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LA "UNAM SANCTAM"
N "A ministerio simul atque -loco pellerls in exllium trans-portatua" (TINKI, AUS
den Tagen B. p. CLXII). Compárese esta predicción, que no se verificó sino de un
modo vago e imperfecto, con la que el año anterior habia hecho "al embajador
aragonés: "Pro certo constat vobis, quod status Eccieaiae cito mutabitur, et citius
quam credatis... Vldobitia mirabilia in brevi" (FINKE, AUS den Tagen B. p. xxxn).
n Obras de consulta: ARNALDO DE VILLANOVA, Obres catalanes, ed. M. Batllori
y J. Carreras Artáu (Barcelona 1947); H. FINKE, •AIM den Tagen Bonifax VIII p.
191-226 y cxvn-ccxi; M. MBNÍN-DEZ Y PELA YO, Historia de, loa heterodoxos
esp. (2.* ed., Madrid 1817) in, 179-225 y apénd. document.; B. HAURBAU, Arnauld
de Villeneuve, médecin et alchimiste, en "Hist. litt. de la France" 28 (1881) 26-126;
J. M. Pou, Visionarios, beguinos y fraticelos cata- lanes (Vlch 1930) p. 84-110; A. RUBIA
Y LLUCH, Documenta per l'historia de la cultura catalana mitjeval (Barcelona 1908) t. 1
passlm. También FINKB, A ata Aragonensia t. 1 y 2.
w Publicado por N. DE WAILLY en "Mémoires de 1 Acad. ins-crlpt. et belles-
lettres" xvm (1859) 435-494. Sobre Pedro Dubois véase la edición de su tratado De
recuperatio Terrae sanotae, he-cha por C. V. Langlois en "Collect. de textes" (Paris
1891) y el art. de E. RKNAN Pierre Dubois, en "Hist. litt. de la France" Xxvr, 471-
536.
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sen, ya que Felipe, más que los sueños utópicos y las empre-sas
aventureras fuera de su reino, amaba lo positivo y concre-to: la
sujeción de sus vasallos, el orden en su reino y el oro en; sus
arcas.
Oro y plata era lo que ¿1 codiciaba para sus fines politicos. El
rey, que en 1291 había despojado a los banqueros lombar-dos y
en 1306 alterará el valor de la moneda y después preten-derá
incautarse de los bienes de los Templarios, se valía de to-dos los
medios, aun de las concesiones pontificias, interpretán-dolas
abusivamente, para vejar al clero con impuestos cada día mayores.
Los principios del Derecho canónico eran abier-tamente
conculcados, a veces brutalmente, por los oficiales re-gios, en tal
forma, que muchos obispos, como los de Lyón, Rouen, Tours,
Angers, etc., se vieron obligados en conciencia a protestar
públicamente
1. Legación del obispo de Pamiere.—De todo tenia exacta
noticia Bonifacio VIII, el cual, sintiéndose ya seguro en su sede
después de la victoria sobre los Colonna y del triunfo del ju-bileo,
se decidió a amonestar severamente al monarca francés.
En 13Q1 envió al obispo de Pamiers, Bernardo Saisset, en
calidad de nuncio a París. Debia este legado pontificio exhor-tar al
rey a respetar los derechos de la Iglesia y a emplear los diezmos,
annatas y otros censos y rentas de los beneficios ecle-siásticos
en preparar la cruzada, no en otros fines seculares TS.
Bonifacio cometió una increíble torpeza al escoger como nuncio
a Bernardo Saisset. Los procedimientos de éste debie-ron de ser
bastante imprudentes, e irritaron al rey hasta tal. punto, que,
cuando, terminada la legación, se retiró Saisset a su diócesis de
Pamiers, los espías y comisarios regios empe-zaron, a recoger
denuncias y acusaciones contra el obispo.
Ya de antiguo se sabia que Bernardo Saisset murmuraba contra
Felipe el Hermoso diciendo que era un bastardo, no des-cendiente
de Carlomagno, y que bien se veía en la manera de reinar; que ni
era hombre ni bestia, sino una estatua; que de-jaba el gobierno en
manos de quienes vendían la justicia; que era un monedero falso,
afanoso de engrandecerse sin mirar cómo; .que toda la corte
estaba corrompida por dentro y por fuera; que el condado de
Pamiers no pertenecía al reino de
7
1 Datos concretos en DIOARD, Phllippe le Bel U, 16-18; Bou-TARIC, La
Franco sous PMl. le Bel (París 1861) p. 69-70.
" El papa estaba entonces muy ilusionado con la cruzada contra los turcos. La
ocasión parecía de perlas, ya que el khan de los mogoles y rey de Persia, Kassan,
se había apoderado de Siria a fines de 1299 y había enviado embajadas amistosas a
los prínclpea cristianos invitándolos a unirse con él para conquistar a Palestina.
Accedió el rey cristiano de Armenla, pero no los reyes de Europa, a pesar de las
exhortaciones de Bonifacio VIII (RAINALDI, A nnales ad ann. 1301, n. 34; T. S. R. BOASB,
Bonifar ce VIII p. 222-227).
C. .9. BONIFACIO VII]
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*" Heinos dado tan sólo un breve resumen de tan Importante dlscurso. De él
son estas frases textuales: "Summus Pontlfex habet plenlssimam fpotestatem] ;
nullus est qui possit earn limi-tare.., IHe dlcitur esse dominus omnium
temporalium et spi-rituallum... Planum est quod nullus debet revocare In dubium
quin possit ludicare de omni temporali rations peccati... Iuris-dictlo temporalis
potest conslderari prout competit alicui 'ratione actus et usus, vcl prout competit
alicui de iure. Unde iurisdictlo temporalis competit Summo Pontifici, qui est
Vicarius Christi et Petri, de iure... Quantum ad executionem actus non competit et"
(DUPUY, "ibid, 73-76; Du BOULAY, Hist, Univ, Par, TV, 28-31).
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sobre los reyes aun en cosas temporales era creencia tan acep-
tada, que los mismos principes la reconocían y la profesaban
públicamente 93.
No había, pues, motivo para alarmarse por una afirmación más
de la supremacía pontificia. Pero la corte francesa, aun después de
la muerte de Flotte, estaba empeñada en interpre-tar torcidamente
el pensamiento de Bonifacio VIII, dando a sus palabras de sentido
teológico un significado feudal que no era el de su autor. Y así, apenas
Jlegó a su conocimiento el texto de la bula, el rey con sus juristas
pusieron el grito en el cielo, como si la libertad de Francia
estuviese en peligro, sien-do asi que ningún otro rey habla dado
importancia alguna al .documento.
