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CAPÍTULO V

LA NARBONENSE

Cuando Inocencio III asumió en 1198 el gobierno de


la cristiandad, hacía ya mucho tiempo que la Iglesia
católica no había sido conducida por una mano tan po­
derosa y tan segura de sí misma. Para encontrar un
pontífice de igual espíritu de decisión, era preciso re­
montarse a diecisiete años atrás, a la enérgica figura de
Alejandro III, a través de una línea de papas sin relie­
ve. Pero Inocencio todavía le sobrepasaba. Uno queda
estupefacto al considerar la extensión de los proyectos
que este papa de treinta y siete años concibió, sin sombra
de vacilación, desde el primer momento de su pontifi­
cado, y la eficacia de todas las empresas que acometió,
en todas las direcciones a la vez, para dar satisfacción a
su sentido de la responsabilidad. Renovación espiritual
y moral, predicación y control de la doctrina, gobierno
de hombres y de instituciones, solución de un cisma
imperial y corrección de los reyes, cruzada de oriente y
reforma de occidente: todo esto, y muchísimos otros
problemas, lo afrontó Inocencio III con la plena concien­
cia de su deber y de sus poderes.
Un asunto en especial, descuidado por sus predece­
sores inmediatos, iba a convertírsele en una de las ma­
yores preocupaciones. Al final de su vida, lo incluiría
en el programa del IV concilio de Letrán, como Alejan­
dro III lo hiciera ya en el 111 1 . Se trataba del peligro de la

' ROGER DE HOVEDEN Chronique, ed. STUBBS, t. II, Lon­


dres 1869, 167, 178-180, ve en el peligro de la fe en el Albigeois
una de las causas más graves del concilio III de Letrán en 1179.
El canon 27 está consagrado a él. El IV concilio de Letrán, de 1215,
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fe en la región que los franceses contemporáneos deno- la realidad, esta actividad aparece perfectamente liga-
minaban el «Albigeois », y los documentos romanos, da a un esfuerzo, inesperado para nosotros, por luchar
«Provenza». Más concretamente, en los territorios cuyo sin cuartel contra el bandidaje: «Casi todo el universo
centro de gravedad estaba en la provincia eclesiástica sabe cuánto ha trabajado la Iglesia, por medio de sus
Narbonense y en el condado laico de Tolosa 2 • Por lo predicadores y de sus cruzados, para eliminar a los he-
tanto, estas tierras que Domingo iba a hollar durante rejes y las bandas de aventureros de la provincia de
una docena de años en todas las direcciones, compren- Narbona y regiones circunvecinas ... 5>,. Así resumirá el
dían el arzobispado de Narbona con sus sufragáneas, papa, en circunstancias solemnes, su obra del Albigeois.
Tolosa, Carcasona, Elne, Beziers, Agde, Lodeve, Mague- Cuarenta años antes, el canon 27 del concilio de Letrán,
lona (Substantion) 3, Nimes y Uzés; a éstas había que fruto de las experiencias de la Iglesia en ese mismo te-
añadir otra serie de diócesis: Couserans-Saint-Liziers y rritorio, expresaba la misma correspondencia entre
Saint-Bertrand-de-Comrninges en la provincia de Auch; ambos objetivos6 • Por último, todo esto quedaba circuns-
Agen, en la de Burdeos; Albí y Rodez, en la de Bourges; crito en un asunto general, el negotium fidei et pacis 7, en
Viviers, en la de Vienne. Y por último Aviñón y Orange el que, a comienzos del siglo XIII, convergían un con-
en la provincia de Arles. Para el mismo asunto ?e ~e, las junto de acciones particulares de la Iglesia en el Medio-
cartas papales unían a estos territorios las provincias de día de Francia y que derivaban, como de su fuente, del
Aix y de Embrún que dependían parcialmente en lo movimiento de «las paces de Dios» 8• Era una empresa
temporal del conde de Tolosa.
La actividad de santo Domingo en el Albigeois fue
5 Comienzo de la Sententia de terra albigensi del concilio IV
la predicación. Y como tal entró a reforzar la poderosa
de Letrán, MANSI, XXII, 1069 D. La unión de los dos términos
acción llevada a cabo por Inocencio III en este territorio es un lugar común en los documentos relativos a Provenza y al
contra las herejías4. Tanto en los documentos como en Albigeois, cf. por ej., PUYLAURENS, c. VI, VII, XVI.
6 HEFELE LEQLERCQ, V, 1106-1107; MAISONNEUVE, 94-

95. CONGAR, Henri de Marcy, 11-39.


le dedicará el 3º y una decisión especial, MANSI, XXII, 210, 232, 7 Sobre este «asunto de paz y de fe », que a comienzos del siglo

986-990, 1069-1070. se llamaba todavía negotiwn pacis et fidei, y en el XII, negotium


2 Descripción eclesiástica y civil de A. MOLINIER, S~r la pacis, ver el estudio de conjunto L'affaire de paix et de foi du Midi
géographie de la province de Languedoc au mayen áge, en VAISSETE, de la France (1203-1215) , en VICAIRE, Precheurs, 2-30. Su contex-
XII, 130-135. Descripción eclesiástica de la provincia de Narbona to se halla en Paix de Dieu et guerre sainte en Languedoc au Xlle
en GRIFFE, 363-382. Cf. DOSSAT, Cathares, 391-392. Ch . HI- siecle, CF IV, 310 y 312, y aquí, infra, 377, n. 101.
GOUNET, Le comté de Comminges de ses origines ason annexion a 8 En Charroux (prov. de Burdeos) en 989 y en Narbona en

la couronne, Tolosa 1949. 990, es donde se ve aparecer el primer esfuerzo de los obispos
3 La sede de este obispado, que primero estuvo en Mague- por imponer la paz a los sei\ores feudales; en 1031, Bourges in-
lona, en el siglo XII estaba en Substantion; desde el s. XIV está auguró el sistema de las milicias diocesanas; en 1054 Narbona
en Montpellier. · .. . codificó definitivamente el sistema de las paces y de las treguas
4 VAISSETE, VI, 217-484; LUCHAIRE; GUIRAUD,Inqu1s1t10n, de Dios; bajo la autoridad del papa, Clermont Jo difundió en
375-419. MAISONNEUVE, 93-149, 179-198 y 216-242. Nosotros 1095: A. LUCHAIRE, Les premiers capétiens, en Histoire de France
utilizamos ampliamente a GUIRAUD. Aunque sus numerosas de E. LAVISSE, t. 2. 2." p ., París 1901, 133-138. La paz había sido
noticias estén presentadas con desorden y negligencia (fechas jurada más recientemente de nuevo en Beziers, en 1166; RODEZ,
falsas, falsas referencias), son preciosas e insustituibles, pues es- 1170; Albí, 1191; Montpellier, 1195 (cf. infra, n . 19). El punto cul-
tán tomadas directamente de los archivos de la Inquisición de minante de este esfuerzo por la paz, que no dejó de crecer, fue
Carcasona y de Tolosa (fondos Doat). la serie de juramentos que el legado Milón exigió en Saint-Gilles,
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de civilización cristiana en que la defensa de la fe y de tual y la paz. El príncipe no tiene d erecho a obligar a
las inmunidades eclesiásticas iba unida a la salvaguar- los infieles y a los judíos a admitir la fe, pues la fe no se
dia de la paz, a la protección de los débiles, a la libertad puede forzar; pero sí que debe obligar a los bautizados
en los caminos, a la prohibición de la usura y de nue- a permanecer fieles a las promesas de su bautismo 11 • El
vos impuestos 9 . Para esta acción en que los obispos y el príncipe protege al pueblo eliminando de su territorio
papa se mostraban solidarios con los intereses elemen- a los herejes, es decir, a los disidentes que propagan
tales de la sociedad cristiana frente a los desórdenes de activamente su secta. Pero si no cumple su triple come-
los primeros siglos feudales, contaban con medios coer- tido de paz, de libertad y de fidelidad, la jerarquía debe
citivos temporales prestados por esa sociedad, con los obligarle a ello mediante sanciones espirituales. Y has-
que podían mantener la eficacia de sus sanciones espi- ta puede también armar contra él el brazo del señor
rituales. El trasfondo de los gestos del «infatigable pro- superior suyo, o del rey de quien es vasallo. ¿Que es el
motor de la paz y de la fe»10 que fue santo Domingo, apa- rey mismo quien falta a su deber? Tampoco contra él se
rece así especialmente complejo, y no se puede apreciar encuentra desarmada: desligando a sus súbditos del
el sentido y la importancia de sus gestos, sin tener en juramento de fidelidad, «exponiendo a presa»12 las tie-
cuenta su contexto de cristiandad. rras del infractor, y agrupando a sus vasallos mediante
La posición de los cristianos de aquel tiempo era un juramento de paz, la jerarquía constituía o disponía
relativamente sencilla. El príncipe -pensaban ellos- lle- de una fuerza medio revolucionaria de coerción al ser-
va la espada para asegurar en el tiempo los bienes esen- vicio de la paz y de la ortodoxia. Hasta podía apelar,
ciales del hombre. Nada importa más que la paz, la li- para defender estos bienes esenciales, a una verdadera
bertad de la Iglesia y la ortodoxia. La ortodoxia está por cruzada contra el príncipe indigno. El canon 27 de Le-
encima de todos ellos, pues un error en el camino de la trán da sus normas esenciales 13 •
salvación podría resultar fatal para siempre. A la Igle- Tales eran las fórmulas que en tiempo de santo Do-
sia le corresponde velar por ella y recordar al príncipe mingo regían el negotium pacis et fidei. Fórmulas aparen-
su deber de defenderla, a la vez que la libertad espiri- temente lógicas y naturales. De hecho llegarían a ser tan
sanguinarias como las fórmulas feudales, y llevarían a
en junio de 1209, al conde de Tolosa y a sus barones provenzales, matanzas que hoy nos horrorizan, y ello porque intro-
a los cónsules urbanos y, por medio del clero, a todos los fieles,
nobles o plebeyos del país: juramento de no servirse de aventu-
reros, de respetar las paces y las treguas, de proteger o restituir 11 «Ad fidem nullus est cogendus invitus; sed per severitatem,

los bienes de la Iglesia, de hacer justicia a todos y no imponer imo et per misericordiam Dei, tribulationum flagellis solet per-
nuevos tributos, de apartar a los judíos de los cargos públicos, fidia castigari», S. AGUSTIN, Contra litteras Petiliani, L. 11, c. 83,
de castigar a los herejes denunciados por clérigos, PL 216, 89- PL 43, 315. «Heretici propter heresim non sunt occidendi, sed
98. El 6 de septiembre siguiente, el concilio de Avifión reasumió propter characterem christianum quem habent ad caulam Eccle-
uno por uno todos los elementos de la acción de paz y de fe, co- sie reducendi sunt», ALANO DE LILLE, Contra hereticos, L. 11,
menzando por la predicación, MANSI, XXII, 783-794. c. 22, PL 210, 396 D.
9 La cuestión de los peajes indebidos, mandados abolir por 12 Sobre el «exponer a presa», PISSARD, 37-39 y 61, y MOREL,

la Iglesia, representó un papel principal en la fatal excomunión 42-50.


