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La diligencia de reconocimiento en rueda: Revisión jurisprudencial

Autora: Cristina Carretero González


Doctora en Derecho. Profesora Colaboradora Asistente del Área de Derecho Procesal de
la Facultad de Derecho de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid.

Sumario
I. Concepto. II. Naturaleza. III. Fundamento. IV. Requisitos: 1. Requisitos subjetivos:
1.1. Órgano jurisdiccional; 1.2. Partes: a) Sujeto activo; b) Sujeto pasivo; 2. Requisitos
objetivos; 3. Requisitos de la actividad; 3.1. Lugar: a) En sede policial; b) En sede
judicial; 3.2. Tiempo; 3.3. Forma; V. Valor probatorio. VI. Resumen.

I. Concepto
El artículo 299 de la LECrim nos dice: “constituyen el sumario las actuaciones
encaminadas a preparar el juicio y practicadas para averiguar y hacer constar la
perpetración de los delitos con todas las circunstancias que puedan influir en su
calificación, y la culpabilidad de los delincuentes…”
Este artículo es el primero del Título IV “De la Instrucción” dentro del Libro II
de la LECrim dedicado al Sumario. El Título V de este Libro Segundo se denomina “De
la comprobación del delito y averiguación del delincuente” y consta de siete capítulos.
El Capitulo III, a su vez, se denomina “De la identidad del delincuente y de sus
circunstancias personales”. Pues bien, la diligencia de reconocimiento en rueda es una
de las que sirven para poder averiguar la identidad del delincuente y se sitúa, en ese
Título V, junto a otras como son: la inspección ocular (Capítulo I), el cuerpo del delito
(Capítulo II), las declaraciones de los procesados (Capítulo IV), las declaraciones de los
testigos (CapítuloV), el careo de los testigos y procesados (Capítulo VI) y el informe
pericial (Capítulo VII).

El reconocimiento en rueda es una diligencia que sirve para señalar al presunto


delincuente. Con palabras de nuestro Tribunal Supremo es “aquel acto procedimental
que va destinado y dirigido a la nominación y concreción de la persona supuestamente
responsable1 del hecho criminal investigado cuando se ofrezcan dudas al respecto (STS.
núm. 364, de 04 de marzo de 1999). Aparece regulada en la Ley de Enjuiciamiento
Criminal de 1882 en sus artículos 368 a 374.
Como dice ARAGONESES MARTÍNEZ2, si bien, las diligencias sumariales
suelen tender a la comprobación del delito y a la averiguación del delincuente de forma
conjunta, las previstas en los artículos 368 y ss. están pensadas exclusivamente para este
segundo fin.
BARONA VILLAR3 manifiesta que hay que hacer distinción de los variados
reconocimientos en atención a los medios o cauces a través de los cuales se desarrolla y
realiza este reconocimiento. Así, diferencia entre el reconocimiento en rueda o rueda de
presos, reconocimiento a través de fotografías, y por último, reconocimiento a través de
vídeos o películas, cintas magnetofónicas, ordenadores, etcétera.
Según el art. 368 de la LECrim, cuando una persona dirija cargo contra otra, ésta
habrá de ser reconocida judicialmente con el fin de que no ofrezca duda quién es la
persona a que aquélla se refiere, si es que el Juez instructor, los acusadores o el mismo
inculpado estiman precisa la diligencia para la identificación de este último.

II. Naturaleza
Según el Tribunal Supremo, la diligencia de reconocimiento en rueda tiene una
naturaleza subsidiaria, sumarial y estrictamente judicial4. La ley procesal no prescribe
que los reconocimientos tengan que producirse de modo necesario e inexcusable en
rueda.
Se trata de una diligencia en cuya adopción juega preponderantemente la
discrecionalidad judicial según se desprende de las SSTS de 29 de enero de 1990 (RJA
1990/520), 25 de junio de 1990 (RJA 1991/5665), 1 de junio de 1992 (RJA1992/4750)
y 27 de enero de 1995 (RJA 1995/598). Con el reconocimiento en rueda se pretende la
averiguación de la verdad por medio de la identificación del acusado siempre que,
previamente, se ofrezcan dudas de cualquier entidad. Mas todo ello es sin perjuicio de

1
STS núm. 397, de 11 de marzo de 1999.
2
En Derecho Procesal Penal (con DE LA OLIVA SANTOS, Andrés; HINOJOSA SEGOVIA, Rafael;
MUERZA ESPARZA, Julio y TOMÉ GARCÍA, José Antonio), Centro de Estudios Ramón Areces,
Madrid, 1999, p. 378.
3
BARONA VILLAR, SILVIA, “Valor probatorio de la diligencia de reconocimiento en rueda: doctrina
constitucional”, Poder Judicial, 1995, núm. 38, p.11.
4
Véase, por ejemplo, la STS núm.1206, de 08 de septiembre de 1999.

1
que la identificación pretendida pueda obtenerse por otras diligencias o pruebas
distintas; véase por ejemplo la SSTS de 5 de diciembre de 1991 (RJA 1991/8987) y la
de 5 de febrero de 1992 (RJA 1992/1022). En numerosas ocasiones se practican
diferentes formas de identificación de los acusados sin que se lleve a cabo el
reconocimiento en rueda y se denuncia en casación la vulneración de los arts. 368 y 369
de la LECrim por no haberse practicado el reconocimiento en rueda y por tanto no haber
actividad probatoria de cargo suficiente para enervar la presunción de inocencia. A este
respecto, el Tribunal Supremo responde que la censura carece de todo fundamento.

En la STS núm. 414, de 12 de marzo de1999 se dice que el acusado es identificado sin lugar a
dudas ante el Juez de Instrucción por dos de los coacusados, por lo que no aparecía la necesidad
de dicha diligencia. Además en el acto del juicio oral fue ratificada esa identificación de manera
clara y rotunda. “Por este motivo” -manifiesta el TS- “el reproche de la supuesta vulneración de
los arts. 368 y 369 de la LECrim, y con él el motivo en su totalidad debe ser desestimado”.

El Tribunal Supremo afirma que la prueba de reconocimiento en rueda no es de


ejecución obligatoria como se deriva del propio artículo 368 de la LECrim e incluso, en
determinados supuestos, puede ser desaconsejable su práctica.

Se ha dado el caso siguiente: una víctima de robo con violencia ve al acusado con un
pasamontañas, del que se desprende en un momento determinado para beber de una botella de
“Baileys” en la que queda estampada su huella dactilar, identificada después por la Policía.
Posteriormente se dirige la acción contra esta persona identificada. No se practica rueda de
reconocimiento y la Sala Segunda del Tribunal Supremo entiende que este reconocimiento
estaba desaconsejado ya que la víctima no facilitó ningún dato identificativo durante la
instrucción de la causa. Durante la celebración del plenario se produjo por primera vez la
declaración de la víctima en el sentido de que durante los hechos se quitó el disfraz para beber y
que por eso le vio la cara identificando al recurrente en el propio plenario. Subraya la Sala que
debe recordarse la validez de la identificación en el plenario, momento cumbre de todo proceso
penal; en cuanto al valor que a dicha identificación ha de dársele es tema de credibilidad que
como tal le compete a la Sala sentenciadora en virtud de la inmediación de que dispone (STS
núm. 148, de 8 de febrero de 2000).

Pueden darse casos de reconocimientos espontáneos que hagan innecesaria la


práctica de la rueda de reconocimiento.

La STS núm. 197, de 16 de febrero de 2000, contiene, entre otras cuestiones, la siguiente: como
motivo de casación se intenta negar la existencia de prueba bastante sobre la intervención de los
acusados en el delito de robo, alegando la insuficiencia de la declaración del testigo que llamó a
la Policía cuando se percató de unos individuos a los que vio por la mirilla de la puerta que
manipulaban para entrar. Dicen los recurrentes que al no practicarse reconocimiento en rueda
para su identificación, es mera suposición que ellos hubiesen intervenido en la acción que se les
imputa. La Sala de lo Penal contesta a esta alegación sosteniendo que la parte recurrente omite
que además del testimonio prestado por el morador de la vivienda contó la Sala precisamente con

2
la declaración testifical de los Agentes de Policía que sorprendieron a los dos acusados cuando se
disponían a la apertura de la puerta que manipulaban. La inmediatez espacial y temporal entre
este comportamiento de los acusados visto por los Agentes y el relatado por el vecino de la
vivienda en que poco antes intentaron entrar, unida a la identidad y modo de operar de una y otra
acción, permite razonablemente deducir que fueron los acusados los que también realizaron el
intento de entrada en la vivienda. Su autoría en esta acción cuenta pues con prueba de cargo
suficiente por lo que la cuestión planteada se desestima.

En otras ocasiones, y con cierta frecuencia, es el desarrollo mismo de los


acontecimientos el que convierte en innecesaria la formación de una rueda de
reconocimiento.

