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TEMA 4.

LA EXPANSIÓN ULTRAMARINA Y LAS ECONOMÍAS EUROPEAS EN EL SIGLO XV

1. LA EXPANSIÓN DE EUROPA EN ULTRAMAR


2. EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN
3. LA AGRICULTURA
4. LAS INDUSTRIAS EUROPEAS
5. EL DESARROLLO DEL COMERCIO
6. DINERO, CRÉDITO Y FINANZAS
7. EJERCICIOS
8. LECTURAS RECOMENDADAS
9. BIBLIOGRAFÍA

1. LA EXPANSIÓN DE EUROPA EN ULTRAMAR (¿Cómo se regulaba el comercio


en el siglo XVI? Se regula a través de intermediación del estado (institución))exam

Una de las características más importantes de la segunda mitad del siglo XV es la expansión
de Europa en ultramar. Los avances en el diseño y la construcción de barcos proporcionaron mayor
maniobrabilidad y control, así como mayor capacidad de carga y, por tanto, la posibilidad de realizar
viajes más largos. La introducción de la brújula y el desarrollo de la cartografía facilitaron la
navegación en general, así como el descubrimiento y exploración de otros territorios. Las primeras
consecuencias fueron el establecimiento de rutas completamente marítimas entre Europa y Asia, y el
descubrimiento de América, que será colonizada en el siglo XVI y permitirá a Europa el
aprovechamiento de un gran número de recursos. Los protagonistas de esta expansión fueron Portugal
y España.
La expansión de Portugal se basó fundamentalmente en la búsqueda de las especias. La
primera expedición emprendida por Cristóbal Colón, financiada por Castilla, llegó el 12 de octubre de
1492 a las islas conocidas posteriormente como Indias occidentales. A pesar de que el nuevo territorio
resultó decepcionante Colón volvió al año siguiente con una expedición mucho más numerosa y
equipada, con la que inició la verdadera colonización.
Inmediatamente después del regreso de la primera expedición, Fernando e Isabel se dirigieron
al papa Alejandro VI para que estableciera una “línea de demarcación” que confirmara los derechos
españoles sobre las tierras recién descubiertas. Al año siguiente, 1494, en el tratado de Tordesillas, el
rey de Portugal convenció a los españoles para que desplazaran la línea divisoria unas 210 millas más
al oeste de la de 1493, lo que permite pensar que los portugueses conocían la existencia de América.
Al contrario que los portugueses, los españoles iniciaron desde el principio la colonización de
las zonas conquistadas y su asentamiento en ellas, de tal forma que a finales del siglo XVI dominaban
una gran parte del continente americano, desde Florida y el sur de California en el norte, hasta Chile y
el Río de la Plata en el sur (con la excepción de Brasil). Los españoles llevaron al nuevo continente
sus leyes, instituciones y religión, que impusieron por la fuerza a la población indígena, dando lugar a
la modificación e incluso desaparición de diversas culturas autóctonas. Así mismo importaron
técnicas, manufacturas y productos agrícolas desconocidos en América y animales domésticos como
el caballo. La comunicación abierta entre ambos continentes conlleva la difusión de enfermedades
europeas no conocidas en América. La viruela, el sarampión o el tifus se extendieron rápidamente por
el continente diezmando la población nativa. La escasez de mano de obra dio lugar a la importación
de esclavos africanos para el trabajo agrícola, ya que la emigración de agricultores europeos no fue
significativa
Los primeros traficantes de esclavos fueron los portugueses, posteriormente se sumaron los
holandeses, los ingleses (luego también los colonos americanos) y los franceses. Se calcula que entre
1440 y 1860 fueron llevados al nuevo continente entre 8 y 11 millones de esclavos. Sin embargo, las
pérdidas demográficas que sufrió el continente africano fueron mucho mayores, ya que no hay que
olvidar que el porcentaje de esclavos que morían en el viaje era de un 20%.
Brasil habría recibido como mínimo 5 millones, el Caribe cerca de 3 millones y el resto habría
sido desembarcado en las colonias inglesas especialmente del norte de América. Los esclavos fueron
empleados en las plantaciones de azúcar, tabaco, café, índigo y algodón en el Caribe (compartido por
España, Holanda, Inglaterra y Francia) y las colonias suramericanas de Inglaterra y el Brasil
portugués, donde también trabajaron en las minas de oro.

2. EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN

Durante el siglo XVI la población europea recuperó e, incluso, superó el nivel que había
alcanzado antes de la peste del siglo XIV. Se estima que la población de Europa era de unos 45 o 50
millones a mediados del siglo XV, de 80 a 85 millones alrededor de 1500, de 100 a 110 millones
alrededor de 1600 y de 110 a 120 millones alrededor de 1700. Por tanto, el siglo XVI fue un periodo
de expansión demográfica, en tanto que en el siglo XVII el incremento de la población fue muy
moderado. Sin embargo, la tasa de crecimiento demográfico no fue uniforme a lo largo del siglo.
Este crecimiento se debió a múltiples factores, entre los que puede citarse la disminución
gradual en la incidencia de la peste y de otras enfermedades epidémicas, probablemente como
resultado de la creciente inmunización natural y de los cambios ecológicos que afectaron a los
portadores. Las mejoras salariales experimentadas durante el siglo XV probablemente estimularon
matrimonios más tempranos y, por tanto, una tasa de natalidad más alta. Así mismo, se produjo cierta
mejora en la alimentación y la aparición de las primeras normas sobre intervenciones sanitarias.
Crecimiento sostenido que continuó a lo largo del siglo XV. El crecimiento de la población, aunque
general, no fue uniforme.
La población urbana, especialmente en el norte de Europa, creció más rápidamente que el
total, gracias a las migraciones interiores. Las oportunidades laborales que ofrecían las ciudades
atraían a los habitantes de las zonas rurales circundantes. Se estima que se produjo una variación del
porcentaje de la población urbana en Inglaterra del 3,1 al 5,8 por 100, en España del 6,1 al 11,4, en
Portugal del 3 al 14,1, y en los Países Bajos septentrionales del 15,8 al 24,3. El aumento de tamaño
más notable ocurrió en ciudades que se beneficiaron del desarrollo de nuevas actividades y del cambio
de las vías del comercio, como Londres, Ámsterdam, Berlín, Viena, Moscú o Madrid.
No obstante, la Europa de este período era una Europa rural, puesto que, de cada diez
europeos, siete vivían en el campo y otros dos en pequeñas ciudades campesinas. Estrechamente
relacionado con el fenómeno de las corrientes migratorias hacia las ciudades está el problema del
aprovisionamiento de cereales. A lo largo del siglo XVI se produjo una sucesión de épocas de carestía
que obligaron a las ciudades a dotarse de organizaciones estables para gestionar los problemas de
abastecimiento y los Estados promulgaron gradualmente normas encaminadas a garantizar la
disponibilidad de cereales, alternando prohibiciones de exportación e iniciativas de
aprovisionamiento. Las guerras también contribuyeron notablemente a los desplazamientos de la
población, etc.
Así mismo, durante los siglos XVI y XVII, las medidas de expulsión colectiva como la de los
judíos y moriscos en España, provocaron el desplazamiento de un gran volumen de población, parte
de la cual estaba compuesta por técnicos y especialistas de diversos oficios y producciones.
La emigración a ultramar durante los siglos XVI y XVII fue casi insignificante para el conjunto de
Europa. Así pues, el núcleo fundamental de la emigración europea estuvo formado por marinos,
comerciantes y funcionarios de las monarquías que poseían colonias, muchos de los cuales volvieron
después a sus lugares de origen. Entre las migraciones hacia América a lo largo del siglo XVI hay que
destacar la protagonizada por población no europea, los esclavos, procedentes por lo general de
África.
3. LA AGRICULTURA

