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CUADERNO DE HISTORIA DE ESPAÑA

2º DE BACHILLERATO

CURSO 2023-2024

Departamento de Gª/Hª del I.E.S, Juan de Padilla (Illescas)

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MODELO DE EXAMEN DE HISTORIA DE ESPAÑA DE LA PRUEBA DE ACCESO A
LA UNIVERSIDAD.

Comprenderá las siguientes preguntas:


▪ Pregunta 1: cronología histórica.
▪ Preguntas 2 y 3: epígrafes de contenidos desarrollados por los estudiantes.
▪ Pregunta 4: comentario de texto histórico.

PREGUNTA 1:Escriba usted cada hecho histórico con la fecha que le corresponda.
La pregunta número 1 responderá a los contenidos concretos de la Historia de España, con los
bloques 3 al 12 y al estándar de aprendizaje de representación de una línea del tiempo ubicando
principales hechos o procesos históricos en el tiempo.
Se plantearán 6 acontecimientos de la Historia de España y 6 fechas de referencia para los
mismos.
El estudiante deberá escribir el acontecimiento y la fecha correcta. El conjunto de la pregunta
estará valorado en 1´5 puntos. Por cada acierto en la corrección se computarán 0´25 puntos.
Las contestaciones incorrectas no restan puntuación.

PREGUNTAS 2 y 3.
El estudiante deberá desarrollar dos de las cuestiones integradas en los epígrafes que
corresponden al temario de los bloques establecidos en el currículum de Bachillerato. Cada uno
de los dos epígrafes desarrollados por el estudiante se calificará hasta un máximo de 3 puntos.

PREGUNTA 4
Comentario de texto histórico.
Los mismos se centrarán en los textos más significativos que permitan comprender los
principales procesos y fenómenos históricos de la etapa contemporánea (Anexo I). Dada las
características que se pretenden evaluar los textos corresponderán a los siglos XIX y XX. En
cualquier caso, no habrá delimitación por siglos entre opción A y B, lo que significa que
los dos textos elegidos pueden ser del siglo XIX, los dos del siglo XX, o bien uno del siglo
XIX y otro del siglo XX.
Esta parte de la evaluación pretende no sólo medir conocimientos sino también las destrezas o
habilidades, así como el grado de madurez del alumno/a. El estudiante debe saber realizar su
clasificación indicando si estamos ante una fuente histórica (primaria) o historiográfica
(secundaria) y determinar las temáticas que aborda. Por otro lado, debe integrar los aspectos
esenciales planteados en el texto en su contexto histórico (siempre conocido por el temario); no
se trata de volver a repetir el tema completo, sino sólo utilizar los datos que se relacionan con
el documento. Finalmente, el alumno debe expresar la idea principal, y en su caso, las ideas
secundarias, que contiene el texto.
La puntuación total de 2´50 tendrá un reparto para su evaluación que nunca debe considerarse
cerrado. A título orientativo las cifras, según cada caso, de 0´25 para la correcta completa
clasificación, la de 1´50 para la identificación y explicación de su contexto, y la de 0´75 para la
idea/s principal/es pueden marcar una tendencia que sea común para el trabajo de todos los
profesores con sus estudiantes.

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CONTENIDOS DE LA PARTE A

1. PREHISTORIA Y PROTOHISTORIA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

PREHISTORIA: PALEOLÍTICO Y NEOLÍTICO.

Los primeros pobladores de la península Ibérica provienen de África y han sido


hallados sus restos en la sierra de Atapuerca (Burgos), con una antigüedad de unos
800.000 años. Eran depredadores y se dedicaban a la caza, la pesca y la recolección de
frutos. Eran nómadas, estaban agrupados en pequeños grupos y se desplazaban buscando
comida o mejores condiciones climatológicas. Usaban utensilios elaborados con huesos y
piedras que golpeaban hasta darles forma de hachas, puntas…
En la península Ibérica existen numerosas cuevas y abrigos naturales con pinturas y
grabados paleolíticos. La mayoría se encuentran en la zona cantábrica, destacando la
cueva de Altamira, donde aparecen animales pintados sin formar escenas y presentando
efectos de volumen y movimiento. En la zona levantina aparecen en abrigos al aire libre,
Albarracín (Teruel) y La Valltorta (Castellón) siendo más tardías (entre el 10000 y el 5000
a. C.). Se representan escenas de carácter narrativo donde aparecen figuras humanas
esquematizadas (cacerías, danzas, recolección de miel…).
El neolítico aparece en la Península hacia el 5000 a. C. La práctica de la agricultura
propició el sedentarismo y el surgimiento de los poblados. También se empezó a practicar
la ganadería y la elaboración de cerámica y tejidos. Los restos más importantes de esta
época los encontramos en la zona levantina. Aparecen las necrópolis.
A partir del tercer milenio antes de Cristo aparece en la península Ibérica la metalurgia
del cobre. También encontramos estructuras megalíticas, sobre todo en Extremadura y
Andalucía (Menga, Los Millares y El Romeral). Aparecen poblados amurallados, utensilios
de cobre y cerámica campaniforme.
Hacia el 1700 a. C. se usa el bronce en dos ámbitos distintos. La cultura de El Argar
(Almería) cuya influencia se extiende a poblados de Andalucía y Levante. La cultura
talayótica de las islas Baleares caracterizada por la existencia de murallas ciclópeas y
megalitos peculiares (talayots, taulas y navetas).

LAS COLONIZACIONES Y LOS PUEBLOS PRERROMANOS.

En el primer milenio a. de C. llegaron a la Península por los Pirineos pueblos


indoeuropeos en busca de tierras donde asentarse. Se establecieron sobre todo en Cataluña
y la meseta desde donde se expandieron hacia el norte y el oeste peninsular. Estos pueblos
tenían una base lingüística común, conocían el hierro, se dedicaban a la agricultura y la
ganadería y practicaban un ritual funerario consistente en incinerar el cadáver y enterrar las
cenizas en urnas (campos de urnas).
La riqueza minera del sur peninsular (cobre, plata, oro) y la situación estratégica en la
ruta del estaño procedente de las islas británicas, hizo que llegaran a la Península diversos
pueblos procedentes del Mediterráneo oriental. Los fenicios llegaron a finales del segundo

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milenio y se asentaron en el sur peninsular, fundando ciudades entre las que destaca Gadir
(Cádiz).
Los griegos llegan hacia el siglo VIII a. C. Fundaron enclaves como Emporion (Girona)
y Mainake (Málaga) desde los que establecieron contactos comerciales con los pueblos
indígenas.
Los cartagineses llegaron en el siglo V a. C. y continuaron los contactos establecidos
por los fenicios. Fundaron colonias como Ebusus (Ibiza) y Villaricos (Almería) y su
principal enclave fue Cartago Nova (Cartagena) desde donde expandieron su influencia por
un extenso territorio peninsular.
Todos estos pueblos colonizadores dejaron un rico legado entre la población autóctona
peninsular: en agricultura (difusión del arado y nuevos cultivos como la vid, el olivo y el
esparto), en artesanía (la utilización del torno del alfarero), en minería e industria (nuevas
técnicas mineras, metalurgia del hierro, obtención de sal y su utilización para la
conservación de alimentos), en el comercio (difusión de la moneda, técnicas de navegación,
intercambios comerciales por el Mediterráneo) y en la cultura (escritura alfabética fenicia y
griega, nuevos dioses, formas artísticas novedosas, organización urbanística …).
A través de los historiadores griegos conocemos la existencia de un pueblo indígena con
una rica cultura; se trata de Tartessos, situado entre Huelva, Sevilla y Cádiz. Su riqueza se
basaba en la agricultura, la ganadería, la pesca, la extracción del cobre de Riotinto y el
control del comercio de estaño procedente de la ruta atlántica. No se han encontrado restos
de sus ciudades, pero se conoce el nombre de uno de sus legendarios reyes (Argantonio) y
han llegado a nosotros dos de sus tesoros de oro y plata (El Carambolo en Sevilla y Aliseda
en Cáceres). Hacia el siglo VI a. C. comienza su declive y termina desapareciendo como
consecuencia del dominio cartaginés en su zona de influencia.
Como consecuencia de todo lo anterior, en el primer milenio antes de Cristo vivían en la
Península una gran variedad de pueblos a los que se les denomina de forma genérica
Prerromanos. Se pueden establecer tres áreas diferenciadas dentro de la Península Ibérica:
En la zona sur y sureste se asentaban los pueblos ibéricos. Eran los más desarrollados
económica y culturalmente como los turdetanos, bastetanos, edetanos, indegetes y
layetanos. De su arte han llegado hasta nosotros esculturas tan relevantes como la Dama de
Elche o la de Baza.
En el centro y oeste de la Península predominaba la influencia celta mezclada con la
íbera. Su actividad económica más destacada era la ganadería. Ocupaban esta zona pueblos
celtíberos, ilergetes, vacceos, vetones, carpetanos o lusitanos. Destacan las esculturas de
animales de gran tamaño hechos en piedra, los famosos verracos.
Los pueblos más arcaicos eran los del norte: galaicos, cántabros o vascones. Ha llegado
hasta nuestros días una lengua de esa época, el euskera, utilizada por las gentes asentadas
en tierras de las actuales comunidades del País Vasco y Navarra.

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2. LA HISPANIA ROMANA Y LA MONARQUÍA VISIGODA

LA HISPANIA ROMANA

La conquista de la Península Ibérica por los romanos fue un proceso que duró dos siglos.
Esto es debido tanto a la resistencia de los pueblos peninsulares como a los problemas en la
política y sociedad de Roma. En el año 218 a.C., y en el contexto del enfrentamiento de los
romanos con los cartagineses por el dominio del Mediterráneo occidental (Guerras Púnicas),
los romanos desembarcaron en Emporion para atacar la retaguardia de las tropas de Aníbal e
iniciaron la conquista romana de la Península Ibérica, que se desarrolló en tres fases:
● 218-197 a.C. Roma venció a los cartagineses y ocupó el litoral mediterráneo, parte del
valle del Ebro y el valle del Guadalquivir.
● 197-29 a.C. Roma dominó el centro y el oeste peninsular tras vencer a celtíberos y
lusitanos, que mostraron una férrea resistencia (Numancia, Viriato)
● 29-19 a.C. Roma ocupó el norte peninsular tras vencer a cántabros y astures.
Paralelamente al proceso de conquista tiene lugar el de la Romanización: Proceso histórico
mediante el cual la población indígena asimiló los modos de vida romanos en diversas facetas:
la administración provincial, la urbanización y las obras públicas, las estructuras económicas y
sociales, el derecho, la lengua (latín), la cultura y la religión. Se trata, por tanto, de un proceso
de “aculturación” (integración cultural) de las poblaciones indígenas por parte de los romanos,
aunque se conservaron en mayor o menor grado las costumbres y formas de vida prerromanas.
El proceso, ni fue homogéneo en el tiempo (se intensificó notablemente a partir del siglo I a. C.
Bajo la paz imperial) ni se produjo igual en todas las áreas, ya que mientras fue muy acentuada
en el litoral mediterráneo (en el este y en el sur de la Península); fue muy leve en el interior y
norte, sobre todo en el País Vasco.
Los romanos van a dividir sus dominios en Hispania en el año 197 a. C. en dos grandes
provincias: la Citerior (Valle del Ebro y costa mediterránea) y la Ulterior (el resto). En el año
19 a. C. Octavio divide la Ulterior en dos: la Bética y la Lusitania. En el siglo III queda
dividida en cinco provincias: Tarraconense, Cartaginense, Gallaecia, Lusitania y Bética.
Las ciudades (Emerita Augusta, Hispalis, Cesaraugusta, Tarraco, Toletum, etc), unidas por
calzadas (Vía de la Plata y Vía Augusta), fueron los principales focos de la romanización. Se
desarrollaron como evolución de los campamentos del ejército romano, con un trazado regular
y con el foro como elemento central. Eran centros administrativos, económicos y culturales que
dominaban el territorio circundante.
Hispania se convirtió en suministradora de productos agrícolas, pesqueros y mineros. Las
villas hispanorromanas eran explotaciones agrícolas y ganaderas que contaban, además de
viviendas para el señor y los trabajadores, con dependencias de almacenaje (establos y
graneros), industriales (carpintería, herrería y fabricación de cerámica) y de transformación
(molino de grano, almazara y lagar). Los principales productos que salían de Hispania hacia
Roma eran cereales, vino, aceite, minerales (Oro, plata, cobre…), salazones y caballos.
En la sociedad hispanorromana, la característica fundamental fue un enorme auge de la
esclavitud que se extendió en todos los ámbitos de la producción y al servicio doméstico. La
población libre se dividía a su vez en los honestiores (terratenientes y oligarquía urbana)y los
humiliores (modestos campesinos y artesanos).
En cuanto a la cultura, el latín desplazó a las lenguas autóctonas, excepto el vascuence y se
adopta el derecho romano. Hay destacadas figuras de la cultura romana proceden de Hispania,
como el filósofo Séneca, los escritores Quintiliano o Marcial o el geógrafo Pomponio Mela. En
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el terreno artístico destacan las obras públicas: calzadas, acueductos (Segovia y Emérita) y
puentes (Alcántara), y edificios como teatros (Emérita), anfiteatros (Itálica), circos (Sagunto),
termas (Tarraco), templos (Baelo), arcos de triunfo (Bará).
Los primeros núcleos cristianos debieron aparecer en los centros urbanos más
romanizados de la Bética y la Tarraconense entre los esclavos y las clases bajas. Pero la Iglesia
no empezó a estructurarse hasta el S. III y no celebró su primer concilio hasta comienzos del
siglo IV. El Edicto de Milán (313), que permite la libertad religiosa dentro del Imperio
romano, marca el despegue del mismo en la Península, que en sus primeros siglos de vida
tenderá a combatir herejías como el Priscilianismo (rigorismo religioso y renuncia a la riqueza
y placeres mundanos) y el arrianismo (que negaba la naturaleza divina de Cristo).
La zona que hoy ocupa Castilla-La Mancha será conquistada por los romanos en el siglo II
a C. en lucha contra los pueblos celtíberos que la ocupaban y su territorio quedará bajo las
provincias Lusitania y Cartaginense. Fue un territorio bastante romanizado. Esto trae consigo
un desarrollo de las ciudades, como Toletum, Segóbriga, Consabura, que irán alcanzando gran
importancia, lo mismo que las villas (Carranque), a la vez que proliferan las obras públicas:
murallas, puentes, termas en Segóbriga (Cuenca), circos, calzadas, etc.

LA HISPANIA VISIGODA

A principios del siglo V entran en la Península una serie de pueblos germánicos contra
los que nada puede hacer Roma: suevos, vándalos y alanos. Los primeros se asentarán en
Galicia y son los únicos que formarán un reino independiente. Los otros dos serán barridos por
los visigodos, utilizados por los romanos para expulsarlos, y los vándalos cruzarán el Estrecho
y se establecerán en el norte de África. La llegada de los visigodos y el posterior hundimiento
de Roma hará que éstos formen un reino a caballo entre el sur de Francia y el centro norte
peninsular, con capital en Tolosa (Reino de Tolosa), la posterior derrota en Vouillé a manos de
los francos en el 507 les empuja hacia el sur y más tarde, en el 554, harán de Toledo su capital,
constituyéndose así el reino visigodo de Toledo.
En la segunda mitad del siglo VI destaca el reinado de Leovigildo que derrotó a los
suevos incorporándose su reino. Su hijo Recaredo lograría la unidad religiosa del país, por el
III Concilio de Toledo en el año 589 se convierte al catolicismo romano. En la primera mitad
del siglo VII destaca el rey Suintila que logró expulsar a los bizantinos que habían ocupado el
sureste peninsular, completándose así la unidad territorial.
La segunda mitad del siglo VII y primeros años del VIII es una etapa de decadencia,
abundando las luchas dinásticas; una de estas luchas, entre D. Rodrigo y los herederos del rey
Witiza, abrió la puerta a los musulmanes en la batalla de Guadalete (711).
El volumen de invasores es escaso, no pasaban de 100.000 godos frente a los seis
millones de hispanorromanos. Poco a poco se va a dar un proceso de fusión: unidad religiosa
en el 589 con Recaredo y unidad jurídica con Recesvinto que en el VIII Concilio de Toledo, en
el año 653, publicando un código de leyes común para los dos pueblos, el llamado Fuero
Juzgo.
La economía es autárquica y se basa en una rudimentaria agricultura. En lo social se
desarrolla aún más el proceso de feudalización que arranca con la descomposición del Imperio
romano en el siglo III. Dentro de la clase dominante van a destacar los nobles y la Iglesia. Las
propias instituciones eclesiásticas, como los concilios, se transformarán en instituciones de la
monarquía goda.

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El poder político siempre estará en manos de la minoría visigoda. La forma de
gobierno es la monarquía electiva, a la muerte de un rey se elige otro dentro de la casta
nobiliaria, esto da lugar a continuas luchas por el poder. El grupo nobiliario presta consejo y
ayuda al rey, dirige el ejército y goza de grandes propiedades y privilegios.
En el ámbito cultural destaca la figura de San Isidoro de Sevilla que escribió en el
primer tercio del siglo VII las Etimologías, una especie de enciclopedia con todo el saber de la
época, que influirá profundamente en la Europa medieval. Desde el punto de vista artístico es
el pueblo germánico que desarrolla un arte con más entidad en el que predominan las pequeñas
iglesias: San Juan de Baños en Palencia, Santa Comba de Bande (Orense), San Pedro de la
Nave (Zamora) y Quintanilla de las Viñas (Burgos). Destacaron también en el campo de la
orfebrería con el tesoro de Guarrazar, encontrado en Guadamur (Toledo).

3. AL-ÁNDALUS Y LAS PRINCIPALES ETAPAS

Se denomina al-Ándalus al territorio de la Península Ibérica bajo dominio del Islam. La


conquista de Hispania por las tropas árabes y bereberes se produjo en el contexto de
expansión del Imperio islámico, que, desde Arabia, se apoderó en poco tiempo de la mayor
parte de los territorios del Oriente Próximo y del norte de África. La conquista árabe de
Hispania se produjo de un modo bastante rápido. El reino visigodo vivía una guerra civil
entre dos bandos nobiliarios que se disputaban el trono, y uno de ellos llamó en su ayuda al
gobernador árabe del Norte de África. Ese fue el inicio de la ocupación militar de las
principales ciudades de Hispania por los contingentes árabes que, viendo la debilidad del reino
visigodo, optaron por ocuparlo.
Tras la batalla de Guadalete en el 711, derrotado el rey visigodo Rodrigo, la
resistencia hispana prácticamente desapareció. En apenas tres años, las principales ciudades de
Hispania estaban bajo el control del gobernador árabe del Norte de África. El intento de
continuar la expansión hacia Francia fue frenado por el ejército franco en la batalla de Poitiers
(732),así que se dedicaron a consolidar el control de Hispania, a la que denominarían al-
Ándalus.
Podemos diferenciar varias etapas según la organización política de al-Ándalus:
a.- Emirato dependiente de Damasco (711- 756): Tras la invasión musulmana (Batalla
de Guadalete, 711), la mayor parte de la península ibérica se convirtió en una provincia o
emirato del califato Omeya con capital en Damasco. Al frente de este territorio se colocó a un
Emir o gobernador que actuaba como delegado del Califa musulmán. Los musulmanes
realizaron algunas incursiones por el norte de la Península, pero fueron derrotados por los
astures en la batalla de Covadonga (722) y por los francos en la batalla de Poitiers (732).
b.- Emirato independiente (756-929): La dinastía Omeya fue víctima de la revolución
Abasí, familia que se adueñó del Califato. Un miembro de la familia derrotada logró escapar,
refugiándose en al-Ándalus, donde gracias a los apoyos que encontró se proclamó emir. Abd-
al-Rahman I fijó su capital en Córdoba e inició la tarea de construcción de un estado
independiente en al-Ándalus. Para ello creó un fuerte ejército, un sistema regular de impuestos,
e intentó sofocar las revueltas, ya que el desafío al poder central de Córdoba fue una constante
en las grandes familias nobles musulmanas asentadas en las diversas regiones de al-Ándalus.
c.- Califato de Córdoba. 929-1031. Un descendiente del fundador del emirato, Abd-al-
Rahmán III, da el paso de proclamarse califa de los creyentes de al-Ándalus, es decir, asume
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el poder político y religioso y rompe de una manera más clara la dependencia de al-Ándalus
respecto a otros poderes islámicos exteriores. Abd-al-Rahman III mantuvo a raya a los
cristianos del norte y ejerció en Córdoba un poder absoluto. Asimismo, ordenó construir la
ciudad-palacio de Medinat al-Zahara. Le sucedió su hijo Al- Hakam II (961-976), quién apoyó
las letras y las artes, como se comprueba en las obras realizadas en la mezquita de Córdoba. En
esos años los cristianos del norte rendían pleitesía al califa cordobés. El tercero de los califas,
Hisham II (976-1013?), se vio eclipsado por la figura de Almanzor. Ocupó el poder y
construyó una auténtica dictadura militar, hizo de los beréberes el núcleo básico del ejército y
organizó numerosas campañas militares contra los cristianos del norte de la Península. La
muerte de Almanzor (1002) marca el comienzo del declive del Califato de Córdoba, debido a
las luchas por el poder.
d.- Reinos de taifas y vinculación con imperios norteafricanos. 1031-1236. El
término deriva de la palabra árabe tawa'if, que significa "banderías". El califato se disgrega y
al-Ándalus se divide en distintos reinos musulmanes (taifas) independientes, enfrentados
entre sí, que se identificaban con el origen étnico de sus gobernantes. Los beréberes se hicieron
con el control de la costa meridional, desde el Guadalquivir hasta Granada. Los eslavos se
apoderaron de algunas ciudades de la costa oriental, como Almería, Valencia o Tortosa. En el
interior de al-Ándalus surgieron reinos dirigidos por poderosas familias andalusíes, de origen
árabe y muladí. Las Marcas fronterizas, situadas en torno a Zaragoza, Toledo y Badajoz, se
convirtieron asi mismo en reinos independientes. La ruptura de la unidad de Al- Ándalus y las
guerras internas beneficiaron a los príncipes cristianos del norte peninsular, que
aprovecharon la situación para extender las fronteras y exigir a las taifas fuertes tributos, las
parias, a cambio de su protección. Su predominio militar se hizo patente con la conquista del
reino taifa de Toledo por Alfonso VI (1085). Ante la alarmante situación los reyes de Sevilla,
Badajoz y Granada solicitaron el auxilio de los almorávides norteafricanos, que derrotaron al
rey castellano (1086) y cuatro años después se hicieron con al-Ándalus, dando de nuevo unidad
al territorio. El hundimiento del poder almorávide (1145) propició la aparición de los llamados
"segundas taifas", pero su existencia fue efímera porque al-Ándalus fue de nuevo unificada
bajo el poder de los Almohades. Al resquebrajarse el Imperio Almohade (1212) se formaron
los "terceros reinos de taifas", que sucumbieron ante el incontenible avance cristiano. En la
segunda mitad del siglo XIII sólo se mantenía el reino nazarí de Granada.
e.- El reino taifa de Toledo
Cuando se produce la disolución del califato en 1031 surgen los reinos de taifas, entre
ellos el de Toledo, cuando el visir Al-Zafir se declaró independiente, convirtiéndose en el
reino taifa más grande del territorio andalusí, pues abarcaba casi toda la meseta sur. Su hijo Al-
Mamum (1045-1075) afianzó su poder con la ayuda del cristiano Fernando I, a cambio del
pago de parias, frente a su rival el rey taifa de Zaragoza, incorporando las tierras alcarreñas
desde Medinaceli hasta Molina. Contuvo en Talavera al rey taifa de Badajoz y se anexionó el
reino taifa de Valencia. Durante su reinado Toledo se convirtió en un importante foco
económico, cultural y científico. El nieto de Al-Mamum, Al-Qadir, no supo mantenerse en el
poder y, ante el ataque de zaragozanos, valencianos y castellanos, se estableció un pacto:
Toledo sería para Castilla y Al-Qadir sería entronizado en Valencia. Después de un largo
asedio, Alfonso VI entró en Toledo en 1085, comenzando así a desmoronarse el poder
musulmán en el centro de la Península.
f.- Reino Nazarí de Granada (S. XIII- 1492): Granada fue el único reino musulmán
que sobrevivió al empuje de los reinos cristianos del norte en el siglo XIII. Esto fue posible por
las luchas internas en el Reino de Castilla, así como por los tributos que Granada pagaba a los
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reyes castellanos. Pero finalmente cayó ante el asedio militar montado por los Reyes Católicos
en enero de 1492.
SOCIEDAD Y ECONOMÍA

La sociedad andalusí era muy plural en lo étnico y religioso: los baladíes (los que tenían
antepasados árabes), eran el grupo privilegiado y disponían de las propiedades territoriales más
extensas y de mejor calidad. Les seguían en la escala social los bereberes y los muladíes
(hispanos convertidos al islam). Judíos y mozárabes (hispanos que siguieron siendo
cristianos) continuaron viviendo entre los musulmanes siendo dos importantes minorías
religiosas que soportaban una mayor carga fiscal.
La España musulmana tuvo un elevado desarrollo cultural (con importantes centros de
estudios) y científico (medicina, astronomía, matemáticas y agronomía). Destacaron también
en historia, música, literatura, filosofía (Averroes) y geografía (Al Idrisi). La arquitectura fue
la expresión artística más destacada con la utilización de elementos distintivos como el arco de
herradura, polilobulado y policromado, los mosaicos y la ornamentación con yeserías. Los
ejemplos más sobresalientes del arte islámico son la mezquita de Córdoba y la Alhambra de
Granada.
La economía era fundamentalmente agrícola basada en la trilogía mediterránea (trigo, olivo,
vid) y con la incorporación de técnicas de regadío (norias, acequias) que aumentaron la
productividad. Destacan el cultivo de árboles frutales (naranjo, albaricoque…), productos
hortícolas (berenjenas, arroz, caña de azúcar…) y plantas industriales (lino y algodón).
También destacó la ganadería ovina.
Las ciudades fueron el centro de la vida económica, social y cultural. Córdoba alcanzó los
100.000 habitantes en el siglo X. En las ciudades se desarrollaron importantes artesanías
(tejidos, cuero, cerámica, vidrio, orfebrería…) destinadas a cubrir las necesidades del mercado
interior pero también a la exportación. El comercio fue otra actividad económica muy
destacada; por ello la moneda fue muy abundante y se acuñó en Al Ándalus. El comercio
exterior fue muy activo, importándose esclavos y materias primas a la vez que se exportaban
productos manufacturados de lujo.

4. LOS REINOS CRISTIANOS DE LA RECONQUISTA HASTA EL SIGLO


XIII. RECONQUISTA Y REPOBLACIÓN.

Se entiende por Reconquista el proceso de expansión territorial de los reinos cristianos


del norte de la Península a costa de las zonas dominadas por musulmanes. El proceso es lento y
distinto según las regiones, variando el ritmo según varios factores: fortaleza de los
musulmanes, enfrentamientos con otros reinos cristianos, potencial demográfico... De tal
manera que a periodos de expansión les suceden otros de calma y estabilidad, y donde las
alianzas son cambiantes, unas veces los cristianos se unen contra los musulmanes, pero no es
nada infrecuente la alianza de cristianos y musulmanes contra otros reinos cristianos o
musulmanes.
La Reconquista o dominio militar del territorio va acompañada de otro fenómeno
paralelo, la repoblación, es decir, el hecho de asentar pobladores en las zonas recién adquiridas
para ponerlas en explotación y consolidar así el dominio. Los dos fenómenos –reconquista y
repoblación- son paralelos.
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En este proceso, que se extiende a lo largo de casi ochocientos años, distinguimos varias
etapas:

a) Del siglo VIII al X, etapa de dominio musulmán. Los musulmanes conquistan en muy
poco tiempo la Península, quedando los cristianos relegados a la zona norte donde aparecen
pequeños núcleos de resistencia frente al dominio musulmán: Reino de Asturias (denominado
más tarde Reino de León), Reino de Navarra, Condado de Aragón y un conglomerado de
territorios condales denominados Condados Catalanes, estos últimos bajo influencia franca. A
finales de esta etapa el Reino de Asturias, que comprende ya Galicia y Cantabria además de
Asturias se extiende hacia el valle del Duero aprovechando que es una zona casi despoblada, y
trasladando la capital a León, pasándose a denominar Reino de León. En la parte más oriental
del territorio cobra importancia una zona que se denomina Castilla. Los ataques musulmanes de
la época de Almanzor frenan la expansión. En los reinos y condados orientales el avance es
mucho más lento al no existir una zona despoblada como en el Duero. Como método típico de
repoblación se utiliza la presura o aprisio basada en el derecho romano y que consistía en que
quien ponía en explotación durante un tiempo una zona sin cultivar, era reconocido como su
propietario. En Asturias-León eran campesinos libres los protagonistas, en Cataluña
monasterios y señores, con lo cual se acentúa el carácter feudal del territorio.

b) Del siglo XI al XIII, etapa de dominio cristiano. El declive del califato de Córdoba tras la
muerte de Almanzor y su hundimiento definitivo en 1031 y su división en reinos de taifas es el
pistoletazo de salida para la expansión cristiana hacia el sur. En el siglo XI destaca la figura de
Sancho III el Mayor de Navarra, que unió casi todos los reinos cristianos peninsulares salvo
León y los Condados Catalanes. A su muerte dividió sus reinos ens hijos y aparecen como
reinos Castilla y Aragón, además de los ya existentes. Es precisamente el rey de Castilla
Alfonso VI el que conquista Toledo en el año 1085 y genera la alarma entre los musulmanes
que llaman a los almorávides en su socorro que a pesar de varias victorias no conseguirán
recuperar Toledo. En el siglo XII destaca la unión definitiva entre Aragón y Cataluña tras la
boda en 1137 entre Petronila de Aragón y Ramón Berenguer IV de Barcelona. En la zona de
León y Castilla destaca la figura de Alfonso VII que será reconocido como emperador por
todos los reyes peninsulares tanto moros como cristianos, Alfonso VII reconoció la
independencia de Portugal. La llegada de los almohades en el 1175 supuso una nueva grave
amenaza, pero los reinos cristianos aguantarían el empuje. El siglo XIII es la etapa más
afortunada de la Reconquista para los reinos cristianos. Portugal llega al Algarbe en el sur y
acaba su expansión peninsular; Aragón de la mano de Jaime I incorpora Baleares (1229) y
Valencia (1238) y acaba también la suya; Navarra ha quedado encajonada entre Aragón y
Castilla. En Castilla, tras la derrota de los almohades en las Navas de Tolosa en 1212, el rey
Fernando III se hace con el control del Valle del Guadalquivir: Córdoba (1236), Sevilla (1248)
y el Reino de Murcia (1242). En 1230, Fernando III el Santo une de manera definitiva León y
Castilla.

c) Siglos XIV y XV, el parón en la Reconquista.


Portugal y Aragón habían acabado su expansión peninsular. Los musulmanes han
quedado reducidos al Reino de Granada y no hay casi hechos de armas, con la excepción de la
conquista cristiana de ciudades próximas al Estrecho de Gibraltar para evitar la llegada de
nuevos contingentes norteafricanos. Para Castilla es una época de caos y guerras civiles, esto
frena el empuje y se conforman los reyes con cobrar tributos a los granadinos. Cuando los
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Reyes Católicos garanticen la autoridad monárquica se producirá la última fase con la toma del
Reino de Granada entre 1488 y 1492. El sistema de repoblación continúa siendo el
repartimiento.
En cuanto a los métodos de repoblación usados en esta larga etapa veremos que son
variados, dependiendo estos del potencial demográfico de los cristianos, del número de
habitantes musulmanes que se queda en la zona y del volumen de tierras incorporadas. En los
siglos XI y XII se dio la llamada repoblación concejil. Los reyes fundan o potencian ciudades
con un gran alfoz (hoy diríamos término municipal) y se atrae a repobladores para que vayan a
esas ciudades con privilegios especiales o fueros: perdón de delitos, tierras gratuitas, exención
de impuestos durante un cierto tiempo... y una vez que se ha poblado se crean nuevas ciudades
dentro del alfoz. De esos fueros o cartas pueblas destacó el de Cuenca, utilizado por otras
ciudades para atraer pobladores.
En Castilla, en el siglo XIII, el número de territorios incorporados es inmenso, esto
hace que el volumen de pobladores sea muy limitado. Los reyes recurren a entregar tierras a
las órdenes militares de Santiago, Calatrava y Alcántara que lo dedican a la ganadería
extensiva; este método se da, sobre todo, en la primera mitad del siglo XIII en la Mancha y
Extremadura. En la segunda mitad del siglo XIII se da una nueva forma: el repartimiento o
repoblación señorial, es decir, el rey reparte los bienes conquistados entre nobles y clérigos de
manera proporcional a los soldados empleados por cada uno de ellos; se da sobre todo en
Andalucía y favoreció la concentración de tierras en manos de los grandes señores y con el
tiempo fueron la base territorial del latifundismo andaluz.

5. LOS REINOS CRISTIANOS EN LA BAJA EDAD MEDIA (SIGLOS XIV Y XV).


EVOLUCIÓN POLÍTICA Y CRISIS BAJOMEDIEVAL.

Los grandes reinos peninsulares (Castilla y Aragón), a pesar de tener una estructura
política y unas bases económicas parecidas, presentaban algunas diferencias notables. Navarra
terminó cayendo bajo el dominio castellano en el siglo XVI.

CASTILLA.
Las tres instituciones básicas de gobierno eran la monarquía, las Cortes y los
municipios. En Castilla, la monarquía tuvo un carácter menos feudal que en la Corona de
Aragón, y el rey gozaba de poderes más extensos (facultad de declarar la guerra y poder
legislativo y judicial). Las Cortes medievales estaban formadas por tres brazos (nobleza, clero
y burguesía de las ciudades), tuvieron un carácter consultivo y en ellas se aprobaban los
subsidios solicitados por el rey. Surgieron por primera vez en el reino de León en 1188. Los
municipios castellanos disfrutaban de una cierta autonomía y jurisdicción propia. Estaban
regidos por unos cabildos abiertos pero a partir del siglo XIII surgió la figura del corregidor,
representante del rey y su política en el ámbito municipal.
La ganadería ovina de raza merina, que producía lana de gran calidad destinada a la
exportación, fue la base de la economía castellana. Para defender los intereses de los grandes
propietarios de ovejas (órdenes militares, monasterios, concejos y nobles) frente a los
agricultores, se creó el Real Concejo de la Mesta (1273). Los principales productos de
exportación fueron la lana y el hierro vasco, a través de los puertos del Cantábrico.

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Durante la primera mitad del siglo XIV se produjeron sucesivas malas cosechas
provocando desnutrición y hambre entre la población más pobre. Con la llegada de la Peste
Negra (1348) la mortandad fue muy elevada entre la población mal alimentada y falta de
defensas. La población descendió en Castilla en torno al 25%. Con la disminución de los
campesinos, se abandonaron muchas explotaciones agrícolas, bajó la producción y aumentaron
los precios. Aparecieron numerosos “despoblados”. También las ciudades vieron disminuir su
actividad artesanal y comercial. El malestar social provocó numerosos levantamientos
campesinos contra el endurecimiento del régimen señorial. En Galicia se produjo la rebelión de
los irmandiños entre 1467 y 1469; fue una revuelta contra la nobleza exigiendo la devolución
de las tierras confiscadas y destruyendo los castillos nobiliarios. La unión de los nobles acabó
sometiendo a los campesinos rebeldes. El malestar social también llegó a las ciudades, donde el
descontento se expresó a menudo en forma de acciones contra las minorías, en especial los
judíos, a los que se hacía responsables de todos los males. El ataque a las juderías se
produjeron en toda la península, destacando los que se produjeron en Andalucía en 1431 y que
se extendieron al conjunto de la corona.
La crisis económica y social afectó a la estabilidad política dando lugar a guerras
civiles. En Castilla los nobles quisieron imponer su voluntad a los monarcas. La alta nobleza y
la iglesia se opusieron a Pedro I (1350-1369) y apoyaron a su hermanastro Enrique de
Trastámara. Enrique, vencedor en la guerra civil, se convirtió en rey de Castilla en 1369 con
el nombre de Enrique II. Comenzó entonces un predominio nobiliario que obligó a los reyes a
conceder a la nobleza privilegios sin fin. Su sucesor, Juan I instituyó el Consejo Real (1385),
máximo órgano asesor del monarca, y fue derrotado en la batalla de Aljubarrota por los
portugueses. Enrique III apoyó la colonización emprendida en Canarias por Jean de
Bethencourt. Juan II tuvo que luchar con la nobleza durante su minoría de edad. Enrique IV
tuvo que afrontar diversas rebeliones nobiliarias y una guerra civil, en la que Isabel de
Castilla y su sobrina Juana la Beltraneja se enfrentaron por el trono (1475-1479).

ARAGÓN.
El poder de la monarquía aragonesa estaba limitado por la nobleza y las Cortes. Su
margen de maniobra era muy limitado y el pactismo era su forma de gobierno. El rey debía
comprometerse a mantener el derecho y a respetar las costumbres del país antes de tomar
posesión del cargo. En la Corona de Aragón, cada reino tenía sus propias Cortes, gozaban de
un cierto poder legislativo y votaban los impuestos. En 1214 aparecieron en el Principado de
Cataluña, en 1247 en el reino de Aragón y en 1283 en el reino de Valencia. En las principales
ciudades, los órganos de gobierno quedaron en manos de la burguesía comercial como es el
caso del Consejo de Ciento, en Barcelona.
Aragón y Valencia desarrollaron una economía agrícola y ganadera. Cataluña consolidó
un importante comercio exterior hacia el Mediterráneo. Barcelona se convirtió en un
importante puerto comercial y creció la producción textil, metalúrgica y naval. Se desarrolló
una próspera burguesía comercial que fue apoderándose del control de las instituciones.
El impacto demográfico de la Peste Negra fue muy importante en la Corona de Aragón.
Especialmente en Cataluña, donde la población disminuyó casi en un 40%. Al tener menos
súbditos, las rentas señoriales disminuyeron y los nobles exigieron a los reyes mayores
concesiones territoriales, incrementaron los impuestos y endurecieron las condiciones feudales
a los campesinos (malos usos).En Cataluña, los remensas (campesinos adscritos a la tierra)
exigieron la anulación del régimen señorial y el fin del abuso nobiliario de los malos usos. Las

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ciudades marítimas vieron como el colapso del comercio mediterráneo provocó la crisis en su
economía exportadora y manufacturera.
Pedro III amplió territorialmente la corona al conquistar Sicilia y Cerdeña. La dinastía
Trastámara, ya reinante en Castilla desde 1369, también se introdujo en Aragón a la muerte de
Martín I elHumano. En el Compromiso de Caspe, representantes de Cataluña, Aragón y
Valencia, acordaron nombrar rey de Aragón a Fernando de Antequera (1412). Durante el
reinado de Juan II Cataluña vivió una guerra civil que enfrentó a la monarquía con la nobleza
y la clase dirigente de Barcelona (la “Biga”). El rey, ayudado por los payeses remensa y el
grupo de la “Busca” (comerciantes y artesanos urbanos) en Barcelona, logró imponerse tras
diez años de guerra (1462-1472). En 1479 heredó la corona Fernando El Católico, casado con
Isabel de Castilla.

NAVARRA
El reino de Navarra fue gobernado por diferentes dinastías de origen francés como los
Capetos, Evreux y Foix. Afectado por la crisis demográfica y económica, también conoció
disensiones políticas que acabaron en una guerra civil desde 1447. Se enfrentaron Juan II de
Aragón, casado con Blanca de Navarra, y su hijo Carlos de Viana. Los navarros se dividieron
en dos bandos: los beaumonteses, que apoyaban a Carlos, y los agramonteses, que apoyaban
a Juan. Muerto el Príncipe de Viana en extrañas circunstancias, el conflicto se prolongó hasta la
intervención, en 1512, de Fernando el Católico (también hijo de Juan II de Aragón), que,
apoyándose en el bando beamontés, estableció un protectorado sobre el reino y lo incorporó
definitivamente a la Corona de Castilla en 1515. A partir de entonces fue gobernada por
virreyes en nombre de los reyes castellanos.

6. LA FORMACIÓN DEL ESTADO ESPAÑOL: LA MONARQUÍA DE LOS


REYES CATÓLICOS.

