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CURSO BÁSICO DE GÉNERO

1.1 Diferencias entre mujeres y hombres (sexo y género)

El género es una categoría utilizada para analizar cómo se definen, representan y


simbolizan las diferencias sexuales en una sociedad determinada, por tanto, alude
a las formas históricas, sociales y culturales en que mujeres y hombres construyen
su identidad, interactúan y organizan su participación en la sociedad, estas formas
varían de una cultura a otra y se transforman a través del tiempo.

Desde el nacimiento o antes de éste, personas como la madre, el padre,


amistades o la familia, se forman de antemano una idea de lo que se espera de la
o el que está por nacer, se crean expectativas de uno u otro sexo, lo primero que
se pregunta a una mujer embarazada y/o su pareja es sobre la preferencia de que
sea niña o niño, el padre y la madre regularmente manifiestan su preferencia a
uno u otro sexo atribuyéndole características como:

"Prefiero un niño porque son más independientes"


"Prefiero que sea niña porque son más amorosas”
Así, los pensamientos y comportamientos de las personas alrededor de la o el
recién nacido están condicionadas por el género al atribuirle características,
comportamientos, actitudes, intereses, prioridades, que se tienen para uno y otro
sexo, y que las personas que las y los rodean se encargarán de transmitirles a lo
largo de su vida.

A partir del sexo, la identidad femenina y masculina está condicionada y


determinada por cómo deben actuar, sentir y pensar según sean mujeres u
hombres, todo ello unido a la creencia de que son distintos y en función de esto la
sociedad educa y valora de forma diferente.

Empero, la única diferencia real entre uno y otro sexo son las diferencias
biológicas, que son innatas porque se nace con ellas, en este sentido, el sexo
hace referencia a las diferencias entre mujeres y hombres dadas por la biología,
todas las demás diferencias atribuidas a mujeres y hombres son culturales,
aprendidas, a esto se le denomina género, en el caso de las mujeres, por ejemplo,
serían aspectos como la sensibilidad, emotividad, dulzura, y en el caso de los
hombres la fortaleza, la rebeldía, la dureza, entre otros.

La reproducción de las normas de género, de formas tradicionales y rígidas de ser


mujer y ser hombre tiene impacto en la vida y la salud de las personas, por
ejemplo, el cumplimiento del rol de ama de casa o en el caso de los hombres de
ser el proveedor, les traen consecuencias en la salud de manera diferenciada, en
ellas se pueden presentar, malestares físicos y psicológicos y en ellos, estrés por
la presión por cumplir, en frustración, enojo, ira e incluso deseos de venganza.
Desde el aspecto social se presentan consecuencias relacionadas con las
condiciones económicas, ambientales y las prácticas cotidianas de cada género,
como la adjudicación de actividades, acceso y control de recursos, oportunidades
todas ellas con una valoración social de las habilidades, comportamientos,
trabajos, tiempos y espacios masculinos, quitándole valor a lo femenino, de tal
forma que se construye una desigualdad social que coloca en una posición de
desventaja a las mujeres respecto a los hombres en la sociedad, no obstante,
ellos también viven las consecuencias negativas por la presión que les representa
cumplir con los mandatos de la masculinidad, que tiene como base la continua
demostración de la fuerza, el ejercicio de la violencia, la dominación, entre otras,
como parámetro para constituirse como hombres.

No es fácil ser siempre dominante, controlado, estas realidades también generan


en muchos hombres una gran carga de estrés, ansiedad y depresión, lo cual se
asocia de igual manera con la violencia y el uso de drogas que va mermando su
salud física y mental.

