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CAPÍTULO VI

MONTPELLIER

Una tarde de junio de 1206 1 , llegaba a las puertas de


Montpellier un pequeño grupo de caballeros. Diego de
Osma volvía del Císter con todo su acompañamiento:
Domingo, suprior de su cabildo y amadísimo compa­
ñero, algunos clérigos de su diócesis, algunos monjes
cistercienses y la servidumbre. Detrás venía la recua con
la impedimenta. El cortejo era menos magnífico ahora
que cuando, casi un año antes, habían partido de Cas­
tilla; pero seguramente no estaban arrepentidos de ha­
ber abandonado la parte más fastuosa de su equipaje,

1
Los documentos publicados por GONZÁLEZ, III, han per­
mitido a GALLÉN, Les voyages, precisar la fecha. El carácter su­
mario de los relatos de CERNA! y de JORDÁN, dejaba la impre­
sión de una estancia continua de Diego en Languedoc, en
1206-1207, lo que contradice a la orden que dio el papa a Diego
de regresar a Osma, cf. supra, 180, n. 94, y MANDONNET-VI­
CAIRE, I, 148-149. Según parece, durante esos dos años, Diego
anduvo en constantes idas y venidas entre Languedoc y Castilla,
adonde regresó: 1) del 29-IV al 3 de julio de 1206; 2) del 3-11 al 16
de marzo de 1207; del 3-V al 2 de junio de 1207, y después del
25-IX, para morir allí el 30-XII del mismo año 1207. Si el 29 de
abril de 1206, está ya en Berlanga, a pocos kilómetros de Osma,
es que el acontecimiento de Montpellier se sitúa en la primera
parte de marzo de 1206. Puesto que la mención que hace CER­
NA!, n. 20, de 1206 (por tanto, después del 25 de marzo, según
el estilo utilizado, cf. DOSSAI, Du debut de J'année en Languedoc
au mayen íige, AM, LV, 1943, 520-529) recae sobre el conjunto de
los acontecimientos, más bien que sobre su comienzo preciso,
en términos generales viene a confirmar nuestra información. La
de Roberto de Auxerre (cf. infra, 290-293) confirma los nuevos
contactos de Diego con su obispado a partir de 1206 .
234 VICAIRE: Historia de Santo Domingo
VI. Montpellier 235

