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A modo informativo sobre el arte de Malvinas. Un proyecto de Florence Baranger que pronto
se convertirá en libro reúne obras de más de cuarenta artistas y citas literarias relacionadas
con Malvinas.
Qué bueno sería hacer esto desde las artes visuales”, pensó Florence Baranger al ver en el
Teatro San Martín Campo Minado, la obra teatral de Lola Arias que en estos días vuelve a
reunir en el escenario a veteranos argentinos e ingleses de la guerra de Malvinas. Aquellos
hombres que alguna vez habían intentado matarse unos a otros y que ahora no solo
dialogaban, sino que colaboraban entre sí, y hasta lograban transformar la violencia en música,
inspiraron en 2019 a esta gestora cultural a impulsar un proyecto que pronto se convertirá en
libro.
Por ese entonces, Baranger comenzaba a preparar una muestra de arte político de su marido,
Jacques Bedel, que celebrará en 2023 en el Macba los 40 años de democracia en la Argentina.
Y al detenerse durante su inventario en Los príncipes australes, serie iniciada en 1982 que
evoca mediante cascos una casta de guerreros imaginarios, se propuso también hacer algo
para conmemorar las cuatro décadas del inicio de la guerra.
Su meta inicial era que el próximo sábado se pudiera visitar una muestra en alguno de los
principales centros de exposición de Buenos Aires, con obras realizadas por artistas de
distintas generaciones en diversas disciplinas escultura, pintura, dibujo, fotografía, instalación
y arte digital que pudieran “favorecer la elaboración de un trauma del pasado cuyas
consecuencias continúan en el presente”. Pero la pandemia forzó el cierre de museos y la
postergación de muestras ya pactadas. Y la suya quedó en suspenso mientras avanzaba con la
edición de Malvinas: paisaje y memoria, que se publicará en los próximos meses gracias al
apoyo de Mecenazgo.
“¿Cómo se puede transformar la catástrofe en arte?”, es una pregunta de Julian Barnes que
Baranger cita en su texto, al que se suman otros de Edgardo Esteban –veterano de guerra y
director del Museo Malvinas-, Federico Mirré exembajador argentino en Londres y del juez y
coleccionista Gustavo Bruzzone. “Pensar en Malvinas es representarse el mapa de las islas e
inmediatamente después pensar en la guerra agrega Baranger. Al evocar la guerra, las palabras
que más se repiten son ‘frustración’, ‘dolor’, ‘herida’, ‘injusticia’. Tal vez este libro contribuya,
sino a tener una respuesta, a generar nuevas imágenes que posibiliten pensar las islas no solo
desde lo que representó el conflicto bélico”.
Entre las citas literarias que dialogan con las obras de más de cuarenta artistas -incluidos Bedel
y los fallecidos Clorindo Testa y Luis F. Benedit, arquitectos que remodelaron un antiguo
convento para convertirlo en el Centro Cultural Recoleta- se cuenta una de Jorge Luis Borges,
tomada de su poema Juan López y John Ward; alude a la historia de dos jóvenes -uno
argentino, el otro inglés- que coinciden en el frente de batalla antes de ser enterrados juntos.
“Les tocó en suerte una época extraña. El planeta había sido parcelado en distintos países,
cada uno provisto de lealtades, de queridas memorias, de un pasado sin duda heroico, de
derechos, de agravios, de una mitología peculiar, de próceres de bronce, de aniversarios, de
demagogos y de símbolos. Esa división, cara a los cartógrafos, auspiciaba las guerras.”
“El arte puede sanar”, dice convencida a LA NACION Baranger en su casa-taller de Monserrat,
que además es sede de su empresa Inventarium. Allí recibió días atrás a Geoffrey Cardozo, el
excoronel británico que se encargó de la construcción del Cementerio de Darwin en el que
fueron enterrados 246 soldados argentinos. “La paz no es ausencia de guerra ni de conflictos.
En muchas familias hay problemas y cuando se resuelven, los vínculos se fortalecen”, dijo esa
noche este último, nominado al Premio Nobel de la Paz junto al veterano de guerra Julio Aro,
con quien colaboró para identificar los cuerpos hallados en el campo de batalla.
