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La Ley N° 27.499, llamada Ley Micaela, fue sancionada en enero del año 2019 y
establece la capacitación obligatoria en género para todas las personas que
integran los tres poderes del Estado.
LEY MICAELA Es importante conocer el porqué de la existencia de la ley y quién fue Micaela
27.499 García, a fin de entender la importancia de que todas las personas que formamos
parte de la función pública tengamos una mirada de género y contemos con las
herramientas necesarias para poder visualizar las desigualdades estructurales de
En el contexto de los reclamos de los ciudadanos por acabar con las violencias por motivos de
género y las manifestaciones del movimiento #NiUnaMenos, movimiento en el que participaba
activamente Micaela García, la exigencia de capacitación hacia los organismos del Estado en
perspectiva de género fue categórica.
Decimos que su muerte fue un hecho de violencia por agredir, maltratar, vulnerar y coaccionar
físicamente el cuerpo de una mujer; fue un hecho de injusticia porque faltaron respuestas
integrales con perspectiva de género para evitar este femicidio; y se trató de un hecho de
desigualdad porque la violencia se ejerció fundándose ante la evidencia de que se trataba de una
mujer, joven, comprometida socialmente.
Asimismo, este femicidio develó la falta de intervención de las instituciones del Estado en la
erradicación de la violencia de género, así como en la eliminación de la violencia institucional.
La violencia por motivos de género es aquella violencia ejercida contra personas debido a su
orientación sexual y/o identidad de género y la violencia institucional es aquella perpetuada por
agentes del Estado en cumplimiento de sus funciones.
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Esta ley es un mandato constitucional y es necesaria para que el Estado cumpla con los
compromisos adquiridos de los Tratados Internacionales de Derechos Humanos, la Convención
sobre la eliminación de todas formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW) y la
Convención de Belém Do Pará, donde se obliga a terminar con los estereotipos, la violencia de
género y prevenir la discriminación. Asimismo, en el año 2009 se sanciona la Ley 26.485 de
Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer en los
ámbitos que se desarrollen sus relaciones interpersonales.
El educar y ser educados, generando conciencia sobre la violencia contra las mujeres, la
discriminación, las desigualdades por motivos de género, conocer los roles y estereotipos
que fueron creados por una cultura machista, se debe incorporar tanto en nuestras vidas
privadas como en los ámbitos de trabajo.
PERSPECTIVA DE GENERO
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La perspectiva de genero consiste en una visión, una manera de enfocar la realidad, que nos
permite describir, comprender y analizar las relaciones de desigualdad y discriminación entre
mujeres, hombres y diversidades sexuales que se han generado a lo largo de la historia.
La perspectiva de género reconoce estas desigualdades y las toma para analizar la realidad. Es
decir, ayuda a comprender más profundamente tanto la vida de las mujeres como la de los
hombres y las relaciones que se dan entre ambos.
Este enfoque cuestiona los estereotipos con que somos educados y abre la posibilidad de elaborar
nuevos contenidos de socialización y relación entre los seres humanos.
Por ejemplo, una educación con perspectiva de género propone educar a niños y niñas e infancias
en equidad, evitando inculcar estereotipos sexistas que en el futuro seguirán reforzando la
discriminación y la violencia hacia las mujeres y otros grupos marginados.
Su aplicación puede ser útil para promover una sociedad más justa y equitativa para todos y todas.
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UNA CUESTION DE PERSPECTIVA…
Hace un poco más de 75 años, por ejemplo, las mujeres en Argentina no eran consideradas
ciudadanas plenas. En 1947, en el debate que se generó en el Congreso ante la presentación del
proyecto de ley que sancionó el voto femenino, se escuchaban argumentos en contra como “la
mujer es diferente e inferior al hombre”, "el cerebro femenino es más chico", “las mujeres son
más emocionales y no pueden tomar decisiones racionales como votar”; "el voto femenino debería
ser optativo, pero obligar a la mujer a votar sería atentar contra la integridad de la familia
argentina". En la actualidad, ¿sería posible el mismo debate? ¿Se escucharían los mismos
argumentos en contra del voto femenino? Seguramente no.
La perspectiva de género y diversidad nos invita a mirar la realidad y el mundo que nos rodea de
otra forma. Es un enfoque que supone mirar la realidad con nuevas “gafas”, que nos permiten ver
aquello que antes no podíamos.
La perspectiva de género y diversidad distingue con claridad que, históricamente, las mujeres y
LGBTI+ han tenido oportunidades desiguales en el acceso a la educación, la justicia, la salud, la
participación política, el trabajo y a muchos otros derechos fundamentales. Como una carrera que
inicia sin poder largar en simultáneo y con obstáculos en la pista que el de al lado no tiene. Aún
hoy, con leyes e instrumentos normativos vigentes, y según la región en la que vivan, la clase
social a la que pertenezcan, la edad que tengan, entre otras condiciones, sus posibilidades de
desarrollo siguen siendo diferentes a las de sus pares varones. En ese sentido, esta perspectiva
propone modificar una relación de género desigual para la construcción de una sociedad con
igualdad. Lograrlo implica una cuestión de derechos humanos.
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Deconstruir las relaciones de género se refiere al proceso de repensar y cuestionar los
preconceptos que aprendimos sobre lo que son o deberían ser las mujeres y los varones. Significa
comprender que estos atributos no tienen nada de natural, sino que son ideas construidas
socialmente y que repercuten de forma negativa y desigual en las vidas de las mujeres y las
diversidades.
