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a) Introducción. Concepto.
Es persona física el sujeto individual y, como tal, titular de derechos y obligaciones, y persona
jurídica la entidad incorporal o social a la que la ley reconoce capacidad para asumir derechos y
obligaciones. Para referirse a la persona física, las fuentes romanas utilizan los términos: persona y
caput (cabeza o individuo). Los entes o personas jurídicas, sociales, abstractas, o colectivas, son
conocidos, en Derecho Romano, bajo los vocablos de societates, collegia, universitates, etc, y se
corresponden con las modernas denominaciones de sociedades, asociaciones y fundaciones.
Gayo afirma que todos los hombres o son libres o son esclavos. En sus Instituciones, menciona dos
divisiones en el ámbito del derecho de personas: Las distingue entre personas independientes (sui
iuris), en cuanto no sometidas a patria potestad, y personas dependientes (alieni iuris), o sometidas a
potestad ajena, y la que diferencia entre ciudadanos, latinos y peregrinos.
Con el término capax se alude en el lenguaje jurídico romano a la idoneidad de una persona para ser
titular de derechos y obligaciones en relaciones concretas. El término caput se utiliza en las fuentes
clásicas para aludir al individuo que integrado en un grupo o comunidad, deja de pertenecer a la
comunidad de la que formaba parte, lo que sucede cuando un individuo pierde la libertad o la
ciudadanía, o cambia de posición jurídica dentro del grupo familiar. En las fuentes bizantinas, la voz
caput se utiliza ya en el sentido de capacidad. Con el término status se hace referencia a la posición de
una persona en relación con la libertad, status libertatis, con la ciudadanía, status civitatis, o con la
familia, status familiae.
En el ámbito del Derecho Civil y, por tanto, del ser humano en cuanto sujetos de derechos de carácter
privado, hay que afirmar que la persona solo cobra existencia mediante el nacimiento, respecto del
que se exige el cumplimiento de una serie de requisitos, señalados por la Jurisprudencia romana y
recogidos, algunos de ellos, por Justiniano en una constitución del año 530.
El feto debe nacer vivo. Así en D. 50.16.129, afirma Paulo que: “Quienes nacen muertos, no son
considerados ni nacidos, ni procreados, pues nunca pudieron llamarse hijos”. A los efectos de la
determinación de existencia o no de vida, los juristas de la escuela proculeyana, consideraban que se
requería que el recién nacido emitiese algún sonido para que se considerase vivo y, por el contrario,
los juristas sabinianos, entendían que bastaba con que el nuevo ser se moviese o respirase, lo que se
produciría, en todo caso, aunque este fuese mudo, para entender que había nacido vivo, criterio
seguido por Justiniano, por su mayor flexibilidad u propensión a favorecer la presunción de vida
extrauterina.
Asimismo, el nuevo ser debe tener forma humana. Los textos se refieren a prodigios de la
naturaleza, y por ello casos sumamente excepcionales, en los que el nacido no cabe que sea incluido
dentro del género humano, lo que obviamente no tiene nada que ver con la pluralidad de miembros o
de órganos, que en nada afecta a su consideración como persona. Así en D. 1.5.14: “No son tenido
hijos los que nacen sin la forma humana habitual, como cuando una mujer da a luz a algo monstruoso
o prodigioso”.
En cuanto al derecho civil actual: No nacer viable se considera, por la mayoría de las legislaciones
modernas, a efectos civiles, como equivalente a no nacer con vida, si bien la prueba atinente a la
viabilidad varía en los distintos textos legales. Así el CC español establecía hasta 2011 un plazo
mínimo de 24 horas de vida extrauterina, en el artículo 30, en su párrafo segundo suprimido en la
actualidad. Se evitan, con el mencionado plazo, los problemas de prueba que podrían plantearse en los
casos de recién nacidos fallecidos de forma súbita.
Las exigencias de que el feto tuviere figura humana y viviere veinticuatro horas enteramente
desprendido del seno materno, han estado vigentes en el Derecho español hasta el años 2011, en el
que la nueva redacción del artículo 30 del Código Civil quedó formulada del siguiente tenor: “La
personalidad se adquiere en el momento del nacimiento con vida, una vez producido el entero
desprendimiento del seno materno”.
