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Un árbol se irguió entonces. ¡oh elevación pura!

¡Orfeo canta!¡Árbol esbelto en el oído!

Todo enmudece. Mas del total silencio

surge un principio, la señal, el cambio.

Bestias de silencio se arrancaron a la clara

selva liberada de nidos y guaridas;

fue manifiesto entonces que ni la astucia

ni el miedo los amansaban de ese modo,

sino el oído. Rugidos, bramidos, gritos

empequeñecieron en sus corazones. Y donde no había

sino una cabaña apenas en donde acoger el sonido,

un refugio de deseo oscurísimo

con un umbral de temblorosas jambas,

tu les creaste un templo en el oído.

Sonetos a Orfeo. Rainer Maria Rilke. Ed. Lumen. 1983 (p-39)

- 3 -El ojo se abre y el mundo se recompone, se configura. Cesa el caos

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