La expansión agrícola se vio estimulada por una serie de factores entre los que sobresale el
crecimiento demográfico. Crecimiento que, a su vez, provocó una mayor demanda de alimentos y
materias primas para la transformación industrial, así como una mayor fuerza de trabajo utilizada en la
agricultura. Otro factor destacable fue el incremento de los precios, que afectó a los costes de los
productos agrícolas y, en especial, al de los cereales para elaborar pan.
Los productos descubiertos en las colonias no tuvieron un papel significativo en la expansión
de la agricultura europea en el siglo XVI, ya que en aquella época constituían más un objeto de
curiosidad que de interés económico. El panorama de la agricultura europea era diverso por las
transformaciones que se produjeron en la estructura legal y social de la propiedad de la tierra y en los
métodos de administración de la explotación agraria.
En las regiones de Europa oriental los propietarios de la tierra (nobles o eclesiásticos)
ampliaron sus posesiones haciendo valer unos derechos seculares. Los elevados beneficios obtenidos
por la exportación de cereales permitieron a los propietarios aumentar sus explotaciones. En estos
territorios se impuso la administración directa por parte del señor de toda la propiedad. [este proceso
tuvo como consecuencia la disminución del número de campesinos arrendatarios que disfrutaban de
mejores condiciones, y el aumento considerable de los que disponían de explotaciones diminutas y
estaban obligados a realizar trabajo obligatorio para el señor. Así mismo, se redujo gradualmente el
tiempo de duración de los contratos y se endurecieron sus términos, con el resultado de que el
arrendatario perdió su derecho a dejar la tierra y se convirtió prácticamente en siervo. Este proceso fue
acompañado de frecuentes protestas y revueltas campesinas que no consiguieron frenar la instauración
de la servidumbre]
Por el contrario, en las regiones occidentales de Europa se aceleró el proceso de disolución de
las viejas propiedades señoriales. El empobrecimiento de la aristocracia terrateniente motivado por la
devaluación monetaria, las guerras y las revueltas campesinas contribuyeron a erosionar los derechos
y prerrogativas feudales y a facilitar la transferencia de la propiedad de la tierra.
Hasta finales del siglo XVI los derechos señoriales se debilitaron y se redujeron
considerablemente las extensiones de tierra reservadas al señor para su propia administración. Las
tierras no explotadas directamente por el señor quedaron en manos de campesinos mediante contratos
de arrendamiento o aparcería e, incluso, en algunas zonas fueron expropiadas por ley, dando lugar a
la extensión de la pequeña y mediana propiedad campesina, especialmente en Francia y Alemania.
Los campesinos que poseían parcelas de tierra podían disponer libremente de ellas, dividirlas,
venderlas o transmitirlas a sus herederos.
Ahora bien, a la vez que aumentaban las pequeñas explotaciones también se extendían las
propiedades señoriales a costa de las tierras comunales del pueblo. Basándose en supuestos derechos
de propiedad, los señores expropiaron un tercio de la propiedad comunal (de ahí el término triade),
proceso en el que se vieron favorecidos por el fuerte endeudamiento de las comunidades rurales con
respecto a su señor. Gran Bretaña y España, donde se produjo un aumento de la extensión de las
grandes propiedades. En Gran Bretaña el pequeño propietario fue desapareciendo progresivamente y
la sociedad rural tendió a una estructura de tres niveles: los terratenientes propietarios de su tierra, los
agricultores arrendatarios que cultivaban tierras sin poseerlas y los trabajadores agrícolas que no
tenían tierra.
En España se produjo un reforzamiento de la propiedad feudal, tanto laica como eclesiástica.
La situación de prosperidad económica que se produjo en el siglo XVI indujo a los grandes
propietarios a ampliar aún más sus explotaciones. La usurpación de bienes comunales y de pastos y
las reclamaciones de tierras trabajadas por los campesinos fueron los sistemas que se pusieron en
práctica y que aceleraron la concentración de la propiedad agraria.

Aunque procedente de épocas anteriores, el mayorazgo se extendió desde comienzos del siglo
XVI, convirtiéndose entre los nobles españoles en la forma dominante de la propiedad. El mayorazgo
agrupaba una serie de bienes, sobre todo tierras y derechos señoriales, que debían heredarse indivisos
dentro de una familia, primando el varón primogénito. El heredero del título nobiliario no podía
disponer de ellos libremente (no podía venderlos, repartirlos entre sus hijos o hipotecarlos) ya que
tenía que mantenerlos intactos para transmitirlos al primogénito.

