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Europa a mediados del siglo XIX?

La movilidad geográfica de las personas


ha sido una constante a través de la
historia europea. Desde mucho antes de
la emigración de masas, hombres y
mujeres se desplazaron durante siglos por
razones económicas, políticas o
religiosas.
Tradicionalmente, en las sociedades
agrícolas y pastoriles se producían
movimientos estacionales de mano de
obra, debido a los ciclos agrícolas y a la
trashumancia ligada a la ganadería.
Otras formas de movilidad en la sociedad preindustrial fueron las migraciones
del campo a las ciudades, los desplazamientos voluntarios o forzosos producidos
por las guerras y las rivalidades entre Estados, la expulsión de minorías
religiosas, el movimiento de artesanos especializados que ofrecían sus servicios
en distinas regiones.
La "Gran Emigración" o "Emigración de masas", que se inició a comienzos del
siglo XIX, fue en cierta medida una continuación de esta movilidad geográfica,
pero tuvo al mismo tiempo rasgos muy particulares, que la convirtieron en un
fenómeno diferente de la "emigración de oficio" característica del Antiguo
Régimen. Entre 1830 y 1930 más de cincuenta millones de europeos emigraron
hacia América. En parte conserva alguna de las características de los
movimientos migratorios preexistentes. Pero se distingue de ellos sobre todo por
tres factores: la masividad del fenómeno, el fuerte peso de la emigración
definitiva y la preeminencia de destinos mucho más lejanos, más allá de los
océanos.
En la primera mitad del siglo XIX las emigraciones de trabajo representan, a
causa de sus dimensiones y características, un fenómeno nuevo en la historia
europea. Este gigantesco movimiento de población se manifestó de diferentes
maneras, tanto de espacio como de tiempo. La cadencia y la intensidad de los
flujos inmigratorios cambiaban de país a país y de región a región, como
consecuencia de los diversos tiempos en los que obraron los principales factores
de naturaleza económica y demográfica.

Las Demográficas

¿Por qué millones de habitantes de


diversas naciones europeas se
vieron compelidos a abandonar sus
países de origen desde las primeras
décadas del siglo XIX, en una
dimensión que no tenía
precedentes?
Una primera razón fue el crecimiento
de la población. Durante siglos, las
altas tasas de natalidad habían sido
contrarrestadas por altas tasas de mortalidad, debidas a las hambrunas, a las
enfermedades endémicas y epidémicas -viruela, peste bubónica, tuberculosis- y
a las guerras. Los rendimientos de la agricultura fueron muy bajos hasta el siglo
XVIII, y ponían un primer límite al incremento demográfico.
Las tasas de mortalidad infantil eran muy altas, y las condiciones sanitarias
deficientes. Enfermedades que hoy son benignas eran mortales, y la tuberculosis
era una de las principales causas de muerte en la población joven. La mortalidad
se incrementaba en los períodos de malas cosechas, y sobre todo con las
epidemias.
A partir del siglo XVIII las condiciones demográficas europeas se fueron
modificando. Las mejoras en la agricultura permitieron disponer de mayores
recursos alimenticios, y las condiciones sanitarias mejoraron en la medida en
que se iban realizando progresos en la medicina. Todo ello contribuyó a que la
mortalidad fuera descendiendo, y como las tasas de natalidad siguieron siendo
altas, se produjo un crecimiento de la población sin precedentes.
Mientras que al comenzar el siglo XIX la población europea había alcanzado la
cifra de casi 200 millones de habitantes, para 1900 se había duplicado, de
acuerdo a las cifras que siguen.
Desde el punto de vista demográfico, la emigración fue una respuesta a la
presión generada por el crecimiento de la población, y sirvió como válvula de
escape.
No todos los países europeos ni todas las regiones dentro de ellos participaron
del fenómeno migratorio de la misma forma. No es posible establecer una
correlación mecánica entre crecimiento de la población y emigración: a la presión
demográfica se sumaban otros factores. Sin embargo, es evidente que la
emigración de masas fue posible en la medida en que la población europea
comenzó a crecer a un ritmo inusitado.