de Raimundo VI en 1211, VILLEMAGNE, 249; CERNA!, n. 137 13 Cf. supra, n. 6. Para la guerra santa, PISSARD y VILLEY,
y n. 1, 138, 163, 394, n . 3. 217-226. Los príncipes del Mediodía francés no protestarán con-
w Declaración de Arnaldo de Crampafiano, Proces. Thol ., tra el principio de guerra santa: discutirán el hecho, la realidad
n . 7. de su responsabilidad en la herejía, PISSARD, 41.
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dudan en las disputas de naturaleza religiosa los pro- feudales del país, éstos habían proporcionado a la pri-
cedimientos sumarios de las intervenciones políticas y mera cruzada sus mejores contingentes y hasta su jefe
militares, así como las reacciones incontroladas del ins- militar, en la persona del conde de Tolosa, Raimundo
tinto de defensa y del miedo de las masas populares. Sin de Saint-Gilles, el más fiel al pensamiento del papa. Al
embargo, antes de juzgarlas, sería preciso recordar que intervenir la reforma en estas circunstancias, encontró
estos dramas fueron consecuencia, sobre este punto en los diversos ambientes una buena voluntad real: los
desastroso, de ideas y de sentimientos que hicieron a abusos existían, es cierto, pero eran en gran parte incons-
Europa y a la civilización occidental: el deseo espontá- cientes. Los laicos restituyeron -al menos con su con-
neo y sincero de construir -a pesar de los compromisos trapartida- numerosas iglesias y diezmos. Los obispa-
y los errores- un orden humano total, sobre una sola fe. dos y muchas abadías recuperaron la libertad de sus
Estas fórmulas hacían depender la buena marcha de elecciones. Los obispos pudieron desarrollar su poder
la cristiandad de un conjunto de acciones que se con- temporal, para defender su independencia. Por otra
trolaban y se apoyaban mutuamente. Si uno de los res- parte, los abades vieron cómo se les adjudicaba un buen
ponsables de estas acciones fallaba, la reacción de los número de parroquias a las que debían proveer de cle-
otros debía restablecer el equilibrio. Para que se mani- ro más digno. En fin, después de Cluny, también el Cís-
festara una crisis verdaderamente grave, era preciso que ter fue arraigando en el país. El siglo XII, pues, así in-
los fallos se extendiesen a casi todos los sectores de la augurado en esta provincia, ¿no tenía que brillar de un
Iglesia. La catástrofe que amenazaba al cristianismo en modo particular en el campo católico? Sin embargo ocu-
el Albigeois tenía causas muy complejas, tanto tempo- rrió lo contrario. ¿Por qué?
rales como eclesiásticas y espirituales. En lo temporal15, un hecho importante dominaba la
Estas causas eran de origen relativamente reciente. historia de estas regiones: la ruinosa competición en que
Cuando la reforma gregoriana, nada se había hecho para se enzarzaron, durante todo el s. XII, Barcelona y To losa,
prevenir la crisis. Estudios muy precisos 14, realizados para establecer entre el Garona, el Ebro y la Provenza
últimamente, han demostrado que por entonces la pro- un gran estado pirenaico y mediterráneo. Continuamen-
vincia Narbonense presentaba solamente un pequeño te entorpecidos por las empresas de Aragón a lo largo
número de prelados simoníacos junto a buenos pasto- de esta «gran guerra meridional», los Saint-Gilles, con-
res, a veces muy buenos pastores. El bajo clero parecía des de Tolosa y de Albí, duques de Narbona y marque-
menos contaminado que en otras partes por la inconti- ses de Provenza, jamás lograron constituir en el Medio-
nencia. Las abadías, numerosas, estaban todavía bajo el día un principado poderoso y unificado, réplica del
efecto del movimiento reformador que, de la mano de reino de Francia que la dinastía de los Capetos estaba
Benito de Aniano, había partido de allí mismo para re- constituyendo al norte del Loira. Ciertamente Raimun-
novar el monacato carolingio. En cuanto a los señores do V (t 1194) había extendido su soberanía sobre vas-
tas regiones al este y al oeste del Ródano, entre el Garona

14 FLICHE, Enquete, y LAGGER, Réforme grégorienne; E.

MAGNOU, L'introduction de la Réforme grégorienne ii Toulouse, 15 MOLINIER, en V AISSETE, XII, 265-276; LUCHAIRE;

Tolosa 1958; se consultará con provecho el estudio de sus ante- DOSSAT, Comté; Ch. HIGOUNET, Un grand chapitre de /'histoire
cedentes; E. MAGNOU-NORTIER, La société lai"que et/' Église dan s du Xlle siec/e. La rivalité des maisons de Tou/ouse et de Barcelone pour
la province ecclésiastique de Narbonne de la fin du VIlle a la f in du la prépondérance méridionale, en Mélanges Halphen , París 1951, 313-
Xle siecle, Tolosa 1974. 322.
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Y los Alpes. Pero, por lo que se refiere a los territorios nación, todavía más clara, de los burgueses de Tolosa,
del este, se había visto empeñado en una lucha inter- de Carcasona, de Beziers, de Nimes y de A viñón; y ade-
minable contra la casa de Aragón. Demasiado débil, al más el espíritu de anarquía de una nobleza rural nume-
fin había abandonado a los aragoneses el condado de rosa y hambrienta: con todo ello, se comprenderá la
Provenza y se había contentado con el marquesado, es cantidad de factores de desorganización existentes y
decir con la soberanía sobre los feudos del norte. Hacia operantes en los territorios del conde de Tolosa. Esta
el oeste y en tomo a Tolosa, su sucesor Raimundo VI tierra de revueltas constantes, se convertía en el refu-
había logrado algunas conquistas: Agen, Rodez, Viviers, gio preferido de los herejes expulsados sucesivamente
el Gevaudán; incluso llegó a obtener el homenaje del de los otros principados de occidente. Las primeras en
vizconde de Narbona, un Lara de Castilla. Pero no ha- resentirse de todo ello eran la paz y la justicia cristia-
bía conseguido poner bajo su autoridad ni a sus vecinos nas.
más próximos del sur, los condes de Foix y de Com- Es muy frecuente ver pintada con colores idílicos la
minges16 -reyezuelos de los Pirineos- ni al señor de vida del Mediodía de Francia al filo del siglo XIII: la
Montpellier. Sobre todo, no había tenido paz con el prin- tolerancia, el amor fácil, el canto de los trovadores 17 • El
cipal de sus vecinos y adversarios, el poderoso Tren- brillante esplendor de las cortes de Carcasona y de
cavel, vizconde de Beziers, Carcasona, Razés y Albí, Tolosa en tiempos de Roger II y del «buen conde»
cuyos dominios, sólidamente agrupados al este de Raimundo V es innegable. Incontestable es también la
Tolosa, cortaban de norte a sur sus propios territorios y profunda inmoralidad de aquellos príncipes meridio-
quebrantaban su poder. nales. Pero, lejos de ser una fuente inagotable de goces,
Por su parte, el rey de Inglaterra, que ocupaba Aqui- esta indisciplina moral ¿no sería más bien una de las
tania, dejaba sentir periódicamente su presión sobre el causas de los dramas sangrientos del país? ¡Basta con
conde de Tolosa para constreñirle a prestarle homenaje. pensar en Leonor de Aquitania o en Pedro II de Aragón!
Por otro lado, el rey de Aragón, el adversario de Pro- En todo caso el drama existía; el país estaba devastado
venza, era también dueño del Rosellón, al sur de la Nar- por las violencias continuas que fueron la causa princi-
bonense, y, a partir de 1204, lo era incluso de Mont- pal de que fracasara el intento de unidad realizado por
pellier, desde donde solía tomar parte eficaz en las la casa de Saint-Gilles. Podían multiplicarse los trata-
rebeliones de Trencavel. Por último, el rey de Francia, dos entre Tolosa y Aragón (1176, 1184, 1200),18concer-
soberano teórico a quien el conde Raimundo V había tarse matrimonios entre Aragón, Tolosa y Trencavel,
dirigido no hacía mucho una llamada angustiosa de
socorro, paralizado a comienzos del siglo XIII por sus
17 Contra la pretendida inspiración de los trovadores por los
propios altercados con Inglaterra, ni podía ni quería
hacer nada por remediar los desórdenes de las tierras cátaros, cf. BORST, 107, n. 37 y sobre todo D. ZORZI Valori reli-
giosi nel/a letteratura provenzale. La spiritualitii trinitaria, Milán
meridionales. Añádase a esto la insubordinación de los
.. 1954, y R. NELLY, Le catharisme vu ii travers les troubadours, CF
grandes vasallos de Trencavel: los señores del Laura- III, 177-197. Esta literatura no tiene nada de cátara, y la repre-
gais, del Saissageois, del Cabardes, del Minervois, del sión del catarismo no es responsable de su decadencia, R. H .
Termenes, del Razés y del país de Sault; la insubordi- GERE, The troubadours, heresy and the a/bígensian crusade, en
Dissert. Abstracts, 16 (1956), 738.
1tt VAISSETE, VI, 68, 110-111; VII, 11, n. 8. El matrimonio de
16 Ch. HIGOUNET, Le Comté de Comminges, des ses origines ii
Raimundo VI con la hermana de Pedro II trajo finalmente la paz
son annexion ii la couronne, Tolosa 1949. en 1200. !bid. 190-191 y 213-214.
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renovarse -se hizo todavía en 1191 y 1195- las paces acaso privando a los señores feudales de su ejército mer-
juradas 19 : en tanto que el problema político de la uni- cenario, le sería mucho más factible obligarles a la paz
dad suprema no estuviera resuelto, todos estos reme- y ponerles en condiciones de mejor cumplir su cometi-
dios no pasaban de ser remedios provisionales. Es más, do de autoridades cristianas en defensa de la fe .
estaba tan arraigada por todas partes la violencia, que Pero sus palabras caían en el vacío. A principios del
continuaba dándose incluso en medio de las treguas; en siglo XIII, los señores feudales conservaban sus aven-
tiempo de paz, se veían multiplicarse los golpes de tureros, comenzando por Raimundo VI. Éste no se con-
mano, las confiscaciones, los pillajes y el bandolerismo tentaba con mantenerlos, bien a pesar de la Iglesia, sino
de salteadores de caminos. que era el primero en dirigirlos contra ella. Cuando
La inconsistencia y la incertidumbre del vínculo de penetró en la provincia de Arles a la cabeza de sus ara-
vasallaje, al mismo tiempo que aniquilaba el poder mi- goneses, devastando todo a su paso, el obispo de Orange
litar de los señores feudales, les obligaba a reclutar mer- acudió a él suplicándole que perdonase a los monaste-
cenarios para atender a sus empresas. De ahí aquellas rios y se abstuviera de devastar la tierra, al menos en
mesnadas de aventureros -aragoneses, navarros, gas- los tiempos reservados y en los días festivos . «Enton-
cones y hasta brabanzones- cuyas brutalidades llena- ces Raimundo, tomando la diestra del obispo, juró por
ban los documentos de la época 20 • Mandados por los aquella mano que no respetaría ni tiempos reservados
príncipes que les habían contratado o dejados a sí mis- ni domingos, y que no perdonaría ni lugares santos ni a
mos cuando se los licenciaba, estos aventureros no co- las personas de Iglesia». «Y este juramento, o mejor, este
nocían límites. «Realizan tales crueldades con los cris- perjurio -añade Inocencio IIl22- lo observó mucho más
tianos -declaraba ya el III concilio de Letrán21 - que no escrupulosamente que ninguno de cuantos había hecho
respetan ni las iglesias ni los monasterios, y no perdo- por una causa justa». Pillajes y devastaciones; tierras y
nan ni a las viudas ni a los huérfanos, ni a los ancianos derechos usurpados; iglesias robadas, quemadas o
ni a los niños, ni la edad ni el sexo. Como si fueran pa- transformadas en fortines; monjes y clérigos vejados; un
ganos, lo destruyen todo, lo devastan todo». La Iglesia, obispo desposeído y arrojado de su sede; otro hecho
que había tomado la defensa de los pobres y débiles, era prisionero con sus clérigos, mientras su palacio y su
por ello la primera víctima de la soldadesca, que encon- cabildo eran destruidos: tales eran las violencias come-
traba en el sacrilegio un gusto especial añadido a su tidas contra la Iglesia, de las cuales se confesaría culpa-
crueldad. ¿No estaban también ligados con los herejes, ble en 1209. Pero había cometido muchas más 23 • Por lo
puesto que compartían con ellos su odio al clero? En que toca a los otros señores feudales del país 24 : Roger II
todo caso, la Iglesia perseguía a los unos y a los otros de Beziers, Raimundo-Roger, conde de Foix, Bertrand
con una misma acción, pues se hacía la ilusión de que,