LA UNIÓN DINÁSTICA

Enrique IV de Castilla muere en 1474. Isabel, hermana del rey difunto, se proclama
reina en Segovia. Esto provocó una guerra con un carácter doble de guerra civil y de guerra
internacional. La civil entre los partidarios de Isabel y de Juana, hija de Enrique IV; la
internacional, Portugal-Castilla (apoyaban a Juana) frente a Castilla-Aragón (apoyaban a
Isabel). El tratado de Alcaçovas (1479) pone fin a la doble guerra. Isabel y Fernando quedan
reconocidos como Reyes de Castilla.
La proclamación de Segovia hacía a Isabel reina de Castilla; a Fernando sólo se le
reconocía como su legítimo marido. Fernando manifestó cierto disgusto por la fórmula, ya que
él se consideraba con derechos propios al trono de Castilla, como único heredero varón de la
casa de los Trastámaras. La concordia de Segovia, de 1475, vino a calmarlas diferencias entre
los dos esposos y a establecer las normas para la gobernación del reino: el matrimonio de
Fernando e Isabel no supuso la creación de un Estado unificado, sino la unión dinástica de
un conjunto de territorios bien diferenciados que pasaron a estar gobernados por un matrimonio
bienavenido. Isabel y Fernando habían firmado unos acuerdos matrimoniales en los que
dejaron sentadas las bases de su gobierno conjunto: Isabel sería soberana en Castilla y
Fernando su consorte, mientras que Fernando sería soberano en Aragón e Isabel asumiría el
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papel de consorte. A la postre, ambos serían conjuntamente soberanos y compartirían la toma
de decisiones y la dirección efectiva de los asuntos de cada reino. Ambos reinos mantendrían,
además, sus propias leyes y costumbres, su moneda, lengua e incluso aduanas para el
tráfico de mercancías. También se reunirían por separado las Cortes de cada reino, debiendo
legislarse de forma individual para cada territorio. En resumen, la unión dinástica significaba
una especie de alianza entre dos Estados que se iban a apoyar mutuamente en todo lo que fuera
necesario, pero que no iban a fundirse en una misma estructura estatal.
Se ha dicho que los Reyes Católicos fundaron la unidad nacional en España. Es un error
que conviene desterrar. Lo que se inicia en 1474, con la subida de Isabel al trono de Castilla, y
en 1479, con el advenimiento de Fernando al trono de Aragón, es una mera unión personal.
Las dos coronas siguen siendo independientes, a pesar de estar reunidas en las personas de sus
respectivos soberanos.
Lo que demuestra cuán precaria era aquella unión es la facilidad con que ambos reinos
se volvieron a separar. Al morir Isabel no nombró en su testamento como heredero a Fernando,
sino a su hija, Juana. Fernando volvió a casarse con Germana de Foix, sobrina de Luis XII de
Francia, y fue preciso un concurso extraño de circunstancias: la incapacidad de doña Juana, la
muerte de su marido Felipe I el Hermoso(1506) y la del único hijo de Fernando y Germana
para qué la unión se estableciera en la persona de Carlos I. Las conquistas comunes pasan a
integrarse en una u otra de las coronas. Granada, las Indias y Navarra, forman parte de la
Corona de Castilla; Nápoles, de la Corona de Aragón. Buena prueba de aquella situación es que
a la muerte de Isabel, en 1504, Fernando no es más que rey de Aragón, y si gobierna Castilla es
como simple regente.
LA MONARQUÍA AUTORITARIA

A pesar de no estar unificados los dos reinos, los Reyes Católicos procuraron
reforzarlos organismos que favorecían el poder real. En este sentido su actuación fue mucho
más efectiva en Castilla, donde pudieron aplicar su política autoritaria y centralizadora, que
en Aragón, donde sobrevivía el pactismo y las instituciones forales imponían restricciones a la
actuación de los reyes.
La política institucional que emprendieron los Reyes Católicos se orientó a crear una
monarquía autoritaria y fuerte frente a los otros grandes poderes: la nobleza, la Iglesia y las
ciudades. Pretendían socavar los privilegios políticos de estos grupos y hacer más efectiva la
administración del Estado. Para ello se formaron instituciones ya existentes, especialmente en
Castilla:
● En el aspecto político, el hecho esencial fue la reorganización del Consejo Real
(1480),Se profesionalizó la institución y, aunque nobles y eclesiásticos formaban parte
de ella, toda intervención directa en los asuntos políticos les fue prohibida. Los
monarcas introdujeron en su composición funcionarios con formación jurídica. Con esta
medida la aristocracia perdió influencia política. Sus funciones eran muy amplias,
desde tribunal supremo hasta órgano asesor del rey en cuestiones internas y externas,
hacendísticas, etc. Existían también otros consejos (de Aragón - creado en 1494-, de
Navarra, de Indias, de la Inquisición, etc.).
● Se crearon nuevos cargos. Los secretarios reales, encargados de preparar las reuniones
del Consejo y que eran personas de confianza de los soberanos, vieron aumentar mucho
su importancia; ellos acabaron de hacer del Consejo Real el instrumento básico en la
vida política, contribuyendo de esta forma desplazara la nobleza feudal de sus
posiciones en el Estado.
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● Los virreyes eran los representantes de los soberanos en los territorios en los que estos
no se hallaban presentes -Navarra, Aragón, Valencia, etc.-.
● Se redujo el papel de las Cortes de Castilla. Su importancia política fue decayendo,
ya que algunas de sus funciones fueron asumidas por los consejos. Sus reuniones se
espaciaron y solamente se convocaban para jurar al heredero al trono o para aprobar
subsidios extraordinarios.
● En la administración municipal castellana se revitalizó el cargo de corregidor. Era un
puesto de designación real que gobernaba las ciudades con competencias
administrativas, judiciales y militares. Su actuación limitó la autonomía de los
municipios y el poder de las oligarquías locales, lo cual favorecía la autoridad real.
● Se reorganizó el sistema judicial, escalonando la importancia de los tribunales: los
corregidores en el ámbito local, las Chancillerías o Audiencias en el regional
(Valladolid y Ciudad Real, luego Granada) y el Consejo Real de Castilla (tribunal
supremo).
La reforma de otras instituciones representó la consolidación de poder monárquico:
▪ El Ejército. Se eliminó el modelo medieval, basado en ejércitos privados, que fue
sustituido por un ejército profesional al servicio del rey.
▪ La Santa Hermandad. Fundada en las Cortes de Madrigal, funcionó como una policía
que garantizaba la seguridad interior.
▪ La Iglesia era una institución rica y poderosa al servicio del papado, que contaba con
gran poder territorial y económico en todos los reinos medievales y actuaba con
bastante independencia. En Castilla y Aragón los Reyes Católicos consiguieron del
papado el reconocimiento de una serie de atribuciones sobre la Iglesia en sus
territorios que permitieron que su poder y riqueza pasaran a estar controlados por la
monarquía:
o El Tribunal de la Inquisición. Único organismo común a Castilla y Aragón,
jugó un papel trascendental al asegurar la homogeneidad religiosa y reducir la
influencia de las poderosas órdenes militares. La expulsión de los judíos, en
1492, y la persecución de los falsos conversos fueron sus principales medidas.
o El derecho de patronato sobre la Iglesia en el territorio del conquistado reino
de Granada y en Canarias. Este patronato daba derecho a la monarquía a
seleccionar los principales cargos eclesiásticos y a disponer de una parte de las
rentas eclesiásticas de estos territorios.
Todo ello no significa una ofensiva general contra el estamento nobiliario. La nobleza
sigue gozando de una riqueza económica considerable; su influencia social es enorme. Las
leyes de Toro, en 1505, vienen a consolidar y a perpetuar la fortuna territorial y la influencia
social de los nobles al generalizar la institución del Mayorazgo. Lo que los reyes quisieron y
lograron evitar fue la intromisión de la aristocracia en los asuntos políticos. El estamento
nobiliario quedó subordinado al poder real.
En la Corona de Aragón las reformas tuvieron menos importancia. Destacaron la
introducción de la figura del virrey -uno en cada reino- y del sistema de insaculación para
elegir los cargos municipales. Pero la introducción de la Inquisición reforzó el poder real, ya
que estaba bajo el control de los monarcas y tenía amplias competencias.
La monarquía de los Reyes Católicos será precursora de las monarquías modernas. Así,
Nicolás Maquiavelo, en El príncipe, puso de modelo de monarca a Fernando el Católico.

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7. EL SIGLO XVI: LA ESPAÑA DE CARLOS I Y FELIPE II

CARLOS I

Al morir su abuelo materno, Fernando, en 1516, Carlos de Habsburgo, que ya había


heredado los territorios de Borgoña de su abuela paterna, se hizo coronar Rey de Castilla y
Aragón e inició viaje a la península. El nuevo monarca no conocía el castellano y vino
acompañado de consejeros flamencos que ocuparon los más importantes puestos en la Corte y
la Iglesia. En 1519 fue elegido emperador del Imperio Germánico. Para sufragar los gastos de
esta elección, Carlos I convocó Cortes para que votaran nuevos impuestos. La reacción fue
inmediata en Castilla, las protestas le recordaban al rey su obligación de residir en el reino y de
respetar sus leyes. Similares protestas surgirán en Aragón ante la demanda de nuevos
impuestos.
El descontento creciente devino en la rebelión de las Comunidades de Castilla. La
mayor parte de las ciudades de la zona central del reino (Segovia, Toledo, Ávila, Salamanca…)
se rebelaron contra la autoridad del monarca. Las causas de la rebelión son complejas: a) La
aristocracia castellana veía como una humillación que el rey hubiera entregado la
administración del reino a consejeros flamencos y hubiera dejado a Adriano de Utrecht como
gobernador del reino en su ausencia. b) Carlos había empleado el dinero de los nuevos
impuestos en conseguir la elección como Emperador alemán. c) Carlos había desdeñado el
requerimiento de que aprendiera castellano y respetara las leyes del reino. d) La burguesía
urbana temía que se volviera a la tradicional política de exportar la lana en bruto a Flandes lo
que iría en detrimento de la artesanía textil castellana.
Al salir Carlos de Castilla, la revuelta estalló en Toledo y pronto se extendió a otras
ciudades. Las autoridades reales fueron depuestas y sustituidas por nuevos regidores
comuneros. Tras el incendio de Medina del Campo por las tropas del rey, la insurrección se
generalizó
Los Comuneros crearon la Santa Junta en Ávila, que exigió la retirada de los impuestos
aprobados en Cortes, el respeto a las leyes del reino y la marcha de los consejeros flamencos.
Los Comuneros intentaron sin éxito convencer a doña Juana, recluida en un castillo de
Tordesillas, para que se pusiera al frente de la rebelión y apoyara a las Comunidades. Al
extenderse la rebelión al campo y dar lugar a revueltas antiseñoriales, la nobleza empezó a
alejarse de los comuneros. Tras la derrota de las tropas comuneras en Villalar en 1521, todas
las ciudades abandonaron el movimiento, excepto Toledo que fue finalmente dominado en
1522. Los dirigentes comuneros Padilla, Bravo y Maldonado fueron ejecutados. La derrota
comunera significa el inicio del absolutismo en Castilla y el reforzamiento del poder del rey.
En los reinos de Valencia y Mallorca estalló la revuelta de las germanías, en la que los
artesanos y los pequeños comerciantes se enfrentaron con la oligarquía urbana (grandes
comerciantes) y la nobleza, en medio de una profunda crisis económica. Finalmente la rebelión
fue reprimida en 1522.
En política exterior aparecen tres ejes principales:
● El conflicto con Francia, debido a la rivalidad territorial por el control de Navarra,
Borgoña y sobre todo por la hegemonía en Italia, donde el control del ducado de Milán era
fundamental. La guerra estalló en 1521 cuando los franceses invadieron Navarra y Milán.
Fueron rechazados por las tropas imperiales primero en Navarra y después en Milán en la
batalla de Pavía en 1525. En 1526 se reanudaron las luchas tanto en Italia como en los
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Países Bajos llegando el Papa a apoyar a Francia lo que provocó que en el año 1527 las
tropas imperiales saquearán Roma.
● Enfrentamiento con el Imperio turco, por el control de la Europa central (el Imperio
turco-otomano ocupa Hungría e intenta ocupar Viena pero las tropas imperiales los
expulsan) y del Mediterráneo para frenar la piratería berberisca: conquista de Túnez y
fracaso en Argel.
● La guerra contra la Reforma Protestante: Carlos V consideró la lucha contra la
reforma protestante como una obligación porque se consideraba el jefe político de la
cristiandad. En la dieta de Worms intentó una reconciliación entre los príncipes alemanes
que apoyaban la reforma de Lutero y el papado; el intento fracasó por la intransigencia de
unos y otros. Carlos V se enfrentó a los príncipes alemanes protestantes y los venció en la
batalla de Mühlberg lo que supuso un aumento de su poder en Alemania pero no resolvió la
división religiosa. Decepcionado y cansado Carlos V decidió cerrar el conflicto con
Alemania aceptando la paz de Augsburgo (1555) en la que se proclamó la libertad religiosa
de los príncipes alemanes y su capacidad para imponer su religión a sus súbditos. Este
fracaso en Alemania explica su abdicación al año siguiente (1556) y el reparto que hizo de
sus posesiones: a su hermano Fernando le dejó el patrimonio de los Austrias y el imperio
alemán mientras que su hijo Felipe II recibió los territorios hispánicos y sus colonias además
de Italia y los Países Bajos.

FELIPE II
Tras la abdicación de Carlos I en 1556 gobernó el imperio integrado por los reinos y
territorios de Castilla, Aragón, Navarra, el Franco-Condado, los Países Bajos, Sicilia, Cerdeña,
Milán, Nápoles, Orán, Túnez, toda la América descubierta y Filipinas. A estos vastos territorios
se le unió Portugal y su imperio afroasiático en 1580. Con Felipe II (1556-1598) la hegemonía
española llega a su apogeo.
Tras viajar por Italia, los Países Bajos. Felipe II se asentó en la nueva capital, Madrid,
desde donde gobernó su enorme imperio. A diferencia de lo que ocurrió con su padre Carlos I,
con Felipe II el centro de gravedad del Imperio se asentó en la península, especialmente en
Castilla.
Los principales problemas internos del reinado de Felipe II fueron:
● La rebelión de los moriscos. Frente a la política permisiva de Carlos V, Felipe II, con
una obsesión de defensa a ultranza del catolicismo, prohibió a los moriscos usar su lengua,
sus vestimentas y practicar su religión. Esto provocó la rebelión de las Alpujarras (1568),
que fue duramente reprimida. Tras ello, los moriscos fueron dispersados por los territorios
de Castilla para evitar su unión o su alianza con los piratas berberiscos.
● La revuelta de Aragón. Antonio Pérez, aragonés, fue secretario del rey hasta 1579.
Fue arrestado por el asesinato de Juan de Escobedo, hombre de confianza de don Juan de
Austria, y por abusar de la confianza real al conspirar contra el rey. Cuando Antonio Pérez
escapó a Zaragoza y se amparó en la protección de los fueros aragoneses, Felipe II intentó
enjuiciar a Antonio Pérez mediante el tribunal de la Inquisición para evitar la justicia
aragonesa (la Justicia Mayor aragonesa era teóricamente independiente al poder real). Este
hecho provocó una revuelta en Zaragoza, que Felipe II redujo usando la fuerza. Antonio Pérez
huyó del país y se convirtió en un activo propagandista contra Felipe II.
En política exterior, heredó los enfrentamientos de su padre con Francia y con los turcos
y comenzó otros nuevos:

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● Venció a los franceses en la batalla de San Quintín (1557), lo que obligó a Francia a
renunciar a los territorios italianos mediante la Paz de Cateau-Cambresis (1559). A finales
de siglo, apoyó a los católicos en la guerra contra los Hugonotes (protestantes), aunque no
logró debilitar a Enrique IV de Francia que se convirtió al catolicismo.
● Venció a los turcos en la batalla de Lepanto (1571), en unión con Venecia y el
papado, lo que trajo consigo un reparto del Mediterráneo entre el Imperio turco y España.
● Los Países Bajos e Inglaterra. En los Países Bajos, la confluencia de intereses entre la
nobleza del sur católica, agrupada en la Unión de Arras, y la burguesía protestante del
norte, coaligada en la Unión de Utrecht, desencadenó una larga lucha contra España. El
apoyo de Inglaterra a los rebeldes del norte (holandeses) a partir de 1580 fue decisivo. La
reina Isabel I de Inglaterra se convirtió en la principal oponente a la política de Felipe II.
Éste intentó invadir Inglaterra, pero la armada española fue duramente derrotada en 1588
(“Derrota de la Armada Invencible”). Como consecuencia, se consolidó la independencia
de las Siete Provincias Unidas del norte (Holanda).
● Uno de sus mayores triunfos fue conseguir la unidad ibérica con la anexión de
Portugal (1580) y sus dominios, al hacer valer sus derechos sucesorios en 1581 en las
Cortes de Tomar, tras morir sin descendencia el rey portugués.
Sus sucesivos matrimonios fueron parte importante de su política exterior. Se casó con
María de Portugal en 1543 y, tras su muerte, con María I Tudor, reina de Inglaterra, en 1554.
La pronta muerte de la reina que trató de volver al catolicismo en la isla, llevó a que Felipe se
casara con la francesa Isabel de Valois en 1559. Al quedarse nuevamente viudo y sin herederos
varones, se casó por cuarta vez, en 1570, con su sobrina Ana de Austria, madre del sucesor al
trono español, Felipe III.
Ni el oro y la plata procedentes de América, ni la presión fiscal que ahogaba a
campesinos y artesanos castellanos (El reino de Aragón apenas contribuía), fue suficiente para
sufragar los gastos que generaba esta política exterior, lo que trajo consigo numerosas
bancarrotas y, lo que es peor, la ruina del campo y la artesanía en Castilla, anunciando la crisis
del siglo XVII.
En la zona que hoy ocupa Castilla-La Mancha, destaca la enorme incidencia que tuvo
la rebelión de las Comunidades. Toledo se convirtió, primero con Juan de Padilla y luego con
su mujer María Pacheco en el principal foco de la revuelta, que tuvo una fuerte incidencia en
Guadalajara y Cuenca, con menor repercusión en Albacete y Ciudad Real.

8. EL SIGLO XVII: LA CRISIS DE LA MONARQUÍA DE LOS AUSTRIAS

La principal innovación en el funcionamiento del sistema político de la monarquía


española en el siglo XVII fueron los validos, personajes, miembros de la aristocracia, en los
que el rey depositaba su total confianza. Dos razones explican su aparición: las labores de
gobierno eran cada vez más complejas y los monarcas españoles del siglo XVII, los Austrias
Menores, no destacaron por su espíritu laborioso. Los validos gobernaron al margen del
sistema institucional de la monarquía, al margen de los Consejos. El nuevo sistema significó un
aumento de la corrupción. Los validos aprovecharon su poder para conseguir cargos,
pensiones y mercedes para sus familiares y partidarios. Los validos de Felipe III fueron el
Duque de Lerma y el Duque de Uceda. Los de Felipe IV fueron el Conde-Duque de
Olivares y Luis de Haro. Y los de Carlos II, el padre Nithard, Fernando Valenzuela, durante
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la Regencia de Mariana de Austria (1665-1675), el Duque de Medinaceli y el Conde de
Oropesa.
Otro fenómeno que se generalizó en la administración española del siglo XVII fue la
venta de cargos. Lo inició en épocas anteriores la Corona como medio para obtener dinero
rápido. Su uso se extendió con Felipe III. En principio, se pusieron en venta cargos de
regidores en las ciudades, escribanías y otros oficios menores. Sin embargo, se llegaron a
vender puestos en los Consejos. Estos cargos se convirtieron en hereditarios, lo que en la
práctica significó que la Corona cedía parte de su poder a los que detentaban los cargos. A lo
que se sumó la venta de tierras de realengo para constituir señoríos. Pese a las muchas
protestas que hubo, esta costumbre se mantuvo durante todo el siglo XVII.
Los Reyes Católicos habían construido el nuevo estado que se había estructurado como
un conjunto de reinos unidos por tener los mismos monarcas pero que mantuvieron sus propias
leyes e instituciones. Desde el siglo XVI se manifestaron conflictos entre una tendencia
centralizadora, que trataba de homogeneizar los territorios de la Corona siguiendo el modelo
de reino más poderoso, Castilla, y una tendencia descentralizadora que buscaba el
mantenimiento de las leyes (fueros) e instituciones particulares de cada territorio. A estas
tensiones de tipo político se les vino a unir en el siglo XVII las derivadas de la dura crisis
económica y social que sufrió la monarquía hispánica.
El reinado Felipe III (1598-1621) fue un reinado pacífico. Agotada España y sus
enemigos tras las continuas guerras del siglo anterior, se paralizaron los conflictos con Francia,
Inglaterra y los rebeldes holandeses, con los que se firmó la Tregua de los Doce Años (1609).
Para ocultar este reconocimiento implícito de la independencia de los Países Bajos, y
continuando la política de intolerancia religiosa, en ese mismo año, decretó la expulsión de los
moriscos. Esta medida afectó especialmente a los reinos de Aragón y Valencia y provocó el
despoblamiento de determinadas zonas y falta de mano de obra agrícola. A esto se unió la
corrupción bajo su valido el Duque de Lerma.
Con Felipe IV (1621-1665) España volvió a implicarse en los grandes conflictos
europeos. La monarquía española participó en la Guerra de los Treinta Años (1618-1648),
apoyando a los Habsburgo de Viena y a los príncipes católicos alemanes. El fin de la Tregua de
los Doce Años (1609-1621) añadió un nuevo frente al conflicto. El conflicto se inició con
victorias de los Habsburgo, como la toma de Breda a los holandeses, pero pronto cambió el
signo del conflicto y las derrotas se repitieron, como en Rocroi ante Francia, mientras que
franceses e ingleses atacaban las posesiones americanas. La impotencia de los Habsburgo llevó
finalmente al Tratado de Westfalia (1648) por el que se ponía fin a la Guerra de los Treinta
Años y en el que España reconoció la independencia de Holanda. La Paz de Westfalia
supuso el fin de la hegemonía de los Habsburgo (Austrias) en sus dos ramas, la de Madrid y
la de Viena, en Europa. La guerra continuó contra Francia hasta que en la Paz de los Pirineos
(1659), Felipe IV aceptó importantes cesiones territoriales, Rosellón y Cerdaña, Artois... en
beneficio de la Francia de Luis XIII.
El valido de Felipe IV, el Conde-Duque de Olivares, trató de que los demás reinos
peninsulares colaboraran al mismo nivel que Castilla en el esfuerzo bélico que agobiaba a una
monarquía con graves dificultades financieras. Este proyecto de Olivares, conocido como la
“Unión de Armas” desencadenó la crisis más grave del siglo XVII, la crisis de 1640, que tuvo
varíos escenarios:
La negativa a colaborar de las Cortes Catalanas no impidió que Olivares decidiera llevar
tropas para luchar contra Francia a través del Principado. Muy pronto los roces de las tropas
castellanas e italianas con el campesinado alentó el descontento que terminó por estallar en el
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Levantamiento del Corpus, el 7 de junio de 1640. La muerte del Virrey fue solo el inicio de
una guerra de Cataluña entre los rebeldes catalanes, dirigidos por la Generalitat con el apoyo
de Luis XIII de Francia y las tropas de Felipe IV. La guerra civil concluyó cuando Barcelona
fue recuperada por las tropas españolas en 1652.
Aprovechando la crisis catalana, en diciembre de 1640 se inició la rebelión en
Portugal. Las Cortes portuguesas proclamaron rey al duque de Braganza. Los rebeldes fueron
apoyados por Francia e Inglaterra, potencias interesadas en debilitar a España. Finalmente,
Mariana de Austria, Madre-regente de Carlos II, acabó reconociendo la independencia de
Portugal en 1668.
En plena crisis de la monarquía, hubo levantamientos de tinte separatista en
Andalucía, Aragón y Nápoles.
La débil monarquía de Carlos II (1665-1700) fue incapaz de frenar al expansionismo
francés de Luis XIV, España cedió diversos territorios europeos en las Paces de Nimega,
Aquisgrán y Ryswick. Además, su incapacidad para llevar los asuntos directamente,
provocaron frecuentes luchas por el poder en las que participaron, su madre, Mariana de
Austria, el confesor de ésta, el padre Nithard y su hermanastro, D. Juan de Austria. Además, su
muerte sin descendencia provocó la Guerra de Sucesión (1701-1713) al trono español en la
que al conflicto interno se superpondrá un conflicto europeo general. La Paz de Utrecht en
1713 significó el fin del imperio español en Europa.
El siglo XVII fue un siglo de crisis económica en Europa en general, en el
Mediterráneo en particular, y, muy especialmente, en la Península Ibérica. En la Corona
española la crisis fue más temprana y más profunda que en el resto de Europa.
Ya en la primera mitad del siglo aparecen serios problemas demográficos. Cruentas
epidemias, entre las que destacan las de peste, se repitieron periódicamente, coincidiendo con
épocas de carestía y hambre. A esto se unió la expulsión de los moriscos en 1609 que supuso la
pérdida del tres por ciento de la población del reino, siendo especialmente grave en Valencia y
Aragón, así como las frecuentes guerras exteriores y el incremento de los miembros del clero
que redundó en descenso de la tasa de natalidad. La crisis golpeó con más fuerza a Castilla
que a los reinos periféricos. En la segunda mitad del siglo, la crisis continuó y se agudizó. A
la decadencia de la agricultura, agravada por la expulsión de los moriscos, se le unió la de la
ganadería lanar, que encontró graves dificultades para la exportación, y la de la industria,
incapaz de competir con las producciones extranjeras.
El comercio también entró en una fase recesiva. La competencia francesa en el
Mediterráneo y la competencia inglesa y holandesa en el Atlántico, agravaron una coyuntura
marcada por el creciente autoabastecimiento de las Indias y el agotamiento de las minas
americanas. Consecuencia de la crisis comercial fue la disminución de la circulación monetaria.
La situación fue empeorada por la incorrecta política económica de los gobiernos de la
Corona, que agravaron más que solucionaron los problemas: envilecimiento de la moneda
(menos plata en su contenido), devaluación monetaria, aumento impositivo…
En este marco de crisis económica, la sociedad estamental española vivió un proceso de
polarización marcada por el empobrecimiento de un campesinado que constituía la mayor
parte de la población, la debilidad de la burguesía y las clases medias, y el crecimiento
numérico de los grupos sociales improductivos como la nobleza y el clero en un extremo y los
marginados: pícaros, vagos y mendigos en otro. La mentalidad social imperante, marcada por
el desprecio al trabajo agravó la crisis social y económica. El hidalgo ocioso y el pícaro se
convirtieron en arquetipos sociales de la España del Barroco.

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9. EL SIGLO XVIII: EL REFORMISMO BORBÓNICO Y LA ILUSTRACIÓN

Carlos II, que había muerto sin descendencia, nombró sucesor a Felipe de Anjou, nieto
de Luis XIV de Francia y bisnieto de Felipe IV, quien fue coronado con el título de Felipe V.
Acababa así la dinastía de los Habsburgo y llegaba al trono español la dinastía de los Borbones.
Muy pronto, sin embargo, se formó un bando dentro y fuera de España que no aceptaba al
nuevo rey y apoyaba al pretendiente el Archiduque Carlos de Habsburgo. La guerra civil y
europea estalló.
El conflicto tenía una doble perspectiva: El ascenso al trono español de Felipe V
representaba la hegemonía francesa y la temida unión de España y Francia bajo un mismo
monarca. Este peligro llevó a Inglaterra y Holanda a apoyar al candidato austriaco, que, por
supuesto, era sustentado por los Habsburgo de Viena. Las diversas potencias europeas se
posicionaron ante el conflicto sucesorio español. Por otro lado, Felipe V representaba el
modelo centralista francés, apoyado en la Corona de Castilla, mientras que Carlos de
Habsburgo personificaba el modelo foralista, apoyado en la Corona de Aragón y,
especialmente, en Cataluña.
En Europa la guerra era desfavorable para Francia y España, pero en 1711 muere el
emperador. Carlos de Habsburgo heredó el Imperio alemán y se desinteresó de su aspiración a
reinar en España. Sus aliadas, Inglaterra y Holanda, pasaron en ese momento a ver con
prevención la posible unión de España y Austria bajo un mismo monarca. La guerra concluyó
con la firma del Tratado de Utrecht en 1713. El tratado estipuló lo siguiente:
● Felipe V era reconocido por las potencias europeas como Rey de España pero
renunciaba a cualquier posible derecho a la corona francesa.
● Los Países Bajos españoles y los territorios italianos (Nápoles y Cerdeña) pasaron a
Austria. El reino de Saboya se anexionó la isla de Sicilia.
● Inglaterra obtuvo Gibraltar, Menorca y el navío de permiso (derecho limitado a
comerciar con las Indias españolas) y el asiento de negros (permiso para comerciar con
esclavos en las Indias). El Tratado de Utrecht marcó el inicio de la hegemonía británica.
En España la guerra terminó con el triunfo de Felipe V. Tras la batalla de Almansa
(1707), son ocupadas Aragón y Valencia, Cataluña es ocupada en 1714 y Baleares en 1715, lo
que supondrá la abolición de sus respectivos fueros.
Felipe V (1700-1746) fue el primer rey de la dinastía de los Borbones. Su reinado fue uno
de los más largos de la historia de nuestro país extendiéndose a lo largo de casi medio siglo. En
enero de 1724, Felipe V abdicó de forma inesperada en su hijo Luis I, pero tras la temprana
muerte de Luis I, en agosto del mismo año, Felipe volvió a reinar España. En 1746, al fallecer
su padre, Fernando VI ocupó el trono español. Su reinado se caracterizó por el mantenimiento
de la paz y la neutralidad frente a Francia e Inglaterra, mientras ambas intentaban la alianza con
España. Esta situación fue aprovechada por su ministro, el marqués de la Ensenada, para
proseguir los esfuerzos de reconstrucción interna iniciados en el reinado de Felipe V.
La llegada de la nueva dinastía borbónica propició importantes cambios en la estructura
del Estado. Estos cambios, inspirados en gran medida en el estado absolutista francés, fueron
introducidos esencialmente durante el reinado de Felipe V.
Los primeros Borbones adoptaron diversas medidas centralizadoras, con el objetivo de
hacer un estado más eficaz. En este sentido se adoptaron novedades importantes:
● Decretos de Nueva Planta (1707 Aragón y Valencia, 1715 Mallorca, 1716 Cataluña):
Abolición de los fueros e instituciones propias de los reinos de la Corona de Aragón.
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Los fueros de las provincias vascas y Navarra se mantuvieron ya que apoyaron a Felipe
V durante la Guerra de Sucesión.
● Nuevo modelo de administración territorial, basado en la siguiente estructura:
división del territorio en provincias, al mando de las cuales se situaba a los Capitanes
Generales con poder político y militar; en cada provincia se crean audiencias para las
cuestiones judiciales; y siguiendo el modelo francés, se creó la figura de los
Intendentes, funcionarios encargados de las cuestiones económicas. Finalmente, en los
Ayuntamientos se mantuvieron los cargos de Corregidor, Alcalde Mayor y Síndicos
personeros del común.
● Los Borbones también reformaron la administración central consolidando el
establecimiento de una plena monarquía absoluta. Se suprimieron todos los Consejos,
salvo el Consejo de Castilla que se convirtió en órgano asesor del rey. Se crearon las
Secretarías de Despacho (Estado, Guerra, Marina, Hacienda, Justicia e Indias),
antecedentes de los ministerios. En 1787 se establece la Junta Suprema de Estado,
antecedente del Consejo de Ministros.
● La nueva dinastía intensificó la política regalista, buscando la supremacía de la Corona
sobre la Iglesia. Las dos medidas principales fueron el establecimiento de un mayor
control sobre la Inquisición y, sobre todo, la expulsión de la Compañía de Jesús
adoptada por Carlos III en 1767.
● Hubo intentos no demasiado eficaces de reformar el sistema de Hacienda. Se trató de
unificar y racionalizar el sistema de impuestos y, para ello, se llevó a cabo el Catastro
de Ensenada en 1749 en la Corona de Castilla. Este Catastro es un censo de todas las
propiedades del reino, muy útil para los historiadores.
Carlos III (1759-1788), hijo de Felipe V, antes de ser rey de España desempeñó el cargo
de Rey de Nápoles. Su reinado se caracterizó por la aplicación de las reformas del despotismo
ilustrado.
La Ilustración en España se inscribe en el marco general de la Ilustración europea (espíritu
crítico, fe en la razón, confianza en la ciencia, afán didáctico). Las influencias son
esencialmente francesas e italianas. Los ilustrados fueron una minoría culta formada por
nobles, funcionarios, burgueses y clérigos. Básicamente se interesaron por la reactivación de
la economía (preocupación por las ciencias útiles, mejora del sistema educativo) y la crítica
moderada de algunos aspectos de la realidad social del país. Su afán reformista les llevó a
chocar con la Iglesia y la mayor parte de la aristocracia. Pese a los afanes ilustrados, la mayoría
del país siguió apegada a los valores tradicionales.
Entre los ilustrados se extendió la necesidad de emprender reformas en la agricultura,
ocupación que ocupaba a la mayoría de la población y que estaba muy atrasada. Para ello se
crearon las Reales Sociedades Económicas de Amigos del País y los ministros de Carlos III
prepararon diversos planes de reforma como el Memorial Ajustado de Campomanes y el
Informe sobre la Ley Agraria de Jovellanos. Estos proyectos denunciaban las enormes
propiedades amortizadas (mayorazgos de la nobleza o manos muertas de la Iglesia) y
afirmaban que el acceso del campesinado a la propiedad de la tierra era una condición necesaria
para el progreso del país. Las únicas medidas que se llevaron a cabo fueron el reparto de tierras
comunales en Extremadura, la repoblación (fallida) de Sierra Morena bajo el gobierno de
Olavide, la reducción de los derechos de la Mesta y algunas obras de regadío (Canal Imperial
de Aragón, Canal de Castilla…)
Los ministros ilustrados aprobaron medidas para fomentar el desarrollo de la Industria.
Se rompió el monopolio de los gremios en 1772; se establecieron, con escaso éxito económico,
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las Reales Fábricas, con apoyo del estado (armas, astilleros, vidrio, tapices…) Las industrias
textiles privadas catalanas (“indianas”) fueron más competitivas que las empresas estatales.
Con respecto al comercio se adoptaron medidas conducentes a integrar el comercio
nacional, como la mejora de las vías comunicación o la supresión de las aduanas interiores. Un
decreto de 1778 estableció la liberalización del comercio con América, acabándose con el
secular monopolio de la Casa de Contratación. En el terreno financiero, se estableció el Banco
de San Carlos, antecedente del futuro Banco de España.
Los intentos de introducción de reformas encontraron una viva reacción que culminó en el
Motín de Esquilache (1766). Esta revuelta que estalló contra el decreto que obligaba a
cambiar capas y sombreros tiene razones complejas. Podemos hablar de un motín popular
“nacionalista”, contra el ministro italiano, manejado por el clero (jesuitas) y la nobleza para
frenar las reformas. Los Jesuitas, acusados de fomentar el motín, fueron expulsados en 1767.
Las grandes líneas de la política exterior española arrancan de la difícil situación creada
tras el Tratado de Utrecht. La política exterior se planteó los siguientes objetivos: recuperar
Gibraltar y Menorca, territorios españoles en manos británicas, y conseguir establecer a
príncipes de la familia Borbón en los territorios italianos perdidos. Para ello, la política exterior
española se basó en la alianza con Francia, concretada en varios Pactos de Familia, y el
enfrentamiento con Inglaterra en el Atlántico ante la amenaza británica a las posesiones
españolas en las Indias. La política exterior de Carlos IV (1788-1808) estuvo completamente
marcada por la Revolución Francesa y nos llevará a la trágica guerra de la Independencia
contra Napoleón en los inicios del siguiente siglo.
En Castilla-La Mancha podemos destacar la actuación del cardenal Francisco Antonio de
Lorenzana (arzobispo primado de Toledo, 1772-1800), cuya labor fue ingente: instituciones
sociobenéficas, revitalización litúrgica (rito mozárabe), impulso universitario, amplio programa
constructivo, levantamiento de descripciones geográficas y conformación de una impresionante
biblioteca que será el germen de la Biblioteca Regional de Castilla-La Mancha.

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CONTENIDO DE LA PARTE B

TEMA B.1. CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN EN ESPAÑA (1808-1833):

1. La Crisis de 1808 y Guerra de la Independencia / 2. La Revolución Liberal, las Cortes de


Cádiz y la Constitución de 1812 / 3. El reinado de Fernando VII: sus etapas.

1. LA CRISIS DE 1808 Y GUERRA DE LA INDEPENDENCIA.

La oposición de España a la Revolución francesa se traduce, tras la muerte en la


guillotina de Luis XVI, en la Guerra de la Convención (1793-1795).La Paz de Basilea (1795)
pone fin a la guerra y supone el inicio de trece años de colaboración entre la Francia
revolucionaria y la España de Godoy. España se convierte en una pieza en el tablero de
Napoleón, lo que se traduce en un intento de invadir Portugal (Aliado de Gran Bretaña) en la
Guerra de las Naranjas, y en una estrepitosa derrota de la armada que cae destrozada en
Trafalgar (1805) ante la escuadra del almirante Nelson. Las posesiones americanas quedan
incomunicadas y el hundimiento económico de España se hace imparable.
Los desastres bélicos y el disgusto del clero a causa de las medidas desamortizadoras
(confiscación de bienes de la Iglesia para paliar la crisis de la Hacienda) unen a la oposición en
torno al príncipe de Asturias, el futuro Fernando VII, que no congenia con Godoy. Un buen
impulso al complot de los conservadores fue el Tratado de Fontainebleau (1807), por el que
Godoy autoriza el acantonamiento de tropas francesas en España con el objetivo de una nueva
campaña de conquista y reparto de Portugal. Pero las tropas francesas, bajo el pretexto de la
expedición portuguesa, van ocupando militarmente las ciudades por las que pasan con el
objetivo de ampliar la frontera hasta el Ebro. Godoy trama la huida de la familia real a
Andalucía y desde allí a América, pero su propósito se malogra con el motín de Aranjuez (19
de marzo de 1808). Soldados, campesinos y servidumbre del palacio, alentados por los
simpatizantes del príncipe heredero, consiguen provocar la caída de Godoy y obligan a Carlos
IV a abdicar en favor de su hijo Fernando Vll.
Sin embargo, Napoleón no reconoció a Fernando, y Carlos IV pronto se arrepintió de su
abdicación. Entre tanto, las tropas francesas, al mando del general Murat, entraban en Madrid.
Es el momento que aprovecha el emperador para terciar en la disputa de la corona y empujar a
padre e hijo a arreglar sus diferencias en Bayona. Con los reyes en Francia, Napoleón obligó a
ambos a traspasarle el trono, que, a su vez, entregaría a su hermano José Bonaparte. A fin de
hacer más atractivo su gobierno, José hizo publicar el Estatuto de Bayona, una especie de
constitución que, a pesar de mantener en manos del monarca la mayor parte de las
prerrogativas, ofrecía un renovado aire liberal que cuestionaba los fundamentos del Antiguo
Régimen. Este texto no llegaría a ponerse en práctica, pues lo impediría la guerra contra los
franceses.
La ocupación francesa y la no aceptación como nuevo monarca de José Bonaparte hizo
que los madrileños se levantaran el 2 de mayo de 1808 contra las fuerzas francesas
ocupantes de la capital. Pocas horas después, el general Murat reprimía la revuelta fusilando a
centenares de paisanos como escarmiento. La rebelión se extendió pronto por toda España.
Los levantamientos de mayo de 1808 degeneran en guerra (1808-1813), dejando un
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trágico balance de pérdidas humanas -más de 300.000 muertos-, destrucciones y saqueos. Fue
una guerra nacional y popular, pero no revolucionaria; guerra española y al mismo
tiempo conflicto internacional en cuanto que Gran Bretaña apoyó a los patriotas españoles
para acabar con Francia. El ideario que hizo posible el levantamiento partía de la defensa de la
religión y de la monarquía, de una visión tradicional de la sociedad no compartida por la
minoría liberal que, además de afirmar la nación frente a Francia, deseaba hacer su propia
revolución. El discurso ideológico de la guerra lo proporcionó el bajo clero, que convenció al
pueblo de que, mediante la guerrilla colaboraba en una cruzada contra la impiedad francesa.
En la España ocupada por las tropas francesas, el rey José I trata vanamente de
emprender las reformas que el Estatuto de Bayona había proyectado, contando, para ello, con
la ayuda de los afrancesados, partidarios del reformismo ilustrado, pero enemigos de medidas
revolucionarias. Muchos afrancesados eran funcionarios del Estado que en su pragmatismo
prefirieron seguir fieles a quien ejercía el poder. Pero, odiada por la población, la minoría
afrancesada pagó caro su colaboracionismo, con la muerte y, más tarde, con el exilio.
En junio de 1808, con el doble objetivo de reprimir los levantamientos populares e
instaurar el régimen de José Bonaparte, un ejército de 170.000 hombres se adentra en España,
confiando desplegarse en abanico por todo el territorio. Pero la inesperada resistencia de los
españoles desbarató, en un primer momento, los proyectos de Napoleón. Aunque la toma de las
ciudades se preveía fácil, ciudades como Zaragoza o Gerona resisten. Pero a los invasores
todavía les esperaba lo peor: el ejército de Dupont, encargado de dominar Andalucía, se
estrella contra las milicias del general Castaños, teniéndose que rendir en Bailén (19 de julio).
El descalabro alcanza una gran repercusión internacional al tratarse de la primera derrota en
tierra de un ejército de Napoleón. Su hermano José I, que acababa de llegar a Madrid, hubo de
retirarse rápidamente a Vitoria, y las tropas francesas retrocedieron hasta el Ebro.
A partir de entonces, la guerra adquiere una mayor envergadura, impulsada por el deseo
de Napoleón de aplastar de forma definitiva la resistencia española. Acompañado de sus más
prestigiosos generales, el emperador entra en España (noviembre de 1808) al frente de un
ejército de 250.000 hombres. El avance francés fue tan contundente, que en pocas semanas
José Bonaparte vuelve a la capital de España y Napoleón ocupa todo el país, salvo Cádiz,
defendido por la armada inglesa.
Dada su inferioridad militar ante el ejército invasor, los españoles adoptaron una
novedosa forma de combate, la guerrilla; grupo formado por antiguos soldados del ejército
español y voluntarios civiles y hasta bandoleros, que atacaban por sorpresa al enemigo en
acciones rápidas, valiéndose de su conocimiento del terreno y de la complicidad de la
población civil. Los franceses dominaron las ciudades, pero el campo fue patrimonio de las
partidas guerrilleras.
En la primavera de 1812, la guerra da un giro definitivo. Lo que en un principio
pareció un paseo militar se había convertido en un atolladero que obligaba a Napoleón a
mantener en España un importante conjunto de tropas, cada vez más necesarias en el frente de
Rusia. En julio de 1812, el general Wellington, al frente de tropas inglesas, portuguesas y
españolas derrota a los franceses en Arapiles, cerca de Salamanca; los expulsa de Andalucía y
entra en Madrid, obligando a José I a dejar la ciudad. Una nueva contraofensiva de los
franceses restablece sus posiciones. En la primavera de 1813, el general inglés lanza de nuevo
su acometida, venciendo a los franceses en Vitoria y en San Marcial (lrún). Vencido también
en Alemania, Napoleón se da prisa para llegar a un acuerdo con Fernando VII, al que libera y
devuelve la corona de España.

