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Enfoques clásicos I

Antología.

Alumna: Zeferino García María Osiris


Maestra: Dávila García Daniela.
Practicas profesionales.
Licenciatura: Sociología
Facultad: Ciencias políticas y Sociales

Prácticas profesionales de Sociología


21/10/2023
ÍNDICE:

Unidad 1: Hacia una ciencia de la sociedad: razón, secularidad y progreso.

1.1 Orígenes históricos de la teoría social racional…………………………………...3


1.2 La lógica expansiva de la indagación científica y los orígenes de la
sociología………………………………………………………………………….…13
1.3 La creencia en el progreso y la ciencia social……………………………………20

Unidad 2: Orden y Progreso: Comte.

2.1 Comte: semblanza…………………………………………………………………24


2.2 Comte. Ciencia y sociología………………………………………………………29
2.3 Comte: la evolución de la humanidad….………………………………………..34
2.4 Comte: Altruismo y progreso moral………………………………………………37

Unidad 3: Liberalismo y Sociología: Tocqueville y Mill.

3.1 Liberalismo y ciencia social………………………………………………….……..42


3.2 Semblanza de Tocqueville………………………………………………………….47
3.3 Un análisis sociológico de Estados Unidos………………………………………49
3.4 Igualdad, Libertad e individualismo………………………………………………. 52
3.5 Pluralismo, democracia y sociedad civil……………………………………….….55
3.6 Las causas de la revolución…………………………………………………………63
3.7 John Stuart Mill: libertad, igualdad y civilización sostenible……………………..67

Unidad 4: La determinación social de la conciencia: Durkheim.

4.1 Semblanza de Durkheim. Las reglas del método sociológico………………….76


4.2 Cohesión social, estructura y división del trabajo. Anomia y modernidad……83
4.3 Orígenes sociales del individualismo y las corporaciones. sociogénesis del
conocimiento y las creencias……………………...…………………………………91
4.4 Educación y socialismo. La herencia de Durkheim……………………………100
Referencias…………………………………………………………………………….102

1
Hacia una ciencia de
la sociedad: razón,
secularidad y

2
1.1 Orígenes históricos de la teoría social racional.
Ritzer, G. (2001). Teoría Sociológica Clásica, España: Mc Graw Hill.pp 27-40 en pdf y 10-23 del
libro.

El crecimiento de la ciencia.

En el Curso del desarrollo de la teoría sociológica tuvo lugar un creciente interés


por la ciencia, no sólo en las universidades, sino también en la sociedad en su
conjunto. Los productos tecnológicos de la ciencia impregnaban todos los sectores
de la vida, y la ciencia adquirió un fabuloso prestigio. A los intelectuales vinculados
a las ciencias que más éxitos acumulaban (la física, la biología y la química) se les
otorgaban lugares preferentes en la sociedad. Los sociólogos (especialmente
Comte, Durkheim, Spencer, Mead y Schutz) se preocuparon desde el principio por
la ciencia, y muchos querían modelar la sociología a partir de las ciencias de la física
y la química, que habían obtenido un gran éxito. Sin embargo, en seguida surgió un
debate entre los que aceptaban de buen grado el modelo científico y los que (como
Weber) pensaban que las características particulares de la vida social dificultaban
y hacían no recomendable la adopción de un modelo absolutamente científico. La
cuestión de la relación entre la sociología y la ciencia aún se debate, aunque una
sola ojeada a las principales revistas del área indica el predominio de los que
apoyan la sociología como ciencia. Estos son sólo algunos de los principales
factores sociales que desempeñaron papeles centrales en los primeros años de la
teoría sociológica. La influencia de estos factores se clarificará a medida que
analicemos a los diversos teóricos a 10 largo del libro. Aunque los factores sociales
son importantes, concedemos más importancia en este capítulo a las fuerzas
intelectuales que desempeñaron un papel central en la configuración de la teoría
sociológica. Por supuesto, en el mundo real los factores intelectuales son
inseparables de las fuerzas sociales. Por ejemplo, en la discusión de la Ilustración
que aparece más adelante nos percatamos de que ese movimiento está
íntimamente relacionado con los cambios sociales discutidos arriba, y en muchos
casos proporciona su base intelectual.

FUERZAS INTELECTUALES Y SURGIMIENTO DE LA TEORIA SOCIOLOGICA


Las numerosas fuerzas intelectuales que configuraron el desarrollo de las teorías

3
sociológicas clásicas se analizan en el contexto nacional en el que se dejó sentir su
influencia. Comenzamos con la Ilustración y su influencia en el desarrollo de la
teoría sociológica en Francia.

La Ilustración y la fundación de la sociología en Francia Numerosos observadores


piensan que, a la luz de la evolución posterior de la sociología, la Ilustración
constituye un desarrollo crítico (Hawthom, 1976; Nisbet, 1967; Seidman,
1983;Zeitlin, 1981, 1990). La Ilustración fue un periodo de notable desarrollo y
cambio intelectual en el pensamiento filosófico 3. Algunas ideas y creencias que han
prevalecido -muchasrelacionadas con la vida socialfueron superadas y
reemplazadas durante la Ilustración. Los pensadores más importantes asociados
con la Ilustración son los filósofos franceses Charles Montesquieu (1689-1755)
YJean Jaeques Rousseau (1712-1778). Sin embargo, la influencia de la Ilustración
en la teoría sociológica fue más indirecta y negativa que directa y positiva. Como ha
señalado Irving Zeitlin: «La sociología se desarrolló inicialmente como una reacción
a la Ilustración» (1981: lO). Después de todo, los pensadores vinculados a la
Ilustración estuvieron influidos por dos corrientes intelectuales: la filosofía y la
ciencia del siglo XVII. La filosofía del siglo XVII estaba asociada a la obra de
pensadores tales como René Descartes, Thomas Hobbes y John Loeke. El interés
fundamental se centraba en la producción de sistemas ambiciosos, generales y
altamente abstractos de ideas que tuvieran sentido racional. Pensadores más
tardíos relacionados con la Ilustración no rechazaron la idea de que los sistemas de
ideas debían ser generales y tener un sentido racional, pero hicieron grandes
esfuerzos por derivar sus ideas del mundo real y verificarlas en él. En otras palabras,
deseaban combinar la investigación empírica con la razón (Seidman, 1983: 36-37).
El modelo para llevar a cabo esa combinación era el científico, especialmente la
flsica newtoniana. En esos momentos se produjo el nacimiento de la aplicación del
método científico a las cuestiones sociales. Por otro lado, no sólo los pensadores
de la Ilustración querían que sus ideas se derivaran, al menos en parte, del mundo
real, sino que también deseaban que fueran útiles para el mundo social,
especialmente para el análisis crítico de ese mundo. En general, la Ilustración se
caracterizó por la creencia de que las personas podían comprender y controlar el

4
universo mediante la razón y la investigación empírica. Pensaban que del mismo
modo que el mundo físico se regía de acuerdo con leyes naturales, era probable
que el mundo social también tuviera sus propias leyes. Por tanto, mediante el
empleo de la razón y la investigación científica, al filósofo atañía descubrir esas
leyes sociales. Una vez comprendido el funcionamiento del mundo social, los
pensadores de la Ilustración se trazaron una meta práctica: la creación de un mundo
más racional y «mejor». Como hacían hincapié en la importancia de la razón, los
filósofos de la Ilustración tendían a rechazar las creencias en la autoridad
tradicional. Cuando estos pensadores examinaban los valores y las instituciones
tradicionales, solían encontrarlas irracionales; es decir, opuestas a la naturaleza
humana e inhibidoras del desarrollo y crecimiento humano. La misión de estos
filósofos de la Ilustración prácticos e inclinados al cambio era, pues, superar estos
Sistemas irracionales. Reacción conservadora a la Ilustración. El teórico más directa
y positivamente influido por el pensamiento de la Ilustración fue Karl Marx, aunque
produjo sus primeras ideas teóricas en Alemania. A primera vista pensamos que la
teoría sociológica clásica francesa, así como la teoría de Marx, estuvo directa y
positivamente influida por la Ilustración. Después de todo, ¿acaso no se convirtió la
sociología francesa en una sociología racional, empírica, científica y orientada al
cambio? La respuesta es que sí, pero no antes de que se formara por medio de un
conjunto de ideas que se desarrollaron como reacción a la Ilustración. Para Seidman
«La ideología de la contra-Ilustración supuso una inversión virtual del liberalismo de
la Ilustración. En lugar de premisas modernistas, detectamos en los críticos de la
Ilustración un profundo sentimiento antimodernista» (1983: 51). Como veremos, la
sociología en general, y la sociología francesa en particular, constituyeron desde
sus inicios una mezcolanza turbulenta de ideas en pro y en contra de la Ilustración.
La forma más extrema que adoptó la oposición a las ideas de la Ilustración fue la
filosofía contrarrevolucionaria católica francesa representada fundamentalmente
por las ideas de Louis de Bonald (1754-1840) Y Joseph de Maistre (1753-1821).
Estos hombres reaccionaron no sólo contra la Ilustración, sino también contra la
Revolución Francesa, a la que consideraban como parte de un producto del
pensamiento característico de la Ilustración. De Bonald. por ejemplo, mostraba

5
especial disgusto por los cambios revolucionarios y recomendaba un regreso a la
paz y armonía de la Edad Media. Dios era la fuente de la sociedad, por lo que la
razón, de suma importancia para los filósofos de la Ilustración, era considerada
inferior a las creencias religiosas tradicionales. Además, se pensaba que como Dios
había creado la sociedad, los humanos no podían manipularla ni debían !',km''U
cambiar una creación sagrada. Por extensión, de Bonald se oponía a todo k' que
minara instituciones tradicionales tales como el patriarcado, la familia monógama,
la monarquía y la Iglesia Católica. Limitarse a calificar la postura de Bonald de
conservadora es un error. Aunque de Bonald representó una forma bastante
extrema de la reacción conservadora, su obra constituye una introducción útil a sus
premisas generales. Los conservadores se alejaron de lo que consideraban el
racionalismo «naive» de la Ilustración. No sólo reconocían los aspectos irracionales
de la vida social, sino que también les asignaban un valor positivo. Así, fenómenos
tales como la tradición, la imaginación, la emoción y la religión constituían
componentes útiles y necesarios de la vida social. Les disgustaba la revuelta y
deseaban mantener el orden existente, y por ello deploraban desarrollos tales como
la Revolución Francesa y la Revolución Industrial, considerados por ellos como
fuerzas destructivas. Los conservadores rendían a acentuar el orden social.
tendencia que se convirtió en uno de los temas centrales de la obra de varios
teóricos clásicos de la sociología. Zeitlin (1981) expuso diez proposiciones
principales que, en su opinión, definen la reacción conservadora y proporcionan la
base del desarrollo de la teoría sociológica clásica. t. Mientras que la mayoría de los
pensadores de la Ilustración tendían a hacer hincapié en el individuo. la reacción
conservadora llevó a un mayor interés por la sociedad y otros fenómenos de gran
alcance. La sociedad se consideraba como algo más que un mero agregado de
individuos. Pensaban que la sociedad existía per se, con sus propias leyes de
desarrollo y sus profundas raíces en el pasado. 2. La sociedad era la unidad de
análisis más importante; se le confería más importancia que al individuo. Era la
sociedad la que creaba al individuo, fundamentalmente a través del proceso de
socialización. 3. El individuo no constituía ni siquiera el elemento más básico de la
sociedad. Una sociedad se componía de elementos tales como roles, posiciones,

6
relaciones, estructuras e instituciones. Los individuos ni siquiera eran considerados
como los protagonistas de esas unidades de la sociedad. 4. Se creía que las partes
de una sociedad estaban interrelacionadas y eran interdependientes. En efecto,
estas interrelaciones constituían la principal base de la sociedad. Esta visión les
confirió una orientación política conservadora. Es decir. debido a que las partes se
suponían interrelacionadas, manipular una de ellas podía conducir a la destrucción
de las otras partes y, consecuentemente, del sistema en su conjunto. Ello suponían
que la introducción de cambios en el sistema social debía realizarse con suma
precaución. 5. Se contemplaba el cambio como una amenaza no sólo para la
sociedad y sus componentes sino también para los individuos de la sociedad. Los
diversos componentes de la sociedad satisfacían supuestamente las necesidades
de las personas. Cuando las instituciones "se destruían, la gente probablemente
sufría, y tal sufrimiento desembocaría con probabilidad en el desorden social. 6. La
tendencia general era creer que los diversos componentes de la sociedad eran útiles
tanto para la sociedad como para el individuo. En consecuencia, apenas existía el
deseo de reflexionar acerca de los efectos negativos de las estructuras y las
instituciones sociales existentes. 7. Pequeñas unidades como la familia, el
vecindario y los grupos religiosos y ocupacionales también eran calificados de
esenciales para los individuos y la sociedad. Proporcionaban los entornos íntimos y
de interrelación personal que las personas necesitaban para sobrevivir en las
sociedades modernas.

8. Existía una cierta tendencia a interpretar que cambios sociales como la


industrialización, la urbanización y la burocratización tenían efectos
desorganizadores. Se contemplaban estos cambios con temor e inquietud y existía
gran interés en idear alguna manera de manejar sus efectos destructores. 9. Aunque
gran parte de estos temidos cambios daba lugar a una sociedad más racional, la
reacción conservadora llevaba a reconocer la importancia de los factores no
racionales (por ejemplo, el ritual, la ceremonia y el culto) de la vida social. 10.
Finalmente, los conservadores apoyaban la existencia de un sistema social
jerárquico. Se confería tanta importancia de la sociedad como a la existencia de un
sistema diferencial de estatus y recompensas. Estas diez proposiciones que

7
resumen la reacción conservadora a la Ilustración deben considerarse como la base
intelectual más inmediata del desarrollo de la teoría sociológica en Francia. Muchas
de estas ideas penetraron profundamente en el pensamiento sociológico temprano,
aunque algunas de las ideas de la Ilustración (el empirismo, por ejemplo) también
ejercieron gran influencia. Aunque hemos subrayado las discontinuidades entre la
Ilustración y la contra-Ilustración, Siedman defiende que existían vínculos y
afinidades entre ellas. En primer lugar, la contra-Ilustración prolongaba la tradición
científica desarrollada por la Ilustración. En segundo lugar, adoptó el interés de la
Ilustración por las colectividades (como opuestas a los individuos) y las estudió en
profundidad. Y en tercer lugar, ambas se interesaron por los problemas del mundo
moderno, especialmente por sus efectos negativos sobre los individuos. Pasaremos
ahora a la fundación real de la sociología como disciplina distintiva y,
específicamente, a la obra de tres pensadores franceses, Claude Saint Simón,
Auguste Comte y, sobre todo, Emile Durkheim.

Claude Henri Saint-Simon (1760-/825). Saint-Simon era mayor que Auguste Comte
quien, de hecho, trabajó en sujuventud como secretario y discípulo de aquél. Existe
una gran similitud entre las ideas de ambos pensadores, pero un amargo debate
entre los dos les condujo a su separación final (Thompson, 1975). Como suele
considerarse a Comte más importante en la fundación de la sociología, dedicaremos
sólo algunas palabras al pensamiento de Saint-Simon. El aspecto más interesante
de Saint-Simon fue su importancia, tanto para el desarrollo de la teoría sociológica
conservadora como para el de la marxiana (que, en muchos aspectos, se oponía a
la teoría conservadora). Desde el punto de vista conservador, Saint-Simon
pretendía preservar la sociedad tal y como era, pero no anhelaba el regreso a la
vida de la Edad Media que promovían de Bonald y de Maistre. Además, era un
positivista (Durkheim. 192811962: 142), es decir, creía que el estudio de los
fenómenos sociales debía emplear las mismas técnicas científicas que las ciencias
naturales. Desde el punto de vista radical, Saint-Simon previó la necesidad de
reformas socialistas, especialmente la planificación centralizada del sistema
económico. Pero Saint-Simón no fue tan lejos como Marx. Aunque ambos previeron
que los capitalistas suplantarían a la nobleza feudal, a Saint-Simón le parecía

8
inconcebible que la clase trabajadora pudiera sustituir a los capitalistas.
Encontramos muchas de las ideas de Saint Simón en la obra de Comte, por lo que
a continuación pasamos a hacer un breve examen de esta. Auguste Comte
(/798·1857). Comte fue el primero en utilizar el término sociología. Ejerció una
profunda influencia en los teóricos posteriores de la sociología (especialmente en
Herbert Spencer y en Emile Durkheim). Y creía que el estudio de la sociología debía
ser científico, al igual que muchos teóricos clásicos y la mayoría de los sociólogos
contemporáneos (Lenzer, 1975). La obra de Comte puede considerarse, al menos
en parte, como una reacción contra la Revolución Francesa y la Ilustración, a la que
consideraba la principal causa de la revolución. Se sentía profundamente
perturbado por la anarquía que reinaba en la sociedad y se mostraba crítico frente
a los pensadores franceses que habían engendrado la Ilustración y apoyado la
revolución. Desarrolló su perspectiva científica, el «positivismo» o «filosofía
positiva», para luchar contra lo que consideraba la filosofía destructiva y negativa
de la Ilustración. Comte se alineaba con los católicos contrarrevolucionarios
franceses (especialmente de Bonald y de Maistre), de los que experimentó su
influencia. Sin embargo, al menos por dos razones, su obra debe ser analizada al
margen de la de éstos. Primera, no creía posible el regreso a la Edad Media, pues
los avances científicos e industriales hacían imposible ese regreso. Segunda,
desarrolló un sistema teórico bastante más sofisticado que sus predecesores, un
sistema que configuró una gran parte de la temprana sociología. Comte desarrolló
su Física social, o lo que en 1822 denominó sociología, para luchar contra las
filosofías negativas y la anarquía perjudicial que, desde su punto de vista, reinaban
en la sociedad francesa. El uso del término física social evidenciaba el afán de
Comte por modelar la sociología a partir de las «ciencias duras». Esta nueva
ciencia, que para él terminaría por ser la ciencia dominante, debía ocuparse tanto
de la estática social (de las estructuras sociales existentes) como de la dinámica
social (del cambio social). Aunque ambas implicaban la búsqueda de las leyes de la
vida social, Comte percibía que la dinámica social era más importante que la
estática social. Este interés por el cambio reflejaba su interés por la reforma social,
particularmente la de los males creados por la Revolución Francesa y la Ilustración.

9
Comte no recomendaba el cambio revolucionario, pues consideraba que la
evolución natural de la sociedad mejoraría las cosas. Las reformas eran necesarias
sólo para empujar levemente el proceso. Esto nos lleva a la piedra angular del
enfoque de Comte: su teoría de la evolución o ley de los (res estadios. La teoria
propone que existen tres estadios intelectuales a través de los que la historia del
mundo ha avanzado. De acuerdo con Comte, no sólo el mundo atraviesa este
proceso, sino también los grupos, las sociedades, las ciencias, los individuos e
incluso la mente de las personas. El primero es el estadio teológico y define el
mundo anterior a 1300. Durante este periodo el sistema principal de ideas
enfatizaba la creencia de que los poderes sobrenaturales, las figuras religiosas,
diseñadas a partir del hombre, constituían la raíz y el origen de todo. En particular,
se pensaba que era Dios quien había creado el mundo social y físico. El segundo
estadio es el metafísico y se sitúa aproximadamente entre 1300 y 1800. Este estadio
se caracterizó por la creencia en que las fuerzas abstractas, como la «naturaleza»,
lo explicaban todo mejor que los dioses personalizados. Finalmente, en 1800
comenzó el estadio positivo, caracterizado por la creencia en la ciencia. En este
estadio la gente rcndia a abandonar la búsqueda de las causas absolutas (Dios o la
naturaleza) para concentrarse en la observación del mundo tisico y social y en la
búsqueda de las leyes que lo reglan. Es evidente que en su teoría del mundo Comte
se centró en los factores intelectuales. En efecto, afirmaba que el desorden
intelectual era la causa del desorden social. El desorden se derivaba de los antiguos
sistemas de ideas (teológico y metafísico) que seguían existiendo en la edad
positivista (científica). Sólo cuando el positivismo se hiciera con el control total
cesarían las revueltas sociales. Como se trataba de un proceso evolutivo parecía
innecesario fomentar la revuelta social y la revolución. El positivismo llegaría tarde
o temprano, aunque quizás no tan rápido como algunos deseaban. Aquí el
reformismo social de Comte y su sociología coinciden. La sociología podía acelerar
la llegada del positivismo y conferir orden al mundo social. Sobre todo, Comte no
deseaba que se pensara en él como partidario de la revolución. Desde su punto de
vista existía ya suficiente desorden en el mundo. En cualquier caso, 10 realmente
necesario a los ojos de Comte era el cambio intelectual y apenas podían aducirse

10
razones para apoyar la revolución social y política. así pues, hemos tratado algunas
posturas de Comte que ejercieron una gran influencia en el desarrollo de la
sociología clásica: su conservadurismo, reformismo y cientifismo básicos, y su
perspectiva evolucionista del mundo. Merecen también mención otros aspectos de
su obra, debido a que desempeñaron un papel importante en el desarrollo de la
teoría sociológica. Por ejemplo, su sociología no se centraba en el individuo, sino
que empleaba como unidad básica de análisis entidades más complejas como la
familia. También recomendaba el análisis conjunto de la estructura y del cambio
social. El énfasis de Comte en el carácter sistémico de la Sociedad ----los vínculos
entre sus diversos componentes- tuvo una gran importancia para la teoría
sociológica posterior, especialmente para la obra de Spencer y Parsons. También
otorgaba Comte importancia al papel del consenso en la sociedad: para él carecía
de atractivo la idea de que la sociedad se caracterizaba por el conflicto inevitable
entre los trabajadores y los capitalistas. Además, subrayaba la necesidad de
elaborar teorías abstractas, salir y hacer investigación sociológica. Recomendaba
que los sociólogos hicieran uso de la observación. la experimentación y el análisis
histórico comparado. Por último, hay que decir que Comte era un elitista: creía que
la sociología se convertiría finalmente en la fuerza científica dominante del mundo
debido a su específica capacidad de interpretar las leyes sociales y de desarrollar
reformas para solventar los problemas del sistema. Comte se situó a la cabeza del
desarrollo de la sociología positivista (Bryant, 1985; Halfpenny. 1982). Para
Jonathan Turner, el positivismo de Comte recalcaba que «el universo social está
sujeto al examen del desarrollo de leyes abstractas que pueden verificarse a través
de la recolección cuidadosa de datos», ¿y «estas leyes abstractas denotan las
propiedades básicas y generales del universo social y especifican sus “relaciones
naturales?» (1985: 24). Como veremos más adelante, algunos teóricos clásicos
(especialmente Spencer y Durkheim) compartieron el interés de Comte por el
descubrimiento de las leyes de la vida social. Aunque Comte carecía de una base
académica sólida para construir una escuela de teoría sociológica comtiana,
proporcionó. sin embargo, los fundamentos para el desarrollo de una importante
corriente de teoría sociológica. Pero sus sucesores en la sociología francesa y, en

11
especial, el heredero de muchas de sus ideas. Emile Durkheim. ensombrecieron
levemente la trascendencia ulterior de su figura. Emile Durkheim (/858-/9/7). Aunque
para Durkheim, como para Comte, la Ilustración constituyó una influencia negativa.
en ambos casos tuvo efectos positivos sobre su obra (por ejemplo. el interés por la
ciencia y el reformismo social). Sin embargo. a Durkheim se le considera más
propiamente el heredero de la tradición conservadora, especialmente tal y como se
manifestaba en la obra de Comte. Pero mientras Comte se mantuvo apartado de
los circulas académicos, Durkheim legitimó la sociología en Francia y su obra se
convirtió en una fuerza dominante en el desarrollo de la sociología en general. y de
la teoría sociológica en particular. Durkheim era políticamente liberal, pero
Intelectualmente adoptó una postura más conservadora. Al igual que Comte y los
contrarrevolucionarios católicos. Durkheim temía y odiaba el desorden social. El
móvil fundamental de su obra fueron los desórdenes que produjeron los cambios
sociales generales analizados en el principio de este capítulo, así como otros
muchos (como los conflictos laborales. el derrocamiento de la clase dominante, la
discordia entre la Iglesia y el Estado y el nacimiento del antisemitismo político) más
específicas de la Francia de Durkheim (Karady, 1983). De hecho. gran parte de su
obra está dedicada al estudio del orden social. Su opinión era que los desórdenes
sociales no eonstituian una parte necesaria del mundo moderno y podían
solucionarse mediante la introducción de reformas sociales. MIentras que Marx
pensaba que [os problemas del mundo moderno eran inherentes a la sociedad.
Durkheim (junto con la mayoría de los teóricos clásicos) disentía de aquél. Por tanto,
las ideas de Marx sobre la necesidad de la revolución social contrastaban
radicalmente con las del reformismo de Durkheim y otros. A medida que la teoría
sociológica clásica se desarrollaba. lo que predominaba en ella era el interés
durkheimiano por el orden y la reforma. mientras se eclipsaba la postura marxiana.
En dos libros publicados a finales del siglo XIX, Durkheim desarrolló un" concepción
distintiva del objeto de estudio de la sociología y pasó a su verificación en un estudio
empírico. En Las reglas del método sociológico (1895/1964), Durkheim argüía que
la tarea especial de la sociología era el estudio de lo que él denominaba hechos
sociales. Concebía los hechos sociales como fuerzas (Takla y Pope. 1985) Y

12
estructuras externas al individuo y coercitivas. El estudio de estas estructuras y
fuerzas -por ejemplo, el derecho institucionalizado y las creencias morales
compartidas-- y su efecto en las personas se convirtió en la preocupación de
muchos teóricos de la sociología posteriores (de Parsons, por ejemplo). Durkheim
no se contentó simplemente con definir el objeto de estudio de la sociología; quería
también demostrar la utilidad de ese enfoque mediante la investigación sociológica.
Escogió como tema el suicidio. En un libro titulado El suicidio (1897/1951), Durkheim
razonaba que si se podía vincular un comportamiento individual como el suicidio
con causas sociales (hechos sociales), ello supondría una prueba irrefutable de la
importancia de la disciplina dc la sociología. Ahora bien, Durkheim no examinó por
qué el individuo A o B se suicidaba; más bien se interesaba por las causas de las
diferencias entre las tasas de suicidio de diferentes grupos, regiones, países y
categorías de personas (por ejemplo, casados y solteros). Su argumento principal
era que la naturaleza y los cambios de los hechos sociales explicaban las
diferencias entre las tasas de suicidio. Por ejemplo, la guerra o la depresión
económica creaban probablemente un estado depresivo colectivo que, a su vez,
elevaba las tasas de suicidio. Hay mucho más que decir sobre esta cuestión, pero
lo que más nos interesa es el hecho de que Durkheim desarrollara una perspectiva
distintiva de la sociología y se afanara por demostrar su utilidad en el estudio
científico del suicidio.

