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or qué venían los inmigrantes

¿Por qué millones de personas desde principios del siglo XIX emigraron masivamente, dejando
sus países de origen para establecerse en tierras lejanas?

¿Cómo se combinaron los factores estructurales es decir, las condiciones de los países de origen y de
destino con las estrategias de los propios migrantes, es decir cómo decidían emigrar en función de
sus proyectos, de la información de la cual disponían y de sus relaciones sociales primarias: amigos,
parientes, paisanos?. En primer término, las circunstancias internacionales durante ese período
hicieron posible la emigración de europeos hacia América. Los rasgos particulares que tuvo la "gran
emigración" fueron en cierta medida la continuación de una movilidad geográfica anterior, dentro de
Europa, pero que presentó características que la convirtieron en un fenómeno diferente, por la
masividad del fenómeno, y por la preeminencia de destinos más allá de los océanos.

A continuación, las condiciones en la Argentina a partir de 1880: la pacificación política, el


crecimiento de la economía, y las transformaciones de la estructura institucional del país impulsadas
por el gobierno de Roca. Por último, si bien existió, desde mediados del siglo XIX, un contexto
internacional y nacional que favoreció el proceso migratorio de masas, los inmigrantes no
respondieron mecánicamente a los estímulos externos; tomaron la decisión de expatriarse después de
evaluar la información de que disponían, eligiendo determinados destinos en vez de otros, y
resolviendo cuáles miembros del grupo familiar emigrarían y cuáles permanecerían en el país de
origen.

Desde esta perspectiva, fueron diversas las vías por las cuales los emigrantes potenciales obtenían
noticias de las posibilidades que ofrecían los eventuales países de destino, y opciones concretas a
partir de las cuales tomar sus decisiones. Por un lado, la información proporcionada por agentes del
gobierno, de las compañías de colonización o de las compañías de navegación, y de aquella que los
emigrantes obtenían a través de sus relaciones con parientes, amigos y vecinos. Por otro, de las
propias redes utilizadas por los migrantes en función de objetivos prácticos como la obtención de
trabajo y alojamiento.

Asimismo, las motivaciones que empujaron a abandonar la patria, incluso en el cuadro predominante
de la pobreza y de la ausencia de ofertas satisfactorias, podían ser varias: el deseo de mejorar las
propias experiencias profesionales; la búsqueda de ahorros para impedir la proletarización del grupo
familiar en el pueblo de origen; o el malestar por una marginalidad social o política sin perspectiva
de adecuadas salidas locales, en comparación con ocasiones más apetecibles en otros lugares y
demasiado a menudo largamente ensalzadas.

Cuales fueron los países desde los cuales partieron más emigrantes?

Ello fue variando con el tiempo. Durante la mayor parte del siglo XIX, los mayores contingentes de
emigrantes salieron de Europa Nord-occidental, con las Islas Británicas -incluyendo a Irlanda- a la
cabeza, seguida por Alemania (más correctamente los estados que constituirán en futuro imperio
alemán) y en tercer lugar por los países escandinavos.

Durante los primeros decenios del siglo XIX, la emigración del noroeste europeo se dirigió a
América del Norte, lo que ayudó a consolidar el origen anglosajón ya instalado en aquellas tierras
del nuevo mundo. Los flujos menos intensos, procedentes de España, Italia, Portugal y, en menor
medida, de Polonia y Rusia (que tomó importancia luego de que Estados Unidos cerrara la
inmigración a estos grupos en 1921) se concentraron en América Latina, manteniéndose una
característica diferenciación en la población de las dos áreas americanas.
Desde la segunda mitad del siglo XIX los principales países de emigración fueron los de Europa del
Sud - Italia y España- y de Europa centro-oriental, zonas que adquirieron una neta predominancia en
los movimientos transoceánicos, incluidos aquellos hacia Norteamérica.

Los países que, como los Estados Unidos, recibieron inmigrantes desde comienzos del siglo XIX,
fueron el destino privilegiado de la "vieja emigración" de Europa del Norte; aquellos que, como la
Argentina, abrieron más tardíamente las puertas a la inmigración, recibieron en cambio
mayoritariamente a europeos del Sud y del Este. Durante la primera fase, de la "old inmigration" , la
que se dirigió a Norteamérica y Australia, los factores de expulsión parecen predominar sobre los
factores de atracción, aún en su estrecha interdependencia recíproca. Los componentes cualitativos,
el papel de guía de los primeros inmigrantes, y las políticas gubernativas, ejercieron una función
determinante en la orientación de los flujos migratorios.

En la segunda mitad del siglo XIX maduran las condiciones para la entrada de otros países europeos
que hasta el momento habían permanecido al margen del fenómeno migratorio. La consolidación de
las economías americanas, en particular de la estadounidense, tras la guerra de secesión (1861-1865),
y la revolución en los transportes marítimos, favorecen un éxodo desde Europa de proporciones
gigantescas. La producción industrial del mundo aumenta siete veces en este período, permitiendo
una fuerte acumulación de capital y la progresiva conformación de un mercado mundial.

Los economistas del siglo XIX, a diferencia de los del siglo precedente, que consideraban
negativamente los procesos migratorios, los ven ahora de modo positivo, como instrumento para
descargar las poblaciones excedentes y las tensiones sociales en otros territorios, así como para crear
nuevos mercados. Se suelen considerar predominantes en esta fase los factores de atracción para la
formación de un verdadero mercado internacional del trabajo. También Argentina y el Brasil
adoptarán, a partir de los años ochenta, políticas gubernativas e incentivos dirigidos a atraer
trabajadores europeos para el desarrollo de sectores enteros de su economía. Durante los últimos
veinte años del siglo, los dos países latinoamericanos, logran absorber más de un quinto de toda la
corriente migratoria europea.

Parte del excedente de población emigró dentro de Europa: en algunos casos se trataba de
movimientos migratorios entre regiones de un mismo estado nacional, en otros de emigración hacia
otros países europeos. Francia, por ejemplo, fue un país desde el cual se emigró muy poco, ya que el
crecimiento de su población a lo largo del siglo XIX fue el más bajo de Europa. Fue en cambio un
país de inmigración.

El viaje de los emigrantes

Para los emigrantes el viaje comenzaba en el momento en que partían de su pueblo natal para
dirigirse a los puertos. La partida solía ser un acontecimiento colectivo, en el que eran protagonistas
grupos de parientes y paisanos que se dirigían al exterior de acuerdo a un itinerario prefijado.

Desde mediados del siglo XIX el medio de transporte hacia los puertos fue el ferrocarril, y los barcos
a vela fueron siendo reemplazados por los vapores.

El extraordinario impulso que la navegación transoceánica recibió durante toda la segunda mitad del
siglo XIX y hasta la Primera Guerra Mundial fue el vehículo, no sólo técnico - material sino también
económico de la gran emigración europea hacia el Nuevo Mundo. Los progresos en la navegación
contribuyeron a la integración del mercado mundial uniendo a mercados muy distantes entre sí,
alimentando el flujo creciente de personas y mercaderías a medida que decrecían los costos de
transporte. La revolución de los transportes marítimos provocó una reducción sostenida de los costos
de los pasajes: en 1885 el precio del pasaje entre Nueva York y Hamburgo era de 8 dólares, y esta
suma era a menudo inferior a la que debían pagar los emigrantes por el transporte a los puertos
atlánticos. Bajos costos y rapidez de los viajes transoceánicos permitieron ampliar el área de
reclutamiento de los emigrantes agregando a las tradicionales regiones de emigración Europa del
Norte, las zonas de Europa oriental y mediterránea. También hicieron posible, sobre todo a
comienzos de este siglo, una nueva forma de emigración, la emigración pendular o golondrina, una
emigración temporaria pero con destinos transoceánicos.

Los emigrantes se dirigían a los distintos puertos según la cercanía respecto a sus lugares de origen y
a las facilidades que las distintas compañías ofrecían. Partían mayoritariamente de Génova, Trieste,
Nápoles, El Havre, Burdeos, Hamburgo, puertos españoles. La emigración masiva fue un negocio
muy lucrativo para las compañías de navegación. Los armadores lograron obtener bajos costos de
transporte reduciendo la tripulación, sirviendo comida de escasa calidad, ofreciendo a los emigrantes
espacios reducidos y precarias condiciones de higiene a bordo. Los testimonios de los protagonistas
y de los médicos y funcionarios destinados al control sanitario ofrecen una imagen dramática del
viaje, acechado por enfermedades e incomodidades.

Las precarias condiciones de las naves llevaron a las autoridades de los diversos países a regular los
aspectos sanitarios del viaje, concentrando su atención en los requisitos que debían cumplir las
naves, para evitar la aparición y difusión de enfermedades infecciosas. La voluntad de los gobiernos
por garantizar buenas condiciones sanitarias contrastaba con los intereses de las compañías de
navegación. Para las compañías, el objetivo era el de embarcar el mayor número de pasajeros, sin
respetar las disposiciones legales. El viaje se transformaba para los emigrantes en una pesadilla de
gentío, de malos olores, de exceso de frío o de calor, según las estaciones, y más en general de
intolerable promiscuidad.

A medida que los gobiernos fueron regulando las condiciones del viaje, estas comenzaron a mejorar.
Parte de las características que describiremos en los párrafos que siguen corresponden al período
previo a la primera década del siglo XX, etapa en la que el viaje consistía en una experiencia de
rasgos fuertemente negativos. De todos modos, las condiciones variaban tambíen entre las distintas
compañías de navegación. Los buques que desembarcaban emigrantes en el puerto de Buenos Aires,
aparte de la tercera clase, disponían también de una confortable segunda -los inmigrantes eran
definidos por la ley argentina como aquellos que llegaban en segunda o tercera clase- y una lujosa
primera clase. En la tercera viajan la mayoría de los emigrantes; la segunda en cambio tiene
características menos definidas, emigrantes que han hecho fortuna y se pueden permitir un viaje más
cómodo, pequeños comerciantes, y el clero. En la primera están los ricos argentinos de regreso, y
luego franceses, españoles, brasileños. A éstos deben agregarse los médicos de a bordo, los oficiales,
los sacerdotes. Siguen el mismo itinerario pero constituyen trayectorias paralelas, divididas entre sí
por un abismo social. Durante el viaje, los pasajeros de primera y de segunda son preservados
rigurosamente de las incursiones de los de tercera, mientras que a ellos les está permitido, y con
poco riesgo, irrumpir en el otro territorio.

Las diferencias sociales se hacen evidentes desde el momento del embarque en los buques. Edmundo
De Amicis ha dejado un dramático testimonio de ello en su libro Sull'Oceano. Dice De Amicis: "El
contraste entre la elegancia de los pasajeros de primera clase, los guardapolvos, las sombrereras,
junto a un perrito, que atravesaban la multitud de miserables: rostros y ropas de todas partes de
Italia, robustos trabajadores de ojos tristes, viejos andrajosos y sucios, mujeres embarazadas,
muchachas alegres, muchachones achispados, villanos en mangas de camisa.(...) Como la mayor
parte habían pasado una o dos noches al aire libre, amontonados como perros en las calles de
Génova, no podían tenerse en pie, postrados por el sueño y el cansancio. Obreros, campesinos,
mujeres con niños de pecho, chicuelos que tenían todavía sobre el pecho, la chapa de metal del asilo
donde habían transcurrido su infancia, (...)sacos y valijas de todas clases en la mano o sobre la
cabeza; Fardos de mantas y colchones a la espalda y apretado entre los labios el billete con el
número de su litera(... Dos horas hacía que comenzara el embarque, y el inmenso buque siempre
inmóvil (... Pasaban los emigrantes delante de una mesilla, junto a la cual permanecía sentado el
sobrecargo, que reuniéndolos en grupos de seis, llamados ranchos, apuntaba sus nombres en una
hoja impresa (...) para que con ella en la mano, a las horas señaladas, fuera a buscar la comida a la
cocina.

