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V. NUEVOS CONFLICTOS.

LA "UNAM SANCTAM"

Parece que fué en la segunda mitad del año 1300 cuando el


abogado de Coutances Pedro Dubois presentó a Felipe el Her- moso
un escrito titulado Summacia, brevis et compendiosa doc-trina felicis
7
regni Francorum 4, en el
expeditionis et abbreviationis guerrarum ac litium
que le proponía un fantástico pro-yecto de monarquía universal
bajo el cetro del rey de Francia; monarquía universal de la que
formarían parte los Estados de la Iglesia e incluso el Imperio de
Constantinopla. Todos los bienes inmuebles eclesiásticos serian
confiscados y el papa dis-frutarla de la suprema autoridad tan sólo
en el orden espiritual.
No agradaron al rey tales planes, por halagadores que fue-

N "A ministerio simul atque -loco pellerls in exllium trans-portatua" (TINKI, AUS
den Tagen B. p. CLXII). Compárese esta predicción, que no se verificó sino de un
modo vago e imperfecto, con la que el año anterior habia hecho "al embajador
aragonés: "Pro certo constat vobis, quod status Eccieaiae cito mutabitur, et citius
quam credatis... Vldobitia mirabilia in brevi" (FINKE, AUS den Tagen B. p. xxxn).
n Obras de consulta: ARNALDO DE VILLANOVA, Obres catalanes, ed. M. Batllori
y J. Carreras Artáu (Barcelona 1947); H. FINKE, •AIM den Tagen Bonifax VIII p.
191-226 y cxvn-ccxi; M. MBNÍN-DEZ Y PELA YO, Historia de, loa heterodoxos
esp. (2.* ed., Madrid 1817) in, 179-225 y apénd. document.; B. HAURBAU, Arnauld
de Villeneuve, médecin et alchimiste, en "Hist. litt. de la France" 28 (1881) 26-126;
J. M. Pou, Visionarios, beguinos y fraticelos cata- lanes (Vlch 1930) p. 84-110; A. RUBIA
Y LLUCH, Documenta per l'historia de la cultura catalana mitjeval (Barcelona 1908) t. 1
passlm. También FINKB, A ata Aragonensia t. 1 y 2.
w Publicado por N. DE WAILLY en "Mémoires de 1 Acad. ins-crlpt. et belles-
lettres" xvm (1859) 435-494. Sobre Pedro Dubois véase la edición de su tratado De
recuperatio Terrae sanotae, he-cha por C. V. Langlois en "Collect. de textes" (Paris
1891) y el art. de E. RKNAN Pierre Dubois, en "Hist. litt. de la France" Xxvr, 471-
536.
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P. II. DE GREGORIO VII A BONIFACIO Viri

sen, ya que Felipe, más que los sueños utópicos y las empre-sas
aventureras fuera de su reino, amaba lo positivo y concre-to: la
sujeción de sus vasallos, el orden en su reino y el oro en; sus
arcas.
Oro y plata era lo que ¿1 codiciaba para sus fines politicos. El
rey, que en 1291 había despojado a los banqueros lombar-dos y
en 1306 alterará el valor de la moneda y después preten-derá
incautarse de los bienes de los Templarios, se valía de to-dos los
medios, aun de las concesiones pontificias, interpretán-dolas
abusivamente, para vejar al clero con impuestos cada día mayores.
Los principios del Derecho canónico eran abier-tamente
conculcados, a veces brutalmente, por los oficiales re-gios, en tal
forma, que muchos obispos, como los de Lyón, Rouen, Tours,
Angers, etc., se vieron obligados en conciencia a protestar
públicamente
1. Legación del obispo de Pamiere.—De todo tenia exacta
noticia Bonifacio VIII, el cual, sintiéndose ya seguro en su sede
después de la victoria sobre los Colonna y del triunfo del ju-bileo,
se decidió a amonestar severamente al monarca francés.
En 13Q1 envió al obispo de Pamiers, Bernardo Saisset, en
calidad de nuncio a París. Debia este legado pontificio exhor-tar al
rey a respetar los derechos de la Iglesia y a emplear los diezmos,
annatas y otros censos y rentas de los beneficios ecle-siásticos
en preparar la cruzada, no en otros fines seculares TS.
Bonifacio cometió una increíble torpeza al escoger como nuncio
a Bernardo Saisset. Los procedimientos de éste debie-ron de ser
bastante imprudentes, e irritaron al rey hasta tal. punto, que,
cuando, terminada la legación, se retiró Saisset a su diócesis de
Pamiers, los espías y comisarios regios empe-zaron, a recoger
denuncias y acusaciones contra el obispo.
Ya de antiguo se sabia que Bernardo Saisset murmuraba contra
Felipe el Hermoso diciendo que era un bastardo, no des-cendiente
de Carlomagno, y que bien se veía en la manera de reinar; que ni
era hombre ni bestia, sino una estatua; que de-jaba el gobierno en
manos de quienes vendían la justicia; que era un monedero falso,
afanoso de engrandecerse sin mirar cómo; .que toda la corte
estaba corrompida por dentro y por fuera; que el condado de
Pamiers no pertenecía al reino de
7
1 Datos concretos en DIOARD, Phllippe le Bel U, 16-18; Bou-TARIC, La
Franco sous PMl. le Bel (París 1861) p. 69-70.
" El papa estaba entonces muy ilusionado con la cruzada contra los turcos. La
ocasión parecía de perlas, ya que el khan de los mogoles y rey de Persia, Kassan,
se había apoderado de Siria a fines de 1299 y había enviado embajadas amistosas a
los prínclpea cristianos invitándolos a unirse con él para conquistar a Palestina.
Accedió el rey cristiano de Armenla, pero no los reyes de Europa, a pesar de las
exhortaciones de Bonifacio VIII (RAINALDI, A nnales ad ann. 1301, n. 34; T. S. R. BOASB,
Bonifar ce VIII p. 222-227).
C. .9. BONIFACIO VII]

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Francia; que todos los franceses eran enemigos de los tolosa-nos, y en


particular de la lengua provenzal, etc! "
Dirisfcc que Saisset. muy estimado de Bonifacio VIII, te-nia, como
éste, el grave defecto de la Intemperancia en eí len-guaje. El 12 de
octubre de 1301 fué citado a comparecer de-lante del rey, mientras
todos sus bienes, castillos, tesoros y li-bros eran embargados. Y el 24
de octubre, en Senlis, el conse-jero real Pedro I :¡otte dló lectura a
todos los cargos que se hadan contra él: crimen de lesa majestad,
traición al rey, si-monía, herejía y blasfemia. Parece que estos tres
últimos pe-cados escandalizaban especialmente a Felipe el Hermoso y
a sus ministros, como iremos viendo en esta historia
Juzgó el, consejo que d obispo merecía ser encarcelado y depuesto
de su oficio; mas, como el reo rechazaba la compe-tenda de un tribunal
laico para juzgar a un eclesiástico, declaró d monarca que, mientras él
se ponia de acuerdo con d papa, quedaría Bernardo Saisset bajo la
custodia del arzobispo de Narbona.
Apenas llegaron estas noticias a oídos de Bonifacio VIII, éste se
sintió herido en lo más vivo de su ser. En la bula Sal-vator mundi (4 de
diciembre) revocó inmediatamente todos los indultos, concesiones y
privilegios otorgados al rey de Fran-da para la defensa de su rdno en
momentos críticos, prohi-biendo erj adelante a los edesiásticos pagar
cualquier contri-bución, lo cual era como reponer en vigor la
constitución C/e-cicls laicos Te.

" Estas acusaciones, recogidas posteriormente, véanse en Di-GARD, n, 52-54, y


en RAINALDI, Annales ad ann. 1301, n. 27.
™ Sobro Bernardo. Saisset, canciller y vicario general de Tou-louse desde 1264,
obispo en 12G5 de Pamicrs, sobre cuyo dominio condal contendía con el conde de
Foix, teniendo de su parte al papa y en contra del rey, véase el estudio de MRG. J.
M. VIDAL Bernard ffaisset, evée/ue de Pamiers, en "Rev. des Sciences re-ligieuses"
V <1925); VI (1926), y aparte en forma de libro (Tou-louse, Paría 1926). La
impudente hipocresía de Pedro Flotte se evidencia en las letras que envió a
Bonifacio VTH, asegurando que el obispo era almonlaco manifiesto y hereje; que
había sostenido no aer pecado la fornicación ni siquiera en loa clérigos; que había
dicho que "nuestro santo Padre Bonifacio, soberano pon-tífice, es el diablo
encarnado", etc. Calumnias despreciables, que en seguida lanzarán, aprobadas por
Flotte, contra el propio Bo-nifacio (DUPUY, Hist. du différend 628-629).
™ Enjuiciando este arbitrario y brutal proceso, escribe Mgr. Vidal: "Nulle forme
n'est gardée. Sous prétexte de lèse-majesté st de trahison, le roi s'en prend & une
personne d'Eglise cons-tituée en dignité. Il viole le privilège du for. H s'approprie
lea méthodes sommaires de l'Inquisition. NI citation, ni accusation, ni défense do
l'accusé... Or, cette procédure incohérente et ex-ceptionnelle, la remarque a déjà été
faite, c'est celle des grands procès de vengeance, comme celui de Bonifaco. VIII...
ou, comme celui de l'evêque de Troyos, Guichard, qui eut lieu en 1308 et 1309; celle
des procès U'hipocrlte fiscalité, comme celui des Tem-pliers (1307-1312). Dans ces
entreprises les leglstes royaux, et le
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2. La bula "Auscultât lili".—Con fecha 5 de diciembre sa-lía de


Roma otra bula, que es, sin duda, de las más importan-tes para
conocer las ideas político-religiosas de Bonifacio VIII y los
sentimientos personales de éste para con Felipe el Her-moso.
Empezaba por las palabras "Ausculta, ñli charissime" ("Escucha,
hijo queridísimo, los preceptos de tu padre"). In-slstia en la unidad
de la Iglesia, fuera de la cual no hay salf vación, y en la necesidad
de que todos cuantos en ella han entrado por el bautismo
obedezcan a su cabeza, que es el vi-cario de Cristo, sucesor de
San Pedro. Es una locura pensar que los reyes, como los demás
cristianos, no están sometidos al sumo jerarca de la Iglesia 80.
Le reprochaba al rey francés sus tiranías, sus injusticias, sus
violaciones del foro eclesiástico, sus intrusiones anticanó-nicas en
la colación de beneficios, sus atropellos, despojos y expoliaciones,
etc. La iglesia de Francia ha caldo de su anti-gua prosperidad en
un miserable estado de servidumbre y per-secución. Por lo cual, el
Soberano Pontífice puede justamente armarse del arco y la aljaba
para disparar sus flechas contra el culpable; pero, movido de su
tierno amor paternal, prefiere deliberar primero con los prelados
del reino, con los abades, con los maestros de teología y de
derecho canónico, a fin de tomar las medidas más convenientes
para remediar tantos des-órdenes. En consecuencia, ha decidido
convocarlos a un con-cilio çn Roma, al cual podrá asistir,
personalmente o por me-dio de sus delegados, el propio rey.
Bonifacio está dispuesto a la misericordia y al perdón con tal que
Felipe quiera corre-girse. Le avisa que se guarde de los falsos
profetas, que son sus malos consejeros, los cuales' oprimen a los
naturales del reino, devastan los bienes ajenos, saquean las
iglesias, engor-dan con las lágrimas de los pobres. Y termina
lamentando el abandono en que el rey ha dejado a Tierra Santa en
el mo-mento en que los tártaros prometían su ayuda contra el
Islam.
La intención del papa al echarle en cara a Felipe y a sus
ministros las iniquidades que cometían contra los nobles, con-tra el
clero y contra el pueblo de Francia era hacer causa co-mún con
estas clases sociales, en tal forma que el monarca, sin-tiéndose
aislado, se viese obligado a capitular; pero se enga-ñaba
tristemente, porque la nación se solidarizó con su rey.
plus retours, le plus implacable de tous, Guillaume de Nogaret, inaugureront un
système où les coups de force, les séquestres de biens, les enquêtes clandestines,
la diffamation, la torture, l'appel à l'opinion publique, l'indignation farlsaique &
propos de crimes douteux et l'hipocrlte apparence du respect & l'égard de la jus-
tice d'Eglise, tinrent lieu de procédure" (Bernard Saisset [Tou-louse 1926] p. 98-
99).
" "Quare, flli charissime, nemo tibi suadeat, quod superio-rem non habeas et non
Bubsls Summo Hierarchae eccleslastlcae hierarchiae" (Les registres de B. n. 4224; t
3, 328).
C. .9. BONIFACIO VII]