Otro problema que afectó a la agricultura española de la época fue la rivalidad existente entre
agricultores y propietarios de ganado ovino. El Honrado Concejo de la Mesta, asociación de
propietarios de ganado lanar, fue una institución nacida probablemente en el siglo XIII con el apoyo
de la Monarquía castellana y cuya función era proteger el desarrollo de la actividad trashumante en los
territorios de la Corona de Castilla. La Mesta disfrutaba de un gran número de privilegios, en
detrimento de la agricultura, que fueron aumentando con el paso de los siglos y que iban desde la
libertad de paso y la conservación de las cañadas al mantenimiento de pastos abundantes y baratos
para el ganado. La protección de Monarquía sobre la Mesta se debió a razones tributarias, ya que los
ganaderos pagaban altos impuestos y la lana merina, muy demandada en los Países Bajos y otros
centros de la industria textil, reportaba a la Corona castellana altos ingresos en concepto de aranceles
de exportación.
España cultivo: los útiles de labranza apenas evolucionaron. Las reglamentaciones de las
comunidades rurales tenían un gran peso. Durante el primer tercio del siglo XVI se extendió el cultivo
del cereal, especialmente en la meseta, como respuesta a la creciente demanda. Las múltiples quejas
por la subida de los precios llevaron al gobierno a implantar la tasa del grano en 1539 y,
posteriormente, a importar grano extranjero sin aranceles (España se convirtió en un importador
habitual de grano).
En algunas áreas de Murcia, Granada, Valencia y Aragón se había desarrollado el regadío, y
cobraron importancia actividades alternativas orientadas a la producción de materias primas para la
industria, como la producción de seda o azúcar. Los impulsores de estas actividades fueron los
moriscos que permanecieron en el reino hasta su expulsión en 1609.
Un proceso radicalmente diferente se dio en los Países Bajos, donde hubo notables
innovaciones, especialmente después de su independencia en 1579. Se suprimieron los derechos
señoriales y se produjo una amplia parcelación de las tierras, gran parte de las cuales fueron a parar a
manos de la burguesía. Esto dio como resultado la introducción de modernos métodos de explotación
(propiedades agrarias, que eran arrendadas preferentemente por períodos cortos, con objeto de facilitar
la adaptación a las cambiantes condiciones económicas). También aparecieron en las ciudades
huertos, y aumentaron las inversiones en la ampliación de nuevas tierras mediante el drenaje de zonas
pantanosas y tierras de estuario.
Los Países Bajos se convirtieron en la zona agrícola europea más avanzada, en especial
Holanda. El rápido desarrollo urbano, la expansión de su industria textil, así como su superioridad
comercial sirvieron como acicate para que se desarrollase una agricultura basada en la especialización.
Los agricultores holandeses se especializaron en productos de valor alto (ganado y productos lácteos,
que orientaron hacia la exportación). También practicaron la horticultura (cultivos para uso industrial,
como el lino, el glasto, la rubia, etc.). Agricultura no innovación en Europa
En Europa, no hubo apenas innovaciones. Se emplea el sistema de dos hojas y el barbecho
trienal, con unos rendimientos bajos y una producción orientada principalmente al abastecimiento
local.
El incremento de la producción agrícola en Europa fue el resultado de habilitar para el cultivo
tierras que hasta la fecha no habían sido explotadas y que tenían una menor capacidad de rendimiento.
Sin embargo, la expansión de la superficie cultivada no fue suficiente, por lo que fue necesario
importar cereales de Europa oriental.

4. LAS INDUSTRIAS EUROPEAS

Al igual que la agricultura, el sector industrial incrementó su producción como respuesta a la


creciente demanda y al estímulo de los precios en alza. En el siglo XVI la actividad industrial se
encontraba dispersa. La mayor parte de la actividad industrial se concentraba en las ciudades, donde
los artesanos ejercían su oficio en gremios. A lo largo del siglo XVI la industria siguió empleando las
fuentes de energía tradicionales, la energía hidráulica, la eólica y, sobre todo, el carbón vegetal. La
demanda de madera creció por su utilización como material básico en la construcción de edificios y
barcos. Durante el siglo XVI los sectores industriales más destacados fueron el textil, la construcción
de barcos, la metalurgia y la minería, … La organización de la industria textil era prácticamente la
misma que en la Baja Edad Media, basada en la industria doméstica, en los gremios y en la industria a
domicilio. La mayor parte de la producción se llevaba a cabo en el seno de las familias campesinas
(propio consumo).
En la industria a domicilio o sistema de putting out, el comerciante-empresario era el
propietario de las materias primas y los instrumentos de trabajo, además del producto acabado;
dependían de él diversos artesanos que trabajaban exclusivamente lo que se les suministraba y de la
forma que les indicaba, sin autonomía económica. Estos artesanos (tejedores, hiladores) eran
retribuidos a destajo, es decir, por obra realizada.