Veamos: se alega por el autor de un recurso ante el Tribunal Supremo la falta de garantías que
rodeó la diligencia de identificación y actuaciones policiales que se llevaron a efecto sin
presencia de abogado. Como recuerda la fiscal y se constata con la lectura de las actuaciones, a
la dotación policial se le informó por la emisora de la comisión de un hecho delictivo dando las
características físicas de las dos mujeres que lo acababan de realizar. El resultado de la batida
policial fue la detención de las dos acusadas y la inmediata información de derechos,
apareciendo seguidamente en el lugar la víctima de once años y su madre que, “in situ”,
reconoció a ambas como las autoras. Por tanto, en esa fase de investigación no hubo un propio
reconocimiento en rueda de los artículos 368 y siguientes de la LECrim, por lo que tal
identificación no está sometida a los requisitos legales citados. Se trató de una intervención
primaria que se conformó en base del atestado policial, siendo realizada, por tanto, sin
transgresión ni quebranto del art. 520 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, ya que la real
indefensión sólo se produce si se priva al justiciable de alguno de los instrumentos que el
ordenamiento pone a su alcance para la defensa de sus derechos (SSTC 145/1990, 106/1993, y
366/1993, entre otras), pues “para que pueda estimarse una indefensión con relevancia
constitucional que sitúe al interesado al margen de alegar y defender en el proceso sus derechos,
es necesario que con la infracción formal se produzca un efecto material de indefensión, un
menoscabo real y efectivo del derecho de defensa”; pues bien, esto no ocurre en el supuesto que
comentamos una vez que está consolidada la distinción entre las diligencias tendentes a la
averiguación y esclarecimiento de los hechos, de aquellas actuaciones en que se imputa
formalmente a una persona la comisión de un hecho delictivo (STS núm. 1131, de 9 de julio de
1999).

El Tribunal Supremo ha declarado que los reconocimientos practicados en rueda


y cualquier identificación del imputado por parte del ofendido o de testigos, por más
que se redacte un escrito, para su debida constancia, participan de la naturaleza de la
prueba testifical, no siendo sino meros acreditamientos de índole personal e histórica,
sin rango o naturaleza de documentales (ATS de 02 de enero de 1990: RJA 1990/258)5.

5
A efectos del recurso de casación, la diligencia de reconocimiento en rueda no constituye un documento
pues contiene una declaración personal de quien realiza la identificación y como tal susceptible de ser
valorada por el Tribunal sentenciador. En la STS de 31de octubre de 1988 (RJA 1988/8256) se dice que a
efectos del núm. 2 del art. 849 de la LECrim se deben reputar documentos, las representaciones gráficas
del pensamiento, generalmente por escrito y en papel, creadas, fuera del proceso, con fines de
preconstitución probatoria, y que deban surtir efectos en el tráfico jurídico y sean incorporados a la causa
en que deban producir tales efectos. Pues bien, teniendo en cuenta lo que se acaba de mencionar si, como
en numerosas ocasiones ha ocurrido, se alega infracción de Ley, amparada en el núm. 2 del art. 849 de la

3
La Sentencia de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo de 20 de junio de 1986 (RJA
1986/3182) sostiene que no se puede cuestionar que el reconocimiento, en general,
pertenece al testimonio o, en su sentido más técnico, a la prueba testimonial, que, según
la más depurada doctrina, se diversifica en tres principales elementos, los cuales son: a)
percepción, b) retención de la percepción o memoria y c) comunicación. Las dos
primeras, dice la sentencia, afectan exclusivamente al testigo; la tercera es el vehículo
de expresión del testimonio y cuyo receptor es el Juez.
En otras ocasiones, para el TS, esta diligencia nada tiene que ver con el derecho
a no declarar, pues aquél no participa de la naturaleza de una confesión, y más bien se
aproxima a una pericia de resultado incierto6.

III. Fundamento

Para el Tribunal Supremo el supuesto contemplado en el art. 368 de la LECrim,


dentro de las diligencias de instrucción, tiene su fundamento en la existencia de dudas
sobre la persona frente a la que se dirijan los cargos (STS núm. 371, de 10 de marzo de
2000).
Esta diligencia se realizará si es que el Juez instructor, los acusadores o el mismo
inculpado lo estiman preciso para la identificación de este último.
En la comisión de una infracción penal hay ocasiones en que se conoce
perfectamente la identidad del autor o autores de la misma y otras muchas ocasiones en
las que o bien no se conoce en absoluto la identidad de ese autor o bien existen dudas
que dificultan su determinación; en estos casos y para acabar con las dudas sobre la
persona a quién se pretenda imputar cargos, podrá practicarse la rueda de
reconocimiento.

El reconocimiento en rueda, como medio de identificación, no es exclusivo ni


excluyente, pues puede efectuarse por otras diligencias distintas de aquél, que directa o
indirectamente lleven a la confirmación de una determinada personalidad (por ejemplo
el interrogatorio de testigos o la propia confesión de la parte)7.

LECrim, por haberse padecido error en la apreciación de las pruebas resultantes de documento auténtico,
la Sala alegará que es causa de desestimación procediendo al amparo del núm.º 6 del art. 884 LECrim.
6
STS núm. 1206 de 8 de septiembre de 1999.

4
IV. Requisitos

1. Requisitos subjetivos

1. 1. Órgano Jurisdiccional
Tal y como aparece regulada esta diligencia en la LECrim es una diligencia
apropiada para ser realizada ante el órgano judicial, que será quien decida acerca de la
oportunidad de su práctica; más concretamente, el art. 368 de esta Ley se refiere al Juez
instructor, lógico por otra parte ya que el Título IV del Libro II de la Ley se titula “De la
instrucción”. No obstante, esta diligencia puede efectuarse, y de hecho así se hace en
muchas ocasiones, ante los agentes policiales, cuando aún no se ha iniciado la
instrucción procesal. Este reconocimiento cuenta con la ventaja de la inmediatez con
relación a la producción del hecho delictivo.
Por otra parte, recordemos que el artículo 5 del Estatuto Orgánico del Ministerio
Fiscal señala que éste órgano puede intervenir en el proceso penal, instando de la
autoridad judicial la práctica de las diligencias encaminadas al esclarecimiento de los
hechos, pudiendo ordenar a la Policía Judicial aquellas diligencias que estime
oportunas.

1. 2. Partes

a) Sujeto activo
El art. 369 LECrim se refiere al reconocimiento por una persona y el 370 de la
misma ley, al reconocimiento por varias.

1. Reconocimiento por una persona


Según el citado artículo 369 la persona que haya de ser reconocida comparecerá
con otras de circunstancias exteriores semejantes quedando a la vista de la persona que
haya de practicar el reconocimiento. El segundo párrafo del art. 370 hace referencia al
caso de que sean varios los que hayan de ser reconocidos por una persona. En este caso,
podrá hacerse el reconocimiento de todos en un único acto.
2. Reconocimiento por varias personas

7
STS núm. 466, de 22 de marzo de 1999.

5
Si son varios los que han de reconocer a una persona, el art. 370 impone que la
diligencia se practique de forma separada por cada uno de ellos y sin que puedan
comunicarse entre sí hasta que se haya efectuado el último reconocimiento.

b) Sujeto pasivo
Según expresa el artículo 369 LECrim, la persona que haya de ser reconocida
comparecerá con otras de circunstancias exteriores semejantes. No siempre se cuida
debidamente esta cautela. En la STS núm. 412, de 18 de marzo de 1999 se dice que en
el caso recurrido existe como única prueba de cargo una diligencia de reconocimiento
en rueda, practicada en el Juzgado, en la que la denunciante identifica al acusado como
autor de los hechos, diligencia en la que consta la protesta del Letrado asistente al acto
por haberse formado la rueda con otras cuatro personas de raza blanca cuando el
presunto autor era una persona de color. En este caso el Tribunal Supremo declara haber
lugar al recurso de casación por infracción de precepto constitucional, concretamente
del art. 24.2 de la C.E. que se alega por el recurrente. En otros casos se recurre en
amparo por las irregularidades en la realización de la rueda por alinear al presunto
culpable con personas de bastante mayor edad o de características físicas desparejas
(véase STC 323/1993 de 8 de noviembre). Para nuestro Tribunal Supremo las
exigencias legales de las ruedas de reconocimiento deben entenderse siempre como
exigencias razonables. No es infrecuente que los individuos a identificar, por sus
especiales características, sean inconfundibles y prácticamente imposible encontrar
otros de circunstancias exteriores “semejantes”, lo cual no puede ser obstáculo para que
los perjudicados por sus acciones puedan identificarlos en la forma que sea posible y
con las debidas garantías (STS núm. 1281, de 13 de septiembre de 1999).

El Letrado de la persona a identificar, en su caso, tendrá que manifestar su


disconformidad con la semejanza de circunstancias de las personas que forman la rueda.
Lo debe manifestar en el momento de practicar la diligencia y además, si no se corrige
la posible anomalía, en el plenario. Si un posterior recurso a la sentencia que se dicte,
desfavorable a su defendido, se funda en irregularidad al formar la rueda, le será
contestado por el Tribunal correspondiente que esa cuestión debió ser alegada en
aquellos momentos.

6
No se aceptan, además, las puras impugnaciones teóricas, teniendo en cuenta
que el art. 369 de la LECrim exige que las personas que integren las ruedas de
reconocimiento sean de “circunstancias exteriores semejantes” .