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El absolutismo regio predicado por los legistas impregnaba ya


el ambiente nacional. El soberano de Francia era dueño absoluto de
su territorio y no dependía en su gobierno y ad-ministración sino
de Dios. Por otra parte, como rey cristiano .que era, ¿no tenía el
derecho y aun el deber de mirar por el Jbien de las iglesias
francesas? El galicanismo hundía sus raí-fes muy hondas en la
historia.
La bula ¿e convocación del concilio señalaba la apertura de éste
para el 1 de noviembre de 1302 ía.
3. Respuesta francesa.—Portador de la bula Ausculta, fili era el
romano Jacobo de Normanni, archidiácono de Narbona. Refieren
varios autores coetáneos que la bula pontificia, arre-batada con
violencia por el conde de Artois, fué públicamente quemada 8a.
Lo cierto es que lo? reales consejeros, apenas leyeron lo que el
pontífice decía de ellos y la autoridad con que Bonifa-cio se
proclamaba juez universal de los cristianos y director de la
conciencia de' los mismos reyes, pensaron que tal docu-mento no
podía publicarse. Debió ser el canciller del reino, Pedro Flotte,
quien sugirió a Felipe IV la idea de falsificar la bula, o, mejor, de
publicar otra completamente falsa y espuria, que excitase el odio y
la indignación contra el pontífice. De hecho hizo correr un
documento concebido en estos términos:
"Bonifacius episcopus, servus servorum Dei, Philippo Fran-
corum regi. Deum time et mandata eius observa. Scire te vo-
lumus, quod in spiritualibus et temporalibus nobis subes. Be-
neficiorum et praebendarum ad te collatio nulla spectat, et si
aliquorum vacantium custodiam habeas, fructus eorum succes-
soribus reserves; et si quae contulisti, collationem huiusmodi
irritam decrevimus, et quantum de facto processerit, revoca-mus.
Aliud áutem credentes haereticos reputamus. Dat. Latera-ni non.
decembr. Pontificatus nostrl anno 7" 80.
Este apócrifo documento falseaba la mente del papa. N'unca
Bonifacio VIII habia dicho que Felipe estaba sometido aun en las
cuestiones temporales al Romano Pontífice de una ma-

"Ante cromotlonem nostrani" (8 de diciembre 1301) (Les registres n. 4226).


n
" Lo narra, entre otros, Tolomeo de Lucca en su Historia ecclesiastica
(MURATORI, Rer. ita/, script. XI 1222); y lo escribió en una carta el cardenal Orsini:
"Combustile sunt apostolicae Iitterae ln ipsa regís et magnatorum praesentla, quod a
nullo haeretlco, pagano aut tyranno legimus esse factum" (DUPUY, Hist. du di//.
Preuves, 80). No nos convencen las razones en contrarlo de DHJARD, PMl. le Bel II,
95. Quizá el acto no tuvo la solemnidad dramática que algunos le atribuyen, pero no
hay duda que el rey y sus consejeros estaban Interesados en destruir dicha bula.
Más tarde, Clemente V hizo raspar de élla los pasajes ofensivos al rey (RAINALDT,
ad ann. 1311, n. 33-34).
- DIJPUY, Hlst. du di//. Preuves, 44, 47; RAINALDI, ad an. 1301, n. 32.
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ñera absoluta y directa; siempre se había referido al aspecto moral


y espiritual: sub ratione peccati. Tampoco las restantes
proposiciones expresaban con fidelidad el pensamiento bonifa-
ciano, sino que más bien lo caricaturizaban.
El efecto apetecido se obtuvo. Ante el pueblo francés apa-l redó
el papa como un ambicioso, que se arroga derechos queí no le
pertenecen, y como un peligroso enemigo. Por eso se reJ cibió con
risas y aplausos una respuesta—apócrifa ^también] pues jamás fué
enviada oficialmente—que decía asi: ;
"Philippus Dei gratla Francorum Rex, Bonifacio se gerenÚ pro
summo Pontífice, salutem modicam seu nullam. Sdat raa-xima tua
fatuitas in temporalibus nos alicui non subesse. Ee~ desiarum ac
praebendarum vacantium collationes ad nos iute reglo pertlnere,
fructus earum nostros facere; collationes a no-bis factas et
faciendas fore validas in praeteritum et futurum, et earuri)
possessores contra omnes viriliter nos tueri; secus autem
8
crecientes fatuos et dementes reputamus. Datum Pari' siis", etc. 4
4. Los estados generales de 1302.—El ambiente estaba pre-
parado. En la seguridad de ganar a toda la nadón para su causa,
Felipe el Hermoso convocó los Estados generales, los primeros
"Estados generales", que se conocen en la historia de Francia. Es
entonces cuando por primera vez son llamados a deliberar, junto a
la nobleza y el clero, los representantes de la burguesía, el tercer
ëstado, que cinco siglos más tarde (1792) se alzará contra un
sucesor de Felipe IV y contra la monarquía.
La asamblea nacional se celebró en la iglesia de Nôtre Dame el
10 de abril de 1302. Presidía d monarca en persona. Y pa-rece que
fué Pedro Flotte quien tuvo d discurso principal, querellándose de
que d papa pretendía someter a toda Fran-cia bajo su poder aun en
lo temporal, haciendo del rey un va-sallo suyo. Y esto no era pura
palabrería, pues ya había con-vocado a Roma a todos los prelados
y doctores del rdno, pri-vando así al monarca de sus mejores
auxiliares con d pretexto de reformar los abusos, como si no fueran
mucho más graves los abusos que él comete cada día contra el
reino y la iglesia de Francia con tantas reservaciones, colaciones
arbitrarias de se-des episcopales y de beneficios importantes
concedidos a ex-tranjeros, subsidios excesivos, exacciones de
toda especie, etc. Nuestro rey—añadía—no puede soportar esto por
más tiem-po, y está dispuesto a reformar el reino y la iglesia de
Franda a gloria de Dios y de la Iglesia universal.
* DUPTJY, 4BTD. 44; Du BOULA Y, Historia Univers. Paris. IV, 11. Por miedo a la
excomunión, Felipe entregó al legado la persona del obispo de Pamlers, con la
prohibición de que retornara a Francia,
C. 9. BÓNIPACtÓ VIII

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Felipe, tomando entonces la palabra, preguntó a los obispos y a


los nobles:
\ —¿De quién tenéis vuestros obispados? ¿De quién tenéis
vuestros feudos? ¡ —Del rey—contestaron todos unánimemente, i
—Pues nosotros—continuó Felipe—tenemos nuestro reino de Dios
solo; y por sostener esta verdad empeñaríamos nuestro patrimonio,
nuestra persona y nuestros hijos. Que cada uno de los estados
medite sobre ello y dé una respuesta precisa y de-finitiva.
La respuesta de adhesión al rey la expresó cada uno de los
estados en sendas cartas a Roma. La del clero francés, dirigi-da al
papa, es importante, porque nos da a conocer .todo, lo sucedido en
la asamblea y nos revela los escrúpulos e incerti-dumbres que
trabajaban el ánimo de aquellos obispos galica-nos, temerosos de
descontentar a Su Santidad, pero tan débi-les, que no osaban
oponerse a su rey aun cuando éste caminase hacia el cisma.
Después de exponer todos los argumentos de Pedro Flotte y la
requisitoria del monarca, relatan cómo la nobleza y la bur-guesía
habian aplaudido y agradecido a Felipe su actitud y decisión,
poniéndose incondicionalmente de su parte contra Roma. Cuando
nos llegó a nosotros—dicen—el turno, pedimos un plazo mayor
para deliberar, el cual nos fué negado, ame-nazándonos con que
seria declarado enemigo del rey y del reino quien no participase de
la opinión general. Intentamos demostrar que Vuestra Santidad no
había querido en modo alguno atentar contra la'libertad del reino y
el honor del rey; pero luego, previendo los males y escándalos que
se seguirían de una respuesta poco grata a los barones y al
monarca, de-claramos que, en virtud del homenaje feudal que
ligaba-a al-gunos de nosotros y del juramento de fidelidad que
todos ha-blamos prestado, estábamos dispuestos a ayudar al rey, a
de-fender los derechos del reino, con nuestros consejos y nuestra
cooperación. Deseosos de obedecer a Vuestra Santidad, hemos
solicitado autorización para dirigirnos a Roma, pero se nos ha
negado rotundamente. Por lo cual suplicamos a Vuestra San-tidad,
con voz sollozante, que anule y revoque la convocación del concilio
8Í.
Es decir, que el clero francés, por ser fiel a Felipe IV, hacia.
traición a Bonifacio VIII.
Los nobles no se dignaron escribir al papa; lo hicieron al
Colegio cardenalicio, sin duda para poder insultar más libre-mente
a Bonifacio. Hacían suyo el discurso de Pedro Flotte, deploraban
los abusos cometidos por el Sumo Pontífice, a quien acusaban de
"mala voluntad y enemistad antigua, bajo sombra
•» DUPUY, ibid. 70-71; DU BOULAY, Bist. Univ. Par. IV, 19-21.
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de amistad, e injustas extorsiones", en daño de Francia. Tales


acciones de "aquel que preside actualmente el gobierno de la
Iglesia" (no le llaman nunca papa o Sumo Pontífice) no suco-dieron
jamás ni sucederán en lo por venir, si no es con el anty-cristo.
Pedían, por fin, que Bonifacio fuese castigado debida-mente, y
firmaban 32 de los más nobles de Francia en nombjre de todos 8Í.
No conservadnos la carta del tercer estado, dirigida iguál-mente a los
cardenales y redactada probablemente en los mis-mos términos.
Respondió el Colegio cardenalicio rechazando como falsas las
8
acusaciones de haber usurpado el papa la jurisdicción del rey 7, y
respondió también Bonifacio VIII a los prelados, do-liéndose
acerbamente de su defección en negocio tan grave para la Iglesia.
Bien sabe el papa lo que contra él ha dicho "ese Belial que se llama
Pedro Flotte, tuerto en los ojos del cuerpo y totalmente ciego en
los del alma"; pero lo que más le aflige es que los prelados, por
temor del rey terreno, hayan despreciado al celestial y hayan
erigido una cátedra contra el vicario de Jesucristo 88.
5. El consistorio de 1302.—La verdadera respuesta, la más
categórica y solemne, fué la que dieron, en público consistorio, el
más docto de los cardenales y el mismo papa Bonifacio.
Aprovechando la circunstancia de hallarse en Roma los de-
legados del clero francés, se les invitó a una solemne audiencia con
el Sumo Pontífice y con el Colegio cardenalicio el día de San Juan
Bautista (24 de junio). El gran teólogo franciscano cardenal Mateo
de Acquasparta, discípulo insigne de San Bue-naventura, tomó la
palabra:
Es verdad—dijo—que han llegado a Roma quejas de los muchos
desórdenes que se producen en Francia contra las in-munidades
eclesiásticas, y que sobre ello el papa escribió al rey una carta. Lo
hizo de acuerdo con el Sacro Colegio, porque es preciso que se
sepa que entre el Soberano Pontífice, que es nuestra cabeza, y
nosotros los cardenales no existe la menor discordia, divergencia o
desunión; pongo por testigo al Espíritu Santo. Según algunos,
afirmábase en aquella carta que el reino de Francia es feudo de la
Iglesia. Jamás el papa ni los carde-nales han dicho semejante cosa.
En cuanto a los beneficios y prebendas, no hay duda que su
colación o provisión no perte-nece a los seglares. Si el rey goza,
además del patronato, de
" DUPUY, ibid. 00; Du BOULAY, Hist. Univ. Par. IV, 22-24; HFÍFBLB-LBCLBRCQ, Histoire
dea Concites VI, 410-414.
" "Unde propositio quam fecit Petrus Flotte... arenosum et falsum habet
fundamentum" CDUPUY. ibid. 71; Du BOULAY, Hist. Univ. Fiar. IV, 26).
• I^a carta empieza por loa palabras "Verba delirantis íi-liae" (DUPUY, ibid. p.
24-25).
C. .9. BONIFACIO VII]