Las Condiciones Económicas

El siglo XIX fue para Europa un período de profundas transformaciones


económicas, marcado por el proceso de industrialización y sus consecuencias.
Desde los comienzos de la Revolución Industrial en Gran Bretaña a fines del
siglo XVIII, este fenómeno fue difundiéndose por el continente. La industria se
convirtió en la actividad económica más dinámica. Las viejas formas de
producción industrial fueron paulatinamente reemplazadas por el sistema de
fábrica. Tuvo lugar un acelerado proceso de urbanización, caracterizado por el
crecimiento y modernización de las ciudades y por el incremento
incrementándose la población urbana con relación a la población rural. Los
cambios también afectaron a la producción agrícola, que fue incrementando sus
rendimientos gracias al proceso de innovación tecnológica. Cambios en las
relaciones de producción y en los regímenes de propiedad llevaron a la
progresiva parcelación territorial y al cultivo de las tierras marginales. El fuerte
crecimiento de la población acentuó en muchas áreas la crisis alimenticia y la
escasez de tierras libres.
Las migraciones del campo a la ciudad contribuyeron a agravar la disminución
de los salarios y la desocupación del proletariado urbano.
En la medida en que el proceso de industrialización fue contemporáneo al
proceso migratorio, cabe preguntarse en qué medida fue una de sus causas.
Sin duda las nuevas condiciones económicas crearon un marco de posibilidades
para la emigración masiva. En primer lugar, la llamada "revolución de los
transportes", que tuvo lugar a partir de la década de 1820. Ella agilizó
notoriamente el transporte terrestre con la difusión del ferrocarril, acortando
distancias y permitiendo desplazamientos de más largo alcance. También hizo
posible, con la navegación a vapor, el abaratamiento de los viajes oceánicos y la
reducción de los tiempos de viaje.
Hacia fines del siglo XIX los pasajes marítimos eran relativamente accesibles, y
el tiempo de viaje entre los puertos europeos y el de Buenos Aires se había
acortado sensiblemente. En la década de año 1830 cruzar el Atlántico en barcos
a vela desde los puertos italianos de Génova o Livorno insumía no menos de
cincuenta días. Con la aparición de los barcos a vapor el tiempo del viaje se
redujo a menos de la mitad, es decir entre 18 y 24 días. Estas condiciones podían
modificarse a causa del mal tiempo o de desperfectos técnicos, lo cual alargaba
la duración del trayecto.
La conformación de un mercado mundial crecientemente integrado favoreció el
libre movimiento de las personas y el desplazamiento de trabajadores desde
zonas con exceso de mano de obra hacia las regiones en las que ésta
escaseaba. También facilitó el envío de remesas de parte de los emigrantes a
sus países de origen, ya que no existían restricciones para el giro de moneda
desde los países de destino. Las sumas de dinero que giraban los inmigrantes
en forma individual no eran elevadas, pero dada la gran cantidad de personas
que residían lejos de sus hogares, la suma total fue muy importante, y tuvo una
fuerte incidencia sobre la economía europea.
Las nuevas condiciones económicas también actuaron como factores de
expulsión. Por ejemplo, el desarrollo de determinadas regiones a expensas de
otras implicó el empobrecimiento de estas últimas. La difusión de procesos de
innovación tecnológica que arruinaban a actividades tradicionales, como el
artesanado, contribuyó sin duda a provocar movimientos de población. En
muchos casos los artesanos elegían la vía de la emigración como alternativa a
la proletarización, y buscaban ejercer sus oficios en los países de destino.
Aunque el aumento de la población llevaba consigo una creciente demanda de
bienes y una mayor producción, la expansión industrial no tenía la capacidad de
absorber la oferta de trabajo disponible. Los desplazamientos internos de la
población rural hacia las ciudades, y los transoceánicos hacia las ocasiones de
trabajo en el extranjero, representaron la respuesta natural a la "presión
demográfica diferencial" entre países europeos y americanos.
En algunas regiones de Europa, la conformación de mercados nacionales y la
unificación de tarifas externas, perjudicó a las regiones más atrasadas, como por
ejemplo el Sur de Italia.
Se ha tratado de establecer una correlación entre la emigración masiva y la crisis
agraria que vivió Europa entre mediados de la década de 1870 y mediados de la
de 1890, debida a la gran depresión de los precios de los cereales generada por
la competencia de los granos extranjeros. Ello habría generado la ruina de parte
del campesinado, que se habría visto obligado a emigrar. Pero todo ello varió
según países y regiones, y es difícil encontrar explicaciones generales
satisfactorias.
Algunas regiones de Italia, como la Liguria, tuvieron su apogeo emigratorio antes
de la "Gran Depresión", y otras, como Sicilia, lo comenzaron una vez finalizada
la crisis. Pero en el Veneto el flujo emigratorio estuvo estrechamente vinculado
a las fluctuaciones de la economía agraria. En lo que respecta a España, el auge
de la emigración ultramarina se produjo hacia mediados de los años noventa,
cuando Europa en su conjunto comenzaba a salir de la gran depresión.
Las condiciones económicas fueron sin duda factores determinantes de la
emigración, pero variaron de país en país y de región en región. En algunos
casos la crisis agraria fue el principal factor de expulsión. Pero en otros no fue
así: en el Norte de Italia la difusión del telar mecánico, que perjudicó a los
campesinos que efectuaban trabajo a domicilio con telares manuales, tuvo una
importancia similar a la caída de los precios agrícolas como motor de la
emigración ultramarina. En España fue clave la ruptura comercial con Francia a
comienzos de la década de 1890, ya que cerró un mercado al que se dirigía la
mayor parte de la producción agraria. También debe tenerse en cuenta que la
emigración puede ser inducida por catástrofes naturales, como las plagas
agrícolas, que afectan sólo a algunas regiones.
¿Fue la miseria generada por las nuevas condiciones económicas la principal
causa de la emigración? Más allá de casos aislados, no parece haber sido la
regla. La pobreza extrema era más un obstáculo que un motor de la emigración
transoceánica. En primer lugar porque los emigrantes debían hacer frente al
costo del pasaje, salvo en aquellos casos en que existieran pasajes subsidiados
(como en el caso de Brasil y de Argentina en algunos años). En segundo término,
porque para los sectores más carenciados resultaba difícil disponer de recursos
como para sobrevivir sin trabajar el tiempo del viaje y el que llevara la
incorporación al mercado laboral en el país de destino.
Generalmente no eran los más pobres los que emigraban. Encuestas realizadas
en el Sur de Italia a principios de este siglo revelan que muchos campesinos de
zonas deprimidas no emigraron a América por falta de dinero para poder hacerlo.
En los casos de España e Italia no se emigraba desde las zonas de latifundio,
donde se encuentra la mayor cantidad de jornaleros agrícolas, sino desde
aquellas de minifundio, cuyos habitantes, pequeños propietarios o arrendatarios,
se encontraban en una situación relativamente más holgadaEn realidad, quienes
emigraban lo hacían por diversas motivaciones, que no siempre eran
económicas

