituía un peligro
público.
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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

La ley militar de Wamba contemplaba dos supuestos


distintos: la incursión enemiga contra las fronteras del reino
y la rebelión militar. En la primera hipótesis, cualquier
individuo –tanto laico como eclesiástico- dentro de un radio
de cien millas, debía acudir inmediatamente y con todas sus
fuerzas al lugar del peligro.
Las penas previstas para quienes incumplieran este deber
eran graves: los obispos y los clérigos mayores serían
desterrados; las demás personas sufrían además la pérdida
del derecho a testificar, a más de ser reducidos a
servidumbre y quedar al arbitrio del príncipe.
En el segundo supuesto, toda persona –igual clérigo que
laico- dentro de las cien millas del lugar donde estalló el
escandalum que no acudiera a combatirlo sufriría destierro
y sus bienes quedarían a merced del rey.

EL CONCILIO XI DE TOLEDO

En el año 675, la Iglesia visigótica registró la celebración de


concilios provinciales en Toledo y Braga.
En Toledo, concretamente, hacía diecinueve años que no se
había celebrado ningún concilio y los obispos atribuyen a
Wamba el mérito de permitirles reunirse.
El concilio XI de abrió en la basílica toledana de Santa
María, con asistencia de 17 obispos y los representantes de
otros dos; firmaron también las actas ocho abades y el
arcediano de Toledo.
La asamblea se lamentaba de los males que sufría el
episcopado, de su decadencia moral, producto de la
“confusión babilónica” ocasionada por la falta de concilios.
Casi todos los cánones que se promulgaron estuvieron
destinados a la restauración de la disciplina y a la
corrección de los abusos.

115
Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

Esta renovación disciplinar constituye también la temática


del concilio III de Braga.
A las pocas semanas de clausurado el concilio, Wamba
promulgaba una ley, por la que se sancionaban civilmente
varios de los abusos disciplinares denunciados en los
cánones.
Ningún otro concilio parece haber vuelto a reunirse en los
cinco años que todavía duró el reinado de Wamba. Es
posible que este nuevo corte de la actividad sinodal
obedeciera a fricciones surgidas entre el príncipe y los
obispos, por la aplicación de las leyes militares que
ignoraban la exención del clero, y a causa también de la
decisión real de crear nuevos obispados.

LA PENITENCIA DE WAMBA

El final del reinado de Wamba llegó la noche del domingo


14 de octubre de 680. Los magnates presentes en el
palacio real de Toledo, viendo al monarca privado de
sentido y creyéndole en trance de muerte, le sometieron al
rito de la penitencia pública.
Pero el rey no moriría. Despertó de su letargo y recobró
plenamente el sentido. Wamba era ya, sin embargo, un
penitente publico, incapaz de ocuparse de negocios
mundanos y, muy en especial de los asuntos públicos.
Al día siguiente el conde Ervigio ocupaba el trono y el
domingo inmediato, 21 de octubre, recibía la unción real.
Wamba se retiro al monasterio de Pampliega, cerca de
Burgos.
Los hechos fueron el resultado de una oscura conjura, cuyo
protagonista había sido el rey Ervigio. La trama urdida por
Ervigio consistió en hacer beber un brebaje hecho de
hierbas que contenía una sustancia de efectos hipnóticos,
pero no letales: la esparteína.
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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

Resulta evidente que el episcopado visigótico, cuyas


relaciones con Wamba en los últimos años no eran
cordiales, vería con complacencia el cambio de monarca, y
ello vale especialmente para Julián de Toledo. Imposible de
comprobar si conoció o no de antemano los hilos de la
intriga, jugó a posteriori un papel decisivo en el
derrocamiento de Wamba, al imponer la observancia de la
disciplina penitencial y al respaldar en el momento crucial
las pretensiones de Ervigio al trono.
Wamba, desconcertado y sin asistencias, no se resistió ya a
firmar los documentos de transmisión del poder real: una
escritura, en la que declaraba el deseo de que Ervigio fuera
su sucesor al trono y otra instrucción dirigida al propio
obispo Julián, encomendándole que con la mayor diligencia
procediese a la unción del nuevo monarca.
Estos documentos, unidos a un tercero en que los grandes
de Palacio certificaban la recepción de Wamba de la
penitencia y la tonsura, fueron los títulos de legitimidad que
Ervigio presentaría poco después ante el concilio XII de
Toledo.