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2. LA REVOLUCIÓN LIBERAL, LAS CORTES DE CÁDIZ Y LA
CONSTITUCIÓN DE 1812

Mientras gran parte de la sociedad española se enfrentaba con las armas a los franceses,
se fue gestando un nuevo régimen político promovido por los españoles que no acataban ni
apoyaban a José Bonaparte ni a las instituciones del Antiguo Régimen que colaboraban con él.
De esta manera, se produjo una auténtica revolución política, ya que con la familia
real en Bayona y el territorio ocupado por los franceses se produjo un gran vacío de poder.
Para llenar este vacío surgieron una serie de juntas, organismos de ámbito local y provincial,
formadas por hombres de la aristocracia y el clero, militares y letrados de ideología dispar, que,
ante la presión británica para que se formara una única junta a la que apoyar en la guerra contra
los franceses, establecieron la Junta Central Suprema en Aranjuez (septiembre de 1808), bajo
la presidencia del viejo conde de Floridablanca, que tomó para sí los poderes soberanos y se
erigió en el máximo órgano gubernativo.
La Junta Central Suprema tuvo que establecerse en Cádiz, huyendo del ejército francés.
Desacreditada por las derrotas, dio paso, en enero de 1810, a una Regencia colectiva, una
especie de gobierno provisional compuesto por cinco miembros, muy conservadores, pero
sometidos a la presión ambiental de la ciudad, sede de una nutrida burguesía mercantil y de
importantes colonias de comerciantes extranjeros.
Ante la presión de estos círculos liberales y la formación en las colonias de juntas, la
Regencia se vio obligada a convocar Cortes Generales en septiembre de 1810. Estas Cortes
prolongan su actividad hasta la primavera de 1814. Un conjunto de decretos, y sobre todo la
Constitución de 1812, manifiestan su deseo de transformación del país mediante la aplicación
de importantes reformas que debían convertir España en una monarquía liberal y
parlamentaria.
Predominaban en las Cortes las clases medias con formación intelectual:
eclesiásticos, abogados, funcionarios, militares y catedráticos, aunque no faltaban tampoco
miembros de la burguesía industrial y comercial, ni representantes del clero y de la nobleza. No
había, en cambio, representación alguna de las masas populares.
Desde su comienzo, las Cortes demostraron que en nada se parecían a las antiguas
Cortes estamentales. Al autoconstituirse en Asamblea constituyente y asumir la soberanía
nacional, los diputados gaditanos ponían en marcha la revolución liberal que contaba ya con el
precedente de la Francia de 1789. Asimismo, con la concesión de iguales derechos a todos los
ciudadanos, incluidos los de América, convertían España y sus colonias en una única nación
repartida a ambos lados del océano.
De inmediato surgieron tres grandes tendencias en la cámara gaditana:
● Los liberales -por vez primera se emplea este término como etiqueta política-,
integrados por abogados, funcionarios y clases medias, eran partidarios de reformas
revolucionarias. Fueron los que lograron imponer sus criterios.
● El centro, formado por los seguidores de Jovellanos, deseaban una soberanía
compartida entre la nación y el rey, con un Parlamento bicameral en el que, en una
cámara estuviesen representados los notables del reino. Aunque sale derrotado, su
criterio servirá de base a la mayor parte de las constituciones “moderadas” del siglo
XIX.
● Los absolutistas, llamados despectivamente "serviles", formado por nobleza y clero,
pretendían mantener el viejo orden monárquico en el que la soberanía emana del rey.
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Con una prensa adicta, y después de siglos de bloqueo informativo, los liberales se dan
prisa en hacer aprobar el decreto de libertad de imprenta, que suprimía la censura para los
escritos políticos, pero no para los religiosos.
A impulsos del pensamiento ilustrado, las Cortes de Cádiz desmontan la arquitectura
del Antiguo Régimen, aboliendo los señoríos jurisdiccionales, que impedían el reforzamiento
del Estado, ya que la mitad de los pueblos y dos tercios de las ciudades españolas mantenían
todavía alguna dependencia del clero y la nobleza. Son derogados, los gremios, una estructura
medieval tachada de inoperante desde el reinado de Carlos III, para dar paso a las modernas
relaciones de producción liberal capitalista. El Honrado Concejo de la Mesta fue suprimido,
reconociendo el derecho de los pueblos a acotar sus tierras comunales.
Las Cortes también legislaron en materia religiosa, después de acaloradas disputas entre
los diputados, se decretó la abolición de la Inquisición, presentada como un obstáculo a la
libertad de pensamiento y el desarrollo de la ciencia.
Entre las reformas políticas, la más importante fue la aprobación, el día de san José de
1812, de una Constitución. Constituye la primera ley fundamental aprobada por un Parlamento
nacional en la historia de España: "La Pepa". Sus principios básicos se inspiraban en la
Constitución francesa de 1791 y son los siguientes:
● Soberanía nacional. Su idea de la nación quedó plasmada en el diseño de un Estado
unitario, que afirmaba los derechos de los españoles en su conjunto por encima de los
históricos de cada reino. De esta forma, la Constitución de 1812 daba un nuevo paso en
el proceso de centralización política y administrativa emprendido por los primeros
Borbones.
● División de poderes, según el esquema de Montesquieu. El poder legislativo reside en
las Cortes unicamerales elegidas por sufragio universal masculino. El poder ejecutivo
lo ostentaba el rey y el judicial, los tribunales. El régimen político que se creaba era el
de una monarquía parlamentaria.
● Reconocimiento de los derechos individuales y colectivos. La Constitución fijaba una
burocracia centralizada, una fiscalidad común, un ejército nacional y un mercado
libre de aduanas interiores. Además, se reconocía la libertad de imprenta, la
propiedad o la inviolabilidad del domicilio.
● Proclamación del catolicismo como la religión única y oficial del Estado. Con este
artículo, los liberales intentaban ganarse al clero, bien representado en las Cortes.
Ni la guerra ni el regreso de Fernando VII, que se negó a jurar la Constitución, dieron
tiempo para implantar las reformas. No obstante, la Constitución de 1812 volvió a entrar en
vigor en el Trienio Liberal (1820-1823), e inspiró otras constituciones liberales en Europa y en
América a lo largo del siglo XIX.

3. EL REINADO DE FERNANDO VII: SUS ETAPAS

a. Sexenio absolutista (1814-1820)


El fin de la guerra colocó a liberales y absolutistas a la expectativa de la postura que
tomase Fernando VII a su regreso del cautiverio en Bayona. La duda se despeja en la primavera
de 1814, al poco tiempo de tocar el rey tierra española y aceptar el ofrecimiento de algunos
generales de colaborar en la reposición del absolutismo monárquico. Esta acción del ejército
contaba, además, con el apoyo de un grupo de diputados absolutistas, firmantes del Manifiesto
de los Persas, que rechazaban de forma rotunda la legislación gaditana. En mayo de 1814,
Fernando VII declara ilegal la convocatoria de las Cortes de Cádiz y anula toda su obra
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legisladora. Con el golpe de Estado fernandino, España volvía a la situación anterior a la
"francesada", mientras la represión elegía sus víctimas entre los liberales y los colaboradores
del gobierno de Bonaparte, obligados muchos de ellos a elegir el camino del exilio.
Apoyado en la Iglesia y los terratenientes, el rey liquida la libertad de prensa y
resucita la Inquisición, que en seguida se pone manos a la obra con la retirada de cientos de
publicaciones del periodo de la guerra. Los jesuitas vuelven a España, donde se mantendrán
hasta el próximo estallido liberal. Bajo la protección del rey, la Iglesia inaugura su cruzada
"contra una época de desorden y crímenes" y colabora gustosa con el Santo Oficio delatando a
los liberales. Sin embargo, la alianza entre el trono y el altar no cosecha los frutos esperados:
Cuando la Iglesia exige la devolución de sus tierras, vendidas en el reinado anterior, Fernando
VII se niega a satisfacerla confirmando la nueva distribución de la propiedad en manos ahora
de latifundistas afectos al gobierno.
Desde la vuelta de Fernando VII, muchos militares que lucharon contra los franceses se
oponen a la restauración del Antiguo Régimen y algunos conspiran por el restablecimiento de
las leyes de Cádiz con la ayuda de las sociedades patrióticas o la masonería. La reacción de
1814 había cortado de raíz los primeros brotes de modernización de un ejército cargado de
oficialidad, en el que conviven los profesionales al estilo borbónico con los paisanos
ascendidos de la guerrilla y los generales absolutistas con la oficialidad rabiosamente liberal.
Erigidos en guardianes del liberalismo, distintos oficiales desahogan su decepción en
una serie de intentonas golpistas encaminadas a liquidar el absolutismo de Fernando VII y
poner en vigor la Constitución gaditana. Espoz y Mina en Pamplona, Díaz Porlier en La
Coruña y Lacy en Barcelona fracasan en su empeño.

b. El Trienio Liberal (1820-1823)


Las dificultades del Sexenio absolutista y el malestar de la población configuran una
situación insostenible que estalla en 1820 cuando el comandante Rafael Riego, al frente de
unas tropas dispuestas en Las Cabezas de San Juan, cerca de Cádiz, para su traslado a
América, se levanta a favor de la Constitución de 1812. El pronunciamiento encuentra
apoyos en otras guarniciones de la península, que hacen ver a Fernando VII que debe cambiar
de política y aceptar el régimen constitucional. Mientras tanto, surgen juntas liberales en
distintas ciudades, que dirigen los ayuntamientos según el modelo de 1808 hasta la reunión de
las Cortes. De esta forma comienza la segunda experiencia revolucionaria española, que
resiste tres años, que cala en la vida pública en mayor grado que Cádiz, pero que se salda con
un fracaso, explicable, dado el escaso respaldo social y político del liberalismo en el país.
Desde el poder, los liberales eliminan la Inquisición, imponen el sistema fiscal
aprobado en Cádiz, suprimen los señoríos, expulsan a los jesuitas y confirman las leyes
que garantizan los derechos y libertades de los ciudadanos. La Iglesia fue la institución más
castigada, al aprobarse la supresión de las órdenes monacales y la desamortización de
tierras de los monasterios. Con su venta en pública subasta, los liberales pretendían rebajar la
deuda pública.
Al abrigo de la libertad de opinión nacen numerosas tertulias y centros de debate que,
bajo la forma de sociedades patrióticas, promueven los primeros periódicos en defensa del
orden constitucional y esbozan los futuros partidos políticos. La prensa -muy abundante
durante el Trienio- empieza a convertirse en un poderoso instrumento de acción política al
servicio de los partidos. Es época también de canciones y tonadillas como el “Trágala o Himno
de Riego”.
La aplicación de las reformas provoca en seguida la ruptura del bloque liberal en dos
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grupos de gran trascendencia posterior. De un lado, los hombres que participaron en las Cortes
de Cádiz, ahora moderados, y de otro, los jóvenes seguidores de Riego, los denominados
exaltados. Aprendida la lección de 1814 cuando nadie se movió en defensa del orden
constitucional, los moderados querían reformar la Constitución para restringir la plena
soberanía del pueblo mediante un sufragio censitario y una cámara alta en las Cortes. Por el
contrario, los exaltados defendían el sufragio universal y unas Cortes unicamerales, expresión
de la soberanía nacional. De estos postulados arrancaría la fractura del liberalismo español y su
división en moderados y progresistas a lo largo del siglo XIX..
Los primeros gobiernos del Trienio liberal, hasta agosto de 1822, estuvieron en manos
de moderados, como Agustín de Argüelles y Francisco Martínez de la Rosa. Los gabinetes
moderados apenas si pudieron gobernar, hostigados por la reacción absolutista y
contrarrevolucionaria. La oposición al régimen la encabezan militares profesionales, el clero y
sectores del campesinado opuesto a las reformas liberalizadoras de la propiedad de la tierra,
que constituyen partidas armadas de voluntarios realistas, que cuentan con el apoyo no
disimulado de Fernando VII, a quien se presenta como prisionero de los liberales. Alentada por
amplios sectores de la Iglesia irritados con la política anticlerical del Gobierno, la insurrección
gana terreno en Navarra y Cataluña.
La escalada contrarrevolucionaria radicalizó a los liberales, que en agosto de 1822
forman un gobierno "exaltado", bajo Álvarez Mendizábal y Alcalá Galiano, dispuesto en
seguida a aplastar, con la ayuda de] ejército y de la milicia nacional, los focos de rebelión.
Los enfrentamientos casi estaban degenerando en guerra civil cuando en abril de 1823
un ejército francés dirigido por el duque de Angulema, conocido por los Cien Mil Hijos de
San Luis, respaldado por las potencias absolutistas de Europa, entró en España con el fin de
restablecer a Fernando VII en la plenitud de su soberanía. Nada pudieron hacer los liberales
ante unas tropas que doblaban las suyas, y ni siquiera consiguieron movilizar al pueblo en la
defensa de un régimen que no había prendido en la sociedad española.

c. La Década Ominosa (1823-1833)


Con las manos libres, el rey invalida, el primero de octubre, toda la legislación del
trienio y pone fin a este segundo intento de revolución liberal. Para respaldar el nuevo viraje
absolutista, buena parte del ejército francés permanecería en España durante cinco años.
Desde 1823 hasta su muerte, Fernando VII gobernó como monarca absoluto.
Recuperado su poder desató una durísima represión que golpeó, sobre todo, a políticos,
funcionarios, hombres de letras y oficiales del ejército. El país vuelve a cerrarse a las
novedades del pensamiento y la ciencia, a la vez que el ministro Calomarde suple con su
policía la labor represiva de la Inquisición, que el jefe militar francés impidió resucitar. Varios
miles de españoles se ponen a salvo en el exilio, donde conspiran abiertamente contra los
gobiernos de Fernando VII a la espera de su oportunidad. Durante los seis primeros años
estarán en Gran Bretaña y, a partir de 1830, el triunfo del liberalismo en Francia les ofrece un
acercamiento físico a España.
La nueva restauración absolutista de Fernando VII significó el restablecimiento
parcial del Antiguo Régimen, aunque ahora se introducen algunas reformas para lograr la
colaboración de los antiguos ilustrados y de los partidarios de un liberalismo templado. Sobre
los departamentos existentes se crea en 1823 el Consejo de Ministros, órgano de consulta del
monarca, en quien descansa el poder ejecutivo. Uno de los ministros más estables de los
gabinetes fernandinos, López Ballesteros, reorganiza la Hacienda, establece el presupuesto
anual del Estado y aborda el eterno problema de la deuda pública, agravado desde 1824 con la
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pérdida del imperio americano.
A partir de ese año se inaugura una fase de autarquía económica con el fin de
compensar lo perdido, roturándose nuevas tierras y reduciéndose el comercio exterior en
beneficio de la industria nacional. Las transformaciones impulsadas por los gobiernos de
Fernando VII encuentran eco en la iniciativa privada, que monta la primera siderurgia moderna
en Marbella y mecaniza fábricas textiles en Cataluña, al tiempo que la bolsa de Madrid abre sus
puertas. Pero ni la mejoría económica ni el crecimiento demográfico consiguen cambiar el
rostro de un país arruinado que arrastra sus viejos males: escasa credibilidad del Estado
respecto al pago de su deuda, agricultura estancada, bandolerismo, pésima red de caminos y
carreteras, etc.
Dos graves amenazas gravitaron de continuo sobre los gobiernos de Fernando VII: de
un lado, los liberales exaltados, con sus principales dirigentes en el exilio o agazapados en
sociedades secretas, siempre dispuestos a preparar levantamientos que, carentes de apoyo
social, se saldan con la ejecución de sus dirigentes (El Empecinado, Torrijos); de otro, los
realistas puros o ultras, el sector más reaccionario y clerical del absolutismo, que desconfían
de Fernando VII, al que acusan de transigir con los liberales. Su brazo armado es el cuerpo de
voluntarios realistas, las partidas que lucharon contra el liberalismo del trienio y que ahora se
sienten despreciadas por los militares.
A partir de 1826, el movimiento adquiere más fuerza y se identifica con la figura de
Carlos María Isidro, hermano del monarca y su supuesto heredero, por falta de descendencia
real. En la primavera del año siguiente, la rebelión de los realistas "agraviados" o malcontents,
como ellos se llamaban, azota las zonas rurales de Cataluña. Otros levantamientos en Navarra,
Castilla y La Mancha son castigados con gran dureza.
Toda esta gran inestabilidad política se ve aumentada en 1830. La revolución liberal ha
triunfado en Francia, por lo que los absolutistas españoles no podían esperar ya más ayuda de
sus vecinos, y en Madrid, la cuarta mujer de Fernando VII, María Cristina, le ha dado una
heredera, la princesa Isabel. Antes de su nacimiento, su padre había hecho publicar una
Pragmática Sanción, redactada por las Cortes en 1789, que restablecía la sucesión tradicional
permitiendo reinar a las mujeres. Esto significaba un triunfo de los círculos liberales que se
reúnen en torno a la reina María Cristina con el fin de promover una cierta apertura del
régimen.
Los partidarios de Carlos aprovechando la grave enfermedad del rey, obtienen en 1832,
por medio del ministro Calomarde, un nuevo documento en el que se deroga la Pragmática
Sanción. El complot, sin embargo, se vuelve en contra de sus protagonistas. Recuperado
Fernando VII, confirma los derechos sucesorios de su hija Isabel, se deshace de sus
colaboradores más reaccionarios y forma un nuevo gabinete, presidido por Cea Bermúdez, que
busca apoyos del liberalismo moderado y autoriza el retorno de los exiliados, al tiempo que
toma medidas contra los voluntarios realistas. En septiembre de 1833 muere Fernando VII, y su
viuda, María Cristina, hereda en nombre de su hija Isabel la corona de España, que
también reclama para sí Carlos María Isidro, apoyado por los últimos defensores del Antiguo
Régimen, los carlistas, que llevaban unos meses preparando su levantamiento.

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TEMA B.2. LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL (1833-1868):

1. Las Regencias y el problema carlista (1833-1843). 2/ La Década Moderada (1844-1854). 3/


El Bienio Progresista y la vuelta al moderantismo. El territorio de Castilla-La Mancha en la
época de Isabel II.

1.- LAS REGENCIAS Y EL PROBLEMA CARLISTA (1833-1843)

La Primera Guerra Carlista (1833-1840)


A la muerte de Fernando VII, la lucha por la sucesión entre los partidarios de Carlos
María Isidro (Carlistas) y los de la niña Isabel II (Isabelinos) dio lugar a una guerra civil que
enfrentó a absolutistas y liberales. Tuvo su principal teatro de operaciones en el País Vasco y
Navarra, aunque se extendió también a zonas montañosas de Cataluña, Aragón y Valencia.
Murieron casi 200.000 personas, cuando el país rondaba los trece millones de habitantes.
Dos formas distintas de concebir el Estado, el gobierno y la sociedad se encontraron en
el campo de batalla con el pretexto de una guerra de sucesión dinástica. Mientras la reina
regente María Cristina busca la ayuda del liberalismo, desde la primera semana del nuevo
reinado se concentran partidas absolutistas en distintos lugares del país. El absolutismo
monárquico, la intransigencia religiosa y la defensa de los fueros y del régimen
tradicional de propiedad de la tierra constituyen los elementos fundamentales de la ideología
carlista. Bajo la bandera de la religiosidad, la monarquía y la tradición, el carlismo fue una
reacción rural contra el progreso político y cultural de la ciudad.
El bando isabelino reacciona con lentitud, sin darse cuenta de que la sublevación
ganaba terreno. Esto lo aprovecha el general guipuzcoano Tomás de Zumalacárregui,
estratega formidable, para conformar un ejército en toda regla, con un gran conocimiento del
terreno. Los ataques por sorpresa y la movilidad de sus tropas reportaron a los carlistas sus
primeros éxitos ante el ejército de la reina y el afianzamiento de la sublevación en el País
Vasco y Navarra. En las zonas controladas por Carlos María Isidro se declararon nulas todas
las medidas desamortizadoras. La propaganda carlista manifestaba, asimismo, el contraste
entre la alegre María Cristina, rodeada de divertidos palaciegos, y su cuñado don Carlos,
meticuloso en sus devociones con una corte austera.
La toma de las capitales del País Vasco era la obsesión de los líderes carlistas. En 1835
el asedio de Bilbao terminó en un fracaso y se cobró la vida de Zumalacárregui. En diciembre
de 1836, después de la batalla de Luchana, el general Espartero levanta el sitio de Bilbao. A
este fracaso le sigue las de las expediciones del general Gómez, que recorre toda España, y,
sobre todo, la llamada Expedición Real, encabezada por el propio Carlos María Isidro que
estando a las puertas de Madrid decide retirarse. A partir de ahí, la crisis interna del carlismo, la
fatiga de la tropa y los civiles, facilita el camino hacia el final de la guerra, que se hace
inminente cuando Maroto, jefe supremo del ejército carlista, manda fusilar a los generales
contrarios al acuerdo de paz. Sus conversaciones secretas con Espartero culminaron en el
Convenio de Vergara, de agosto de 1839, que prepara el término de la contienda. El general
liberal se comprometía a recomendar al gobierno el mantenimiento de los fueros vascos,
mientras que los pactistas de Maroto, con sus pagas y ascensos asegurados, reconocían a Isabel
II como reina. La pacificación del País Vasco permite a los liberales concluir la guerra en 1840,
con el sometimiento de los focos del Maestrazgo y Cataluña, e implantar en España el régimen
constitucional.
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Pese a su derrota, el carlismo, como movimiento de protesta contra las corrientes
dominantes de la época (liberalismo, capitalismo, industrialización e irreligiosidad), contó con
el apoyo del clero conservador, la pequeña nobleza, los campesinos de las provincias vascas,
Cataluña, Navarra y Valencia. Volviendo a manifestarse en dos guerras más en 1848-49 y la
III Guerra Carlista de 1872-76.

Las regencias (1833-1843)


Al tiempo que con la muerte de Fernando VII se iniciaba la guerra civil por su sucesión,
comenzaba la construcción de la nueva España liberal. La corona se convirtió en el factor
decisivo del proceso político. En enero de 1834 Martínez de la Rosa intentó lograr un equilibrio
entre liberales moderados y exaltados que se habían ofrecido a ayudar a María Cristina. El
primer resultado fue la elaboración del Estatuto Real; una "Carta otorgada" por la reina
regente que no regulaba los poderes ni recogía declaración alguna de derechos. Los liberales
radicales, que se opusieron al Estatuto, proponían una auténtica Constitución -elaborada desde
la soberanía nacional-, o bien, la vuelta a la de 1812.
En 1836 la incertidumbre de la guerra civil, la situación desastrosa de la Hacienda y el
malestar general provocó revueltas. En agosto, un motín de los sargentos en la residencia real
de La Granja obligó a la regente a suprimir el Estatuto Real y restaurar la Constitución de
1812 para poder convocar unas Cortes Constituyentes que trajeran la nueva Constitución.
Las dos tendencias que en esos momentos dividían el mundo liberal, la moderada y la
progresista, desencadenan el juego político que iba a durar hasta 1868. Entre los moderados y
los progresistas - hasta entonces exaltados- no había demasiadas diferencias: admitían la
redacción de una Constitución, unas cortes elegidas mediante sufragio censitario y la
necesidad de un régimen con opinión pública y con libertades individuales.
El modelo moderado, integrado por liberales "doceañistas" -seguidores de la moderada
ideología de Jovellanos-, deseaba construir un Estado centralizado, donde la soberanía
residía en las Cortes con el rey. Para que el poder estuviera controlado por las clases
propietarias, dejando de lado a las clases populares, el sufragio era muy restringido: solamente
podrían elegir diputados o senadores aquellos que pagaran al Estado una determinada cantidad
anual en concepto de contribución por la propiedad, o que tuvieran una determinada profesión.
El modelo progresista estaba respaldado por las clases medias: propietarios medios de
la tierra, comerciantes e intelectuales universitarios. Sostuvieron que la soberanía residía en la
nación que tenía su representación exclusiva en las Cortes; dicha institución era, por tanto, la
portadora del poder legislativo. Defendían el sufragio censitario, aunque ampliaban la
participación ciudadana al rebajar la cantidad de contribución anual exigible. Partían de la
idea de que la mejor forma de superar los problemas que afectaban al país era atender su
desarrollo económico, para ello se precisaba eliminar las barreras que frenasen los
intercambios entre los países.
De acuerdo con lo establecido en la constitución de 1812, se celebraron en los meses de
septiembre y octubre de 1836 las elecciones para diputados a las Cortes Constituyentes. La
nueva Constitución fue promulgada en junio de 1837. Los aspectos más progresistas de esta
Constitución y que, con posterioridad intentarán eliminar los moderados, fueron los referentes a
la libertad de prensa y al poder otorgado a los ayuntamientos. Las corporaciones
municipales -alcalde y concejales- serían elegidas por los vecinos sin intervención del poder
central. El texto señalaba que la Milicia Nacional, compuesta por ciudadanos voluntarios para
mantener el orden, dependería directamente de los ayuntamientos, cuestión a la que se oponían
los moderados.
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Los liberales retomaron las medidas desamortizadoras. La más importante, promovida
por Mendizábal, fue la desamortización de los bienes del clero regular (1836-37), que
conllevaba la supresión de numerosas órdenes religiosas, la nacionalización de sus bienes y la
venta en pública subasta de los mismos. La finalidad principal no fue la de una reforma agraria
que solucionara el problema de la tierra, sino la de conseguir financiación para sufragar la
deuda pública y los gastos de la guerra civil. Esta medida, unida a la supresión de señoríos
y mayorazgos, así como de la Mesta y los gremios, supuso la culminación del programa del
liberalismo económico, convirtiendo la antigua propiedad vinculada y de manos muertas del
Antiguo Régimen en propiedad libre que podía comprarse y venderse. El campesinado, lejos de
verse beneficiado, se vio perjudicado con estas medidas, ya que los nuevos terratenientes
elevaron las rentas.
Tras el fin de la guerra con los carlistas, el prestigio del general progresista Espartero
era grande, pero creció aún más cuando en 1840 defendió los alzamientos de las provincias
frente al proyecto de Ley de Ayuntamientos que un gobierno moderado había presentado: por
él se reducía el poder independiente de los ayuntamientos al establecer que los alcaldes no
serían elegidos, sino nombrados por los gobernadores provinciales, con lo que se conculcaba la
constitución. Pese a esto, la reina gobernadora firmó la ley en julio; pero con la firma llegaron
los desórdenes, y María Cristina decidió viajar a Francia, renunciando a gobernar.
Se formó entonces un breve Ministerio-Regencia, presidido por Espartero, que duró
hasta 1841, año en que las Cortes lo eligieron regente. Su mandato estuvo salpicado de
revueltas encabezadas por generales moderados partidarios de María Cristina. O'Donnell y
Narváez comienzan la época de los llamados “espadones”, militares que jugarán un papel
protagonista en la política. Espartero fue expulsado del poder en julio de 1843, una vez que
tanto moderados como progresistas decidieron acabar con su excesivo poder personal. Isabel II
es declarada mayor de edad y Reina con 13 años

2.- LA DÉCADA MODERADA (1843-1854)

Una vez que Espartero había sido despojado de la Regencia y que Isabel II había
sido declarada mayor de edad, en los últimos meses de 1843, los moderados comenzaron a
desplazar definitivamente a los progresistas del poder y a poner en marcha el modelo
moderado, reformando la constitución de 1837, entonces en vigor. Cuando Narváez llegó a la
presidencia del Gobierno, en mayo de 1844, inició una serie de reformas que limitaban las
libertades propuestas por los progresistas y procedían al robustecimiento del poder de la
corona y a la organización de una administración centralista, configurando un modelo que
favorecía a los sectores tradicionales a los que se une la burguesía de negocios y la nueva
propietaria de tierras desamortizadas:
●La preocupación de los moderados por el orden implica que los sectores populares
queden alejados del poder. En este sentido, las disposiciones de los progresistas sobre la
libertad de prensa -libertad de expresión-, sobre los ayuntamientos, con alcaldes
elegidos por votación popular, quedan anuladas. A fines de 1843, el gobierno presidido
por González Bravo suprime la Milicia Nacional (con ello se acababa con la fuerza de
choque del partido progresista), a la vez que crea la Guardia Civil, para salvaguardar el
orden público y la propiedad privada. En julio de 1845 se dio paso a un control de la
imprenta y de la prensa por parte del Gobierno. También la reforma de los
ayuntamientos delimitaba la función de los alcaldes, haciéndolos depender del poder
central al ser nombrados por el Gobierno.
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●La Constitución de 1845, aunque fue presentada como una reforma para mejorar la de
1837, en realidad se trataba de un texto nuevo, claramente moderado: la soberanía era
dual, compartida entre el rey y las Cortes. Así, ahora eran el rey y las Cortes quienes
decretaban la Constitución, y no solamente las Cortes, como había sucedido en 1812 o
en 1837. De ahí que la reforma política más importante fuera la supresión de las
limitaciones de los poderes del rey -de la reina, en este caso- y el aumento de los
mismos, con la consiguiente pérdida de autonomía de las Cortes.
●Otro punto destacado de la Constitución fue la declaración categórica de que la religión
de la nación española era la católica, apostólica y romana. Por aquel entonces, los
moderados intentaban restablecer completamente las relaciones con el Papa, después de
la ruptura provocada por la desamortización de Mendizábal, y negociaron un
concordato que se firmaría en 1851. El concordato fijaba la intervención que se
concedía a los obispos en la enseñanza y la capacidad de censurar las obras sobre
religión y moral. A cambio los gobiernos moderados iban a conseguir la aceptación por
Roma de que los bienes desamortizados quedaran en manos de sus propietarios, y la
renovación del derecho de presentación de obispos. Cuando quedaba vacante alguna
diócesis, el Gobierno gozaba del derecho de proponer tres nombres para que Roma
eligiera entre ellos al nuevo obispo, lo cual significaba que, en adelante, los gobiernos
propondrían a adictos a sus programas y pretensiones.
●La organización de la administración. Se plasmó en un proyecto de Código Civil
centrado en la defensa de la propiedad privada. De acuerdo con este interés, y como
complemento al proyecto, se publicó en 1848 el nuevo Código Penal. La
centralización y organización administrativa quedó consolidada y uniformada
mediante leyes que concentraban en los gobernadores civiles la autoridad en cada
provincia y haciendo depender de ellos a los alcaldes de las poblaciones. En todo caso,
se respetaron los fueros de Navarra y de las provincias Vascongadas por temor a un
rebrote carlista. Finalmente se centralizó la instrucción pública y se organizó la
enseñanza en sus distintos niveles según el modelo francés. La Ley Moyano, declaraba
la obligatoriedad de la Enseñanza Primaria, pero al hacer responsables a los
ayuntamientos, muchos de éstos no tenían recursos para dotar escuelas. La tercera de
las reformas, y quizá la más urgente, fue la hacendística. Para salir de la crisis constante
de la Hacienda estatal, se refundieron los innumerables impuestos antiguos en unos
pocos de corte moderno, a fin de racionalizar su cobro. Tal reforma se concretó en
nuevas contribuciones directas -territoriales, industriales y de comercio-. Pero, al no
estar apoyada por unas estadísticas fiables, no se pudo evitar que prosiguiera el fraude
y la evasión fiscal por lo que hubo de recurrirse de nuevo a potenciar los impuestos
indirectos, y en especial, el impopular sobre los consumos.

3.- EL BIENIO PROGRESISTA (1854-1856) Y LA VUELTA AL MODERANTISMO


(1856-1868)

El escandaloso favoritismo en todos los campos de la vida social y la generalizada


corrupción existente en la política económica y financiera de los gobiernos moderados
provocaron reacciones y movimientos subversivos en amplios sectores de la opinión liberal,
incluida la moderada, que finalmente llevaron a la calle a las clases populares. La revolución de
1854 trajo consigo un cambio de rumbo en la orientación política del país.

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El procedimiento utilizado fue el pronunciamiento. En estos años en que los militares
estaban al frente de la política de los partidos, el pronunciamiento equivalía en la práctica a que
un general sustituyera al también general que hasta ese momento había tenido el poder.
En julio de 1854, una fracción del ejército encabezada por el general moderado
O'Donnell se pronunció en Vicálvaro, enfrentándose a las tropas del Gobierno. El resultado
de la acción quedó indeciso y O'Donnell se retiró camino de Andalucía. En Manzanares se le
unió el general Serrano y ambos decidieron lanzar un Manifiesto al país con promesas
progresistas. Desde que se produjo su difusión, las agitaciones populares proliferaron y casi
toda España se insurreccionó, de modo que el alzamiento militar moderado quedó desbordado
y convertido en un movimiento popular y progresista, que en algunos lugares –principalmente
en Barcelona- tuvo dimensiones obreristas. A la vista de los acontecimientos, la reina Isabel II
decidió entregar el poder a la principal figura del progresismo, el general Espartero.
Finalizaba así la Década Moderada y comenzaba lo que se llamó el Bienio Progresista,
que duraría hasta septiembre de 1856, un tiempo en el que los gobiernos se esforzaron por
poner en práctica medidas genuinamente liberales. En este sentido, su preocupación por
liberalizar los derechos individuales y el mecanismo electoral, ensanchando así la base de
los votantes, facilitó que salieran a la luz corrientes políticas que habían sido reprimidas
durante el régimen anterior. A la izquierda del progresismo se consolidaron las opciones
demócrata y republicana; ésta recogía, a su vez, corrientes como el socialismo y el
federalismo. A la vez, el carlismo volvió a dar señales de vida, promoviendo partidas armadas
en el campo, y el incipiente movimiento obrero ensayó sus primeras fórmulas de acción,
incluida la huelga general.
Las principales reformas que ponen en marcha los gobiernos progresistas son:

● Elaboración de un proyecto de Constitución (1856) que no fue promulgada -non-nata-


debido a las largas discusiones y a los sucesos políticos acontecidos. El texto refleja
más genuinamente que ningún otro documento el ideario del partido progresista: la
soberanía nacional, el establecimiento de limitaciones al poder de la Corona, la vuelta
de la Milicia Nacional, los alcaldes elegidos por los vecinos y no designados por el
poder central, un Senado elegido por los votantes y no por designación de la Corona, y
tolerancia religiosa.

● Culminación del proceso desamortizador (1855). Conocido como desamortización


general, fue promovido por el ministro de Hacienda, Pascual Madoz, y afectó no sólo
a las posesiones de la Iglesia, sino sobre todo a las tierras comunales y de propios de
los municipios, que se vendieron en subasta pública. Si bien supuso un impulso
económico, lo cierto es que arruinó a los municipios, que perdieron autonomía
financiera, y a los campesinos pobres que se beneficiaban del uso de las tierras
comunales.

● La reordenación económica con el fin de consolidar un mercado de ámbito nacional.


Se aprobaron una serie de leyes económicas para atraer capitales extranjeros, relanzar la
actividad crediticia de los bancos y fomentar lo que era considerado como el exponente
máximo de la industrialización: el ferrocarril. La Ley de Ferrocarriles garantizaba
rentabilidad a las inversiones, lo que supuso un impulso a la construcción de vías
férreas, sobre todo por empresas francesas.

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Durante el Bienio progresista estallaron conflictos sociales en diversas industrias.
Fueron huelgas organizadas por sociedades obreras en Barcelona y su entorno. Todas ellas
culminaron en la huelga general de julio de 1855, la más importante hasta entonces. A ella se
unieron motines de subsistencia en Aragón y Castilla, que fueron duramente reprimidos.
En julio de 1856 el general Leopoldo O'Donnell dio un auténtico golpe de Estado
contra la mayoría parlamentaria y desplazó del poder al general Espartero y al partido
progresista. De este modo, el Bienio acabó como había comenzado, es decir, a tiros y con
derramamiento de sangre en las calles de Madrid, para acabar con la resistencia de la Milicia
Nacional.
O'Donnell asumió la presidencia del Gobierno con el respaldo de su nuevo partido, la
Unión Liberal, y presentó los objetivos principales de su política: consolidación de la
monarquía constitucional; respeto a "los legítimos derechos y legítimas libertades";
restablecimiento del orden público, y conciliación de las dos grandes tendencias liberales, la
moderada y la progresista, frente a demócratas, republicanos y movimiento obrero.
La preocupación principal de los gobiernos liberales en esta etapa fue restaurar el
orden (entendiendo como tal la ausencia de conflictividad social). Se produjo, durante algo
más de una década, la alternancia en el Gobierno de dos fuerzas políticas: los moderados,
dirigidos por Narváez, y la Unión Liberal de O'Donnell, que pretendía ser de centro y
aglutinar a los moderados de izquierda y a los progresistas. En esta fuerza política destacaron
militares como Francisco Serrano y Juan Prim, o civiles como Antonio Cánovas del Castillo.
Sus miembros también fueron llamados unionistas.
Los gobiernos de este período se caracterizaron por su insistencia en el progreso
económico como objetivo supremo de la política. Por esta razón se incrementaron las
inversiones públicas (vinculadas en numerosas ocasiones a los negocios particulares de muchos
dirigentes políticos). En esta época concluyó la realización de dos obras públicas de enorme
relevancia: el tendido ferroviario (1856-1866) y el Canal de Isabel II (1858), que abastecería a
Madrid de agua.
En política exterior se quiso restablecer el prestigio de España y restaurar su papel
como potencia internacional, siempre de acuerdo con los intereses de Francia y del Reino
Unido. Además, con esta política se fomentaba el nacionalismo en la opinión pública. La
intervención militar más importante tuvo como escenario Marruecos (1859-1860). El pretexto
fue la defensa de Ceuta y Melilla de los ataques de las tribus rifeñas. En esta guerra adquirió
prestigio militar y popular el general Prim. España obtuvo el territorio de Ifni, una región del
sudoeste de Marruecos que disponía de bancos pesqueros.
En política interior la actuación del Gobierno se fundamentó en los principios de la
Constitución de 1845; no obstante, volvió a fracasar en el intento de lograr la alternancia
pacífica en el poder de los distintos grupos liberales. Los equipos ministeriales eran
nombrados o destituidos según el favor y la confianza de la reina y sus camarillas; para acallar
a la oposición, el Gobierno clausuraba las Cortes y reforzaba la represión.
Por otra parte, prosiguieron las insurrecciones de los grupos que se consideraban
marginados del poder, como los progresistas, que comenzaron a colaborar con los
demócratas. Las conspiraciones alentadas por estos grupos no iban dirigidas solo contra el
Gobierno, sino contra la reina misma, ya que Isabel II, apoyada en su camarilla de la corte,
supeditó siempre sus deberes de reina constitucional a sus escrúpulos de católica conservadora.
La reina acabaría "militando" en el partido moderado. Los progresistas venían siendo su
pesadilla por diversos motivos: habían llevado a cabo la desamortización de los bienes del
clero, habían provocado la ruptura de las relaciones diplomáticas con Roma, simpatizaban por
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entonces con los líderes de la unidad italiana -Cavour y Garibaldi- y, por tanto, estaban en
contra de los derechos del Papa sobre los llamados Estados Pontificios.
Entre los muchos disturbios destacó la protesta estudiantil universitaria conocida como
la Noche de San Daniel (1865) o la sublevación de los sargentos del cuartel de San Gil
(1866), ambos en Madrid.
En los años anteriores a 1868, todo el mundo sabía que Prim y otros generales estaban
conspirando. Pero fue después del fracaso de la sublevación del cuartel de San Gil, en 1866,
cuando comprendió que había que aunar las máximas fuerzas militares y civiles posibles. De
esta forma, pactó en Ostende (Bélgica, 1866) una alianza con el partido demócrata, que se
había escindido del progresista, sobre dos bases: la destrucción de todo lo existente,
políticamente hablando, y la construcción de un orden nuevo por medio de unas Cortes
Constituyentes elegidas por sufragio universal. Tras la muerte de los dos apoyos principales de
la reina, O'Donnell (1867) y Narváez (1868), incluso los unionistas se adhirieron al pacto.
A todo ello contribuyó la crisis económica general que se manifestó a partir de 1866.
Fue una crisis de subsistencia que trajo escasez de cereales, alza de precios, hambre,
enfermedades y una grave crisis financiera. Estas dificultades afectaron a toda la burguesía de
los negocios, que era, precisamente, la que en 1833 había optado por defender con su dinero el
trono de Isabel II frente a las pretensiones de los carlistas. Todos estos factores desencadenaron
la revolución en 1868 que pondría fin al reinado de Isabel II.
Castilla-La Mancha se va a ver sacudida por la Primera Guerra Carlista, sobre todo por
la existencia de partidas carlistas en los Montes de Toledo y Sierra Morena, mientras que
Toledo va a ser una de las provincias más afectadas tanto por la desamortización eclesiástica de
Mendizábal (1836) como por la desamortización civil de Pascual Madoz (1855).

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TEMA B.3. EL SEXENIO DEMOCRÁTICO (1868-1874). ECONOMÍA Y
SOCIEDAD ESPAÑOLAS EN EL SIGLO XIX.

1. La evolución política del Sexenio Democrático. 2/ La economía española del siglo XIX:
agricultura, industria y transportes. 3/ La sociedad española del siglo XIX: del estamentalismo
a la sociedad de clases.

1. LA EVOLUCIÓN POLÍTICA DEL SEXENIO DEMOCRÁTICO

Esta etapa se denomina Sexenio democrático porque constituyó el primer intento de


establecer en España una democracia basada en el sufragio universal masculino. Se abordaron
novedosas fórmulas: la democracia, la república y el federalismo, para integrar a las masas
populares en el nuevo Estado nacional.

La revolución de 1868
Tras el fracaso de la sublevación del cuartel de San Gil, en 1866, el general Prim
comprendió que había que aunar las máximas fuerzas militares y civiles posibles para llevar a
cabo un cambio profundo. El Pacto de Ostende (Bélgica) en 1866, significó una alianza de los
progresistas con el partido demócrata e incluso con parte de los unionistas para acabar con el
reinado de Isabel II. A todo ello contribuyó la crisis económica general que se manifestó a
partir de 1866. Fue una crisis de subsistencias que trajo escasez de cereales, alza de precios,
hambre, enfermedades y una grave crisis financiera.
El origen del Sexenio democrático es la Revolución de septiembre de 1868, conocida
por sus partidarios como la Gloriosa. Se inició con un pronunciamiento militar en Cádiz
dirigido por los generales Prim y Serrano, líderes respectivos de progresistas y unionistas. A
ellos se unió el almirante Topete, también unionista, al mando de la Armada. El manifiesto de
los sublevados se titulaba España con honra y proponía un gobierno provisional y el sufragio
universal, al tiempo que criticaba a la reina. La insurrección se propagó por numerosas
ciudades y obtuvo el apoyo popular, generalmente organizado por los demócratas, que
organizaron juntas revolucionarias. Las tropas leales a la reina fueron derrotadas en Alcolea
(Córdoba) por las de Serrano. Isabel II, que estaba veraneando en Lekeitio (Vizcaya), optó por
partir hacia Francia.

Gobierno provisional y regencia


Tras el triunfo de la insurrección se formó un gobierno provisional que debía preparar
la elección de unas Cortes Constituyentes. Estaba presidido por Serrano y compuesto por
progresistas (Prim, Sagasta, Ruiz Zorrilla) y unionistas (Topete). Del Gobierno provisional
estaban excluidos los demócratas, los cuales tenían una gran influencia en las populares juntas
revolucionarias de las ciudades, desde las que se reclamaba la implantación de derechos
democráticos (sufragio universal, libertad de imprenta, de culto y de asociación) y la supresión
de los consumos y de las impopulares quintas. Las juntas fueron disueltas con una gran
oposición de las mismas en muchas ciudades del sur, pero a cambio, se procedió a cumplir la
mayor parte del programa demócrata con la excepción del asunto de las quintas.
El gobierno provisional convocó elecciones a Cortes Constituyentes en enero de 1869,
las primeras que se celebraban en España mediante sufragio universal masculino. Las fuerzas
políticas que concurrieron a estas elecciones eran: Los carlistas, tradicionalistas, que
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aceptaron el juego parlamentario de forma temporal hasta que reavivaron la guerra al no poder
colocar a su pretendiente al trono; los alfonsinos, lideradospor Antonio Cánovas del Castillo,
reivindicaban la restauración monárquica, encarnada en Alfonso, el hijo de Isabel Il; los
partidos que apoyaban al Gobierno, unionistas, progresistas y demócratas, defendían una
monarquía parlamentaria y democrática, venciendo en las elecciones, aunque tras aprobar la
Constitución de 1869, acabaron disgregándose; el Partido Republicano Federal, además del
cambio de régimen, incluía medidas como la abolición de las quintas, la supresión de la
esclavitud en las colonias y una legislación social que protegiera a los trabajadores.
La tarea fundamental de las Cortes fue elaborar la Constitución de 1869, de carácter liberal
y democrático. Su contenido proclamaba la soberanía nacional, establecía una nítida división
de poderes e incluía una declaración de derechos individuales, naturales e inalienables,
entre ellos se encontraban algunos que no figuraban en las constituciones anteriores, como el
derecho de reunión y asociación o la inviolabilidad del domicilio y la correspondencia.
Una vez aprobada la Constitución de 1869 fue nombrado regente el general Serrano; esta
era una solución transitoria hasta que se encontrara un nuevo monarca. El nuevo régimen tuvo
que afrontar una serie de graves problemas, entre los que destacaron:
● Insurrecciones obreras y republicanas. En el último tercio del siglo XIX, muchos
trabajadores identificaban el término república con cambios profundos: distribución de
bienes (reparto de tierras en el caso del campo andaluz) y justicia social. Así, no
tardaron en estallar sublevaciones en Andalucía y Cataluña. A estos conflictos se
añadieron los motines de subsistencia, los promovidos contra las quintas y las
huelgas industriales organizadas, primeros pasos de un movimiento obrero que,
influido por el anarquismo, comenzaba a alejarse de los partidos políticos dirigidos por
la burguesía y a crear la Federación Regional Española, dentro de la Primera
Internacional.
● Las dificultades de la Hacienda estatal. Laureano Figuerola, ministro de Hacienda
durante la mayor parte del período, estableció la peseta como única moneda nacional
(1868); rebajó los aranceles aduaneros en contra de los intereses proteccionistas; e
inició, con la promulgación de la Ley de Minas (1868), la llamada "desamortización
del subsuelo», es decir, la venta de las minas, hasta entonces un monopolio de la
corona, a empresas privadas (generalmente extranjeras) para que las explotasen.
● La Guerra de Cuba. Con el Grito de Yara (1868), comienza la primera fase de la
guerra de la independencia cubana que, aunque acabará en 1878, plantará la semilla de
la independencia definitiva.
● La búsqueda de un rey. Para ocupar la corona española se pensó en distintos
candidatos. Finalmente, el elegido fue Amadeo, de Saboya, hijo del rey de la recién
unificada Italia. Las presiones de Prim para que este candidato fuera elegido resultaron
decisivas. El nuevo rey, Amadeo I desembarcó en España el 30 de diciembre de 1870;
pocos días antes, su principal valedor, Prim, era asesinado.

