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1976-1983
--Definición--
Durante el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983), estuvo vigente un
<Estado Terrorista> que, sobre la base de quebrantar el orden constitucional y el Estado de
Derecho, desplegó un sistemático uso del terror, como método de reorganizar las relaciones
sociales de la sociedad argentina en tres niveles: a nivel social (a través de la destrucción de
relaciones sociales contestatarias, críticas, de solidaridad y cooperación), a nivel político
(despolitizando a la sociedad y quebrando los proyectos políticos alternativos basados en la justicia
y transformación radical del capitalismo) y a nivel económico (con la destrucción de la industria y la
imposición de un nuevo modelo económico de valorización financiera)
--Contexto internacional--
Las dictaduras militares “institucionales” fueron un fenómeno generalizado en los países del Cono
Sur. Como anteriormente vimos, se instauraron en la década del ’60 y, con transformaciones
internas, se prolongaron hasta la década del ’80. La primera de ellas fue la instaurada en Brasil, la
cual se prolongó 21 años (1964-1985). A ella le siguió la dictadura en Bolivia (1971-1978), en Chile
(1973-1990), en Uruguay (1973-1984), en Argentina (1976-1983) y otra vez en Bolivia (1980-1982).
Al respecto, es interesante señalar que la dictadura más represiva y sanguinaria del Cono Sur tuvo
lugar en el mismo país donde el populismo se había expresado con más fuerza, esto es, la
Argentina, con 30.000 desaparecidos. A ella le siguió la dictadura chilena, con poco más de 2.000
muertos y un régimen totalitario de enorme control sobre todo el territorio.
¿Cuál fue la postura de EE.UU frente a los nuevos gobiernos de facto? Como bien sugieren Ansaldi
y Giordano (2012), “la cínica invocación a la democracia realizada por Estados Unidos durante la
Guerra Fría se convirtió, en América Latina, en una desnuda y despiadada política de apoyo a los
Estados Terroristas de Seguridad Nacional basados ideológicamente en la Doctrina de Seguridad
Nacional (DSN)”. Según esta doctrina, el comunismo acabaría con las libertades y los derechos
individuales en el país donde se instaurara, por lo tanto, las violaciones a los DD. HH. “necesarias”
para evitar la acción o la instauración del comunismo, eran vistas como un daño colateral o un
“sacrificio menor”. De esta forma, y en medio del clima de ebullición social, la actitud de EE.UU y
del nuevo presidente, Lyndon Johnson, tras el asesinato de Kennedy, fue bien clara: apoyo abierto a
los golpes militares favorables a sus intereses. Los militares eran, para EE.UU, la garantía más
sólida contra el peligro del “castro-comunismo”. Había que destruir al “enemigo interno”. El
Departamento de Estado y personajes como Henry Kissinger (Secretario de Estado del Gobierno de
Richard Nixon desde 1973), estuvieron de un modo u otro involucrados en los golpes y en la
represión sistemática. La CIA, por su parte, participó activamente en estos procesos dictatoriales.
¿Por qué se necesitó un Estado Terrorista? Porque se requería no sólo la supresión de los
mecanismos de representación y expresión de la sociedad civil sino la imposición de
determinados comportamientos sociales con el propósito último de lograr la reconversión
del modelo económico de la Nación.
La dictadura de 1976, como sostiene Basualdo (2001), fue la expresión política de un nuevo
patrón de acumulación internacional y nacional basado en la valorización financiera (es decir, en las
actividades de inversión, créditos, de servicios, etc.) en detrimento de la valorización productiva (es
decir, de la industria y los sectores dinámicos que requerían mano de obra). En esta dirección, era
imprescindible expulsar fuerza de trabajo, ya no se requerían tantos obreros dado que la producción
de bienes de capital, indumentaria y otras mercancías, dejaban de ser el eje de la economía
argentina. Claro que este proceso no se desarrolló sin conflictos ni resistencia. Los obreros no iban
a permitir pasivamente la conformación de una nueva economía que los excluía del proceso de
producción y, por sobre todo, que los imposibilitaba para reproducirse en condiciones normales, con
derechos a la vivienda, a la salud, a la educación, a un salario mínimo y móvil, etc. Durante el
peronismo habían conseguido efectivizar un conjunto de derechos sociales y laborales
significativos. En muchos aspectos, el movimiento obrero de la Argentina era uno de los más
importantes, si no el más importante de América Latina, con una conciencia de clase muy fuerte.
