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1 El hombre en oracién, “ese arbol de gestos” La oracién se crea un espacio sagrado: “circulo de la oracién” (in- clusio in circulo) de los monjes de la Antigiiedad cristiana, circulos (mandala) en los cuales es introducido el neéfito indio, iglesia des- tinada a congregar a los fieles alrededor del altar, celda donde el monje retine sus facultades en el “centro”. La oracién organiza tales espacios con los gestos que dan sus dimensiones a un lugar y una “orientacion” religiosa al hombre. Amuebla dichos espacios con objetos aparte, bendecidos y consagrados, que deletrean su silen- cio y se convierten en el lenguaje de sus intenciones. También podria decirse ~pero no nos ocuparemos de esto aquf- que, en la oraci6n, los sentimientos también constituyen una topografia: la oracién privilegia determinados aspectos y manifestaciones de la vida psicol6gicas de tal manera, gracias a los “informes” de tan- tos itinerarios espirituales, construye un “mapa” andlogo a las “car- tes du Tendre” dibujadas segiin las aventuras del amor.* ‘Al marcar la uniformidad del espacio, la oracién posee lugares propios y actitudes definidas. Tales determinaciones sorprenden. 3No debe reconocer el orante, por todo cuanto es, que Dios es todo? Circunscribir el culto, sno es negar ese proyecto, reducien- do el drea de las interpelaciones divinas y de las respuestas huma- nas a la propiedad privada delimitada por tales fronteras? Fijarle un gesto, sno es paralizarlo? De hecho, lo que no puede ser sino * La“carte du Tendre” (literalmente, el “mapa del Tierno”) era el mapa del Pats de Tierno, es decir, del pais de los sentimientos amorosos, imaginado en 1653 por Mlle, de Scudery y que mostraba los distintos caminos que conducen al amor. (N. del T] 34 | LA DEBILIDAD DE CREER , i6n slo aparece bajo la forma de la Particy. n su intencion vista, la oraci6n es paradoja. Pero sy, la paradoja: el gesto es espiritu. $j | la cita se ubica siempre en g| to de su cuerpo y su alma, universal e laridad. Desde ese punto de acto devela la significacion de oe oracién aspira a encontrar a Dio: ee territorio del hombre, en el cruzam: GESTOS DE LA ORACION El sabado por la tarde, de pie, el monje Arsenio “abandonaba el so] a sus espaldas, tendia las manos hacia el cielo, orando hasta que el sol se levantara ante él. Sélo entonces se sentaba”." Literalmente, “rechaza” a su espalda el sol que cae y, luchando contra la noche, erguido sobre sus pies, alza las manos hacia el punto del horizon- te de donde la luz, como una respuesta, vendré a asir sus palmas abiertas. Entre el atardecer y la mafiana, entre lo alto y lo bajo, entre lo que muere y lo que nace, no hay més que un gesto de espe- tay un cuerpo fatigado por el deseo. Es el hombre en oracién, como un arbol entre cielo y tierra. ;Qué necesidad tiene de hablar? La madera de la cruz, cuerpo inmévil en el silencio nocturno, majiana estard cubierta por la gloria del resucitado, Entonces seré a hora del reposo. “Hijo de hombre, Ponte en pie y hablaré contigo” (Ezequiel 2, 1) - El orante, entonces, se Pone en pie, alzado hacia lo alto; el esti- inp laces i cp qe prongs » &' Brito mudo que atrae hacia si al Dios las cosas, el cuer * Lamayoria de las citas biblicas fueron tomadas de Pub! Caciones Biblicas, Petisco, : , Tealizara Torres Amat. [N. dd ial de los trabajos del padre jesuita EL HOMBRE EN ORACION, “ESE ARBOL DE GESTOS" | 35 También Dios se encuentra “adentro”. Fiel, el cuerpo que se des- plegaba hacia el cielo, pues, se concentra en su propio centro, como el de la mujer sobre el nifio que lleva. Segan I. Hausherr, ocurrié una revolucién el dia en que el padre