El reinado de Amadeo I (1871-1873)


El reinado de Amadeo I duró dos años, desde enerode 1871, a febrero de 1873, fecha en
la que abdicó. Este monarca fue considerado un intruso por los partidarios de los Borbones,
tanto carlistas como isabelinos; también tuvo el rechazo de los republicanos. Se encontró, pues,
con pocos apoyos políticos y sociales. A su llegada a España tuvo que hacer frente, entre otros
problemas, a la Guerra de Cuba y a la Tercera Guerra Carlista, que comenzó en 1872.

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Además, su principal valedor, Prim, es asesinado, y la coalición gubernamental
comenzó a disgregarse, provocando una gran inestabilidad política: en apenas dos años se
convocaron en tres ocasiones elecciones generales a Cortes y se sucedieron seis gobiernos.
El fracaso de su reinado se debió a no contar con apoyos: la nobleza, siempre fiel a la
derrocada Isabel II y aleccionada por el clero más conservador, consideró a don Amadeo I -por
ser Saboya- enemigo del Papado y responsable de la reducción territorial del Vaticano; de
modo que optó por hacerle el vacío y simpatizar con el nuevo partido alfonsino de Cánovas,
quien, por otro lado, estaba procurando ganarse el apoyo de la alta burguesía, preocupada por la
inestabilidad política, negativa para la marcha de sus negocios.
Mantener la monarquía sin el apoyo de fieles monárquicos era cuestión difícil, máxime
cuando había oposiciones declaradas: los carlistas, iniciando levantamientos en favor del
pretendiente don Carlos; los republicanos, y el ascendente movimiento obrero, que, sustentado
en los principios del anarquismo e integrado en la Asociación Internacional de Trabajadores
(AIT), estaba dispuesto a acabar con la propiedad privada y el Estado.
Amadeo entregó su acta de abdicación el 11 de febrero de 1873. Inmediatamente, el
Congreso y el Senado, constituidos en una sola Asamblea Nacional, dispusieron, de forma
ordenada y pacífica, la proclamación de la república. Ésta había al fin llegado porque la
monarquía se había quedado sin posibilidades de actuación.

La Primera República (1873-1874)


La república no supuso una ruptura con el periodo anterior, sobrevino con un escaso
apoyo, tanto popular como parlamentario, ya que la mayoría de las cortes era claramente
monárquica. Pero tanto el proceso de búsqueda de rey, que no se deseaba repetir, como la
llegada de la III República a Francia, jugaron a favor de su establecimiento.
Se procedió a formar un Gobierno, presidido por el republicano Estanislao Figueras.
En mayo se celebraron elecciones a Cortes Constituyentes, y el partido gobernante obtuvo la
mayoría (un 90 % de los votos), aunque la abstención fue elevada (más del 60 % del
electorado).
En junio de 1873 se reunieron las nuevas Cortes constituyentes que proclamaron la
República federal. El nuevo Gobierno, presidido por Pi y Margall, inició el proceso de
elaboración de una Constitución, que se plasmó en un proyecto constitucional (1873). En él,
el país quedaba dividido en diecisiete estados federados. Además, se intentó poner en marcha
una política social de reparto de tierras, que no se llevó a cabo. A este proyecto se opusieron
sobre todo los republicanos intransigentes que promovieron un movimiento federalista
espontáneo construido desde abajo a partir del verano de 1873, combinado con algunas
medidas de carácter social. Abandonaron las Cortes, regresaron a sus ciudades y comenzaron a
proclamar la independencia de las mismas, cobrar impuestos y levantar milicias armadas. Este
movimiento fue conocido como cantonalismo porque se formaron cantones (municipios
autónomos) en Levante, Murcia y Andalucía. Entre ellos, destacaron el de Málaga, que
pervivió hasta septiembre y, sobre todo, el de Cartagena. Este cantón resistió hasta enero de
1874. El cantonalismo, con alguna excepción, fue una revolución protagonizada por una clase
media radicalizada con participación de trabajadores de las ciudades.
En este contexto, y ante la negativa de sofocar el movimiento cantonalista mediante las
armas, Pi y Margall presentó su dimisión en julio, siendo sustituido por Nicolás Salmerón.
La República dio un giro hacia la derecha, apoyándose en el ejército, en especial en militares
alfonsinos que habían luchado contra los carlistas, como los generales Pavía y Martínez
Campos. Salmerón dimitió en septiembre por negarse a firmar dos penas de muerte.
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Emilio Castelar fue nombrado presidente. Sus esfuerzos se centraron en aniquilar la
revuelta cantonalista y en poner fin a la guerra carlista. Para ello pidió poderes especiales a las
Cortes que le permitieron gobernar por decreto hasta enero de 1874. Recortó varios derechos,
inició la persecución de los internacionalistas, declarando fuera de la ley a la Federación
Regional Española, disolvió las milicias y regresó el modelo de quintas. En enero de 1874, los
republicanos le obligaron a reabrir las Cortes. La sesión de las Cortes fue interrumpida por el
general Manuel Pavía, que entró en el edificio con fuerzas de la Guardia Civil y las disolvió
sin apenas resistencia.
El año 1874 fue un período de transición entre la I República y la Restauración de los
Borbones en el trono durante el cual el poder pasó a manos del general Serrano, quien
continuó con la línea autoritaria de Castelar. Formalmente continuaba existiendo un régimen
republicano, pero sin Constitución en vigor ni convocatoria de Cortes. La Guerra de Cuba y la
Tercera Guerra Carlista proseguían. El pronunciamiento del general Martínez Campos en
Sagunto (29 de diciembre de 1874), acabó con el Sexenio revolucionario e impuso la
Restauración monárquica.

2. LA ECONOMÍA ESPAÑOLA DEL SIGLO XIX: AGRICULTURA, INDUSTRIA Y


TRANSPORTES

La economía española en el siglo XIX se caracteriza por su lento y desigual


crecimiento. Mientras que Cataluña, País Vasco y en menor medida Madrid logran una
industrialización tardía, las zonas agrarias interiores y del sur mantienen una economía
fundamentalmente agraria.
Las causas de este lento crecimiento son de distinta índole: fundamentalmente, a las
limitaciones naturales se unen los procesos políticos e institucionales, que en la mayoría de los
casos, dificultaron más que impulsaron la industrialización:
1.- Lento crecimiento de la población. Si bien se produce un crecimiento de la población,
pasando de 11 millones a comienzos de siglo, a 18 millones a finales del mismo, se trata de un
crecimiento débil y fundamentalmente centrado en el último tercio de siglo. Además, mientras
que gran parte de los países europeos han abandonado el régimen demográfico antiguo,
reduciendo considerablemente su mortalidad, España mantiene un régimen demográfico
antiguo caracterizado por una elevada tasa de natalidad, una también elevada tasa de
mortalidad y, en consecuencia, un crecimiento escaso y, cuando inciden epidemias de cólera
(1855), incluso negativo. A esto habría que sumarle las guerras, sobre todo la de la
Independencia (1808-1814), la primera guerra Carlista (1833-1840) y la tercera guerra Carlista
(1872-1876). Por último, el último tercio de siglo conoce fuertes migraciones desde la cornisa
cantábrica hacia América y desde el Mediterráneo hacia el norte de África y Francia.
2.- Una agricultura escasamente productiva. A las limitaciones del medio físico como la
pobreza de la tierra, salvo en el Valle del Guadalquivir y huertas litorales, y un clima con
escasas e irregulares precipitaciones, se une la política de los liberales consistente
fundamentalmente en liberar la tierra para poder acceder a su propiedad, pero con unas miras
rentistas, no inversoras.
Las medidas políticas sobre la tierra tendieron a eliminar los obstáculos para que la tierra se
convirtiera en un bien que se pudiera comprar y vender libremente. En este sentido tienen lugar
la desvinculación de las tierras nobiliarias y, sobre todo, las dos desamortizaciones: la de
Mendizábal (1836), que afectó a los bienes de las órdenes religiosas, y la de Pascual Madoz
(1855), que afectó a los bienes de los ayuntamientos. Las tierras se nacionalizaron y se
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vendieron en subasta pública, con el fin de sanear la hacienda pública. Pero estas medidas no
supusieron una reforma agraria, sino que, al contrario, concentraron aún más la propiedad de la
tierra, aumentando el número de jornaleros sin tierra y dificultando el arrendamiento de la
misma al sustituirse los viejos contratos enfitéuticos por arrendamientos a corto plazo.
Debido, además, a que los nuevos propietarios no invirtieron en maquinaria ni incorporaron
abonos artificiales, la producción continuó siendo baja, salvo en las huertas del litoral, y sólo
los cultivos extensivos de cereales, vid y olivo permitieron junto con los cítricos la exportación
de productos agrarios.
3.- La difícil articulación de un mercado interno, motivado por la dificultad de las
comunicaciones, paliado en parte por la extensión de la red de ferrocarril, y por el caos
monetario hasta la creación de la Peseta en 1868 como moneda para todo el Estado.
4.- La escasa capacidad inversora, tanto de la burguesía y la nobleza, que prefirieron invertir
en la tierra que en las modernas industrias, como del Estado, que con una persistente deuda,
sólo pudo recuperarse con las dos desamortizaciones, aunque en el caso de la primera el dinero
se empleó en la guerra Carlista. La segunda pudo impulsar el tendido ferroviario. Pero la
evasión fiscal, sobre todo de los que más tenían, mantenía al Estado en una penuria
permanente.
5.- Continuas guerras y luchas por el poder. El siglo comienza con la Guerra de la
Independencia (1808-1814) y conoce tres guerras dinásticas: las guerras Carlistas (1833-1840,
1848-1849 y 1872-1876). A estas guerras habría que añadir las exteriores que acompañaron al
proceso de independencia de las colonias (1816-1824, 1868-1878 y 1895-1898) o las
“aventuras” del periodo 1856-1868. Por si fuera poco, todo el siglo va a ver numerosos
pronunciamientos militares, unos fracasados y otros triunfantes, que darán al ejército un
protagonismo que no tiene en otros países de nuestro entorno, a la vez que las elecciones se
falsearán continuamente. Además, el proteccionismo o el librecambio respondían más a
intereses de grupos que a una política económica general.
En 1900 la industria supone el 20% de la producción y ocupa un 25% de la población
activa, se trata de una actividad en gran parte artesanal.
La industria textil en Cataluña. Esta industria se inicia en los años treinta con la fábrica
Bonaplata y se convertirá en el principal sector español industrial favorecido por la abundancia
de mano de obra, la abundancia de capital, el dinamismo industrial, la buena situación
geográfica y el proteccionismo. Como inconvenientes cabe destacar la falta de energía (debe
buscarse energía hidráulica en el Pirineo o bien se exporta de Asturias o Gran Bretaña lo que
encarecía su precio), la escasa demanda interna y su escasa competitividad en los mercados
exteriores.
La siderurgia vasca. Se desarrolla en la segunda mitad del siglo XIX gracias al dinamismo de
la exportación de hierro barato y de buena calidad hacia Gran Bretaña. La abundancia de
mineral de hierro y su exportación genera capitales que son invertidos en la instalación de altos
hornos. En cualquier caso, venderá a un mercado nacional de escasa capacidad económica, ya
que sus productos no eran competitivos en el mercado exterior.
La industria agroalimentaria. También se desarrollará desde mediados del siglo XIX en
Cataluña y Madrid, con productos como el vino, aceite, harina, corcho, atendiendo a un
mercado local.
La minería. España es un país con abundancia de recursos minerales (mercurio, hierro, plomo,
zinc, etc.) situados en el País Vasco, Cantabria, Málaga, Huelva, Asturias). Pero la falta de una
potente industria, de un mercado interno y de capacidad económica del Estado hacía que su
extracción fuera lenta y costosa, y su destino fuera la exportación. En 1868 la Ley de Bases
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sobre Minas establece la explotación con la posibilidad de entrada de capitales extranjeros. Con
la entrada de capital extranjero (francés, alemán, británico), España se convertirá en una
potencia europea exportadora de hierro y otros minerales como el mercurio (primer productor
mundial).
En cuanto a los transportes, a pesar de la expansión del ferrocarril, la mayoría se hacía
en diligencia, a lomos de mula o mediante navegación de cabotaje. En general, en todos los
países, el desarrollo del ferrocarril jugó un papel clave en el proceso de modernización. Pero
en España no jugará ese papel, dado que el ferrocarril llega tarde y cuando llega, favorecido por
la Ley de Ferrocarriles del Bienio Progresista, será con capital extranjero que provoca el pago
de grandes intereses y con limitaciones tecnológicas importantes (en ancho de las vías), incluso
los materiales usados para su construcción serán extranjeros.
En cuanto a la evolución económica, se puede calificar la primera mitad de siglo como
de auténtica penuria, salvo algunos intentos aislados en Cataluña. La segunda mitad de siglo
conoce un crecimiento impulsado por el ferrocarril y la exportación de productos agrarios,
brevemente interrumpido por la crisis de 1865. A partir de 1876 se produce la época de mayor
crecimiento, con el desarrollo de la siderurgia vasca, el textil catalán y la exportación de
minerales y productos agrarios, que se verá truncada en 1898 con la pérdida de las últimas
colonias.

3. LA SOCIEDAD ESPAÑOLA DEL SIGLO XIX: DEL ESTAMENTALISMO A LA


SOCIEDAD DE CLASES.

A mediados del siglo XIX, la sociedad española experimentó cambios en su estructura


de acuerdo con el sistema liberal capitalista. En la nueva sociedad el principio de diferenciación
social fue la propiedad y no el linaje.

El crecimiento demográfico fue lento debido a las altas tasas de mortalidad. A lo largo
del siglo la población pasó de 11,5 millones de habitantes en 1800 a poco más de 18,5 millones
en 1900. Las causas fueron la persistencia de epidemias como el cólera (episodios de 1853,
1865 y 1885) o la gripe (1890), la tuberculosis o las crisis de subsistencia. Hasta el siglo XX,
las tasas de mortalidad no bajan.
También tuvo una notable influencia la emigración, especialmente la transoceánica
(entre 1875 y 1915 salieron 1,5 millones de personas hacia Cuba, Argentina, Brasil o Argelia).
Salieron principalmente de Galicia, Asturias, Cantabria, Canarias y el Levante, donde las
posibilidades de mejora en el empleo y en los salarios eran muy escasas.
El 70% de la población vive en núcleos de menos de 10.000 habitantes y sólo un 9% en
ciudades de más de 100.000. Durante las dos últimas décadas del siglo XIX surge el éxodo
rural gracias a la atracción de las zonas industriales de Cataluña y el País Vasco, y al
crecimiento de la capital, Madrid. Para ese periodo se habían producido ya las grandes
transformaciones urbanísticas de las grandes ciudades: derribo de murallas y ensanches, como
el plan de Ildefonso Cerdá en Barcelona, el barrio de Salamanca y la Ciudad Lineal en Madrid
y el Ensanche de Valencia.
En cuanto a la distribución regional, se advierte el aumento del peso demográfico de la
periferia con relación a las regiones interiores.
Por sectores económicos, todavía a finales de siglo la mayoría de la población trabaja
en la agricultura.
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Tanto en Europa, como en España, la vieja nobleza y la nueva burguesía se integraron,
constituyendo ambas la élite del poder y del dinero durante el siglo XIX. Por este motivo, el
paso de la sociedad estamental a la sociedad de clases fue lento y desigual.
● Las élites:
● La vieja nobleza que mantuvo la propiedad pese a la abolición del régimen señorial
y la desvinculación de los mayorazgos, siguió viviendo de sus rentas no
contribuyendo al desarrollo industrial y financiero. También siguió en los círculos
de poder por su presencia en el Senado, en la Iglesia y en el Ejército. A su lado,
surgió una nueva nobleza procedente de la alta burguesía y de los altos cargos de la
administración y el Ejército.
● La alta burguesía estaba integrada por grandes propietarios rurales y urbanos,
hombres de negocio, especuladores y comerciantes. Se trata de un burgués
enriquecido con la compra de las propiedades desamortizadas. Vive de las rentas de
la tierra, de los préstamos al Estado, de la especulación en Bolsa, en los ferrocarriles
y, sobre todo, de la especulación inmobiliaria. Sólo a finales de siglo surge en
Asturias, Cataluña y País Vasco una burguesía empresarial.
● El clero disminuyó drásticamente de número por las desamortizaciones, la supresión
del diezmo y de gran parte de las órdenes religiosas. Mantuvo parte de su influencia
social a través del púlpito y las confesiones. Retuvo el control de la educación y siguió
administrando la mayoría de los centros de beneficencia. Fue, en general, hostil a los
cambios, rechazando la democracia, el liberalismo, el socialismo, el positivismo, el
evolucionismo, el racionalismo e incluso las ciencias experimentales.
● Las clases medias las forman medianos y pequeños comerciantes, miembros de
profesiones liberales, funcionarios y pequeños propietarios urbanos. Su máxima
aspiración es ser propietarios, aburguesarse y ennoblecerse. Es un grupo poco
articulado y poco numeroso.
● Las clases bajas:
● Urbanas: integradas por artesanos y trabajadores asalariados (tenderos, servicio
doméstico, unos 800.000). Movilizados social y políticamente, cuando hay carestía
de alimentos, contra los consumos y las quintas. El proletariado, aun minoritario,
en la segunda mitad del siglo se concentrará en Barcelona y en Vizcaya. Estaban
sujetas a la permanente inestabilidad de empleo, la falta de prestaciones sociales, el
hacinamiento y la mendicidad.
● El campesinado constituía la población más numerosa: pequeños propietarios,
arrendatarios y jornaleros. La disolución de los señoríos no altero del todo la
estructura de la propiedad. Las desamortizaciones no solo no beneficiaron a los
campesinos, sino que empeoraron sus condiciones de vida, privándoles del disfrute
de los bienes comunales y de los contratos enfitéuticos. En amplias zonas de
España, la reforma agraria liberal significó para el campesino la pérdida de los
derechos sobre una tierra que llevaban siglos cultivando. Jornaleros y criados
rurales formaban el grupo más numeroso de la sociedad española del siglo XIX,
especialmente al sur del Tajo. Esto explica la típica respuesta social, sobre todo del
campesinado andaluz durante la segunda mitad del siglo XIX. Se produjeron
sublevaciones armadas cuyo objetivo era la ocupación de tierras, impulsados por
demócratas y republicanos, partidarios de la reforma social.

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Desde los años treinta, los obreros comienzan a organizarse y establecer una lucha
por la mejora de sus condiciones de vida. Estas primeras formas de lucha se manifiestan de
formas diferentes:
● Revueltas de carácter ludita, que tienen sus principales episodios en 1821 en Alcoy,
donde se queman telares y fábricas de hilar, en 1835 en Barcelona con la quema de la
fábrica Bonaplata y el boicot en 1854 a las máquinas de hilar selfactinas. Acciones
fuertemente reprimidas por el ejército.
● Asociacionismo mutualista y republicanismo: En 1840 nace la Asociación Mutua de
la Industria Algodonera en Barcelona. Durante la regencia de Espartero crecen las
sociedades de socorros mutuos integradas por profesiones artesanales y en todas las
ciudades se reúnen obreros e intelectuales para discutir de política y de lo que se llamó
“la cuestión social”. La ideología dominante era el republicanismo, esto es, un
programa democrático en política (sufragio universal, federalismo) y reformas sociales
(derecho de asociación, acabar con el impuesto de consumos y con las quintas,
distribuir la propiedad de la tierra, etc..) Estas organizaciones se robustecen en el
Bienio Progresista (1854-56). En 1855 se funda en Madrid el primer semanario obrero
de España, El Eco de la clase obrera, a la par que en Barcelona se declara la primera
huelga general para pedir: derecho de asociación, limitación de la jornada laboral,
jurados mixtos para conflictos laborales.
● Socialismo utópico: de las filas republicanas surgen intelectuales críticos con la
sociedad que difunden las ideas de los “socialistas utópicos” europeos, como Saint-
Simon, Fourier y Cabet. Además se difundieron ideas de Proudhon a través de
traducciones de Pi y Margall, que influyeron tanto en republicanos como en los
primeros anarquistas.

Con las libertades de la revolución de 1868 el asociacionismo obrero crece y se une


bajo ideas de republicanos. Se constituye así en Barcelona el sindicato Las Tres Clases de
Vapor, que une a todos los oficios del textil. Además entran ideas de la AIT (creada en 1864)
a través de
Fanelli, de tendencia bakuninista, que contacta con Anselmo Lorenzo. En 1870 se constituye
la Federación Regional Española (FRE) de la AIT en un congreso en Barcelona que organiza
las sociedades de oficio y se declara apolítica y colectivista en línea con las ideas anarquistas.
Se produce un gran crecimiento tanto de federaciones locales como de afiliados. A partir de
1871, la persecución a la que fue sometida y la escisión de un núcleo marxista en Madrid
comienzan a debilitarla, aunque rebrotará de nuevo durante la Primera República.

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TEMA B.4. EL RÉGIMEN DE LA RESTAURACIÓN (1874-1902)

1. El establecimiento de Alfonso XII como rey, y el funcionamiento del sistema canovista; la


Restauración en Castilla-La Mancha. 2/ La oposición Política al régimen de la Restauración. 3/
La Crisis del 98 y liquidación del Imperio colonial.

1.- EL ESTABLECIMIENTO DE ALFONSO XII COMO REY Y EL


FUNCIONAMIENTO DEL SISTEMA CANOVISTA; LA RESTAURACIÓN EN
CASTILLA-LA MANCHA

Antonio Cánovas del Castillo, auténtico artífice de la Restauración borbónica, era un


político pragmático que procedía de las filas de la Unión Liberal y había sido el líder del
partido alfonsino durante el Sexenio Democrático. En estos años se atrajo a las élites políticas y
económicas contrarias al absolutismo y temerosas de las masas de obreros y campesinos. Su
principal labor fue dotar a la monarquía de un sistema liberal y autoritario que permitía una
alternancia pacífica en el gobierno de dos fuerzas políticas, ambas liberales y moderadas, que
no se excluyeran mutuamente ni recurrieran a los militares, que deberían quedar fuera de la
actividad política. Para ello el rey se convertía en jefe superior del ejército.
El programa político de la Restauración quedó recogido en el Manifiesto de Sandhurst
de 1874. Redactado por Cánovas y firmado por Alfonso XII. La propuesta de la monarquía
alfonsina consistía en tratar de integrar a los partidos en un modelo que aceptaba la existencia
de una constitución. Los partidos republicanos, carlistas y nacionalistas quedaron
excluidos, al igual que las masas populares, ya que los resultados electorales de los dos
partidos gobernantes se obtenían gracias a la manipulación y el fraude.
Aunque Cánovas hubiera preferido que la Restauración llegara de forma pacífica, de
nuevo un pronunciamiento militar, el del general Martínez Campos en Sagunto (Valencia)
el 29 de diciembre de 1874, puso fin a la Primera República.
Los elementos que hicieron posible el sistema político de la Restauración, ideado por
Cánovas, fueron:
● La pacificación del país se llevó a cabo en dos frentes distintos:
● La Tercera guerra Carlista acabó en el año 1876. Los carlistas fueron
neutralizados como fuerza militar, y su derrota conllevó la supresión de los fueros
y las instituciones vascas, hecho que alimentó el posterior nacionalismo.
● La Guerra de Cuba se puso fin con la Paz de Zanjón, en 1878, aunque el conflicto
rebrotaría definitivamente en 1895, hasta culminar en la independencia en 1898.
● La Constitución de 1876. Siguiendo el modelo moderado, declaraba la soberanía
compartida entre el rey y las Cortes, otorgando a éste último amplios poderes, y aunque
mantiene una extensa declaración de derechos y libertades, en la práctica, sólo eran
disfrutados por las élites. El único elemento de debate fue la cuestión religiosa, donde
la religión Católica se convertía en la oficial del Estado, pero se toleraban otras
creencias, aunque no se podían manifestar públicamente. Fue promulgada el 30 de junio
de 1876 e iba a permanecer en vigor hasta 1931.
● El turno de partidos. Para evitar el monopolio de una fuerza política Cánovas dispuso
que el modelo político, siguiendo el modelo inglés, se basaría en la existencia de dos

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partidos oficiales que aceptaran la legalidad constitucional y el control del poder por la
élite política y económica:
● Cánovas, creador del nuevo sistema político, era jefe del partido llamado liberal-
conservador, compuesto por diputados de la alta burguesía terrateniente del centro
y sur de la península, altos funcionarios militares o civiles y nobleza.
● Como elemento de contraste, se formó un partido que jugaba el papel de la
izquierda dinástica, el liberal-fusionista, formado por progresistas y demócratas
moderados que tenía por jefe a Práxedes Mateo Sagasta.
El turno era una fórmula política que gracias a la manipulación electoral daba la
posibilidad a ambos partidos de desarrollar sus programas y aseguraba una evolución siempre
pacífica. Cuando el partido en el poder perdía credibilidad, dimitía, se cambiaba de gobierno y
el nuevo partido, ya en el poder, convocaba elecciones que mediante la manipulación, ganaba
inexorablemente. A la muerte de Alfonso XII (1885), teniendo su esposa Mª Cristina que
actuar como regente, Cánovas y Sagasta firmaron el Pacto del Pardo que asentó
definitivamente el turno de partidos. Cuando le tocó a Sagasta acceder al Gobierno promulgó el
sufragio universal -masculino- (1890). Pero para entonces, ambos partidos estaban de acuerdo
en la falsificación permanente del sufragio para evitar que la masa obrera y jornalera se
hiciera con el poder y pusiera en peligro la riqueza de las clases dirigentes. Esta manipulación
tenía su cúspide en el Ministerio de la Gobernación, se servía de los gobernadores de las
provincias y éstos del cacique, miembro de una élite rural, ya sea por ser un rico propietario o
estar curtido en el soborno y la coacción.
En el territorio que hoy ocupa la Comunidad de Castilla-La Mancha, debido al
carácter esencialmente rural del territorio, el caciquismo, nutrido sobre todo por los
terratenientes, tuvo una importante implantación, lo que supuso un estancamiento social y
económico. Sólo la llegada del ferrocarril supuso un cierto desarrollo de los núcleos que
comunicaba.

2.- LA OPOSICIÓN POLÍTICA AL RÉGIMEN

Promulgada la constitución de 1876, se estableció una distinción entre las opciones


políticas que estaban dentro o fuera del sistema, en función de la aceptación o no de la
monarquía instaurada y su dinastía. Quedaron fuera del sistema partidos políticos y grupos
antidinásticos, como los carlistas y los republicanos, los regionalismos y el movimiento obrero.
Los carlistas. Fueron derrotados en el año 1876 y su pretendiente tuvo que huir a
Francia, lo que supuso la abolición de los Fueros de las Provincias Vascas. El carlismo va a
quedar a partir de aquí relegado a zonas rurales del País Vasco y muchos de sus seguidores se
van a integrar en el partido Conservador de Cánovas del Castillo.
Los republicanos quedaron muy debilitados y fragmentados tras la experiencia fallida
de la I República. Lo único que les unía era su rechazo a la monarquía y su anticlericalismo.
Dentro del republicanismo de esta época podemos encontrar tres grandes grupos: El
posibilista, que seguía a Castelar, se mostraba partidario de una democracia conservadora que
no comprometiera la unidad nacional ni el orden social. Los federales, cuyo programa buscaba
mejorar las condiciones de vida de los trabajadores, pero al aceptar el liberalismo vieron como
los trabajadores les abandonaban y se iban hacia posiciones anarquistas y socialistas. Por
último, los progresistas-demócratas, dirigidos por Ruiz Zorrilla, que buscaban un cambio de

50
régimen mediante acciones subversivas. En las elecciones de este periodo salieron elegidos
diputados republicanos aunque en un número muy reducido.
Regionalistas y nacionalistas. El sistema de la Restauración consagró nuevamente el
centralismo en su Constitución. En esta situación, movimientos de recuperación cultural y
lingüística que se venían dando en varios territorios del estado adquirieron poco a poco tintes
políticos. Los objetivos eran la creación de instituciones propias o la consecución de la
autonomía administrativa en los territorios con lengua propia, señas de identidad y tradiciones
peculiares arraigadas especialmente en Cataluña, el País Vasco y Galicia:

- En Cataluña el inicio tuvo un carácter cultural. Este movimiento se denominó la


Renaixença, que pretendía la recuperación de la lengua, las tradiciones, historia y arte
catalanes. En los años ochenta este carácter cultural deriva en movimientos políticos de signo
burgués que culminarán en 1891 cuando Enric Prat de la Riba funda Unió Catalanista, que
presenta su programa político en las Bases de Manresa (vuelta a la situación anterior al
Decreto de Nueva Planta, oficialidad del catalán y una organización federal de España). A raíz
del desastre del 98 el nacionalismo catalán va a conocer una gran expansión. El Desastre
favoreció la unión entre el movimiento catalanista y gran parte de la burguesía catalana, que
había resultado especialmente perjudicada por la pérdida de los mercados cubanos. La Lliga
Regionalista, heredera de Unió, liderada por Prat de la Riba y Francesc Cambó, venció en
Cataluña en las elecciones de 1901. Representaba una opción conservadora moderna, de las
clases medias, autonomista pero no independentista.
- El nacionalismo vasco va a ser más radical y racista que el catalán. En su formación
inciden tres factores; un movimiento para la recuperación de su cultura; los efectos de la
revolución industrial y la inmigración y, sobre todo, la derrota del carlismo y la anulación por
Cánovas de los fueros vascos. Ante estos hechos aparecen dos tendencias bien diferenciadas.
Un nacionalismo radicalizado que defendía la recuperación íntegra de los fueros. Eran los que
se aferraban al mundo tradicional y agrario, para ellos la defensa de sus fueros equivalía a
defender su esencia de lo vasco, su raza, su historia, su tradición, su lengua... Por otra parte,
apareció un nacionalismo de carácter más burgués y urbano que aceptó la abolición de los
fueros. Supo rentabilizar la situación para transformar la pérdida en conseguir conciertos
económicos con Madrid en provecho propio y presionar en pro de una legislación
proteccionista. Ambas tendencias se aglutinan en la figura de Sabino Arana y el Partido
Nacionalista Vasco, creado en el año 1895. El PNV asumió e integró estas dos tendencias,
predominando una u otra en distintas etapas, aunque siempre predominó su carácter
conservador y católico.
- En Galicia surgió un movimiento regionalista que reivindicaba su cultura y lengua.
Recogiendo esa tradición, ya en el siglo XX aparece un nacionalismo gallego con una visión
más progresista y combativa. La figura más importante de este nacionalismo fue Castelao.
- En otros territorios como Andalucía o Valencia también surgen corrientes
regionalistas poco organizadas y de tradición federal.
El inicio del movimiento obrero se sitúa en el reinado de Isabel II. Antes del Sexenio
ya se habían producido protestas de carácter ludita, como el incendio de la fábrica Bonaplata de
Barcelona (1835), o en forma de huelgas organizadas por agrupaciones y sociedades, como la
huelga general de 1855, contra los decretos ilegalizadores de sociedades agrarias. Pero fue en el
sexenio revolucionario cuando el movimiento obrero español adquirió entidad. La visita de
Giuseppe Fanelli, partidario de Bakunin, que entró en contacto con los primeros líderes obreros
españoles, como el tipógrafo de origen toledano Anselmo Lorenzo, posibilitó la creación de
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núcleos aliancistas en España. En 1870 los distintos núcleos crean la Federación de
Trabajadores de la Región Española, adherida a la I Internacional y con un predominio de las
posiciones anarquistas. Este predominio se reflejó en el desprecio al parlamentarismo y la
opción por la acción directa en forma de huelgas. En 1872, un pequeño núcleo de obreros de
Madrid, dirigido por Pablo Iglesias, crea una célula de inspiración marxista.
Con la llegada de la Restauración, las organizaciones obreras conocieron una gran
represión y tuvieron que refugiarse en la clandestinidad. Con el ascenso de los liberales esta
represión se relajó y en 1887 promulgaron la Ley de Asociaciones que las devolvió a la
legalidad. Al producirse la escisión en la I Internacional ésta llegó también a España,
dividiéndose el movimiento obrero en dos tendencias:
- Anarquismo: Fue la corriente mayoritaria, dominando en Cataluña, Andalucía y
Levante. Su programa defendía la abolición de la propiedad privada, la colectivización de los
medios de producción, la libertad absoluta, rechazando cualquier tipo de coacción (poder), ya
sea político, militar o religioso. Para esto era necesaria una formación intelectual del obrero que
aumentase su autonomía, lo que supuso una gran labor de publicación de periódicos y revistas.
Frente a la participación política de los socialistas, los anarquistas promulgaban la acción
directa a través de la huelga. A pesar de ser una ideología eminentemente pacifista algunos
anarquistas decidieron tomar la vía del atentado como método de acción para enfrentar la
represión del gobierno, con la consecuencia de una mayor represión que tuvo su punto álgido
en el proceso de Montjuïc (varias penas de muerte, torturas, etc.). En el campo andaluz la
llegada de las ideas anarquistas dotó a los campesinos de un programa basado en el reparto de
la tierra. En los años 80 del S. XIX fue muy relevante el proceso contra la sociedad secreta "La
Mano Negra" que concluyó con una gran represión contra los anarquistas, con detenciones,
torturas y sentencias de penas de muerte. Desde los años ochenta hasta 1907, año en que se
crea en Cataluña Solidaridad Obrera, embrión de la futura CNT, el anarquismo se refugió en
sociedades de oficio .
- Socialismo: En 1879 Pablo Iglesias fundó clandestinamente en Madrid el PSOE,
declarándose marxista. El programa ideológico del PSOE tenía tres aspectos fundamentales: La
posesión del poder político por la clase trabajadora, eliminando la propiedad privada y
convirtiéndola en colectiva, lo que Marx denominaba la dictadura del proletariado; la
consecución de la Sociedad sin clases; y una serie de medidas políticas y económicas como el
derecho de asociación y de reunión, la libertad de prensa, el sufragio universal o la jornada
laboral de ocho horas. Al principio de su andadura el PSOE no tuvo mucha aceptación. En
1888 el partido creó el sindicato UGT con fuerte arraigo en Madrid, País Vasco y Asturias. A
partir de 1891, con la implantación del sufragio universal, el PSOE concentró sus esfuerzos en
la política electoral.
Fuera de estas dos grandes corrientes, aparecen en 1883 los primeros círculos de
obreros católicos. Favorecían la cooperación entre patronos y obreros, basándose en la
doctrina social de la Iglesia. Solían tener un carácter paternalista, sin llegar a formar auténticos
sindicatos, siendo su papel reivindicativo prácticamente nulo.

3.- LA CRISIS DEL 98 Y LA LIQUIDACIÓN DEL IMPERIO COLONIAL

Para llegar a la Paz de Zanjón con los rebeldes cubanos -fin de la “guerra de los diez
años" en 1878-, el general Martínez Campos había ofrecido reformas político-administrativas y
concesiones de autogobierno. Con estas promesas, se fortaleció en Cuba una corriente
autonomista, que cristalizó en el Partido Liberal Cubano, integrado por criollos -
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descendientes de españoles nacidos en Cuba-, que aceptaba la unión superior en la Corona de
España. Pero frente a éste apareció la unión de los "españoles incondicionales", compuesta
por las familias españolas de latifundistas -dueñas de ingenios de azúcar-, de negociantes y
especuladores. Este partido, que reunía a la verdadera oligarquía isleña, se opuso a que se
concediera cualquier tipo de autonomía a la isla.
En 1892 José Martí funda el Partido Revolucionario Cubano, netamente separatista,
que contó con el apoyo norteamericano. En febrero de 1895 comenzó la definitiva insurrección
para alcanzar la independencia. Liderada por Martí, respondía a una filosofía nacionalista
liberal, basada en los principios de la emancipación de los pueblos oprimidos. La súbita muerte
de este último en una emboscada proporcionó el mártir cuya venganza se iba a unir a la
conciencia nacional en pro de la independencia.
Fue una guerra dura, más que por las acciones militares de tipo guerrillero, por las
condiciones del clima y las enfermedades. El general Martínez Campos, una vez fracasada la
negociación se dispuso a aplastar la insurrección, pero la táctica de guerrillas de los cubanos lo
hizo imposible. Cánovas envió al general Valeriano Weyler, militar enérgico que recurrió a
medidas drásticas que supusieron el enfrentamiento con toda la población, al obligar a la
población civil a reunirse en zonas controladas para evitar que apoyaran a la guerrilla. Fue lo
que la prensa norteamericana calificó de "atroces campos de concentración".
En la guerra fue decisiva la intervención de los Estados Unidos: Primero, por la ayuda
material a los insurrectos, con armas, municiones y dinero; segundo, por la presión diplomática
sobre Madrid, con la propuesta de compra de la isla, y tercero, por la declaración final de la
guerra.
En enero de 1898 fondeó en la bahía de La Habana el acorazado norteamericano Maine
con la excusa de proteger los intereses de los ciudadanos de los Estados Unidos en la isla. El 15
de febrero una explosión hundió en pocos minutos el Maine con gran parte de su tripulación.
La prensa norteamericana acusó a España de atentado. El 20 de abril llegó el ultimátum formal
de los Estados Unidos, que exigía de España la renuncia inmediata a su soberanía sobre Cuba.
La guerra se desarrolló en dos escenarios: Cuba y las islas Filipinas.
En Cuba la guerra se decidió con la derrota de Santiago de Cuba. Cuando las tropas
norteamericanas y cubanas luchaban contra las españolas por el dominio de esta ciudad, la
escuadra del almirante Cervera, llegada de España, entró en su puerto con el objeto de
aprovisionarse de carbón. Pero cuando quiso salir, se encontró con que el puerto estaba
bloqueado por la escuadra norteamericana. Ante una fuerza cuatro veces superior y más
moderna, Cervera consideró perdida la escuadra española, por lo que el dilema, que comunicó a
Madrid, era: salir fuera del puerto para que fuera destruida o rendirse y entregarla ahorrando
vidas. El Gobierno, empujado por las Cortes y la prensa, que apelaba al honor nacional, ordenó
la salida y el enfrentamiento. El 3 de julio fue aniquilada en menos de cuatro horas. A partir de
ese día los sucesos se precipitaron: a mediados de julio cayó Santiago de Cuba y a finales de
mes las fuerzas norteamericanas desembarcaban en Puerto Rico.
En el archipiélago de Filipinas la población española era escasa y los capitales
invertidos no eran relevantes. Durante tres siglos la soberanía se había mantenido gracias a una
fuerza militar, no muy amplia, y a la presencia de varias órdenes religiosas. La insurrección
comenzó por el descontento de ciertos grupos indígenas con la administración española y con
el excesivo poder de dichas órdenes. En 1892, José Rizal fundó la Liga Filipina con un
programa de independencia, basado en la expulsión de los españoles y de las órdenes
religiosas. A partir de 1896 se extendió la insurrección por la provincia de Manila, que, aunque
se pudo reprimir y detener a Rizal, continuó dirigida por Emilio Aguinaldo. La declaración de
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guerra por los Estados Unidos en 1898 precipitó el desenlace. Frente al fuerte de Cavite se
produjo una batalla desigual de acorazados norteamericanos contra buques de la Armada
española. Además, los ingleses no dejaron pasar refuerzos por el canal de Suez, y Manila cayó
en manos norteamericanas el 14 de agosto.
En el Tratado de Paz firmado en París España renuncia a Cuba y cede a los EEUU
Filipinas, Puerto Rico y Guam. Apenas le quedaban a España tres archipiélagos en el océano
Pacífico: las islas Marianas -excepto la de Guam-, las Carolinas y las Palaos. La venta de estas
islas a Alemania en 1899 fue el último acto de la pérdida del imperio español.
La pérdida de las colonias fue un desastre militar, pero también social y económico;
para evitarlo hubiera necesitado un potencial económico fuerte del que carecía, un ejército y
una marina de guerra amplia y moderna y una política internacional de alianzas capaz de frenar
los intentos de los Estados Unidos.

