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Sumario
Editorial. Pág. 3.
Historia Argentina
El combate de San Lorenzo.
Por María Teresa Fuster. Pág. 5.
“El sargento granadero que nunca fue”.
Por Esteban D. Ocampo. Pág. 10.
Los “infernales” de Güemes. Una aproximación histórica.
Por Gabriel Popolizio. Pág.14.
1819: Año bisagra en nuestra historia.
Por Roberto L. Elissalde. Pág. 28.
Los Tapados de Quiroga.
Por Mariano Cohen. Pág. 41.
ISSN 2683-6904

Año 1 N- 6 Febrero 2020 Historia Universal

Staff: El desembarco de Alhucemas. El primer desembarco moderno, exitoso y


combinado.
Dirección:
María Teresa Fuster Por Manuel Giménez Puig. Pág. 50.

Redactor principal Literatura Universal


Roberto L. Elissalde
La Primera Edición de Don Segundo Sombra de Ricardo Güiraldes con
Redacción: dedicatoria autógrafa al doctor Elías Regules.
Sergio Fuster
Por Augusto Soiza Larrosa. Pág. 58.
Comité científico:
Filosofía y Ensayo
Néstor Careaga Alfonso
Fernando Chao
El tránsito del Cristianismo al Racionalismo. Releyendo a Ortega y
Jorge N. Di Nucci
Olga Fernández Latour de Botas Gasset.
Susana Frías Por Martín Hary. Pág. 71.
Héctor Patiño Gardone
Mary Monte de López Moreira Reseñas. Pág. 75.
M. Cristina Scomazzon
Eduardo Trigo O‟Connor d‟ Arlach Adelantos editoriales. Pág. 76.
Juan Eduardo Vargas Cariola

Corrección:
Eduardo Fusero

Diseño:
Demis Juliá

San Blas 5158 CABA CP 1407.

Mail: revistahistopia@gmail.com

© 2019. Registro de propiedad


intelectual. Ley 11.723. Se puede
citar cualquier parte del contenido
de la presente publicación siempre
y cuando se mencione la fuente.

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Editorial

El 3 de febrero de 1813 se libró el combate más emblemático de nuestra historia: la


batalla de San Lorenzo, si bien no fue la más trascendental en la lucha por la
Independencia, fue símbolo del valor, denuedo e ideales de las fuerzas patrias. Fue la
primera y única batalla librada por el genial José de San Martín en nuestro territorio y
coronada con un rotundo triunfo. Se cumplen 207 años del histórico enfrentamiento y
Revista Histopía no podía dejar de rendirle homenaje compartiendo la visión de un
testigo ocular en ese glorioso día. Esta batalla fue el bautismo de fuego del Regimiento
de Granaderos a Caballo, Esteban Ocampo, quien formó parte de este histórico
Regimiento, nos cuenta la historia de un granadero que nunca fue granadero. Una
historia increíble que no podemos dejar de conocer.
Son muchos los hombres que hicieron nuestra patria por eso en este número de la
mano de Gabriel Popolizio conoceremos un poco más sobre los valientes “infernales”,
los soldados de Martín Miguel de Güemes. La cantidad de monedas de oro que Facundo
Quiroga el “Tigre de los Llanos” ocultó conocidas como los “tapados de Quiroga” son
objeto de análisis por parte de Mariano Cohen en un interesante artículo. Roberto L.
Elissalde nos muestra los acontecimientos más trascendentales de 1819 que hacen de
este año un año bisagra en la historia Argentina.
En la sección Historia Universal Manuel Giménez Puig nos detalla el famoso
desembarco de Alhucemas antecedente del ocurrido en Normandía durante la II Guerra
Mundial en un ameno y apasionante relato, mientras que en la sección Literatura
Universal conoceremos mediante Augusto Soiza Larrosa más sobre la obra de Ricardo
Güiraldes “Don Segundo Sombra”. Martín Hary en la sección Filosofía nos brinda un
análisis del tránsito del cristianismo al racionalismo haciendo una relectura muy
interesante de Ortega y Gasset.
El Comité Editorial de Revista Histopía quiere agradecer a todos sus lectores el apoyo
a este proyecto cultural, gracias al cual hemos cumplido un año ininterrumpido de
existencia.
Esperamos queridos lectores disfruten de este nuevo número de Revista Histopía.■

La Dirección.

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Historia Argentina

EL COMBATE DE SAN LORENZO


María Teresa Fuster1

El combate de San Lorenzo ocurrido el 3 de febrero de 1813 en las inmediaciones el


convento de San Carlos Borromeo en la localidad de San Lorenzo (Santa Fe) dio inicio
a la actividad militar del General San Martín en nuestras tierras y fue el bautismo de
fuego del Regimiento de Granaderos a Caballo. De hecho fue el primer y único combate
que el Regimiento creado por el general dio San Martín libró en lo que hoy es el
territorio Argentino, en el cual obtuvieron una sonada victoria sobre las tropas realistas.
En el convento, José de San Martín ocultó a su tropa. Las fuerzas enemigas
desembarcaron en las cercanías rumbo a la ciudad, San Martín atento a sus movimientos
se dirigió a la costa con sus hombres. Eran las 5 de la mañana. Dos columnas uno a su
mando y otra a cargo del capitán Bermúdez salieron con el propósito de envolver al
enemigo en pinza. Fue un combate corto pero glorioso.
Guillermo Parish Robertson, un comerciante inglés fue privilegiado testigo de este
histórico combate. Detalló, desde su punto de vista, los hechos. Este testimonio de
primera mano nos hace revivir un combate que si bien militarmente no fue mayor, su
trascendencia sobrepasó la pensada pues llegó a convertirse en un símbolo de lo que los
patriotas podrían lograr sobre el enemigo.
Simbolizó el triunfo de una causa, la victoria de David sobre el gigante Goliat,
demostrando que las fuerzas locales estaban al mismo nivel que entrenados soldados
europeos y que la victoria de la causa patriótica era a todas luces posible.
Robertson nos detalla su encuentro con José de San Martín y su visión sobre este
combate:
“Por la tarde del quinto día llegamos a la posta de San Lorenzo, distante como dos
leguas del convento del mismo nombre, construido sobre las riberas del Paraná, que allí
son prodigiosamente altas y empinadas. Allí nos informaron que se habían recibido
órdenes de no permitir a los pasajeros seguir desde aquel punto, no solamente porque
era inseguro a causa de la proximidad del enemigo, sino porque los caballos habían sido
requisados y puestos a disposición del Gobierno y listos para, al primer aviso, ser
internados o usados en servicio activo.
Yo había temido encontrar tal interrupción a través de todo el camino, porque sabía
que los marinos, en considerable número, estaban en alguna parte del río, y cuando
recordaba mi delincuencia en burlar su bloqueo, ansiaba caer en manos de cualquiera
menos en las suyas. Todo lo que pude convenir con el maestro de postas fue que si los
marinos desembarcaban en la costa yo tendría dos caballos para mí y mi sirviente y
estaría en libertad de internarme con su familia a un sitio conocido por él, donde el
enemigo no podría seguirnos. En ese rumbo, sin embargo, me aseguró que el peligro
proveniente de los indios era tan grande como el de ser aprisionado por los marinos, así

1. Licenciada en Historia (Universidad de Buenos Aires). Profesora de Enseñanza Media y Superior en


Historia (Universidad de Buenos Aires). Especialista en Historia Colonial. Miembro de la Academia
Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación. Miembro del Comité Argentino de Lucha contra el
Tráfico Ilícito de bienes Culturales (UNESCO). En la actualidad se desempeña en el Área de
Comunicación del Archivo General de la Nación.

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es que Scylla y Caribdis estaban lindamente ante mis ojos. Había visto ya bastante de
Sud América, para acoquinarme ante peligrosas perspectivas.
“Antes de desvestirme hice mi ajuste de cuentas con el maestro de posta y, cuando
quedó arreglado, me retiré al carruaje, transformado en habitación, para pasar la noche,
y pronto me dormí. No habían corrido muchas horas cuando desperté de mi profundo
sueño a causa del tropel de caballos, ruido de sables y rudas voces de mando a
inmediaciones de la posta. Vi confusamente en las tinieblas de la noche los tostados
rostros de dos arrogantes soldados en cada ventanilla del coche. No dudé estar en manos
de los marinos. „¿Quién está ahí?‟, dijo autoritariamente uno de ellos. „Un viajero‟,
contesté, no queriendo señalarme inmediatamente como víctima confesando que era
inglés. Apúrese, dijo la misma voz y salga. En ese momento se acercó a la ventanilla
una persona cuyas facciones no podía distinguir en lo oscuro, pero cuya voz estaba
seguro de conocer, cuando dijo a los hombres: „No sean groseros, no es enemigo, sino,
según el maestro de posta me informa, un caballero inglés en viaje al Paraguay‟. Los
hombres se retiraron y el oficial se aproximó más a la ventanilla.
Confusamente pude entonces discernir sus finas y prominentes facciones, sin
embargo, combinando sus rasgos con el metal de voz, dije: „Seguramente usted es el
coronel San Martín, y, si es así, aquí está su amigo míster Robertson‟. El
reconocimiento fue instantáneo, mutuo y cordial, y él se regocijó con franca risa cuando
le manifesté el miedo que había tenido, confundiendo sus tropas con un cuerpo de
marinos. El coronel entonces me informó que el Gobierno tenía noticias seguras de que
los marinos españoles intentarían desembarcar esa misma mañana, para saquear el país
circunvecino y especialmente el convento de San Lorenzo. Agregó que para impedirlo
había sido destacado con ciento cincuenta Granaderos a caballo de su Regimiento. Que
había venido (andando principalmente de noche para no ser observado) en tres noches
desde Buenos Aires. Dijo estar seguro de que los marinos no conocían su proximidad y
que dentro de pocas horas esperaba entrar en contacto con ellos. „Son doble en número‟,
añadió el valiente coronel, „pero por eso no creo que tengan a mejor parte de la jornada‟.
„Estoy seguro que no‟, dije, y descendiendo sin dilación empecé con mi sirviente a
buscar a tientas vino con qué refrescar a mis muy bien venidos huéspedes.
San Martín había ordenado que se apagaran todas las luces de la posta para evitar que
los marinos pudiesen observar y conocer así la vecindad del enemigo. Sin embargo, nos
manejamos muy bien para beber nuestro vino en la oscuridad y fue literalmente la copa
del estribo, porque todos los hombres de la pequeña columna estaban parados al lado de
sus caballos ya ensillados y listos para avanzar, a la voz de mando, al esperado campo
del combate. No tuve dificultad en persuadir al coronel de que me permitiera
acompañarlo hasta el convento. „Recuerde solamente‟, dijo, „que no es su deber ni oficio
pelear. Le daré un buen caballo y si ve que la jornada se decide contra nosotros, aléjese
lo más ligero posible. Usted sabe que los marineros no son de a caballo‟. A este consejo
prometí sujetarme y, aceptando su delicada oferta de un caballo excelente y estimando
debidamente su consideración hacia mí, cabalgué al costado de San Martín cuando
marchaba al frente de sus hombres, en oscura y silenciosa falange. Justo antes de
despuntar la aurora, por una tranquera en el lado del fondo de la construcción, llegamos
al Convento de San Lorenzo, que quedó interpuesto entre el Paraná y las tropas de
Buenos Aires y ocultos todos los movimientos a las miradas del enemigo.
Los tres lados del Convento visibles desde el río parecían desiertos con las ventanas
cerradas y todo en el estado en que los frailes atemorizados se supondría lo habían
abandonado en su fuga precipitada pocos días antes. Era en el cuarto lado y por el
portón de entrada al patio y claustros, que se hicieron los preparativos para la obra de
muerte. Por este portón San Martín silenciosamente hizo desfilar a sus hombres, y una

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vez que hizo entrar a los dos escuadrones en el cuadrado, me recordaron, cuando las
primeras luces de la mañana apenas se proyectaban en los claustros sombríos que los
protegían, la banda de griegos encerrados en el interior del caballo de madera tan fatal
para los destinos de Troya. El portón se cerró para que ningún transeúnte importuno
pudiese ver lo que adentro se preparaba. El coronel San Martín, acompañado por dos o
tres oficiales y por mí, ascendió al campanario del Convento y con ayuda de un anteojo
de noche y por una ventana trasera trató de darse cuenta de la fuerza y movimientos del
enemigo. Cada momento transcurrido daba prueba más clara de su intención de
desembarcar y tan pronto como aclaró el día percibimos el afanoso embarcar de sus
hombres en los botes de siete barcos que componían su escuadrilla.”
“Pudimos contar claramente alrededor de trescientos veinte soldados y marineros
desembarcando al pie de la barranca y preparándose a subir la larga y tortuosa senda,
única comunicación entre el convento y el río. Era evidente, por el descuido con que el
enemigo ascendía el camino, que estaba desprevenido de los preparativos hechos para
percibirlo, pero San Martín y sus oficiales descendieron de la torrecilla y después de
preparar todo para el choque, tomaron sus respectivos puestos en el patio de abajo. Los
hombres fueron sacados del cuadrángulo, enteramente inapercibidos, cada escuadrón
detrás de una de las alas del edificio. San Martín volvió a subir al campanario y
deteniéndose apenas un momento volvió a bajar corriendo, luego de decirme: „Ahora, en
dos minutos más, estaremos sobre ellos sable en mano‟. Fue un momento de intensa
ansiedad para mí. San Martín había ordenado a sus hombres no disparar un solo tiro. El
enemigo aparecía a mis pies seguramente a no más de cien yardas. Su bandera flameaba
alegremente, sus tambores y pitos tocaban marcha redoblada, cuando en un instante y a
toda brida, los dos escuadrones desembocaron por atrás del convento y flanqueando al
enemigo por las dos alas, comenzaron con sus lucientes sables la matanza que fue
instantánea y espantosa. Las tropas de San Martín recibieron una descarga solamente,
pero desatinada, del enemigo, porque, cerca de él como estaba la caballería, sólo cinco
hombres cayeron en la embestida contra los marinos.
Todo lo demás fue derrota, estrago y espanto entre aquel desdichado cuerpo. La
persecución, la matanza, el triunfo siguieron al asalto de las tropas de Buenos Aires. La
suerte de la batalla, aun para un ojo inexperto como el mío, no estuvo indecisa tres
minutos. La carga de los dos escuadrones instantáneamente rompió las filas enemigas y
desde aquel momento los fulgurantes sables hicieron su obra de muerte tan rápidamente,
que en un cuarto de hora el terreno estaba cubierto de muertos y heridos. Un grupito de
españoles había huido hasta el borde de la barranca y allí, viéndose perseguidos por una
docena de granaderos de San Martín, se precipitaron barranca abajo y fueron aplastados
en la caída. Fue en vano que el oficial a cargo de la partida les pidiera se rindiesen para
salvarse.
Su pánico les había privado completamente de la razón y en vez de rendirse como
prisioneros de guerra, dieron el horrible salto que los llevó al otro mundo y dio sus
cadáveres, aquel día, como alimento a las aves de rapiña. De todos los que
desembarcaron volvieron a sus barcos apenas cincuenta. Los demás fueron muertos o
heridos, mientras San Martín solamente perdió, en el encuentro, ocho de sus hombres.
La excitación nerviosa proveniente de la dolorosa novedad del espectáculo pronto se
convirtió en mí, sentimiento predominante y quedé contentísimo de abandonar el
todavía humeante campo de la acción. Supliqué a San Martín, en consecuencia, que
aceptase mi vino y provisiones en obsequio a los heridos de ambas partes, y dándole un
cordial adiós, abandoné el teatro de la lucha, con pena por la matanza, pero con
admiración por su sangre fría e intrepidez (…)”.
G. P. Robertson.

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Según el parte oficial de batalla el enfrentamiento dejó un saldo de 40 muertos, 14
soldados prisioneros y 12 heridos del lado de las fuerzas enemigas y como acotó San
Martín “sin incluir los que se desplomaron, y llevaron consigo, que por los regueros de
sangre, que se ven en las barrancas considero mayor número”.
Se apoderaron además de armas - dos cañones, 40 fusiles, 4 bayonetas -, y una
bandera tomada por el valiente teniente, nacido en Francia, Hipólito Bouchard quien
más tarde haría flamear nuestra bandera en lejanos países.
De las fuerzas patrias “se han perdido 26 hombres, 6 muertos y el resto heridos”.
Entre ellos podemos mencionar al capitán Justo Germán Bermúdez quién sufrió la
amputación de una pierna falleciendo a causa de las heridas días después y Manuel Díaz
Vélez herido y único prisionero de los realistas - posteriormente intercambiado -, quién
también falleció a los pocos días en el improvisado hospital del Convento donde el
médico Francisco Cosme Argerich atendía con denuedo a pesar de los escasos medios a
la mano. Argerich brindó atención al mismísimo San Martín herido en el rostro por el
enemigo, cuya vida fue salvada por sus valientes granaderos.
El parte de esta batalla firmado por el general José de San Martín fue enviado ese
mismo día a Buenos Aires, el correo fue Ángel Pacheco, un honor que premió su
valiente desempeño y que días después le valiera un ascenso. Como bien escribió José
de San Martín en el parte: “Seguramente el valor e intrepidez de mis granaderos
hubieran terminado en este día de un solo golpe las invasiones de los enemigos en las
costas del Paraná”, y no dudamos que hubiera sido así, si las bajadas del terreno, como
él dice, no hubieran ayudado a que se fugaran. Sin lugar a dudas como expreso San
Martín: “El valor e intrepidez que han manifestado la oficialidad y tropa de mi mando
los hace acreedores à los respetos de la patria”.
El Combate de San Lorenzo fue una victoria que insufló ánimo y espíritu de
patriotismo a una futura Nación llenando de esperanza la causa independentista.
Nuestro homenaje a los protagonistas de tan gloriosa gesta.■

A continuación transcribimos el parte original del glorioso combate que se custodia


en el Archivo General de la Nación.
Transcripción del parte al gobierno de Buenos Aires sobre el Combate de San Lorenzo firmado por el
Coronel de Granaderos a caballo D. José de San Martin.
Exmo. Señor.
Tengo el honor de decir à V. E. que en el día 3 de febrero los granaderos de mi mando en su primer
ensayo han agregado un nuevo triunfo à las armas de la patria.
Los enemigos en número de 250 hombres desembarcaron a las cinco y media de la mañana en el puerto
de San Lorenzo, y se dirigieron sin oposición al colegio de San Carlos conforme al plan que tenia
meditado en dos divisiones de à 60 hombres cada una, los ataqué por derecha è izquierda, hicieron no
obstante una esforzada resistencia sostenida por los fuegos de los buques, pero no capaz de contener el
intrépido arrojo con que los granaderos cargaron sobre ellos sable en mano: al punto se replegaron en
fuga à las baxadas dexando en el campo de batalla 40 muertos, 14 prisioneros de ellos 12 heridos sin
incluir los que se desplomaron, y llebaron consigo que por los regueros de sangre, que se ven en las
barrancas considero mayor número. Dos cañones, 40 fusiles, 4 bayonetas y una bandera que pongo en
manos de V. E. y la arrancó con la vida a el abanderado el valiente oficial D. Hipolito Bouchard. De
nuestra parte se han perdido 26 hombres, 6 muertos y los demás heridos, de este número son el capitán D.
Justo Bermúdez, y el teniente D. Manuel Díaz Vélez, que abanzandose con energía hasta el borde de la
barranca cayó este recomendable oficial en manos del enemigo.
El valor è intrepidez que han manifestado la oficialidad y tropa de mi mando los hace acreedores à los
respetos de la patria y atenciones de V. E.; cuento entre estos al esforzado y benemérito párroco Dr. D.
Julián Navarro que se presentó con valor animando con su voz y suministrando los auxilios espirituales

8
en el campo de batalla igualmente han contraído los oficiales voluntarios D. Vicente Mármol y D. Julián
Corbera, que à la par de los míos permanecieron con denuedo en todos los peligros.
Seguramente el valor, e intrepidez de mis granaderos hubieran terminado en este día de un solo golpe las
invasiones de los enemigos en las costas del Paraná si la proximidad de las bajadas, que ellos no
desampararon no hubiera protegido su fuga, pero me arrojo a pronosticar sin temor que los enemigos no
volverán a inquietar estos pacíficos moradores.
Dios guarde à V. E. muchos años.■
San Lorenzo Febrero 3 de 1813.-

Parte de Batalla de San Lorenzo. (AGN -Tesoro)

9
“EL SARGENTO GRANADERO QUE
NUNCA FUE”
Esteban Ocampo2

Dubroca 1899. (Revista Caras y Caretas)

2 Esteban Ocampo ha sido miembro del Regimiento de Granaderos a Caballo "General San Martín", es
historiador, Miembro Correspondiente de la Junta de Estudios Históricos de San Juan y autor de los
libros: "Centauros de los Andes - Historia del Regimiento de Granaderos a Caballo General San Martín -
1812 a 1820"; "Granaderos, Libertad y Gloria - Historia del Regimiento de Granaderos a Caballo General
San Martín - 1820 a 1826"; "Un Año de Gloria - Efemérides de los Granaderos y el General San Martín";
"Regimiento de Granaderos a Caballo - 1812 - 2018"; además de artículos y publicaciones vinculadas con
la historia del Regimiento de Granaderos a Caballo, el General José de San Martín, la Guerra de la
Independencia y la Caballería Argentina, entre otros temas.

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La rica Historia nacional nunca deja de sorprendernos a la hora de encontrar esos
personajes tan únicos y especiales que, sin lugar a dudas, sus vidas terminan
apasionándonos en gran manera. Por ello, tiempo atrás mientras escribía uno de mis
últimos libros3, fue más que grato encontrarme con la historia de un personaje muy
pintoresco que quiero narrar en estas líneas.
Su nombre completo era Eduardo Marcelino Dubroca, más conocido en su tiempo
como el “Guardián del Sepulcro”4, función que desempeñaba en la Catedral
Metropolitana en el lugar donde descansan los restos del Libertador San Martín. Al ser
Sargento Primero del Ejército Argentino, su tarea la desarrollaba de una manera
diferente: portaba un uniforme de “Sargento Granadero”. ¿Pero quién era Eduardo
Dubroca? ¿Fue efectivamente un Granadero?
Andando atrás en el tiempo, hay que señalar que desde Agosto de 1826 el
Regimiento de Granaderos a Caballo no existía más en nuestro Ejército como Cuerpo
Militar, ya que, luego de su retorno desde el Perú a Buenos Aires el 13 de Febrero,
había sido primeramente fraccionado (parte de su personal será designado en abril de
ese año como Escolta del presidente Rivadavia, siendo denominados “Granaderos de la
Escolta Presidencial”) y luego disuelto, siendo sus efectivos veteranos distribuidos en
los nuevos Cuerpos de Caballería creados para la Guerra contra el Imperio del Brasil 5.
Recién el 29 de Mayo de 1903, con la firma del Decreto Presidencial del General Julio
A. Roca, el Regimiento de Granaderos a Caballo, sería recreado. Es decir, durante todo
ese tiempo, no existió un Cuerpo Nacional 6 en nuestro Ejército con esa denominación.
Un dato interesante, es el que se desprende en la Ceremonia de Repatriación de los
restos del Libertador San Martín, efectuada el 28 de mayo de 1880. En la misma, ocho
soldados distinguidos del Regimiento de Caballería N° 1, fueran ascendidos a Sargentos
Segundos con la misión de escoltar el coche fúnebre portando a modo de homenaje
uniformes de “Granaderos a Caballo”7.
No existe un documento visual preciso que nos permita ver cómo eran los uniformes
Granaderos portados por esos hombres, pero una pista puede ser encontrada años
después justamente con el personaje del cual trata esta nota.
Según los datos que aporta su Foja de Servicios, Eduardo Dubroca en 1880 era
Sargento 2do del Ejército, con cédula de inválido otorgada en marzo de 1867 por las
heridas recibidas en la Guerra del Paraguay formando parte del Batallón N° 1 de
Infantería.

3Ocampo, E. D., Un año de Gloria, efemérides de los Granaderos y el General San Martín, Buenos
Aires, Ediciones El Húsar, 2018.
4 Tal la denominación que tenía su función, de acuerdo a lo redactado en la Resolución Presidencial del 6
de Septiembre de 1897 del Boletín Oficial de la República Argentina.
5 Ocampo E. D., Granaderos, Libertad y Gloria. Historia del Regimiento de Granaderos a Caballo
General San Martín 1820-1826, Buenos Aires, Dunken, 2012.
6 Existieron Cuerpos de Caballería Provinciales como el Regimiento de Caballería de Línea N° 2
“Granaderos a Caballo” del Estado de Buenos Aires (1852-1855), y los “Granaderos a Caballo” de Entre
Ríos.
7“Boletín del Día”, publicado en la Edición de los días 24 y 25 de mayo 1880 (Año XIV N° 3940) del
diario La República, donde se detalla el dispositivo militar que será aplicado el 28 de mayo.
En el mismo, en su Artículo 2do, se detalla que 8 hombres del Regimiento N° 1 de Caballería de Línea,
serán los encargados de guiar a los caballos de tiro que llevarán el coche fúnebre con el féretro (se los
denomina "palafreneros"), los cuales así como el personal detallado en el artículo 1ro (con función de
traslado del féretro desde la embarcación al coche fúnebre), serán ascendidos a Sargentos 2do.