La tutela de los intereses del nasciturus dio origen a la máxima, formulada por los comentaristas
medievales con base en textos juristas romanos, conforme a la cual: “Conceptus pro iam nato habetur,
es decir, el concebido se tiene por ya nacido, para todos los efectos que le sean favorable”, doctrina
que ha pasado a las legislaciones modernas, así en el artículo 29 del Código Civil español.
Se discute si en el Derecho Romano se exigió el requisito de la viabilidad del nuevo ser, es decir, si
se exige a efectos de entender que el nacimiento se ha verificado, que el recién nacido tenga
posibilidades reales de vida independiente, desde el mismo momento de la separación del claustro
materno. Existen textos de juristas en los que parece relacionarse la viabilidad con una duración
normal del período de gestación, entendiéndose por tal, al menos un tiempo de seis meses, así en D.
1.5.12: “Por la autoridad del doctísimo varón Hipócrates se admite ya que al que nace al séptimo mes
es maduro”, si bien hay, así mismo, textos que dan pie a sostener la idea de la no exigencia del
requisito de la viabilidad, así en D. 28.2.12: “¿Qué ha de decirse si el nuevo ser nació vivo, pero sin
plena madurez?, ¿invalidará el testamento?, a pesar de ello lo invalidará”. Básicamente, en uno se
acepta el nacimiento de un niño sietemesino y en el otro no.
El Registro de Nacimientos como oficina pública fue creado por Augusto, que estableció la obligación
de registrar a los hijos legítimos, exigencia que se extendió a los no legítimos en el siglo II d.C. Los
progenitores podían exigir en el Registro, un testimonio acreditativo de la inscripción, en el que
constaban los nombres y la ciudadanía de los padres y de la persona nacida, y la fecha del nacimiento.
La muerte de las personas físicas extingue su personalidad. Así en artículo 32 CC: “La personalidad
civil se extingue por la muerte de las personas”. Ya en Derecho Romano se conocía y era frecuente la
práctica de las actas de defunción, con efectos probatorios de fallecimiento, pero no un registro de
defunciones.
La muerte en un accidente común de varias personas con recíprocos derechos sucesorios, requería la
prueba de cuál de ellas falleció antes. La solución romana a los supuestos de muerte conjunta,
conmoriencia, cuando los fallecidos fuesen hermanos, y la prueba de quien había fallecido antes,
premoriencia, no resultaba factible, consiste en que se consideraba a las víctimas fallecidas al propio
tiempo, es la contemplada, con carácter general, en el artículo 33 CC: “Si se duda, entre dos o más
personas llamadas a sucederse, quién de ellas ha muerto primero, el que sostenga la muerte exterior de
uno u otra debe probarlo; a falta de pruebas, se presumen muertas al mismo tiempo y no tiene lugar la
transmisión de derechos de uno a otro”. Asimismo, en cuanto a las presunciones, se da una
consideración o aceptación de una cosa como verdadera o real a partir de ciertas señales o indicios, sin
tener certeza completa de ello.
Se establece en las fuentes romanas en materia de ausencia, que el ausente es aquella persona de la
cual se ignora si vive y donde se encuentra. No se procede a una regulación general de la ausencia en
Derecho Romano, pero sí se da solución a situaciones específicas planteadas en ausencia de una
persona. Especial atención otorga el Derecho Romano a la ausencia del ciudadano generada por la
cautividad en guerra, que era considerada una situación de hecho, provisional e interina, y atenuada,
por instituciones como el ius postliminii y la fictio legis Corneliae, que significaba que si un
ciudadano es cautivado en la guerra y fallece en cautividad se entiende que ha muerto en el campo de
batalla. No obstante, en virtud del ius postliminii, si los prisioneros vuelven a Roma recuperaba todos
sus derechos y relaciones jurídicas en las que era titular con anterioridad a la cautividad.