espiritual dijo a su discipu- lo: “Cuando quieras orar, siéntate”. Sin embargo, asi como la “esta- cién” en pie, la actitud del recogimiento corporal tampoco es un decorado del alma o un simple comentario fisiolégico. Es la ora- cin misma, no ya tendida hacia lo alto sino agrupada alrededor de Jo que la inspira: una concentracién donde el deseo rodea fisica- mente a su objeto sin poder alcanzarlo jamés. La actitud del hesi- quiasta, como la del estilita, est4 construida por una presencia que, no obstante, nunca puede ser posefda. No seria suficiente decir que acompaiia una interiorizacién de la oracién; es el movimiento mismo de volver al centro. La postura sobre la estera, la posicién de las manos, el cerramiento de los ojos, etc., otros tantos gestos que hablan de la conversi6n hacia el coraz6n, forman el vocabulario de una seguridad: la gruta del cuerpo esta hecha para el Dios que nace en el secreto, que apacigua el deseo sin satisfacerlo, que cautiva a todo el hombre sin jamds pertenecerle. Dios esta por encima, en el interior, pero mas adelante. Por lo tanto, la oracién es también prosternacién, como antafio para Abraham ante sus huéspedes misteriosos (Génesis 18, 3), como para los “magos” ante la cuna (Mateo 2, 11): el fiel “dobla las rodi- llas ante el Padre” (Efesios 3, 14) o reitera esas “metanias” que tan- tas veces, hoy como ayer, inclinan al monje hacia los signos que le ofrece Dios de su presencia. Cae sobre la cara, permanece de rodi- llas, se pone a todo lo largo en una de las “trece actitudes de ora- cién” tan del gusto de santo Domingo.’ O todavia mas, se deja Ile- var por un ritmo de exultacién, como esas carmelitas espafiolas que bailaban ante el Santo Sacramento, cantando y golpeando las manos, para gran asombro de sus compaiieras francesas.} ;Pero cémo! ;No muestra el Himno de Jestis ofrecido por las Actas de Juan al Sefior conduciendo él mismo, en la Cena, una danza solemne y 2 Balme y Lelaidier, Cartulaire ow histoire diplomatique de saint Dominique, t. 3, pp. 276 y ss, 3 Henri Bremond, Histoire littéraire du sentiment religieux en France, Paris, 1928, t. 2, Pp. 312-313, 36 | LA DEBILIDAD DE CREER césmica: “La gracia danza... danzad todos, a aad - “an. 72°24 Bl orante suplica “con toda su fuerza’, alza im pores suplica- cidn, prosternado por la adoraci6n, o incluso embargado por una fa. ~ SE aa dicen la oracién. Hechas Para el arado, la maquina de escribir 0 la fresadora, 5c6mo, en la ns no segui- ran ligando al hombre con aquello que lo rodea? jTantas a la interioridad fue explicada como un poema de las manos! Asi como, en la iconografia india y china, esos gestos de los boddhisattva: la meditacién son manos en el regazo, una sobre la otra, palma hacia arriba; la adoracién son manos unidas, palma contra palma; etc. Como las voces, las manos tienen tonalidades y sentidos diferentes para hablar a Dios. Las del cristiano trazan sobre el cuerpo la grafia de la cruz; al reproducir el ceremonial que comprometia al fiel al servicio de su sefior, se unen para ser tomadas por las manos de Dios; se cruzan, como desocupadas del mundo donde se movian, para convocar una suplicacién que carece de interlocutor visible; estdn levantadas: “Por eso te bendeciré toda mi vida, y alzaré mis manos invocando tu Nombre” (Salmos 62, 5). Como las del cruci- ficado, se extienden para una oblacién que rechaza las restriccio- nes.5 “He [...] de traer mi alma en las manos” (Job 13, 14). Ponlas delante de ti, recomienda Simeén el Nuevo Tedlogo: te dirdn el mal que has hecho y estards en la actitud del arrepentimiento; ponlas detras de ti y serés un condenado ante el Juez misericordioso.