8. Su verdadera sentido.—Persuadidos los que rodeaban a
Felipe el Hermoso dé que Bonifacio aspiraba a una hierocracia
universal, en la que los principes fuesen vasallos del pontífice,
acusáronle de que en su bula se arrogaba potestad directa en todas
las cosas temporales. La misma acusación repitieron en el siglo
XVII los galicanos, y en nuestros días los que no aca-ban de
entender la mente de aquel papa.
Ya entonces Bonifacio VIII protestaba contra semejante in-
comprensión, y declaraba por si mismo y por sus fieles intér-
pretes, como Acquasparta, que él no pretendía quitar a los re-yes
nada de su jurisdicción ni mermar en lo más mínimo su soberanía;
que el uso y la ejecución de la potestad temporal no pertenece al
pontífice; que si éste a veces debe intervenir en lo civil y político,
es solamente por su relación con lo espiri-tual, ratione peccati.
para defender la moral y la religión
popull... Patet ergo, quod potestas aaecularis in república Chris-tiana In sua perfoctione, modo lam dicto, pendeat
a potestate spirituali etlam In genere causae efficienti« quasi ab ea formata" (Summa de Ecclesia, 1. 1, c. 90
LVenecla 1661] fol. 101 b).
• No vamos a exponer aquí las opiniones que alrededor de aquelld fecha se manifestaron en pro o en contra
de la doctrina de la bula Unam sanctam. Pueden verse en la obra fundamental de R. SCHOLZ Die Publizistik zur
Zeit Philipps des 8chönen und Bonifaz VIII (Stuttgart 1903) fase. 6-8 de "Klrchenrechtllchc Ab-handlungen". A
principios del siglo xrv, el dominico Guido Ver-nani de Ríminl, que refutó el tratado De Monarchia, de Dante,
escribió un contentarlo a la Unam sanctam, publicado por M. GRÀUMÀWÌ, Studien über den Einfluss der
aristotelischen Phi-losophie auf die mittelalterlichen Theorien über das Verhältnis von Kirche und Staat (Munich
1934) p. 144-107. Acerca del comen-tarlo atribuido al cardenal Lemolne, véase FINKB, Xtu den Ta-gen B. 177-
186 y apend., p. c-cxvi. También SCHOI.^ l. o., 274-70. El comentario de RivrfcRK, Le problème p. 79-87, no lo
juzgamos siempre acertado. Sobre Egidio Romano, Jacobo de Viterbo y otros agustinos véase Uao MARIANI,
Chiesa e Stato nei teologi agostiniani del secolo XIV (Roma 1957) p. 75-88; 151-174, etc.
Sobre este personaje, moralmente muy discutido, y sobre sus obras canónicas, usi como sobre su
fundación del colegio Lemolne en la Universidad de París, véase F. LAJARD, Le Cardinal Le Moine, en "Hist. litt,
de la Franco" 27 (1877) p. 201-224; C. JOURDAIN, Le collège du card. Lemoine, en su libro Excur-
C. .9. BONIFACIO VII] 731
tions hlstoriquea (París 1888) 265-308. No podemos dar crédito a las declaraciones que más adelante, en el prooeso de
1311, hizo Juan Le Moine, testificando que ya durante su legación habla hablado al rey de las herejías de Bonifacio vm.
Tal traición la Bupononios inventada por su debilidad de carácter. En todo caso, la vileza del personaje es evidente. Sus
declaraciones, en C. H0W.BR, KilokbUok auf P. Bonifaoius VIII p. 63.
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pasando de las palabras a los hechos, se esforzó con toda su autoridad por apartar del
vasallaje de Francia y adjudicar al Imperio los territorios que de éste habían dependido en
10
otro tiempo, como Borgoña, Lorena, Provenza, el Delfínado, etc. 0
Terrible golpe contra Felipe el Hermoso si éste no se hu-biera dado prisa a prevenirlo
y a impedir sus efectos, descar-gando rápidamente un contragolpe decisivo y mortal. Su
brazo de hierjro fué el legista Guillermo Nogaret, que, después de Flotte, se apoderó
totalmente del ánimo del rey y orientó su política contra la supremacía papal, como
10
deseoso de vengar >—hijo de un albigense—la condena inquisitorial de su padre 1.
10. Apelación a un concilio.—Debió ser entonces cuando Nogaret concibió la idea
audacísima de emplear la fuerza con-tra el Romano Pontífice. De acuerdo con los Colonna,
que se-guían diseminando en Francia toda suerte de calumnias contra Bonifacio VIII,
planeó bajar a Italia, apoderarse violentamen-te de la persona del papa y arrastrarlo a
Francia, donde sería juzgado, condenado y depuesto por un concilio.
Poco antes de emprender este aventurado viaje asistió al Consejo extraordinario que el
rey celebró en su palacio de Lou-vre el 12 de marzo de 1303, en presencia de los
arzobispos de Sens y de Narbona, de los obispos de Meaux, Nevers y Au-xerre; de Carlos
de Valois, hermano del monarca; del duque de Borgoña y otros nobles.
Nogaret tomó la palabra y lanzó contra Bonifacio cuatro gravísimas acusaciones: 1." No
es legitimo papa; non intravit per ostium. 2.* Es hereje manifiesto, y como tal, separado del
cuerpo de la Iglesia. 3.' Es un simoniaco horrible, tal como no ha habido otro desde el
principio del mundo. 4.' Ha cometido infinidad de crímenes enormes; es incorregible y no
puede ser tolerado sin que la Iglesia se arruine.
En consecuencia, requiere al rey de Francia a intimar a los prelados, a los doctores, a
los pueblos y principes, y sobre todo a los cardenales, a ponerse de acuerdo para convocar
un concilio general, en que el abominable Bonifacio sea condena-do y la Iglesia proveída,-
por los cardenales, de un legitimo pastor. A fin de que esto pueda realizarse con paz y sin
peligro de cisma, conviene que el rey se apodere previamente de la persona del papa y lo
ponga a buen recaudo.
10
0 Lo ' Intentó en su bula ïuxta verbum propheticum (31 de mayo 1303) (Les registres de B. n. 5353).
' l Sobre Guillermo de Nogaret, profesor de derecho en Mont-pellier en 1291, miembro del Consejo real desde
ü
1296, canciller o vicecanciller en años sucesivos, véase H. HOLTZMANN, Wilhelm von Nogaret (Freib. 1898), y
E. RBNAN, Guillaume de Nogaret, en "Hlst. litt. de la France" XXVII (1877) 233-27,1, reimpreso en Etudes sur la
politique religieuse du règne de Pliil. le Bel (Pa-ris 1899).