22 Carta del 29 de mayo de 1207, PL 216, 1167 B; POTTHAST,

19 Paz de Albí, 1191, vuelta a confirmar por el concilio de 3114; VILLENAGNE, 243.
Montpellier en 1195, VAISSETE, 140 y 172; MANSI, XXII, 667- 23 CERNA!, P. 38, n. 3 y 39, n . 1, con las notas del editor. Este

672; LAGGER, Albigeois, 593-595. editor y los historiadores recientes han puesto de relieve la exac-
20 GEBAUD, Les routiers au Xlle siecle, en Biblioth. de /'École titud de las informaciones de CERNA!, a pesar del tono renco-
des charles, III (1841-42), 125-147; MAISONNEUVE, 89-98; roso de este autor para con todo lo que se refiere a los cátaros o
LAGGER, Albigeois, 587-588. a sus fautores.
21 MANSI, XXIII, 231-232 y HEFELE-LECLERCQ, V, 1106. 24 GUIRAUD, Inquisition , 301-331; DOSSAT, C/ergé, 276-278 .
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de Saissac, Olivier de Termes, Raimundo de Niort y sus Rabasteins, 50 en Lombers, más de 50 en Fanjeaux 30 •
hermanos, etc., se ha podido componer una serie de lis- ¡Qué enorme desproporción entre la pobreza de los ca-
tas equivalentes y hasta más cargadas de fechorías. balleros y la riqueza de los monasterios acumulada por
También se pueden hacer algunas muy parecidas, con la mano muerta!
referencia a ciertos grupos burgueses: el de Lodeve que
robó y maltrató a su obispo en 1198 25 ; el de Carcasona, Sin embargo, la causa principal de los ataques laicos
que en 1207 expulsó a su obispo 26; el de Beziers, que dos no era ésta precisamente. Los textos no dejan lugar a
años antes había asesinado al suyo27 • ¿De dónde proce- duda. Esta causa hay que buscarla ante todo en el anti-
dían estas violencias? clericalismo virulento que la nobleza y la burguesía del
En esta época, la esperanza de ganancia fácil empu- Albigeois debían a sus contactos con los herejes 31• Si los
jaba a los señores y a los municipios sin escrúpulo a burgueses de Carcasona habían expulsado a su obispo
asaltar los bienes de la Iglesia en muchos otros puntos en 1207, fue porque se había atrevido a hablar desde su
de la cristiandad. Pero la inestabilidad y el desorden del cátedra contra los herejes 32• Si el conde de Foix permitía
Mediodía se prestaban a ello más particularmente. El que uno de sus leales asesinara cruelmente a dos mon-
fracaso del conde de Tolosa en sus esfuerzos por lograr jes de San Antonino de Pamiers, si él mismo hambreaba
la hegemonía debía de exasperarle igualmente ante los a los canónigos y al abad encerrándolos en la capilla
poderes y posesiones temporales de la Iglesia, sorpren- mientras emporcaba, pillaba y destruía la abadía, y fi-
dentemente agrandados, a expensas de los laicos, por nalmente arrojaba a esos pobres desgraciados semides-
las restituciones de la época gregoriana 28 • Al otro extre- nudos al monte, era porque éstos se habían permitido
mo de la jerarquía feudal, la miseria de la nobleza rural prohibir a una «perfecta», tía del conde, el acceso a un
agudizaba sus instintos de pillaje. El igualitarismo su- lugar del que eran señores33 • Bertrand de Saissac (como
cesorio heredado del derecho romano había pulveriza- también Guillermo de Minerve, Pedro Roger de Caba-
do los patrimonios feudales y multiplicado los co-seño- ret, Pedro Roger de Mirepoix, Raimundo u Olivier de
res en una misma localidad 29 : 35 en Mirepoix, 43 en Termes) era hereje notorio. Ahora bien, él era precisa-
mente el tutor del joven Raimundo Roger Trencavel, al
que educaba en el respeto hacia la secta34• Raimundo
25 VAISSETE, VI, 172. Su predecesor había sido hecho prisio- Roger, conde de Foix, del que acabamos de hablar, ha-
nero y rescatado por las gentes de Capestang, en 1195: MANSI, bía permitido a su mujer Felipa hacerse «perfecta» y
XXII, 671. marchar a Dun para gobernar allí una casa de damas
26 CERNA!, n. 99, GUIRAUD, Inqusition, 337.
cátaras, verdadero convento, donde él la visitaba35 • Te-
27 VAlSSETE, 236; GUIRAUD, Inquisition , 339.
28 FLICHE, Enquete, 177-179. Riqueza de las abadías al co-

mienzo del siglo XIII, DOSSAT, Clergé, 272-276. 30 GUIRAUD, Jnquisition, 325-327.
29 R. AUBENAS, La famille dans /' ancienne Provence, enAnnales 31 GUIRAUD, Inquisition, 279-299.
d'histoire écon. et socia/e, 8 (1936), 523-541. Se trata sobre todo del 32 CERNA!, n. 99.

este del Ródano, pero la situación es la misma al oeste. Cf. A. 33 CERNA!, nn. 99-100; GUIRAUD, Inquisition, 310-314.

LUCHAIRE, Manuel des institutions francaises. Période des Capé- 34 _


Raimundo Roger, en cambio, no era personalmente cátaro:
tiens directs, París 1893, 163-164; Fr. OLIVIER MARTIN, Histoire TUDELE, 45, n. 6.
du droit franr;ais es au mayen age, J. Institutions seigneuriales, París 35 GUIRAUD, Inquisition, 310-311 el cual, basándose en di-

1948, 111-112. Sobre el ca-señorío en la región tolosana, versos testimonios de los archivos de la Inquisición, corrige la
VAISSETE, VII, 151-152. información de CERNA!, n . 48: Felipa era cátara, no valdense.
208 V/CA/RE: Historia de Sa nto Domingo _ _ _ _ _ __ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ V.La Narbon ense 209

nía también dos hermanas en las sectas. Y él mismo de la población se hubiera hecho cátara: al contrario, uno
asistió en Fanjeaux, hacia 1204, a la «herejización» so- se sorprende del pequeño número de «consolados» -o
lemne de su hermana Esclarmunda y de cuarenta damas cátaros perfectos- descubiertos más tarde por una in-
más, en presencia de la nobleza del país, allí reunida casi quisición ciertamente muy informada. Pero sí que en el
toda 36 • Reuniones de nobles de este tipo eran corrientes campo, en las ciudades y sobre todo en los burgos -los
en el Albigeois para participar en cualquier rito solem- castra- la palabra de los herejes había alcanzado, o to-
ne de la herejía, presenciar alguna disputa o recibir la cado, a numerosas gentes 40 •
enseñanza ordinaria de un «bisbe» o de un diácono cá- Sin embargo, no hacía mucho, aun subsistía una ex-
taros. Los documentos de esta época señalan muchas, en cepción de talla. El conde Raimundo V (t 1194), coloca-
la mayor parte de las localidades del Lauragais, de Ra- do en la cima de la jerarquía temporal, se esforzaba sin-
zés y de la región tolosana. Numerosos señores tenían ceramente por contener el contagio de la herejía. Pero
a su madre o a su hermana en una de las comunidades se sentía tan desbordado por los acontecimientos, que
cátaras, a las que gustosamente confiaban sus hijos para en 1177 había pedido ayuda a los reyes de Francia y de
hacerles educar37 • Los informes recogidos más tarde por Inglaterra, a la vez que enviaba al capítulo general del
la inquisición o por los agentes de san Luis no dejan nin- Císter esta declaración, a decir verdad, un poco vaga
guna duda. La casi totalidad de la clase feudal del con- para ser verdaderamente significativa, y no desprovis-
dado de Tolosa y del vizcondado de Beziers-Carcasona, ta de trastienda política: «Yo mismo, aunque armado
a principios del siglo XIII, era favorable a la herejía, o con una de las dos espadas divinas y reconociendo que
cuando menos, estaba afectada por su predicación. Exis- estoy llamado a ser vengador y ministro de Dios preci-
tían ya linajes cátaros de tres y cuatro generaciones. Lo samente para este objeto, en vano me esfuerzo por po-
mismo ocurría con algunas familias burguesas y algunas ner un límite o un término a semejante impiedad, y debo
grandes ciudades, como Tolosa, Carcasona o Albí. En reconocer que mis fuerzas no bastan para dominar un
fin, determinados burgos y castillos: Castres, Lombers, problema tan vasto y tan difícil, pues los nobles más
Verfeil, Lavaur, Mirepoix Fanjeaux, Laurac, eran los ver- importantes de mi tierra están carcomidos por esta
daderos puntos de apoyo y guaridas de la herejía 38, sus enfermedad y arrastran consigo a una enorme multitud
latibula, por utilizar el lenguaje de sus adversarios. de gente que apostata de la fe; de tal suerte, que yo ni
¿Qué concluir de este cuadro39 ? No que la mayoría me atrevo ni puedo ya emprender nada» 41 •