Esto es lo que ocurre por ejemplo cuando se alega que la rueda se ha formado con individuos de
nacionalidad española mientras que el abogado del recurrente manifiesta que su cliente es
argelino y por tanto de origen árabe, porque como dice el TS “la experiencia diaria nos enseña
que numerosos “españoles”, especialmente del Sur de la península, son de circunstancias
exteriores semejantes a muchos magrebíes (STS núm. 1281, de 13 de septiembre de 1999).

Para el Tribunal Supremo es relevante la actitud que adopte el Letrado del


inculpado en una rueda de reconocimiento; en modo alguno su presencia es inerte o
pasiva (no es un invitado de piedra, dice el Tribunal, de manera expresiva). Es más, si
esta diligencia se practica en sede policial el Letrado será el garante de la legitimidad de
tal prueba. Es por tanto, un colaborador directo con la recta Administración de Justicia
debiendo denunciar cualquier irregularidad o atropello. Su silencio, para el TS es
expresivo del cumplimiento de la ley; la ausencia de protesta del Letrado presente en la
rueda, respecto a su formación y composición, impide su posterior cuestionamiento8. El
TS dice que la Sala no puede valorar sobre la concurrencia de la desemejanza entre los
integrantes de la rueda porque no los tiene a la vista, por lo tanto en sede casacional se
puede, únicamente y atendiendo a la protesta o no del Letrado del inculpado, analizar si
la decisión del Tribunal de instancia está fundamentada y no resulta arbitraria. No
supone falta de circunstancias semejantes la corpulencia física de las personas, salvo
cuando se trate de tales desproporciones que puedan determinar su identidad; las
diferencias de raza, sexo, color de pelo, y piel, sí pueden condicionar la virtualidad del
reconocimiento, así como la discrepancia exagerada de rasgos o una obesidad extrema
(STS núm. 642, de 29 de abril de1997).

Será el Juez o Tribunal encargado de dictar sentencia el que, como indica el art.
741 de la LECrim, apreciando según su conciencia las pruebas practicadas en el juicio,
las razones expuestas por la acusación y la defensa y lo manifestado por los mismos
procesados, dictará finalmente la sentencia. En esta sentencia se motivará de manera
suficiente si existió un reconocimiento del encausado que resultara incriminatorio.

8
STS núm. 1206, de 08 de septiembre de 1999.

7
Si, como ya ha ocurrido, se alega en casación la falta de actividad probatoria suficiente para
fundamentar el Tribunal la condena del imputado cuando en los autos consta “que en el juicio
oral la testigo manifiesta que reconoce por fotografía y rueda de reconocimiento y que no tuvo
duda alguna” , y cuando se lee el folio correspondiente a la realización de la rueda realizada ante
el Juez de Instrucción, señala la testigo que “cree que es el número dos pero que en el momento
del hecho tenía el pelo largo y ahora lo lleva corto… que el individuo llevaba un tatuaje en brazo
derecho… observándose que el número dos es el único que lleva tatuajes en ambos brazos”,
añadiendo finalmente que “a la vista de los tatuajes cree que es el individuo situado en el número
dos si bien no lo puede asegurar con absoluta certeza”, el Tribunal Supremo responde que es
indudable la existencia de prueba incriminatoria suficiente… que ha permitido al Tribunal “ex”
artículo 741 LECrim concluir como lo ha hecho (es decir, estimando probada la participación del
acusado) y que además, forman parte de la valoración del Tribunal también las dudas o reservas
suscitadas por la testigo y que constan en el acta de reconocimiento judicial (STS núm.328, de 1
de marzo de 2000).

Otra cuestión distinta que ahora vamos a revisar es si existe o no, obligación de
formar parte de una rueda de reconocimiento. Podría darse el caso de que un imputado
se negara a participar en una rueda de reconocimiento. En este supuesto nos
encontramos con la inexistencia de una obligación legal para que el sujeto pasivo forme
parte en la misma. HUERTAS MARTÍN9 sostiene que si existiera una base legal que
dispusiera el sometimiento del imputado a este reconocimiento, podrían darse dos
situaciones: en primer lugar, que esa disposición previera el sometimiento a la rueda
como una verdadera obligación; el cumplimiento de la misma debería verificarse, en su
caso, a través de la amenaza de una sanción para el imputado y no a través de fuerza
física ni coacción. A esta última cuestión se refiere HUERTAS MARTÍN al manifestar
que el reconocimiento coactivo es una vía que se deja abierta en otros países; así, en
Italia, dice, no existe una prohibición de ejecución coactiva de medidas de indagación y
mientras algún sector doctrinal señala que sería legítima la adopción de este medio de
prueba efectuado contra la voluntad de aquél, otro sector insiste en que no sería
legítimo, frente a una negativa del imputado a sufrir el reconocimiento, intentarlo sin su
conocimiento, entre otras cuestiones porque se excluiría, a priori la observancia de la
regulación prevista para el reconocimiento y el imputado quedaría privado de todo
control sobre la ejecución del acto y defraudado en su posibilidad de renunciar a su
conducta obstruccionista pidiendo el cumplimiento del acto en la forma establecida.
Además, el reconocimiento debe notificarse al defensor para poder asistir al mismo y
por este motivo, si se realizara sin conocimiento del imputado, conllevaría la violación
del derecho de defensa.

9
HUERTAS MARTÍN, I., El sujeto pasivo del proceso penal como objeto de la prueba, Bosch,
Barcelona, 1999, pp. 275 y ss.

8
Esto nos lleva a meditar acerca de alguna de las dificultades que plantearía el
desarrollo de una rueda de reconocimiento si se estableciera su obligatoriedad y el
sujeto pasivo de la rueda no quisiera participar en ella. Podríamos pensar que la actitud
que mantuviera este sujeto en la rueda condicionaría la validez de la misma. ¿Qué hacer
si este sujeto, deliberadamente, se sitúa de espaldas cuando el resto de componentes han
de estar de frente, o se sienta cuando el resto permanece en pie, o comienza de cualquier
otro modo a intentar impedir lo que sería el desarrollo normal de esta diligencia?;
pensamos que el simple hecho de tener que corregir durante el acto la actitud de
determinada persona de las que componen la rueda condicionaría seguramente el
resultado siendo más que probable el planteamiento de objeciones por parte de la
defensa del sujeto obligado a realizar esta rueda.

Cosa distinta ocurre cuando se corrige la actitud de las personas que forman la rueda en conjunto
porque en numerosas ocasiones algunos de los componentes de las mismas no son precisamente
un ejemplo de participación diligente. Hemos presenciado algunas en Madrid en las que según
están entrando estos sujetos pasivos de la diligencia en la sala en la cual permanecerán para
realizar el reconocimiento, se sientan en el suelo, discuten o se retocan el peinado en el espejo en
que se ven y tras el cual pueden ser vistos.

En segundo lugar, sostiene HUERTAS MARTÍN10, el precepto legal que


impusiera al imputado la necesidad de someterse a una rueda de reconocimiento, podría
determinar, sin establecer sanción directa alguna, que de la falta del mismo podrían
derivarse consecuencias desfavorables para aquél, es decir, que de su falta de
colaboración podría extraerse un indicio de su culpabilidad, indicio que habría de ser
valorado con el conjunto de materiales probatorios.

Estoy de acuerdo con la tesis de HUERTAS MARTÍN para que una futura
reforma de estos preceptos dedicados a la rueda de reconocimiento pueda establecer la
imposición de la carga que supondría el hecho de que en caso de no someterse a la
misma el sujeto pasivo, se derive un indicio de culpabilidad.
GARZÓN REAL11 respecto a la posible negativa de una persona contra la que se
sigue un procedimiento a formar parte de una rueda de reconocimiento que haya de
practicarse en su contra, manifiesta que por afectar a la posible limitación de derechos
fundamentales (se refiere a derechos como el de no confesarse culpable o a la libertad

10
HUERTAS MARTÍN, I., cit. p. 277.

9
personal) es exigible una resolución judicial motivada; es necesario que la diligencia sea
imprescindible y necesaria para la averiguación del delito; debe hacerse en la forma
menos perjudicial y más respetuosa al derecho que se restringe; el requerido debe
tolerar que se le haga objeto de la pericia, lo que equivale a una colaboración no
equiparable a la declaración; si se niega a la práctica, el afectado habrá de ser advertido
de la valoración de que aquella negativa “quepa hacer en relación con los indicios ya
existentes”12; por último dice el autor que no podrá emplearse nunca la vis física.

2. Requisitos objetivos

El objeto de esta diligencia es lograr la identificación del presunto delincuente.


Para ello ha de existir posibilidad, idoneidad (a la que ya se ha hecho mención al tratar
la naturaleza de esta institución procesal) y causa.
La pretensión de esta diligencia por tanto es que una o más personas puedan
señalar a una o más personas, en la forma que previene la ley, reconociéndola como el
presunto participante en una infracción penal.