LA LÍNEA POLÍTICA DE ERVIGIO

Los títulos de legitimidad:


Ervigio comenzó su reinado reivindicando la política
antijudaica, el nuevo rey se apresuró a preparar el conjunto
de disposiciones que integran el título tercero del libro XII
del Liber Iudiciorum y constituyen el corpus más completo y
orgánico de leyes sobre los judíos, dictado por el monarca
visigodo.
La afanosa búsqueda de apoyos y adhesiones sería una
preocupación constante de Ervigio, angustiado siempre por
el sentimiento de la fragilidad de su poder, consecuencia de
su irregular ascensión a trono y, según parece, de la falta

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

de una poderosa clientela que le respalde


institucionalmente.
El concilio XII se celebró los días 9 a 25 de enero de 681.
La premura con que se celebró, a los tres meses escasos
del comienzo del nuevo reinado y en lo más crudo del
invierno, demuestra el interés que Ervigio tuvo en su
convocatoria.
Tres temas principales planteo Ervigio al concilio: ante todo
una cuestión previa, la de su propia legitimidad, y,
seguidamente: la política antijudía, y la situación creada en
el país por la aplicación de las leyes militares de Wamba.
El concilio examinó la prueba documental sobre la
penitencia de Wamba y la designación de Ervigio y la dio
por buena, confirmando así la legitimidad del nuevo
monarca. Declaró caducados todos los juramentos de
fidelidad prestados a Wamba y ordenó al pueblo obediencia
al nuevo rey Ervigio.
El concilio aprobó también la recopilación de leyes contra
los judíos. Finalmente, el concilio trató de la solución del
dramático estado de cosas a que había llevado la aplicación
de las leyes de Wamba sobre movilización militar.

Reformas eclesiásticas y civiles:


Los obispos trajeron a colación el agravio que tenían contra
Wamba, la creación de nuevos obispados. El concilio revocó
la fundación de las nuevas sedes.
El canon disciplinar más importante del concilio XII de
Toledo fue el sexto, que representó la consagración oficial
del primado toledano en la Iglesia española. Desde ahora la
Iglesia española giraba de facto y de iure en torno al obispo
de Toledo y la primacía de este quedaba definitivamente
constituida.
La ley ervigiana de movilización era más suave que la de
Wamba, pero pretendía igualmente asegurar el
reclutamiento militar y disponía que todos aquellos que
acudiesen al ejército tuvieran que incorporarse
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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

acompañados de la décima parte de sus siervos,


convenientemente armados.
El principal interés de la ley está en que refleja la rápida
protofeudalización que se operaba por estos años en la
sociedad y en la proliferación de las clientelas nobiliarias.
La tarea de revisión legislativa, iniciada en el concilio, fue
proseguida en los meses sucesivos, dando lugar a una
nueva edición oficial del Liber Iudiciorum. Fueron
suprimidas en estas varias leyes de la redacción de
Recesvinto y se agregaron otras de este monarca y de
Wamba; pero la novedad más importante fue la corrección
de 84 de las leyes recopiladas en el Liber por Recesvinto.