13
1.2 La lógica expansiva de la indagación científica y los orígenes de la
sociología. Pp 20- 25.
Giner, S. (2001). Teoría Sociológica Clásica. España: Ariel.

14
15
16
17
18
19
1.3 La creencia en el progreso y la ciencia social. Pp 26-28
Giner, S. (2001). Teoría Sociológica Clásica. España: Ariel.

20
21
22
.

Unidad 2: Orden y
PrOgresO COmte

23
2.1 Comte: semblanza.

Auguste Comte (1798 – 1857) fue un filósofo francés conocido por haber sido el
precursor de una corriente que es conocida como “positivismo” o filosofía positiva,
al igual que de la sociología, a la que elevó a la categoría de ciencia.

Este pensador ha sido señalado como el primer filósofo científico en la historia y su


reputación estuvo en lo más alto durante el siglo XIX. Aunque su familia era tanto
católica como monarquica, la influencia de la Revolución francesa lo marcó. El
momento histórico en el que creció le dio a Comte el impulso necesario para alejarse
de la religión y del rey.

Acudió a la Escuela Politécnica (École polytechnique) de París, en la que tomó


especial interés en matemáticas y astronomía. Aunque luego fue expulsado de esa
institución, Comte permaneció en la capital francesa y sobrevivió trabajando como
tutor.

Desde 1817 sirvió como secretario de Henri de Saint-Simon, quien fue una gran
influencia en su pensamiento filosófico.

Ocupó sus últimos años en tratar de convertir la filosofía positiva en una nueva fe.
Usó como modelo de su nueva iglesia al catolicismo, al que había renunciado
temprano. Sin embargo, en la propuesta religiosa planteada por Comte los santos
eran científicos filósofos políticos y otras personalidades importantes de la historia
y el ser supremo que era alabado era la humanidad en sí misma.

La influencia del trabajo de Auguste Comte fue particularmente intensa en América


Latina, especialmente en México y Brasil, Primeros años, Isidore Auguste Marie
François Xavier Comte nació el 19 de enero de 1798 en Montpellier, Francia. Su
padre era un servidor público encargado de la recaudación de impuestos llamado
Luis Augusto Comte y su madre fue Rosalía Boyer.

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Era el hijo mayor de tres hermanos nacidos en una familia católica y monárquica.
Llegó al mundo mientras su país estaba siendo sacudido por la revolución. En ese
momento las pasiones por el republicanismo eran intensas en la sociedad francesa.

Auguste desde muy joven rechazó la religión de sus padres al igual que sus ideas
políticas. Fue un joven brillante y de naturaleza rebelde; como prueba de ello se
sabe que en 1814 resultó admitido en la Escuela Politécnica de París, cuando
contaba con solo 16 años.

Aunque esa institución había nacido como un centro de estudios militares, con el
paso del tiempo se volvió una de las más importantes academias de ciencias
avanzadas en el país. Precisamente este particular era lo que en realidad interesaba
a Comte.

En 1817 Auguste Comte consiguió empleo como secretario de Henri de Saint-


Simon, uno de los fundadores teóricos del socialismo. Específicamente ese filósofo
francés planteó que los grupos más poderosos de la sociedad debían ser los
científicos y los industriales, es decir el sistema tecnocrático.

Las ideas centrales del pensamiento de Comte cuentan con gran influencia de los
planteamientos de Saint-Simon. En esos años Auguste Comte se puso en contacto
con las élites intelectuales parisinas, que eran cercanas a su jefe y mentor
intelectual.

Durante ese período Comte publicó algunas de sus ideas en los medios que Saint-
Simon tenía a su disposición, pero nunca llegó a firmarlos. No todo marchaba bien
entre ellos y las discrepancias intelectuales se iban profundizando con el paso del
tiempo.

En 1819 Auguste Comte publicó su primer texto firmado: Separación general entre
las opiniones y los deseos.

La ruptura definitiva de Saint-Simon y Comte se dio en abril de 1824, después de


siete años de colaboración.
25
De cualquier modo, la influencia del primero fue difícil de remover para el segundo.
Esto fue visible en los trabajos realizados por Comte de forma posterior a la
separación profesional y personal que hubo entre ambos.

Curso de filosofía positiva

Brevemente después de la conclusión colaborativa con Saint-Simon, Auguste


Comte contrajo matrimonio con Caroline Massin en 1825. En esa época las
dificultades económicas fueron intensas para el recién formado matrimonio.

Comte dependía en gran medida de la generosidad de sus amigos. Su esposa tuvo


que enfrentar junto con él los más duros momentos de su vida, incluso ella tuvo que
ejercer la prostitución durante un tiempo para colaborar con los ingresos
económicos familiares.

En abril de 1826 Comte comenzó a impartir su Curso de filosofía positiva, al que se


sumaron muchos miembros de la intelectualidad más reconocida en la época. Ese
fue el caso de hombres como Alejandro de Humboldt, Jean-Étiene Esquirol y Henri
Marie Ducrotay de Blainville.

Nuevas relaciones

Hasta 1842 Auguste Comte se desempeñaba como tutor particular y también como
examinador y docente en la Escuela Politécnica. Las discrepancias que surgieron
entre el filósofo y el director de la institución llevaron a que Comte fuese despedido;
además ese mismo año se divorció de Caroline.

Pasó una temporada breve en prisión tras negarse a cumplir con su servicio militar
en la Guardia Nacional.

John Stuart Mill leyó los trabajos de Comte y en 1841 sintió la necesidad de ponerse
en contacto con el francés.

26
Después de que Comte perdió su principal ingreso económico, que era su puesto
como docente de la Escuela Politécnica de París, algunos amigos y seguidores lo
apoyaron financieramente. Entre esos mecenas se encontró Mill y Emile Littré, que
había sido su alumno.

En 1845 surgió una de las relaciones más importantes de Comte: conoció a su gran
amor, Clotilde de Vaux. Ella era una aristócrata y escritora francesa que aunque
separada físicamente de su marido, seguía estando casada.

La relación entre ambos nunca pasó del plano intelectual, a pesar del profundo idilio
mutuo, pero Clotilde produjo un profundo impacto en las ideas de Comte a partir de
1845. La tuberculosis que la aquejó los separó definitivamente en 1846, año en el
que ella falleció Sociedad positivista

Después de la muerte de Clotilde, Comte también perdió otra importante relación


en su vida: la de Mill. El inglés no soportó la superioridad moral y la arrogancia de
la que Comte comenzó a hacer gala con mayor ahínco y decidió suspender su
comunicación epistolar.

Desde su juventud la situación financiera de Auguste Comte fue muy precaria, pero
desde que rompió con Mill se volvió crítica nuevamente. Comenzó un grupo llamado
la Sociedad positivista, a la que luego intentó convertir en una suerte de culto
religioso a la humanidad.

Ese mismo año Emil Littré impulsó una especie de suscripción para colaborar
económicamente con Comte, cuyos colaboradores eran aquellos interesados en la
filosofía del francés.

En 1851 apoyó el golpe de estado de Napoleón III, pero luego Comte no se sintió
agradado por el sistema que este estableció y volvió su apoyo intelectual al
gobernante Nicolás I que se desempeñaba como zar de Rusia.

Entre 1851 y 1854 publicó los cuatro tomos de su Sistema de política positiva, en
esta le dio su forma final a su planteamiento conocido entonces como sociología.
27
Últimos años

Aunque continuó trabajando en diferentes proyectos la religión de la humanidad


comenzó a ser su principal interés y ocupación. Sobre las bases del sistema católico
Auguste Comte creó un nuevo orden religioso en el que él mismo sirvió como papa.

Durante 1856 publicó su último trabajo al que llamó La síntesis subjetiva. En ese
período muchos de sus antiguos seguidores y alumnos se alejaron de él, puesto
que su interés en la nueva religión se tornó obsesivo.

Muerte:

Auguste Comte falleció el 5 de septiembre de 1857 en París, Francia, por un cáncer


de estómago. El filósofo recibió sepultura en el cementerio de Peré-Lachaise.

Había pasado sus últimos días sumido en la pobreza y aislado socialmente como
consecuencia de su propio carácter con el que alejó paulatinamente a todas sus
amistades.

Aunque fue percibido por muchos como ingrato y egocéntrico, dedicó todos sus
esfuerzos intelectuales a contribuir con un sistema que perseguía el entendimiento
y progreso de la humanidad.

Si bien sus teorías tuvieron una gran recepción y un amplio impacto durante el siglo
XIX, Comte fue prácticamente olvidado al siglo siguiente.

Sus admiradores brasileños, país en el que sus teorías calaron profundamente en


la población, ordenaron que se le construyera una estatua en el cementerio en el
que reposan sus restos.

28
2.2 Comte. Ciencia y sociología.

Ritzer, G. (2001). Teoría Sociológica Clásica, España: Mc Graw Hill.

Pp 29- 36.
Augusto Comte (1798-1857).
Comte fue el primero en utilizar el término sociología. Ejerció una profunda
influencia en los teóricos posteriores de la sociología (especialmente en Herbert
Spencer y Emilie Durkheim). Y creía que el estudio de la sociología debía ser
científico al igual que muchos teóricos clásicos y la mayoría de los sociólogos
contemporáneos (Lenzer, 1975).
La obra de Comte puede considerarse, al menos en parte como una reacción contra
la Revolución Francesa y la Ilustración, a la que consideraba la principal causa de
la revolución (1830/1842/1855). Se sentía profundamente perturbado por la
anarquía que reinaba en la sociedad y se mostraba critico frente a los pensadores
franceses que habían engendrado la Ilustración y apoyado la revolución.
Desarrollo su perspectiva científica, el “positivismo” o “filosofía positiva” para luchar
contra lo que consideraba la filosofía negativa y destructiva de la ilustración. Comte
se alineaba con los católicos contrarrevolucionarios franceses (especialmente de
Bonald y de Maistre), de los que experimento su influencia.
Sin embargo, al menos por dos razones, su obra debe ser analizada al margen de
la de estos. Primero, no creía posible el regreso a la Edad Media, pues los avances
científicos e industriales hacían imposible ese regreso.
Segunda, desarrollo un sistema teórico bastante mas sofisticado que sus
predecesores, un sistema que configuro una gran parte de la temprana sociología.
Comte desarrollo su física social, o lo que en 1822 denomino sociología para luchar
contra las filosofías negativas y la anarquía perjudicial que, desde su punto de vista,
reinaban en la sociedad francesa. El uso del termino físico-social evidenciaba el
afán de Comte por modelar la sociología a partir de las “ciencias duras” .
Esta nueva ciencia, que para él terminaría de ser la ciencia dominante, debía
ocuparse tanto de la estática social (de las estructuras sociales existentes) como
de la dinámica social (del cambio social). Aunque ambas implicaban la búsqueda

29
de las leyes de la vida social, Comte percibía que la dinámica social era la más
importante que la estática social.
Este interés por el cambio reflejaba su interés por la reforma social, particularmente
la de los males de la Revolución Francesa y la Ilustración. Comte no recomendaba
el cambio revolucionario, pues consideraba que la evolución natural de la sociedad
mejoraría las cosas.
Las reformas eran necesarias solo para empujar levemente el proceso. Esto nos
lleva a la piedra angular del enfoque de Comte: su teoría de la evolución o de la ley
de los tres estadios. La teoría propone que existen tres estadios intelectuales a
través de los que la historia del mundo ha avanzado.
De acuerdo con Comte, no solo el mundo atraviesa este proceso, sino también los
grupos, las sociedades, las ciencias, los individuos e incluso la mente de las
personas. El primero es el estadio teológico y define el mundo anterior a 1300.
Durante este periodo el sistema principal de ideas enfatizaba la creencia de que los
poderes sobrenaturales, las figuras religiosas diseñadas a partir del hombre,
constituían la raíz y el origen de todo. En particular, se pensaba que era Dios quien
había creado el mundo social y físico.
El segundo estadio es el metafísico y se sitúa aproximadamente entre 1300 y 1800.
Este estadio se caracterizó por la creencia en que las fuerzas abstractas , como la
naturaleza , lo explicaban todo mejor que los dioses personalizados. Finalmente,
en 1800 comenzó el estadio positivo, caracterizado por la creencia en la ciencia.
En este estadio la gente tendría a abandonar la búsqueda de las causas absolutas
(Dios o la naturaleza) para concentrarse en la observación del mundo físico y social
y en la búsqueda de las leyes que lo regían.
Es evidente que en su teoría del mundo Comte se centro en los factores
intelectuales. En efecto, afirmaba que el desorden intelectual era la causa del
desorden social.
El desorden se derivaba de los antiguos sistemas de ideas (teológico y metafísico)
que seguían existiendo en la edad positivista (científica).

30
Solo cuando el positivismo se hiciera con el control social cesarían las revueltas
sociales. Como se trataba de un proceso evolutivo parecería innecesario fomentar
la revuelta social y la revolución.
El positivismo llegaría tarde o temprano, aunque quizás no tan rápido como algunos
deseaban. Aquí el reformismo social de Comte y su sociología coinciden.
La sociología podría acelerar la llegada del positivismo y conferir orden del mundo
social. Sobre todo, Comte no deseaba que se pensara en él como partidario de la
Revolución. Desde su punto de vista existía ya suficiente desorden en el mundo.
En cualquier caso, lo realmente necesario a los ojos de Comte era el cambio
intelectual y apenas podían aducirse razones para apoyar la revolución social y
política.
Así pues, hemos tratado algunas posturas de Comte que ejercieron gran influencia
en el desarrollo de la Sociología clásica: su conservadurismo, reformismo y
cientificismo básicos, y su perspectiva evolucionista del mundo. Merecen también
mención otros aspectos de su obra, debido a que jugaron un papel importante en
el desarrollo de la teoría sociológica. Por ejemplo su sociología no se centraba en
el individuo sino que se empleaba como una unidad básica de análisis de entidades
mas complejas como la familia.
También recomendaba el análisis conjunto de la estructura y del cambio social. El
énfasis de Comte en el carácter sistemático de la sociedad- los vínculos entre sus
diversos componentes tuvo una gran importancia para la teoría sociológica
posterior, especialmente para la obra de Spencer y Parsons. También otorgaba
Comte importancia al papel del consenso en la sociedad: para el carecía de
atractivo la idea de que la sociedad se caracterizaba por el conflicto inevitable entre
los trabajadores y los capitalistas. Además, subrayaba la necesidad de elaborar
teorías abstractas, salir al exterior y realizar investigación sociológica.
Recomendaba que los sociólogos hicieran uso de la observación, la
experimentación y el análisis histórico comparado.
Por último, hay que decir que Comte era un estilista: creía que la sociología se
convertiría finalmente en la fuerza científica dominante del mundo debido a que su

31
especifica capacidad de interpretar las leyes sociales y de desarrollar reformas para
resolver problemas del sistema.
Comte se situó a la cabeza del desarrollo de la sociología positivista (Bryant, 1985;
Halfpenny,1982). Para Jonathan Tumer, el positivismo de Comte recalcaba que “el
universo social este sujeto al examen del desarrollo de leyes abstractas que pueden
verificarse a través de la recolección cuidadosa de datos” y “estas leyes abstractas
que pueden verificarse a través de la recolección cuidadosa de datos” y “estas
leyes abstractas detonan las propiedades básicas y generales del universo social y
especifican sus “relaciones naturales”. Como veremos más adelante, algunos
teóricos clásicos (especialmente Spencer y Durkheim ) compartieron el interés de
Comnte por el descubrimiento de las leyes de la vida social.
Aunque Comte carecía de una base académica solida para construir una escuela
de teoría sociológica cotidiana, proporciono sin embargo los fundamentos para el
desarrollo de una importante corriente de teoría sociológica. Pero sus sucesores en
la sociología francesa y en especial el heredero de muchas ideas, Emilie Durkheim
ensombrecieron levemente la transcendencia ulterior de su figura.

Aunque como para Durkheim como para Comte, la ilustración constituyo una
influencia negativa, en ambos casos tuvo efectos positivos sobre su obra (por
ejemplo el interés por la ciencia, y el reformismo social). Sin embargo Durkheim se
le considera mas propiamente el heredero de la tradición conservadora,
especialmente tal y como se manifestaba en las obras de Comte.

Pero mientras Comte se mantuvo apartado de los círculos académicos, Durkheim


legitimo la sociología en Francia y su obra se convirtió en una fuerza dominante en
el desarrollo de la sociología en general y de la teoría sociológica en particular.

Durkheim era políticamente liberal, pero intelectualmente adopto una postura


conservadora al igual que Conte y los contrarrevolucionarios católicos.

Durkheim temía y odiaba el desorden social. El móvil fundamental de su obra fueron


los desordenes que produjeron los cambios generales analizados en este capítulo;
así como muchos otros (como los conflictos laborales, el derrocamiento de la clase

32
dominante, la discordia entre la iglesia y el estado y el nacimiento del
antisimientismo político) más específicos de la Francia de Durkheim .

De hecho gran parte de su obra esta dedicada al estudio del orden social. Su opinión
era que los desórdenes sociales no constituían una parte necesaria del mundo
moderno y podían solucionarse mediante la introducción de reformas sociales.
Mientras que Marx pensaba que los problemas del mundo moderno eran inherentes
a la sociedad, Durkheim (junto con la mayoría de los teóricos clásicos) disentía de
aquel. Por lo tanto, las ideas de Marx sobre la necesidad de la Revolución social se
oponían radicalmente con las del reformismo de Durkheim y otros.

A medida que la teoría sociológica clásica se desarrollaba, lo que predominaba en


ella era el interés Durkheimiano por el orden y la reforma, mientras que eclipsaba la
postura marxiana.

En dos libros publicados a finales del siglo xix, Durkheim desarrollo una concepción
distintiva del objeto de estudio de la sociología y paso a su verificación en un estudio
empírico. En las reglas del método sociológico (1895). Durkheim argüía que la tarea
especial de la sociología era el estudio de lo que denominaba hechos sociales.

Concebía los hechos sociales como fuerzas (Takla & Pope, 1985) y estructuras
externas al individuo y coercitivas. El estudio de estas estructuras y fuerzas – por
ejemplo, el derecho institucionalizado y las creencias morales compartidas- y su
efecto en las personas se convirtió en la preocupación de muchos teóricos de la
sociología posteriores (de Parsons, por ejemplo). Durkheim no se contentó
simplemente por definir el objeto de estudio de la sociología: quería también
demostrar la utilidad de ese enfoque mediante la investigación sociológica.

Durkheim razonaba que si se podía vincular un comportamiento individual como el


suicidio con causas sociales (hechos sociales), ellos supondrían una prueba
irrefutable de la importancia de disciplina de la sociología. Ahora bien Durkheim
no examino por que el individuo A o B se suicidaba; mas bien se interesaba por las
causas de las diferencias entre las tazas de suicidio de diferentes grupos ,
regiones, países, y categorías de personas (por ejemplo: casados y solteros). Su
argumento principal era que la naturaleza y los cambios de los hechos sociales
explicaban las diferencias entre las tazas de suicidio. Por ejemplo; la guerra o la

33
depresión económica creaban probablemente un estado depresivo colectivo que,
a su ves elevaban las tazas de suicidio.
2.3 Comte: la evolución de la humanidad.

Principios teóricos generales. Pp146- 149 de PDF y 128-131 del libro.

Las reflexiones de Spencer sobre el mundo social se basan en un conjunto de


principios teóricos generales. Comienza afirmando que en los primeros años de la
historia de la humanidad de la religión y la ciencia se unían en un esfuerzo por
analizar y comprender el mundo (Spencer; 1902/1958). Gradualmente, empezaron
a separarse; la religión comenzó a ocuparse de lo desconocido, y la ciencia de lo
cognoscible. Sin embargo, esta diferenciación dista de ser completa incluso en la
era moderna, ya que la religión y la ciencia continúan solapándose y entrando en
conflicto.

De hecho, Spencer percibía que su mundo albergaba elementos científicos (la


inteligencia) y religiosos (la moral). La preocupación principal de Spencer apuntaba
al mundo cognoscible y, por tanto, era mas científica que religiosa.

(Una diferencia mas entre Spencer y Comte, cuya obra tardía era mas religiosa que
científica). La ciencia nunca podía conocer la naturaleza última de las cosas, pero
podía aspirar al grado mas alto posible de conocimiento. Antes de adentrarnos en
el análisis de sus pensamientos sobre la ciencia debemos estudiar su filosofia que,
en opinión del propio Spenser, iba mas lejos que las ciencias en la búsqueda de la
completa unificación del conocimiento, porque las verdades que unifican los
fenómenos concretos pertenecen a todas las divisiones de la Naturaleza”
(1902/1958).