EL NUEVO ROSTRO DE LA SOCIEDAD


Este impacto se reflejó en mayor o menor medida según la distribución geográfica en el país, las
áreas receptoras más importantes y aquellas que recibieron menor cantidad de inmigrantes. A partir
de ello se construyeron los distintos "tipos" que se originaron en la mezcla de tradiciones: el gaucho
judío, el tano, el gallego, los comerciantes "turcos", y su caracterización según las distintas formas
de actividades económicas a las que se sumaron los recién llegados, tanto en la ciudad como en el
campo.

Asimismo, simultáneamente a los procesos de integración, también se desarrollaron, por los propios
inmigrantes, mecanismos o instituciones como forma de solidaridad y resguardo de sus tradiciones:
las mutuales, las asociaciones por nacionalidad, los núcleos de ayuda mutua, los clubes sociales y
deportivos. Este fue un ámbito excepcional para la integración de las distintas colectividades
organizadas en el país.

En el caso específico de la inmigración radicada en las ciudades es importante destacar la influencia


de la misma en la arquitectura, la incorporación de nuevas formas de construcción.
El impacto de la inmigración se expresó en la movilidad social que se estableció y en la concreción
del "hacer la América"; la cultura del trabajo y el esfuerzo como un mecanismo que obtenía
resultados en la sociedad abierta que se encontraba.

Pero también existió un cierto malestar social, derivado en parte de estas mismas condiciones de
trabajo, que sumadas a las nuevas ideas que los inmigrantes traían de Europa posibilitaron el
surgimiento del movimiento obrero organizado, como así también el anarquismo, el socialismo, el
sindicalismo. Esta consecuencia "no deseada" puede ejemplificarse con los conflictos más relevantes
de la época (1880 - 1914) como la huelga de 1909, y las medidas que tomó el Estado: las leyes de
"Residencia" y de "Defensa Social", junto con los informes sobre la clase obrera argentina y los
proyectos de establecimiento de códigos de trabajo.

El otro aspecto relevante es la cuestión de la participación de los inmigrantes en la cosa pública, qué
tipo de incorporación planteaban las elites argentinas de los mismos y qué representaba su
"nacionalización" a través de su permanencia y descendencia.
La influencia de inmigrantes en la conformación de nuestra tradición artística, sus aportes en la
plástica y la música, constituye un importante ítem dentro del tema, como así también en el campo
científico y técnico.

La confluencia de tradiciones se expresa hoy en día en actividades que se convirtieron en


experiencias colectivas nacionales como por ejemplo el tango y el fútbol.

LA INMIGRACIÓN EN EL PROYECTO DE ORGANIZACIÓN NACIONAL

La Argentina fue uno de los países del Nuevo Mundo que más inmigrantes recibió en el período de
emigración de masas. Si bien en términos absolutos la cantidad de inmigrantes que se instalaron en
el país entre 1880 y 1930 fue inferior a la de los que se dirigieron a los Estados Unidos, la Argentina
fue el país que tuvo la mayor proporción de extranjeros con relación a su población total. De acuerdo
a los datos del censo de 1914, una tercera parte de los habitantes del país estaba compuesta por
extranjeros.

¿Por qué tantos inmigrantes decidieron instalarse en nuestro país? ¿Qué ofrecía la Argentina como
factores de atracción durante la época de las migraciones masivas?.

Hay que considerar que desde las últimas décadas del siglo pasado el país ingresó en una etapa de
expansión económica sin precedentes, acompañada por un proceso de pacificación política y de
consolidación de las instituciones.

Todo ello favoreció la llegada de inmigrantes, y convirtió a la Argentina en uno de los destinos
privilegiados.
La organización política e institucional y la modernización económica y social fueron los pilares en
los que se asentó el proceso de transformación. En este marco, la inmigración fue el resultado "de un
esfuerzo consciente de parte de las élites que dirigieron la organización del país para sustituir su
vieja estructura, heredada de la sociedad colonial, con una estructura social inspirada en los países
más avanzados de occidente" (G.Germani, 1965, p.180)
El propósito principal y explícito no era solamente el de "poblar el desierto", sino también el de
modificar sustancialmente la composición de su población, sumando a la población nativa la de
inmigrantes europeos, que debían transmitir sus valores al conjunto de los habitantes del país.

Estas ideas aparecieron ya explicitadas en la "Bases y puntos de partida para la Organización Política
de la República Argentina", de Juan Bautista Alberdi, cuya primera edición fue publicada en mayo
de 1852, a pocos meses de la derrota de Rosas en Caseros. Alberdi veía a la inmigración como "un
medio de progreso y de cultura para América del Sur" (Bases, ed.Jackson, 1953, p.77).

Para Alberdi, la Argentina debía recibir, a través de los inmigrantes, "el espíritu vivificante de la
civilización europea". (Bases, p.77). Ellos introducirían hábitos de orden y de buena educación,
hábitos de industria y de laboriosidad, y los transmitirían al conjunto de la población del país.
Alberdi veía en la inmigración una de las claves para el desarrollo de la Argentina, ya que los
habitantes de los países más industrializados, es decir los de Europa del Norte, al radicarse en
nuestro país harían posible que éste se transformara y se convirtiera en una nación avanzada. Alberdi
creía en lo que él designaba como "la educación de las cosas", que consistía en educar con el
ejemplo y con la enseñanza de habilidades concretas, más que con la enseñanza humanística y
formal.

Para fomentar la inmigración, Alberdi proponía una serie de medidas concretas. Por un parte, firmar
tratados con países extranjeros que garantizaran los derechos de propiedad, de libertad civil, de
seguridad, de adquisición y de tránsito. Veía a los tratados de amistad y comercio como "el medio
honorable de colocar la civilización sudamericana bajo el protectorado de la civilización del mundo"
(Bases, p.80). En segundo término, el gobierno debería fomentar la inmigración espontánea,
otorgando a los inmigrantes "franquicias que les haganO Occi olvidar su condicíon de extranjeros"
(p.82), siguiendo el modelo de los Estados Unidos. En tercer lugar, sostenía que la tolerancia
religiosa era un elemento clave: y presentaba para América española un "dilema fatal: o católica
exclusivamente y despoblada; o poblada y próspera, y tolerante en materia de religión" (p.83).
Excluir a los no católicos, principalmente los protestantes, era para Alberdi excluir a los pobladores
que más necesita este continente.

La atracción de inmigrantes y su distribución a lo largo de todo el territorio nacional sólo serían


posibles contando con un adecuado sistema de transportes. El ferrocarril, la libre navegación de los
ríos y la supresión de las aduanas interiores eran vistos por Alberdi como condiciones para que la
acción civilizadora de Europa penetrara en el interior de nuestro continente (pp.86-97).

Sostenía también que la legislación civil y comercial debía facilitar la radicación de extranjeros, para
lo cual era necesaria una reforma de las leyes para adecuarlas a la nueva constitución.

Las "Bases" fue uno de los textos en los que se inspiró la Constitución de 1853, que en su artículo 25
establece que "El gobierno Federal fomentará la inmigración europea y no podrá restringir, limitar ni
gravar con impuesto alguno la entrada en el territorio argentino de los extranjeros que traigan por
objeto labrar la tierra, mejorar las industrias e introducir y enseñar las ciencias y las artes". Otros
artículos garantizan los derechos civiles de todos los habitantes de la Confederación (art.14), el
derecho de propiedad (art.17), la seguridad jurídica (art.18). El artículo 20 establece que "Los
extranjeros gozan en el territorio de la Confederación de todos los derechos civiles del ciudadano;
pueden ejercer su industria, comercio y profesión; poseer bienes raíces, comprarlos y enajenarlos;
navegar los ríos y costas; ejercer libremente su culto; testar y casarse conforme a las leyes. No están
obligados a admitir la ciudadanía, ni a pagar contribuciones forzosas extraordinarias."
Si bien tanto el gobierno de la Confederación como el de la Provincia de Buenos Aires tomaron
diversas medidas para fomentar la inmigración, recién en 1876, durante la presidencia de
Avellaneda, se promulgó la ley nº 817, de "inmigración y colonización", sancionada el 19 de octubre
de dicho año.

LA EXPANSIÓN ECONÓMICA

Desde mediados del siglo XIX hasta la Primera Guerra Mundial la economía argentina creció en
forma sostenida, a un ritmo que se aceleró a partir de la década de 1880.

El período 1880-1914 fue la etapa de mayor crecimiento económico del país. "Las tendencias que ya
se visualizaban con anterioridad a 1880 terminaron por generar un crecimiento irregular pero
vigoroso, orientado hacia las exportaciones, de un dinamismo inusual aún en aquellos años en los
que muchas de las regiones periféricas del mundo asistían a procesos en los que las exportaciones
constituían el motor del crecimiento. Ya sea que se compare el crecimiento experimentado por
Argentina con su propia evolución anterior o posterior, o con lo que estaba sucediendo en el resto del
mundo durante el período 1880-1913, puede calificárselo, sin lugar a dudas, de extraordinario" (Díaz
Alejandro, 1980, p.370). Entre 1880 y 1913 el producto bruto per cápita se más que duplicó. La
población total se cuadruplicó, elevándose de menos de dos millones de habitantes a comienzos de la
década de 1870 a más de ocho millones en 1914. Las tasas de crecimiento anual entre 1880 y 1914
fueron del 3.4% para la población y de entre 2 y 2.5 para el PBI.

La base de este crecimiento estuvo constituida por una serie de factores, entre los que se destacan la
expansión acelerada de la producción agropecuaria, el crecimiento de las exportaciones, la
modernización del sistema de transportes -en particular gracias a la construcción de los ferrocarriles
y el crecimiento de la población. Estos cambios afectaron la configuración del espacio y se
tradujeron en la formación de un mercado nacional, y en el desarrollo de una incipiente industria
vinculada a la ganadería y al agro.

Al mismo tiempo, la Argentina se fue incorporando a un mercado mundial crecientemente integrado


como país exportador de productos agropecuarios.

Desde la década de 1820 tuvo lugar un primer proceso de modernización y diversificación de la


producción agropecuaria, gracias a la introducción y difusión de la cría del ovino, proceso que se
aceleró desde la década de 1840. Para 1851 la lana constituía más del 10% de las exportaciones
totales del país, y el stock de ovejas alcanzaba a 14 millones de cabezas (hacia 1810 el número de
ovejas era de entre 2 y 3 millones). La expansión del ovino continuó en la década de 1860,
produciéndose una verdadera "fiebre del lanar". Para 1865 la lana se había convertido en el principal
producto de exportación de la Provincia de Buenos Aires y también del país. En los años setenta el
sector siguió en crecimiento, aunque expuesto a los altibajos que derivaban tanto de las condiciones
del mercado internacional como de los problemas locales que afectaban a la cría y a la exportación
(H.Sábato, 1989, 42-43).

Hasta fin de siglo la lana siguió siendo el principal producto de exportación del país, pero la cría de
ovinos fue declinando paulatinamente desde la década de 1880. Al mismo tiempo, las variedades
destinadas a la producción de lana -como el merino- se fueron desplazando desde la provincia de
Buenos Aires hacia el sur, reemplazadas por nuevas razas, que servían también para el
abastecimiento de carne a la naciente industria frigorífica.