C. 9. BÛNlPAClO Vlll
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"Rev. dea questions hiat." 89 (1911) 23-66. La obra máa fundamental y exacta que haata ahora ae ha escrito
nobre loa orígenea del conciliarlamo y aobre la doctrina medieval del papa-heroje es la de BRTAN TIBR-NBY,
Fnundationa of the Conciliar Theory (Cambridge 1955).
11
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29) Item diffamatus est, quia non quaerlt salutem anima-rum, sed pérditlonem earum"
104.
Creemos que nunca, en circunstancias tan solemnes, se ha-yan pronunciado tan
grandes atrocidades contra un Romano Pontífice, jurando y perjurando decir solamente la
verdad y comprometiéndose ante la nación y ante la cristiandad entera a demostrarlas en
un concillo universal.
Intervino Fjilipe el Hermoso para decir que él hubiera pre- , ferido "cubrir con su manto
las vergüenzas de su padre", pero su, fervor por la fe católica, el ejemplo de sus
antepasados, tan devotos de la santa Iglesia, y el deseo de poner término al escándalo de
la cristiandad le obligaban en conciencia a deci-dirse de una vez. Accediendo, pues, a las
demandas de Noga-ret y de Plaislan, prometía, "guardando el honor y reverencia que se
deben a la Sede Apostólica", hacer todo lo posible por la reunión de un concillo universal,
al cual asistirla él en per-sona.
Los cinco arzobispos allí presentes y 21 obispos, con 10 aba-des, declararon que
juzgaban útil la convocación del conci-llo. Tan sólo Bartolomé, obispo de Autún, y Juan,
abad del Cister, se opusieron tenazmente a dar su asentimiento. No bien había salido del
palacio real, el valiente obispo fué detenido por un esbirro, aunque en seguida se le dejó
en libertad. En cambio, el abad del Cister fué encerrado en un calabozo, con-tra lo cual
protestará luego Bonifacio VIII.
Leído el proceso verbal de la asamblea de Louvre ante la Universidad de París, esta
autorizadísima corporación se ad-hirió a la firma de los obispos el 21 de junio. Lo mismo
hizo el cabildo de la catedral. Y el día 24 se celebró una gran mani-festación popular en
los jardines de palacio a fin de que toda la ciudad ratificase la decisión del rey. Acudió la
multitud en procesión; un obispo predicó; un clérigo leyó las actas con las vergonzosas
acusaciones contra el papa, y un fraile dominico arengó a las turbas a defender al rey, en
la extirpación de las herejías, contra el papa, enemigo de Francia.
Cuando al día siguiente unos oficiales regios fueron al con-vento de los franciscanos a
pedir la opinión de los frailes, hubo escisión entre éstos, pues los extranjeros se negaron a
aprobar las actas. Inmediatamente los refractarlos fueron expulsados del reino. Cosa
semejante acaeció en el convento de los domi-nicos.
A, fin de presentarse el rey con la fuerza de una especie de plebiscito popular, envió
comisarios que recogiesen votos, aun-que fuese por la fuerza, en todos los ángulos de la
nación: en
"M DU BOULAY, Historia Universitatis Parisiensis TV, 42-44; DL-PUY, Hist. du dlff. Actes et preuves, 101-
106. Sobre cstaa acu-saciones se levantará, en 1310, el escandaloso proceso de Boni-facio Vltí. Lo
examinaremos en el pontificado de Clemente V.
73fl
Turena, en Bretaña, en todas las provincias del centro, en las de Picardía, en el Languedoc,
organizando asi la propaganda del cisma en toda Francia l05.
Y no contento con esto, mandó embajadores a los reyes de España y Portugal y a Italia,
particularmente al Colegio carde-nalicio, que deberla tomar la Iniciativa en la convocación
del concilio. Nos consta que por lo menos los reyes de Aragón y de Mallorca, á pesar de su
parentesco con Feliper se escanda-lizaron de las graves acusaciones, quae dicenda non
sunt, lo cual quiere decir que les parecieron inauditas e increíbles; a ellos, especialmente
al rey de Aragón, que por medio de sus sagaces embajadores estaba mejor informado que
10
nadie de la persona del papa y del ambiente de la curia romana 8.
VI. LA CATÁSTROFE
Era a principios de mayo de 1303, cuando Bonifacio VIII, para evitar los calores
romanos, se retiró a su ciudad natal de Anagni, donde poseía, junto a la catedral, un
poderoso palacio. Allí mismo se alzaba la imponente fortaleza de su sobrino Pe-dro
Gaetani, apellidado el Marqués, que dominaba en la ciu-dad y habla en pocos años
extendido su señorío a todo el La-cio inferior y parte de la Campania. En ninguna parte
podía el papa encontrarse más seguro. Y precisamente sobre aquella alta torre vino a
descargar el rayo fraguado en Francia.
1. Bonifacio se defiende.—Graves y alarmantes noticias lla-gaban al papa, no del
atentado violento que se tramaba contra su persona, sino de los escandalosos sucesos de
Paris, tan in-famantes para la Sede Apostólica.
La reacción indignada y colérica de Bonifacio VIII se ma-
"La propagande du Bchlsme était ainsi organiséc dans toute la Franco" (G. DIOARD, PMlippe le Bel II,
173). ' El 20 de juilo de 1303 escribía 61 rey Jaime de Mallorca a Jaime II de Aragón: "Praeterea ad nostram
audientiam pervenlt, quod dictus rex Franctao fecit allquem processum ln modum appel-lationis contra dominum
Papam, accusando eum de gravlbus et pluribus capltulís, quae non sunt dicenda, llcet ad vcstrl audien-tiam et
ctlam omnium homlnum credamus praodicta pervenire. Propter quod vldetur magnum scandalum suborlri''. Y
respondo el rey aragonés, con fecha 30 de julio: "De facto autem ipsius regla Franciae, quod scripsistls non
modicam turbatloncm as-aumpsimus, quia ultra generale debitum, alcut scitis, aumus aanc-tae matri Homanae
Eccleslae specialiter obllgati, et voa et noa pracnominato regi Franciae conluncti propinqua linea parente-lae...