En este apartado se analiza la filosofía general de Spencer que se ocupa de las


verdades universales del mundo, para dedicarnos luego al estudio de sus “filosofías
especiales” y las verdades más precisas, aunque también universales, de las áreas
específicas, especialmente de las relativas al mundo social. Al subrayar el carácter
englobador de la filosofía, Spencer rechaza la idea positivista de que la meta de la
ciencia era la reducción de un conjunto de leyes complejas a una ley simple y

34
aceptada, sin embargo, la meta del conocimiento integrado derivado de los diversos
campos científicos específicos.

Spencer anuncio una serie de verdades generales sobre el mundo, entre ellas que
la materia era indestructible, que existía la continuidad de movimiento y la
persistencia de la fuerza, que la relación entre las fuerzas persiste, y que materia y
movimiento se redistribuían constantemente. Tras un proceso deductivo a partir de
las leyes generales, Spencer enuncio un conjunto de ideas que constituyen su teoría
general de la evolución.

Spencer creía que todos los fenómenos- inorgánicos, orgánicos o superorganicos


(o societales) – experimentan evolución e involución o disolución. Es decir, los
fenómenos experimentan un proceso de evolución en el que la materia se integra y
el movimiento tiende a desaparecer. Los fenómenos también experimentan un
proceso de involución en el que el movimiento aumenta mientras la materia
comienza a desintegrarse. Una ves deducidos estos principios generales de la
evolución y la involución a partir de sus supuestos mas generales, Spencer se ocupa
de las áreas especificas con el fin de mostrar que su teoría de la evolución e
involución se mantiene también inductivamente, es decir que “todo orden exhibe
una integración progresiva de la materia y una perdida constante de movimiento
(1902/1958).

La combinación de inducción y deducción lleva a Spencer a su formula evolucionista


final: “la evolución implica una integración de la materia y una desaparición
concomitante del movimiento; durante este proceso la materia pasa de una
homogeneidad incoherente e indefinida a una heterogeneidad coherente y definida;
y el movimiento retenido experimenta una transformación pararela. (Spencer, 1902).

Descompongamos esta perspectiva general y examinemos cada uno de los


elementos principales de la teoría de la evolución de Spencer.

Primero, la evolución implica el cambio progresivo desde una forma menos


coherente a otra mas coherente; en otras palabras, implica una integración
creciente. Segundo, junto a esta integración creciente, encontramos el movimiento

35
de la homogeneidad a una cada ves mayor heterogeneidad, dicho de otro modo, la
evolución implica una diferenciación creciente. Tercero; se produce un movimiento
desde la confusión al orden, desde el orden indeterminado al determinado.

Un aumento de la diferencia que se distingue entre sí.

Así los tres elementos principales de la evolución son la integración creciente, la


heterogeneidad y la definición. Spencer se preocupa más específicamente por la
aplicación de estos elementos de su teoría general de la evolución, a las estructuras
y las funciones.

En este nivel mas general relaciona las estructuras con la materia y ve aquellas
cada ves mas integradas, mas heterogéneas, y mas definidas. Relaciona las
funciones con el movimiento retenido y también las percibe cada vez más
integradas, más heterogéneas, y más definidas.

Mas tarde tendremos la ocasión de analizar pensamientos mas concretos de


Spencer sobre la evolución de las funciones y estructuras en su obra sobre la
sociedad.

Una ves esbozada su teoría de la evolución, Spencer analiza las razones que
explican que ocurra la evolución. Primera Spencer afirma que los fenómenos
homogéneos son inherentemente inestables: “los absolutamente homogéneos
pueden fácilmente perder su equilibrio ; y los relativamente homogéneos se
convierten temporalmente en menos homogéneos”. (1902/1958:426). Una de las
razones de esta inestabilidad es el hecho de que las diferentes partes de un sistema
homogéneo están constantemente suspendidas a las diferentes fuerzas y por ello
estas tienden a diferenciar aquellas entre sí. Los cambios que experimenta la parte
de un sistema, que una ves fue homogéneo, conduce inevitablemente a que se
produzcan cambios en otras partes que a su ves dan lugar a una mayor
multiformidad. Un segundo factor por orden de intervención, aunque de escasa
importancia, es la multiplicación de los efectos.

Para Spencer, la multiplicación de los efectos es geométrica. En otras palabras, un


ligero cambio en un sistema homogéneo tiene efectos que se ramifican de manera

36
creciente. Así con el tiempo, el que una ves fucra un sistema homogéneo es cada
vez más heterogéneo.

Tercera, Spencer analiza los efectos de la segregación sobre la evolución, un sector


se agrega de otro debido a una falta de vinculo entre sus componentes, que son
diferentes de los componentes de otros sectores. Esta segregación sirve para el
mantenimiento de las diferencias entre los sectores, y ello, a su vez, para impulsar
la multiplicación de los efectos cuando un sector se expone a las características
diferenciales de los otros sectores y las incorpora en su seno.

Teniendo en cuenta que la evolución es un proceso inevitable, se plantea la


siguiente pregunta: ¿A dónde se encamina la evolución? En su camino hacia su
estado final, los fenómenos atraviesan una serie de estados transitorios que pueden
describirse como de “equilibrio en movimiento”, mientras que el estado final del
proceso constituye un nuevo equilibrio. Se puede pensar que nos movemos hacia
un “estado de inquietud”, y entonces se plantea la pregunta “¿A caso no
progresamos manifiestamente hacia la muerte omnipresente debido a la disipación
de las fuerzas motrices? (Apencer, 1902/1958:508). Spencer responde a esta
pregunta negativamente, afirmando que nos movemos hacia la vida universal a
través de nuevos estadios del proceso de la evolución. No obstante, si señala un
estado final del proceso de la evolución, la evolución termina solo cuando se alcanza
la perfección total y la felicidad más absoluta”(Spencer, 1902/1958).

2.4 Comte: Altruismo y progreso moral.

Aunque Comte usaba el término positivismo en el sentido de una ciencia


comprometida con la búsqueda de leyes invariantes, también lo utilizaba con otro
significado, en oposición al negativismo que, en su opinión, dominaba el mundo
social de su tiempo. Mas específicamente, pensaba que esa negativa era el
desorden y el caos moral y político que reinaba en Francia y en toda Europa
Occidental, a raíz de la Revolución Francesa de 1789 (Lévi-Bruhl, 1903/1973).

Entre los síntomas de ese mal se incluían la anarquía intelectual, la corrupción


política y la incompetencia de los lideres políticos. El objetivo de la filosofía

37
positivista de Comte era contrarrestar la filosofía negativa y los síntomas veía a su
alrededor.

Pero aunque Comte acusaba a la Revolución Francesa, pensaba que la principal


fuente de desorden podía encontrarse en sus ideas acerca de la ley de los tres
estadios. “La profunda crisis moral y política por la que pasaban las sociedades
actuales se explica mediante un riguroso análisis que demuestra que nace de la
anarquía intelectual” (Comte,1830-42/1855:36). Esa anarquía intelectual se debía,
según Comte, a la coexistencia que se venia produciendo desde que él había nacido
de las tres filosofías “incompatibles”: la teología, la metafísica y la positiva.

No solo coexisten en el tiempo, sino que ninguna de ellas se encuentra en su


plenitud. La teología y la metafísica se encontraban en decadencia, en un “estado
de imbecibilidad”, y el positivismo, en la medida en que se relacionaba con el mundo
social (la sociología), se encontraba en proceso de formación. Su inmadurez y el
conflicto entre estos tres esquemas intelectuales permitía que se desarrollaran
varios esquemas subversivos cada ves mas perjudiciales.

La respuesta a este caos intelectual residía claramente en el predominio de


cualquiera de ellos, y según la ley de Comte, el que estaba destinado a imponerse
sobre los demás era el positivismo. El positivismo era predominante ya en las
ciencias (excepto en la sociología) y les había llevado orden eliminando así el caos.

Todo lo que se requería era que el positivismo atrajera los fenómenos sociales a su
dominio. Además, Comte creía que de esta manera se acabaría la crisis
revolucionaria que asolaba Francia y el resto de Europa Occidental.

Comte también expreso esta cuestión a través de dos de sus mayores


preocupaciones: el Orden y el Progreso. Desde su punto de vista, la teología ofrecía
un sistema de orden, pero no permitía el progreso ya que constituía un sistema
estancado. La metafísica permitía el progreso pero no confería orden; la asociaba
con la anarquía de su época, en la que las cosas cambiaban confusa y
desordenadamente.

38
Debido a la coexistencia de la teología y la metafísica (y del positivismo), los tiempos
de Comte se caracterizaban por el desorden y la ausencia del progreso. El
positivismo era el único sistema capaz de garantizar orden y progreso. Por una
parte, proporcionaría orden mediante la restricción del desorden social e intelectual.

Por otra, permitiría el progreso mediante la extinción del conocimiento y la


perfección de la relación entre las partes del sistema social de modo que la sociedad
pudiera acercarse, sin alcanzar la plena mente a su meta ultima (la expansión
gradual de las capacidades humanas).

Asi el positivismo, constituía el único estadio de la historia de la humanidad que


ofrecía orden y permitía el progreso.

Comte contemplaba el orden y el progreso en términos dialecticos, y en este sentido


tenia una perspectiva semejante a la de Marx. Significa esto que Comte se negaba
a pensar en el orden y el progreso como entidades separadas, pues creía que se
definían e interpretaban recíprocamente.

“El progreso debe ser considerado simplemente como el desarrollo del orden, el
orden de la naturaleza implica necesariamente el germen de todo progreso positivo.
El progreso, pues, es esencialmente idéntico al orden, y debe ser considerado como
la manifestación del orden”. (Comte, 1957).

Es interesante e importante subrayar el hecho de que para Comte la crisis de su


tiempo era una crisis de ideas y que esta crisis podía resolverse solo mediante la
aparición de una idea dominante (el positivismo). De hecho, Comte solía describir
el positivismo en tanto que espíritu.

En este sentido, Comte era un idealista “las ideas gobiernan el mundo” (1830). De
modo que en lugar de alinearse con Marx, adopto una postura radicalmente opuesta
a la suya (que era materialista). Marx pensaba que la crisis capitalista surgía del
conflicto material entre los capitalistas y el proletariado, y creía que su solución
residía en la revolución material en la que el sistema económico del capitalismo
seria destruido y sustituido por un sistema comunista. Marx se mofaba de la idea de
que el mundo se enfrentaba a una crisis de ideas que podía resolverse en el reino

39
de las ideas. Marx se distancio del idealismo de Hegel; a diferencia de él; Comte
adopto un punto de vista que, al menos en algunos aspectos se asemejaba al
idealismo hegeliano.

40
Liberalismo y Sociología:

41
3.1 Liberalismo y ciencia social.

Liberalismo organicista. El organicismo social. El papel de las sociedades


intermedias. Sociedad y Estado orgánico

Cada una de estas sociedades es, no sólo una realidad sustantiva, un verdadero
ser, sino una verdadera «persona», dotada de conciencia, o sea, de
representaciones, sentimientos y tendencias racionales comunes, que aparecen
como la faz espiritual de su vida, tan luego como se forma cierta unión, sea total
sea parcial, entre varios individuos al menos”. La teoría orgánica del Estado se
revitaliza en el último tercio del siglo XIX, como una reacción frente al fracaso
del liberalismo individualista. Esta concepción influyó en el socialismo de
cátedra, en el liberalismo social y en las corrientes del catolicismo social.

Estas corrientes de pensamiento persiguen, a pesar de sus diferencias


significativas, una mayor intervención del Estado, partiendo de la crítica al
abstencionismo social del Estado y al economicismo individualista (partidario de
un “laissez faire” selectivo), y de la defensa de la intervención en el problema
social.

El krausismo español cristalizó en un tipo de liberalismo organicista y reformista.


Liberalismo y krausismo se implican mutuamente, alcanzando el primero en el
segundo su expresión filosófica y política. De ahí que el impulso y la
preocupación que se deriva del krausismo para una reforma en profundidad de
la sociedad española. Es un liberalismo social y republicano, distinto al
liberalismo individualista y al liberalismo conservador. Pero, lejos de lo que ha
podido afirmarse en otra época, ese tipo de liberalismo organicista y reformista
tenía un entronque especialmente intenso en las propias elaboraciones de

42
Krause , el cual veía al hombre como socialmente situado, no aislado; y a la
sociedad como un solidario organismo.

Krause, en efecto, había tratado de superar el individualismo formalista a través


de la defensa de un organicismo social y, en conexión con ello, con un particular
enfoque de “lo social” que suponía la implicación del Derecho y del Estado en la
creación de las condiciones de posibilidad para el desarrollo del individuo. El
organicismo social atribuye a la sociedad una entidad propia, con una fisonomía
definida y específica distinta a los miembros que se integran en ella. Krause
había insistido en que el sentido del Derecho no es sólo el de preservar a los
hombres de daños externos, sino también el de sentar las bases de la sociedad
y sociedades humanas. En este orden de ideas la teoría krausiana pretende
superar la visión puramente atomística e individualista mantenida por el
formalismo, la cual se vería desplazada por una concepción orgánica de la
sociedad. Desde esta concepción orgánica de la sociedad, lo social no es
representado como una unión atomística de individuos aislados y egoístas, ni
reunidos a través de un contrato de transacción entre intereses divergentes en
juego, sino que es percibido como una realidad superior y diferenciada respecto
de la simple suma o yuxtaposición de las partes individuales.

Su imagen de la sociedad evolucionada supera la idea de una simple unión


atomística, y, por consiguiente, inorgánica («Gesellschaft»), y conduce a una
“unidad orgánica” («Geselligkeit»). Este lúcido y fructífero –como de inmediato
se apuntará aquí- enfoque lo planteó en su obra «Das Urbid der Menschheit. Esa
idea de “unidad orgánica” fue una idea-fuerza especialmente fecunda y con
desarrollos «posteriores» bien conocidos. Es el caso de Tönnies y su obra
“Comunidad y Asociación”, de Schmoller y, en términos generales, de los
llamados “socialistas de cátedra, pero también la concepción aún más influyente
a través del solidarismo de Emilio Durkheim que contrapuso a la “solidaridad
mecánica” una “solidaridad orgánica” basada en la interdependencia social cuyo
soporte sería una fase avanzada de la división del trabajo social. Estos autores
habían creído que se podrían resolver los conflictos sociales y políticos que

43
fracturaban a la sociedad moderna a través de la integración orgánica y pluralista
de las distintas clases y fuerzas sociales. En este sentido la noción de organismo
social sobre la que se construyen estos enfoques permitía resaltar el elemento
de unidad, de pertenencia a un orden común (la sociedad), que sino comportaba
la superación de las contradicciones sociales si al menos permitiría su
coexistencia pacífica. Esta es al menos la tradición cultural del organicismo
democrático, que poco tiene en común con el organicismo de tipo autoritario
propio de las distintas formas de totalitarismo (fascismo, nacionalsocialismo,
nacionalsindicalismo, estalinismo…). En la sociedad orgánica, “el Estado funda
su fin y forma propia de acción en abrazar la humanidad en un organismo político
para hacer efectivas las condiciones interiores y exteriores de nuestra
humanización”. Se parte de la idea que la humanidad “para realizar en el tiempo
esta forma de vida en el todo y en las partes está llamada a reunirse con una
persona y sociedad fundamental y orgánica con sus personas interiores de unas
en otras, y en forma de un Estado político humano... El hombre educado en el
puro humanismo presta derecho y condición de todos lados con libre voluntad,
esto es, en forma de virtud moral”.

4 En la sociedad orgánica el individuo se realiza en cuanto que miembro orgánico


de ese ente superior de pertenencia. El organicismo social significa, ante todo,
unidad de fin con diversidad de funciones. Esa pluralidad y multiplicidad, es en
los organismos complejos (organismos de organismos) más indispensable. La
sociedad no sólo es ser, sino “persona”: “La comunicación de individuos que la
forman va engendrando, mediante la compenetración de sus diversos
pensamientos, afectos, propósitos, una expresión común, un fondo homogéneo
de ideas, emociones, tendencias, que no es la mera resultante mecánica de los
elementos individuales, sino que el ser social, subordinando estas fuerzas y
contrayéndolas dentro de su esfera, necesidades, condiciones y límites, las
determina por relación a su fin en un producto orgánico…Tal es la génesis del
espíritu público , -en términos más amplios- de la conciencia social”. Realza, de
nuevo, que “la sociedad no sólo tiene conciencia, sino personalidad”. Aquí
adquiere un lugar central el concepto de persona social, que implica una visión
44
antropológica del hombre social con personalidad social propia para los fines
comunes. Ciertamente, Krause y Julián Sanz del Río habían mantenido una
visión antropológica del hombre, compuesto armónico en la inseparabilidad de
la unión entre cuerpo y espíritu; y es que interesa realzar la “centralidad de la
idea del Hombre en la metafísica krausista. De ella parte la filosofía, y a ella
vuelve, siendo asimismo el vehículo de acceso a lo exterior al propio individuo
humano”. En esa dirección observa Giner que “en la Humanidad, no sólo el
individuo es un ser, sino toda sociedad verdaderamente tal. Toda comunidad de
individuos (o de sociedades) unidos para cumplir un fin real, o varios, o todos,
mediante su mutua cooperación, constituyen su propio «organismo»,
sustancialmente diverso de cada uno de sus miembros y aun la mera suma de
estos”. Con ello queda de manifiesto, nuevamente, la concepción organicista
social típica de la filosofía krausista. Lo social es inmanente a la situación del
hombre en sociedad, y refleja en sí que todos los individuos participan de una
misma esencia, esto es, de una misma naturaleza común. Es la noción de
persona el eje de su filosofía del Derecho, pero también el concepto de persona
social, constituye una apertura a la dimensión social, sociológica del individuo,
pues para él en la Humanidad, no sólo el individuo es un ser, sino toda sociedad
verdaderamente tal. Toda comunidad de individuos (o de sociedades) unidos
para cumplir un fin real, o varios, o todos, mediante su mutua cooperación,
constituyen su propio organismo, sustancialmente diverso de cada uno de sus
miembros y aún de la mera suma de éstos. Esa naturaleza común y no el
contrato social estaría en el origen y explicaría “lo social”. Los derechos del
hombre derivan de la solidaridad y asistencia inherente a la sociedad. De este
modo se afirma la existencia de intereses comunes superiores que prevalecen
sobre los intereses particulares. Es en interés de la sociedad –aglutinante del
propio de los individuos singulares que la componente- lo que da fundamento a
la existencia de los derechos humanos y a la realización de una “política social”
por parte del Estado y del Derecho. La sociedad orgánica, el organicismo social,
tendría una de sus primeras proyecciones en la teoría krausista del Derecho y
del Estado, la cual se sustentaría en una concepción realista del Derecho como

45
cualidad de la vida, cuyo material constituye el fondo de todas sus relaciones e
institutos. Para el Krausismo (incluidos Ahrens y Giner) el Derecho no se agota
en la actividad legislativa estatal, existen formas de derecho extra-estatal,
surgidas de los grupos, comunidades u organismos sociales menores. En este
sentido su concepción se enmarca de un pluralismo jurídico realista. Se ha
estimado que ella constituyó una de los precedentes directos de las diversas
escuelas de teoría social favorables al Estado intervencionista a través de la
elaboración de la “política social” y la defensa de una teoría orgánica de la
propiedad que realza su función social. Así las teorías de reforma social como
las postuladas por Stein-Mohly las impulsadas por el socialismo de cátedra
(Schmoller, Schäffle, Wagner, que constituyeron la Sociedad para la Política
Social, “«Der Verein für Sozialpolitik»”). Entre nosotros el socialismo de cátedra
encontró una importante recepción explícita e implícita. Especialmente la
recepción y la influencia se realizaron a través de traducciones instrumentales
de obras significativas de esta corriente de pensamiento reformista (se
tradujeron obras de Schmoller, Schäffle), siendo los krausistas los principales
introductores (Giner, Azcárate, Buylla, Piernas Hurtado, etcétera).
5 Krause consideraba necesaria la acción positiva del Estado para contribuir a la
igualdad real de los individuos, garantizando que todos puedan tener las mismas
oportunidades para desarrollarse plenamente en sociedad. El valor que inspira
e impulsa esa intervención es el de la solidaridad social. De ahí su rechazo al
abstencionismo Estatal en las cuestiones sociales y a la doctrina del «laissez
faire, laissez passer» defendida por el liberalismo individualista; su rechazo a la
exposición ilimitada del individuo a las fuerzas asimétricas del mercado. El
Derecho ha de garantizar los derechos solidarios que corrijan las situaciones de
desigualdad social y, en general, las circunstancias que impida que el individuo
disfrute de una vida digna. Sin embargo, krause no defendería la versión
autoritaria del llamado en la época “socialismo de Estado” (denominación que
hacía referencia a las doctrinas que defendían el intervencionismo estatal en la
solución de la cuestiones sociales y económicas), sino que postulaba un
«organicismo pluralista» en cuyo marco junto al Estado se situaba en papel

46
mediador a los organismos intermedios, de las sociedades intermedias. De ahí
que defendiera los derechos de la vida asociativa y se apartara del “estatismo”
autoritario al estilo del que después postularía Bismarck. La acción conjunta del
Estado y de los “organismos intermedios” que vertebran la sociedad civil es lo
que constituye el motor del progreso social. El progreso, concepto oscuro,
debería sustituirse por el de la evolución, el cual implica al mismo tiempo mayor
diferenciación y mayor integración o unidad de sus partes («unidad orgánica»):
no todos los factores sociales caminan a la par, adelantándose unos más que
otros y pudiendo observarse en las sociedades, ya estancamiento, suspensión
de desarrollo. Tampoco hay siempre progreso moral, sino cuantitativo; y por
último, debe cuidadosamente distinguirse entre la diferencia de tipo y la degrado
de evolución. Krause –como después también Ahrens y Giner- defendía el
intervencionismo público, pero «no era estatalista» (donde el Estado tiende, o
pretende, absorber al individuo y a los grupos sociales), pues la sociedad civil
tiene que tener un espacio propio donde los individuos puedan desplegar sus
potencialidades y sus intereses de todo tipo pudieran articularse orgánicamente
a través de los cuerpos sociales intermedios. La sociedad es un organismo con
identidad propia, pero integrado por una multiplicidad de organismos
intermedios. Por consiguiente, el liberalismo krausista ya desde el pensamiento
de su fundador se apartaba del liberalismo individualista y se inclinaba
fuertemente hacia lo que después se denominaría “liberalismo social”, forma de
pensamiento que, en unión con otras ideologías de reforma social, cristalizará
políticamente en el Estado social de Derecho y la constitucionalización de los
derechos económicos, sociales y culturales. De hecho, directamente Giner –
como antes Krause y Ahrens- había vinculado su filosofía jurídica, y en particular
la noción de persona, con la teoría de los derechos humanos[40]. Entre los
derechos de la persona incluye el derecho a la existencia; derecho a la
subsistencia cuya garantía y realización efectiva exige “la acción íntegra e
indivisa de la sociedad entera y de la cooperación orgánica (no ciertamente, de
su lucha y rivalidad) de todos los elementos constitutivos de este orden”.

3.2Semblanza de Tocqueville.
47
Alexis de Tocqueville

(Charles-Alexis Clérel de Tocqueville; Verneuil, Île-de-France, 1805 - Cannes, 1859)


Pensador y político liberal francés. Procedente de una familia noble, Tocqueville fue
uno de los observadores más lúcidos del cambio producido en su época por la
revolución liberal. Estudió derecho y obtuvo una plaza de magistrado en Versalles
en 1827. Pero su inquietud intelectual le llevó a alejarse de la rutina en 1831,
viajando a los Estados Unidos para estudiar su sistema penitenciario.