Pero además, para fines de la década de 1880 ya estaba madurando otro proceso, que cambió
radicalmente el uso del suelo en la pampa húmeda. El vacuno, destinado a los frigoríficos, fue
reemplazando al ovino. Al mismo tiempo, se produjo una fuerte expansión de la agricultura, gracias
a la incorporación de nuevas tierras

"Hacia mediados los años 1876-79, la superficie que estaba en explotación en la zona pampeana
argentina alcanzaba a 54,6 millones de hectáreas. Entre esos años y el final de la década de 1880, esa
superficie llegaba a 83,8 millones de hectáreas. En una década se habían agregado unos 30 millones
de hectáreas, alcanzando la superficie explotable en la Pampa Húmeda sus dimensiones actuales. (...)
" (R. Cortés Conde, 1980, p.377). En los años ochenta la incorporación de tierras se debió sobre todo
a la campaña del desierto.

El crecimiento de la oferta de tierras permitió en primer lugar una gran expansión de la ganadería
vacuna, sobre todo en la provincia de Buenos Aires. A partir de la extensión del ferrocarril, comenzó
la expansión de la agricultura, que se aceleró en la década de 1890. En una primera etapa la
provincia de Santa Fe lideró este proceso, seguida por la de Buenos Aires, pero hacia 1914 la
producción cerealera de Buenos Aires superaba ampliamente a la de Santa Fe.

El aumento de la producción agrícola, especialmente en el caso del trigo, se tradujo en un fuerte


incremento de las exportaciones, que pasaron de 328.000 toneladas en 1890 a 1.900.000 en 1900.
También fueron incrementándose las exportaciones de carne congelada, gracias a la expansión de la
actividad frigorífica y a la mestización del ganado.

Si bien la primera línea ferroviaria comenzó a construirse en 1857, el aumento de las millas
construidas fue lento hasta la década de 1880. En 1880 la longitud total de las líneas ferroviarias era
de 1563 millas. Para 1890 de casi 6000, y para 1914 de más de 21.000. Las etapas de mayor
expansión fueron los años ochenta y la década previa a la primera guerra mundial. Para entonces
todas las líneas troncales estaban trazadas, y de allí en más el crecimiento fue muy lento.

La construcción de los ferrocarriles fue un elemento clave en la consolidación de la actividad


agroexportadora, ya que posibilitó la colonización y explotación comercial de la pampa. El
desarrollo agrícola no hubiera sido posible sin ferrocarril, ya que no existían vías alternativas que
permitieran el transporte desde las zonas de producción.

http://www.ub.edu/geocrit/sn-94-31.htm

Scripta Nova. 
 Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. 
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9788]  
Nº 94 (31), 1 de agosto de 2001

MIGRACIÓN Y CAMBIO SOCIAL

Número extraordinario dedicado al III Coloquio Internacional de Geocrítica


(Actas del Coloquio)

LOS MIGRANTES Y LA DISCRIMINACIÓN EN ARGENTINA

José Sáez Capel 


Facultad de Derecho y Ciencias Sociales 
Universidad de Buenos Aires

Los inmigrantes y la discriminación en Argentina (Resumen)


Se analizan desde sus orígenes las migraciones hacia la Argentina, en especial
la italiana y española. Se trata la discriminación de los inmigrantes, en parte
tratando de cuestionar el mito del crisol de razas. Por la extensión refiere sólo
a esos dos grandes grupos europeos venidos a la Argentina y a los modernos
migrantes de países vecinos, mientras los argentinos hoy lo hacen hacia
Europa y EEUU, en busca de mejor destino. Se tratan las motivaciones de
aquellos, organizaciones, problemas políticos y económicos en los países de
origen y de acogida. Para concluir la comunicación con los migrantes
modernos, su problemática y posibles soluciones.

Palabras clave: migración/ migrantes italianos y españoles en Argentina/


migrantes modernos/ migrantes de países vecinos.

The migrants and the discrimination in Argentina (Abstract)

The migrations to Argentina, specially the italian and spanish migrations are
analyzed from the very beginning. The discrimination of migrants is
discussed, up to some extent, wrecking the myth of the race heterogeneity.
Considering the extension only these two large European groups are referred
to who came to Argentina, and to the modern migrants of the neighboring
countries, while today, the Argentines migrate to Europe and the USA for a
better fate. Further consideration is give to the organizations, political and
economic problems in the countries of origin and of destination, concluding
with the modern migrants their problems and possible solution.

Key words: migrations/ italian and spanish migrants in Argentine/ modern


migrants/ migrants of the neighborig countries.

Cuando la Argentina comenzó su formidable expansión de 1880 en adelante,


conectada comercialmente al Imperio Británico, con un ejercito de tipo
prusiano, una cultura francesa y una mezcla única en el planeta de españoles e
italianos, se había propuesto ser la Europa en América. Pasado casi un siglo y
cuarto, han cambiado los sujetos del poder y el contenido de los discursos,
empero quien antaño pagó el precio para esa ocupación territorial, los
inmigrantes, no lo han hecho todavía hoy con su identidad nacional moderna y
el discurso del poder, pretende seguir siendo el mismo.

El mundo ha cambiado merced a la globalización con un sistema que, al decir


de Ahmed Ben Bella, "enloqueció a las vacas y ahora enloquece a la
gente" (1) y esa Europa de la generación de 1880 es un sueño que se
desmorona, como acertadamente refiere un sabio amigo, cuando ve a los
negros en alguna de sus ciudades, vendiendo cosas expuestas sobre grandes
manteles prestos a ser envueltos al primer asomo de presencia policial;
pensando con profunda satisfacción, que antes de que termine el siglo XXI
Europa será mestiza y gracias a Dios, se habrán acabado para siempre las
pretensiones de raza superior que vienen desde la Edad Media(2).

No sólo él lo cree, pues en febrero del pasado año, se presentó un informe en


la Academia dei Lincei, de Roma, que llevaba por título uno por demás
elíptico ¿Es imaginable una Europa sin italianos? El documento, realizado
por la Universidad de Nápoles, sostenía que la posibilidad es completamente
cierta si se mantiene la actual tasa de nacimientos. Concretamente los
italianos puros podrían extinguirse en 2250, dato que de alguna forma ha sido
confirmado por la ONU, pues Italia junto con Japón son los dos países con la
población más anciana del mundo.

El referido proceso de envejecimiento complica a toda Europa, donde la


población mayor de sesenta años llega hoy al 21 por ciento. Parece mucho y
lo es, pero para la ONU ese porcentaje podría aumentar al 34 por ciento en el
2050 cuando se prevé que el mundo llegará a doce mil millones de habitantes,
número que complica todavía más las cosas.

El único que parece darse cuenta es el Papa Juan Pablo, pero no así alguno de
sus obispos que aconseja que no lleguen musulmanes a Europa, como si desde
el siglo VIII, en mayor o menor medida, no estuvieran allí.

Conocida es la tesis de Hegel en El espíritu Universal, donde se dice europeo,


esto es germánico y cristiano; en su discurso no había lugar para los españoles
pues entonces Europa terminaba en los Pirineos. Aquella era la España
católica que tenía sus raíces en el islamismo y en el judaísmo, por lo que no
pudo para colonizar América, y demos gracias ante ello, ser portadora de ese
espíritu del que nos habla el filósofo de Jena, y tampoco se hubieran podido
tomar en serio, con esta tesis, las culturas precolombinas de mayas, aztecas e
incas.

Ortega lo comprendió muy bien en 1928 cuando con mordacidad, en Hegel y


América, llamó la atención del abismo que se abre desde aquella crítica
europea y la de los ideólogos de la identidad argentina del siglo XIX con sus
tópicos eurocentristas. Es que Argentina tiene una historia bastante
fraccionada y con frecuencia ha padecido de pérdida de la memoria.

Perderla en el tema de la inmigración puede hacernos olvidar que nuestros


abuelos y bisabuelos también lo fueron, que llegaron traídos al país por un
programa de traslado masivo de población en un momento en que el Reino
Unido invertía en el Cono Sur de América, ya que en su propio país no
alcanzaba precios competitivos. Aquí se necesitaba mano de obra en tanto que
nuestros abuelos y bisabuelos sobraban en los países del sur de Europa,
porque estaban atrasados en el proceso industrial de acumulación de capitales
y no por que tuvieran ganas de hacer turismo. Trataban de huir de un
continente devastado por situaciones y guerras que no les ofrecía salida,
cuestiones estas complejas que encierran decenas de motivos que van desde lo
cultural hacia lo imaginario.

Por eso, perder la memoria histórica puede hacernos olvidar que esa
inmigración fue precedida por un racismo desprestigiante donde se idealizó lo
europeo pero antes se desprestigió nuestra propia población mestiza.
El Martín Fierro poema de José Hernández, es el reflejo de una realidad
social. Los cientistas de la época con Domingo Faustino Sarmiento y Carlos
Octavio Bunge a la cabeza, sostenían que había que mejorar la raza, porque
nuestra población era producto de un cruce negativo, de una raza paleolítica
con otra que no había superado la Edad Media.

Así llegaron nuestros ancestros, hombres de carne y hueso, que reclamaban


jornadas de trabajo de ocho horas en vez de las diez o doce de aquel entonces
y el descanso dominical; es decir, todas leyes que luego de casi un siglo, por
voluntad de esa entelequia que es el mercado, tiende hoy a desaparecer. Ellos
trajeron el sindicalismo, el socialismo, el anarquismo y, luego, en un segundo
momento nuestro discurso racista vernáculo estigmatizó al inmigrante.

Corresponde no dejar de señalar que esta América morena que le reza a Dios
en luso y español, es la más increíble síntesis de un proceso sincrético de
culturas marginadas y subordinadas, la interacción de prácticamente toda la
marginación planetaria. Así fueron subordinados y marginados los indios y los
propios colonizadores que en general provenían del sur de la península,
muchos de ellos árabes convertidos a garrotazos. Como lo fueron los judíos
que lograron pasar a través de Portugal para llegar aquí y que tenían que
ocultar su condición de cristianos nuevos; también se marginó a los negros del
Golfo de Guinea traídos como esclavos, ocurrió lo propio con los chinos a
quienes trajeron por el Pacífico cuando se acabaron los negros esclavizados;
por último fueron marginados nuestros abuelos y bisabuelos a los que
expulsaron de Europa, porque el sistema productivo no tenía donde meterlos.

Por eso la latinoamericana es una subcultura europea de marginados y


olvidarlo, es negar nuestra esencia regional. Con esta introducción y con la
esperanza de poder obtener enseñanzas para el futuro cercano doy comienzo
al análisis, de las dos grandes corrientes migratorias de las que
mayoritariamente descienden los argentinos y a las que tanto debemos.

La inmigración italiana

Respecto de la presencia italiana en Argentina, existe numeroso material de


estudio proveniente de autores que han realizado serias e importantes
investigaciones (3), en tanto otros han encaminado su tarea a temas
específicos (4) o a aspectos parciales sobre una problemática histórica que
tiene múltiples facetas, reunido desde la época colonial hasta llegar a la
actualidad que han sido publicados merced al esfuerzo individual o de
fundaciones, a veces con el apoyo del gobierno de Italia, otras por el Centro
de Estudios Migratorios Latinoamericanos, sin dejar de destacar los
importantes aportes a la materia efectuados por la Asociación Dante
Alighieri (5).

Los orígenes.

Probablemente los genoveses fueron los primeros italianos asentados en


Buenos Aires; si nos remontamos a 1810 había 42 de ellos en la ciudad, años
después con motivo de las sangrientas revueltas de 1820 y 1821 ya
incorporada Génova al Reino de Cerdeña, se asilaron muchos en las
Provincias Unidas del Río de la Plata, más precisamente en la Boca del
Riachuelo por entonces puerto de ultramar, donde constituyeron una
población exclusivamente de ligures. Refiere Nícolo Cúneo, que en 1838
cerca de ocho mil poblaban sus costas, tres mil de los cuales se dedicaban a la
navegación.