Por esta razón, las nuevas reformas estructurales (que veremos más adelante) diseñadas por el
Ministro de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz, no podían ejecutarse con un Estado
autoritario, como el de la Revolución Argentina. Era preciso un Estado Terrorista, ya que era
imposible militarizar todo el aparato productivo para lograr un cambio en el patrón de acumulación
del capital. La coerción debía ser ahora “permanente e idéntica a la que produjera el hecho de que
cada obrero (…) estudiante o profesional, tuviera la bayoneta sobre su espalda…”.Todo esto no se
podía obtener con “leyes especiales”, sólo era posible mediante el terror como método y práctica
permanente. Un terror que debía tener suficiente fuerza disuasoria. El asesinato de algunos debía
ser ejemplo para la sociedad entera. Un objetivo fundamental de la dictadura fue el aniquilamiento
de buena parte de los cuadros políticos que organizaban a los sectores populares. Aunque, como
expresa Halperín Donghi, no era tanto la muerte sino el miedo a la muerte, “la abrumadora
monotonía de vivir con miedo” (Halperín Donghi, 1999).
Sistema político
Desde la óptica de Ansaldi, la dictadura del ’76 (al igual que la del ’66) fue una
dictadura institucional porque las FF.AA establecieron e hicieron efectivas una
serie de normas para la sucesión en el ejercicio del Gobierno, asegurando la
continuidad. No era institucional por el respeto a las instituciones
democráticas sino porque se proponían institucionalizar un nuevo orden.
Enseguida de haber asumido el poder, las FF.AA elaboraron un acta con los
“Propósitos y Objetivos básicos” del Gobierno de Facto. El primero de ellos es
muy claro respecto del nuevo orden institucional:
Dictadura “Concreción de una soberanía política basada en el accionar de
institucional instituciones constitucionales revitalizadas, que ubiquen
permanentemente el interés nacional por encima de cualquier
sectarismo, tendencia o personalismo”
Dentro de esta dictadura institucional la Junta Militar se asumía plena de poderes:
(Ejecutivo, Legislativo y Judicial). En esta junta estaban representadas, a su vez,
las tres Fuerzas (El Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea), lo cual sirvió para
frenar algunas apetencias personales, como por ejemplo las del almirante
Massera.
El 24 de marzo de 1976, una junta militar integrada por los tres comandantes en
jefe de las Fuerzas Armadas derrocó al gobierno constitucional encabezado por
María Estela Martínez de Perón. Las Fuerzas Armadas asumieron el poder
político como representantes de los intereses de los grandes grupos
económicos.
El 24 de marzo Se había perpetrado un nuevo golpe de Estado que contaba con el apoyo de
de 1976 importantes sectores, sobre todo del segmento más concentrado de la burguesía
“nacional” y transnacional, la Iglesia Católica, dirigentes políticos, sindicales (que
aunque no dieron un apoyo explícito tampoco se pronunciaron en contra) y
medios de prensa que colaboraron en la preparación de la sociedad para aceptar
el golpe como única alternativa para salir de la crisis. Previamente se había
generado un consenso golpista que prendió con fuerza en un sector de la
población convencido de que cualquier cosa que sustituyera al gobierno civil sería
mejor. Los militares impondrían el orden y, como en el pasado, dejarían paso a
los civiles una vez “pacificada” la sociedad.