11
Queda testimonio de su
participación en dicha
Guerra, en la obra de
Enrique Garmendia, en la
cual es nombrado en los
hechos ocurridos en el
combate de Estero
Bellaco.
El 4 de agosto de 1892,
fue ascendido a Sargento
1ro, siendo destinado al
Cuerpo de Inválidos del
Ejército donde revistaría
hasta 1906, cuando fue
incorporado a la “Lista de
Guerreros del Paraguay”.
Con dicha graduación,
Sargento 1ro, el 30 de
Enero de 1897 fue
nombrado por Decreto
Presidencial como
“Ordenanza del Museo
Histórico” (Nacional) con
antigüedad al 1 de ese
mes, puesto en el que se
desempeñó hasta el 6 de
Septiembre cuando
nuevamente por Decreto
Presidencial, fue
nombrado como
“Guardián del Sepulcro”
(y cuidador del
Monumento) que guardan
los restos del Padre de la
Patria. Este cargo fue
creado en 1882, y el
presupuesto nacional de
ese año detalla que el
sueldo para el mismo era
de veinticinco pesos
mensuales.
Lo interesante de la
cuestión, repasando un poco su historial hasta el momento, es que Dubroca era un
Sargento de Infantería del Ejército, veterano de la Guerra del Paraguay. Sin embargo,

12
con su función de “Guardián del Sepulcro”, comenzó a portar el uniforme de Sargento
de “Granaderos a Caballo” siguiendo con una idea dispuesta por el Director del Museo
Histórico Nacional. Con este uniforme lo veremos posando en dos ediciones de la
Revista “Caras y Caretas” (1899 y 1901): una montado a caballo y en la otra a pie con
una carabina en su mano derecha.
Presentado como “El último Granadero”, llamó mi atención y de allí que surgiera el
escudriñar su historia, sobre todo al ver que en su uniforme, las medallas, escudos de
distinción y cordones, corresponden a la Guerra del Paraguay en su condición de
Veterano de la misma.
Ahora bien, ¿por qué “El último Granadero”? Seguramente y más allá de la confusión
que esto podría generar, el título es un simbolismo. Dejando de lado su clara Foja de
Servicios que muestra lo imposible de ello, está lo “físico”: para 1897 tenía 61 años, es
decir, nacido en 1836. El título es entonces un homenaje hacia el Regimiento, una
representación del mismo, que tanto para la edición de 1899, como la de 1901, todavía
no había sido recreado.
Dubroca continuó en esta función, abandonando el uso del uniforme de “Sargento
Granadero”, cuando el Regimiento ya recreado comenzó a brindar la Escolta
Ceremonial en el Mausoleo.
Pero nunca dejó de seguir siendo pintoresca su vida. Habiendo fallecido quien era su
esposa, Lucia Cepeda en 1908, el 7 de agosto de ese mismo año se casó nuevamente.
Para la fecha tenía 73 años, y su flamante esposa María del Pilar Pérez: 26… Algo
que no pasó desapercibido para “Caras y Caretas”, quienes supieron dar cuenta de este
enlace bajo el título de “Un casamiento original”8. Con su segunda esposa, tendrían un
hijo varón y continuarían viviendo en el Barrio de Palermo en la Ciudad de Buenos
Aires.
Falleció el 30 de abril de 1919, habiendo logrado previamente un reconocimiento a
su participación y servicios en el Ejército, siendo ascendido a Subteniente por Ley del
Congreso Nacional, tres años después de haber realizado la solicitud.
Lamentablemente, a la fecha, no he podido encontrar datos del lugar donde descansan
sus restos, lo cual en lo personal, representa un pendiente en la historia de este viejo
soldado.
Eduardo Marcelino Dubroca: el “Guardián del Sepulcro”… El “Sargento Granadero”
que, sin embargo, nunca lo fue.■

8 Revista Caras y Caretas, N° 567, 14/08/1909.

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LOS INFERNALES DE GÜEMES
Una aproximación histórica.
Segunda parte
Gabriel Popolizio 9

Uniformidad
Está claro ya que los infernales fueron un Regimiento de Caballería de Línea -que
funcionaban como dragones- con una componente netamente de infantería. Su
uniformidad, lamentablemente, está completamente instalada en el imaginario de la
sociedad como una versión muy distante de la realidad, que es el uniforme “histórico”
adoptado por el Regimiento Nª 5 de Caballería. Cuando este regimiento toma en 1919 el
nombre de General Güemes, se otorga a sus integrantes el nombre de “infernales” y se
les provee de su uniforme “histórico”, sin respetar reconstrucción histórica alguna. Será
así entonces que el “infernal” será dotado de botas de cuero crudo, bombachas blancas,
una especie de chiripá y camisa rojos, poncho rojo con motivos negros y gorra de
manga también roja. Una posible explicación que justifique algo de esta elección puede
deberse a una confusión con el uniforme del Regimiento 5 de Caballería de Línea de la
Confederación Argentina durante las presidencias de Urquiza, Derqui y Pedernera, que
formó parte de la campaña del Salado al mando del general Taboada.
Existe, luego de revisar la profusa documentación que aún se conservan en varios
archivos, la plena certeza de que no sólo los infernales, sino todos los cuerpos de línea
del ejército de Güemes estaban uniformados al uso y estilo de los demás ejércitos
revolucionarios con, obviamente, algunas diferencias.
Pantalones y chaquetas

La “bombacha gaucha” es una de las prendas con las que se suelen identificar a los
Infernales, pero éstas comenzaron a popularizarse por estas tierras en tiempos de la
Guerra del Paraguay, cuando ingresaron al país como rezago miles de pantalones
sobrantes de la Guerra de Crimea.10
Con respecto al chiripá y a los calzones con flecos, éstos se desgarrarían debido a la
gran cantidad de plantas espinosas presentes en las zonas donde operaban los infernales.
Según Villagrán San Millán11, Güemes habría usado el término “chiripá” en alguna
carta para aludir a la pobreza de sus tropas a la hora de solicitar más recursos. En
ninguno de los documentos se observa alusión a bombachas o chiripás, cuando por otro
lado hay cientos de menciones de otra prenda para vestir la parte inferior del cuerpo de
sus tropas, el pantalón, nombrado una y otra vez.

9 Profesor en Matemática y en Física. Lic. en Educación con Especialización en Matemática. Docente


secundario y terciario. Recreador histórico y modelista, especializado en dioramas históricos.
10 Villagrán San Millán, M., De paños y bayetas, Los colores de la Guerra Gaucha, Bol. Güemesiano
nro. 36.
11 Ib., pág. 84.

14
Los pantalones eran de uso común: “…estaba en los usos y costumbres del lugar y la
época el que los hombres usasen pantalones […] cuando se trataba de señores, soldados
y gauchos; en cuanto que cuando se trataba de indígenas altoperuanos […] o “cholos”
del Tucumán, lo usual era que el pantalón llegase a pasar las rodillas, dejando libre las
pantorrillas o cubiertas con los flecos del calzoncillo, en cuyo caso este pantalón recibía
el nombre de calzón”12. Muchas veces se agregaba al atuendo un “cubrecalzón” de
cuero que tenía la función de proteger las pantorrillas (fig. 1).

El pantalón utilizado por los Infernales era ajustado13, de tipo andaluz. Su color, azul
turquí (tonalidad oscura y profunda, del color azul14). Algunos autores, como por
ejemplo Lucio Cornejo, hacen referencia a la existencia de un vivo color rojo que corría
a lo largo de la costura exterior de las perneras del pantalón15. Otros, como por ejemplo
Houssay16, no hacen referencia ninguna a los vivos de los pantalones (ni de las
chaquetas).
En la pág. 96 del Tomo VIII de Güemes Documentado, se lee, en un recibo del 30 de
julio de 1818, el pago por “3 varas de costura de pantalón y chamarra, y el vivo de paño
grana para la chamarra”. Esta aclaración del vivo para la chamarra, conduce a concluir
que probablemente los pantalones fueran sólo de color turquí, sin vivos. Tampoco hay
evidencia documental de que estuvieran reforzados en cuero. La calidad de la tela del

12 Ib., pág. 82.


13 Cornejo, L., Beverina, G., Los gauchos de Güemes, análisis histórico de sus regimientos, armas,
monturas y caballos, Salta, Mundo Gráfico Salta Ed., 2014, p. 61.
14 https://es.wikipedia.org/wiki/Turqu%C3%AD
15 Cornejo, L., Beverina, G., Op. cit. p. 61.
16 Houssay, L. L., El Regimiento de Infernales, Bol. Güemesiano Digital 2014, diciembre de 2014, p.21.

15
que estaban confeccionados los pantalones, dependía de la jerarquía militar, aunque el
diseño era el mismo para todos (fig. 2).

Lo usual era el paño, utilizándose tres tipos: ordinario, entrefino17 y fino18. Por lo
general, el paño ordinario iba destinado a la tropa, el entrefino a los suboficiales y
oficiales subalternos, y el fino a los oficiales.
Además del paño, se utilizaba el nanquín, pero por lo visto sólo era utilizado por el
personal de maestranza19 y los capellanes. El nanquín era una tela fina de algodón, de
color amarillento, muy utilizada en los siglos XVIII y XIX, que se fabricaba en la
población china del mismo nombre20. Esta tela también conocida como Mahón21, fue
ampliamente utilizado para trabajos pesados por obreros, campesinos, carpinteros, y
solía teñirse de color azul.
Otras telas que se utilizaban profusamente para la confección de pantalones de los
infernales era la bayeta, el bayetón22 y el brin23.
Cabe aclarar que la bayeta, según la RAE, era una “tela de lana, floja y poco
tupida”24, mientras que el bayetón, era similar, de lana, pero “con mucho pelo”25, que
se empleaba “en lo común para confeccionar y elaborar chalecos o abrigos para proteger
del frío, nativa de España y [que] se ha extendido en el continente americano” 26. En el
caso del brin, ésta es una “tela ordinaria y gruesa de lino” 27, muy fuerte utilizada
también para fabricar velas de embarcaciones.

Chaquetas

Es preciso diferenciar entre chaqueta, casaca y casaquilla: Según la RAE, la chaqueta


es una “prenda exterior de vestir, con mangas y abierta por delante, que llega por debajo
de la cadera”28. En cambio, la casaca es una “vestidura ceñida al cuerpo, generalmente

17 Güemes, L., Güemes Documentado, T.8, Buenos Aires, Ed. Plus Ultra, 1982, p. 96.
18 Ib., p. 110.
19 Ib., pp. 110 y 111.
20 https://educalingo.com/es/dic-es/nanquin
21 https://es.wikipedia.org/wiki/Mah%C3%B3n_(tejido)
22 Güemes, L., Güemes Documentado. Op.cit, p. 112.
23 Ib., p. 113.
24 https://dle.rae.es/?id=5F0HbvD
25 https://dle.rae.es/?id=5F3vioZ
26 https://definiciona.com/bayeton/#palabras-relacionadas
27 https://dle.rae.es/?id=66lD4Cf
28 https://dle.rae.es/?id=8bi8TF7

16
de uniforme, con mangas que llegan hasta la muñeca, y con faldones hasta las corvas” 29
(parte de la pierna, opuesta a la rodilla, por donde se dobla y encorva).
La casaquilla, es una “casaca muy corta que apenas pasa del talle” 30, es decir una
prenda similar a la casaca pero con faldones cortos, que terminan por debajo de los
glúteos.
Los Infernales utilizaban chaquetas (incluso los oficiales de alto rango, a diferencia
de otros regimientos de línea de la época), en las que variaba también la calidad de la
tela en la que estaban confeccionadas según el rango de quien la utilizara. Existe una
orden de pago de “dieciocho pesos siete reales a don Manuel Solá, por vara y cuarta
para una chaqueta de paño azul […], para que se haga un vestuario el jefe de vanguardia
don Juan Antonio Rojas. Salta, 21 de abril de 1820”31. Únicamente se hace referencia a
las casacas por parte de los músicos. Con respecto a las casaquillas, no hay evidencias
de su uso.
Hay varios documentos que permiten atestiguar el uso de chaquetas por parte de la
tropa, como por ejemplo, una orden para la hechura de “un vestuario de chaqueta y
pantalón al cabo de infernales Manuel Giles sin la menor demora. Jujuy, julio 28 de
1818”32. En otro documento, el cabo refiere haber recibido la chaqueta y pantalón, de
paño entrefino, “con sus vivos correspondientes, y botonadura”33. En otro recibo, se
informa de la recepción, a pedido del Maestro sastre Viamonte, de “media vara de
bayetón, para el completo de una chaqueta…”34. Bastante esclarecedora es la nota
donde Güemes, a pedido del Comandante de los Infernales Pablo de la Torre, le solicita
al comerciante Joaquín de Achával, entre otras cosas, 58 ¼ varas de paño ordinario, 40
de paño entrefino y 7 y 2/4 (sic) de paño fino. Esta nota es interesante no sólo porque
confirma fehacientemente el uso de los tres tipos de paño, sino que por la proporción de
las cantidades adquiridas podría corresponder al vestuario de tropa (paño ordinario en
mayor cantidad), suboficiales y oficiales subalternos (el entrefino, de menor cantidad
que la anterior) y oficiales superiores (fino, en poca cantidad).
Es interesante porque existe un acuse de recibo en donde Güemes ordena: “Abónese
por el Ministerio de Hacienda cuando los fondos del Estado lo permitan” 35, lo que
vendría a ser una práctica común en la época.
Hay evidencia también de que se fabricaban diversos talles. En un recibo del 1 de
mayo de 1820, un tal Pedro Ferreyra declara que las 18 varas de paño azul que le dieron
son “para la construcción de seis uniformes de chaqueta y pantalón de talla
grande…”36. Estas chaquetas, eran de color turquí como los pantalones, estaban
confeccionadas con abotonadura central y con cuellos encarnados, y probablemente con
vueltas de mangas encarnadas también, al igual que los vivos (fig. 3).
Poseían hombreras, con vivos o caponas del color de la divisa regimental, es decir,
granas. Esta configuración se repetirá tanto para los granaderos como para los artilleros,
cuyos uniformes serán prácticamente iguales, con la única diferencia del vivo. En el
caso de los granaderos, los vivos eran de color amarillo37, y para los artilleros, de color
celeste38. En todos los casos los vivos se hacían de bayeta.

29 https://dle.rae.es/?id=7lsmy8u
30 https://es.wiktionary.org/wiki/casaquilla
31 Güemes, L., Güemes Documentado, T.8 Op.cit, p. 109.
32 Ib., p. 95.
33 Ib.
34 Ib., p. 109.
35 Ib., p. 96.
36 Ib., p. 102.
37 Ib., p. 94.
38 Ib., p. 112.

17
Los cadetes adscriptos a las divisiones de Infernales portaban el mismo uniforme que
la tropa. Las tropas de maestranza, sastrería, panaderos y capellanes, utilizaban
chaquetas sin vivos. Esto se desprende de varios pedidos en donde se especifica la
hechura y los materiales necesarios, no figurando en ninguno de ellos cantidad alguna
de bayeta para confeccionarlos39. Una explicación posible para ello es que no se
identificaran con vivos del color de la divisa divisional, ya que eran servicios comunes a
todas las divisiones de línea.
En el interior de las chaquetas se utilizaban forros. Se utilizaron varios, entre ellas, la
tela de elefante. También llamada curado o retor, era un “tejido de algodón, obtenido
con la urdimbre y la trama blanqueadas antes del tisaje y ligamento tafetán, se usa para
sábanas, calzoncillos, etc. Es resistente y de mucha duración40. Otra tela utilizada como
forro de las chaquetas era la platilla, una especie de lienzo delgado y basto 41, para forro
de las chaquetas de la escolta del gobernador42. Sin embargo, la tela de elefante
parecería ser más utilizada43, incluso “para curaciones de varios soldados infernales” 44.
Otra de las telas utilizadas como forro era la choleta aplomada, más fina, destinada a la
confección de uniformes para la oficialidad45.
Botones

Las chaquetas llevaban botones (seguramente 8 en el pecho, como era costumbre en la


época, pero no queda registro de ello). Al igual que todo lo relativo a los ejércitos de
línea de Salta en esa época, había que utilizar lo que se tenía a mano. Es por ello que los
botones destinados a las chaquetas no guardan una uniformidad. Se conservan múltiples
pedidos: uno de 1820, de botones de cascabel46; otro de 6 gruesas (864 botones) de

39 Ib., pp. 110 y 111.


40 http://www.ribescasals.com/blog/glosario-textil/glosario-textil-de-la-a-a-la-c/
41 https://dle.rae.es/?id=TMrqk8L
42 Güemes, L., Güemes Documentado, T.9, Ed. Plus Ultra, Bs. As., 1982, p. 233.
43 Güemes, L., Güemes Documentado, T.8, Ed. Plus Ultra, 1982, pp. 96 y 97.
44 Ib., p. 124.
45 Ib., p. 110.
46 Güemes, L., Güemes Documentado, T.9, Buenos Aires, Ed. Plus Ultra, 1982, p 233.

18
metal chicos47; de ocho gruesas (1152 botones) comprados en Tucumán48; también de
una compra de 12 botones amarillos para el teniente de Infernales Pedro Zabaleta 49, por
lo que es posible suponer que además de la botonadura del pecho, llevasen 1 botón en
cada manga, y uno en cada hombrera; también se conserva una nota de recibo de 252
botones de estaño para la escolta del Gobernador. Probablemente la tropa de Infernales
utilizara botones blancos y sus oficiales, amarillos.

Caponas

Según la RAE, se entiende por capona a una “hombrera militar a modo de pala como la
charretera, pero sin canelones, que sirvió de divisa, generalmente, en los cuerpos
montados”.50. Deriva del término capón, que hace referencia a
“…un hombre o de un animal castrado”51, ya que es como una charretera, pero sin los
canelones o trenzados que caen de una charretera.
Hay varios documentos que hacen referencia a la fabricación y uso de caponas en las
unidades de línea de la provincia de Salta durante la gesta güemesiana. Pero,
lamentablemente si bien hay información acerca de la tela con la que estaban
confeccionadas e incluso el color que se le asignaba a cada unidad, no se han
encontrado detalles cruciales en cuanto a su forma, confección o sobre los destinatarios
de las mismas. Y es allí en donde se debe entrar en el terreno de la especulación,
guiados por el estudio detallado de diversas fuentes, y de la conciencia del legado
español en lo concerniente a la milicia.
Una capona es una divisa. Según el diccionario de la RAE, una divisa es una
“señal exterior para distinguir personas, grados u otras cosas”52.
En cuanto al significado que incumbe a este estudio, se entiende por divisa a toda
insignia distintiva de los distintos grados y empleos militares53.
A principios del siglo XVIII, con Felipe V, la reorganización de los ejércitos
españoles trajo aparejada la creación de nuevos cargos militares, tales como sargentos
primeros y segundos, cabos primeros y segundos, y las distintas denominaciones de los
soldados (fusilero, granadero, jinete, etc.) y, por añadidura, la aparición de nuevas
divisas.
Durante el reinado de Carlos III fueron promulgadas las Ordenanzas Militares de
1768. Éstas disponían, entre otras reformas importantes, la adopción de alamares para
los cuerpos montados. En el caso de la tropa, estos distintivos serían del color de la
divisa regimental. En algunos casos, como en el de los tenientes, subtenientes y
sargentos, los alamares sólo se llevaban en uno de los hombros.
Estas identificaciones se complejizarían luego al sumarle a las divisas de empleo
efectivo, las divisas de grado, que era una especie de recompensa, que consistía en
otorgar grados superiores al empleo que se tenía.54. Este sistema perduró en nuestros
ejércitos a tal punto que justamente sobre Güemes allá por 1813 se abrió un debate en

47 Güemes, L., Güemes Documentado, T.10, Buenos Aires, Ed. Plus Ultra, Bs, 1982, p. 76.
48 Ib., pág.78.
49 Güemes, L., Güemes Documentado, T.8, Buenos Aires, Ed. Plus Ultra, 1982, p. 96.
50 https://dle.rae.es/?id=7LIC4Oc
51 https://dle.rae.es/?id=7LE519L|7LEhkBl
52 https://dle.rae.es/?id=E1DQbbW
53 Medina Ávila, D. J., Las divisas militares, ERAE, 2014,
En: https://ifc.dpz.es/recursos/publicaciones/34/83/09medina.pdf
54 Lagleyze, J. M. L., Lahoz Manzano A., “Los realistas” (1810-1826), Colección Hombres en uniforme
nro. 5, Valladolid, Quirón Ediciones, 1998, p. 111.

19
cuanto al grado que le correspondía, ya que no se disponía de su foja de servicio con esa
información. Es por ello que en varios documentos de la misma época se lo menciona
como “Don Martín Miguel de Güemes”, “el ciudadano Martín Miguel de Güemes”, el
“capitán Martín Miguel de Güemes”. Finalmente se lo reconoce, frente a un pedido de
éste, como “Teniente Coronel graduado”55.

Volviendo a España, a partir de 1785, por Real Decreto del 1 de enero, los alamares
pasaron a denominarse charreteras56. Se dispone también que en el hombro en el que no
se llevase charretera de flecos, se portase una sin ellos, que se denominaría capona 57.
Se conservan varios documentos que hacen referencia a las caponas que nos permiten
traer algo de luz al respecto: ya en 1817 hay registro de su uso en las divisiones de línea
de Güemes58.
En un oficio de Francisco de Uriondo al Sargento Mayor Vicente Torino del 6 de
marzo de 1820 se menciona el envío de bayeta verde, amarilla y celeste, y el pedido de
que “no se desperdicie ni una sola hilacha de bayeta porque no la hay en las cajas [y
ordena que le mande] un par de cada especie de las caponas, para mostrárselas al señor
Gobernador [Güemes] que quiera verlas…”59. El 13 de marzo, vuelve Uriondo a

55 Güemes, L., Güemes Documentado, T.2, Buenos Aires, Ed. Plus Ultra, 1982, p.p. 13 a 19.
56 Almirante, J., Diccionario militar, etimológico, histórico, tecnológico, con dos vocabularios francés y
alemán, Madrid, 1869, p. 320.
57 Ib.
58 Güemes, L., Güemes Documentado, T.9, Buenos Aires, Ed. Plus Ultra, 1982, p. 229.
59 Ib., p. 94.

20
comunicarse con Torino pidiéndole que le indique “cuántos pares de caponas hay
hechas y vea Ud. si la bayeta que se saca cuando se deshilacha se puede hilar” 60 (lo que
da cuenta de la escasez de esta tela). El 14 de marzo nuevamente sale un oficio porque
“el señor gobernador se admira de la bayeta que se gasta en las caponas, y con razón,
porque ciento ochenta y tantas varas se tienen mandadas y no se han hecho arriba de
300 pares, cuando con 100 varas debían salir 325 pares según cuenta que hemos sacado,
y con las 80 agregándole 20 varas más, estaba completo el número de 650 que eran las
que se necesitaban”61. En otro oficio del 18 de marzo, nuevamente Uriondo informa a
Torino que sobre las caponas. Le dice que un “cadete lleva todos los utensilios que ha
pedido Ud. para la conclusión de las caponas […] Debe hacer Ud. 316 pares para
Granaderos y para infernales 260…”62.

Conclusión:

Es posible sostener, entonces, que las caponas serían unas “tiras de bayeta” del color de
la divisa regimental, cosidas a las chaquetas a modo de hombrera, es decir, sosteniendo
los correajes en su lugar, permitiendo también reconocer aún más fácilmente a la
distancia, por su coloración, la división de quien portara esa chaqueta.

Camisas

En cuanto a esta prenda, también era utilizada por todas las tropas de línea del ejército
de Güemes. Y como en los casos anteriores, también las había de diversas calidades. La
tropa solía utilizar las confeccionadas con de tela de elefante, como puede verse en un
oficio de Manuel Lanfranco a Güemes en el que le informa que consiguió lienzo fino
para hacer sesenta camisas para oficiales y “30 de elefante para la tropa”.63
También se hacían para los Infernales camisas de gasa. Las de gasa fina estaban
destinadas a los oficiales64.
También la escolta de Güemes utilizaba camisas de gasa 65. Fechado el 25 de febrero
de ese año, un recibo registra la recepción de 315 camisas para todas las unidades de
línea, entre ellos los infernales, la mayoría de ellas de gasa y el resto de puntivi. Con
este término (o pontevi, como se la conocía hacia 1790 en Buenos Aires66) se hace
referencia a un lienzo elaborado de diversos materiales como lino muy fino y de alta
calidad. Para los oficiales y para los suboficiales de la escolta del gobernador era
también común poseer alguna camisa de seda, o de tela de Irlanda 67.
Otro material de baja calidad utilizado para la confección de las camisas de los
infernales68 era el tocuyo, o tucuyo. Esta tela está fabricada de puro algodón utilizado
para hacer indumentaria cómoda y liviana, de uso ancestral en el Alto Perú 69.

60 Ib. p. 231.
61 Ib., p. 232.
62 Ib., pp. 233 y234.
63 Güemes, L., Güemes Documentado, T.10, Buenos Aires, Ed. Plus Ultra, 1982, p. 415.
64 Ib., págs. 103 y 104.
65 Ib., pág. 120.
66 http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.338/te.338.pdf
67 Ib., pág. 119.
68 Güemes, L., Güemes Documentado, T.8, Buenos Aires, Ed. Plus Ultra, 1982, p. 93.
69 http://eltocuyohistoriacolonial.blogspot.com/2016/04/el-algodon-y-el-lienzo-tocuyo.html

21
Abrigos: Capotones

El capotón era “una prenda de vestir semejante a un chaquetón, ceñida al cuerpo y con
largos faldones, que forma parte del uniforme de algunos ejércitos” 70. Hay registros de
que los infernales utilizaban capotones, tanto de factura propia, como capturados al
enemigo. Ejemplo de esto último es el parte de Güemes a Belgrano, el 28 de mayo de
1818, donde entro otras cosas le informa sobre haberle quitado al enemigo “algunos
capotones de oficiales y tropa”71. En otro informe de Cruz a Belgrano, el primero le
comenta que para una campaña al Perú la tropa debería estar equipada “con capote o
poncho”72. Podría pensarse que el capote o capotón, sería del estilo napoleónico, es
decir, del que usaban para abrigarse en esa época los ejércitos y civiles europeos. Pero
hay otra acepción de este término: “prenda de abrigo, larga y suelta, en forma de capa
con mangas o de poncho, que se lleva encima de otras prendas” 73. Teniendo en cuenta
que el poncho era una prenda utilizada tanto en el Alto Perú como en Salta, es probable
que los capotones no fuesen otros que los ponchos tipo “patria”, que llevan cuello de
camisa y cartera con botones74(fig. 4). “El poncho patria [fue posiblemente] adaptación
de las capas militares españolas, las autoridades criollas los regalaban a los caciques. Su
uso también fue muy popular”75. Abonaría a esta hipótesis un recibo por “botones de
ballena de casaca […] que se consumieron en los capotones que se hicieron para la
tropa…”76.
Que los capotones fuesen este tipo de poncho, también es consistente no sólo con los
usos y costumbres de la región, sino también con la escasez crónica de recursos
recurrente. Era mucho más económico fabricar “un poncho con cuello” que un
sobretodo con mangas y multitud de botones y con un diseño más complicado.
En conclusión, los capotones serían ponchos con cuello de camisa, cartera y botones, a
los que se conoce como ponchos patria.

Ponchos

Se utilizaron ponchos negros, verdes, rojos, rosas, azules, amarillos y celestes, muchos
de ellos provenientes de Córdoba y Tucumán.
Güemes hace un intento por uniformar el color de los ponchos a entregar a cada
regimiento de línea. A los infernales, se pensó con dotarlos con un poncho de ordenanza
de bayeta color “azul turquí de 80 a 100 hilos… de 125 cm de tamaño” 77, o también
grana. Estos ponchos eran más cortos que los actuales. Se pensó también en proveer a
los granaderos de ponchos de bayeta amarilla, es decir, del mismo color que el vivo de
sus chaquetas y gorras, como puede verse en un recibo del 16 de diciembre de 1820 en
el que se detalla la recepción de “sesenta y cinco varas de bayeta amarilla para veinte y
seis ponchos a razón de dos y media varas cada uno que han de servir para los jefes y
Oficiales del Regimiento de Granaderos” 78. Podemos comprobar también que se hacían

70 https://es.oxforddictionaries.com/definicion/capote
71 Güemes, L., Güemes Documentado, T.5, Buenos Aires, Ed. Plus Ultra, 1982, p. 288.
72 Ib. pág. 343.
73 https://es.oxforddictionaries.com/definicion/capote
74 Assuncao, F., Pilchas Criollas, Buenos Aires, Grupo Ed. Claridad, 2016, p. 75.
75 proa.org/esp/exhibition-las-pampas-obras-sala-4-5.php
76 Güemes, L. Güemes Documentado, T.8, Buenos Aires, Ed. Plus Ultra, 1982, p. 91.
77 Cornejo, L., Beverina, G., Los gauchos de Güemes, análisis histórico de sus regimientos, armas,
monturas y caballos, Salta, Mundo Gráfico Salta Ed., 2014, p. 62.
78 Güemes, L. Güemes Documentado, T.8, Buenos Aires, Ed. Plus Ultra, 1982, p. 190.

22
ponchos de bayeta celeste de la misma medida de los anteriores para los artilleros, como
indica un recibo del 16 de diciembre de 1820, donde se deja constancia de la recepción
de “cinco ponchos de bayeta celeste de pellón de a dos y media varas para los señores
oficiales de la brigada de artillería” 79. Se conserva un recibo por la recepción de “cinco
varas de bayetón rosa para poncho”80, como así también de otros colores.
En conclusión: Si bien la intención fue siempre distribuir los ponchos a los distintos
cuerpos de línea por color, esto fue prácticamente imposible, por lo que se echaba mano
de lo que había según las circunstancias.