En esa época el puerto de Buenos Aires estaba bloqueado por la flota francesa,
obligando a los genoveses de la Boca para eludirlo, a ondear en sus mástiles el
pabellón de la Casa de Saboya, lo que al Gobernador de Buenos Aires y
Representante de las Relaciones Exteriores de la Confederación, D. Juan
Manuel de Rosas, le resultaba de gran utilidad (6).

De esta forma los genoveses convirtieron al hoy pintoresco barrio de La Boca,


en un pequeño puerto italiano, con sus típicas casas de madera y chapa
multicolores, absorbiendo con sus goletas, tartanes y otros navíos, la casi
totalidad del comercio internacional de nuestro país, llegando con sus
embarcaciones hasta los EEUU, las Antillas y Brasil. Eso provocó la aparición
de gran cantidad de astilleros, armadores y almacenes navales, que en 1864
producen la botadura del primer vapor a ruedas, el "Félix Colón", que
adquirido por el Gobierno participó en la Guerra de la Triple Alianza con el
nombre de "Itapurú"

La política matrimonial reflejaba la posición alcanzada por estos italianos;


cuando Justo José de Urquiza, primer Presidente de la Confederación con
Capital en Paraná decidió casarse, lo hizo con la hija de un genovés que era su
proveedor de pertrechos y esto en modo alguno fue considerado
una mésalliance. (7)

La posición de esta temprana elite italiana había adquirido una dimensión


política explícita, el surgimiento del movimiento nacional - liberal en la
península y del liberalismo político en la Argentina, pusieron sobre el tapete
afinidades ideológicas entre aquellos, vehementes nacionalistas liberales y
anticlericales, sólo superficialmente reconciliados con la monarquía de
Saboya y la nueva conducción política del Río de la Plata, que también
emparentó por matrimonio a Bartolomé Mitre, Presidente de la Argentina
unificada (1862), con Giancinto Caprile, cuyo patrimonio ascendía a un
millón de pesos papel (unas 15.000 libras) y no necesariamente el más
opulento de la colectividad, pero integró a su seno familiar a familias como
los Drago y a los Asteso.

Este grupo logró durante décadas mantener el liderazgo indiscutido de la vasta


colectividad, gracias a su superioridad económica y a los vínculos políticos
establecidos, tanto allí como aquí. Pero las cosas cambiaron tanto por la
movilidad ascendente de la clase media como por el desasosiego de las clases
populares, detrás de las cuales asomaban las nuevas masas inmigratorias.

Por otra parte, la elite porteña había sufridos cambios importantes merced a la
conquista del desierto, hasta los años 1880 en poder del indio, haciendo
fortuna los terratenientes —medida ésta con parámetros mundiales— que les
permitía aún a los menos opulentos mantener una vida ociosa y
ampulosamente cosmopolita.

Para ese entonces la economía de Argentina había caído bajo la influencia de


compañías comerciales y de transporte con base en la Gran Bretaña, cuyo
poder económico superaba al de estos italianos de los albores de la
nacionalidad. Como refiere Halperín Donghi (8) todo esto vino a agravar el
deterioro de la posición de los italianos, no sólo porque una ola tras otra
incesante ola de nuevos inmigrantes configurara su nueva imagen, como los
más pobres de los más pobres, y además la elite italiana no pudo capear la
transición con éxito como algunos irlandeses o vascos que habían adquirido
extensas bases territoriales; pues la posterior expansión argentina fue
moldeada por los ferrocarriles de origen inglés, pasando aquellos nuevos
inmigrantes al papel de irritantes advenedizos, la vanguardia de un acceso
silencioso, un asedio simplemente por el número de plebeyos invasores de
ultramar.

Causas de esta nueva inmigración

Este fenómeno se dio, porque en el lapso comprendido entre 1876 y 1976,


hubo un desplazamiento humano increíble, emigrando desde Italia
aproximadamente 25 millones de personas, parte de las cuales se radicaron en
nuestro país. De esta forma una nación que empezaba a crecer, fue permeable
a ellas, asimilándolas de forma tal que produjo un gran entrecruzamiento de
razas, lo que en parte la convirtió en una sociedad abierta de gran movilidad
social.
Ello ha hecho risueñamente sostener que "los argentinos somos italianos, que
hablamos en español y pretendemos comportarnos como ingleses, pero que a
diferencia de otros pueblos de la América morena "descendemos de los
barcos". Lo cual en parte no deja de ser cierto, si tomamos en cuenta que en el
Censo Nacional de 1914, el 49 por ciento de la población de la hoy Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, era extranjera.

En el periodo 1871-1900 llegaron a la Argentina 2.700.000 inmigrantes, de los


cuales se radicaron 1.700.000, pues muchos de ellos eran los
denominadosgolondrinas, que luego de levantar las cosechas, regresaban a sus
lugares de origen, convertidos en obreros temporarios. En el periodo 1900-
1914 llegaron otros 3.100.000, de los que se radicaron, por la misma causa,
sólo la mitad.

En el referido Censo la población de la República era de 7.900.000 habitantes,


de los cuales el 43 por ciento eran extranjeros, de ellos el 50,1 por ciento
italianos, el 20,2 por ciento españoles, el 9,6 por ciento franceses y el 3,2
ingleses. En el cuadro nro. 1 se puede ver la cantidad de italianos residentes en
la Capital de Argentina y distintas provincias, en 1914 como así el porcentaje
de estos sobre la población total de la República y el porcentaje de
inmigrantes sobre la misma. 
  
 

Cuadro 1. 
Distribución de italianos en el censo de 1914.
Lugar Cantidad de italianos % de inmigrantes  % de italianos 
s/ población total s/ población total
Capital Federal 320.000 49 19,8
Buenos Aires 285.000 34 13,8
Santa Fe 164.000 35 18,3
Córdoba 83.000 20 11,3
Mendoza 28.600 32 10,3
        Fuente: Elaboración propia, tomando como base el Censo Nacional de 1914.

Estas grandes migraciones tuvieron su origen remoto en el difícil tránsito


del Setteceto a la primera mitad del siglo XIX, en que la economía itálica
hubo de adecuarse a los ritmos de la revolución industrial inglesa y las
nacientes relaciones capitalistas europeas impuestas a los procesos de
modernización, lógica consecuencia de su sector agrícola y respuesta a una
gran presión demográfica. En tanto que otros fueron los factores que
incidieron sobre esa inmigración entre mediados de aquel siglo y la Segunda
Guerra Mundial. Por último, otra nueva ola desde finales de esa guerra y
1965, en que las cifras de italianos descienden bruscamente en Argentina.
Los italianos estaban dispuestos a expatriarse por años, pero también a volver
desde la otra costa, cubriendo no sólo la colonización de Argentina, sino
además las demandas de trabajo en Europa del Este, Norteamérica, Australia,
Norte de África y la construcción del Canal de Suez, por lo que el éxodo
nunca decreció.

A ello hay que agregar el papel subordinado de la agricultura peninsular a su


desarrollo industrial (precios relativos, flujos financieros, compensación de su
balanza de pagos, etc.) y el conjunto de modelo de desarrollo que marcó su
crisis agraria de 1880, la expulsión de masas, aunado a las decisiones
librecambistas luego de 1860, lo que debilitó su atrasado sector textil
manufacturero preindustrial. Además la calidad sub-remunerada de esta mano
de obra, permitió llenar nichos vacíos de la economía argentina,
caracterizándose en muchos casos por hacer frente a desarrollos marginales
singularizados por una decreciente economicidad y por qué no, por el propio
rechazo de la clase trabajadora nacional a adaptarse, sobre todo en el último
ciclo inmigratorio, a condiciones laborales muchas veces penosas o riesgosas.

También fuentes criminológicas de fines del siglo XIX ponen en evidencia el


mecanismo global de expulsión de ciertas fuerzas marginales y el rol que
jugaron las autoridades encargadas de tutelar el orden público. A estos se los
calificaba de "subversivos", denominación genérica que era aplicada en la
práctica a todos aquellos considerados "socialmente peligrosos".
Constituyendo esta categoría los anarquistas, socialistas, republicanos,
verdaderos emigrantes politizados, obreros y campesinos que por haberse
puesto en evidencia en conflictos laborales y en agitaciones callejera o por
profesar otra ideología que la dominante, eran así calificados y tratados como
tales. Refiere María Rosaria Ostuni (9), que tanto unos como otros fueron
objeto de continua atención por parte de la policía e incitados, de diversas
manera a alejarse de su país.

Tampoco son ajenas a este fenómeno migratorio las penurias en el campo por
la falta de moneda, a punto que con la ganancia de los emigrados se pagaban
los arriendos agrícolas, tal como ocurría en Irlanda o los impuestos
territoriales como en Alemania (10). Algo semejante acontece hoy día en que
la inmigración incide en la economía de varios países de Asia, donde el dinero
enviado por los trabajadores desde el exterior alcanzó en 1995 un total de 75
mil millones de dólares, bastante más que los 54 mil millones que ese mismo
año recibieron de ayuda exterior. Los filipinos que emigran legalmente están
obligados a enviar parte de sus ganancias a las islas, lo que se calcula en unos
8 mil millones de dólares por año, casi tres veces la suma que el país recibe de
financiación y créditos del Banco Mundial. Según datos del Instituto para el
Tercer Mundo, el 8 por ciento de los ingresos de divisas por parte de países
como Egipto y Pakistán, proceden de remesas de los trabajadores emigrados,
en tanto en Jordania y Yemen el dinero que envían los suyos es casi la única
fuente de moneda extranjera que circula.

En el cuadro 2 se destaca la cantidad de inmigrantes italianos y total


extranjeros, en los Censos de 1869, 1895 y 1914. 
  
 

Cuadro 2.
Inmigrantes nacidos en Italia y total de extranjeros, en los tres censos de población, a la época de las
grandes oleadas inmigratorias a la Argentina.
Años 1869 1895 1914
Total de italianos 71.442 492.676 928.860
Totales extranjeros 211.992 1.004.527 2.357.952
Total de población 1.736.923 3.954.911 7.885.237
Los que decidieron quedarse
Años 1921-1930 Saldo: 878.000 inmigrantes
Años 1931-1940 Saldo: 72.700 inmigrantes
Años 1941-1946 Saldo: 33.000 inmigrantes
Años 1947-1954 Saldo: 747.000 inmigrantes * *
Porcentaje de extranjeros en los últimos años
Año 1930 estimación: 30,8 %
Año 1940 estimación: 22,5 %
Año 1947 Censo Nacional: 18,1 % 
Año 1954 estimación: 17,8 %
        Fuente: Elaboración propia, tomando en consideración Censos nacionales y estimaciones del
INDEC 
        ** Adviértase la gran acogida de extranjeros en la inmediata posguerra

La segunda parte del mismo refleja la cantidad de ellos que se radicaron en


Argentina, para finalizar con el porcentaje de extranjeros, sobre el total
poblacional, en los últimos años.

Separamos la oscilación del flujo entre 1857 - 1914 y podemos dividir el


periodo en cinco partes:

1857-1874, lento pero ininterrumpido aumento de la inmigración, a excepción


de 1871, que correspondió a la epidemia de fiebre amarilla que asoló la
Ciudad de Buenos Aires.

1875-1880: Se caracteriza por ser un periodo de crisis económica e


inestabilidad política por la federalización de la Ciudad de Buenos Aires, con
enfrentamientos militares y la campaña al desierto. Hubo un decrecimiento de
la tasa migratoria, con 249.090 entradas y 116.348 salidas, de lo que resulta
un saldo de 132.742 inmigrantes residentes.