También implica desaprender ideas sobre actividades, colores, juguetes y espacios que son para
varones o para mujeres, para comprender que son para personas. Y esto exige problematizar
términos binarios (Hombre/mujer) es decir a lo socialmente esperable y abrirse a la diversidad de
identidades sexuales existentes.
Es importante tener presente que la perspectiva de género tiene sus orígenes en la historia del
movimiento feminista, con los reclamos por participación política y educativa durante fines del
siglo XIX. Más tarde, en la época de posguerra se encauzó la lucha en cuestionar el profundo
androcentrismo (el punto de vista centrado en el varón, que valoriza su propia posición) de la
sociedad capitalista. La demanda de la igualdad de la redistribución socioeconómica se extendió
hacia planos que hasta el momento eran considerados como “privados”: el trabajo doméstico, la
violencia conyugal o en la pareja, la sexualidad. Avanzados los años 70, el debate centró la mirada
en pensar a la mujer ya no en comparación con el varón sino en relación con sus aportes
específicos a la vida social, las formas históricas en que se desplegó “lo femenino”. Por otro lado,
se fueron abriendo reflexiones a la diversidad: se pasó de hablar de “la mujer” a la búsqueda de
“las mujeres” (se distinguió entre ser mujer blanca, a ser trabajadora, trans, negra, inmigrante,
etc.) y otras expresiones identitarias que no podían ser pensadas desde los parámetros
heterosexuales y/ Esta acotada referencia a los estudios de género y feminismos, nos permite
comprender que los aportes de la perspectiva de género no refieren exclusivamente a las mujeres,
sino que engloban una serie de problemáticas en relación a la producción de subjetividades de
todas las personas partiendo de cómo siente y expresa su corporalidad, qué deseos y aspiraciones
hace binarios suyos, qué roles se le adjudican y son asumidos o rechazados, qué espacios se
presentan como “apropiados” o “inapropiados”.
Entonces, las luchas de los movimientos feministas junto con los aportes de los estudios de
género, nos acercan herramientas que permiten ver y nos ayudan a comprender algunas formas
de injusticia. De ahí la metáfora de “los lentes violetas”: cristales que permiten hacen visible
frente a nuestros ojos lo que permanecía difuso. (MEyD, 2016).
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Lo que importa subrayar es que este (re)conocimiento de las desigualdades e injusticias no
pretende solo denunciarlas, sino que nos insta a trabajar: el horizonte es la transformación de
esa realidad.
En todas las relaciones humanas puede haber agresividad, la cual es propia de todo ser humano,
la cual se expresa en conflictos y enfrentamientos, pero incluso en las discusiones y conflictos
más exaltados y vehementes, se conserva la identidad subjetiva de cada uno/a y se respeta al otro/a
en tanto persona.
En términos de poder, podemos pensar que siempre estamos bajo relaciones asimétricas de poder
(padres-hijos/ autoridades laborales/ docentes-alumnos, incluso entre pares siempre hay
relaciones asimétricas de poder) ellas son necesarias para organizar ya sea un grupo familiar,
laboral, etc. Pero podemos pensar que en algunas oportunidades la asimetría puede perderse de
vista y ponerse en marcha una relación simétrica en la cual existe un conflicto por ejemplo una
discusión. En tal estado de situación, una persona puede decir palabras hirientes, despectivas o
hacer gestos fuera de lugar, pudiendo existir la valoración de que eso fue algo “fuera de lugar”
por lo cual puede arrepentirse y pedir disculpas. Aclarada la situación, aquello quedará como un
hecho aislado en el cual tendió a fallar el control de los impulsos hostiles de una persona, a quien
se le puede sugerir espacios de elaboración, tramitación y control de sus impulsos hostiles.
Entonces, a ello lo llamaremos AGRESIÓN, donde nos encontramos con un hecho aislado
producto en la falla del control de los impulsos. Puede pensarse también en otra situación en la
que el ser humano se encuentre bajo la necesidad de anteponer la agresión a fin salvaguardar su
integridad psicofísica, por ejemplo, defenderse de un hecho que atente contra su integridad,
anteponiendo la agresión. En ese caso la persona no habría tenido otra opción y muy
probablemente se angustie ante el hecho de haber tenido que realizarlo.
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no podemos pensarlo como conflicto interpersonal (entre dos personas) porque hay una de ellas
que ha quedado colocado por la otra en lugar de objeto, objeto de su poder.
Para establecer que una persona es violenta entonces, debemos preguntarnos si se trató de un
hecho aislado, atípico en su modo de vincularse y cuál es su grado de implicancia y
problematización acerca de ese hecho sucedido (se angustia, se arrepiente, logra hablar de ese
hecho, entenderse como responsable) o de lo contrario, si se trata de su forma más habitual de
relacionarse interpersonalmente, de resolver sus conflictos y no logra implicarse como autor de
ese hecho ni establecer algún grado de responsabilidad o arrepentimiento.
En la violencia (y la violencia de género en especial) hay por lo general, una conducta intencional,
sostenida en el tiempo y escasa problematización de los hechos por parte de quien ejerce la
violencia.
Es un mito social el hecho de que se trate de hechos aislados, descontextualizados de otros tipos
de violencia más silenciosos y sutiles.
El agresor, sabe que lo que está haciendo está mal, y por eso tiende a arrepentirse y pedir perdón.
El violento quiere doblegar y quebrantar al otro para imponer su voluntad, y que la otra persona
no tenga voz, deseos, proyectos, intereses, ni voluntad propia por lo cual, por lo general y si no
son tratados con la complejidad de la que hablamos anteriormente, y no se interponen las medidas
legales correspondientes los hechos de violencia de género tienden a culminar en femicidios.