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Habría que pensar si esto que decimos para Argentina no vale para Guatemala.
Elías Barahona, el ex infiltrado del Ejército Guerrillero de los Pobres en la
Secretaría de Prensa del Ministerio del Interior durante el gobierno de Lucas
García, en 1982, reveló lo que denominó el proyecto contrainsurgente. Este
proyecto, dijo, tenía dos etapas. La primera era la "teoría de las extremas",
aplicada entre 1978 y 1980, y consistió en explicar el secuestro y asesinato
selectivo de miles de víctimas "como resultado del enfrentamiento violento de las
extremas políticas, cuando en realidad eran oficiales del ejército y policías los que
con el nombre de Ejército Secreto Anticomunista y Escuadrón de la Muerte
cometían los crímenes a plena luz del día y con toda impunidad". La segunda
etapa consistió en desencadenar una guerra civil y lanzar, a la par, una ofensiva
reformista basada en principios democráticos. Según Héctor Rosada-Granados, el
golpe de Estado de 1982 buscó recuperar el control absoluto de los aparatos de
represión, tarea que había quedado supeditada en cuerpos civiles clandestinos,
aparatos paramilitares y organismos de inteligencia, lo que fue captado por la
sociedad como un retorno al orden y el fin del terrorismo, un terrorismo que había
buscado "eliminar cualquier posición de centro en el espectro político
guatemalteco" y que se plasmó en los asesinatos de Alberto Fuentes Mohr y
Manuel Colom Argueta.Esta dictadura institucional de las fuerzas armadas, al igual
que las sudamericanas, se autodefinió como transitoria y se orientó hacia el
régimen siguiente, la democracia representativa. El "Acta" de la Junta Militar
argentina indicaba como propósito