La perspectiva de Romero (1994) nos parece muy sugerente, por cuanto para
este autor, el gobierno militar “nunca logró despertar entusiasmo ni adhesión
explícita en el conjunto de la sociedad, pese a que lo intentó, a mediados de
1978, cuando se celebró el Campeonato Mundial de Futbol. (…) En general, sólo
obtuvo pasividad, pero le alcanzó para encarar las trasformaciones profundas que
habrían de eliminar definitivamente los conflictos de la sociedad” (1995: 289)
Pocos días después, la junta designó como presidente a uno de sus integrantes,
el jefe del Ejército, Jorge Rafael Videla, quien fue presentado en un
comunicado de prensa oficial como “un profesional moderado, lejano de los
extremos ideológicos y militante católico”. Los otros integrantes de la junta militar
fueron el almirante Eduardo E. Massera, por la Armada, y el brigadier Orlando
Los R. Agosti, por la Fuerza Aérea.
integrantes de
la junta y los Presidentes de facto
presidentes Jorge Rafael Videla (29 de marzo de 1976 – 29 de marzo de 1981)
Roberto Viola (29 de marzo – 11 de diciembre de 1981)
Leopoldo Galtieri (22 de diciembre de 1981 – 18 de junio de1982)
Reynaldo Bignone (1 de julio de 1982 – 10 de diciembre de1983)
¿Unión dentro Según Quiroga (2005), las Fuerzas Armadas lograron estar durante casi todo el
de las FF.AA? proceso cohesionadas con el único objetivo de acabar con la subversión. A
diferencia de los militares “revolucionarios argentinos” de 1966, los militares
“procesistas” de 1976 no hablaban de tiempos para acabar con el enemigo
1 Es interesante señalar ahora, cuando se discute la democratización de la justicia, que ya en marzo de 2007
los Organismos de Derechos Humanos denunciaban la presencia de jueces de la dictadura en el gobierno de
Néstor Kirchner y la necesidad de removerlos:
“Los organismos de Derechos Humanos denuncian que hay más de 400 jueces que juraron bajo las
actas del Proceso de Reorganización Nacional que inició Videla. La existencia de estos funcionarios no
es resabio del pasado sino producto del Pacto de Impunidad que el PJ y la UCR garantizaron desde
1983. La confesión del Presidente de Casación, Alfredo Bisordi, señalando que durante sus 40 años de
servicio "en el que tuvimos gobiernos autoritarios y constitucionales, jamás he visto una intromisión de la
labor de los tribunales" revela la continuidad jurídica entre la dictadura y esta democracia para ricos, que
tuvo el objetivo de proteger la impunidad de los genocidas y en los ’90 a las políticas de entrega y la
corrupción estatal. A los jueces de la dictadura se sumaron los de la "servilleta" de Corach, Menem y
Alfonsín. Estos jueces ganan salarios mayores a $16.000. La única forma realmente democrática de
terminar con este tipo de justicia y su casta de funcionarios oligárquicos y corruptos es apelando al viejo
método que impusiera hace más de 200 años la Revolución Francesa en los orígenes de la democracia:
elección de todos los jueces y funcionarios judiciales por el voto popular; revocabilidad ante el
incumplimiento de su mandato” (La verdad obrera, Nro.228)
“Miremos por ejemplo al Superior Tribunal de Justicia de Formosa: sus cinco miembros, Eduardo Manuel
Hang, Carlos Gerardo González, Ariel Coll, Arminda del Carmen Colman y Héctor Tievas ocuparon
cargos institucionales en la época del terrorismo de Estado. Aunque fueron denunciados por
organizaciones sociales y de derechos, la totalidad de sus integrantes continúa en funciones”
interno y transformar la estructura del país, sino de objetivos. Y estos objetivos, a
su vez, no tenían plazos.
Si el objetivo de acabar con la subversión los unía, en cambio, en la discusión de
las metas a corto y largo plazo sus antagonismos se vieron agravados. Hubo
disputas de poder entre las fuerzas, las cuales fueron más evidentes a partir de la
renuncia de Videla. (Recordemos que entre 1981 y 1983 hubo tres presidentes, lo
cual refleja que no era todo consenso dentro de las FF.AA.)