Las Condiciones Sociales y Politicas

El siglo XIX fue también un siglo de alta conflictividad social, y ella no fue ajena
al proceso migratorio.
Una vez más, la situación varió en términos regionales. Algunos autores trataron
de encontrar una correlación entre altos niveles de organización social -
sindicatos y partidos políticos fuertes- y bajas tasas de emigración. E
inversamente, entre bajos niveles de organización social y elevadas tasas de
emigración. Ello no es necesariamente así: podía darse que mientras los estratos
más sumergidos elegían la sindicalización o la lucha política, los arrendatarios y
pequeños propietarios podían optar por la emigración. No se trataría de altas y
bajas tasas de emigración, sino de diversos estratos sociales que emigraban.
Más allá de las variantes regionales, la emigración era una válvula de escape
para las sociedades con alta conflictividad. En realidad, la emigración política se
había iniciado con el exilio de liberales y republicanos, y se continuó más tarde
con el de socialistas, anarquistas y comunistas. En algunos casos, como el
italiano, las autoridades fomentaban la emigración de militantes radicalizados,
otorgándoles la libertad y un pasaporte "limpio" a cambio de que abandonaran el
territorio italiano.
A los emigrados por razones sociales o políticas, debemos agregar a los que se
expatriaban por razones religiosas. Entre ellos se incluyen tanto los miembros
de minorías que emigraban para realizar proyectos comunitarios en los países
de destino -por ejemplo los valdenses- como los grupos víctimas de
persecuciones en los países de origen, como los judíos o los armenios.
De entre la variedad de protagonistas y situaciones del movimiento migratorio,
es posible recortar dos figuras.
En primer lugar, la de aquellos afectados en su actividad por el cambio de las
condiciones económicas, demográficas y sociales (nacionales o continentales)
que hemos considerado previamente. Esta categoría abarca desde los artesanos
urbanos desplazados por la aparición del sistema de fábrica hasta los
agricultores perjudicados por una ampliación de mercados que favorece a ciertas
regiones y empobrece a otras. Ambos, artesanos y agricultores, buscan
revalorizar, a través de la emigración, sus profesiones. Intentan defender
actividades que no sólo les permitan subsistir, sino también mantener una forma
de sociabilidad y un tipo de estructura familiar.
Una segunda figura sería la de aquellas personas que buscan valorizar al
máximo, a través de estrategias de movilidad social, ciertas ventajas
comparativas que poseen, como un pequeño capital, un título, o simplemente un
conjunto de conocimientos empíricos. Los nuevos espacios que se abren en las
sociedades de ultramar aparecen ante ellos como muy adecuados para
favorecer su veloz ascenso social.