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TEMA B.5. ALFONSO XIII Y LA CRISIS DE LA RESTAURACIÓN
(1902-1931)

1.- La primera parte del reinado de Alfonso XIII y los proyectos de regeneracionismo político.
2/ La crisis del parlamentarismo; la neutralidad en la Primera Guerra Mundial. 3/ La dictadura
de Primo de Rivera y caída de la monarquía. Los problemas económicos

1.- LA PRIMERA PARTE DEL REINADO DE ALFONSO XIII Y LOS PROYECTOS


DEL REGENERACIONISMO POLÍTICO

El impacto del 98 en la opinión pública española hizo aflorar el descontento que el


régimen de la Restauración había provocado en la mayor parte de la clase media y de los
intelectuales. Se produjo un movimiento intelectual y social crítico con el sistema y sus
prácticas políticas que se conoce como Regeneracionismo. Tuvo varias vertientes:
1.- El Regeneracionismo social y económico. Aglutinaba el malestar de las “clases
productoras”: pequeños y medianos empresarios. El ideólogo de esta vertiente del
regeneracionismo fue Joaquín Costa, autor de “Colectivismo agrario en España” y
“Oligarquía y caciquismo”. Costa censuró el sistema político de la Restauración y el
falseamiento de la democracia, y propuso una serie de reformas económicas y educativas que
se resumían en el lema “Despensa y escuela”.
2.- El Regeneracionismo intelectual y literario. Estuvo representado, entre otros, por Ángel
Ganivet, Miguel de Unamuno y Ramiro de Maeztu, que expresaban un pesimismo existencial
e irracionalista y reflexionaban sobre la decadencia de España. Este espíritu impregnó la
obra literaria de la llamada “generación del 98”.
3.- El revisionismo político.
El 17 de mayo de 1902, el heredero de la Corona, Alfonso XIII, se convertía en mayor
de edad con dieciséis años. Se convirtió en rey con plenos poderes, previo juramento de la
Constitución de 1876 y con el compromiso de cumplir una misión: ser "poder moderador" y
encargado de mantener la "armonía" entre los poderes. El lustro inicial del reinado de Alfonso
XIII, de 1902 a 1907, supuso una toma de contacto del rey adolescente con la complejidad
interna de los partidos. Fueron años de crisis ministeriales y de rápidas sucesiones de
Gobiernos. La pasividad en el electorado, resultado de una ausencia de opinión pública, y de la
presencia de los caciques, facilitó el manejo de la vida política por parte de la Corona, que
decía adivinar la voluntad de los españoles.
Antonio Maura ocupó la presidencia del Gobierno entre 1903 y 1904. Intentó poner en
marcha serie de disposiciones con respecto a la "cuestión social", como la creación del Instituto
de Reformas Sociales (1903).
El turno liberal (1905-1907) va a conocer tres hechos que van a devolver al ejército el
protagonismo que había perdido en la vida política: la destrucción por parte de los oficiales de
la guarnición de Barcelona de la revista satírica Cu-cut y el periódico La Voz de Cataluña, tras
el triunfo de la Lliga en las elecciones municipales de 1905; la aprobación de la Ley de
Jurisdicciones en marzo de 1906, que establecía que en el Código de Justicia Militar
quedarían, en adelante, incluidos los delitos de injuria y calumnia al ejército; y la Conferencia
de Algeciras (1906), que otorgó a España el dominio sobre la zona norte de Marruecos, el Rif.
El gobierno conservador de Maura de 1907 a 1909. El programa político de Maura
fue denominado maurismo. Su contenido esencial era: Un conservadurismo católico de masas,
que defendía la influencia social de la Iglesia frente a las pretensiones laicistas de la izquierda;
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un programa que pretendía sanear la administración local, dar más autonomía a los municipios,
acabar con el caciquismo y fomentar el entendimiento con los regionalismos; y una política
exterior expansionista en Marruecos, que hiciera olvidar la derrota de 1898.
Los sucesos de la Semana Trágica de Barcelona (julio de 1909) acabaron con su
gobierno. El chispazo inicial fue la decisión de Maura de enviar a Melilla unidades de
refuerzo de Barcelona y Madrid formadas por soldados que habían pasado a la reserva seis
años antes, muchos de ellos casados y con hijos, para responder a una agresión de los
marroquíes a los trabajadores españoles empleados en la construcción del ferrocarril de la
Compañía de Minas del Rif. Cuando el 18 de julio los primeros reservistas salieron del puerto
de Barcelona, la campaña de las organizaciones obreras en contra se radicalizó y comenzaron
los incidentes. Las fuerzas obreras - anarquistas y socialistas - proclamaron la huelga general.
Fue declarado el estado de guerra en Barcelona y entre el 25 de julio y el 1 de agosto se vivió
en la ciudad una auténtica sublevación popular. El ejército intervino y acabó con los
desórdenes.
La represión que se produjo y los procesos sumarísimos llevados a cabo por los
tribunales militares contra los líderes de la subversión se tradujeron en una oleada de oposición
nacional a la gestión de Maura. Fue el fusilamiento en Montjuïc del pedagogo anarquista
Francisco Ferrer Guardia el hecho que llegaría a convertirse en escándalo internacional. Se
denunciaba a Maura como el símbolo de la "España negra" opuesta a la libertad y al progreso
que, a su vez, aparecían simbolizados en la "Escuela Moderna" de la que el principal promotor
fue Ferrer. La Iglesia, que había visto arder iglesias y conventos en Barcelona, no podía
perdonar a Ferrer que creara una escuela laica, donde niños y niñas estudiaban juntos y donde
la instrucción intelectual y manual se llevaba a cabo sin exámenes, sin premios ni castigos,
dedicando sus aulas a los hijos de los obreros. Maura se vio obligado a dimitir para dejar paso a
los liberales.
Canalejas presidió el gobierno entre 1910 y 1912, etapa en la que se dedicó a
renovar el programa liberal, admitiendo el intervencionismo del Estado en la economía.
Propició la reforma social, dialogando con el movimiento obrero de tendencia reformista (la
UGT), pero aislando y persiguiendo al de carácter revolucionario (la CNT). Intentó la
separación real entre la Iglesia y el Estado, que le aportó muchas críticas y la ruptura de las
relaciones con el Vaticano.
Su gobierno coincidió con la creación en 1910 del sindicato CNT (Confederación
Nacional del Trabajo), heredero de las tendencias anarquistas mayoritarias en España desde la
Primera Internacional, que recogía las nuevas tendencias anarcosindicalistas procedentes de
Francia. Su programa se basaba en el apoliticismo, la acción directa entre obreros y patronos
como táctica para conseguir mejoras laborales y salariales; y la revolución social que debería
implantar el comunismo libertario. Al poco tiempo de su creación, tras la convocatoria de una
huelga general, la CNT fue ilegalizada y obligada a actuar en la clandestinidad.
Por su parte, la izquierda antidinástica, constituyó una coalición electoral, la
Conjunción Republicano-Socialista que, tras llevar por primera vez a un diputado socialista a
las Cortes (Pablo Iglesias), se disolvió por la retirada de los Radicales de Lerroux y los
Reformistas de Melquiades Álvarez.
El gobierno de Canalejas acabó trágicamente cuando fue asesinado en noviembre de
1912. En 1913 el rey entregó el gobierno a los conservadores para que, siguiendo la práctica de
la Restauración, convocaran elecciones y “fabricasen” su mayoría en las Cortes. Pero en esta
ocasión Alfonso XIII marginó a Maura y decidió entregar el poder a otro líder conservador,
Eduardo Dato.
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2.- LA CRISIS DEL PARLAMENTARISMO; LA NEUTRALIDAD EN LA PRIMERA
GUERRA MUNDIAL

Los años de la Gran Guerra (1914-1918) fueron decisivos para entender la España del
siglo XX. Y ello por dos causas: por su neutralidad ante el conflicto y porque 1917 se convirtió
en un año esencial para la descomposición del sistema político de la Restauración.
La guerra se declaró el 28 de julio de 1914 y a los dos días se publicó el Decreto de
neutralidad y de no-intervención. Ante la debilidad de un ejército que acababa de perder una
guerra frente a los Estados unidos y el enfrentamiento entre aliadófilos (burguesía) y
germanófilos (oficiales del ejército), Alfonso XIII decidió que España se mantuviera neutral y
que el país se beneficiara en lo posible de esa condición.
Los negocios derivados de la neutralidad (venta de armas y manufacturas a ambos
bandos) enriquecieron desmesuradamente a unos y hundieron en la miseria a los más. Frente a
la euforia burguesa, continuó la carestía de la vida, que afectó de modo especial a las clases
obreras, de modo que con el transcurso de la guerra fueron aumentando las diferencias entre
las clases. La llamada crisis del verano de 1917 puso de golpe sobre la mesa todos lo
problemas heredados y no resueltos. Fueron tres revueltas las que coincidieron entre los meses
de junio y agosto, aunque no conectaron entre sí.
La oficialidad se estaba organizando para reforzar su presencia en el Estado y mejorar
sus ingresos. En enero de 1917 se habían formado Juntas de Defensa en la mayor parte de las
guarniciones del país. Sus objetivos eran oponerse al ascenso por méritos de guerra (las
posibilidades de ascenso estaban en Marruecos y los abusos continuaban) y solicitar una subida
de los sueldos. La Ley del Ejército de junio de 1918 trajo la subida de los sueldos y la
regulación de los ascensos por una Junta de Clasificación. Logrado esto, el ejército volvió a ser
el sustento de la Monarquía y del Gobierno frente al problema social.
El segundo acto de la crisis de 1917 fue la Asamblea de Parlamentarios. Cambó, jefe
de la Lliga pidió la apertura de las Cortes. El Gobierno no atendió a la petición y el 5 de julio se
reunieron en Barcelona 59 diputados y senadores catalanes. Cambó proponía transformar la
organización del Estado, sustentándola en un régimen de autonomías más de acuerdo con la
realidad de la vida española. Era, en definitiva, la rebelión de las clases y grupos progresistas
contra la oligarquía que ostentaba el poder. La asamblea fue disuelta ante el temor de los
parlamentarios a una posible revolución social.
La guerra estaba teniendo grandes repercusiones económicas: la industrialización se
aceleró, la burguesía hizo enormes fortunas, mientras que la exportación de productos básicos
hacía que los precios no dejaran de subir, mientras que los salarios estaban estancados. En esta
situación se multiplicó la afiliación a los sindicatos CNT y UGT. El movimiento obrero había
organizado ya una campaña para solicitar el abaratamiento de los alimentos y convocado una
huelga de protesta en diciembre de 1916 que fue un éxito rotundo. En colaboración con la
CNT, la UGT convocó una huelga general indefinida en el mes de agosto, intentando
encontrar el respaldo de algunos sectores del ejército y de parlamentarios. El conflicto duró
cinco días. El ejército no apoyó a los huelguistas, sino que los reprimió duramente (más de 70
muertos). Los parlamentarios republicanos tampoco la respaldaron, y el comité de huelga fue
detenido.
Tras los acontecimientos de 1917, la crisis del régimen monárquico se acentuó; en el
gobierno se sucedían equipos débiles, sin cohesión entre ellos, que tuvieron que hacer frente a
un enfrentamiento entre patronos y obreros, sobre todo en Barcelona, y a la Guerra de
57
Marruecos. Ante la incapacidad del gobierno de dar solución a ambos problemas, el rey acepta
la intervención directa del ejército.
El movimiento obrero no va a dejar de crecer. En 1919, la CNT alcanza los 700.000
afiliados y la UGT, los 200.000. El PSOE no se adhiere a la Tercera Internacional promovida
desde Moscú, lo que hace que de él se escinda en 1922 el Partido Comunista de España (PCE),
con una escasa implantación. Los años que van de 1918 a 1923 son de una enorme
conflictividad social, donde las huelgas aumentaron considerablemente, destacando la huelga
de la Canadiense, la empresa que suministraba electricidad a Barcelona. La CNT, ante la
negativa de la empresa a negociar, convoca una huelga general, llegando a paralizar Barcelona
y que sólo pudo ponerse fin con la intervención del ejército. Fruto de esta huelga es la
concesión de la jornada de ocho horas en abril de ese año. Los empresarios colaboraron con
la represión mediante el cierre de empresas (lock-outs), la contratación de pistoleros y de
grupos de extrema derecha (los llamados sindicatos libres) para acabar con los líderes
sindicales. Esto provocó una respuesta también violenta por parte de un sector de los
anarquistas catalanes. Lo que se tradujo en más de 300 asesinatos, entre ellos del presidente
Dato en 1921 o del líder de CNT, Salvador Seguí. En Andalucía resurge de nuevo la
conflictividad social, promovida por la CNT, centrada en la reivindicación de jornal fijo, la
abolición del destajo, la contratación en los locales de los sindicatos y la aplicación de la
jornada de ocho horas en los trabajos del campo.
La guerra de Marruecos. España tenía intereses en el norte de Marruecos desde
comienzos del siglo XVI, y en el XIX se habían producido enfrentamientos por la defensa de
las plazas de Ceuta y Melilla. Apoyados por Gran Bretaña, Francia y España se reparten
Marruecos en el Tratado de Algeciras de 1906, en el que España se hace cargo del norte de
Marruecos, el Rif, (la zona más pobre y conflictiva). Estaban por medio muchos intereses
económicos, entre los cuales la minería y la construcción de ferrocarriles eran los incentivos
más poderosos para la oligarquía financiera de la Restauración que deseaba resarcirse de las
pérdidas coloniales. A partir de 1909 se intensifica la ocupación entrando en lo que en los
círculos diplomáticos europeos se denominaba "avispero" marroquí. Lo que en ese año se
llamó "guerra de Melilla" -y que provocó la Semana Trágica de Barcelona- no fue más que la
respuesta militar del Gobierno para proteger los intereses económicos españoles ante los
ataques de las cabilas rifeñas.
La guerra se intensificó en 1921 y con ella el desastre de Annual. El caudillo rifeño,
Abd el Krim, que había ido cohesionando la resistencia rifeña, desencadena la ofensiva desde
Alhucemas sobre Annual. El general Silvestre ordena una caótica retirada que se convirtió en
una carnicería donde murieron unos 14.000 hombres. A Silvestre le mataron o se suicidó en el
parapeto de Annual. Las consecuencias de Annual fueron profundas y graves. El expediente
sobre responsabilidades alcanzaba a altos cargos del ejército e incluso al mismo rey. También
se dio el descrédito de las Juntas de Defensa, vistas como un medio para controlar los mandos y
adquirir prebendas.
Entre 1922 y 1923, la monarquía de Alfonso XIII tenía sólo dos alternativas para
mantenerse: una democratización real del sistema o el establecimiento de un régimen
autoritario. Se hicieron algunos esfuerzos por solucionar los problemas a través de medios
constitucionales: se disolvieron las juntas de defensa, se cesó a Martínez Anido (protagonista
de una represión feroz contra los anarquistas) como capitán general de Barcelona y se nombró a
un civil para dirigir la crisis de Marruecos. Sin embargo, el régimen derivó finalmente hacia
una solución autoritaria.

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3.- LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA Y LA CAÍDA DE LA MONARQUÍA,
LOS PROBLEMAS ECONÓMICOS

El capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera dio un golpe de estado el 13


de septiembre de 1923. El Gobierno no fue capaz de reaccionar, y acudió al monarca para que
tomara cartas en el asunto; pero Alfonso XIII apoyó abiertamente al general sublevado, a quien
confió la tarea de formar Gobierno. En tres días España dejó de ser una monarquía
parlamentaria y se convirtió en un régimen autoritario.
El golpe de Estado contó con el apoyo de la burguesía, deseosa de frenar al movimiento
obrero y acabar con los políticos turnistas. El movimiento obrero reaccionó de distinta manera.
Mientras que la CNT, muy debilitada por el pistolerismo patronal, se aprestó a existir en la
clandestinidad, el Partido Socialista y la UGT colaboraron con la dictadura, el primero
intentando asesorar laboralmente al dictador y la segunda para convertirse en el sindicato único
del nuevo régimen.
En los meses comprendidos entre septiembre de 1923 y diciembre de 1925 -etapa del
Directorio Militar- Primo de Rivera puso en marcha una política de "acabar con lo anterior".
Se fijó la organización de un directorio, presidido por Primo, que reunía en su persona todas las
facultades, iniciativas y responsabilidades de gobierno, asesorado por generales. De esta
manera, el funcionamiento de toda la Administración quedó, de hecho, en manos del ejército.
A la vez, tomó otras medidas urgentes: suspendió las garantías constitucionales,
destituyó a los gobernadores civiles de las provincias, disolvió las Cortes y, sin suprimirla,
"suspendió" la Constitución como medio previo para arrasar los partidos políticos, base hasta
entonces del sistema parlamentario. Aparecieron dos estructuras nuevas con carácter
regeneracionista que tomaban a los municipios como pilares fundamentales del régimen: la
figura de los delegados gubernativos y el Estatuto Municipal de marzo de 1924. Se creó el
Somatén, un cuerpo armado de voluntarios, dirigido por los capitanes generales, heredero del
que ya funcionaba en Cataluña para la defensa del orden y de los intereses de la burguesía. En
un intento de crear un partido único, siguiendo el modelo fascista, nació la Unión Patriótica
(UP). En su formación reunió una amalgama de gentes procedentes del carlismo, del
conservador maurismo, de propietarios de la tierra o burgueses industriales -ávidos de gozar del
apoyo del Gobierno- y del incipiente catolicismo político.
Este primer periodo de la dictadura conoció dos éxitos: Por una parte, una política
económica expansionista, que favoreció la construcción de carreteras y pantanos, haciendo
descender la conflictividad social. Por otra, el desembarcó en la bahía de Alhucemas en
septiembre de 1925, siendo la primera operación conjunta conocida en la historia de la
estrategia militar que reunió fuerzas de mar, aire y tierra francesas y españolas. Tras varias
semanas de duras batallas, Abd-el-Krim se entregó a las autoridades francesas para no ser
prisionero del ejército español.
Estos éxitos posibilitaron que a mediados de los años veinte, la dictadura viera una
época de esplendor que tuvo como principal consecuencia el intento de perpetuación del
régimen mediante un Directorio civil.
A partir de 1924, los cargos en el gobierno habían comenzado a ser ocupados de nuevo
por civiles, la mayoría funcionarios y algunos políticos procedentes de la derecha católica y el
maurismo. El Directorio Civil se creó en Diciembre de 1925. Con él demostraba el dictador su
voluntad de permanecer en el poder e instituir un régimen estable y duradero.
Fueron tiempos en los que el país gozó de una economía en alza porque la de Europa
también lo estaba. Se propició la industrialización desde un intervencionismo estatal; se
59
potenció el regadío y la electrificación con la construcción de pantanos y se incrementó el
comercio exterior.
Uno de los retos principales del régimen fue solucionar la conflictividad social, que
disminuyó notablemente. Para ello creó la Organización Corporativa Nacional (1926), un
nuevo marco de las relaciones laborales constituido por los comités paritarios. Para que
funcionara, el gobierno contó con la colaboración de los socialistas, la UGT y los Sindicatos
libres. Por el contrario, se marginó y persiguió a la CNT, que continuó ilegalizada. En el verano
de 1927 se crea la Federación Anarquista Ibérica (FAI), en un intento de velar por que la
CNT siguiera manteniendo sus principios anarcosindicalistas frente a posibles vías reformistas.
A partir de 1928 se hizo patente la decadencia política del régimen de Primo de Rivera,
quien, además, se encontraba gravemente enfermo. A la oposición del movimiento obrero,
sobre todo anarquista, (El Partido Socialista y la UGT comienzan a alejarse del régimen) se
une la de los intelectuales y una parte importante del ejército de la península, que volvía a ver
dificultados sus ascensos. Las conspiraciones contra el gobierno aumentaron, al igual que la
movilización de republicanos y del movimiento obrero.
A esto se une la crisis económica que comienza a percibirse en 1928 con una fuerte
depreciación de la peseta. El agotamiento de los recursos públicos paraliza las inversiones y
hace aumentar el paro. Las malas cosechas y la repercusión de la crisis internacional
provocada por el crack de la bolsa de Nueva York empeoran la situación.
El 30 de enero de 1930, Primo de Rivera dimitió y se exilió a París, donde murió poco
después.
Tras la dimisión del dictador, Alfonso XIII confió el poder al viejo general Dámaso
Berenguer, dando paso a un periodo de gobierno que los comentaristas políticos bautizaron
como la dictablanda. Berenguer buscó un retorno a la normalidad constitucional de 1876 como
si nada hubiera sucedido.
Entre tanto, la oposición republicana había creado nuevos partidos, en gran parte
formados por abogados, profesores y periodistas: Acción Republicana, liderada por Azaña; el
Partido Republicano Radical-Socialista, por Marcelino Domingo; la Organización
Republicana Gallega Autónoma (ORGA), de carácter autonomista; y la Ezquerra
Republicana de Catalunya, dirigida por Macià y Lluis Companys. Parte de la derecha
conservadora y católica también encontró acomodo en el republicanismo, con la creación de
Derecha Liberal Republicana, donde había antiguos liberales como Niceto Alcalá Zamora o
mauristas como Miguel Maura, hijo de Antonio Maura. A estas fuerzas se unió Lerroux,
representante del republicanismo histórico.
Los partidos republicanos se unieron en agosto de 1930 y firmaron el Pacto de San
Sebastián, por el que se comprometían a llevar a cabo una insurrección que instaurara la
república en España. Crearon un gobierno provisional clandestino presidido por Alcalá
Zamora. En octubre se unió al pacto el Partido Socialista.
Algunos sectores del ejército también respaldaron la causa republicana. Los capitanes
Fermín Galán y García Hernández protagonizaron una sublevación en Jaca (Huesca,
diciembre de 1930), que fracasó por adelantarse éstos a la insurrección proyectada por los
firmantes del Pacto de San Sebastián y a la huelga general convocada por CNT y UGT. Sus
dirigentes fueron fusilados.
En enero de 1931 Berenguer fue reemplazado por el almirante Juan Bautista Aznar,
que formó un gobierno monárquico de concentración. Su objetivo era organizar un escalonado
proceso electoral, a fin de recuperar el tiempo "perdido" con la dictadura, que culminase en
unas Cortes constituyentes y que, a la vez, permitiera otorgar el necesitado consenso al
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régimen monárquico. Según el procedimiento establecido, había que empezar por las
elecciones municipales que sustituyeran a los ayuntamientos de la dictadura, para luego llegar
a las elecciones a Cortes.
Las primeras se celebraron el 12 de abril de 1931. Los firmantes del Pacto de San
Sebastián acudieron formando una coalición electoral, convirtiéndolas en un plebiscito sobre
la monarquía. El sistema electoral caciquil propio de la Restauración estaba anquilosado tras
ocho años de dictadura, por lo que apenas pudo controlar las zonas rurales; en estas zonas los
resultados fueron favorables a los partidos monárquicos. Por el contrario, en las capitales de
provincia, donde los votos expresaban realmente la opinión pública, triunfaron los
republicanos.
Los resultados electorales sorprendieron a todo el mundo, incluso a los líderes
republicanos. El propio rey, a la vista de lo sucedido en las elecciones, partió al exilio dejando
un vacío de poder que sólo la república y la democracia de masas podían llenar.

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TEMA B.6. LA SEGUNDA REPÚBLICA ESPAÑOLA (1931-1936)

1.- La proclamación de la República, la Constitución de 1931 y el bienio reformista. 2/ El


bienio radical-cedista y el triunfo del Frente Popular.

1.- LA PROCLAMACIÓN DE LA REPÚBLICA, LA CONSTITUCIÓN DE 1931 Y EL


BIENIO REFORMISTA.

El conocimiento de los resultados de las elecciones municipales del 12 de abril de


1931 causó sorpresa: la mayoría de republicanos no esperaban el éxito y los monárquicos
consideraban imposible la victoria de sus adversarios. A pesar de la victoria de las candidaturas
monárquicas en el conjunto del país, las grandes ciudades, donde el voto era más libre por el
menor control de los caciques, habían proporcionado una clara victoria a los republicanos. En
Madrid los votos republicanos triplicaban a los monárquicos y, en Barcelona, los
cuadruplicaban.
La victoria electoral de los republicanos en las ciudades trajo consigo la caída de la
monarquía. El cambio de régimen se realizó sin derramamiento de sangre el 14 de abril de
1931, tras la proclamación de la República en Madrid, Barcelona y otras capitales españolas.
Convencido de que las elecciones habían sido una manifestación nacional contra la monarquía,
el conde de Romanones, ministro de Estado, recomendó al rey abandonar España y negoció
con el comité revolucionario el traspaso del gobierno. Alfonso XIII tomó el camino del exilio.
El fervor republicano había salido de su marginación y había conquistado amplios
sectores moderados de las clases medias urbanas, que eran las que venían contando en política
hasta entonces. En plena euforia popular se formó un gobierno provisional, presidido por el
conservador Niceto Alcalá Zamora, con representantes de las diversas tendencias: antiguos
monárquicos, como el propio Alcalá Zamora o Miguel Maura; republicanos moderados, como
Martínez Barrio o Alejandro Lerroux; republicanos de izquierdas como Manuel Azaña o
Marcelino Domingo; nacionalistas, como Luis Nicolau D´Olwer; y socialistas, como Indalecio
Prieto o Fernando de los Ríos. Este gobierno asume pacíficamente el poder y se pone manos a
la obra en la transformación del Estado.
El entusiasmo y la alegría de los primeros momentos, no duraron mucho tiempo. A este
cambio contribuyeron de igual manera la crisis económica, tras el Crack de la Bolsa de Nueva
York de 1929, y el aislamiento de los políticos de la realidad del país.
El movimiento obrero saludó la república con alegría. La UGT porque con el PSOE en
el gobierno pensaba jugar un papel protagonista. La CNT por cuanto les permite salir de la
clandestinidad; los anarquistas saludan la República, aunque la consideran burguesa, y se
prestan a luchar por la instauración del comunismo libertario. En ambos casos, el aumento de la
afiliación fue espectacular.
El primer problema serio para las nuevas autoridades se origina en Barcelona, cuando el
líder catalanista Francesc Macià proclama la República Catalana o Estat Catalá. Distintos
representantes del nuevo gobierno provisional consiguieron convencer al dirigente de Esquerra
Republicana de Catalunya de que depusiese su actitud y confiase en el reconocimiento
republicano de la singularidad catalana mediante un próximo estatuto.
El segundo problema llega con una pastoral del arzobispo de Toledo, el cardenal
Segura, criticando a la república; y la apertura de un centro monárquico en Madrid. En
respuesta a estos hechos, exaltados anticlericales incendian un centenar de edificios
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eclesiásticos en Madrid y otras ciudades del sur de España. Un mes más tarde, la expulsión de
España del cardenal Segura por parte del gobierno, daría a los católicos nuevos argumentos
contra la República.
Las elecciones para Cortes Constituyentes se celebraron el 28 de junio, con una alta
participación y una campaña que despertó más apasionamiento que ninguna otra. La
conjunción republicano-socialista obtuvo una aplastante mayoría en casi todas las provincias,
con excepción del País Vasco y Navarra, donde los nacionalistas y tradicionalistas le privaron
del triunfo. El Congreso estaba, pues, muy inclinado a la izquierda, e incluía a numerosos
diputados sin experiencia política; pero se hallaban presentes los líderes de los principales
partidos y un grupo de intelectuales, como Unamuno, Ortega y Gasset o Marañón.
La redacción de una nueva Constitución fue la primera tarea que se impusieron los
diputados. Como en pasados debates constitucionales, el apasionamiento alcanzó las cotas más
altas al afrontar la configuración del Estado y las relaciones de la Iglesia con el Estado. En
octubre, la aprobación de artículos constitucionales contrarios a los intereses de la iglesia
católica provocó la primera crisis de gobierno. En protesta por estas disposiciones, los
diputados de derecha abandonan el Congreso, al tiempo que Alcalá Zamora y Miguel Maura
dimiten de sus cargos en el gobierno. La vacante en la jefatura del gabinete la ocuparía el
ministro de la Guerra, Manuel Azaña.
Por la Constitución aprobada el 9 de diciembre de 1931, España se convertía en un
Estado democrático, parlamentario, laico, descentralizado y que reconocía una función
social de la propiedad. Otras características de la Constitución de 1931 son:
● Poderes: Soberanía popular. La primacía correspondía al poder legislativo con una
única cámara y un gobierno responsable ante ella; con un presidente de la República
que durante su mandato de seis años goza de la facultad de disolver la cámara dos
veces.
● Voto: Sufragio universal, incluidas las mujeres; se elegía de manera directa a los
diputados, y mediante un sistema de compromisarios al presidente de la República.
● Configuración regional: Define un Estado central fuerte, pero ofrece un cauce para
resolver los problemas regionales mediante la promulgación de estatutos de autonomía.
● Derechos: Reconocimiento de derechos individuales y sociales y con subordinación del
derecho de propiedad al interés público, lo que justificaba las posibles expropiaciones.
● Relaciones Iglesia-Estado: se disuelven las órdenes religiosas consideradas un peligro
para la seguridad del Estado (Jesuitas) y se pone fin al presupuesto del clero. Con una
estricta separación entre el poder civil y el eclesiástico. Se prohibió a las órdenes
religiosas dedicarse a la enseñanza.

Al día siguiente de la aprobación del texto constitucional, Alcalá Zamora era elegido
por el Congreso presidente de la República y confirmaba a Manuel Azaña al frente de la
jefatura del Gobierno.
El periodo comprendido entre abril de 1931 y septiembre de 1933 se conoce como
Bienio reformista, social-azañista o republicano-socialista. El protagonismo fue claramente
de las izquierdas, ya que tanto los monárquicos como los republicanos moderados se retiraron
del gobierno. Se pusieron en marcha diversas reformas:

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La reforma educativa
Convencido de que el atraso español podía superarse mediante la educación, el gobierno
de Azaña se entrega a la difícil tarea de sustituir los métodos y profesores religiosos por
partidarios de una enseñanza progresista. El ministro de Instrucción Pública, Fernando de los
Ríos, tuvo como objetivo crear un sistema educativo unificado, público, laico y gratuito,
que implantó la coeducación de niños y niñas, inexistente en los centros religiosos. La
prohibición de la enseñanza a las congregaciones religiosas creó un vacío de centros y
profesores.
A pesar de la decidida voluntad de la República, ni el tiempo ni el dinero permitieron eliminar
el monopolio docente de la Iglesia; pero a principios de 1933, cerca de diez mil nuevas
escuelas primarias manifestaban la apuesta del Gobierno por la mejora de la educación. Se
aumentó el sueldo a los maestros y se pretendió dotarlos de una mejor preparación, acorde con
la función trasformadora que se atribuía a la escuela en una España con un 60% de población
analfabeta.
Otras actuaciones en el plano educativo y cultural, fueron las Misiones Pedagógicas,
con bibliotecas, cine y teatro ambulantes, que pretendían llevar la cultura a las zonas rurales.
Desde el anarquismo surgieron escuelas racionalistas siguiendo el modelo de la Escuela
Moderna de Ferrer y Guardia. La CNT y los ateneos sostenían la difusión de su ideología a
través de revistas y folletos.

La reforma militar
El gobierno republicano aborda la espinosa tarea de modernizar el ejército, cuya
abundancia de mandos, escasa formación y anticuado material le habían hecho perder
capacidad técnica. Una de las primeras decisiones de Azaña, ministro de la Guerra en el
gobierno provisional, fue la de ofrecer a un buen número de oficiales la jubilación anticipada
con el sueldo íntegro. La mitad de los afectados eligieron esta ventajosa reconversión, que
redujo drásticamente la oficialidad, pero que no logró, como era uno de sus objetivos,
republicanizar el ejército. Otras medidas fueron restar poder a la jurisdicción militar en
beneficio de la civil o la supresión de la Academia General de Zaragoza, dirigida por el general
Franco. Las reformas de Azaña irritaron a amplios sectores del ejército, que vieron en ellas un
propósito de minar el poder de los militares. No se atrevió la República a disolver la Guardia
Civil, aunque sí procuró acabar con su hegemonía en cuestiones de orden público. Prefirió
crear, la Guardia de Asalto, una fuerza leal, especialmente entrenada como policía
antidisturbios.

Las leyes laborales


El gobierno republicano estableció su política laboral bajo la dirección del ministro
socialista Francisco Largo Caballero, llevando adelante distintas reformas, entre el desagrado
de los empresarios y las esperanzas de los trabajadores:
● La Ley de contratos de Trabajo daba prioridad a los convenios colectivos, en lugar
de hacerse por empresas.
● La Ley de Jurados Mixtos creaba organismos donde participaban empresarios,
representantes de trabajadores y gobierno, para solucionar conflictos laborales. Esta
medida favorecía el modelo reformista de la UGT frente a la acción directa entre
patronos y obreros propugnada por la CNT.
● La Ley de Términos municipales se aplicaba al campo y suponía la preferencia en la
contratación de los jornaleros del municipio, evitando así la existencia de esquiroles.
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● La gravedad de los enfrentamiento sociales en la España rural empujaba a conceder
satisfacciones inmediatas: extensión al campo de la jornada de ocho horas,
prolongación de los contratos de arrendamiento de tierras, y laboreo forzoso de
tierras allí donde existiesen braceros en paro.

La reforma agraria
La esperanza republicana lleva sobre todo el nombre de reforma agraria: Extensos
latifundios en Extremadura y Andalucía, campesinos hambrientos y arrendatarios explotados
esperaban un remedio. Todos ellos esperaban que el gobierno republicano-socialista acabara,
por fin, con todas las lacras del campo español mediante una distribución más justa de la
propiedad, para lo que era urgente aprobar una ley que expropiara grandes fincas y las
repartiera entre campesinos sin tierras. Con un fondo de agitación creciente en el campo, el
proyecto de reforma agraria choca con la resistencia de los latifundistas y de los partidos de
derecha y centro, que la hacen estancar en las discusiones del Congreso.
En agosto de 1932, el fracaso del levantamiento monárquico del general Sanjurjo contra
la República fortalece a Manuel Azaña, que aprovecha la emotividad del momento para hacer
aprobar la Ley de Bases de la Reforma Agraria (9 de septiembre de 1932). El texto legal
autoriza la expropiación con indemnización. La burocracia, los elevados costos de la
expropiación y las resistencias de los propietarios afectados por la reforma no permitirían
recibir tierras más que a doce mil familias en los dos años de vigencia de la ley.

Los estatutos de autonomía


El mismo día 9 de septiembre de 1932, Azaña forzó también la aprobación del Estatuto
de Cataluña. Macià se convirtió en el primer presidente de la Generalitat, hasta su muerte en
1933, en que fue sustituido por LluisCompanys. En el País Vasco, la división de los
ciudadanos respecto a su autonomía regional ofrecía un panorama político bien distinto del de
Cataluña, por lo que el Estatuto vasco no se aprobaría hasta una vez comenzada la Guerra
Civil.
Partidarios de la revolución social, los sindicatos anarquistas consideran que no
pueden triunfar sus aspiraciones dentro de la legalidad de una república burguesa. Numerosas
huelgas y ocupaciones de tierras llevarán el sello de la CNT, que, con su millón de afiliados,
proclama el comunismo libertario en varias comarcas de Cataluña, Aragón, Valencia, Castilla y
Andalucía. Otras llevan el sello de la UGT, sobre todo en el campo. Revueltas y represión por
parte del gobierno que provocan disturbios y muertes (Castilblanco, Arnedo, Casas Viejas).
Uno de los más graves enfrentamientos con las fuerzas de orden público tiene lugar el
12 de enero de 1933 en la localidad gaditana de Casas Viejas. Jornaleros anarquistas
proclaman el comunismo libertario y sitian el cuartel de la Guardia Civil, haciendo que
intervenga la Guardia de Asalto, que aplasta el levantamiento después de fusilar a catorce
campesinos. La matanza causa estupor en la opinión pública, encolerizada por la frase que se
atribuye al propio Azaña de “ni heridos, ni prisioneros: tiro a la barriga”; al tiempo que la
derecha lo culpa de lo ocurrido y se esfuerza por derribarlo en el Congreso. A su vez, la
izquierda proletaria recela, cada día más, de una República, definida constitucionalmente como
"de trabajadores de toda clase", cuyas fuerzas de orden emplean tal violencia contra labradores
que vivían en la más absoluta miseria. El sindicato anarquista CNT se radicaliza de la mano de
la FAI, en tanto que la UGT, socialista, sufrirá el intento de atraerla hacia el comunismo, una
vez que los comunistas fracasan en formar un sindicato propio.

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Nadie consigue frenar el desgaste del gobierno republicano-socialista, que ve cómo la
derecha católica explota el anticlericalismo de la República para organizar un poderoso
movimiento de masas de muy diversa procedencia social. De la movilización católica nace en
1933 la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), con la finalidad de
reformar la Constitución republicana, sobre todo en las materias concernientes a la religión y a
la enseñanza. Bajo el liderazgo indiscutido de José María Gil-Robles, la CEDA era un grupo
heterogéneo en el que, junto a verdaderos democristianos, imbuidos de la conciencia social de
la Iglesia, conviven hombres de extrema derecha. Más a la derecha de la CEDA se encontraban
otros grupos. Desde febrero de 1933, los ultramonárquicos se habían separado de Gil-Robles y
habían fundado Renovación Española, bajo el liderazgo de José Calvo Sotelo. El carlismo
derivó en un movimiento nacionalista de ultraderecha, la Comunión Tradicionalista. También
surgen los primeros grupos fascistas, como Falange Española, fundado en octubre de 1933 por
José Antonio Primo de Rivera, el hijo del dictador.
Las movilizaciones de la derecha y las continuas alteraciones del orden público
desgastan gravemente a Azaña y sus gobiernos, que pierden las elecciones municipales de abril
de 1933. Cuando en septiembre de 1933 las divisiones en la coalición gubernamental se
manifiestan irreversibles, el presidente de la República, en el uso de su autoridad
constitucional, destituye a Azaña, haciéndose necesarias nuevas elecciones, que quedan
convocadas para noviembre.

2.- EL BIENIO RADICAL CEDISTA Y EL TRIUNFO DEL FRENTE POPULAR

Con la abstención de los anarquistas y elevada participación católica, el 19 de


noviembre de 1933, en su primera vuelta, los españoles -incluidas, por vez primera, las
mujeres- acuden a las elecciones, cuando la crisis económica alcanza su mayor intensidad. La
agitación social, la miseria, el desencanto del reformismo azañista y la división de la izquierda,
que concurre por separado a las elecciones, dan un giro a la República. Favorecida por el
sistema de atribución de escaños, la derecha, que acude unida, obtiene un triunfo
indiscutible, compartido con el centro representado por el Partido Republicano Radical de
Alejandro Lerroux. A pesar de ser la CEDA el grupo con mayor número de diputados, el
presidente Alcalá Zamora, en el ejercicio de su función moderadora, llamó a Lerroux a
formar gobierno, tratando de evitar un mayor desplazamiento hacia la derecha y la
consiguiente reacción de las izquierdas.
Los sucesivos gobiernos revisan en sentido conservador las reformas de los gabinetes
de Azaña, las suspenden o las anulan, al mismo tiempo que los patronos, con las manos
libres, rebajan los salarios y reducen las mejoras logradas por los trabajadores en los dos años
precedentes. Las Cortes dan un respiro a la Iglesia con leyes que le aseguraban su actividad
docente y el cobro de dinero público. Los militares recuperan su protagonismo y promocionan
aquellos que estuvieron apartados de responsabilidades en el bienio anterior. No sólo no se
concede ningún estatuto de autonomía, sino que las relaciones de Madrid con Cataluña pasan
por momentos de extrema gravedad. Todo ello tiene su respuesta violenta en la calle, que se
escapa no pocas veces del control del gobierno.
El ascenso del nazismo en Alemania y la política represiva de los socialcristianos en
Austria hacen aumentar los temores de quienes en España emparentaban estos movimientos
con la CEDA, en la que, junto a verdaderos democristianos, convivían hombres de extrema
derecha tentados por el fascismo. El día primero de octubre de 1934, la CEDA se niega a seguir
apoyando a un Gobierno en el que no tiene participación y exige colocar a tres ministros en el
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gabinete que Alcalá Zamora encarga formar a Lerroux. Las ejecutivas socialista y ugetista no
esperan más, ante lo que consideran una agresión contra la República, y cursan a toda España
la orden de huelga general revolucionaria, que adquiere carácter de insurrección popular en
lugares como Asturias, Cataluña o el País Vasco.
El 6 de octubre, el presidente de la Generalitat de Cataluña, Lluis Companys, rompe
con el Gobierno central, acusándolo de estar dominado por fuerzas de dudosa lealtad
republicana, y proclama el Estado catalán dentro de la República federal española. El general
Batet declara el estado de guerra y combate en algunas calles de Barcelona. La Generalitat se
rinde, y el Gobierno suspende el Estatuto de Cataluña, al tiempo que ordena centenares de
detenciones.
Desde el comienzo de la huelga general, todas las miradas de los españoles se habían
dirigido hacia Asturias, el único lugar donde los trabajadores de CNT y UGT estaban unidos y
preparados para la lucha armada. Las organizaciones proletarias asaltan las casas-cuartel de la
Guardia Civil, toman la cuenca minera, ocupan las fábricas de armas y se apoderan de Oviedo.
La revuelta asturiana desborda pronto al Gobierno, que llama al general Franco para aplastar
la rebelión. Siguiendo su consejo, refuerzos del ejército de Marruecos desembarcan en Asturias
y en nueve días sofocan la revolución asturiana, que arroja un balance de mil muertos entre los
paisanos y trescientos entre la fuerza pública, causados no sólo en los combates, sino también
en la represión del bando revolucionario, y del bando gubernamental.
Las detenciones se extienden por toda España: son encarceladas 30.000 personas,
acusadas de dirigir o participar en el levantamiento; se limitan las actividades de los partidos de
izquierda y se establece la censura previa. Si la Revolución de Octubre había soliviantado a la
derecha, la represión gubernamental provoca un efecto similar en la izquierda. La brecha es tan
honda, que el país queda dividido en dos bandos que se mostrarán irreconciliables en lo
sucesivo.
A lo largo de 1935, los sucesivos gobiernos radical-cedistas acentúan su política
moderada. La extrema derecha hostiga a la CEDA, acusándola de tibia, y José Calvo Sotelo
regresa para hacerse cargo del monárquico Bloque Nacional, con un programa totalitario. En
contrapartida, Largo Caballero empuja a la UGT hacia posiciones cada vez más radicales, muy
próximas a las de los comunistas, que desde la revolución de octubre van ganando adeptos.
La división cada vez mayor en las filas de la derecha desemboca en diferentes crisis de
gobierno. Pero la gota que colmó el vaso fue el escándalo del estraperlo, la introducción de una
ruleta trucada con la connivencia de algunos dirigentes del Partido Radical, incluido Lerroux.
Ante estos escándalos, Alcalá Zamora, decide disolver el Parlamento y convocar nuevas
elecciones para febrero de 1936.
Mientras tanto continúa creciendo el totalitarismo en Europa y el comunismo
internacional bajo las órdenes de Stalin cambia de estrategia. La nueva estrategia comunista
pasa por la formación de Frentes Populares, que implicaban la alianza de los partidos
socialistas y comunistas con los burgueses antifascistas.
La teoría frentepopulista pronto pudo llevarse a la práctica en España, pues el
desprestigio del Gobierno, comprometido en sobornos y escándalos financieros provocaría la
convocatoria de elecciones, para el día 16 de febrero de 1936, en su primera vuelta. Dejando
de lado momentáneamente sus diferencias, la antigua conjunción republicano-socialista se
preparó para la consulta con la firma de una alianza electoral, o Frente Popular (Izquierda
Republicana, Unión Republicana, el Partido Socialista, el Partido Comunista, el POUM
[Partido Obrero de Unificación Marxista, de tendencia trotskista], el Partido Sindicalista [una
escisión de la CNT] y el Partido Republicano Federal). Su programa hacía hincapié en el
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restablecimiento de la política de reformas del primer bienio y en la concesión de una
amnistía para los encarcelados de la Revolución de Octubre. Aunque la derecha consiguió
formalizar alianzas en muchas provincias, careció del sentimiento de unidad que le dio a la
CEDA el triunfo en 1933.
Beneficiada ahora la izquierda por la ley electoral que estimulaba la formación de
coaliciones y por la afluencia a las urnas de gran parte de afiliados de la CNT ante la promesa
de amnistía a los presos sociales, el Frente Popular vence en unas elecciones con los
resultados muy apretados en votos pero no en escaños. Los resultados electorales, con sus
consiguientes manifestaciones de triunfo, provocan, desde la misma noche de los comicios, los
primeros conatos de fuerza entre las fuerzas derechistas.
Azaña forma un gobierno de republicanos, ya que los socialistas se negaron a
participar en él, tanto por las divisiones internas como por el desgaste que le había supuesto su
participación en el bienio 31-33. Las decisiones políticas más importantes fueron la concesión
de una amplia amnistía a los presos sociales, la readmisión de los trabajadores
represaliados por su participación en huelgas durante el bienio anterior, el restablecimiento
del Estatuto de Cataluña y la Generalitat, así como la puesta en marcha de la reforma
agraria mediante expedientes de emergencia.
La vida política no consigue recuperar su pulso, asfixiada por las exigencias
revolucionarias del proletariado y la degradación del orden público. Arden de nuevo conventos
e iglesias, mientras se agrava la ola de pistolerismo callejero, y los miembros de las
organizaciones legales de derechas las abandonan en masa para militar en movimientos más
extremistas. La Falange, que viene recibiendo ayuda económica de los fascistas italianos,
multiplica sus actuaciones violentas, en su deseo de crear problemas al gobierno del Frente
Popular.
En mayo de 1936, Manuel Azaña es promovido a la presidencia de la República, ya
que el Congreso decide deponer a Alcalá Zamora, acogiéndose a un artículo de la Constitución
que preveía esta posibilidad en caso de que el presidente hubiera disuelto las Cortes en dos
ocasiones durante su mandato. Santiago Casares Quiroga pasa a ocupar el cargo de Presidente
del Gobierno.
Durante los meses de junio y julio, tanto el campo como las ciudades fueron testigos de
la agitación revolucionaria. Jornaleros del campo ocupan tierras en Salamanca, Extremadura y
Andalucía sin que las fuerzas del orden consigan evitarlo. Como demostración de su fuerza, la
CNT desencadena una huelga de la construcción en Madrid que paraliza la capital.
El 12 de julio, unos pistoleros falangistas asesinan al teniente de la guardia de asalto
José Castillo, militante socialista. Al día siguiente es asesinado José Calvo Sotelo, líder de la
derecha parlamentaria; a manos de un grupo de guardias de asalto que trata de vengar la muerte
de su compañero. España entera se estremece, temerosa o esperanzada, sospechando que la
conjura militar podía estar a punto de estallar.