VlgiU cura praemeditarl velitls, si quid per vos et nos tanto et tam gravi perlculo, quod totum vldetur tangere
statum fidei chrlatlanae, remedlum vcl aaltem allevlamentum poterlt ad-hiberi... Ad aedandum et tollendun\
huiusmodl scandalum paratl aumus pro virlbUB laborare" (FINJCB, Acta Aragonensia I, 130-137). Véase también
el documento de la p. 138-140.
C. .9. BONIFACIO VII]
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nlfcstó en una serle de bulas, fechadas el 15 de agosto. De-seando castigar de algún modo
la actitud subversiva de los pre-lados franceses y de la Universidad parisiense, ordena que
to-dos los beneficios eclesiásticos de Francia queden reservados al Romano Pontífice y
quita a todos los maestros y doctores de la Universidad la facultad de dar grados
académicos. El documento dirigido al rey, Nuper ad audientiam 10T, refleja, den-tro de su
majestuosa dignidad,, el dolor y el pasmo que em-bargó el ánimo del papa al saber que su
nombre habla sido vi-lipendiado públicamente y su autoridad desacatada. Parece como si
no lo acabase de creer.
"Sed ubi auditum a saeculo est, quod haeretica fuerimus labe respersi? Quis, nedum de
cognatione nostra, imo de tota Campania, unde originem duximus, notatur hoc nomine?"
"Ayer y anteayer—prosigue Bonifacio—, cuando le hacíamos bene-ficios, el rey nos tenia
por católico; hoy nos colma de injurias. ¿Por qué? Porque con el nitrato potásico (nitrum)
de nuestra reprensión queríamos limpiar las llagas de sus pecados". Pone luego de relieve
la gravedad de tal insulto contra el Santo de Israel, que es el vicario de Dios y sucesor de,
Pedro; la mala fe del acusador y el riesgo que correría la Iglesia si cualquier principe
pudiese, para escapar al castigo del papa, acusar a éste de herejia y convocar un concilio
general contra el mismo, "sine quo congregan non potest". Justifica su proceder con el
ejem-plo de otros papas y santos y anuncia ulteriores medidas.
Efectivamente, algunos días más tarde redactó una nueva bula, Supet Petrl sotio, a la que
anticipadamente le puso la fe-cha del o de septiembre, porque ese dia debería promulgarse.
En ella, Bonifacio, después de hacer la historia de toda la querella, subrayando las
arbitrariedades, tiranías y violaciones del de-recho cometidas por Felipe el Hermoso,
protector de excomul-gados y apresador de obispos y abades, declara al rey lncurso en
excomunión, y a todos sus vasallos y súbditos, libres del juramento de fidelidad y de toda
10
obligación de obedecerle mien-tras Felipe siga en la excomunión 8.
Los acontecimientos de última hora rodaron tan precipita-damente, que hicieron
imposible la promulgación de la bula.
Dado el 15 de agosto 1303 (Les registres de Bonifaoe n. 5383). I,o trae también Rainaldi, como los otros
documentos arriba aludidos.
1,
1 El comienzo era do una solemnidad mayestátlca, con el énfaslB propio de Bonifacio: "Super Petri solio,
excelso throno, divina dlspoaltione sedentes, illlus vlces gerlmus, cul per Patrem dicitur: Filius meus es tu et ego
hodle genul te, postula a me et dabo tlbi gentes hereditatem tuam et possesslonem tuam términos terrae" (DUPUV, Bist.
du di//. Actes et preuves, 182; Do «OULAY, Bist. Univ. Par. IV, 57). Todavía en esta bula no ae le aepoma
formalmente al rey, aunque se desligaba a los súbditos del Ju-ramento de fidelidad; sólo so le amenazaba con una
pena de-finitiva si no se arrepentía.
Historia de la Iglesia 2 14
738
2. El atentado de Anagni. Muerte del papa.—Desde abril, Guillermo Nogaret se hallaba en Italia con
píenos poderes di-plomáticos y con largos recursos económicos para reclutar sol-dados. Desde el castillo
de Staggia, en Toscana, propiedad del afrancesado banquero florentino Juan Musdatto, se movia No-garet
comprando a unos, estimulando a otros, despertando entre los barones' de la Campania odios y rivalidades
contra los do-minadores ""Gaetani y atizando en todas partes la hoguera de la rebelión. Rinaldo de Supino,
podestà de Ferentino, le ase-guró el concurso de esta ciudad. Otros barones hicieron lo mismo. El mayor
contingente de fuerzas le vino con Sdarra Colonna, que había salido de Francia detrás de él, y que en-tre
1C
sus familiares y partidarios del centro de Italia reclutaba numerosos satélites B.
Se planeó un ataque de sorpresa a Anagni. Adinolfo de Mat-teo e induso algunos cardenales se
encargaron de abrir las puertas de la dudad 110. Antes de amanecer el día 7 de sep-tiembre, más de un
millar de asaltantes avanzaron hacia la dudad bajo d estandarte florddlsado de Nogaret m. Y antes de salir el
sol penetraron como lobos aullantes por calles y plazas, despertando a los que dormían y gritando: "jVivá
el rey de Francia y vivan los Colonnal" Reunido d pueblo a to-que de campana, Adinolfo de Matteo,
enemigo dd papa, se hizo prodamar capitán o podestà de la ciudad. Entre tanto, Sciarra Colonna luchaba
duramente contra los sobrinos de Bonifa-do VIII, que habían organizado la resistenda en sus altos pa-
u
lados y en las casas vecinas a la catedral a.
'** "Eodem anno Schlarra, f 11 lúa D. Iohannis de Columna, ve-nlt de Francia Romam; et requisitis
consanguineis et amlcla, tam in Urbe quam in Campania tota, colllgatlo baronum eluadem regionia fit" (TOLOMEO
DB LUCCA, Hiat. ecclea., en MURATORI, XI, 1223). Sil predominio de Pedro Gaetani, sobrino del papa, má-xime
en la Campania, habla despertado muchas envidias y dea-contentos. Ahí se originaban no pocas de las
odiosidades contra Bonifacio.
,
M "Adinulpho Matthlae Anagniae introltum Uberum els prae-bente... quibusdam cardinalibus concordantibus"
(Ohronica Ur-bevetana, en A. HIMMBLSTHIN, Eine angebliche und eine toiro-kliche Chronik von Orvieto
[Estrasburgo 1822] p. 34).