La cuestión es que las personas atribuyen los comportamientos, características,


tareas y funciones endosadas a cada uno de los géneros a una idea sobre ser
mujeres u hombres asociada con la naturaleza y por tanto con algo innato, cuando
en realidad estos atributos cambian a través del tiempo y de cultura en cultura.
El concepto de “género” se empleó por primera vez en el ámbito de la psicología y
la antropología, en los años sesenta, en el contexto de las investigaciones
médicas acerca de los trastornos de identidad sexual de los seres humanos
Robert Stoller al abordar aspectos relacionados con la asignación de sexo fue que
demostró a través del estudio de casos de niñas y niños a quienes se les había
asignado un sexo al que no pertenecían genética, anatómica y hormonalmente,
los trastornos de la identidad sexual, dicho estudio se describe en el siguiente
cuadro:

A partir de este estudio Stoller determinó que la identidad y el comportamiento


masculino o femenino no es el sexo biológico sino las expectativas sociales, los
ritos, las costumbres y las experiencias que se ciernen sobre el hecho de haber
nacido mujeres u hombres, concluyó que la asignación y adquisición de una
identidad es más importante que la carga genética, hormonal y biológica, lo que
fue fundamental para establecer la diferencia entre sexo y género.
el concepto sexo hace referencia a las determinaciones biológicas, mientras que el
género a las construcciones socioculturales históricas, por lo que en la dinámica
social ambos funcionan como un sistema, es decir, las construcciones de género
funcionan correspondiendo a las atribuciones socioculturales teniendo como base
el sexo, el cual a su vez también es definido y valorado social y culturalmente. “A
través del género se puede comprender en qué consiste el proceso social y
cultural que da sentido y significado a las diferencias sexuales entre mujeres y
hombres” (Inmujeres, 2007: 14).
El concepto género ayuda a comprender que muchas cuestiones que pensamos
como naturales de los hombres o de las mujeres en realidad son características
construidas socioculturalmente, que no están determinadas por la biología, un
ejemplo de ello son las creencias sociales, como el que la sociedad pretenda
subordinar a las mujeres aludiendo a su función maternal, al respecto Cazés
(2000) refieren que en las sociedades patriarcales del pasado, los cuidados, la
alimentación, la higiene, la salud y la educación de hijas e hijos se consideran
como asuntos propios de las mujeres, y como ajenos a los hombres, ya que se
conciben como extensión natural del embarazo, como derivación biológica o como
parte fisiológica integrante de la forma en que el cuerpo de las mujeres interviene
en la procreación.
Esta organización genérica hace que las mujeres estén subordinadas a los
cuidados al ubicarlas en el ámbito privado de manera supuestamente natural, se
corresponden con contenidos, normas, poderes y formas de vidas opuestas,
excluyentes y desiguales en relación con los hombres.
Con relación al papel (rol) de género, Marta Lamas (s/f) señala que este se forma
con el conjunto de normas y prescripciones que dicta la sociedad y la cultura sobre
el comportamiento femenino y masculino, claro, existen variantes de acuerdo con
la cultura, la clase social, la etnicidad y hasta el nivel generacional. Desde aquí se
sostiene una división básica que corresponde a la división sexual del trabajo más
primitiva, las mujeres paren hijos, por lo tanto, los deben cuidar: lo femenino es lo
maternal, lo doméstico, contrapuesto con lo socialmente establecido para lo
masculino, lo público.
Esta dicotomía masculino-femenino, con sus variantes culturales, establece los
estereotipos, las más de las veces rígidos, que condicionan los papeles y limitan
las potencialidades humanas de las mujeres, al estimular o reprimir los
comportamientos en función de su adecuación al género.
1.2 ¿Crecen igual mujeres y hombres?
Desde la etapa de la infancia mujeres y hombres aprenden a comportarse e
identificarse como tales de acuerdo con las normas, creencias y valores que cada
cultura mandata para cada género, a través de las relaciones que establecen con
su familia, sus amistades, en la escuela y más tarde en el trabajo, así como, en la
forma en que se les presenta y representa en los medios de comunicación, se les
nombra e incluye en las leyes, entre otros,