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algún privilegio en este punto, yo no lo sé, pero en todo caso po


puede tenerlo sino por delegación (ministerialiterJ. Contra 3I
mundo entero me atrevo a defender, aun con riesgo de mi vida,
que el Sumo Pontífice, vicario de Cristo, tiene la plenitud de la
potestad, porque Cristo, que es el Señor de todos, ha dejado sus
poderes a Pedro y a sus sucesoces. Quéjase el rey de que el papa
concede los beneficios a extranjeros. Verdad es que ha nombrado
arzobispo de Bourges a Bgidio Romano, en cuyo elogio no me
detengo, y obispo de Arrás a un cloctor en derecho civil y
canónico. No recuerdo que otro Italiano haya sido promovido en
Francia. Y el papa está en su dere-cho. Como cabeza única de la
Iglesia, es señor de lo espiri-tual y de lo temporal. Hay. dos
jurisdicciones: el Sumo Pontí-fice tiene la espiritual, recibida de
Cristo; el emperador y los reyes poseen la temporal, y, con todo,
al papa compete cono-cer y juzgar cualquier causa temporal por
su relación con lo moral o espiritual (ratione peccati). La
jurisdicción temporal, en cuanto a 'su ejercicio y uso, no le
pertenece, aunque le per-tenezca de derecho 89.
A continuación habló Bonifacio VIII. Empezó por enalte-cer la
unión de la Iglesia y del reino de Francia, con las gran-des
ventajas, aun económicas, que de tal unión se han derivado para
aquella católica nación. Pero un hombre se ha empeñado en
desunirlas, un hombre diabólico, un nuevo Aquitofel, mitad
" ,vinagre y mitad hiél (acetum-fel), que con sus consejos al rey
está arruinando a toda la nación. Ese hombre demoniaco es Pedro
Flotte, que tiene como cómplices al conde dfc Artols y otros.
Pedimos a Dios que nos conceda castigar conveniente-mente a
ese Pedro, a esfc Aquitofel, que falsificó nuestra carta al rey.
Hace cuarenta años que practicamos el derecho, y sabe-mos que
existen dos poderes ordenados por Dios. Pues ¿quién podrá creer
que tal necedad y locura haya pasado por nuestra cabeza?
Afirmamos que nuestra voluntad no es usurpar lo más minimo de
la jurisdicción del rey, como lo acaba de decir el cardenal de
Porto. Pero el rey no puede negar, como cual-quier otro
cristiano, que nos está sujeto ratione peccati. En cuanto a la
colación de beneficios, queremos hacer al rey to-das las
concesiones posibles. Si hemos cometido algún error o

*" Heinos dado tan sólo un breve resumen de tan Importante dlscurso. De él
son estas frases textuales: "Summus Pontlfex habet plenlssimam fpotestatem] ;
nullus est qui possit earn limi-tare.., IHe dlcitur esse dominus omnium
temporalium et spi-rituallum... Planum est quod nullus debet revocare In dubium
quin possit ludicare de omni temporali rations peccati... Iuris-dictlo temporalis
potest conslderari prout competit alicui 'ratione actus et usus, vcl prout competit
alicui de iure. Unde iurisdictlo temporalis competit Summo Pontifici, qui est
Vicarius Christi et Petri, de iure... Quantum ad executionem actus non competit et"
(DUPUY, "ibid, 73-76; Du BOULAY, Hist, Univ, Par, TV, 28-31).
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P. II. DE GREGORIO VII A BONIFACIO Viri

agravio, que se nos demuestre honradamente, y prestos psfa-' mos


a corregirlo y remediarlo. Muchos de los que aquí están presentes
saben que ya durante nuestro cardenalato ¿ramos tan amigos de
Francia, que los cardenales romanos nos lo repro-chaban, y en
nuestro pontificado hemos amado mucho a su rey, como lo
demuestran los favores que le hemos hecho. En trance difícil se
vería d rey ante la coalición de alemanes, in-gleses y algunos de
sus vecinos y^más poderosos vasallos si nosotros no hubiéramos
sido rigurosos con sus adversarios. Nuestros predecesores
depusieron a tres reyes de Francia (¿Childeríco III, Felipe I y Felipe II
Augusto?), y si bien val-gamos nosotros menos que el pie de nuestros
piedecesoveb, ha-biendo cometido el rey todo lo que aquéllos
cometieron y mu-cho más, lo depondríamos como a un lacayo,
aunque con dolor y tristeza. En lo tocante a la convocación de los
prdados, os decimos a vosotros, que habéis venido en su nombre,
que, lejos de revocarla o suspenderla, la renovamos una vez más. Si
no pueden venir a caballo, que vengan a pie. Si algunos no vie-nen,
los depondremos y degradaremos 90.
6. La denota de Courtray.—El castigo de Pedro Flotte, que
Bonifacio deseaba infligirle por su propia mano, fué Dios quien
fulmíneamente lo ejecutó. El día 11 de julio, aquel "hom-bre
diabólico" que dirigía la política de Francia caía muerto en la
desastrosa batalla de Courtray. Empeñado Felipe el Her-moso en
anexionarse la tierra de Flandes, tenía preso en Pa-rís al conde
Guido de Dampierre. Pero dos hijos suyos y un nieto se pusieron al
frente de los flamencos, irritados por las injustidas y desmanes de
los invasores. La insurrecdón cundió por el país, empezando por
Brujas. El ejército francés, concen-trado en Lilles, partió a socorrer
a la guarnidón que resistía en el castillo de Courtray. Allí se empeñó
una batalla decisiva, y acaso hubieran cedido los flamencos si una
imprudencia del mando francés no hubiera empujado hada los fosos,
llenos de agua, a los escuadrones de la caballería. Miles de
caballeros se precipitaron locamente en los fosos, donde eran
rematados por sus enemigos a golpes de maza. Entre los muertos
se ha-
M "Iste Achltophel est quldem dlabolus vel dlabollcus homo, quem Deus iam ln
parte punivit, caecutiens corpore caecus mente, sclllcet Petrus Plotte, homo
acetosust homo fellicus, homo hae-reticus... Quadraginta annl sunt, quod nos sumus
experti ln iure, et scimus quod duae sunt potestates ordinatae a Deo. Quls ergo debét
credere vel potest, quod tanta fatuitas, tanta insi-pientia sit vel fuerit ln capite
nostro? Dioimua quod in nullo vo-lumua usurpare iuarisdictíonem regís, et sic frater
noster Por-tuensls dixit. Non potest negare rex, seu quicumque alter fide-lis, quin
sit nobis sublectus ratione pe coatí... Praedeccssores nos-trl deposuerunt tres reges
Franciae, et ipsl hoc habent ln chro-nicis suis et nos ln nostris... Nos doponeremus
regem sicut unum garcionem, licet cum dolore et tristltia magna" (DUPUY, ibid. Actos
et preuvps, p. 77; J?u BOULAY, Hiat. Univ. Par, IV, 31-33),
C. 9. BONIFACIO VIII

725

liaron el canciller Pedro Flotte, Roberto de Artois y otros ins-


tigadores de la campaña antipontificia.
Apenas llegó la noticia a Bonifacio VIII, aunque era bien entrada
la noche, saltó de júbilo e hizo despertar al embajador de Flandes,
Miguel As Closkettes, para comunicarle el tre-mendo desastre del
ejército francés y la muerte de los enemi-gos del papa.
La situación ^política de Felipe el Hermoso empezaba a
bambolearse. Si Bonifacio entonces hubiera maniobrado hábil-
mente, utilizando las .alianzas de Alemania, Aragón y Sicilia,
además de la ayuda de Inglaterra, es muy probable que la corte
francesa hubiera venido humildemente a darle la razón al papa.
Desgraciadamente para Bonifacio, contaba poco la habilidad
diplomática; era más de su gusto la aseveración rotunda y ca-
tegórica de los principios doctrinales.
Estos habian de ser expuestos • claramente en el sínodo ro-
mano que se abriria el 30 de octubre de aquel año 1302. La mitad
del episcopado francés, ante la humillación militar de su rey, tuvo el
suficiente valor para obedecer al Pontífice: cua-tro arzobispos (los
de Tours, Bourges, Auch y Burdeos), 35 obispos, seis abades y
muchos doctores y maestros se presen-taron en Roma 91.
Ignoramos en qué forma se desenvolvió tan importante
asamblea. Sólo sabemos que se formuló un decreto, publicada en
Letrán el 18 de noviembre, en el que, sin nombrar expre-samente
al rey de Francia, se renueva la excomunión contra todos aquellos
que retienen con la fuerza o causan daños a los que se dirigen a la
Sede Apostólica. Ese mismo día, 18 de no-viembre de 1302, está
fechado uno de los documentos más fa-mosos de la cancillería
pontificia, la* bula Unam sanctam. que es—nótese bien—fruto de las
deliberaciones del clero francés, reunido en sínodo bajo la suprema
autoridad de Bonifacio VIII.
7. La bula "Unam sanctam",—Merece conocerse y estu-diarse
esta célebre bula, sobre la cual se han dicho infinitas in-
exactitudes. Y todavía en nuestros tiempos se sigue discutien-do
sobre su verdadera Interpretación. Esquemáticamente pre-sentada,
se reduce a lo siguiente:
1) Una sola Iglesia santa. católica y apostólica existe en el
mundo, fuera de la cual no hay salvación. Esa Iglesia repre-senta
un solo Cuerpo místico, cuya cabeza es Cristo y su vi-cario,
sucesor de Pedro.
2) En esta Iglesia y en su poder hay dos espadas: una espiritual
y otra temporal. La espiritual es manejada por el sacerdote, o sea,
por la Iglesia; la temporal es manejada por los
" Lo» nombres en DUFUY, ibid. 86. Las actas de la asamblea no se conservan;
fueron destruidas posteriormente para compla-cer a Felipe el Hermoso.
726

P. II. DE GREGORIO VII A BONIFACIO Viri

príncipes, pero en bien de la Iglesia, según la indicación o el


permiso del sacerdote.
3) Y como Dios ha ordenado todas las cosas con subor-dinación
de las iníeriores a las superiores, asi la espada o po-testad
temporal debe subordinarse a la espiritual, que es más excelente. La
potestad espiritual tiene que instituir a la potestad terrena y juzgarla si no
fuese buena o se desviase de la justi-cia; en cambio, si se desvia
la suprema potestad espiritual (eclesiástica), sólo Dios puede
juzgarla. Quien resiste a esta potestad, establecida asi por Dios,
resiste al mismo Dios.
4) "Finalmente, declaramos, afirmamos y definimos que es
necesario para la salvación el que toda criatura humana esté sujeta al
Romano Pontífice"
Tan sólo esta última proposición tiene valor de definición
dogmática. En todo el resto de la bula no hace el papa sino ex-
poner en forma concisa, clarea y tajante la doctrina tradicional de
los teólogos, canonistas y Sumos Pontífices de la Edad Me-dia.
Bonifacio no expresa ninguna idea nueva, ni siquiera un matiz
personal; todo estaba dicho anteriormente, incluso con las mismas
palabras. La bula Unam sanctam es un mosaico de textos, sacados
principalmente de San Bernardo, Hugo de San Victor, Egidio
Romano, Santo Tomás, etc.
La doctrina de las dos espadas era corriente en la litera-tura
eclesiástica, por lo menos desde Godofredo de Vendóme (-j-
1132). Teólogos y canonistas otorgaban al vicario de Cris-to
utrumque gladium. La dificultad está en explicar qué sentido daban
al gladius temporalis 98*. La superioridad de los papas

" Aunque el original de la bula no ae conserva, su texto se encuentra en el


registro vaticano, y fué incorporado al Corpus inris can. 1. 1, tít 8, "Extravag.
coram." c. 1 (FRIÍDBURO, II, 1245). De su autenticidad hoy día no puede disputarse.
Sobre sus mu-chas interpretaciones, F. EHRMANN, Die Bulle "Unam sanctam" des
Papstes Bonifacios VIII (Munich 1890) ; RIVIÈRE, Le problème de l'Eglise et de
l'Etat p. 150-155; G. FILATI, Bonifazio Vili e il potere indiretto, on "Antonianum" 8
(1933) 329-354; FINKB, AUS den Tagen Bonifaz Vili p. 146-190.
Según el P. Alfonso Stickler, S. S., en Graciano y otros canonistas del siglo
xn, el gladius temporalis significaba origi-nariamente tan sólo la "potestad coactiva
material" de la Igle-sia. Esta poseo una doble potestad coactiva: la espiritual, sobre
las almas de los cristianos, y la material, sobre los cuerpos. De la espiritual puede
usar directamente (v. gr., del anatema), no asi de la material (ius gladii), del cual
hace entrega a los prin-cipes a fin de que éstos la empleen ad nutum Ecclesiae. Cf.
STIO-KLER, Do Ecclesiae potestate coactiva materiali apud Magistrum Oralianum,
en "Salesianum" 4 (1942) 97-119; ID., Il potere ooattivo materiale della Chiesa nella
Riforma Gregoriana secondo Anselmo di. Lucca, en "Studi Gregoriani" N (1947)
235-285; Io., Sacerdozio e regno nei decretisti e docretalisti, en "Miscellanea
Histórica Pontificiae" (Universidad Gregoriana, Roma) XVM (1954) 1-26, con otra
bibliografia del mismo autor.
El ius gladM se Identificó posteriormente cop. 1& potest<x<i civil
C. 9. BONIFACIO VIII