36 VAISSETE, VI, 227-228 y VIII, 1148-1151 donde se encuen- el juicio muy comedido de un MOLINER («una ~inoría ínfima
tra el texto de la declaración de Berenguer de A velanet ante los de herejes») y de un THOMAS. Un cuadro de conjunto, reciente
inquisidores el año 1244. y matizado, en GRIFFE, Languedoc cathare, l, 33-49 y 11, 11-32.
37 La frase de Pons Ademar de Roudeille, referida por PUY- 40 Lo más frecuente era que los «creyentes» estuvieran muy

LAURENS c. VIII: «sumus enim 1 utriti cum eis [hereticis] et superficialmente tocados. DOSSAT, Cathares, 79-80, observan-
habemus de nos tris consanguineis in ter ipsos», está sobradamen- do el pequefi.o número de «consolados» revelados a la inquisi-
te probada por las noticias reunidas por GUIRAUD, Inquisition , ción después de profundas averiguaciones en los lugares más
261-331. afectados, concluye con mucha moderación: «Los Albigenses
38 GRIFFE, Languedoc cathare, 1, 42-49 y 154-160, ha insistido eran bastante numerosos para que la Iglesia no considerase que
especialmente sobre este punto. constituían un peligro».
39 VIDAL, 9-10, a la visión de una población ganada para la 4 1 GERVASIO DE CANTORBERY, Chronica, ed . STUBBS, t.

herejía, expuesta por GUIRAUD, Inquisition , I, 261-277, opone I, Londres 1879, 271. La traducción de VAISSETE, VI, 78, que es
210 VICAIRE: Historia de Santo Domingo _ _ _ _ _ __ _ _ _ __ _ _ _ _ _ _ _ _ _ V.La Na rbonense 211

Su hijo, Raimundo VI, no conocía ya estos escrúpu- cos 44 », se comprende que los señores feudales se sin-
los. De hecho se negaba -y a veces lo declaraba expresa- tieran inclinados, no solamente a dejar en paz a los mi-
mente- a inquietar a ninguno de sus súbditos por causa nistros de la herejía, sino incluso a favorecerles por to-
de la herejía42 . ¿Indiferencia? ¿Liberalismo? Éstos no son dos los medios.
sentimientos de aquel tiempo. En realidad no era más Algunos daban un paso más: se hacían «creyentes»
que preocupación por que su poder no disminuyera más de la herejía. En occidente, el catarismo había extendi-
al perseguir a gran número de sus fieles. Sin duda tam- do ampliamente su crédito sacando todo el partido
bién vacilación en su fe . Si es verdad que no daba señal posible alconsolamentum, verdadero sacramento que le
formal de apostasía y tenía a veces gestos generosos en habían legado los bogomilos. Era una imposición de
favor de la Iglesia o de los monjes, los tenía mucho manos que devolvía al fiel su «espíritu santo», una es-
mayores para con los cátaros. Se rodeaba de familiares pecie de ángel guardián consolador que había perma-
sospechosos, y hasta se hablaba de que tenía junto a sí necido junto a Dios 45: el fiel recibía la certidumbre de
a dos «perfectos», disimulados bajo vestimenta ordi- pertenecer a la comunidad de los án 9eles y de estar lla-
naria43. mado a encontrar en el cielo, después de su muerte, su
No quiere decir esto que algunos de dichos señores cuerpo espiritual en la bienaventuranza. Ahora bien, si
feudales llegara a ser un cátaro cabal, es decir «perfec- el consolamentum habitualmente no se confería sino des-
to». Para esto habrían tenido que abandonar sus ocu- pués de larga y austera penitencia, podía sin embargo
paciones y sus bienes y practicar una austeridad y una ser administrado a los moribundos sin más preparación
castidad que de ningún modo iba con sus costumbres. que el rezo del Padrenuestro, y por cualquiera de los
Pero había muchas maneras de vincularse a los cátaros «perfectos». El «creyente» era un candidato «perfecto»
y muchos grados en la adhesión. Un buen número se de la última hora. En tanto que llegaba esta última trans-
contentaba con apreciar la predicación y el buen ejem- figuración, podía continuar su vida ordinaria. Un he-
plo de los «perfectos», y sobre todo su profesión de reje, ligado a él por el contrato llamado convenientia,
pobreza total. ¡Un «clero» absolutamente pobre, que estaba comprometido a procurarle en el momento opor-
vive de las limosnas de sus fieles, sin pedir más que tuno elconsolamentum. Así, más de un señor tenía siem-
aquello que tuvieran a bien darle! ¡Es más, comunida- pre a uno junto a él, para que le prestara ese servicio.
des pobres y por añadidura generosísimas! ¡Vaya dife- ¿No era éste precisamente el caso de Raimundo VI?
rencia la suya respecto de las opulentas abadías del país Es cierto que el espiritualismo exasperado, tal como
y de los prelados de la Iglesia romana! Por poco que lo representaba el catarismo, era capaz de atraer a él a
uno se persuadiese -como Raimundo de Tolosa, por espíritus elevados, a los que alimentaban las predica-
ejemplo- de «que tal obispo cátaro podría muy bien ciones de los perfectos, atiborradas de citas del Nuevo
probar la superioridad de su fe sobre la de los católi- Testamento, y tampoco se debe minimizar el atractivo
que podían ejercer sus exigencias de total pureza sexual
y de abstinencia heroica, especialmente sobre mujeres
la generalmente citada -como hace observar DONDAINE, Actes, que se sentían dichosas porque, gracias a ellas, se eva-
333, n . 15-, es verdaderamente defectuosa. VIDAL, 77 subraya
el trasfondo político de esta declaración: hacer pasar por here-
jes a sus vasallos indóciles y atraer sobre ellos la cruzada. 44 Carta de Inocencio III del 29 de mayo de 1207, POTTHAST,
42 CERNA!, n . 40.
n. 3114; PL 215, 1167 C.
43 CERNAI, n . 44. 45 GUIRAUD, Inquisition, 109-110; BORST, 155, n . 18.
212 VJCAIRE: Historia de Santo Domingo _ _ _ _ _ __ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ V.La Narbon ense 213

<lían de las brutalidades ambientales. Pero también es la que no se interesaban menos que sus contemporá-
preciso reconocer que, para la gran masa de los señores neos, sin tener que decir adiós a sus costumbres licen-
feudales, igual que para los burgueses «creyentes», las ciosas ni a las violencias e injusticias de sus empresas.
ventajas de esta religión eran considerables. Les devol- Todo lo contrario, el catarismo, especialmente ensaña-
vían a los tiempos anteriores a Carlomagno, cuando los do contra el matrimonio, al que acusaba de multiplicar
grandes estaban persuadidos de que la oración y la pe- por la generación las almas cautivas del demonio, pre-
nitencia de los monjes que ellos alimentaban con sus fería el carácter pasajero de la crápula a la estabilidad y
mandas, les permitían despreocuparse de la crudeza de a la fecundidad de las relaciones conyugales 48 • Esto,
sus costumbres. Esto no ocurría ya en la Iglesia de occi- aparte\q_e que su odio a la Iglesia romana - «Sinagoga
dente, sobre todo desde los tiempos de la reforma gre- de Satanás», «cueva de ladrones», la «gran prostituta»
goriana, cuando los papas y los obispos se habían vuel- del Apocalipsis 49 - alimentaba el anticlericalismo de los
to decididamente hacia el mundo laico, para orientar a laicos y justificaba sus tropelías contra las personas y
cada uno en su estado de vida hacia las alturas del ser- los bienes eclesiásticos.
vicio de Dios y de la santidad. Reclamaban de los mi- Una firme convicción católica les hubiera permiti-
nistros de la espada seglar, al mismo tiempo que la pro- do, evidentemente, resistir a la tentación. ¿Era la acción
fesión y el sostenimiento de la ortodoxia, el respeto a la del clero católico meridional capaz de mantener o de
justicia, a la paz y a la moral conyugal. Así lo hacía Ino- despertar esa convicción?
cencio III, aun a riesgo de enajenarse los mejores apo- No hay que precipitarse hablando de clero corrom-
yos políticos de la Iglesia, incluso en el Albigeois, lo cual pido. Cierto es que este clero del Albigeois. no estuvo a
no carecía de valentía y de nobleza46 , mientras que los la altura debida. Los comisarios enviados por el papa
cátaros, tan austeros personalmente, permitían todo a no cesaban de lamentarse de la «pésima conducta del
sus «creyentes», que también eran sus protectores 47 • Los clero50 ». Los procesos instruidos, por ejemplo, contra el
burgueses les encontraban favorables a su mentalidad cabeza de la provincia, Berenguer de Narbona, le repro-
de codicia insaciable, a sus operaciones comerciales y a charon su avaricia, su negligencia pastoral y sus ban-
aquel préstamo a interés que la Iglesia prohibía por doleros mercenarios 51 En 1198, 1205 y sobre todo entre
entonces tan obstinadamente. Los señores feudales se 1211 y 1213, la mayor parte de los obispos de la Nar-
veían, gracias a ellos, seguros de su salvación eterna, de bonense y de las diócesis vecinas se vieron depuestos o

46 En particular, por lo que respecta al vínculo conyugal re-

ferido a Guillermo VIII de Montpellier, VAISSETE, VI, 200-201, 48 Jura ta fornica tío, BORST, 180.
y referido a Pedro II de Aragón, VILLEMAGNE, 127-130, 144- 49 CERNA!, n. 12 y 52; BORST, 214, n. 6; 215, n . 8.
147, 149-165. La firmeza del papa en lo que atañe a la validez 50 CERNA!, n. 20 y la n. 4 del editor. DOSSAT, Clergé, y

del matrimonio de Pedro II con María de Montpellier fue una GRIFFE, Languedoc cathare, I, 142-147, y II, 237-249 presentan
gran desilusión para el rey y contribuyó a su levantamiento del juicios más equilibrados que los de GUIRAUD, Inquisition, 333-
año 1213: ver los temores de Inocencio al comunicar la decisión 363 («una Iglesia muerta»).
final a los comisarios (19 de enero de 1213), VILLEMAGNE, 151. 51 R.W. EMERY, Heresy and Inquisition in Narbonne, Nueva