3. Requisitos de actividad

La utilización de este medio de identificación del presunto delincuente es muy


frecuente en España.
Examinemos a continuación el lugar, el tiempo y la forma de realización de esta
diligencia.
3.1. Lugar
a) En sede policial
Respecto de este lugar tiene dicho nuestro Tribunal Supremo que aunque la
prueba de reconocimiento en rueda es propia de la instrucción sumarial y por tanto debe
efectuarse en sede judicial, no por ello debe estimarse sic et simpliciter ilegal su práctica

11
GARZÓN REAL, B., “Análisis específico de la doctrina constitucional respecto a determinadas
diligencias sumariales. Ruedas de reconocimiento. Toma de huellas. Toma de fotografías”, en Actualidad
Penal, 1989-1, p. 1363.
12
GARZÓN REAL, cit., pp. 1359-1364, aborda la problemática que plantea la negativa a someterse no
sólo a las ruedas de reconocimiento, sino también a la toma de huellas para efectuar con ellas análisis
pericial dactiloscópico y la negativa a que su rostro sea impreso en fotografía para practicar diligencias de
instrucción en su contra y pensamos que estas consecuencias sancionatorias y que puedan integrar el
delito de desobediencia se refieren a estas últimas negativas y no a la negativa en un reconocimiento en
rueda.

10
en sede policial, pero en tal caso debe ser ratificada por el testigo en sede judicial,
convirtiendo en prueba judicial lo que hasta entonces sólo sería medio de investigación
policial13.

Aunque la diligencia contemplada en el art. 368 de la LECrim tiene su sede idónea a presencia
judicial, nada impide, ante la realidad de las identificaciones policiales en rueda, que cuando la
misma es ratificada en el plenario, constituya prueba apta para enervar el principio presuntivo de
inocencia, cuando la prueba se practicó presente el letrado (ATS núm. 3278 de 28 de diciembre
de 1999).

Las ruedas de reconocimiento son realizadas con frecuencia ante la Policía, lo


que ocurre es que la Sala Segunda del Tribunal Supremo ha reconocido virtualidad a
esta diligencia practicada en las dependencias policiales, a presencia de Letrado, cuando
ha sido ratificada en el Juzgado de Instrucción y posteriormente en el acto del juicio oral
por la persona que ha intervenido en la misma, identificando, al autor o autores de los
hechos. Así se han manifestado, entre otras, las SSTS de 7 de octubre de 1991 (RJA
1991/7015) y 10 de diciembre de 1991 (RJA 1991/9129) que declaran la validez de la
diligencia de reconocimiento en rueda de detenidos practicada en Comisaría y en
presencia de Letrado, como actividad probatoria de cargo, siempre que se cumplan las
previsiones de los artículos 368 y siguientes de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, y
sea posteriormente ratificada en el acto del juicio oral.
La diligencia de reconocimiento policial, o con más precisión, la que se efectúa
ante los agentes policiales instructores del atestado tiene la ventaja de su inmediatez
aunque carece de la autenticación que su práctica ante el Juzgado tiene por la
convergencia de los principios de inmediación y documentación. Dadas las dificultades
que esta diligencia comporta, la práctica viene dando validez a la verificada ante la
Policía Judicial y ratificada ante el Juzgado o en el acto del juicio oral (STS de 20 de
junio de 1986, RJA 1986/3182).

En ésta Sentencia de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo se enjuiciaba el caso siguiente: la
víctima, taxista de profesión, llevó en su vehículo a los dos procesados (uno de ellos el
recurrente) y pudo observar sus facciones durante el trayecto hasta que hicieron detener el
vehículo en lugar apartado; allí, amenazado por la navaja de uno y atenazado su cuello por el
otro, fue despojado de cuanto valor portaba. Estos hechos ocurren el 12 de diciembre de 1977.
Días después, el 13 de enero de 1978, en comparecencia en la Comisaría reconoce en rueda de
detenidos al recurrente, reconocimiento que se documenta con la apostilla de “inequívoca”;
antes de terminar el mes, en comparecencia hecha ante el Juzgado manifiesta expresamente que
en Comisaría reconoció a quienes le atracaron. Finalmente, en la celebración del juicio oral,
celebrado nada menos que en 4 de abril de 1984, seis años después de ocurridos los hechos,

13
STS núm. 1206, de 08 de septiembre de 1999.

11
vuelve a insistir que reconoció al procesado en fechas próximas a la que fue atracado y que en el
momento de enjuiciarse no puede asegurar si el acusado era uno de ellos, ya que ha transcurrido
mucho tiempo, pero en su momento (manifiesta en el plenario) los reconoció sin ninguna duda.

b) En sede judicial
Acabamos de señalar que el reconocimiento en rueda es propio de la instrucción
sumarial.
Respecto al plenario, esta diligencia es prueba inidónea y atípica, pero
inidoneidad y atipicidad no equivalen a prohibición, máxime si se estima correcto y
procesalmente admisible que el testigo, en el propio juicio oral, identifique al acusado
como autor material del delito14.

3.2. Tiempo15
El Tribunal Supremo ha reiterado que la diligencia de reconocimiento en rueda
es, en general, más apropiada para la fase de investigación.

La prueba de reconocimiento en rueda es propia del período de instrucción sumarial y en él es


donde está regulada por la Ley de Enjuiciamiento Criminal (artículos 369 y ss.). Para el juicio
oral no es adecuada. Su utilidad ocho años después de los hechos era más que dudosa, y no había
motivo de eficacia probatoria para su repetición… STS de 18 de mayo de 1990 (RJA
1990/4184); se pueden ver además, entre otras, las siguientes SSTS: de 7 de diciembre de 1984
(RJA 1984/6249); de 21 de abril de 1986 (RJA 1986/2081); la de 20 de junio de 1986 (RJA
1986/3182) y de 4 de octubre de 1986 (RJA 1986/5479).

Es razonable pensar, sostiene el Tribunal Constitucional, que por la inmediatez


con los hechos que el reconocimiento en rueda requiere se trata de una actividad que,

14
STS núm. 1206, de 08 de septiembre de 1999.
15
Comentan DIGES JUNCO y MIRA SOLVES (“La identificación de personas por parte de testigos y
víctimas: medidas de imparcialidad”, en Justicia, 1988, vol. II, pág 662) el siguiente caso: Tras un debate
sobre un libro de G. Tarde, se simuló un altercado entre dos personas del público, una de las cuales, en
medio de la discusión, disparó con un revólver sobre la otra. En esta situación casi excepcional en cuanto
a las buenas condiciones de luminosidad y visibilidad, y preparación técnica y cultural de los testigos
(para los cuales el suceso había sido real), los resultados sobre el testimonio fueron impresionantes. Para
observar el efecto que pudiera tener el tiempo transcurrido entre el suceso y el momento en que se
prestaba declaración, se dividió a los testigos presenciales en cuatro grupos: el primero declaró el mismo
día, el segundo grupo lo hizo seis días después, el tercero una semana más tarde, y el cuarto grupo, cinco
semanas después. El curioso porcentaje de errores que cometió cada grupo en su relato de los hechos es el
siguiente: el grupo que testificó el primer día cometió un 9,7% de errores, el que lo hizo seis días después,
un 8,2%, el de una semana más tarde un 11% y el que lo realizó cinco semanas más tarde, curiosamente,
tan sólo un 7% de errores.

12
debido a la publicidad del juicio y a su dilatado distanciamiento temporal de los hechos,
presenta dificultades de realización en el acto del juicio oral por su misma naturaleza16.
Sin embargo, la identificación en fase de juicio oral es, aunque atípica,
admisible. De hecho hay ocasiones en las que planteándose posibles irregularidades en
el reconocimiento en rueda, la prueba definitiva del reconocimiento del sujeto en
cuestión se produce en el propio juicio oral, siendo en este caso un reconocimiento
testifical “in situ”17.

La STS núm. 364, de 4 de marzo de 1999 contiene el relato de cómo la testigo-víctima de un


delito de robo con intimidación que primero identifica al delincuente mediante reconocimiento
fotográfico y rueda de reconocimiento, en el juicio oral vuelve a reconocerle añadiendo “aunque
el acusado no llevaba bigote ni barba” en alusión al bigote que en el juicio oral lucía el acusado
presente, quien, a preguntas de la Sala declaró que “antes no tenía bigote”. Además la testigo
precisó al Tribunal que al autor del hecho “le faltaba un diente o una muela y era un poco
bizco”, lo que fue confirmado en el momento por la propia Sala tras acordar de oficio “examinar
al acusado de cerca... observando que le falta un diente, tiene los ojos notoriamente
descentrados...”.

3.3. Forma
Antes de hacer referencia a la Ley de Enjuiciamiento Criminal y a la
Jurisprudencia vamos a traer hasta estas páginas un interesantísimo artículo de dos
profesores de psicología, DIGES JUNCO y MIRA SOLVES18 acerca de la
identificación de personas por parte de testigos y víctimas y las medidas de
imparcialidad. A estas medidas queremos referirnos especialmente. Para estos autores,
resulta interesante, no sólo para la psicología, sino también para los especialistas de
derecho procesal, dedicar atención a un grave problema de la identificación de un
sospechoso en una rueda por parte de un testigo o de un testigo-víctima: el problema de
la imparcialidad en la composición de la rueda.
Estas son las recomendaciones que los autores nos ofrecen para obtener mayor
imparcialidad:
1) Admitir en los juicios sólo las declaraciones dadas a la policía espontáneamente en la
primera fase de la investigación, y no las que realice el testigo después de ver al acusado
en la comisaría, de contemplar fotografías suyas o de oír la declaración de algún otro
testigo.