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TEMA B.7. LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA (1936-1939)

1/ La sublevación militar. Desarrollo de la Guerra Civil e internacionalización del conflicto. 2/


La Guerra Civil: evolución en las dos zonas y sus consecuencias.

1.- LA SUBLEVACIÓN MILITAR. DESARROLLO DE LA GUERRA CIVIL E


INTERNACIONALIZACIÓN DEL CONFLICTO.

a) La sublevación militar.
Aunque la causa única de la guerra fue la sublevación militar contra la república, lo
cierto es que en ella confluyen elementos que proceden incluso del siglo XIX con otros más
recientes.
Las causas a largo plazo tienen que ver con la particularidad con la que se llevó a cabo
la revolución liberal-burguesa en el siglo XIX, que no llevó a cabo una auténtica reforma
agraria sino que concentró aún más la propiedad; que no supo articular un modelo de Estado
que respetara a la vez la unidad y los particularismos; y que dio al ejército y a la iglesia un
papel protagonista en la vida política que no tenía comparación en los países de nuestro
entorno.
Las causas a corto plazo tienen que ver con las políticas reformistas del periodo
republicano, que enemistaron con la república al ejército, la iglesia, los terratenientes y la
burguesía, sin lograr el apoyo, por lo tímido de las reformas, de obreros y campesinos sin tierra.
El periodo republicano fue polarizando la sociedad española en dos bandos que, temerosos
cada uno de ellos de las intenciones del otro, acabarían enfrentándose en la guerra.
La conspiración militar se inició como consecuencia de la victoria del Frente Popular
en las elecciones de febrero de 1936. En ella también hubo colaboradores civiles (monárquicos
alfonsinos y carlistas, fascistas...), con los que se contaba como apoyo auxiliar. Sin embargo, el
golpe de Estado de julio de 1936 fue organizado, liderado y planeado exclusivamente por una
serie de militares descontentos. El estratega y jefe de la operación fue el general Emilio
Mola, que estaba en Pamplona, ciudad a la que había sido destinado por el Gobierno
precisamente por ser sospechoso de golpismo. El general Sanjurjo, era la persona designada
por los conspiradores para presidir el Directorio militar que se debía crear tras el golpe; sin
embargo, falleció en los primeros días de la sublevación en un accidente aéreo cuando se
dirigía a Pamplona desde Portugal, donde residía. Mola pretendía instaurar un modelo de
Gobierno idéntico al de la Dictadura de Primo de Rivera; su objetivo era establecer un poder
autoritario que desalojara al Gobierno legítimo y suspendiera las libertades constitucionales.
El Gobierno de la II República presidido entonces por Casares Quiroga temió armar a
las organizaciones obreras y no adoptó las medidas adecuadas para prevenir el golpe militar
que se estaba preparando. La Guerra Civil fue, por tanto, la consecuencia de un golpe militar
mal ejecutado y de un Gobierno demasiado débil para atajarlo.
La sublevación comenzó en la tarde del 17 de julio de 1936 en Marruecos, donde se
encontraba la mayor y mejor preparada guarnición del ejército español. Estaba formada por
unos 50.000 hombres: los legionarios (el Tercio), dirigidos por el Tte. Coronel Yagüe, y las
tropas indígenas (los Regulares), que ya habían intervenido en la represión de la revolución de
Asturias en 1934.
Franco, tras controlar Canarias, se trasladó a Marruecos y se puso al frente de la
rebelión. Entre el 18 y el 19 de julio se incorporaron al golpe militar Sevilla (al mando del
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general Queipo de Llano) y Cádiz. Esta última era imprescindible para desembarcar las tropas
procedentes del norte de África. Además, se sumaron a los sublevados Córdoba, Granada,
Navarra (al mando de Mola), la mayor parte de Castilla y León, las tres capitales de Aragón
(con el general Cabanellas al frente de las tropas de Zaragoza), Galicia, Oviedo y Baleares
(excepto Menorca).
La sublevación fracasó en la mayoría de las grandes ciudades y núcleos
industriales: la cornisa cantábrica y el País Vasco (excepto Álava), por un lado y aislada del
resto; por otro Madrid, Cataluña, Valencia, Castilla-La Mancha, parte de Andalucía y Murcia.
Los obreros armados constituyeron las primeras milicias espontáneas en defensa de la
República. En Madrid asaltaron el cuartel de la Montaña, que era el centro de la sublevación en
la capital, y el general Fanjul cayó prisionero. En Barcelona, la CNT asaltó el cuartel de
Atarazanas y el general Goded fue apresado y fusilado. El Gobierno central y la Generalitat
perdieron durante varios meses el control del orden público y la iniciativa militar quedó en
manos de las organizaciones obreras que comenzaron un doble proceso de guerra contra
los golpistas y revolución social. A partir del 21 de julio fue manifiesto el fracaso del golpe
militar; España había quedado dividida y a merced de la iniciativa de los sublevados. Era el
comienzo de la Guerra Civil, que no finalizó hasta el 1 de abril de 1939.

b) Internacionalización del conflicto.


En el mes de agosto, las potencias europeas acordaron la no injerencia diplomática y
militar en los asuntos españoles y prohibieron las exportaciones de armamento a España. Esta
política, conocida con el nombre de no intervención, reflejaba el miedo de Francia y Gran
Bretaña a Alemania, por lo que preferían una política de apaciguamiento y concesiones
territoriales a Hitler, pero también incidió el temor a una revolución proletaria en España que se
pudiera extender a Europa occidental.
Mientras que Francia y Gran Bretaña respetaron el pacto, no lo hicieron ni Italia
ni Alemania, con lo que la no intervención tuvo como efecto principal el reforzamiento del
fascismo en Europa. Tanto una como otra no tardaron en reconocer al gobierno sublevado.
Italia apoyó al ejército de Franco con 70.000 soldados y el apoyo de su armada, mientras que
Alemania lo hizo con abundante material bélico y con la Legión Cóndor (unos 6.000 hombres
dotados de aviones y artillería). Otros apoyos importantes fueron los de Portugal, que permitió
el paso por la frontera a los rebeldes mientras lo negaba a los republicanos y el Vaticano, que
reconoció al gobierno de Franco y alentó el apoyo a la “cruzada” española. También fue
importante el apoyo financiero del banquero Juan March, el de Alfonso XIII desde su exilio en
Roma o el de las compañías petroleras norteamericanas abasteciendo al ejército sublevado.
El Gobierno republicano español, contó con el apoyo de la URSS a partir de octubre de
1936. El apoyo soviético se concretó en dos aspectos fundamentales: La ayuda directa con la
entrega de armamento, y que la II República hubo de pagar al contado con el oro del Banco
de España y, por otra parte, el Gobierno soviético ordenó a la Internacional Comunista que
organizara el reclutamiento de voluntarios de todo el mundo, las Brigadas Internacionales, e
impulsó movimientos de solidaridad antifascista en los países occidentales. Ambos aspectos
quedaban condicionados a un mayor peso del Partido Comunista en la política española.
La causa republicana atrajo de una manera espectacular las simpatías de toda la
izquierda mundial y de la mayoría de los intelectuales. En Gran Bretaña y Francia, sin
embargo, ni unos ni otros lograron acabar con la política de no intervención. De Italia y
Alemania llegaron voluntarios antifascistas que lucharon al lado del Gobierno de la II
República, como los numerosos italianos de la Brigada Garibaldi. En Europa y América, la
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mayoría de los intelectuales independientes tomaron partido por la República, tanto en el
ámbito del arte y la literatura como en el del cine y la ciencia. Muchos intelectuales europeos y
americanos acudieron a España para apoyar una causa que identificaban con la de las
democracias y la revolución social. Algunos dejaron testimonios gráficos significativos, como
el fotógrafo Robert Capa, y otros, literarios, como el británico George Orwell, con su obra
Homenaje a Cataluña (1938), y el estadounidense Ernest Hemingway, quien dejó su
testimonio en Por quién doblan las campanas (1940).
La opinión de la derecha en los países democráticos fue más variada, pues, aunque parte
de los católicos se inclinaban hacia Franco, muchos de ellos tenían sentimientos antialemanes,
especialmente en Francia. Entre los escritores de la derecha católica destacó el francés George
Bernanos, que estuvo en Mallorca cuando la isla fue ocupada por los sublevados y denunció el
nuevo orden de cosas impuesto por los militares rebeldes en Los grandes cementerios bajo la
luna (1938).

c) Desarrollo de la Guerra Civil.


En el conflicto bélico se sucedieron varias etapas cuya evolución estuvo ligada a la
iniciativa de los sublevados, ya que la república, salvo algunas ofensivas puntuales, llevó a
cabo una estrategia defensiva.

a.- La “guerra de columnas” y la marcha hacia Madrid


Esta etapa se desarrolló entre julio y noviembre de 1936. En ella participaron diversas
columnas militares de ambos bandos.
Las milicias populares se lanzaron desde Cataluña a la conquista de Aragón, y aunque
no lograron hacerse con ninguna de sus capitales, reforzaron la colectivización de tierras que
se había iniciado al fracasar la sublevación.
Siguiendo las pautas habituales en los pronunciamientos del siglo XIX, la toma de
Madrid se convirtió en el objetivo primordial para los sublevados. Desde Navarra, las
columnas mandadas por Mola fueron detenidas al norte del Sistema Central. Desde Andalucía,
y gracias a la colaboración de Italia y Alemania que ayudaron al ejército de África a cruzar el
Estrecho, tras unirse a los soldados de Queipo de Llano en Sevilla, avanzaron a través de
Extremadura sin que el Gobierno republicano pudiera detenerlos. Las columnas procedentes
del sur (formadas mayoritariamente por soldados marroquíes) tomaron Badajoz, Talavera y
Toledo, y liberaron a la guarnición rebelde que se había hecho fuerte en el Alcázar de esta
última ciudad, uniendo así las dos zonas de la península que dominaban los sublevados.
En el frente norte, la toma de Irún por las tropas del general Mola fue la operación de
mayor importancia, porque cortaba el acceso del ejército republicano del norte a la frontera con
Francia e impedía la llegada de refuerzos por tierra. Poco después (septiembre de 1936), San
Sebastián se rindió sin lucha alguna ante el avance de los sublevados.

b.- La batalla de Madrid


En esta etapa (noviembre de 1936-marzo de 1937), el conflicto se convirtió en una
guerra de desgaste. Los frentes se estabilizaron, se incrementó la intervención extranjera y se
creó aceleradamente un nuevo ejército popular republicano.
La causa de la guerra de desgaste fue, sin duda, la inesperada resistencia de Madrid,
bombardeada por aire y asediada por todos lados, excepto por la carretera de Valencia.
El Gobierno republicano, por su parte, se trasladó a Valencia, convencido de que
Madrid caería pronto. La resistencia fue dirigida a partir de ese momento por una improvisada
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Junta de Defensa, presidida por el general Miaja e integrada por todas las fuerzas antifascistas.
Esta Junta recibió los primeros refuerzos extranjeros favorables a la República: los voluntarios
de las Brigadas Internacionales.
El ejército republicano rechazó un primer ataque frontal a la ciudad por el oeste, a la
altura de la Ciudad Universitaria, donde cayó abatido el anarquista Buenaventura Durruti. Al
no lograr la toma rápida de la ciudad, Franco decidió poner en marcha una operación para
rodearla, en la que se sucedieron tres batallas: La de la carretera de La Coruña (hasta enero
de 1937), para cortar la comunicación de Madrid con la sierra; la del río Jarama, la primera
gran batalla moderna de la Guerra Civil (febrero de 1937), en la que las tropas rebeldes
atacaron la carretera de Valencia por el sur; y la de Guadalajara (marzo de 1937), un cerco a
Madrid por el nordeste que terminó con una derrota del ejército rebelde y, en particular, de sus
aliados, las tropas italianas enviadas por Mussolini.
En el frente sur, los rebeldes lograron tomar Málaga (febrero de 1937). La caída de
Málaga sirvió de pretexto para el desprestigio de las milicias armadas obreras, defendidas sobre
todo por los anarquistas y se impuso la militarización de las mismas, idea que propugnaban los
comunistas, con el apoyo de la izquierda republicana y los militares profesionales.

c.- La campaña del norte y las ofensivas republicanas


Entre marzo de 1937 y marzo de 1938, ante la resistencia de Madrid, Franco cambió
de estrategia y decidió atacar el territorio republicano del norte, rico en infraestructura
industrial y minera. Esta zona estaba aislada, por lo que su bloqueo no resultaría complicado
gracias a la superioridad aérea y naval de los sublevados.
En primer lugar, el ejército de Franco ocupó Vizcaya: Bilbao cayó en junio de 1937; las
industrias pasaron prácticamente intactas a los rebeldes, lo cual supuso un gran refuerzo. Parte
del ejército republicano situado en el País Vasco (dependiente del PNV) se rindió a los
italianos tras firmar el Pacto de Santoña (que Franco no cumplió), por el cual se respetarían
las vidas de sus soldados y oficiales.
Durante esta etapa se produjo un episodio dramático, el bombardeo de Guernica (abril
de 1937), uno de los primeros bombardeos aéreos masivos de una población civil. Tras Bilbao,
cayeron Santander y, por último, Asturias (agosto y octubre de 1937).
El reconstruido ejército popular de la República emprendió varias ofensivas para
intentar detener o, al menos, retrasar el avance franquista en el norte de la península; no
obstante, sólo lo lograron parcialmente sin obtener resultados decisivos. Así ocurrió en la
batalla de Brunete (Madrid, julio de 1937) y más tarde en la de Belchite (Zaragoza, agosto de
1937), que no logró la ocupación de la capital aragonesa por los republicanos. Finalmente, tras
la batalla de Teruel (invierno de 1937-1938), que se libró a bajísimas temperaturas, los
republicanos tomaron esta ciudad, aunque sólo durante un mes. Las tres ofensivas se saldaron
con derrotas republicanas y, sobre todo, con un gran número de bajas y pérdida de material de
guerra.

d.- La batalla del Ebro y la toma de Cataluña


Esta etapa (marzo de 1938-febrero de 1939) constituyó la ofensiva final que decidió la
suerte de la guerra. Franco cambió de criterio y, en lugar de avanzar hacia Madrid, desplegó un
ataque (batalla de Aragón) a lo largo del frente aragonés con la intención de alcanzar el
Mediterráneo y dividir la zona republicana. En abril de 1938 logró este objetivo a la altura
de Vinaroz (Castellón), estableciendo el frente de Cataluña en los ríos Ebro y Segre.

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A continuación, emprendió el camino de Valencia y ocupó Castellón. La guerra parecía
decidida a favor de los sublevados.
Sin embargo, en julio de 1938 el ejército republicano lanzó una furiosa ofensiva y
logró cruzar el Ebro por sorpresa a través del gran arco que el río describe entre Mequinenza
(Zaragoza) y Amposta (Tarragona). Esta operación había sido autorizada por el presidente del
Gobierno, Juan Negrín, quien, convencido de la proximidad de un enfrentamiento en Europa
entre Hitler y las democracias, buscaba alargar el conflicto todo lo que fuera posible. La
ofensiva, conocida como la batalla del Ebro, se prolongó hasta noviembre de 1938 y tuvo
como consecuencia, además de las 100.000 bajas entre los dos bandos, el quebrantamiento
definitivo del ejército popular.
Tras la batalla del Ebro se llevó a cabo la conquista de Cataluña; en febrero de 1939,
Barcelona cayó en manos de los sublevados. El Gobierno y el presidente de la República, que
se habían trasladado a Barcelona, cruzaron la frontera francesa, acompañados por el gobierno
de la Generalitat. También se produjo un gran éxodo de tropas y civiles fieles a la República.

e.- El fin de la guerra


Entre febrero y abril de 1939 se desarrollaron los últimos episodios de la Guerra
Civil. Juan Negrín, presidente del Gobierno, y el PCE propusieron una política de resistencia a
ultranza. Negrín incluso regresó a España desde Francia con el objetivo de continuar la guerra.
A su entender, la única negociación que Franco aceptaría sería la rendición total de los
republicanos.
Esta actitud chocó, sin embargo, con la oposición de importantes militares y políticos
republicanos, que buscaron una salida negociada al conflicto, ya que entre las tropas de
retaguardia y la población civil reinaba el cansancio y el desánimo. Este grupo, encabezado por
el coronel Casado, el general Miaja, algunos políticos socialistas, como Julián Besteiro,
republicanos y anarquistas, como Cipriano Mera, organizó un golpe de Estado en marzo de
1939. Este acontecimiento provocó una breve guerra civil en el bando republicano, de la que
salieron triunfantes el coronel Casado y sus partidarios, quienes iniciaron conversaciones con
Franco para intentar negociar el fin de la guerra. Querían que se dieran facilidades para la
evacuación y que no hubiera represalias indiscriminadas. Pero el general Franco exigió la
rendición sin condiciones, y el 1 de abril pudo anunciar la completa victoria de sus tropas.

2.- LA GUERRA CIVIL: EVOLUCIÓN EN LAS DOS ZONAS Y SUS


CONSECUENCIAS.

a.- Evolución política en el bando republicano


Entre julio y septiembre de 1936, el Estado republicano se colapsó, incapaz de
controlar su propio territorio, debido a la sublevación misma (que hacía imposible un uso
eficiente de las fuerzas de orden público y del ejército) y a la presencia de poderes
revolucionarios que surgieron desde el mismo momento en que estalló la rebelión.
Tras el fallido gobierno de Martínez Barrio, José Giral (del partido de Azaña), formó
gobierno y armó a las milicias obreras, que se convirtieron, paradójicamente, en las
defensoras de un Gobierno republicano en el que no participaban, pero, sobre todo, en las
dueñas del poder durante el verano de 1936.
Se puso así en marcha una revolución espontánea liderada fundamentalmente por
los sindicatos CNT y UGT, que, sin embargo, no se hizo con el poder del Estado, sino que se
limitó a crear organismos propios que funcionaban con total autonomía e independencia del
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Gobierno. En Cataluña los trabajadores colectivizaron las fábricas y los servicios públicos,
conformándose un Comité de Milicias Antifascistas que sustituyó a la Generalitat. En Aragón,
Castilla-La Mancha y Levante se formaron colectividades agrarias en las tierras confiscadas a
los terratenientes, donde las decisiones se tomaban en asamblea y, en algunos casos, incluso
desapareció la moneda.
Los primeros meses conocieron una dura represión sobre políticos y personas sospechosas de
colaborar con los rebeldes, o simplemente de simpatizar con las derechas, entre las que se
incluyó a miembros del clero (fueron asesinados más de 6.000 sacerdotes, frailes y monjas).
Estas acciones afectaron negativamente a la imagen de la República.
La fórmula de hacer la guerra y la revolución simultáneamente se convirtió en el
programa básico de la CNT, la FAI, el POUM y gran parte de la UGT.
El esfuerzo posterior de los distintos gobiernos republicanos se encaminó a la
reconstrucción del Estado y de un ejército popular. Los defensores de esta reconstrucción
progresiva eran partidarios de ganar la guerra y dejar la revolución para más adelante; entre
ellos se encontraban los partidos republicanos, la mayoría del PSOE, el PSUC y, muy
especialmente, el PCE, que utilizando la fuerza que le daba el apoyo soviético intentó
monopolizar el poder y acabar con anarquistas y troskistas. Esta postura le proporcionó una
enorme influencia sobre los restantes partidos políticos y clases medias.
Entre septiembre de 1936 y mayo de 1937 tuvo lugar el primer intento de legitimar el
proceso revolucionario que se estaba desarrollando. El Gobierno presidido por Largo
Caballero adoptó las siguientes medidas: Legalizó las incautaciones de tierras e industrias, las
milicias fueron militarizadas y fueron instituidos tribunales populares de justicia para
contener la represión indiscriminada existente hasta entonces.
Los enfrentamientos internos entre las fuerzas gubernamentales estallaron en mayo de
1937 a causa de la pugna por el control de los servicios públicos de Barcelona, que se
encontraban en manos de la CNT desde la sublevación. Una orden de la Generalitat para
desalojar a los anarquistas de la Telefónica provocó la resistencia de estos. Se produjo una
batalla campal en las calles de Barcelona entre el PSUC y las fuerzas de la Generalitat, por un
lado, y los anarquistas y el POUM, por otro, que se saldó con 500 muertos. Los incidentes de
Barcelona tuvieron importantes repercusiones: se inició el repliegue del poder
anarcosindicalista, el POUM fue ilegalizado, la Generalitat de Cataluña perdió sus atribuciones
en materia de orden público, y Largo Caballero se vio obligado a dimitir.
Juan Negrín presidió el nuevo gobierno con el apoyo de los comunistas. Entre mayo
de 1937 y febrero de 1939 procedió a una reconstrucción del estado, imponiendo la
militarización a las milicias y acabando, incluso por la vía de las armas, con las
colectivizaciones de industrias y tierras. Negrín se vio cada vez más aislado, contando sólo con
el apoyo del PCE y de parte del PSOE. En este tiempo, la utilización que hizo el PCE del poder
para acabar con los anarquistas y copar los puestos más importantes en el ejército y la
administración, las sucesivas derrotas en la guerra y el envío del oro del Banco de España a
Moscú fueron minando la unidad en el bando republicano. El jefe de Gobierno plasmó su
programa en un documento, los Trece Puntos (mayo de 1938), que exponían las bases para un
posible fin negociado de la guerra.
Entre febrero y abril de 1939 se desencadenó el final del Gobierno republicano en
España. La salida de España del equipo de Negrín tras la caída de Cataluña precipitó los
acontecimientos. Azaña ya no volvió a España (dimitió y murió en Francia en 1940) ni
tampoco su sucesor en la presidencia de la República, Martínez Barrio. Negrín, sin embargo,
sí regresó, con el intento de, por orden de Stalin, prolongar la guerra hasta que estallara la II
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Guerra Mundial. A su vuelta a España, se encontró con una trama militar liderada por el
coronel Casado, que había entablado negociaciones y contactos con Franco con el fin de
firmar una paz negociada.

b.- Evolución política en la zona sublevada


En las primeras semanas no existió ningún tipo de proyecto político común entre los
militares sublevados, salvo crear un poder militar que anulara la legislación (agraria, laica y
laboral) del Frente Popular y liderara la represión sistemática de quienes apoyaron al
Gobierno republicano.
La encargada de administrar esta política fue la Junta de Defensa Nacional de Burgos,
presidida por el general Miguel Cabanellas, aunque controlada por Mola. Franco no entró en la
Junta hasta agosto. Junto al ejército se encontraban las fuerzas políticas: los requetés carlistas
navarros y las milicias fascistas de Falange.
Franco fue elegido para ostentar el mando militar y político único con los títulos de
Generalísimo y Jefe del Gobierno del Estado español. El 1 de octubre de 1936, el general
Franco tomó posesión de sus cargos y nombró a la Junta Técnica del Estado. La Junta tuvo su
sede en Burgos, mientras que el cuartel general de Franco se estableció en Salamanca.
La sublevación no tardó en ser calificada de cruzada por la jerarquía católica. La
Iglesia católica apoyó la sublevación, lo que no impidió a Franco mandar fusilar a los
sacerdotes vascos que defendieron la actitud del PNV. Franco pasó a ser denominado Caudillo,
adaptación hispánica del título fascista de Duce o Führer, es decir, «guía» o «conductor».
En abril de 1937 Franco decretó la unificación de falangistas y carlistas en un
movimiento que estaba por encima de los tradicionales partidos políticos: Falange Española
Tradicionalista y de las JONS. La oposición más fuerte procedió de la propia Falange, que
era mayoritaria. Su jefe nacional, Manuel Hedilla, fue detenido por oponerse a la unificación.
Desde abril de 1937 a abril de 1939 el poder absoluto de Franco se vio reforzado con la
creación de dos nuevos organismos políticos que carecían de capacidad decisoria: la Junta
Política y el Consejo Nacional de FET de las JONS. Se formó también el primer Gobierno,
compuesto por once ministros, en febrero de 1938.
La tarea principal del nuevo Gobierno fue la elaboración de una legislación
profundamente reaccionaria: control estatal de la prensa, supresión del pluralismo político,
legalización de la pena de muerte, restablecimiento del catolicismo como religión oficial,
clericalización de la vida pública y abolición de todas las medidas laicas de la II República. En
materia social se aprobó el Fuero del Trabajo (marzo de 1938), imitando el promulgado por el
fascismo italiano, que recogía unos principios laborales generales. Se crearon, asímismo, las
magistraturas de trabajo para resolver los conflictos laborales y se establecieron los sindicatos
verticales, los únicos autorizados.

c.- Consecuencias
La Guerra Civil tuvo un balance trágico para España: las muertes y desapariciones, el
exilio de numerosos españoles, la represión y las pérdidas económicas. Hubo también grupos
sociales que se beneficiaron de la nueva situación:
● Los muertos y desaparecidos se calculan en medio millón, aunque sólo 300.000 lo
fueran en campos de batalla. Se calculan unos 200.000 fusilados (50.000 por el bando
republicano y 150.000 por el bando sublevado). Los encarcelados una vez acabada la
guerra se cifran en 300.000, muchos de los cuales murieron fusilados.

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● Los exiliados ascendieron a 500.000 personas, y su situación fue penosa en Francia,
donde vivieron y participaron en la II Guerra Mundial. Muchos de ellos regresaron de
forma voluntaria o forzosa, para ser encarcelados y bastantes de ellos fusilados.
● La represión: además de los fusilados, hay que contar con los presos e internados en
campos de concentración franquistas, los condenados a trabajos forzados en obras
faraónicas (como la del Valle de los Caídos) y las personas que permanecieron
escondidas (algunos incluso durante treinta años), conocidos como topos.
● Las pérdidas económicas debidas a los destrozos de la guerra, la pérdida de mano de
obra, tanto por el exilio como por las muertes y la salida del oro del Banco de España
hicieron muy duros los años de la posguerra.
● Los grupos beneficiados fueron los terratenientes, la burguesía industrial y financiera,
el ejército y la Iglesia.

d.- Incidencia en Castilla-La Mancha


La mayor parte de Castilla-La Mancha formó parte de la zona republicana durante toda
la guerra. Como hechos relevantes podemos destacar: la resistencia del Alcázar de Toledo,
mitificada posteriormente por el franquismo; la batalla de Guadalajara (marzo de 1937),
intento fracasado de tomar Madrid desde el norte; el papel de Albacete como sede de las
Brigadas Internacionales o las colectivizaciones agrícolas e industriales que funcionaron
durante la guerra.

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TEMA B.8. LA DICTADURA FRANQUISTA (1939-1975)

1/ Fundamentos ideológicos y evolución política. 2/ Sociedad y economía en el franquismo: de


la autarquía al desarrollismo. 3/ Represión y la oposición política al régimen franquista. El
papel de la cultura.

1.- FUNDAMENTOS IDEOLÓGICOS Y EVOLUCIÓN POLÍTICA.

El franquismo fue el régimen político y social que nació durante la Guerra Civil
debido a la necesidad de los militares sublevados de dotarse de un mando único y una
estructura administrativa paralela a la republicana. Así el 1 de octubre de 1936 Francisco
Franco se convirtió en Generalísimo y Jefe del Estado. Desde entonces y a lo largo de toda la
dictadura concentró en su persona todo el poder, se rodeó de gobiernos formados por ministros
de su total confianza y no contó con un Parlamento representativo ni una Constitución que
limitara sus poderes. Con el tiempo, sin embargo, se promulgaron un conjunto de leyes
(denominadas Leyes Fundamentales) y la Ley de Principios del Movimiento Nacional (1958).
Aunque el régimen evolucionó impulsado por las circunstancias, los cambios sociales y
económicos y la presión popular, permaneció siempre fiel a sus principios ideológicos y nunca
abandonó su carácter de dictadura personal. Los rasgos principales de esta ideología fueron:
● Rechazo de la sociedad burguesa contemporánea y nostalgia de etapas pasadas en
las que España triunfaba. Se añoraba la época de los Reyes Católicos, cuyos
símbolos, el yugo y las flechas, emplearon tanto los falangistas como el régimen.
● Aversión hacia las instituciones políticas liberales y la democracia parlamentaria,
identificadas con la «masonería», a quien se culpaba de la decadencia nacional.
● Durísima represión del marxismo y del comunismo (denominación que englobaba
todo el movimiento obrero), basado en el aniquilamiento de los llamados rojos.
Además, el anticomunismo militante del franquismo le permitió romper su aislamiento
internacional durante la guerra fría.
● Un exacerbado nacionalismo, combinado con la xenofobia y el catolicismo más
conservador. El nacionalismo se entendió de forma centralista y exclusivista, lo que
supuso la desaparición de cualquier indicio de autonomías y nacionalismos periféricos.
Se prohibió el uso en actos públicos, escuelas e iglesias de los idiomas catalán, vasco y
gallego.

a.- La construcción del régimen (1939-1951)


Este período, también conocido como primer franquismo, presenta una serie de
características:
1.- En política interior, entre 1938 y 1942, la figura más relevante del régimen fue Ramón
Serrano Suñer, ministro de Gobernación en el primer Gobierno de Franco y cuñado del
dictador. Este político fue el encargado de diseñar un Estado al que dio un tinte fascista o
«nacionalsindicalista». El partido único, FET de las JONS, aportaba la imagen fascista al
régimen. En esta época se combinaron habitualmente ministros de las distintas facciones o
«familias» del régimen: falangistas, carlistas, militares y católicos. Desde 1945, coincidiendo
con el final del conflicto mundial y con el triunfo de los aliados, se incrementó la influencia
política de los católicos en los gobiernos franquistas, reclutados entre la Asociación Católica
Nacional de Propagandistas y, más tarde, del Opus Dei. La política exterior buscó, sin éxito
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por ahora, el apoyo de los aliados, utilizando para ello las influencias del Vaticano y jugando la
baza del anticomunismo en el momento en que comenzaba la Guerra Fría.
2.- Las primeras leyes. En el ámbito legislativo se realizó una labor «constituyente» para
dotar al nuevo Estado de un entramado jurídico que lo legitimara y lo equiparara, al menos en
apariencia, con otros estados europeos. Entre las nuevas normas figuraba el Fuero del Trabajo
(1938), redactado durante la guerra; a este le acompañaron una serie de Leyes Fundamentales:
● La Ley Constitutiva de las Cortes (1942), mediante la cual se creó una asamblea
consultiva formada por delegados corporativos (procuradores) que representaban a
sindicatos, familias y municipios. Este sistema político fue denominado democracia
orgánica, ya que se consideraba el Estado como un ente vivo y las corporaciones, en
sus distintos niveles, como partes de ese organismo.
● El Fuero de los Españoles (1945), que recogía los derechos y deberes fundamentales
concedidos por el dictador.
● La Ley de Referéndum Nacional (1945), que preveía la posibilidad de una consulta
mediante plebiscito o referéndum.
● La Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado (1947), que concedía a Franco la
prerrogativa de nombrar a su sucesor. Se afirmaba que España era «un reino» y se
incluía la promesa indeterminada de restauración monárquica.
3.- En política económica el primer franquismo se caracterizó por un intervencionismo
estatal rígido que buscaba la autarquía, es decir, la autosuficiencia económica. La gran escasez
de casi todos los productos suscitó las primeras protestas sociales y huelgas relevantes
(1951) que impulsaron algunos cambios políticos y económicos en el país.
4.- La política exterior del régimen durante la Segunda Guerra Mundial se concretó en una
postura de no beligerancia, en realidad un apoyo apenas disimulado (División Azul) hacia la
Italia fascista y la Alemania nazi. La derrota de Italia y Alemania propició que el fascismo
perdiera peso político (Serrano Suñer es destituido en 1942) y que se adoptara la neutralidad.
Después de 1945 comenzó para la España franquista una etapa de ostracismo internacional.
El régimen fue condenado por la Organización de las Naciones Unidas (1946), y casi todos
los embajadores abandonaron el país, que fue bloqueado diplomática y económicamente. Este
proceder de las potencias extranjeras fue calificado por el franquismo como política
«antiespañola» y se utilizó como pretexto para realizar concentraciones de apoyo a Franco.
Posteriormente, el contexto internacional de guerra fría y el anticomunismo imperante en el
bloque occidental llevó a los Estados Unidos a acercarse al régimen de Franco.

b.- La consolidación del régimen (1951-1959)


Durante este período se eliminaron algunos aspectos de la política autárquica y
aislacionista característicos de la década anterior. La culminación de este proceso fue la puesta
en marcha del Plan de Estabilización y la visita a España del presidente estadounidense
Eisenhower. (Ambos en 1959). Entre las señas de identidad de esta etapa se pueden señalar:
● En política interior, la tendencia católica creció, en detrimento de falangistas y
militares. Estaba representada en estos años por miembros de la ACNP; quienes
monopolizaban las carteras de Asuntos Exteriores y Educación. En 1956 se produjeron
protestas entre los universitarios, lo cual obligó a Franco a realizar un nuevo cambio
de timón en 1957. Los ministros católicos, ahora del Opus Dei, fueron conocidos como
tecnócratas. Este equipo, con López Rodó a la cabeza, diseñó el Plan de
Estabilización de 1959 y fue también el artífice del crecimiento económico de los años
sesenta. El responsable de la entrada en el Gobierno de los tecnócratas fue el cada vez
78
más influyente Carrero Blanco, quien, junto a estos ministros, fue reuniendo un grupo
de influencia de carácter monárquico.
● En política económica, se tendió a una mayor liberalización de la economía, en
consonancia con la apertura de las relaciones internacionales.
● En política exterior, después de 1950, las relaciones diplomáticas del régimen
mejoraron. La España franquista resultaba útil a Estados Unidos para su política de
contención del comunismo. En septiembre de 1953 se firmaron una serie de pactos con
los Estados Unidos que suponían la integración económica y militar de España en sus
planes estratégicos. Los acuerdos firmados permitían a los estadounidenses construir
bases militares en Torrejón (Madrid), Zaragoza, Morón de la Frontera (Sevilla) y Rota
(Cádiz). A cambio, Franco obtenía seguridad económica y militar para su régimen.
España fue admitida en la ONU en 1955. Poco antes, en 1953, se firmó con la Santa
Sede un Concordato que consagró la confesionalidad del Estado español: la religión
católica era obligatoria en las escuelas, el único matrimonio válido era el religioso; la
Iglesia era mantenida por el Estado y estaba exenta de impuestos. A cambio, a Franco
se le reconocía el derecho de presentación de obispos.
Otro hecho destacable en política exterior es la devolución del protectorado del Rif a
Marruecos en 1956, siguiendo al proceso de independencia que los marroquíes
consiguieron en el protectorado francés. Mohamed V se convertía en rey del nuevo
Marruecos independiente.

c.- Gobiernos de tecnócratas (1959-1969)


Las características políticas de esta etapa siguieron siendo el mantenimiento del
inmovilismo institucional y la política represiva. Sin embargo, esta situación contrastaba con
los acelerados cambios económicos y sociales que estaban teniendo lugar en España.
Aunque no modificó sus principios esenciales, el régimen adquirió una apariencia más
moderna para garantizar su continuidad. Por ello, en 1962 Franco remodeló el equipo
ministerial y nombró un vicepresidente, el general Agustín Muñoz Grandes. En este y en los
gobiernos sucesivos, el peso «tecnocrático» fue cada vez mayor. Fruto de estas iniciativas
fueron las siguientes disposiciones legales:
● Manuel Fraga Iribarne, ministro de Información y Turismo, promovió la aprobación de
la Ley de Prensa e Imprenta (1966), que suprimía la censura previa y establecía una
tímida libertad de expresión, aunque se fijaban multas y suspensión de las publicaciones
que fueran críticas con el sistema.
● Ley de Libertad Religiosa (1967), que toleraba el culto de otras religiones, pero
mantenía la oficialidad del catolicismo como religión del Estado.
● Se procedió, además, a promulgar una nueva Ley Orgánica del Estado (1967), votada
en referéndum en diciembre de 1966 (el segundo celebrado después de 1947), que
diseñaba en líneas generales la España posterior a la muerte de Franco. España se
definía como un reino, se mostraba la fidelidad a los principios fundamentales del
Movimiento, se separaba la función del Jefe del Estado de la del presidente del
Gobierno y establecía la forma de elección de las Cortes. De acuerdo con esta ley se
produjo en 1969 el nombramiento de Juan Carlos de Borbón como sucesor, para
ello el heredero a la jefatura del Estado hubo de jurar lealtad a la Ley de Principios del
Movimiento Nacional.

79
En política exterior se mantuvieron los acuerdos con Estados Unidos y se solicitó el
ingreso en la CEE (1962). Aunque no se logró por el carácter antidemocrático del régimen, se
firmaron varios acuerdos comerciales con algunos países europeos que implicaron una rebaja
de aranceles para los productos españoles. Prosiguió, asimismo, el proceso de descolonización
de las posesiones españolas en África con la independencia de Guinea Ecuatorial (1968) y la
cesión de Ifni a Marruecos (1969). Sin embargo, la independencia del Sahara Occidental fue
bloqueada por Carrero Blanco, lo cual tendría consecuencias muy negativas en el futuro.

d.- La descomposición del régimen (1969-1975)


A partir de 1967 comenzaron a abundar, entre los partidarios de Franco, civiles y militares que
consideraban que se estaba yendo por una línea excesivamente "liberal” y pedían la vuelta al
espíritu de la sublevación militar de 1936. Este sector del franquismo se mostraba temeroso de
lo que pudiera ocurrir tras la muerte del dictador, y fue denominado por la oposición el
búnker, es decir, el último refugio de resistencia del sistema.
La división en el seno de los partidarios del régimen se hizo notoria con el estallido del
escándalo MATESA (1969), que provocó una crisis gubernamental y el nombramiento de un
nuevo gabinete homogéneo (formado por tecnócratas del Opus Dei) con Carrero Blanco como
vicepresidente.
La tímida apertura del régimen se detuvo a partir de esta fecha, produciéndose una
pugna entre los inmovilistas (ultrafranquistas) y los aperturistas (reformadores). A lo que se
sumaron dos acontecimientos ocurridos en 1973 que frenaron bruscamente las
transformaciones del régimen:
● En el ámbito económico se produjo una crisis energética internacional que en España
se prolongó y acrecentó durante los dos años siguientes al no frenar las importaciones
de petróleo pese a la subida considerable de su precio.
● En el ámbito político tuvo lugar el asesinato, en atentado terrorista, de Carrero
Blanco, el hombre que se postulaba como director de la sucesión de Franco tras la
muerte del dictador, ya muy anciano y enfermo.
Después de la muerte de Carrero Blanco, ocurrida en una situación de crisis económica
creciente, Franco nombró presidente del Gobierno a Carlos Arias Navarro, representante de la
línea «dura» del franquismo, que había sido Director General de Seguridad y ministro de
Gobernación (instituciones encargadas de la represión y el orden público). López Rodó y los
tecnócratas fueron apartados del poder. El nuevo Gobierno, compuesto por ministros de
extracción falangista, fue incapaz de conciliar unos propósitos aperturistas teóricos
(conocidos como el espíritu del 12 de febrero, por haber sido expuestos por Arias Navarro en
esa fecha en 1974), con una represión práctica que ponía al régimen a la defensiva frente a la
presión de la calle. Esta situación decepcionó a los franquistas más conservadores (que
acusaban al Gobierno de débil) y también a los aperturistas deseosos de reformas.
Finalmente, en noviembre de 1975, fallecía el dictador, dejando tras de sí un Estado
que se derrumbaba y al que solo mantenían en pie las instituciones y un relevante aparato
represivo.

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2.- SOCIEDAD Y ECONOMÍA EN EL FRANQUISMO: DE LA AUTARQUÍA AL
DESARROLLISMO.

a.- La sociedad española durante el franquismo.