° ;Es teatro y comedia? No, muy por el contrario, verdad ante Dios, con todo cuanto puede expresarla. “Lo sensible es la causa de lo con- ceptual —dice Filoxenes de Mabboug-; el cuerpo es la causa del alma y la precede en el intelecto.” Las manos llevan en si una inteligencia de las cosas cotidianas y saben de las ternuras o las labores que care- cen de nombre; también tienen la capacidad de decir aquello para lo cual el intelecto todavia no tiene o ha dejado de tener vocabula- tio. Sélo aprietan el vacio: no obstante, lo que designan no es una ausencia, a en smo una aspiracién o una certeza de la fe. 4 Dictionnaire d’archéologie chrétienne 5 Maximo de Turin, Patrologie latine, 6 Catécheses, 30,7. et de liturgie, t. 4, cols. 248-249. 575342. EL HOMBRE EN ORACION, “ESE ARBOL DE GESTOS” | 3 UN DISCURSO DE GESTOS “;Cémo debemos orar? ‘No es necesario usar muchas palabras, res- pondia Macario. ‘Basta con sostener las manos elevadas'Y Para encontrar al Vi iente que habita todo el espacio, el orante no puede utilizar las palabras utiles para captar complacencias humanas y las ideas que le someten las cosas. Como sus pensamientos de hombre? Despojado de ese traje que se corto en el lenguaje humano, ahi esta, pues, pobre de saber, rico de lo que espera, en una vigilancia fisica donde el alma es el sentido ticito del lenguaje corporal. Asi, la hemorroisa se contentaba con tocar la ves- timenta del Maestro; la pecadora, con derramar el perfume precio- soy secar los pies del Senor; el nacido ciego, con prosternarse. 3Por qué serian necesarias “muchas palabras”? La madre no las precisa para evocar al nino que la habita, ni los esposos, para re- petir lo que sus cuerpos les ensefaron. jEs inutil producir tantas ideas, considerandos y discursos! Intensa, la oracién del cuerpo descubre el reposo en el abandono; desarmada, es una busqueda y una espera, como se sienta uno junto a un enfermo, como se bosqueja un gesto tras una desavenencia. Cuando se vuelve mas cerebral, tal vez la oracién tenga pretensiones mis altas; tiene ria a Dios en las redes de mis verdad? Se cree mas universa ges mas total? Piensa mas cosas a propésito de Dios; pero jle habla mejor? La humilde ofrenda corporal ya es un don total: “Aqui esti mi cuerpo’, que precede como una proa el impulso del coraz6n y que es seguido por pen- samientos bien ordenados aunque siempre desiguales al gesto de la esperanza o la dimisi6n. Tal vez, al principio, las palabras fal- tan porque estan demoradas. Pero llega el dia en que faltan por- que estan agotadas: el orante no tiene mds, o algunas muy simples, despojadas de toda arrogancia, ligadas a la vida de amor como su hilito: “Te amo”, “Ten piedad’, “Ven, Senor”... Un susurro del coraz6n en el silencio del cuerpo. Cuantiosas son “las actitudes en la oracién, como mantener las manos cruzadas sobre el estémago, 0 juntas, o distendidas; a veces, 7 Patrologie grecque, 34, 249-250. 8 Francisco de Sales, Euvres, t. 14, Pp. 237 38 1 DEBILIDAD DE CREER BNE s sobre una de ellas, 0 sobre la otra”.* Nin- iente. Cada una tiene su sentido, pero no lo guna de ellas es suficien . Terao palabra llama a otras dice todo, nilo suficiente. a Ce ae se describa en su totalidad; para que el movimiento Ss gresibn propia. El orante es un esta oracin ae al Viviente que los despierta. Modela su es sitios de su deseo, pero siempre va mas lejos. Bus- caa tientas, con sus manos unidas 0 alzadas, al Dios inasible que se ausenta de las primeras citas. Pasa lentamente de gesto en gesto, y avanza en la oracién como el peregrino, que multiplica y repite las diferentes posturas de la marcha. Con mucha frecuencia, el obrero especialista reitera los movi- mientos estilizados por una tarea especifica