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El autor busca explicar porque la escuela se constituyó en la forma hegemónica de educar.

Utiliza la metáfora del camello en el


Corán para hacer notar que las particularidades de este proceso son difíciles de percibir por los sujetos ya que tienden a dar
por naturalizada su existencia. Así comenzará criticando a las interpretaciones que ubican el sentido escolar como algo
exterior a la escolarización, haciendo notar que el “texto escolar” resistió sucesivos cambios de contexto. Procederá entonces
a explicar por qué considera que la eficacia del sistema debe explicarse más por razones internas a ese que por externalidades.
La hipótesis que busca mantener enuncia que la constitución de la escuela en forma hegemónica se dio porque “esta supo
hacerse cargo de la definición moderna de la educación”. Para sostener su argumento enumerará una extensa lista de
características y continuará explicando el proceso histórico a través del cual se consolido dicha institución. A través de este
recorrido, su objetivo será mostrar como la escuela no resultó de una evolución natural de la educación, sino de una serie de
rupturas en su historia que la colocaron en un punto culmine de la educación propia de la modernidad. Los pilares de dicha
forma específica de educar deben buscarse según el autor en tres discursos nacidos del SXIX: el liberalismo, el positivismo y el
aula tradicional. Estos últimos abrían sentado las bases para caracterizar lo que se entenderá a partir de ese momento para
alumnos, docentes y saberes científicos. Por último, remarcará que en le SXX se estableció el reinado absoluto de la escuela
que, apoyada por l sociología de E. Durkheim se expandió por todo el mundo adquiriendo a su vez en dicho proceso su forma
más actual.
Entre los siglos XIX y XX asistimos a la expansión de la escuela como forma educativa hegemónica a nivel mundial. La
educación comenzó a ser obligatoria, llevando al boom en las matriculaciones.
En los análisis para explicar este fenómeno, se ha propuesto que la escuela es el resultado del desarrollo evolutivo, o en
algunos casos se ha buscado problematizar la cuestión. Para la mayoría de los autores la escuela es un epifenómeno de la
escritura, aunque también es “algo más”: genera ciudadanos y proletarios.
Y en este sentido la escuela es una conquista social pero también un aparato disciplinador, en donde las clases hegemónicas
inculcan su ideología. Pero cabe aclarar que el triunfo de la escuela está en la socialización de los conocimientos, la
alfabetización y la institucionalización educativa.
La mayoría de las lecturas sobre esta problemática ubica en el sentido de lo escolar fuera de la escuela. Por lo tanto, serían
fenómenos extra escolares (capitalismo, imperialismo, occidente, meritocracia, etc.) lo que explicaría el porqué de la escuela.
¿Pero cómo se explica que si bien estos contextos cambiaron el texto escolar resistió?
El problema es que, a los educadores modernos, les resulta difícil ver a la escuela como un ente no fundido en el pasaje
educativo, lo que demuestra que su construcción social es producto de la modernidad. El plus de significación tiene que ver
con la consolidación de la escuela como forma educativa hegemónica que fue capaz de hacerse cargo de la definición moderna
de la educación.

¿Qué es la escuela?
Piezas que se fueron ensamblando para generar la escuela:
1. Homología entre la escolarización y los procesos educativos. La escuela de formó mediante operaciones de
negociación y oposición con otras formas educativas presentes.
2. Matriz eclesiástica. La escuela hereda del monasterio su condición de espacio educativo total. Lo que sucede en las
aulas son experiencias educativas a las que son sometidos los alumnos sin posibilidad de escape.
3. Regulación artificial. Se reelabora el dispositivo de encierre institucional heredado del monasterio.
4. Uso específico del espacio y del tiempo. Se diferencia claramente entre los espacios de trabajo y de juego, el docente y
los alumnos, definiéndose ciertos momentos. De modo que se dosifica el tiempo, señalando ritmos y alternancias.
5. Pertenencia a un sistema mayor. Cada escuela es un nudo en la red del sistema educativo, en donde las regulaciones
de la escuela provienen de afuera (aunque en parte también desde dentro de la institución).
6. Fenómeno colectivo. Para construir el poder moderno se tuvo que construir saberes que permitieran coaccionar sobre
el colectivo, pero sin anular del todo la actuación sobre cada uno de los individuos en particular.
7. Constitución del campo pedagógico y su redacción a lo escolar. El “cómo enseñar” se vuelve objeto de una nueva
disciplina, la pedagogía. Entre los siglos XVIII y XIX, lo pedagógico se redujo exclusivamente a lo escolar.
8. Formación de un cuerpo de especialistas dotados de las tecnologías específicas. Este es el rol de los docentes, a los
cuales se les otorgó el monopolio de saberes específicos, permitiéndoles diferenciarse de otras figuras sociales. Estos
fueron moldeados en instituciones específicas fundadas dentro del propio sistema educativo.
9. El docente como ejemplo de conducta. El docente debe ser ejemplo, perdiendo su vida privada, quedando expuesta a
sanciones laborales. Se presentan también condiciones de trabajo precarias por lo cual se dio una vocación forzada
que condujo a la feminización de la profesión.
10. Especial definición de la infancia. En la modernidad la infancia comienza a ser caracterizada desde posturas negativas:
diferenciándola de la adultez por su incompletitud.
11. Establecimiento de una relación inmodificablemente asimétrica entre docentes y alumnos. El docente tiene el
conocimiento, el alumno no lo posee por lo cual en el proceso pedagógico jamás será visto como igual, será menor
siempre respecto del otro miembro de la díada.
12. Generación de dispositivos específicos de disciplinamiento. Construcción de dispositivos de producción de “cuerpos
dóciles”. La escuela obligatoria como un mecanismo de control social.
13. Currículo y prácticas universales y uniformantes. Esta uniformidad se basó en la constitución de un conjunto de
saberes considerados indisolubles, neutros y previos a cualquier aprendizaje: los saberes elementales (la lectura, la
escritura y el cálculo) y religión y/o ciudadanía.
14. Ordenamiento de los contenidos. La escuela recorta, selecciona y ordena lo que considera que debe impartir a sus
alumnos por medio de un proceso de elaboración y concreción del currículo.
15. Descontextualización del contenido académico y creación del contenido escolar. La escuela genera el currículo
descontextualizando los saberes de su universo de producción y aplicación. El saber escolar debe ser gradual, debe
poder adaptarse al alumno, ordenarse en unidades, etc. Esto está íntimamente vinculado al funcionamiento
disciplinal.
16. Creación de sistemas de acreditación, sanción y evaluación escolar. Se establece un nuevo tipo de capital cultural, el
institucionalizado. Se acredita el conocimiento por medio de un diploma o título que le permite al egresado el
funcionamiento en el mercado laboral. Es así como el capital cultural institucionalizado es monopolizado por el
sistema educativo, convirtiéndolo en un tamiz de clasificación social. Consecuentemente el examen se convierte en
una práctica continua e ineludible.
17. Generación de una oferta y demanda impresa específica. Los libros de texto se constituyeron como un género menor,
de poco reconocimiento social y simbólico, que responde a las reglas propias de la escuela.