La estancia en aquel país le sirvió para profundizar en el análisis del sistema político
y social norteamericano, que retrató en su obra La democracia en América (1835-
40). En ella reflejó su admiración por el modelo liberal-democrático americano, que
consideraba mucho más equilibrado que el que propugnaban los revolucionarios
europeos (por elementos moderadores, como la autonomía local).
Tocqueville abandonó la magistratura para dedicarse a la producción intelectual y a
la actividad política: en 1839 fue elegido diputado y en 1841 miembro de la
Academia francesa. Condenó tanto la Revolución de 1848 (que acabó con la
monarquía de Luis Felipe de Orleans) como el golpe de Estado de Napoleón III en
1851-52 (que liquidó la Segunda República y dio paso al Segundo Imperio). Pero,

48
entre ambos acontecimientos, aceptó servir a la Segunda República como ministro
de Asuntos Exteriores (1848), antes de retirarse definitivamente de la política.
Concentrado sobre su labor intelectual, fue entonces cuando escribió su obra
cumbre -e inacabada- El Antiguo Régimen y la Revolución (1856). Sostuvo allí
que la Revolución francesa no había constituido una ruptura radical con el pasado,
pues se había limitado a confirmar tendencias reformistas esbozadas a lo largo del
siglo XVIII, que ya apuntaban hacia una uniformización de la sociedad y una
centralización del Estado.
Por lo demás, Tocqueville contribuyó a convencer a sus contemporáneos de que el
signo de los tiempos iba en el sentido de la democratización, pero que la defensa
de la democracia y la libertad individual exigía medidas para impedir que
degenerara en un cesarismo populista (como el que representaba Napoleón III):
división de poderes, descentralización política y, sobre todo, fomento de la
conciencia cívica de los ciudadanos para hacerles amantes de la libertad y capaces
de resistirse contra cualquier despotismo.
3.3 Un análisis sociológico de Estados Unidos.
LA PRIMERA TEORIA SOCIOLOGICA ESTADOUNIDENSE Resulta dificil dar una
fecha exacta de la fundación de la sociología en los Estados Unidos. Ya en 1858 se
impartió en Obcrlin un curso sobre problemas sociales: en 1873 Georgc Fitzhugh
empleó el término sociotogia acuñado por Comtc. y William Graham Summer
enseñó cursos de ciencia social en Yalc desde 1873. Durante la década de 1880
comenzaron a impartirse cursos que llevaban el nombre específico de «sociclogfa».
y el primer departamento que llevaba en su denominación el término sociología se
fundó en la Universidad de Kansas en 1889. En 1892 Albion Small se trasladó a la
Universidad de Chicago y estableció el primer departamento de sociología. Este
departamento se convirtió en el primer centro importante de la sociología
estadounidense, y de teoria sociológica en particular (Matthcws. 1977). La
orientación política de la primera sociología estadounidense Un importante estudio
sobre la orientación política de la primera teoría sociológica estadounidense
(Schwendinger y Schwendinger, 1974) constata que los primeros sociólogos
estadounidenses deben definirse políticamente como liberales y no como

49
conservadores, caracterización esta última más correcta de la mayoria de los
primeros teóricos europeos. El liberalismo característico de la primera sociología
estadounidense se define por dos rasgos fundamentales. Primero, operaba con la
creencia en la libertad y el bienestar del individuo. Así, se percibe una mayor
influencia de la orientación de Spencer que de la postura más colectiva de Comte.
Segundo. muchos sociólogos asociados a esta orientación adoptaron una idea
evolucionista del progreso social (W. Fine, 1979). Sin embargo, no se pusieron de
acuerdo en el modo en que se podría conseguir este progreso. Algunos pensaban
que el gobierno debía tomar medidas para contribuir a la reforma social, mientras
otros suscribían la doctrina del Iaissez-faire aduciendo que se debía dejar que los
diversos componentes de la sociedad resolvieran sus propios problemas. Llevado
al limite. el liberalismo se aproxima bastante al conservadurismo. La creencia en el
progreso social --en la reforma o en la doctrina dellaissez- ESBOZO HISrORICO DE
LA TEORIA SOCIOLOGICA: AÑOS POSTERIORES 55 faire-: y la creencia en la
importancia del individuo llevaron a posturas de apoyo al conjunto del sistema. La
creencia fundamental es que el sistema social funciona o puede reformarse para
que funcione. Encontramos escasa crítica del sistema en su conjunto. En el caso de
los Estados Unidos, ello significa que apenas se cuestiona el capitalismo. En lugar
de la inminente lucha de clases, los primeros sociólogos preveían un futuro
gobernado por la armonía y la cooperación entre las clases. En última instancia, cllo
significa que la primera teoría sociológica estadounidense contribuyó a la
racionalización de la explotación. el imperialismo nacional e internacional y la
desigualdad social (Schwendinger y Schwendmger. 1974). Al fin y al cabo, el
liberalismo político de los primeros sociólogos tuvo implicaciones muy
conservadoras. Cambio social, corrientes intelectuales y primera sociología
estadounidense Roscoe Hinkle (1980) Y Ellsworth Fuhrman (1980) subrayan en sus
estudios sobre la fundación de la teoría sociológica estadounidense diversos
contextos básicos de los que surgió esa teoria. De crucial importancia fueron los
cambios sociales que se produjeron en la sociedad estadounidense tras la Guerra
Civil (Bramson. 1961). En el primer capítulo analizamos una serie de factores
implicados en el desarrollo de la teoría sociológica europea; varios de estos factores

50
(como la industrialización y la urbanización) estuvieron también profundamente
implicados en el desarrollo de la teoría en Estados Unidos. Para Fuhrman.Jos
primeros sociólogos estadounidenses pensaban que la industrialización tenia
aspectos positivos, pero también eran plenamente conscientes de sus peligros.
Aunque estos primeros sociólogos se sintieron atraídos por las ideas sobre los
peligros de la industrialización que generaban el movimiento obrero y los grupos
socialistas. no eran partidarios de cambiar radicalmente la sociedad. Arthur Widich
y Stanford Lyman (1985) han defendido recientemente la profunda influencia que
ejerció el cristianismo, especialmente el protestantismo. en la aparición de la
sociología en [os Estados Unidos. Desde su punto de vista. los sociólogos
estadounidenses conservaban la preocupación protestante por salvar el mundo, y
simplemente substituyeron un lenguaje (la religión) por otro (la ciencia). Afirman
estos autores que «Desde 1854. cuando aparecieron los primeros escritos de
sociología en los Estados Unidos, hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial.
la sociología ha representado una respuesta moral e intelectual a los problemas de
la vida y el pensamiento. de las instituciones y los credos de los estadounidenses»
(Vidich y Lyman, 1985: 1). sociólogos se esforzaban por definir. estudiar e intentar
resolver estos problemas sociales. Mientras que el sacerdote trabajaba dentro de la
religión para intentar mejorar al conjunto de las personas y a la misma religión. el
sociólogo realizaba la misma tarea dentro de la sociedad. Dadas sus raíces y sus
paralelismos religiosos. la inmensa mayoria de lossociólogos no desafiaron la
legitimidad básica de la sociedad.
Otro factor importante en la fundación de la sociología estadounidense analizado
por Hinkle y Fuhrrnan se deriva de la emergencia simultánea de las profesiones
académicas (entre ellas la sociología) y del sistema universitario moderno en los
Estados Unidos de finales del decenio de 1800. En Europa el sistema universitario
se había establecido bastante antes del nacimiento de la sociología. Mientras la
sociología encontró dificultades para establecerse en Europa, en los Estados
Unidos le resultó más fácil debido a su nuevo y más fluido sistema universitario.
Otro de los factores se refiere, por último, a la influencia de una teorfa europea bien
establecida en la teoría sociológica estadounidense. En muy buena medida, fueron

51
los teóricos europeos los creadores de teoría sociológica, mientras los
estadounidenses demostraban una gran capacidad para apoyarse en esos
fundamentos. Spencer y Comte fueron los autores europeos más importantes para
los americanos. Simmel adquirió cierta importancia durante los primeros años, pero
la influencia de Durkheim, Weber y Marx no surtió efecto hasta varios años después.
Es interesante e instructivo analizar la historia de las ideas de Herbert Spencer para
ilustrar la influencia de la teoría europea temprana sobre la sociología
estadounidense.

3.4 Igualdad, Libertad e individualismo. (pp 282-282) Ritzer, G. (2001). Teoría


Sociológica Clásica, España: Mc Graw Hill.

Creí que lo que quería era convertirme en psicólogo y me marché a Standford, pero
tras un año de aplicar electrodos a los cerebros de las ratas me convencí de que la
sociología era una disciplina más idónea para estudiar a los seres humanos. Cambié
de universidad varias veces y llegué a Berkeley en el verano de 1964, justo a tiempo
de incorporarme al movimiento de los derechos civiles. Cuando el movimiento en
pos de la libertad de expresión surgió en el campus en otoño, éramos ya veteranos
en sentadas y nos sentíamos cargados de esa energía emocional que proviene de
la solidaridad con miles de personas cada vez que nos detenían por la causa que
fuera. Analizaba la sociología del conflicto a la vez que la experimentaba. A medida
que se intensificaban la guerra del Vietnam y los conflictos raciales dentro del país,
el movimiento de oposición comenzó a repudiar sus principios no violentos; a
muchos nos sobrevino el desencanto y empezamos a incorporarnos al pasotismo
característico del estilo de vida hippy. Si no perdías tu conciencia sociológica, este
estilo podía ser revelador. Estudié a Erving Goffman y a Herbert Blumer (ambos
profesores de Berkeley en aquel momento) y comencé a percatarme de que todos
los aspectos de fa sociedad -el conflicto, la estratificación, y todos los demás- se
construían a partir de los rituales de interacción de nuestras vidas cotidianas. Nunca
me propuse ser profesor y, sin embargo, hasta ahora he enseñado en muchas
universidades. Intenté reunir todos mis escritos en un libro Conflict Sociology
[Sociología del conflicto] (1975), pero me pareció que debía escribir otro, The
Credential Society [La sociedad credencial] (1979), para explicar el sistema de

52
inflación de estatue en el que todos estamos inmersos. Me tomé demasiado en serio
mi análisis. abandoné el mundo académico y durante algún tiempo me dediqué a
ganarme la vida escribiendo una novela y libros de texto. Finalmente, algunos
colegas me persuadieron de que volviera a enseñar. Nuestra disciplina está en un
proceso de rico aprendizaje que incluye desde una nueva imagen de la historia
mundial hasta los detalles micro de las emociones sociales. Mi segunda esposa,
Judith McConnell, ha influido poderosamente en mf. Ella organizó a las abogadas
para romper las barreras discriminatorias de la profesión legal, y ahora estoy
aprendiendo de ella el trasfondo político de los altos tribunales de justicia. Hay
muchísimas cosas que quedan por hacer tanto en la sociología como en la
sociedad.

Teoría del Interactor .

En un ensayo reciente, Joseph Berger, Dana P. Eyre, y Morris Zelditch, Jr. (1989)
han propuesto lo que ellos denominan «teoría del interactor». La teoría se centra en
los actores y sus interrelaciones. Los actores pueden ser individuales, pero también
colectividades como organizaciones o, incluso, estados nacionales. Esto significa
que la teoría del interactor puede aplicarse en cualquiera de los dos niveles de
análisis. Es lo suficientemente abstracta y general, es decir, tiene una concepción
bastante general del actor, como para poder situarla en ambos extremos del
continuum. Berger y sus colegas comparan su teoría del interactor abstracto con las
«teorías concretas» (por ejemplo, el interaccionismo simbólico, la teoría del
conflicto) que pueden ser aplicadas sólo en un nivel de análisis. Existen varias
teorlas sociológicas del interactor «que describen los mecanismos o procesos por
medio de los cuales los actores actúan en relación con otros en situaciones de
acción» (Berger. Eyre, y Zelditch, 1989: 21). La unidad básica de análisis de la teoría
del interactor es el «actor en su situación». La situación es «un conjunto especifico
de condiciones que pueden generar, definir y determinar el curso de un proceso»
(Berger, Eyre. y Zelditch, 1989: 21). El enfoque sobre el actor en su situación indica
que la teorta del interactor es una «teoría del proceso». El proceso en cuestión se
suele animar a partir de algún tipo determinado de situación problemática. El
proceso resultante se define por tres elementos. En primer lugar, de acuerdo con

53
condiciones de la acción tales como la situación ecológica o la cantidad de
información disponible. En segundo lugar, según el contexto social del proceso: el
contexto estructural y/o cultural en el que sucede el proceso. En tercer lugar, el
proceso tiene lugar dentro del contexto de elementos (por ejemplo, el conocimiento
local) que son productos de una interacción pasada entre los actores en cuestión.
La teoría del interactor considera que los actores tienen capacidad de acción
[agencyJ, definida como (da capacidad de controlar la variación entre las propias
acciones de sus actores» (Berger, Eyre, y Zelditch, 1989: 23). La naturaleza
particular de esta capacidad de acción puede variar en las diferentes teorías, pero
todas las teorías del interactor conciben de uno u otro modo esta capacidad. Aunque
la capacidad de acción suele ser considerada una característica de los individuos,
en la teoría delinteractor también puede ser característica de las colectividades. En
la teoría del inreractor los actores no son necesariamente conscientes o
intencionales. Los actores pueden incluso no ser conscientes de las pautas
relacionales en las que están implicados. Sin embargo, todas las teorías de la
interacción implican la existencia de varios actores, actores que forman sistemas, y
estos sistemas pueden describirse en términos de las relaciones entre los actores.
La teoría del interactor se centra en una variedad de procesos, entre ellos, «el modo
en que las condiciones acnvadoras, el contexto social, y los productos de la
interacción pasada se transforman en definiciones de los actores particulares que
se encuentran en situaciones determinadas: recurre a estos procesos para explicar
la naturaleza, condiciones y consecuencias de procesos determinadas de acción; y
les exige que den cuenta del modo en que los resultados de estos procesos son
transformados en elementos de la historia y del contexto social de una interacción
futura» (Berger, Eyre. y Zelditch, 1989: 24). Estos procesos están gobernados por
«estados» o «estructuras situacionalmente específicas, estables y relacionales»
(Berger. Eyre, y Zelditch, 1989: 24). Puede apreciarse aquí un proceso dialéctico,
ya que no sólo los estados determinan la conducta, sino que la conducta influye en
la naturaleza del estado. En otras palabras, las teorias del Interacror implican tanto
la capacidad de acción como la estructura. Como producto de la sociología
estadounidense, la teoría del interactor se considera una teoría micro-macro. Sin

54
embargo, tal y como se infiere del análisis precedente y de la tenninologia empleada
en él, la teoría del interactor tiene más en común con las teorías que vínculan acción
y estructura que estudiaremos en el Capítulo 11. Si bien se han servido de ideas
derivadas del trabajo sobre la acción y la estructura, los creadores de la teoría del
interactor demuestran escasa famíliaridad con la literatura europea. Lo que nos
interesa es que Berger y sus colegas creen que la teoría del interactor alcanza tal
nivel de abstracción que es posible aplicarla en cualquier lugar del continuum micro-
macro de los niveles de análisis social.

3.5 Pluralismo, democracia y sociedad civil.

Citizen_participation_pluralism_and_democracyPp55-56. Recuperado de:


https://www.researchgate.net/publication/321004337_Citizen_participation_pl
uralism_and_democracy.

Introducción La participación ciudadana en los asuntos públicos es un objetivo


universalmente aceptado y hoy se incluye en las agendas públicas de muchos
países del mundo, incluidos los latinoamericanos. Existen, sin embargo, diversos
conceptos y enfoques, a veces contradictorios, sobre la participación ciudadana,
qué se espera de ella, cuáles son sus alcances y qué puede o no lograr en la
conducción de los asuntos públicos. Una primera distinción, bien asentada en la
literatura especializada, se hace entre el enfoque gerencial y el democrático de la
participación ciudadana. Desde el primero, la participación es un medio antes que
un fin, y su objetivo primordial es mejorar el proceso de la política pública: la
participación ciudadana puede contribuir a lograr una mayor eficacia, eficiencia e
incluso legitimidad de las políticas públicas con la opinión, los conocimientos o las
experiencias que pueden aportar los ciudadanos. Sin embargo, las decisiones y el
control de los procesos normalmente se los reservan los efectivos de las agencias
públicas. En contraste, desde el enfoque democrático, la participación ciudadana no
es un medio sino el fin mismo; su objetivo no es solamente mejorar el proceso de
las políticas públicas, sino redistribuir el poder público hacia las ciudadanías con
mecanismos de democracia participativa y directa. Los ciudadanos adquieren así el
poder de tomar decisiones de carácter vinculante, de cumplimiento obligatorio para

55
los efectivos del Gobierno y las agencias públicas. Desde este enfoque, el fin último
de la participación es profundizar la democracia con el empoderamiento de los
ciudadanos en procesos que van más allá de la gestión de los asuntos públicos para
convertirse en experiencias de aprendizaje democrático y mejoramiento cívico. Una
segunda distinción, sobre la que versa este artículo, es la que puede establecerse
entre el enfoque pluralista y el democrático de la participación ciudadana. Desde el
pluralista, la participación ciudadana es vista básicamente como la intervención de
diversos sujetos sociales y colectivos en los asuntos públicos para incidir en los
procesos de la política pública en función de sus intereses, objetivos o valores
específicos, y también del poder y los recursos que tienen o son capaces de reunir.
En la mayoría de las aproximaciones desde este enfoque los actores son
organizaciones de base asociativa de los más variados tipos: movimientos sociales,
organizaciones de la sociedad civil, sindicatos obreros o patronales, entre muchos
otros que suelen aglutinarse bajo el término “sociedad civil organizada”. Los
ciudadanos no organizados —normalmente sin poder ni recursos más allá del voto
electoral— rara vez aparecen en escena. El enfoque democrático, como se ha
dicho, subraya el empoderamiento de las ciudadanías en sentido amplio, no sólo de
las organizaciones de base asociativa, sino de los ciudadanos de a pie, con
procesos de cambio institucional que les otorgan el poder de tomar decisiones
vinculantes en los asuntos públicos a través de mecanismos o dispositivos de
democracia participativa y directa; por ejemplo, los presupuestos participativos o los
referendos y plebiscitos, entre otros. En los modelos más avanzados de este
enfoque, la participación democrática de la ciudadanía incorpora procesos
deliberativos que permiten confrontar los intereses específicos para avanzar a
decisiones aceptables para todos los participantes. Para los fines de este artículo,
también es preciso distinguir entre dos modelos de democracia bien acreditados en
la teoría política: la democracia representativa y la participativa. El carácter
representativo de las democracias modernas se asume como imprescindible en los
grandes espacios nacionales contemporáneos y hoy está fuera de duda o de
discusión razonable. También quedan pocas dudas sobre las claras insuficiencias
de la representación para asegurar la participación de los ciudadanos en muchos

56
asuntos que les conciernen de manera directa. En este sentido, la democracia
participativa se perfila como la alternativa imprescindible. Naturalmente, ambas
formas de democracia son impensables sin la participación de la ciudadanía: a
través del voto en el primer caso y a través de la activa participación ciudadana en
los asuntos públicos, en el segundo. Por lo demás, existe un amplio consenso sobre
el carácter complementario de ambos modelos. El trabajo incluye cuatro apartados.
El primero aborda los límites que la democracia representativa impone a la
participación ciudadana y también los señalados enfoques gerencial y democrático
de la participación. El segundo se ocupa específicamente del pluralismo y de sus
implicaciones como telón de fondo para analizar las políticas públicas y la
participación ciudadana. El tercero aborda la democracia participativa y su
significado, tanto para la participación ciudadana como para el proceso de la política
pública en general. El cuarto aborda tres temas imprescindibles para la participación
ciudadana en clave democrática: el diseño institucional, la deliberación y la voluntad
política.

Canto, R. (2016) Participación ciudadana, pluralismo y democracia* / Citizen participation, pluralism


and democracy.Pp 58-65 del libro y 5-12 del pdf.Recuperado de:
https://www.researchgate.net/publication/321004337_Citizen_participation_pluralism_and_demo
cracy.

2. Participación ciudadana y democracia representativa Los límites de la democracia


representativa de cuño liberal como sistema de agregación y representación de los
intereses de los gobernados han sido puestos de manifiesto por diversos autores a
lo largo de la historia, desde Rousseau y Kant hasta nuestros días. Sin embargo, la
democracia representativa, siempre vista como una solución política al problema de
la agregación y representación de intereses en los grandes espacios nacionales,
deja al aire un principio fundamental de la democracia sin más: una decisión tiene
mayores posibilidades de tratar con justicia a los afectados cuando estos participan
en ella.1 Por la esencia misma de la representación, la democracia representativa
deja fuera de las decisiones a la mayoría de los ciudadanos. Esto suele justificarse
con los tradicionales argumentos de que muchos de los asuntos públicos desbordan
las posibilidades de los ámbitos de proximidad, de la falta de preparación de los

57
ciudadanos o de la estrechez de sus intereses específicos, entre otros. Estos
argumentos pueden ser discutibles en muchos casos específicos; lo que no es
discutible es que, al margen de las grandes agendas nacionales, existe un amplio
campo de decisiones públicas en los ámbitos locales que en principio admite una
participación directa de la ciudadanía: decisiones sobre la conformación y el
ejercicio de los presupuestos municipales, sobre obras y servicios públicos, sobre
temas de educación, salud, seguridad, transporte, medio ambiente, ordenamiento
territorial, transparencia y muchos otros más. En esta vasta colección de asuntos
de proximidad, es menos evidente la necesidad de la solución política que ofrece la
democracia representativa: la intermediación de los representantes electos, siempre
un medio y nunca un fin, no sólo no resulta indispensable, sino que puede llegar a
ser perniciosa para los gobernados. Así lo ilustra ilustra una no menos vasta
colección de prácticas viciadas de gobierno, de manejo patrimonialista de los fondos
públicos o de captura de las dependencias públicas por intereses particulares. Ante
las insuficiencias de la democracia representativa, especialmente en el ámbito de
los gobiernos locales, la participación ciudadana en los asuntos públicos tiende a
verse como la alternativa para mejorar el desempeño gubernamental. La tesis
subyacente es que un incremento de la participación ciudadana se traducirá en una
mejoría de la eficiencia, la eficacia y la legitimidad democrática de las políticas
públicas en el plano local. Se trata desde luego de una tesis plausible; sin embargo,
dos preguntas que surgen de inmediato sobre la participación ciudadana atañen a
su concepto mismo y a la naturaleza de su relación con la democracia. Por ejemplo,
las modalidades de participación ciudadana en las políticas públicas son muy
variadas. Las instancias de participación pueden incluir desde unas cuantas
personas, como los círculos de expertos, hasta miles o decenas de miles, como en
el caso de los presupuestos participativos. También son muy variadas las funciones
que desempeñan los ciudadanos, que pueden ir desde la información y la consulta
hasta la decisión. La mayoría de las instancias combinan las dos primeras; en tanto
que la última es más bien escasa.2 Estas variaciones tienen desde luego
implicaciones para la democracia. Probablemente sea apropiado hablar de
democracia participativa cuando se trata de modalidades que convocan a amplios

58
conjuntos de ciudadanos o incluso a todos, como los referendos o los presupuestos
participativos; pero tal vez sea menos apropiado cuando se trata de grupos
acotados de ciudadanos; por ejemplo, las partes interesadas en algún asunto
particular. Lo cierto es que, bajo el concepto de participación ciudadana se cobijan
las más variadas prácticas de intervención de personas y de grupos en los asuntos
públicos, desde la ciudadanía en su conjunto hasta las más selectas élites. En torno
al concepto de participación ciudadana, es posible distinguir dos grandes
enfoques:3 uno asociado a los modelos de democracia participativa y otro de
carácter más gerencial. En ambos se parte de que la democracia representativa es
insuficiente en el sentido ya señalado, pero tanto los supuestos como las
conclusiones son muy diferentes. El primer enfoque asume la participación
ciudadana como un complemento de la democracia representativa con elementos
de democracia semidirecta y directa: los ciudadanos dejan de ser simples
receptores, usuarios o clientes de políticas públicas y son vistos propiamente como
ciudadanos, es decir, como miembros de una comunidad política, con poder de
decisión. Para que la participación sea realmente democrática debe dar lugar a
decisiones vinculantes, de cumplimiento obligatorio para las agencias públicas.
Naturalmente estos modelos suponen una participación de la ciudadanía tan amplia
como sea posible y, sobre todo, una convocatoria abierta a todos los ciudadanos.
Desde el enfoque gerencial, en cambio, la participación ciudadana no es un fin en
sí misma, sino un medio para mejorar la gestión pública; sus modalidades y
alcances dependerán del fin buscado en cada caso. Aunque en principio este
enfoque incluye todo el continuo de participación (información, comunicación,
consulta, debate y decisión) lo común es que no incluya la decisión. La participación
llegará sólo hasta donde se requiera que llegue e incluirá sólo a aquéllos que
contribuyan a alcanzar los fines buscados, normalmente grupos acotados de
ciudadanos.4 Algo que queda claro en la literatura especializada es que no es
posible igualar participación ciudadana y democracia participativa; por ejemplo, el
enfoque gerencial, aun cuando puede, en efecto, traducirse en mejores resultados
de la gestión pública, no es aún democracia participativa. De hecho, desde este
enfoque se considera un error confundir criterios empíricos para clasificar las

59
modalidades de participación ciudadana con valoraciones de carácter normativo.5
Los criterios de extensión (número de ciudadanos participantes) e intensidad (desde
la información hasta la decisión) parecen especialmente relevantes para distinguir
modalidades de participación ciudadana que pueden considerarse formas de
democracia participativa de otras que no lo son. Aun cuando esté dirigida a todos
los ciudadanos, una simple consulta estaría bastante lejos de la democracia
participativa, como también lo estaría una decisión de política pública a cargo de
una élite o un selecto grupo de ciudadanos, ya sean expertos o partes interesadas.