La misma actitud mantuvo con Alfonso IX de León, con Felipe- York 1967, 55-65, hace observar que Berenguer estaba obligado
Augusto, etc., al revés de lo que hubiera podido aconsejar el a reconstituir el patrimonio temporal de un arzobispado que su
oportunismo político. predecesor había arruinado, y al que en otros tiempos se habría
47 CERNA!, n. 13; PUYLAURENS, c. IV; BORST, 105-107 considerado como un «gran arzobispado».
214 VICAIRE: Historia de Santo Domingo _ _ _ _ _ __ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ V.La Narbonense 215

trasladados 52 . Sin embargo, bien ponderado todo, resul- La falta capital puesta de relieve por el papa era,
. ta que este clero quizás no era peor que otras veces ni juntamente con la negligencia pastoral, la cobardía de
que en otras partes. Apenas se habla de inmoralidad, los prelados, que no osaban afrontar la herejía ni hacer-
ni siquiera de falta de piedad personal. ¿Se trataba, pues, la proscribir por las autoridades laicas. «Perros que ya
de las preocupaciones seculares, especialmente las del no saben ladrar»; «mercenarios que huyen y no recha-
poder temporal que un buen número de ellos había zan al lobo, ni con la voz ni con el palo»; soldados que
hecho crecer desde la reforma gregoriana y que, al aca- «no abren brecha», «que prohiben a su espada derra-
parar la mayor parte de su actividad, paralizaban la mar la sangre» 57 • Tales eran las invectivas con que Ino-
acción pastoral? Puede ser, pues al que más y al que cencio III abrumaba a los prelados de la Narbonense58 •
menos se le reprochaba su avaricia. Sin embargo, un Veamos el comportamiento de uno de los mejores de
historiador ha hecho observar justamente que la situa- aquellos obispos, Guillermo Peyre59, que gobernó en paz
ción de la Iglesia era claramente mejor en las diócesis su diócesis de Albí de 1185 a 1227. Perteneciente a la
en que los prelados disponían de extenso poder tempo- nobleza del país, como la mayor parte de sus colegas,
ral y de importantes rentas 53• Éste era el caso en Narbona era impotente para impedir a los miembros de su pro-
-¡precisamente en terreno de Berenguer!- y en Mont- pia familia adherirse públicamente a la herejía; cuánto
pellier, donde los prelados habían logrado conservar más, para impedírselo a una parte de sus propios súb-
completamente, desde el siglo XII, la ortodoxia de su ditos. Su arte de gobernar consistía en mantenerse en
ciudad, mientras que las dos diócesis arruinadas y des- buenas relaciones con todos, incluso con los disidentes;
armadas, la de Carcasona y la de Tolosa, eran las más en establecer y mantener la paz entre los príncipes de
afectadas por la herejía. ¡Tolosa, «diócesis muerta» 54 , la región, mientras, por su parte, con celo verdadero, se
donde el obispo Fulcrando tenia que vivir como un hu- esforzaba en reformar la disciplina de sus monjes y de
milde burgués, y donde el obispo Fulco no encontró en sus clérigos, sin estar, con todo, plenamente seguro de
la caja episcopal, al asumir el cargo en 1205, más que su ortodoxia. Finalmente, realizó la hazaña diplomáti-
noventa y seis sueldos torneses! 55 • Ahora bien, ¡ésta era ca de gobernar su diócesis durante casi medio siglo sin
una diócesis tan vasta y tan difícil de gobernar, que en que, en la vasta colección de sus actas oficiales, poda-
el siglo XIV se podrá desgajar de ella una provincia en- mos sorprender una sola palabra que manifieste la pre-
tera: un arzobispado con siete sufragáneas! 56• sencia en su territorio de una herejía que ya se estaba
implantando. Había predicado alguna que otra vez,
52 Se trata de los prelados siguientes. En 1198: Frejus y Car-
pero siempre en tono paternal, sin apoyar su palabra en
casona; en 1204-1205: Tolosa, Beziers, Viviers; en 1211-1213: Nar- el peso de la autoridad. Se comprende su prudencia, si
bona, Agde, Beziers, Carcasona, Elne, Nimes, Uzés, Auch, Rodez
y Valence, MANOONNET-VICAIRE t. I, 172, n. 43; LAGGER, 628; se recuerda la suerte de uno de sus predecesores en Albí,
MAISONNEUVE, 140-147. Acerca de la renovación de 1212, CER- apresado por Trencavel y confiado, por burla, a la cus-
NA!, n. 307. Sobre la renovación paralela de _los obispos de Lom-
bardía, H. TILLEMANN, Papst Innocenz III, Bon 1954, 173, n. 103. 57 Esto es, precisaba Gregario VI: «[Prohibere] verbum prae-
53 DOSSAT, Clergé, 268. VIDAL, 75-108 para Beziers. dicationis a carnalium increpatione». Bula de Gregario VII, Reg.
54 PUYLA URENS, c. VIL
I, 151 ed. CASP AR, MG in usum schol., II, 23-24.
55 !bid., c. VI y VII. 58 POTTHAST, nn . 2103, 2224, 2226, 2229, 2774, etc.; PL 215,
5" MIROT, t. II, 317-320. Desde 1216 (d. infra, c. XII, n . 45 y 273, 355,358,361, 887, etc.; VILLEMAGNE, 54, 74-75, 78-79, 86,
54), Fulco había propuesto esta desmembración para luchar con- 98.
tra la herejía. 59 LAGGER, Albigeois.
216 VICAIRE: Historia de Santo Domingo _ _ _ _ _ __ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ V.La Narbon ense 217

todia de los herejes(,(\ la suerte de los obispos de Agen, lar los signos de su clericatura 64 • Esta humillación no
Rodez, Carpentras y Vaisón, maltratados por Raimundo podía darles mucha audacia en su ~inisterio. Pero a~e-
de Tolosa 61 ; la de los obispos de Lodeve, Beziers 62 y de más, aunque hi¿_biera dado la medida normal del tiro
Carcasona que fueron encarcelados, asesinados o expul- de párroco de aquella época que conocemos, no hubie-
sados por los burgueses; y, algo después, la suerte del ra estado tampoco en condiciones de medirse con los
legado pontificio Pedro de Castelnau, asesinado tam- predicadores herejes. Elegido por el patrono de la pa-
bién. rroquia, según los propios intereses, el «capellán» del
En realidad el drama no estaba en el campo de la Mediodía no era más que un simple ministro de los sa-
moral, o de la vida regular, ni siquiera era cuestión de cramentos; ninguna formación moral o doctrinal le te-
coraje. Al frente de tales diócesis, ni los héroes hubie- nía preparado para llegar a ser un asceta, un espiritual
ran conseguido quebrantar la voluntad generalizada de y un doctor. Ahora bien, por desgracia, nada podía
los laicos de favorecer o al menos de tolerar la activi- impedir que las gentes le pusieran en parangón con l~s
dad de los herejes. Se hubieran necesitado santos capa- casi dos mil 65 predicadores valdenses o «perfectos,; ca-
ces de cambiar los corazones y las convicciones de las taras que surcaban el país edificando a todos con su
autoridades temporales igual que las de sus súbditos. palabra y su autoridad o encabezaban la difusión de la
¿Y no se necesitaban también párrocos santos para con- secta en los «puestos fijos» estratégicamente situados y
trapesar la obra de las herejías entre las masas popula- sostenidos por las casas o comunidades de herejes 66 .
res? De nuevo estamos, pues. ante las causas más impor-
Quizá sea aquí donde mejor se pueda medir la debi- tantes de las dificultades de la Iglesia en los estados de
lidad del catolicismo frente a la predicación de los he- Raimundo de Tolosa: las causas espirituales; más exac-
rejes. No conocemos bien el estado del bajo clero del tamente, la desproporción espiritual entre los ministros
Albigeois por esta época. Tampoco la legislación refor- del catolicismo y los predicadores herejes. Naturalmen-
madora de los concilios ni las raras anécdotas que po-
demos todavía hoy leer en los documentos permiten
suponer que dicho estado fuera muy diferente del res- 64 PUYLAURENS, prólogo; concilio de Montpellier, canon

to de Francia 63. Sabemos solamente que había miedo y 4, MANSI XXII, 941.
65 No tenemos cifras, ni siquiera aproximadas. Los valdenses
que, en la vida corriente, dicho clero procuraba disimu- eran pocos en relación con los «perfectos». En 1250, Raniero
Sacconi, muy bien informado, calculaba en 4.000 el total_de és-
tos en todo el mundo; 2.500 en Lombardía, 200 en el Alb1ge01s,
6(} VAISSETE, VI, 81: LAGGER, 589. BORST, 205, n. 11; 208, n . 20. En Lombardia habían sido media-
61 CERNA!, n . 42, n. 3 del editor. namente perseguidos desde hacía veinte años; aquí se les p~rs1-
62 Un año antes de su asesinato, había sido objeto de una ten-
guió muy enérgicamente después de la te_rrible poda de !_os tiem-
tativa de destitución por parte de los legados porque, amedren- pos de la cruzada. Si se observa que hacia 1206 se reumeron en
tado, se había negado a actuar contra los herejes de Beziers, Mirepoix 600 cátaros («perfectos» sin duda); que en 1208 Y s1g.
POTTHAST, n. 2129; PL 215,272; VILLEMAGNE, 189-191; H . se quemaba a 60 «perfectos» en el castillo de Los Cases, 140 en
VIDAL,79-80. Minerva, 300 en Lavaur, y un número todavía mayor en Bez1ers,
63 LAGGER, Albigeois, 291 y 606 y DOSSAT, Clergé, 271, el cual
etc., se verá que no es exagerado el número de 2.000 cataros «ves-
enmienda las generalizaciones injustas de LUCHAIRE, 21-22 y tidos» en el Albigeois a comienzos del siglo XIII. . .
de GUIRAUD, Inquisition, 346-349. Elementos de información, 66 Las casas cátaras, a la vez lugares de culto y hosp1c10s o
en la carta de 28 de mayo de 1204 a Berenguer, POTTHAST, n. comunidades, eran muy numerosas; a veces llegaban a la doce-
2224; PL 215,357; VILLLEMAGNE, 82-83; PUYLAURENS, c. V. na en una sola población, GUIRAUD, Inquisition, 146-152.
218 VICAIRE: Historia de Sa nto Domingo _ _ _ _ _ __ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ V.La Narbonense 219