A pesar de las diferencias, los CCD fueron organizados con una estructura y
un régimen de funcionamiento similar. Todos contaban con una o más salas
de torturas, amplios espacios para mantener a los desaparecidos siempre en
condiciones de gran precariedad, y un centro de viviendas para los
torturadores y guardias. Casi todos tenían algún tipo de servicio médico. En
algunos casos hubo servicios religiosos permanentes para el personal
militar.
2 “Cuando Victoria escuchó a un tipo decirle que era de la Policía Federal y que iba a tener que
acompañarlo, intentó en ese momento, sin suerte, tomarse la pastilla de cianuro que siempre llevaba
encima por si llegaba a producirse una situación como la que se estaba produciendo. Los cuatros tipos
que tenía encima, golpeándola, reduciéndola en el piso, se lo impidieron. ¡Me llamo Graciela Daleo, me
secuestran, me van a matar, avisen a mi papá al 59-2780!”. Esas fueron las últimas palabras en libertad
de Victoria –como la conocían sus compañeros– antes de ser secuestrada por una patota de la ESMA en
la Estación Acoyte de la línea A del subte. Fue el martes 18 de octubre de 1977”
3 La “picana”, el “submarino” y las violaciones eran las formas más comunes. A éstas se sumaban otras que
combinaban la tecnología con el refinado sadismo del personal especializado. Al respecto ver Nunca Más, Informe de la
CONADEP.
hacia el conjunto social. Si solo se trató de quebrar la identidad de los propios
internados, ¿cómo se explica que estos centros se hayan instalado, en la mayoría
de los casos, en plena ciudad? Incluso, las habitaciones de tortura estaban
pegadas a la calle. Este es el caso del Olimpo, ubicado en el corazón del
barrio de Floresta (CABA). En esta zona, cuentan los vecinos, muchas veces se
podían escuchar los gritos de los torturados. El objetivo era claro y estaba
dirigido para “los de afuera”, como un mensaje aterrador sobre las
consecuencias de la acción contestataria.
4. Para la mayoría, el destino final era la ejecución. Pese a que la Junta Militar
estableció la pena de muerte, nunca la aplicó, y todas las ejecuciones fueron
clandestinas. En la mayoría de los casos los cuerpos se ocultaron en cementerios
como “personas no identificadas” (NN), quemados en fosas colectivas que eran
cavadas por las propias vctimas antes de ser fusiladas, o arrojados al mar con
bloques de cemento, luego de ser adormecidos con una inyección. De ese modo,
no hubo muertos, sino “desaparecidos”.
4Una de las consignas que refleja esta preocupación, cantada en las marchas de protesta contra el gobierno
militar, decía: "¡¡Los desaparecidos, que digan donde están!!"
La "desaparición" de personas generaba una situación de agravamiento de las
heridas, debido a las dificultades para los familiares de "dar por muerto" a sus
seres queridos y eventualmente dar por finalizada la búsqueda de sus restos y la
averiguación de lo que realmente les había sucedido. En torno a las
desapariciones, Graciela Daleo, ex desaparecida detenida en la ESMA, decía lo
siguiente:
“Teóricamente, los periódicos, los medios de comunicación, no
tenían que registrar eso, las cosas sucedían pero debía haber el
menor registro posible (…) una cosa es que aparezca el cuerpo
fusilado en el Obelisco: eso es la muerte, la muerte seca. Otra cosa
es que haya desaparecidos. El sonido de desaparecer, ese ruido,
ese sonido del agua que te traga. Eso provoca un horror que tiene
determinados efectos hasta ahora”
En este sentido, las víctimas no murieron pues la muerte siempre queda
registrada en la memoria; las víctimas, en cambio, desaparecieron, buscando así
anular todo registro y reconstrucción histórica posible. 5
Comparando la experiencia latinoamericana con el exterminio en los Lager, el
historiador Enzo Traverso (2001) dice lo siguiente: “(…) Se trata, en ambos
5 “Si la muerte me sorprende, Poema de Alejandro Almeyda (hijo desaparecido de Taty Almeyda.)