Gorras
A diferencia de otros ejércitos revolucionarios, las tropas de las divisiones de línea de
Salta no usaban morriones ni galeras, ni sus oficiales subalternos bicornios. La tropa y
parte de la oficialidad utilizaba gorras de manga, conocidas también como gorros
cuarteleros, o directamente cuarteleras. El gorro de cuartel era una “prenda militar de
cabeza, realizado en paño o tela, cómo y flexible, surgido en la segunda mitad del siglo
XVIII y que, tras las lógicas evoluciones de las modas, llega hasta la actualidad” 81. Esta
prenda fue también conocida en Francia como bonnet de police, en Inglaterra como
garrison cap o side cap, y en España como gorro Isabelino (ver fig. 5).

79 Ib., pág. 112.


80 Ib., pág. 111.
81 De Sousa Congosto, F., Introducción a la historia de la indumentaria en España, Madrid, Ediciones
Istmo, España, 2007, p. 458.

23
Estos gorros fueron usados en Europa en las guerras napoleónicas, y en la guerra de
la independencia española, y aquí tanto por las tropas de la colonia como por los
ejércitos revolucionarios. Su uso quedaba por lo general restringido para su uso en el
cuartel, debido a que los shakós, morriones y cascos eran pesados e incómodos,
mientras que para los Infernales, eran los únicos en dotación, por lo que se llevaban
tanto en el cuartel como en los combates.
Como se puede apreciar en la fig. 5, la banda que se ciñe en la cabeza tenía en la
parte frontal una “muesca” en forma de gaviota. Estaba diseñada para que cuando el
soldado la desenrollara, pudiera taparse los ojos para dormir, sin afectar la entrada y
salida de aire por la nariz. Esta prenda ha evolucionado hasta convertirse en lo que
conocemos como birrete.
Estaban fabricadas con bayetón azul turquí con vivos granas (a diferencia de las de
los artilleros y de los granaderos cuyos vivos eran de color de los vivos de sus
chaquetas) y llevaban un tafilete de unos 6 cm de ancho de suela en la parte interna
rodeando el sector que encajaba en la frente y contorno de la cabeza, para darle cuerpo y
protegerla, y alejar la transpiración de los ojos 82.
En un documento del 22 de octubre de 1820 se confirma la recepción de “siete y
media varas de paño de 2° para gorras” 83. En otro firmado por Güemes el 7 de
diciembre de 1819, puede verificarse la orden para que “el comandante del segundo
escuadrón […] Visuara, reparta 25 pesos entre todos los artesanos que están trabajando
las gorras de los Infernales y Granaderos a Caballo”84.
También la calidad de la tela variaba en relación al rango del usuario. En un
documento firmado el 20 de marzo de 1820 se firma la recepción “cuatro pesos medio
real para seda para coser las gorras de cuartel para los señores oficiales” 85. Incluso la
escolta de Güemes utilizaba gorras de manga, de bayeta.
Los oficiales utilizaban también gorras de plato, con visera y carrilleras. Estas gorras
estaban fabricadas tanto de bayeta como de paño, e incluso de seda. Estas gorras de
plato solían tener viseras de suela. En Güemes Documentado (tomo VIII, págs. 107 y
108) puede verificarse el acuse de recibo de “tres suelas que hay recibidas a dieciocho
reales cada una para el consumo de las gorras que se están trabajando al Regimiento de
Infernales”, el 1° de marzo de 1820. Estas gorras son descriptas como: “sin armazón
alguna, azul turquí con visera de cuero, una borla en medio de color carmesí, franja del
mismo color y vivos ídem desde la franja hasta la borla”86
Algunas llevaban viseras negras, y otras de un tinte más bien verdoso, que se lograba
barnizando las mismas con una mezcla de cardenillo y aceite de linaza 87.
Al parecer, los oficiales solían agregarle a la gorra de plato “sedas para los cordones y
carrilleras”88, en algunos casos costados directamente del bolsillo del Gobernador.

Calzado

Este es otro tema controversial. Algunos autores afirman que los infernales usaban botas
de potro; otros, que calzaban “botas negras hasta la rodilla”89 y varios omiten esta
cuestión cuando describen el uniforme de los Infernales.

82 Cornejo, L., Beverina, G., Los gauchos de Güemes, análisis histórico de sus regimientos, armas,
monturas y caballos, Salta, Mundo Gráfico Salta Ed., 2014, p. 61.
83 Güemes, L. Güemes Documentado, T.10, Buenos Aires, Ed. Plus Ultra,1982 p. 197.
84 Güemes, L., Güemes Documentado, T.8, Buenos Aires, Ed. Plus Ultra, 1982, p. 91.
85 Ib., p. 108.
86 https://losejercitosdelrey.es/1821-1823-la-infanteria/
87 Ib., p.98.
88 Luis Güemes, Güemes Documentado, T.9, Buenos Aires, Ed. Plus Ultra, 1982, p. 232.

24
Lamentablemente los documentos conservados sobre el tema hacen alusión a los
músicos del regimiento (que sí usaban botas negras hasta la rodilla 90), o a encargos
especiales de algún oficial, como la una misiva escrita el 15 de mayo de 1817 desde
Tucumán, en la que Belgrano responde a un pedido de Güemes por un par de botas
pidiéndole las medidas, y respondiéndole que se las mandaría a hacer y además encargar
otras a Buenos Aires, “adonde me dicen han traído los franceses muy buenas”91. En otra
carta, del 3 de julio del mismo año, Belgrano le informa que le manda “un par de botas
de caballería que he encontrado aquí por si pudiesen a Ud. servir” 92. Aunque en un
informe del general Francisco Fernández de la Cruz a Belgrano del 29 de agosto de
1818, aconseja, para abrir una campaña en regla, el uso de “botas aunque sean de cuero
de potro”93, no hay indicios de documentos en la que se verifique su uso.
Cornejo sostiene que los infernales estaban dotados de “botines o zapatos de suela,
que se fabricaban en la sastrería militar, instalada en la ciudad de Salta” 94. Según la
RAE, se entiende por “botín” tanto al “calzado de cuero, paño o lienzo, que cubre la
parte superior del pie y parte de la pierna, a la cual se ajusta con botones, hebillas o
correas”, como al “calzado antiguo de cuero, que cubría todo el pie y parte de la
pierna”.95
En el primer caso, se trataría de las polainas utilizadas por las tropas y civiles durante
gran parte del siglo XIX, mientras que en el segundo caso se trataría de un calzado de
cuero que cubría el pie y un poco de la parte inferior del tobillo. Sin embargo, los
zapatos con forma de botín, no se utilizarían hasta 1830 96.
Es imposible determinar si había un calzado específico en dotación. Se sabe que los
oficiales usaban botas altas, así como también los músicos. Se conoce también del uso
de polainas (botines) por parte de la tropa, pero no hay más información al respecto. Es
posible que los soldados se procuraran por su cuenta de calzado, o que sí era provisto
por el gobierno, que les entregaba lo que hubiese a disposición de la maestranza del
ejército en un determinado momento y lugar.

Músicos
En la poca documentación disponible, existen vestigios que permiten reconstruir desde
los instrumentos que componían la banda, hasta el uniforme que utilizaban sus
integrantes. Hay varios documentos que certifican su existencia, como una lista de
gastos, donde figura la entrega de 2 pesos “a los músicos Infernales Manuel Peñalba y
Victorio Robles”97. En el mismo documento, figura la entrega de otros 2 pesos para
“cuerdas de los músicos del Regimiento de Infantería. Es importante destacar que si
bien los tambores y pífanos estaban adosados a la unidad de combate, los violines,
fagots, serpentones y bascornos juntos al tambor mayor, estaban adscriptos a la plana
mayor. Según Cejas, el conjunto de ese regimiento contaba con 4 clarinetes, 2
octavines, 2 trompas, bascorno y clarín.

89 Houssay, L. L., El Regimiento de Infernales, Boletín Güemesiano Digital 2014, diciembre de 2014,
p.21.
90 Güemes, L. Güemes Documentado, T.8, Buenos Aires, Ed. Plus Ultra, 1982, p. 94.
91 Güemes, L., Güemes Documentado, T.6, Buenos Aires, Ed. Plus Ultra, 1982, p.236.
92 Ib., p.261.
93 Güemes, L, Güemes Documentado, T.5, Buenos Aires, Ed. Plus Ultra, 1982, p. 343.
94 Cornejo, L., Beverina, G., Los gauchos de Güemes, análisis histórico de sus regimientos, armas,
monturas y caballos, Salta, Mundo Gráfico Salta Ed., 2014. p.61.
95 https://dle.rae.es/?id=5zTsusZ|5zTy6cn
96 http://www.revistadeartes.com.ar/revistadeartes%207/sigloxix.html
97 Güemes, L. Güemes Documentado, T.8, Buenos Aires, Ed. Plus Ultra, 1982, p. 83.

25
Uniformidad

Los músicos militares de la época solían tener uniformes prácticamente iguales a la


tropa en forma y color, y en otras ocasiones, sus colores estaban trocados, es decir,
invertidos con respecto a la unidad combatiente del cuerpo del que formaban parte. Este
era el caso de los músicos de los Infernales, según se desprende de un recibo del 18 de
marzo de 1820 en el que se da cuenta de la entrega de “cinco pantalones, cuatro
chaquetas y una casaca, colorados para el tambor mayor y músicos” 98. De aquí se
desprende también que el Tambor mayor, por su rango, usaba casaca, y sus subalternos,
chaqueta.
En cuanto al calzado, hay referencias, como las de un recibo del 20 de septiembre de
1817, en el que se deja asentado haber recibido botas para un tambor99. Al no disponer
de más datos, se puede pensar en que es posible que las gorras fuesen de manga y de
plato, al igual que las de los demás infernales.

Escolta
Estaba conformada por el tercer escuadrón de la División de Infernales de Línea, de la
Jurisdicción de Salta, y estaba comandado por el Teniente Coronel Francisco
Velarde.100 Es preciso describir su uniformidad para poder traer un mínimo de luz a la
equivocada idea que ha perdurado hasta el presente en cuanto a las prendas y que
componían el atuendo de los Infernales y su coloración.
La escolta estaba uniformada con chaqueta y pantalón, de paño color encarnado y con
vivos de paño azul101. El paño debía ser de buena calidad, según pedido de Güemes. En
algunos casos, figuran pedidos de seda para chaquetas de la escolta, como refiere en un
recibo el cabo Paulino Burgos, el 21 de octubre de 1820 102. También es importante
destacar que los oficiales de la Escolta del Gobernador usaban uniformes de paño o de
seda negros103.
Las chaquetas llevaban botones de estaño104. Las gorras se hacían con bayeta grana
y llevaban vivos azules en las mangas105. Debajo de la chaqueta llevaban camisas de
irlanda o de gasa. Las gorras de plato de los oficiales eran por lo general de seda negra o
paño del mismo color, con visera y carrillera106.
La escolta tenía capellán, de estrecha relación con Güemes, el presbítero Francisco
Fernández, quien formaba parte de la Plana Mayor del Regimiento de Infernales de
Salta con el grado de Capitán Graduado107. Fue él quien “al saber que [Güemes] estaba
herido le prestó en agonía los auxilios corporales y espirituales que pudo en aquella
circunstancia” 108.
Por un recibo del 21 de octubre de 1820, se lee sobre la recepción de “dos reales de
orden del señor General para seda de la chaqueta que como cabo de su escolta se me ha

98 Ib., p. 108.
99 Ib., p. 94.
100 Ib., p. 46.
101 Ib., p. 115.
102 Ib., p. 119.
103 Ib., p. 99.
104 Ib., p. 117.
105 Ib.
106 Ib., p. 108.
107 Güemes, L. Güemes Documentado, T.10, Buenos Aires, Ed. Plus Ultra, 1982, p. 405.
108 Güemes, L. Güemes Documentado, T.6, Buenos Aires, Ed. Plus Ultra, 1982, pp. 442 y 443.

26
mandado hacer…”109, por lo que se sabe también que la escolta usaba seda para sus
uniformes.

Infernales de Jujuy

Los infernales acantonados en Jujuy, tenían el mismo equipamiento que los de Salta, y
el mismo corte de uniforme, aunque su color variaba. Los pantalones, la chaqueta y la
gorra de manga eran de color verde botella, con vivos, cuello y vueltas de manga rojos.
Hay abundante documentación acerca del color del uniforme de los Infernales de Jujuy.
Por ejemplo, un recibo en el que el cabo de Infernales Manuel Giles declara “haber
recibido del señor teniente tesorero […] la chaqueta y pantalón que consta de la libranza
que antecede de paño entrefino verde botella con sus vivos correspondientes y
botonadura”110, fechado en julio de 1818. En otro recibo, se detallan los insumos
recibidos para la confección del uniforme del cabo Giles, a saber: 2 ½ varas paño verde
botella, 3 ½ varas de elefante, 1 docena de botones amarillos, hilo para coser y 3 varas
de costura del pantalón y chaqueta y el vivo de paño grana de la chaqueta 111. Este
recibo da pistas sobre, en primer lugar, la cantidad de paño necesario para un pantalón y
chaqueta, y además sobre el color de los vivos, y que sólo irían en la chaqueta.
En otro oficio de Belgrano a Güemes, el primero le cuenta al segundo que no
habiendo encontrado paño azul para oficiales, le enviará tres piezas de color verde y que
vea la forma de llevarlos a Jujuy por medio de un oficial de apellido Ramos” 112.
En síntesis, los uniformes de los Infernales eran iguales en calidad, tipo de tela y
corte que la de sus compañeros salteños, pero con la única diferencia que el azul turquí
de los mismos se cambiaría por verde botella. Probablemente haya sido una decisión
tendiente a diferenciar a los Infernales acantonados en Salta de los que tenían su asiento
en Jujuy, o tal vez, debido a la carestía crónica de paño, se decidió hacer algo con los
paños y bayetas verdes comprados o requisados, y esa fue la razón (ver fig. 5,
ilustración del autor). ■

109 Ib., p. 119.


110 Güemes, L., Güemes Documentado, T.8, Buenos Aires, Ed. Plus Ultra, 1982, p. 96.
111 Ib.
112 Güemes, L., Güemes Documentado, T.6, Buenos Aires, Ed. Plus Ultra, 1982, p. 346.

27
1819
AÑO BISAGRA EN NUESTRA
HISTORIA
Roberto L. Elissalde 113

Como todos los años ese viernes 1º de enero de 1819 bien temprano se reunió el
Cabildo porteño, y después de la invocación religiosa, se elegían a las autoridades para
finalizar con un suculento desayuno. Hubo bastante renovación con respecto al año
anterior, quedando sólo uno del ejercicio anterior, resultaron electos como alcalde de
primer voto Manuel de Luzuriaga, de segundo voto Manuel de Arroyo y Pinedo y
síndico procurador Mariano Vidal. Vale destacar las vinculaciones de los dos primeros
alcaldes el primero era hermano de don Toribio el gobernador de Mendoza y persona de
extrema confianza de San Martín y Arroyo había sido socio en algunos negocios del
director Pueyrredon, además de haber sido junto con él uno de los promotores para la
expulsión de los británicos en 1806 114. Aunque por distintas razones los demás estaban
vinculados a las primeras familias o eran respetables comerciante. Al día siguiente los
ediles repartieron todos los cargos y dos de ellos Manuel José de Bustillo y Miguel de
Riglos, fueron quizás los más beneficiados ya les que cayó en suerte el inspeccionar las
funciones de Toros y la Casa de Comedias115.
Pueyrredon se encontraba de licencia en el empleo de Director a raíz de un accidente
doméstico sufrido el 6 de diciembre de 1818, cuando estaba manipulando un pequeño
polvorín de metal para cargar escopetas, que estalló de improviso quemándole la palma
y los dedos de la mano derecha. Imposibilitado de firmar, solicitó licencia al Congreso y
autorización para que sus ministros firmaran el despacho diario. Aunque le fue acordada
los médicos le aconsejaron por la inflamación y el persistente dolor tomara una licencia,
haciéndose cargo como Director Sustituto el general José Rondeau. El cargo de jefe del
Estado Mayor que ocupaba Rondeau quedó vacante y fue reemplazado por el brigadier
Cornelio de Saavedra a “quien pocos días hacía lo habían declarado digno de las
consideraciones de la Patria”, después de tantos años “de calumnias que se habían
fulminado contra su persona”116. Recién el 13 de febrero volvió Pueyrredon al frente
del gobierno117.
La guerra civil “desatada imprudentemente contra Santa Fe”, además de los ingentes
recursos económicos que insumía, impedía concretar el plan sanmartiniano de marchar
al Perú. El compromiso asumido por Pueyrredon poco antes de contribuir con 500.000
pesos a través de un empréstito fracasó rotundamente porque los porteños estaban

113 Historiador. Miembro de número del Instituto Bonaerense de Numismática y Antigüedades, del
Instituto de Investigaciones Históricas de la Manzana de las Luces, de la Junta de Historia Eclesiástica
Argentina. Académico correspondiente de la Academia Paraguaya de la Historia, del Instituto Histórico y
Geográfico del Uruguay y de la Academia Uruguaya de Historia Marítima y Fluvial.
114 Archivo General de la Nación, Acuerdos del Extinguido Cabildo de Buenos Aires, Buenos Aires,
1931, Serie IV, Tomo VIII. p. 157.
115 Ib. p. 159.
116 Beruti, A. L., Memorias Curiosas, Buenos Aires, Editorial Emecé, 2001, p. 295.
117Archivo General de la Nación, Acuerdos…, op.cit., p. 201.

28
cansados de exigencias financieras, empezaba a disminuir el crédito del director y por
otra parte pensaban que con la batalla de Maipú, ya habían alejado suficientemente el
peligro español. También el gobierno chileno se mostró renuente a aportar los 300.000
pesos, por lo que San Martín presionó a ambos gobiernos con su renuncia al mando del
Ejército Unido, a la vez que repasaría los Andes con los efectivos que había llevado
desde Mendoza para prestar servicios en su Patria118.
La situación económica era de bancarrota, el Cabildo votaba entregar “doscientos
pesos para ocurrir a las urgentes necesidades de algunas viudas e inválidos” 119.También
preocupaba que por la guerra los bandidos o montoneros cortasen el suministro de carne
a la ciudad120. Mientras tanto en Roma en su residencia del palacio Barberini habían
muerto el 2 de enero la reina consorte María Luisa de Parma y con dieciocho días de
diferencia el 20 de ese mes el rey Carlos IV, alguna vez tentados en venir a reinar en el
Río de la Plata. A mediados de enero había llegado a Buenos Aires la fragata Trinidad
cuyos pasajeros españoles europeos habían sido alojados en casas particulares y la
nómina de dichos sujetos se entregó al Cabildo121.
La guerra del Litoral fue un error del directorio, se prolongaba y desgastaba en
demasía el 27 de enero de 1819 salió de Buenos Aires el coronel Juan José Viamonte,
para hacerse cargo del ejército sobre Santa Fe por renuncia de su jefe el coronel Juan
Ramón Balcarce, al extremo que el primero “fue sacado del Congreso soberano, de
donde por Buenos Aires era uno de sus diputados”122. Pocos días después el 4 de
febrero el brigadier Saavedra salió rumbo a Santa Fe como comisionado “con facultades
para que en nombre del gobierno determine lo que mejor convenga, a fin de allanar a los
revolucionarios”123, a la vez el Cabildo instruía a los Alcaldes de Hermandad facilitaran
su viaje, mientras que asumía su cargo el brigadier Miguel Estanislao Soler 124, que era
sobrino político de Saavedra125.
Ese mismo día el batallón de negros cívicos fue citado en la plaza de Monserrat, se
les propuso por un comisionado del gobierno y por dos alcaldes ordinarios (gestión de
la que habla el acta capitular del 3 de febrero, haciendo mención al capítulo el acuerdo
del 29 de mayo de 1815 sobre milicias cívicas)126 para que por encontrarse sin tropas la
guarnición de la ciudad por haber salido casi todas a la campaña “para contener a los
revoltosos de Santa Fe, era preciso el que se acuartelasen al sueldo, o fueran los que
gustasen a ser veteranos”. La respuesta fue negativa, disparando sus fusiles, con algunos
transeúntes heridos, Beruti afirma que quedaron “el Gobierno y el Cabildo desairados, y
totalmente desobedecidos e insultados, según el escándalo tumultuoso con que se
negaron”127. No era para menos Henrique Balligan maestro y trompeta mayor para la
instrucción de los demás del regimiento de Cívicos reclamaba su sueldo 14 meses
atrasado”128.Algunos de los negros “mal aconsejados” creyeron que el gobierno iba a
tomar medidas contra ellos y se amotinó en el hueco de la Concepción, pero

118 Floria, C. A., García Belsunce, C., Historia de los Argentinos, Buenos Aires, Larrouse, 1992, T. I., p.
401.
119Archivo General de la Nación, Acuerdos..., op.cit., p. 165.
120 Ib. p. 187.
121 Ib. p. 183.
122 Ib. p. 296.
123 Ib. p. 296.
124 Archivo General de la Nación, Acuerdos..., op.cit., p. 190.
125 Cornelio de Saavedra estaba casado con Saturnina Bárbara de Otálora y del Rivero, cuya hermana
mayor Manuela Josefa era casada con el alicantino Manuel Soler Bernabeu padres del citado Miguel.
126 Archivo General de la Nación, Acuerdos..., op.cit., p. 191.
127 Ib. p. 297.
128 Archivo General de la Nación, Acuerdos..., op.cit., p. 197.

29
rápidamente fue desbaratado y el ese mismo día por un bando se notificó que se
imponía “pena de la vida al negro que se encontrase armado o no entregase el fusil” 129.
Pueyrredon había demostrado en todo momento ser partidario de la expedición al
Perú, pero estaba preocupado también por la expedición española al Río de la Plata que
se anunciaba. Como corolario el 5 de febrero se firmó en Buenos Aires el tratado entre
el ministro de Chile el coronel Antonio José de Irisarri y el Director Supremo
representado por el ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores Gregorio Tagle, para
poner término a la dominación española en el Perú “y proporcionar a sus habitantes la
libertad e independencia de que se hallan despojados, todo por medio de una expedición
dirigida en la forma y términos más convenientes al logro de esos importantes
objetos”130. Esto se dio a conocer por medio de un bando el 12 de febrero “por lo que
en nombre de nuestro Supremo Director todo el Estado Mayor fue a felicitar al enviado
que tiene cerca de este Gobierno el del referido Chile, habiendo en celebridad seguido al
bando un repique general de campanas, salvas de artillería en la fortaleza y río, y a la
noche iluminación de toda la ciudad”131.
Casi al mismo tiempo que esto sucedía en Buenos Aires el 8 de febrero los
prisioneros españoles residentes en San Luis prepararon un alzamiento para liberarse de
su cautiverio, contando dirigirse a Santa Fe para refugiarse allí, según el apoyo
prometido por Carlos de Alvear y José Miguel Carrera. Los complotados muchos de
ellos alojados en casas de familia por su carácter de oficiales tenían la ciudad por cárcel,
en sus planes estaba tomar la escasa guarnición militar, asesinar al teniente de
gobernador Vicente Dupuy y otras figuras prominentes; a esto se suman también
algunas versiones con ribetes de novela romántica. Fracasaron en su intento, 27
murieron en la intentona y el resto fue fusilado luego de un juicio sumarísimo efectuado
por Bernardo de Monteagudo, confinado en esa provincia. El coronel Dupuy envió un
largo informe que publicó días después la Gaceta de Buenos Aires 132.
José Miguel Carrera deseaba vengar la muerte de sus hermanos Juan José y Luis y no
escatimaría esfuerzo alguno para intentar desestabilizar a sus mortales enemigos San
Martín, O´Higgins y Pueyrredon. Contaba con la adhesión de un grupo de ex oficiales
franceses antiguos oficiales del ejército napoleónico, que se encontraban en la Banda
Oriental. Esto se lo habían informado a Guido desde Buenos Aires y él desde Chile le
informaba a San Martín que se encontraba rumbo a Mendoza: “Acaban de sorprenderse
nuevas comisiones de suma gravedad. Carrera dice a su hermana que sufra con
constancia: que se acerca el tiempo de las venganzas, de quedar vengado y de que se
vengue… Por las cartas anteriores se deduce que Carreras con sus camaradas alienta el
fuego desde Montevideo…”133.
Poco después volvió Guido a tomar la pluma sugiriéndole a San Martín los realistas
sublevados en San Luis, debían “contar con fuertes apoyos y yo creo que ningún otro es
que Artigas”. A la vez anotaba “ya hemos hablado mucho de esto” que los pasos del
oriental “son los más peligrosos a la libertad general de la América” 134.
El 25 de febrero se abrieron las sesiones del Congreso donde Pueyrredon “dio lectura
a su mensaje o arenga, donde, con notable concordancia incorporó al discurso elevado
del Jefe del Estado, el sentimiento herido de un hombre de bien, sin vanidades ni

129 Beruti, op.cit., p. 297.


130 Cárcano, M.A., La política internacional en la Historia Argentina, Buenos Aires, Eudeba, 1974,
Libro III, Tomo II, p. 1421.
131 Beruti, op.cit, p. 297.
132La Gaceta de Buenos Aires, Nº 111., miércoles 24 de febrero de 1819.
133Instituto Nacional Sanmartiniano, Documentos para la historia del Libertador General San Martín,
Buenos Aires, 1973, Tomo XI, p. 53.
134Instituto Nacional Sanmartiniano, Documentos…, op.cit., Tomo XI, p. 119.

30
ambiciones personales”135. En el mismo hizo esta síntesis de su gestión: “sabe además
V.S. en que turbaciones encontré al país cuando recibí el honor del lugar Supremo.
Obraron por algún tiempo muy saludables efectos los medios de conciliación, olvido y
beneficencia. Renació el orden y por todas partes se vieron sus ventajas. Pronto se
cansaron algunos genios inquietos y me fue necesario reprimirlos. Se repitieron los
intentos, y me vi obligado a repetir también el uso de la autoridad. No han cesado desde
aquel tiempo de aparecer agentes del desorden, ni yo he podido dejar de perseguirlos y
separarlos como un primer deber de mi ministerio. Una sucesión de actos tan dolosos
que ha hecho el objeto de enemistades, de odios y de venganzas de hombres que en otra
situación podrían ser útiles a la causa de nuestra libertad. También esto Señor pide un
remedio y pronto. Yo podría presentarlo en este mismo acto a V.S., pidiéndole mi
separación del Directorio; pero no lo creo conciliable con el crédito exterior y aun
interior del Estado. La Constitución, Señor, es quien dará ese remedio, natural, sin
violencia y eficaz”136.
Algo que mucho preocupaba era la expedición que se preparaba “activamente y en un
número considerable de tropas” en España rumbo al Río de la Plata, cartas particulares,
comentarios de pasajeros y el del capitán de un barco inglés que había llegado a Buenos
Aires desde Gibraltar, se dio a conocer en La Gaceta137.El ministro de Guerra Martín de
Irigoyen remitía estos papeles a San Martín a la vez que lo notificaba que el “Gobierno
ha tomado cuantas medidas y providencias se hallan a la espera de su poder para hacer
conocer su impotencia al enemigo común contra los dignos pueblos de la Unión” 138.
Tomás Guido poco después notificaba a San Martín que una carta llegada a Santiago
desde Buenos Aires de Mercedes Lasala de Riglos, “señora de juicio y de bastante
crítica” a su hijo José informándole que “la expedición de 11 o 15.000 hombres parece
que es una paparrucha”139.
Para entonces San Martín había cruzado los Andes rumbo a Buenos Aires, seguido
por 50 cazadores a caballo, 50 artilleros con 8 piezas y 500 fusiles, “marcando con esto
el movimiento inicial del repaso”, dejando al brigadier Antonio González Balcarce al
mando como Jefe Sustituto de los Ejércitos Unidos140. Éste que había culminado con
éxito la campaña del sur de Chile le decía en carta del 19 de febrero: “voy siguiendo mi
regreso con trabajos indecibles. Los caballos que han quedado a los granaderos son
esqueletos andantes, y no hay absolutamente como remediar esta falta, por el deplorable
estado en que ha quedado el país… He dispuesto se apronten cuantas carretas sean
posible, para que tengan en que llevar sus monturas, de los que quedasen enteramente
de a pie”141.
“Pocos días después Pueyrredon tuvo conocimiento de la medida tomada por el
gobierno chileno, a instancias de la logia de Santiago y aceptada por San Martín de
enviar dos mediadores para actuar en la pacificación de los artiguistas. Desde Mendoza
el Libertador le informaba el 23 de febrero, que O´Higgins le había oficiado cinco días
antes que mandaba una “comisión mediadora de aquel Estado compuesta de los Sres.
Coronel don Luis de la Cruz y Primer Regidor son Salvador de la Cabadera. Su objeto
primitivo no es otro que una oficiosidad amistosa por parte de aquel Gobierno para una

135 Hialmar, E.G. Juan Martín de Pueyrredon, Buenos Aires, Editorial Goncourt, 1968, p. 329.
136 Ib. p. 330.
137La Gaceta de Buenos Aires, Nº 118, miércoles 17 de febrero de 1819.
138Instituto Nacional Sanmartiniano, Documentos…, ob.cit., Tomo XI, p. 145.
139 Instituto Nacional Sanmartiniano Documentos…, ob.cit., Tomo XI, p. 185.
140 Mitre, B., Historia de San Martín y la emancipación sudamericana, Buenos Aires, Biblioteca del
Suboficial, 1940, Vol. 99, 100 y 101. Tomo II., p. 274.
141 Instituto Nacional Sanmartiniano, Documentos…, op.cit., Tomo XI, p. 139.