te, cuando se trataba de doctrina, la desproporción no todo en el marco de la cristiandad. Nada se hizo que no
favorecía a los innovadores; en las disputas en que, tuviera su repercusión en todo el Occidente, llegando a
como veremos, los católicos se enfrentaban a sus adver- veces a convulsionado hasta>la misma guerra civil. Efec-
sarios en el plano de las ideas, parece ser que los pri- tivamente, en su afán reformador, los animadores ecle-
meros apenas hallaban dificultad para salir victoriosos; siásticos seguidores de Gregario VII no temieron ape-
con mayor razón en los libros, pues la producción lite- lar ampliamente a la convicción y al dinamismo
raria de los cátaros era nula 67 • Pero ¿qué valor tenían elemental de las poblaciones para, si era preciso, hacer
éstas victorias ante las gentes sencillas o incluso ante sus presión sobre la jerarquía eclesiástica y laica de las pro-
autoridades laicas? Aquellos hombres, que no sabían el vincias cristianas 70 • Prohibición a los fieles de asis tir a
latín ni conocían los libros, eran más sensibles al ejem- la misa de los sacerdotes casados y de recibir de ellos
plo de la vida que al valor de las ideas. los sacramentos, orden de desobedecer a los párrocos y
prelados que se negasen a admitir los preceptos apos-
Ahora bien -y aquí es precisamente donde convie- tólicos, advertencia de darse por libres del juramento
ne decirlo- la vida de los herejes, a primera vista, no de fidelidad a los príncipes que se hubieran rebelado
dejaba transparentar nada de su carácter que chocara a contra la nueva disciplina de la reforma: estas decisio-
los cristianos, ¡bien al contrario! Los valdenses, e inclu- nes imperativas, difundidas por las cartas de los papas
so los cátaros, aparecían a los ojos de los fieles que nada o por los decretos de los concilios, no habían tardado
sospechaban, como auténticos cristianos; es más, como en provocar una profunda agitación, a las veces verda-
cristianos más auténticos que los demás - «buenos cris- deras insurrecciones. Conocemos bastante bien la tur-
tianos» y «buenos hombres», tal era el nombre que se bulencia de las masas en aquel siglo de aumento demo-
daba a los «perfectos» 68 - ; digamos la palabra : como gráfico, de transformaciones sociales, de fervor religioso
los cristianos de los tiempos nuevos, los cristianos que operante. El movimiento comunal, tan frecuentemente
la reforma gregoriana había hecho renacer modelados en oposición con las anteriores instituciones eclesiásti-
sobre el tipo de la Iglesia naciente, los verdaderos apos- cas y feudales, contribuyó también con su espíritu re-
tólicos o sucesores de los cristianos primitivos. volucionario al problema de la reforma apostólica del
La consigna de imitar la vida de los Apóstoles 69 , di- clero. Pero este fervor tumultuario no se manifestó so-
rigida por los predicadores de la reforma gregoriana lamente en los medios urbanos. En todas las clases so-
desde el siglo XII al clero y que el movimiento canonical ciales y hasta en el campo 71 , hubo individuos aislados o
había traducido en la adopción de la regla de san muchedumbres para entusiasmarse por el programa
Agustín, no se había dejado oír solamente en las cole- apostólico que los papas trataban de renovar entre los
giatas y en los cabildos regulares. Lo propio de esta re- monjes y los canónigos, y entusiasmarse, primero, has-
forma, salida de las cumbres de la Iglesia, fue realizar ta el punto de irritarse hasta el anticlericalismo contra
los clérigos que no aceptaban este programa con bas-
tante generosidad, luego hasta darles la espalda, y por
67 BORST, 6-8. Primeros libros, tornados de los bogornilos ha-

cia 1190, ibid., 8. Primeros escritos, en el siglo XIII, 11-13 En con-


tra de una pretendida doctrina que hubiera permanecido secre- 7" Cf. MANDONNET-VICAIRE:, t. II, 183-185.
ta, 8, n . 8 y 204, n. 5. 71 !bid., II, 186 y n . 55 a (Alemania); MEERSSEMAN-ADDA
,;s BORST, 205, n . 13 y 242, n . 11. (Italia) Sobre el caracter p opular de las disputas teológicas, véa-
6 ' Supra, c. III p. 132-136 y n . 51 a 60 se la anécdota referida p or GUIRAUD, Inquisition, 267.
220 VICAJRE: Historia de Santo Domingo _ _ _ _ _ __ V.La Narbonense 221

último, hasta sustituirles, aceptándolo para ellos mis- Ardorel y de Candeil, en el Albigeois, frutos de su fun-
mos. dación de Cadouin74 • Jesús habíá enviado sus Apóstoles
Es evidente que los cuadros sensacionales, siempre de dos en dos a predicar en lugares por donde él debía
inquietantes para corazones cristianos, de la vida primi- pasar. Los nuevos apóstoles 75 marchaban, pues, enfla-
tiva de Jerusalén, relatada por el libro de los Hechos, y quecidos por el ayuno, los pies descalzos --conforme a la
de la predicación de los Apóstoles, descrita en el Evan- imagen que de su modelo ellos se formaban-, vestidos
gelio, podían inspirar algo bien diferente que monaste- con una sola túnica, sin llevar consigo oro ni plata y reci-
rios y colegiatas. Los historiadores conocen hoy gran biendo su alimento de las poblaciones que evangeliza-
número de instituciones o de tendencias originales sa- ban. Austeros e impresionantes en su predicación de la
lidas directamente de aquel movimiento propiamente penitencia y de la inminencia del reino de Dios, presen-
religioso que se ha convenido en llamar el «movimiento taban un tipo de clérigo giróvago completamente dife-
apostólico» 72 • Todavía no han terminado de descubrir rente de los clérigos tradicionales, cuya condición canó-
sus manifestaciones a lo largo del siglo XIF3• El Medio- nica era precisamente la de estar vinculados a una
día de Francia, donde el soplo de la reforma gregoriana iglesia76 • Además realizaban mucho mejor que los mis-
había suscitado reformas capitulares, fundaciones cano- mos canónigos reformados de la diócesis el ideal de vida
nicales de vida regular y fundaciones monásticas nue- evocado por la misión de los Apóstoles, su desprendi-
vas, vio igualmente la aparición de los productos más miento y su pobreza absoluta. Eran ya la pobreza y la
inesperados. Fueron éstos, en las dos primeras décadas predicación mendicantes. De este modo las muchedum-
del siglo XII, los predicadores-ermitaños itinerantes, bres no se contentaban con escucharles: algunos aban-
tales como Roberto de Arbrissel cuyo espíritu primitivo donaban todo para seguirles, formándose así en tomo a
conservaron durante algún tiempo los conventos de estos nuevos apóstoles una corona de creyentes, creden-
tes77. Recomenzaba la Iglesia primitiva, la Iglesia de los
pobres de Cristo78• Y esta Iglesia no ocultaba sus senti-
72 MANDONNET-VICAIRE, 11, 183-192. Estudio y juicio de

conjunto en GRUNDMANN, Eresie, 377-402.


73 Por ejemplo: vida rural (MEERSSEMAN-ADDA); vida hos- 74 Cadouin, fundado por Roberto de A. en Perigord, el aii.o

pitalaria (C. DEREINE, Aspects de la vie lwspitaliere au Xlle siec/e, 1115, transmite su espíritu a sus fundaciones de Candeil y de
en Bull. du cerc/e pédagogique, Lovaina 1947-48, 17-23, vida ere- Ardorel, que ulteriormente se harían cistercienses.
mitica (A . CEUNEAU, L'Ermite saint Alleaume et la foret de la gran- 75 WALTER, I y 11; GRUNDMANN, Bewegungen, 38-49; MAN-

de Charnie, Rennes 1948); mujeres piadosas (A. MENS,Oorsprong DONNET-VICAIRE-LADNER, 11, 33-40; SPAETLING, 43-48;
en Betekenis van de Nederlandse beginen, en begardenbeweging, Lo- MENS, 16-22; R. NIDERST, Robert d'A rbrissel et les origines de
vaina 1947); seglares de toda especie (M. D. CHENU, Moines , Fontevrault, París 1952. VICAIRE, lmitation, 39-90; La circulation
e/eres, laii:s au carrefour de la vie évangélique (XI/e siec/e), en RHE, perpétuel/e de /'apótre, CF, XV, 31-35.
XLIX (1954) 59-89. La variedad de los medios sociales infesta- 76 Canon 15 de Nicea; inserto en el Decreto, Causa VII, q. 1, c,

dos por el movimiento, manifestaría por sí sola el origen esen- 19 fue renovado especialmente en tiempos de la reforma gre-
cialmente religioso del mismo. Por lo tanto, es imposible ver en goriana; cf. supra, c. III, p . 132, e infra, 486, n . 71.
ello la proyección religiosa de w1 fenómeno social. Esta obser- 77 MANDONNET-VICAIRE, 11187 y n 58.

vación tiene particular importancia por lo que mira a los cátaros. 78 MANDONNET-VICAIRE, 11185 y n . 54. Sobre el sentido

Cf. A. DONDAINE L'origine de /'hérésie médiéva/e, en Rivista di muy rico de la expresión pauperes Christi, apropiado también por
Storia della ahiesa in Italia, VI (1952), 47-78; ILARINO DA MILA- los cátaros, MENS, 17 y 254; DEREINE, RHE, XLIV (1949) 634;
NO, Le eres ie popolari del sec. XI. ne// 'E uropa Occ., en Studi Gre- BORST, 91 y n. 6; WERNER E. Sobre la presencia de las mujeres,
goriani, II, 43-89. GRUNDMANN, Eresie, 377-389. SPAETLING, 85 y n . 9.
222 V/CA/RE: Historia de Santo Domingo _ _ _ _ _ __ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ V.La Narbonense 223

·en tos de oposición al clero de tipo clásico; éste, por su solamente diácono, pero había recibido en otro tiempo
~
par te , se lo reprochaba
· .vivamente
. a 1os ..
, itmeran