727

sobre los reyes aun en cosas temporales era creencia tan acep-
tada, que los mismos principes la reconocían y la profesaban
públicamente 93.
No había, pues, motivo para alarmarse por una afirmación más
de la supremacía pontificia. Pero la corte francesa, aun después de
la muerte de Flotte, estaba empeñada en interpre-tar torcidamente
el pensamiento de Bonifacio VIII, dando a sus palabras de sentido
teológico un significado feudal que no era el de su autor. Y así, apenas
Jlegó a su conocimiento el texto de la bula, el rey con sus juristas
pusieron el grito en el cielo, como si la libertad de Francia
estuviese en peligro, sien-do asi que ningún otro rey habla dado
importancia alguna al .documento.
8. Su verdadera sentido.—Persuadidos los que rodeaban a
Felipe el Hermoso dé que Bonifacio aspiraba a una hierocracia
universal, en la que los principes fuesen vasallos del pontífice,
acusáronle de que en su bula se arrogaba potestad directa en todas
las cosas temporales. La misma acusación repitieron en el siglo
XVII los galicanos, y en nuestros días los que no aca-ban de
entender la mente de aquel papa.
Ya entonces Bonifacio VIII protestaba contra semejante in-
comprensión, y declaraba por si mismo y por sus fieles intér-
pretes, como Acquasparta, que él no pretendía quitar a los re-yes
nada de su jurisdicción ni mermar en lo más mínimo su soberanía;
que el uso y la ejecución de la potestad temporal no pertenece al
pontífice; que si éste a veces debe intervenir en lo civil y político,
es solamente por su relación con lo espiri-tual, ratione peccati.
para defender la moral y la religión

de loa principes, dando origen a muchas y graves confusiones doc-trinales, aunque


no creemos que esa confusión sea la cauaa única de las teorías liierocráticas que
surgieron entre los teólogos y canonistas, exagerando la potestad de la Iglesia y del
Romano Pontífice en lo temporal. Bonifacio, como otros papas del si-glo xiir, no
sólo reclama el ius gladii en su sentido primigenio, alno que afirma que toda
autoridad, en una u otra forma, de-pende del vicario de Criato.
" Por ejemplo, loa embajadores del conde de Plandea hacían eata declaración el
29 de diciembre 1299 "Summua Pontifex ludex eat omnium, tam in spiritualibus
quam ln temporallbua... est enlm Christl omnlpotentls Vlcarlus" (KRRVYN DB
LBTTBNHOVB, Rappori de l'ambassade flamande, en "Mémolres Acad. Roy. de
Belglque" XXVIII, 421 y 604). El emperador Alberto reconocía en un diploma del 17
de Julio 1303 "quod lus ellgendl romanum regem, ln Imperlum postmoduta
promovondum, certis principl-bua ecclesiastlcia et aaecularlbua est ab eadem sede
[apostólica] concessum, a qua reges et lmperatores, qul fuerunt et erunt pro
tempere, reclplunt tomporalls gladii potestatcm" (THBINER, Oodex diplomaticus I,
390). Esto era conceder demasiado; sin duda, poco sinceramente.
** Si la espada temporal no éstá, como dice Bonifacio, en ma-nos del. pontífice,
parece claro que no la posee directamente; luego no posee la potestad directa en lo
temporal. Y, aln embargo,
728
e arbitrariamente y se cometan abusos. Con todo, histó-
V. U. DE ricamente se demuestra que los abusos cometidos no
GREGORI
O VII A
fueron tantos ni tan grandes como voceaban los
BONIFAC galicanos. Mucho más graves fueron los que en sentido
IO VIII
contrario cometieron los reyes con la doctrina regglista
V de Intervenir en lo eclesiástico ratione Status, o sea, por
erdad lo que más tarde se llamará razón de Estado.
es Se ha dicho que en la bula Unam sanctam se halla una
que fra-se totalmente inadmisible y falsa, indicio de una
esta desmedida ambición imperialista; aquella que dice:
doctri "Spiritualis potestas terrenam potestatem instituere
na de habet". No han faltado tímidos exegetas que han querido
interv traducir el instituere por instruir o adoctrinar, suavizando
enir asi el pensamiento del papa. Mas tam-bién deformándolo,
ration Instituere significa aqui, lo mismo que en Hugo de San
e Víctor, de quien está tomado el texto y el con-texto,
pecca instituir, establecer, fundar. Pero ¿no es una exageración
ti, y una falsedad decir que el papa tiene el poder de
aunqu instituir, es-tablecer, dar legitimidad a.un monarca? En
e nuestro modo na-tural de hablar, si; no en el de aquellos
soste hombres, imbuidos de lo que Arquilliére ilamó
nida "agustinismo político", para quienes sólo era
por cristianamente valedero lo elevado al plano sobrena-
todos tural.
los Cuando Bonifacio adjudicaba al poder espiritual la
docto institw ción del poder temporal, pensaba, sin duda—como
res y Hugo de San Víctor—, en Israel, cuyo primer monarca,
papas Saúl, fué insti-tuido por la autoridad religiosa de Samuel,
medie y pensaba también en la costumbre medieval de ser el
vales, pontífice quien consagraba y bendecía al rey, dándole, por
y en decirlo así, su forma institu-cional (formans per
sí institutionem) al admitirlo en la comunidad cristiana.
teoló
gicam
ente
inatac esta potestad depende de él. ¿En qué manera? Distingamos, con
Bonifacio, dos dependencias: dependencia in iure y dependencia in m.
able, De la dependencia i» ture tratamos en el texto, y la ex-plicamos por el
tiene agustinismo político. La dependencia in uau se explicaba entonces
peligr ratione peccati, es decir, indireote, según ex-presión de Vincentius
o de Hispanus (cf. eupra, nota 20). San Roberto Belarmlno será el primero en
desarrollar y puntualizar teológi-camente esta explicación en el siglo
que xvi: Gersón habia escrito: "Potest superioritas Illa ncminarl potestas
se directiva et ordina-tiva, potius quam elvilis vel iurldica" fOpera n, 147).
en- Como estas Ideas se barajan igualmente al tratar do Gregorio vil, véase
sanch lo que sobre este papa dijimos en la p. 370. Notemos que aquellos que
interpr
etan la
bula
Unam
sancta
m
como
una
afirmac
ión de
la
potesta
d
directa
(Finke,
Rivicre
, Gloz,
etc.)
no
saben
conci-
llarla
con las
afirmac
iones
evident
emente
contrar
ias que
hizo
Bonifac
io en
diversa
s
ocasio
nes.
Ahora
bien, el
papa
no
cambió
nunca
de
opinión
; era
de
ideas
fijas
como
clavos.
ón, consagración, bendición...), que hace de un poder civil un
C. .9. órgano auténtico de la cristiandad. En el agustinismo politico
BONIFAC
IO VII]
sólo esa legitimidad sobrenatural es perfecta; IQS prin-cipes
paganos sólo Imperfectamente pueden decirse legítimos ,B.
729 En confirmación o aclaración de estos conceptos,
Insttt podríamos aducir numerosos textos de teólogos
tiere contemporáneos de Bo-nifacio VIII. Bastarán unas palabras
no de Egidio Romano, dis-cípulo de Santo Tomás.
signif "Adveniente tamen lege nova..., nulli fuerunt de caetero
ica, re-ges (vel principes qui non fuerint per Ecclesiam, vel non
para fue-rint per eam digni et veri reges... et sine diminutione
Bonif reges. Sed si non omnes facti sunt per Ecclesiam principes
acio sive reges, om-nes tamen per Ecclesiam facti sunt veri et
Vili, digni tales, quia, ut dixlmus, apud infideles nec est proprie
confe imperium ñeque regnum... Nullus est qui non debeat suum
rir la regnum recognoscere ab Eccle-sia, pet quam iuste regnat,
le- et sine qua iuste regnare non pot-erat" M.
gitimi Y estas otras, más breves y precisas, de Jacobo de
dad Viterbo: "Nulla potestas est omnino vera sine fide. Non quod
natur sit nulla et omnino lllegitima, sed quia non est vera ñeque
al, perfecta; sic-ut nec matrimonium infidelium perfectum est
que et ratum, licet sit allquallter verum et legitimum" * T.
es de
derec
" G. FILATI, Bonifazio Vili e il potere indiretto, p. 346; C. JOURNET.
ho
La furisdiction de l'Eglise sur la cité (Paris 1931) p. 177-182. La
huma expresión do Hugo de San Victor es más fuerte que la de la bula IJnam
no, sanctam. Dice así: "Nam splrituiilis potestas terrenam poteslatcm et
sino instjtuere habet ut sit,. et ludlcare si bona non fuerlt" (De saoramentls
la fidei 1. 2, p. 2.*, c. 4, en ML 176, 418). Bonifacio omitió ut «it, tal vez
legiti porque le pareció de-masiado radical y absoluto. Pensaría, como
muchos teólogos de su tiempo, que no se debía decir ut sit simplioiter,
- sino ut «it perfecto. Véase infra, nota 90.
mida " De ecclesiastica potestate 1. 3, c. 2; ed. R. Scholz (Weimar 1929)
d p. 163-154. Todo el libro 2 trata de lo mismo.
cristi " H. X. ARQUILLIFCRB, Le plus ancien traité de l'Eglise: Jac-ques
ana, de Viterhe, Do regimine christiano (Paris 1926) p. 232. Sobre el
agustinismo politico véase la obra del mismo ARQUILLIÌIRB, L'AU-
sobre gustinisme politique. Essai sur la formation des théories politi-ques du
natur moyen âge (Paris 1934). Jacobo de Viterbo, lo mismo que Egidio
al, Romano, dedicó su tratado a Bonifacio Vili, y no se diga que, siendo
signif ambos autores de la Orden de San Agustín, sus ideas serian exclusivas
icada de su Orden; porque en las mismas abunda el más egregio teólogo
tomista del siglo xv, Juan de Torquemada, O. P., de quien son estas
por
palabras: "Potestà« Bas-cularla veram et perfoctam ratlonem potestatis
un sor ti tur ex ror-matlone scu ex derivatlone potestatis spirituali. Pro
rito quo notan-dum est quod, quemadmodum virtutes morales sino riae
eclesi unnsw non habent rationem completara virtutis, quia, ut dicit atus. i no-
ás- mas in Prima Secundae, non ordinant hominem ad rineip uiu-mura
tico slmpliclter..., Jta vldetur dicendum de roteatalo regiUva
(unci
730

P. II. DE GREGORIO VII A BONIFACIO Viri

Creemos que dentro de esta mentalidad se explica la repe-tida afirmación bonifaciana


de que de ¿1 dependen y reciben su autoridad los principes y reyes, y que, sin embargo, la
inde-pendencia y jurisdicción temporal de éstos no sufre por ello el más minimo
menoscabo, pues, aunque se le otorgue al papa una jurisdicción universal, se le niega la
ejecución y el uso de tal jurisdicción nisi cetione peccati. Tal doctrina, como se ve, podrá ser
discutible, mas nadie dirá que es peligrosa para los principes cristianos, ni la expresión
teórica y jurídica de inmo-deradas ambiciones políticas.
9. La legación del cardenal Le Moine.—Durante el sínodo romano en el que se fraguó ta
Unam sanctam llegó a Roma una embajada del rey francés, deseosa de suavizar las
relaciones entre ambos poderes. Con la desaparición del canciller Pedro Plotte y con el
fracaso militar de Courtray, parecía que Felipe el Hermoso entraba por caminos de
conciliación y arreglo pa-cifico. El embajador, obispo de Auxerre, aseguró al papa de las
buenas disposiciones del rey. También Carlos de Valois, tan favorecido de Bonifacio en sus
aspiraciones al reino de Sicilia, intervino en favor de su hermano. Y quién sabe si los
mismos obispos del concilio le confirmaron en la idea de enta-blar conversaciones con el
monarca francés a fin de resolver a buenas los litigios BS.
Lo cierto es que, en noviembre de 1302, Bonifacio se de-cidió a mandar a Francia un
legado,, que fué el cardenal Juan le Moine (Monacus), insigne canonista y francés de origen

popull... Patet ergo, quod potestas aaecularis in república Chris-tiana In sua perfoctione, modo lam dicto, pendeat
a potestate spirituali etlam In genere causae efficienti« quasi ab ea formata" (Summa de Ecclesia, 1. 1, c. 90
LVenecla 1661] fol. 101 b).
• No vamos a exponer aquí las opiniones que alrededor de aquelld fecha se manifestaron en pro o en contra
de la doctrina de la bula Unam sanctam. Pueden verse en la obra fundamental de R. SCHOLZ Die Publizistik zur
Zeit Philipps des 8chönen und Bonifaz VIII (Stuttgart 1903) fase. 6-8 de "Klrchenrechtllchc Ab-handlungen". A
principios del siglo xrv, el dominico Guido Ver-nani de Ríminl, que refutó el tratado De Monarchia, de Dante,
escribió un contentarlo a la Unam sanctam, publicado por M. GRÀUMÀWÌ, Studien über den Einfluss der
aristotelischen Phi-losophie auf die mittelalterlichen Theorien über das Verhältnis von Kirche und Staat (Munich
1934) p. 144-107. Acerca del comen-tarlo atribuido al cardenal Lemolne, véase FINKB, Xtu den Ta-gen B. 177-
186 y apend., p. c-cxvi. También SCHOI.^ l. o., 274-70. El comentario de RivrfcRK, Le problème p. 79-87, no lo
juzgamos siempre acertado. Sobre Egidio Romano, Jacobo de Viterbo y otros agustinos véase Uao MARIANI,
Chiesa e Stato nei teologi agostiniani del secolo XIV (Roma 1957) p. 75-88; 151-174, etc.
Sobre este personaje, moralmente muy discutido, y sobre sus obras canónicas, usi como sobre su
fundación del colegio Lemolne en la Universidad de París, véase F. LAJARD, Le Cardinal Le Moine, en "Hist. litt,
de la Franco" 27 (1877) p. 201-224; C. JOURDAIN, Le collège du card. Lemoine, en su libro Excur-
C. .9. BONIFACIO VII] 731