LA FRAGIL AUTORIDAD DEL REY

Las noticias que poseemos sobre los años siguientes del


reinado de Ervigio confirman y acentúan la impresión de
fragilidad de la autoridad de este monarca. A esta situación
de inseguridad contribuiría la crisis económica, secuela del
hambre que desoló a España y marcaría con su impronta
todo el reinado.
El estado de debilidad del poder real se puso de manifiesto
en el concilio XIII de Toledo, reunido en 683. Acudieron a
Toledo 47 obispos, otros 27 enviaron a sus vicarios. La
participación nobiliaria fue extraordinariamente nutrida, 26
“varones ilustres” del “Oficio Palatino” suscribieron también
las actas conciliares.
En el “tomo regio”, Ervigio propuso al concilio tres medidas
que lógicamente habían de encontrar favorable acogida
entre la nobleza y la masa de la población.
La primera medida se trataba de la amnistía total de los
que habían sido condenados un decenio atrás por su
participación en la rebelión del duque Paulo contra Wamba.
La segunda propuesta, la condonación de todos los
impuestos atrasados hasta el primer año del presente
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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

reinado, era una medida de amplia repercusión social, pues


beneficiaba a la mayoría de la población libre y servil.
La tercera propuesta, en fin, la exclusión de los cargos
palatinos de siervos y libertos, con excepción de los siervos
fiscales, la desearía vivamente la oligarquía nobiliaria.
El concilio acogió las propuestas del “tomo regio”, pero con
algunas variantes. La amnistía solicitada para los implicados
en la rebelión del duque Paulo y sus descendientes fue
extendida retroactivamente a cuantos habían padecido la
infamia a partir del reinado de Khíntila, iniciado casi medio
siglo antes.
La condonación de los impuestos atrasados fue también
aprobada por el concilio. El concilio, finalmente, prohibió la
designación de siervos o libertos para cargos palatinos y de
administración de bienes del fisco o del patrimonio real, con
la prevista excepción de los siervos y libertos fiscales.
El canon segundo estableció un beneficio de habeas corpus
a favor de los nobles y eclesiásticos, prohibiendo su prisión
y tormento, salvo en el caso de culpa flagrante.
El ansia por fortalecer su posición y garantizar el futuro
familiar indujo a Ervigio a entregar en matrimonio a su hija
Cixilo al magnate Egica, pariente del depuesto rey Wamba y
cabeza visible de un poderoso y hostil clan nobiliario. Egica,
al contraer matrimonio, prestó un juramento de favorecer y
defender siempre a los hijos de Ervigio.
El concilio promulgó el canon cuarto, destinado a la
protección de la descendencia del rey. La reina Liuvigoto,
esposa de Ervigio, sus hijos e hijas, yernos y nueras, con su
respectiva prole, recibían la garantía del concilio,
respaldada por las más duras sanciones espirituales.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

LAS POSTRIMERÍAS DEL REINADO

A finales de 683 o principios de 684, llegó a Hispania un


emisario romano, el diácono Pedro, enviado por el Papa
León II con el fin de recabar la adhesión del episcopado
español a las decisiones del concilio III de Constantinopla
(680-681).
El diácono Pedro era portador de varias epístolas del Papa.
Una de ellas iba dirigida al rey Ervigio y otra a todos los
obispos de Hispania.
Ante la dificultad de reunir en plazo breve otro concilio
nacional, se optó por la celebración de sínodos provinciales,
que examinasen los decretos de Constantinopla y pudieran
otorgarles la aprobación requerida.
El concilio XIV aprobó los decretos constantinoplanos, tras
comprobar su concordancia con la doctrina de los cuatro
primeros concilios ecuménicos.
Ervigio, tras ceñir la corona siete años y un mes, en
noviembre de 687 sintió acercarse el final de sus días.
Hallándose en el lecho de muerte, fuera de la urbe regia,
eligió como sucesor en el trono a Egica, su hijo político.

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XI– EL CREPUSCULO DEL REINO VISIGODO: 2. LOS


ÚLTIMOS REYES.

EGICA, REY.

La unción real de Egica se celebró en Toledo, el domingo


24 de noviembre de 687. Desde el primer momento pudo
advertirse que las aprensiones del Ervigio acerca del futuro
de sus familiares no eran infundadas.
Los primeros tiempos del nuevo gobierno presentan una
significativa continuidad en el personal de la oligarquía
dirigente durante el período anterior.
Egica reservó su hostilidad para la familia política, incitado
por el resentimiento del viejo Wamba. Ni aun siquiera la
esposa de Egica, Cixilo, quedó a salvo de las represalias
contra la familia de su padre.