t es. A
f la facultad de predicar en la diócesis de Le Mans; pron-
pesar de todo, este movmuento, por anarqmco qu~ ue- to la perdió, pero nada le importó. Sabemos con certe-
se, permanecía en la línea ~~ la reforma gre~onana, za que practicaba la vida de los Apóstoles y mendiga-
dentro de la comunidad catohca a la que el apostol se- ba el pan entre sus ovejas. Tenía que ser un predicador
guía firmemente vinculado. Este apóstol itinerante no impresionante por su aspecto apostólico tanto como por
era un predicador sin mandato, uno de aq1:1ellos fal~os su elocuencia, pues, durante una ausencia de su obis-
pastores temidos por la Iglesia desde sus pnmeros anos po, llegó a trastornar de tal manera la diócesis de Le
y a los que oponía la frase de san Pabl~: Q~om~do prae- Mans, que el pueblo, y hasta muchos clérigos, le reco-
dicabunt nisi mittantur?, «¿cómo predicaran s1 no son nocieron como su verdadero pastor. El concilio de Pisa
enviados»79 , si no reciben la misión? Según lo que los (1134) lo reconcilió por algún tiempo y, finalmente, lo
textos nos permiten averiguar sobre este punto, los pre- acogió en Tolosa el conde Alfonso-Jordán. Para detener-
dicadores itinerantes habían recibido expresamente su lo, se necesitó nada menos que el envío de un legado y
misión de predicar del obispo, frecuente~ente ~el papa la predicación de san Bernardo (1145). Mas para enton-
mismo como la habían recibido sus pnmeros Jefes de ces había logrado ya arrastrar tras de sí a una parte del
80
fila: un' Roberto de Arbrissel, un san Norberto • pueblo, sin duda maleado ya por Pedro de Bruys, su
Pero ya no era éste el caso ~e los nu~vos apóstoles predecesor, y por algunos otros émulos que no han lo-
itinerantes que la Narbonense iba recogiendo en el se- grado emerger del silencio de los tiempos. A pesar del
gundo cuarto del siglo, después que fueran e~pu~s~do_s éxito de san Bernardo en Albí y en Tolosa, aunque no
sucesivamente de todas partes (el hecho es sigmficah- en Verfeil 84, muchas almas quedaron quebrantadas.
vo para el procedimiento de contaminación del Medio- Ahora bien, lo mismo Pedro que Enrique, en su afán de
día francés) . Pedro de Bruys 81, un sacerdote del del- imitar a los Apóstoles, enseñaban una especie de cris-
finado, condenado a dejar su tierra, había logrado tianismo espiritual fundado -al menos para Pedro de
establecer su predicación en la región del Róda_no, ~n Bruys- únicamente en el Evangelio: sin iglesias, sin
torno al centro de Saint-Gilles, desde donde su mfluJO misa, sin eucaristía, sin oración por los difuntos, sin
a veces llegaba hasta Gascuña. Siguió haciendo estra- bautismo para los niños. Estaban separados de la Igle-
gos en la provincia durante ve~te años, hasta que,la mu- sia romana e instigaban a sus oyentes contra el clero, al
chedumbre, indignada por su iconoclasmo (hacia que- que reprochaban el no practicar la pobreza apostólica,
mar las cruces, signo del anonadamiento del Salvador) al par que le negaban todo título a este respecto, toda
lo arrojó a la hoguera 82• Enrique 83, monje apóstata, era función sacramental, el derecho de asistir a los enfer-
mos y, naturalmente, el de recibir los diezmos y las
7~ Rom 10, 15. ofrendas.
Ru GRUNDMANN, Bewegungen, 41-42; MANDONNET-Vl- Cuando los primeros valdenses o pobres de Lión 85
CAIRE-LADNER, II, 33-40. llegaron a la Narbonense en los últimos decenios del
Ki MANSELLI, 25-43; BORST, 83 y n . 7-10. Su éxito lo prueba
la refutación que le hizo el abad mismo de Cluny, Pedro el Ve-
nerable, y que lo dio a conocer, PL 189, 719-850. . . 84
PUYLAURENS. c. 1.
K2 La fecha de su muerte variaba, según los h1stonadores, Rs MENS, 38-40; DONDAINE, Valdés, 191-235; G. GONNET,
entre 1124 y 1143. MANSELLI, 28, la fija en 1132-1133. Waldensia, en Revue d'hist. et de philosophie religieuse, XXXIII (1953)
K, WALTER, 11, 130-140; MANSELLI, 93-109 .. 202-252. GRUNDMANN, Eresie, 371 y n . 2.
224 VICAIRE: Historia de Santo Domingo _______ -------------- V.La Narbonense 225

siglo XII, ¿cuántos se quedaron extrañados ante este derecho a la obediencia» 91• Y puesto que ellos les imita­
nuevo género de imitadores de los Apóstoles? «Sin te­ ban, tenían pleno derecho a ejercer la «gracia de predi­
ner donde morar -contaba Walter Mapes-, van de dos cación que Dios les había concedido» 92, sin más misión
en dos, descalzos, sin bagaje y teniéndolo todo en co­ que ésa. Incluso las mujeres podían hacerlo, desde el
mún, a ejemplo de los Apóstoles. Siguen desnudos a momento en que practicaban esta forma de vida93 • Más
Cristo desnudo» 86• Así había resuelto ser su fundador, t?daví�, la imitación real de la vida de los Apóstoles,
Valdés, el rico mercader lionés, el día de su conversión87• srmbohzada por el uso de sandalias que dejan el pie al
Y así había enviado a sus discípulos a predicar el reino descubierto, confería al laico, iletrado, la facultad de
de Dios88 • «dar la bendición a la manera que lo hace un sacerdote
Algunos párrocos del Mediodía, más o menos sabe­ y hasta el poder de atar y desatar» 94•
dores de la condenación de los valdenses en 1184, los Ahora bien, también los cátaros se presentaron como
recibían con tanta mayor facilidad, cuanto que estos sucesores de los Apóstoles y continuadores de los cris­
predicadores edificantes defendían a la Iglesia contra tianos primitivos al hacer su aparición en Colonia, en
los cátaros, a los que atacaban con violencia. Un docu­ el Perigord, en la Narbonense y en Inglaterra95, desde
mento señala su presencia en las Iglesias parroquiales el comienzo de su poderoso crecimiento en Occidente,
de Aigues-Vives y de Castelnaudary, donde enseñaban a partir de 1140. Al iniciarse el siglo XIII, nada había
y cantaban con toda libertad89• Su doctrina no parecía cambiado sobre este punto. Los polemistas católicos -
separarse mucho de la ortodoxia, que ellos creían expre­ Prévostin, Joaquín de Fiore, Raúl Ardent- al argumen­
samente defender contra los herejes, de palabra y por tar contra los cátaros, tenían presente su pretensión de
escrito90 • Pero no perdían ocasión de criticar violenta­ ser ellos solos los que practicaban la vida apostólica96.
mente al clero. Sobre todo trataban de sustituirlo. Igno­ Por su parte no se trataba ni de contagio ni de imitación.
raban al papa, al obispo y a los sacerdotes, y pretendían Los bogomilos orientales, que les habían transmitido el
que «solamente los imitadores de los Apóstoles tenían núcleo esencial de sus doctrinas y de sus prácticas, unían
a la actitud dualista que estaba en el fondo de su postu­
86 W. MAPES,De nugis curialium, ed. Th,WRIGIIT,Londres ra religiosa una práctica de vida que pretendían alimen­
1850,64.Sobre la fórmula Nudus nudum Christum sequi, cf. Bull tar muy seriamente y con mucha fidelidad a la práctica
�e los tiempos apostólicos • Al hacer esto, recogían múl­
de théol. anc. et méd., t. VII, n. 977. 97

tiples tradiciones de la Iglesia de Oriente. Se compren­


87
DONDAINE, Valdés, 216-218.
88 DONDAINE, Valdés, 232 (profesión de fe). Cf. GONNET,
de el alcance de la declaración de los cátaros de Colo­
n.45,47,48,61,88.
89
PUYLAURENS, prólogo, GUIRAUD, Inquition, 259-260, nia en el año 1143: «Su religión había quedado oculta
264-266,270,348; Liber antihaeresis, ed.DONDAINE,Valdés, 235;
todavía se les encuentra en Laurac,Avignonet,Carcasona,Puy­ 91 ALANO,383.
laurens,Pamiers: PUYLAURENS c.VIII; LAGGER,Albigeois, 631; 91 Liber antihaer
esis, ed. DONDAINE, Valdés, 235.
93
DOSSAT, CF 11, 212-220, ha demostrado que estos supuestos DONDAINE, Valdés, 224.
94
valdenses del Lauragais eran Pobres Católicos, por tanto, val­ ALANO,385 y CERNA!,n.18.
95 Textos
denses regresados a la Iglesia. _ explícitos reunidos por GRUNDMANN, 18 a 22
90 Ver en THOZELLIER, III Parte, la presentación de estos es­ (anadir el texto de Raúl Ardent,16, n.4 antedat
SPAETLING, 48-96; MENS,23-26; BORS ado en un siglo);
critos, que el mismo autor ha editado y comentado notablemen­ T,91 a 95.
te, y de la actividad de los diferentes grupos de valdenses y de 96 BORST, 102, n.
97
14.
Pobres Católicos en Languedoc. BORST, 66-71.
226 VICAIRE: Historia de Santo Domingo _ _ _ _ _ __ _ _ _ _ _ _ _ __ _ _ __ _ V.La Narbonense 227

desde los tiempos de los mártires; y se había conserva- tantes desde el siglo XVI se han dejado engañar por
do en Grecia y en algún otro país. Por eso se llamaban haber considerado solamente la práctica de vida de los
apóstoles» 98 . cátaros-albigenses, olvidándose de su dualismo abso-
La continuidad histórica de los bogomilos y de los luto, y les han proclamado cristianos puros y evangéli-
cátaros con los gnósticos cristianos primitivos escapa a cos!101. No debería, pues, sorprender que, en la época del
nuestra documentación y sigue siendo más que dudo- papa Inocencio y de santo Domingo, un gran número
sa99. Pero su voluntad y su convicción de continuar, no de simples laicos les hayan aceptado sinceramente como
obstante su dualismo, la vida de los tiempos apostóli- cristianos quizás más fieles al Evangelio que los otros.
cos tal y como está descrita en los Evangelios y en los Desde el momento en que las autoridades tempora-
Hechos, era incontestable. El clima propio de Occiden- les, convencidas en parte por un juicio análogo y en
te, sobre todo en el Albigeois, que había cambiado a los parte atraídas por las ventajas de una contra-Iglesia que
bogomilos en cátaros, no había hecho más que acentuar les costaba tan poco y les dejaba tales libertades y posi-
el carácter apostólico de estos últimos. Su Iglesia, po- bilidades, se sentían cada vez más inclinadas a preferir
bre y penitente, la comunidad de los bienes y la predi- ésta a la Iglesia tradicional, la situación de esta última
cación mendicante de los «perfectos», la jerarquía limi- se había vuelto peligrosa. Sin embargo no estaba per-
tada a los obispos y a los diáconos, la oración reducida dida.
al Padrenuestro, sus homilías sobre el Evangelio -que
los «perfectos» transportaban consigo en una bolsa de La incertidumbre cristiana en la Narbonense no pro-
cuero-y hasta el bautismo en el espíritu Paráclito (con- venía tanto de una decadencia como de un exceso de
solamentum) por una imposición de las manos, todo tras- vida y de generosidad religiosas 102. Antes de manifes-
cendía a arcaísmo neotestamentario y expresaba el de- tarse pujante como fiebre pietista en las diversas clases
seo de ser en todo no otra cosa que lo que eran los de la sociedad meridional, el evangelismo apostólico de
cristianos de Jerusalén 100. ¡Cuántos polemistas protes- los gregorianos había producido óptimos frutos en la
Iglesia1°3 • ¿No eran precisamente las provincias en que
las herejías apostólicas estaban más extendidas aquellas
98 EVERWIN DE STEINFELD, 679 D; BORST, 91, n . 9.
99 A falta de documentos directos, diversos autores han echa- mismas en que al principio el movimiento ortodoxo
do mano de analogías para suponer una continuidad. Las ana- mejor había prendido en los cabildos regulares de ca-
logías dualistas con maniqueos, mesalianos y paulicianos no nónigos?104. Y hasta el siglo XIII continuó en estas regio-
suponen otro parecido que el del sentimiento fundamental: la
oposición radical del mundo y del bien. Las analogías con la
Iglesia antigua en lo que toca al culto y a la jerarquía, chocan con 64-74. Con GUIRAUD, RUNCIMAN y MORGHEN, cree en el
el hecho de que los bogomilos poseían al principio un culto ru- origen antiguo del rito. BORST, 193-194 y n, 11, piensa que los
dimentario y ninguna jerarquía. El carácter arcaico de las prác- textos del Nuevo Testamento (Hech 8, 17), bastaba para ins-
ticas cátaras puede venir directamente del Nuevo Testamento; pirarlo; añadamos: en el ambiente litúrgico y monástico de los
y lo mismo ciertas prácticas monásticas orientales de que fue nu- Balcanes en el s. XI. Cf. n . prec.
triéndose poco a poco el bogomilismo. Cf. discusiones y conclu- 101 Cf. la exposición significativa de BORST, 27-58, sobre las

siones de BORST, 68, n. 12-13. VICAIRE, Historiographie du modernas interpretaciones de la historia cátara, y la Historio-
catharisme, CF XIV, 390-405. graphie du catharisme, CF XIV, Tolosa 1979.
11 x' DONDAINE, Origines, ha demostrado que no se puede 11' 2 LAGGER. 293-294.