31
transacción en la presente disensión de Santa Fe y esa Capital” 142. En la misma nota le
pedía arbitrar los medios más rápidos para terminar con la guerra civil. Llegada a manos
de Pueyrredon le contestó a San Martín el 11 de marzo “nuestra situación es muy
distinta de que se creyó, y que lejos de necesitar padrinos, estamos en el caso de
imponer la ley a los anarquistas… Es humillante para nosotros que la embajada se dirija
a Artigas, para pedirle la paz y no a este Gobierno” a la vez que le avisa estar sofocada
la conspiración de los españoles en Las Bruscas, pero que se tramaba otra contra su
persona desde la prisión la que había sido desbaratada143.Sin embargo el Libertador se
quedó todo ese año, en Mendoza, apenas llegó en un momento a San Luis, y por razones
domésticas envió a su mujer y a su hija Mercedes a Buenos Aires, en el trayecto al
llegar a la posta de desmochados estuvieron a punto de caer en manos de los indios y las
montoneras, pero se salvaron al ser escoltadas por un destacamento del ejército de
Belgrano y éste desde Rosario le avisó al Libertador que “Remedios con la preciosa, y
viva Merceditas pasó por aquí felizmente”144.Unas líneas en una carta de fray José
Antonio Bauzá, nos indican el delicado estado de salud de Remedios de Escalada que
residía en Mendoza: “parece que los facultativos no saldrán con pronóstico sobre mi
Generala, Dios a fuerza de gritos se la ha de poner buena, y nos ha de dar a todos éste
júbilo”145.
No faltaban actos arbitrarios como el que denunció Santiago Navarro el alcalde de
Areco, quejándose del despojo de los caballos que había sufrido de parte del oficial
Lorenzo Castro, con la excusa de trasladar seis prisioneros fugados de la prisión del
Retiro, que no sólo llevo los suyos, sino que “dejó enteramente a pié a todo el
vecindario”, de un modo que dejó indispuestos a los lugareños 146. El 17 de marzo
falleció en Buenos Aires monseñor Nicolás del Pino, obispo de Salta, que fue enterrado
dos días después con toda solemnidad en un patio al costado del altar de San Pedro en la
Catedral147. Estaba fuera de su sede desde 1812 por su presunta complicidad con los
realistas, según lo había dispuesto el general Belgrano 148.
Mientras tanto en Montevideo el coronel francés Carlos Roberts, a quien sus
compañeros reconocen como el jefe traba relación con José Miguel Carrera por
intermediación de Carlos de Alvear. Había llegado a Buenos Aires dispuesto a asesinar
a Pueyrredon, hacer lo mismo en Chile con O´Higgins y también con San Martín. El
historiador Ernesto J. Fitte, encontró un raro folleto titulado Resumen documentado de
la causa militar seguida y sentenciada por el tribunal de la Comisión Militar de esta
Capital contra los reos Carlos Robert, Juan Lagrese, Agustín Dragumette, Narciso
Pacharppe y Marcos Mercher, por el delito de conspiración contra las Supremas
Autoridades de las Provincias Unidas y de Chile en Sud - América149. Lagresse y
Robert fueron pasados por las armas el 3 de abril al decir de Beruti “eran sujetos de alta
graduación en Francia, y caballero el uno de la Legión de Honor, y andaban viajando
por el mundo; cayeron en este lazo y en él perecieron. Generalmente corrió que no se
confesaron, muriendo impenitentes, pero con mucho espíritu, aunque por otro lado
fueron enterrados en la iglesia de la merced con mucha pompa y solemnidad, como sus

142 Gammalsson, op.cit., p. 332.


143Instituto Nacional Sanmartiniano, Documentos…, op.cit., Tomo XI, p. 310.
144Instituto Nacional Sanmartiniano, Documentos para la Historia del Libertador, Buenos Aires, 1974,
Tomo XII, p. 197.
145Instituto Nacional Sanmartiniano, Documentos…, op.cit., Tomo XI, p. 193.
146 Archivo General de la Nación, Acuerdos..., op.cit., p. 216-217.
147 Beruti, op.cit., p. 299.
148 Oaz, J.M., Memorias, Buenos Aires, Editorial Schapire S.R.L., 1968, Tomo II., p. 27-28.
149 Fitte, E. “El fusilamiento de los Carrera y las publicaciones de la época”, en Investigaciones y
Ensayos, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1976, Nº 20, p. 198.

32
honras que fueron realmente magníficas, costeadas por los de su nación, que todos
asistieron enlutados. La sentencia fue de ahorcarlos, pero a influjos del favor y empeños
fueron pasados por las armas”150. En realidad Buenos Aires no contaba con un verdugo
por lo que se cambió la forma de ejecución, mientras que Pacharppe y Mercer fueron
expulsados del país.
En Santiago de Chile en tanto el brigadier González Balcarce enfermó de cuidado,
debiendo tomar el mando del Ejército Unido el general Juan Gregorio de Las Heras, a la
vez que éste y Enrique Martínez le pedían volviera a esos “andurriales” 151. Una de las
reiteradas preocupaciones de San Martín en su correspondencia era la expedición que se
preparaba en Cádiz al mando del general español de origen irlandés Enrique José
O´Donnel conde de La Bisbal. Estas amenazas mantenían en vilo al Río de la Plata y a
Chile. Sin embargo la musa gauchesca del oriental Bartolomé Hidalgo le dedicó con
habitual picaresca algunos cielitos patrióticos que circulaban entre nuestras
tropas152.Esta provincia generosa entregaba el 20 de abril donativos para el Ejército de
los Andes, fanegas de trigo, maíz, cebada, sal, nueces, ponchos, y dinero equivalente a
130 pesos recogidos por el ayudante mayor Ángel Correas153.
A pesar de la guerra interior y de la invasión que se esperaba se apostaba al futuro y
el Cabildo en su sesión del 9 de marzo compraba 75 ejemplares del Manual de
Agricultura de Tomás Grigera para “que se reparta entre los vecinos labradores de la
campaña”154.
El 5 de abril de 1819 el director Pueyrredon acaso para cerrar lo que hoy llamamos
grietas, restituyó sus grados y honores a sus opositores Domingo French y Feliciano
Antonio Chiclana155, a la vez que Agustín Donado volvió a su empleo156. A todo ello

150 Beruti, op.cit., p. 299.


151Instituto Nacional Sanmartiniano, Documentos…, op.cit., Tomo XII., p. 119.
152El que en la acción de Maipú / Supo el cielito cantar / Ahora que viene la Armada / El tiple vuelve a
tomar. Cielito, cielo que sí, / Eche un trago amigo Andrés, / Para componer el pecho / Y después le
cantaré. La Patria viene a quitarnos / La expedición española / Cuando guste, don Fernando / Agárrela por
la cola. Cielito, digo que sí / Coraje y latón en mano / A entreverarnos al grito / Hasta sacarles el guano.
El conde de no sé qué / Dicen que manda la Armada / Mozo mal intencionado / Y con casaca borlada.
Cielo, cielito que sí / Cielito de los dragones / Ya lo verás, conde viejo / Si te valen los galones. Ellos
traen caballería / Del bigote retorcido / Pronto vendrá contra el suelo / cuanto demos un silbido. Cielito,
cielo que sí / son jinetes con exceso / pero en levantando el poncho / salieron por el pescuezo. Con mate
los convidamos / Allá en la acción de Maipú / Pero en ésta me parece / que han de comer caracú. Cielito,
cielo que sí / echen la barba en remojo / porque según olfateo / no han de pitar del muy flojo. Ellos dirán:
Viva el Rey / Nosotros: La Independencia / Y quiénes son más corajudos / Ya lo dirá la experiencia.
Cielito, cielo que sí / Cielito del teruteru / El godo que escape vivo / Quedará como un amero. En
teniendo un buen fusil / Munición y chiripá / Y una vaca medio en carnes / Ni cuidado se nos da. Cielito,
digo que sí / Cielo de nuestros derechos / Hay gaucho que anda caliente / Por tirarse cuatro al pecho.
Dicen que esclavas / Harán a nuestras americanas / Para que lleven la alfombra / a las señoras de España.
Cielito, cielo que sí / La cosa no es muy liviana... /Apártese, amigo Juan / deje pasar esa rana. No
queremos españoles / Que nos vengan a mandar / Tenemos americanos / Que nos sepan gobernar. Cielito,
cielo que si / Aquí no se les afloja / Y entre las bolas y el lazo / Amigo Fernando, escoja. Aquí no hay
cetro y coronas / Ni tampoco inquisición / Hay puros mozos amargos / Contra toda expedición. Cielito,
cielo que sí / Unión y ya nos entramos / Y golpeándonos la boca / Apagando los sacamos. Saquen del
trono, españoles / A un rey tan bruto y tan flojo / Y para que se entretenga / Que vaya a plantar abrojo.
Cielito, cielo que sí / Por él habéis trabajado / Y grillos, afrenta y muerte / Es el premio que os ha dado. Si
de paz queréis venir / Amigos aquí hallaréis / Y comiendo carne gorda / Con nosotros viviréis. Cielo,
cielo que sí / El Rey es hombre cualquiera / Y morir para que él viva / ¡La pucha...! es una zoncera. Si
perdiésemos la acción / Ya sabemos nuestra suerte / Y pues juramos ser libres / O Libertad o la muerte.
Cielito, cielo que sí / A ellos, y cerrar espuelas / Y al godo que se equivoque / Sumírselo hasta las muelas.
153Instituto Nacional Sanmartiniano, Documentos para la Historia del Libertador, Buenos Aires, 1978,
Tomo XIII, Primera Parte, p. 21.
154 Archivo General de la Nación, Acuerdos..., op.cit., p. 222.
155La Gaceta de Buenos Aires, Nº 118., miércoles 21 de abril de 1819.

33
debemos sumar la presencia del Ejército Auxiliador del Perú en el litoral y la búsqueda
de un acuerdo entre el general Ignacio Álvarez Thomas en representación del general
Belgrano y Pedro Gómez y Agustín Urtubey por la provincia de Santa Fe y su caudillo
el coronel Estanislao López, que tuvieron un satisfactorio resultado, en el armisticio de
San Lorenzo firmado en el convento de San Carlos157. No podemos olvidar tampoco el
aporte sanmartiniano con las cartas del 13 de marzo de 1819 a López y a Artigas desde
Mendoza. Al primero le decía “Unámonos, paisano mío para batir a los maturrangos
que nos amenazan: divididos seremos esclavos; unidos estoy seguro que los
batiremos”158. A su vez al oriental le expresaba: “Cada gota de sangre americana que se
vierte por nuestros disgustos me llega al corazón. Paisano mío, hagamos un esfuerzo,
transemos todo, y dediquémonos únicamente a la destrucción de los enemigos que
quieren atacar nuestra libertad. No tengo más pretensiones que la felicidad de la Patria,
en el momento en que ésta se vea libre renunciaré el empleo que obtenga para
retirarme… mi sable jamás se sacará de la vaina por opiniones políticas, como éstas no
sean en favor de los españoles y su dependencia”159.
Las noticias que llegaban desde el Alto Perú, no eran alentadoras y parecía seguro el
avance de los realistas sobre Salta y Tucumán, sólo cuidada por Güemes y sus gauchos.
El ministro de Guerra Matías de Irigoyen le escribió a San Martín a mediados de abril
que “en vista de aquella amenaza era de necesidad urgente ocurrir al reparo perentorio
de tales males, recomendando el breve y más pronto repaso del ejército de su mando al
territorio de estas provincias”160. El Libertador de inmediato adoptó las medidas, pero
finalmente las noticias no se confirmaron sino que eran totalmente infundadas por lo
que el 1º de mayo Pueyrredon revocó la orden, aclarando que jamás fue para la guerra
con Santa Fe sino para ir con las de Belgrano a contener el presunto avance sobre el
Alto Perú161. Es lógico entender la preocupación de los salteños habían sufrido cinco
invasiones, la de Tristán en 1814, la de Pezuela en 1814, la de la Serna en 1817, la de
Olañeta que sólo llegó a la quebrada de Humahuaca y la de 1818 nuevamente de
Olañeta y Valdés, decididos como estaban en seguir hasta Buenos Aires 162.
Después de varios meses de debates el 20 de abril se sancionó la Constitución de las
Provincias Unidas de Sudamérica, que fue sancionada dos días después, estableciendo
el régimen unitario, y aunque ni monárquica ni republicana, había conversaciones para
coronar en estas tierras al príncipe de Luca. Como lo afirmó Groussac hace un siglo
dicha constitución se parecía a “la yegua de Orlando, la cual no tenía más defecto que
estar muerta”163.
La jura de la Constitución se pospuso para las Fiestas Mayas. Las urgentes atenciones
económicas hicieron proponer a los regidores Joaquín de Achával y Braulio Costa,
comisionados para la organización de dichos festejos, atendiendo las erogaciones que
implicaban era más prudente “remediar las necesidades de las infelices viudas y
huérfanos, de cuyo modo quedaría el pueblo más satisfecho, que con los espectáculos de
una arquería estéril y una costosa iluminación; sin prejuicio que se haría una decente
demostración iluminando la Pirámide, Casas Capitulares, fijando las estatuas

156La Gaceta de Buenos Aires, Nº 119., miércoles 28 de abril de 1819.


157Gianello, L., Estanislao López, Santa Fe, El Litoral, 1955, p. 62.
158Instituto Nacional Sanmartiniano, Documentos…, op.cit., 1974, Tomo XII., p. 13.
159 Ib., Tomo XII., p. 15 - 16.
160 Ib., Tomo XII., p. 210 - 212.
161 Instituto Nacional Sanmartiniano, Documentos para la historia del Libertador General San Martín,
Buenos Aires, 1974, Tomo XII., p. 43.
162Plaza Navamuel, R.L., Güemes. La acción de los salteños en la hazaña integracionista
sanmartiniana, Salta, Mundo Editorial, 2018, p. 13.
163 Groussac, P., Güemes. “Años climatéricos”, en La Nación, 23 de setiembre de1919.

34
acostumbradas y colocando algunos fuegos artificiales”164. Poco después el Cabildo
preocupado por los efectos de “los cohetes voladores, las escupidas y los buscapiés, por
los riesgos que exponen estos fuegos los grandes depósitos de leña de rama, cardo y
biznaga, que hay en las inmediaciones de la Plaza…” prevenía no usarlos en las
celebraciones del aniversario de la Revolución165.
Sin embargo las fiestas mayas fueron espléndidas de acuerdo a la crónica de Beruti,
el 24 se manifestó en bando la Constitución en las diversas plazas de la ciudad como era
costumbre. Al día siguiente el Director se dirigió hasta la Sala “del Soberano Congreso,
en donde en presencia de este augusto cuerpo juró la Constitución”, seguido de las
demás corporaciones. De ahí siguió a la catedral donde se celebró una misa cantada y
entonó el Tedeum, a cargo del deán, mientras que el sermón estuvo a cargo del
canónigo Santiago Figueredo. Luego del oficio Pueyrredon regresó al Congreso a
felicitar al cuerpo, “la función de iglesia se hizo con la mayor solemnidad, habiéndose
puesto en la carrera todas las tropas de la guarnición sobre las armas formando calle,
aumentándose a esto las salvas de artillería que se repitieron en varias ocasiones. Las
noches del 24 al 27 hubo iluminación general de la ciudad, comedias, dos globos que
echaron, castillos de fuego, juego de sortijas y varias danzas y músicas, con que se
divirtió el público con el mayor gusto, pues todo fue digno de verse”166.Presentada la
rendición de cuentas sólo el oficio religioso había costado 350 pesos 167 y toda la
celebración 2.198 pesos 2 ½ reales168.
El ocasión de la Jura de la Constitución Pueyrredon expresó: “No apetezco más gloria
que la de haber obrado bien, ni más recompensa que la gratitud de mis
conciudadanos”169. De algún modo era el anuncio de una renuncia anunciada, a pesar
de haber hasta pendiente de muchas realizaciones como la constitución de la Casa de la
Moneda, Callana de Fundición y Banco de Rescate a establecerse en Córdoba y La
Rioja, que confió al cordobés Jerónimo de Salguero y Cabrera, antiguo diputado al
Congreso de Tucumán, el único que no lo había votado para el cargo lo que revela la
elevación del funcionario. Ha sido y es uno de sus más gloriosos títulos la constante
preocupación y el ardoroso empeño que puso en pro de la educación, el 18 de mayo
había elevado al Congreso el proyecto de creación de la Universidad de Buenos Aires,
digno colofón de su gestión antes de retirarse.
El 9 de junio fue aceptada la renuncia de Pueyrredon y fue nombrado interinamente el
general José Rondeau “hasta que se establezcan el Senado y Cámara de Representantes,
quienes nombrarán al que debe mandar en propiedad; cuyo nuevo Director se hizo saber
esta tarde al público por bando, y el 10 por la mañana se recibió del cargo con las
ceremonias de estilo”170. Una carta de Zorrilla fechada en Buenos Aires el 10 de junio a
su comprovinciano Martín Torino refleja la opinión por la renuncia del Director: “la
salida de Pueyrredon ha sido generalmente sentida, pero llenándolos a renuncias ha
conseguido se la admitan”171. Pueyrredon le había escrito a San Martín a fines de abril
“yo esperando con ansia el día de verme libre, para empezar a curarme de este infernal
reumatismo, que ya me tiene en tormentos, con la presencia de los fríos y humedades de
la estación”172.

164Archivo General de la Nación, Acuerdos..., op.cit., p. 248 - 249.


165Ib.op. cit., p. 262.
166Beruti, op.cit., p. 298.
167Archivo General de la Nación, Acuerdos..., op.cit., p. 317.
168Archivo General de la Nación, Acuerdos..., op.cit., p. 339.
169Gammalsson, op.cit., p. 336.
170Beruti, op.cit. p. 299.
171Güemes, L., Güemes Documentado, Buenos Aires, Plus Ultra, 1984, Tomo VIII, p. 447.
172Instituto Nacional Sanmartiniano, Documentos…, op.cit., 1978, Tomo XIII., p. 86.

35
Pueyrredon presentó una Memoria de su gestión la que circuló ampliamente. Fue tal
su calidad que José Valentín Gómez desde París el 2 de enero de 1820 le expresaba a
Manuel José García: “Es una clase de papeles que convienen en la Europa para
consolidar nuestro crédito. Ha merecido la aprobación del barón de Reineval jefe de las
cancillerías de Relaciones Exteriores. No me sorprendería si veo de nuevo al general
Pueyrredon en la Dirección”173. Don Juan Martín continuó viviendo en Buenos Aires y
gozando del respeto de los conciudadanos como vimos, así el 27 de julio fue puesto
bajo su mando el cuerpo de Cazadores Cívicos y el escuadrón de la Guardia Directorial
de reciente creación.
La correspondencia que le enviaran y del Libertador merece un detenido estudio, sin
duda el clima le era propicio ya que Pueyrredon le informaba “su recomendado
Villapalma me ha dicho, que dejó a Ud. muy gordo en Mendoza: con buena salud se
hace cuanto se quiere”174. Quería tener una atención con “doña Josefa Ruiz y otras
amigas de ésta” y le encargaba a Juan Gregorio Lemos enviara unas cuantas arrobas de
chocolate; y se quejaba en la misma carta “hace 16 días que me hallo en cama con una
fístula de resultas de una almorranas; en el día sigo con alivio”175.
La preocupación por la expedición y los españoles residentes en la ciudad motivaron
un decreto publicado en la Gaceta del ordenando “que ningún español europeo, que no
tenga carta de ciudadano, pueda ser tutor, ni curador ni tampoco albacea testamentario
de ninguna persona, a no ser de sus propios hijos, y los que actualmente lo sean se
presentarán haciendo dimisión de sus encargos, para que el juez competente nombre al
americano que se haga cargo de ello” 176.Para hacer efectiva la medida el gobierno
nombró al intendente de policía el coronel Eustoquio Díaz Vélez para hacer efectiva la
medida, quien la aplicó con el mayor rigor llevando a la cárcel a quienes se negaban a
cumplir con la obligación “habiendo sido tantos los presos puestos en la cárcel de la
Cuna que ya no cabían”. De nada valieron ruegos o súplicas ya que Beruti lo califica de
“grandísimo atropellado y loco” pues insultaba a las mujeres que iban a pedir clemencia
por sus maridos; por todo ello el empréstito “se ha sacado con el mayor deshonor y
tropelía no propio de un gobierno juicioso y recto”.177
Rondeau recibido de Director Supremo interino le escribía a San Martín: “ya estará
Ud. cansado de oír rumores de la expedición española, pues son tan repetidos y en éstos
últimos días con todas las apariencias de realidad, que es preciso ponernos en el caso de
preparaciones para esperarlos, No obstante que hasta un no esperamos, las medidas de
defensa con todo están ya practicándose algunas preparatorias. Ud. haga por hoy lo que
puedo en cuanto a aumento de la fuerza, y lo que crea conveniente para la seguridad del
país”178.Ya en Buenos Aires el brigadier González Balcarce notificó al Libertador el
enojo de mucha gente por no haberse efectuado la expedición al Perú, pero éste les
aclaró a “algunos que la principal causa que la entorpeció provenía de no haberse
remitido los recursos que se prometieron, sobre cuya causa se censura públicamente”. A
la vez que no veo veía le facilitasen nada porque “esto se halla en una situación que no
me atrevo a pintar”179.
El 9 de julio tercer aniversario de la Independencia el gobernador de Mendoza
“agotados como lo están los fondos del Erario Nacional” se vio en “el indispensable y

173Gammalsson, op. cit., p. 343.


174Instituto Nacional Sanmartiniano, Documentos…, op.cit., 1978, Tomo XIII., p. 182.
175Instituto Nacional Sanmartiniano, Documentos…, op.cit., 1978, Tomo XIII., p. 228.
176Beruti, op. cit., p. 299.
177Beruti op. cit., p. 300.
178 Instituto Nacional Sanmartiniano, Documentos…, op.cit., 1978, Tomo XIII., p. 243.
179 Instituto Nacional Sanmartiniano, Documentos…, op.cit., 1978, Tomo XIII., p. 266.

36
doloroso extremo de reducir las dotaciones de los empleados, retiros y pensiones”
estableciendo además un empréstito forzoso”180. El 28 ese mes San Martín le escribió a
O´Higgins sobre la expedición que habría de venir, dudaba si los portugueses que
ocupaban la Banda Oriental y en realidad no ocasionaban problema alguno al gobierno
porteño, no iban a ayudar a los españoles, se mostraba preocupado porque “las fuerzas
que este Estado [Chile ] puede oponer sin bien débiles, ellas a más se hallan
diseminadas…”… y en general “no presenta un aspecto muy lisonjero a la causa de
América del Sud y Chile por un principio natural debería sucumbir”181.
Pueyrredon seguía en contacto con el interior, en agosto le daba a Güemes sanos
consejos, que éste le agradecía un mes después: “Estoy convencido que todos los
americanos debemos pensar de este modo, prueba de ello es que también yo he hecho en
mi provincia lo que Ud. lo de perdonar y atraer a todos mis enemigos sin otro interés
que el de llamarlos a la unión porque sin ésta no podemos ser felices”182.
El Cabildo porteño dispuso la celebración de un oficio religioso el 30 de agosto en la
Catedral en honor de Santa Rosa de Lima, Patrona de la Independencia, encargando al
regidor Juan Francisco de los Reyes, acuda con la organización de la celebración 183;
cuyo costo fue de 54 pesos y ¼ de real184. El 23 de julio a la vez el alcalde de primer
voto anunció que se iba a sacar nuevamente a remate la Imprenta de los Niños
Expósitos, “por no haber tenido efecto el que anteriormente hizo don Juan Nepomuceno
Álvarez de dicha imprenta, y a fin de que se saque alguna ventaja sería oportuno oficiar
al gobierno para que todos los papeles públicos que se dieren por el editor se impriman
en ella”185. A la vez se otorgó a Marcos Miguel Chiclana que había probado sus
estudios el titulo de agrimensor186.Por esos días San Martín le escribió preocupado por
la expedición española a Estanislao López, “bien poco me importaría fuesen 30.000
[hombres] con tal que nos encontrásemos unidos pero ¿en la situación actual que
debemos prometernos? Cada gota de sangre americana que se vierte por nuestras
disensiones me llena de amargura. Paisano mío: hagamos un esfuerzo, transemos
nuestras diferencias y dediquémonos solamente a destruir a los maturrangos que quieren
volver a esclavizarnos. Estoy seguro que a nuestro paisano Rondeau le acompañan estos
mismos sentimientos”187.
En agosto de 1819 había fallecido en Buenos Aires el brigadier Antonio González
Balcarce, gravemente enfermo había dejado el ejército de Chile a cuyo mando se
encontraba; su entierro fue con la mayor magnificencia en el convento de Santo
Domingo188. Muy cerca el 24 de octubre en el convento de San Francisco amaneció
muerto a puñaladas en su celda fray Agustín Muñoz, cuyo autor material nunca se supo,
los religiosos lo atribuyeron a un robo, el hecho originó “variedad de opiniones en el
público, y a los religiosos de su orden una sorpresa y atolondramiento sin igual, por no
haber sucedido otro igual en ninguno de los conventos de esta capital desde su
fundación”189.
El 16 de agosto el Congreso cumpliendo lo dispuesto en la sesión del 4 de mayo del
año anterior, le adjudicaba a San Martín una casa perteneciente a la sucesión de don

180 Instituto Nacional Sanmartiniano, Documentos…, op.cit., 1978, Tomo XIII., p. 301.
181Instituto Nacional Sanmartiniano, Documentos…, op.cit., 1978, Tomo XIII., p. 342-343.
182Gammalsson, op.cit., p. 343.
183Archivo General de la Nación, Acuerdos..., op.cit., p. 320-321.
184Archivo General de la Nación, Acuerdos..., op.cit., p. 358.
185Archivo General de la Nación, Acuerdos..., op.cit., p. 321.
186Archivo General de la Nación, Acuerdos..., op.cit., p. 328.
187Instituto Nacional Sanmartiniano, Documentos…, op.cit., 1978, Tomo XIII., p. 297.
188Beruti, op.cit., p. 299.
189Beruti, op.cit., p. 300-301.