16
STC núm. 10 de 16 de enero de 1992.
17
STS núm. 1488 de 26 de noviembre de 1998.
18
Cit., p. 674 y ss.

13
2) Permitir que durante todo el proceso el abogado defensor esté presente para evitar
cualquier actitud parcial hacia un sospechoso.
3) Que las personas que componen la rueda (entre 5 y 9)19 tengan el mayor parecido
posible con el sospechoso, tanto respecto a su edad como a la vestimenta y otras
características sociales, como posición social, por ejemplo.
4) Cualquier anomalía físonómica del sospechoso (gafas, parche en un ojo, barba,
cicatrices) debe estar también en los otros componentes de la rueda. En este sentido, las
precauciones de algunos tribunales para que la ropa del acusado se guarde en previsión
de futuras identificaciones no es asumida por la totalidad de los investigadores que, por
el contrario, opinan que tal medida puede predisponer la actuación de los testigos.
5) Que sea un único testigo cada vez el que proceda a identificar al sospechoso, y que
sus conclusiones se reserven para no ser oídas por ningún otro testigo, así como que el
testigo declare no conocer de antemano a ninguno de los componentes de la rueda.
6) Que las instrucciones más eficaces a los testigos en este caso es decirles que
posiblemente la persona sospechosa no esté en la rueda, que sean cautos y sólo señalen
a alguien cuando estén muy seguros. Sin embargo, en determinados países, para que la
investigación policial prosiga se permite que el testigo señale a alguien que se asemeje
mucho al agresor.
7) Que la acusación no pueda ser firme basándose únicamente en que un testigo o un
testigo-víctima haya reconocido en una rueda al agresor; que se precisen, cuando
menos, dos testigos.
8) Que la rueda se lleve a cabo, como ocurre en Suecia, en una habitación por la que
deambulan los componentes, hablando entre ellos y moviéndose con entera libertad, lo
que permite al testigo fijarse en las maneras y formas espontáneas de actuar de esos
componentes y le facilita su tarea. Con todo, no hay acuerdo en cuanto a permitir que el
testigo oiga hablar a los componentes de la rueda; mientras para unos la precaución a
tomar consiste en que todos hablen, para otros la rueda es un procedimiento de
identificación sólo a partir de la semejanza física percibida visualmente.
9) Como medida adicional en Suecia, se simulan en la rueda las mismas condiciones de
iluminación, distancia, etc., procurando crear un ambiente similar al del suceso. En esta
última línea son de interés las opiniones de quienes ven en el vídeo un procedimiento
para sustituir el tradicional paseo de las ruedas.

19
Ese número es una propuesta de los autores.

14
Por último, recogen los autores los factores a tener en cuenta a la hora de
determinar si la identificación de un sospechoso por parte de un testigo o un testigo-
víctima es fiable, señalados todos ellos por la Corte Suprema de Estados Unidos. Los
factores son éstos: 1) La probabilidad de que el testigo haya visto al agresor; 2) El grado
de atención que pondría el testigo; 3) Su exactitud al hacer la primera descripción del
agresor; 4) El nivel de certeza demostrado por el testigo en los interrogatorios; y 5) El
intervalo de tiempo transcurrido entre el suceso y el interrogatorio presente.

Hay una sentencia, la número 132, de 30 de marzo de 2001, del Juzgado de lo


Penal nº 1 de Sevilla, Ponente: D. Rafael Tirado Márquez que aplica
estupendamente este estudio en su resolución. Voy a reproducir lo que
considero más relevante de la mencionada sentencia porque, en mi opinión, no
todos los días encontramos una sentencia tan completa en todos los sentidos.
Los hechos son constitutivos de un delito de robo con violencia y falta de
lesiones y la víctima realiza las siguientes declaraciones:
1º) Al interponer la denuncia, en el mismo día en que ocurren los hechos, el 22
de noviembre de 2000, la víctima asegura: Que los autores del hecho iban con
las cabezas tapadas con pasamontañas; que aunque no les vio la cara parecían
tener unos veintitantos años de edad; que el que portaba el cuchillo medía un
metro ochenta de estatura, moreno y llevaba un pasamontañas de color gris
oscuro, un anorak de color azul claro con dos franjas en blanco, y que el otro era
más bajo, con un anorak de color azul y el pasamontañas del mismo color que el
anterior; que no podría reconocer a estas personas ya que nunca les vio la cara.
2º) En el atestado policial se señala que se le mostraron fotografías a la víctima
y reconoció con probabilidad alta a D.C.G. como uno de los individuos, el que
llevaba la escopeta.
3º) En el acta de reconocimiento fotográfico de fecha 05-12-2000 que consta en
el atestado la víctima reconoce, entre una serie de fotografías, la que
corresponde a D.C.G., sin bien es reconocida “en un 70% aproximadamente”.
4º) En el reconocimiento en rueda realizado en sede policial, el día 11 de
diciembre de 2000, formada únicamente por cuatro personas, de las que al
menos una parece ser árabe, la víctima manifiesta que reconoce “con toda
claridad” al acusado D.C.G. Este reconocimiento es ratificado en su declaración
en el Juzgado de Instrucción núm. 13 de Sevilla, de fecha 15 de diciembre de
2000.
5º) En el reconocimiento en rueda efectuado en sede judicial el día 15 de
diciembre de 2000 formada la diligencia por cinco personas (la primera se
realiza con los que la forman “en cuclillas” y la segunda con todos situados de
pie) se reconoce igualmente al acusado.
Sin embargo, esta rueda fue impugnada por el Letrado de la defensa con base a
que tres de las cuatro personas tenían bigote y el cuarto bigote y perilla, siendo
el único que no tenía ni barba ni bigote el acusado.
6º) En el acto del juicio oral ha declarado que quien portaba la escopeta “llevaba
un casco tapándole la cara hasta debajo de la nariz…” y “que los ojos del
primero no se le olvidarán”. Aclara más tarde que los dos llevaban
pasamontañas y cuando se le pregunta si reconoce al acusado, manifiesta que sí,
que lo reconoce por los ojos y la estatura, no por otro dato físico.

15
Pues bien, resulta que las fotografías que le exhibe la policía son, unas
de carné y otras más grandes entre las que se incluyen algunas fotografías
hechas por los agentes en las que el acusado aparece posando con una moto.
Estas fotos, fueron utilizadas para el reconocimiento fotográfico.

Está claro que de acuerdo con la jurisprudencia del Tribunal Supremo,


el reconocimiento por fotografías es perfectamente válido como medio policial
de investigación, siempre y cuando se exhiba una pluralidad de fotografías para
garantizar la fiabilidad del reconocimiento (en este trabajo, más adelante,
haremos mención más detallada al reconocimiento fotográfico).

Tras estas consideraciones, el órgano judicial concluye lo siguiente:


1º) Sorprendentemente, la víctima recorre en sentido inverso, a lo que
lógicamente debería haber sucedido por el transcurso del tiempo, el normal
reconocimiento del autor de unos hechos delictivos, ya que pasa de admitir que
no lo reconocería, a reconocerlo en un 70%, aproximadamente, y finalmente
“con toda claridad”.
Tanto el reconocimiento fotográfico, como la diligencia de
reconocimiento en rueda, están viciados, por las siguientes razones:
a) A la víctima se le exhiben fotografías tomadas al acusado, sin advertirle que
luego serán utilizadas en las diligencias policiales, en una moto, realizadas “ex
professo” y, por tanto, pudieron dirigir a la testigo, subconscientemente, hacia
esta persona. Piénsese que la víctima en su declaración en fase de instrucción, al
explicar las fotografías que se le mostraron, manifiesta que “las primeras fueron
fotocopias de carné, y fue cuando le reconoció”, aunque también le mostraron
fotografías en formato normalizado (de las que habla el acusado como las que le
realizó la policía). No sabemos si aquellas fotocopias fueron en color o en
blanco y negro, pero en este último supuesto llama la atención que pudiera
reconocerlo “por los ojos”, como dice en el plenario (se aclara que el acusado
tiene los ojos azules).
b) El reconocimiento en rueda que tuvo lugar en sede policial se realiza con solo
cuatro personas, una de ellas, posiblemente, de raza árabe20, por lo que tanto el
sesgo de probabilidad, antes descrito, como la probabilidad de señalar al
acusado o al cebo pasa de 0,25 a 0,33. Más manifiesto es el reconocimiento en
rueda en sede judicial, donde cuatro de los cinco que forman la rueda tienen o
bigote, o bigote y perilla, siendo e único que no los tiene el acusado, y uno de
ellos es veinte centímetros más alto que el acusado.

2º) El dato más relevante es que la perjudicada señala que reconoce al autor por
los ojos y la estatura, datos estos que pueden coincidir con un gran número de
personas, sin que se aporten más datos físicos, siendo difícil asumir una
identificación por tal único dato, sin que exista peculiaridad alguna relevante
respecto del mismo que pudiera diferenciarlo de otras personas. Se señala por la
citada, unas veces que llevaba casco y otras que pasamontañas, o ambos
elementos (en el acto del juicio), sin que coincida el pasamontañas hallado en el
domicilio del acusado (de color negro) con el que describió inicialmente aquélla
al interponer la denuncia (color gris oscuro). Por otra parte, según la descripción
situacional realizada a lo largo de la causa, quien portaba la escopeta se queda
detrás, siendo el que portaba la navaja quien intimida directamente a la víctima
y le requiere para que le entregue el dinero, quitándole las joyas, no entablando
ningún diálogo con el primero, que es a quien reconoce, sin embargo, la citada
víctima, siendo la persona que menor contacto tuvo con ella.