3. Participación ciudadana y pluralismo Al lado de la distinción entre el enfoque de


la democracia participativa y el gerencial, otra distinción relevante cuando hablamos
de participación ciudadana es entre democracia y pluralismo, términos que a veces
llegan a confundirse. El pluralismo es visto con razón como una valla al poder
unilateral del Estado, construida desde las trincheras de la sociedad civil. Una
sociedad civil vigorosa, con muchos y muy diversos actores actuando en la esfera
pública, es capaz de incidir eficazmente en las políticas públicas en dirección de
intereses bastante más amplios y diversos que los sancionados unilateralmente por
los efectivos del Gobierno. Desde la perspectiva pluralista, el poder se mira
altamente descentralizado, como algo fluido y situacional; no hay una sola élite sino
un sistema multicéntrico, con muchos centros que conviven en constante relación
de conflicto y negociación.6 Además, “la independencia, permeabilidad y
heterogeneidad de diversos segmentos del estrato político garantizan
absolutamente que todo grupo insatisfecho encontrará un vocero”.

En el análisis de políticas públicas en México ha tendido a prevalecer el enfoque


pluralista. En palabras de Cabrero, “la perspectiva del análisis de políticas asume el
espacio de ‘lo público’ como un espacio de confluencia entre actores
gubernamentales y no gubernamentales, desde este enfoque un cierto grado de
pluralidad siempre estará presente en la acción pública”.8 En la definición de
problemas, continúa Cabrero, los diversos actores sociales y políticos, así como
diversos grupos de interés, despliegan su capacidad de influencia para posicionar
en determinado sentido cada problema público de manera que, entre el conflicto y
la negociación, se van incorporando los diversos temas que integran la agenda. La

60
formulación y el diseño de políticas, continúa este autor, es una resultante entre los
argumentos racionales y técnicos de los expertos y los intereses y preferencias de
grupos sociales diversos. También la fase de implementación genera procesos de
negociación y conflicto entre los participantes que induce a ajustes y arreglos entre
los actores; por último, en la fase de evaluación, el juego entre actores y grupos
participantes se intensifica y amplía. Cabrero destaca la utilidad para el análisis de
políticas del concepto de red: el enfoque de redes de política pública (policy network)
permite ubicar los subsistemas de interés en torno a una política pública. También
destaca dos conceptos más específicos que considera particularmente relevantes
para el análisis: comunidades de políticas (policy community) y redes de proyecto o
temáticas (issue networks).9 El enfoque pluralista se extiende a las definiciones de
participación ciudadana. Por ejemplo, Canto Chac cita la siguiente definición de
Velázquez y González: “Por participación se entiende el proceso a través del cual
distintos sujetos sociales y colectivos, en función de sus respectivos intereses y de
la lectura que hacen de su entorno, intervienen en la marcha de los asuntos
colectivos con el fin de mantener, reformar o transformar el orden social y
político”.10 Sujetos sociales y colectivos, o bien actores sociales y políticos, diversos
grupos de interés o actores no gubernamentales suelen ser las denominaciones
empleadas para referirse a las partes que actúan en los procesos de las políticas
públicas o en las distintas modalidades de participación ciudadana, ya sea al lado
de los actores gubernamentales o en oposición a estos. Una constante en estas
aproximaciones es la referencia a actores sociales y colectivos o a diversos grupos
de interés que mediante procesos de negociación y conflicto buscan incidir en las
políticas públicas y en las estructuras de gobierno. En oposición a estos actores, el
ciudadano de a pie sin más, el ciudadano no organizado, raras veces aparece como
tal en la mayoría de los análisis, tanto del proceso de la política pública como de la
participación ciudadana.

El pluralismo, como es bien sabido, es un avance histórico de la mayor


trascendencia en la lucha por acotar el poder del Estado. Desde el lejano momento
en que los nobles limitaron con una carta magna el poder del rey Juan sin Tierra, en
la Inglaterra medieval, empezó un lento proceso histórico de fortalecimiento de la

61
sociedad civil que se extendió primero a la nobleza, luego a la burguesía y después
a otros grupos sociales, hasta llegar a la poliarquía de Dahl en la que, idealmente,
todo grupo social tiene o debería tener su vocero o watch dog. La sociedad plural,
en efecto, acota el poder del Estado y contribuye a sujetarlo a sus límites
constitucionales; por ello, mantiene plena vigencia como modelo de gobernanza en
las modernas sociedades liberal-democráticas. Como escribe Touraine,11 el
pluralismo es un supuesto imprescindible de la democracia, pero el pluralismo no
es aún democracia. En la sociedad plural, como han observado innumerables
críticos del pluralismo, incluido el propio Dahl,12 y como es evidente para todo el
mundo, los diversos actores tienen diferencias profundas en sus disponibilidades de
recursos de todo tipo, capacidad de agencia y poder de acción. Un problema con el
pluralismo, bien identificado por sus críticos, es que no alcanza a dar cuenta cabal
del hecho de que los participantes no representan la variedad de intereses de la
población, sino más bien los intereses y valores dominantes. La voz de los más
pobres es inaudible, y el modelo pluralista no es lo suficientemente robusto para
cambiar esto.13 En palabras de Lowi, “el modelo pluralista no suele tomar en cuenta
la estructura económica y política general dentro de la cual el proceso intergrupal
tiene lugar”.14 En realidad los propios Gobiernos tienden a favorecer el pluralismo.
A propósito de la participación ciudadana, Font, Blanco, Gomá y Jarque plantean
que el modelo de participación predominante ha potenciado a los grupos
organizados en detrimento de la capacidad de los ciudadanos no organizados de
incidir en los procesos de gobierno. Esto ha sido así, entre otras razones, porque
los Gobiernos los perciben como interlocutores válidos, porque es más fácil dialogar
con grupos que con ciudadanos individuales y porque el potencial disruptivo más
fuerte proviene de los colectivos organizados. Sin embargo, subrayan estos autores,
los modelos de participación ciudadana de base asociativa generan dudas sobre la
representatividad de los grupos participantes en relación con el conjunto del tejido
asociativo; los asistentes a los órganos de participación no siempre se pueden
presentar como representantes de las propias entidades de las que forman parte; y,
por último, las entidades mismas tienen problemas para garantizar su capacidad de
representación de los intereses de la población.

62
3.6 Las causas de la revolución.

La Revolución Francesa no fue menos aniquiladora en sus efectos sobre el dogma


y los sentimientos tradicionalistas. Y la Revolución política de Francia tuvo lo que
tanto falto a la revolución económica: emisarios y discípulos diligentes que hicieran
de ella la primera gran revolución ideológica de la historia de occidente. Si los
cambios políticos implantados por la Revolución francesa resultaron o no más
decisivos para la historia posterior de Europa- o del mundo- que los cambios
económicos producidos por la Revolución Industrial, será siempre cosa discutible;
pero aquella tuvo por su misma naturaleza, una intensidad dramática y subitaneidad
que nada en esta pudo equiparar. La incisiva declaración de los Derechos del
Hombre, la naturaleza insólita de las leyes aprobadas entre 1789 y 1795, leyes que
abarcaban todos los aspectos de la estructura social francesa- para no insistir en
sus aspectos sanguinarios, en especial los representados por el Terror- fueron
suficientes para garantizar a la Revolución una suerte de milenarismo que habría
de convertirla, durante un siglo , en el acontecimiento mas conturbador de la historia
política e intelectual de Francia.

Todo lo que el industrialismo significa en el siglo XIX para las letras, los movimientos
sociales y la legislación ingleses, lo es la Revolución democrática de Francia de
fines del siglo XVIII para los franceses.

Cualquier escolar sabe hoy que la Revolución Francesa no inicio los procesos de
centralización, igualitarismo, colectivismo nacionalista, secularización y burocracia
que los partidarios de ambos bandos le atribuyeron en un principio.

En los comienzos del siglo XIX hubo historiadores- el mas notable entre ellos
Tocqueville- que señalaron las hondas raíces que tenían estos procesos en la
historia de Francia; pero la Revolución conquisto su influencia tenaz sobre la
conciencia europea antes de que el análisis histórico revelara. De cualquier manera
, dejando de lado todo lo que preparo el camino a la Revolución, nada podría
menoscabar el extraordinario espectáculo de un puñado de hombres (reformadores,
liberales, intelectuales políticos, especuladores financieros, visioneros de la
economía, fanáticos morales, para citar solo algunos de los tipos que florecieron

63
simultanea o sucesivamente en el curso de la Revolución) que se creían
comprometidos en la constitución de un nuevo orden social y si eran tenidos por
otros individuos a uno y otro lado del Atlántico; Taine cuya erudición y juicio podemos
discutir, pero no su agudeza e ingenio, estuvo en lo cierto al calificar a la Revolución
como el hecho histórico mas importante en Europa después de la caída de Roma.

Aquí apenas podemos insinuar los alcances e intensidad de la influencia de la


Revolución sobre el pensamiento europeo.

Bastara para ello considerar a los sociólogos. De Comte a Durkheim, sin excepción,
le asignaron un papel decisivo en el establecimiento de las condiciones sociales que
les interesaban en forma inmediata. Así Comte señala específicamente el desorden
engendrado por ella como antecedente de su propia obra. Comte creyó que los
falsos dogmas de la Revolución – el igualitarismo, la soberanía popular y el
individualismo- eran los responsables; aun mas que el nuevo sistema industrial, de
que cundiera la desorganización moral en Europa. Tocqueville estaba obsesionado
por la Revolución; ella es el verdadero tema de su estudio de la democracia
norteamericana, y tenía proyectada una larga obra para analizar específicamente
sus efectos.

Le Play le atribuye repetidas veces ser la causa principal de la penosa situación de


la clase trabajadora hacia mediados de siglo, y también la secularización de la
propiedad y el crecimiento acelerado de la burocracia, que tanto le disgustaba. Al
finalizar el siglo, Durkheim sigue preocupado con lo que llama la sustitución del
“egoísmo corporativo” por un “egoísmo individual”. El impacto intelectual de la
Revolución no fue menos general en Alemania. Tenemos muchas pruebas de la
fascinación que ejercía sobre Hegel, y es indudable que la espectacular
racionalización de la ley emprendida por los revolucionarios constituyo el impulso
inmediato de los estudios de Savigny .

Otto von Gierke encontró en el efecto destructivo de la Revolución sobre


asociaciones intermedias tales como el monasterio, el gremio y la comuna, la mayor
inspiración para su monumental estudio del estado y la asociación en la historia
europea. Y es indudable que Leo Strauss tiene razón al firmar que las categorías

64
básicas de autoridad de Marx Weber – autoridad tradicional, autoridad racional y
autoridad carismática- deben mucho a la Revolución y sus efectos sobre el antiguo
orden. Mosca, profundamente impresionado por las lecturas de Taine, tomó de la
Revolución los elementos especiales de su teoría de poder. No menos afectado
resulto Michels, en” la formulación de su ley de la oligarquía” y su crítica del
“centralismo democrático”.

Lo que es cierto de la sociología del siglo pasado, es igualmente cierto de muchos


otros campos del pensamiento: la historiografía, la jurisprudencia, la filosofía moral
y la ciencia política. Todas ellas se vieron en situación de tratar las cuestiones
suscitadas, en forma tan dramática, por la Revolución: la tradición versus la razón y
la ley, la religión versus el estado, la naturaleza de la propiedad, la relación de las
clases sociales, la administración pública, la centralización, el nacionalismo y
quizás por encima de todas las demás, el igualitarismo. La palabra democracia, que
resumía todas estas cuestiones, se remonta directamente en su forma moderna a
la Revolución Francesa. E Weekley escribe: “solo con la Revolución Francesa la
palabra democracia dejo de ser un mero termino literario y paso a formar parte del
vocabulario político”.

¿Cómo fue que en esa revolución, mas que ninguna hasta entonces atrajo la
atención de los hombres durante un siglo, domino el pensamiento de tantos campos
y afecto las propias categorías mediante las cuales los hombres se identifican a si
mismos, e identifican su relación con la política y la moralidad? Dar una respuesta
cabal es asunto complejo, pero hay un aspecto que interesa a nuestros propósitos:
la Revolución Francesa fue la primera revolución profundamente ideológica. Esto
no significa menoscabar a la revolución norteamericana, que sacudió la mentalidad
europea con su Declaración de Independencia.

Pero esta ultima perseguía objetivos limitados casi exclusivamente a la


independencia de Inglaterra; ninguno de sus lideres- ni siquiera- Tom Paine- sugirió
que fuera el medio para una reconstrucción social y moral, que abarcara a laiglesia,
la familia, la propiedad y otras instituciones.

65
En Francia ocurrió un fenómeno muy diferente. A los pocos meses del comienzo de
la revolución los principios morales ya reclamaban atención y a medida que aquella
progresaba fueron ocupando casi toda la escena. Podremos decir cuanto queramos
de sus causas económicas, del rol de los hombres de negocios o servidores
públicos ajenos a la ideología, de la importancia de los procesos puramente
administrativos, y de los efectos internos de las guerras de la Revolución debió librar
contra otros países. Pero basta con que examinemos los preámbulos de las leyes
que comenzaron a aparecer hacia 1790, los debates que se desarrollaron en la
Asamblea y la Convención. Los libelos y panfletos que circularon por toda Francia,
para poner en evidencia que cualquiera fueran las fuerzas subyacentes al comienzo,
el poder de la predica moral, de la filiación ideológica, de la creencia política, guiada
puramente con la pasión, alcanzo un punto casi sin precedentes en la historia, salvo
tal ves en las guerras o rebeliones religiosas. El aspecto ideológico es bastante
notorio en la Declaración de los Derechos del Hombre y en los primeros debates
relativos al sitio que debía ocupar la religión; pero alcanzo una intensidad casi
apocalíptica en los tiempos del comité de Salut Public (Albert Guerasd ha sugerido
que “salvación” es la traducción más expresiva del término francés salut).

Fueron los conservadores, comenzando con Burke, quienes primero llamaron la


atención sobre dicho carácter ideológico. Burke fue acerbadamente atacado por
sugerir en 1790 que los propósitos de la Revolución Francesa eran
fundamentalmente diferentes de los de la norteamericana. Se lo acuso de traicionar
los principios en los que fundamentara su enjuiciamiento de la East India Company,
y su defensa de los colonos estadounidenses; pero el veía en la revolución francesa
una fuerza compuesta de poder político, racionalismo secular e ideología moralista
que era a su juicio única.

Y en eso tenia razón.

66
3.7 John Stuart Mill: libertad, igualdad y civilización sostenible.
El ensayo Sobre la libertad es, quizá, con El utilitarismo, la obra más divulg
ada de Stuart Mill. Era también la que su autor tenía en mayor estima, junto
con la Lógica ("so-
brevivirá, probablemente, a todas mis obras, con la posible excepción de la
Lógica" — nos dice, en su Autobiografía), bien que se trate de obras de mu
y diferente empeño y enver-gadura. Aparte de los motivos sentimentales que
indudablemente actuaban en esta predi-
lección — sobre todo, el hecho de que su mujer, muerta antes que el libro vi
ese la luz, hubiera colaborado activamente en su composición—
, es lo cierto que la obrita, en sí misma, posee títulos suficientes para ocupar
un lugar destacado en la pro- ducción total de Stuart Mill. Y no por su
densidad y rigor sistemáticos, en el sentido escolar de la palabra, aspecto en
el cual no admite parangón con las grandes obras
doc- trinales del autor de la lógica inductiva — la Libertad es un ensayo y es
tá expuesto en forma popular, aunque según confesión de su autor, ninguno
de sus escritos hubiese
sido ''tan cuidadosamente compuesto ni tan perseverantemente corregido"
—, sino por la previdente acuidad con que en ella se tocan puntos vivísimos
de la sensibilidad contem- poránea. El tema mismo que da nombre al libro
alude a una de las grandes ideas motoras de toda la historia del hombre de
Occidente, y muy especialmente de su edad moderna, idea que culmina en
el siglo XIX con ese amplio enfervorizamiento que Bene- detto Croce pudo
llamar "la religión de la libertad". Claro está que decir "libertad", sin más, es
decir muy poco, precisamente porque el vocablo significa demasiadas cosas.
Mill, en la primera línea de su libro, se adelanta a
decirnos que no va a tratar del libre albedrío — es decir, de la libertad en se
ntido ético o metafísica—
, sino de "la libertad social o civil". Pero ni siquiera con esta primera restric-
ción deja de ofrecer el término una multitud de significaciones. Y, ante todo,

67
Lasdeterminadas por la variación de las condiciones históricas, que hace que no s
e parezca en casi nada, por ejemplo, la libertad del mundo antiguo — griego o rom
ano— a lo que el hombre moderno ha entendido por tal. (Véase, sobre este punto,
el lúcido examen
que Ortega hace de la libertas ciceroniana en Del Imperio romano y en sus apéndi
ces: Libertas y Vida corno libertad y vida como adaptación. Véase también, del mis
mo Ortega, desde otro punto de vista, el sentido de la franquía feudal, origen de la
mo- derna idea liberal, en Ideas de los castillos). Mas, ni aun limitándonos a la noci
ón moderna de libertad cobra la expresión la univocidad deseada. Desde el último
tercio del siglo XVIII, y superlativamente a lo largo del XIX, habla el hombre europeo
en todos los tonos, y a propósito de todos los asuntos importantes, tanto para la
vidaindividual como para la convivencia política, de libertad y libertades — el singu
lar y el plural alu- den ya a una diferenciación clásica— sin que, sin embargo, esto
s términos, y especial- mente el singular, hayan dejado de expresar ideas, o más
bien ideales, diversos y esencialmente cambiantes. Ello es que en esta época la
libertad vino a ser el sésamo, la palabra mágica capaz de abrir en el corazón
humano las esclusas de todas las mentes devociones, de todos los nobles
enardecimientos. Por eso, no sólo habla este hombre de libertad, sino, lo que es
más importante, se mueve, actúa y hasta entrega la vida cuando es menester en
aras de esta fabulosa deidad. Fabulosa, en efecto, tanto por su capacidad de
metamorfosis como por su sustancia ilusoria, puesto que, siempre que el hombre
ha creído apresarla y poseerla ya, se ha encontrado en la situación
paradójica de necesitarla y solicitarla de nuevo — y de ello nos va a ofrecer una bu
ena muestra el libro de Mill. Entiéndase bien; con esta afirmación no pretendo en
manera alguna
reducir el ideal de la libertad a pura quimera, ni empañar en lo más mínimo la nobil
ísima ejecutoria de su eficacia histórica. No se puede pensar, por ejemplo, que la
libertad, y menos aún las "libertades", por las que los hombres de fines del XVIII y
los del XIX se esforzaron y lucharon, con frecuencia heroicamente, fuesen vanos
fantasmas sin contenido alguno
real. Por el contrario, es un hecho que desde la Revolución francesa — y ya desde

68
mucho antes en Inglaterra — se conquistaron, en forma de derechos, niveles de e
mancipación que pasaron a incorporarse a las estructuras políticas del futuro, sin d
istinción apenas de sus formas de gobierno. Lo que quiero señalar es que incluso
tales conquistas concretas y efectivas, al dejar de ser cálida aspiración individual o
colectiva, para pasar a vías de hecho, es decir, a fría legislación administrada por
cualquier tipo de Estado, perdieron mucho del originario fervor con que fueron
concebidas, cuando no defraudaron comple- tamente las bellas esperanzas cifradas
en su consecución, reobrando contra el vivo im- pulso instaurador en forma de
nueva opresión. Ya, en efecto, la mera pretensión de hacer del Estado el depositario
del "sagrado tesoro" de la libertad encierra una irremediable contradicción, por
cuanto el Estado, si no el Leviatán que el clarividente pesimismo de Hobbes creyó
descubrir, sí es, por lo menos, el órgano natural de la coacción y, por tanto, de la
antilibertad. Contra lo que se
solía pensar inertemente hasta hace poco tiempo — continuando un estado de opi
nión del siglo pasado, que hoy vemos como un explicable espejismo—
, sólo por excepción y al amparo de una constelación de circunstancias históricas
especialísimas, cuya repetición puede darse por imposible, ha podido existir alguna
vez, si es que en puridad ha existido, un Estado genuinamente liberal. Ello ocurrió,
por ejemplo, en la Inglaterra de la época Victoriano, en la que el propio Stuart Mill
alcanzó a vivir y en la que influyó con su pensamiento de teórico máximo del
liberalismo. Pero esta misma doctrina suya, brotada en el medio político más
favorable, viene, por otro lado, a reforzar la tesis del carácter esfumadizo y precario
de la libertad, ya que su sentido no es otro, como
vere- mos, que el de reclamar contra la nueva forma de usurpación que el Estado l
iberal — constitucional, democrático, representativo, intérprete y servidor de la
opinión pública precisamente, representa, o, por lo menos, hace posible. ¿Cómo e
ntender este aparente contrasentido? Y aquí viene lo peculiar de la nueva
perspectiva, del nuevo sesgo que la idea de libertad ofrece en Stuart Mill, y que no
coincide ya con la que el Estado liberal encarnaba. Una vez más, el centro de
gravitación de la libertad se ha desplazado. En las primeras páginas de su obra nos
muestra Stuart Mill un esquema de esos desplazamientos,