Dióle poderes para que—si el rey lo suplicaba—le absolviese de la excomunión y otras


censuras en que habia incurrido. Y le encargó presentar al monarca doce artículos,
pidiéndole al-guna satisfacción por los agravios allí consignados.
Deseaba el papa, entre otras cosas, que Felipe derogase su prohibición de salir los
obispos para Roma; que reconociese formalmente el poder supremo del papa en la colación
de los beneficios, de cuyas rentas y productos no se debia incautar Felipe sin permiso del
Romano Pontífice; que permitiese al papa enviar libremente nuncios a Francia y poner a las
iglesias los tributos convenientes; que no pusiese trabas a la jurisdicción de los prelados ni
hiciese juzgar a los clérigos por tribunales laifcos; que reparase la Injuria hecha a la Santa
Sede al quemar unas letras apostólicas que llevaban la efigie de San Pedro y San Pablo.
La respuesta de Felipe (a principios de marzo de 1303) con-sistió en buenas palabras,
afirmando que de ningún modo había pretendido ofender al papa ni violar los sagrados
cánones; que, por lo demás, en la cuestión de los beneficios, etc„ él seguirla los usos y
costumbres de sus antepasados, en particular del rey San Luis.
Naturalmente, Bonifacio no se dejó engañar por estas res-puestas insinceras y
ambiguas, y el 13 de abril de 1303 expidió unas letras al legado ordenándole que exigiese
una respuesta más satisfactoria y que, si hallaba resistencia, pronunciase con-tra Felipe la
excomunión y la publicase por todo el reino, ad-virtiendo a todos los eclesiásticos que
también ellos incurrirían en la misma pena si intentaban celebrar la misa delante del rey o
administrarle los sacramentos. Portador de estas letras era el archidiácono de Coutances
Nicolás de Bien faite, quien no pudo entregarlas a su señor el cardenal legado, porque, al
lle-gar a Troyes, fué arrestado y echado en prisión. Juan le Moine salió corriendo de
Francia para informar al papa.
Bonifacio, que no conocía la paciencia ni la moderación, decidió herir a Felipe IV de
Francia no sólo en lo espiritual, sino en lo temporal, y de una manera fulmínea. Estrechó
cuan-to pudo los lazos de amistad con Alberto de Austria, hacién-dole romper el pacto que
éste había firmado con el rey francés, y en el consistorio del 30 de abril, que arriba hemos
referido, se desató en injurias contra el orgullo galicano, que mentirosa-mente niega su
dependencia del emperador. Y1 poco después.

tions hlstoriquea (París 1888) 265-308. No podemos dar crédito a las declaraciones que más adelante, en el prooeso de
1311, hizo Juan Le Moine, testificando que ya durante su legación habla hablado al rey de las herejías de Bonifacio vm.
Tal traición la Bupononios inventada por su debilidad de carácter. En todo caso, la vileza del personaje es evidente. Sus
declaraciones, en C. H0W.BR, KilokbUok auf P. Bonifaoius VIII p. 63.
732

P. 11. Ûb GREGÓfclÓ vtl A BONIFACIO VIII

pasando de las palabras a los hechos, se esforzó con toda su autoridad por apartar del
vasallaje de Francia y adjudicar al Imperio los territorios que de éste habían dependido en
10
otro tiempo, como Borgoña, Lorena, Provenza, el Delfínado, etc. 0
Terrible golpe contra Felipe el Hermoso si éste no se hu-biera dado prisa a prevenirlo
y a impedir sus efectos, descar-gando rápidamente un contragolpe decisivo y mortal. Su
brazo de hierjro fué el legista Guillermo Nogaret, que, después de Flotte, se apoderó
totalmente del ánimo del rey y orientó su política contra la supremacía papal, como
10
deseoso de vengar >—hijo de un albigense—la condena inquisitorial de su padre 1.
10. Apelación a un concilio.—Debió ser entonces cuando Nogaret concibió la idea
audacísima de emplear la fuerza con-tra el Romano Pontífice. De acuerdo con los Colonna,
que se-guían diseminando en Francia toda suerte de calumnias contra Bonifacio VIII,
planeó bajar a Italia, apoderarse violentamen-te de la persona del papa y arrastrarlo a
Francia, donde sería juzgado, condenado y depuesto por un concilio.
Poco antes de emprender este aventurado viaje asistió al Consejo extraordinario que el
rey celebró en su palacio de Lou-vre el 12 de marzo de 1303, en presencia de los
arzobispos de Sens y de Narbona, de los obispos de Meaux, Nevers y Au-xerre; de Carlos
de Valois, hermano del monarca; del duque de Borgoña y otros nobles.
Nogaret tomó la palabra y lanzó contra Bonifacio cuatro gravísimas acusaciones: 1." No
es legitimo papa; non intravit per ostium. 2.* Es hereje manifiesto, y como tal, separado del
cuerpo de la Iglesia. 3.' Es un simoniaco horrible, tal como no ha habido otro desde el
principio del mundo. 4.' Ha cometido infinidad de crímenes enormes; es incorregible y no
puede ser tolerado sin que la Iglesia se arruine.
En consecuencia, requiere al rey de Francia a intimar a los prelados, a los doctores, a
los pueblos y principes, y sobre todo a los cardenales, a ponerse de acuerdo para convocar
un concilio general, en que el abominable Bonifacio sea condena-do y la Iglesia proveída,-
por los cardenales, de un legitimo pastor. A fin de que esto pueda realizarse con paz y sin
peligro de cisma, conviene que el rey se apodere previamente de la persona del papa y lo
ponga a buen recaudo.
10
0 Lo ' Intentó en su bula ïuxta verbum propheticum (31 de mayo 1303) (Les registres de B. n. 5353).

' l Sobre Guillermo de Nogaret, profesor de derecho en Mont-pellier en 1291, miembro del Consejo real desde
ü

1296, canciller o vicecanciller en años sucesivos, véase H. HOLTZMANN, Wilhelm von Nogaret (Freib. 1898), y
E. RBNAN, Guillaume de Nogaret, en "Hlst. litt. de la France" XXVII (1877) 233-27,1, reimpreso en Etudes sur la
politique religieuse du règne de Pliil. le Bel (Pa-ris 1899).
C. 9. BÛNlPAClO Vlll

733

Dirigiéndose a Felipe el Hermoso, allí presente, le conjuró a obrar así por su fe de


cristiano, por su dignidad real, por su juramento de defender las iglesias del reino, por su
patronato que ejerce sobre esas mismas iglesias, por el ejemplo de sus an-tepasados 10'.
Nogaret, con más habilidad canónica que otros apelantes al concilio, lo había hecho de
forma que nadie pudiera tenerle por insumiso y rebelde a la suprema autoridad
eclesiástica. Bn efecto, había insistido en declarar que Bonifacio era reo de he-rejía, y,
como tal, dejaba de pertenecer a la Iglesia; perdía, pues, su dignidad pontifical. No hacia
falta deponerle; siendo hereje, quedaba ipso facto depuesto. Esta doctrina, que hoy puede
pa-recer revolucionarla, o por lo menos peligrosa, era opinión co-mún en la Edad Media;
se habia infiltrado Incluso en el Corpus iuris; teólogos y canonistas habían disputado sobre
los posi-bles conflictos a que podía dar lugar el caso de un papa hereje, ya que nadie
dudaba del principio que dtecía: "Papa a nemine iudicatur". No siempre las respuestas
dadas a tan angustiosa cuestión eran lógicas ni concordes, .pero todos convenían en
afirmar con Agostino Trionfo: "Papa si clare sit haereticus seque emendare nolit, ipso
facto est depositus". ¿Quién puede decla-rarlo mejor que una gran asamblea de
cardenales, obispos, doctores y príncipes cristianos? Por eso Nogaret creía proceder
conforme a derecho al pedir que se convocase un concilio. En esta convocación de un
"concillo sin papa", ¿no está ya im-plícito el conclliarismo? 108
Ganado de antemano a los proyectos de Nogaret, el rey se mostró plenamente
convencido. Cinco días antes, el 7 de mar» zo, le había confiado una misión secreta "a
ciertos países para ciertos negocios", con poderes omnímodos para tratar oficial-mente
"con cualquier personaje eclesiástico o laico a fin de estipular cualquier pacto o alianza".
Se le dieron tres compa-ñeros o auxiliares, entre ellos el gran banquero florentino Mus-
ciatto Guidi de Francesi, y se le asignó, "en atención a sus servicios pasados y futuros",
una renta de 300 libras tornesas, reversibles sqbre sus herederos.
11. El papa, a la pública vergüenza.—Mientras Nogaret baja al huerto de Italia ("il
giardin deH'Impero", que dijo Dante) con una banda de aventureros, dispuesto a apresar al
vicario de Cristo, veamos qué hace el rey de Francia.
El 13 de junio de 1303 reúne en su palacio de Louvre a
'«• DUPUY, JTLAT. du différend p. 66-69.
1 Véase AHQUIL.I.IFTRB, L'appel au concile sous PMl. le Bel et la genfise des théories conciliaires, en
50

"Rev. dea questions hiat." 89 (1911) 23-66. La obra máa fundamental y exacta que haata ahora ae ha escrito
nobre loa orígenea del conciliarlamo y aobre la doctrina medieval del papa-heroje es la de BRTAN TIBR-NBY,
Fnundationa of the Conciliar Theory (Cambridge 1955).
11

734 P. II. DE GREGORIO VII A BONIFACIO Vili ' >ì

cinco arzobispos, 22 obispos, 11 abades y gran número de no-bles y de doctores, escogidos


entre los más devotos de su per-sona, y dispone que, en ausencia de Nogaret, otro célebre le-
gista, Guillermo de Plaisian, renueve y refuerce la requisito-' ria contra Bonifacio VIII.
Empezó por jurar sobre los santos evangelios que no afir-maría sino la verdad y que estaba
dispuesto a probar todas las acusaciones contra Bonifacio. Luego pidió al rey, como pro-tector
de la Iglesia, trabajase por la convocación de un conci-lio, y rogó a los prelados diesen su firma
aprobatoria. Com-prendiendo éstos que se trataba de un negocio muy delicado y peligroso,
"non solum arduum, immo arduissimum", alegaron que querían deliberar más despacio. Difirióse,
pues, la sesión al día siguiente.
Reunidos de nuevo el dia H, Guillermo de Plaisian recitó una tremenda letanía acusatoria de
29 puntos, lanzando el •nombre del papa a la pública difamación. Resumiremos aquí las
acusaciones más importantes:
"1) Quia non credit immortalitatem seu incorruptlbilita-tem animarum rationalium...
2) Item non credit fore vltam aeternam... Et per hoc as-serii quod deliciare corpus suum
quantumcumque deliclis non est peccatum;.... dicere et praedicare non erubuit, se magis velie
esse canem vel asinum... quam gallicum, quod non dixisset, si crederet gallicum habere
animam...
4) Non credit quod, verbis a Chrlsto institutis, a fldeli et recte ordinato presbytero dictis in
forma Ecclesiae super hos-tiam, sit ibi Corpus verum. Et hinc est quod nullam reveren-tlam vel
modicam el facit, cum elevatur a sacerdote.
6) Item fertur dicere fornicatlonem non esse peccatum...
9) Item, ut suam damnatisslmam memoriam perpetuam constituât, fecit imagines suas
argenteas erigi in ecclesiis, per hoc homines ad idolotraqdum inducens.
10) Item habet daemonem privatum. cuius Consilio utltur in omnibus...
12) Item publice praedicavit Papam non posse committere simonlam, quod est haereticum
dicere...
15) Item sodomitico crimine Iaborat, tenens concublnarios secum...
16) Item plurima homicidia clericorum in praesentia sua fecit fieri...
là) Item compulit sacerdotes allquos, ut sibi revelarent conifessiones hominum...
26) Item diffamatus est publice quod antecessorem suum Caelestinum... inclusit in carcere et
ibi eumdem celeriter et • occulte mori fecit...
C. .9. BONIFACIO VII]