Desde comienzos del siglo XX la población española venía experimentando un doble
proceso de crecimiento demográfico continuado y disminución de la población campesina.
Ambos se vieron frenados por la guerra civil y los primeros años de la posguerra. Pero en la
segunda mitad de los cuarenta la tasa de mortalidad empezó a descender y el crecimiento
demográfico se consolidó.
La guerra también supuso un freno en el proceso de urbanización, de forma que la
población activa dedicada a las actividades agrícolas experimentó un cierto crecimiento en los
primeros años de la posguerra. A partir de ese momento las escasas posibilidades que ofrecía el
campo empezaron a generar un importante éxodo rural que irá en aumento hasta la década
de los sesenta. Por un lado se dirigió hacia las principales ciudades del país, comenzando el
vaciado demográfico de las zonas rurales. En las principales ciudades el problema de la
vivienda adquirió tintes dramáticos: se multiplicó el chabolismo, los barrios periféricos
crecieron de forma caótica y sin servicios básicos. Además, encontrar empleo no era nada fácil.
Las situaciones de pobreza se extendieron, los salarios crecieron por debajo de los precios y el
consumo se contrajo. Como resultado, hubo problemas de nutrición en amplias capas de la
sociedad española.
También hubo una importante emigración hacia el exterior. En principio el mayor
contingente se dirigió hacia América Latina. Pero a partir de los cincuenta se orientó
mayormente hacia Europa Occidental en un proceso en el que la Europa del Sur suministraba
mano de obra sobrante a la Europa industrial. El régimen de Franco impulsó esta corriente
migratoria para aliviar tensiones sociales y por las remesas de divisas que enviaban a sus
familias.
La Guerra Civil dejó una España de vencedores y vencidos. Terratenientes, Iglesia,
financieros y empresarios gozaron de todo tipo de privilegios. Junto a ellos una nueva clase
social se enriquecerá con el estraperlo. Los derrotados fueron arrinconados socialmente y
silenciados.
La sociedad quedó dirigida por principios altamente tradicionalistas. La Iglesia
conseguía una notable influencia debido a la implantación del nacionalcatolicismo. La
enseñanza, el ocio y las costumbres quedaron reglamentadas y con una rigurosa vigilancia
sometida a la censura estatal. En la enseñanza, marcadamente autoritaria, se prohibió la
coeducación a partir del parvulario.
Ante el exilio de intelectuales y artistas que se produce al concluir la guerra civil, la
España franquista conoció lo que algún autor ha llamado el páramo cultural de la posguerra. La
política del régimen hizo que la censura afectara a todas las actividades intelectuales y a los
medios de comunicación. El cine y el teatro fueron víctimas de ella, siendo prohibidas obras de
autores sospechosos para el régimen y censuradas películas extranjeras mientras se promovía
un cine heroico. Las principales formas de evasión eran el cine, el fútbol y los toros; en el
entorno familiar, los aparatos de radio.
La familia era uno de los pilares básicos de la sociedad. El papel de la mujer quedaba
definido en el hogar como esposa y madre y con valores como la abnegación y el sacrificio.
Para el mantenimiento de estos principios se creó la Sección Femenina y el servicio social
obligatorio, sin cuya realización la mujer no podía obtener el permiso de conducir o el
81
pasaporte. Para la formación ideológica de los jóvenes se creó el Frente de Juventudes donde,
en un contexto de disciplina, se exaltaban los valores de la virilidad.
El Estado era el que reglamentaba toda actuación laboral a través de las Magistraturas
de Trabajo. Todo vestigio de sindicalismo anterior fue suprimido y en su lugar aparecieron los
sindicatos verticales dirigidos por la Falange. La huelga quedaba prohibida, pero la
conflictividad laboral fue aumentando, hasta llegar a las huelgas de los años cincuenta
promovidas por los sindicatos tradicionales que se habían organizado en la clandestinidad.
Al final de esta etapa se observan ya algunos aspectos del cambio que se iba a producir
en la siguiente década: rápido aumento del número de turistas, venta en 1957 del primer SEAT
600 o primeras emisiones de televisión.
La población española tuvo una tasa de crecimiento anual muy elevada desde 1960
hasta 1975, pasando de 30.430.698 habitantes a 35.833.103. Las causas principales de este
crecimiento fueron el descenso de la mortalidad y el alargamiento de la esperanza de vida
lo cual refleja la mejora de las condiciones materiales que se produjeron durante estos años.
Sin embargo, los contrastes existentes entre la ciudad y el campo generaron un
importante fenómeno migratorio que sangró las áreas rurales. En el interior del país se
dirigieron hacia las zonas industriales (Madrid, Cataluña, País Vasco, Comunidad Valenciana)
y grandes ciudades. Los que salieron de España se asentaron preferentemente en Suiza,
Alemania, Francia y otros países comunitarios.
Una de las principales razones de este éxodo rural fue la continua caída de las rentas
agrarias. Los emigrantes huían del subempleo y bajos niveles de renta, en busca de un sueldo
fijo en las industrias y servicios de las áreas más desarrolladas. Aunque afectó prácticamente a
todas las provincias, los porcentajes más altos de emigración se dieron en Extremadura, las dos
Castillas, Andalucía o Aragón. Estos movimientos aumentaron los desequilibrios existentes
entre las distintas zonas del país, agravados por la política de desarrollo de estos años. En
general la España interior tendió a despoblarse, con la excepción de algunos núcleos
urbanos, en beneficio de la periferia y el área metropolitana de Madrid.
La sociedad española experimentó paralelamente una importante transformación.
El porcentaje de población urbana aumentó; en las ciudades nuevas clases medias y obreras
se añadieron a las tradicionales. Es también en los núcleos urbanos donde se produce un mayor
aumento del poder adquisitivo y una elevación del nivel cultural y acceso a la educación. En
definitiva, la sociedad española dio un gran salto en su aproximación hacia el modelo urbano y
de consumo, propio de las sociedades occidentales. Esto coincidió con la decadencia de los
grandes terratenientes agrícolas y su definitiva sustitución en los centros de poder por
una burguesía industrial y financiera; además, aumentó el peso de las clases medias. El
proletariado industrial superó al agrícola que vio reducir notablemente sus efectivos.
Uno de los aspectos más importantes de esta transformación social fue el proceso de
secularización, es decir, la disminución de la influencia social de la Iglesia Católica. Los
cambios que se produjeron en la Iglesia facilitaron la transformación de la sociedad española,
pero su actitud no fue uniforme. Por un lado, los pontificados de Juan XXIII y Pablo VI, bajo
los cuales se celebró el Concilio Vaticano II, abogaron por unos principios de tolerancia que
dejaron en evidencia a los sectores más intransigentes de nuestro país. En España una parte del
clero manifestó su voluntad aproximándose a sectores obreros y dando apoyo a
reivindicaciones sociales o movimientos nacionalistas. Pero los sectores más tradicionalistas
mostraban su intransigencia en temas como el divorcio, la anticoncepción o la libertad de
creencias, y un cierto rechazo a avanzar en cuestiones sociales.

82
Un factor que influyó en la transformación social fue el continuo aumento de turistas.
Este fenómeno actuó como revulsivo de una sociedad marcada por los estrictos cánones del
nacional-catolicismo. Por un lado, traía nuevas costumbres, formas de pensar y modas
veraniegas que desplazaban el tradicional recato. Por otro, transformó la fisonomía del paisaje
costero: las viejas casas de pescadores fueron barridas por altos edificios de apartamentos y
hoteles que albergaban numerosos lugares de diversión y ocio, aumentando el contraste entre
un centro peninsular más deprimido y una periferia que atraía capitales y flujos de emigrantes
para el trabajo en la construcción o servicios.
También incidieron los medios de comunicación como la televisión que había iniciado
las emisiones en 1958 y en la década de los sesenta tuvo una espectacular expansión; a través
de ella llegaban a todo el país programas, imágenes y una música que manifestaban valores
diferentes a los dominantes en las décadas anteriores. Lo mismo ocurría con el cine, el teatro o
la prensa.

b.- La economía española durante el franquismo.

La España de la autarquía (1939-1951)


Tras la Guerra Civil, el franquismo adoptó una política económica autárquica, es
decir, intervencionista, autosuficiente y de aislamiento con respecto al mercado exterior.
Como consecuencia, se produjo un estancamiento económico generalizado, escasez, hambre
y el racionamiento de productos básicos. La adopción de esta política se debió a las enormes
pérdidas materiales ocasionadas por la guerra, por la situación internacional, primero de guerra
y posteriormente de aislamiento, por la escasez de divisas, y, por último, porque la autarquía
económica era el modelo de los totalitarismos fascistas.
La agricultura entró en una profunda crisis: la producción descendió de manera
alarmante y hubo escasez de productos básicos. Además, no se promovió ningún tipo de
reforma sobre la propiedad de la tierra. El organismo encargado de coordinar la política agraria
fue el Servicio Nacional del Trigo que intervenía los precios de los cereales y las legumbres
estableciendo tasas o precios fijos. Los agricultores se veían obligados a vender al Estado sus
productos a bajo precio, lo cual provocaba la disminución de cosechas y el cultivo de productos
menos intervenidos. La carestía hacía crecer el mercado negro (estraperlo), al que iban a
parar la mayor cantidad posible de alimentos. Se impusieron (hasta 1952) las cartillas de
racionamiento de productos básicos para las familias.
La actividad industrial se estancó: el índice de industrialización por habitante que
había en 1930 no se recuperó hasta 1952. Además, a través de medidas como las leyes de
Protección y Fomento y de Ordenación y Defensa de la Industria Nacional (1939), todas las
industrias tenían la obligación de solicitar al Estado permisos para producir, importar y
exportar. En esta época se creó un importante sector industrial público agrupado en el
Instituto Nacional de Industria (INI, en 1941), imitando el modelo de la Italia fascista. Pero
el aislamiento internacional y la política autárquica impidieron la importación de la maquinaria
necesaria para poner en funcionamiento las industrias.
Los salarios descendieron a un nivel inferior al de antes de la guerra mientras que los
precios aumentaron vertiginosamente, lo que supuso una pérdida de nivel de vida y de poder
adquisitivo.

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El agotamiento de la autarquía (1951-1959)
Entre 1951 y 1959 se iniciaron cambios en las directrices económicas del régimen que
tuvieron como objetivo un progresivo abandono de la política autárquica. Las causas de
estas reformas son el fin del bloqueo diplomático, que amplió las posibilidades comerciales y
económicas del país; la ayuda americana; los nuevos equipos gubernamentales que presentaban
hombres más liberales en los ministerios del ámbito económico; el agotamiento del modelo
autárquico, incapaz de abastecer y desarrollar al país; las crecientes protestas sociales (1951,
1956, 1958) y el aumento de la inflación y la amenaza seria de una recesión económica.
La llegada al Gobierno de los tecnócratas del Opus Dei, encabezados por López
Rodó, tras la crisis gubernamental de 1956-1957, promovió una mayor integración con la
economía internacional. España ingresó (entre 1958 y 1959) en organismos como la
Organización Europea de Cooperación Económica (OECE), el Fondo Monetario Internacional
(FMI) y el Banco Mundial. Se diseñó el Plan de Estabilización y Liberalización Económica
(julio de 1959) que marcó el paso definitivo a una política liberalizadora y antiinflacionaria
similar a la de otros países occidentales. El Plan reorganizó las finanzas, la Administración y el
comercio exterior, suprimiendo las licencias de importación/exportación y abriendo la
economía nacional al capital extranjero.
El Plan de Estabilización y Liberalización Económica tuvo efectos positivos sobre la
economía nacional, pero también limitaciones:
● Se produjo un crecimiento económico sostenido (en tomo a 6 % anual), mientras que
la renta por habitante se incrementó más de un 30 % a lo largo de la década.
● Se recuperaron los niveles de crecimiento agrícola de los años treinta. Comenzó a
extenderse, además, la mecanización del campo y el uso de fertilizantes. Se dieron los
primeros pasos para emprender una reforma agraria conservadora de carácter
técnico: se adoptaron medidas de política hidráulica orientadas a la extensión del
regadío con la construcción intensiva de embalses. A ello se unió la colonización de los
nuevos territorios de regadío y la concentración parcelaria.
● El crecimiento industrial fue enorme; esta actividad económica se convirtió en la
auténtica protagonista de la década, ya que la producción se duplicó prácticamente en
los años sesenta. La inversión extranjera se multiplicó.

Pese a todo, en la economía española persistían las antiguas limitaciones: inflación,


deuda pública y déficit en la balanza comercial que no se compensaba con un incipiente
turismo.

El desarrollismo de los años 60.


El Plan de Estabilización de 1959 puso en práctica una serie de medidas que, en principio,
frenaron el crecimiento de la economía española, pues estaban orientadas a controlar la
inflación. Entre estas medidas figuraban la reducción de los créditos y la supresión de
muchas regulaciones y subvenciones. Además, los gastos del Estado se ajustaron a los
ingresos, y las importaciones se detuvieron al devaluarse la peseta (un dólar pasó de valer 42
a 60 pesetas).

Esta política económica permitió romper definitivamente con el modelo autárquico y


apostar por una economía de mercado, facilitando las exportaciones y la entrada de turistas y
de inversión extranjera en el país para corregir el desequilibrio de la balanza de pagos. De esta

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forma, se dio un paso hacia un modelo de economía liberal y se inició una década de
crecimiento económico vertiginoso que no se detendría hasta 1975.
Las causas fundamentales que propiciaron este crecimiento económico fueron la fuerte
inversión extranjera y la masiva entrada de divisas producto de la emigración y el turismo,
propiciando la mecanización del campo, el desarrollo industrial y la tercialización de la
economía.
Se produjeron unas tasas de crecimiento sin precedentes (solo comparables en esta
época a las de Japón), ya que la media de crecimiento anual fue de un 7 %; la renta per cápita
se duplicó debido, en parte, a que los niveles anteriores eran muy bajos.
La política económica se concretó en los Planes de Desarrollo (se aplicaron cuatro
entre 1964 y 1976), que constituyeron una planificación indicativa coordinada desde la
Comisaría del Plan de Desarrollo, dirigida por López Rodó (1962-1973).
El eje de la actividad económica se desplazó de la agricultura a la industria y, en
menor grado, a los servicios. El campo se mecanizó y esto permitió que se incrementaran los
beneficios y hubiera excedentes de mano de obra que emigró hacia las ciudades. La mitad de
la producción se concentró en Cataluña, Madrid y el País Vasco.
Dentro de la industria experimentó un gran desarrollo la producción de bienes de
consumo (automóviles y electrodomésticos), así como de la industria química (plásticos y
fibras sintéticas), siderúrgica y alimentaria.
En esta etapa, el transporte privado empezó a prevalecer sobre el público y, en
particular, el automóvil y los desplazamientos por carretera frente al ferrocarril, incluso dentro
de las ciudades, de las que desapareció el tranvía.
Las actividades que crecieron más en esta época fueron la construcción y el turismo.
El boom de la construcción estuvo vinculado al éxodo masivo de millones de personas del
campo a las ciudades lo que provocó una especulación inmobiliaria y un crecimiento
urbanístico caótico.
El turismo extranjero, atraído por el sol y la playa, tuvo un crecimiento espectacular.
El fenómeno revolucionó la costa mediterránea española y sirvió de estímulo al sector servicios
y a la actividad constructora e inmobiliaria, en la que se produjeron corruptelas como la del
“caso Sofico” en la Costa del Sol.
El déficit de la balanza comercial se compensó con las transferencias de dinero o
remesas que los emigrantes españoles enviaban desde el extranjero, el turismo y la entrada de
capital procedente del exterior. Aproximadamente, un millón de trabajadores españoles
(excedente de mano de obra del campo) emigraron.
El sacrificio de los emigrantes y sus remesas de capital contribuyeron a financiar el
crecimiento en la década de 1960 (calificado como el «milagro español»), a mantener altos los
salarios y a disminuir la conflictividad social.
Como consecuencia del crecimiento económico, el poder adquisitivo aumentó y
permitió elevar y sostener los niveles de demanda interna como motores del crecimiento.
El crecimiento económico no estuvo exento de deficiencias importantes, entre las que
cabe destacar: una creciente dependencia de la coyuntura económica exterior, tanto en la
entrada de divisas como a la dependencia del petróleo; grandes desequilibrios regionales, ya
que mientras las costas y Madrid se enriquecían, las dos Castillas, Aragón y Extremadura se
empobrecían; lamentable escasez de bienes públicos (carreteras, viviendas económicas) y
servicios sociales, como hospitales y escuelas; control de la economía por parte de la banca
privada y concentración del poder económico.

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En este contexto se iniciaron las negociaciones con la CEE (frenadas por el carácter
autoritario del régimen), que lograron un acuerdo de reducción arancelaria para los productos
españoles (1970). A partir de 1967, el ritmo de crecimiento económico disminuyó.

3.- REPRESIÓN Y OPOSICIÓN POLÍTICA AL RÉGIMEN FRANQUISTA. EL


PAPEL DE LA CULTURA.

a.- La represión
Se inició con el golpe de Estado del 18 de julio de 1936, y, aunque perdió virulencia
desde los años 50, no terminó hasta que desapareció el régimen en los años 70. Francisco
Franco pretendió crear una “nueva España” en torno a valores patrióticos y a una moral católica
conservadora. Se llevó a cabo una política de exterminio del “enemigo” del Régimen a través
de diferentes métodos; desde la violencia física, la asfixia económica y la persecución política
hasta la negación de cualquier expresión política que representara a los vencidos.
Si durante la guerra se calcula en unos 150.000 los fusilados por el bando nacional, tras
el fin de la guerra el número de fusilados se acerca a los 70.000.
Desde 1936 hasta 1947, los tribunales militares funcionaron sin tregua. Se crearon unos
190 campos de concentración en territorio español, coordinados por el Servicio de Colonias
Penitenciarias Militarizadas. Por ellos pasaron de 350.000 a 500.000 prisioneros de guerra.
Desde 1942 los campos fueron desapareciendo, quedando en las cárceles unos 270.000 presos
políticos, que eran sometidos a todo tipo de vejaciones, siendo muy común la muerte por
malnutrición, enfermedades o torturas (El caso de Miguel Hernández es sintomático por la
personalidad del penado). El Patronato Central para la Redención de Penas por el Trabajo
convirtió a los presos en mano de obra cautiva, construyendo presas, canales de regadío o el
Valle de los Caídos.
En febrero de 1939 se publica la Ley de Responsabilidades Políticas, que
institucionalizaba la represión. En marzo de 1940 se promulgó la Ley de Represión de la
Masonería y el Comunismo. En marzo de 1941 se promulgó la Ley para la Seguridad del
Estado que, entre otras cosas, castigaba la propaganda ilegal y el asociacionismo, la difusión
de rumores que pudieran perjudicar al régimen o la convocatoria de huelgas. En abril de 1947
la Ley de Represión del Bandidaje y el Terrorismo se concibió para luchar contra la
guerrilla del maquis y contra la oposición armada.
Quedó prohibido todo tipo de asociación, política y sindical, y se anuló la libertad de
expresión, instaurándose una opaca censura a los medios de comunicación, la literatura, la
música, el cine, el teatro, la pintura y la escultura. En las escuelas, la censura abarcaba desde
los libros de texto hasta los maestros. Éstos, al igual que los demás funcionarios, fueron
depurados o revisados para asegurar su lealtad al Movimiento y a la fe católica. Los
funcionarios que simpatizaron con la II República fueron apartados de sus puestos de trabajo.
La misma suerte tuvieron los oficiales que habían sido fieles a la República. Las lenguas del
país diferentes al castellano, quedaron oficialmente prohibidas.

b.- La oposición política al régimen.


Los dirigentes republicanos huidos del país en 1939 mantuvieron un gobierno de la
República en el exilio tratando de mantener la legalidad surgida de la Constitución de 1931.
Sus esperanzas estaban depositadas en que la derrota de Hitler supondría la intervención de las
tropas aliadas y el fin de la dictadura de Franco. Todas estas esperanzas vinieron a su fin
cuando España ingresó en la ONU en 1955.
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Tras la Guerra Civil, algunos combatientes republicanos, huyendo de la represión, se "echaron
al monte" formando grupos de guerrilleros, los maquis, financiados y apoyados desde el
exterior. Las acciones guerrilleras se intensificaron tras la derrota nazi en 1945. La dura
represión y el final de las esperanzas de una intervención exterior llevaron a que en 1948 el
PCE renunciara a la lucha armada y llamará a los guerrilleros a huir del país. Mientras tanto,
la guerrilla urbana inspirada por los anarquistas continuó llevando a cabo acciones de sabotaje
y propaganda hasta los años sesenta.
La represión de la guerra y la posguerra desmanteló los cuadros políticos y sindicales de
la izquierda. Los diferentes grupos políticos y sindicales se adaptaron de diferente forma a la
dura represión del franquismo y a la evolución de la sociedad española. Mientras que el PSOE
se convirtió en un partido débil y dividido entre sus dirigentes del exilio y del interior, el PCE
se convirtió en el principal partido de la oposición con una fuerte estructura clandestina.
Mientras, la CNT veía como sus continuados intentos de reconstrucción eran abortados por la
detención de sus miembros. Las primeras huelgas en 1946-1947 fueron duramente reprimidas y
la oposición continuó silenciada.
En cuanto a los monárquicos, la mayoría estaba integrada en el franquismo, aunque D.
Juan de Borbón comenzó a utilizar el título de Conde de Barcelona, fluctuando sus posiciones
entre la reivindicación del trono y las negociaciones con Franco sobre la educación de su hijo
D. Juan Carlos.
En la década de 1950 comenzó la lenta reconstrucción en el interior de España de una
auténtica oposición, caracterizada por tres rasgos esenciales: Se expresó en una protesta social
prácticamente espontánea y descoordinada, que desplazaba a la lucha armada; la mayor
parte de sus protagonistas estaban integrados en el sistema; el centro principal de la
oposición se estableció en el interior del país y no en el exilio, como había sucedido hasta ese
momento.
Se convocaron huelgas obreras, aprovechando la existencia de los sindicatos
verticales, es decir, practicando la oposición desde dentro de los cauces oficiales (entrismo).
Destacaron entre estas huelgas las de 1951, iniciadas en Barcelona con un boicot popular
contra la subida de las tarifas de los tranvías. Esta acción fue secundada en el País Vasco. Estas
protestas lograron el descenso de las tarifas y cambios gubernamentales importantes.
Durante el bienio 1956-1958 se reprodujeron las huelgas en el País Vasco, Madrid y
Barcelona, como protesta contra la inflación; en ellas empezaron a surgir comisiones
espontáneas de obreros para negociar cuestiones concretas. Estos conflictos consiguieron el
reconocimiento implícito de las negociaciones colectivas e incrementos salariales importantes,
aunque a menudo neutralizados por la inflación.

En el ámbito universitario se iniciaron los primeros conflictos relevantes entre el SEU


(Sindicato de Estudiantes Universitarios, falangista) y los estudiantes que lo rechazaban. El
más grave de estos incidentes se produjo con motivo de las elecciones para delegados de curso
celebradas en febrero de 1956; se llevó a cabo la detención de jóvenes que se consideraban
subversivos. Entre ellos se encontraban intelectuales y exfalangistas que se habían alejado del
sistema, como Dionisio Ridruejo. Los incidentes provocaron la destitución del ministro de
Educación, Joaquín Ruiz Giménez, y los rectores de las universidades de Madrid y Salamanca.
A partir de mediados de la década de 1960,la oposición política y social al régimen
se incrementó y empleó nuevas formas de lucha, especialmente en el interior del país, ya que
la oposición del exilio pasó a un segundo plano. Se intensificó, además, entre los que se
oponían al régimen, la presencia de la izquierda revolucionaria y del terrorismo, al igual
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que sucedió en otros países europeos democráticos, especialmente desde 1968. En esta etapa, la
oposición se manifestó a través de los siguientes cauces:
1.-La protesta obrera. Comenzó a canalizarse a través de sindicatos no reconocidos
por el régimen que, sin embargo, empezaron a tener una influencia decisiva y estable. El más
importante fue Comisiones Obreras (CCOO), que surgió en los años sesenta dentro de la propia
organización sindical vertical del franquismo. Las huelgas obreras pasaron de ser
excepcionales a cotidianas a partir de 1967, en particular en Asturias, Vizcaya, Guipúzcoa,
Barcelona y Madrid. A las reivindicaciones de carácter laboral se incorporaron, además, las de
contenido político, ya que el régimen no proporcionaba cauces de participación. Estos factores
hicieron que CCOO se aproximara al PCE. Junto a CCOO destacaron también Unión Sindical
Obrera, de orientación centrista y cristiana, y ELA-STV, un sindicato surgido del PNV,
mientras que los sindicatos anteriores a la guerra, la UGT y la CNT no recuperaron parte de su
influencia hasta 1976.
2.-La protesta estudiantil universitaria volvió a estallar en 1965 en la Universidad de
Madrid y se convirtió en una revuelta permanente que obligó al Gobierno a declarar el estado
de excepción en 1969. Además, los estudiantes que se oponían al régimen encontraron el
apoyo de numerosos profesores, entre los que destacaron los catedráticos Enrique Tierno
Galván, José Luis López Aranguren y Agustín García Calvo, que fueron expulsados de sus
cátedras por oponerse al régimen. A medida que la oposición universitaria se radicalizaba se
identificó cada vez más con organizaciones de extrema izquierda, partidarias de una revolución
socialista inmediata de tipo maoísta o trotskista, y rechazó al PCE y al PSOE, a los que
consideraban partidos revisionistas y reformistas. Entre otros grupos de extrema izquierda
sobresalieron la Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT), la Liga Comunista
Revolucionaria (LCR), el Partido del Trabajo de España (PTE) y Bandera Roja. De ellos
surgieron los cuadros políticos de la izquierda después del franquismo.
3.-Los movimientos vecinales y ciudadanos nacidos a finales de los años sesenta
como consecuencia del crecimiento caótico de algunas ciudades. Se trataba de asociaciones de
vecinos clandestinas que se concentraban en las barriadas obreras y populares de las grandes
urbes como Madrid y Barcelona; comenzaron por reivindicar necesidades e infraestructuras
básicas para sus barrios (agua, luz, alcantarillado, transporte, pavimentación), pero derivaron en
la protesta política exigiendo democracia y cambio.
4.-Parte de la Iglesia católica, imbuida del espíritu modernizador del Concilio
Vaticano II, se distanció del régimen de una manera cada vez más patente. Proliferaron las
declaraciones de la jerarquía católica contra el franquismo, sobre todo entre los sacerdotes
vascos y catalanes. Algunos sacerdotes y religiosos (los llamados “curas obreros”) colaboraban
incluso con el movimiento obrero. El regalismo franquista provocó enfrentamientos con los
papas Juan XXIII y Pablo VI.
5.-La oposición política tradicional tuvo su último intento de luchar contra el
franquismo desde el exilio con el Congreso de Munich (1962), solicitando a las potencias
democráticas que no aceptaran el ingreso de España en la CEE mientras mantuviera un régimen
dictatorial (Ver texto). Pero desde mediados de los sesenta se renovó desde el interior del país;
estaba liderada por el PCE, partido dirigido desde 1960 por Santiago Carrillo. Sus militantes
promovían los movimientos estudiantiles, vecinales y sindicales. El líder del sindicato CCOO,
Marcelino Camacho, era comunista. El PSOE, par su parte, no se renovó hasta 1974, cuando
los grupos sevillano, vasco y madrileño se hicieron con el poder del partido en el Congreso de
Suresnes (Francia, 1974). Trasladaron la dirección del PSOE a España y eligieron como líder a
Felipe González. Ambos partidos dirigieron distintas “coaliciones democráticas unitarias” de
88
oposición: la Junta Democrática (1974), formada por el PCE, los socialistas de Tierno Galván
y algunos seguidores de Juan de Borbón; y la Plataforma de Convergencia Democrática
(1975), constituida por el PSOE, el PNV y otros grupos nacionalistas catalanes y
democristianos.
El terrorismo político se incrementó. La organización terrorista más importante fue
ETA (Euskadi Ta Askatasuna), un movimiento revolucionario creado en 1959 por jóvenes
nacionalistas vascos descontentos con la pasividad del PNV. En la práctica, esta organización
derivó hacia el independentismo radical y llevó a cabo asesinatos, secuestros y chantajes. Entre
sus acciones, destacó el asesinato, en 1973, de Carrero Blanco. Aparecieron, además, otras
organizaciones terroristas de extrema izquierda, como el Frente Revolucionario Antifascista y
Patriótico (FRAP) y los Grupos Revolucionarios Antifascistas Primero de Octubre (GRAPO),
constituidos ambos en 1975.
Ante la oposición, la única respuesta fue la represión, para lo cual se creó en 1963 el
Tribunal de Orden Público (TOP). Los consejos de guerra y las ejecuciones se convirtieron
en escándalos en el ámbito internacional y sirvieron para difundir la propaganda
antifranquista dentro y fuera de España. Entre ellos cabe destacar el fusilamiento del dirigente
del PCE, Julián Grimau (1963); el conocido como proceso de Burgos, instruido contra ETA
(1970); y el proceso 1001, en el que se juzgó a dirigentes de CCOO (1973). Aún en 1974 se
produjo la ejecución del anarquista Salvador Puig Antich.
La extrema derecha (Guerrilleros de Cristo Rey), por su parte, organizó constantes
provocaciones y atentados presionando para que el régimen no cediese en absoluto a las
reivindicaciones de la oposición. En septiembre de 1975 tuvieron lugar las últimas ejecuciones
llevadas a cabo durante el franquismo.

c.-Castilla-La Mancha durante la dictadura.


Tras la guerra civil tuvo lugar en las provincias que hoy forman Castilla-La Mancha un
éxodo rural que se aceleró en los años cincuenta y no se detuvo hasta la década de los 80. La
emigración masiva despobló, sobre todo, las provincias de Cuenca, Guadalajara y Ciudad Real.
Se dirigieron hacia Madrid, Cataluña, Valencia y diversos países de Europa.
El sector agrario entró en crisis y la industrialización apenas afectó a Castilla-La
Mancha, a excepción de algunos núcleos como Puertollano, Alcázar de San Juan, Guadalajara,
Toledo o Talavera. En Almonacid de Zorita (Guadalajara) se construyó una central nuclear.
Se construyeron numerosos embalses y su agua se aprovechó para riego, suministro
hidroeléctrico y abastecimiento de las poblaciones. De los embalses de Entrepeñas y Buendía,
en la cabecera del río Tajo, en 1968 se inició la construcción del trasvase Tajo-Segura.

89
TEMA B.9. HISTORIA DE LA ESPAÑA ACTUAL Y SU INTEGRACIÓN
EN EUROPA (1975-2017):

1/ Los inicios del reinado de Juan Carlos I y la Transición democrática española (1975-1982).
2/ La Constitución de 1978 y el sistema democrático español: principios, instituciones y el
Estado autonómico. La comunidad autónoma de Castilla-La Mancha. 3/ Los gobiernos
democráticos y la integración de España en la Unión Europea.

1.- LOS INICIOS DEL REINADO DE JUAN CARLOS I Y LA TRANSICIÓN


DEMOCRÁTICA ESPAÑOLA (1975-1982)

El 20 de noviembre de 1975 moría el general Franco y dos días después fue coronado
rey Juan Carlos I. En su discurso de coronación incluía palabras de reconciliación entre los
españoles y de apertura para el nuevo régimen político que entonces empezaba.
El primer gobierno de la monarquía continuó presidido por Carlos Arias Navarro.
A él se incorporaron algunos políticos franquistas, como Manuel Fraga y José María de
Areilza, que propugnaban la evolución de la dictadura hacia un régimen de democracia
limitada. El gobierno inició una tímida apertura que supuso la legalización de las llamadas
asociaciones políticas que debían aceptar las leyes franquistas.
Los partidos democráticos de izquierda, algunos ya tolerados, reclamaban la ruptura
política y no aceptaban el gobierno de Arias Navarro y la monarquía. Exigían la libertad de los
presos políticos encarcelados, el retorno de los exiliados, libertades políticas y sindicales y la
celebración de elecciones libres. En Cataluña y el País Vasco, se exigía además el
reconocimiento de los estatutos de autonomía abolidos tras la Guerra Civil. El lema que
resumía las peticiones democráticas y que se gritaba en las manifestaciones populares era:
“Libertad, amnistía y estatuto de autonomía”.
Los partidos y organizaciones de izquierda se habían agrupado en dos plataformas
políticas. La Junta Democrática, fundada e impulsada en 1974 por el PCE de Santiago
Carrillo y la Plataforma de Coordinación Democrática, organizada en 1975 en torno al
PSOE de Felipe González. En marzo de 1976, ambas plataformas se unieron formando la
“Platajunta”. Exigían libertad política y mejoras sociales combinando huelgas y
manifestaciones populares. El gobierno respondía en algunas ocasiones con una fuerte
represión que acabó con muertos entre los manifestantes a manos de la policía (cinco muertos
en las manifestaciones obreras de Vitoria).
En julio de 1976, Arias Navarro dimitió al no contar con la confianza del Rey. Tras
una estrategia planeada por el Rey y Torcuato Fernández Miranda, presidente de las Cortes y
del Consejo del Reino, fue nombrado presidente del gobierno Adolfo Suárez, joven y con gran
experiencia dentro del aparato del poder franquista (había sido Ministro Secretario General del
Movimiento en el gobierno Arias, Director General de RTVE y Gobernador Civil entre otros
cargos). Su nombramiento no convenció a casi nadie; los franquistas veían en él a un personaje
demasiado contemporizador y la oposición veía a un continuador del franquismo.
Suárez formó un gobierno con personas jóvenes procedentes de los cuadros secundarios
del franquismo y del sector democratacristiano del régimen. Pretendían reformar el sistema
político desde la legalidad vigente y acabar en un sistema democrático sin que hubiera ruptura
abierta con el régimen anterior.

90
La Ley de Reforma Política era un texto corto que pretendía llegar a la soberanía
popular y la democracia como forma de gobierno. Significaba el desmantelamiento del
franquismo con algunas garantías para los colaboradores franquistas (no exigir
responsabilidades y mantener la ilegalidad de los comunistas). La aprobación de la ley por las
cortes franquistas fue posible por la habilidad de Suárez y sus colaboradores que consiguieron
aislar al búnker (el núcleo duro del franquismo) negociando con las distintas “familias” del
régimen. La ley preveía la existencia de partidos políticos y el sufragio universal para elegir a
los miembros del Congreso y del Senado, cámaras que sustituirían a las cortes franquistas. Fue
aprobada por las Cortes el 18 de noviembre de 1976 y en referéndum nacional el 15 de
diciembre (con un 94% de votos favorables y una participación del 77% del censo electoral).
El “búnker” franquista votó no y la oposición de izquierdas recomendó la abstención. El
resultado del referéndum reforzó la posición del gobierno e hizo que los partidos de oposición
suavizaran sus exigencias.
En los primeros meses de 1977 se comenzó a desmantelar las organizaciones
franquistas (Sindicato Vertical, Movimiento Nacional…) y a legalizar a los partidos políticos.
Grupos extremistas iniciaron una campaña de desestabilización del nuevo régimen. La extrema
derecha asesinó en enero a cinco abogados laboralistas vinculados al PCE y al sindicato
CCOO (“la matanza de Atocha”) y grupos financiados por sectores franquistas, como los
Guerrilleros de Cristo Rey, atentaron contra librerías e instituciones sociales democráticas o
autonomistas. En el otro extremo, tanto ETA (grupo terrorista independentista vasco) como los
GRAPO (Grupos Revolucionarios Antifascistas Primero de Octubre), vinculado a la extrema
izquierda, secuestraron a militares y asesinaron a miembros del ejército y de las instituciones
del Estado.
El gobierno de Suárez permitió reuniones de partidos políticos de la oposición, legalizó
los sindicatos y negoció con los partidos de izquierda su participación en las elecciones
generales que se avecinaban. El 9 de abril de 1977, tras una negociación personal entre Suárez
y el líder del PCE Santiago Carrillo, el PCE fue legalizado. Hubo una auténtica conmoción: el
ejército se mostró contrario a esa legalización y consideró que el presidente Suárez les había
engañado (el ministro de marina dimitió). Por su parte, el PCE también cedió en algunas de sus
posiciones: aceptó la Ley de Reforma Política aprobada en referéndum, el sistema monárquico
y la bandera bicolor, renunciando a la republicana.
Desde la muerte de Franco se habían producido varios indultos parciales que habían
posibilitado la salida de las cárceles de los presos políticos. En 1977 se aprobó una amnistía
política que puso fin a las responsabilidades pasadas. Eso permitió la salida a la calle de todos
los presos políticos y la vuelta a España de los exiliados; algunos de ellos se habían convertido
en símbolos para la izquierda como es el caso de Dolores Ibárruri, presidenta del PCE y
exiliada en Moscú.
Ante las elecciones del 15 de junio de 1977 se constituyeron partidos políticos y
coaliciones electorales. En torno a Suárez se creó Unión de Centro Democrático (UCD), una
coalición de 15 grupos diferentes de democristianos, liberales, socialdemócratas y reformistas
del franquismo. La derecha procedente del franquismo fundó Alianza Popular (AP) con
Manuel Fraga y López Rodó como figuras más destacadas. El PSOE, liderado por Felipe
González y Alfonso Guerra, se convirtió en la opción socialista, democrática y marxista más
emergente. El PCE de Santiago Carrillo y Dolores Ibárruri se presentó como el bastión de la
izquierda antifranquista. Había además un elevado número de partidos de todas las ideologías
que se presentaban, solos o en coalición, a las elecciones. También se presentaban partidos
nacionalistas y obtuvieron importantes resultados en Cataluña y el País Vasco: Convergencia
91
Democrática de Catalunya (CDC), Unió Democrática de Catalunya (UDC), Ezquerra de
Catalunya (EC), Partido Nacionalista Vasco (PNV) y Euskadiko Ezquerra (EE).
Los resultados electorales favorecieron a los partidos que utilizaron un lenguaje
moderado y no se mostraron radicales. La UCD ganó las elecciones con el 34% de los votos y
165 escaños, seguido del PSOE con el 29% de los votos y 118 escaños, el PCE con el 9% y 20
escaños y Alianza Popular con el 8% y 16 escaños. También el PNV con 8 escaños y CDC con
11 escaños obtuvieron unos resultados destacados en sus comunidades.
Formó gobierno en minoría Adolfo Suárez y su partido UCD. Tras haber dado
prioridad a los aspectos de carácter político, el nuevo gobierno tuvo que hacer frente a la crisis
económica general que afectaba a España y a todo el capitalismo occidental desde 1973. Esta
crisis provocaba una gran conflictividad laboral con numerosas huelgas, una inflación que
llegó al 29%, un paro creciente, falta de inversiones y desconfianza general que provocaba la
fuga de capitales. El gobierno firmó con grupos políticos y organizaciones sindicales y
patronales los Pactos de la Moncloa el 27 de octubre de 1977. Se pretendía rebajar la
conflictividad laboral y la inflación acordando aumentos salariales inferiores a la inflación. A
cambio, el gobierno se comprometía a ampliar los servicios sociales, invertir en educación y
llevar a cabo una reforma fiscal moderna (Impuesto sobre el Patrimonio e IRPF). Se contuvo la
inflación pero el paro continuó creciendo debido al cierre de empresas.
Las primeras elecciones municipales tuvieron lugar en 1979, fueron ganadas por UCD
pero en las principales ciudades gobernó el PSOE aliado en muchas de ellas con el PCE.
En 1980 UCD comenzó a resquebrajarse (proyecto de ley del divorcio o de educación)
y Suárez a perder el apoyo de algunos sectores de su propio partido. UCD fracasó en las
elecciones autonómicas de Cataluña y el País Vasco y en el referéndum autonómico andaluz.
Suárez salvó una moción de censura presentada por el PSOE (mayo de 1980) pero salió muy
debilitado de la misma. La falta de apoyos en su partido y la división interna del mismo acabó
por convencer a Suárez de que lo mejor era dimitir y así lo hizo el 29 de enero de 1981.
La fuerte crisis económica, el desarrollo autonómico y el terrorismo reforzaron las
posiciones golpistas de un sector del ejército que seguía siendo franquista y hostil al proceso
democrático. El 23 de febrero de 1981, durante la votación de investidura como nuevo
presidente de Leopoldo
Calvo Sotelo, el teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero tomó el Congreso y
mantuvo a los diputados y al Gobierno como rehenes en espera de una nueva autoridad militar.
Paralelamente el capitán general de Valencia, Milans del Bosch, sacaba los tanques a la calle
y el general Alfonso Armada maniobraba para hacerse con la Presidencia del Gobierno. La
intervención del rey hizo fracasar el golpe de estado y un civil y 32 militares fueron juzgados
en un Consejo de Guerra y condenados finalmente por el Tribunal Supremo a diversas penas de
cárcel.
El gobierno de Calvo Sotelo duró hasta noviembre de 1982. Se aprobó la ley del
divorcio, España ingresó en la OTAN y se aprobó la Ley Orgánica de Armonización del
Proceso Autonómico (LOAPA) con la que se pretendía recortar las competencias de los
estatutos de autonomía.

92
2.- LA CONSTITUCIÓN DE 1978 Y EL SISTEMA DEMOCRÁTICO ESPAÑOL:
PRINCIPIOS, INSTITUCIONES Y EL ESTADO AUTONÓMICO. LA COMUNIDAD
AUTÓNOMA DE CASTILLA-LA MANCHA.

Las cortes formadas tras las elecciones generales del 15 de junio de 1977 tuvieron como
principal misión la redacción de una nueva Constitución que contendría las reglas del juego
político del nuevo régimen democrático. La ponencia constitucional (“los padres de la
Constitución”) estaba formada por siete miembros: tres diputados de UCD, uno del PSOE, otro
del PCE-PSUC, uno de AP y otro de la Minoría Catalana. Se elaboró una constitución de
consenso gracias a la comprensión y generosidad por parte de todos los grupos políticos. Las
negociaciones fueron arduas y llevaron la voz cantante en las mismas, Alfonso Guerra por el
PSOE y el vicepresidente del gobierno Fernando Abril Martorell. Los trámites se fueron
cumpliendo y así el texto fue aprobado por las Cortes el 31 de octubre de 1978 y por el pueblo
en referéndum el 6 de diciembre (88% de votos positivos y el 8% de negativos).
Su título preliminar proclama un Estado social y democrático de Derecho que
propugna como valores superiores del ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad
y el pluralismo político. Asimismo, se afianza el principio de soberanía popular, y se establece
la monarquía parlamentaria como forma de gobierno.