en diciembre último, cuando marcharon a Roma. Los


1204, estaban investidos de la autoridad de legados del
largos caminos del Mediodía, infestados de bandoleros,
papa contra los herejes, y no había pasado mes, n i si-
aragoneses o vascos, aconsejaban viajar de manera que quiera semana, sin recibir u n buen número de cartas con
no excitasen su codicia. instrucciones, consejos y alientos del mismo Inocencio
Descendiendo por los valles del Saona y del Ródano I I I , que velaba por su legación con gran atención y soli-
- q u e dejaron en Beaucaire- atravesaron Nimes y se citud!
acercaron al Mediterráneo, entrando al f i n en la ciudad
Pero, por desgracia, los acontecimientos no corres-
de los Guillem.
pondían a las esperanzas del Sumo Pontífice. A pesar
Montpellier coronaba con sus poderosas murallas
de su buena voluntad, de su ánimo y de sus esfuerzos,
una alta y ancha colina. ¡Cindadela, lugar de reposo y
los legados no llegaban a nada positivo. En la maraña
de paz para el catolicismo, en el corazón de una tierra
de negocios en que, desde hacia dos años, se habían visto
cada vez menos fieP!
progresivamente implicados, los éxitos eran raros, y
Apenas habían franqueado las puertas, los viajeros
demasiado numerosas las desilusiones. Para colmo de
creyeron hallarse de nuevo en los mismos lugares que
desgracias, iba creciendo en ellos por momentos la i m -
acababan de abandonar. En seguida tropezaron con u n
presión de que Roma no les comprendía. Lo ponía de
grupo de eclesiásticos que, reunidos, tenían sus sesio-
manifiesto, de mo do particular, el caso del arzobispo
nes dentro del recinto amurallado^. Allí estaba todo el
Berenguer de Narbona, que a ellos les parecía capitaF.
Cister en la persona de su abad Arnaldo A m a u r y , de los
Dios sabe que el papa no se hacia ilusiones acerca de la
monjes de Fontfroide -Pedro de Castelnau y el maestro
inmoderada sed de ganancias, de la avaricia, de las prác-
R a ú l - y de su séquito! Y también estaba Roma. Porque
ticas simoniacas y, sobre todo, acerca de la flojedad y
A r n a l d o , Pedro y Raúl, desde fines de 1203^ y mayo de
de la inercia religiosa de este principe eclesiástico que,
satisfecho de no conocer en su ciudad episcopal la be-
2 F L I C H E , Montpellier,
3 C E R N A I , n . 20; J O R D Á N , n . 20. E l error de u n a edición de
se habían trasladado a Tolosa, donde procedieron a negociacio-
C E R N A I , en contraste con el manuscrito, h a llevado a algunos
nes, quizás bastante largas, C E R N A I , n. 6; V A I S S E T E , V I , 229-
eruditos a situar este encuentro fuera de Montpellier; algunos
230; V I L L E M A C N E , 42-44. Bula de institución de A r n a l d o , del
llegan hasta a precisar: en Cast el n au ; de ahí la placa conmemo-
31 de m a y o de 1204, P O T T H A S T , 2229; P L 215,358-360 y V I L L E -
rativa e r r ó n e a que puede verse en la iglesia de este pueblo de
M A C N E , 52-57.
cercanías.
^ Se conserva todavía u n a treintena de cartas de Inocencio III
^ L a c o n t i n u a c i ó n de esta historia se f u n d a en el texto de
referentes a esta legación, n a d a menos que durante el periodo
C E R N A I n n . 20-26, cuyos detalles son todos de valor. E l autor
1204-1207. C f . especialmente las cartas del 31-V y 7 de diciem-
no fue testigo, pero conoció a varios actores de la escena y tuvo
bre de 1204; P O T T H A S T , 2229 y 2337; P L 215,358-360 y 472-474;
en sus manos, para redactar esta parte de s u historia, en 1213,
V I L L E M A C N E , 52-57 y 60-63.
los archivos detallados de la misión. C E R N A I , III, p. X - X X I ; J O R -
^ L o s legados son encargados de u n a investigación sobre
D Á N , n n . 20-21, cuyo relato es paralelo, presenta en esto graves
Berenguer desde 1200. N u e v a s negociaciones en 1203,1204,1205,
inexactitudes. Respecto a los relatos de u n a y otra fuente y de s u
1206, 1207, 1210, que f i n a l i z a n , d e s p u é s de m u c h a s m a r c h a s
valor, M A N D O N N E T - V I C A I R E , 1,141-150; V I C A I R E , 1207,335-
atrás, con la deposición definitiva en 1211 ó 1212, ¡si es que la
338.
muerte no zanjó antes el asunto! V I L L E M A C N E , 73-106; M A I -
^ Se h a perdido la bula institucional de Pedro y de Raúl. D e -
S O N N E U V E , 189-191. Berenguer, independientemente de s u
bía de ser de octubre a noviembre de 1203. E l 13 de diciembre,
habilidad abogacil, gozaba de altas protecciones: era tío natural
ambos legados habían tratado y a con Berenguer, en Narbona, y
de rey Pedro II de A r a g ó n .
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rejía, se desinteresaba totalmente del resto de su pro- lo más mínimo?^! Los embajadores del papa habían
vincia hasta el punto de no visitarla ¡ni siquiera una sola sentido ya vacilar su ánimo. Esta vez la medida se ha-
vez! Desde el primer contacto con el arzobispo, al venir bía colmado. Su reacción espontánea fue la de renun-
a presentarle sus cartas credenciales y pedirle que les ciar a su misión.
sostuviera en su acción contra los herejes y los presen- Justo en ese momento es cuando llegan Diego y sus
tase al conde de Tolosa, que apoyaría con la espada tem- compañeros. Castilla no estaba tan lejos como para que
poral su actividad espiritual, los legados adivinaron que los legados, gente de la región todos ellos, no conocie-
no se podía bacer nada en la Narbonense mientras aquel ran ya de oídas al obispo de Osma. Tenían ya noticias
egoísta, traficante inútil y escandaloso, gobernara la de su santa vida, de su integridad y de su celo por la
provincia. El papa estaba completamente de acuerdo, fe^L Y pensaron que su reciente visita ad límina podía
pues el 28 de mayo de 1204 les había ordenado iniciar haberle introducido en los sentimientos e intenciones del
u n proceso canónico para deponer al obispo sin apela- papa. ¿Y no podía ser también que Diego trajese algu-
c i ó n ! Se habían hecho las debidas averiguaciones y se na comisión para el abad del Cister y para sus dos cole-
habían logrado bajo juramento los testimonios más cir- i gas? Fuera lo que fuese, lo cierto es que le rogaron que
cunstanciados. El asunto parecía a punto de concluir, diera su parecer. En aquella época se daba mucha i m -
pero be aquí que el viejo Berenguer, conminado por el portancia a estos conciliábulos, tenidos antes de em-
papa a presentarse en Roma antes de la septuagésima prender cualquier acción, para que cada uno expusiera
(29 de enero de 1206), bruscamente se había decidido a su opinión y tomara así su parte de responsabilidad. El
dar u n paso que siempre había eludido: se había pre- consejo no era solamente u n derecho, sino también u n
sentado, pues, ante el sumo pontífice. Los legados adi- deber del vasallo para con su señor, de u n barón para
vinaban demasiado lo que de ello se seguiría, como, de con su rey, de u n canónigo para con su obispo, de u n
hecho, sucedió. El papa, emocionado por esta sumisión, monje para con su abad. También se pedia consejo al
perdonaría una vez más. Inocencio queria todavía po- hombre que en la ciudad tuviera fama de santo, a la
dar la higuera estéril, cavar la tierra a su alrededor y reclusa, al ermitaño o al peregrino que iba de paso. El
abonarla, con la esperanza, la última, de que todavía buen consejo dado por u n desconocido ¿no venia acaso
diera fruto^. directamente de Dios?
Los herejes, a quienes los legados pensaban impre- Diego y Domingo, puestos al corriente de la situa-
sionar con aquella medida sensacional, comenzaron de ción de la herejía, de la misión precisa de los legados,
nuevo a mofarse de su predicación y a echarles en cara de sus esfuerzos y de sus reacciones frente a las deci-
triunfalmente el pésimo ejemplo del clero. ¿A qué san- siones de Roma, acabaron de descubrir u n mundo cuyo
to tratar de reformar a los miembros de la Iglesia del conocimiento, al cabo de casi tres años de contacto con
Mediodía, si la cabeza permanecía corrompida? Y ade-
más, ¿era asunto de los legados el lanzarse a una refor- Elenco de acusaciones de la Iglesia contra el arzobispo, es-
ma que nunca tendría f i n , precisamente en sustitución pecialmente en cuanto al nombramiento y a la reforma de los clé-
de u n obispo que, por su parte, no se preocupaba de ella rigos, en las cartas del papa del XI-1200 y del 28 de mayo de 1204.
P O T T H A S T , 1177 y 2224; P L 214, 903-906, y 215, 355-357.
" J O R D Á N , n. 20. U n poco m á s de u n siglo antes, Bernardo
« P O T T H A S T , 2224; P L 215, 355-357, V I L L E M A G N E , 78-84. de Toledo, al volver de Roma, donde había recibido el palio, se
^ Cartas del 9 y 11 de mayo de 1206. P O T T H A S T , 2774 y 2778; encontró de improviso con u n concilio reunido en Tolosa: le p i -
P L 215, 883-885, y 217, 159; V I L L E M A G N B , 96-99. dieron que participara en él. D E F O U R N E A U X , 35.
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él, venía haciéndose en ellos cada vez más profundo. se hizo más que nunca apto para la misión de la Nar-
Aquellos dos conocedores de hombres, como eran ellos, bonense, en que la orden tanto había brillado^^. Reci-
pudieron apreciar en seguida la extraña oposición en- bió el cargo en octubre o noviembre de aquel mismo
tre los principales actores de la escena que se les descri- año. Durante u n lustro fue ante todo el hombre del De-
bía: el papa y los tres cistercienses. recho, mejor todavía, el hombre del canon 27 de Letrán,
precisado por las Decretales. Entre sus audaces manos,
Pedro de Castelnau^^ era el más antiguo de los lega-
aquellos textos iban a revelar todo su poderoso conte-
dos. En 1199, había sido asociado durante algún tiempo
nido. Por último, porque hubiera podido agrupar con-
al cisterciense fr. Rainiero, para el asunto del abad de
tra el conde de Tolosa, recalcitrante en la cuestión de
Saint-Guillem^! Era entonces canónigo regular y arce-
los herejes, a los principales vasallos de Provenza, en
diano de Maguelona^! Las cartas del papa le dan va-
u n pacto de paz que podía convertirse u n día en cru-
rias veces el titulo de maestro, lo que supone en él una
zada, Pedro de Castelnau seria asesinado la madruga-
cultura teológica^! Hábil canonista por otra parte, aca-
da del 14 de enero de 1208^^. Este eficacísimo intransi-
baba de sostener en Roma u n pleito de tres años de d u -
gente había sido amenazado ya de muerte muchas
ración en defensa de su cargo, que el preboste del ca-
veces^^.
bildo le negaba^! A l f i n lo había ganado. En Roma se
El maestro R a ú P ! monje también de Fontfroide y
admiró mucho su tenacidad y su sentido del Derecho,
nombrado legado el mismo día que Pedro, se oponía a
por lo que en seguida se pensó en emplearle para la
éste como el resplandor de la verdad al apremio de una
reforma del país. Cuando, a comienzos del año 1203,
ley implacable. Raúl era u n gran letrado. Había ense-
tomó en Fontfroide el hábito de la orden del Cister^^
ñado en las escuelas^^ y fue elegido como teólogo. Últi-
12 C f . A S S Mar. I, 409 SS.; E . C A U V E T , Études sur Fontfroide,
mamente se le ha restituido una pieza preciosa de nues-
París 1875, 429-468; V I L L E M A G N E . tro expediente, la Manifestatio heresis, descripción de
1^ V I L L E M A G N E , 29-40. conjunto, precisa y aguda, del catarismo languedociano
1^ E l cabildo catedralicio de Maguelona era de la orden de San de comienzos del s. X I I I compuesta hacia 1203-1204 y.
Rufo. Pedro era allí c a n ó n i g o desde 1182; fue elegido arcediano
de la diócesis en 1197, V I L L E M A G N E , 3-4.
15 Cartas del 6 de agosto de 1202; 7 de diciembre de 1204; 11
de m a y o de 1206, P O T T H A S T , 1716, 2337, 2778. P L 214,1053 B; ^« T a l es también la interpretación de V A I S S E T E , V I , 225 y
L U C H A I R , Registres, 50;PL 217, 159 C . E l título, en esta época, G U I R A U D , Inquisition, 376. C f . supra, 182 y n. 104.
significa fuera de d u d a que Pedro enseñó en la escuela capitu- C E R N A I , n. 55 y n. 1. V I L L E M A G N E , 302-304, asombrado
lar, L E S N E , 461-462. Parece que era maestro en Derecho c a n ó - por el tiempo relativamente largo que transcurre entre esta muer-
nico. C E R N A L , n.^' 57: «in lege peritus». te y la primera reacción del p a p a (10 de marzo), adopta u n a fe-
1^ Es t u d i o de esta larga querella, a la que puso fin Inocencio cha que no se apoya en fuente alguna conocida. N o es justo de-
III, el 27 de enero de 1199, V I L L E M A G N E , 129. cir que Pedro de Castelnau carecía de talento diplomático (así,
^2 E l 6 de agosto de 1202, Inocencio 111 daba todavía a Pedro S C H E E B E N , 29).
el título de arcediano. N o entró, pues, en Fontfroide hasta finales C E R N A I , n n . 24 y 58.
de 1202 o principios de 1203. E l 26 de enero de 1206, el papa habla Este título le es dado por el papa el 16 de junio de 1205,
a Pedro de su vocación en estos términos: « c u m igitur, exigente P O T T H A S T , 2540 P L 215, 667 A . L o afirma especialmente
necessitate, te a contemplationis otio, quod elegeras, ad tempus P U Y L A U R E N S , c. V I I y IX: «Magister Radulfus, persona litterata
d u x i m u s evocandum, ut i n ministerium missus, pro nobis, imo m u l t u m et honesta» y por el instrumento del acuerdo de Tolosa,
pro Christo, legatione fungaris...», P O T T H A S T , 2391; P L 215,525 el 13 de diciembre de 1203, C A T E L . , 236 y V I L L E M A G N E , 42.
C - V I L L E M A G N E , 65. 22 C f . supra, n. 15 y 21.
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al parecer, destinada a Roma^l N o fue menos real su a las almas. Hombre del corte de los obispos-soldados
actividad como predicador, aunque, a diferencia de la de la época feudal, A r n a l d o está retratado de cuerpo
acción jurídica de Pedro de Castelnau, no se mencione entero en una frase de la Historia Albigensis. El castillo
en los documentos. A nosotros nos parece vislumbrar- de Minerva, asediado por los cruzados, estaba a punto
la extensa y bienhechora. De los tres, solamente Raúl de rendírseles. Se dejó a Arnaldo el decidir la suerte de
permanecerá en estrecho contacto con Diego y santo los vencidos. Como jefe supremo que era, no podía re-
Domingo durante todo u n año, antes de su muerte, ocu- huir esta decisión. Ello le costó el no dejar bacer a los
rrida el 9 de julio de 1207^! Esta significativa vecindad soldados del norte, cuya preferencia por las hogueras
arroja, a siete siglos de distancia, u n resplandor fugiti- conocía m u y bien. «Porque él deseaba vivamente con-
vo sobre los rasgos de u n perfil para nosotros casi bo- denar a muerte a los enemigos de Cristo, pero no se atre-
rrado. vía, por su condición de sacerdote y monje»^^. Aunque
En cambio conocemos bien a A r n a l d o A m a l r i c o ^ ! m u y de mala gana, tuvo que resignarse a dejarles la
A n t i g u o monje y abad de Poblet, el monasterio de los vida. Verdaderamente A r n a l d o se encontraba mucho
reyes de Aragón, y abad luego de Grandselve en las más a sus anchas cuando, en plena cruzada del A l b i -
cercanías de Tolosa, antes de llegar a ser abad del Cister geois condujo a través de toda España a más de cuarenta
y el alma de casi setecientos monasterios y de decenas m i l hombres para colaborar con los ejércitos de Aragón,
de millares de monjes que precedían a la Iglesia y a los de Castilla y de Navarra en la batalla de las Navas, que
príncipes en todas las empresas cristianas de la época, señaló para tres siglos el punto extremo del retroceso
A r n a l d o podía parecer especialmente indicado para del Islam^^, que ahora dirigiendo la conversión de los
dirigir las operaciones contra los descreídos del Medio- cátaros. Asociado inesperadamente a los otros dos le-
día. Y lo fue seguramente a partir del día en que estas gados, el 31 de mayo de 1204^^ para asegurarles los re-
operaciones se transformaron en cruzada sangrienta. cursos y la autoridad del Cister, no se ocupó totalmen-
Poseía las virtudes de u n jefe: iniciativa, energía intra- te de esta misión basta después de la muerte de sus
table, sentido de la organización, arte de la relación y colegas. Entonces dominó verdaderamente la historia
práctica de los archivos. Quizás no le faltaba para la de la empresa y la orientó hacia sus formas más radica-
tarea que se le confiaba más que ciertas formas del amor les. Persuadido de que sería vana toda acción religiosa
en la Narbonense mientras se dejara en sus puestos a
25 Esta pieza, descubierta y editada por Dondaine ( A F P X X I X , hombres como Berenguer de Narbona o Raimundo de
1959, 268-271), la h a n utilizado muchos de nuestros polemistas Tolosa, determinó quitárselos de en medio a toda p r i -
y sobre todo Pedro de V a u x - d e - C e r n a i para su Historia albigensis. sa. Logrólo al f i n empleando una serie de triquiñuelas
C o m p u e s t a a finales de 1203 o comienzos de 1204, por estas fe-
jurídicas, que tenían todo el aire de querer engañar al
chas no puede ser obra de u n Pobre Católico, como se inclinaba
a creer Dondaine. E s t a restitución es la obra de A . C A Z E N A V E ,
Bien et mal dans un mythe cathare languedocien, en Miscellanea Me-
dievalia, X I (19779 344-355. 2^ C E R N A I , n. 154.
24 C E R N A I , n . 50 y n . 3; V I C A I R E , 1207, 345 y n. 58. 22 D E F O U R N E A U X , 182-193. L a mayor parte de los ultra-
25 C f . D A U N O U , en Hist hit. de la France, X V I I (1832), 306- montanos se habían vuelto antes de la batalla. Pero A r n a l d o , con
334.. C E R N A I , t. III, pp. X I V - X V . R. EOREVILLE, Arnaud Amalric, s u energía, tuvo en ella u n p a p e l personal importante, con la
archevéque de Narbonne (1196-1225), en Narbonne. Archéologie et a y u d a de cien caballeros, P U Y L A U R E N S , c. X I X .
Histoire. II, Narbonne au moyen age, Montpellier 1973,129-146, con 2« P O T T H A S T , 2229; P L 215, 358-360; V I L L E M A C N E , 52-57;
u n itinerario, 137-146. M A I S O N N E U V E , 175, 179-191.
242 VICAIRE: Historia de Santo Domingo VI. Montpellier 243