1881-1889: Constante aumento de inmigrantes, cuyo total es de 979.256


personas, permaneciendo 824.595. Sólo en el año de 1889 ingresaron 260.909.

1890-1903: La crisis económica argentina de 1990 produce una depresión con


1.369.290 entradas y 842.043 salidas, lo que arroja un saldo de 527.247
inmigrantes radicados en el periodo señalado.

1904-1913: Marca el periodo expansivo de los inmigrantes. 2.895.025


entradas contra 1.356.875 salidas, con un saldo de 1.538.240 (11).

El apoyo a la inmigración por parte del Gobierno. La llamada ley Avellaneda

Durante el gobierno de Nicolás Avellaneda (1874/1880), cuando la frontera


con el indio estaba en el río Salado a cien kilómetros al sur de Buenos Aires y
sólo existían asentamientos poblacionales de italianos en Bahía Blanca, de
criollos en Carmen de Patagones y de Galeses en el Valle del río Chubut, a los
que no se podía acceder por tierra; el Congreso sancionó la llamada Ley de
Colonización y Tierras Públicas, que hubo de llevar como curiosidad jurídica
e histórica —por el olvido del empleado que la protocolizara— la número 817
y 1/2 (único caso en la legislación); esta ley permitió la creación luego de
1886 de grandes centros de asentamiento humano, hoy verdaderas ciudades de
provincia.

Lo que se viera facilitado además por la Compañía de Tierras del Ferrocarril


Central Argentino, que unía Buenos Aires con Córdoba, pasando por Rosario
(Provincia de Santa Fe) con varios ramales; sumado a la campaña militar de
Julio A. Roca (1880), verdadero genocidio contra el indio, exitosa, merced a
la mayor capacidad tecnológica del ejercito expedicionario: el winchester de
repetición y el telégrafo morse.

Esas inmensas llanuras hasta el río Negro en plena Patagonia, hubieron de ser
colonizadas las más de las veces con ovinos y en ellas más que la inmigración
italiana tuvieron gran importancia por la acumulación de tierras, la irlandesa y
la vasca, muchas de las veces adquiridas las tierras a bajo precio a soldados
que las habían recibido en pago de sus salarios.

Pero ello en modo alguno implica que en Argentina a la colectividad italiana


le fuera mejor que a la radicada en EEUU, tal como pretende el profesor
Herbert Klein(12), pues si bien accedió a la propiedad urbana en Buenos
Aires (13) donde en conjunto era titular del 32 por ciento de los inmuebles, a
poco de analizarla se observa que se reduce al 14 por ciento en la
Circunscripción 12, el centro de la Ciudad, y al 13 por ciento en el área
cercana y barrio residencial de la zona norte (Circunscripciones 13 y 20); pero
en el distrito 1 el 41 por ciento era propiedad de italianos, en esa época era un
lugar inmenso, fangoso de reciente asentamiento de clases bajas, que si bien
estaba situado dentro de los límites de la ciudad era prácticamente un
suburbio.

Lo mismo aconteció en el sector agropecuario, pues salvo en distritos


vitivinícolas como Mendoza o algunos pequeños chacareros de las provincias
de Santa Fe y de Córdoba, que cultivaban su propia tierra, no habían tenido
gran acceso a la misma.

La cuestión política en la colectividad italiana en Argentina

Luego de la diferenciación ideológica surgida en la Internacional Socialista


entre marxistas y anarquistas sostenedores de las ideas de Bakunín, la policía
italiana apuntó a estos últimos, pues los reputaba más peligrosos por su
aspiración a la supresión violenta del estado. Así en 1874, se celebraron
numerosos procesos que, por su injusticia e iniquidad tuvieron el efecto no
querido de propagar las ideas que pretendían combatir. Luego de ello, las
autoridades peninsulares, tomaron diversas líneas operativas, una de las cuales
y que al presente trabajo interesa, fue el llamado exilio voluntario libre que
ofrecía a los anarquistas una elección coactiva entre la privación de libertad o
el otorgamiento de pasaporte para un alejado país, por lo general EEUU o
Argentina.

La vigilancia de estos emigrantes politizados era efectuada por los agentes


diplomáticos o consulares, que con la colaboración de las policías locales,
mantenían informado al Ministerio del Interior Italiano, por intermedio del de
Asuntos Exteriores (14). 
Si bien los llamados agitadores de la colonia de Buenos Aires, no sólo eran
los anarquistas sino también republicanos que, en nombre de los principios
mazzinianos, se reunían en el Centro Republicano de Buenos Aires, bregando
por la creación de una república itálica una vez derrocada la monarquía de
Saboya.

Esto llevó a una política de acuerdos con el gobierno argentino (1894), pues la
clase dirigente italiana había llegado a asimilar este tipo de peligrosidad, sea
que se tratara de un profesional de la política o de un trabajador politizado que
emigraba. Recordaban que el mismo Mazzini antes de la unificación se había
empeñado en formar colonias en el exterior, que pudieran ser utilizadas en el
momento oportuno para derrocar violentamente a los diferentes reinos de la
península e implantar la república (15). Siendo que el propio G. Garibaldi,
había tenido desde su llegada a Montevideo, luego de una fracasada
insurrección en el Piamonte, gran participación político - militar tanto en las
Repúblicas del Plata y como en el hoy Estado Brasileño de Río Grande do
Sul, tomando parte en revolución de lasfarrophilas y bautizando a su barco
corsario precisamente con el nombre de Mazzini.

Garibaldi, considerado héroe de dos mundos, enemigo del clericalismo,


verdadero azote de Dios, tomó a saco los Estados Pontificios, logrando así la
unidad de Italia, obligando a los Papas a asilarse en el Vaticano hasta la firma
del Tratado de Letrán. Hoy día la Plaza Italia de Buenos Aires, lo recuerda,
pañuelo rojo al cuello, en su estatua ecuestre.

Otro tema a destacar, es la llamada Ley de Residencia sancionada por el


Parlamento Argentino (1902), a propuesta del Senador Miguel Cané, con el
fin de expulsar por vía administrativa a inmigrantes ante las amenazas de
huelgas y el fermento creciente del proletariado. Promulgada la ley fueron
automáticamente arrestados seiscientos extranjeros, entre los cuales no menos
de cuatrocientos eran italianos, para ser deportados. Pese a que mediante esta
norma hubo el pretexto para expulsar a personas que por una razón u otra eran
antipáticas a la autoridad local y por ello proscritas, no se formuló protesta
alguna por parte del gobierno peninsular (16).

Otro enfrentamiento dentro de la comunidad itálica de Buenos Aires, fue el


protagonizado entre católicos y liberales o más propiamente entre clericales y
masones, que no sólo dividió a ese grupo inmigratorio sino que se agravó con
la instalación de los Salesianos, enfrentamiento que se dio en toda la sociedad
argentina de la época, por la separación del la Iglesia y el Estado, la
secularización de los cementerios, la Ley de Registro Civil, la Ley de
Matrimonio, la de Enseñanza Obligatoria, Gratuita y Laica (ley 1420) y
muchas otras que hicieron de la República una sociedad moderna.

La inmigración española

Resulta harto difícil exagerar la importancia de la inmigración española en la


formación histórico – política de la Argentina, en principio por el
descubrimiento y la posterior conquista, que importaron la influencia de la
lengua, la religión, las leyes y la cultura. Si bien es cierto que durante el
periodo colonial el flujo hacia esta región austral del Imperio, fue menor que
hacia otras latitudes, a la época de su independencia (1816) las Provincias
Unidas del Río de la Plata por el peso español de su composición demográfica
era la más hispano-criolla de las nuevas repúblicas americanas.

A partir de la década de 1830, luego de la batalla de Ayacucho con que Sucre


finalizara las guerras de la Independencia de la América del Sur, se recuperó
esta inmigración, pero más orientada a Cuba y Puerto Rico, últimas joyas de
la Corona, perdidas junto a las Filipinas, a manos de
la República Imperial tras la guerra y firma del Tratado de París (1898); en
tanto que en el Río de la Plata, sus ciudades de Buenos Aires y Montevideo,
recibían al igual que Brasil, y México, proporciones menores de emigrantes
hispanos.

Casi un siglo más tarde, en el ya citado Censo de 1914, el 10 por ciento de los
habitantes (829.701), eran españoles, y sólo Cuba —con el 8,5— se acercaba
cinco años después a esa proporción. Buenos Aires contaba con 306.000
residentes españoles, con lo que en número sobrepasaba al de toda otra ciudad
de la Península, salvo Madrid y Barcelona.

Refiere Cesar Yánez (17), que "si reducimos el estudio de la inmigración a la


existencia de factores de expulsión del mercado en España, la investigación
debería empezar por el análisis de ese mercado y la relación posible entre
evolución de la corriente migratoria y los ciclos de la economía española. Pero
las investigaciones realizadas en esa línea no han sido concluyentes, dado que
no se observan regularidades explicativas entre ambas variedades". Sostiene el
autor en posterior trabajo, que un análisis sostenido de la cuestión se puede
ver en Blanca Sánchez Alonso, Las causas de la emigración española. 1880-
1930, (Madrid: Alianza Editorial, 1995, pp. 172-1929 (18) y aunque el
profesor de Barcelona no comparte su afirmación de que hubiera sido la
política proteccionista hispana la principal causa económica de la inmigración,
por cuanto para él no fue igual de un sitio a otro, existieron en cada uno
niveles distintos de desarrollo y marcos institucionales que variaban según el
tipo de economía dominante.

De igual forma que los destinos parecían estar concentrados, ocurría lo propio
con los puntos de origen. El norte de España y Canarias proporcionaban las
tres cuartas partes de las salidas. Si bien los catalanes habían tomado la
delantera, abriéndose horizontes con sus barcos y forjándose una tupida red de
intereses comerciales, debido a la vocación exportadora de su agricultura, la
experiencia marinera de los hombres de la costa mediterránea y la creciente
necesidad de importar desde los puertos americanos algodón en rama para sus
industrias, hicieron de la emigración catalana en América una verdadera
diáspora mercantil (19). Por ser el referido autor, profesor de la Universidad
de Barcelona remito a sus trabajos, lo que me exime de mayor extensión en
este punto de la comunicación.

En la misma época que Cuba atraía mucha mano de obra, también en el caso
argentino, los viajes estaban focalizados luego de los meses de septiembre,
salvo durante los años 1914-1918, marchaban aquí, luego de concluidas las
faenas en el campo español, a recoger las cosechas de la Pampa, lo cual es un
indicador de los llamados inmigrantes temporarios o golondrina. Además
desde 1889 el gobierno austral había destinado grandes recursos para financiar
pasajes subvencionados, dando lugar a una triplicación de las salidas desde
España, que como es lógico se repartieron, no con la estacionalidad que era
habitual, sino a lo largo del año y con fines de radicación.
La inmigración gallega, mayoritariamente de las provincias de A Coruña y
Pontevedra, gozó de las ventajas de un proceso temprano, con un crecimiento
en el siglo XIX muy gradual, siendo contratados o llamados para desempeñar
actividades en donde sus predecesores se habían instalado y generado una
cierta capacidad empleadora, lo que se conoció con el nombre de sobrinismo,
en que se ofrecía un trabajo y se pagaba el pasaje a un paisano de la Galicia
natal (20).

En tanto que los navarros mucho tiempo antes, habían tenido conocimiento
del Río de la Plata, por noticias llegadas desde el norte de los Pirineos, por el
camino que une a Pamplona con Bayona, en esa época principal puerto de
salida en el Golfo de Vizcaya hacia esta parte de América, siendo que esta
información se diseminó desde la montaña al resto de la provincia a través de
muchos mecanismos donde no estaba ausente el "kontrebandistak" y sus
canciones (21).