La Constitución establece una organización territorial basada en la autonomía de


Municipios, Provincias y Comunidades Autónomas, rigiendo entre ellos el principio de
solidaridad. Tras el proceso de formación del Estado de las Autonomías, las Comunidades
Autónomas gozan de una autonomía de naturaleza política que configura a España como un
Estado regional. Las Entidades Locales, como los Municipios y las Provincias, gozan de una
autonomía de naturaleza administrativa.
El Rey es el Jefe del Estado, figura que desempeña funciones de naturaleza
eminentemente simbólica y que carece de poder efectivo de decisión. Sus actos tienen una
naturaleza reglada, cuya validez depende del refrendo de la autoridad competente que, según el
caso, es el Presidente del Gobierno, el Presidente del Congreso de los Diputados, o un
Ministro.
La división de poderes, idea fundamental en el pensamiento liberal, es establecida
implícitamente por el texto constitucional. En la base, la soberanía nacional permite la
elección, por sufragio universal (varones y mujeres, mayores de 18 años), de los representantes
del pueblo soberano en las Cortes, configuradas en base a un bicameralismo integrado por el
Congreso de los Diputados y el Senado. Ambas Cámaras comparten el poder legislativo, si
bien existe una preponderancia del Congreso de los Diputados, que además es el responsable
exclusivo de la investidura del Presidente del Gobierno, y su eventual cese por moción de
censura o cuestión de confianza. No obstante, tanto el Congreso como el Senado ejercen una
tarea de control político sobre el Gobierno mediante las preguntas e interpelaciones
parlamentarias.
El Gobierno, cuyo Presidente es investido por el Congreso de los Diputados, dirige el
poder ejecutivo, incluyendo la Administración Pública. Los miembros del Gobierno son
designados por el Presidente, y junto a él, componen el Consejo de Ministros, órgano colegiado
que ocupa la cúspide del poder ejecutivo. El Gobierno responde solidariamente de su actuación
política ante el Congreso de los Diputados, que dado el caso, puede destituirlo en bloque

93
mediante una moción de censura, que necesariamente debe incluir un candidato alternativo que
será inmediatamente investido Presidente del Gobierno.
El poder judicial recae en los jueces y en el Consejo General del Poder Judicial como
su máximo órgano de gobierno. El Tribunal Constitucional controla que las leyes y las
actuaciones de la administración pública se ajusten a la Carta Magna.
Importancia decisiva tuvo la organización territorial del estado. Ya en septiembre de
1977 se restableció la Generalitat de Catalunya y se nombró a Josep Tarradellas como
presidente, aceptando así la continuidad republicana. En enero de 1978 se estableció el
Consejo General Vasco y en marzo la Xunta de Galicia Provisional. Aprobada la
constitución y conforme al título VIII de la misma, se constituyeron las Comunidades
Autónomas siguiendo la vía rápida del artículo 151 las tres comunidades históricas y
Andalucía (tras aprobar en referéndum esta vía el 28 de febrero de 1980), Navarra por un
mecanismo especial contemplado en la constitución (el régimen foral) y el resto de
comunidades por la vía más lenta del artículo 143. En 1983 se habían conformado las 17
Comunidades Autónomas sin abandonar la división provincial que siguió vigente. Finalmente
en 1995 se regularon los regímenes autonómicos de las ciudades de Ceuta y Melilla.
Aparecieron así en todas las comunidades parlamentos autonómicos elegidos por sufragio
universal y gobiernos autónomos.
En 1978 Castilla-La Mancha se constituyó en una entidad preautonómica. En 1980, el
78% de los municipios castellano-manchegos votaron a favor de la autonomía. Se elaboró un
estatuto que, una vez aprobado por las Cortes, entró en vigor en agosto de 1982. En mayo de
1983 se celebraron las primeras elecciones autonómicas en las que obtuvo la victoria el PSOE.
José Bono fue presidente de Castilla-La Mancha desde 1983 a 2004, desde 2004 a 2011 José
María Barreda, también del PSOE, y desde 2011 Dolores de Cospedal, del Partido Popular.
En los años 80 comenzó a crecer la población de la región debido a la llegada de
inmigrantes, en su mayor parte del Magreb, Latinoamérica y Europa del este. Los fondos
estructurales y de cohesión de la Unión Europea recibidos por la Comunidad, han servido para
mejorar las infraestructuras (autovías, AVE…), recuperar espacios naturales, conservar el
patrimonio cultural y reestructurar el sector agrario e industrial castellano-manchego. A pesar
de ello, nuestra región dispone de una renta inferior a la media española.

3.- LOS GOBIERNOS DEMOCRÁTICOS Y LA INTEGRACIÓN DE ESPAÑA EN LA


UNIÓN EUROPEA

En las elecciones generales de octubre de 1982 el PSOE ganaba por mayoría


absoluta, iniciando así una etapa de gobierno socialista presidido por Felipe González que
duraría hasta 1996.
En 1983, Miguel Boyer, nuevo Ministro de Economía. Expropió el gran holding
empresarial RUMASA, propiedad de la familia Ruiz Mateos, que contaba con más de 300
empresas, varios bancos y unos 65.000 empleados. El grupo se encontraba prácticamente en
quiebra. La expropiación costó mucho dinero al Estado que saneó las diversas empresas y
fueron nuevamente privatizadas. También se sanearon diversos bancos en dificultades, como
Banca Catalana, a costa del presupuesto del Estado.
Se llevó a cabo una reconversión industrial para sanear sectores productivos enteros.
Afectó a empresas públicas que tenían pérdidas enormes y no eran competitivas en el mercado
internacional. Los sectores más afectados fueron los astilleros, la siderurgia y la minería. La

94
reconversión supuso miles de despidos, recortes salariales y, en consecuencia, conflictos
sociales y huelgas generales convocadas por los sindicatos.
Se llevó a cabo una reforma fiscal que aumentó los impuestos directos sobre todo a las
clases medias. Así se financió el aumento del estado del bienestar (sanidad, pensiones,
subsidios de desempleo, educación…). También se invirtió mucho en infraestructuras y en
educación donde se aprobaron diversas leyes (LODE, LRU, LOGSE) que hicieron de la
educación un derecho gratuito y obligatorio desde los 6 a los 16 años. En diez años se duplicó
el número de alumnos universitarios y la educación infantil, de 3 a 6 años, se ofreció
gratuitamente en muchos colegios públicos.
El gobierno de Calvo Sotelo había metido a España en la OTAN con la oposición del
PSOE. Cuando llegó al gobierno, Felipe González cambió de opinión al respecto debido a la
presión de los gobiernos europeos y a considerar la permanencia en la OTAN una oportunidad
de modernizar el ejército y homologarlo con los de los países democráticos. Planteó un
referéndum en 1986 y ganó el sí a la permanencia en la Alianza (52% de los votos).
Tras años de duras negociaciones, España entró en la CEE, actual Unión Europea, en
1986. Esta integración supuso la modernización de la economía española, modificando muchas
leyes y normas (aparición del IVA, normativas monetarias, de consumo, de aduanas…) y
recibiendo importantes ayudas económicas para la construcción de infraestructuras o la
financiación de políticas de desarrollo. En 1991 se aprobó la creación de la Unión Europea, se
aprobaron los fondos de cohesión económica y se preparó el terreno para la puesta en marcha
de una moneda común.
En el periodo que va de 1982 a 1996, se desactivaron las conspiraciones militares
antidemocráticas, se consolidó el régimen parlamentario y se llevó a cabo la descentralización
política en comunidades autónomas. No se resolvió, en cambio, el terrorismo de ETA.
Aumentaron las detenciones de terroristas y se contó con la colaboración del gobierno francés.
También se aisló a los terroristas gracias a los pactos entre las diversas fuerzas políticas
contrarias a la violencia (Pacto de Ajuria Enea).
El PSOE gobernó con mayoría absoluta y, desde 1993, con el apoyo parlamentario de
CIU y el PNV. Sin embargo, a partir de 1992 se hizo público que algunos altos cargos del
gobierno habían cometido delitos de corrupción económica lo que repercutió negativamente
en la credibilidad del PSOE y el Gobierno. A lo anterior se añadieron los datos que salieron a la
luz sobre los GAL (Grupos Terroristas de Liberación), formados por policías y
exdelincuentes que atentaron contra miembros de ETA entre 1983 y 1986. Algunos miembros
de los GAL y altos cargos del Ministerio del Interior fueron juzgados y condenados por la
Audiencia Nacional.
En las elecciones de 1996 ganó el Partido Popular, refundado en 1989 a partir de
Alianza Popular por José María Aznar. Situó a dirigentes jóvenes en la dirección del partido y
le llevó hacía unas posiciones más centristas. Fue un triunfo muy ajustado y sólo contaba con
mayoría relativa en el Congreso, pero el descrédito socialista le permitió pactar con CiU, PNV
y Coalición Canaria y formar gobierno. En el año 2000 el PP volvió a ganar por mayoría
absoluta.
El PSOE sufrió después de la derrota electoral graves divisiones internas que acabaron
con la renuncia de Felipe González a la secretaría general del partido. Tras la nueva derrota
electoral en el año 2000, José Luis Rodríguez Zapatero fue elegido líder del partido.
El Gobierno del PP se enfrentó a una difícil situación económica. El Ministro de
Economía, Rodrigo Rato, adoptó medidas de ajuste que permitieron a España cumplir los
criterios de convergencia económica para incorporarse al grupo de países que adoptaron la
95
moneda única europea, el euro, a partir de 2002. Una coyuntura internacional favorable y las
medidas económicas adoptadas por el gobierno permitieron una etapa de estabilidad y
prosperidad caracterizada por un ritmo de crecimiento económico alto, la reducción del déficit
público, una inflación controlada, una sensible reducción del paro y la llegada masiva de
inmigrantes extranjeros.
No faltaron dificultades al gobierno que tuvo que enfrentarse en 2002 a una huelga
general convocada por los sindicatos contra la proyectada reforma del sistema de protección al
desempleo, y a manifestaciones contra su política exterior de apoyo a EEUU en su intervención
en Irak. Por otra parte, ETA continuó asesinando, ahora a cargos municipales del PP y del
PSOE, creando un clima de inseguridad y de terror. Paralelamente, se produjo un fuerte
enfrentamiento político entre el gobierno vasco y el de España por los planteamientos tan
diferentes para alcanzar una solución de la crisis del País Vasco.
El 11 de marzo de 2004 se produjo en Madrid el más sangriento atentado terrorista
de la historia de España (192 muertos y más de 1500 heridos). El fundamentalismo islámico
estuvo detrás de ese atentado que condicionó la normalidad ciudadana y política en los días
previos a las elecciones generales del 14 de marzo, en las que por decisión propia ya no se
presentaba José María Aznar. Venció el PSOE y José Luis Rodríguez Zapatero consiguió
formar gobierno con el apoyo de diversos grupos minoritarios del Congreso de los Diputados.
Las dos legislaturas de gobierno de Rodríguez Zapatero se caracterizaron, la primera
por la continuidad en la política económica y por la introducción de leyes como la de Memoria
Histórica o la Ley de Dependencia. La segunda legislatura vino marcada por la crisis financiera
internacional, que supuso un aumento desmesurado del paro y un fuerte desgaste del gobierno
que le obligó a convocar elecciones anticipadas en noviembre de 2011. En octubre de 2011
ETA hizo pública su intención de no volver a actuar aunque no se disolvió.
Esas elecciones las ganó por mayoría absoluta el Partido Popular, de la mano de Mariano
Rajoy. Su labor de gobierno se caracterizó por fuertes ajustes económicos en ámbitos tan
sensibles como la Sanidad, la Educación o la Dependencia. A partir de 2014 España vuelve a
crecer económicamente. En junio de 2014 el rey don Juan Carlos abdica en su hijo Felipe
VI. En las elecciones de 2015 el PP vence pero no obtiene la mayoría necesaria para formar
gobierno. Se repiten las elecciones en junio de 2016 y el PP vuelve a ganar sin mayoría
absoluta. Aparecen con fuerza nuevos partidos como PODEMOS y CIUDADANOS.
Mariano Rajoy logra formar gobierno en minoría lo que da lugar a una situación de
inestabilidad política con importantes tensiones territoriales (intento independentista en
Cataluña y aplicación del artículo 155 de la Constitución). En 2018 ETA anuncia su disolución
definitiva y, en junio, una moción de censura permite al líder del PSOE Pedro Sánchez
convertirse en el séptimo Presidente del Gobierno español de la democracia.

96
ANEXO I

Textos “Propuestos” por la UCLM

● LA CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN EN ESPAÑA (1808-1833)

1. CONSTITUCIÓN DE 1812.

[...] Las Cortes generales y extraordinarias de la Nación española, bien convencidas, después
del más detenido examen y madura deliberación [...], decretan la siguiente Constitución
política para el buen gobierno y recta administración del Estado [...]:
Art.1. La Nación española es la unión de todos los españoles de ambos hemisferios.
Art.3. La soberanía reside esencialmente en la Nación, y por lo mismo pertenece a ésta
exclusivamente el derecho de establecer sus leyes fundamentales [...]
Art 4. La nación está obligada a conservar y proteger con leyes sabias y justas la libertad civil,
la propiedad y los demás derechos legítimos de todos los individuos que la componen, [...]
Art.12. La religión de la Nación española es y será perpetuamente la católica, apostólica y
romana, única verdadera [...]
Art. 14. El Gobierno de la Nación española es una Monarquía moderada hereditaria.
Art. 15. La potestad de hacer las leyes reside en las Cortes con el Rey.
Art. 16. La potestad de hacer ejecutar las leyes reside en el Rey.
Art. 17. La potestad de aplicar las leyes [...] reside en los tribunales establecidos por la ley [...]
Art. 27. Las Cortes son la reunión de todos los diputados que representan a la Nación,
nombrados
por los ciudadanos en la forma que se dirá [...]
Art 34. Para la elección de los diputados de Cortes se celebrarán juntas electorales de
parroquia, de partido y de provincia [...]
Art 258. El Código civil y criminal, y el de comercio serán unos mismos para toda la
Monarquía, sin perjuicio de las variaciones, que por particulares circunstancias podrán hacer
las Cortes.

Fuente: De Esteban, J. “Constituciones de España” (Constitución de 1812). Centro de


Estudios P. y C.

97
2. ANULACIÓN DE LA OBRA DEL TRIENIO LIBERAL.

Antonio Gisbert Pérez. Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en las playas de


Málaga. Museo del Prado.
1

● EL REINADO DE ISABEL II (1833-1868)

3. MAPA TEMÁTICO: LA DESAMORTIZACIÓN DE MENDIZÁBAL 1836- 1837.

98
4. MANIFIESTO DE MANZANARES (7 de julio de 1854).

Españoles: La entusiasta acogida que va encontrando en los pueblos el ejército liberal; el


esfuerzo de los soldados que le componen, tan heroicamente mostrado en los campos de
Vicálvaro; el aplauso con que en todas partes ha sido recibida la noticia de nuestro patriótico
alzamiento, aseguran desde ahora el triunfo de la libertad y de las leyes, que hemos jurado
defender. Dentro de poco días la mayor parte de las provincias habrá sacudido el yugo de los
tiranos; la nación disfrutará los beneficios del régimen representativo [...] Nosotros queremos
la conservación del Trono, pero sin camarilla que lo deshonre, queremos la práctica rigurosa
de las leyes fundamentales, mejorándolas, sobre todo la ley electoral y la de imprenta;
queremos la rebaja de los impuestos, fundada en una estricta economía; queremos que se
respeten en los empleos militares y civiles la antigüedad y el merecimiento; queremos arrancar
a los pueblos de la centralización que los devora, dándoles la independencia local necesaria
para que conserven aumenten sus intereses propios; y como garantía de todo esto queremos y
plantearemos bajo sólidas bases la Milicia Nacional [...]. Las Juntas de Gobierno que deben
irse constituyendo en las provincias libres; las Cortes generales, que luego se reúnan; la misma
Nación, en fin, fijará las bases definitivas de la regeneración liberal a la que aspiramos.
Nosotros tenemos consagradas a la voluntad nacional nuestras espadas, y no las envainaremos
hasta que ella esté cumplida.
Cuartel General de Manzanares, a 7 de julio de 1854. El General en Jefe del Ejército
Constitucional, Leopoldo O´Donnell, Conde de Lucena.

● EL SEXENIO DEMOCRÁTICO (1868-1874). ECONOMÍA Y SOCIEDAD


ESPAÑOLAS EN EL SIGLO XIX

5. MANIFIESTO DE “ESPAÑA CON HONRA”.

Españoles: la ciudad de Cádiz, puesta en armas con toda su provincia, con la armada anclada en
su puerto y todo el departamento marítimo de la Carraca, declara solemnemente que niega su
obediencia al Gobierno que reside en Madrid, asegura que es leal intérprete de los ciudadanos
[...] y resuelta a no deponer las armas hasta que la nación recobre su soberanía, manifieste su
voluntad y se cumpla. Hollada (pisoteada) la ley fundamental, convertida siempre antes en
celada (oculta) que en defensa del ciudadano; corrompido el sufragio por la amenaza y el
soborno; dependiente la seguridad individual, no del derecho propio, sino de la irresponsable
voluntad cualquiera de las autoridades, muerto el municipio, pasto la Administración y la
Hacienda de la inmoralidad y del agio (del negocio), tiranizada la enseñanza, muda la prensa…
¡Españoles! [...]
Queremos que una legalidad común por todos creada tenga implícito y constante el respeto de
todos. Queremos que el encargado de observar la constitución no sea su enemigo
irreconciliable [...] Queremos vivir la vida de la honra y de la libertad. Queremos que un
Gobierno Provisional que represente todas las fuerzas vivas de su país asegure el orden, en
tanto que el sufragio universal eche los cimientos de nuestra regeneración social y política.
Contamos para realizar nuestro inquebrantable propósito [...] con el concurso de todos los
liberales, unánimes y compactos ante el común peligro; con el apoyo de las clases
acomodadas, [...] con los ardientes partidarios de las libertades individuales, cuyas aspiraciones
99
pondremos bajo el amparo de la ley; con el apoyo de los ministros del altar, interesados antes
que nadie en cegar en su origen las fuentes del vicio y del mal ejemplo; con el pueblo todo y
con la aprobación, en fin, de la Europa entera; pues no es posible que en el consejo de las
naciones se haya declarado ni se decrete que España ha de vivir envilecida [...]
Españoles [...]: acudid a las armas, [...] no con la furia de la ira, siempre débil, sino con la
solemne y poderosa serenidad con que la justicia empuña su espada. ¡Viva España con honra!

Cádiz, 19 de septiembre de 1868. Duque de la Torre, Juan Prim, Domingo Dulce,


Francisco Serrano Bedoya , Ramón Nouvilas, Rafael Primo de Rivera, Antonio Caballero
de Rodas, Juan Topete.

6. ABDICACIÓN DE AMADEO DE SABOYA.


Grande fue la honra que merecía la Nación española eligiéndome para ocupar su trono, honra
tanto más por mi apreciada cuanto se me ofrecía rodeada de las dificultades y peligros que lleva
consigo la empresa de gobernar un país tan hondamente perturbado [...]
Conozco que me engañó mi buen deseo. Dos años largos ha que ciño la corona de España, y la
España vive en constante lucha, viendo cada día más lejana la era de paz y de ventura que tan
ardientemente anhelo. Si fueran extranjeros los enemigos de su dicha, entonces, al frente de
estos soldados tan valientes como sufridos, sería el primero en combatirlos, pero todos los que
con la espada, con la pluma, con la palabra agravan y perpetúan los males de la nación son
españoles; todos invocan el dulce nombre de la patria, todos pelean y se agitan por su bien, y
entre el fragor del combate, entre el confuso, atronador y contradictorio clamor de los partidos,
entre tantas y tan opuestas
manifestaciones de la opinión pública, es imposible afirmar cuál es la verdadera, y más
imposible todavía hallar remedio para tamaños males. Los he buscado ávidamente dentro de la
ley y no lo he hallado. Fuera de la ley no ha de buscarlo quien ha prometido observarla [...]
AMADEO.
Palacio de Madrid, 11 de febrero de 1873.

7. VIÑETA “LAS LIGAS DE MI MORENA”

La Flaca, 16 de enero de 1873. Viñeta “Las ligas de mi morena”

100
● EL RÉGIMEN DE LA RESTAURACIÓN (1874-1902)

8. EL TURNO PACÍFICO DE LOS PARTIDOS.

El Buñuelo, 20 de septiembre de 1880. Viñeta “El turno pacífico de los partidos”

9. LA CARGA (BARCELONA, 1902)

Ramón Casas i Carbó, La Carga (Barcelona, 1902). Museo Nacional Reina Sofía.

101
10. TRATADO DE PAZ ENTRE ESPAÑA Y ESTADOS UNIDOS.

S. M. la Reina Regente de España, en nombre de su augusto hijo D. Alfonso XIII, y los Estados
Unidos de América, deseando poner término al estado de guerra hoy existente entre ambas
naciones [...] han convenido en los siguientes artículos:
Artículo I. España renuncia a todo derecho de Soberanía y propiedad sobre Cuba. En atención
a que dicha isla, cuando sea evacuada por España, va a ser ocupada por los Estados Unidos [...]
Artículo II. España cede a los Estados Unidos la isla de Puerto Rico y las demás que ahora
están bajo su soberanía en las islas Occidentales y la isla de Guam en el archipiélago de las
Marianas o Ladrones.
Artículo III. España cede a los Estados Unidos el archipiélago conocido por Islas Filipinas [...]
Los Estados Unidos pagarán a España la suma de veinte millones de dólares (20.000.000 de
pesos) dentro de los tres meses después del canje de ratificaciones del presente Tratado [...]
Artículo IV. Los Estados Unidos pagarán durante el término de diez años [...] admitirán en los
puertos de las islas Filipinas a los buques y mercancías españolas bajo las mismas condiciones
que a los buques y mercancías de los Estados Unidos.

Hecho público por duplicado en París, a 10 de diciembre de 1898. Firmado: Eugenio


Montero Ríos y William R. Day.

● ALFONSO XIII Y LA CRISIS DE LA RESTAURACIÓN (1902-1931)

11. GRÁFICO Y MAPA SOBRE CICLO HUELGUÍSTICO Y CRISIS DE 1917.

102
12. MANIFIESTO DEL GOLPE DE ESTADO DE PRIMO DE RIVERA.

Al país y al Ejército: Españoles: Ha llegado para nosotros el momento más temido que esperado(porque
hubiéramos querido vivir siempre en la legalidad y que ella rigiera sin interrupción la vida española) de
recoger las ansias, de atender el clamoroso requerimiento de cuantos amando la Patria no ven para ella
otra salvación que libertarla de los profesionales de la política, de los que por una u otra razón nos
ofrecen el cuadro de desdichas e inmoralidades que empezaron el año 98 y amenazan a España con un
próximo fin trágico y deshonroso. La tupida red de la política de concupiscencias ha cogido en sus
mallas, secuestrándola, hasta la voluntad real [...]
Este movimiento es de hombres: el que no sienta la masculinidad completamente caracterizada, que
espere en un rincón, sin perturbar, los buenos días que para la Patria preparamos… Españoles: ¡Viva
España y Viva el rey! [...]
No tenemos que justificar nuestros actos, que el pueblo sano demanda e impone. Asesinatos de
prelados, ex gobernadores, agentes de la autoridad, patronos, capataces y obreros; audaces e impunes
atracos; depreciación de la moneda; francachela de millones de gastos reservados [...] rastreras intrigas
políticas tomando como pretexto la tragedia de Marruecos […] descarada propaganda separatista,
pasiones tendenciosas alrededor de problema de las responsabilidades [...]
En virtud de la confianza y mandato que en mí han depositado, se constituirá en Madrid un directorio
inspector militar con carácter provisional encargado de mantener el orden público.
La Vanguardia, Barcelona, 13 de septiembre de 1923.

● LA SEGUNDA REPÚBLICA ESPAÑOLA (1931-1936)

13. DISCURSO DE LA DIPUTADA CLARA CAMPOAMOR.

Señores diputados: se está haciendo una constitución de tipo democrático, por un pueblo que
tiene escrito como lema principal, en lo que yo llamo el arco del triunfo de su República, el
respeto profundo a los principios democráticos [...] Yo no creo, no puedo creer, que la mujer
sea un peligro para la República, porque yo he visto a la mujer reaccionar frente a la Dictadura
y con la República [...]
Resolver lo que queráis, pero afrontando la responsabilidad de dar entrada a esa mitad del
género humano en la política, para que la política sea cosa de dos, porque sólo hay una cosa
que un sexosolo: alumbrar, las demás las hacemos todos en común, y no podéis venir aquí
vosotros a legislar, a votar impuestos, a decir deberes, a legislar sobre la raza humana, sobre la
mujer y sobre el hijo, aislados, fuera de nosotras [...]
Respecto a la serie de afirmaciones que se han hecho esta tarde contra el voto de la mujer, he
de decir,con toda consideración, que no están apoyadas en la realidad [...] ¿quién protestó y se
levantó en Zaragoza cuando la guerra de Cuba más que las mujeres? ¿Quién nutrió la
manifestación pro responsabilidades del Ateneo, con motivo del desastre de Annual, más que
las mujeres, que iban en mayor número que los hombres? [...] No cometáis, señores diputados,
ese error político de gravísimas consecuencias. Salváis a la República, ayudáis a la República
atrayéndoos y sumándoos esa fuerza que espera ansiosa el momento de su redención.

Diario de Sesiones de las Cortes Constituyentes. Intervención de Clara Campoamor en las


sesiones de 30 de septiembre y 1 de octubre 1931.

103
14. TEXTO Y MAPA SOBRE LA REFORMA AGRARIA DURANTE LA II REPÚBLICA.

“Toda la riqueza del país sea quien fuere su dueño, está subordinada a los intereses de la
economía nacional y afecta al sostenimiento de las cargas públicas, con arreglo a la
Constitución y a las leyes.

La propiedad de toda clase de bienes podrá ser objeto de expropiación forzosa por causa de
utilidad social mediante adecuada indemnización, a menos que disponga otra cosa
una ley aprobada por los votos de la mayoría absoluta de las Cortes.
Con los mismos requisitos la propiedad podrá ser socializada.

Los servicios públicos y las explotaciones que afecten al interés común pueden ser
nacionalizados en los casos en que la necesidad social así lo exija”.

Fuentes: Constitución de 1931 y Pascual Carrión, Los latifundios en España. Su


importancia, origen, consecuencias y solución, Madrid, Gráficas Reunidas, 1932.

104
● LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA (1936-1939)

15. CARTELES DE AMBOS CONTENDIENTES DURANTE LA GUERRA CIVIL

16. PAZ, PIEDAD Y PERDÓN.

La guerra civil está agotada en sus móviles porque ha dado exactamente todo lo contrario
de lo que se proponían sacar de ella, y ya a nadie le puede caber duda de que la guerra actual no
es una guerra contra el Gobierno, ni una guerra contra los gobiernos republicanos, ni siquiera
una guerra contra un sistema político: es una guerra contra la nación española entera [...] La
reconstrucción de España será una tarea aplastante, gigantesca, que no se podrá fiar al genio
personal de nadie, ni siquiera de un corto número de personas o de técnicos; tendrá que ser obra
de la colmena española en su conjunto, cuando reine la paz, una paz que no podrá ser más que
una paz española y una paz nacional, una paz de hombres libres [...] Este fenómeno profundo,
que se da en todas las guerras, me impide a mí hablar del porvenir de España en el orden
político y en el orden moral, porque es un profundo misterio, en este país de las sorpresas y de
las reacciones inesperadas, lo que podrá resultar el día en que los españoles, en paz, se pongan
a considerar lo que han hecho durante la guerra. Yo creo que si de esta acumulación de males
ha de salir el mejor bien posible, será con este espíritu, y desventurado el que no lo entienda
así. No voy a aplicar a este drama español la simplísima doctrina del adagio de que “no hay
mal que por bien no venga”. No es verdad. Pero es obligación moral, sobre todo de los que
padecen la guerra, cuando se acabe como nosotros queremos que se acabe, sacar de la lección y
de la musa del escarmiento el mayor bien posible, y cuando la antorcha pase a otras manos, a
otros hombres, a otras generaciones, que les hierva la sangre iracunda y otra vez el genio
español vuelva a enfurecerse con la intolerancia y con el odio y con el apetito de destrucción,
que piensen en los muertos y que escuchen su lección: la de esos hombres
que han caído magníficamente por una ideal grandioso y que ahora, abrigados en la tierra
materna,ya no tienen odio, ya no tienen rencor, y nos envían, con los destellos de su luz,
tranquila y remota como la de una estrella, el mensaje de la patria eterna que dice a todos sus
hijos: Paz, piedad, perdón.
Fuente: Manuel Azaña, Discursos políticos, edición a cargo de Santos Juliá, Crítica.
Barcelona, 2003, pp. 489-494.

105
● LA DICTADURA FRANQUISTA (1939-1975)

17. MUJERES RAPADAS.

Fotografía de cuatro mujeres rapadas en Oropesa, Toledo.

18. ACUERDO POLÍTICO DEL CONGRESO DE MUNICH EN 1962.

El Congreso del Movimiento Europeo reunido en Múnich los días 7 y 8 de junio de


1962 estima que la integración, ya en forma de adhesión, ya de asociación de todo país a
Europa, exige de cada uno de ellos instituciones democráticas, lo que significa en el caso de
España, de acuerdo con la Convención Europea de Derechos del Hombre y la Carta Social
europea, lo siguiente:
1. La instauración de instituciones auténticamente representativas y democráticas que
garanticen que el gobierno se basa en el consentimiento de los gobernados.
2. La efectiva garantía de todos los derechos de la persona humana, en especial los de libertad
personal y de expresión, con supresión de la censura gubernativa.
3. El reconocimiento de la personalidad de las distintas comunidades naturales.
4. El ejercicio de las libertades sindicales sobre bases democráticas y de la defensa por los
trabajadores de sus derechos fundamentales, entre otros medios por el de la huelga.
5. La posibilidad de organización de corrientes de opinión y de partidos políticos con el
reconocimiento de los derechos de la oposición.
El Congreso tiene la fundada esperanza de que la evolución con arreglo a las anteriores bases
permitirá la incorporación de España a Europa, de la que es un elemento esencial; y toma nota
de que todos los delegados españoles, presentes en el Congreso, expresan su firme
convencimiento de que la mayoría de los delegados españoles desean que la evolución se lleve
a cabo de acuerdo con las normas de la prudencia política, con el ritmo más rápido que las
circunstancias permitan, con sinceridad por parte de todos y con el compromiso de renunciar a
toda violencia activa o pasiva, durante y después del proceso evolutivo”.

Congreso del Movimiento Europeo celebrado en Múnich los días 7 y 8 de junio de 1962.

106
● HISTORIA DE LA ESPAÑA ACTUAL Y SU INTEGRACIÓN EN EUROPA
(1975-2004)

19. CONSTITUCIÓN DE 1978.

Art. 1. 1. España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como
valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo
político.
2. La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.
3. La forma política del estado español es la monarquía parlamentaria.
Art. 2. La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e
indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las
nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas.
Art. 6. Los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación
de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política
[...] Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos.
Art.14. Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón
de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.
Art.16. 1. Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto [...] 3. Ninguna confesión tendrá
carácter estatal [...]
Art. 20. 1. Se reconocen y protegen los derechos: a) A expresar y difundir libremente los pensamientos,
ideas y opiniones [...] b). A la producción y creación literaria, artística, científica y técnica. c) A la
libertad de cátedra. d) A comunicar y recibir libremente información veraz [...]
Art 23. 1. Los ciudadanos tienen el derecho a participar en los asuntos públicos, directamente o por
medio de representantes, libremente elegidos en elecciones periódicas por sufragio universal [...]
Art. 41. Los poderes públicos mantendrán un régimen público de Seguridad Social para todos los
ciudadanos, que garantice la asistencia y prestaciones sociales suficientes ante situaciones de necesidad,
especialmente en caso de desempleo [...]
ART. 66. 1. Las Cortes Generales representan al pueblo español y están formadas por el Congreso de
los Diputados y el Senado. 2. Las Cortes Generales ejercen la potestad legislativa del Estado [...]
Art. 77. Las Cámaras pueden recibir peticiones individuales y colectivas, siempre por escrito,
quedando prohibida la presentación directa por manifestaciones ciudadanas.
Art. 137. El Estado se organiza territorialmente en municipios, en provincias y en las
Comunidades Autónomas que se constituyan. Todas estas entidades gozan de autonomía para la gestión
de sus respectivos intereses.
Art. 147. 1. Dentro de los términos de la presente Constitución, los Estatutos serán la norma
institucional básica de cada Comunidad Autónoma y el Estado los reconocerá y amparará como parte
integrante de su ordenamiento jurídico.
Art. 155. Si una Comunidad Autónoma no cumpliere las obligaciones que la Constitución u otras leyes
le impongan, o actuara de forma que atente gravemente al interés general de España, el Gobierno [...]
podrá adoptar las medidas necesarias para obligar a aquella al cumplimiento forzoso de dichas
obligaciones o para la protección del mencionado interés general.

BOE, 29 de diciembre de 1978

107
20. VÍCTIMAS DEL TERRORISMO DE ETA.

El País, 4 de mayo de 2018.

108
ANEXO II

Orientaciones para abordar los apartados de clasificación e identificación de las


ideas de los ejercicios prácticos.

CLASIFICACIÓN 0,25 IDENTIFICACIÓN DE


PUNTOS IDEAS 0,75 PUNTOS
C
GRÁFICO ▪ Naturaleza: ▪ Tema. O
Histórico /historiográfico. ▫ Describir brevemente el
N
▪ Contenido: social, político, fenómeno histórico
económico, cultural, etc. principal que representa. T
▪ Período/ etapa/ ▪ Tendencia general y fases E
acontecimiento relacionado. en breve relación con el X
▪ Tipo de gráfico: lineal, contexto. T
sectorial, de barras o ▪ Ideas secundarias asociadas. O
histogramas.
H
MAPA ▪ Naturaleza: Históri ▪ Tema. I
co/historiográfico. ▫ Describir brevemente el S
▪ Tipología de mapa: fenómeno histórico T
político administrativo, principal que representa. Ó
militar, temático. ▪ Distribución, densidad, zonas
R
▫ Temático: económico, en breve relación con el
demográfi co, social, etc. contexto. I
▪ Período/ etapa/ ▪ Ideas secundarias asociadas. C
acontecimiento relacionado. O

1,5
DOCUMENTOS ▪ Naturaleza: ▪ Tema.
Histórico/historiográfico. ▫ Describir brevemente el P.
ICONOGRÁFICOS
▪ Contenido: social, político, fenómeno histórico
eco nómico, cultural, etc. principal que representa.
▪ Período/ etapa relacionada ▪ Descripción del contenido
▪ Autor/fecha/destinatario. de la ima gen en relación con
la idea principal y
secundaria.
▪ Finalidad: informativa o
persuasiva (propaganda)
destacando la significa ción
social del documento.

COMENTARIO DE TEXTO

Se mantiene el modelo de comentario.

109
ANEXO III

Cronología básica “Propuesta” por la UCLM.

SIGLO XVI. SIGLO XVII.


▪ 1502. Conversión forzosa de los mudéjares. ▪ 1609 Expulsión de los moriscos.
▪ 1512. Conquista del reino de Navarra. ▪ 1621. Inicio del reinado de Felipe IV.
▪ 1520. Revuelta de los Comuneros de ▪ 1640. Rebelión de Cataluña.
Castilla. ▪ 1640. Independencia de Portugal.
▪ 1556 Inicio del Reinado de Felipe II. ▪ 1643. Batalla de Rocroi.
▪ 1561 Establecimiento de la Corte en ▪ 1648. Paz de Westfalia.
Madrid. ▪ 1659. Paz de los Pirineos.
▪ 1568. Rebelión morisca de las Alpujarras. ▪ 1665. Inicio del reinado de Carlos II.
▪ 1571. Batalla de Lepanto. ▪ 1700. Fin del reinado de Carlos II.
▪ 1580. Unión de Portugal.
▪ 1588. Desastre de la Armada Invencible.

SIGLO XVIII. SIGLO XIX.


▪ 1701. Inicio de la Guerra de Sucesión. ▪ 1805. Batalla de Trafalgar.
▪ 1704. Conquista británica de Gibraltar. ▪ 1808. Motín de Aranjuez.
▪ 1713. Tratado de Utrecht. ▪ 1820. Pronunciamiento de Riego.
▪ 1716. Decreto de Nueva Planta en Cataluña. ▪ 1849. Fundación del Partido Demócrata.
▪ 1733. Primer Pacto de Familia de los ▪ 1855. Primera Huelga general en
Borbones. Barcelona.
▪ 1749. Catastro del Marqués de la Ensenada. ▪ 1857. Ley de Instrucción Pública de
▪ 1766. Motín de Esquilache. Claudio Moyano.
▪ 1767. Expulsión de los jesuitas. ▪ 1873. Proclamación de la I República.
▪ 1792. Manuel Godoy primer ministro del ▪ 1879. Fundación del PSOE.
Estado.

SIGLO XX
▪ 1909. Semana Trágica.
▪ 1932. Ley de Bases de la Reforma Agraria.
▪ 1936. Comité de No Intervención.
▪ 1959. Plan de Estabilización.
▪ 1976. Referéndum para la Ley de Reforma Política.
▪ 1981. 23F. Golpe de Estado de Antonio Tejero.
▪ 1986. Entrada de España en la CEE

110
Cronología Obligatoria propuesta por el Departamento de Gª/Hª.

EDAD ANTIGUA
25 a. C. Fundación de Emérita Augusta.
197 a. C Hispania Citerior e Hispania ulterior
143-139 a.C. Sublevación de los celtíberos: Viriato
133 a. C Sitío de Numancia
27 a. C Nueva división de España: Tarraconense, Bética y Lusitania

EDAD MEDIA
409 Invasiones germánicas:
589 Recaredo, convertido al catolicismo.
556 Reino cristiano visigodo de Toledo
Emirato dependiente de Damasco (711-756)
Emirato omeya (758-912).
Abderramán I (763-787) construye la Mezquita de Córdoba
778 Batalla de Roncesvalles
Califato de Córdoba (912-1031).
Esplendor del califato bajo Abderramán III (929-961)
Reinos de Taifas (1031-1090)
Los almorávides (1090-1172)
Los almohades (1172-1224)
711 Invasión musulmana: Fin del reino visigodo de Toledo.
722 Batalla de Covadonga.
850 Fundación del Condado de Castilla
946 Fernán González, conde independiente de Castilla (946)
1094 Conquista de Valencia por el Cid (1094)
1031 Desaparición el Califato de Córdoba, dando lugar a los Reinos de Taifas
1085 Alfonso VI reconquista Toledo.
1212 Batalla de las Navas de Tolosa.
1469 Matrimonio de los Reyes Católicos

EDAD MODERNA
1492 Conquista de Granada (Fin de la Reconquista), Expulsión judíos y Descubrimiento de América .
1520 Levantamiento Comunero de Castilla.
1521 conquista de México.
1532 conquista impero Inca.
1542 Leyes Nuevas.
1556 Comienza el Reinado de Felipe II (1556-1598).
1571 Batalla naval de Lepanto.
1580 Unión con Portugal.
1588 Desastre de la Armada Invencible.
1609 Expulsión de los moriscos durante el reinado de Felipe III.
1618-1648 Guerra de los Treinta Años que finaliza con la paz o Tratado de Westfalia (1648).
1640 Durante el reinado de Felipe IV y su valido Olivares: Proyecto de Unión de Armas.
1700 Muerte de Carlos II. Felipe V nuevo rey de España. Guerra de Sucesión.
1707-1716 Decretos de Nueva Planta.
111
1713 Tratado de Utrecht.
1767 Expulsión de los Jesuitas de España.
1795 Paz de Basilea.

ESPAÑA S.XIX
1805 Batalla de Trafalgar.
1807 Tratado de Fontainebleau.
1808 Encuentros de Bayona, inicio de la Guerra de Independencia. Motín de Aranjuez . Levantamiento de
Madrid.
1812 Primera Constitución Española.
1814 Regreso de Fernando VII.
1820 Pronunciamiento de Riego. Trienio Liberal (1820-1823).
1823 Los Cien Mil Hijos de San Luis.
1830 Pragmática sanción.
1832 Regencia de María Cristina.
1833 Primera Guerra Carlista (1833-1839).
1836 Decretos de desamortización de los bienes de la Iglesia por Mendizábal.
1837 Nueva Constitución.
1839 Fin de la Guerra Carlista (excepto Cataluña - 1840).
1840 Regencia de Espartero.
1843 Declarada la mayoría de edad de Isabel II.
1845 Nueva Constitución.
1848 Segunda Guerra Carlista (1848-1849). 1º línea ferroviaria.
1854 Vicalvarada. Manifiesto del Manzanares.
1855 El Bienio Progresista, Desamortización de Madoz.
1866 Dictadura de Narváez. Pacto de Ostende.
1868 Revolución Gloriosa contra Isabel II.
1869 nueva constitución.
1868-1878 Guerra Larga de Cuba.
1870 Elección de Amadeo I (de Saboya) como rey.
1872 Tercera Guerra Carlista (1872-1876).
1873 Dimisión de Amadeo I/ Proclamación de la Primera República.
1874 Restauración de la Monarquía borbónica con Alfonso XII/ Manifiesto de Sandhurts.
1876 Nueva Constitución
1879 Fundación del Partido Socialista Obrero Español (PSOE).
1880 Se inicia el turno pacífico de gobiernos entre conservadores y liberales.
1885 Regencia de María Cristina.
1887 Ley de Asociaciones permite la creación de sindicatos obreros.
1888 Fundación de la Unión General de Trabajadores (UGT).
1897 Asesinato de Cánovas por los anarquistas.
1898 Guerra con Estados Unidos Pérdida de las últimas colonias imperialistas.

ESPAÑA S.XX
1909 Comienzo de la Guerra de Marruecos. Semana Trágica de Barcelona.
1911 Fundación de la CNT [Confederación Nacional del Trabajo].
1912 Asesinato de Canalejas.
1917 Huelga general revolucionaria en España.
112
1921 Las tropas luchando en Marruecos sufren el desastre de Anual.
1923 Golpe de estado de Miguel Primo de Rivera.
1927 Pacificación en Marruecos.
1930 Pacto de San Sebastián.
1931 14 de Abril se declara la Segunda República.
1932 Fundación de la CEDA.
1933 Fundación de La Falange Española por José Antonio Primo de Rivera. Revolución anarquista en
Casas Viejas.
1934 Revolución de Asturias.
1936 Frente Popular gana las elecciones.
1936 levantamiento del general Francisco Franco el 18 de julio - comienza LA GUERRA CIVIL.
1937 Bombardeo de Guernica.
1938 La Batalla del Ebro.
1939 Fin de la Guerra Civil el 1 de abril.
1939 Gobierno del General Franco (1939-1975).
1947 La Ley de Sucesión confirma a España como monarquía, después de la muerte de Franco.
1953 Acuerdos económicos y militares con Estados Unidos.
1955 Ingreso de España en la ONU.
1962 Creación de Comisiones Obreras.
1968 España otorga a Guinea Ecuatorial su independencia.
1969 Proclamación de don Juan Carlos de Borbón, Príncipe de Asturias.
1973 Asesinato de jefe de gobierno, Luis Carrero Blanco, por ETA.
1975 Muerte de Francisco Franco.
1975 Juan Carlos I, rey de España.
1976 Adolfo Suárez presidente del gobierno.
1977 Legalización de partidos políticos, incluyendo el PCE [Partido Comunista Español].
1978 NUEVA CONSTITUCIÓN.
1981 Intento de Golpe de Estado por el teniente coronel Antonio Tejero [23 de febrero].
1982 El PSOE gana en las elecciones generales, con Felipe González como jefe de gobierno.
1982 España aprueba su entrada en la OTAN [Organización del Tratado del Atlántico Norte].
1992 España es el país anfitrión de las Olimpiadas [Barcelona], La Exposición Universal [Sevilla], y la
Capital Cultural de Europa [Madrid], con las celebraciones del quinto centenario del descubrimiento
de América.
1995 El PP gana en las elecciones municipales.
1996 El PP gana en las elecciones generales y José María Aznar es el nuevo presidente de gobierno.
2000 Mayoría absoluta para el PP en las elecciones legislativas.
2002 Entra en vigor el Euro como moneda única europea.
2004 (11-M) Atentado terrorista en Madrid. El gobierno culpa en un principio al grupo terrorista ETA,
pero más tarde se comprueba que es obra de Al-Qaeda.
2004 El PSOE gana las elecciones generales, y su secretario general José Luis Rodríguez Zapatero pasa a
la presidencia.
2024 Los alumnos de 2º de Bachillerato del IES Juan de Padilla de Illescas hacen una EVAU brillante con
notas excelentes (especialmente en Historia de España) y pueden elegir los estudios de grado que
desean.

113
114

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