papa y a sus víctimas. Deseoso de extender sus pode- colaboradores laicos y hasta eclesiásticos: actitud pas-
res, una vez nombrado arzobispo de Narbona, se le verá toral en realidad de verdad. Para él la pena no servía
apropiarse el título del ducado y entrar escandalosa- tanto para castigar como para curar.
mente en lucha con el conde de Montfort, al que él mis- Y esto es lo que él exigía de sus misioneros^! Frente
mo había puesto en el candelero, contra la voluntad del a los herejes, no debían olvidar nunca que atacaban a
papa. Para aplastar la herejía, le eran necesarios gestos hombres capaces de convertirse, a seres débiles, desvia-
decisivos y el terror provocado por el derramamiento dos quizás por la insuficiencia de formación o por los
de sangre^! ¿Que quizás desde el punto de vista m i l i - escándalos, a almas de buena voluntad, algunas de cu-
tar tenía razón? Puede ser, pero este implacable enemi- yas prácticas, desacostumbradas en la Iglesia, eran sin
go de los disidentes, en quien la venganza de la fe no embargo m u y edificantes y debían fructificar mejor to-
estaba lo más mínimo atemperada por la misericordia, davía en el clima católico. Se le habló una vez de algu-
era u n antípoda de su señor, el papa, con el que se fue- nos fieles de Metz que se reunían en círculos secretos,
ron multiplicando los conflictos hasta tener éste que des- hostiles a la Iglesia, y pretendían extraer su religión de
autorizarle. la lectura directa del Evangelio. A él no le gustaba ese
Inocencio estaba animado por otro espíritu^^. Tam- desprecio por la unidad cristiana, ese gusto por las re-
bién él era autoritario, es cierto, y m u y celoso en la apli- uniones ocultas, n i esa predicación sin recibir manda-
cación de los cánones de la Iglesia: ¿no había reforzado to, pero reconocía expresamente que el afán de leer y
desde su elección, invocando la ley de lesa majestad, las de comprender la Sagrada Escritura era sencillamente
disposiciones jurídicas que le permitían obligar a los laudable: «No conviene - d e c í a - enervar la religiosidad
príncipes y a los clérigos, y a través de ellos al pueblo de los simples»^^. Fueron precisos más de doce años - ¡ y
cristiano, a respetar las libertades eclesiásticas, la paz y cuántas averiguaciones nuevas!- para que Inocencio se
la ortodoxia?^! Pero jamás olvidaba que estos poderes, decidiera al f i n a proceder contra los cismáticos, ya de-
vueltos por él eficaces durante todo su pontificado, te- claradamente de mala fe^! En Lombardia, grupos de
nían una sola finalidad: la salvación de las almas. Tan tejedores, m u y parecidos a los evangélicos de Metz y a
pronto como le parecía que el f i n había sido alcanzado, los pobres de Lyon, llevaban una vida religiosa aberran-
estaba dispuesto a parar el curso de su justicia y a sua- te, pero pobre, piadosa y edificante. El papa llevó tan
vizar los castigos que él mismo había impuesto a los bien su trabajo con ellos, que, a pesar de los prelados
culpables conforme al Derecho. Debilidad política aca- locales, más que desconfiados, a pesar de sus predece-
so, incertidumbre continua que desconcertaba a sus sores que se habían contentado con excomulgar a esos
«Humillados», terminó por reintroducir en la unidad de

Ver la nota de M O L I N I E R en V A I S S E T E , V I , 289, n. 7, a pro- 52 Inocencio había tomado de los canonistas del s. X I I la idea
pósito de la frase: «Matadlos a todos. Dios reconocerá a los s u - de que el cristianismo debía suavizar la vindicta (la que castiga-
yos». L a frase no es en m o d o alguno auténtica. Pero es verdad ba el crimen cometido) por medio de la misericordia, que mo-
que A r n a l d o , igual que los barones franceses, quiso hechos san- dera e incluso suprime la pena desde el momento en que el cul-
grientos para aterrorizar al país, cf. T U D É L E , estancia 18,v. 25- pable se convierte y arrepiente, cf. M A I S O N N E U V E , 91,157; los
30, y estancia 21, v. 1-8; B O R S T , 118, n. 32. legados son de otro parecer, Ihidem, 167.
5" Juicio general, L U C H A I R E , 46-61, 258-259; B O R S T , 119 y 55 Carta del 12 de julio de 1199; P O T T H A S T , 781; P L 214, 699
n. 34. A.
5' M A I S O N N E U V E , 156-158 y 199-216. 54 L U C H A I R E , 51-53; M A I S O N N E U V E , 163-165.
244 VICAIRE: Historia de Santo Domingo VI Montpellier 245

la Iglesia, bajo formas m u y originales, aquellas comu- Él no pedia a la buena voluntad de los principes nada
nidades apostólicas^^! Y m u y pronto, en 1208 y 1210, se más que facilitar los coloquios de los católicos con sus
le verá reconciliar de la misma manera a puros valden- adversarios. Pero pronto hubo de comprobar que la ex-
ses de la Narbonense y poner al servicio de la ortodo- posición serena de la fe, aun sostenida por el corazón y
xia contra los cátaros la eficacia de su evangelismo^^. el genio de u n santo, no era suficiente. La predicación
Asi, pues, el papa atribuía una importancia capital debía hacerse más apremiante: exhortación, reproches,
a la predicación en la misión que había confiado a sus súplicas, amenazas fraternales, la transformaban en
dos y luego a sus tres legados. Este punto merece u n amonestación, según lo previsto por el Evangelio. Si los
examen especial, pues con frecuencia se le menospre- disidentes permanecían inflexibles, se imponía enton-
cia. Inocencio había definido la misión primitiva y p r i n - ces decidir su separación del rebaño, pronunciando el
cipal de los legados con la forma estereotipada: «ad extir- anatema, como habían hecho los Apóstoles: porque u n
pandam haereticam pravitatem», «para extirpar la herética hereje declarado es menos peligroso para los fieles que
pravedad»^^. Estas palabras no determinaban solamente u n mal católico. Después de mucho vacilar, san Agustín
una misión administrativa y judicial, como podría creer- había aceptado igualmente el apoyo de la legislación
se de limitarse a analizarlas a la luz de las disposicio- imperial contra los herejes, con excepción de la pena de
nes del Derecho contemporáneo. Las cartas y las instruc- muerte. ¿Acaso no era el temor a las penas temporales,
ciones del papa, así como la práctica de los legados, especialmente para algunos, el último medio de hacer-
revelaban una tarea infinitamente más compleja. Aquí, les entrar en si mismos, cosa que no había logrado la
como en otros muchos puntos, la realidad de la Iglesia palabra de la fe?
medieval no puede apreciarse en toda su riqueza si no Predicación, amonestación, reconciliación o exco-
es a la luz de la tradición patrística. munión y castigo, tales seguían siendo todavía las cua-
tro etapas de la acción contra los herejes, que san Ber-
San Agustín en sus treinta y cuatro años de lucha nardo enseñaba a sus corresponsales o distinguía en sus
pastoral contra los donatistas había ido precisando el sermones^^, las que practicaba en 1145 contra los albi-
procedimiento de la Iglesia latina para reconducir a los genses y las que transmitía a sus sucesores e hijos, los
disidentes, o al menos para aminorar sus estragos^^. Este misioneros cistercienses de la Narbonense. «A los he-
procedimiento comprendía cuatro momentos: argu- rejes hay que atraparlos, no con las armas, sino con ar-
mentar, amonestar, excomulgar y castigar. Durante lar- gumentos», esto es, «convencerlos y convertirlos». «La
go tiempo, creyó que le era posible limitarse al primer fe se transmite por la persuasión, que no por la coac-
grado que tan bien respondía a la libertad de la fe, a la ción». Pero, si los disidentes no se dejan convertir, «des-
que no cesaba de apelar con todo el peso de la tradición. pués de una, de dos y de tres amonestaciones», hay que
separarlos de la comunidad y «en adelante, evitarlos».
55 Z A N O N I ; G R U N D M A N N , 72-91; M A N D O N N E T - V I C A I - Por último, si siguen obstinándose y resultan u n peli-
R E - L A D N E R , I I , 43-44; M E N S , 45-58. gro para todo el rebaño, lo mejor es «ponerlos en fuga».
5^ P I E R R O N ; G R U N D M A N N , 91-127; M A N D O N N E T -
V I C A I R E - L A D N E R , II, 44-45; M E N S , 41-45 y 58-60.
52 Cartas del 29-1 y del 31 de m a y o de 1204; P O T T H A S T , 2103 5^ Especialmente las cartas a E v e r w i n de Steinfeld, E p . 241 y
y 2229; P L 215, 274 B Y 359 C ; V I L L E M A G N E 75 y 55. 242, P L 182, 434-437 y los tres sermones sobre «Capite nobis
5« P O R T A L I É , art. Augustin, en D T C , 1, col. 2277-2280; vulpes párvulas...» Cant. I I , 15, sermones 64-66, P L 183, 1084-
M A I S O N N E U V E , 19-21. 1102.
246 VICAIRE: Historia de Santo Domingo VI. Montpellier IM

expulsándolos por medio del brazo secular^! A través de una parte de los prelados del Mediodía, que no to-
de los documentos -desgraciadamente poco detallados- maban por sí mismos la iniciativa de la acción contra
es posible seguir la aplicación de este procedimiento en los herejes, que no colaboraban con los esfuerzos de los
las campañas ulteriores contra los cátaros. Estaba tan legados y que basta los neutralizaban con el m a l ejem-
sólidamente inserto en la tradición, que todavía lo en- plo de su vida, llevó a Inocencio, a partir del 31 de mayo
contramos bien visible en el desarrollo de las acciones de 1204, a encargar a los tres cistercienses misiones se-
inquisitoriales a partir del primer tercio del siglo X I I P ! cundarias que les comprometieron en numerosos pro-
N o siempre se percibe a primera vista en la marcha cesos de corrección o de deposición^^. Independiente-
de la misión de la Narbonense, después de 1203. Ocu- mente de los poderes, ya m u y extensos, que sobre este
rre que las circunstancias particulares del Mediodía p u n t o había terminado por concederles'*^ Inocencio
francés obligaron a los legados y al papa a lanzarse a tuvo siempre buen cuidado de renovarles estos pode-
acciones marginales, que en los documentos que nos ban res especialmente para cada caso particular. Estas co-
llegado ocupan con frecuencia el primer plano. La mala misiones se m u l t i p l i c a r o n en el transcurso del año
voluntad del brazo secular bacía imposible la cuarta 1205^^, y fueron el tema de la mayor parte de las cartas
etapa del procedimiento: la expulsión de ios herejes de Inocencio. Además terminaron por acaparar en par-
contumaces, y en consecuencia, para doblegar a los prín- te las energías de los legados. Pero nunca llegaron a
cipes laicos a la voluntad de la Iglesia, exigía realizar suplantar a la misión p r i m o r d i a l que habían recibido:
una serie de empresas de las que la cruzada era el re-
la acción directa contra los herejes. Finalmente, entre las
curso supremo^^. Desde el primer instante, Inocencio
gestiones que conllevaba esta misión principal: predi-
había esbozado esta acción lateral, de la que Pedro de
cación, amonestación, reconciliación o excomunión, Ino-
Castelnau era el ministro principaP^. La grave dejadez
cencio quiso, como era natural - s i n embargo, es de no-
de marzo de 1208; P O T T H A S T , 2225, 2404, 3223, 3353; P L 215,
361,526,1246,1358; V I L L E M A G N E , 172,177,183,321. M A I S O N -
4" P L 183,1086 D , 1087 A , 1101 A .
41 Acción contra las herejías en el siglo X I I , S P A E T L I N G , 97- N E U V E , 193-198 .
110. E n el procedimiento de la Inquisición podemos distinguir 44 M A I S O N N E U V E , 186-193.
estas cuatro etapas: Y) predicación (y p r o c l a m a c i ó n del mes de 45 E l legado Rainiero, en 1198 y 1199, había obtenido, entre
gracia); T) encuesta y examen del presunto reo; 3.^) exhortación otros poderes, los de c o r r e c c i ó n del clero secular y regular,
e instrucción; 4^) absolución o condenación; la 3^ y 4" constituyen P O T T H A S T , 785; P L 214,676 A . L a Y legación de Pedro y de Raúl
el sermo generalis. L . T A N O N , Hist. des tribuneax de L'inquisition no implicaba m á s poderes que contra los herejes (cf. la deman-
en France, París 1893, 329 y 427; C . D O U A I S , L'inquisition, París da de Berenguer, V A I S S E T E , V I I I , 509). Pero, cuando el nombra-
1906, 165 y 259. L a exhortación del s e r m ó n general, está por lo miento de A r n a l d o (31 de mayo de 1204), el papa había a ñ a d i d o
demás, reducida a bien poca cosa, puesto que la verdadera ex- poderes especiales contra los que violasen la i n m u n i d a d cleri-
hortación ya tuvo lugar en el curso del proceso. cal y contra los simoníacos; finalmente, poderes generales para
42 Sobre la formación de este poder de corrección frente a las «destruir, dispersar, quitar, construir y plantar» todo lo que fuere
autoridades temporales cristianas incumplidoras, en tiempo de necesario, P O T T H A S T , 2229; P L 215, 360 A ; V I L L E M A G N E , 56;
Inocencio III, M A I S O N N E U V E , 169-173; 199-226. al m i s m o tiempo recomendaba a los prelados que admitiesen,
45 Intentaba hacer intervenir, conforme a las reglas feudales, sin réplica, las correcciones impuestas por sus legados,
al rey de Francia, soberano del conde de Tolosa. Para decidirle a P O T T H A S T , 2230; P L 215, 360 D ; V I L L E M A G N E , 59;
esta c a m p a ñ a , le promete la indulgencia de Compostela y de T H O U Z E L L I E R , 139-159
Roma, y luego la indulgencia de Tierra Santa: cartas del 31 de 4^ P O T T H A S T , 2129, 2224, 2337, 2380, 2441 ( P L 215, 569),
mayo de 1204; 7 de febrero de 1205;17 de noviembre de 1207; 10 2516, 2540, 2557, 2561.
248 VICAIRE: Historia de Santo Domingo VI. Montpellier 249