20
Véase lo que manifiesta el Tribunal Supremo respecto a la raza, precisamente árabe y que recogemos
en IV.1.1.2.b).

16
Por otra parte, el acusado niega rotundamente que él fuera el autor de los hechos
imputados.
Con estos antecedentes se adopta una resolución fundada en el principio
de in dubio pro reo; éste opera, dice el juzgador, recogiendo la jurisprudencia
de la Sala Segunda del Tribunal Supremo, en aquellos supuestos en los que el
Tribunal no puede llegar a una convicción firme sobre lo probado,
resolviéndose aquella situación de incertidumbre, vacilación y duda a favor del
reo o acusado y ofreciendo, en suma, un valor instrumental en orden a la
resolución de conflictos en los que se carece de soporte de una prueba de cargo
idónea para poder sentar criterios de certeza sobre la participación responsable
del señalado como autor de un hecho delictivo.
Finaliza la sentencia con el fallo absolutorio del acusado.

En nuestra Ley de Enjuiciamiento Criminal, los arts. 369 y 370 (párrafo primero)
contienen la forma de practicar esta diligencia.
Según estos artículos, la diligencia se practicará poniendo a la vista del que
hubiere de reconocer al presunto partícipe del hecho delictivo a la persona que vaya a
ser reconocida, haciéndola comparecer en unión con otras de circunstancias exteriores
semejantes. Respecto al número de personas que componen las ruedas de
reconocimiento, el art. 369 no establece un número determinado (véase el ATS de
inadmisión núm 2045, de 14 de enero de 2000).
A presencia de todas ellas, o desde un punto en que no pueda ser visto, según al
Juez pareciere más conveniente, el que deba practicar el reconocimiento manifestará si
se encuentra en la rueda o grupo la persona a quien hubiese hecho referencia en sus
declaraciones, designándola, en caso afirmativo, clara y determinadamente21.
En la diligencia que se extienda se deben hacer constar todas las circunstancias
del acto, así como los nombres de todos los que hubiesen formado la rueda o grupo.

Dispone asimismo el art. 374 de la LECrim. que el Juez hará constar, con la
minuciosidad posible, las señas personales del procesado, a fin de que la diligencia

21
Mencionan DIGES JUNCO y MIRA SOLVES, cit., p. 667, un estudio sobre agresiones en el que
resalta que el recuerdo que la víctima tiene de su agresor, de su fisonomía, se basa normalmente en una
impresión general y no en un recuerdo discreto de los rasgos de la persona y, por otra parte, que la
percepción de los rasgos físicos del agresor dependería de diferentes variables, como el tipo de delito
cometido, la hora del día en que ocurra, el daño producido a la víctima, la raza y sexo de agresor y
víctima, y otras características sociales de la propia víctima.
También han estudiado estos autores, cit., p. 671, la posibilidad de que el testigo, o el testigo-
víctima, de una agresión por ejemplo, identifique erróneamente como agresor a una persona, basándose
en el supuesto equivocado de que la familiaridad que le produce su cara se relaciona con la agresión,
cuando esa familiaridad puede ser resultado de algún encuentro previo en el mismo o diferente lugar de la
agresión. Este fenómeno que se denomina “transferencia inconsciente”, es de especial importancia a la
hora de reconocer a un sospechoso en una rueda, y ha sido investigado por diversos autores, que
consideran que la explicación del fenómeno obedece a la naturaleza integradora y maleable de la memoria
humana.

17
pueda servir de prueba de su identidad. Está claro que en caso de una diligencia en
rueda en sede judicial, la diligencia que se levante se firmará por el Juez, el abogado
defensor y el compareciente.

Por lo que se refiere a la asistencia del abogado, atendiendo al art. 520.2 c) de la


LECrim, su presencia sería una exigencia legal. Para diversos autores22 es precisamente
la asistencia del letrado en la diligencia de identificación la que confiere a la misma
carácter contradictorio. El abogado que asiste al imputado en el reconocimiento en
rueda puede intervenir en su defensa y, en el mismo acto, someter al testigo que le
identificó a las preguntas que sean pertinentes; también puede solicitar que se haga
constar en el acta cualquier incidencia o circunstancia que se considere irregular.

A pesar de la importancia que parece conceder la Ley a la presencia del letrado


en esta diligencia, la jurisprudencia viene sosteniendo que las infracciones del derecho a
contar con asistencia de letrado sólo determinan la nulidad del proceso o la invalidez de
una prueba concreta cuando es manifiesto que el procesado hubiera podido desvirtuar el
resultado de la prueba de haber contado con la presencia de su abogado (STS núm. 912
de 25 de septiembre de 1995).

Respecto a la firma del Secretario, la Jurisprudencia del TS considera esencial la


presencia del Secretario, no la existencia de la firma; si no apareciera dicha firma, se
considerará una mera omisión material si en el encabezamiento de la diligencia consta
su comparecencia y por lo tanto no se podría pretender, como ocurre en ocasiones, la
vulneración del derecho a un proceso con todas las garantías (ATS núm. 3278, de 28 de
diciembre de 1999).

Aunque ya hemos hecho referencia a esta cuestión, recordemos que si se diera el


caso de que son varios los que han de ser reconocidos por una persona, podrá hacerse el
reconocimiento de todos en un solo acto. Y si son varios los que han de reconocer a una
persona, el art. 370 de la LECrim dispone que la diligencia se practique de forma

22
En la obra dirigida por MORENO CATENA, Víctor, El proceso penal: doctrina, jurisprudencia y
formularios, Vol. II, con COQUILLAT VICENTE, Ángela; DE DIEGO DÍEZ, Alfredo; JUANES
PECES, Ángel y DE LLERA SUÁREZ BÁRCENA, Emilio; edición a cargo de FLORES PRADA,
Ignacio; ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 2000, p. 1041.

18
separada por cada uno de ellos y sin que puedan comunicarse entre sí hasta que se haya
efectuado el último reconocimiento.

Respecto a la posibilidad de repetir la diligencia de reconocimiento en rueda, sin


perjuicio de reconocer que dicha repetición puede afectar a las condiciones subjetivas
del testigo (porque ya ha visto al sospechoso en la primera rueda) y su reproducción
puede quedar contaminada por la primera visualización, no puede afirmarse siempre y
en todo caso que ello sea así, por lo que habrá de estarse a las circunstancias de cada
caso23.

V. Valor probatorio

1) En primer lugar nos referiremos a la validez del reconocimiento en rueda


cuando previamente se ha efectuado reconocimiento fotográfico. En múltiples
ocasiones, el reconocimiento en rueda va precedido de un reconocimiento del presunto
culpable en las fotografías que le son mostradas al testigo de la infracción penal cuando
se están practicando las diligencias policiales de investigación24.
La Sala Segunda del Tribunal Supremo sostiene que este reconocimiento en sede
policial no pasa de ser una técnica de investigación, tan habitual como elemental, de
imprescindible empleo en todos los casos en que se desconoce la identidad del autor del
hecho punible y que esa Sala ha autorizado como medio legítimo de iniciar esa
identificación, siempre que no se haya partido de una sola fotografía (SSTS núm. 1695,
de 10 de julio de 1992; núm. 64, de 23 de enero de 1995 y núm. 340, de 07 de marzo de
1997, entre otras).

Por ejemplo, la STC núm. 323, de 8 de noviembre de 1993 en su Fundamento Jurídico tercero
explica cómo la policía mostró la fotografía de un presunto delincuente a una víctima del mismo
para averiguar si le reconocía, y ello aunque en el atestado policial se afirmaba que le mostraron
varias fotografías, como declaró el testigo en el juicio.

“Con relación al valor probatorio de la diligencia de reconocimiento en rueda


tras el reconocimiento fotográfico”, dice el Tribunal Supremo25 “la validez de ese

23
STS núm. 2049, de 8 de septiembre de 1999.
24
En algunos casos también son diligencias judiciales de investigación (véase por ej. la que cita la STC
205/1996, de 26 de octubre).
25
Véase STS núm. 442, de 23 de marzo de 1999.

19
reconocimiento como prueba de cargo no queda desvirtuada por el hecho de que, como
medio de investigación y al comienzo de las actuaciones, los agentes policiales hayan
mostrado a la denunciante diversos álbumes fotográficos a fin de concretar los posibles
sospechosos” (SSTS núm. 1121, de 28 de septiembre de 1998 y 1205, de 20 de octubre
de 1998). El Tribunal Supremo reitera que el reconocimiento practicado en el juicio por
un testigo presencial, sometido al correspondiente interrogatorio y debate contradictorio
y debidamente valorado por el Tribunal sentenciador con las ventajas y garantías que
proporciona la inmediación, constituye un medio de prueba válido (STS núm 835, de 08
de noviembre de 1996).
A propósito de este reconocimiento fotográfico realizado en sede policial, el TS
sostiene que mediante la exhibición de un álbum o serie de fotografías de delincuentes
conocidos por su modus operandi que puedan ser sospechosos de haber cometido el
delito perseguido, constituye una diligencia legítima de iniciación de la investigación
dirigiéndola contra la concreta persona reconocida por aquel medio o técnica
generalmente utilizada en la práctica de todas las policías de los distintos países,
diligencia cuyo valor es de naturaleza pre-procesal por lo que no constituye por sí sola
una prueba, aunque puede traerse al juicio por otros medios probatorios de los
procesalmente admisibles (tal como su comparecencia y ratificación en el plenario)26.