EL CONCILIO XV DE TOLEDO

Moral y política:
El concilio tuvo un carácter peculiar, puesto que no
promulgo ningún canon; todo él estuvo dominado por dos
grandes problemas. Egica estaba apasionado en su
hostilidad contra la familia de su difunto suegro Ervigio,
constituía el único tema que el rey sometió al concilio en el
“tomo regio”.
Egica, planteó al concilio la situación en que personalmente
se encontraba; sentíase ligado por dos juramentos que
Ervigio le obligó a prestar y que él consideraba
absolutamente contradictorios: Egica se comprometió a
proteger a los hijos de aquel monarca y ayudarles en toda
suerte de negocios. El segundo juramento que Ervigio
exigió a Egica al designarle como sucesor en el trono fue
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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

que gobernaría con justicia a todo el pueblo. El nuevo rey


estimaba que los dos juramentos eran incompatibles.
La asamblea opinó que entre dos juramentos, el uno
destinado a procurar el bien particular de algunos y el otro
dirigido al bien común de los pueblos, estaba claro que el
segundo debía de prevalecer sobre el primero.

Julián de Toledo y Roma:


El concilio había deliberado sobre una cuestión que
interesaba al episcopado y a la Iglesia Hispanica: las
reservas expresadas por el papa Benedicto II a la doctrina
cristológica contenida en el “Apologético” del primado Julián
de Toledo.
Cuando el escrito de Julián llegó a Roma, León II, el papa
que pidió la adhesión de los obispos hispánicos al concilio
III de Constantinopla, había fallecido. Su sucesor,
Benedicto II hizo de palabra algunas observaciones al
enviado de Julián, portador del “Apologético”.
Julián se apresuró a responder al Papa con su nuevo
“Apologético” y el asunto pudo considerarse zaniado con la
muerte de Benedicto II y el paso de varios años. Pero
Julián y el episcopado visigótico habían quedado vivamente
impresionados por lo ocurrido y ahora, al reunirse el primer
concilio toledano que se celebraba después de aquel
incidente, la cuestión volvió a plantearse.
El concilio aprobó e hizo suyo el segundo “Apologético” de
Julián, donde se demostraba que su doctrina concordaba
con la de los más venerados padres y doctores de la
Iglesia.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

UN NUEVO CLIMA POLÍTICO: CONJURAS Y REPRESIÓN.

Celebración el 1 de noviembre de 691 del III concilio de


Zaragoza.
Uno de sus cánones, el cinco, afectaba al derecho público
de la monarquía, el canon se presentaba como el
complemento de una norma formulada por el concilio XIII
de Toledo. Habíase decretado en éste la prohibición de las
segundas nupcias de la viuda del rey. Ahora se dispuso que
esa viuda hubiera de recluirse en un monasterio y vestir
hábito religioso por el resto de su vida.
Ahora se abrió una época de conspiraciones y de dura
represión, que acuño la imagen de este monarca de cruel
perseguidor de la aristocracia gótica. Aquella inicial
estabilidad del personal palatino se alteró sensiblemente,
como consecuencia de estos sucesos que provocaron
extensas depuraciones entre la nobleza.
La más conocida de estas grandes conspiraciones estuvo
dirigida por el primado toledano Sisberto y pretendía
derribar a Egica del trono y darle muerte.
Descubierto el intento criminal, los obispos reunidos en
Toledo para asistir al concilio XVI, constituidos en tribunal,
depusieron a Sisberto de su cargo y le condenaron a
excomunión y destierro perpetuos.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