69
en tres fases principales. Durante mucho tiempo, desde la antigüedad — nos dice
— , se entendió por libertad "la protección contra la tiranía de los gobernantes
políticos", y, en consecuencia, el remedio consistía en "asignar límites al poder".
"Para conseguirlo había dos caminos: uno, obtener el reconocimiento de ciertas
inmunidades". . ., "y otro, de fecha más reciente, que consistía en el establecimiento
de frenos constitucionales". La segunda fase se vincula a la instauración del
principio democrático representativo. "Un momento hubo" en que "los hombres
cesaron de considerar como una necesidad natural el que sus gobernantes fuesen
un poder independiente y tuviesen un interés opuesto al suyo. Les pareció mucho
mejor que los diversos magistrados del Estado fuesen sus lugartenientes o
dele- gados revocables a voluntad". Y entonces, naturalmente, no tuvo ya mucho
sentido la limitación del poder. "Lo que era preciso en este nuevo momento del
problema, era que los gobernantes estuviesen identificados con el pueblo, que su
interés y su voluntad fuesen el interés y la voluntad de la nación'". .
. "Esta manera de pensar, o quizá más bien de sentir — agrega Stuart Mill— era la
nota dominante en el espíritu de la última generación del liberalismo europeo, y aún
predo- mina según parece entre los liberales del continente". Mas he aquí que,
convertido ya en realidad el anhelado Estado democrático, nueva- mente se hace
visible la necesidad de "limitar el poder del gobierno sobre los individuos, aun
cuando los gobernantes respondan de un modo regular ante la comunidad, o
sea ante el partido más fuerte de la comunidad". La larga experiencia democrática
realizada prudentemente por Inglaterra, y, sobre todo, la llevada a cabo con mayor
pujanza e ímpetu juvenil por los Estados Unidos de América (el famoso libro de To
cqueville, La democracia en América, influyó indudablemente en estas ideas de St
uart Mill), pusieron de manifiesto que "las frases como «el gobierno de sí mismo» (
selfgo- vernment) y «el poder de los pueblos sobre ellos mismos» (the power of th
e people over themselves), no expresaban la verdad de las cosas: el pueblo que ej
erce el poder no es siempre el pueblo sobre quien se ejerce, y el gobierno de sí
mismo de que tanto se habla, no es el gobierno de cada uno por sí, sino el de cada
uno por todos los demás. Hay más, la voluntad del pueblo significa, en el sentido
práctico, la voluntad de la por- ción más numerosa y más activa del pueblo, la

70
mayoría, o de los que han conseguido hacerse pasar como tal mayoría. Por
consiguiente, puede el pueblo tener el deseo de oprimir a una parte del mismo"...
Es decir, que el principio de la libertad, al plasmarse en formas políticas concretas,
evidenciaba llevar en su seno el germen de un nuevo modo de opresión. Stuart Mili,
desde la ventajosa posición que le procura el pertenecer a la comunidad británica,
esto es, al país de más larga experiencia en libertades políticas de todos los del
planeta, advierte el peligro y da la voz de alarma: ..."hoy en la política especulativa
se considera «da tiranía de la mayoría» como uno de los males contra
los que debe ponerse en guardia la sociedad". No es él, ciertamente —
ni lo pretende tampoco— el primero en percibir la posibilidad de tal peligro. La mis
ma frase suya que acabo de transcribir — y otras que aparecen en su libro, aún m
ás terminantes— prueba que era ya una idea frecuentada por los pensadores políti
cos. En cualquier texto de filo- sofía o de historia política de la primera mitad del
siglo XIX encontramos, efecti- vamente, constancia de la presencia de este
problema. Por ejemplo, ya en 1828, en
la primera lección de su Historia de la civilización en Europa, se pregunta Guizot: "
En una palabra: la sociedad ¿está hecha para servir al individuo, o el individuo para
servir a la sociedad? De la respuesta a esta pregunta depende inevitablemente la
de saber si el destino del hombre es puramente social, si la sociedad agota y
absorbe al hombre en- tero". .. etcétera. Otro ejemplo, tomado igualmente al azar
entre los libros que están
al alcance de mi mano: en su Filosofía del Derecho, aparecida en 1831, escribía E
. Lermi- nier: "La libertad social concierne a la vez al hombre y al ciudadano, a la
individualidad y a la asociación: debe ser a la vez individual y general, no
concentrarse ni en el egoísmo de las garantías particulares, ni en el poder absoluto
de la voluntad colectiva; principio esencial que confirmarán las enseñanzas de la
historia y las teorías de los filósofos". Seria fácil aducir muchos más, con sólo abrir
otros volúmenes. Se trataba, pues, de una cuestión comúnmente tomada en
consideración. No obstante, hasta entonces, no
pa- saba de ser eso: un tópico de "política especulativa" — y ni siquiera en este or
den pura- mente teórico solía ser discutida a fondo—

71
. En Stuart Mill, en cambio — y ésta es la novedad de su punto de vista—
, es mucho más que eso: es la conciencia aguda, dolor osa casi — si bien aún no
del todo clara— de un gran hecho histórico que está gestándose, que co- mienza
a irrumpir ya y a hacerse ostensible en las áreas más propicias — es decir, en las
más evolucionadas en su estructura políticosocial, como Inglaterra y Estados Unid
os el mundo occidental, y que estaba destinado a cambiar la faz de la convivencia
humana, a saber: la ruptura del equilibrio entre los dos términos individuo-sociedad,
polos activos de la vida histórica, en grave detrimento del primero. Ya no se trata de
teorizar con principios abstractos, sobre hipotéticas situaciones, sino de abordar
"prácticamente" una cuestión de hecho, una situación real de peligro, algo que se
está produciendo ya. Lo que corre riesgo es, una vez más, la libertad e
independencia del individuo, pero ahora en una forma más insidiosa y profunda que
cuando se ventilaban solamente libertades o derechos políticos disputados al poder
del Estado, Porque no es ya propiamente el
Es- tado — su entidad jurídica o su máquina administrativa— el enemigo principal
(o, si lo es el Estado — se entiende, el democrático—
, lo es como intérprete de la opinión so- cial, cuyos dictados obedece). La socieda
d puede ejercer su acción opresora sobre el indi- viduo valiéndose de los órganos
coercitivos del poder político; pero, además, y al margen de ellos, "puede ejecutar y
ejecuta sus propios decretos; y si los dicta malos o a propósito de cosas en las que
no debiera mezclarse, ejerce una tiranía social más formidable que cualquier
opresión legal: en efecto, si esta tiranía no tiene a su servicio frenos tan
fuertes como otras, ofrece en cambio menos medios de poder escapar a su acción,
pues penetra mucho más a fondo en los detalles de la vida, llegando hasta
encadenar el alma". Todo el libro de Mill es una voz de alerta frente a este nuevo y
formidable poder que
ini- cia su marcha ascendente, frente a este peligro — la absorción del individuo p
or la sociedad— que. se alza como henchida nube de tormenta sobre el horizonte
del mundo civilizado. Mill intuye certeramente — y hasta cree descubrir en ello una
especie de ley histórica— el signo creciente de esta absorción, y lo denuncia sin
vacilaciones como el nuevo ene- migo de la libertad. Ya "no basta la protección

72
contra la tiranía del magistrado, puesto que la sociedad tiene la tendencia: 1°, de
imponer sus ideas y sus costumbres como re- glas de conducta a los que de ella se
apartan, por otros medios que el de las penas civi- les; 2°, de impedir el
desenvolvimiento y, en cuanto sea posible, la formación de toda in- dividualidad
distinta; 3°, de obligar a todos los caracteres a modelarse por el suyo pro- pio". La
cosa es grave, porque "todos los cambios que se suceden en el mundo producen el
efecto de aumentar la fuerza de la sociedad y de disminuir el poder del individuo",
y la situación ha llegado a ser tal que "la sociedad actual domina plenamente la
indivi- dualidad, y el peligro que amenaza a la naturaleza humana no es ya el
exceso, sino la falta de impulsiones y de preferencias personales". Cuando las
libertades políticas elementales han dejado de ser cuestión, y como
conse- cuencia de haber dejado de serlo, se levanta un nuevo poder, el de la may
oría, o, para decirlo con palabra más propia y actual, que también emplea Mili, el d
e la masa, que representa un peligro más hondo que el del Estado, puesto que ya
no se limita a ame- nazar la libertad externa del individuo, sino que tiende a
"encadenar su alma", o, lo que es equivalente, a destruirlo interiormente como tal
individuo. Ahora bien, "todo lo que destruye la individualidad es despotismo, désele
el nombre que se
quiera". La colectivización, la socialización del hombre — y no en el aspecto econó
mico, natural- mente, sino en el más radical de su espiritualidad—
: he ahí la sorda inminencia que rastrea Mill, y ante la que yergue su mente avizor.
En haber centrado en ella el eje de su doctrina de la libertad estriba su indiscutible
originalidad y lo que hace de su libro, por encima de todas las ideas parciales y ya
definitivamente superadas que en él puedan aparecer, un documento todavía vivo,
una saetilla mental que viene del pasado a clavarse en la carne misma de los
angustiadores problemas de nuestro tiempo. Porque, no vale engañarse: la libertad
sigue formando parte esencialísima de nuestro patrimonio espiritual, sigue siendo
uno de los pocos principios que en el hombre de hoy aún mantiene vigente su
potencia ilusionadora. No podemos, aunque queramos, renunciar a ella, so pena de
renunciar a nuestro mismo ser. Como dice Mill, no hay libertad de renunciar a la
libertad. Necesitamos, es cierto, una nueva fórmula de ella, porque su centro de

73
gravedad se ha desplazado otra vez; pero por eso, justamente, nos interesa conocer
las actitudes del pasado ante semejantes desplazamientos, y sobre todo aque- llas
que, como la de Mill, nos son tan próximas que alcanzan ya a punzar en las
zonas doloridas de nuestra sensibilidad. Leed los párrafos siguientes y juzgad si no
hay en ellos un sutil presentimiento del "hecho más importante de nuestro
tiempo" (es expresión de Ortega), cuyo pleno y luminoso diagnóstico, en forma de
"doctrina orgánica", no se realizó hasta el año 1930, en ese libro, impar entre los de
nuestro
siglo, que se llama La rebelión de las masas: "Ahora los individuos — escribe Mill
— se pier- den en la multitud. En política es casi una tontería decir que la opinión
públicagobierna actualmente el mundo. El único poder que merece este nombre e
s el de las masas o el de los gobiernos que se hacen órgano de las tendencias e i
mpulsos de las masas"... "Y lo que es hoy en día una mayor novedad es que la
masa no toma sus opiniones de los altos dignatarios de la Iglesia o del Estado, de
algún jefe ostensible.

74
Unidad 4: La

determinaCión sOCiaL

de La COnCienCia:

75
4.1 Semblanza de Durkheim. Las reglas del método sociológico.

Pp 225- 230

1. Semblanza de Emile Durkheim Nadie, durante el periodo en que la sociología


alcanzara su primera madurez clásica, tuvo mayor influjo que Emile Durkheim en la
doble tarea de lograr su consolidación como disciplina independiente, por una parte,
y como materia académica y científica autónoma, Durkheim llevo a cabo ambas
empresas con lucidez y determinación. Entre quienes Ie precedieron en el cultivo
de la sociología se halla alguno -como Comte- poseído de un espíritu profético y
hasta utópico por lo que respecta a la misión de la diciplina; encontramos otros,
desde Montesquieu al norteamericano Thorstein Veblen (1857-1929), pasando por
Tocqueville, que la practicaron con fortuna, pero sin conciencia alguna de su
sustantividad científica (aunque Veblen mismo fuera uno de los fundadores del
Instituto Internacional de Sociología). Hay una tercera suerte de estudiosos, como
Marx, que pensaron más en una unitaria 'ciencia de la sociedad' -
Gesellschaftslehre- que incluía economía política, etnología e historia, que en otra
cosa. Entre los contemporáneos de Durkheim, Pareto llego a la sociología como
economista que se percata de las fronteras de su propia disciplina; a Weber Ie
acaeció algo semejante con Ia historia económica y tuvo siempre una concepción
algo difusa de una disciplina en la que estaba destinado a alcanzar una muy alta
cumbre; también la alcanzaría Simmel quien, sin abandonar del todo la sociología,
acabo su camino en el terreno filosófico. En contraste con todos ellos, Durkheim
quiso establecer en la cultura moderna la sociología como disciplina independiente,
sin más vínculos que los de sus propias reglas, y conseguir así, para ella, un lugar
institucional. No fue solo ese su logro, ni lo alcanzo el solo: podría erguirse que tras
la generación de Tonnies, Weber y Simmel, algo parecido a 10 acaecido con la
sociología en Francia estaba destinado a suceder en Alemania. También podría
recordarse que los primeros sociólogos norteamericanos nunca necesitaron a un
Durkheim para abrir sus primeros centros académicos sociológicos. Pero todo ello
no disminuiría su importancia en el terreno institucional Al margen, su aportaci6n
fundamental es la de haber generado una manera de concebir los fenómenos

76
sociales que había de conducir a toda una fértil tradición funcionalista y la
estructuralista- a 10 largo del siglo xx, amen haber enriquecido muy
considerablemente nuestro acervo de conocimientos científicos sobre la vida social
sea cual sea nuestra escuela o enfoque. Durkheim dejaba por otra parte, un legado
paradójico en otro terreno. Aquello que hoy menos consideramos como valioso en
Durkheim es su militante enfoque positivista -que sin embargo merece histórico
respeto- y en cambio nos admira y compartimos su intensa preocupación moral. La
paradoja durkheiminiana es la de haber abrazado un positivismo cientificista a
ultranza para ser, claramente, no solo un soci6 logo de la moral (un estudioso de los
fenómenos morales, cosa que puede hacer cualquier positivista sin traicionar su
credo) sino también un sociólogo moral, un pensador normativo. Dudo que se
percatara de esta contradicción, pero para quienes sostenemos que la sociología
no tiene más remedio que poseer una misión ética, la anomalía de un Durkheim
fil6sofo moral jurando al mismo tiempo ser un científico neutral es sumamente
elocuente. Apunta hacia la imposibilidad de hacer ciencia social amoral 0, dicho de
otro modo, la imposibilidad de que la sociología no entra filé también un humanismo.
Emile Durkheim naci6 en la Lorena, en la ciudad de Epinal, en 1858. Hijo de una
familia hebrea, su padre era rabino, descendiente de un linaje de rabinos. Pensó
que seguiría la tradición familiar y estudio la Biblia y el Talmud con esa intención.
Una religiosa en la adolescencia Ie acerco algo al catolicismo, pero Ie llevo luego a
abandonar toda adscripción confesional para convertirse no solo en agnóstico sino
también a entrar vigorosamente en la cultura laica y republicana francesa, a la que
pertenecería ya siempre. No obstante, y cultivándola precisamente desde esa
perspectiva, Durkheim estaba destinado a ser uno de los más importantes
sociólogos de la religión, tal vez gracias a su experiencia inicial. Su aplicaci6n en
los estudios Ie permitió prepararse, desde el Liceo Luis Grande de Paris, para entrar
en la Escuela Normal Superior. En ella tuvo como compañeros, entre otros, al futuro
filosofo Henri Bergson v al que sería gran dirigente socialista y reformador
republicano, Jean Jaures. Este, una vez en el poder, confiaría a su intima amigo
Emile Durkheim ]a inspiración de notables reformas educativas francesas. Lo cierto,
sin embargo, es que el serio y estudioso joven Durkheim no se encontró muy a gusto

77
en una Escuela que se antojaba demasiado poco rugosa en todo lo que no fuera el
cultivo de los clásicos. No fue el mejor de sus alumnos. Se empero, discípulo directo
su director, el gran historiador Numa Denis Fuster de Coulanges (1830-1889) autor
de La ciudad antigua, obra que figura hoy entre los clásicos de la sociología urbana,
y que representa otro hito de aquella sociología que no es enteramente consciente
de serlo. La tesis en latín que redacto Durkheim está dedicada a Fuster de
Coulanges Tras sus estudios en la Normal parisina, ensefio en varios Heteos
próximos a Paris y luego pas6 un afio en Alemania, para conocer los métodos de
las ciencias sociales en aquel país. La más profunda impresión la recibió al
familiarizarse con el laboratorio de psicología social que regentaba Wilhelm Wundt
(1832-1920) en Leipzig. Sus informes sobre el estado de las ciencias sociales en
Alemania y la necesidad de que Francia los emulara para su propio bien pronto Ie
dieron a conocer en medios académicos y educativos, y Ie ayudaron a que se
incorporara a la Universidad de Burdeos en 1887. Allí fue donde pudo comenzar la
enseñanza de la sociología, una disciplina aun tejida en Francia de prejuicios
anticomteanos, dada la desafortunada forma con que Comte la había presentado.
También ensefio pedagogía y educaci6n, disciplinas que servirían a sus intenciones
de mejorar la moral pública y cuyo cultivo nunca abandonaría. Se caso por aquel
entonces, con una muchacha judía, Louise Dreyfus, en quien encontraría devoci6n
y apoyo académico extraordinarios. Durkheim present6 una tesis latina breve sobre
Montesquieu y, otra en francés, su Divisi6n del trabajo social, con las que se doctor6
en 1893. Esta última es uno de los hitos históricos de la sociología. En solo los
cuatro arios siguientes apareció su conciso y breve ensayo Las reglas del método
sociol6gieo (un texto crucial, aunque adolezca de alguna aleccionadora debilidad
metodológica fundamental, que considerare en seguida) y El suicidio, un estudio
cuya importancia en la historia de la ciencia social es difícil de exagerar, tanto por el
alcance de sus descubrimientos como por el de sus hallazgos metodo16gicos. Esta
intensa fase creativa de Emile Durkheim no pasó desapercibida. Las respuestas
polémicas que recibieron sus publicaciones despertaron la controversia, pero no
debilitaron la posici6n de la sociología en Francia. [No estuvo libre tal controversia
de algún episodio desagradable, como el enfrentamiento académico y científico de

78
Durkheim con el sociólogo Gabriel Tarde (1843-1904), cuya excelente obra no
merece 1a descalificaci6n sufrida a manos de Durkheim. A Tarde debemos
aportaciones pioneras en sociología de la opinión publica y de 1a comunicaci6n, así
como en psico10gia social.] Estas polémicas lograron afortunadamente que la
disciplina fuera tomada muy en serio politirios y troyanos. Inspirado por esta victoria
intelectual Durkheim fund6 un 'Anuario sociológico', en 1898. Esta había de
convertirse en una de las revistas de sociología mas refiladas (como sucedería en
Estados Unidos con el American Journal of Sociology fundado poco antes, en
Chicago, en 1892). La Annee vino a ser centro de encuentro de los dedicados
discípulos de Durkheim, destinados varios de ellos a constituir la espina dorsal de
la sociología francesa anterior a la Segunda Guerra Mundial. La Anne contiene
abundantes aportaciones del maestro. La publicaci6n pasaba revista anualmente a
la situaci6n de la disciplina en el mundo, con 10 cual contribuy6 también a su
internacionalizaci6n.

Durkheim había conseguido la primera catedra de ciencia social en Burdeos, es


decir, de sociología como materia distinta y singular. En 1902, se incorpor6 a la
Sorbona, donde, en 1913, el nombre 'sociología' apareci6 ya oficialmente en el de
su catedra. El año anterior había resido la que es la obra más considerable de
Durkheim, Las formas mentales de la vida religiosa. Mientras tanto, apoyado por el
Ministerio Educaci6n durante la Tercera Republica, Durkheim había trabajado en la
reforma educativa de Francia, mejorando las condiciones de la enseñanza y
propugnando la educación cívica apoyada en una moral laica y republicana, digna
de ser compartida por todos los ciudadanos, fueran 0 no creyentes de alguna
religi6n. Si fuera menester situar a Durkheim en el espectro político) habría que
definirle como un intelectual riguroso, muy activo dentro de la izquierda democrática
y reformista. Su celo por establecer la cientificidad de la disciplina sociol6gica no
estuvo nunca con una conciencia muy aguda de su misi6n como educador, como
intelectual preocupado por la que el entendia como crisis moral de su necesitada de
soluciones que solo un diagnóstico adecuado (basado) eso si, en la interpretaci6n
sociológica de tal crisis) podía suministrar. Ambas tareas se entrelazo felizmente en
sus indagaciones. En ellas tareas se hallaba enfrascado cuando estallo la Gran

79
Guerra. Durkheim se hizo cargo entonces de recoger y publicar documentos sobre
el conflicto, al tiempo que atacaba el nacionalismo expansionista y supremacista
germano. Su patriotismo francés era cosmopolita y universalista; ver en la ideología
predominante en Alemania un particularismo hegem6nico expansivo y peligroso.
Uno de sus hijos, Andre, que se había iniciado en la sociología del lenguaje tras
estudiar como el en la Normal, perecia en 1915 en Bulgaria, por heridas recibidas
en el frente. Aunque su padre se esforzó por' completar su estudio sobre moral en
los meses que siguieron, no pudo recuperarse de este revés. Mientras tanto,
elementos ultranacionalistas y reaccionarios franceses Ie zaherían por ser un
'profesor de origen aparentemente alemán y por ensenar una 'disciplina extranjera',
calumnias que recibía con estoica dignidad. Emile Durkheim murió en 1917! con
ellos.

Las reglas del método sociológico.