37
Pedro Duval, con frente a la Plaza de la Victoria, donde actualmente se levanta el
edificio municipal donde una placa lo recuerda190.
En la sesión del 17 de agosto, enterados los miembros del Cabildo que se encontraba
próximo a llegar a la ciudad, acordaron designar una comisión de sus miembros, para
que saliera a recibirlo a San José de Flores. Finalmente no pudo viajar según le informó
a Rondeau: “por tercera vez tenía el coche a la puerta para marchar y por tercera vez he
vuelto a recaer, pero esta última ha sido de cuidado”191. En esa misma sesión votaron
una pensión a Dominga Buchardo viuda del brigadier Antonio González Balcarce, de
sesenta pesos mensuales por haber prestado su esposo “los remarcables servicios que ha
prestado a la causa del país desde el principio de la regeneración política”; beneficio que
despareciendo la beneficiaria debía recaer en su única hija mujer María González
Balcarce”192.
En la vida cotidiana las viejas costumbres ceremoniales no se perdían, el Cabildo
acordaba organizar la celebración del día del Santo Patrón San Martin en noviembre en
la iglesia Catedral, confiando la tarea al regidor Manuel Bonifacio Gallardo 193. Del
mismo modo a través de las actas se ve la preocupación del Cabildo por las escuelas de
primeras letras, entre otras las de San Isidro, San Antonio de Areco, San Vicente, la
Guardia del Salto, la Ensenada, los Quilmes, San José de Flores, San Isidro,
Chascomús, San Nicolás de los Arroyos, también algunas de la capital, Catedral, San
Telmo, el Socorro, Monserrat, La Piedad, como la instalación por parte de Diego
Thompson de la Lancasteriana para la que el gobierno central había otorgado un
subsidio de mil pesos anuales y de otras particulares194.
Las necesidades del ejército en Mendoza no eran pocas San Martín le pedía a
Rondeau: “me tomo la libertad de decir a Ud. lo útil que sería reunir en los almacenes
del Estado todas las jergas y ponchos que se encontrasen en esa para nuestra caballada,
pues en esta provincia se carece absolutamente de este artículo y los escuadrones que se
hallan en esta marchan sin ellos. Igualmente carecemos de frenos y monturas no
obstante que todos los talabarteros y herreros están en estos trabajos” 195. En esos
mismos días la Municipalidad de San Luis disponía que el facultativo José María
Gómez pasara a atender a San Martín “que se halla gravemente enfermo en Mendoza, y
en estado de no poder emprender su marcha a la capital de Buenos Aires, donde le
llaman los peligros de la Patria”196.
La salud del general Belgrano preocupó en ese año en setiembre de 1819 entregó el
mando del ejército al general Francisco Fernández de la Cruz y pasó a Tucumán; al mes
siguiente Güemes para una atención adecuada le envió al médico José Redhead,
abonándole viáticos por 350 para “que lo cure y asista en la larga enfermedad que
padece”197.El 19 de octubre el general Fernández de la Cruz escribía a San Martín:
Belgrano debe estar a la fecha en Tucumán, pues él salió de Santiago del Estero, iba sin
mejoría y la enfermedad crece pues ya tenía hinchadas las piernas y pies: me aflijo en
extremo al considerar casi indudable la pérdida de este verdadero amigo y buen
americano198.

190Instituto Nacional Sanmartiniano, Documentos…, op.cit., 1979, Tomo XIV., p. 26.


191Instituto Nacional Sanmartiniano, Documentos…, op.cit., 1979, Tomo XIV., p. 52.
192Instituto Nacional Sanmartiniano, Documentos para la Historia del Libertador, Buenos Aires, 1974,
Tomo XII, p. 197.
193Archivo General de la Nación, Acuerdos..., op.cit., p. 354.
194 Archivo General de la Nación, Acuerdos..., op.cit., p. 328.
195Instituto Nacional Sanmartiniano, Documentos…, op.cit., 1978, Tomo XIV., p. 54.
196Instituto Nacional Sanmartiniano, Documentos…, op.cit., 1978, Tomo XIV., p. 67.
197Güemes, L., Güemes Documentado, Plus Ultra, Buenos Aires, 1984, Tomo IX, p. 27.
198Güemes, L., Güemes… op.cit. Tomo IX, p. 73-74.

38
La situación política tampoco mejoraba ya que nuevamente Santa Fe había roto
hostilidades, Manuel Antonio de Castro gobernador de Córdoba le escribió a San Martín
el 16 de octubre: “aquí tiene Ud. cortada la comunicación con Buenos Aires. El ejército
pereciendo, estas cajas sin un medio real, y en la necesidad de aprestarlo, y hacerlo
mover, sin que hayan bastado mis clamores al Supremo por socorros para este caso, y
por armamento para la defensa de esta ciudad. Jamás me he visto en una aflicción
mayor”199.
Hacia fin de año Francisco Colombo, uno de los músicos que había amenizado las
fiestas mayas del año 1818, exigía le abonaran lo que se le debía desde entonces a él y a
otros participantes de la orquesta, por lo que se ordenó abonar por tesorería 130
pesos200.
El gobierno directorial perdía prestigio día a día, la anarquía fermentaba en todas
partes, el litoral sublevado nuevamente el 1º de noviembre salieron las tropas veteranas
de la ciudad y al día siguiente el director Rondeau, quien iba al frente de las tropas
estableciendo su cuartel en la Villa de Luján.
El pueblo de San Nicolás de los Arroyos, mereció el reconocimiento del Congreso
que elevándola a ciudad201.
El adoquinado y blanqueo de la Recova además el enlosado de su parte superior, fue
un largo tema durante el año para los ediles porteños, donde no faltaron las quejas de
algunos de los arrendatarios de los locales202. También ese año se ocuparon los
cabildantes del aseo y mantenimiento del reloj de la torre del edificio, ya que estaba
vacante el cargo, para esa tarea nombraron a Bernardino Orellana que cobró 34 pesos
por la tarea y quedó confirmado para ocupar ese empleo203. Más grave fue el tema de la
Imprenta de Niños Expósitos ya que nadie ofertó para hacerse cargo de ella con un
déficit de “trescientos y pico de pesos que producir a favor de ella y que no hay arbitrio
como cubrirlo”204.
En el interior no faltaban discordias, el 11 de noviembre estalló en Tucumán un
movimiento que destituyó al gobernador propietario Feliciano de la Mota Botello,
asumió el mando llamado por el Cabildo el ex gobernador Bernabé Aráoz. En detalle el
coronel Álvarez de Arenales se lo informó a San Martín agregando esta información
“temía mucho que hubiese pendido la chispa en Mendoza y prendido fuego” 205. El
promotor de la conspiración tucumana fue el capitán Abraham González secundado por
Felipe Heredia y Manuel Cainzo, el primero intentó se le colocara una barra de grillos a
Belgrano, también detenido con un centinela a la vista, cual si fuera el peor reo; lo que
no pudo hacer por la enérgica y decidida intervención de su médico el doctor Rehdead
quien les hizo ver el grave estado de salud del general. Éste permaneció en Tucumán y a
pesar de que el Congreso ordenó se le brindasen las consideraciones debidas a su
jerarquía; sin embargo es meritorio reconocer que el gobernador Aráoz apenas se enteró
del agravio a la personal del general ordenó su inmediata libertad206.
No hay correspondencia de la época que no comente la expedición destinada a
Buenos Aires, en noviembre el general Manuel Pinto le escribía a San Martín: “aunque
demorada no está desistida”207. Nunca llegó porque dos delegados del director

199Instituto Nacional Sanmartiniano, Documentos…, op.cit., 1978, Tomo XIV., p. 211.


200Archivo General de la Nación, Acuerdos..., op.cit., p. 385.
201 La Gaceta de Buenos Aires Nº 111., miércoles 24 de febrero de 1819.
202Archivo General de la Nación, Acuerdos..., op.cit., p. 394.
203Archivo General de la Nación, Acuerdos..., op.cit., p. 405.
204Archivo General de la Nación, Acuerdos..., op.cit., p. 408.
205Instituto Nacional Sanmartiniano, Documentos…, op.cit., 1978, Tomo XIV., p. 307.
206De Marco, M., Belgrano, artífice de la Nación, soldado de la Libertad, Buenos Aires, 2012, p. 279.
207Instituto Nacional Sanmartiniano, Documentos…, op.cit., 1979, Tomo XV., p. 24.

39
Pueyrredon se encargaron de sembrar la discordia, esas gestiones estuvieron a cargo de
Andrés de Arguibel y Luis de la Robla, además de la sublevación de Riego el primer día
de enero de 1820 que echó por tierra cualquier otra posibilidad208.
Un episodio casi ignorado es que en la sesión del Cabildo porteño del 22 de
diciembre de 1819 se leyó una “solicitud promovida por varios ciudadanos para que se
edifique un templo a la Santísima Trinidad, consagrado y dedicado con especialidad a
este incomprensible misterio titular de esta ciudad”. Obtuvo favorable resolución la
presentación realizada “con tan piadoso objeto” a través del doctor Francisco Bruno de
Rivarola y acordaron “fijar los fondos municipales al edificio de esta obra pía para la
época en que la América sea absolutamente independiente, es decir reconocida como
potencia por todas las naciones, y que al mismo tiempo las provincias se vean en
perfecta unión, paz y tranquilidad cualquiera sea el número de años que transcurre” 209.
En la Gaceta de Buenos Aires del miércoles 5 de enero de 1820, se publicaron estas
líneas: “El año vigésimo del siglo 19 va a ser probablemente un teatro de serias y
gloriosas escenas para nuestra patria” 210. Roberto H. Marfany escribió “Si,
efectivamente ese año se desencadenaron la violencia, las ambiciones políticas y las
ambiciones personales, lo provechoso consistió en que después de la amarga prueba se
dio un paso seguro en el tortuoso camino en que después de la amarga prueba se dio un
paso seguro en el tortuoso camino de la organización provincial. Buenos Aires, en
efecto, retraída del escenario político nacional, comenzó a velar seriamente por su
mejoramiento local, y las provincias pudieron constituirse autonómicamente” 211.■

208Gandía, E., “Andrés de Arguibel y la sublevación constitucional española de 1820”, En


Investigaciones y Ensayos, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1970, Nº 8, p. 13 - 37.
209Archivo General de la Nación, Acuerdos..., op.cit., p. 415.
210 La Gaceta de Buenos Aires, Nº 154., miércoles 5 de enero de 1820.
211Marfany, R., “Buenos Aires (1810-1820)”, En Historia de la Nación Argentina, Buenos Aires,
Academia Nacional de la Historia, El Ateneo, 1962, Tomo IX., p. 32.

40
Historia y numismática

LOS TAPADOS DE QUIROGA


Mariano Cohen 212

Juan Facundo Quiroga, hijo de Prudencio y Rosa Argañaraz, nació en San Antonio de
los Llanos, La Rioja, el 27 de noviembre de 1788.
Su padre, importante terrateniente nacido en San Juan, era el comandante militar del
partido, puesto que él heredó en 1815.
Su primera acción militar importante se desarrolló en San Luis, en 1819. Allí
colaboró para conjurar la rebelión de un grupo de realistas emigrados desde Chile a
partir de la ocupación sanmartiniana, lo que le valió recibir un premio del cual no hemos
podido ver ningún ejemplar original, salvo reproducciones de la Sociedad de la Medalla
de alrededor de 1915213.

Medalla 1815

212 Mariano Alejandro Cohen, profesional e investigador numismático. Premio Numisma Progress,
2015, Premio Alberto “Coco” Derman, 2019, Miembro fundador y Vice Presidente IFINRA, Miembro de
número IBNA. Libros publicados: Papel Moneda de la República Argentina -2009, Monedas Argentinas
de emergencia 1815-1823 “2016, en conjunto con Emilio Paoletti, Roberto Díaz y Fernando Chao (h),
Monedas riojanas en la era Quiroga 1824-1835 - 2019. Gran cantidad de artículos publicados en revistas
especializadas nacionales e internacionales.
213
Cunietti Ferrando, A. Historia de las Medallas Argentinas1747-1880, Buenos Aires, 2010.

41
Antecedentes
En marzo de 1820, luego de la batalla de Cepeda, La Rioja declaró su independencia de
la intendencia de Córdoba.
Enseguida comenzaron las luchas intestinas entre las familias tradicionales riojanas.
El primer general de la nación, Francisco Antonio Ortiz de Ocampo, fue nombrado
gobernador, pero sería hostilizado hasta su derrocamiento en octubre por Nicolás
Dávila, con el decisivo apoyo de Quiroga.
Dávila poco después delegó la gobernación en quien con el tiempo pasó a ser el
lugarteniente y amigo más íntimo de Quiroga, José Benito Villafañe, y se instaló en su
feudo, Nonogasta, con la expresa misión de acuñar monedas, de cordón.
Al no contar con los elementos necesarios, Dávila se dedicó a la acuñación de
macuquinas (monedas hechas a martillo) entre fines de 1820 y principios de 1823 con la
letra “A”, la cual identificaba la localidad de Anguinán, pequeña villa lindante con
Chilecito, donde aún hoy los habitantes señalan el lugar donde estaba el banco de
rescates y la callana de fundición aunque suponemos que acuñaba en su residencia de
Nonogasta, a pocos kilómetros de allí. También produjo aisladamente varias piezas
circulares incluido el cuartillo anepígrafe antes atribuido a Córdoba y la primer moneda
de oro acuñada en Argentina, el rarísimo escudo de 1823214.
Luego de varias desavenencias con Quiroga se produjo una batalla donde este batió a
Dávila en El Puesto y fue nombrado gobernador de la provincia. Ejerció solo cuatro
meses cuando delegó en su amigo Baltazar Agüero y renunció definitivamente un año
después, quedando solo como comandante general de la provincia, aunque el poder era
casi todo suyo. Ambos fueron los responsables de las primeras monedas de cordón
acuñadas en la capital provincial a partir de marzo de 1824. Agüero desde el gobierno le
comentaba y pedía colaboración en los detalles más nimios de la instalación del cuño 215.

1 Real Año 1824 DS

214
Chao, F., Cohen, M., Díaz, R. y Paoletti, E., Monedas Argentinas de Emergencia 1815-1823, Buenos
Aires, 2016.
215
Cohen, M., Monedas riojanas en la era Quiroga 1824-35, San Francisco, 2019.

42
La tarea se inició con fondos de la provincia más particulares de Quiroga. Intentaron
conseguir circulación nacional enviando ejemplares de muestra tanto a Córdoba como a
Buenos Aires, pero al no lograrlo decidieron abrir una suscripción para Accionistas, lo
que finalizó en el Banco de Rescates y Casa de Moneda, entidad a la cual ingresó con la
cuarta parte de las acciones una sociedad porteña de importantes capitalistas, el “Grupo
Costa”216
Nombrado Bernardino Rivadavia como presidente de la República en febrero de
1826, de inmediato se creó el Banco Nacional, entidad a la cual se le otorgó el privilegio
exclusivo de acuñar en todo el territorio, lo que llevó a promover un arreglo con los
accionistas de la Casa de Moneda y Banco de Rescates de La Rioja.

2 Soles Año 1826 RA

Muchos integrantes del Directorio del nuevo banco eran socios allí, pero por lo visto,
no preocupaban los posibles conflictos de intereses.217
En principio acordaron pero luego surgió un problema insalvable, se quiso abonar
con papel moneda, especie casi desconocida en el interior del país.
Esto decantó en un grave incidente. La Rioja dejó de reconocer las leyes sancionadas
por el Congreso y al presidente. Véase cuán importantes eran las monedas para la
provincia...
El segundo personaje clave de nuestra historia fue Don Gregorio Aráoz de Lamadrid.
Nació en Tucumán el 28 de noviembre de 1795, héroe de la independencia,
curiosamente por lazos familiares tanto Dorrego como Rosas fueron padrinos de dos de
sus hijos.
Integrante del Ejército del Norte, en 1819, cuando este se desvió de su misión
original para enfrentar a las montoneras federales, se instaló en Córdoba a las órdenes
de Juan Bautista Bustos, quien luego de una batalla contra Estanislao López, decidió no
continuar con la guerra civil. Bustos se sublevó en el Motín de Arequito en enero de
1820, acompañado entre otros por José María Paz, quien lo iba a derrotar diez años

216
Galmarini, H. R., “Braulio Costa y sus negocios” En Revista Todo es Historia N° 78, 1973.
217
Ortega Peña Duhalde, Facundo y la Montonera, Buenos Aires, 1968.

43
después. Lamadrid quiso atacar a los rebeldes pero nada pudo hacer ya que el grueso del
ejército adhirió a Bustos.

Se retiró de la vida militar un tiempo hasta que a fines de 1825 derrocó al gobernador
tucumano Javier López y, aliado al entonces ministro Rivadavia, se dirigió a Catamarca,
donde se enredó en luchas locales ganándose el odio de Quiroga.
El primero de sus encuentros fue en El Tala en octubre de 1826 con triunfo total para
las fuerzas federales. Luego de una nueva derrota en Rincón de Valladares, Santiago del

44
Estero, en julio de 1827, partió al exilio en Bolivia para pronto regresar a su campo en
Buenos Aires.
A fines de 1828 se unió a las huestes del Gral. Lavalle contra el gobernador
bonaerense Manuel Dorrego y acompañó a Paz en las victorias de San Roque, La
Tablada y Oncativo, donde fue batido Quiroga quien al regresar a La Rioja, en 1829,
ordenó un éxodo y liquidó la sociedad del Banco de Rescates llevándose a sus pagos de
los Llanos la maquinaria de la casa de moneda, la cual junto a sus cuantiosos ahorros
formó parte de los famosos “Tapados de Quiroga “.
Gobernador en La Rioja
Paz, jefe de la liga unitaria envió a Lamadrid a ocupar la provincia. Lo hizo con extrema
crueldad, vengándose en ausencia del general que lo había vencido dos veces, y se hizo
nombrar gobernador. Entre otras cosas obligó a la anciana madre de Quiroga a dar
vueltas a la plaza de La Rioja, cargada de grillos y cadenas, para obligarla a confesar
acerca del escondite de los tapados.
En sus memorias citaba:
“Quiroga había inutilizado la Casa de Moneda que había en La Rioja, mandando sacar
el cuño y los más principales de ella y enterrarlos en diferentes puntos de Los Llanos.
Yo salí luego a visitar los departamentos y contraje todo mi empeño en descubrir dichas
piezas para restablecer la Casa de Moneda y atraer a todos los hombres y lo conseguí al
fin, no por otra cosa que por el temor de Quiroga, porque en realidad no era dicho jefe
querido de sus paisanos sino temido solamente y en extremo”218
Delegó la gobernación en la capital al coronel Hilarión Plaza, a quien nombró como
“intendente o vista principal de la casa de moneda” y partió a la campaña.
En agosto, después de varios meses, Pablo Carballo, un cordobés residente en los
Llanos a quien había tentado para ayudarlo, dio con dos de los tapados.
La versión de Lamadrid es muy distinta a la de Quiroga
Explicaba detalladamente el contenido alegando haberlo abierto delante de todos los
funcionarios y testigos posibles:
“a poco de haber llegado se presentaron el capitán y el descubridor con una carga de
zurrones de dinero, retobados en cuero fresco negro y otra de cajones…”la descripción
sigue pero siempre sugiriendo que no llegó completo el cargamento, y que a él le daba
más o menos lo mismo.
Descubrieron varios talegos con un papelito que decía “1500 pesos “cada uno de
ellos, todos de pesetas y cuatros de moneda cortada. Luego unas 200 onzas y el resto en
pesos fuertes. Plaza habría ido a su dormitorio y diciendo “mi gobernador esto le
corresponde a usted de justicia” puso las onzas debajo de la almohada pero Lamadrid se
negó alegando “no señores la patria tiene más necesidad que yo, necesitamos dinero
para marchar con el ejército a libertar la capital. Salvémosla primero y entonces me
quedaré con lo que la patria quiera darme“.
El segundo parecían onzas pero eran pesos fuertes “no recuerdo si unos 2200 “A
Carvallo le di no recuerdo ¡! Si 30 onzas o más y al tío de Quiroga tampoco recuerdo
cuanto pero le dije que le daría varios miles si encontraba la gran suma que según todos
tenía.
Más tarde, en una carta, Quiroga le escribió:
"cuando Vd. se marchaba para Córdoba, fue agarrado el pérfido descubridor de mis
tapados... le encontraron en el bolsillo una esquela de Vd. en que le decía: "No me dé
Vd. cuenta del monto del último tapado sin antes haberme separado de doscientas a
218
Aráoz de Lamadrid, G., Memorias, Tucumán, 1895.

45
trescientas onzas, pues yo de pura delicadeza no he tomado un peso de las dos
anteriores..." Dicha su esquela no faltó entre mis jefes quien quisiera dar a la prensa en
San Juan, y no quise yo permitirlo, a pesar de no haber entregado Vd. sino cuarenta y
tantos mil pesos de los noventa y tres mil que se me extrajeron de Los Llanos; de qué
infiero que Vd., por pura delicadeza, se sorbió la mayor parte...” 219
Lamadrid dijo haber tomado 12 mil y pico de pesos de esos dos primeros tapados con
los que rescató plata y oro en Chilecito y acuñó las raras piezas, indudablemente
unitarias, de 8 escudos y 8 reales de 1830, con la maquinaria también allí enterrada la
cual, sin duda alguna, fue la empleada para las monedas de oro y plata de 1826, 27 y 28
y quizás algunas de las anteriores.

8 Escudos Año 1830 Acuñación Unitaria

Le mandó 12 onzas, el equivalente a 204 pesos, que tomó como sueldo de


gobernador, a su esposa a Córdoba con Domingo Díaz Vélez, su “ayudante y hermano
político“.
Estaba en Chilecito cuando le avisaron de un tercer entierro de mil onzas de oro y no
recordaba cuantos miles de plata, pasó la noche en casa de Nicolás Dávila, ex
gobernador quien había regresado de su exilio autorizado por Quiroga tiempo antes y se
dirigió al día siguiente a La Rioja, donde delante de todos lo abrieron…recordó que
había 994 onzas, dato curioso cuando en todos los demás nunca recordaba nada y varios
miles de pesos fuertes, en total unos 28 mil.
Finalmente hizo un resumen…todo aproximado, más o menos, o comentarios por el
estilo
-12 mil pesos enviados a Paz a Córdoba para auxilio del ejército
-12 mil pesos para fomento de minas en Famatina
-3 mil o más pesos al gobernador de Catamarca
Gastos varios de todo tipo
El 16 de octubre escribió a Paz un documento que resumimos: “Estimado Sr En vano
serían todas las fatigas y cuantos trabajos se han invertido para establecer la casa
monetaria, ……………si desde luego su numerario de plata y oro no ha de gozar en
219
Peña, D., Juan Facundo Quiroga, Buenos Aires, 1906.

46
todas las provincias amigas una aceptabilidad general. Al efecto el que suscribe tiene a
bien poner en manos del Exmo. Sr Gov.de Córdova una moneda de oro y tres de plata
para que haciéndola revisar por los mejores peritos de esa ciudad sobre los veinte y un
quilates que deben tener el primero y los once dineros que debe hallarse el segundo;
obtengan la correspondiente aprobación… Quiera tener la designación de aceptarlas por
el Conducto del Capitán Pedro Abrego...”220
A qué provincias amigas se refería? Claramente a las nueve que habían conformado
bajo el mando del Gral. Paz la Liga Unitaria.
El 11 de enero de 1831 Lamadrid se retiró de La Rioja, delegando el gobierno en
Domingo García, quien huyó el 22 de febrero cuando Tomas “el zarco Brizuela”
organizó un movimiento y ocupó la ciudad. Su aliado Hipólito Tello hizo lo propio en
Famatina regresando los federales al poder. Con el tiempo ambos serían gobernadores
de la provincia y en 1840-41 Lamadrid y Brizuela los jefes de la Coalición del Norte
contra Juan Manuel de Rosas.
En ese corto lapso de menos de 2 meses acuñaron las rarísimas piezas de 1831 sobre
troqueles de 1830.
Marchó luego a San Juan, donde también ocupó el cargo de gobernador. Regresó a
Córdoba al iniciarse la guerra contra Estanislao López, pero al llegar se encontró con
que Paz había sido boleado y tomado prisionero. Se hizo cargo del ejército, pero
cercado por López y Quiroga quien acababa de invadir Cuyo, se retiró a Tucumán.
Pretendió controlar Catamarca, pero ésta cayó en manos de Quiroga, y Salta le mandó
muy poca ayuda. Con lo que le quedaba fue vencido por Quiroga en la batalla de La
Ciudadela, en Tucumán el 4 de noviembre de 1831.

8 Reales Año 1831 Acuñación federal.

Con su exilio en Bolivia terminó la guerra civil. Poco después de la batalla, como
Lamadrid pidió un salvoconducto para su esposa, Quiroga la envió con la siguiente
nota:
"Me viene Ud. ahora recomendando a su familia, como si yo necesitase de sus
recomendaciones para haberla considerado como lo he hecho; agregando en dicha su

220
Junta de Historia y Letras de La Rioja, Revistas I-V años 1 -4, La Rioja, 1942-1945.

47
carta, consideraciones que dice prestó la mía en San Juan, así como a mi señora madre
en los Llanos, pero sin acordarse de la pesada cadena que hizo arrastrar a mi anciana
madre en La Rioja... Mas yo me desentiendo de eso y no he trepidado un momento en
acceder a su solicitud; y esto no por la protesta que usted hace, sino porque no me
parece justo afligir al inocente."
"Usted sabe muy bien que tengo sobrada razón para no dar crédito a su palabra, pues
tengo muy presentes las protestas que me hizo en el año veintisiete para que le allanara
el camino y poder regresar al seno de su familia; lo hizo y no me pesa, aún cuando usted
se haya portado del modo más perverso, que usted me hiciese la guerra y procurase mi
exterminio, nada tenía de extraño, puesto que estábamos divididos en opinión, pero que
usted me insultase fingiendo comunicaciones, son acciones propias de un alma baja." 221
"...yo pensaba no tomar parte en la guerra, después que fui batido, pero me ha podido
decidir en abrazarla con más ardor la injusticia hecha a mi familia."
"Adiós, general, hasta que nos podamos juntar para que uno de los dos desaparezca,
pues que esa es la resolución inalterable de su enemigo. Juan Facundo Quiroga"
Cuando Lamadrid se enteró que Quiroga permitió el viaje de su familia le contestó:
"...Usted general podrá ser mi enemigo cuanto quiera, pero el paso que ha dado de
mandarme a mi familia la cual espero con ansia, no podré olvidarlo jamás". 222
En sus memorias, escritas en 1854 don Gregorio dejó otras perlitas:
Explicaba que aceptó ser gobernador, casi por ruego de los habitantes para liberarlos
del terror del tigre de los Llanos. Que él no quería asumir de ninguna manera, hecho
refutado por el Gral. Paz, quien en sus propias memorias sugiere que los tapados eran
un bocado muy apetecible para su segundo.223
También decía que quiso fusilar a Brizuela pero fue salvado por ruegos de su
ayudante Melián…” solo el pudo salvarlo, para su desgracia y la de los pueblos,
“recordemos que en 1840-41 Lamadrid y Brizuela fueron los jefes de la Coalición del
Norte.
Luego explicaba la forma en que, según él, Quiroga amasó su fortuna, diciendo que
era el rematador exclusivo de diezmos de toda la provincia y también el único
abastecedor de carne, todo a costa de amenazas y aprietes, seguramente hay algo de
verdad pero nos parece exagerado.
Quiroga regresó triunfal a La Rioja en marzo de 1832, siendo ya un referente
nacional, aliado de Rosas y del otro caudillo clave, el gobernador santafesino Estanislao
López, con quien tenía grandes diferencias que luego se profundizaron.
Luego se instaló como un héroe en Buenos Aires hasta que, a solicitud de Rosas, en
diciembre de 1834 partió a una misión de paz para evitar otra guerra civil en el norte y
fue brutalmente asesinado junto a su comitiva al regreso en Barranca Yaco, Córdoba, en
febrero de 1835.
Lamadrid, luego de exiliarse en Bolivia y Montevideo, regresó a Buenos Aires, donde
entró en tratos con Rosas quien lo envió a Tucumán a recuperar las armas usadas en la
guerra contra Santa Cruz pero en cuanto llegó allí se rebeló y formó parte de la
Coalición del Norte.
En 1852 participó de la batalla de Caseros a las órdenes de Urquiza y como unitario
verdaderamente convencido luego apoyó la revolución que separó a Buenos Aires de la
Confederación Argentina.
Permaneció allí donde escribió sus memorias y falleció en 1857.■

221
De Paoli. P., E, Facundo, Buenos Aires, 1959.
222
Aráoz de Lamadrid, G., Memorias, Tucumán, 1895.
223
Paz, J. M. Memorias Póstumas, 1855.