Las materias primas más utilizadas fueron la lana, el lino y la seda. La innovación en la
industria de la lana fue obra de los fabricantes de tejidos flamencos y consistió en la elaboración de
tejidos más ligeros y baratos (nouvelle draperie). La huida de un gran número de artesanos flamencos,
tras la represión de la revuelta en los Países Bajos españoles, permitió que aparecieran en otras zonas
europeas, sobre todo en Inglaterra, industrias productoras del nuevo paño, y la industria de la lana,
tradicionalmente controlada por los italianos, pasó gradualmente a manos de ingleses, holandeses y
franceses.

La industria textil castellana experimentó durante la primera mitad del siglo XVI un rápido
crecimiento, importante volumen de exportaciones de paño de calidad, a la vez que mantenía sus
tradicionales exportaciones de lana merina en bruto. Sin embargo, el aumento de la demanda nacional
y, especialmente, de las colonias no fue seguido por un incremento paralelo de la oferta y los precios
se elevaron. La desacertada intervención del gobierno que permitió la importación libre de impuestos
de tejidos extranjeros en 1548, y prohibió la exportación de paños castellanos, excepto a las colonias,
en 1552, provocó el estancamiento y crisis posterior de esta industria. La prohibición de exportación
se levantó en 1555, pero para entonces la pérdida de los mercados extranjeros y el aumento de los
costes producidos por la inflación habían afectado profundamente a la industria textil castellana.
La construcción: gran ocupación durante este siglo. Gracias a la adopción de nuevas técnicas
de proyección y de cálculos de estática, se llevó a cabo la construcción de edificios generalmente más
grandes, así como puentes y canales. Pero donde más evolucionaron las técnicas fue en la
construcción naval, sector que experimentó profundas transformaciones.
En los barcos mercantes predominaba la vela y los remos se utilizaban exclusivamente para
las maniobras en el puerto y emergencias; la evolución de los barcos de vela fue rapidísima, y se
experimentaron una gran variedad de quillas y velámenes diferentes. Se buscaba la seguridad en la
navegación y la reducción en el coste de los transportes, de ahí que aumentase el volumen que
desplazaban los buques, así el tamaño de los barcos para el comercio en el Atlántico aumentó de 200 a
600 toneladas a lo largo del siglo XVI, y la relación tripulación/carga pasó de ser de cuatro o cinco
toneladas de arqueo por marinero en el siglo XV, a siete toneladas a mediados del siglo XVI.

Los mayores constructores de barcos de guerra (galeón) fueron los portugueses, españoles e
ingleses, sin embargo, fueron los holandeses quienes destacaron en la construcción de barcos para el
comercio. Los constructores holandeses respondieron al aumento de la demanda racionalizando sus
astilleros e introduciendo técnicas elementales de producción en masa. innovación más importante fue
el fluyt, barco especialmente diseñado para cargas voluminosas.
Las industrias metalúrgicas adquirieron un gran desarrollo gracias a la creciente demanda
militar. El hierro y el bronce fueron los más solicitados por los militares, aunque el estaño, plomo y
cobre sirvieron como base de diversas aleaciones para uso doméstico e industrial.
El mayor número de innovaciones se produjo en el trabajo del hierro, Países Bajos (Valonia)
era el centro metalúrgico más avanzado de Europa; otros centros estaban localizados en Alemania,
norte de Italia, norte de España y Francia.
La explotación de las minas conoció un proceso de gran expansión, y bajo la presión de la
creciente demanda, se mejoraron las técnicas, lo que dio lugar a pozos más profundos, mejor
ventilación y maquinaria de bombeo. Las principales innovaciones fueron obra de mineros alemanes,
especialmente sajones.
La mayor demanda de minerales, especialmente cobre, plata, hierro, mercurio y sal gema,
impuso una compleja organización de instalaciones y trabajadores, que exigía recursos financieros de
una entidad desconocida hasta entonces. La escala de las empresas creció y aparecieron las primeras
grandes concentraciones de trabajadores. Muchas grandes casas bancarias, como los Fugger de
Augsburgo, en Alemania, invirtieron en empresas del sector, garantizando no sólo la producción, sino
también la distribución de los metales y de los productos derivados en cualquier parte del mundo.
El carbón, cuya demanda comenzó a crecer en el siglo XVI, motivada por la gran escasez de
madera. El carbón se convirtió en el combustible doméstico más utilizado en Londres en el siglo XVI,
y poco a poco fue penetrando en industrias de alto consumo de combustible.
Los descubrimientos en ultramar permitieron la aparición de nuevas industrias, como las
refinerías de azúcar y las fábricas de tabaco. Algunas industrias tradicionales se extendieron por toda
Europa, como la fabricación de cristal fino, instrumentos ópticos y relojería. El principal productor de
éstos y otros productos de lujo durante la Edad Media, había sido Italia, pero en el siglo XVI
surgieron otros países productores de objetos similares, aunque de menor calidad y a menor precio, lo
que provocó la progresiva decadencia industrial de Italia. El desarrollo de la imprenta condujo
también a un crecimiento de la demanda de papel y a la aparición de imprentas en toda Europa.