HECHOS SOCIALES Y CONOCIMIENTO SOCIOLOGICO Una de las mayores


aspiraciones intelectuales de Durkheim) tan potente al menos como la de
proporcionar un diagnóstico moral de su tiempo y una solución acorde con de dotar
a la sociología de la solidez necesaria para que de veras pudiera alcanzar la
categoría de ciencia. Tras haber publicado su obra sustancial, La división del trabajo
social, y haber explorado las aportaciones de varios sociólogos organicistas, ¡as!
como las de Spencer y Tbnnies, Durkheim juzgo que era menester presentar con
concisión y de modo tajantemente explicito, el método especifico de la sociología.
Era una ciencia social que se Ie antojaba demasiado imprecisa y hasta borrosa en
su presentación. Durkheim estaba persuadido de que era posible poner fin a tales
vaguedades. Con tal propósito compuso unos artículos en 1894, pronto publicados
en forma de un breve libro al año siguiente, con el título de Las reglas del método
sociol6gico. Por razones de claridad expositiva prestare atención a este texto, ¡as!
como a la aportación metodológica más descollante de Durkheim, su estudio
sociológico sobre las causas el suicidio, antes que a su indagación en torno a la
evolución histórica de la división social de las tareas, aunque esta última fuera algo
anterior a estos estudios. Las reglas es un ensayo lucido, breve,

80
extraordinariamente económico en su argumentación, y categórico en sus
afirmaciones. Precisamente por' ello invita a la evaluación crítica de sus posiciones
y conclusiones. El argumento parte de la insatisfacción que Durkheim siente por que
los 'hechos sociales' suelan ser tratados con tan poco rigor científico por parte de
las ciencias sociales. Dominaba el panorama sociológico de la época no solo cierta
inseguridad metodológica sino un considerable desaliñó conceptual, a despecho de
las numerosas invocaciones a la ciencia que hacían sus practicantes (de tales males
adolecían, según Durkheim, Comte y Spencer). Los sociólogos padecían de
'metafísica positivista' puesto que no abrazaban el necesario racionalismo, libre de
sentimentalismos y doctrinas nebulosas que la tarea exigía. ('Racionalista' es el
único calificativo que acepta Durkheim para que los demás aludan a sus doctrinas.)
La sociología no puede consistir en elaboraciones de prejuicios existentes 0 de
teorías vagas. Debe atenerse a los hechos, prestar toda su atención, como había
ensenado Montesquieu, a 'la naturaleza de las cosas'. Para lograr la dignidad teórica
y científica que merece la sociología tiene que poseer un objeto de estudio bien
claro y delimitado y atenerse a e1, como hacen las disciplinas académicas más
prestigiosas. Para la sociología tal objeto, sostiene Durkheim, es el hecho social.
¿Cuáles son las características de los hechos sociales? Para empezar, los hechos
sociales son cosas. No lo son como lo son las cosas materiales, pero comparten
con ellas rasgos notables: Los hechos sociales durkheimianos poseen estas
características, y por' ella conocerlos 'no implica ninguna concepción metafísica ni
especulación sobre el fondo de los seres'. Solo hay que admitir que son fenómenos
'exteriores a los individuos'. Son resultados de esa 'síntesis sui generis que
constituye toda la sociedad' y que produce fenómenos nuevos, distintos de los
biológicos, psicológicos o los físicos. Los hechos que de ella resultan son
fenómenos externos a nosotros, que se nos oponen como tales a nuestra conciencia
y voluntad, y que por 10 tanto poseen un carácter coactivo. Este es su rasgo
principal .Un hecho social (pertenecer a una familia, ser ciudadano de un país,
percibir un sueldo) posee ante todo una contundencia, una dureza, una consistencia
tan potente como la que pueda poseer un objeto material Este es su rasgo crucial
La coacción o coerción sociales (en francés la contrayente social) que acamparía

81
inseparablemente a los hechos puede no ser muy aparente (uno puede estar
felizmente instalado en la ley, o en el seno de una familia) pero eso no mengua su
poder y objetividad. En cuanto intentamos salirnos de su abrazo, 0 penetrar cotos
que nos son socialmente vedados, percibimos su contundencia. Ello entraría que
los hechos sociales posean una naturaleza moral: son juzgados, se aprueban, se
reprueban, se aplauden, se condenan. Hasta nuestra indiferencia ante ellos significa
que son lícitos 0 tolerables, mas no que carezcan de carga ética. La distinción
fundamental de los hechos sociales frente a todos los demás es que son
esencialmente morales. Si bien la coerción en toda su gama, desde la más suave
expresión de reproche al más duro castigo público, es una manifestación de la
contundencia y objetividad de los hechos sociales, su naturaleza moral nos revela
su más íntima característica, pues la coerción se legitima apoyándose en ella. El
individuo puede o no intervenir en la Genesis de los hechos sociales, pero una vez
constituidos, existen fuera de nosotros, como parte de la sociedad en la que
moramos, aunque sean definitorios de nuestra propia condición. Tenemos que
habérnoslas con ellos. (Los paralelos de esta noción, mutatis mutandis, con los
procesos de objetivación o reificación de la acción humana en la tradición marxiana
son obvios y merecen ser evocados, siempre que tengamos presente que el análisis
durkheimiano y el marxiano conducen por' sendas muy diversas.) Toda la sociología,
pues, debe pivotar sobre un 'principio fundamental: la realidad objetiva de los
hechos sociales'. AI igual que la física parte de pesantez, masa y energía de las
cosas, la sociología debe partir de iguales propiedades en los hechos sociales.
Estos son, una vez más, cosas. aquí la más polémica afirmación de Durkheim como
metodólogo. En el curso de su evolución teórica vino a ampliar esta noción a sus
ramificaciones morales. En efecto, la obligación moral (la de cumplir 0 no transgredir
normas) es una instancia puramente sociológica, y suprema, de la coacción que
acamparía a todo hecho social, según él.

82
4.2 Cohesión social, estructura y división del trabajo. Anomia y modernidad

Pp 237-244. Giner, S. (2001). Teoría Sociológica Clásica. España: Ariel.


EI esfuerzo de Durkheim por lograr la consolidaci6n metodológica de la sociología
no se limitó a establecer las normas y criterios expuestos en Las reglas, refinados y
muy revisados después en El suicidio. Incluyo, también, desde un buen principio,
una crítica muy severa a una concepción prevaleciente en su época, la que
podamos Hamar del individualismo como causa del orden social, procedente de un
liberalismo económico tejido de sociología evolucionista spenceriana. Según esta
visión la urdimbre y estructura sociales eran el resultado espontaneo de la
búsqueda, por parte de cada cual, de su interés propio. La noción clave era, pues,
la de intentos individual. Adam Smith mismo, uno de los progenitores de esta noción
singular; tan influyente hasta hoy, basa sus especulaciones en torno al orden social
sobre una teoría del interés, 0 de los intereses humanos, pero se siente insatisfecho
con a ella. Así Smith se vio obligado a apelar, en celebre expresión, a la 'mano oculta
de Dios' para dar razón de la presencia de una cohesi6n social general, de un orden
generalizado, en un mundo en el que, sin embargo, se supone que cada cual va a
10 suyo, sin mayor criterio que el que su propio interés Ie dicta, y en el que los
sentimientos morales de compasi6n y solidaridad (que Smith ciertamente no ignora,
antes al contrario) no bastan para explicarlo. En su primeriza obra La division del
trabajo social Emile Durkheim propone una teona altemativa, sociologica, que no
apeIe a la divina voluntad, como hiciera Smith, para entender el orden sociaL ni se
halle satisfecha con invocar la espontaneidad y el individualismo de los intereses
egoistas de cada cual. AI hacerlo muestra ya la que seria su preocupacion
predominante: la de intentar entender y explicar las causas del orden social a traves
de la 16gica de la propia sociedad y no mediante supuestas predisposiciones
animicas. Ya se ha visto como su analisis del suicidio se apoya sobre la nocion de
cohesion -la integracion grupalcomo causa, segun su intensidad, de las fuerzas
suicidogenicas presentes en cada colectividad. Ahora constataremos como se
adentra por toda la estructura social para dar cuenta de aqueHo que la mantiene
unida. Durkheim se plantea asi, socio16gicamente, una de las cuestiones clasicas
de 1a filosof'ia social -(como es posible el orden social?- a la que otros te6ricos

83
contemponineos suyos -Simmel sobre todotaran tambien dar respuesta. Fuera 0 no
Thomas Hobbes quien se la planteara por vez primera, en el siglo XVII, es
tradicional en sociologia Hamar a este intenogante te6rico fundamentalla 'pregunta
hobbesiana', apelativo con e1 que no sere yo quien rina. Para responder a esa
celebre pregunta, Durkheim avanza una concepcion sobre 1a naturaleza 10 que
elHama 'hechos morales' en la sociedad humana, que e1 entrelaza con una vision
de la evoluci6n hist6rica de la cohesi6n social y de nuestro lugar en ella. Culmina
ese esfuerzo con una teoria de la interdependencia de las tareas, ocupaciones e
instituciones en la sociedad moderna, as! como del modo en que fenomenos
aparentemente tan poco gregarios como es el individualismo deben entenderse
como consecuencias necesarias de dicha interdependencia, junto a la intensa
especializaci6n funcional del mundo contemporaneo. De cada uno de estos
aspectos de la aportacion durkheimiana intentare dar cumplida cuenta
sucesivamente. En primer lugar, Durkheim, heredero de Comte y Spencer a pesar
de sus criticas contra entrambos, se esfuerza por consolidar un entendimiento
holista de la sociedad. Esta conforma una totalidad 0 un todo (halos, en griego)
segun la cual es mas que la mera suma de las partes. No solo eso, sino que
representa, como habia senalado Comte, una realidad emergente distinta y superior
a la meramente biol6gica y zoologica de la especie humana. Una sociedad es una
realidad sui generis, ineductible a otros niveles de 10 real. En Durkheim, eso sl, esa
estructura ya no consiste en la mas vaporosa e inaprensible 'humanidad' de Comte,
sino en algo estudiable y concreto, sujeto a una indagaci6n empirica y rigurosa. Ello
se percibe ya en su Division del trabajo social, a pesar de que esta obra posea
caracteristicas de considerable abstraccion. El argumento general de la Division del
trabajo parte de un analisis del ligamen social, es decir de aquello que nos mantiene
unidos en cada relaci6n mutua entre seres humanos. A ese ligamen da Durkheim el
nombre de solidaridad social, expresion que en su obra puede entranar, 0 no, los
sentimientos de empatia y solicitud 0 atencion al projimo que la palabra en
ellenguaje coniente. Escudrinar naturaleza de ese ligamen nos permitira tambien
responder a otra pregunta fundamental que es menester formularse con respecto a
toda sociedad compleja y en especialla moderna, en la que cada ser humano es

84
entendido como persona independiente, dotada derechos y obligaciones, y
soberana de al gun modo. Es decir, como individuo. En palabras de Durkheim,
«(como es que, haciendose cada vez mas autonomo, el individuo depende cada vez
mas de la sociedad?». Para responderla, Durkheim postula un proceso de evolucion
social historic a a traves de los tiempos segun el cualla humanidad habrfa pasado
de un genero de solidaridad primitiv~ a otro, muy distinto, especfficamente moderno,
y ella a traves de un desarrollo incesante de la division del trabajo, 0 de las tareas,
en la sociedad, un proceso de continua y progresiva especializacion funcional. AI
asumir la existencia de una gran transicion historica que subyace bajo los mutiples
avatares conocidos de la historia, es evidente que Durkheim se inserta de Heno en
la tradicion occidental, que hemos visto consolidarse en la Ilustracion (con la teoria
del progreso), segun la cual se ha producido un gran paso desde las sociedades
tradicionalistas, religiosas, tribalmente unidas y conservadoras, a otras
caracterizadas por una intensa mudanza, una acumulacion exponencial de la
riqueza, una especializacion incremental de tareas y un creciente racionalismo
utilitarista. Ya constatamos hasta qué punto los grandes teóricos del siglo XIX -
Comte, Tocqueville, Marx, Spencer- comulgaron con esta idea y como, en sus
postrimerías, Tbnnies supo categorizarla con sus dos construcciones conceptuales,
la de la comunidad y la de la asociación. Antes, Tocqueville había distinguido entre
sociedades aristocráticas' y 'sociedades democráticas' como ordenes
esencialmente distintos, unidos por una trascendental transición histórica. Y
Spencer haría lo propio entre sociedades militares y civiles o industriales. Como se
afiale en su lugar, hay notables polaridades sociales que guardan profundas
semejanzas con estas en Comte, Marx varios y otros pensadores decimonónicos.
La teoría durkheiminiana de tal transición así como de la polaridad entre uno y otro
género de formación social- presenta afinidades con estas aportaciones -varias de
las cuales conocía a fondo pero también diferencias, que el mismo se complació en
señalar la tesis nuclear de Durkheim consiste en asumir, primero, que hay dos
modos esencialmente distintos de ligamen social, solidaridad a los que llama,
respectivamente, solidaridad mecánica y solidaridad orgánica y, segundo, que la
división progresiva de las tareas ha ido sustituyendo de la conciencia común y

85
compartida de los seres humanos, de modo que en la modernidad no es esta, sino
la complementariedad, la que mantiene la cohesión social, es decir, la que hace
posible la sociedad en condiciones de una muy aguda diferenciación interna. Hay,
en primer lugar, sociedades dominadas por la solidaridad mecánica. Son aquellas
en las que la cohesión que une a todos sus componentes les hace actuar al unisonó
y, en gran medida, de la misma manera (asimismo, les fuerza a sentir y pensar de
igual modo). Son sociedades segmentarias (según su vocabulario), homogéneas,
con casi nula o muy baja diferenciación interna y especialización de tareas. Haya
ellas armonía solo en tanto en cuanto sus miembros se conducen con dependencia
e identificación mutuas. El derecho penal es en ellas supremo. Toda desviación se
castiga como un sacrilegio imperdonable. En contraste con ellas encontramos las
sociedades de solidaridad orgánica, cuya cohesi6n depende precisamente de 10
contrario, la diferenciaci6n interna. Se incrementa su unidad por causas opuestas a
las anteriores: cuanto mayor es la especilizaci6n y la individuaci6n de cada cual,
mayor es la solidaridad orgánica. La conciencia individual (según el principio
'sociologista' de Durkheim) es froto de las condiciones sociales en las que vivimos
y nos hacemos, y no una mentalidad que deba explicarse por causas psicológicas
solamente. La estructura social heterogénea, trabada sin embargo en una red de
complementariedades nos obliga a entendernos a nosotros mismos como partes de
un mundo complejo de interdependencias que nos exige ser distintos. Moramos así
en un orden 'orgánico' en el cual cada grupo e individuo se distingue por sus
actividades propias diferentes pero que suelen complementarse, directa o
indirectamente. derecho civil y el contractual ocupan un lugar mucho más importante
que el penal. Nada más alejado del orden mecánico. En este Ultimo la conciencia
del individuo es inseparable de la conciencia colectiva: no hay distanciaci6n. De
hecho, no hay individuo en una sociedad tribal primitiva, en un mundo en el que no
hay macro sociedades como las cubiertas por los estados nacionales modernos,
sino un conjunto de 'segmentos' aislados sobre la faz de la tierra. Las creencias y
sentimientos de todos en cada tribu son también los de cada cual. La equiparaci6n
de la solidaridad mecánica con las sociedades tribales, primitivas y 'simples' y la
'orgánica' con las modernas, avanzadas o por lo menos con las civilizaciones

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complejas de antafio es fácil de hacer. La teoría durkheiminiana se presta a ello. No
obstante, las cosas no son tan sencillas. En efecto, los procesos de identificaci6n
entre gentes diferentes por medio de etnias, religiones, ideologías u otros mundos
compartidos sucede también en el marco de las sociedades modernas.
(Recuérdese que Tonnies insistía en la reaparici6n de lo comunitario en el seno de
lo asociativo.) Aun bajo condiciones de modernidad el ser humano no ha perdido su
dimensi6n mecánica frente a la orgánica, puesto que frente a la conciencia que lo
empuja a ser distinto, a afirmar Ia propia personalidad y albedrio, se levanta otra
conciencia que nos impide a la fusión e identificaci6n con la totalidad de la naci6n,
pueblo, o colectividad a la que pertenecemos. Ello no es 6bice para que Durkheim
considere que, en line as generales, el paso de la solidaridad mecánica a la orgánica
es un hecho hist6rico que representa el predominio de uno y otro modo de lazo
social. Son dos mundos. Las sociedades antiguas o primitivas que han perdurado
hasta los tiempos modernos se basan en la unidad emocional y credencial,
plasmada en la homogeneidad. Cada una de ellas es un segmento de la humanidad,
de ahí que Durkheim las llamara sociedades segmentarias. En cambio, las
civilizaciones posteriores, y en especial moderna, reposan sobre la diferenciaci6n
funcional de tareas complementarias. Se estructuran a través de instituciones
diversas y reparten tareas distintas a las gentes que las componen.

No acaba aquí la naturaleza de la estructura que, en cada caso, suministra


coherencia a la vida social. En consonancia con las ideas (recién examinadas) sobre
la contundencia de los hechos sociales como hechos morales, Durkheim sostiene
que la semejanza 0 'similitud de conciencias' que se produce en las sociedades
segmentarias 0 de solidaridad mecánica debe ser mantenida punitivamente. La
coerción penal, es decir, el derecho penal, constituye la base de la ley en estas
sociedades. EI grupo, clan, tribu, secta (0 un partido muy militante e
ideológicamente homogéneo en sociedades más avanzadas que las segmentarias,
afiado) responden a cualquier desviación con medidas represivas o con toda suerte
de sanciones, empezando por el ostracismo. EI destierro es en ellas un castigo
equivalente a menudo a la muerte: el miembro de la tribu es abandonado a un
mundo hostil en el que se verá obligado a sobrevivir en soledad e intemperie o será

87
esclavizado o humillado por otras tribus, cuando no perezca en sus manos por el
mero hecho de ser un extraño, un forastero imprevisto e inasimilable. La uniformidad
en la conducta, pero también en las creencias, es esencial en tales colectividades
primitivas, de modo que la conciencia compartida constituye la columna vertebral
de toda sociedad mecánicamente unida. En cambio, en las sociedades de
diferenciación orgánica, el derecho predominante, como acabo de señalar, es el
civil, el contractual, el de prestación mutua de servicios. EI médico que atiende
enfermo (que puede ser un ingeniero, una comadrona, un juez, un albañil) necesita
también de sus servicios para vivir su propia vida, aunque no los reciba directamente
por trueque sino indirectamente en el mercado de trabajo y ocupación. Las
actividades de los moradores en sociedades de solidaridad orgánica se hallan
reguladas por' un derecho laico, civil y contractual. La relación contractual de las
sociedades unidas por solidaridad orgánica no es tan solo la que aparece sobre un
documento de compraventa, prestación de servicios, nombramiento y aceptación
de cargo, u otros escritos o pronunciamientos aceptados por las partes contratantes,
sino que además contiene elementos implícitos que Ie dan validez. Son, en celebre
expresión de Durkheim 'los elementos no contractuales de todo contrato', su
dimensión social creencias, normas y implícitos compartidos. Todo contrato asume
realidades que no constan en el explícitamente. Puede asumir, por ejemplo, que la
mujer es igual al hombre (en unas sociedades) o que es inferior e incapaz de firmar
sin tutela (en otras), o que los firmantes son ciudadanos de una democracia de
gentes iguales ante la ley, que no lo son, según los casos. La existencia de la
polaridad durkheiminiana carecería de demasiado interés si no viniera acompañada
de una teoría sobre la gran transición histórica que ha conducido a la humanidad
desde el reino de las sociedades segmentarias al de las orgánicas. Que dinámica,
o lógica transformativa, ¿nos ha arrastrado de la una a la otra? La hipótesis de
Durkheim descansa sobre lo que emana un incremento de la densidad moral las
sociedades a través, primero, del mero crecimiento demográfico. aumento de
población sobre un mismo territorio pone en relación entre si a dos a más
sociedades segmentarias (tribus) cuyas conciencias colectivas correspondientes no
siempre se funden en otra nueva, sino que crean un inicio de complejidad de valores

88
y actitudes, así como de creenamen de una incipiente división del trabajo, si
asumimos que cada segmento acarrea consigo modos de conducta (de caza,
pesca, construcción, atuendo, lenguaje) distintos. Durkheim intuye así que el mero
volumen es importante para la naturaleza de la estructura social. (Aunque la teoría
tendría que esperar a Simmel para damos su lacion notable sobre la relación entre
el medio y tamaño de población con la estructura social). AI incrementarse y cubrir
más espacio (un espacio que no es homogéneo), dice Durkheim, volumen fomenta
la diferenciación íntima y la complejidad moral normativa, no necesariamente legal)
que rige las relaciones entre los miembros de la sociedad. Una consecuencia crucial
del incremento en complejidad es el hecho de que las ideas abstractas y generales
hacen su aparición. La estructura social, afirma Durkheim -con lo que propone una
seminal a la que sacara considerable partido en su obra maestra Las formas
elementales de la vida religiosa- determina la producción de nociones abstractas
que posibilita toda civilización avanzada. AI varios modos de percibir, pensar y sentir,
de entender las cosas y las causas de ellas, surgen inevitablemente tales nociones:
[...J cuando la civilizaci6n crece sobre un campo de acci6n más amplio, cuando
cubre a más gente y cosas, necesariamente surgen las ideas generales y llegan a
ser predominantes. La idea del 'hombre', por ejemplo, suplanta a la del 'romano' en
la ley, la moralidad y la religión. La del 'romano' al ser más concreta es más
refractaria a la ciencia. Es el aumento del volumen de las sociedades y su mayor
condensaci6n 10 que explica esta gran transformaci6n. Una 'gran transformación'
que no es licito atribuir a un solo estadio de la civilización -por ejemplo, el sino a un
proceso de mayor alcance atm. EI capitalismo es una culminación de la
diferenciación funcional históricamente desarrollada. Una culminación que no es fa
cumbre de 10 alcanzable ni mucho menos, puesto que un futuro socialismo
(democrático, valga la redundancia) podría limar las asperezas de las
disfuncionalidades y anomias producidas por tal orden económico. Una percepción
muy clara de esa diferenciación progresiva de las tareas aparece en Spencer quien
Durkheim toma con frecuencia distancias- pero de la que otros estudiosos signo
muy diverso estaban conscientes, empezando por Marx y Así, la aportación del
último a través de sus especulaciones sobre de la familia, la propiedad privada y el

89
gobierno, como ya hemos tenido amplia oportunidad de sopesar, obedecen a la
preocupación por identificar una dinámica transformativa de largo alcance en las
sociedades humanas que las conduce a la modernidad. Preocupaci6n central a todo
el pensamiento socio16gico, desde sus inicios hasta el momento presente. La
primera divisi6n del trabajo en la sociedad que fue más allá de las especializaciones
forzadas por el sexo y la edad provino, pues, según Durkheim, del mero aumento
de volumen y densidad de las primeras sociedades humanas. El fen6meno impuso
desde el principio un incremento en la variedad interna: crecer es ocupar mayor
territorio, así como tener que habérselas con las anfractuosidades y diferencias del
espacio; también es toparse con otras poblaciones distintas. Ello lleva a mutuos
contactos entre diversos segmentos con experiencias, costumbres y creencias
diversas. Las interpenetraciones y movimientos de poblaci6n fuerzan así un proceso
de diferenciaci6n que ya no pararía. El determismo social que lo empuja es completo
en términos durkheimianos: no hay en ellos intenciones, ni héroes, ni estrategias de
nadie. La densidad moral, la conceptual y la lingüística son subproductos en última
instancia de la poblacional. Una vez desencadenado el proceso, la sociedad
fomenta y permite la especializaci6n gracias a los beneficios que de ella extrae y
también porque permite la coexistencia pacífica. La convivencia significa que las
gentes no se enfrentan directamente por un mismo bien: un hombre afilo y amaña
flechas, el otro abate caza y Ie entrega parte de ella en trueque por más arcos y
flechas. Todo ella encaja con nociones recibidas de Darwin: «la divisi6n del trabajo
es el resultado de la lucha por la vida» dice categ6ricamente Durkheim. Su teoría
no pertenece al darwinismo social de la época, pero muestra ya las huellas de c6mo
algunas de las ideas de Darwin comenzaban a pertenecer ya a la cultura científico-
social general. El aumento de la racionalidad en la ley, el surgimiento de la ciencia,
el declinar del principio hereditario frente al del mérito en la distribuci6n de privilegios
y recursos, en fin, los diversos pasos que han ido caracterizando las sociedades
más complejas, son entendidos par Durkheim como sucesivas oleadas de
acontecimientos desencadenados por la lógica inicial de las sociedades
segmentarias que las conduciría a su propia abolici6n. No es un proceso suave: la
expansi6n de los mercados y el desplazamiento frecuente de la violencia militar

90
cuando triunfa la mentalidad mercantil no significa una paulatina suplantaci6n del
militarismo por la paz civil definitiva (a la Spencer) sino que produce confusiones y
desencajes entre normas varias y morales en conflicto. La anomia y la confusi6n
moral modernas son fruto de fricciones, contradicciones e intereses encontrados.
La celeridad de la expansi6n de las sociedades industriales no permite una visión
risueña de la gran transformaci6n. La divisi6n del trabajo en estas sociedades
modernas es todo menos libre y pacífica, puesto que surge una división coactiva del
trabajo' que subyuga al trabajador y Ie explota. La solidaridad orgánica se convierte
entonces en una fría complementariedad entre faenas diversas y mutuamente
necesarias, una 'solidaridad' nada solidaria.