La escolarización como empresa moderna


En vistas de todo lo anterior, es evidente que la escuela no se constituyó como un fenómeno de la evolución lógica y natural,
sino que se dio con rupturas y acomodamientos en el proceso.
Kant define a la educación entendiendo que el hombre sería la única criatura que debería ser educada mediante la disciplina y
la instrucción. Esto concibe al fenómeno como externo a la realidad dada y a la divinidad. En donde educar, para Kant, sería
desarrollar la perfección inherente a la naturaleza humana. Este planteo pone a la educación en el lugar de “piedra de toque
del desarrollo del ser humano”.
Siguiendo con esto Kant también propone una relación entre la instrucción y la disciplina. Es así como el hombre educado es
un hombre “cultivado pero disciplinado”. También reforzó una de las operaciones centrales de la educación moderna, que es
la constitución de la infancia como el sujeto de la educación. De esta manera se construyó el pensamiento educativo moderno,
y en base a tres discursos del siglo XIX:

 El liberalismo. Plantea la constitución de sujetos libres por medio de la educación como condición para existir en el
mercado, y también para la ciudadanía (y en el ejercicio de sus derechos). De este modo se configura la formación del
ciudadano como portador de derechos y obligaciones, en donde la educación pasa a ser un problema del Estado.
También aporta la comprensión de que la educación permitiría el ascenso social, generando una tensión constante
entre la desigualdad de oportunidades y el mérito para poder ascender socialmente.
 El positivismo. Aportó a la comprensión de la escuela como una institución superior de difusión de la “cultura válida”,
como instancia de disciplinamiento social que permitiera el desarrollo y el progreso ordenado de la humanidad. El
positivismo estableció la cientificidad como el único criterio de la validación pedagógica. Y, consecuentemente, la
pedagogía fue reducida a la psicología, y esta a su vez a la biología, lo cual conlleva a que desde el comienzo se podía
saber quiénes triunfarían o no desde el terreno educativo, y los menos afortunados serían organismos enfermos. Esta
corriente dio a la didáctica el llamado “detallismo metodológico”, un método que lograría alcanzar los resultados
pedagógicos esperados (la receta). Pero este currículum científico fue un fracaso, y paradójicamente dio lugar a la
repetición y no a la investigación de la ciencia.
 El aula tradicional. Esta ordenó las prácticas cotidianas. Otorgándosele al docente un lugar privilegiado en el proceso
de aprendizaje, dejando a los alumnos inmovilizados para lograr la máxima expansión de sus mentes.

El sistema educativo se basó en tres niveles (primario, medio, universitario), y se expandió por todo el mundo. A fines del siglo
XIX el proceso de aprendizaje quedó conformado por el triángulo: alumno (pasivo y vacío, se debe controlar su cuerpo y
formar su mente) – docente (fundido con su método) – saberes (científicos y nacionalizadores).
La validación académica y teórica de esto fue llevada a cabo en el siglo XX por Durkheim el cual limita la educación a la esfera
de lo social (“educación es la acción ejercida por las generaciones adultas sobre las que no están maduras para la vida social”).
También determina el lugar del educador y del educando (adultos e infantes respectivamente), reforzando la dupla represión
– liberación mediante la inscripción social de la educación. De este modo naturaliza a la escuela volviéndola heredera de la
evolución pedagógica previa, negando su historia plagada de rupturas y sobre todo poniéndola bajo el control estatal.

Para finalizar, la historia de la escuela triunfante del siglo XX seguiría con problemas cuando surge el debate entre la escuela
nueva y la escuela tradicional.

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