,
u Del atentado de Anagni tenemos dos importantes relacio-nes de testigos oculares. La más larga, escrita
por un curial de Bonifacio VIH, fué publicada por RILBY, Scriptorea rerum brit-tannicarum (Londres 1865) 28,
483-491, y por KBRVYN DE LBTTBNHO-VB, en "Rev. dea quest. hlBt." 11 (1872) 511-520. La más breve, acaao
de un español al servicio del cardenal Petrus Hiapanus, fué publicada por G. DIGAKD en la mÍ8ma revista (43
[1888] 557-561). En eata última ae dice que Nogaret y Sciarra entraron en Anagni "cum sexcentls hominlbus
equitantibus et cum mille et quinqua-ginta clientibua armatia". Exageración ain duda, R. HOLTZMANN, Wilhelm
von Nogaret, p. 74, apoyándose en otroa cronistas, opina que aerian 300 los jinetes y cerca de 1.000 los de a pie.
11
1 Una carta topográfica de eae recinto de la ciudad puede verse en G. C A ETANI, Domua Caietana I, 172,
C. .9. BONIFACIO VII]
739
El papa demandó una tregua para negociar. Respondiéron-le que tenía que rehabilitar a los cardenales
Colonna, devol-verles todos sus bienes, renunciar al pontificado y rendirse sin condiciones. "Hoi me!—
exclamó Bonifacio—; durus est hic ser-mo". El asalto se redobló con nuevo brío, Pusieron fuego a las
puertas de la catedral, y ésta fué invadida. Viendo el mar-qués Pedro Gaetani, sobrino del papa, que no
podia prolongar más tiempo la defensa en su palacio, frontero al de Bonifacio, se entregó, a condición de
salvar su vida, la de stis hijos Fran-cisco, Rofredo y Benedicto y la de su hermano el cardenal Francisco.
Lloró Bonifacio al ver inevitable su ruina, y más aún al ser abandonado por sus propios domésticos,
que desde el interior gritaban: "|Viva el rey de Francia y los Colonna!" Tan sólo dos personas le
guardaron fidelidad hasta el fin: el cardenal penitenciario, Pedro de España, y el cardenal—obispo de Os-
tia—Nicolás Boccasini, que luego se llamará Benedicto XI. Y aún podemos decir que en los momentos más
criticos fué el español el único compañero inseparable.
Cuando Sciarra Colonna y Rinaldo de Supino, vencida toda resistencia, se precipitaron al palacio
pontificio, Bonifacio or-denó a sus acompañantes: "Abrid las puertas de la sala; quiero sufrir el martirio
por la Iglesia de Dios". Y, lejos de acobar-darse, demostró entonces una grandeza de ánimo admirable.
El cronista Giovanni Villani pone en sus labios estas pa-labras: "A traición me han cogido preso, como
a Cristo; pues, si he de morir, al menos quiero morir como papa". Y para que el ultraje sacrilego se
pusiese más de relieve, se revistió del manto pontifical, se puso la corona áurea de Constantino so-bre la
cabeza y, cogiendo en las manos la cruz y las llaves de San Pedro, se sentó en el trono. Asi, con gesto
hierático y en silencio, aguardó a sus agresores.
Estos no se atrevieron a poner sus manos sobre el anciano pontífice. Lo único que hicieron fué baldonarle
con palabras contumeliosas y amenazarle con la muerte. Es absolutamente falso que Sciarra Colonna le
abofetease. Lo desmienten todos los testimonios más antiguos. Preguntóle si quería renunciar al papado.
La negativa fué categórica: antes se dejaría decapitar. Y agregó en su dialecto vulgar: Ec le col. ec le
11
cape, que quiere decir: "He aqui mi cuello, he aquí mi cabeza" 8•
G. Vn.LANI, atorle florentino Vm, 63. Una narración muy particularizada de los héchos, en E. RENÁN,
Ouillaume de No-garet, en "Hist. litt. de la France" XXVII, 249-259. Reciente-mente ha estudiado criticamente el
suceso, quitándolo importan-cia histórica. R. FAWTIER, Z/attentat d'Anagnl, en Mélanges d Ar-chéologle et
d'Histoire" 60 (1948) 153-179. Según Fawtier, el papel de Nogaret no fué tan odioso ni tan decisivo como
generalmente se dice. Nogaret era un homhre religioso hasta el fanatismo, que creía servir a Dios y a la Iglesia
en su empresa contra Boni-
40 P. II. DE GREGORIO VII A BONIFACIO Viri
Era ya el atardecer de aquel trágico día. Los esbirros de' Nogaret, y Sciarra, y Supino, y
Adinaldo encerraron al papa en su. cámara, mientras aquellos cabecillas saqueaban los ingen-tes
tesoros de los Gaetani, profanaban los relicarios y disper-saban los documentos del archivo. El papa
—nos dice un tes-tigo presencial—pasó mala noche. Y no menos angustiosamen-te transcurrió todo
el dia siguiente, fiesta de la Natividad de Nuestra Señora, mientras los jefes disputaban entre si
sobre la suerte de Bonifacio. Querían unos condenarlo a muerte; se em-peñaban otros en
transportarlo a Francia para hacerlo juzgar allí por un concilio, y no faltaban algunos nobles
anagnienses que se oponían a que saliese de su ciudad.
Al amanecer del tercer dia (9 de septiembre) se vló que la opinión del pueblo habia cambiado. Le
horrorizaba la muer-te de un papa y temía incurrir en severas censuras eclesiásti-cas. Asi que, sin
contar con su capitán, tuvieron los ciudada-nos una reunión, en la que determinaron alzarse contra
Fran-cia y libertar al Romano Pontífice. Tropeles de gente armada, bajo la dirección del cardenal
Fieschi, asaltaron el palacio pa-pal gritando: "|Viva el papa y. mueran los extranjerosl" Ma-taron a
los que hicieron resistencia, y, apoderándose de Bo-nifacio VIII, lo condujeron triunfantes a la plaza
de la cate-dral. Nogaret huyó herido. También huyeron algunos que ha-bían traicionado al papa,
como los cardenales Napoleón Orsini y Ricardo Petroni. El ánimo de Bonifacio, entristecido y te-
meroso todavía, no estaba como para tomar venganzas de na-die; más bien parecía dispuesto a la
paz y a la conciliación. Se sentía enfermo, y, no considerándose del todo seguro en Anagni,
determinó encaminarse a Roma escoltado por un ejército de caballeros.