tar su insistencia-, que la predicación y la conversión nados, y que nada aparezca en vuestros hechos n i en
ocupasen en toda circunstancia el primer lugar. vuestras palabras que u n solo hereje pueda criticar»^!
¿No era ésta la misma preocupación de «no apagar la
Cuando el papa resumía de u n solo trazo en su co- mecha que todavía humea», que el papa había manifes-
rrespondencia el ministerio de sus legados, hablaba de tado bacía poco, al referirse a los evangélicos de Metz?
«ir a llevar la palabra del Señor»^^ de «consagrarse al Mas para dar a esta predicación una extensión m u -
ministerio de la palabra y de la enseñanza doctrinal»^! cho más vasta, el papa enviaba el 29 de enero de 1204
Si uno de los legados perdía los ánimos, Inocencio se los una serie de cartas al abad del Cister, al abad de Val-
devolvía renovándole la orden formal de «darse de todo magne y al maestro Raúl de Narbona, para que pusie-
corazón a su ministerio, a su cargo de evangelista, i n - ran su palabra o la de alguno de sus súbditos a disposi-
sistiendo a tiempo y a destiempo, con sus argumentos, ción de los legados^! A l mismo tiempo escribía a todos
con sus súplicas, con sus reproches, con toda paciencia los prelados, abades, priores y demás dignatarios de la
y claridad de doctrina»'*^; y en el caso presente esa or- Narbonense para que secundaran la acción de esos pre-
den tenía tanta más significación cuanto que iba d i r i g i - dicadores^^. Estas cartas produjeron verdaderos f r u -
da a Pedro de Castelnau, ¡el jurista! Si los legados cis- tos unos años después. La misión cisterciense merecerá
tercienses tenían la tentación de extender con exceso su entonces plenamente el nombre de «predicación de la
acción reformadora al clero, Inocencio les volvía de Narbonense», y los legados y sus colaboradores el de
nuevo con toda firmeza a su cometido esencial, porque, «predicadores contra los herejes», nombre que se les dio
decía, no conviene abandonar una tarea de «inelucta- o que se dieron ellos mismos en toda clase de documen-
ble necesidad» por apartar u n obstáculo, después de tos^!
todo tolerable^! En f i n , se tomaba el trabajo basta de Los merecían en lo esencial ya desde el principio.
indicar el espíritu que debía animar esta acción. A l f i - Ignoramos los pormenores de la intervención de los le-
nal de una carta m u y fundamental, en que había deter- gados en Tolosa en diciembre de 1203^^; sabemos que
minado minuciosamente los deberes y poderes de sus en Beziers, a causa de la mala voluntad del obispo y de
representantes, añadía elpost-scriptum: «Nos queremos los cónsules^^ no pudieron ejercer la menor actividad;
y os exhortamos a proceder de modo que la sencillez de
vuestra actitud se ponga de manifiesto a los ojos de to-
dos, tape la boca a los ignorantes y a los malintencio- 51 C a r t a del 31 de mayo de 1204, F O T T H A S T , 2229; F L 215,
360 B; V I L L E M A G N E , 57.
52 Indicación de envío de estas cartas, F O T T H A S T , 2103 y F L
4^ [Legatos quos] «in sermone domini d u x i m u s destinandos». 215, 274 D-275 A . Sobre Raúl de Narbona, D O S S A T , C F , V I , 235
C a r t a a Felipe A u g u s t o del 7 de febrero de 1205, F O T T H A S T , y n . 70.
2404; F L 215, 527 A ; V I L L E M A G N E , 178. 'Hbidem.
4« C a r t a a Berenguer del 28 de mayo de 1204; F O T T H A S T , 54 C f . infra, c. V I I , p. 282 y n . 73-79.
2103; F L 215, 274 B; V I L L E M A G N E , 76. 55 V I L L E M A G N E , 42-44, según C A T E L , 236. T H F U Z E L L I E R ,
4^^ C a r t a a F e d r o de C a s t e l n a u del 26 de enero de 1205; 185.
F O T T H A S T , 2391, F L 215, 525; V I L L E M A G N E , 66. Idéntica ex- 5^ Según la carta de Inocencio III, para confirmar la pena de
presión para presentar los legados a Felipe Augusto, loe. cit., s u s p e n s i ó n del obispo, p r o n u n c i a d a por los legados, F O T -
supra, n. 46. Según 2 T i m . 4, 2 y5. T H A S T , 2129; F L 215, 272; V I L L E M A G N E , 189-191. Esta bula,
5*' Carta del 6 de diciembre de 1204, F O T T H A S T , 2337; F L 215, del 18 de febrero, no lleva indicación de a ñ o en los registros del
474 B; V I L L E M A G N E , 63. Vaticano, pero se encuentra entre las bulas de febrero de 1204
250 VICAIRE: Historia de Santo Domingo VI. Montpellier 251

pero en Carcasona, en febrero de 1204, las buenas dis- dó impresionada por esta exposición de la doctrina ca-
posiciones del rey Pedro de Aragón, que poseía el títu- tólica frente a los dogmas cátaros, que partía de las fuen-
lo de conde de Carcasona, les permitió actuar contra la tes neo-testamentarias. Dado el ambiente general, las
herejía"^! Por orden del rey, convocaron u n día a los conversiones debieron de ser poco numerosas. El fenó-
valdenses y otro a los cátaros. El obispo, los legados y meno se repetirá con frecuencia.
algunos otros clérigos representaban a la Iglesia católi- Precisamente en esta su misión fundamental de doc-
ca. El proceso verbal, instruido por Pedro de Aragón, trina es donde los legados se llevaron las mayores y más
insiste sobre la conclusión jurídica, pero deja entrever graves decepciones. Esto es lo que confiaban a Diego y
la disputa pública que la había precedido. Delante de a Domingo en la reunión de Montpellier. A l cabo de dos
u n jurado compuesto por el Aragonés, por trece católi- años y medio de trabajo, «nada o casi nada habían ga-
cos y trece cátaros, Bernardo de Simorre, hishe de Car- nado entre los herejes por la predicación»"^! Y en segui-
casona, responde en u n primer tiempo con una exposi- da venía la excusa o más bien la acusación inevitable:
ción, vaga y confusa, a los problemas doctrinales que «¡Por culpa nuestra!», o más bien «¡por culpa del cle-
se le habían propuesto. Luego, abrumado por las pre- ro!», pues es m u y difícil no buscar la explicación de los
guntas, acabó por responder de la manera más firme en fracasos cristianos en los fallos de los responsables. Los
sentido cátaro. Los legados fueron retomando su expo- mismos herejes sugerían esta excusa: «Siempre que los
sición p u n t o por p u n t o , y pusieron de manifiesto la legados habían querido predicarles, les oían poner como
oposición de estas doctrinas a la fe católica, que ellos objeción la mala conducta del clero». A h o r a bien, «si
desarrollaron fundándose en las palabras del N u e v o ellos querían así corregir la vida del clero, es evidente
Testamento. La discusión se prolongó durante todo el que tendrían que interrumpir su predicación»^. Apa-
día. A la mañana siguiente, el rey y sus consejeros pro- rentemente la situación no tenía salida, era u n auténti-
clamaron herética la posición de los cátaros. Y ahí se co caso de «perplejidad» - p o r emplear el término de los
estancó la acción contra los herejes. Se había puesto de moralistas de entonces-, una situación en que, se tire por
manifiesto a la herejía, pero no se pronunció sanción donde se tire, uno tiene la certeza de faltar al propio
temporal, n i siquiera la excomunión. El poder del rey cometido.
de Aragón sobre Carcasona era puramente n o m i n a P ! En esta clase de situaciones es donde se revela la
De hecho solamente gobernaba el vizconde Raimundo hondura de u n alma. La respuesta de Diego demostró
Roger. la calidad de su espíritu apostólico y el realismo de su
N o sabemos si la muchedumbre, que aquí, como en inteligencia ante los obstáculos. Era preciso, entonces
otras partes, seguía apasionadamente la disputa, que- más que nunca, proseguir la predicación. A n t e ella,
debían ceder todos los demás objetivos^! Ella, y sola-
mente ella, era indispensable y era suficiente. De no ser
( L U C H A I R E , Registres, 48). N o hay lugar para desplazarla a 1205,
como lo hacen los historiadores, siguiendo a V A I S S E T E , V I , 236.
52 V I L L E M A G N E , 107-109; cf. C E R N A I , p. 46, n 4; L A G G E R , 5^ C E R N A I , n. 20.
631. E l texto h a sido exhumado por B E N O I S T , Hist. des Albigeois Ibidem. E n lugar des/, S C H E E B E N n. 35, n. 42, leyó nisi, va-
et des Vaudois, París 1691,1, 269. riante inauténtica de ciertas ediciones. E l sentido cambia com-
5^ E s posible, sin embargo, que Pedro II haya invitado a pletamente. Cf. V I C A I R E , 1207, n. 19.
R a i m u n d o Roger a ejecutar s u propia sentencia, T U D É L E , 71 y «Ut ceteris omissis, predicationi ardentius insisterent».
n. 4. C E R N A I , n. 21.
252 VICAIRE: Historia de Santo Domingo _ VI. Montpellier 253