5. EL DESARROLLO DEL COMERCIO

Tradicionalmente se ha hablado de “revolución comercial” como uno de las características


propias del siglo XVI. El centro del comercio europeo pasó gradualmente del Mediterráneo al mar del
Norte y al mar Báltico. La cuenca del Mediterráneo perdió su papel central por la disminución del
comercio, especialmente de especias, con Asia y África.
Los italianos y muy especialmente los venecianos habían monopolizado el comercio de las especias
hasta que Portugal abrió la ruta del cabo de Buena Esperanza, lo que permitió que los productos
llegasen a Europa sin la intermediación de las ciudades italianas. En el comercio intraeuropeo se
produjo un cambio en el carácter de las mercancías, ya que una gran parte de éstas pasaron a ser
objetos voluminosos y de reducido valor, se dio gracias a la reducción de los costes del transporte.
Por lo que respecta al comercio intercontinental esta transformación se produjo a partir del
siglo XVII, cuando otros países europeos, además de Portugal y España, consiguieron sus propias
colonias a las que exportaban manufacturas, y de las que importaban productos como algodón, tabaco,
azúcar, etc. Sin embargo, el comercio con Oriente apenas experimentó variaciones.
El resultado más visible de este auge del comercio internacional e intercontinental fue la
formación de una red de centros mercantiles, algunos especializados en un sólo tipo de mercancía,
como Burgos (lana merina) o Toulouse (glasto para teñir los tejidos). Al depender de un solo producto
estos centros eran proclives a experimentar graves crisis cuando las condiciones que sustentaban su
especialidad variaban.