48
Bibliografía:
Aráoz de Lamadrid, G., Memorias, Tucumán, 1895.
Bravo Tedín, M., Don Juan Facundo, La Rioja, 2005.
Chao, F., Cohen, M., Mariano, Díaz R y Paoletti, E., Monedas Argentinas de Emergencia 1815-1823,
Buenos Aires, 2016.
Cohen, M. Monedas riojanas en la era Quiroga 1824-35, San Francisco, 2019.
Cohen, M., “De Cepeda al Banco de Rescates” En Jornario de las XXXVII Jornadas Nacionales de
Numismática y Medallística, San Francisco, 2017.
Cunietti Ferrando, A., Historia de las Medallas Argentinas. 1747-1880, Buenos Aires, 2010.
De Paoli, P., Facundo, Buenos Aires, 1959.
Estévez, C.N., “Juan Facundo Quiroga, industrial y banquero”. En Revista Todo es Historia No 9,
Buenos Aires, 1968.
Ferrari, J., Amonedación de La Rioja, Buenos Aires, 1962.
Galmarini, H. R., “Braulio Costa y sus negocios” En Revista Todo es Historia No 78, 1973.
Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, Archivo del Brigadier Juan Facundo
Quiroga (1815-1827).
Janson, H. C. La Moneda Circulante en el Territorio Argentino 1574-2015, Buenos Aires, 2015.
Junta de Historia y Letras de La Rioja, Revistas años 1 -4, La Rioja, 1942-1945.
Mitchell, O., Amonedación de la Provincia de La Rioja, Buenos Aires, 1974.
Ortega Peña, D., Facundo y la Montonera, Buenos Aires, 1968.
Paz, J. M. Memorias Póstumas, Buenos Aires, 1855.
Peña, D., Juan Facundo Quiroga, Buenos Aires, 1906.
Segreti, C., Moneda y política en la primera mitad del siglo XIX, Tucumán, 1975.

49
Historia Universal

DESEMBARCO DE ALHUCEMAS
El primer desembarco moderno exitoso,
conjunto y combinado

Manuel Giménez Puig224

Antecedente

A principios del siglo XX, Marruecos era un imperio; al menos, en teoría. Su Sultán,
Abd-el-Aziz, apenas podía imponer su autoridad poco más allá de la ciudad de Fez,
asiento de su gobierno.
El resto del territorio vivía en permanente anarquía, fruto de las luchas entre tribus o
cábilas que no lo reconocían como tal; el resultado: total inobservancia de lo que hoy se
llamarían derechos humanos, parálisis económica, inestabilidad política que extendía su

224 Manuel Giménez Puig es socio Honorario de AACAM (Asociación Argentina de Coleccionistas de
Armas y Municiones, Socio vitalicio del Centro Numismático Buenos Aires, Miembro de Número y
Tesorero del Instituto Bonaerense de Numismática y Antigüedades, Miembro de Número y Tesorero de la
Academia Argentina de Numismática y Medallística, Miembro de Número de la Junta de Estudios
Históricos de San José de Flores, Miembro de Número Académico del Instituto Histórico Santiago de
Liniers, Miembro de Número “Benefactor” de la FUGBA (Fundación Uno Grande de Buenos Aires, RI1
“Patricios”)

50
influencia mas allá de sus fronteras y, como lógica consecuencia en el contexto de
aquellos años, las apetencias coloniales de países europeos.
Principalmente por parte de Alemania, que se incorporaba tardíamente al reparto de
África, y de Francia, sólidamente instalada en la lindante Argelia.
Pero, entre Francia e Inglaterra, que luego serían estrechos aliados, existía una
desconfianza tal vez mayor aun; la percepción francesa parecía ser que, con ambas
costas del estrecho de Gibraltar en su poder, Inglaterra convertiría al Mediterráneo en un
lago del Imperio. Y no parecía ser funcional a los intereses británicos que, frente a su
roca gibraltareña, se instalara su principal competidor.
Una complicación adicional eran las ciudades de Ceuta y Melilla, “plazas de
soberanía” española sobre la costa mediterránea, siempre bajo la amenaza de las
belicosas cábilas (Ceuta, frente al peñón de Gibraltar, fue conquistada por Portugal en
1415, pasando a España al separarse ambas coronas, en 1640; Melilla, cercana a
Argelia, perteneció al ducado de Medina-Sidonia desde 1497, incorporándose a la
Corona de España en 1556). A las que deben agregarse algunos islotes cercanos a la
costa, fortificados algunos, deshabitados los menores de ellos. Ciudades y enclaves que
quedarían fronterizos con la potencia que, eventualmente, ocupara Marruecos.
En 1906, se reunió la llamada Conferencia de Algeciras, en la ciudad española del
mismo nombre. Puede ser considerada como un antecedente de la Sociedad de
Naciones, pues en ella formaron parte países no directamente interesados en Marruecos,
pero si en mantener una cierta estabilidad regional, e imponer y mantener la paz en su
territorio; e invocando, al menos nominalmente, las pertinentes razones de índole
humanitaria.
Participaron de esta conferencia, además de las ya citadas, EE.UU., Rusia y Suecia.
Cabe agregar que, ya en 1902 y en 1904, se habían celebrado negociaciones secretas
entre Francia y España, por las que la primera reconocía a favor de la segunda
influencia sobre una superficie territorial superior a la que luego se le concedería.
El resultado de la Conferencia consistió en encomendar a Francia y a España la tarea
de pacificar Marruecos, bajo la forma de Protectorado, conservando la autoridad
nominal del Sultán. El territorio sobre el que ejercerían ambos países sus mandatos no
estaba claramente delimitado, y no fue hasta 1912 que se logró un acuerdo al respecto.
La tarea encomendada a España podía interpretarse como una forma de reintegrarla a
los países con protagonismo en la escena internacional, luego de su desastrosa guerra
con EE.UU, en 1898; pero también que su presencia no podía inquietar a los otros
países con intereses en la región (aunque no está de más recordar que la Reina de
España era una princesa inglesa, y las simpatías más o menos públicas del Rey Alfonso
XIII hacia ese país). En todo caso, era algo que en algunos momentos excedería sus
capacidades fácticas.
El inicio de España como país “protector”, es la simple continuación de sus
anteriores sufrimientos en sus “plazas de soberanía”; solo por citar uno de los entonces
más recientes, la insurrección alrededor de Melilla, en 1893; para contribuir a cuya
pacificación, obtuvo por parte de la República Argentina la cesión de sus primeros
fusiles Maüser modelo 1891.
En 1909, la pretendida operación de castigo contra bandas armadas que habían
hostilizado a obreros ferroviarios, en las inmediaciones de Melilla, termina en el
desastre militar conocido como del Barranco del Lobo; prácticamente, no se había
penetrado aun en el territorio que se pretendía pacificar. Las consecuencias políticas
51
fueron profundas, desencadenando en Barcelona los sucesos conocidos como “semana
trágica”; no eran ajenos a las protestas populares el sistema de reclutamiento, que
incidía principalmente en los sectores sociales de menor nivel económico.
Entre 1912 y 1913 se producen algunos importantes avances, incluso la ocupación de
Larache, Alcazarquevir y Tetuan. Acuerdos con Francia fijan los límites de ambas
zonas, y la peculiar situación de Tánger, que aunque dentro de la zona española, queda
bajo control internacional. El inicio de la Primera Guerra Mundial marca un compás de
espera, temerosa España de que cualquier iniciativa suya en el Protectorado pudiera
arrastrarla a ese conflicto.
Terminada la primera contienda mundial, España retoma sus intentos de controlar el
territorio sobre el que, en teoría, debería ejercer su mandato protector. Un avance tal vez
demasiado profundo y rápido, termina con otro desastre de mayores proporciones, en el
verano de 1921. La ciudad de Melilla está a punto de caer en manos de los rebeldes
marroquíes, y toda su área circundante es escenario de dramáticos episodios; entre los
de mayor trascendencia, el colapso de las posiciones fortificadas de Annual y Monte
Arruit. Entre el 16 de julio y finales de agosto se perdieron más de 13.000 hombres,
20.000 fusiles, 400 ametralladoras y 129 cañones. Un amplio sector político español, e
incluso algunos altos mandos militares, se revelan partidarios del abandono del
territorio puesto bajo se protectorado, por considerar que el cumplimiento del mandato
recibido no justificaba el costo en sangre y dinero que se estaba pagando, por algo que
consideraban no relacionado directamente con los intereses nacionales; entre ellos, el
general Miguel Primo de Rivera. El ambiente de general descontento, y el desprestigio
de la dirigencia política en la opinión pública, fueron terreno fértil para que en
septiembre de 1923 Primo de Rivera se autoproclamara Dictador, asistido por un
Directorio Militar (el Rey Alfonso XIII lo presentaba como “su Mussolini”).
La situación a principios de 1925
Desde su autodenominada posición de “dictador”, recibida con beneplácito por amplios
sectores de la sociedad, políticos y empresariales, seguía siendo el objetivo de Primo de
Rivera terminar con la sangría marroquí; a fines de 1924 había practicado un repliegue
hasta la llamada “Línea Estella”, para consolidar sus posiciones defensivas. A poco, su
idea inicial del abandono evolucionó hacia una victoria militar aplastante, que
consolidaría su liderazgo político. Un gran inconveniente, era que Francia no parecía
prestar atención a los problemas que afrontaba España en su zona, tolerando la
existencia de una frontera permeable entre la zona a su cargo y la supuestamente
ocupada por España; la razón podría ser que Abd-el Krim, principal líder de los rebeldes
en zona española, tenía contra éstos un encono especial, luego de haber sido funcionario
de su administración, y no había practicado hasta entonces abiertas hostilidades contra
Francia.
Por su parte, Abd-el-Krim había acrecentado su prestigio entre los habitantes de las
montañas del Rif, y en particular entre su cábila, los Beni Urriaguel, por apresar al El
Raisuni, último de sus rivales tribales, y por las victorias obtenidas sobre los españoles;
que le reportaron cuantioso botín en armas, además del dinero obtenido como rescate de
los prisioneros que lograron sobrevivir al cautiverio.
Con esta base de percibida superioridad moral y material, se lanzó a la lucha contra la
zona francesa. El 13 de abril de 1925, atacó sus posiciones a lo largo del río Uarga, en el
límite entre ambas zonas, haciéndoles sufrir en menos de cinco días un desastre
52
comparable al que España había experimentado cuatro años antes, en la comandancia de
Melilla. La nueva situación así creada, hizo que Francia replanteara su estrategia.
El foco de la insurrección se encontraba en el territorio supuestamente controlado
por España, pero en dónde ninguno de sus soldados había podido llegar; en gran parte,
debido a la extensión y vulnerabilidad de las líneas de comunicación y abastecimientos
necesarias. Entre las ciudades de Ceuta y Melilla, se encuentra la bahía de Alhucemas,
en el territorio entonces controlado por los Beni-Urriagueles; cercano a su costa, el
poblado de Axdir, entre 1921 y 1927 centro político y militar, capital de la República
del Rif, proclamada por Abd-el-Krim. Su ocupación y control del territorio circundante
significaría la definitiva pacificación del norte marroquí; pero, por diversas razones
políticas, aparte de las expuestas, España había pospuesto la operación hasta entonces.
El único terreno que dominaba en Alhucemas era el peñón o islote de igual nombre,
inmediato a la costa, y fuertemente fortificado.

Mientras una comisión militar franco española deliberaba en Madrid sobre la forma
de emprender acciones combinadas, un encuentro en Tetuán entre Primo de Rivera, y el
Mariscal Petain (26 de junio de 1925) llegó al acuerdo del desembarco en Alhucemas, a
pesar de la inicial reticencia francesa, probablemente inspirada en el recuerdo del
desastre sufrido por los aliados en Gallipoli una década atrás. Aunque, prudentemente,
Francia limitó su participación al apoyo naval y aéreo, y a un solo batallón de infantes
navales que desembarcaron horas después de iniciada la operación.
Plan de la Operación
El mando supremo sería ejercido por Primo de Rivera. Un convoy naval procedente de
Ceuta (distante 88 millas en línea recta hacia el Oeste) ejecutaría un simulacro de
desembarco en un punto intermedio, Uad Lau, en la tarde del día anterior, retirándose al
anochecer, tras una cortina de humo.
Otro convoy, pero procedente de Melilla (distante 42 millas hacia el Este) haría lo
mismo en Sidi Dris. Navegando por la noche, ambas agrupaciones deberían estar a
primera hora de la mañana frente al Alhucemas, para proceder al desembarco. Cada una
contaba con algo más de 9.000 hombres, incluidos los elementos de apoyo constituidos
por baterías de artillería, Zapadores, Comunicaciones, Intendencia, etc. La de Ceuta

53
tendría a su cargo el primer escalón de desembarco, por habérsele asignado 24 de las 26
barcazas “K” disponibles; éstas eran las empleadas en Gallipoli, y fueron compradas
poco antes a los ingleses, que las tenían en venta en Gibraltar. Cada una de estas
barcazas podía transportar, protegidos por un ligero blindaje bajo cubierta, hasta 300
soldados equipados, o una combinación de carga, generalmente estibada sobre cubierta,
de hasta 300 Tn. Entre la carga de este primer escalón, estaban 12 carros de combate
(hasta 4 por barcaza); los diminutos Renault FT de 1917, armados tan solo con una
ametralladora en su torreta giratoria.

Las primeras tropas a desembarcar serían en su mayor parte indígenas de Regulares,


Mehal-la y Harcas, y del Tercio de Voluntarios Extranjeros225. Las tropas peninsulares
tenían ya una cierta permanencia en Marruecos, lo que garantizaba su aclimatación y
entrenamiento. Cada infante estaría provisto de 200 cartuchos de fusil, con mas 500 de
repuesto rápido y otros 100 de reserva. Igualmente abundante era el municionamiento
de ametralladoras (23.400 tiros cada una en total) y granadas de mano.
Como reserva táctica quedaban 1.500 hombres en Ceuta y otros tantos en Melilla; de
ser necesarios, estaban disponibles en la península, afectados a la operación, 10.000.
Las fuerzas navales españolas comprendían:
2 acorazados (Jaime I y Alfonso XIII).
4 cruceros (Méndez Núñez, Blas de Lezo, Victoria Eugenia y Extremadura.
2 cazatorpederos.
6 cañoneros.
24 guardacostas, torpederos, guardapescas, etc.
A estas fuerzas debe agregarse el buque de transporte de hidroaviones Dédalo,
perteneciente a la Aeronáutica Naval, y hasta 58 transportes, aljibes, remolcadores, etc.
Hasta 36 de los transportes empleados simultáneamente (tres de ellos habilitados como
hospitales) pertenecían a la Compañía Transmediterránea, empresa comercial que, en
virtud de los convenios firmados con el gobierno, los puso a su disposición.

225 “La Legión”, creada en 1920, siguiendo la inspiración de su similar francesa.

54
Francia aportaba:
1 acorazado (París)
2 cruceros (Estrasburgo y Metz).
2 torpederos (Anamite y Tonkinois)
2 monitores.
1 remolcador con globo cautivo, de observación.
El total de bocas de fuego del apoyo naval era de 190, de las cuales 30 de gran
calibre; a las que hay que agregar 24 de la isla de Alhucemas.
El apoyo aéreo provisto por España, comprendía principalmente bombarderos ligeros
y cazas con capacidad de ataque al suelo (Breguet, Rolls-Napier, Bristol); tenían sus
bases en Ceuta, Melilla y pistas avanzadas, y gran parte del territorio a sobrevolar por
ellos estaba en manos adversarias. La Aeronáutica Naval aportó, con el ya mencionado
buque Dédalo, 6 hidroaviones de bombardeo ligero, otros 6 de observación, un globo
cautivo y un dirigible de exploración, de 1.500 m3. Por parte de la Aeronaval francesa,
intervino una escuadrilla de bombardeo pesado (Goliath) operando desde su zona de
protectorado.
Consolidada que fuera una fuerte posición sobre la costa, se iniciaría a posteriori el
avance hacia el Sur, mientras las fuerzas francesas harían lo mismo hacia el Norte,
desde sus bases de partida en territorio de su zona; por el Este establecerían fuertes
líneas de defensa, para contener cualquier intento adversario en esa dirección. Similar
cometido cumpliría España por el Oeste.
Percibida la necesidad de una estrecha colaboración entre las fuerzas actuantes, se
decidió integrar al Estado Mayor de las fuerzas navales a un oficial jefe de Infantería,
otro de Artillería y otro de Aviación; como contrapartida, se unieron al cuartel general
de las tropas terrestres especialistas en tiro naval y aeronáutico.
Ejecución
Debido a las condiciones meteorológicas durante la noche anterior al día previsto para
el desembarco, los convoyes navales sufrieron una cierta dispersión. Al amanecer, no se
encontraban aun convenientemente dispuestas las naves y, avistadas por el adversario,
se perdió el factor sorpresa. Al medio día se tomó la resolución de posponer el
desembarco para las primeras horas del siguiente, con el fin de aprovechar al menos la
oscuridad; lo que tampoco pudo cumplirse, por similares razones climáticas. No era
posible retener más tiempo al personal a bordo de las barcazas K, por lo que a las 1140
tomó tierra la primera oleada; obviamente, a plena luz del día.
Las limitadas prestaciones de las lanchas K en cuanto a velocidad (no más de 8
nudos) y, sobre todo, autonomía, obligaban a remolcarlas hasta unos mil metros de las
playas. Los transportes que lo hacían corrían, por lo tanto, graves riesgos de encallar o
ser alcanzados por el fuego del adversario; para minimizar las consecuencias de la
posible pérdida de algunos de ellos, se había tomado la precaución de distribuir la carga,
de forma tal que su falta no afectara al éxito del conjunto.
Las lanchas “K” tenían un calado en la proa de tan solo 30 cm. Lo que unido a la
rampa extensible que a modo de puente levadizo había en su parte superior, hacía

55
posible que, en teoría, pudiera descenderse de ellas sin mojarse las suelas. Pero su
calado aumentaba hacia popa, hasta alcanzar 130 cm.; un metro de diferencia en el
calado, en una eslora de 30, significaba que la gradiente de la playa debía ser, al menos,
de un 3 % aproximadamente para que el supuesto funcionara realmente. Lo cierto era
que la profundidad descendía rápidamente al acercarse a unos centenares de metros de
la costa, formando en sus inmediaciones un fondo apenas inclinado, con afloramientos
rocosos que actuaron a modo de defensas submarinas naturales. Encalladas de popa
varias de las lanchas, a decenas de metros de la playa, la infantería debió vadear casi sin
hacer pie en el fondo; pero los diminutos blindados estaban totalmente incapacitados
para hacerlo, por lo que debieron esperar a la bajante para poder llegar a tierra.
Al llegar a tierra se vio que la playa estaba minada, con bombas de aviación
enterradas en la arena, y conectadas mediante cables eléctricos a una casilla desde la
cual hubieran sido detonadas; la que pudo ser rápidamente neutralizada, sin que los
explosivos cumplieran otra función más que la de demorar brevemente la ocupación del
terreno sobre el que se encontraban.
Las enseñanzas de Alhucemas
Tal vez un exceso de prudencia, el no haber aprovechado el éxito inicial con una más
rápida penetración hacia el interior, retrasó el final de la guerra en casi dos años.
Por primera vez, se tuvo en cuenta el pronóstico meteorológico; aunque los medios
técnicos del momento no permitieron un alcance temporal y una confiabilidad
suficientes.
Tampoco se pudieron efectuar adecuados reconocimientos, que suplieran el relativo
desconocimiento acerca de las playas, características de sus fondos, si se les habían
instalado obstáculos submarinos, etc.
Como principales aspectos positivos, cabe destacarse la minuciosa planificación y
directivas impartidas, hasta el nivel de detalle compatible con las carencias arriba
apuntadas. Muy especialmente, con respecto a la coordinación no solo entre los mandos
de las fuerzas combinadas, españolas y francesas, sino al armónico empleo conjunto de
las fuerzas intervinientes.
Tal vez la mayor enseñanza haya sido la necesidad de un mando superior unificado.
Todo lo cual tuvo muy en cuenta años después el general Eisenhower, al usar como
fuente de inspiración el desembarco de Alhucemas para el de Normandía.■

Bibliografía

Álvarez-Maldonado, R., “Contribución de la Armada a la difícil pacificación de nuestro Protectorado


Marroquí”, En Revista de Historia Naval, año X, Nº 37. Madrid, Instituto de Historia y Cultura Naval de
la Armada Española, 1992.
Calleja Leal, G., “El fin de la tragedia de Marruecos: Alhucemas 80 años después (1925 – 2005)”, En
Revista La Coronelía Guardas del Rey, año III Nº 15, Madrid, del Regimiento Inmemorial del Rey, 2005.
Flores Alonso, Á. y Cincuéndez Ortega, J. M. La Guerra Aérea sobre el Marruecos Español 1913 –
1927, Madrid, Ministerio de Defensa, 1992.
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Historia Naval, año XXVII, Nº 107, Instituto de Historia y Cultura Naval de la Armada Española,
Madrid, 2009.
Francisco, L. M. Nuestros días en Alhucemas, Valladolid, Ed. Gallandbooks, 2008.

56
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Revista de Historia Militar, año XXXV, Nº 70, Madrid 1991.
Martínez Anido, G., “El proyecto de desembarco en Alhucemas”, En Revista de Historia Militar, año
XXIV Nº 49, Madrid, Servicio Histórico Militar, 1980.

Sitios en la Web:
http://www.balagan.org.uk/war/iberia/1909/org.htm (25/10/2009)
http://www.revistanaval.com/blimdanet/historias/medios/anfibios.htm (25/10/2009)
http://www.fideus.com/esdeveniments%20-%20alhucemas.htm (08/11/2009)
http://www.gratisweb.com/terciosdelmaroceano/desamalhucemas.htm (25/10/2009)
http://www.militar.org.ua/foro/desembarco-de-alhucemas-t25987.html (17/05/2010)

57
Literatura Universal

LA PRIMERA EDICIÓN DE “DON


SEGUNDO SOMBRA”
De Ricardo Güiraldes
Con dedicatoria autógrafa al doctor Elías
Regules
Augusto Soiza Larrosa 226

226 Médico. Miembro de Honor y ex Presidente de la Sociedad Uruguaya de Historia de la Medicina.


Miembro de Número del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay.

58
En una dignísima edición de “Don Segundo Sombra”, la primera de la novela que hizo
famoso a Ricardo Güiraldes (Buenos Aires, 1886 - París, 1927) y que envió al médico
oriental Elías Regules, el autor escribió de puño y letra en la portadilla “Al grande
cantor criollo, Elías Regules, esta prosa de bota de potro: con la consideración
afectuosa de Ricardo Güiraldes. S/c, Solís 227”. La dedicatoria – sin fechar - se lee
apenas se abre el ejemplar que tenemos en nuestras manos.

El autor

Güiraldes le envió su novela Don Segundo Sombra, la primera edición de 393 páginas
que distribuyó en Buenos Aires la Editorial Proa y llevó fecha de 1926. Fue impresa en
el pueblo de San Antonio de Areco, Provincia de Buenos Aires por el taller gráfico
Colón, de Francisco A. Colombo. Güiraldes comenzó Don Segundo Sombra en París
(“En París me decidí une fois pour toutes, como diría Lafforgue, a convertirme en
escritor”). Los diez primeros capítulos fueron escritos en esa ciudad entre 1918 (fin de
la Gran Guerra) y 1920, año en que retornó a la Argentina. El colofón reza: “Terminóse
de imprimir la presente edición el primero de julio de mil novecientos veintiséis”. La
concluyó en Buenos Aires, en la estancia La Porteña, en Areco en marzo de 1926. La
Porteña era la estancia de su padre, don Manuel José Güiraldes, donde Ricardo pasaba
los inviernos y donde llegó a conocer la vida rural y los hombres del rudo oficio de
peones y reseros (“troperos”, para los orientales). Dentro de éstos a un tal Don Segundo
Ramírez, al que tomó como arquetipo para su Don Segundo Sombra. La carátula
(lamentablemente no conservada en mi ejemplar) es sencilla y fue diseñada por el
propio Güiraldes, que tenía afinidad por el dibujo.
El ejemplar enviado a Elías Regules fue uno de los 2000 impresos (tirada nada
despreciable para su época) que se agotaron en poco más de 20 días 227. Hubo una
edición limitada, fuera de comercio en números romanos I a XXX. La revista Martín
Fierro anunció en su número 35, del 5 de noviembre de 1926 “Está en venta la nueva
edición” lo que da pie a la fulgurante aceptación de la novela en semanas, no obstante
su precio, $ 2,50, que no parece muy accesible para el gran público. El ejemplar que
recibió Elías Regules lo hizo encuadernar en Montevideo por la Librería Nacional de A.
Barreiro y Ramos, sin la carátula. Es obvio que la tuvo pero el encuadernador optó
lamentablemente por quitarla.
Los derechos de autor de Güiraldes correspondieron a la Sociedad Editorial Proa,
con sede en Buenos Aires. La sociedad editorial había sido creada en mayo de 1924,
tres meses después de aparecida la revista Martín Fierro (a la cual Güiraldes estuvo
ligado desde el primer número). Fueron sus dueños, Oliverio Girondo (el eterno rival de
Jorge Luis Borges, casado con la hermosa Norah Lange, a quien Georgie había
pretendido), Evar Méndez (seudónimo de Evaristo González, el alma mater de Martín
Fierro), y el propio Ricardo Güiraldes. Crear esa sociedad tuvo un objetivo muy caro a
las vanguardias intelectuales rioplatenses: estimular nuevos públicos, impulsar el
movimiento de la juventud ávida de escribir y publicar, renovar, hacer arte, formar a los
lectores. La editorial publicaría una revista y libros (el Don Segundo Sombra fue uno de
ellos). Ofrecía ventajas a los escritores pues les pagaría derechos de autor, registraría el
libro como de su propiedad, y sólo les cobraría 10% por la administración. La impresión
sería a costo del autor.

227 Gutiérrez Saldívar, I. Setenta años después... Introducción a su espléndida edición ilustrada de “Don
Segundo Sombra”, Buenos Aires, Zurbarán Ediciones, 1996, p. 11.