Una conmovedora fotografía de ese cementerio tomada en 2007 por Juan Travnik, que en
estos días integra una muestra del artista sobre Malvinas en la Fotogalería del Teatro San
Martín, estará presente en el libro. También, parte del registro fotográfico que Eduardo
Longoni realizó ese mismo año y que conformó el ensayo Malvinas, las huellas de la guerra.
Incluye la foto de una lápida donde se lee la frase “Soldado argentino solo conocido por Dios”.
“Importa señalar que la situación actual ha cambiado respecto de la de aquella época en que
efectivamente se desconocía la identidad de muchos de los soldados que yacían en el
cementerio –aclara Baranger-. El Equipo de Antropología Forense –continuando el trabajo
iniciado por Cardozo al finalizar la guerra– ha logrado individualizar los restos y confirmar la
identidad de la gran mayoría de los soldados”.
Las Malvinas son argentinas (1983), Facundo de Zuviría
Por otro lado, después de esta breve introducción sobre el porque se eligió el arte sobre esta
guerra es importante aclarar que el foco de nuestro trabajo es demostrar aquellas heridas que
quedaron por sanar y lo impactante que fue para aquellos que participaron en esta guerra.
Los chicos de 18 años que participaron en la Guerra de las Malvinas entre Argentina y el Reino
Unido en 1982 enfrentaron una serie de desafíos y traumas debido a su inexperiencia y la
naturaleza traumática del conflicto.
La mayoría de los soldados argentinos que lucharon en las Malvinas eran jóvenes reclutas que
tenían poca o ninguna experiencia militar previa. La falta de entrenamiento y preparación
adecuados los dejó en una posición vulnerable en un entorno de combate real.
Las Malvinas son un lugar remoto y hostil, con un clima frío y húmedo, terreno difícil y falta de
infraestructura. Los soldados argentinos tuvieron que adaptarse rápidamente a estas
condiciones adversas, lo que agravó aún más su inexperiencia.
La falta de apoyo psicológico y emocional adecuado durante y después del conflicto exacerbó
los traumas experimentados por los jóvenes soldados. Muchos de ellos regresaron a Argentina
con problemas de salud mental sin tratar.
Los chicos de 18 años que participaron en la Guerra de las Malvinas enfrentaron desafíos
significativos debido a su inexperiencia en el campo de batalla y a las condiciones extremas en
las que se encontraban. Muchos de ellos sufrieron traumas emocionales que han perdurado a
lo largo de los años. La guerra sirve como un recordatorio de la importancia de brindar apoyo y
tratamiento adecuado a los soldados jóvenes que participan en conflictos armados.
Relatos de protagonistas
Carlos Alberto Luján: "Eran tiempos difíciles y oscuros. La juventud nos llevó a esa guerra, y allí
enfrentamos el miedo, el frío, el hambre, pero también la camaradería y el amor por la patria.
No éramos héroes, éramos chicos asustados que hacíamos lo que podíamos para sobrevivir".
Marta Casares (madre de un ex soldado): "Mi hijo regresó de Malvinas, pero nunca volvió a
ser el mismo. Las pesadillas, la ansiedad, los recuerdos dolorosos... La guerra dejó cicatrices
profundas en él y en todos los que estuvieron allí".
José González: "Aquel 14 de junio, cuando se firmó la rendición, fue un alivio, pero también un
momento de tristeza. Dejamos atrás a nuestros compañeros que no regresaron. Fue una
guerra absurda, pero cumplimos con nuestro deber".
Susana López (enfermera de campaña): "Atender a los heridos en medio del conflicto fue una
experiencia abrumadora. Ver a jóvenes tan heridos y asustados te hace valorar la fragilidad de
la vida. La solidaridad y el apoyo mutuo eran esenciales para sobrellevar esa situación".
Juan Carlos Fernández: "La guerra dejó heridas invisibles. Las imágenes de lo que vivimos aún
me persiguen. Pero también aprendí la importancia de la paz y la diplomacia, y de evitar que
las generaciones futuras tengan que pasar por lo que nosotros vivimos".
Para ser mas explícitos y demostrar el impacto y la gravedad de lo acontecido recitare unos
versos de Adrián Maggi lo cual subjetivamente desde mi punto de vista expone el dolor de esta
guerra y de aquellos jóvenes que dieron la vida por nuestra patria.