Sin embargo, la norma social establece una jerarquía entre los géneros, lo
masculino generalmente tiende a sobrevalorarse socialmente, esta asimetría se
internaliza en la adquisición de la identidad de género lograda a través de la
socialización.
La identidad masculina, en este orden sexo-genérico patriarcal, se funde en lo
individual en “ser para para sí mismo”, de ahí que los hombres como género
ejerzan un control de los espacios y recursos que fortalezcan o reafirmen su
masculinidad, desde su construcción, su prioridad es demostrar, en todo
momento, ser hombre.
Esta construcción se va incorporando a través de prácticas que demuestren que
es audaz, valiente, fuerte y que se entretejen con conductas como el consumo
abusivo de alcohol y drogas o el ejercicio del poder a través de la violencia contra
las personas consideradas como más débiles, como niñas, niños, mujeres,
personas adultas o con alguna discapacidad, los hombres gays, entre otras,
mediante las cuales se reafirma como tal y se convierte en parte de su identidad.
Así, los contenidos de la masculinidad llevan a muchos hombres a vivir o
experimentar situaciones extremas en su salud y en las formas de ser y enfermar.
Por otro lado, la identidad femenina se funda en lo colectivo, en el “ser para los
otros” centrada en el ser madre, en la cuidadora de los demás, en ser tiernas y
compasivas; a lo largo de la historia se ha construido a las mujeres en el aspecto
emocional, por lo tanto, su identidad se centra en la relación con los otros
olvidándose de sí mismas.
También en ellas existen jerarquías que están determinadas por su condición de
clase social, etaria, orientación sexual y étnica.
Aspectos que caracterizan a cada uno de los géneros, masculino y femenino en
relación con su identidad:
Hombres:
 Demostrar y confirmar permanentemente "hombría", a través de conductas
de riesgo aunque atenten contra su vida.
 Tener más de una pareja y ser activo sexualmente.
 La violencia es el signo de virilidad más evidente. Utilización y abuso de la
fuerza física.
 Definición como seres racionales que reprimen la expresión de algunas
emociones y exaltación de otras: el enojo.
 Competitividad: demostrar superioridad frente a otros hombres y frente a las
mujeres.
 Mito del héroe o ganador: hacer, lograr, actuar y ser exitoso.
 Cumplir el rol de proveedor y de ser quien toma las decisiones.
 Participar en "rituales" que lo convierten en "hombre": consumo de alcohol y
otras sustancias.
Mujeres:
 Valoradas por ser madres, esto las define como mujeres.
 Se encargan del cuidado y la crianza de hijos e hijas enfermas y con
discapacidad.
 El altruismo, la nobleza, la intuición y la abnegación.
 Los servicios brindados a otras personas son prácticas normalizadas que
justifican el abuso de poder y la falta de oportunidad de las mujeres.
 Dominio y control de su cuerpo, deben ser bellas, delgadas, estéticas,
frágiles y débiles
 Se controla la forma de pensar y sentir, se naturaliza el ser sumisas,
dependientes y que no tomen decisiones.
 Se recrea el mito del príncipe o caballero que las enamora.
 Aprenden a permanecer subordinadas al género masculino, al no tener las
mismas oportunidades de desarrollo y a guardar silencio.
El proceso de socialización para mujeres y hombres pasa por las prácticas
realizadas por unas y otros, la norma que establece la sociedad se internaliza
individualmente y se reproduce socialmente, por ejemplo, actualmente mujeres y
hombres consumen alcohol, esta práctica es aceptada en los hombres quienes la
promueven junto con la sociedad como una reafirmación de su masculinidad. En el
caso de las mujeres no sucede lo mismo, porque este consumo es sancionado por
la sociedad y hasta por su mismo género. La sanción social sobre las mujeres y
sobre las conductas consideradas fuera de la norma por parte de los hombres está
en correspondencia con los atributos asociados a uno u a otro género.
Estos atributos o cualidades adjudicadas socialmente a lo femenino y lo
masculino, sobrevaloran las tareas reproductivas en el caso de las mujeres y las
productivas en los hombres. Los atributos son históricamente determinados y
valorados por la sociedad de manera diferente y jerárquicamente al asociar a las
mujeres más cercanas a la naturaleza que a la cultura y a los hombres con lo
social y lo cultural.
Marcela Lagarde (1990), refiere que la identidad de las personas se conforma a
partir del género, cuyos contenidos se conjugan con otros elementos que