y que, necesario cada uno de ellos, que a su vez son sucesivos, no definen solamente un trabajo, sino que son el hombre trabajando. De igual modo, el orante rehace el ciclo, nunca cerrado, de las actitudes en las cua- les, alternativamente, se lanza y descansa, como si Ppesara con todo su cuerpo a cada paso de ese deambular procesional. Instante tras instante, no puede ser otra cosa mas que ese paso; pero su paso sera seguido por otro, a su vez realidad de la oracion y que revelara la insuficiencia del precedente. La oracion No es ni exterior ni tam- Poco identificable con uno de ellos. Es su sucesi6n: un discurso de Bestos. Por supuesto, también implica las palabras que se dirigen a Dios. Pero de las palabras a los gestos se opera un pasaje tan nece- nie he aera sot: — son momentos en el itinera- ‘Os y desposesiones. Para no ser . — el gesto solicita la palabra, que lo convierte en un llamado ‘a recoleccién. A la inversa, para no ser una ilusoria captu- ra del espiri eee carrera abstracta y desesperada, el lenguaje encia y una epifania fisi a fisic: e Cuerpo opaco donde la vi da se ‘as, formadas por es arraiga y se manifiesta, modeladas encuentro del Ho; res cotidianos, Y que estan ajustadas al €n este mundo, — Dios. Con el Pobre equipaje de . : ae e “se punto de vista, la suce: put su humilde Peregrinaje. Desde Se Si6) Tuta, implica la Negacién de m de las Posturas y de los pasos, en es cada Postura: no Dios no esté ahi, sino de pie, otras, de rodilla: Pues, el orante marcha SUS gestos y sus Palabras, EL HOMBRE EN ORACION, “ESE ARBOL DE GESTOS” | 39 en otra parte, cada vez mis lejos, dicho en otros vocablos, recogi- acién de lo Abso- Es ya gida y respuesta, al mismo tiempo que deseo y espera; desde ahora, aferra lo que todavia debe buscar. El orante encuentra en su gesto —que otros seguiran- al Dios ya venido adentro, ya descendido de las alturas, ya manifestado en su gloria, de manera que, con cada término de su vocabulario corporal, puede enunciar: Ahi también do en otras “actitudes”, El gesto no es una locali: luto, pero tampoco el simple momento de una parti esta Dios. Se levanta, parte, va, corre hacia Dios: pero también esta en Dios, lo toma en sus manos vacias, lo recibe sobre sus palmas abiertas, lo contiene en la celda de su cuerpo. Como consecuencia, si la oracién es un viaje corporal hacia el mis alla, también es imposicién del sentido y reconocimiento real del Presente. Por eso la serie de gestos adopta un aspecto cir- cular. El viaje es definido por un deambular y se realiza alrededor del altar. Todos los pasos hablan de una Presencia; ninguno le es idéntico, ninguno se posa en el lugar santo y definitivo. La medi- tacién, como la procesién de los hebreos alrededor de Jericé (Josué 6), se encamina: segura de aquel a quien no abandona y, sin embargo, sin poder pasar jamas los muros de su trascenden- cia. Avanza, cautivada por su centro, pero no cautivadora. Gira a Su alrededor, tomada en su 6rbita, pero sigue esperando, bajo la forma de esa repeticién y de esa circulacién, que con la muerte, “el séptimo dia’, caigan los muros y se abran las puertas del paraiso donde Dios se dard totalmente al alma deslumbrada de un cuerpo resucitado. EL ESPACIO DE LA ORACION La oracién también tiene un entorno. Se rodea de cosas, términos y reposos del gesto: el libro, el icono, el crucifijo, las reliquias, la imagen, y hasta la medalla o esa herramienta oratoria magnifica- mente identificada como “reclinatorio”;* en otras partes seran el * Prie-Dieu en francés, literalmente, “reza a Dios”. [N. del T.] 40 | LA DEBILIDAD DE CREER i, el molino de oraciones lamaista, la campanilla ° yanira Se rtenecen al gesto. La