Salió de Anagni el 13 de septiembre. No entró en la Ciudad Eterna hasta el 18, y primeramente
se alojó en Letrán; pero el día 20, cediendo, según parece, a las instancias del cardenal Mateo Rosso
Orsini, se trasladó al Vaticano. Un ataque de: uremia le arrancó la vida el 11 o quizá más
exactamente el 12 de octubre de 1303.
No murió vomitando espuma de desesperación y mordién-dose las manos, como propalaron sus
enemigos, sino con no-ble y serena piedad, después de hacer profesión de fe y de re-
tado. Su viajo a Italia no tenia otro fin que el de negociar con. el papa, no el de hacerle violencia (p. 1G5-166).
Fué Sciarra Co~" lonna quien le impulsó a esto, y en' parto el mismo Bonifacio con las amenazas al rey de
Francia. No se compagina bien esta/ benigna interpretación con las decisiones tomadas antes en Pa-* ris. Cierto
parece que en Anagni desempeñó Nogaret un papel secundario y acaso moderador. El análisis de las fuenteB,
enV HOLTZMANN, Wilhelm vun Nogaret 66-74.
C. 9. BONIFACIO V1U 741
dblr los santos sacramentos. El cardenal Stefaheschí, que se hallaba presente, nos lo atestigua VM.
Su cadáver, adornado de predoslsimas vestiduras litúrgicas, fué sepultado en la tumba de la capilla gaetana, que por
encar-go del mismo Bonifacio habla construido años antes d escultor Arnoldo de Cambio 11B.
3. El veredicto de la historia.—Acaso ningún papa haya sido tan ferozmente calumniado como Bonifacio VIII. El odio
de los Colonnas, de los espirituales y de los franceses se des-fogó en infamantes y vergonzosas acusadones,
particularmen-te en d último año dd papa Gaetani. Y'*, ni la muerte pudo calmar el rencor de sus enemigos, que hubieran
querido des-enterrar el cadáver y condenar su memoria para siempre. En el escandaloso proceso que Felipe el Hermoso
entabló contra él en 1310, no hubo crimen que no se le «imputase.
La historiografía oficial de Francia, empezando por d mon-je de Saint-Denys Guillermo de Nangis y sus
continuadores dió crédito a los rumores de la corte, y, consiguientemente, tra-
"... Jjecto portratua auhelus procubuit, faa-uaque fidein, curnnu)tie> profesBus Roinauae
Ecclesiaei. Christo tuno redilitur almus splritus, et saevl lama nesclt ludida iram, sed mitem
placklamque patria, ceu credeqs fas est."
(RAINAU>I, ad ano. 1303,. o. 43.)
"* ' Conocemos perfectamente los ornamentoa con que fué ve-vestido el cadáver, porque en 1605, al ser abierto el
8epulcro, fué hallado el cuerpo incorrupto, y las ropas intactaa; la aotana era de lana blanca; el alba, de seda con
bordadoa de oro, algunos de loa cualea figuraban eacenaa de la vida de Criato; la dalmá-tica, de 8eda negra, recamada de
oro y plata. El manto ponti-fical se halló muy gastado; las manos, con guantes adornados de perlas; el anillo en el dedo,
con un precioso zafiro; las aan-dalias, negras, puntiagudas, de estilo gótico; en la cabeza, la mitra, de damasco blanco. La
descripción detallada, en RATNALDI, ad ann. 1303, n. 44. Junto a Bonifacio quiso ser enterrado pocos añoa después su
máa fiel servidor, Pedro Rodríguez (Petrua Hls-panus), cardenal dé Santa Sabina. Hoy día reposa el papa Gae-tani en la
cripta vaticana. De la antigua tumba no queda más que la eatatua yacente del papa; el buato se halla en el Museo
Petriano. Ilustraciones del hermoao sepulcro primitivo, en G. CAB-TANI, Domua Caietana, y en A. CHACÓN
(CrAccoNius), Hist. Pon-tif. rom. et card. (Roma 1677) H, 317. No pueden faltar aquí los conocldoa versos de la Divina
Comedia anatematizando a loa la-drones (Sciarra y Nogaret) y al nuevo Pilatos (Felipe IV), pues sabido es que Dante,
aunque decidido adversarlo de Bonifacio, alntió que se le conmovía profundamente au alma de criatiano:
"Vtagplo ln Alagna entrar lo flordallso, Í nel Vicario su o Cristo esser catto. Veggiolo un'altra volta
esser derlso; vegglo rlnnovellar faceto e 11 telo, e tra TIYI ladrón! ease anclío. Vegglo II nuovo Pilato
si crudeto,
che ctt nol «aria.» ^ 8e.g2 )
742 P. 11. DE GREGORIO Vil A BONIFACIO Vili
tó de defender al monarca y a sus juristas, echando toda la culpa del conflicto a Bonifacio VIII.
Incluso la historiografía italiana y pontificia, al menos en parte, se dejó contagiar de la animosidad
contra el papa Gaetani, sin duda por la imposi-bilidad de verificar críticamente las acusaciones que
se oian en todas partes, El mismo Juan XXII le acusó de fatuidad ("lile fatuus Bonifacius"), quizá por
la única razón de haberse opues-to al rey francés.
En tiempo del cisma de Occidente, cuando triunfaba el conciliarismo, no es de maravillar que el
gran propugnador del primado pontificio con todas sus prerrogativas fuese objeto de malévolas
recriminaciones, hasta el punto de que Pedro d'AÜly le llamase "alt^r Herodes". Al rfebrotar el
galicanismo con Luis XIV, aparece Bonifacio VIII como el típico represen-tante de las ambiciones
imperialistas del papa contra las liber-tades de Francia; tal se refieja en la documentadísima y toda-
vía hoy imprescindible obra de P. Dupuy, bibliotecario del rey 1B*.
Solamente los modernos historiadores han empezado a ha-cer justicia a Bonifacio, dándole la
razón en el conflicto con Felipe el Hermoso y desechando por absurdas y mal fundadas las horribles
acusaciones que se fraguaron en París. Hay.to-davía algunos que le incriminan de haber aspirado al
dominio del mundo; y el mismo Finke, cuyas investigaciones hacen época en la historiografía
bonifaciana, no acierta a interpretar debidamente las diversas expresiones del papa sobre su poder y
autoridad. Más extraño es que este profundo conocedor de la historia de aquella época, tan certero
juez en el inicuo pro-ceso de los Templarios, se haya mostrado un poco indeciso y vacilante en
rechazar los crímenes de inmoralidad que se acha-caron a Bonifacio 11T.