Otros centros cuyas actividades estaban más diversificadas: Lisboa, Sevilla, Londres, Venecia,
las ciudades hanseáticas de Hamburgo, Lübeck y Danzing, así como otras ciudades del interior del
continente como Lyon, Milán y Ginebra. Sin embargo, el mayor centro comercial, al menos hasta
1570, fue Amberes, donde se comerciaba con todo tipo de mercancías procedentes de Europa y las
colonias. De la misma forma que Amberes había sustituido a Brujas.
La coordinación financiera de los pagos entre los distintos centros comerciales se organizaba
mediante un sistema de ferias como las de Amberes, Lyon, Medina del Campo y Génova que eran
organizadas a lo largo de todo el año de tal manera que los comerciantes o sus agentes pudieran
reunirse para saldar sus cuentas.
En cuanto a la organización comercial variaba dependiendo del tipo de comercio y de los
países implicados en esta actividad. Estas sociedades emplearon la contabilidad de doble entrada y
practicaron el crédito, Los comerciantes y financieros más importantes en el siglo XVI fueron los
Fugger, familia alemana de Augsburgo, en el sur de Alemania.
El auge económico hace que el estado adquiera cada vez una mayor importancia y el estado
va a intervenir a través de unas instituciones como: casa de india, etc. El estado fija las bases del
comercio internacional, casa de contratación de Sevilla (institución a cargo del estado que regula la
actividad económica del comercio).
En España el comercio con las colonias también era monopolio de la Corona de Castilla, y
desde 1501 se prohibió a los extranjeros (incluidos catalanes y aragoneses) asentarse o comerciar con
los nuevos territorios. En 1503 se creó en Sevilla la Casa de Contratación de las Indias, institución que
tenía como objetivos reservar para Castilla el monopolio de todo el comercio con América y controlar
todo el tráfico que se produjera entre América y España.
A mediados del siglo XVI se impuso el sistema de flotas en el comercio con América, y más
tarde con Filipinas. Este sistema establecía la salida de dos grandes flotas, una en primavera y otra a
finales de verano, compuestas esencialmente por galeones, que, desde Sevilla, la cabecera de la
Carrera de Indias, se dirigían una al puerto mexicano de Veracruz y la otra a la llamada Tierra Firme.
Ambas flotas permanecían en las colonias durante el invierno, se reunían en La Habana y volvían
como un solo contingente en la primavera siguiente. En el último tercio del siglo XVI se puso en
funcionamiento una prolongación que partía de Acapulco (México) y llegaba a las islas Filipinas,
donde intercambiaba la plata y otras mercancías mexicanas por sedas y porcelanas de China,
productos filipinos y otros de origen japonés, para regresar a las costas californianas.
Contrabando-->causa excesiva presión fiscal. Los principales gravámenes sobre el comercio
ascendieron aproximadamente al 35% del valor de las mercancías intercambiadas. Para evitar pagar
impuestos iban desde la manipulación de los registros a la ocultación de mercancías.
Se impusieron los galeones. Aumentó el número de barcos que componían cada flota, de los
15 o 20 navíos de principios del siglo XVI se pasó a unos 70 barcos a finales de siglo.
Castilla exportaba productos agrícolas (vino, aceite y otros productos derivados), productos
manufacturados (telas, herrajes, herramientas, armas, papel, jabón, libros), hierro, así como mercurio
destinado al procedimiento de beneficio de la plata, llamado amalgama, que permitía separar
fácilmente la plata de la ganga. Las importaciones se basaban fundamentalmente en metales preciosos
(al principio oro, pero después sobre todo plata), aunque también llegaban de América colorantes,
cueros, algunos productos medicinales, tabaco, azúcar y cacao.
La plata americana servía para pagar los productos que se llevaban al nuevo continente, pero
la mayor parte de estos productos, especialmente las manufacturas procedían de fuera de España y,
por tanto, el destino de una parte importante de esta plata fue el norte de Europa. De ahí que se pueda
afirmar que el comercio sevillano era un comercio de intermediación, en el que muchos agentes
españoles actuaban tan sólo como comisionistas, mientras los beneficios de las exportaciones
industriales iban a parar a los proveedores extranjeros.
Un caso aparte fue el comercio de esclavos que quedó, por completo y desde el principio, en
manos de comerciantes extranjeros. La existencia de mano de obra indígena en las primeras etapas de
colonización, así como la ausencia de bases españolas en las costas occidentales de África (como
consecuencia del tratado de Tordesillas) apartó a los comerciantes españoles de este negocio. En
consecuencia, se recurrió a un sistema de asientos o contratos para la introducción de esclavos. Hasta
mediados del siglo XVII la mayor parte de los asientos fueron firmados con mercaderes portugueses,
más tarde con italianos, y, a partir de principios del siglo XVIII; franceses e ingleses obtuvieron el
monopolio