4.3 Orígenes sociales del individualismo y las corporaciones. Pp 245-248.


La doble faz de la modernidad -progreso con desequilibrio, innovación y anomia-
conduce, por un lado, a la producción de seres humanos con una personalidad
independiente, caracterizados por su irrepetible identidad, es decir, individuos;
por otro, impulsa su agrupación y cohesión a través de colectividades que
comparten ocupaciones y un lugar semejante en la división social de tareas, así
como instituciones íntimamente diferenciadas. El individualismo (esa mentalidad
corresponde a complejo cultural, económico y político característico nuestra
civilización) tiene su explicación sociológica a través de la de la modernización.
La actitud individualista de las gentes es estructuralmente necesaria para que se
cumpla el orden social de la modernidad. Por sí solo, un individualismo dejado a
su propia inercia, que es del egoísmo (y que la sociedad moderna también
fomenta), conduce a la desintegración social, pues socava cohesiones grupales
que disciplina solidaria. El individualismo, tan necesario para la dinámica
concurrencial moderna, puede así llegar a disgregar la propia urdimbre social
(por decirlo con durkheimianas palabras) y socavar a la postre sus propios
cimientos. Con estas constataciones Durkheim se aproxima a un fenómeno, el
de la ambivalencia sociológica, que solo Georg Simmel, llegada a conceptualizar
con nitidez y darle nombre. Así, en el caso de individualismo, vemos como este
genera que potencian un orden determinado al tiempo que, al intensificarse,
también lo socavan. Aquello que es constructivo y hasta esencial para quien lo

91
posee (lo es para el hombre moderno, que se realiza al distinguirse de los demás
en su personalidad y sus obras) también puede a serle pernicioso. La práctica
del individualismo (concurrencial, insolidario, egoísta) tiene sus costes, puesto
que en muchos casos nos sume en la confusión, la anomia o el fracaso
generados por las fricciones y danos de la refriega moderna. Diríase, glosando a
Durkheim desde la perspectiva del tiempo transcurrido, que la noción fracaso
personal, tan propia de nuestra cultura , solo acaece en una civilización
competitiva en la realización individual entendida como triunfo, y a veces como
de uno a todos (0 contra todos, 0 sobre todos) se en valor supremo general, para
muchísima gente. Ello es empero solo para unos pocos. La civilización
democrática e igualitaria genera sus campeones deportivos, iconos mediáticos,
dirigentes políticos, des artísticas y demás personajes, al margen de si tal triunfo
corresponde a algo más sustancial que la mera imagen social del portador y
también su galería de fracasados, marginados, vencidos, insatisfechos y
desasosegados crónicos. La preocupación por la desagregación de la urdimbre
moral la sociedad a través de sus propios imperativos individualistas y de división
de las tareas inspiro a Durkheim una doble estrategia. Por un lado, una teoría de
la posible reestructuración moderna la cohesión social; por otro, busco la solución
en una concepción de la educación y del socialismo.

A esta última me referiré al final de la exploración del pensamiento durkheimiano.


Pero la primera necesita ser evocada en el marco del individualismo. En una
segunda edición de La División del trabajo social Durkheim publico un prefacio
en el que explora una idea que había permanecido en la penumbra hasta
entonces: la del rol que las agrupaciones profesionales están destinadas a llenar
en la organización social de los pueblos contemporáneos. Hoy hay un estado de
anomia sostiene. al que deben atribuirse [ ... Los conflictos que renacen sin cesar
y los desórdenes de todas clases cuyo triste espectáculo nos da el mundo
econ6mico. Pues como nada contiene las fuerzas en presencia y no se les
asignan límites que estén obligados a respetar, tienden a desenvolverse sin
limitación y vienen a chocar unas con otras para rechazarse y reducirse
mutuamente. Sin duda las de mayor intensidad llegan a aplastar a las más

92
débiles o a subordinarlas. Pero aun cuando el vencido pueda resignarse durante
algún tiempo a una subordinación que está obligado a sufrir no consiente en ella
y par lo tanto, no constituir un equilibrio estable. Las treguas impuestas por la
violencia son provisionales y no pacifican a los espíritus. Las humanas no se
contienen sino ante un poder moral que respeten. Si falta toda autoridad de este
genera, la ley del más fuerte es la que reina y, latente o agudo, el estado de
guerra se hace necesariamente crónico.

El 'fenómeno morboso' de la 'anarquía moderna' no puede contenerse con la


represi6n estatal sistemática, es contraproducente y esencialmente maligna, sino
que necesita otras de disciplina. Para lograr un orden econ6mico como el
Durkheim, se suprimieron y no sin raz6n las antiguas corporaciones Mas ello tuvo
un coste, pues el moderno es un orden carente toda moral profesional. Cada uno
va a la suya sin criterios de solidaridad ni altruismo. Es menester reconstruir una
moral profesional para evitar anarquía. La profesionalidad como principio ético
de conducta decorosa, recta, ¡de juego limpio y civilidad halla as! en Durkheim
una primera reivindicación en el pensamiento moderno y alma, una explicación
sociológica. (Un sector de la filosofía moral, a finales del siglo XX, descubrió la
valía de esta noción, la de la ética profesional, y la reivindico en sus
especulaciones, aunque la referencia a Durkheim, que yo sepa, suele hallarse
ausente de Elías.) La profesionalidad, la idea del buen profesional, según
Durkheim, solo puede sustentarse sobre un nuevo gremialismo, del que tanto
sindicatos como organizaciones de patronos, opina, son modos incipientes de
organización profesional tal y como ella concibe. (Pensemos que los códigos
deontológicos de varias profesiones son solo creaciones también del siglo xx, por
mucho que el Juramento Hipocrático de los médicos posea venerable
antigüedad.) Durkheim reconoce que 'la corporación Hene en contra suya su
pasado histórico' (gremialista feudal, monopolista, anquilosado). Pero piensa que
los nuevos grupos y colegios profesionales no solo no se hal1an incapacitados
para ejercer una 'acción moral' sino que pueden transformarse en núcleos
creativos de ella, dando cohesión a sus miembros, orientación en su conducta y
freno a sus tendencias desaforadas. Hay pues frente a nosotros una tarea

93
importante, la de dotar de profesionalidad e integridad moral a las ocupaciones.
No corresponde a los sociólogos realizarla, sino a la ciudadanía y sus
representantes políticos, legislando. Se trata de vincular al grupo profesional al
ámbito económico a través de su moral corporativa, o 'régimen corporativo' en el
que deberían establecerse normas contra la inclinación al monopolio y a la
'inmovilización' propia de los gremios. Pero no solo hay que establecer normas:
Durkheim previene contra el peligro de que la corporación sea solo un ente
regulativo. Al contrario, una agrupación profesional es también 'una fuente de
vida sui generis', puesto que produce 'un calor que calienta y reanima corazones,
que les abre a la simpatía, que hunde egoísmo. Hay en esta cálida constatación
de Durkheim algo más que un eco de su propia concepción de las sociedades
segmentarias. Hay también una coincidencia nada casual con la noción marxiana
de la convivialidad del comunismo primitivo o la del porvenir, o la de la cámara
de clase entre proletarios, así como con lo que con tanta claridad había
expresado Tonnies acerca de la vida comunitaria. Durkheim recuerda al fin de su
segundo Prefacio que la difícil consolidación de los grupos profesionales no es
el único problema con que se enfrenta la sociedad modema. Si se logra, tampoco
es la única solución de nuestros males. No es una panacea. Conviene subrayarlo
porque ciertas ideologías posteriores, sumamente perversas, como fue la del
corporativismo fascista de varios regímenes dictatoriales europeos -Italia,
Alemania, España, Portugal- quisieron imponer un ordenamiento vertical y
violento de todo el pueblo según grandes categorías gremiales burocratizadas,
es decir, según criterios que no podían estar más alejados de las intenciones y
análisis Durkheim. No obstante, y con todas las debidas matizaciones, es cierto
que hay que asociar su nombre a aquella corriente de pensadores que han
buscado alternativas asociativas a la disgregación social impuesta por el
capitalismo, ¡que han coadyuvado as! a legitimar lo que ha venido en llamarse
corporativismo o corporativismo democnitico, para distinguirlo del propio de los
regímenes despóticos como fueron los de Mussolini, Hitler y Franco.

Sociogénesis del conocimiento y las creencias pp 248- 252.

94
Corre por toda la obra de Durkheim una concepci6n dualista de la naturaleza
humana. según el hay en el ser humano, por un lado, un núcleo sensual, pleno
de apetitos, con su tendencia emocional a sentir y desear y, por otro, una
inclinación hacia la conceptualización, la categorización y la normatividad, as!
como a la interiorización del orden y lenguaje que la sociedad impone. Poseernos
sensaciones y experimentamos deseos, pero los ordenamos conceptualmente
según lo que el mundo social nos impone, aunque pensemos que sean nuestros.
Son el haz y el ensayo de nuestra condición. Los deseos y anhelos son máso
menos nebulosos, aunque sean muy potentes. Por su parte las nociones,
conceptos y clasificaciones con los que ordenamos nuestro mundo (y que
proceden siempre de la sociedad) poseen configuración y precisión, tienen
forma. Son las bases de los mitos, relatos y explicaciones causales a través de
los cuales entendemos el mundo y la vida, y nos las hacemos con ellos a cada
paso. La idea seminal de Durkheim es que, frente a las emociones, es solo la
sociedad la que nos suministra tales explicaciones, conceptos y categorías. Sin
estos no es posible imponer orden al caos de las sensaciones y emociones, ni
tampoco adquirir conocimiento racional, ni ciencia, ni filosofía, ni alcanzar
progreso cultural. La tradición filosófica europea, desde Platón y Aristóteles hasta
el mismo Kant, anduvo buscando un origen de los conceptos o nociones
esenciales mediante los cuales el hombre se enfrenta con la realidad, tales como
los de causa, forma, sustancia, espacio y tiempo. Sus representantes avanzaron
diversas teorías acerca de las ideas innatas que presuntamente posee el
hombre. Ideas y nociones que, al serlo, no necesitan aprendizaje alguno. algún
científico social anterior a Durkheim, como el mismo Marx, ya comenzó a romper
con 10 que presumía tal supuesto. Así, insinuó que muchas de las imágenes y
creencias críticas o religiosas de la humanidad obedecían a fenómenos sociales
específicos. (Por ejemplo, la visión de la divinidad, la Trinidad y la Sagrada
Familia eran según él una abstracción de ordenes políticos y familiares de poder
presentes en la especie humana; algo así como proyecciones míticas de
fenómenos rúndanos.) Empero, las tradiciones aristotélica, cartesiana y kantiana,
eran demasiado fuertes para que alguien osara afirmar que todas las nociones

95
abstractas -y por lo tanto la capacidad humana de generalizar, conceptualizar y
analizar- proceden de la sociedad. Hasta que Durkheim intento sociologizar todo
el conocimiento humano.

Durkheim monto una crítica sistemática de la posición (o posiciones) de la filosofía


tradicional por lo que respecto a esta cuestión epistemológica. Lo hizo mediante
la construcción de una teoría estrictamente sociológica que sociogénesis -por
usar una feliz expresión que no es suya, sino de Norbert Elías- de las nociones
y conceptos clave sobre los que se apoyan las creencias y el conocimiento
humano. En ninguna otra dimensión de su obra hall a mejor expresión su amado
sociologismo que en su teoría producción social del conocimiento y de las
creencias. Durkheim argumento su posición mediante una indagación acerca de
la naturaleza de la religión. Sus Formas elementales de la vida religiosa
contienen un largo estudio sobre los condicionamientos sociales del pensamiento
humane (incluso abstracto) así como sobre los orígenes sociales de las
creencias, en especial de las sobrenaturales, pero también de las naturales y
punto de vista de la historia de las ideas, las Formas elementales se en una
corriente europea que revisa las posiciones (incluso anticlericales y anti
eclesiásticas) heredadas de la Ilustración. racionalismo europeo en una primera
fase trato muy frecuentemente toda religión conocida -salvo quizás algunas
concepciones filosóficas o panteístas, que profanan una religión altamente como
asimilable a la superchería o a la superstición, como expresión poética de
hombres ignorantes y amedrentados. (La misma expresión de que la religión es
el opio del pueblo no es solo una muy potente, sino que refleja en su autor la
fuerte dosis de incomprensión que caracteriza al racionalismo de su época.)
correspondió en muy buena parte a los sociólogos (precedidos por los etnólogos)
la reconsideración de ese modo grosero de tratar las creencias sobrenaturales
de la humanidad, para empezar a ver en ellas no solo mitos interesantes y
posibles verdades ocultas sino también genuinas expresiones de sabiduría, por
muy erróneas o equivocadas que estén cuando se toman al pie de la letra. No es
que los sociólogos reivindicaran la religión misma, ni que la abrazaran. Solo (y
no es poco) que la respetaran y hallaran en ella un campo feraz del que aprender

96
cosas hasta entonces ignoradas. En esta tarea desarrollo Durkheim. A el
debemos un completo distanciamiento tanto de la actitud de socialista al estilo
de las fantasías futuristas de Comte como de la supina incomprensión ante
ciertos fenómenos religiosos que muestran los racionalistas antirreligiosos. Unos
y otros atribuían a la religión rasgos de infantilismo incurable o pensaban que era
una reliquia de períodos primitivas la humanidad. Solo algunos estudiosos, como
el propio maestro de Durkheim, Fustel de Coulanges, habían empezado a
tomarse en serio la religión como objeto de estudio racional Su entendimiento de
la ciudad clásica -Atenas y Roma- como ente de culto divino y su explicación del
peso de la religión en el desarrollo de la política, el individualismo y la democracia
antiguas habían supuesto una innovación sin la cual Durkheim no se ex plica.
Fustel demostró que la religión se funde con el reino del poder y de la estructura
social. En su Ciudad antigua contemplamos como las luchas y revoluciones
políticas de Atenas y Roma resultaron en la fusión de cultos familiares y tribales
en la religión general de toda la ciudad. El contenido de una religión posee sus
ramas en el orden político sobre el que impera y refleja sus jerarquías. Junto a
estas nociones, la lectura de un autor como Robertson Smith (también influido
por Fustel) con su La religión de los semitas (1889) así como la de otros
etnógrafos anglo americanos fue para Durkheim una revelación: la divinización
del propio clan en los pueblos tribales, la comunión (comida ritual comunal), la
presencia de un tótem en todos ellos, Ie hicieron pensar en que existía una
producción religiosa del conocimiento. La obra de Sir James Frazer La rama
dorada, de1890, con su catalogación de rituales, creencias y costumbres
exóticas también influyo en su decisión de elaborar una socio logia de la religión.
Durkheim parte de la idea de que las nociones básicas mediante las cuales
somos capaces de entender racionalmente el mundo de categorías como las de
tiempo, espacio, causa, numero, clase, sustancia, personalidad han sido
engendradas históricamente a través de la religión, y que esta es, a su vez, un
producto social. Afirma lapidariamente: La conclusi6n general [ ... J es que la
religión es algo eminente mente social. Las representaciones religiosas son
representaciones colectivas que expresan realidades colectivas [ ... J y las

97
categorías son de origen religioso. He aquí en una palabra la noción central que
inspira la exploración de Durkheim. Para realizarla quiso concentrar su atención
sobre un pueblo, lo más primitivo posible, en el que la religión se manifiesta la
de la forma menos complicada, y así evitar las dificultades a las que tenía que
exponerse toda consideración de alguna gran religión en toda su complejidad y
vinculaciones con la civilización y los avatares de la historia. Tal exploración tenía
sentido, según el, porque a pesar de la evo lución historica de las religiones,
estas poseen siempre y en todo lugar los mismos rasgos básicos, las mismas
formas elementales. Toda religión está compuesta de ritos, mitos, una feligresa
en forma de iglesia, y otros rasgos compartidos. Con ese motivo Durkheim
exploro los documentos disponibles sobre religiones de pueblos salvajes' y dio
con los referentes a Australia, continente del que iban llegando informaciones
sobre sus formas altamente primitivas (se presumía) de expresión religiosa y
organización tribal en torno a la práctica del totemismo. Esta imponía en torno al
culto totémico un conjunto de reglas, como la exogamia -la obligación de contraer
matrimonio con una persona parte neciente a un tótem distinto al propio, es decir
a otro clan-las cuales, a su vez, estructuraban el mundo social de las tribus en
forma de linajes y danés distintos. Al mismo tiempo introducían símbolos
(emblemas totémicos), festejos, linajes (creencias sobre descendencia' familiar
del tótem), prohibiciones (tabúes) y obligaciones. La religión aparecía pues como
una fuente fundamental a partir de la cual se ordenaba la vida social y sus
prácticas más elementales al tiempo que se proporcionaba sentido a la vida
moral de sus miembros y su concepción de sf mismos y del cosmos. La religión
tiene que ver, sin duda, con sobrenaturales y, a menudo, con dioses, pero para
Durkheim 10 crucial es que su disciplina, devociones y rituales imponen un orden
y una experiencia compartida, las cuales engendran unas representaciones
colectivas 0 nociones e ideas pertenecientes a todos los miembros. Estas
representaciones los unen y generan orden, identidad, compenetración,
altruismo, espíritu de sacrificio y hasta buenos modales (tales representaciones
colectivas adquieren en Las formas elementales mayor precisión que la
expresión conciencia colectiva que había usado antes Durkheim). posterior

98
secularización historica de las representaciones colectivas y las prácticas de
convivencia y civismo de las no entrafia que, históricamente, su no deba hallarse
en estas formas originales de la vida religiosa de nuestros ancestros. Nuestros
buenos modales de hoy son totalmente seculares, pero en su origen remoto iban
ligados a la conducta piadosa y ritualmente obligada. La piedad era (yes) una
forma de buena conducta. Las grandes religiones regulan las relaciones
paternofiliales, por' ejemplo, con sanciones y mandamientos. según Durkheim
las representaciones colectivas (los dioses, mitos, la concepción de la propia
sociedad, la del lugar de cada cual en ella) se forjan a través la práctica religiosa.
ritual, el tabú -lo prohibido-, los festejos, los tiempos sagrados de siembra, caza
0 cosecha, determinan nuestro sentido del tiempo, del espacio, del deber, del
derecho, de la autoridad. En nada puede sorprender esto a quienes se hallan
más familiarizados con religiones complejas, como la cristiana, que determina
causas (Dios creador, la Providencia), tiempos (Adviento, Cuaresma, Navidad,
Pascua, as! como la futura Resurrección de la Carne y el Fin del Mundo),
calendarios (afio 1999, 2000, 2001 después de Cristo), prohibiciones (tabú del
incesto), obligaciones (no hurtar, no mentir, no matar, practicar' los sacramentos),
y as! sucesivamente. EI conocimiento de que en las civilizaciones más
tempranas -Mesopotamia, Egipto- la legislación secular, por así decirlo, en
lenguaje religioso, emitido por un poder investido de poderes ultraterrenos abona
la noción de que la sanción religiosa fue la primera que se impuso en el universo
de la ley. La determinación ritual, es decir, formal, de las formas elementales de
la religión no basta, cree Durkheim. Son esas situaciones de efervescencia
colectiva, de intensa emoción insuda para que calen hondo en la mente y corazón
de las gentes. Sin efervescencia común no hay noción de participación en lo
sobrenatural ni total entrega a lo que es real mente sagrado para el hombre, su
propia sociedad. Dios es la sociedad, llegara a sentenciar, en la más celebre de
sus expresiones. Lo que a ciertos observadores puede parecer un momento de
agitación orgiástica, una euforia momentánea, una euforia colectiva pasajera,
posee para Durkheim un valor socio16gico definitivo. (La identificaci6n con una
naci6n, un partido, un ejército que entra en liza, un equipo deportivo, no pueden

99
realizarse sin tales momentos de efervescencia, de entusiasmo colectivo.) En
esos momentos los seres humanos sienten que están en contacto y
comunicación con una esfera poderosa que les posee y trasciende: se trata de
lo sagrado. Son momentos también en los que se afirma un concepto en la mente
de los participantes: nosotros frente a ellos; nuestra naci6n; nuestro equipo; lo
bueno y lo malo; y tantas otras nociones emocional mente compartidas. según
Durkheim, el mundo del homo religiosus se halla penetrado todo el por una
dicotomía crucial, la más elemental de las formas ele mentales que indaga: la
separación entre fo sagrado y fo profano. De hecho la religión debe ser definida
en relación con la primera esfera de la realidad. Hay cos as sagradas -un altar,
un templo, una imagen de un santo o profeta, una montaña mágica, como la de
Montserrat, una cue va, un rio, como el Ganges- como hay gestos que lo son -
una bendición o hasta personas -un sacerdote, un pontífice- por su acceso y
contacto con lo sagrado (el t6tem, en una sociedad primitiva, es el prototipo de
lo sagrado). Junto a lo sagrado, y separado de él, hay un mundo influido por él,
pero que no posee sus características sobrenaturales, el de lo profano. A la luz
de estas nociones, Durkheim afirma que la religión es: [...J un sistema unificado
de creencias y practicas relativas a objetos sagrados, es decir, formas separadas
y prohibidas; creencias y prácticas que unen una comunidad única, llamada
iglesia, a todos aquellos que se ad hieren a ella.

4.4 Educación y socialismo. La herencia de Durkheim. (256-258).


Ritzer, G. (2001). Teoría Sociológica Clásica, España: Mc Graw Hill.

El determinismo sociológico durkheimiano deja, en apariencia, poco espacio para


la programación reflexiva de reformas sociales. Sin embargo, Durkheim era un
reformista, un socialista laico y republicano. Su con fianza en la posibilidad de
una política social que dirigiera el cambio hacia el socialismo se fundamentaba
en su convicción de que la evolución de las sociedades industriales ya había
tornado esa senda. En otras palabras, había determinado nuestra predisposición
a la reforma. La labor reformista consistía en fomentar aún más la maduración
del proceso. Esa era la tarea de la sociología de la educación. Durkheim es el
fundador de esta última disciplina. Paradójicamente, el fundador posee en este

100
terreno una obra dispersa, y a menudo de aparici6n p6stuma, en la que faltan
por desgracia algunos manuscritos perdidos. La confianza de Durkheim en la
educaci6n como agente de reforma proviene directamente de su determinismo
social en materia de formación, es decir, de su sociología del conocimiento y de
la religi6n. Como indique el reformismo durkheimiano -racionalista, socialista y
en cierto sentido estatista republicano, pues pone su en las políticas educativas
ministeriales en materia de instrucci6n publica- encaja con las ideas políticas de
la Francia laica de su época, la de la Tercera Republica, no exentas del
paternalismo centralista que tanta raigambre tiene en aquel país. Cierta izquierda
radical posterior, sabedora de su influjo sobre las políticas del gobierno, ha visto
en Durkheim poco menos que una ideología de la burguesía de su época. (Si
ella fuera cierta habría que matizar, puesto que esa burguesía seria s6lo la laica,
y no la católica, con la cual quedará menguada en número y alcance.)
Ciertamente, Durkheim no creía viable una emancipación popular rápida a través
de la educación. Pero estaba convencido, como muestra en sus notas sobre las
ideas educativas del Emilio de Rousseau -y más aún, su propio socio logismo-
de la fuerza que posee la inculcación de ideas y saberes sobre niños y jóvenes.
Pero no estaba dispuesto a imponer de la noche a la manada, y a gran escala,
una reforma educativa para la que no encontraba recursos disponibles, no solo
económicos sino también humanos, en la Francia de su tiempo. Deseaba, eso
s1, poner en práctica sin dilación una reforma educativa que ensenara -a los
niños de las escuelas primarias una moral en términos puramente laicos- para
inculcarles las virtudes públicas, la solidaridad y el patriotismo republicano.

Su sociología de la educaci6n responde a una reacción contra el individualismo


excesivo que percibe en las ideas pedag6gicas de Kant, John Stuart Mill y
Herbert Spencer. La educación es para Durkheim un pro ceso social, en el que
cada generación 'socializa' a la siguiente incorporándola a sus valores y
actitudes. El proceso de socialización- noción clave hoy en sociología

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Referencias.

Ritzer, G. (2001). Teoría Sociológica Clásica, España: Mc Graw Hill.

Zeitlin, I. (1982). Ideología y teoría sociológica, Buenos Aires: Amorrourtu.

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