así, cuando se hubieren gastado todas las energías en dicar con este mandato de la Iglesia, únicamente predi-
corregir al clero, aun suponiendo que se terminara con car y con más intensidad que nunca, «juntando los he-
éxito, no se habría abordado todavía verdaderamente chos a la palabra, según el ejemplo del buen Maestro,
la conversión de las almas. Además ¿no era acaso u n yendo a pie, sin oro y sin plata, con ánimo de imitar
error el atribuir tanta importancia a las faltas del clero, perfectamente la fórmula de los Apóstoles»^! tal era el
en parangón con el ideal canónico? Diego y su suprior consejo de Diego.
empezaban a conocer a los herejes albigenses. Los lega- Los legados estaban desconcertados, «no querían
dos acababan de exponerles, una vez más, su manera adoptar por sí mismos una manera de obrar que olía
de v i v i r , de predicar, de conquistar las almas. Sus exi- demasiado a novedad», y este término tenía en su boca
gencias con respecto a los depositarios de la palabra de sentido peyorativo. ¡Hubieran podido recordar la vida
Dios eran incomparablemente más radicales que las que apostólica de aquel legado del papa, que san Bernardo
pudiera tener la reforma católica más rigurosa. Enri- tanto les había alabado precisamente!^^ Pero no pode-
cianos, cátaros y valdenses estaban de acuerdo en no mos subestimar la legitimidad de sus vacilaciones. Evi-
reconocer como predicador auténtico del Evangelio sino dentemente, jamás habían imaginado que ellos p u -
al que viviera conforme a las normas que ellos descu- dieran predicar de esa manera. Legados del papa,
brían en el Evangelio. Quienquiera que practicara la representantes de la suprema autoridad de la Europa
forma de vida apostólica, estaba autorizado para llevar- cristiana, basta entonces se habían esforzado por mani-
les su mensaje. Quien no lo hiciera así, ningún derecho festarlo en su actitud, en su equipaje, en su escolta - i n -
tenía para ser escuchado. A h o r a bien: v i v i r como los dispensable en este país, y por otra parte bastante mo-
Apóstoles, a tenor de estas ideas, quería decir: caminar derada- y basta en su palabra autoritaria. Las cartas del
a pie, de dos en dos, con gran h u m i l d a d , sin llevar con- papa mostraban bastante el dolor de la Iglesia ante el
sigo n i oro n i plata n i dinero alguno, sin poseer nada en menosprecio en que se tenía en este país a la espada
el m u n d o y esperar su alimento solamente de la cari- espiritual, porque la espada temporal no le prestaba su
dad del pueblo; era, en una palabra, hacerse mendican-
te. Ciertamente estas exigencias no se podían aplicar a
todo el mundo. N o eran compatibles con la vieja expe- ^2 «Ut possent ora obstruere malignorum, in humilitate pro-
riencia cristiana y falseaban la distinción de los precep- cedentes, exemplo p i i magistri facerent et docerent, irent pedites
tos y de los consejos. Pero, esto dicho, no estaba dicho absque auro et argento, per o m n i a f o r m a m apostolicam i m i -
todo. Quedaba algo todavía que se podía bacer m u y tantes» C E R N A I , n . 21.
^5 «Legati, hec omnia quasi q u a m d a m novitatem per se arri-
bien. Todos eran libres de tomar para sí estas exigen-
pere non volentes...» C E R N A I , n. 21. E n cuanto al ejemplo de san
cias. Libres para predicar de ese modo. Malaquías, obispo y legado, he aquí lo que dice san Bernardo:
U n canónigo fervoroso, u n obispo que también ha- «A die primo con versa ti onis suae usque ad extremum vitae, sine
bía sido canónigo, ¿no habían meditado bien y larga- proprio vixit... Nec e n i m vel d o m u m propriam habuit. Erat au-
mente el ideal de la vida apostólica, y no lo habían prac- tem pene incessanter circuiens parochias omnes; Evangelio ser-
ticado incluso en casi todos sus puntos? Les bastaba viens et de Evangelio vivens, sicut constituit ei D o m i n u s : Dignus
est, inquiens, operarius mercede sua, Le X, 7... Denique, c u m exiret
solamente extenderlo a la fórmula itinerante. ¿Por qué
ad praedicandum, c u m peditibus, pedes et ipse ibat, episcopus
iba a ser privilegio de sólo los disidentes? Había u n et legatus, forma apostólica hac, et inde magis mira in Malachia
punto en el que los católicos estaban más cerca del tipo quo rara nimis in aliis». Vita Malachiae, P L 182, 1097-1098. ¡Nó-
apostólico que los herejes: el mandato de la Iglesia. Pre- tese que es en C l a r a v a l donde Malaquías concibió este ideal!
254 VICAIRE: Historia de Santo Domingo
VI. Montpellier 255

apoyo^! ¿Había que aceptar que este desprecio se au- deja de ser conmovedora para quien tiene en cuenta su
mentara con la mendicidad? Que u n sacerdote, u n pre- situación. ¡Ponerse a mendigar! ¿Y por qué no? Con su
lado, sobre todo, se pusiera a mendigar su pan de puerta
tanto de malicia, se volvieron hacia el obispo de Osma
en puerta, era una vergüenza para el clero y para la
y concluyeron: «que si alguna persona de verdadera
sociedad cristiana^! Los cistercienses encontraban en
autoridad moral aceptaba precederles predicando de
ello particular repugnancia^! Por último, y sobre todo,
esa suerte, ellos la seguirían gustosísimos»^!
aceptar el vincular la predicación a semejante actitud,
Diego, el impetuoso, siempre estaba dispuesto. Y se
¿no era acreditar y por lo tanto ayudar a que arraigase
ofreció. Inspirado por Dios, organizó sin tardanza el
más el error principal de los herejes: la dependencia
regreso a Osma del resto de su acompañamiento, y con
absoluta que establecían entre el conjunto de la activi-
él envió todo cuanto traía para el camino: caballos, ba-
dad pastoral y la vida apostólica mendicante?
gaje y otros objetos de equipaje. Igualmente envió a sus
El consejo de Diego les tenía, pues, confusos, pero,
clérigos, y no conservó consigo más que u n solo com-
en aquella situación sin salida en que confesaban hallar-
pañero: D o m i n g o ^ !
se, bruscamente abría u n portillo. En el fondo del áni-
Domingo estaba allí, naturalmente. Escuchaba. La
m o de los monjes de Fontfroide, ese consejo despertaba
iniciativa pertenecía por entero a su obispo, pero él,
una esperanza, una buena voluntad animosa, que no
desde el fondo de su corazón, la aprobaba y la hacía
^4 Carta del 17 de noviembre de 1206, P O T T H A S T , 2912; P L
suya. Ningún texto nos ha conservado el eco directo de
215, 1024 D ; V I L L E M A G N E , 69. Sobre el desprecio en que era sus sentimientos. Pero los hechos son más elocuentes
tenido el clero, cf. Inocencio III, carta al cardenal de Santa Frisca, que las palabras. A lo largo de diez años de estrecha
de n o v i e m b r e de 1200, P O T T H A S T , 1177; P L 214, 905. P U - familiaridad, en Osma como en Tolosa, en Dinamarca
Y I A U R E N S , prólogo. como en Roma, había compartido la vida cotidiana del
^5 V e r la opinión del m i s m o Inocencio sobre la m e n d i c i d a d
obispo, su oración, sus fatigas y sus proyectos apostóli-
del clérigo. Se preocupa de procurar alguna renta a u n clérigo a
quien acaba de deponer: «Ne cogatur in cleri opprobrium m e n -
cos. A u n cuando su propio surco se había distinguido
dicare». C a r t a del 7 de mayo de 1199; P O T T H A S T , 693; P L 214, por u n momento del profundo surco abierto por el obis-
602 A . Cf. otro caso, 5 de julio de 1205, P O T T H A S T , 2557; P L 215, po -piénsese en el episodio del posadero de Tolosa-, la
682. profunda identidad de inspiración entre ambos apare-
L a opinión de los cistercienses está suficientemente i n d i - cía más clara que nunca. Luego, los dos surcos se con-
cada en algunas de sus disposiciones legislativas para asegurar
fundieron de nuevo. Y así habían de continuar, el uno
la v i d a de sus religiosos «absque rubore m e n d i c a n d i » , Statuta
en el otro, casi indistinguibles hasta la muerte de Diego.
capitul Gen. O. cist., ed. D . J. C A N I V E Z , I I I , L o v a i n a 1933, 155
(1276, n. 15). H U Y C U E , 85. Desde principios del siglo, los esta- Entonces Domingo apretará fuertemente la mancera del
tutos de la orden habían prohibido la mendicidad: Ibid., I, 340 arado, pero sin modificar la dirección del surco. N o era
(1207, n. 34) y 385 (1211, n. 32). E n cuanto al ejemplo de la po- ya la hora de las fáciles fórmulas n i de los intentos ge-
breza apostólica de san Malaquías, san Bernardo eliminaba de nerosos, y menos de los comunes proyectos de otro tiem-
ella la mendicidad en estos términos: «Evangelio serviens et de po. La misión en el noreste de Europa quedaría en el
E v a n g e l i o vivens... N i s i quod frequentius, i p s u m E v a n g e l i u m
corazón del santo como una esperanza amada, acaricia-
sine sumptu ponens, de laboribus suis s u o r u m quae ferebat unde
se et eos qui secum laborabant in opere ministerii sustentaret».
da, pero nunca realizada. En adelante, sólo una volun-
P L 182,1098 A . Igualmente el obispo de C u e n c a , san Julián, co-
lega de Diego, sostenía su v i d a apostólica trabajando con sus
C E R N A I , n. 21.
manos. Cf. supra, p. 110 y n. 64-67.
Ibid. y J O R D Á N , n n . 20-21.
256 VICAIRE: Historia de Santo Domingo VI. Montpellier 257