"Si la muerte me sorprende lejos de tu vientre,/ porque para vos los tres seguimos en él,
si me sorprende lejos de tus caricias/ que tanto me hacen falta,
si la muerte me abrazara fuerte/ como recompensa por haber querido la libertad,
y tus abrazos entonces sólo envuelven recuerdos,/llantos y consejos que no quise seguir,
quisiera decirte mamá que parte de lo que fui/lo vas a encontrar en mis compañeros.
La cita de control, la última, se la llevaron ellos,/los caídos, nuestros caídos,
6 La idea surgió mientras el grupo inicial de madres estaba esperando que las atendiera el secretario del Vicario
Castrense. Una de ellas, Azucena, propuso entonces: «Individualmente no vamos a conseguir nada. ¿Por qué no vamos
todas a la Plaza de Mayo? Cuando vea que somos muchas, Videla tendrá que recibirnos». Ese mismo día, 14 madres
iniciaron una jornada a la cual, con el paso del tiempo, se acercarían otras madres afectadas. Desde entonces, todos los
jueves repetirían una caminata alrededor de la pirámide central de la plaza. La ronda en movimiento permanente tenía su
razón de ser en el estado de sitio. Al respecto, Victoria Ginzberg (2003), hija de desaparecidos, cuenta lo siguiente: “La
policía empezó a hostigarlas en la Plaza. Un día un oficial intentó dispersarlas al grito de "¡Circulen!". Decía que, como
había estado de sitio, estaban prohibidas las reuniones de tres o más personas. Las mujeres empezaron a caminar de a
dos. Primero alrededor de los canteros y los bancos, después alrededor del monumento a Belgrano. Luego dieron la
vuelta a la pirámide. Así nació la ronda de las Madres”, caracterizadas por sus pañuelos blancos en la cabeza. Esta
imagen de fortaleza dio la vuelta al mundo.
colaborasen con la Asociación, pero la dirección y la representación
recayeron siempre sobre mujeres que tenían nietos desaparecidos.
De entre los casi 500 nietos apropiados, las Abuelas, al día de hoy
(diciembre/2014), ya le devolvieron su historia a 116 nietos. Entre ellos se
encuentra el nieto de Estela de Carlotto, presidenta de la Asociación
Abuelas.
7Leso significa agraviado, lastimado, ofendido: de allí que crimen de lesa humanidad aluda a un crimen que, por su
aberrante naturaleza, ofende, agravia, injuria a la humanidad en su conjunto.
de Hoz, es decir la imposición del modelo conservador y excluyente.
Asume Galtieri
El descontento de Galtieri y otros oficiales de la línea dura con el gobierno de Viola lo
llevaron a ocupar en noviembre del mismo año la presidencia de la junta militar y, un mes
más tarde, a destituir a Viola para ocupar la Presidencia de la Nación. Durante su gobierno,
Galtieri retuvo el control directo de las Fuerzas Armadas.
Las medidas económicas del ministro de Economía nombrado por Galtieri, Roberto
Alemann, fueron no menos ortodoxas que las de sus antecesores. La restricción del gasto público,
la compresión del circulante, la privatización de bienes estatales y el congelamiento de los
salarios llevaron a una gravísima depresión económica. La recesión llevó al cierre de
numerosas industrias (siendo Citroën y La Cantábrica las más destacadas) y a medidas
drásticas de reducción de personal en otras.
El descontento popular, canalizado a través de la Multipartidaria y las organizaciones sindicales,
comenzó a hacerse visible. Una movilización convocada a finales de marzo por organizaciones
políticas y sindicales bajo el lema "Paz, Pan y Trabajo" fue reprimida, dejando un muerto y decenas
de heridos. Se trataba de un importante desafío al poder militar.