En el campo del derecho hereditario, dado que conforme al derecho bélico, ius bellicum, si una
persona muere en cautividad, se entiende que muere en situación de esclavitud, por lo que se produce
la nulidad del testamento que, en su caso, hubiere otorgado, a fin de salvar la validez del testamento
en estos supuestos, en virtud de lo dispuesto en una ley del año 81 a.C.. Lex cornelia de capitivis,
propuesta por L. Cornelio Sila, conforme a la cual se finge o presume que el civis muerto en
cautividad, ha muerto en el momento mismo en que cayó prisionero, y por tanto, cuando todavía era
libre, con lo que se mantiene la validez del testamento. De ahí su nombre de ficción de la ley Cornelia,
fictio legis Corneliae.
2. LIBERTAD Y CIUDADANÍA.
Para el Ordenamiento Jurídico de Roma, en materia de nacionalidad, el hombre libre, o bien era
ciudadano romano, civis, y por ende miembro de pleno derecho de la ciudad-estado, que era la
civitas romana, o bien era un no ciudadano, peregrinus, esto es una persona que, no obstante tener su
residencia en una ciudad, municipio o colonia situada en el territorio estatal romano, no tenían
reconocida la ciudadanía romana. A las personas que pertenecían a otros pueblos, vivían fuera del
orbe romano, se les daba la denominación de bárbaros, barbari, o se les encuadraba en la categoría
de enemigos, hostes, cuando pertenecían a comunidades con las que Roma tenía relaciones de
enemistad. Una posición intermedia, entre estas dos categorías, se correspondía con la condición de
los latinos.
El ciudadano romano, civis romanus, era miembro de pleno derecho de la civitas romana. Como
titular del estado civil de ciudadano le resultaban aplicables todas las disposiciones generales previstas
por el Ordenamiento jurídico romano, dentro del territorio estatal o incluso fuer de él, en virtud del
principio de la personalidad del derecho, si las normas jurídicas de la comunidad en la que se
encontraba el civis, así lo prevenían. La ciudadanía se adquiría: a) por nacimiento, b) por ley, c) por
concesión discrecional de la autoridad política, y d) por manumisión.
- Ius suffragii: El derecho de votar en las asambleas populares, en su triple faceta legislativa
legislativa, electoral, y judicial.
- Ius honorum: El derecho de presentar la candidatura y ostentar los distintos cargos públicos.
- Ius actionis: El derecho a ejercitar acciones civiles y criminales ante los Tribunales de
Justicia.
- Ius commercii: El derecho a intervenir en todo tipo de relaciones de contenido patrimonial.
- Ius connubii: El derecho que tienen las personas para contraer matrimonio válido.
- Patria potestas, tutor: Derecho absoluto, originario y exclusivo de los ciudadanos romanos
sobre hijos e hijas, que garantiza la unidad y el gobierno de la familia y la descendencia por
vía de varón.
- Dominium ex iure quiritum: Es la propiedad del ius civile. Solo la pueden tener los
ciudadanos romanos, o al menos que, sin serlo, tengan el commercium. Puede recaredo sobre
cosas muebles e inmuebles.
- Testamenti factio: Era la capacidad jurídica que tenían los sujetos para hacer su testamento y
era exclusiva para los ciudadanos romanos.
c) Status familiae.
En Roma, se entiende por tal la distinta posición en que un hombre libre y ciudadano puede
encontrarse con relación a determinada familia. La familia romana estaba conformada por dos clases
de personas:
● Sui iuris: Eran libres del mandato de otros seres, con poder de decisión sobre sus actos. Era
varón, libre no sometido a otro pater, el ciudadano romano.
● Alieni iuris: Eran personas sometidas al mandato de otras. Estaban sometidas a la patria
potestas del pater familias.
a) Conceptos generales.
Los conceptos de capacidad jurídica y de capacidad de obrar, pertenecen a la dogmática moderna que,
formulada, en buena medida, por la Pandectística alemana del siglo XIX, tiene su fundamento en las
fuentes romanas y la tradición romanística.
La capacidad jurídica es la capacidad, en abstracto, inherente a toda persona, para ser sujeto de
derechos y obligaciones. Dentro de la capacidad jurídica nos encontramos, por un lado, la capacidad
jurídica activa, que es la capacidad para ser titulares de un derecho subjetivo y, por otro lado, con la
capacidad jurídica pasiva, que hace referencia a la capacidad de estar obligados a un determinado
comportamiento.