59
Pero al lado del éxito editorial se procesaba un drama: la enfermedad que llevaría a
Güiraldes en poco tiempo a la muerte: un cáncer del tejido linfático (enfermedad de
Hodgkin). Cuando terminó su novela, luego de ya publicados otros libros que no le
dieron el lustre que adquirió con el Don Segundo Sombra, la obra por la cual ha pasado
a la historia, tenía 39 años. Había nacido el 13 de febrero de 1886 en la casa de sus
abuelos maternos, asistido el parto por los médicos Ricardo Gutiérrez – que le dio el
nombre - y Guillermo Udaondo. Terminada la novela y lanzada al mercado en 1926,
en 1927 hizo su último viaje a Francia, a Arcachon, pero debido a su estado de salud fue
trasladado a París. Había recibido en Buenos Aires terapia con Rayos X para los
crecidos ganglios en el cuello. Tal vez buscaba una cura a su mal en la meca (ya algo
alicaída) de la medicina aunque en su correspondencia no lo deje traslucir. En París el
diagnóstico fue inequívoco: “afección cancerosa que toma los ganglios del cuello” de
pronóstico ominoso. No había en la época tratamiento eficaz. Murió el 8 de octubre de
1927 en la casa parisina de su amigo de siempre, el argentino coleccionista de estampas
y grabados coloniales sudamericanos Alfredo González Garaño. Apenas pudo enterarse
del Premio Nacional de Literatura, concedido días antes del deceso.
Su cuerpo fue llevado a la iglesia parroquial de Saint Pierre du Gros Caillou, en la rue
Saint Dominique-Gros Caillou, 7º distrito, hasta la ceremonia fúnebre. Jules Supervielle
escribió a su amigo Valéry Larbaud: “En las exequias, esta mañana, estaban Jean
Prévost, Adrienne Monnier y Henri Michaux”. Su cadáver viajó embalsamado a Buenos
Aires, fue recibido por el presidente Alvear, y escoltado por paisanos fue sepultado en
San Antonio de Areco el 15 de noviembre de 1927. Entre esos jinetes cabalgó don
Segundo Ramírez, el gaucho en el que se inspiró Güiraldes para escribir Don Segundo
Sombra y que sería a su vez sepultado a pocos metros del sobrio mausoleo de su patrón,
para estar juntos nuevamente en la otra vida.
En San Antonio de Areco existe un museo y biblioteca dedicado a su memoria, a lo
cual son tan afectos nuestros hermanos de la banda occidental, en igual medida que son
prescindentes y olvidadizos nuestros coterráneos 228. Sus amigos de Martín Fierro 229,
prometieron una tirada especial de homenaje a Ricardo Güiraldes que no prosperó, pues
la revista dejó de aparecer.

La obra

La resonancia que tuvo Don Segundo Sombra fue espectacular. Entró a la historia de la
literatura argentina con el espaldarazo nada menos que de Leopoldo Lugones, que
festejó su aparición en el suplemento cultural del periódico La Nación del 12 de
setiembre de 1926 colocando al Don Segundo Sombra a la misma altura que el Martín
Fierro de José Hernández. Los amigos de la revista Martín Fierro le agasajaron con un
banquete230.
No se trata aquí de hacer un análisis literario de la obra – no tengo cualidades para
ello -que, con el poema épico hernandiano tiene la singularidad de haber dado fama al
autor con un solo libro. Güiraldes había publicado antes, pero nada de su producción
estaba destinada a darle celebridad.

3 Biblioteca Ricardo Güiraldes, San Antonio de Areco, www.bibliotecaguiraldes.com.ar.


229 Homenaje a Ricardo Güiraldes. Martin Fierro, 2ª época, Nº 44-45, Buenos Aires, agosto 31-
noviembre 15, 1927, p. 3 (Buenos Aires, edición facsimilar, Fondo Nacional de las Artes, 1955, p. 377)
230 La fiesta de Don Segundo Sombra. Fotografía del grupo de concurrentes en Martín Fierro, 2ª época,
Nº 36, Buenos Aires, diciembre 12 de 1926, pág. 2. Al pie, un extenso “brindis”, más bien una crónica,
por el inefable Macedonio Fernández.

60
La novela relata las andanzas del joven Fabio Cáceres (hijo de hacendado) con
Segundo Sombra (resero). Y no debe leerse con criterio textual (contiene muchos
errores del quehacer campero y aspectos criticables)231, sino como una mistificación del
tipo gaucho ya desaparecido para siempre. Es curiosa la aceptación de Güiraldes por los
escritores de la vanguardia argentina, cuyo interés por el pasado no era por cierto su
mayor preocupación. Persistían obras en esa época donde se cantaba al gaucho, las
margaritas silvestres, la china, la guitarra, las nazarenas, el facón, la vida jugada a
poncho y cuchillo, el pobre rancho astroso, el asador clavado en el piso, las cuadreras,
pericón con relaciones y cintas blanco-celeste, la melancolía del triste, y el viejo de
barba blanca que anhelaba un hijo “dotor”. Eran temas clásicos de la literatura vernácula
de ambas orillas del Plata.
Siempre tan justo en sus juicios (aunque no sin malicia) Jorge Luis Borges colocó al
Don Segundo Sombra como una obra de apoteosis del tipo gaucho232. “Todo ese libro –
dice- está gobernado por el recuerdo, por el recuerdo reverente y nostálgico. En Don
Segundo los riesgos, las durezas, las austeridades del gaucho están agigantados por el
recuerdo. La explicación es fácil: Güiraldes trabaja con el pasado de la provincia de
Buenos Aires, de una provincia donde la inmigración, la agricultura y los caminos de
hierro han alterado profundamente el tipo de gaucho”.
Borges vio en Don Segundo Sombra un enfoque diferente de la gauchería; no es
primer gaucho miliciano en letras de molde del pionero Bartolomé Hidalgo; no el
gaucho belicoso Santos Vega de Hilario Ascasubi (también escrito en París luego de la
derrota por Prusia de 1870); menos aún el malevo asesino y cuchillero (por culpa del
ejército) Martín Fierro. No cita esta vez Borges el encuentro feliz y fraterno de Los dos
gauchos orientales de nuestro coterráneo Antonio Lussich. El gaucho de Güiraldes es
un sobreviviente en el contexto del progreso tecnológico y la civilización que habían
acabado con ese tipo social y por tanto no deja de ser un mito en el momento que
Güiraldes lo trae a la superficie. Y lo agiganta a través del recuerdo, como un tipo
humano rústico, vigoroso, con su jerga lingüística. El “ser gaucho” es en el Río de la
Plata sinónimo de una virtud, de generosidad, la mano extendida, la ayuda, la
compasión. Hacer “una gauchada” es auxiliar al otro.
La novela fue celebrada por quienes no alcanzaron a conocer al verdadero “gaucho”
(tampoco lo conoció Güiraldes), un marginado, belicoso, salvaje, sin ataduras morales,
despreciativo de su vida y de las otras vidas, siempre dispuesto a satisfacer sus pasiones
(incluso revolucionario) y al margen (o fuera) de la ley. Quienes construyeron la imagen
del “buen gaucho”, el mítico, el que está en el bronce (repárese en el plasmado en
Montevideo por nuestro escultor Juan Zorrilla de San Martín, con bota e’potro y
¡estribo “de campana”!) fueron los escritores urbanos, ninguno creado por campesinos
auténticos, sino por aquellos en que “se les veía la levita debajo del chiripá”.

231 Echegaray, A. Don Segundo Sombra. Reminiscencia infantil de Ricardo Güiraldes. Buenos Aires,
Ediciones “Doble P”, 1954. En la pág. 10 se lee: “La exaltación de Ricardo Güiraldes a alturas
telescópicas ha sido obra, en mucho, de esos literatos extranjerizantes que, por desconocimiento de lo
vernáculo, se deslumbraron con el mítico paisano arequense y vieron en el poeta al ciclópeo Sarmiento
[por su Facundo] o al Hernández épico [por su Martín Fierro] que descubrían, interpretaban y
reivindicaban la raza entrañable”.
232 Borges, J.L Mito y realidad del gaucho. Prólogo a la edición alemana de “La Carreta” del uruguayo
Enrique Amorim, 1936. En: Marcha, semanario, Montevideo, año XVII, Nº 775, viernes 5 de agosto de
1955, p. 21. Es la traducción en castellano, inédita hasta entonces. Puede ser consultado (como todo el
semanario) en http://anaforas.fic.edu.uy/jspui/handle/123456789/2669 el sitio web de Publicaciones
Periódicas de la Universidad de la República Uruguay- Facultad de Información y Comunicación.

61
No tuvo la misma gloria que Güiraldes un escritor - que a mí me gusta mucho - de
temas gauchescos, su coterráneo Benito Lynch (Buenos Aires, 1885 – La Plata, 1951)
tal vez igual (o aún más) merecedor del reconocimiento literario.
En la época de aparición de Don Segundo Sombra estaban activas las llamadas
“vanguardias literarias” del grupo martinfierrista y la editorial Proa (luego suplantada
por Sur, de Victoria Ocampo). La relación con este grupo, al cual adhirió Güiraldes
probablemente favoreció el éxito de su novela por la repercusión que tuvo en la joven
elite porteña. El fundador de la revista, Evar Méndez, conservó los originales de
Güiraldes para adelantar un capítulo, el segundo 233.

El verdadero Don Segundo

Segundo Ramírez Año 1927 (AGN)

233 Martín Fierro, Op. cit., Nº 30/31, Buenos Aires, julio 8 de 1926.

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El Don Segundo de Güiraldes fue en la realidad don Segundo Ramírez Martínez, hijo
de Juan de Dios Ramírez y Venancia Martínez. Argentino, nació en 1852, siendo
discutido el lugar, que se disputan San Antonio de Areco, San Pedro, Coronda
(provincia de Santa Fe) y aún San Nicolás de los Arroyos. Fue un multioficios:
jornalero, tropero y domador, pero siempre ocupado en tareas de campo. Tuvo dos
compañeras: su primera esposa Venancia Ulloa, de quien enviudó; y una segunda ya en
la vejez, Petrona Cárdenas, que tampoco le sobrevivió. El paisano Segundo Ramírez
murió en el pueblo de Areco el 20 de agosto de 1836 y está sepultado junto con su
segunda esposa, próximo a Ricardo Güiraldes, como se ha dicho. 234

Segundo Ramírez en la Estancia Lavallol (1890- 1891)

Luego de conchabarse en varias estancias de la provincia de Buenos Aires se afincó


en San Antonio de Areco a comienzos del siglo XX. El contacto con los Güiraldes fue
en la estancia “La Porteña”, de Manuel José Güiraldes, padre del escritor; y
posteriormente “La Fe”, de José Antonio Güiraldes, hermano de Ricardo. El periodista
arequense Federico Oberti conoció y retrató al paisano Segundo Ramírez poco antes de
morir: “morrudo por los cuatro costados, tipo de negro esclavo, conservó siempre una
criolla altanería muy poco habitual en los hombres de esta raza”. En su prosa rica en
figuras, el autor [Ricardo Güiraldes] con sólo cuatro renglones lo pintó así: “El pecho
era vasto, las coyunturas huesudas como las de un potro, los pies cortos con un empeine
a lo galleta. Su tez era aindiada, sus ojos ligeramente levantados hacia las sienes y
pequeños. Para conversar mejor habíase echado atrás el chambergo de ala escasa,
descubriendo un flequillo corto como crin a la altura de las cejas. Su indumentaria era

234 Turone, G. Una biografía de Don Segundo Ramírez, el gaucho de Güiraldes. Agrupación Patriótica
Aurora, Argentina (sic), 8 de julio de 2012, en: http://aurora-arg.blogspot.com/2012/07/una-biografia-
de-don-segundo-ramirez-el.html

63
de gaucho pobre. Un simple chanchero [ancho cinto] rodeaba su cintura. La blusa corta
se levantaba un poco sobre un [cuchillo] cabo de hueso del cual pendía el rebenque
tosco y ennegrecido por el uso. El chiripá era largo talar, un simple pañuelo negro se
anudaba en torno a su cuello, con las puntas divididas sobre el hombro. Las alpargatas
tenían sobre el empeine un tajo para contener el pie carnudo. Sus brazos eran largos y
robustos como para abrazar a un potro y ahogarle el resuello en un apretón de fuerzas
encontradas”. ¡Linda descripción del tipo gaucho!235
En el folleto citado de Federico Oberti se inserta (entre otras) una rara fotografía
(atribuída) de Segundo Ramírez, datada circa 1890-1891 en la “Estancia Llavallol”,
donde había llegado para “sarneado” de ovejas. Esa labor ya no existe (la sarna ovina
también ha desaparecido con los sarnífugos); consistía en bañar al animal en una larga
pileta elevada a la altura de la cintura del peón, que a mano arrancaba las costras
sarnosas para que el remedio hiciera efecto. Paisano muy popular en el pueblo de Areco,
donde tuvo su casa, fue frecuentemente entrevistado, muy visitado y fotografiado, lo
que consolidó la fama del hombre de la pampa, “gaucho por los cuatro lados”,
conversador, narrador y personaje campechano que Ricardo Güiraldes le había
perfilado en su novela.

Ricardo Güiraldes

235 Oberti, F. Su figura. En: “Don Segundo Sombra. Su realidad. De la leyenda a la vida”. Buenos Aires,
Editorial Panamericana, s/f, p. 7.

64
El destinatario Elías Regules

¿Y qué de nuestro médico versificador Elías Regules, agraciado con esa primera edición
autografiada y dedicada al “gran cantor criollo”?. Gustavo Gallinal, crítico literario
uruguayo en su obra “Letras uruguayas” de refilón menciona a Elías Regules236
Si bien dice “no me siento tentado a redactar una larga lista de candidatos a la
inmortalidad”, introdujo autores que manejaron el tipo gaucho, Bartolomé Hidalgo, el
primero en el Río de la Plata; Alejandro Magariños Cervantes, Eduardo Acevedo Díaz,
Antonio Lussich, Carlos Reyles, Montiel Ballesteros, Justino Zavala Muniz, Carlos
Roxlo, Fernán Silva Valdés, José Alonso y Trelles, Pedro Leandro Ipuche. No están
Orosmán Moratorio, Abdón Arósteguy, Luis Piñeyro del Campo con El último gaucho,
Enrique Amorim, ni el doblemente olvidado Víctor Dotti de Los alambradores. Y pare
de contar...
En un pasaje, Gustavo Gallinal se refiere algo distraído a Elías Regules: “Junto a
Lussich [está] Elías Regules, payador y decano al mismo tiempo de la Facultad de
Medicina, cuyos versos criollos volaban de boca en boca en la campaña y cuyo teatro de
tema campero “El entenao” y “Los gauchitos” alcanzaba viva aunque pasajera voz.
Pertenece Elías Regules a la línea espiritual de Estanislao del Campo [con su “Fausto”
criollo], ha escrito décimas con donaire y gracia, y que no con sentimiento hondo y
personal”. Elías Regules fue uno más del grupo de cultores del regionalismo criollo
aglutinado en la revista semanal “El Fogón” (Montevideo, 1895, más tarde fusionada
con “El Ombú”) bajo la dirección de Orosmán Moratorio (seudónimo Julián Perujo) y
Alcides De María (seudónimo Calixto El Ñato). La mayor parte de los colaboradores de
la revista eran hombres cultos, al igual que los “gauchescos” argentinos.
Elías Regules Uriarte fue como tantos orientales, descendiente de inmigrantes. Su
abuelo paterno, Antonio Regules era natural de Laredo, villa de la hoy provincia
autónoma de Cantabria, en el norte de España, bañada por el mar homónimo. En la
ciudad uruguaya de Rocha, donde se radicó en los primeros años del siglo XIX, casó
(1815) con Inés Antonia López de los Ríos. De sus hijos, Elías Regules López (1826)
casó con su prima María Norberta Uriarte López en 1851. Se radicaron en el campo, en
el actual Departamento de Durazno, con costa al arroyo Malbajar, en cuya proximidad
se fundará la ciudad de Sarandí del Yí. De esa unión nacieron cuatro vástagos, el tercero
llamado Elías como su padre, nuestro médico-poeta, vio la luz en Montevideo el 21 de
marzo de 1861. Su infancia y adolescencia transcurrirá entre la campaña duraznense,
campos de sus padres, y el poblado de Sarandí del Yí – fundado en 1875 – donde
levantaron casa “pueblera” y comercio frente a la plaza. 237
Elías Regules pasó a Montevideo para sus estudios secundarios y universitarios.
Decidió hacerse médico. Se graduó como “médico cirujano” (título que se expedía en la
época) en la Facultad de Medicina de Montevideo en 1883, con apenas 22 años. El 6 de
marzo de 1885, a la edad de 25, fue designado Catedrático titular del Aula de Medicina
Legal e Higiene de la Facultad de Medicina de Montevideo, la que ocupó por 43 años,
pues cesó en 1928, un año antes de su repentina muerte. En fotografías se puede
apreciar a Regules en una clase práctica en el Aula de Medicina Legal (ámbito que se
conserva en la actual Cátedra); sobre la mesa de autopsias (la misma en que el autor
practicó sus primeras disecciones médico legales hace 50 años). Está haciendo una
demostración con un cadáver. Rodeado de estudiantes vestidos al uso de la época,
reciben la explicación de los signos de la muerte y probable causa de la misma, pues allí
se realizaban las autopsias judiciales por convenio de la Facultad con la Suprema Corte

236 Gallinal, G, Letras uruguayas, Montevideo, Biblioteca Artigas, 1967 (Clásicos Uruguayos, 125).
237 Iturria, R. Elías Regules. De La Tapera a la Criolla. Montevideo, Ediciones de la Plaza, 2014, p. 30.

65
de Justicia. Tal vez, terminada su labor docente, se calzaba las botas y el atuendo
gaucho y salía a recorrer las inmediaciones de la Sociedad Nativista por él fundada.
Elías Regules fue también Profesor de Medicina Legal en la Facultad de Derecho y
Ciencias Sociales de Montevideo entre 1884 y 1924; dictó el curso de Legislación
Farmacéutica y Deontología en el Instituto (luego Facultad) de Química entre 1906 y
1909. Fue Decano de la Facultad de Medicina por tres períodos entre 1889 y 1898;
Rector de la Universidad entre 1922 y 1928. Y todavía le dio el tiempo para
desempeñarse como diputado en 1899 a 1902.

66
Casó con Statira Molins Acosta y Lara (1885) con la que tuvo como hijos a Blanca
(por Blanca de Tabaré), Elías (por su abuelo y su padre), Tabaré (el poema homónimo
de Juan Zorrilla de San Martín, 1888), Sarandí (recuerdo de terruño), Selva y América.
El autor ha recordado al menos en dos oportunidades la personalidad de Elías
Regules como médico y profesor pues ha estado largamente vinculado a la especialidad
médica y a la docencia que eligió el médico-poeta. 238 239 El poeta criollo terminó
desterrando al médico en el recuerdo de sus compatriotas y es seguro que también de los
lectores de los países vecinos.
Elías Regules fundó con treinta y dos amigos (simbólico número 33, que también era
el de su edad), el 25 de agosto de 1894 (simbólica fecha para los orientales, por el
desembarco de “los 33” en la playa de La Agraciada o La Graseada) la Sociedad
Criolla que hoy lleva con justicia su nombre, la primera tradicionalista en materia
gaucha en América. Sacó de la imprenta ese mismo año de 1894 sus “Versitos
criollos”, en tiraje reducido.240 Según su familia no más de mil ejemplares. Igual tiraje
hubo en las siete ediciones que el autor vio y corrigió en vida, siendo la última de 1922,
ya desde 1900 con el título adulto de “Versos criollos”.241 Como Güiraldes con su
Don Segundo Sombra, Elías Regules será recordado por su producción de poeta criollo,
y lo será incluso por una sola de sus poesías, “Mi tapera” (fragmento):

“Entre los pastos, tirada


como una prenda perdida,
en el silencio escondida
como caricia robada,
completamente rodeada
por el cardo y la flechilla
que, como larga golilla,
van bajando a la ladera,
está una triste tapera
descansando en la cuchilla.

Cualquiera de nosotros - acudo a Lauro Ayestarán, prologuista - primero oímos el


poema y alguna vez después lo vimos escrito. Tradición oral, que le dicen. En igual
forma se transmitió el Martín Fierro de cocina de peones en cocina y de pulpería en
pulpería. El porqué de esa pervivencia de su canto es desconocido. Ayestarán - que sin
duda sabía del tema, folklorólogo y musicólogo erudito - nos dice que si esto se llegara
a saber, supondría para el conocedor indudable fama futura. 242
¿De dónde extrajo Regules el motivo de tan logrado poema? El autor lo explicó en un
artículo publicado en 1924 en un periódico local de Sarandí del Yí, “Renovación”, bajo

238 Soiza Larrosa, A. Historia de la Cátedra de Medicina Legal de la Facultad de Medicina de


Montevideo 1877 – 1974. En: http://www.medicinalegal.edu.uy/depto/historia/dml-hist.pdf
239 Soiza Larrosa, A. Apuntes del Aula de Medicina Legal por el Dr. Elías Regules. Facultad de
Derecho. Presentado a la Soc. Urug. Hist. Med., Montevideo, 2 de marzo de 2004 (inédito).
240 Regules, E. Versitos criollos. 1ª ed., Montevideo, Imprenta Rural, 1894.
241 Regules, E. Versos criollos. 7ª ed., Montevideo, Librería Mercurio, 1922. En esta edición se
agregaron algunas composiciones. Ha sido la utilizada para la reedición de la Biblioteca Artigas,
Montevideo, 1965 (Colección de Clásicos Uruguayos, 57) con prólogo y bibliografía por Lauro
Ayestarán.
242Ayestarán, L, Prólogo a “Versos criollos” de Elías Regules. Montevideo, Biblioteca Artigas, 1965
(Colección de Clásicos Uruguayos, 57).

67
el título Malbajar, el arroyo que bordeaba el campo de sus padres donde transcurrió su
infancia y adolescencia. El artículo lo ha reproducido el citado Iturria:243
“Pasaron diez años. Médico y cabeza de casa vuelvo a la localidad [Sarandí del Yi]
por pocos días. Anhelo visitar el sitio donde estuvo mi rancho y un paisano amigo mío
me hace saber que nada ha quedado, que sólo hay cardos. No importa, le contesto.
Deseo ir, quiero ver la tierra y el pasto. Me acompaña y cruzando el Paso de la Yeguada
pisamos el terreno solitario, que en otras horas tuvo población y movimiento. Bajé del
caballo. Recorrí varias veces lo que había sido escenario de mis días infantiles; y no
obstante la mudez del momento, se atropellaron en mi fuero íntimo las fosforescencias
de un pasado plácido, que tomó color y aumentó en fragancia con las evocaciones del
instante. La estancia, la población, sus contornos, el campo, los hombres varoniles, las
haciendas, las marcas, las señales, la doma, la hierra, la esquila, la madrugada con toque
de trabajo y de alegría, la marcha del sol apuntando faenas, la tarde, perdedora de luces,
con el recogimiento, acomodo, fogón y referencias que quedan clausuradas por orden
del descanso, hasta el nuevo concierto con cantos de gallos. La pulpería, la reja, la
ramada, la concurrencia, las carreras, las riñas, los naipes, la policía, los incidentes, los
casamientos, los bautismos, las prendas de lujo y el chisporroteo de una mentalidad sin
cultivo pero grande, evidenciando la alta potencia de la sangre que dejaron los
castellanos sobre el suelo de América. Mis padres, sus caricias, sus cuidados, mis
amigos niños, mi nodriza, mis juegos, mis travesuras y mis amigos hombres que se
recrean en enseñarme y en pedirme versos regionales, bajando de su edad para
entretenerse unos minutos con las relaciones de Regulito. El aroma del recuerdo iba
adquiriendo tonalidad trista. No lo quería amargo y resolví marcharme. Invité al
compañero y salimos. Silenciosos descendíamos por una ladera, cuando el paisano
rompió el mutismo con esta manifestación: la verdá dotor, es que cuando uno ha vivido
algunos años en una parte y se va, y después de mucho tiempo pega la güelta y no hay
nad, y se pone a pensar en lo que allí vido y le agradó, a uno se le hace como un ñudo en
la garganta. Volví a Montevideo y volqué toda el alma en los renglones de “Mi
Tapera!”. 244
Para el que quiera sentir de primera mano la fibra poética de Regules, sublimada en la
nostalgia de su rancho desaparecido, convertido en “tapera”, sugiero escuchar “Triste”,
para canto y piano del músico uruguayo Eduardo Fabini (Solís de Mataojo, 1882 –
Montevideo, 1950) con letra de nuestro médico-poeta, obra de 1954 en que el celebrado
minuano (por el Departamento de Minas donde nació, en la localidad de Solís de
Mataojo) tomó la primera décima de su poema ”Despedida” incluido en “Versos
criollos”. Se trata de una obra en música y canto de excepcional belleza:

Yo también puedo tener


de afectos el alma llena,
que donde vive una pena
puede brotar un placer.
Pues en todo hay, a mi ver,
dulzura con esplendor;
el tigre tiene su amor,
su cariño la paloma,
la rosa brinda su aroma,
y hasta el cardo tiene flor.

243 Iturria, R. Elías Regules. De La Tapera a la Criolla, Op.. cit, p. 237.


244 “Diario del Plata”, suplemento, Montevideo, 28 de diciembre de 1924.

68
Tanto Elías Regules como Ricardo Güiraldes pertenecen literariamente (a pesar de su
diferencia de edad y edición de sus obras cumbre) a esa generación sudamericana, que
según el crítico literario Ángel Rama habrá de oponerse al “modernismo” rubendariano,
al “simbolismo”, al “parnasianismo” de fin de siglo XIX mediante un programa de corte
“nacionalista” (“tradicionalista” para Regules). Esa generación producirá una literatura
neorrealista, “a la cual se debe la novela regionalista y la poesía sincerista que le
torció el cuello a la retórica cosmopolita del modernismo hispanoamericano y
comenzaría a revalorizar el folklore, las tradiciones culturales, las creencias y las artes
locales”. 245

Portada de la 1era. Edición enviada a Elìas Regules

A diferencia del tratamiento con Güiraldes, la revista Martín Fierro no tiene ninguna
referencia a Elías Regules, si bien en esa publicación hay uruguayos que cultivaron el
mismo género que el viejo médico. 246
Pero la resonancia popular de sus versos superó a la imagen que se tuvo de su autor.
Y ese fue su triunfo. ¿Alguien recuerda quien escribió la sentencia “Cosas chicas para

245 Rama, A. Los gauchipolíticos rioplatenses. Literatura y sociedad. Buenos Aires, Calicanto, 1976.
Véase su capítulo VII sobre Elías Regules. La gauchesca domesticada.
246 Trento Rocamora, J.L. Presencia uruguaya en la revista “Martín Fierro”, Buenos Aires 1924-1927.
Soc. Estudios Bibliográficos. Argentinos, Bol. Nº 3, Supl. 1, Buenos Aires, mayo 1997. No hay en esta
revisión ninguna referencia a Elías Regules.

69
el mundo, pero grandes para mí”?. Es de Elías Regules. Las ediciones y los discos de
pasta de 78 rpm con versiones cantadas de poesías de Regules se esparció por todo el
Uruguay y la Argentina, con excepción del norte. Y en algunas regiones ya estaban en
“estado folklórico”, pues el nombre de su autor hubo desaparecido. Varias veces recogió
Ayestarán en su recorrida por nuestro territorio cargando el pesado grabador, y conservó
en cinta magnetofónica, versos de Regules cuyos cantores desconocían quien era su
autor. Ya estaban, para Ayestarán, en “estado folklórico”. Linda forma de quedar para la
historia; más de uno de nuestros literatos cultos quisiera perdurar así en la mente
popular.
El médico-poeta murió el 4 de noviembre de 1929. Como era habitual, salía a recorrer
su chacra “Las Margaritas” que había comprado en 1900 en el barrio Peñarol, dándole
forma de una pequeña estancia en su aspecto y costumbres. Su perro Camundá (por el
negro del mismo nombre, clarín del caudillo del Partido Blanco Aparicio Saravia)
volvió a la casa sin su amo. Se fue en su busca. Estaba arropado por los pastos, ya en la
otra vida.