tad contaría en su actividad sobre la tierra: ser u n pre- Orden, que se reuniría en el Cister el 13 de septiembre
dicador de vida apostólica, proporcionar a la Iglesia de próximo. Iba, pues, a separarse de sus compañeros. El
la Narbonense, a la Iglesia entera, buenos obreros de la papa le había pedido hacía poco que procurase predi-
palabra de Dios, imitadores de aquellos que Cristo en- cadores cistercienses a los dos primeros legados. Cuan-
vió de dos en dos delante de sí, capaces de responder do le nombró tercer legado le insistió sobre lo mismo^^.
con su palabra y con su ejemplo a la esperanza, a las Arnaldo se proponía corresponder a esta petición, tra-
verdaderas necesidades del alma del prójimo^! Cuan- yendo consigo, al terminar el capítulo, algunos de los
do en el momento de su muerte deje D o m i n g o en la abades que allí hubieran concurrido. Los tomaría como
Iglesia u n ejército de predicadores, superior ya en nú- colaboradores en la misión de predicar que se le había
mero a los predicadores herejes que había encontrado adjudicado^^.
en las tierras del conde de Tolosa, ¿qué otra cosa habrá Pedro y Raúl, por el contrario, estaban dispuestos a
hecho sino realizar en una plenitud, ahora apenas con- comenzar en seguida. También ellos despidieron su es-
cebible, la idea vislumbrada junto a Diego en M o n t - colta, sus caballos y sus bagajes. N o guardaron más que
pellier? N o se engañaron los contemporáneos sobre este los libros necesarios para el canto de las horas litúrgicas,
punto. La idea de la Orden de Predicadores la había para el estudio de la Teología y para la preparación i n -
descubierto Domingo compartiendo desde lo más pro- mediata de las disputas que habrían de afrontar^! Se
fundo de su alma la decisión de su obispo en este me- formó la pequeña tropa. Comenzaron por designar u n
morable encuentro. «Y éste fue el germen creador de jefe, que resultó ser el mismo obispo de Osma, que será
la institución de sus Predicadores. Yo lo he oído afirmar en adelante quien dirija la expedición^! Partieron a pie
a los primeros frailes que en esta tierra convivieron con y descalzos, como pretende u n cronista^! tardío, cier-
el bienaventurado Domingo»^^. Esteban de Bourbon no tamente, pero habitualmente m u y bien informado. N i
es el único en hablar de esta manera^! Y a siete siglos dispendios n i gastos de ninguna clase: no habían traí-
de distancia, nosotros no podemos decir otra cosa. ¡Pero do consigo ningún dinero. Y de esta manera, ¡aquellos
cuánto camino quedaba por hacer para llegar a esta ins-
titución o cuando menos para imaginarla tal como será!
72 E l 29-1 y el 31 de mayo de 1204, P O T T H A S T , 2103 y 2229;
P L 215, 275 A y 309 B; V I L L E M A G N E , 54-55.
Cada uno reaccionó en seguida según su tempera- 25 C E R N A I , n. 21.
mento y sus posibilidades. Arnaldo A m a u r y , el organi- 24 J O R D Á N , n . 22. Así había hecho san Norberto cuando de-
zador, se dispuso a presidir el capítulo general de la cidió consagrarse a una v i d a a p o s t ó l i c a : «Juxta m a n d a t u m n a m -
que evangelii, ñeque peram, ñ e q u e calciamenta, ñeque duas tú-
nicas portabat, paucis s o l u m m o d o libris et indumentis missae
« C u m ordo noster specialiter ob predicationem et anima- contentus... imitator apostolorum effectus». Vita Norberti, c. 9 y
r u m salutem ab initio noscatur institutus fuisse, et s t u d i u m nos- 12, M G SS, X I I , 675. Sobre el «breviario de santo D o m i n g o » , cf.
t r u m ad hoc principaliter ardenterque, s u m m o opere debeat infra, 395, n. 193.
intendere ut p r o x i m o r u m a n i m a b u s p o s s i m u s útiles esse» / 25 « H a b e n t e s p r e d i c t u m e p i s c o p u m super se m a i o r e m et
Const., 194. quasi caput totius negotii» J O R D Á N , n . 22; lo cual confirma
2'^ B O U R B O N , n. 83, cf. n. 251. C E R N A I , n. 67: Diego, Raúl y Pedro fueron «predicationis... prin-
21 P U Y L A U R E N S , c. X. Sobre el papel de la obediencia y de cipes et magistri». C f . n. 51.
la f i d e l i d a d de D o m i n g o para con la Iglesia y con s u obispo, 2^ «Nudis plantis et pedibus», P U Y L A U R E N S , c. V I H . De he-
V I C A I R E , Charisme et hiérarchie dans la fondation des Précheurs, cho, Domingo, sin imponer esta penitencia a los d e m á s , gustará
dans Précheurs, 198-221. de practicarla, Proc, Bon., n n . 21 y 27.
258 VICAIRE: Historia de Santo Domingo _ VI. Montpellier 259

terribles legados, el obispo de Osma, su suprior, y sin sejos demasiado delicados para ser confiados a la p l u -
duda todavía algunos monjes y clérigos, mendigaban ma, muchos pormenores misteriosos que hemos ido
su pan de puerta en puerta!^^ H o y mismo quedaríamos subrayando aparecerían todos a la vez plenamente ex-
sorprendidos de esta escena. Todavía lo estaban más en plicados.: el viaje al Cister, la toma simbólica del há-
aquel tiempo y en aquel país. ¡Esto era en verdad la bito, el encuentro de Montpellier, la participación del
pobreza voluntaria, la humildad de la predicación evan- obispo en el consejo de los legados, y, calando más hon-
gélica! Jordán anota que, a partir de entonces, D o m i n - do, la coincidencia de la idea de Diego con la del papa
go no quiso emplear ya el título de suprior y se llamó mismo: aquella preocupación por predicar antes que
simplemente fray Domingo^^. todo, con intensidad y sin dejarse desviar absolutamente
Es comprensible que muchos historiadores, para ex- por nada; la preocupación por no decepcionar, por no
plicar tamaño cambio en la psicología de los legados y dejar perderse ninguno de los valores auténticos que los
especialmente del abad del Cister, hayan sospechado la herejes poseían, por responder, en f i n , con delicadeza a
existencia de una intervención de una autoridad supe- sus demandas, exageradas y desequilibradas sin duda,
rior a la suya apoyando al obispo de Osma: ¡la del mis- pero legítimas en principio.
mo Inocencio III!^^. Y verdaderamente, si el papa había En este caso, u n solo gesto habría sido inesperado:
rogado al obispo que, a su regreso a España, llevase de la decisión de Diego, por instigación de los legados, de
viva voz a sus legados de la Narbonense algunos con- tomar la dirección de la empresa de predicación según
el modo de los apóstoles, gesto espontáneo, m u y en la
22 «Salutis m ó n i t a seminantes, mendica[bant] hostiatim p a -
manera de ser del obispo. Diego era rápido en manifes-
n e m s u u m » , C E R N A I , n . 47. tar los vivos impulsos del Espíritu en el desbordamien-
7^ J O R D Á N , n . 21. Debió de nombrarse otro suprior en O s m a . to de su caridad, al chocar con las circunstancias^^.
E n cambio, desde el primer documento languedociano (prime- Esto, evidentemente, causaba cierto embrollo jurídi-
ra carta de Prulla, 17 de abril de 1207), Domingo lleva el n o m - co. ¡Un obispo que abandonaba su diócesis, que predi-
bre de frater Dominicus Oxomensis, K O U D E L K A , N . 5; en la car-
caba sin mandato en una provincia extranjera, sin co-
ta de reconciliación de 1208,frater Dominicus, Oxomensis canonicus,
predicator minimus, n. 8; como testigo de u n homenaje,/rflfer Do-
nocimiento de su arzobispo, y que se dejaba nombrar
minicus, predicator (20 de junio de 1211), n . 12. Solamente algu- «guía y jefe» de dos legados pontificios en el campo
nas cartas de donación corrientes, llevan el título clásico: dominus propio de su legación! Y para colmo de anomalías, ¡les
Dominicus Oxomensis canonicua, n n . 6,13,27. Esta sustitución de hacía adoptar una forma de vida notablemente sospe-
los títulos sociales por frater, remonta, evidentemente, al E v a n - chosa a la Iglesia en aquella época y en aquel territorio!
gelio, M t 23, 8-9.
Es cierto que los legados podían tomar el guía que
79 L U C H A I R E , 91; M A N D O N N E T , 1,39-40. Por nuestra parte,
les viniera bien. ¿Pero tenían el poder de dar misión a
hemos intentado probar este punto, M A N D O N N E T - V I C A I R E ,
1,141-156 (Étude, V ) . S C H E E B E N , Dominikaner oder Innocenzianer predicadores de ocasión? Quizás a título provisionaPL
en A F P , I X (1939), 237-297, nos lo h a reprochado vivamente. Sin Esto bastaba para los primeros momentos. Por lo demás,
d u d a las fuentes principales ( C E R N A I - J O R D Á N ) contradicen estas anomalías iban a deshacerse rápidamente. A l to-
la idea de M A N N D O N N E T , de que el papa habría enviado a mar el camino del sur, Diego proseguía en realidad su
Diego a predicar al Mediodía (con todo, T U D É L E , estancia 2, V ,
17-18 da a Diego el título de legado). Pero las mismas fuentes
no prohiben suponer, con L U C H A I R E , que quizás había encar- ^''^ «Mox, itaque, insiliente i n eo spiritu Domini...» J O R D Á N ,
gado a Diego u n mensaje o u n consejo para sus legados. C o s a n. 20, según 1 Re 10,10.
que proponemos aquí a guisa de p u r a hipótesis. ^'Cf. supra, n. 45.
260 VICAIRE: Historia de Santo Domingo — VI. Montpellier 261

regreso hacia Castilla, obedeciendo la orden pontificia y Ies ha empujado a volver contra los herejes las fuen-
de volver a su diócesis. Después de haber encarrilado tes de su ciencia y a distribuir sus aguas por las plazas
el nuevo tipo de predicación, dejaría al equipo en Car- públicas {Pr 5, 16) en el fervor del Espíritu. Pero, no
casona y se iría a reanudar el contacto con su rey y con habiendo recibido de nadie el mandato {Rm 10,15), no
su Iglesia de Osma, donde está atestiguada su presen- se han atrevido a asumir por su propia autoridad el
cia el 29 de abril. N o saldría, para incorporarse de nue- oficio de predicador, para no compartir la suerte de
vo a la empresa apostólica de la Narbonense, hasta des- Datán y de Abirón, tragados vivos por la tierra {Nm 16,
pués del 3 de j u l i o ^ ! 32 y Df 11,6). De modo que no se encuentra a nadie que
Esto dejaba a los legados, en concreto al maestro sostenga la causa de Dios delante del pueblo, que mar-
Raúl, el tiempo para pedir al papa las autorizaciones cha a la deriva...»
necesarias. Éstas atañían a la vez al derecho de los cola- »Nos mandamos, pues, y prescribimos a t u discre-
boradores eventuales a predicar, y al método ideado por ción, por este escrito apostólico, que tomes hombres pro-
Diego^! La respuesta salió de Roma el 17 de noviem- bados, capaces de cumplir el oficio que Nos les reser-
bre^! Con u n lenguaje bíblico y u n poco ampuloso, dicha vamos y, siendo imitadores de la pobreza de Cristo
respuesta justificaba a la vez el método y la predicación pobre, de afrontar los desprecios, con vestido de menos-
de los castellanos y de los colaboradores cistercienses precio, pero con el ardor del Espíritu, y que, para remi-
que Arnaldo había ido a reclutar. sión de sus pecados, les impongas ir sin tardanza entre
Tenemos noticia, decía el papa, «de que el número los herejes para que, con el ejemplo de su acción y la en-
de los apóstatas en la provincia de la Narbonense se ha señanza de su predicación, de tal manera les conven-
multiplicado hasta tal punto que, a causa de la falta de zan de su error, que, si el Señor tiene a bien conceder-
energía del poder temporal, la espada espiritual es me- lo..., alcancen u n día la dicha de poseer aquello que el
nospreciada... y que, para levantar de nuevo en la me- Evangelio les promete: ' N o temas rebaño mío, porque
dida de lo posible a aquellos que yacen ya presos de su vuestro Padre se ha complacido [en daros el reino]' (Le
ceguera, ninguno se alza como baluarte para proteger 12, 32)...»
la casa del Señor, ninguno se atreve a subir a la brecha Apenas había tomado la decisión de enviar su bagaje
(£z 13, 5). Es verdad que esta nueva..., llegada que ha a Osma, Diego salía ya de Montpellier acompañado por
sido a oídos de algunos religiosos, ha armado su valor los dos legados y por su compañero. El territorio de los
Guillem no tenía necesidad de sus cuidados, n i tampo-
co la diócesis de Maguelona. Apresuraron el paso hacia
Beziers por la antigua calzada Domiciana. Tras medio
«2 C f . supra, 225, n . 1 e infra, n. 90.
«5 E s cosa notable que la carta habla de «religiosos» y precisa
día de camino, pasaron a la diócesis de Agde; al final de
que no han predicado todavía y que no se atreven a hacerlo: todo la jornada, entraron en la de Beziers, donde hallaron el
esto no conviene al obispo de O s m a y sí a los abades cistercienses. primer foco de herejía. N o es que la diócesis hubiera sido
Si por otra parte tenemos en cuenta que el capítulo se tuvo el 13 especialmente tocada^! A diferencia de las regiones de
de septiembre y que la respuesta de Inocencio es del 17 de no-
viembre, nadie d u d a r á ya de que la ocasión primera de la carta
no haya sido una diligencia del capítulo del Cister. Pero esta car-
ta, al mismo tiempo, regularizaba la situación de los castellanos. ^5 Ver la conclusión de V I D A L , 91, sobre la iglesia de Beziers:
84 P O T T H A S T , 2912; P L 215,1024-1025; V I L L E M A G N E , 68- «El triunfo de la herejía [es] una leyenda...Los obispos fueron...los
71; K O U D E L K A , n. 4. L a respuesta está dirigida sólo a Raúl. defensores de la ortodoxia», al final de su estudio crítico, 75-108.
262 VICAIRE: Historia de Santo Domingo VI. MontpelUer 263