No obstante, la capacidad de obrar es la aptitud o capacidad para realizar actos jurídicos válidos y
asumir, en consecuencia, derechos u obligaciones específicas, como pueden ser otorgar testamento,
actuar en concepto de testigo o fiador, contraer matrimonio o ser constreñido a la devolución de un
préstamos.
● La edad:
En lo referente a la edad, esta es la aptitud para querer, entender y responder de los actos jurídicos
realizados por la persona, es decir, su capacidad de obrar, viene condicionada por la superación de una
determinada edad.
Desde fines de la República, se establece, en relación con las mujeres, que la madurez biológica,
determinada por la pubertad, se alcanza, con carácter general, a los 12 años. Los juristas de la escuela
proculeyana eran partidarios de de establecer el cumplieminto de los 14 años, como edad fija, a partir
de la cual cabía presumir la pubertad y por ende la mayoría de edad, es por ello que Justiniano acoge
esta solución proculeyana respecto de los varones.
Las personas que no habían llegado a la edad de la pubertad, integraban la categoría de los
impúberes. A su vez, dentro de ambas categorías, cabe realizar varias subdivisiones, en atención a los
distintos efectos jurídicos previstos, en cada una de las situaciones en que podían encontrarse las
personas. El esquema global, aplicado a todas las personas, independencia de que estén sometidas a
potestad ajena (alieni iuris), o no lo estén (sui iuris), podría ser el siguiente:
Impúberes:
Púberes:
● El sexo:
En lo que respecta al sexo, las mujeres carecían de todo tipo derechos, pues no podían adoptar, ni ser
tutoras, ni contratar u otorgar testamento alguno. Asimismo, podían contraer matrimonio sin la
aceptación de su tutor, ni asumir obligaciones en favor de un tercero, ni actuar en celebraciones o
actos civiles como la mancipatio o in iure cesio. Según el precepto sui iuris, el fallecimiento del pater
familias no aumentaba la capacidad de obrar a las mujeres.
Con respecto a los hombres, según el alieni iuris, están sometidos a la patria potestad. Y según el sui
iuris, todos tenían derechos, eran libres y ciudadanos romanos.
4. PERSONAS JURÍDICAS.
Junto a la persona física, los Ordenamientos Jurídicos reconocen de igual modo, capacidad jurídica, a
entes distintos de las personas físicas, a las que denominan, a lo largo de la historia, con diversos
nombres como, personas sociales, colectivas, abstractas, incorporales, ficticias o personas jurídicas.
Las asociaciones/corporaciones están formadas por una pluralidad de personas físicas que
constituyen una unidad independiente de los miembros que la integran (S.A.). Las fundaciones,
tienen como base una agrupación de patrimonios destinados a un fin en virtud del cual se les reconoce
la capacidad jurídica; persiguen la consecución de un fin social de carácter permanente. Ambas
pueden ser tanto públicas como privadas.
De entre las corporaciones, como entes de derecho público, cabe destacar al Estado, personificado en
la expresión Populus romanus, a los Municipios, Colonias, Provincias y otros núcleos urbanos
asimilados, para referirse a los cuales, en ocasiones, en las fuentes, se utiliza el término genérico de:
“civitates”.
Al Estado Romano se le reconoce personalidad para ser sujeto de derechos. en la medida en que puede
comprar, vender, arrendar, ser propietario de bienes públicos, heredar abintestato o ser instituido
heredero o legatario en un testamento o incluso pueda ser nombrado tutor, etc.
El patrimonio del pueblo, denominado erario, erarium, en la República, está formado por una masa de
bienes públicos, res publicae populi romani, que, con terminología actual, conforman el patrimonio
del Estado y cuya administración se confió al Senado. Durante el Principado, surge una nueva
institución financiera, destinada asimismo a la consecución de bienes públicos, cuya administración se
confió al Príncipe, de ahí su denominación de fiscus Caesaris, que acabó absorbiendo la antigua
institución del erario, y considerándose propiedad de la Corona Imperial.
En cuanto a las asociaciones y corporaciones privadas, nos podemos encontrar con las sociedades
arrendatarias, de impuestos, contratistas de obras públicas, sindicatos, colegios sacerdotales…
● Fundaciones.