8 “Si quieren venir, que vengan: les presentaremos batalla”, vociferaba –patriotero- el presidente Galtieri
Buenos Aires y las provincias. La derrota abre un montón de cuestiones que
tienen que ver con qué país emerge...un país que no puede funcionar igual.
Malvinas pone en el escenario público la ineficacia sobre la guerra y también abre
la puerta para el conocimiento masivo de lo que había sido el terrorismo de
Estado” 9
El final del conflicto cerró el capítulo de la dictadura y fue un factor decisivo para
la reinstauración de la democracia, pero, en cuanto a la guerra, la sociedad no se
hizo cargo de sus responsabilidades. Desde la perspectiva de Edgardo Esteban,
periodista y ex combatiente de Malvinas:
“El genocidio iniciado por los militares el 24 de marzo de 1976
continuó de algún modo en Malvinas. La misma crueldad, el mismo
desprecio por la vida ajena, la misma cobardía. En las islas, los
militares cometieron aberraciones denunciadas por quienes las
sufrieron en carne propia: tortura física y psicológica y estaqueos.
Hubo excepciones individuales, sumadas a la valentía y capacidad
técnica de los pilotos de la Fuerza Aérea que quedan fuera de estas
calificaciones”
“Al volver, las autoridades y la sociedad se comportaban como si los
soldados fuéramos los responsables de la derrota (…) De alguna
forma se combatió a los ex combatientes, dándonos la espalda,
obligándolos a la marginación, sepultándolos en el olvido, la
indiferencia. Resultado: a los casi 700 muertos en combate se le
sumaron 500 suicidios de ex combatientes aproximadamente…”
Desde la perspectiva de Ansaldi (2012), para la Argentina, como sociedad y
como Estado, la guerra de las Malvinas carga con una ambigüedad: por un
lado, la derrota militar debilitó las demandas diplomáticas del país en los
foros mundiales, haciendo retroceder posiciones alcanzadas hasta 1974. Por
el otro, esa derrota colapsó a la dictadura y la obligó a retirarse sin
posibilidades serias de imponer condiciones en el proceso de transición a la
democracia. En cierta forma, como sostiene Suriano (2005), “la derrota de las
Malvinas marcó el comienzo del fin de la ultima dictadura militar y su
acelerado repliegue implicó el reordenamiento desordenado de la actividad
política y una breve, compleja y tumultosa transición a la democracia”
(2005: 21)
10 Ver Horacio Verbitsky y Juan P. Bohoslavsky (compiladores). Cuentas Pendientes. Los cómplices económicos de la
dictadura. El objetivo de este trabajo es hacer foco en todos los actores involucrados en los crímenes de lesa
humanidad. “Coautores, socios, instigadores, conspiradores, ejecutores, cómplices, beneficiarios…” se engloban bajo la
noción genérica de “cómplices económicos”. Algunos de sus capítulos se refieren a las “desapariciones a pedido de
empresas” –Ford Motor, Mercedes Benz, Ledesma, entre otras-; a la complicidad y beneficios de las patronales
agropecuarias; a la apropiación ilegal de empresas –el caso paradigmático es “Papel Prensa”; al rol de los medios y del
episcopado.
consumo de los trabajadores al perder importancia para la mayoría
de los capitalistas el mercado interno. De esta manera, el salario
pasó a ser visualizado como un costo para la mayoría de los
empresarios. Las políticas referentes a salarios y empleo aplicadas por
el Ministro de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz, afectaron de
manera profunda a los trabajadores. La fijación de los salarios por parte
del Estado estaba estrechamente ligada al cercenamiento de derechos
básicos como las convenciones colectivas de trabajo, el derecho a la
negociación y a la protesta por parte del movimiento obrero. Una vez
establecida la regulación oficial de los salarios, éstos sufrieron una caída
de cerca del 40% respecto a los vigentes en 1974, en un contexto de
suba del desempleo, supresión de horas extras y recortes en las
prestaciones sociales.