identifican a las personas, como son pertenecer a una clase, una etnia o una
religión. Y también conforman la identidad las adscripciones a grupos etarios, a los
grupos con los que se tiene y comparte un mismo interés, una actividad o el
periodo de ciclo de vida.
Las condiciones sociales, económicas, etarias, religiosas, étnicas, sexuales, de
género, elementos conformadores de la identidad, repercuten en la salud y en la
enfermedad de las personas, así como también influyen en el acceso a los
servicios de atención y en la aceptación social, algunas de esas condiciones
pueden ser motivo de discriminación, la Ley General para la Igualdad entre
Mujeres y Hombres (LGIMH) señala que se entenderá por discriminación:
“Toda distinción, exclusión o restricción que, basada en el origen étnico o nacional,
sexo, edad, discapacidad, condición social o económica, condiciones de salud,
embarazo, lengua, religión, opiniones, preferencias sexuales, estado civil o
cualquier otra, tenga por efecto impedir o anular el reconocimiento o el ejercicio de
los derechos y la igualdad real de oportunidades de las personas".
Bajo este contexto las personas que forman parte del grupo de la diversidad
sexual también forman parte de las poblaciones que se enfrentan a la
discriminación y estigmatización.
Es importante tener en consideración que la diversidad sexual es una realidad que
ha estado presente a lo largo de la historia de la humanidad, las diversidades
sexuales no son modas, caprichos o enfermedades, por lo que es fundamental
reconocer el derecho que cada persona tiene para definirse y construir su proyecto
de vida. Estas personas viven el género de un modo singular y tienen múltiples
maneras de identificarse con éste y/o expresarlo, por lo que la singularidad de
cada expresión e identidad de género es diversa e inalienable y debe ser
respetada.
La diversidad sexual se conforma por la población LGBTTTI, son las personas que
no se identifican con la heterosexualidad normalizada, se identifican, expresan o
viven su identidad de acuerdo con un género que no corresponde a su sexo
(Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México,
COPRED, s/f). Las siglas LGBTTTI se refieren a:
Lesbianas: Mujeres que sienten atracción sexual por mujeres.
Gays: Hombres que sienten atracción sexual por hombres.
Transgénero: Personas que se identifican y expresan con un género distinto al de
su sexo biológico
Travestis: Personas que adoptan comportamientos, vestimentas y expresiones
que corresponden a un género distinto a su sexo, sin que ello implique su
orientación.
La Comisión Nacional de Derechos Humanos CNDH (2019), refiere que por el
hecho de trabajar en el servicio público tenemos el deber de respetar la dignidad y
derechos de todas las personas, por lo que es necesario conocer los siguientes
conceptos:
1. Identidad de género: Es como cada persona se siente respecto a sí
misma, que puede corresponder o no con el sexo con el que nació.
Es la vivencia personal del cuerpo, se puede o no modificar su
apariencia o funcionalidad mediante tratamientos farmacológicos o
quirúrgicos, cuando esta sea libremente escogida, tal es el caso de
las personas transexuales, transgénero o queer.
2. Expresión de género: Es la forma en las personas se muestran ante
el mundo mediante el nombre, modo de vestir, forma de hablar,
gestos, comportamientos e interacciones sociales.
3. Orientación sexual- Es la atracción física, emocional, erótica y
afectiva que se siente hacia otra persona, las categorías más
utilizadas son la bisexual, atracción sexual hacia personas de ambos
sexos; la heterosexual, atracción por personas del sexo opuesto.
El que una persona tenga expresiones de género que no encajen en los modelos
femenino o masculino socialmente aceptados en determinada cultura, tiempo y
contexto, nada tiene que ver con su orientación sexual.
Si una mujer cuya expresión de género a simple vista se ve “masculinizada” no
necesariamente es homosexual (lesbiana). El que un hombre tenga expresiones
de género, culturalmente determinadas como femeninas: delicadeza, sensibilidad,
atención en su autocuidado y apariencia física, no quiere decir que sea
homosexual (gay). Un hombre que tiene expresiones de género consideradas
masculinas o dentro de la masculinidad hegemónica y tradicional como es el ser
fuerte, no es emocional o demuestra emociones, es rudo y hasta violento, puede
tener una orientación sexual, homosexual o bisexual.

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