negar el origen bogomilo del carácter apostólico de la religión 103 MANDONNET-VICAIRE, 11, 167-187.

cátara, especialmente por lo que se refiere al conso/amentum, !bid., w 4 DEREINE, 379, 381.
228 VICAIRE: Historia de Santo Domingo _ _ _ _ _ __ _ _ _ _ _ __ _ _ _ _ _ __ V.La Narbonense 229

nes, como en todo el occidente, inspirando numerosas de la respuesta de la Iglesia a la herejía; respuesta que
manifestaciones de fe católica. La Iglesia, es cierto, no la Iglesia misma les reconocerá como su misión propia.
había querido imponer a todos los clérigos la pobreza Predicadores, obispos ejemplares, comisarios y legados
y el desprendimiento temporal absoluto -lo que era sin del papa durante tres cuartos de siglo, los cistercienses
duda ineludible, si querían proteger su independencia se entregaron sin reserva a la causa de la fe en el Me-
en aquel ambiente de violencia y de injusticia de que diodía, siguiendo las consignas de los Sumos Pontífices.
estaba impregnado el mundo feudal-, pero al menos se ¿ Y no es igualmente de un monje cisterciense, el
había esforzado en darles el espíritu de pobreza, multi- maestro Alano de Lille, de quien procede el más impor-
plicando entre ellos el ejemplo de los clérigos regulares tante de los primeros estudios sistemáticos y críticos de
y de monjes fervorosos. Pocas épocas hay en que las la herejía a fines del siglo XII, dedicado a Guillermo de
fundaciones religiosas hayan sido más numerosas en la Montpellier (t 1202)?107 . Esta gruesa obra, bien ordena-
Narbonense que durante el siglo XII. Junto a las anti- da, iluminada por la doble luz de la exégesis y de la
guas abadías, muchas de las cuales continuaban vivien- razón, inició brillantemente la serie de obras polémicas
do dentro de la más escrupulosa observancia regular, y teológicas en que abundarían los cincuenta años si-
fueron multiplicándose los monasterios canonicales de guientes y de las cuales ha podido decirse que dieron
San Rufo o de Premontré, las encomiendas de las Ór- el golpe de gracia a la herejía, justamente cuando esta-
denes Militares, las casas hospitalarias de toda especie, ba estrenándose la Inquisición1°8 • Ocurrió que en el mo-
de las cuales no fue la menos sensacional el hospital del mento en que los laicos apostólicos acudían cada vez
Espíritu Santo de Montpellier, que, por encargo de Ino- más numerosos a los predicadores cátaros, porque en
cencio, levantó una filial en Roma y luego difundió por sus teogonías encontraban el modo barato de satisfacer
toda Europa la más importante de las órdenes de este su inquitud ante el problema del mal, el mismo apetito
tipo1º5• Con todo, hay un nombre que resume esta fecun- de conocer y de comprender provocaba entre los cató-
didad católica mejor que todos: el Císter, del que la licos el desarrollo extraordinario de las escuelas y pre-
Narbonense y las diócesis vecinas vieron surgir una do- paraba el nacimiento de las universidades. Obligar a la
cena de grandes abadías: Belleperche, Grandselve, religión cátara, nacida de una actitud sentimental fren-
Eaunes, Bulbona, Calers, Feuillans, en la diócesis de te al mal y frente al mundo, a penetrar en el campo de
Tolosa; Cadeil y Ardorel1° 6 en la diócesis de Albí; Villa- la inteligencia, era obligarla a poner al desnudo la in-
longa, junto a Carcasona Fontfroide, junto a Narbona, consistencia filosófica de su dualismo, la incoherencia
y Valmagne y Franquevaux en las diócesis de Agde y profunda de ese dualismo y de su apostolicismo, la gra-
de Nimes.
w7 ALANO. Otras dos exposiciones polémicas de valor, tam-
Las abadías cistercienses no fueron solamente los
bién de fines del 9. XII, son obra de meridionales: Bernardo,
centros de irradiación de la pobreza personal, del asce- premonstratense de Foncaude (junto a Montpellier), FONCAU-
tismo y del fervor católicos. Fruto, por una parte, de la DE y ERMENGAUD DE BEZIERS (contra hereticos), PL. 204, 1235-
breve aparición de san Bernardo en el Albigeois, pro- 1272. La parte relativa a los valdenses, perdida, ha sido encon-
porcionaron los puntos de apoyo y los buenos artífices trada por Dondaine y editada por GONNET, Waldensia, en Rev.
d'hist. et de phi/os. religieuse, XXXIII (1953) 249-254). Este Ermen-
gaud sería un Pobre Católico, compañero de Durando de Huesca,
105 FLICHE, Montpellier, 221. cf. CF II, 255-256.
106 Cf. supra, n . 75. i os BORST, 13, 19, 21.
230 VICAIRE: Historia de Santo Domingo _ _ _ _ _ __ _ _ _ __ _ __ _ __ __ V.La Narbonense 231
tuidad de su repulsa del dogma bíblico de la creación y fautores y protectores, las sanciones e incluso la cruza-
del dogma evangélico de la Cruz, y el daño de su con- da que la Iglesia podía desencaden_ar contra un prínci-
denación radical de la vida y de la materia. Pero falta- pe católico para forzarle a cumplir sus obligaciones para
ban los teólogos para multiplicar estos encuentros, aun- con la defensa de la fe . Por último, un decreto de Ino-
que, en realidad, ¿era aquel el momento de andar en cencio mismo, de 1199 113, había declarado el motivo
disputas, cuando la negligencia de los prelados y el fa- fundamental de la acción combinada de las autorida-
vor de los príncipes hacia los herejes parecían estar a des de la cristiandad. De este modo la herejía caía bajo
punto de darles a éstos la victoria completa en la Nar- la antigua ley de lesa majestad, es decir que iba al mis-
bonense? mo tiempo contra Dios y contra el principal fundamen-
to de la sociedad católica: la verdad.
Sin embargo no había solamente obispos incapaces: Se acercaba, pues, la hora de tal acción, a la cual
Godofredo de Beziers, Berenguer de Carcasona, Nava- venían a incorporarse las campañas contra la guerra y
rro de Couserans, Garsie de Comminges, Hugo de Riez contra los bandoleros, desde 1198, Inocencio venia de-
y Raimundo de Uzés, estaban, todos ellos, a la altura de signando legados 114 que tenían la misión de despertar
su misión. Entre los príncipes, podía el papa también la conciencia de los soldados y de los príncipes para
contar con algunos elementos fieles que parecían segu- luchar contra todos estos desórdenes. Pero esto no basta-
ros: la familia de Montpellier y la de Aragón 109 • El año ba. Se podía muy bien llegar a destruir o a dispersar a
1204, el matrimonio de Pedro II de Aragón con María los herejes con la colaboración del poder temporal, pero
de Montpellier, que introducía en el corazón mismo del quedaban por alcanzar los corazones y las convicciones.
Albigeois la dinastía católica, fue seguido de su coro- Sólo la predicación era capaz de hacerlo. Comprendien-
nación en Roma. El rey hizo al papa juramento de obe- do en sí todas las medidas contra la herejía, pues ella
diencia y de vasallaje. Pedro II había renovado ya las era su principio y su término, la predicación seguía sien-
medidas tomadas por su padre contra las herejías, con- do la preocupación primordial de todos los que consi-
forme al derecho de la Iglesia 110 . Si otros se unían a él y deraban con objetividad y lucidez el problema religioso
nuevos prelados, sustitutos de los claudicantes, venían de la Narbonense. Mientras iba cerrándose rápidamente
a doblar el numero de prelados celosos, los herejes po- el surco de luz abierto por la misión de san Bernardo,
dían ser eliminados del país por la acción conjunta de uno de sus compañeros hacía esta observación: «una
las autoridades espirituales y temporales. provincia seducida por un tal cúmulo de doctrinas erró-
Ya el canon 27 del III concilio de Letrán (1179)m y neas necesitaría una larga predicación» 115 • Algunos ha-
las decisiones de Verona (1184) 112 habían definido cla- bían vuelto, por un momento, a emplear el método doc-
ramente y condenado las herejías meridionales y habían
precisado el procedimiento para la búsqueda y la con-
113 POTTHAST, n . 643; PL. 214,537; MAISONNEUVE, 32, 63,
vicción de los herejes, las penas en que incurrían sus
156-158. Ver también esta frase en la confirmación de la deposi-
ción del obispo Guillermo de Beziers (18 de febrero de 1205): «cri-
men haereseos, per quod blasphematur divina majestas»,
1119LAGGER, Albigeois, 630-632. FLICHE, Montpel/ier. POTTHAST, n . 2129; PL. 215, 272; VILLEMAGNE, 190.
11 "VAISSETE, VI, 216 y 221. 114 El 21 de abril de 1198; en sus cartas del 12 de agosto de
111 Canon 27. HEFELE-LECLERCQ, V, 1106-1107; MAISON-
1199, precisaba Inocencio los poderes de los legados:
NEUVE, 94-95. POTTHAST, 95, 785 y 786; PL 214, 82 y 675, 677.
11 2 MANSI, XXII, 476-478; MAISONNEUVE, 108-114.
11 5 GODOFREDO DE AUXERRE, 412 C.
232 VICAIRE: Historia de Santo Domingo _______

trinal, pero su somero surco, a su vez, se borraba muy


rápidamente. Inocencia III comprendía perfectamente
que sus legados tenían que ser predicadores116• En 1203
pensó en renovar la obra de san Bernardo, valiéndose
de sus cistercienses, mediante una acción mucho más
vasta. La Providencia se encargó de procurarle predi­
cadores de su elección.

116
Ver su carta al legado Rainiero, del 12 de abril de 1199. Le
exhorta «ut in Lia, Rachelis sterilitatem tua predicatione foe­
cundes, dum quod in solitudine et claustri silentio didicisti, juxta
mandatum evangelicum predicaveris super tecta, et talenta tibi
credita erogaveris ad usuras». Le da entonces,en nombre del que
envió a los Apóstoles a predicar, la misión de predicar y plenos
poderes: 1º, para corregir a los clérigos y a los monjes; 2º, para
juzgar y absolver a los violadores de la inmunidad clerical; 3º,
para confundir y reconducir los herejes a la unidad, PL 214,676.

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