6. DINERO, CRÉDITO Y FINANZAS

La relación entre la producción de oro y la de plata era un factor importante del que dependía
la paridad de las monedas. Durante el siglo XVI el stock monetario de Europa aumentó gracias a las
minas europeas de oro y plata, el oro americano y africano, y, sobre todo, la plata que llegó de
América. Según las estimaciones de Braudel y Spooner, entre 1500 y 1650 sólo la llegada oficial
desde América incrementó el stock total de oro de Europa en un 5%, y el de plata en casi un 50%. Sin
embargo, no todos los metales llegaron a convertirse en moneda ya que, aparte de la pérdida por
atesoramiento y desgaste, una parte importante se envió a Oriente para saldar el déficit comercial que
Europa tenía con esta zona. A pesar del notable incremento del volumen de dinero disponible en
Europa, no fue suficiente para igualar el aumento de la demanda de medios de pago que requería la
expansión del comercio, de ahí que se produjese una expansión sin precedentes del uso de técnicas de
crédito.
No obstante, es evidente que, durante el siglo XVI, se produjo un crecimiento considerable de
la cantidad de moneda en circulación con efectos inmediatos sobre los precios, hasta el punto de
denominar a este proceso la revolución de los precios. A lo largo del siglo XVI se produjo en toda
Europa y especialmente en España una elevación de los precios, no comparable con las habidas en
épocas anteriores. El alza de los precios se sintió en primer lugar y de forma más intensa en
Andalucía, extendiéndose al resto de la Península y a Europa.
La inflación no afectó por igual a toda la población. Fue favorable para los grandes
propietarios nobles, ya que la apertura del mercado americano y el aumento de la población en España
incidieron en una mayor demanda de productos agrícolas, lo que implicó la necesidad de extender
cultivos, y llevó a un incremento del valor de la tierra productiva y, por tanto, de las rentas. De igual
modo, la inflación incidió positivamente, sobre todo durante la primera mitad del siglo XVI, en las
actividades comerciales, así como en los negocios realizados por fabricantes y mercaderes. Por
el contrario, la revolución de los precios supuso un empobrecimiento para aquellos que vivían de
rentas pequeñas e ingresos fijos, tales como los pequeños propietarios hidalgos, el bajo clero, los
funcionarios reales de nivel inferior, al no incrementarse éstas en la misma medida que los precios. La
misma situación se dio entre la población asalariada, tanto urbana como rural, que sufrió una
constante pérdida de su poder adquisitivo, especialmente durante la primera mitad del siglo. La
Corona resultó menos afectada, ya que a pesar de que aumentaron los gastos de la administración,
también lo hicieron los ingresos fiscales.
Diversos autores han ofrecido diferentes explicaciones sobre la “revolución de los precios”.
E. J. Hamilton relaciona la inflación con la llegada masiva de metales preciosos, tesis que ya fue
apuntada en la época por pensadores de la llamada “escuela de Salamanca”, como Martín de
Azpilcueta (tabla libro)
Pierre Vilar y Jordi Nadal, han llamado la atención sobre el hecho de que el incremento de los
precios relativos fue mucho mayor hasta 1560 precisamente cuando la entrada de metales preciosos
fue menor. De ahí, argumentan estos historiadores, que se deban buscar otras explicaciones, tales
como el rápido crecimiento de la población y de la demanda, muy por encima de la producción y la
oferta. El aumento global de los gastos se debió, en parte, al aumento de los precios y de los salarios,
pero, sobre todo, a la mayor duración y el rápido aumento del coste de la guerra. Así pues, para hacer
frente a sus necesidades en tiempos de guerra, los gobiernos se vieron obligados a solicitar préstamos
a gran escala.
El desarrollo de la deuda pública en los diversos Estados europeos del siglo XVI contribuyó a
crear centros especializados de captación y de encuentro de capitales y banqueros. Así, Lyon fue el
centro principal.
Las demandas de Carlos V implicaron a muchos banqueros y afectaron a muchos lugares,
especialmente al eje comercial que unía Amberes y Medina del Campo, sin olvidar Sevilla. Genoveses
y alemanes, entre ellos los Fugger y los Welter, administraron un imponente flujo de dinero.
El desplazamiento de los intereses europeos de España hacia el Mediterráneo, donde se
concentraron los principales dominios españoles, contribuyó también al predominio financiero de los
banqueros italianos.
El volumen de la deuda pública de algunos Estados europeos provocó también casos de
insolvencia. El caso más espectacular fue el español, en el que Felipe II declaró bancarrota en tres
ocasiones diferentes, 1557, 1575 y 1596. Las bancarrotas se declaraban cuando, ante la imposibilidad
de pagar los intereses y devolver los capitales prestados, los monarcas suspendían la gestión regular
de las deudas y modificaban los contratos, alargando el vencimiento de los pagos, e incluso
modificando los tipos de interés aplicados, de esta forma los préstamos a corto plazo se transformaban
en préstamos a largo plazo

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