Puede darse el caso de que una persona sea identificada por fotografías y que
luego no resulte identificada en la posterior rueda de reconocimiento. En este caso habrá
que atender al resto de las pruebas obtenidas para determinar la persona del presunto
delincuente.

En la STS núm. 1519, de 22 de octubre de 1999 hallamos el supuesto de una víctima que efectúa
un reconocimiento fotográfico positivo mientras que no lo identifica en rueda de reconocimiento;
en este caso se cuenta con un testigo que vio perfectamente al agresor, lo reconoce ante la policía
cuando ésta le muestra diversos álbumes de fotos y además practica la rueda de reconocimiento
en sede judicial con todas las garantías legales. Posteriormente en el plenario, y por tanto
sometido a los principios que lo rigen, ratifica dicho reconocimiento. Pues bien, la Sala
sentenciadora valora tal reconocimiento y declaración en el plenario y funda en él su juicio de
certeza en el sentido que se aprecia en el fallo.

En la STS núm. 1857/1999, de 7 de marzo de 2000 (sic), RJA 2000/1120), la Sala no estima
probada la intervención del acusado en un robo, por entender que la declaración de M.A.G. en el
acto del juicio oral, en que reconoció como correspondientes al atraco las fotografías de los
folios…, no suponía identificación del imputado como el hombre que aparecía en las fotografías
apuntando con una aparente arma de fuego, ya que el testigo no había reconocido policialmente

26
ATS núm. 3278, de 28 de diciembre de 1999.

20
al acusado en la diligencia en rueda practicada y le había reconocido con dudas en sede judicial
más tarde. Entiende la Sala que las fotografías en que apenas se reconocen las facciones del
individuo que realiza el atraco, no pueden servir para la realizada por el Policía… en el acto del
juicio, por lo que no es creíble la identificación realizada por el Policía… en el acto del juicio,
reconociendo al imputado como el hombre con la pistola que refleja la fotografía.

2) Otro aspecto frecuentemente debatido en los Tribunales en el contexto de las


pruebas, es el de la determinación o rotundidad demostrada por el identificador en la
práctica de esta diligencia. Pues bien, la decisión de los Tribunales de conceder
credibilidad al testimonio del testigo a pesar de que la identificación no haya sido
expresada en términos absolutos, es propia de la valoración de las pruebas y se dan
casos como el de la S. de 14 de mayo de 1993 de la A.P. de Vizcaya, Sección Primera,
en que se produce la certidumbre de la identificación previa al juicio oral con base,
sobre todo, en la declaración prestada por los testigos posteriormente, en la vista oral
con inmediación, publicidad y contradicción; aquí, la no identificación categórica del
sujeto pasivo de la rueda por parte del testigo, lejos de debilitar el reconocimiento, le
puede dotar de credibilidad al dar una razonable explicación de ese porcentaje de
noventa (en la identificación) expresión que es un convencionalismo lingüístico muy
plástico pero que no se debe interpretar en clave puramente matemática, máxime si se
tiene en cuenta que se da una explicación del mismo por el tiempo transcurrido y los
innegables cambios morfológicos que toda persona puede tener si hay un dilatado
período de tiempo.

3) Otra cuestión distinta es el valor del reconocimiento en rueda practicado como


diligencia o actuación previa al juicio oral. Al respecto, nos recuerda el Tribunal
Constitucional27 que estas diligencias o actuaciones sumariales son actos de
investigación encaminados a la averiguación del delito e identificación del delincuente
que no constituyen en sí mismas pruebas de cargo, pues su finalidad específica no es la
fijación definitiva de los hechos para que éstos trasciendan a la resolución judicial, sino
la de preparar el juicio oral.

La doctrina de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, siguiendo las pautas


establecidas por el Tribunal Constitucional (véase la STC 148/1996, de 25 de
septiembre) ha consolidado el criterio de que el reconocimiento en el atestado policial,
con rueda o sin rueda, carece por sí mismo de validez como medio de prueba para

21
desvirtuar la presunción de inocencia si no acude el identificador al plenario para
declarar como testigo (SSTS núm. 815 de 22 de abril de 1994, núm. 1378 de 30 de junio
de 1994 y núm. 349 de 11 de marzo de 1998) porque ni siquiera el reconocimiento en
rueda, practicado por el Juez de Instrucción con todos los requisitos procesales previstos
en los artículos 368 y ss. de la LECrim, constituye prueba de cargo anticipada o
preconstituida sin más28.

Para el caso de que se trate de actos de instrucción constitutivos de prueba


sumarial anticipada y preconstituida, el TC señala que deben observarse estrictamente
los siguientes requisitos: a) Material: Que versen sobre hechos que, por su fugacidad, no
puedan ser reproducidos el día de la celebración del juicio oral; b) Subjetivo: Que sean
intervenidas por la única autoridad dotada de la suficiente independencia para generar
actos de prueba, como es el Juez de instrucción, sin perjuicio de que, por especiales
razones de urgencia, también esté habilitada la policía judicial para realizar
determinadas diligencias de constancia y recoger y custodiar los elementos del cuerpo
del delito; c) Objetivo: Que se garantice la contradicción, para lo cual, siempre que sea
factible, se le ha de permitir a la defensa la posibilidad de comparecer en la ejecución de
dicha prueba sumarial, a fin de que pueda interrogar al testigo; por último, d) Formal:
Que el régimen de ejecución de la prueba sumarial sea el mismo que el del juicio oral
(diferenciándose de este modo de los correlativos actos de investigación en los que las
preguntas de las partes han de formularse a través del Juez de instrucción), así como que
su objeto se introduzca en dicho juicio público mediante la lectura de documentos, la
cual ha de posibilitar someter su contenido a la confrontación de las demás
declaraciones de los intervinientes en el juicio oral29.

Sólo cuando las diligencias o actuaciones sumariales son de muy difícil o


imposible reproducción en el juicio oral, es posible traerlas al mismo como prueba
anticipada o preconstituida, puesto que, estando sujeto también el proceso penal al
principio de búsqueda de la verdad material, es preciso asegurar que no se pierden datos
de convicción.

27
STC 32/1995, de 6 de febrero de 1995.
28
STS núm. 364, de 4 de marzo de 1999.
29
Se puede leer, por todas, la STC 141/2001, de 18 de junio.

22
La prueba preconstituida o anticipada poseerá virtualidad, por tanto, para
destruir la presunción de inocencia siempre y cuando se hayan practicado con
observancia de las garantías establecidas en la Constitución y en el ordenamiento
procesal y hayan sido incorporadas al juicio oral mediante su lectura, de tal manera que
se permita a la defensa del acusado someterlas a contradicción, no bastando con la
utilización de simples fórmulas de estilo como “dar por reproducidas”30.

En casos como los de incomparecencia de los testigos en el acto del juicio oral, la decisión
judicial de no suspender la vista por este motivo y la circunstancia de dar por reproducida la
prueba documental, impide, para el TC, al solicitante de amparo ejercer su derecho a la defensa
contradictoria a través del oportuno interrogatorio de los testigos y genera una vulneración del
derecho a la presunción de inocencia si resulta ser condenado como autor de determinado delito
respecto del que no se ha practicado prueba de cargo alguna en el acto del juicio oral.

Practicada esta diligencia con las debidas garantías y en forma contradictoria con
la presencia del Letrado del acusado sometido a reconocimiento en rueda, tal
identificación puede valorarse como cierta si, comparecido en el juicio oral el
identificador, puede ser sometido a interrogatorio cruzado de las partes sobre tal punto,
para satisfacer el principio de contradicción o se aportan en otra forma válida, como
puede ser su lectura en el caso de imposibilidad cierta de comparecencia del testigo.
Comparecido el identificador en el acto del juicio oral y recibido su testimonio en forma
pública y contradictoria, las eventuales contradicciones del testimonio pueden ser
valoradas por el Tribunal contraponiendo dialécticamente las distintas versiones
encontradas y aceptando aquellos extremos del mismo que se consideren más
conveniente siempre que motive las razones de tal criterio31.

Insiste el Tribunal Constitucional en que la declaración testifical prestada en el


sumario por quienes intervinieron en la rueda de reconocimiento ha de ser ratificada en
el acto del juicio oral, por no constituir la declaración de los testigos una prueba
preconstituida de imposible reproducción en dicho acto (véanse SSTC 10/1992, de 16
de enero y 283/1994, de 24 de octubre).