Otra inmigración interesante es la de los vascos, asentados junto con los


irlandeses, en el territorio bonaerense conquistado al indio, los primeros
mayoritariamente no huían del hambre como los segundos, sino que venían
a hacerse la América lo que supone el aprovechamiento de oportunidades que
presentaban un proceso en formación para insertarse en la economía mundial.
La Pampa húmeda era una frontera que no terminaba de definirse y la
creación de nuevos pueblos conllevaba para los vascos innumerables
oportunidades de trabajo.

Refiere Marcelino Iríani (22) que cerca del Río Salado, una estructura


productiva en expansión demandaba mano de obra especializada para las
tareas primarias, pero también sin calificar para la comercialización, el
transporte y actividades secundarias de los distintos núcleos de población. Así
a partir de la cuarta década del siglo XIX llegaron los vascos, ofreciéndose a
los demandantes de servicios con toda la familia, una característica de esta
comunidad, que más al sur en Tandil, en el centro de la provincia, produjo una
ganadería extensiva y existieron par ellos oportunidades urbanas interesantes.

Hasta 1870 fueron pastores y poceros, a partir de entonces alambradores,


tamberos lecheros y fonderos. De esta forma los inmigrantes euskaldunes se
dispersaron en todas direcciones lo que nos habla del oportunismo al
momento de su inserción en tareas específicas. Es que como refiere Iriani,
"una mirada global del comportamiento vasco en la Provincia de Buenos
Aires nos permite seguir pensando que muchos inmigrantes agotarían las
instancias para transitar por la pampa argentina de la manera más parecida a lo
soñado cuando planificaron el futuro en el seno de sus caseríos". Al respecto
es ilustrativo el cuadro 3. 
  
  
 

Cuadro núm. 3 
Trabajadores vascos en Chascomús 1869-1895
Ocupación 1869 % 1895 %
Jornalero 83 12,18 128 20,81
Peón 178 26,13 82 13,33
Trab. domésticos 63 9,25 40 6,5
Trab. rurales 115 16,88 91 14,79
Trab. urbanos 84 12,33 24 3,9
Comer. e indust. 58 8,51 61 9,91
Profesionales     6 0,97
Ganaderos 21 3,08 117 19,02
Peq. agricultores 6 0,88 36  
Empleados 21 3,08  22  
Artesanos 51 7,63 8  
TOTALES 681 100 615 100
        Fuente: Cédulas Censales: Primer y Segundo Censo Nacional. Sacado de Iriani, op. cit, p. 105.

Chascomús es una población que dista 110 kilómetros al sur de la Ciudad de


la Ciudad de Buenos Aires, que también fue poblada por gallegos.

En las décadas cercanas al cambio de siglo, la Argentina pareció dar la razón a


los pensadores liberales españoles, que en contra de la opinión predominante,
defendieron las posibles ventajas que la emigración podía acarrear para la
economía de su país, en especial el efecto inductivo sobre el desarrollo
económico exterior(23). Y aunque Barcelona tenía un papel relevante en el
comercio exterior español, no era una característica exclusiva del mantenido
con la Argentina, pero cierto es, que en vísperas de la Primera Gran Guerra, el
monto de las mercaderías despachadas a Buenos Aires superaba las remitidas
a cualquier otro puerto fuera de Europa incluso a La Habana. Ello debido a la
importancia que en el mismo tuvieron empresas como el Banco de
Sabadell (1881), la Casa Llonch, que tras las pérdidas de las colonias de las
Antillas reorientó su comercio mayorista hacia Buenos Aires (1905) siendo
que a comienzos de la citada guerra, entre el 75 y 100 por ciento de sus
exportaciones estaban dirigidas hacia este puerto sureño y algunas ciudades de
su interior. Ocurriendo lo propio con la firma Corominas y Cía, que había
comenzado con los tejidos para luego incorporar el hilado, por cuanto los
industriales vallesanos al comenzar a explotar las alternativas del mercado
externo, pensaron en sus paisanos establecidos en El Plata.

Política y redes sociales de la inmigración española


Fue el periodista Justo López de Gomara (24), quien para esa época trataba de
alentar tanto al Gobierno argentino como al español, sobre la marginación del
sistema político que padecían sus connacionales por falta de reconocimiento
de ciudadanía, lo que con los años se ha visto en cierta forma morigerado por
el Tratado Hispano-Argentino de 1969. Ello era así, por cuanto la escasa o
nula participación de este colectivo en la política local, pues sólo el 2,2 por
ciento del casi medio millón de varones peninsulares había adquirido la
ciudadanía argentina, devenía según él, en una serie de males para el sistema
democrático del país de acogida.

La elite política gallega fue la que más actuó en tal sentido, destacándose la
colonia de exiliados españoles de la Primera República, que junto a su
republicanismo con ideas interclasistas y funcionales a los intereses de la
colectividad, los acercó cada vez más al regionalismo gallego de Buenos
Aires. Una segunda generación de republicanos llega a estas costas en las dos
primeras décadas del siglo XX, entre los cuales podemos contar al pedagogo
krausista formado en el Instituto Libre de Enseñanza D. Ignacio Ares Parga,
promotor en Buenos Aires de la Liga Republicana y del Centro Republicano.
Pero es necesario admitir también, la gran influencia que esta parte de
América ejerció sobre Galicia, donde por cada revista o periódico que llegaba
de Madrid, lo hacían cinco o seis de Buenos Aires (25).

Un tercer grupo aparece en las décadas de los 20 y 30, el de los nacionalistas


gallegos que fundaron las Irmandades da Fala en Galicia. El cuarto, el de los
refugiados de la Segunda República, que en 1940, deambulaban por nuestra
Avda. de Mayo convertida en un remedo de su entrañable Gran Vía. Allí en
distintos cafés y a veces de vereda a vereda discutían sobre la guerra que había
enlutado a España. Eran extraordinarios personajes que debatían y peleaban
con los otros, los de la acera de enfrente, que solían ser inmigrantes
económicos en su mayoría gallegos y unánimemente franquistas.

Entre aquellos se encontraba D. Ramón Gómez de la Serna; poetas como D.


Rafael Alberti (de quien conservo una fotocopia de su inédita Oda a la Coca -
Cola); escritores de la talla de Francisco de Ayala, Ricardo Baeza, Diego
Abad de Santillán, Alejandro Casona; filósofos como Eduardo Zamacois;
actrices y actores como Margarita Xirgú, Pedro López Lagar, Amalia Sánchez
Ariño; ese militar democrático del ejercito republicano el Gral. Vicente Rojo;
algunos editores como Antonio López Llausas y Gonzalo Losada o
académicos como D. Francisco Blasco y Fernández de Moreda (último Fiscal
General de la República y aquí profesor de penal en la Universidad del
Nordeste), D. Claudio Sánchez Albornoz (creador del Instituto de Historia de
España en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA), D. Ángel Garma (co-
fundador de la Asociación Psicoanalítica Argentina), D. Niceto Alcalá
Zamora (profesor de Derecho procesal y ex Presidente de la Segunda
República), D. Ángel Osorio y Gallardo (expresidente del Colegio de
Abogados de Madrid, autor de El Alma de la Toga, último embajador de la
República) y D. Luis Jiménez de Asúa (mi maestro en Derecho penal). A
muchos de ellos, yo un muy joven inmigrante hispano - argentino estudiante
de leyes en la universidad porteña, traté en los años 1960. Y como olvidar a
mi entrañable amigo el catedrático D. Manuel de Rivacoba y Rivacoba?
insigne vasco recientemente desaparecido en Santiago de Chile, que tras no
ser fusilado, cumplió condena en España junto a Nicolás Sánchez Albornoz,
hasta que pudieron huir a Francia y de ahí a la Argentina.

A todos ellos, babel moderna de profesionales y talentos disímiles, con su


profusión de "ces" y "zetas", la Argentina tanto les dio, a la par que la vida
cultural y académica del país de acogida y de América Hispana, tanto les
debe.

Muchos de ellos, modernos Quijotes del siglo XX mirarían hoy azorados y


por qué no con cierta vergüenza, lo que acontece con los descendientes de sus
acogedores criollos, en las oficinas de Moratín 43 de Madrid. Es que más allá
de toda política inmigratoria, si existe un país al que España mucho debe, es
precisamente a la Argentina, por la hidalguía y desprendimiento que
demostró, cuando tras la Segunda Guerra, aquella era una paria de la política
internacional (26); por eso sólo cualquier rioplatense debería tener ganado el
derecho a no ser tratado allí como un sale meteque.

Los migrantes modernos

Finalizando el siglo XX Argentina comenzó a mirar a los "nuevos" como una


desgracia no merecida. Al punto que algunos políticos en busca del voto del
resentimiento, alguna organización gremial y funcionarios ligados al negocio
de la inmigración se ocuparon durante los últimos años de generar una visión
negativa de la inmigración, pese a que si hay una Nación que mucho le debe a
ella es precisamente Argentina. Según aquella perspectiva, los migrantes
serían los responsables del desempleo, de la carencia de servicios de salud o
incluso de inseguridad publica, lo que no es cierto.

También en lo atinente al grado de alfabetización de los que recién llegan, los


estudios realizados por la Unión Obrera de la Construcción y la Universidad
de Buenos Aires, han valorado positivamente a estos inmigrantes. Su grado de
alfabetización puede ser calificado como de superior al que tenían los
españoles e italianos de las anteriores migraciones, siendo por ejemplo que los
peruanos tienen en el sector de la construcción una valoración social
semejante a la que se observa en otras actividades. Ocurre lo propio con la
colectividad boliviana, dedicada a la actividad fruti hortícola donde el aporte
de su mano de obra en zonas cercanas y de abasto de la Ciudad de Buenos
Aires ha sido crucial. Mientras que, entre los migrantes de la Europa del Este,
más de la mitad tiene título universitario de grado.
Resulta también falsa la afirmación de que el delito se ha extranjerizado pues
estudios serios demuestran que su presencia es semejante a la de la población
condenada en similar representación en la sociedad. Y casos hay como entre
los inmigrantes los bolivianos y coreanos, en que prácticamente no existen
individuos condenados por delitos comunes. Por suerte aún hoy, hay quienes
apuntan a este país, aportando un bien cada vez más escaso en el mundo:
población joven y económicamente activa.

En el cuadro 4, confeccionado por el autor, se establece conforme al último


Censo Nacional, la cantidad de población extranjera en Argentina, según sus
nacionalidades de origen (27).  El Censo arrojó una población total de
32.615.528 habitantes. 
 

Cuadro núm. 4. 


Extranjeros residentes según el Censo Nacional de 1991
Extranjeros totales: 1.655.473
América Países limítrofes 665.011 América no limítrofes 39.802
Bolivia 146.460 Perú 16.634
Brasil 34.850 Resto 23.168
Chile 247.679  
Paraguay 265.522
Uruguay 135.858
Sin especificar 46.642
 
Europa 677.223 Asia 32.719
Alemania 15.605 China 4.352
España 226.029 Corea 10.105
Francia 6.541 Japón 5.741
Italia 329.894 Líbano 3.180
Polonia 28.933 Siria 4.827
Yugoslavia (28) 12.958 Resto 4.514
URSS 7.443  
Resto 40.770
 
África 2.193 Países sin especificar 84.731
Oceanía 729 Ignorado 20.356
        Elaboración propia a partir del Censo de la Población

Sin embargo resulta una paradoja, que muchos argentinos muestren hoy sus
quejas con las normas de extranjería españolas, cuando nuestro país tiene
tantos trámites lo que indica que ya es hora de abordar real y sincerarse el
tema ya que aquella legislación ha despertado inquietud entre nuestros
compatriotas indocumentados, que temen tener dificultades para permanecer
en la Península.