1
Rarísimo será el que, como K. Wenck 1*, se atreva a sos-tener que Bonifacio VIII era un hereje,
y más que hereje, si es que no creía en la Trinidad, ni en la Encarnación, ni en la Eu-caristía, ni en la
virginidad de María, ni en la vida futura.
Tuvo aquel papa la valentía de no plegarse a los deseos y
m "Gli argomenti del suo accusatore, Filippo TV, re di Fran-cia, hanno formato l'opinione degli storici—si può
dire—fino ai tempi nostri" (FRIEDRICH BOCK, Bonifazio nella storiografia fran-cese. en "Rivista di Storia della
Chiesa in Italia" VI [1952] 248-259, p. 249). Véase también P. FBDBLI, Rassegna delle pu-bUcazioni su Bonifazio
Vili e sull'età sua, degli anni 1911,-1921, en "Archivio della R. Soc. rom. di stor. patria" 44 (1921) 311-332.
1,
1 Sigue fundamentalmente a Flnke, con ciertos equilibrios habilidosos sobre el carácter del papa, E.
DUPRÉ-THBSEIDBR, citado en la bibliografía.
,
M K. WKNCK, War Bonif az VIII en Ketzert, en "Hist. Zeit-schrift" 94 (1904) 1-86, a quien contestó,
refutándole, R. Hoi MANN, Papst Bonifaz VIII ein Ketzert, en "Mitteil, des Inst. £• Oester. Geschichtsforschung" 26
(1905) 480-498 ; 27 (1906) 185-197.
C. .9. BONIFACIO VII]
743
planes de Felipe IV de Francia; trató de evitar la guerra franco-inglesa; defendió enérgicamente los
derechos de los clérigos, arbitrariamente conculcados; se opuso al regalismo absolutista de un príncipe
que pretendía subyugar al Pontificado, hacién-dolo servir a la hegemonía francesa, como había de
acontecer poco después en Avignon. Y ésta fué la causa de que se des-encadenase aquella tempestad de
odios, de calumnias, de vio-lencias, bajo cuya terrible pesadumbre sucumbió heroicamente Bonifacio VIII.
La grandeza trágica de su muerte le purifica y redime a este papa de los no pequeños defectos que
afeaban su conduc-ta y de los rasgos antipáticos de su carácter impulsivo y arro-gante.
4. Reproches y alabanzas.—Hemos visto las graves impru-dencias que cometió, sobre todo en el hablar
con dureza y des-consideradamente; hirió con sus improperios la sensibilidad de algunos cardenales y del
rey de Francia; la palabra ribaldas (bribón, bellaco) le venía frecuentemente a la boca; de los franceses, de
11
los napolitanos y de los catalanes solía decir fra-ses despectivas 9; no sabía crearse amistades y
amenazaba a sus enemigos con que había de vivir hasta aplastarlos a todos aso.
En cambio, el amor a sus hermanos, sobrinos y otros pa-rientes creemos que fué excesivo,
enriqueciéndolos y eleván-dolos a las más altas dignidades; no es fácil juzgar si en ello cometió alguna
injusticia, pero es lo cierto que no dió buen ejemplo, y que eso le acarreó nuevas odiosidades y
12
envidias 1.
Sus enemigos le achacaron que se' dejaba llevar de una so-berbia desmesurada y de un amor a la
gloria incompatible con la humildad cristiana, puesto que se hacia levantar estatuas, como un pagano.
Hasta le acusaron de fomentar con eso la idolatría lZ5. Bonifacio, en efecto, fué el primer papa que se
"* Los embajadores de Aragón comunicaban a su rey los sentimientos poco favorables del papa. Cf. FINKB,
AHS den Ta-gen B. Quellen, p. xxvir ss. "Nuper dixit papa regí Karolo: In-venistl unquam Catalanum
benefaclentem et qul bona operaretur? Respondit rex: Pater, multl Catalanl sunt bonl. Dlxit Papa: Immo est
magnum mlraculum, quod allquls Catalanus faclat bonum" flbid. p. xxxvi).
m "Et. dicit quod vlvet, doñee sul Inlmicl omnes fuerlnt auf-focatl." Lo escribe el párroco Lorenzo Martínez a
principios de 1302 (FINKB, o. c., XLVJI).
1 El embajador aragonés Gerardo de Albalat escribió a Jai-me II en septiembre de 1301: "Papa enlm non
11
curat nisi de tribus... ut diu vivat [porque seguía las prescripciones de Ar-naldo de Vlllanova] et ut adqulrat
pecunlam, tertium ut suos dltet, magnlflcet et exaltet. De allqua splrltualltate non curat" (FINFCE, O. c., xxxi).
Véanse más arriba las acusaciones de Plalslan. Más tarde dlrá Arnaldo de Villanova: "Studebat aedlflcare
slbl memoriam gloriosam". Y pondrá en boca del papa estas palabras: "Nos ftuxlmus gloriam Eccleslae romanae in
tanto aqro et in tanto ar-
744
hizo construir monumentos, con la propia imagen, en vida. En lo cual se adelantó a los papas del
Renacimiento, demostrando una estima del arte que sus contemporáneos no supieron com-prender. Para
X2
los historiadores modernos no redunda ello en deshonor, sino en alabanza del magnánimo Bonifacio S.
Reprocháronle—cosa muy frecuente en la Edad Media cuando se trataba de sabios y científicos—que
tenia trato con el demonio, como con un consejero íntimo; tan familiar, que lo llevaba siempre consigo
encerrado en un anillo. No vamos a refutar estas ridiculeces. Que el trato con Arnaldo de Villano-va le
metiese en la cabeza ciertas credulidades ingenuas en co-sas referentes a medicina y alquimia, quizá
también a astro-logia, es posible. Adviértase, sin embargo, que Bonifacio VIII era de una mente clara,
razonadora, poco amiga de profetismos seudomisticos y de sueños fantásticos; por eso se reía de los
M
vaticinios apocalípticos del mismo Arnaldo y de los espiritua-les: "Cur fatui exspectant finem mundi?" 4
Su manera de hablar, franca y despreocupada, salpicada a. veces de paradojas e hipérboles, pudo
prestarse a malas inter-pretaciones; quizá a eso se refería un embajador aragonés cuan-do le reprochaba
las diabluras que decía y hacia 33S.
Sus contemporáneos nos lo describen como hombre de pe-netrante ingenio, de gran audacia, de
indomable energía, de altos ideales eclesiásticos, pero arrogante, violento y desdeñoso.