¿Hubo acuse recibo por Elías Regules?

Güiraldes consideró a Regules como el “gran cantor criollo”. La criollidad de los


versos del médico también había llegado a sus pagos y lo había envuelto en la nostalgia
de la gauchería desaparecida para siempre. Era Güiraldes sin duda un grande hombre
que tenía nobleza de alma. Y quiso homenajear a ese viejo poeta nativista enviándole la
edición príncipe de su obra mayor con una dedicatoria afectuosa y distinguiéndolo como
el gran cantor criollo que era.
No conocemos si Regules respondió a ese envío, lo que creo es seguro pues era un
hombre afable y educado. O si le envió sus “Versos criollos” con similar dedicatoria. Si
lo hizo debe estar en la biblioteca de San Antonio de Areco, y si alguien pasa por allí...
pregunte.■

Elías Regules en la Sociedad Criolla

70
Filosofía y Ensayo

EL TRÁNSITO DEL CRISTIANISMO


AL RACIONALISMO
Releyendo a Ortega y Gasset
Martin Hary247

Releyendo a Ortega y Gasset me he topado con un cuadro histórico sorprendente, que


no responde a lo que de un modo difuso es nuestro pensar o lo que en vaga actitud
conjeturamos sobre ese brotar del cristianismo, de ese bregar de sectas paulinas que
revierten los modos de la romanidad, de una Roma tan con los pies en la tierra, y que en
un giro absoluto hace brincar al hombre pragmático hacia la dimensión mística.
El por qué de ese giro diametral que envuelve a los hombres de los primeros años de
nuestra era, hay que buscarlo – al decir de Ortega – en que “la existencia mediterránea
había caído – por aquellas centurias – de una situación satisfactoria a otra de
desesperación… Me interesa que se entienda bien lo que quiero decir – subraya Ortega
– cuando hablo de desesperación: no se trata de una fórmula vaga, ni designo un sentir

247 Adaptación sobre “En torno a Galileo” escrito de José Ortega y Gasset, realizado por Martin Hary.

71
psíquico, sino que defina con todo rigor una forma, una actitud frente a la vida”… El
hombre evidentemente algo debe hacer, esto va de sí – ya sabemos que vivir es tener
que hacer algo – más el que sufre un grado de hastío, de desesperación, no se le ocurre
ningún quehacer que le parezca satisfactorio, y esto ni desde lo material, ni sobre un
horizonte intelectual. Seguirá, bajo ese estado anímico, haciendo esto o aquello, pero lo
hará como un autómata, sin solidarizarse con sus actos, a los que consideras nulos,
huecos, sin mucho sentido… todo le exaspera. Surge entonces algo así como un asco
indomable al mundo y al propio vivir: y del hastío que le provoca cae finalmente en un
estado de desesperanza.
En el siglo primero antes de Cristo, en el siglo subsiguiente, el hombre griego, el
romano, el hombre judío, todos ellos, de uno u otro modo, coinciden en esta misma
situación vital: el de la desesperación, el de una desorientación radical… Sólo se
entiende el auge del cristianismo en ese contexto.
Mientras que las clases superiores siguen entreteniéndose en gozar de las cosas que les
quedan – vanidad, poder, lujo – es decir, que ya no viven de verdad, de dentro a afuera,
sino de cosas externas que el destino les ha echado en las manos, el hombre
desorientado y que desespera de esa su vacía condición, tiende a retirarse del mundo, es
como que busca el desierto, la soledad y se refugia en un marco de sencillez
elemental…
Importa sin embargo, hacer constar que esta huida del mundo, este asco al vivir vital,
no fue un descubrimiento del cristianismo, sino que esta retirada del mundo dio a que se
encontrara la solución cristiana: el desinterés, el rechazo por lo mundano que nos rodea,
dio lugar a la búsqueda del camino hacia lo sobrenatural.
Este estado de desconcierto, que torna en desesperación, nos parece quizás extraño
para aquella Roma triunfante de los comienzos de nuestra era… Para los pueblos del
desierto, los judíos y semitas en general, el estado desesperante era algo
consuetudinario, un estado de ánimo que muy poco tiene que ver con el común
vitalismo prometéico de Occidente. El griego confía en su valor e ingenio; el romano en
su Estado, su ejército, sus jueces, para él el vivir es organizar, mandar; pero el hombre
del Asia Menor es un hombre donde la árida realidad lo aplasta, que no puede fiarse tan
sólo de sí mismo, que no se siente capaz de afrontar el destino desde sus propias fuerzas
y que consiguientemente necesita apoyo de alguien más fuerte que él para ampararse, y
ese, en manos de quién pone su vida, es Dios.
¿Cómo ha llegado la romanidad a ese estado de indefensión? Quizás a Roma le ha ido
demasiado bien, ha llegado a ser un Estado demasiado grande y extenso, políticamente
muy complicado, convulsionado en sus reyertas, con crueldades indecibles, y donde la
influencia del pensamiento griego ha introducido y socavado los pensares de la
intelectualidad. Ortega nos muestra los dubitares de Cicerón, el hombre más
representativo de su época: gran orador, imbuido de toda la tradición jurídico-política.
Cicerón había aprendido cuanto se podía aprender de la cultura griega: filosofía,
ciencias, retórica. Cicerón era además „pontífice‟ de su firmamento de deidades
romanas y conoce todas las teorías sobre las cuestiones de la vida, así como las
tradiciones y elucubraciones sobre los Olímpicos… pero se encuentra con que ninguna
de estas teorías o cosmovisiones son realmente las suyas, al punto qué (como Pontífice
de dioses romanos) llega al extremo de no saber a qué atenerse, a saber si hay o no hay
dioses; “los académicos estamos en la desesperación del conocimiento” – escribirá
Cicerón en „La naturaleza de los dioses‟.
72
Así, en esta cuenca romana, la del Mare Nostrum, el hombre ha comenzado a descreer
de su cultura, de aquello que antes le resultaba evidente. Y perdido en esta realidad
excesiva y frecuentemente contradictoria, sin asideros confiables, perdida la confianza
en su propia Sociedad y Cultura, en esta crisis le seduce, se deja seducir, y le resulta
atractiva la mirada diametralmente diversa: la de esos semitas del desierto que de la
mano de Pablo han venido a invitarles a poner sus vidas en las manos de Dios, de
convertirlos al Dios único.
Ya no habrá necesidad de problematizarse, de afrontar el vivir desde el „sí mismo‟. Es
Dios el que nos conduce y ampara; se vive desde Dios y no desde las propias fuerzas del
sí mismo… Y Dios es absolutamente lo otro que la Naturaleza y lo circundante, es lo
sobrenatural o transnatural. Así el hombre se siente como un fragmento (inválido) de
esta realidad absoluta, completa y suficiente – que es lo divino… He aquí como el
hombre descubre su esencial nulidad. Y esto, esa nulificación, es precisamente el
sendero propuesto para llegar a la propia salvación. Deus Soter, el soterismo es el
camino por el cual „esta vida‟, la mundana, es sólo un tránsito y lo realmente válido es
aquello otro, aquella en un „más allá‟… Lo irreal es el aquí y ahora, lo real es lo otro;
esta suerte de paradoja, esta inversión de perspectiva vivencial, es lo que vino a
proponer el cristianismo… El hombre tiene que ser salvado por lo sobrenatural, y esto
es de lo que ha vivido todo Occidente desde aquellos albores, por mil años, hasta los
finales de la Edad Media.
Ahora bien, la Edad Media tuvo lo suyo sobre los finales, lo suyo de lo cual vuelven a
reconfigurarse los pensares de Occidente. El siglo XIII – continúa Ortega – la centuria
que comienza con Alberto Magno y sigue con Tomás de Aquino es un mundo en que el
hombre se halla instalado sin grandes agujeros problemáticos, un mundo bien
calafateado donde no irrumpen problemas insolubles. Dentro de ese mundo el hombre
sabe a que atenerse. Un repertorio poco complicado de ideas claras, a la vez bastante
completo como para prevenir desbordes e inquietudes del intelecto… Pero este siglo
también es un tiempo en que advienen nuevos pensares. A Occidente le ha acaecido una
peripecia loca y romántica, Europa ha invadido el Oriente con las Cruzadas, una de las
aventuras más extravagantes, que, a pesar de su fracaso, produjo resultados
sorprendentes: en contacto con los árabes entra a Europa un torrente de nuevo saber y
con ello arrastra hacia las glebas occidentales el légamo de la ciencia antigua. Es el
tiempo en que rebrota, dentro de la vida medieval, el hontanar inquietante de
Aristóteles… En esta Europa medieval mística, puramente religiosa y bélica, apenas
intelectual y muy poco científica, irrumpe el pensar griego: la razón pura y seca, lo otro
que la fe religiosa.
El cristianismo se encuentra entonces con este dilema: o dar batalla a la ciencia desde
la fe religiosa, o integrar la religión al razonamiento aristotélico. Esto es: aniquilar al
enemigo o tragárselo. Lo primero era imposible: el intelecto cristiano no había podido
hacerse por sí mismo lo bastante riguroso para poder luchar contra la maravilla de la
mejor inteligencia de Grecia. Sólo cabía la segunda solución: Alberto Magno y santo
Tomás adaptaron el cristianismo a la ideología griega.
Esta fue la segunda helenización del espíritu cristiano: la otra, si se cuenta hasta san
Agustín, tuvo lugar en su misma cuna. Desde su nacimiento, en medio de la cultura
greco-romana del Imperio, allí no tiene el cristianismo más remedio que de ser infiltrado
hasta su médula por elementos extraños.

73
No es fácil imaginar dos inspiraciones más antagónicas que la cristiana y la griega, y
desde sus inicios no ha tenido más remedio que convivir, adaptarse desde su raíz
misma… El cristianismo ha tenido en este orden un destino trágico: no ha podido hablar
nunca su idioma. En su „theo-logia‟ – su hablar de Dios – el theos es cristiano y el logos
predominantemente griego… Y mirando las cosas con un poco de rigor, se advierte que
el logos griego traiciona constantemente e inevitablemente la intuición cristiana.
El griego es ciego para el transmundo, para lo sobrenatural; el cristino, por su parte, es
ciego para el intramundo, para lo natural o la naturaleza. El cristiano tendría que
explicar „lo que él ve‟, pero no lo puede decir por medio del logos griego – que está
ciego para lo que ve el hombre de fe.
A partir de Averroes y Avicenas, trayendo a esta Europa primitiva el genio aristotélico,
el camino al Renacimiento y al paulatino encumbramiento de la razón está abierto.
La posibilidad de integrar ambas culturas, o concepciones mentales, se diluye. Y
consecuentemente, los hombres se van del „centro equilibrado‟ hacia uno u otro
extremo: fe y razón colisionan… En esta refriega el hombre va del centro de la vida a
alguno de sus extremos, negando lo otro. Y el impulso de integración, que es la cultura,
es sustituido por un movimiento de exclusión.
El extremismo es el modo de vida en que se intenta vivir solo en un extremo del área
vital. Se afinca el hombre en un rincón y niega enfáticamente el resto.
En ciernes de este atolladero, Descartes y Galileo abren los portales de una nueva
edad, el del humanismo y el de la razón.■

74
Reseñas por sus propios autores

“UN AÑO DE GLORIA


EFEMÉRIDES DE LOS GRANADEROS Y EL GENERAL SAN MARTIN”
Esteban D. Ocampo

Ediciones El Húsar
Año 2018
Páginas: 325

La recreación de 1903; las distintas


“Un año de Gloria” es un viaje a lo largo de denominaciones que tuvo el Regimiento; su
misión como Escolta Presidencial; algunos
un año calendario, conociendo y
de los monumentos levantados en el mundo a
adentrándose en aquellos hechos históricos
la memoria del Padre de la Patria; pero
que marcaron, no sólo la vida de los
también aquellos días históricos que como un
Granaderos y el Padre de la Patria, sino de
capricho del destino, se han estacionado en el
nuestro país y América.
mes de Junio: la Defensa de la Casa de
Día a día, Esteban Ocampo, nos invita a
Gobierno en 1955, la Defensa del Presidente
recorrer la historia de los Granaderos y el
Arturo Umberto Illia en 1966 y finalmente
Libertador, encontrándose con esos hitos que
los diez Granaderos que se batieron en los
supieron dejar su huella:
últimos combates en la Guerra de Malvinas.
El Cruce de los Andes; el Combate de San
Con Prólogo del Dr. Julio Luqui Lagleyze,
Lorenzo; la Creación del Regimiento; sus
“Un año de Gloria” nos acerca la propuesta
Batallas y Combates; breves biografías de
de vivir junto a los Granaderos y el
sus principales actores…
Libertador General San Martín, todos
Pero también, no sólo nos muestra los
aquellos momentos que han y deben quedar
hechos lejanos de la Guerra de la
por siempre marcados en la memoria de
Independencia. “Un año de Gloria”,
todos nosotros.■
incorpora al siglo XX y sus protagonistas:

75
Adelantos editoriales

Título: QUIROGA Caudillo federal. Guerrero


indómito
Autor: Miguel Ángel De Marco
Buenos Aires, Emecé, 2020
287 pp.

tomó unos días para aceptar el cargo y en la


víspera de hacerlo, en el mismo papel en que
escribió instrucciones para el capataz de una
de sus estancias, estampó estas palabras
precursoras de un futuro de horror:
“El señor Dorrego fue fusilado en Navarro
por los unitarios. El general Villafañe,
compañero del general Quiroga, lo fue en ·su
tránsito de Chile para Mendoza por los
Epilogo mismos. El general Latorre lo ha sido a lanza
después de rendido y preso en la cárcel de
Salta, sin darle un minuto de término para
que se dispusiera, lo mismo que al coronel
La noticia del crimen espantó a Buenos Aguilera que corrió igual suerte. El general
Aires y sembró el pánico en casi todo el país, Quiroga fue degollado en su tránsito de
que comprendió que la muerte de Quiroga y regreso para esta el 16 del pasado último
sus acompañantes traería consecuencias febrero, 18 leguas antes de llegar a Córdoba.
graves para la vida de una República que Esta misma suerte corrió el coronel José
luego de más de dos décadas de luchas Santos Ortiz, y toda la comitiva en número
fratricidas pugnaba aún por organizarse. Si de 16, escapando solo el correo que venía, y
en Santa Fe “fue universal el regocijo y poco un ordenanza que fugaron entre la espesura
faltó para que no se celebrase públicamente” del monte ¡Qué tal! ¿He conocido o no el
- según el general José María Paz que seguía verdadero estado de la tierra? ¡Pero ni esto ha
la vida cotidiana de la ciudad desde su de ser bastante para los hombres de las luces
prisión en la Aduana- , el noroeste y Cuyo se y de los principios! ¡Miserables! Y yo
pusieron en alerta y reclamaron que los insensato que me metí con semejantes
responsables fueran castigados de manera botarates. Ya lo verán ahora. El sacudimiento
ejemplar. La reacción de la inmensa mayoría será espantoso, y la sangre argentina correrá
de los porteños aceleró el exilio de los en porciones”248.
últimos unitarios y de los federales Mientras tanto la noticia llegaba a oídos de la
opositores a Rosas. Este no debió esperar esposa de Quiroga que, como es natural,
mucho para que la Cámara de Representantes pidió detalles de lo ocurrido y reclamó el
lo nombrara gobernador «con toda la suma castigo de los asesinos. Doña Dolores recibió
del poder público de la provincia por todo el diversas cartas de condolencia, entre ellas la
tiempo que a su juicio fuese necesario», y de Encarnación Ezcurra y su hija Manuela,
que el pueblo ratificara la decisión en forma
casi unánime pues solo cinco ciudadanos se 248 Ibarguren, C., Juan Manuel de Rosa, Buenos
animaron a votar en contra. El Restaurador se Aires, 1930, p. 313.

76
encerrada en un sobre negro. Instalada en a los hermanos Reinafé, a Santos Pérez y a
Buenos Aires, la viuda tuvo la seguridad de otros partícipes, y en que tanto el ministerio
que no habría clemencia para los instigadores público como los defensores sustentaron sus
y ejecutores. Se la dio el mismo Rosas, quien posiciones con amplio conocimiento del
al asumir el 13 de abril de 1835 desató la derecho y en algún caso con riesgo de sus
destitución masiva de empleados y militares, propias personas. Mientras se apilaban las
fusiló a varios acusados de conspiración y fojas, Rosas disponía, por decreto del 28 de
uniformó a la sociedad bajo el uso agosto de 1835, dar el nombre de Camino
obligatorio de la divisa punzó “porque es General Quiroga a lo que es hoy avenida
principio del gobierno, expresión universal Rivadavia, desde la plaza de Lorea al oeste
de la República y por haberse acabado el hasta San José de Flores 251. Poco más tarde
tiempo de gambetear”249. El 30 de junio de le solicitaba al gobernador de Córdoba que
1835, Rosas dirigió una circular a los dispusiera la exhumación delos despojos para
gobernadores con el fin de obtener su ser trasladados a Buenos Aires, como lo
respaldo para que los Reinafé abandonaran pedía la viuda del general. Luego de una
sus cargos y fueran juzgados ante la inspección cuidadosa y prolija de los huesos,
autoridad encargada de las Relaciones fueron envueltos en un paño, colocados en
Exteriores, es decir por él mismo: una urna y llevados al interior de la Catedral
“El delito de que se trata es indudablemente donde se celebraron exequias por el término
de lesa Patria, por su carácter y de 24 horas con la presencia del Cabildo
trascendencia, por el de la persona del Ilustre eclesiástico y comunidades. Tras una misa y
General D. Juan Facundo Quiroga, y la alta y responso, mientras se le tributaban honores
sagrada investidura que traía de de capitán general, el enviado del gobierno
Representante de este Gobierno para una de Buenos Aires, coronel Rodríguez, se hacía
negociación de Paz, y por consiguiente por la cargo con sus 25 hombres de la custodia de
enorme ofensa que se ha hecho con él al los restos para llevarlos a la capital. El 6 de
honor y dignidad de toda la República y muy febrero de 1836 llegaron a San José de
particularmente al de esta Provincia”250. Flores. Al día siguiente Rosas se ubicó al
La mayoría de las provincias accedieron, comienzo del Camino del General Quiroga y
pero la legislatura correntina manifestó su recibió la urna, que fue depositada en un
oposición. En cuanto a Salta, se hallaba por carruaje rojo punzó. Lo rodeaba una escolta
entonces en manos unitarias por lo que que encabezaba el jefe de la policía, general
tampoco brindó su respaldo, al igual que Mansilla. En el primer coche se ubicaron el
Jujuy. Estanislao López había dado a Rosas gobernador y los dos hijos mayores del
su consentimiento previo para esa gestión. Libertador de Cuyo, y en los otros 29 se
No se conoce qué actitud adoptó La Rioja. sentaron los generales Guido, Pacheco,
En cuanto a Córdoba, el gobernador de Rolón, Vidal y otros conspicuos personajes.
Buenos Aires comenzó a actuar antes de A paso lento la caravana pasó por la calle de
recibir su conformidad pues era la que la Plata y la Plaza de la Victoria para llegar
originariamente debía tramitar la causa. La finalmente a la iglesia de San Francisco. Allí
logró cuando asumió el mando su acérrimo aguardaban el obispo doctor Mariano
partidario Manuel López, alias Quebracho. Medrano, acompañado por el clero secular y
Comenzó un arduo proceso en que se imputó regular. Enseguida se celebró un solemne
funeral y luego Rosas y sus acompañantes se
trasladaron a la casa de la viuda para
249 Ib. p.318
250 Nos basamos para este tema en el exhaustivo presentarle sus condolencias.
trabajo de Guillermo Palombo titulado «El
proceso criminal contra los asesinos de Juan
Facundo Quiroga en el Archivo Histórico de la
Provincia de Buenos Aires. Observaciones 251 Urien, C. M. Quiroga. Estudio histórico
críticas», cuyo texto inédito el autor puso a constitucional, Buenos Aires, Talleres de la
nuestra disposición. Compañía General de Fósforos, 1907, p. 249.

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A lo largo del camino del Norte habían Marcelo Márquez. Pocas semanas antes de la
formado en dos alas las tropas de la sentencia definitiva había muerto en la cárcel
guarnición y una batería de artillería disparó José Antonio Reinafé 253. Las ejecuciones
un cañonazo por minuto hasta concluir la tuvieron lugar el 16 de octubre en la Plaza de
ceremonia religiosa. Desde el Fuerte se la Victoria, en medio de un montaje
ejecutó una salva cada media hora desde el apropiado para resaltar la ejemplaridad del
amanecer hasta la puesta del sol, mientras las castigo que se materializaba. Cuando el
banderas de la sede del Gobierno, de la pelotón de fusilamiento iba a disparar la
Capitanía del Puerto y de los buques descarga fatal, Santos Pérez gritó: «Rosas es
nacionales y extranjeros flameaban a media quien mandó asesinar a Quiroga». Pero más
asta. Desde la cárcel pública ubicada en el allá de aquella afirmación, nada pudo
viejo Cabildo, los hermanos José Antonio, probarse fehacientemente sobre quién o
José Vicente y Guillermo Reinafé junto a los quiénes fueron los autores intelectuales del
otros reos, oían las marchas fúnebres y los magnicidio. ¿Alguien armó el brazo de los
cañonazos en honor a Quiroga. Solo Reinafé o fueron ellos mismos que odiaban
Francisco había conseguido huir para al caudillo los que llevaron adelante la trama
ponerse más tarde al servicio de los unitarios fatal? La tenacidad con que los detractores de
252. Por fin, la urna fue depositada en el Rosas y de López intentaron desplegar desde
Cementerio de la Recoleta. Al día siguiente, entonces argumentos en su contra, corrió
cada cual reanudó sus actividades y doña pareja con la que desarrollaron sus
Dolores Fernández se aprestó a poner en defensores para rebatirlos. Como no
orden las cuentas y los papeles para iniciar aparezca, lo que es improbable, un
los trámites sucesorios. Entre los artículos documento fehaciente y esclarecedor, el
suntuarios, las alhajas y el dinero, se hallaba crimen quedará sepultado en los meandros
otro valioso bien, que contrariamente a lo inalcanzables de la historia. Don Juan
que ocurrió en múltiples casos, fue Manuel acentuó su gobierno autoritario y,
celosamente preservado: el archivo de muerto Estanislao López en 1838, rigió el
Quiroga, de gran valor para el estudio de su país envuelto en guerras civiles e
vida y su tiempo. Los asesinos fueron internacionales por otros catorce años. Jamás
sentenciados por Rosas el 9 de octubre de volvió a plantearse el propósito de convocar
1837, en virtud de las facultades un congreso que diera al país una
extraordinarias que ostentaba y de la constitución. Recién en 1851, uno de sus
autorización «de los excelentísimos capitanes, el gobernador de Entre Ríos Justo
gobiernos de la Confederación Argentina». José de Urquiza, se convirtió en el adalid de
El Restaurador sostuvo que «los autores y esa idea. Pasaron los años y los familiares de
principales ejecutores [eran] indignos de la Quiroga mandaron construir un sencillo pero
clemencia que a la vez recomiendan las leyes armonioso sepulcro en la Recoleta. Corría
a favor de los criminales». Sin embargo 1877 y aún no se habían moderado los
atenuó en parte el rigor pues dispuso que enconos que enfrentaban a los custodios de
siete de los comprendidos en el primer grupo una historia oficial que condenaba a los
fueran sorteados con uno del segundo y que caudillos y ensalzaba a sus contrarios. Los
solo tres sufrieran la última pena, mientras pocos que se atrevían a cuestionar algunos de
los cinco restantes irían a presidio por diez sus fallos eran sepultados por un alud de
años. A otros cinco del segundo grupo los fulminaciones a través de la prensa de la
eximió del sorteo y destinó a presidio por época. En la tumba, rematada por una Virgen
ocho años. Fueron condenados a la última Dolorosa obra del escultor Antonio
pena José Vicente y Guillermo Reinafé, Tantardini, se había colocado una placa en la
Santos Pérez, Cesario Peralta, Feliciano que se expresaba: “Aquí yace el general Juan
Figueroa, Solano Juárez, Francisco Peralta y Facundo Quiroga. Luchó toda su vida por la

252 Ib. 253 Palombo, op. cit.

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organización federal de la República. La enlazar la placa y arrastrarla a caballo por las
historia imparcial pero severa le hará la calles, e inmediatamente la retiraron. Así se
justicia que se merece alguna vez”. Dice frustró una deplorable acción que iba a ser
Urien que «las inscripciones causaron justificada como una justa vindicta pública.
verdadero estupor» y que “la gente acudía a El tiempo se ocupó de moderar los ánimos
contemplar el monumento, leía el epitafio y aunque quedó firme en la memoria colectiva
no volvía de su asombro”, para agregar que la sentencia inapelable de Sarmiento. Sin
“el poeta argentino Estanislao del Campo, embargo a principio del siglo XX surgieron
cuya musa estalló en ira, condensó en estas los primeros homenajes; luego algunos
valientes estrofas la protesta pública”: estudios serios producidos sobre todo por los
cultores de la Nueva Escuela Histórica, en
No importa que la cínica insolencia los que se procuró una visión equilibrada del
ensalce el crimen, degradando el arte. caudillo cuya vida había transcurrido en un
El cristal de la pública conciencia, tiempo y un contexto donde la ferocidad era
tal cual fuiste tendrá que reflejarte. un arma que empleaban casi todos, y
En el eterno libro de la historia picota finalmente se levantó esa especie de veda
tienen su negra foja los tiranos: que impedía que su nombre fuera exaltado.
ella será de tu memoria Si el antiguo Camino del General Quiroga se
¡Oh, carnicero Tigre de los Llanos!254 denomina Avenida Rivadavia, en Buenos
Aires y otras ciudades del país hay calles que
Lo que se cuidó muy bien de decir el célebre llevan el nombre del caudillo o monumentos
autor del Fausto es que era hijo de un hombre que reproducen su figura.
que había sido acérrimo partidario de Más allá de los excesos que cometió y que,
Quiroga y recibido beneficios de su parte 255. insistimos, también ejecutaron con igual saña
Como por aquellos días la familia y algunos sus adversarios, le corresponde a Quiroga el
antiguos amigos de Juan Manuel de Rosas, mérito de haber bregado sin pausa por la
que había muerto el 14 de marzo de 1877 organización de la República, junto con otros
durante su exilio en Southampton, invitaron a con los que en vida mantuvo diferencia o
un funeral en su memoria, se produjo una cruzó sus armas. Y así debe ser recordado■
reacción impulsada por el propio presidente
Nicolás Avellaneda que convocó a otra
función religiosa dedicada «a las víctimas de
la tiranía». Deseaba aprovechar esa
circunstancia para anunciar la conciliación de
los partidos, con la presencia de destacadas
figuras políticas encabezadas por él,
Bartolomé Mitre y Adolfo Alsina. Allí
pronunció su célebre sentencia: “Los pueblos
que olvidan sus tradiciones pierden
conciencia de sus destinos y los que se
apoyan sobre tumbas gloriosas son los que
mejor preparan el porvenir”. Llegó a oídos de
los familiares de Quiroga que algunos
exaltados pensaban ingresar a la Recoleta,

254 Op. cit., p. 381. El manuscrito de Estanislao


del Campo se halla en el Archivo de la Academia
Nacional de la Historia.
255 En el archivo de Quiroga existen numerosas
cartas que lo documentan.

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Revista Caras y Caretas 1920

80
Revista Plus Ultra 1916

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Revista
Histoρía

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