herramienta, In ester. Cosss Sh Pee a eee modelada sobre ella, la prolon- arent di en el precedente. Asi, el objeto se ga, como un hueso empalmac lo P ; ora suver Obie. define en funcidn del movimiento donde el cuerpe > ij to entre los objetos, no es mas que uno de los términos. La oracion edifica un microcosmos de relaciones cuyos elementos se forman reciprocamente, a la manera en que, en los planos del arquitecto, el dibujo de las idas y vueltas de la cocinera fija en los muebles dela cocina sus formas y su emplazamiento. Ese espacio organizado por movimientos y por el acuerdo intimo de las cosas con los gestos es la realidad simbdlica de la oracién, 0, como se lo ha dicho sabia- mente, su “antropocosmos”? Saluda a la cruz —aconseja Filoxenes de Mabboug al monje que quiere orar— y toma el Evangelio en tus manos. Colécalo sobre tus ojos y tu corazén. Ponte de pie ante la cruz, sobre tus pies, sin sentarte en el suelo, y, luego de cada capitulo que hayas lefdo, coloca el Evangelio sobre el cojin y prostérnate ante él hasta diez veces, haciendo que asciendan acciones de gracias hacia aquel que te hizo digno de meditar y leer “el misterio escondido a los siglos y generaciones pasadas”, segtin las palabras del divino Pablo (Colosenses 1, 26). Gracias a esta adoracién exterior que haces ante él, se engendraré en tu corazén esa adoracién inte- Tior, y la accién de gracias que una lengua de carne no puede expresar tal cual es,° bmi » como un arbol, contiene en © Sus gestos, ella hace su didlogo con Dios. Con las cosas bendeci le das y consagradas Por el culto, ellas mismas “simbélicas”, el cuerpo simboliza 'nstrumentos micro, césmicos, metaforas de ges- ecabezas organizado por un 9 Mircea Eliade, en Eranos Jahr 950, t. 19, p. 258. Jahrbuch, 1 P. : } a + 1950, t. 19, p, 10 Traducido [en francés] por P, Graffin, en LOrient sri 4 ien, } 1961, t. 6, pp. 463-464. EL HOMBRE EN ORACION, “ESE ARBOL DE GESTOS” | 41 gestos, ninguno de tales objetos es la oracién, representan su enca~ denamiento y sus etapas bajo la forma de relaciones en el interior del mundo que tacitamente revela a Dios. Al besar la cruz, al tomar el libro o depositarlo sobre el trono del cojin, montado sobre la columna, 0 con las rodillas apoyadas sobre el reclinatorio y las manos ocupadas desgranando el rosario circular, el orante no ora solamente en el medio de las cosas, sino con ellas: la naturaleza, con la que su cuerpo estd en comunicaci6n, le suministra con qué hablar al Padre de las cosas visibles ¢ invisibles; se encuentra situa~ do fisica y espiritualmente en el cosmos. La “orientacién” del cuerpo en oracién es caracteristica de esta situacién césmica. Arsenio se volvia hacia el Levante, y su oracion no admitia cualquier posicién en medio de la cruz trazada por los cuatro puntos cardinales. Era incluso tan esencial que otros no indican mas que esa “orientacin” cuando responden a los discipu- los deseosos de aprender a orar. Asi, Pafnus a Tais: No eres digno de nombrar a Dios, ni de llevar el nombre de su divinidad sobre tus labios, asi como tampoco de extender las manos hacia el cielo, pues tus labios estdn llenos de iniquidad y tus manos, mancilladas de ignominias; mas conténtate con sen- tarte y volver tus miradas hacia el Oriente, repitiendo tan sdlo, sin cansarte: “Ti que me moldeaste ten piedad de mi." Quién no se sentirfa verdadero, al rehacer la misma oracién? “Ora- mos vueltos hacia el Oriente”, dice también el seudo Alcuino.” Pero una vez més, nada es identificable con el verdadero objeto de la ora- cién. No es solamente hacia Jerusalén adonde se dirigen los ojos del orante 0 los pasos del peregrino. Mas alla de la ciudad santa, si se vive ms al este, se sigue mirando al Oriente (y de la misma mane- ra, algunos peregrinajes mas modernos multiplican los Jerusalén y crean incesantemente nuevas rutas para los itinerarios de la ora- cién). El cristiano, que conoce quién es ese hombre nacido y muer- to en Palestina, supera los puntos localizables en un mapa para lle- 1 Patrologie latine, 73, 662. 