Con carácter general, la fundación se puede definir como aquel patrimonio o conjunto de bienes
destinado, por una persona física o jurídica, al cumplimiento de una finalidad social y duradera, y al
que el Ordenamiento reconoce personalidad jurídica. Las fundaciones suelen ser actividades lúdicas y
teatrales, profesionales, de suministros públicos, gladiadores, panaderos…
Para su constitución hace falta un mínimo de 3 personas, con un fin lícito a todos los miembros y con
un estatuto jurídico. Inicialmente había una libre iniciativa privada, sin autorización previa. Durante el
Principado, se exige la autorización del Senado salvo que tengan suficiente antigüedad o
reconocimiento en leyes públicas.
Tema 4: personas, cosas y acciones.
3. COSAS: CONCEPTO Y CLASES.
Concepto jurídico de cosa: solo son consideradas jurídicamente cosas aquellos objetos del
mundo exterior que son susceptibles de utilidad y apropiación. Con el paso de los siglos se ha
ido ampliando este concepto, abarcando un número cada vez mayor de entidades. Se ha
configurado como un concepto abierto a nuevas realidades susceptibles de ser encuadradas en
el marco de las cosas en sentido técnico-jurídico, como el nombre comercial, derechos de
autor, propiedad intelectual, firma electrónica, …
En el Derecho romano se utiliza el vocablo res para designar a las cosas tanto en sentido
genérico como técnico-jurídico. Este vocablo forma parte de la expresión derecho real,
haciendo referencia a los derechos sobre las cosas propias o ajenas.
4. ACCIONES.
a) Épocas en el procedimiento civil romano.
A lo largo del tiempo la tramitación de los pleitos ha sufrido diversas modificaciones.
Por una parte está la categoría conocida como sistema de los juicios privados, en la
cual la sentencia era dictada por uno o varios ciudadanos elegidos por las partes o
sorteados entre una lista de cives para que actuaran como jueces. Dentro de esta
categoría se encuadran los procesos de acciones de ley, siendo la forma más antigua
de enjuiciar, desde los orígenes de Roma hasta la Lex Aebutia del 130 a.C. Está
caracterizado por la oralidad, forma, rito y solemnidad.
A esta forma de tramitación le siguen el procedimiento formulario y el cognitio
extra ordinem.
Estructura de la fórmula:
Una vez nombrado el juez o el tribunal de recuperatores, se insertaban las partes ordinarias:
- Intentio: reclamación del demandante al demandado. Lo más frecuente es que se
reclame un derecho que se concreta en una condena frente al demandado, en
ocasiones solo consistía en declarar un derecho. La intentio podía ser real o personal,
ser algo cierto (certum) o incierto (inciertum), estar basada en un derecho (in ius) o en
un hecho (in factum).
- Demonstratio: son las fórmulas en las que se solicita algo indeterminado (incertum).
No se reclama algo cierto, sino lo que en opinión del juez sea exigible. Ejemplo:
reclamación de todo lo derivado de las exigencias de la buena fe.
- Condemnatio: parte de la fórmula que faculta al juez para condenar o absolver. El
magistrado inviste al juez de la función pública de juzgar. La condemnatio está ligada
a la intentio. Si la reclamación del demandante era incertum o certum (sin
especificar), el papel del juez se potenciaba, a la par que el ejercicio de sus facultades.
- Adiudicatio: mediante esta cláusula se otorga al juez la facultad de proceder a la
atribución de partes de un bien común o de una herencia común o bien a a proceder
a la delimitación de las fincas contiguas pertenecientes a distintos copropietarios. Se
trata de acciones divisorias.
Las partes extraordinarias sólo se introducían en las fórmulas en determinadas
circunstancias:
- Exceptio: cláusula que se inserta entre la intentio y la condemnation con el fin de
que se tenga en cuenta en la sentencia un hecho o circunstancia alegado por el
demandado, que en el caso de resultar probado podría invalidar, paralizar o
neutralizar la reclamación del demandante. El magistrado es quien decide la
relevancia de los hechos alegados.
