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Jorge Luis Borges y su pasión


por “El tango”
El escritor argentino era un entusiasta del género; además de
escribir poemas y ensayos al respecto, dictó cuatro
conferencias que han sido recopiladas en este libro

PorSantiago Díaz Benavides


18 Mar, 2023 03:05 a.m. AR
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Las cuatro conferencias de Jorge Luis Borges sobre el tango
reunidas en este libro.
Fue en octubre de 1965 cuando el escritor argentino Jorge Luis
Borges dictó una serie de conferencias acerca de los orígenes del
tango. Aquello tuvo lugar en Buenos Aires y para fortuna de los
lectores, a un inmigrante español se le ocurrió grabarlas todas.

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Estando en un apartamento de la calle General Hornos, el


inmigrante preparó con delicadeza cada uno de los equipos de
grabación y planeó con cuidado los momentos precisos y los
espacios que aprovecharía para documentar uno de los materiales
más valiosos de la obra del escritor argentino más universal.

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Treinta años después de su muerte, la editorial Penguin Random


House, a través de su sello Lumen, publicó la transcripción de
dichas conferencias, hasta el momento inéditas para los lectores
que no pudieron estar presentes en la época en que Borges las
dictó, en un ejemplar que decidieron titular simplemente “El
tango”.

Las cintas que contenían las grabaciones originales estuvieron


perdidas por años, hasta que en 2013 alguien las encontró. El
descubrimiento permitió confirmar lo que ya parecía ser una
certeza en la obra del autor, que para él, el tango era un símbolo de
felicidad.
Portada del libro "El
tango. Cuatro conferencias", de Jorge Luis Borges. (Penguin
Random House).
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Al interior de estas páginas, cerca de 144, Borges se muestra,
como siempre, lúcido y ocurrente, retratando el Sur de antes,
poblado de niños bien, compadritos, casas de mala fama y
milongas, intentando descifrar el origen, los símbolos, los mitos y
la lírica de la música más emblemática del Río de la Plata.
Cuatro son las conferencias que hacen parte de “El tango”, y
como un regalo para los lectores, además del texto, viene un
código que, al escanearse, permite escuchar la voz del autor.

Según la nota del editor que aparece en el libro, las grabaciones


llegaron a manos del escritor Bernardo Atxaga en 2002, como un
obsequio que le hizo Manuel Goikoetxea. En 2013, María
Kodama, la viuda de Borges, se encargó de confirmar la
autenticidad de esas conferencias, aunque aclaró que no sabía de
ellas. Con su visto bueno, el siguiente paso era entregar a los
lectores lo que siempre les perteneció.

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De acuerdo a sus palabras, Borges detestaba el tango melancólico


en exceso, impregnado de sufrimiento, y disfrutaba, en cambio, de
aquel que evocaba la “felicidad del coraje”. Es, entonces, cuando
la figura de Carlos Gardel emerge, tiñendo todo del histrionismo
propio del género que imperó en los años veinte del siglo pasado.

Para él, el cantante y actor contribuyó enormemente a que el tango


se convirtiera en un género comercial, fuera de la Argentina,
gracias a que hizo del género una expresión dominada por el
lamento, sombría en sí misma, acobardada, lejano todo esto a lo
que, desde la visión de Borges, debía surgir de un espíritu
valeroso, proveniente de la milonga.
La esencia germinal y los ritmos cambiaron, se introdujo el
bandoneón, entre 1890 y 1910, y se comenzó a pensar más
profundamente en las letras. Los tangos de antes no las tenían, “o
tenían una letra que podemos decorosamente llamar ‘inefable’;
tenían letra indecente o si no una letra meramente traviesa”,
apunta el escritor. Conforme las letras aparecieron, afirma, los
tangos se volvieron “llorones”.

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Nobel con literatura y verdad

El lector puede inferir de estos textos que si algo había en el tango


que representara especial interés para el escritor argentino, tiene
que con la bravura y el alborozo que inicialmente definían el
género, como bien lo ilustra él mismo; las cosas que sucedían en
las “casas malas”, los prostíbulos y burdeles de la ciudad que vio
nacer el tango, en donde antes se bailaba milonga, que es una
música más vivaz.

Surge el tango en 1880, dice Borges, de la manera más


clandestina, lo que lo convierte en parte del legado de la propia
urbe. Del pueblo para el pueblo, apunta. Poco a poco, pasó de ser
algo del vulgo, de la clase obrera, y adquirió aceptación entre las
clases más altas, y después se extendió, como una simple música
de entretenimiento.
“El tango tiene esa raíz infame que hemos visto. Y luego los niños bien,
patoteros, que eran gente de armas llevar, o de puños llevar, porque
fueron los primeros boxeadores del país, lo llevaron a París. Y cuando
el baile fue aprobado y adecentado en París, entonces, el Barrio Norte,
digamos, lo impuso a la ciudad de Buenos Aires, que ahora lo acepta”,
explica.
Con Borges, el tango adquiere una dimensión poética que es
propia de los libros de historia. El tango es la excusa del pueblo
argentino para contar sus anécdotas, para revivir a sus muertos,
para mantener altivos a sus héroes. Se habla aquí de una condena,
de ese país que se fue, de una Argentina cuyo pasado ha quedado
herido. “El tango nos da a todos un pasado imaginario, todos
sentimos que, de un modo mágico, hemos muerto peleando en una
esquina del suburbio”.

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