Carcasona y de Tolosa, la región de Beziers no había bonense. Allí se le tenía especial consideración, pues era
dado nacimiento a una diócesis cátara, y los obispos de el más brillante de todos y también porque se sentían
Beziers, gracias a la solidez de su posición espiritual y halagados por tener por correligionario y por apologista
temporal, habían logrado defender bien a su rebaño. a u n antiguo clérigo de aquella Francia de donde enton-
Pero éste no era el caso del vasto señorío en que entra- ces brotaba la fuente de la ciencia^!
ban los misioneros. Pertenecía a Esteban de Servián, uno Apenas llegados al burgo de Servián, a mediados de
de los principales vasallos del vizconde de Beziers-Car- marzo^! los predicadores de la fe lograron que se orga-
casona.. Esteban era u n «creyente» convencido y gran nizara u n coloquio público bajo la presidencia del se-
protector de los cátaros^! Había abierto su territorio a to- ñor. Exposición doctrinal de los predicadores católicos,
dos los heresiarcas que quisieron venir a él, y los recibía contra una exposición de los heresiarcas Balduino y Teo-
en sus castillos, donde les defendía y alimentaba, permi- dorico. La disputa se prolongó durante ocho días'^*, con
tiéndoles predicar y disputar en público y hasta dar gran refuerzo de textos neo-testamentarios. La pobla-
escuela. De esta manera llegó a albergar a toda una se- ción la siguió apasionada. Pronto subió el tono. El obis-
rie de célebres predicadores cátaros, en particular a Ber- po parecía llevar la voz cantante. Cuando logró forzar
nardo de Simorre, bisbe de Carcasona^! a Balduino y, a Teodorico de Nevers a seguirle hasta su última conclu-
sobre todo, a Teodorico de Nevers^! Este último era sin sión, el ambiente era tan tenso, que las injurias estaban
duda uno de los más peligrosos propagandistas de la a punto de saltar. A q u e l mismo Teodorico que, hallán-
secta. Su verdadero nombre era Guillermo; oriundo de dose u n día ya sin argumentos, repetía rabiosamente:
Francia y de noble origen, había sido durante mucho «La prostituta -se refería a la Iglesia- me ha retenido
tiempo canónigo de Nevers y, por lo que parece, arce- largo tiempo, pero no me tendrá ya nunca más»^! lan-
diano de esa diócesis. Complicado desde 1198, junta- zó ahora bruscamente a la cara de Diego: «Yo sé de qué
mente con varios de sus amigos, miembros del alto cle- espíritu eres tú. Tú vienes en el espíritu de Elias». A lo
ro, en los procesos de herejía de la Charité-Sur-Loire, cual respondió el obispo: «¡Puede que en el espíritu de
había visto condenar y quemar en París, en 1201, a su tío, Elias, pero tú en el espíritu del Anticristo!»^! ¿Intenta-
el caballero Everardo de Chateauneuf, hombre de con- ba Teodorico enardecer a sus «creyentes» cátaros de-
fianza de los condes de Auxerre y de Nevers. Fue enton- nunciando en Diego una reencarnación de Juan Bautis-
ces cuando se quitó la máscara, cambió de nombre y ta, que a sus ojos era uno de los peores sujetos del Dios
huyó. Como tantos otros, encontró refugio en la Nar- malo, del Dios del A n t i g u o Testamento?^! Había Uega-

«9 C E R N A I , n . 22.
V A I S S E T E , X I I , 310-325. Juramento de fidelidad de Este- 9*^ Contando la marcha a mediados de marzo y, según C e r n a i ,
ban de Servián para con el vizconde de Beziers y s u tutor, 4 de 8 días en Servián, 15 en Beziers y, finalmente, 8 días de camino,
agosto de 1194, V A I S S E T E , V I I I , 430-431. C E R N A I , n. 23. Servián tenemos la llegada de los predicadores a Carcasona a mediados
fue ocupado por los cruzados el 21 de julio de 1209, C E R N A I , n. de abril. A Diego le quedan 15 días para llegar a O s m a a finales
83, n. 3. E l señor, Esteban de Servián, hereje notorio, abjuró en de abril.
febrero de 1210, lo que le permitió recuperar s u feudo. F ó r m u l a C E R N A I , n. 23.
de s u abjuración en V A I S S E T T E , V I I I , 584-587. C E R N A I , n. 52.
«7 V A I S S E T E , V I I I , 584. Este Bernardo de Simorre había sido 95 C E R N A I , n. 23.
el adversario de los legados en Carcasona en febrero de 1204, cf. 94 Según Le 1,17. San Juan Bautista era a sus ojos uno de los
supra, p. 242, y n. 57. m á s grandes y peores demonios, C E R N A I , n n . 10 y 25. C f .
«« C E R N A I , n n . 24-25 y 46-47; M A I S O N N E U V E , 158-163. B O R S T , 159-160.
264 VICAIRE: Historia de Santo Domingo VI. Montpellier 265

do el momento de las interjecciones, de las advertencias, vigilancia del obispo, que en 1194 había obtenido de
de las amenazas y de las súplicas. El pueblo estaba v i - Bertrán de Saissac, tutor del joven vizconde, la prome-
siblemente impresionado y, según se nos informa, dis- sa de no dejar entrar a herejes o a valdenses^! en la ciu-
puesto a entrar en masa por el camino de la salvación, dad se hallaban algunos. Su lista, sin duda hecha por el
y comenzaba ya a detestar a los heresiarcas y a desear obispo hacia 1209, no llegaba a los doscientos, bastan-
expulsarlos. En parecidas circunstancias, la muchedum- tes de los cuales no eran más que simpatizantes^^. Celo-
bre había encendido hogueras a pesar de oponérsele los sa de su libertad, Beziers no permitía que se intervinie-
clérigos^! Ahora todo dependía de la actitud del señor ra entre ella y sus conciudadanos. A lo que parece, fue
del burgo, Esteban de Servián. N o se movió. Los here- por razón de este sentimiento -que pronto inspirará la
siarcas vivían en su casa y tenían su amistad, pues él fatal resistencia de los Bitterois en la cruzada-por lo que
participaba de sus creencias. Pese al éxito de la predi- el obispo Guillermo de Roquesels había resistido en 1204
cación, la causa católica estaba de nuevo comprometida. a los legados que le pedían que excomulgase a los dos
En cuanto los predicadores marcharan, los heresiarcas, cónsules, lo que provocó que el papa le suspendiera^^.
protegidos por la autoridad temporal, ¿no reconquis- Sin embargo, esto no le salvó; u n año más tarde era ase-
tarían bien pronto toda su influencia sobre aquella po- sinado «por la traición de los suyos»*^^.
blación versátil? Sin embargo, mientras el pequeño gru- La predicación y las disputas tuvieron los mismos
po de los legados emprendía de nuevo su camino, la comienzos y las mismas maneras que en Servián. Sola-
muchedumbre les acompañó, formando cortejo, casi mente que la lucha debió de ser más fogosa. Duró quince
una legua, es decir, casi hasta las puertas de Beziers. Ya días. Los herejes eran más numerosos y la población les
desde lejos se oteaba la inquietante ciudad, con sus al- era mucho más favorable, y dada la importancia de la
tas torres y sus campanarios alzándose sobre u n pro- ciudad, también los católicos eran más porfiados. De u n
montorio rocoso en el meandro del Orb. momento a otro se temía u n incidente. La violencia y la
Los misioneros no entraban en la ciudad sin cierta tiesura jurídica de Pedro de Castelnau provocaban par-
inquietud. ¡Beziers, el más independiente de los m u n i - ticularmente el odio de sus adversarios. Diego y Raúl
cipios meridionales, el menos dócil, quizás! El 15 de temieron que lo asesinaran, y le aconsejaron que por
octubre de 1167, los burgueses habían asaltado en la algún tiempo se separara de ellos*^! A lo que Pedro
Iglesia de la Magdalena a su propio señor, el vizconde
Raimundo Trencavel, y lo habían matado, rompiendo 97 C o m p r o m i s o con el obispo de Beziers de no introducir en
del mismo golpe la mandíbula inferior al obispo, que la c i u d a d n i valdenses herejes (cátaros) y de expulsar, en la me-
dida posible, a los que se encontraban en ella. Texto del juramen-
trató de defenderle^^. Desde entonces, duramente cas-
to de 4 de agosto de 1194, V A I S S E T E , V I I I , 429-430.
tigada por los mercenarios aragoneses del nuevo viz- 9« C E R N A I , n . 89 n . 3. V I D A L , 82-84, que analiza esta lista
conde, Roger, la ciudad vivía temblando. A pesar de la con m u c h a precisión..
99 Carta de Inocencio I I I al obispo de A g d e y al abad de San
Ponce para confirmar la pena de suspensión pronunciada por
95 E n 1143 en C o l o n i a ; en 1144 en Lieja (donde los clérigos los legados contra el obispo, P O T T H A S T , 2129; P L 215, 272; V I -
lograron arrancar casi todos los herejes al furor de la m u c h e d u m - L L E M A G N E , 189-191.
bre), etc. P L 182, 677 C ; 179, 938 B. C f . también el trato infligido "'^^ V A I S S E T E , V I , 236; Gal. Christ., V I , 325 A , donde se en-
a Pedro de B r u y s en Saint-Gilles, unos cuantos años antes, supra, cuentra el epitafio, fuente de la información: «servorum deceptus
c. V , p. 214, n. 82. fraude s u o r u m » .
9^ C E R N A I , n. 86. V A I S S E T E , V I , 28-29. C E R N A I , n '\.
266 VICAIRE: Historia de Santo Domingo
VI. Montpellier 267

accedió. N o faltaba tarea en la línea de su competencia.