Uno que le conocía muy bien, su médico Arnaldo de Villa-nova, lo retrató en estas gráficas
expresiones: "Vigebat in eo intellectuabilitatis aquilina perspicacia, scientiarum eminens pe-ritia,
cunctorum agibilíum exquisita prudentia, in aggredlendiS' arduis audacia leonina, in prosequendis
difficilibus stabills con-, stantia" 12a. Magnifico retrato. Los rasgos leoninos* y aguile-ños son evidentes;
únicamente nos permitiríamos, con Pinke,' dudar de esa "exquisita prudencia".
Tolomeo de Lucca nos ofrece solamente un aspecto del ca-rácter bonifaciano: "Factus est fastuosus et
arrogans ac om-nium contemptivus" X2T.
En Bernardo Gui hallamos una frase de admiración y des-
gent.o et In hlls et in lilis, et ideo nostra memoria erit in saecu-lum saeculi gloriosa" (FINKE, O. C., CLXXxin).
m Sobre la iconografía de este papa en pintura, escultura, miniatura y monedas, un simple recuento en S.
SIBILIA. Bonir /asió VIII (Roma 1949) p. 294-296.
11
4 C. HÖFLHR, Rückblick aud P. Bonifae VIII und die Literar\ tur seiner Geschichte p. 64.
"Breviter, domine, omnes desiderant mortem suam et do-, lent de dyaboliis, quas faclt et djclt" (FINKE,
<>. c., xxxv). NI en su fe ni en sus costumbres se puede fundadamente poner má-cula.
m Kn su memorial a Benedicto XI (FINKE, O. C., ci.xxvni). n En MIJRATORT, Rer. ital. soript. XI, 1203.
,
C. 9. BONI PICIO VUl
746
encanto: "Feclt mirabilia multa in vita sua; scd cius mirabilia in fine mirabiliter defecerunt" W8.
Iperio, el cronista de Saint-Bertin, le illama "virum subtilem et industrium et unum de maioribus
clerids iuristis totius or-bis"
En la crónica florentina de Dino Compagni leemos: "Sedea in quel tempo nella sedia di San Pietro
papa Bonifacio Vili, Il quale fu di grande ardire e alto ingegno, e guidava la Chiesa a suo modo, e
abbassava chi non lo consentía". Y en la de Giovanni Villani: "Questo papa Bonifazio fu savissimo di
Scrit-tura e di senno naturale, e uomo molto avveduto e pratico, e di grande conoscenza e
memoria; molto fu altiero e superbo, e crudele contra a suoi nimlci e avversari; e fu di grande
cuore, e molto temuto da tutta gente, fc alzò e aggrandì molto lo Stato e ragioni di santa Chiesa...
Magnanimo e largo fu a gente che gli piacesse, e che fossono valorosi, vago molto della pompa
mon-dana secondo suo stato; e fu molto pecunioso, non guardando nè faccendosi grande nè stretta
coscienza d'ogni guadagno, per aggrandire la Chiesa e' suoi nipoti... E dopo la morte di papa
Bonifazio, loro zio, furono franchi e valenti in guerra, faccen-do vendetta di tutti i loro vicini e
nimlci, ch'aveano tradito e offeso a papa Bonifazio, spendendo largamente, e tegnendo al loro
proprio soldo trecento buoni cavalieri catalani, per la cui forza domarono quasi tutta Campagna e
13
terra di Roma" 0.
No terminaremos esta semblanza de un papa tan discutido sin hacer una observación, y es qué,
si Bonifacio VIII siguió la línea de Gregorio VII e Inocencio III, buscando el máximo enaltecimiento
del poder pontificio aun en lo temporal, en or-den al más libre ejercicio de sus derechos y deberes
espiritua-les, no siempre procedió con la pura intención sobrenatural de sus dos ilustres
antecesores. Se movió en ocasiones por motivos humanos y económicos y fundó más de una vez su
esperanza en los valores terrenos, olvidando los del espíritu m.
5. El ocaso del medioevo.—La figura de Bonifacio VIII, tal como la pintó Giotto en San Juan de
Letrán o como la escul-pió hieráticamente un discípulo de Amoldo de Cambio en la catedral de
Florencia, se yergue pontifical, doctoral e impera-tiva entre dos edades que pugnan entre si. Miró
al Renaci-
™ MURATORI, O. C., ni. 670.
m En MARTÈNE, Thesaurus novus anecdot. III, 774.
I
M DINO COMPAGNI, Cronica, 1. 1, n. 21; G; VILLANI, Storie fio-rentine 1. 8, c. 64.
. Parecen Indicar este defecto los mismos cardenales, de-fensores de la memoria de Bonifacio en 1308:
"Permittit ergo tales pastores quandoque in manus persequentlum Eccle-aiam Incidere, ut dlscant omne?, arma
Romanorum Pontificum non debere esse carnalla, sed spiritualia". Y poco deápuéa: "quia {Pao agebat, ac si
spem suam poneret in homlne, et ac al spes • • »ominis falli non posset" (PINTCH, O. O., LXXXVI y LXXXIX).
753
miento, pero se aferró al medioevo y se desplomó con él. Den fendió un agustinismo politico que
habia de ser derrotado por un aristotelismo más o menos racionalista y averroista. La gran contienda
entre el absolutismo eclesiástico, hierocrátlco, de la. Edad Media, personificado en el papa
Bonifacio, y el absolut tismo politico, laico, de los nuevos tiempos, representado pori Felipe el
Hermoso, se decidió en favor del último. No que en' adelante no hubiera más tentativas del
Pontificado por impor. der a los príncipes, bajo graves penas y censuras, normas cris-tianas de-
gobierno; las hubo, pero de escasa influencia. El Es-, tado, independizándose cada dia más de la
Iglesia, tenderá poco, a poco, primeramente, hacia el regalismo opresor, y luego ha-> eia el laicismo
oficial.
Esta concepción laica del gobierno y de la politica se iniciai en Francia, Alemania e Inglaterra por
obra de los legistas. Ai los profesores de Derecho romano y a los consejeros de los' reyes que salen
de Bolonia y de otras universidades, agrégansé;: ciertos filósofos y teólogos independientes, de tipo
nominalis-^ ta, como Marsilio de Padua y Guillermo de Ockham, que ata*; can al Pontificado,
restringiendo su autoridad en favor de los:'
[jrincipes o de la comunidad cristiana. Esos pensadores—y noi, os pobres humanistas, discípulos de Petrarca—son los
que de?í terminan el nuevo giro y orientación del Renacimiento y Edad}; Nueva.