La historia de las migraciones en Argentina está describiendo estos años una


triste parábola. El país ha empezado a sufrir la salida de su propia población;
primero se inició el éxodo de técnicos, científicos e intelectuales, expulsados
por la intolerancia política y el progresivo achicamiento de las investigaciones
científicas; perdiéndose un valioso capital acumulado a lo largo de años, que
fue a rendir sus frutos al exterior (29). De forma tal que hoy un país periférico
subsidia parte de los sistemas científicos y tecnológicos de países ricos, con la
emigración de sus científicos.

La situación últimamente ha adquirido ribetes más dramáticos ya que buscan


salida personas de calificación baja o media, muchas de las cuales retornarán a
la tierra de la que hace tiempo partieron sus abuelos. Estas migraciones se
explican por la falta de trabajo y la escasa remuneración del existente. En
1993, la tasa de desocupación llegó a 9,6 por ciento y desde entonces, está por
arriba del 14 por ciento, sin redes sociales de contención y con muy escasos
seguros de desempleo.

A diferencia de otros países de Latinoamérica, en Argentina la clase media era


muy amplia, y marcaba una meseta social, tanto económica como de valores,
una especie de fortaleza, de bastión, en la cual se mantenían una serie de
valores vinculados al trabajo, a la decencia, al ahorro, a la ambición de
progreso, la cultura. Cuando en la década de 1990 se profundiza la brecha
social y surge ese enorme descalabro, entonces la clase media tiende a
desaparecer. Cuando hablamos de la Argentina farandulizada, frivolizada,
indecente, insegura, es una Argentina que ya no tiene a la gran clase media
que precisamente, era la que formaba esa barrera de valores (30).

Pero peor es la sensación que tienen gran parte de nuestra gente, de que no
hay expectativas como para que la situación pueda cambiar en el corto plazo,
con lo que la decisión que toman, no es un gesto de coyuntura, sino que surge
del convencimiento vivido en la realidad de los últimos años, en que nos
transformamos en una imaginara Belindia: un país con un 10 por ciento con
un nivel de vida como el de Bélgica y un 90 por ciento como de la India,
sacrificando a nuestra gente en el ara del mercado. De ahí el deseo de emigrar.

En cuanto a la reciente y polémica norma sancionada en la Madre Patria por la


administración Áznar, parece que ha creado una nueva categoría jurídica, la
de un ser humano sin derechos, una no-persona, tal como afirmara Diego
López Garrido, diputado y secretario general de Nueva Izquierda (31).
Esta tesis no sólo se ve abonada por la norma que habilita la expulsión de
unos 200.000 indocumentados, sino además por la confección de una
llamativa Guía de Salud e Higiene, editada en cuatro idiomas por el Gobierno
de Valencia - que cuan moderno seguidor del filósofo de Jena - equipara a los
migrantes con los bárbaros y desnuda algunos prejuicios que parece sufrir esa
próspera comunidad levantina.

Para el citado diputado "la guía es la consecuencia de la nueva ley de


inmigración promulgada por el gobierno, que sólo beneficia a las mafias que
lucran con las entradas clandestinas y, por tanto, potencian la marginalidad,
que es el germen de la xenofobia y el racismo. De hecho, ningún otro país
europeo niega explícitamente, sin pudor los derechos fundamentales, ni
ningún país de la Unión Europea puede expulsar a un extranjero irregular en
48 horas sin control judicial eficaz".

Pese a las promesas oficiales y a los dichos del otrora ministro D. Jaime
Mayor Oreja, es un hecho que esa norma no regula la inmigración sino que
torpemente reprime derecho humanos básicos a los inmigrantes, pero a estos
la nueva ley no les deja muchas alternativas o se vuelven a su país de origen o
eligen vivir en la sombra y el silencio, como ciudadanos de cuarta. Por
ello: go home. Así, ha circulado estos días el relato de una periodista que viajó
a España para casarse con un antiguo novio y en las oficinas del Régimen
General de Extranjeros, le colocaron en el pasaporte el sello de salida
obligatoria con cinco días para abandonar el país; contaba la periodista, que
en su angustia no andaba sola sino que la acompañaban cubanos con unas
gorras enormes de lana, mujeres marroquíes con sus bebés a cuestas, unas
chicas muy rubias con hablar de Europa del Norte y unos centroamericanos
con sombreros traídos primorosamente como para conservar algo del país que
ya no puede darles nada. Andaban todos igualados por el temblor, el sello y la
urgencia de tener que desarmar una vida (32).

Sin duda que el problema, será el gran problema de los años venideros: los
capitales se desplazan a costo cero hasta encontrar mano de obra esclava y
como es natural, ésta trata de desplazarse hasta donde le paguen mejor. La
globalización glorifica el primer desplazamiento y condena el segundo, en su
afán por hacer que el navío espacial Tierra selle sus bodegas de esclavos, para
que no perturben a los pasajeros de primera que toman sol en la piscina de
cubierta. Pero cunde la alarma porque los negros aparecen en la piscina (33).
Es que no hay forma posible de sellarlas, no es que por tejano bruto, el
presidente de Estados Unidos quiera privilegiar la relación con México, sino
porque sabe, que si no logra elevar el nivel de vida de los mexicanos, en una o
dos generaciones tendrá un candidato a presidente de EEUU, que andará en
guaraches y comerá tacos y enchiladas, lo que no es tan ilógico si ya tienen un
Secretario de Estado negro, impensable hace años en una administración
republicana.
Es además una cuestión de ricos y pobres, de clases sociales, no de países
ricos y pobres, y México, integrante del Tratado de Libre Comercio de las
Américas (NAFTA), es un buen ejemplo al respecto, mientras su economía
crece y se pronostica que el PBI aumentará a un 5 por ciento anual, coexisten
más de 40 millones de pobres, donde el 50 cien PBI se concentra en
trescientas familias de una Nación de 100 millones de habitantes.

Ello así por cuanto la actual etapa tecnológica provoca equiparación salarial
con los niveles más bajos del planeta y desocupación estructural para los
restantes, en un ejercicio de poder planetario (globalización) que se desplaza
de los estados a monopolios u oligopolios trasnacionales. El estado queda
reducido a una función recaudadora (34); se lo concibe como una empresa
regida por criterios de eficacia.

En Argentina no estamos en nuestro mejor momento, lo que como lógica


consecuencia hace que no seamos un polo de atracción para inmigrantes; los
que vienen en el número que habitualmente vinieron en los últimos lustros,
casi siempre de países limítrofes. Ellos no inciden en el mercado laboral, por
que los técnicos y profesionales argentinos que se han ido, no lo hicieron
porque sus puestos estuvieran ocupados por bolivianos, paraguayos,
uruguayos, chilenos o peruanos, sino porque tales puestos hoy no existen para
gente capacitada, y estos inmigrantes sólo desempeñan las tareas más
humildes.

Los voceros del racismo vernáculo no hacen a este respecto más que fraguar
datos falsos, proselitismo xenófobo y racista, pese a que muchos de sus
apellidos como es común entre nosotros denotan orígenes migratorios, ellos
no pretenden disminuir la inmigración sino la legalizada. Lo que acarrea
consecuencias graves: 1) porque esta es una población vulnerable a toda
forma de explotación, desde laboral hasta sexual; 2) genera un problema de
seguridad, porque en varios años se acumula gente que por no estar
documentada no se puede controlar. Por razones de humanidad, pero también
de sana política, es necesario aclarar las ideas y lo mejor que podemos hacer
es facilitar los trámites migratorios, exigiendo fundamentalmente certificados
de antecedentes penales (35). De ese modo tendremos la posibilidad de
expulsar a los que traen precedentes de criminalidad y acoger al resto, pero
registrados, documentados y más aún, bueno sería facilitarles el acceso a la
ciudadanía lo más rápido posible. Manera esta de eliminar el negocio de los
gestores de radicación de la que hablaba el diputado español, evitar la
presencia de indeseables pues su expulsión sería perfectamente legítima;
estarían mejor individualizados, habría una población totalmente documentada
y, por ende, controlada. De esta manera podríamos incorporarla al país en
forma más rápida; evitando la criminalidad que la explota y
fundamentalmente aumentando nuestra población. ¿O es que no nos damos
cuenta que tenemos un país despoblado, con lugares cuya densidad no alcanza
a 0,5 hab/km2? ¿Que estamos esperando? ¿Que alguna catástrofe del medio
ambiente, en otra parte del mundo haga que nos pueblen el país de repente y
sin preguntarnos mucho?

Fácil nos resulta declamar el artículo 1º de la Declaración Universal de los


Derechos Humanos "Todos los seres humanos nacen iguales en dignidad y
derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse
fraternalmente los unos con los otros" o su artículo 13: "1.- Toda persona tiene
derecho a circular y a elegir su residencia en el territorio de un Estado.- 2.-
Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a
regresar a su país."Ahora, vivir, actuar todo los días introyectando ese
principio, no es fácil y tampoco lo es el superar las propias trampas que
cotidianamente nuestro inconsciente nos pone para impedir o dificultar tal
introyección (36)".

Pese a los 52 años pasados ello no resulta fácil, cuando según el Banco
Mundial, sólo el 15 por ciento de los más de seis mil millones que pueblan la
Tierra viven en 22 países con ingresos altos, en promedio 25.000 U$S anuales
per capita. Mientras en el resto, el ingreso anual es cercano o inferior a los
cuatro mil dólares anuales, lo que obliga a muchos al desplazamiento, pero
eso tampoco es nuevo si tenemos en cuenta que Francia en los setenta, en sólo
cinco años, aumentó el porcentaje de inmigrantes africanos en un 65 por
ciento, con los consiguientes problemas de adaptación y consiguiente
discriminación a la que magistralmente refiere Pierre Bourdieu (37).

Acordemos pues que la discriminación es una lacra y que en todo país su


resultado final es y ha sido enredársele entre las manos de los que la
manipulan, para terminar destruyendo, aniquilando o dañando al propio
país (38). Es absurdo que en la Argentina - crisol de razas – se esgriman
argumentos nacionalistas, cuando somos un país, que al decir de
Zaffaroni (39), tiene su origen y su base en la inmigración. Nosotros en mayor
o en menor medida procedemos de la inmigración o somos inmigrates,
olvidarlo no sólo es una paradoja sino un absurdo de máxima crueldad, por
que pretender esgrimir aquellos argumentos en éste país es negar su propia
esencia.

Las señaladas, no son las únicas e interesantes migraciones en la historia


Argentina. Han existido otras de franceses, ingleses, griegos, escoceses,
portugueses, galeses e irlandeses y de semita, como nuestros "gauchos judíos"
o los cientos de miles árabes venidos luego de la caída del Imperio Otomano,
mimetizados como criollos de tez obscura en el NO Argentino, conocidos allí
como "paisanos". Pero pretender abarcar a todos hubiera sido impropio de esta
comunicación. No pierdo la esperanza de hacerlo en un futuro para poder
contar el resto, a semejanza de las películas en capítulos que de pequeño los
domingos por la tarde veíamos, en el colegio de curas de Barcelona, luego de
haber jugado a "moros y cristianos". 
 

Notas
(1) Diario Página / 12. - Buenos Aires, febrero 4 de 2001. p. 14.