Las Estrategias de los Inmigrantes

Cuando hacemos referencia a las estrategias de los inmigrantes partimos de la


premisa de que no puede comprenderse cabalmente la acción social sin tener
en cuenta la función activa de los sujetos en el proceso de toma de decisiones.
Si bien existió, desde mediados del siglo XIX, un contexto internacional y
nacional que favoreció el proceso migratorio de masas, los inmigrantes no
respondieron mecánicamente a los estímulos externos. Tomaron la decisión de
expatriarse después de evaluar la información de que disponían, eligiendo
determinados destinos en vez de otros, y resolviendo cuáles miembros del grupo
familiar emigrarían y cuáles permanecerían en el país de origen.
Desde esta perspectiva, un primer tema a contemplar es el del acceso a la
información, es decir a través de qué vías los potenciales emigrantes obtenían
noticias de las posibilidades que ofrecían los posibles países de destino, y
opciones concretas a partir de las cuales concretar sus decisiones.
Parte de la información era proporcionada por agentes de los gobiernos, de las
compañías de colonización o de las compañías de navegación. Pero en su los
emigrantes obtenían la información clave y tomaban sus decisiones a través de
las relaciones personales que mantenían con parientes, amigos y vecinos. Estas
constituían las "redes sociales primarias" o de interacción "cara a cara", que no
sólo proporcionaban información sino también propuestas concretas y garantías
seguras para llevar a cabo el viaje y la primera instalación en el país de destino.
Los emigrantes, en busca de objetivos prácticos -como la elección de un destino
concreto y la obtención de trabajo y alojamiento- utilizaron.
sus propias redes, proporcionadas por el grupo de parientes o vecinos. El
sistema, que fue observado por los primeros estudiosos de la emigración, ha
recibido el nombre de "cadena migratoria".
La noción de "cadena migratoria" comenzó a ser utilizada en los medios
académicos desde la década de 1950, a partir de trabajos de historiadores
neocelandeses y australianos. Ha sido definida por J.S.y L.McDonald [1964]
como "el movimiento a través del cual los presuntos emigrantes se enteran de
las oportunidades, son provistos de transporte y obtienen su instalación inicial y
empleo, por medio de relaciones sociales primarias con inmigrantes anteriores".
El mecanismo así definido era contrapuesto a los movimientos basados en
sistemas impersonales de reclutamiento y asistencia a los inmigrantes. La
cadena servía en este contexto para explicar quién debía emigrar, adónde,
cómo, dónde se instalarían los emigrantes y qué ocupación desempeñarían.
El concepto de cadena migratoria fue reformulado más tarde por otros
estudiosos, pero más allá de las variantes, implica sobre todo la propuesta de
recuperar la experiencia vivida de los migrantes como sujetos sociales. Los
protagonistas son vistos ya no como masas inertes arrastradas por las
fluctuaciones del capitalismo (a través de la combinación de factores de atracción
y de expulsión), sino como sujetos activos capaces de formular estrategias de
supervivencia y readaptación en contextos de cambio macroestructurales.
Estrategias que aún con sus límites, aún con sus insuficiencias frente a las
políticas de otros actores sociales involucrados en el proceso migratorio deben
adquirir una función explicativa central a los efectos de obtener una imagen
menos unilateral y más compleja de los mecanismos migratorios. Esta línea
interpretativa ayuda sobre todo a comprender de una manera más realista las
estrategias individuales y grupales, colocando a los emigrantes en el centro de
la historia, aún con los límites y condicionamientos de la época.
La cadena se manifestaba a través del apoyo económico -normalmente bajo la
modalidad de adelanto de los gastos del viaje- y la intervención de parientes o
amigos ya emigrados. A través de estos canales garantizados el emigrante
conocía las oportunidades existentes en una localidad extranjera y se proveía de
los medios necesarios para afrontar su primer asentamiento.
La mayor parte de los emigrantes no utilizó los servicios ofrecidos por los estados
o los entes públicos, aunque es verdad que las políticas migratorias constituyen
un aspecto importante en todo este proceso y, en general, son la condición sine
qua non formal para que se puedan verificar y registrar los movimientos
migratorios.
Las cadenas de solidaridad y las relaciones de cooperación no operaban sólo en
sentido bipolar, de los pueblos de origen a un determinado lurgar de destino; era
más frecuente el caso de la multipolaridad de destinos, con varios casos siempre
"asistidos" por la cadena.
El tema de las estrategias no se agota en el estudio de las cadenas. Implica
también remarcar que la emigración era en la gran mayoría de los casos no tanto
el resultado de una decisión individual, sino que constituía parte de un proyecto
familiar, bien calibrado y que respondía a exigencias precisas. Las razones de la
emigración eran muy variadas. Podía tratarse de hacer frente a algún problema
concreto y coyuntural - pagar una deuda, la enfermedad de algún miembro de la
familia, una calamidad imprevista-, o de resolver situaciones características en
la estructura de la sociedad campesina, como los casamientos, las dotes, la
compra o el mantenimiento de la propiedad de la tierra.
https://www.argentina.gob.ar/interior/migraciones/museo/el-estado-y-la-
inmigracion/el-contexto-internacional

https://es.wikipedia.org/wiki/Siglo_XIX#:~:text=En%20Europa%20el%20siglo%2
0XIX,las%20ideas%20republicanas%20y%20liberales.

http://www.rinconcastellano.com/sigloxix/2mitsigloxix.html

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