La prohibición del derecho de huelga fue sólo un mecanismo más dentro
de un contexto represivo e intimidatorio que se imponía tanto fuera como
dentro de las fábricas. El peligro que suponía para los trabajadores
continuar con las movilizaciones y huelgas –características de la etapa
anterior- para manifestar su oposición a las medidas anti obreras hizo que
se adoptaran modalidades de lucha diferentes (trabajo a desgano, trabajo
a reglamento, trabajo con tristeza) hasta poder recuperar la presencia en
las calles.
b) La Deuda pública externa pasó de 7.500 millones de dólares en 1976
a 45.087 millones de dólares en 1983. Mario Rapoport y Andrés
Musacchio explican de esta manera el endeudamiento argentino: “Sólo a
partir de 1976, cuando la recesión internacional estimuló la formación de
capitales especulativos que no encontraban destino en las principales
potencias, el país volvió a tener la posibilidad de endeudarse
generosamente. En ese contexto, la política de apertura comercial,
liberalización financiera, retraso cambiario y altas tasas de interés
sentaron las bases de un crecimiento explosivo de los compromisos con
el exterior, utilizados en su mayor parte para financiar el boom de
importaciones, el creciente gasto público y la fuga de capitales de los
principales grupos económicos locales. A diferencia de países como
Brasil, que se endeudó para avanzar en una cuestionable pero firme
estrategia de desarrollo, Argentina ofrecía al final de la década un
panorama desolador, en el que la pesada deuda se conjugaba con un
aparato productivo encogido, un sector industrial desarticulado y herido
de muerte y una vorágine especulativa sin parangón en la historia. El
endeudamiento ascendía en 1982 al 60,5 % del PBI y superaba en 5,7
veces a las exportaciones; los intereses, por su parte, trepaban a casi el
60 % de las ventas externas y eran responsables del 75 % del déficit
fiscal.
Aunque hacia 1979 el endeudamiento se repartía casi en proporciones
iguales entre el sector público y el privado, los sucesivos programas de
salvataje implementados por el Estado (con activa participación del
entonces director del Banco Central de la República Argentina, BCRA,
Domingo Cavallo) significaron una virtual estatización de los pasivos. En
el fondo, este fenómeno reflejaba la profunda alteración del poder relativo
de los distintos actores sociales que había producido la política
económica del ‘Proceso’ y la consolidación de un reducido conjunto de
grupos económicos que se convirtieron en un nuevo polo hegemónico.” 11
Rapoport y Musacchio.” La deuda externa desde una perspectiva histórica”. En La Gaceta de Económicas, 25 de
11
marzo de 2001
populares. Es decir, la diversidad de trayectorias (empleados,
desempleados, precarizados, diferentes salarios, etc.) terminó
convirtiendo a la clase obrera en “muchas clases obreras”. La
desindustrialización heterogeneizó, fragmentó y atomizó a los sectores
populares argentinos: los obreros industriales dejaron de ser
predominantes dentro de la estructura económica produciéndose un
reflujo de fuerza de trabajo hacia sectores de menor productividad.
Fin de la dictadura
Jaqueado por las crecientes protestas sociales, la presión internacional por las violaciones a
los derechos humanos, y la derrota en la guerra de las Malvinas, la Junta Militar decidió
finalmente entregar el poder en 1983. Bignone, el último presidente del Proceso, se vio obligado a
llamar a elecciones. La campaña presidencial de 1983 opuso al candidato peronista Ítalo
Luder (quien rechazaba una revisión de lo sucedido durante la dictadura otorgando legalidad
a la ley de autoamnistía dictada por los militares), y al radical, Raúl Alfonsín (favorable al
enjuiciamiento de los máximos responsables del terrorismo de estado). El 30 de octubre de 1983
Alfonsín venció con el 52% de los votos provocando la primera derrota electoral del
peronismo en la historia.
El 14 de junio de 2005 fueron anuladas las Leyes de Obediencia Debida y Punto Final, mediante las
cuales se había exculpado a gran parte de los militares de rango inferior, participantes del terrorismo