EL CONCILO XVI DE TOLEDO Y LOS JUDÍOS

El “tomo regio” presentado por Egica proponía diversas


medidas, unas destinadas a la restauración de la disciplina
y buenas costumbres y otras a reprimir los manejos de los
conspiradores, que habían pasado a un primer plano.
Dos interesantes novedades se desprenden del “tomo”: el
relanzamiento de la política antijudía, y la propuesta de una
nueva revisión de la legislación vigente.
El concilio XVI decretó que se observase la legislación
antijudía, tan abundante que ya existía. Pero introdujo dos
importantes novedades. Restringiose por una parte la
libertad comercial de los judíos. Restricciones que cesaban
desde el momento mismo de la auténtica conversión.
La otra novedad la declaración de que los judíos eran
solidariamente responsables del pago de la cuota íntegra
del impuesto especial que recaía sobre la comunidad
hebrea. Los conversos quedarían exentos de este
gravamen, pero sus partes alícuotas en el tributo habían de
repartirse entre los demás miembros de la comunidad, cuya
carga fiscal podría hacerse así cada vez más onerosa.

EN DEFENSA DEL TRONO

Problemas que absorbió la atención del concilio fueron las


peligrosas maquinaciones que amenazaban el trono de
Egica y la seguridad del reino. Egica no tan sólo planteó la
cuestión en el tomo regio, sino que en el curso de las
sesiones dirigió un nuevo mensaje a la asamblea en el cual
el rey, acosado por los desordenes y traiciones, consulta al
concilio cuáles hayan de ser los medios de coerción que
hayan de emplearse para la represión de tales acciones.
La asamblea reiteró la protección a la prole regia y decretó
la reducción de los conspiradores a perpetua servidumbre y
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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

la confiscación de todos sus bienes. Luego, todos los


presentes lanzaron un triple anatema contra todo aquel
que, violando su juramento de fidelidad al rey y a la patria,
participase en cualquier conjura contra el trono y la
seguridad del reino.
Era un hecho que ciertos conspiradores habían actuado al
amparo de las garantías a favor de los individuos de la
nobleza palatina y eclesiástica, otorgadas por el liberalismo
de Ervigio y contenidas en el canon tercero del concilio
toledano XIII.
Dispuso que en adelante se considerase como
“conspiración” cualquier obligación jurada –“conjuración”-
contraída por un individuo respecto a otro, salvo el
juramento de fidelidad al rey y los que se prestaban en los
procesos judiciales.
Es posible que esta normativa tratara de oponerse, no solo
a las “conjuraciones”, sino también a la proliferación de
clientelas privadas nobiliarias de índole prefeudal.
El juramento de fidelidad al nuevo rey por parte de sus
súbditos, disponiéndose que los miembros del “Aula Regia”
hubieran de prestarlo personalmente, mientras que unos
funcionarios especiales, los discussores iuramenti,
recorrerían el reino para pedir el juramento de cada uno de
los individuos “ingenuos”.

EL ANTIJUDAÍSMO DEL CONCILIO XVII DE TOLEDO

En noviembre de 694, se celebró en concilio XVII, en el cual


la legislación visigótica antijudía se llevaría hasta sus
últimos extremos.
La causa sería un hecho nuevo y de extraordinaria
gravedad, que habría venido a sumarse a las reiteradas
prevaricaciones de los falsos conversos al cristianismo; el
descubrimiento de una conspiración fraguada por los judíos
españoles en connivencia con otros judíos de ultramar,
126
Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

cuya finalidad era la ruina de la religión, del reino y del


pueblo cristiano de España.
Egica solicitó la adopción de las medidas que fueron
aprobadas por el concilio: todos los judíos eran reducidos a
la servidumbre y sus comunidades dispersas por las
provincias del reino; sus hijos debían ser separados a los
siete años de la compañía de sus padres y confiarse a
católicos fieles que les educaran cristianamente.
Siervos cristianos de los judíos se harían cargo de los
bienes de sus antiguos dueños y abonarían en su lugar el
impuesto que abonaban los judíos
Los judíos de la Narbonense fueron expresamente excluidos
de las severas medidas. Se le exigió tan sólo que prestaran
una ayuda eficaz al gobernador provincial. Este trato
excepcional acredita la importancia que tendría el elemento
judío en la provincia de Septimania.
La Galia se encontraba “casi despoblada por los crecientes
delitos, por los ataques del exterior y por la peste inguinal”.