742

29) Item diffamatus est, quia non quaerlt salutem anima-rum, sed pérditlonem earum"
104.
Creemos que nunca, en circunstancias tan solemnes, se ha-yan pronunciado tan
grandes atrocidades contra un Romano Pontífice, jurando y perjurando decir solamente la
verdad y comprometiéndose ante la nación y ante la cristiandad entera a demostrarlas en
un concillo universal.
Intervino Fjilipe el Hermoso para decir que él hubiera pre- , ferido "cubrir con su manto
las vergüenzas de su padre", pero su, fervor por la fe católica, el ejemplo de sus
antepasados, tan devotos de la santa Iglesia, y el deseo de poner término al escándalo de
la cristiandad le obligaban en conciencia a deci-dirse de una vez. Accediendo, pues, a las
demandas de Noga-ret y de Plaislan, prometía, "guardando el honor y reverencia que se
deben a la Sede Apostólica", hacer todo lo posible por la reunión de un concillo universal,
al cual asistirla él en per-sona.
Los cinco arzobispos allí presentes y 21 obispos, con 10 aba-des, declararon que
juzgaban útil la convocación del conci-llo. Tan sólo Bartolomé, obispo de Autún, y Juan,
abad del Cister, se opusieron tenazmente a dar su asentimiento. No bien había salido del
palacio real, el valiente obispo fué detenido por un esbirro, aunque en seguida se le dejó
en libertad. En cambio, el abad del Cister fué encerrado en un calabozo, con-tra lo cual
protestará luego Bonifacio VIII.
Leído el proceso verbal de la asamblea de Louvre ante la Universidad de París, esta
autorizadísima corporación se ad-hirió a la firma de los obispos el 21 de junio. Lo mismo
hizo el cabildo de la catedral. Y el día 24 se celebró una gran mani-festación popular en
los jardines de palacio a fin de que toda la ciudad ratificase la decisión del rey. Acudió la
multitud en procesión; un obispo predicó; un clérigo leyó las actas con las vergonzosas
acusaciones contra el papa, y un fraile dominico arengó a las turbas a defender al rey, en
la extirpación de las herejías, contra el papa, enemigo de Francia.
Cuando al día siguiente unos oficiales regios fueron al con-vento de los franciscanos a
pedir la opinión de los frailes, hubo escisión entre éstos, pues los extranjeros se negaron a
aprobar las actas. Inmediatamente los refractarlos fueron expulsados del reino. Cosa
semejante acaeció en el convento de los domi-nicos.
A, fin de presentarse el rey con la fuerza de una especie de plebiscito popular, envió
comisarios que recogiesen votos, aun-que fuese por la fuerza, en todos los ángulos de la
nación: en
"M DU BOULAY, Historia Universitatis Parisiensis TV, 42-44; DL-PUY, Hist. du dlff. Actes et preuves, 101-
106. Sobre cstaa acu-saciones se levantará, en 1310, el escandaloso proceso de Boni-facio Vltí. Lo
examinaremos en el pontificado de Clemente V.
73fl

P. II. DB GREGORIO VII A BONIFACIO Vili

Turena, en Bretaña, en todas las provincias del centro, en las de Picardía, en el Languedoc,
organizando asi la propaganda del cisma en toda Francia l05.
Y no contento con esto, mandó embajadores a los reyes de España y Portugal y a Italia,
particularmente al Colegio carde-nalicio, que deberla tomar la Iniciativa en la convocación
del concilio. Nos consta que por lo menos los reyes de Aragón y de Mallorca, á pesar de su
parentesco con Feliper se escanda-lizaron de las graves acusaciones, quae dicenda non
sunt, lo cual quiere decir que les parecieron inauditas e increíbles; a ellos, especialmente
al rey de Aragón, que por medio de sus sagaces embajadores estaba mejor informado que
10
nadie de la persona del papa y del ambiente de la curia romana 8.

VI. LA CATÁSTROFE

Era a principios de mayo de 1303, cuando Bonifacio VIII, para evitar los calores
romanos, se retiró a su ciudad natal de Anagni, donde poseía, junto a la catedral, un
poderoso palacio. Allí mismo se alzaba la imponente fortaleza de su sobrino Pe-dro
Gaetani, apellidado el Marqués, que dominaba en la ciu-dad y habla en pocos años
extendido su señorío a todo el La-cio inferior y parte de la Campania. En ninguna parte
podía el papa encontrarse más seguro. Y precisamente sobre aquella alta torre vino a
descargar el rayo fraguado en Francia.
1. Bonifacio se defiende.—Graves y alarmantes noticias lla-gaban al papa, no del
atentado violento que se tramaba contra su persona, sino de los escandalosos sucesos de
Paris, tan in-famantes para la Sede Apostólica.
La reacción indignada y colérica de Bonifacio VIII se ma-
"La propagande du Bchlsme était ainsi organiséc dans toute la Franco" (G. DIOARD, PMlippe le Bel II,
173). ' El 20 de juilo de 1303 escribía 61 rey Jaime de Mallorca a Jaime II de Aragón: "Praeterea ad nostram
audientiam pervenlt, quod dictus rex Franctao fecit allquem processum ln modum appel-lationis contra dominum
Papam, accusando eum de gravlbus et pluribus capltulís, quae non sunt dicenda, llcet ad vcstrl audien-tiam et
ctlam omnium homlnum credamus praodicta pervenire. Propter quod vldetur magnum scandalum suborlri''. Y
respondo el rey aragonés, con fecha 30 de julio: "De facto autem ipsius regla Franciae, quod scripsistls non
modicam turbatloncm as-aumpsimus, quia ultra generale debitum, alcut scitis, aumus aanc-tae matri Homanae
Eccleslae specialiter obllgati, et voa et noa pracnominato regi Franciae conluncti propinqua linea parente-lae...
VlgiU cura praemeditarl velitls, si quid per vos et nos tanto et tam gravi perlculo, quod totum vldetur tangere
statum fidei chrlatlanae, remedlum vcl aaltem allevlamentum poterlt ad-hiberi... Ad aedandum et tollendun\
huiusmodl scandalum paratl aumus pro virlbUB laborare" (FINJCB, Acta Aragonensia I, 130-137). Véase también
el documento de la p. 138-140.
C. .9. BONIFACIO VII]

737

nlfcstó en una serle de bulas, fechadas el 15 de agosto. De-seando castigar de algún modo
la actitud subversiva de los pre-lados franceses y de la Universidad parisiense, ordena que
to-dos los beneficios eclesiásticos de Francia queden reservados al Romano Pontífice y
quita a todos los maestros y doctores de la Universidad la facultad de dar grados
académicos. El documento dirigido al rey, Nuper ad audientiam 10T, refleja, den-tro de su
majestuosa dignidad,, el dolor y el pasmo que em-bargó el ánimo del papa al saber que su
nombre habla sido vi-lipendiado públicamente y su autoridad desacatada. Parece como si
no lo acabase de creer.
"Sed ubi auditum a saeculo est, quod haeretica fuerimus labe respersi? Quis, nedum de
cognatione nostra, imo de tota Campania, unde originem duximus, notatur hoc nomine?"
"Ayer y anteayer—prosigue Bonifacio—, cuando le hacíamos bene-ficios, el rey nos tenia
por católico; hoy nos colma de injurias. ¿Por qué? Porque con el nitrato potásico (nitrum)
de nuestra reprensión queríamos limpiar las llagas de sus pecados". Pone luego de relieve
la gravedad de tal insulto contra el Santo de Israel, que es el vicario de Dios y sucesor de,
Pedro; la mala fe del acusador y el riesgo que correría la Iglesia si cualquier principe
pudiese, para escapar al castigo del papa, acusar a éste de herejia y convocar un concilio
general contra el mismo, "sine quo congregan non potest". Justifica su proceder con el
ejem-plo de otros papas y santos y anuncia ulteriores medidas.
Efectivamente, algunos días más tarde redactó una nueva bula, Supet Petrl sotio, a la que
anticipadamente le puso la fe-cha del o de septiembre, porque ese dia debería promulgarse.
En ella, Bonifacio, después de hacer la historia de toda la querella, subrayando las
arbitrariedades, tiranías y violaciones del de-recho cometidas por Felipe el Hermoso,
protector de excomul-gados y apresador de obispos y abades, declara al rey lncurso en
excomunión, y a todos sus vasallos y súbditos, libres del juramento de fidelidad y de toda
10
obligación de obedecerle mien-tras Felipe siga en la excomunión 8.
Los acontecimientos de última hora rodaron tan precipita-damente, que hicieron
imposible la promulgación de la bula.
Dado el 15 de agosto 1303 (Les registres de Bonifaoe n. 5383). I,o trae también Rainaldi, como los otros
documentos arriba aludidos.
1,
1 El comienzo era do una solemnidad mayestátlca, con el énfaslB propio de Bonifacio: "Super Petri solio,
excelso throno, divina dlspoaltione sedentes, illlus vlces gerlmus, cul per Patrem dicitur: Filius meus es tu et ego
hodle genul te, postula a me et dabo tlbi gentes hereditatem tuam et possesslonem tuam términos terrae" (DUPUV, Bist.
du di//. Actes et preuves, 182; Do «OULAY, Bist. Univ. Par. IV, 57). Todavía en esta bula no ae le aepoma
formalmente al rey, aunque se desligaba a los súbditos del Ju-ramento de fidelidad; sólo so le amenazaba con una
pena de-finitiva si no se arrepentía.
Historia de la Iglesia 2 14
738

P. II. DE GREGORIO VII A BONIFACIO Viri

2. El atentado de Anagni. Muerte del papa.—Desde abril, Guillermo Nogaret se hallaba en Italia con
píenos poderes di-plomáticos y con largos recursos económicos para reclutar sol-dados. Desde el castillo
de Staggia, en Toscana, propiedad del afrancesado banquero florentino Juan Musdatto, se movia No-garet
comprando a unos, estimulando a otros, despertando entre los barones' de la Campania odios y rivalidades
contra los do-minadores ""Gaetani y atizando en todas partes la hoguera de la rebelión. Rinaldo de Supino,
podestà de Ferentino, le ase-guró el concurso de esta ciudad. Otros barones hicieron lo mismo. El mayor
contingente de fuerzas le vino con Sdarra Colonna, que había salido de Francia detrás de él, y que en-tre
1C
sus familiares y partidarios del centro de Italia reclutaba numerosos satélites B.
Se planeó un ataque de sorpresa a Anagni. Adinolfo de Mat-teo e induso algunos cardenales se
encargaron de abrir las puertas de la dudad 110. Antes de amanecer el día 7 de sep-tiembre, más de un
millar de asaltantes avanzaron hacia la dudad bajo d estandarte florddlsado de Nogaret m. Y antes de salir el
sol penetraron como lobos aullantes por calles y plazas, despertando a los que dormían y gritando: "jVivá
el rey de Francia y vivan los Colonnal" Reunido d pueblo a to-que de campana, Adinolfo de Matteo,
enemigo dd papa, se hizo prodamar capitán o podestà de la ciudad. Entre tanto, Sciarra Colonna luchaba
duramente contra los sobrinos de Bonifa-do VIII, que habían organizado la resistenda en sus altos pa-
u
lados y en las casas vecinas a la catedral a.
'** "Eodem anno Schlarra, f 11 lúa D. Iohannis de Columna, ve-nlt de Francia Romam; et requisitis
consanguineis et amlcla, tam in Urbe quam in Campania tota, colllgatlo baronum eluadem regionia fit" (TOLOMEO
DB LUCCA, Hiat. ecclea., en MURATORI, XI, 1223). Sil predominio de Pedro Gaetani, sobrino del papa, má-xime
en la Campania, habla despertado muchas envidias y dea-contentos. Ahí se originaban no pocas de las
odiosidades contra Bonifacio.
,
M "Adinulpho Matthlae Anagniae introltum Uberum els prae-bente... quibusdam cardinalibus concordantibus"
(Ohronica Ur-bevetana, en A. HIMMBLSTHIN, Eine angebliche und eine toiro-kliche Chronik von Orvieto
[Estrasburgo 1822] p. 34).
,
u Del atentado de Anagni tenemos dos importantes relacio-nes de testigos oculares. La más larga, escrita
por un curial de Bonifacio VIH, fué publicada por RILBY, Scriptorea rerum brit-tannicarum (Londres 1865) 28,
483-491, y por KBRVYN DE LBTTBNHO-VB, en "Rev. dea quest. hlBt." 11 (1872) 511-520. La más breve, acaao
de un español al servicio del cardenal Petrus Hiapanus, fué publicada por G. DIGAKD en la mÍ8ma revista (43
[1888] 557-561). En eata última ae dice que Nogaret y Sciarra entraron en Anagni "cum sexcentls hominlbus
equitantibus et cum mille et quinqua-ginta clientibua armatia". Exageración ain duda, R. HOLTZMANN, Wilhelm
von Nogaret, p. 74, apoyándose en otroa cronistas, opina que aerian 300 los jinetes y cerca de 1.000 los de a pie.
11
1 Una carta topográfica de eae recinto de la ciudad puede verse en G. C A ETANI, Domua Caietana I, 172,
C. .9. BONIFACIO VII]