- Praescriptio: cláusula que se insertaba al comienzo de la fórmula, antes de la
intentio, de la demonstratio (si existía) y del nombramiento del juez. Era una
advertencia que se le hacía al juez para que tuviese en cuenta una circunstancia para
valorar si se debía o no proceder en el fondo del asunto o atenuarse los efectos de la
sentencia. En el siglo II todas las prescripciones eran a favor del demandante,
praescriptiones pro actore, pero cabía plantear praescriptiones pro reo, a favor del
demandado.
FASE IN IURE:
Se empieza con una citación privada, ius vocatio, que realiza el actor o demandante al
demandado para que acuda ante el magistrado. Una vez realizada la citación el demandado
podía acudir de inmediato o solicitar un aplazamiento. En caso de que el demandado se
negara a comparecer se le podía llevar ante el tribunal por la fuerza. Posteriormente, el
demandado realiza la promesa de futura comparecencia (vadimonium). Si no se hacía el
pretor concede al demandante una actio in factum contra el demandado.
Una vez estan presentes ambas partes ante el magistrado, el de mandante expone su
pretensión, el fundamento y la acción de que intenta valerse. La postura del demandado
puede variar:
Efectos de la comparecencia (postura del demandado):
a) La más frecuente, oposición, es decir, contradecir la pretensión del demandante.
b) Allanamiento: el reus se allana (reconoce) la petición del demandante, esto implica la
confessio in iure, con lo que queda equiparado al condenado por sentencia.
c) El demandado presente in iure podía optar por no defenderse, indefensio, dando lugar
a que el magistrado garantizase el reconocimiento de la reclamación del demandante,
pero sin la inmediatez del confessio.
d) Iusiurandum necessarium, este juramento podía formalizarse in iu. Se admitía por el
pretor sólo en determinados supuestos previstos en la ley, producido dicho juramento
se resolvía el litigio sobre la base de lo jurado. Si éste juraba se resolvía el litigio a su
favor, y si no, en su contra.
Si no se da ninguna de estas situaciones se entra en el litigio y se nombra el juez o jueces.
- Litis contestatio:
Una vez propuesta la fórmula y aceptada por el magistrado, la fase in iure concluye con la
aceptación del juez elegido por las partes y designado por el magistrado, así como la
resolución del magistrado que inicia la fase ante el juez, al mismo tiempo que se le otorga a
éste (el juez) la potestad de decidir la controversia (sobre la base de las actuaciones previstas
en la fórmula). El conjunto de esas actuaciones se denomina litis contestatio.
Concepto (Kunkel) : Contrato formal concluido por las partes que consiste en la entrega
solemne y aceptación del escrito que contiene la fórmula en presencia de testigos.
(power point )
Efectos litis contestatio:
- Consumición de la acción ejercitada: poder de reclamar el propio derecho conforme
a una determinada fórmula procesal, conocida con la expresión non bis in idem: “no
se puede iniciar de nuevo otro proceso por el mismo tema”.
- Efecto novatorio: en la República no se reconoce dicho efecto. Sólo para la novación
condicional. Si antes se debía algo por un contrato, ahora se debe por una sentencia
judicial.
- EJECUCIÓN DE LA SENTENCIA:
a) Actio iudicati: si el condenado no acata la sentencia, el demandante victorioso puede
ejercitar una acción ejecutiva (actio iudicati), transcurrido el plazo de 30 días, donde
la condena se duplica.
b) Venditio bonorum: la medida anterior, debido a su escasa efectividad, fue sustituida
por la venta de todo el patrimonio del condenado. Se considera que Rutilio en el siglo
II a.C introdujo esta medida.
La tramitación comenzaba mediante un decreto de autorización del magistrado al
acreedor para que entrase en posesión de los bienes del condenado, a esto se le
denomina missio in bona.
Debido a la preocupación por salvaguardar los intereses de los acreedores se
adoptaron medidas para evitar determinadas actuaciones de los deudores, donaciones
o ventas fraudulentas. Por medio del interdictum fraudatorium se prohibió la
recuperación de los bienes enajenados en fraude de acreedores, contra el deudor que
se empobrece para engañar a los acreedores. A su vez, en determinados supuestos
cabría que, mediante una restitutio in integrum, los actos en fraude se tuvieran por no
realizados.