EL GOBIERNO CONJUNTO DE EGICA Y WITIZA

Sólo disponemos de noticias muy fragmentarias sobre los


tres últimos lustros de la historia del Reino de Toledo.
En 694, Egica se había reconciliado con su esposa, la reina
Cixilo, y el hijo de ambos, el adolescente Witiza, fue
asociado al trono paterno. Hacia 698, Witiza, convertido en
consors regni de Egica, establecería su sede en Tuy, y
asumiendo el gobierno directo de las tierras que habían
formado parte del reino suevo.
Egica, deseoso de asegurar la sucesión de su hijo Witiza, le
hizo conferir la unción real el 24 de noviembre de 700. Dos
años todavía reinarían conjuntamente Egica y Witiza.
En ese periodo parece posible que se produjera una nueva
rebelión, que obligara a padre e hijo a abandonar la capital
del reino.
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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

Un duque, Suniefredo, pudo haber sido el cabecilla de la


última revuelta que sacudió el reino en las postrimerías de
la vida de Egica, que se extinguió antes de comenzar el
703.

WITIZA, UNICO REY

Witiza consolidó sin dificultades la plena posesión del trono,


que antes compartía con su padre. El nuevo reinado trajo
consigo otra línea política de signo más liberal y conciliador.
Las pobres noticias que nos han llegado no permiten trazar
un cuadro cabal del reinado de Witiza.
Sabemos que Gunderico, que siguió a Felix en la sede
primada, presidió un concilio de Toledo –el XVIII-, cuyas
actas no se han conservado.

DON RODRIGO Y EL FINAL DEL REINO VISIGÓTICO

Witiza falleció a principios de 710. Murió joven, y los niños


serían todavía los hijos que dejó. La mayor parte de la
aristocracia gótica procedió a la designación de un sucesor
a la corona. Magnates y obispos se reunieron en asamblea
electoral –senatus- y, mediante una acción tumultuosa,
pero de legitimidad irreprochable, elevaron al trono a
Rodrigo, posiblemente duque de la Bética.
El clan witizano, no se resignaba a su derrota y planeó la
conquista del trono con ayuda extranjera. Los árabes,
habían dominado poco tiempo antes el litoral africano del
estrecho de Gibraltar. La plaza de Ceuta resistió a los
islamitas, defendida por don Julián que era “cliente” del rey
Witiza y estuvo unido a este monarca por especiales lazos
de fidelidad personal. Julián fue el intermediario de los
witizanos, que gestionó el envió a la Península de un
cuerpo expedicionario musulmán.
128
Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

Los musulmanes realizaron una incursión exploratoria a


Tarifa, en el verano del 710. Poco después, uno de los
tradicionales levantamientos vascones atrajo hacia el norte
de la Península la atención de Rodrigo y el grueso del
ejército visigótico.
En la noche del 27 al 28 de abril de711, mientras el
monarca godo asediaba Pamplona, se iniciaba el
desembarco de los guerreros de Tariq en el promontorio de
Gibraltar. Las fuentes musulmanas cifran el contingente de
Tariq en 7000 hombres.
El ejército visigodo interrumpió la campaña vascona y
emprendió la marcha hacia el sur. Entretanto un refuerzo
de 5000 hombres enviado por Muza engrosaba las tropas
de Tariq.
Los dos ejércitos se encontraron a orillas del río Guadalete.
Según las fuentes musulmanas Rodrigo había confiado el
mando de las alas a los hijos de Witiza. Empeñado el
combate, los witizanos huyeron en desbandada. Toda la
hueste sufrió una derrota, en la que perdió la vida el propio
rey Rodrigo. Ocurrió esto en un día entre el 19 y 26 –quizá
el 23- del mes de julio de 711.
Los traidores witizanos vieron también desvanecerse sus
esperanzas de recuperar la corono visigótica. Los
musulmanes resolvieron disfrutar en provecho propio la
aplastante victoria, y los hijos de Witiza hubieron de
conformarse con recibir en vez de la corona, el dominio
sobre los tres mil fundos que constituían el antiguo
patrimonio real.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