12 Ibid, 101, 1245. 42 | tA DEBILIDAD DE CREER srada hasta el horizonte de la existencia, enla direccion yar su mirada do, designa la habitacion imposible de situar y al jue, en este mun ma one ; Sea de quien toda criatura, con el movimiento, recib spa « 5 origi. i i uscar nuestra patria origi so. Volverse hacia el Oriente, pucs> es “b’ ; i pe ‘no, “volverse hacia la naturaleza mas nal”: es, segun el seudo Alcuino, v 1 : decir, hacia Dios”"* Asi Jo hacen las comunidades, que, excelente, es decir, ; " les, ql al orar, ya ni siquiera saben que estén “orientadas” por sus iglesias. = . . . . La aparente contradiccién de esta orientacién fisica y de su sentido mistico simplemente expresa la paradoja de la oraci6n, 0, si se quie- re, su dialéctica. Pero el gesto que busca lo Absoluto seguin las deter- minaciones de Ja vida humana significa mucho més todavia la “paradoja” de la misericordia que se dio tales modelos: con el len- guaje de su humanidad, Dios viene al encuentro de las manos, los rostros y los cuerpos, a los que orienta hacia él y que responden a los suyos. UNA CADENA DE GESTOS Si el tema no hubiera sido abordado en otra parte,’ habria que decir también que el gesto es memoria: recupera las actitudes mile- narias—el beso al suelo, las manos alzadas-; recoge los ritos de salu- tacion inventados en el transcurso de los siglos y convertidos en homenajes religiosos Ia prosternacién del Semita, el ceremonial del fiel-. Una larga historia se recapitula en la postura del orante y en su misma soledad, hace de él un testigo del pasado que ya no conoce y de los hermanos a quienes su oraci6n menciona sin poder nombrarlos. Como su cuerpo dice a Dios lo incapaz de expresar, dice de los hombre: retenido; gruta, columna y“ 6, 19), también es un relic; que su inteligencia es s lo que su memoria no ha templo del Espiritu Santo” (1 Corintios atio del Hombre. ;Cémo asombrarse; 13 Basilio, Patrologie . Srecque, 33,189; io de Nii 14 Patrologie latine, 101, 1245, ee Nae Creperio dey 45 Jean Mouroux, “Prigre et diciembre de 1963. ibid., 44, 184. temps’, en Bulletin du cercle saint Jean-Baptiste, N° 26, EL HOMBRE EN ORACION, “ESE ARBOL pe Gestos” | 43 entonces, de que las manos juntas de la pobre mujer sentada en el fondo de una iglesia, 0 Jas manos alzadas del sacerdote de pie, 0 la prosternacién de la carmelita tengan tantos homdlogos, hindtes, kikuyus, egipcios, antiguos 0 modernos? Todos esos gestosy acasO originalmente destinados a las relaciones sociales, tienen una sim- bologia comtn, y, para retomar el ejemplo del viejo Arsenio, el sol Levante que los alcanza alternativamente circula de mano en mano y los une mediante una misteriosa solidaridad. Asi, la humilde oracién del cuerpo jalona con sus gestos y sus cosas la historia humana. Y de creer en el més venerable de los orantes, sobrevive incluso al espiritu tras haberlo a menudo prece- dido: al ira ver a Pablo el Ermitafio, Antonio Jo encontré un dia en la actitud de la oracién, recogido e inmévil; luego de un momen- to, empero, se percaté de que su hermano habia muerto y, nos dice su Vita, “comprendié entonces que el cadaver mismo del santo, ejecutando siempre el ministerio del gesto, seguia orando al Dios para quien todo permanece viviente”’® 16 Patrologie latine, 23, 27.

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