(2) Modernamente han de tenerse en cuenta las tesis de: J. Artur. Conde de Gobineau, diplomático,
filósofo y político francés, cuya teoría racial impregnada de antisemitismo, fue empleada como
justificación filosófica del racismo nazi; Gobineau en su conocido Ensayo sobre la desigualdad de las
razas humanas (1853-55) afirma la existencia de una jerarquía entre las mismas, lo que según él, puede
probarse por la historia, la antropología y la filología. Tampoco debemos olvidar a figuras como E. Renan
(1823-1892) de quien Sarmiento fuera primer traductor en el Río de la Plata, de G. Le Bon (1841-1931),
H. Taine (1828-1893) y H. S. Chamberlain (1855-1927) yerno de Wagner. Por su parte M. Foucault,
en: Genealogía del racismosugiere que, el concepto de racismo fue reapropiado en los siglos XIX y XX,
como un mecanismo que volvió posible desarrollar el poder del Estado para quitar la vida a sus
ciudadanos, por medio del discurso biológico que coloca a las víctimas como responsables de una
progresiva "degeneración" de la raza y que por lo tanto, exige su desaparición como modo de garantizar
la salud del conjunto social.

(3) Sobre los temas generales de dicha inmigración se puede consultar: BROSSAR, A.  Consideraciones
históricas y políticas sobre las Repúblicas del Plata en sus relaciones con Francia e Inglaterra. París,
1850. Camara italiana de Comercio de Buenos Aires. La presenza dell´Italia in Argentina. Buenos Aires:
Edición de la Cámara, 1963. CUNEO, N. Storia dell´emigrazione italiana in Argentina (1810-
1870) Milán: Garzante Editore, 1940. DEVOTO, F. – Ideologías y conflictos en la comunidad italiana y
argentina (1860-1914) IDES. Buenos Aires, 1984.  DEVOTO F. / ROSOLI, G. (compiladores). La
inmigración italiana en la Argentina. 2ª ed. Buenos Aires. Biblos, 2000. DEVOTO F. / ROSOLI, G.
(compiladores). L´Italia nella societá argentina. Centro Studi Migrazzione. Roma, 1980. GERMANI,
G.  Estructura social de la Argentina. Buenos Aires: Raigal, 1955.  NASCIMBERE, M. C. Historia De
los italianos en la Argentina. Buenos Aires. CEMLA, 1968.  NASCIMBERE, M. C. Los italianos y la
integración nacional. Buenos Aires.  Selección SRL. 1968.  SERGI, J. Historia De los italianos en la
Argentina. Buenos Aires: Italo-Argentina, 1940.

(4) Ver: AAVV. Extranjeros en la Argenta. Pasado, presente y futuro. Buenos Aires: CONICET,  Prigeo,
1994.  AGUIRRE, J. M. Influencia de la inmigración en el idioma de los argentinos. En: La inmigración
en la Argentina. San Miguel de Tucumán: Universidad de Tucumán, 1979. BRIANI, V. Emigrazione e
lavoro all´stero. Elementi per un repertorio bibliografico generale. Roma: Ministerio de Asuntos
Exteriores, 1967.  BUCICH, J. A. Los viajeros descubren la Boca del Riachuelo. Buenos Aires: MCBA,
1961.  BUCICH, J. A.  El barrio de la Boca.Buenos Aires: MCBA, 1970.  CMIKELEVICH, W. Rosario
1884. Año de la vida de Edmundo D´Amicis. Revista histórica de Rosario. nº. 36. Rosario, 1884. DEL
PINO, D. A. Clemente Onelli, el verdadero sabio que amó la Patagonia. Todo es historia. nº. 281. Buenos
Aires, 1990. DESTEFANI, L. El corso en nuestro desarrollo histórico. Buenos Aires: Fundación de
intereses marítimos, 1970. GARCIA JIMÉNEZ, F. et al.  Así nacieron los tangos. Buenos Aires: Losada,
1965. GOBELLO, J. Crónica general del tango. Buenos Aires: Fraterna, 1980. LAPPAS, A. La
Masonería a través de sus hombres. 1ª, ed. Buenos Aires: Edición del autor, 1956.  MARGULIS,
M. Migración y marginalidad en la sociedad argentina. Buenos Aires: Paidos, 1968. ROMERO, L.A. /
BERTONI, L. A. Movimientos migratorios en el Cono Sur (1810-1930).  Europa, Asia y África en
América Latina y el Caribe. París: UNESCO, 1989.WAPUIR, S. Hombres y pasiones de la
Argentina. Buenos Aires:  Claridad. 1966.

(5) Publicaciones de la Asociación Dante Alighieri: BARBADORO, B.  Ventisette Secoli di Storia d


´Italia. Buenos Aires, 1986.  PETRIELLA, D. Vida de Garibaldi. Buenos Aires, 1981.  PETRIELLA, D. 
Vita Di Rivadavia. Buenos Aires, 1981. PETRIELLA, D.  Los italianos en la historia del progreso
argentino. Buenos Aires, 1985   TRAVAGLINI, V.  L´emigrazione italiana nell´América Latina.  Tai del
LVII Cogresso Int. Della Dante Alighieri (Cosenza, 20/25 sett. 1964). Roma, 1965.

(6) Gualco. 1997, p. 100-101.


(7) Halperín Donghi. 2000, p. 92.

(8) Halperín Donghi. 2000, p. 92.

(9) Ostuni. 2000.105.

(10) Kautsky. 1961, p. 220.

(11) La amplitud de las cifras es debida a la llamada inmigración golondrina iniciada en 1895 con la
afirmación del negocio de cereales y que, en esos años tuvo su punto de máxima expansión.

(12) Klein, H. La integración de los italianos en la Argentina, Un análisis comparativo. En: Desarrollo


económico. Volumen 21 Nro. 81. abril –junio 1981 p.3/2, referido por Halperín Doghi.Obra citada, p. 87
nota 1.

(13) Conforme al Censo Nacional de 1914.

(14) El ya citado trabajo de María Rosa Ostuni, ilustra acabadamente sobre la correspondencia
diplomática referente a los movimientos de los anarquistas y republicanos italianos en Buenos Aires.

(15) Sobre el tema ver: Mazzini, G. – Scritti editi de inediti. Volumen XVII. Imola, 1914. p- 325.
Correspondencia a dirigida a Luigi Amadeo Melegari, en fecha 30 de diciembre de 1838.

(16) Conf.: ASMAE Serie política (1891/1916) b.323. Argentina. Reporte Polici (1902) Buenos Aires a
MAE. 1/12/1902, en nota 61 de Ostuni, ya citado.

(17) Yánez. 1996, p. 89-101.

(18) Yánez. 1993, p. 43 nota 1

(19) Yáñez. 1996, p. 46.

(20) Vázquez González. 1999, p. 73.

(21) Para un estudio sobre el valle desde los albores de la inmigración transoceánica masiva, puede verse:
Arizcum Cela, A.– Economía y sociedad en un valle pirenaico del Antiguo Régimen. Baztan 1600-
1841. Pamplona: Institución Príncipe de Viena. 1988.

(22) Iriani. 2000, p. 112.

(23) Esta opinión se ve reflejada en los publicistas de la revista El Mercurio de Barcelona, que se


especializaba en el estudio de los vínculos mercantiles con las repúblicas americanas. En la especie, la
postura más contundente la podemos ver en Rahola, F. – Sangre nueva. Impresiones de un viaje a la
América del Sur. Barcelona: La Academias. s/f.

(24) López de Gomara. 1922, p. 28.

(25) Camba. 1920, p. 96.

(26) Sobre el tema es necesario recordar y así lo recomiendo, aquella vieja película en blanco y negro del
cine hispano, en que trabajaba el recordado Manolo Morán: Bien venido Mr. Marshall.

(27) Argentina realiza actualmente sus censos cada diez años, siendo el de 1991 el último. El
correspondiente a este año, está en proceso por parte del INDEC. Todo lo cual me lleva a pensar que al
hacer el nuevo, el deterioro económico de algunos de nuestros vecinos países, limítrofes o no, hará que la
cantidad de sus emigrantes sea muy superior al del último. Sobre todo por las diferencias cambiarias, que
les permiten, con un peso argentino anclado al dólar norteamericano, girar dinero a sus países de origen y
verse favorecidos por las diferencias cambiarias.

(28) Ha de tenerse en cuenta que a la fecha del último censo, la mayoría de ellos eran Croatas refugiados
políticos desde que el Mariscal Tito tomara el poder en la Federación Yugoeslava, Hoy tras el
desmembramiento de ella, la cantidad de migrantes de otras etnias y religiones ha aumentado, en tanto
que muchos de aquellos colaboracionistas, han regresado a Croacia.

(29) Diario Clarín. Editorial: Los expulsados de la Argentina. Buenos Aires, 30/01/2001. / Clarín. Com:
http://ar.clarín.dom/diario/hoy/o-01601.htm.

(30) Aguinis, M. – En la última década gobernó la escoria. En: Revista Tres Puntos. Buenos Aires,
1/02/2001, p.36

(31) W. G. España, negros pero limpitos. En: Revista Veintitrés. Año 3 número 133. Buenos Aires, 25 de
enero de 2001, p.60.

(32) Ferrari, T. – Yo soy una ilegal en Madrid. – El drama de los argentinos que pueden ser deportados de
España. En: Revista Gente y la actualidad. Año 36 número 1854. enero 30 de 2001, p. 52.

(33) Zaffaroni, E. R. – Opinión. Hablar de migraciones. En: Diario Página / 12. Buenos Aires, 29 de


enero de 2001, p.6.

(34) Bergalli, R./ Resta, E. Soberanía: Un principio que se derrumba. Aspectos metodológicos y jurídico
- políticos. Barcelona, 1996 citado por Zaffaroni. 2000, p. 133 nota 141.

(35) Zaffaroni, E. R. op.cit.

(36) Sobre el tema la Comisión de Derechos Humanos de la ONU ha recomendado, en su 54º periodo de
sesiones. Tema 12 del programa provisional. E/CN. 4/1998/77/Add.1 (22/12/97) Original en español,
inglés y francés, (como Informe del Secretario General al Seminario de Ginebra) que: El derecho de los
individuos y los grupos a ser diferentes, proclamado e el párrafo 2 del artículo 1 de la Declaración sobre
la raza y los prejuicios raciales de la UNESCO de 1978, debe ser respetado por todos. En la concepción
de una política de integración de los inmigrados, los Estados de acogida deben garantizar la preservación
de la integridad cultural de los migrantes como garantía de su derecho a la diferencia en armonía con la
legislación del país de acogida. De tal manera que los gobiernos deberán invertir en programas educativos
formales e informales como medio eficaz de promover el entendimiento cultural. Además la legislación
que establece los derechos civiles y de otra índole no siempre constituye una protección eficaz de los
migrantes en circunstancias vulnerables.

(37) A. A. V. V. Bajo la dirección de P. BOURDIEU – La miseria del mundo. México, Buenos Aires,
Madrid: Fondo de Cultura Económica. México DF., 1999.

(38) En tal sentido, el referido informe de ONU (nota 37) ha dicho que, los gobiernos deberían establecer
procedimientos de recurso adecuados, eficaces y accesibles para las víctimas del racismo, la
discriminación racial y la xenofobia. Se reconoció así mismo la importante función que los medios de
comunicación desempeñan a la hora de ayudar a la sociedad tanto a combatir como a aceptar el racismo y
la discriminación. Y se elogió allí a los representantes y a los sindicatos de los medios de comunicación
que han cooperado e la redacción de códigos de conducta de este sector. El seminario señaló además la
atención de los Estados a los importantes trabajos que está realizando la OIT sobre el tema y con relación
a trabajadores migrantes, pidiéndoles que apoye a dicha Organización e el desarrollo de este programa y
en la prestación de asesoramiento a sus Estados miembros sobre la forma de luchar con mayor eficacia
contra la discriminación en el empleo.

(39) Zaffaroni. 1999, p. 90.

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