LAS CAUSAS DE LA “PÉRDIDA DE HISPANIA”

El período final de la Hispania visigótica presenció el


desarrollo de instituciones de inequívoco signo prefeudal. El
protofeudalismo visigótico significó el incremento de las
clientelas nobiliarias. Esos clanes adoptaron actitudes
facciosas en su lucha por el poder y se enfrentaron
repetidamente con la realeza. Las alternativas entre
represión y amnistía imprimieron una tónica oscilante y a
menudo contradictoria a la política de la Monarquía
toledana.
La ley de Wamba sobre movilización militar refleja una
extendida decadencia del espíritu público. Las amnistías
tributarias denuncian la existencia de un pueblo llano sobre
el que recaía una carga fiscal que, en la segunda mitad del
s.VII, rebasaba ampliamente su capacidad económica real.
Endurecer a principios del s.VIII la legislación sobre siervos
fugitivos produce la impresión de que tales fugas habían
alcanzado proporciones antes desconocidas y alarmantes.
Algunos de estos factores merecen ser puestos de relieve:
el progresivo envilecimiento de la moneda, que acusan las
acuñaciones de esta época, el enrarecimiento del comercio
exterior. Las relaciones comerciales a través del
mediterráneo serían las más afectadas, como consecuencia
de la expansión islámica. La actitud de insolidaridad que se
advierte entre los judíos hispánicos y que se patentizó a la
hora de la conquista musulmana, fue otra causa de
deterioro de la situación hispánica.
La crisis eclesiástica afecto al clero y de modo especial al
episcopado. Es un hecho que la jerarquía visigoda del s.VII
seguía contando con figuras ilustres, y que los símbolos de
fe de los últimos concilios toledanos tuvieron un valor
teológico extraordinario.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

Es indudable que desde mediados de siglo los concilios se


vieron obligados a promulgar una copiosa legislación
disciplinar, destinada a contener o reprimir grandes abusos
cometidos por obispos y sacerdotes, mientras se difundían
actitudes episcopales poco congruentes con la naturaleza y
dignidad del cargo.
Este empobrecimiento del nivel moral y religioso del clero
fue también un factor que hubo de contribuir al proceso
general de decadencia.
El Reino visigodo hispano se hallaba a principios del s.VIII
en un estado agudo de debilidad interna, de resultas de un
largo proceso de deterioro. Esta crisis intestina facilitó el
hundimiento de la Monarquía visigoda ante el empuje
musulmán. Pero hay que reconocer que la invasión árabe
fue el factor capital en la desaparición del Reino de Toledo.

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

Bibliografía

De la Wikipedia

https://es.wikipedia.org/wiki/Hispania_romana

https://es.wikipedia.org/wiki/Hispania_visigoda
https://es.wikipedia.org/wiki/Pueblo_visigodo

https://es.wikipedia.org/wiki/Concilio_de_Zaragoza_(380)

https://es.wikipedia.org/wiki/Concilios_de_Toledo

https://es.wikipedia.org/wiki/Reino_visigodo_de_Toledo

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Paya Frank La Hispania Visigoda 409 - 711

Bibliografía consultada

• Díaz Villanueva, Fernando. Los godos y otros bárbaros


del norte

• Caerols, José Joaquín. El encuentro entre godos e


hispanorromanos (un análisis filológico), Roma, 2001,
pp. 199-238. Encuentro, 2002.

• Fontaine, J. Isidoro de Sevilla. Génesis y originalidad


de la cultura hispánica en tiempos de los visigodos,
Madrid.

• García Moreno, L. A. Historia de España Visigoda. Ed.


Cátedra, Madrid, 2008.

• González, A. y García Moreno, L. Los visigodos.


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• Livermore, Harold. Orígenes de España y Portugal.


Barcelona 1988.

• Orlandis, José. Historia del reino visigodo español,


Madrid, 2003.
• Sánchez Albornoz, Claudio. Estudios visigodos. Roma,
1971.
• Thompson, E. A. Los godos en España, Madrid, 1971

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