739

El papa demandó una tregua para negociar. Respondiéron-le que tenía que rehabilitar a los cardenales
Colonna, devol-verles todos sus bienes, renunciar al pontificado y rendirse sin condiciones. "Hoi me!—
exclamó Bonifacio—; durus est hic ser-mo". El asalto se redobló con nuevo brío, Pusieron fuego a las
puertas de la catedral, y ésta fué invadida. Viendo el mar-qués Pedro Gaetani, sobrino del papa, que no
podia prolongar más tiempo la defensa en su palacio, frontero al de Bonifacio, se entregó, a condición de
salvar su vida, la de stis hijos Fran-cisco, Rofredo y Benedicto y la de su hermano el cardenal Francisco.
Lloró Bonifacio al ver inevitable su ruina, y más aún al ser abandonado por sus propios domésticos,
que desde el interior gritaban: "|Viva el rey de Francia y los Colonna!" Tan sólo dos personas le
guardaron fidelidad hasta el fin: el cardenal penitenciario, Pedro de España, y el cardenal—obispo de Os-
tia—Nicolás Boccasini, que luego se llamará Benedicto XI. Y aún podemos decir que en los momentos más
criticos fué el español el único compañero inseparable.
Cuando Sciarra Colonna y Rinaldo de Supino, vencida toda resistencia, se precipitaron al palacio
pontificio, Bonifacio or-denó a sus acompañantes: "Abrid las puertas de la sala; quiero sufrir el martirio
por la Iglesia de Dios". Y, lejos de acobar-darse, demostró entonces una grandeza de ánimo admirable.
El cronista Giovanni Villani pone en sus labios estas pa-labras: "A traición me han cogido preso, como
a Cristo; pues, si he de morir, al menos quiero morir como papa". Y para que el ultraje sacrilego se
pusiese más de relieve, se revistió del manto pontifical, se puso la corona áurea de Constantino so-bre la
cabeza y, cogiendo en las manos la cruz y las llaves de San Pedro, se sentó en el trono. Asi, con gesto
hierático y en silencio, aguardó a sus agresores.
Estos no se atrevieron a poner sus manos sobre el anciano pontífice. Lo único que hicieron fué baldonarle
con palabras contumeliosas y amenazarle con la muerte. Es absolutamente falso que Sciarra Colonna le
abofetease. Lo desmienten todos los testimonios más antiguos. Preguntóle si quería renunciar al papado.
La negativa fué categórica: antes se dejaría decapitar. Y agregó en su dialecto vulgar: Ec le col. ec le
11
cape, que quiere decir: "He aqui mi cuello, he aquí mi cabeza" 8•
G. Vn.LANI, atorle florentino Vm, 63. Una narración muy particularizada de los héchos, en E. RENÁN,
Ouillaume de No-garet, en "Hist. litt. de la France" XXVII, 249-259. Reciente-mente ha estudiado criticamente el
suceso, quitándolo importan-cia histórica. R. FAWTIER, Z/attentat d'Anagnl, en Mélanges d Ar-chéologle et
d'Histoire" 60 (1948) 153-179. Según Fawtier, el papel de Nogaret no fué tan odioso ni tan decisivo como
generalmente se dice. Nogaret era un homhre religioso hasta el fanatismo, que creía servir a Dios y a la Iglesia
en su empresa contra Boni-
40 P. II. DE GREGORIO VII A BONIFACIO Viri

Era ya el atardecer de aquel trágico día. Los esbirros de' Nogaret, y Sciarra, y Supino, y
Adinaldo encerraron al papa en su. cámara, mientras aquellos cabecillas saqueaban los ingen-tes
tesoros de los Gaetani, profanaban los relicarios y disper-saban los documentos del archivo. El papa
—nos dice un tes-tigo presencial—pasó mala noche. Y no menos angustiosamen-te transcurrió todo
el dia siguiente, fiesta de la Natividad de Nuestra Señora, mientras los jefes disputaban entre si
sobre la suerte de Bonifacio. Querían unos condenarlo a muerte; se em-peñaban otros en
transportarlo a Francia para hacerlo juzgar allí por un concilio, y no faltaban algunos nobles
anagnienses que se oponían a que saliese de su ciudad.
Al amanecer del tercer dia (9 de septiembre) se vló que la opinión del pueblo habia cambiado. Le
horrorizaba la muer-te de un papa y temía incurrir en severas censuras eclesiásti-cas. Asi que, sin
contar con su capitán, tuvieron los ciudada-nos una reunión, en la que determinaron alzarse contra
Fran-cia y libertar al Romano Pontífice. Tropeles de gente armada, bajo la dirección del cardenal
Fieschi, asaltaron el palacio pa-pal gritando: "|Viva el papa y. mueran los extranjerosl" Ma-taron a
los que hicieron resistencia, y, apoderándose de Bo-nifacio VIII, lo condujeron triunfantes a la plaza
de la cate-dral. Nogaret huyó herido. También huyeron algunos que ha-bían traicionado al papa,
como los cardenales Napoleón Orsini y Ricardo Petroni. El ánimo de Bonifacio, entristecido y te-
meroso todavía, no estaba como para tomar venganzas de na-die; más bien parecía dispuesto a la
paz y a la conciliación. Se sentía enfermo, y, no considerándose del todo seguro en Anagni,
determinó encaminarse a Roma escoltado por un ejército de caballeros.
Salió de Anagni el 13 de septiembre. No entró en la Ciudad Eterna hasta el 18, y primeramente
se alojó en Letrán; pero el día 20, cediendo, según parece, a las instancias del cardenal Mateo Rosso
Orsini, se trasladó al Vaticano. Un ataque de: uremia le arrancó la vida el 11 o quizá más
exactamente el 12 de octubre de 1303.
No murió vomitando espuma de desesperación y mordién-dose las manos, como propalaron sus
enemigos, sino con no-ble y serena piedad, después de hacer profesión de fe y de re-

tado. Su viajo a Italia no tenia otro fin que el de negociar con. el papa, no el de hacerle violencia (p. 1G5-166).
Fué Sciarra Co~" lonna quien le impulsó a esto, y en' parto el mismo Bonifacio con las amenazas al rey de
Francia. No se compagina bien esta/ benigna interpretación con las decisiones tomadas antes en Pa-* ris. Cierto
parece que en Anagni desempeñó Nogaret un papel secundario y acaso moderador. El análisis de las fuenteB,
enV HOLTZMANN, Wilhelm vun Nogaret 66-74.
C. 9. BONIFACIO V1U 741

dblr los santos sacramentos. El cardenal Stefaheschí, que se hallaba presente, nos lo atestigua VM.
Su cadáver, adornado de predoslsimas vestiduras litúrgicas, fué sepultado en la tumba de la capilla gaetana, que por
encar-go del mismo Bonifacio habla construido años antes d escultor Arnoldo de Cambio 11B.
3. El veredicto de la historia.—Acaso ningún papa haya sido tan ferozmente calumniado como Bonifacio VIII. El odio
de los Colonnas, de los espirituales y de los franceses se des-fogó en infamantes y vergonzosas acusadones,
particularmen-te en d último año dd papa Gaetani. Y'*, ni la muerte pudo calmar el rencor de sus enemigos, que hubieran
querido des-enterrar el cadáver y condenar su memoria para siempre. En el escandaloso proceso que Felipe el Hermoso
entabló contra él en 1310, no hubo crimen que no se le «imputase.
La historiografía oficial de Francia, empezando por d mon-je de Saint-Denys Guillermo de Nangis y sus
continuadores dió crédito a los rumores de la corte, y, consiguientemente, tra-
"... Jjecto portratua auhelus procubuit, faa-uaque fidein, curnnu)tie> profesBus Roinauae
Ecclesiaei. Christo tuno redilitur almus splritus, et saevl lama nesclt ludida iram, sed mitem
placklamque patria, ceu credeqs fas est."
(RAINAU>I, ad ano. 1303,. o. 43.)

"* ' Conocemos perfectamente los ornamentoa con que fué ve-vestido el cadáver, porque en 1605, al ser abierto el
8epulcro, fué hallado el cuerpo incorrupto, y las ropas intactaa; la aotana era de lana blanca; el alba, de seda con
bordadoa de oro, algunos de loa cualea figuraban eacenaa de la vida de Criato; la dalmá-tica, de 8eda negra, recamada de
oro y plata. El manto ponti-fical se halló muy gastado; las manos, con guantes adornados de perlas; el anillo en el dedo,
con un precioso zafiro; las aan-dalias, negras, puntiagudas, de estilo gótico; en la cabeza, la mitra, de damasco blanco. La
descripción detallada, en RATNALDI, ad ann. 1303, n. 44. Junto a Bonifacio quiso ser enterrado pocos añoa después su
máa fiel servidor, Pedro Rodríguez (Petrua Hls-panus), cardenal dé Santa Sabina. Hoy día reposa el papa Gae-tani en la
cripta vaticana. De la antigua tumba no queda más que la eatatua yacente del papa; el buato se halla en el Museo
Petriano. Ilustraciones del hermoao sepulcro primitivo, en G. CAB-TANI, Domua Caietana, y en A. CHACÓN
(CrAccoNius), Hist. Pon-tif. rom. et card. (Roma 1677) H, 317. No pueden faltar aquí los conocldoa versos de la Divina
Comedia anatematizando a loa la-drones (Sciarra y Nogaret) y al nuevo Pilatos (Felipe IV), pues sabido es que Dante,
aunque decidido adversarlo de Bonifacio, alntió que se le conmovía profundamente au alma de criatiano:
"Vtagplo ln Alagna entrar lo flordallso, Í nel Vicario su o Cristo esser catto. Veggiolo un'altra volta
esser derlso; vegglo rlnnovellar faceto e 11 telo, e tra TIYI ladrón! ease anclío. Vegglo II nuovo Pilato
si crudeto,
che ctt nol «aria.» ^ 8e.g2 )
742 P. 11. DE GREGORIO Vil A BONIFACIO Vili

tó de defender al monarca y a sus juristas, echando toda la culpa del conflicto a Bonifacio VIII.
Incluso la historiografía italiana y pontificia, al menos en parte, se dejó contagiar de la animosidad
contra el papa Gaetani, sin duda por la imposi-bilidad de verificar críticamente las acusaciones que
se oian en todas partes, El mismo Juan XXII le acusó de fatuidad ("lile fatuus Bonifacius"), quizá por
la única razón de haberse opues-to al rey francés.
En tiempo del cisma de Occidente, cuando triunfaba el conciliarismo, no es de maravillar que el
gran propugnador del primado pontificio con todas sus prerrogativas fuese objeto de malévolas
recriminaciones, hasta el punto de que Pedro d'AÜly le llamase "alt^r Herodes". Al rfebrotar el
galicanismo con Luis XIV, aparece Bonifacio VIII como el típico represen-tante de las ambiciones
imperialistas del papa contra las liber-tades de Francia; tal se refieja en la documentadísima y toda-
vía hoy imprescindible obra de P. Dupuy, bibliotecario del rey 1B*.
Solamente los modernos historiadores han empezado a ha-cer justicia a Bonifacio, dándole la
razón en el conflicto con Felipe el Hermoso y desechando por absurdas y mal fundadas las horribles
acusaciones que se fraguaron en París. Hay.to-davía algunos que le incriminan de haber aspirado al
dominio del mundo; y el mismo Finke, cuyas investigaciones hacen época en la historiografía
bonifaciana, no acierta a interpretar debidamente las diversas expresiones del papa sobre su poder y
autoridad. Más extraño es que este profundo conocedor de la historia de aquella época, tan certero
juez en el inicuo pro-ceso de los Templarios, se haya mostrado un poco indeciso y vacilante en
rechazar los crímenes de inmoralidad que se acha-caron a Bonifacio 11T.
1
Rarísimo será el que, como K. Wenck 1*, se atreva a sos-tener que Bonifacio VIII era un hereje,
y más que hereje, si es que no creía en la Trinidad, ni en la Encarnación, ni en la Eu-caristía, ni en la
virginidad de María, ni en la vida futura.
Tuvo aquel papa la valentía de no plegarse a los deseos y

m "Gli argomenti del suo accusatore, Filippo TV, re di Fran-cia, hanno formato l'opinione degli storici—si può
dire—fino ai tempi nostri" (FRIEDRICH BOCK, Bonifazio nella storiografia fran-cese. en "Rivista di Storia della
Chiesa in Italia" VI [1952] 248-259, p. 249). Véase también P. FBDBLI, Rassegna delle pu-bUcazioni su Bonifazio
Vili e sull'età sua, degli anni 1911,-1921, en "Archivio della R. Soc. rom. di stor. patria" 44 (1921) 311-332.
1,
1 Sigue fundamentalmente a Flnke, con ciertos equilibrios habilidosos sobre el carácter del papa, E.
DUPRÉ-THBSEIDBR, citado en la bibliografía.
,
M K. WKNCK, War Bonif az VIII en Ketzert, en "Hist. Zeit-schrift" 94 (1904) 1-86, a quien contestó,
refutándole, R. Hoi MANN, Papst Bonifaz VIII ein Ketzert, en "Mitteil, des Inst. £• Oester. Geschichtsforschung" 26
(1905) 480-498 ; 27 (1906) 185-197.
C. .9. BONIFACIO VII]