tenerse en el camino, pues iban derechos al foco p r i n -
El papa no cesaba de confiar a sus legados difíciles asun-
cipal, a Carcasona. Entonces como ahora, la ciudad se
tos político-jurídicos*^! Pedro no se juntaría de nuevo
con el grupo de predicadores hasta siete u ocho meses alzaba en la cumbre de su alta colina, a poca distancia
más tarde; con ello se intensificó incontestablemente el del Aude. Sus murallas principales, erizadas de torres,
carácter apostólico de la predicación. el poderoso castillo del vizconde, los dos arrabales
Pero en Beziers no consiguió el mismo éxito que en igualmente ceñidos por murallas y fosos**'! le daban u n
Servián. Los disidentes, aunque confundidos, no que- aspecto formidable. Era verdadera fortaleza de la he-
daban por ello menos convencidos de lo suyo. En cam- rejía, pues, si hemos de creer al m u y parcial Pedro de
bio, la masa católica de la ciudad quedó fortalecida en Vaux-de-Cernai, se conocía a sus habitantes como «los
su fe*^^. Diego, Raúl y Domingo abandonaron Beziers peores herejes y pecadores delante de Dios»**'^. Las hue-
y emprendieron de nuevo el camino por la vía D o m i - llas del apostolado de Pedro y de Raúl se habían bo-
ciana. rrado en seguida. Sin embargo, el obispo Berenguer**'^
¿Estaban tocados por la herejía todos los poblados continuaba empleando todas sus fuerzas contra los d i -
y los castillos a lo largo del camino? Es lo que se ha sidentes, y sus predicaciones infructuosas tomaban u n
querido concluir del hecho de que, unos años más tar- tono cada vez más violento. Sus conciudadanos, abru-
de, ante la noticia de la llegada de los cruzados y de la mados, pero no convertidos, terminaron por expulsar-
matanza de Beziers, la región se vació de habitantes. le de la ciudad (a mediados de 1207), y prohibieron a
Sin embargo, basta el pánico para explicar su huída*^'*. todos, por voz de pregonero, que en adelante tuvieran
En cambio, se ha comprobado que, entre los feudales con él la menor relación y que le compraran o le ven-
de la diócesis de Beziers, únicamente Esteban de Ser- dieran algo, lo que también se extendía a las gentes de
vián fue convicto de haber compartido y protegido la su casa. «¿No queréis escucharme? -había tronado el
herejía**'! Por lo demás, los predicadores no querían de- obispo-. ¡Creedme: yo levantaré contra vosotros u n cla-
mor tal, que vendrán gentes de los horizontes más le-
janos del m u n d o para destruir esta asquerosa ciudad.
*'^2 E l 17 de junio de 1206, el p a p a había encargado a sus le- Podéis estar bien seguros de que los muros de esta ciu-
gados Pedro y Raúl y al obispo de P a m p l o n a el examen del m a -
dad, aunque fueran de hierro y se alzasen hasta el cie-
trimonio de Pedro II de A r a g ó n . L a carta debió de llegar a la
lo, no podrán protegeros contra la digna venganza que
Narbonense hacia mediados de julio. E n septiembre les enco-
m i e n d a u n asunto en la abadía de Saint-Gilles. E n octubre, Pe- el justísimo juez hará de vuestra incredulidad y de
dro colabora en el restablecimiento de la p a z entre el rey de vuestra malicia!»**'^.
A r a g ó n y la c i u d a d de Montpellier. E l 27 de octubre, firma el El grupo de los legados no tenía este aspecto ame-
tratado en Villeneuve-les-Maguelonne. E n noviembre, todavía nazador, sobre todo desde que Pedro de Castelnau lo
no se había reunido con Raúl, puesto que el papa dirige solamen-
había dejado. Durante ocho días se dieron de lleno a la
te a éste la carta del 17 de noviembre acerca de los predicadores.
V I L L E M A G N E , 127, 227,130, 68. C E R N A I , n. 24 y n . 2.
'''' C E R N A I , n.. 24.
^'^4 Informe de los legados A r n a l d o y Milón al papa, después ^^^^ C E R N A I , n . 94. L a s fortificaciones de la ciudad de C a r -
de la toma de Carcasona. P L 216,139 D : en consecuencia se va- casona adquirieron su forma actual en el siglo X V , pero sobre
ciaron m á s de cien localidades fortificadas; C E R N A I , 92, p. 93 y los fundamentos de las anteriores.
n, 2. C E R N A I , n . 92 y n . 3, n. 93.
V I D A L , 84 y n. 38. Berenguer 1,1201-1207.
C E R N A I , n . 99. '
268 VICAIRE: Historia de Santo Domingo VI. MontpeUier 269

predicación y a las controversias. Y en seguida reem- constituían los baluartes de la herejía, y sembrar en to-
prendieron el camino. das partes la verdad evangélica, sin excluir el disputar
El cronista Pedro de Vaux de Cernai, cuyo relato, a con los herejes**^.
pesar de su parcialidad, es una fuente insustituible, por- Cada localidad de la región tolosana, del Lauragais
que tuvo trato frecuente y directo con la mayor parte o de Razés tenía su propia historia, con frecuencia anti-
de los protagonistas de esta historia y acceso a los i n - gua, dentro de la secta, historia inscrita en la situación
formes y archivos de la misión de la Narbonense, que de los creyentes tanto como en la memoria de los h o m -
el legado Arnaldo Amalrico conservaba con esmero**! bres. Así, por ejemplo, Lavaur, adonde los misioneros
no ha creído necesario continuar siguiendo etapa por debieron de llegar por entonces**! había sido en 1181
etapa u n viaje que se iba prolongando***. Tampoco nos objeto de u n asedio por parte de u n «ejército santo»,
habla de las idas y venidas del obispo de Osma entre reclutado por el cardenal Enrique de Albano, antiguo
Castilla y la Narbonense, que otros documentos caste- abad de Claraval y legado pontificio**^. Era ésta la p r i -
llanos nos permiten precisar. Efectivamente, Diego, que mera aplicación del canon 27 del Concilio de Letrán. El
debió de abandonar a los predicadores en 1206, desde efecto no había durado mucho. Tampoco fue decisivo
su llegada a Carcasona no p u d o juntárseles de nuevo el efecto de la predicación de Diego y de sus compañe-
más que en julio. Tres veces volvió a dejarlos en 1207: a ros, ya que en 1211 se daría u n segundo asedio, que ter-
comienzos del año, a finales de abril y, finalmente, en minaría con una gran matanza de caballeros cátaros**^.
septiembre, para no volver más**! En Verfeil, última etapa antes de Tolosa, no se había
Es desde su primer regreso, en verano de 1206, cuan- borrado todavía, después de u n siglo, el recuerdo del
do hay que situar una serie de disputas en el entorno mal recibimiento dispensado a san Bernardo**! Cuan-
de Tolosa**! El sentido de esta primera parte de la m i - do quiso en la iglesia hablar de la herejía y de la respon-
sión está claro: alcanzar primeramente los centros polí- sabilidad de las autoridades laicas, el señor del lugar se
ticos y religiosos del país: Beziers, Carcasona y Tolosa, levantó, y tras él salieron todos. Había entonces en el
que eran simultáneamente obispados y capitales de los burgo más de cien caballeros. Bernardo se trasladó en-
Saint-Gilles y de los Trencavel; luego, volver hacia atrás tonces a la plaza, para, al menos, dirigirse a la pobre
y, caminando en zigzag, hacer la ronda de las aldeas y gente. Pero sus adversarios se pusieron a gritar y a gol-
particularmente de los burgos feudales, los castra que pear las puertas con tanta violencia que Bernardo, sa-
cudiendo el polvo de sus pies, tuvo que marcharse mal-
diciendo a la ciudad: «¡Verde-hoja [-Verte-feuille: Verfeil]
C E R N A I t. III, p p . X I a la X V . que Dios te reseque!». Muchos pensaron después que
*" C E R N A I , n . 26.
C f . supra, n. 1,82 y 90. Q u e Diego haya vuelto a Languedoc
entre las cuatro estancias en Castilla, está confirmado cada vez, «Viri apostolici, scilicet predicatores nostri, circuibant per
tanto por la ausencia de su firma en Castilla como por sus pre- castella evangelizantes et disputantes ubique». C E R N A I , n. 26.
sencias en Languedoc, que iremos señalando. J O R D Á N , n. 23.
P U Y L A U R E N S , c. V I I I dice en efecto: «Fuitque una de R O B E R T O D E A U X E R R E 245; V A I S S E T E V I , 94-96;
p r i m i s congressionibus a p u d Viridefolium». Verfeil está a ori- M A I S O N N E U V E , 135; C O N G A R , Henry de Mrtrn/,35-38.
llas del G i r o u , a unos veinte kms. de Tolosa. E s necesario colo- C E R N A I , 215-229.
carla en el verano, puesto que Diego ha vuelto, cf. infra, 261 y n. Carta de G O D O F R E D O D E A U X E R R E , 414 B; P U Y L A U -
118. Para P u y l a u r e n s , que pone el acento sobre las grandes R E N S , c. I: el comienzo de la crónica, que narra el acontecimien-
disputas de 1207, es una disputa precoz. to de 1145, fue redactado antes de 1273, quizás hacia 1250.
270 VICAIRE: Historia de Santo Domingo _______

las desgracias acaecidas ulteriormente a aquellos bri­


llantes caballeros eran en parte debid.as a la maldición
de un santo. Se escuchó algo mejor a Diego, que defen­
dió la realidad de la divinidad y de la humanidad de
Cristo 119 • Y una vez más puso de manifiesto el simplismo
teológico de sus adversarios, Ponce Jordán, Arré Arrufat
y otros heresiarcas 12º . Este era el drama del Albigeois:
la pobreza doctrinal de los cátaros y el poder de irra­
diación de su actitud personal, austera y apostólica. Se
vería claramente en la única disputa que los documen­
tos nos han dado a conocer con algún pormenor, aque­
lla en que por primera vez aparecía, luminosa, la figu­
ra de Domingo: la disputa de Montreal.

9
11 Comentó, entre otras cosas, Jn 3, 13: «Nemo ascendit in
caelum, nisi qui descendit de caelo, Filius hominis, qui est in
caelo». El texto estaba bien elegido para combatir, en nombre del
Evangelio, al docetismo y al subordinacionismo de los cátaros.
PUYLAURENS, c. VIII. Sobre esta disputa, VICAIRE, Un auxi­
liaire de la controverse. Les «questiones ad decipiendum», CF VI, 1971,
72-73. Sobre la interpretación de los cátaros, DUVERNOY, I, 43,
n.27; 79; II, 245.
120
Tomaban en sentido material Is 66, 1: «Caelum mihi sedes
est, terra autem scabellum pedum meorum» /bid., PUYIAU­
RENS, c. VIII, que nos da el nombre de dos heresiarcas sin
decimos nada más de ellos. El primero de los dos se encontrará
frente a los legados en Montreal unos meses más tarde. Ibid., c.
IX.

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