743

planes de Felipe IV de Francia; trató de evitar la guerra franco-inglesa; defendió enérgicamente los
derechos de los clérigos, arbitrariamente conculcados; se opuso al regalismo absolutista de un príncipe
que pretendía subyugar al Pontificado, hacién-dolo servir a la hegemonía francesa, como había de
acontecer poco después en Avignon. Y ésta fué la causa de que se des-encadenase aquella tempestad de
odios, de calumnias, de vio-lencias, bajo cuya terrible pesadumbre sucumbió heroicamente Bonifacio VIII.
La grandeza trágica de su muerte le purifica y redime a este papa de los no pequeños defectos que
afeaban su conduc-ta y de los rasgos antipáticos de su carácter impulsivo y arro-gante.
4. Reproches y alabanzas.—Hemos visto las graves impru-dencias que cometió, sobre todo en el hablar
con dureza y des-consideradamente; hirió con sus improperios la sensibilidad de algunos cardenales y del
rey de Francia; la palabra ribaldas (bribón, bellaco) le venía frecuentemente a la boca; de los franceses, de
11
los napolitanos y de los catalanes solía decir fra-ses despectivas 9; no sabía crearse amistades y
amenazaba a sus enemigos con que había de vivir hasta aplastarlos a todos aso.
En cambio, el amor a sus hermanos, sobrinos y otros pa-rientes creemos que fué excesivo,
enriqueciéndolos y eleván-dolos a las más altas dignidades; no es fácil juzgar si en ello cometió alguna
injusticia, pero es lo cierto que no dió buen ejemplo, y que eso le acarreó nuevas odiosidades y
12
envidias 1.
Sus enemigos le achacaron que se' dejaba llevar de una so-berbia desmesurada y de un amor a la
gloria incompatible con la humildad cristiana, puesto que se hacia levantar estatuas, como un pagano.
Hasta le acusaron de fomentar con eso la idolatría lZ5. Bonifacio, en efecto, fué el primer papa que se

"* Los embajadores de Aragón comunicaban a su rey los sentimientos poco favorables del papa. Cf. FINKB,
AHS den Ta-gen B. Quellen, p. xxvir ss. "Nuper dixit papa regí Karolo: In-venistl unquam Catalanum
benefaclentem et qul bona operaretur? Respondit rex: Pater, multl Catalanl sunt bonl. Dlxit Papa: Immo est
magnum mlraculum, quod allquls Catalanus faclat bonum" flbid. p. xxxvi).
m "Et. dicit quod vlvet, doñee sul Inlmicl omnes fuerlnt auf-focatl." Lo escribe el párroco Lorenzo Martínez a
principios de 1302 (FINKB, o. c., XLVJI).

1 El embajador aragonés Gerardo de Albalat escribió a Jai-me II en septiembre de 1301: "Papa enlm non
11

curat nisi de tribus... ut diu vivat [porque seguía las prescripciones de Ar-naldo de Vlllanova] et ut adqulrat
pecunlam, tertium ut suos dltet, magnlflcet et exaltet. De allqua splrltualltate non curat" (FINFCE, O. c., xxxi).
Véanse más arriba las acusaciones de Plalslan. Más tarde dlrá Arnaldo de Villanova: "Studebat aedlflcare
slbl memoriam gloriosam". Y pondrá en boca del papa estas palabras: "Nos ftuxlmus gloriam Eccleslae romanae in
tanto aqro et in tanto ar-
744

P. 11. DE GREGORIO Vil A BONIFACIO Vili

hizo construir monumentos, con la propia imagen, en vida. En lo cual se adelantó a los papas del
Renacimiento, demostrando una estima del arte que sus contemporáneos no supieron com-prender. Para
X2
los historiadores modernos no redunda ello en deshonor, sino en alabanza del magnánimo Bonifacio S.
Reprocháronle—cosa muy frecuente en la Edad Media cuando se trataba de sabios y científicos—que
tenia trato con el demonio, como con un consejero íntimo; tan familiar, que lo llevaba siempre consigo
encerrado en un anillo. No vamos a refutar estas ridiculeces. Que el trato con Arnaldo de Villano-va le
metiese en la cabeza ciertas credulidades ingenuas en co-sas referentes a medicina y alquimia, quizá
también a astro-logia, es posible. Adviértase, sin embargo, que Bonifacio VIII era de una mente clara,
razonadora, poco amiga de profetismos seudomisticos y de sueños fantásticos; por eso se reía de los
M
vaticinios apocalípticos del mismo Arnaldo y de los espiritua-les: "Cur fatui exspectant finem mundi?" 4
Su manera de hablar, franca y despreocupada, salpicada a. veces de paradojas e hipérboles, pudo
prestarse a malas inter-pretaciones; quizá a eso se refería un embajador aragonés cuan-do le reprochaba
las diabluras que decía y hacia 33S.
Sus contemporáneos nos lo describen como hombre de pe-netrante ingenio, de gran audacia, de
indomable energía, de altos ideales eclesiásticos, pero arrogante, violento y desdeñoso.
Uno que le conocía muy bien, su médico Arnaldo de Villa-nova, lo retrató en estas gráficas
expresiones: "Vigebat in eo intellectuabilitatis aquilina perspicacia, scientiarum eminens pe-ritia,
cunctorum agibilíum exquisita prudentia, in aggredlendiS' arduis audacia leonina, in prosequendis
difficilibus stabills con-, stantia" 12a. Magnifico retrato. Los rasgos leoninos* y aguile-ños son evidentes;
únicamente nos permitiríamos, con Pinke,' dudar de esa "exquisita prudencia".
Tolomeo de Lucca nos ofrece solamente un aspecto del ca-rácter bonifaciano: "Factus est fastuosus et
arrogans ac om-nium contemptivus" X2T.
En Bernardo Gui hallamos una frase de admiración y des-

gent.o et In hlls et in lilis, et ideo nostra memoria erit in saecu-lum saeculi gloriosa" (FINKE, O. C., CLXXxin).
m Sobre la iconografía de este papa en pintura, escultura, miniatura y monedas, un simple recuento en S.
SIBILIA. Bonir /asió VIII (Roma 1949) p. 294-296.
11
4 C. HÖFLHR, Rückblick aud P. Bonifae VIII und die Literar\ tur seiner Geschichte p. 64.
"Breviter, domine, omnes desiderant mortem suam et do-, lent de dyaboliis, quas faclt et djclt" (FINKE,
<>. c., xxxv). NI en su fe ni en sus costumbres se puede fundadamente poner má-cula.
m Kn su memorial a Benedicto XI (FINKE, O. C., ci.xxvni). n En MIJRATORT, Rer. ital. soript. XI, 1203.
,
C. 9. BONI PICIO VUl

746

encanto: "Feclt mirabilia multa in vita sua; scd cius mirabilia in fine mirabiliter defecerunt" W8.
Iperio, el cronista de Saint-Bertin, le illama "virum subtilem et industrium et unum de maioribus
clerids iuristis totius or-bis"
En la crónica florentina de Dino Compagni leemos: "Sedea in quel tempo nella sedia di San Pietro
papa Bonifacio Vili, Il quale fu di grande ardire e alto ingegno, e guidava la Chiesa a suo modo, e
abbassava chi non lo consentía". Y en la de Giovanni Villani: "Questo papa Bonifazio fu savissimo di
Scrit-tura e di senno naturale, e uomo molto avveduto e pratico, e di grande conoscenza e
memoria; molto fu altiero e superbo, e crudele contra a suoi nimlci e avversari; e fu di grande
cuore, e molto temuto da tutta gente, fc alzò e aggrandì molto lo Stato e ragioni di santa Chiesa...
Magnanimo e largo fu a gente che gli piacesse, e che fossono valorosi, vago molto della pompa
mon-dana secondo suo stato; e fu molto pecunioso, non guardando nè faccendosi grande nè stretta
coscienza d'ogni guadagno, per aggrandire la Chiesa e' suoi nipoti... E dopo la morte di papa
Bonifazio, loro zio, furono franchi e valenti in guerra, faccen-do vendetta di tutti i loro vicini e
nimlci, ch'aveano tradito e offeso a papa Bonifazio, spendendo largamente, e tegnendo al loro
proprio soldo trecento buoni cavalieri catalani, per la cui forza domarono quasi tutta Campagna e
13
terra di Roma" 0.
No terminaremos esta semblanza de un papa tan discutido sin hacer una observación, y es qué,
si Bonifacio VIII siguió la línea de Gregorio VII e Inocencio III, buscando el máximo enaltecimiento
del poder pontificio aun en lo temporal, en or-den al más libre ejercicio de sus derechos y deberes
espiritua-les, no siempre procedió con la pura intención sobrenatural de sus dos ilustres
antecesores. Se movió en ocasiones por motivos humanos y económicos y fundó más de una vez su
esperanza en los valores terrenos, olvidando los del espíritu m.
5. El ocaso del medioevo.—La figura de Bonifacio VIII, tal como la pintó Giotto en San Juan de
Letrán o como la escul-pió hieráticamente un discípulo de Amoldo de Cambio en la catedral de
Florencia, se yergue pontifical, doctoral e impera-tiva entre dos edades que pugnan entre si. Miró
al Renaci-
™ MURATORI, O. C., ni. 670.
m En MARTÈNE, Thesaurus novus anecdot. III, 774.
I
M DINO COMPAGNI, Cronica, 1. 1, n. 21; G; VILLANI, Storie fio-rentine 1. 8, c. 64.
. Parecen Indicar este defecto los mismos cardenales, de-fensores de la memoria de Bonifacio en 1308:
"Permittit ergo tales pastores quandoque in manus persequentlum Eccle-aiam Incidere, ut dlscant omne?, arma
Romanorum Pontificum non debere esse carnalla, sed spiritualia". Y poco deápuéa: "quia {Pao agebat, ac si
spem suam poneret in homlne, et ac al spes • • »ominis falli non posset" (PINTCH, O. O., LXXXVI y LXXXIX).
753

I». II. DE GREGORIO VII A BONIFACIO Vili

miento, pero se aferró al medioevo y se desplomó con él. Den fendió un agustinismo politico que
habia de ser derrotado por un aristotelismo más o menos racionalista y averroista. La gran contienda
entre el absolutismo eclesiástico, hierocrátlco, de la. Edad Media, personificado en el papa
Bonifacio, y el absolut tismo politico, laico, de los nuevos tiempos, representado pori Felipe el
Hermoso, se decidió en favor del último. No que en' adelante no hubiera más tentativas del
Pontificado por impor. der a los príncipes, bajo graves penas y censuras, normas cris-tianas de-
gobierno; las hubo, pero de escasa influencia. El Es-, tado, independizándose cada dia más de la
Iglesia, tenderá poco, a poco, primeramente, hacia el regalismo opresor, y luego ha-> eia el laicismo
oficial.
Esta concepción laica del gobierno y de la politica se iniciai en Francia, Alemania e Inglaterra por
obra de los legistas. Ai los profesores de Derecho romano y a los consejeros de los' reyes que salen
de Bolonia y de otras universidades, agrégansé;: ciertos filósofos y teólogos independientes, de tipo
nominalis-^ ta, como Marsilio de Padua y Guillermo de Ockham, que ata*; can al Pontificado,
restringiendo su autoridad en favor de los:'
[jrincipes o de la comunidad cristiana. Esos pensadores—y noi, os pobres humanistas, discípulos de Petrarca—son los
que de?í terminan el nuevo giro y orientación del Renacimiento y Edad}; Nueva.

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