Por otro lado, para el T.C. “la constancia en el sumario de haberse practicado
una identificación por una diligencia de reconocimiento en rueda, si bien constituye un
medio de prueba idóneo para precisar con exactitud la persona frente a la que se realizan

30
Véanse entre otras las SSTC: 10/1992, de 16 de enero y la 323/1993, de 8 de noviembre.

23
determinadas imputaciones, no es, sin embargo, suficiente para desvirtuar la presunción
de inocencia de que goza la persona identificada de este modo”, sino que, para que así
fuere, “será necesario que aparte de la identificación y determinación del inculpado, se
aporten medios de prueba que, referentes a los hechos y actividades que se le imputan,
se produzcan con las necesarias garantías de inmediación y contradicción en la vista
oral, pues el juicio lógicamente no versa sobre la identificación del inculpado como
objeto de la acusación sino sobre su culpabilidad o inocencia” (STC 148/1996, de 25 de
septiembre). El TC reitera que “no resulta viable la transformación de lo que es testifical
en documental, sin posibilidad de contradicción real o efectiva, sustrayendo, por otra
parte, a la Sala sentenciadora la inmediación de su práctica y, con ello, la posibilidad de
ejercer con plenitud la crítica del testimonio para su valoración en el acervo probatorio”
(STC 103/1995, de 3 de julio).

4) Respecto a la lectura en el juicio oral de la diligencia de reconocimiento


llevada a cabo en fase de instrucción, dice el art. 730 LECrim que “podrán leerse a
instancia de cualquiera de las partes las diligencias practicadas en el sumario que, por
causas independientes de la voluntad de aquéllas, no puedan ser reproducidas en el
juicio oral”.
El Tribunal Supremo considera que se hace uso correcto del mecanismo previsto
en el art. 730 LECrim en aquellos casos de imposibilidad de practicar la prueba en el
plenario, cuando se procede a la lectura de la diligencia de reconocimiento en rueda
(entre otras, STS núm. 393, de 15 de marzo de 1999).

Para el Tribunal Constitucional, y a propósito de la prueba testifical indirecta,


nunca puede llegar a desplazar o a sustituir totalmente a la prueba testifical directa,
salvo en el caso de prueba sumarial anticipada o de imposibilidad material de
comparecencia del testigo presencial a la llamada al juicio oral. Así, en la STC
217/1989, de 21 de diciembre, se dice que “cuando existan testigos presenciales el
órgano judicial debe oírlos directamente en vez de llamar a declarar a quienes oyeron de
ellos el relato de su experiencia; incluso, cuando los funcionarios de Policía tengan la
fundada sospecha de que los testigos presenciales puedan ausentarse al extranjero,
deben trasladarlos inmediatamente ante la autoridad judicial a fin de que, bajo la

31
STS núm.1352, de 11 de noviembre de 1998.

24
necesaria contradicción exigida por el art. 448 de la LECrim, sean interrogados los
testigos en calidad de prueba sumarial anticipada”. “Cuando las diligencias o
actuaciones sumariales son de imposible o muy difícil reproducción en el juicio oral, o
cuando por uno u otro motivo los testigos que han depuesto durante las diligencias de
instrucción no pueden comparecer en el acto de la vista, si tales declaraciones figuran en
autos vertidas con las debidas garantías es lícito traerlas al mismo como prueba
anticipada o preconstituida, en tanto que prueba documentada, siempre y cuando se
haya posibilitado el ejercicio del principio de contradicción en los términos señalados
por el art. 730 LECrim, esto es, solicitando la lectura en el juicio oral. No admitir la
prueba practicada con las debidas garantías supondría hacer depender el ejercicio del ius
puniendi, que pertenece al Estado, del azar o de la malquerencia de las partes, pudiendo
dejarse sin efecto lo ya actuado sumarialmente. Un sistema que pondere adecuadamente
tanto la necesidad social de protección de bienes jurídicos esenciales, como el haz de
garantías frente a posibles abusos de los ciudadanos, con independencia de su posición,
ha de estar en condiciones de hacer valer la seriedad de lo actuado por los órganos
encargados de la represión penal, siempre que lo actuado lo haya sido con pleno respeto
a aquellas garantías. Ahora bien, de lo expuesto se desprende claramente que las
declaraciones testificales hechas con anterioridad al juicio oral han de haberse
conseguido con escrupuloso respeto a aquellas normas procesales y garantías
constitucionales consiguientes” (SSTC 107/1985 de 7 de octubre, 181/1989 de 3 de
noviembre y 41/1991 de 25 de febrero).

Puede, perfectamente, ser introducida en el juicio oral, por la vía del artículo 730
de la LECrim y con la valoración de prueba preconstituida, la lectura de los folios
correspondientes a las declaraciones prestadas por la víctima respecto al reconocimiento
realizado ante la policía y con presencia de Letrado durante la instrucción sumarial una
vez que no pudo ser citada al juicio oral esta víctima debido a su fallecimiento.

La STS núm. 1096, de 16 de enero de 1997, considera acreditada la participación del


acusado por las claras y terminantes declaraciones sumariales e identificación efectuada por la
víctima en el reconocimiento en rueda practicado en presencia de Letrado durante la instrucción
sumarial, introducidas unas y otro en el debate propio del juicio oral mediante su lectura
conforme al artículo 730 de la LECrim, dado que aquélla no pudo ser citada a dicho acto ni,
consiguientemente, comparecer a los efectos interesados por las partes, constando en el rollo de
la Audiencia que la víctima falleció por derrame cerebral; la propia Sala acordó notificar a las
partes dicho fallecimiento, sin que se hiciese observación o formulase alegación alguna al
respecto. El Ministerio Fiscal solicitó y así se efectuó, la lectura de los folios correspondientes a
las declaraciones prestadas por la testigo, con ratificación del reconocimiento hecho ante la

25
Policía. Todo ello introducido en el juicio oral por la vía del art. 730 de la LECrim, con la
valoración merecida de prueba preconstituida, representa aquella prueba mínima de cargo capaz
de desvirtuar la presunción de inocencia.

Incluso el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, en Sentencia de 19 de


febrero de 1991 (caso Isgr) no consideró violación del Convenio el hecho de que sean
tenidas en cuenta unas declaraciones sumariales cuando el testigo se encuentra
ilocalizable pese a las gestiones realizadas en su busca. El Tribunal tuvo en cuenta que
dichas declaraciones habían sido realizadas ante un Magistrado cuya imparcialidad no
había sido puesta en duda, así como que junto a tales declaraciones existían otros
testimonios diferentes.
Podemos examinar un caso en que se condena a dos personas como autoras de robo con
intimidación. Las víctimas fueron dos personas de nacionalidad inglesa. En el recurso que se
presenta en casación por uno de los acusados se alega que no existe prueba de cargo suficiente
que acredite que el recurrente hubiera cometido el delito de que se le acusa y en concreto se
afirma que los Policías que prestaron declaración en el acto del juicio oral eran testigos de
referencia y no habían presenciado la comisión de hecho delictivo alguno y respecto al
reconocimiento efectuado por las víctimas se dice que no fue ratificado en el acto del juicio oral
ya que no fueron citados como testigos por el Ministerio Fiscal. Pues bien, independientemente
de que los dos policías municipales que depusieron testimonio en el acto del juicio oral
manifestaron haber presenciado directamente cómo los dos súbditos ingleses reconocieron en la
calle a los acusados como los autores de los hechos, lo cierto es que las declaraciones prestadas
por los mismos perjudicados y el reconocimiento en rueda practicado se revistieron de las
garantías que exige la ley para otorgarles la consideración de pruebas preconstitutidas, y así
expresamente se consignó en las propias declaraciones ante la necesidad de marcharse al país de
su residencia, declaraciones e identificación de sus agresores que realizaron a presencia judicial y
con asistencia del Letrado de los acusados quien puedo interrogarles sobre todos aquellos
extremos que consideró conveniente. Por lo tanto, en este caso concurren cuantos presupuestos y
garantías requiere la doctrina jurisprudencial para otorgar validez probatoria a las declaraciones
de las víctimas quienes reconocieron, sin género de duda, a los acusados como las personas que
les conminaron para que les entregaran el dinero que portaban; en el juicio oral se procedió a la
lectura que autoriza el artículo 730 de la LECrim, lo que ha permitido la incorporación y
confrontación en el acto del juicio oral de las declaraciones y reconocimientos efectuados,
pasando a formar parte del material probatorio y constituyéndose elemento válido y legítimo de
prueba de cargo que contrarresta el derecho de presunción de inocencia (STS núm. 139, de 31 de
enero de 2000).

5) En ocasiones se pide la “nulidad de actuaciones por nulidad de las pruebas


practicadas”. El Tribunal Supremo declara que para establecer la nulidad de los actos
judiciales se requiere, según el art. 238 de la LOPJ, que se prescinda total y
absolutamente de las normas esenciales del procedimiento o se actúe con infracción de
los principios de audiencia, asistencia y defensa y que efectivamente se haya producido
indefensión. La doctrina jurisprudencial tiene repetidamente declarado que la nulidad ha
de ser admitida con criterios restrictivos y que, conforme a lo que establece el art. 242
de la LOPJ, se ha de aplicar el principio de conservación de actuaciones que ese artículo
establece y que se complementa con la posibilidad de subsanación de los requisitos

26
legalmente exigidos recogidos en el art. 243 de la misma ley (SSTS de 12 de abril de
1989, RJA 1989/3177 o la núm. 184 de 28 de enero de 1993, entre otras). Por lo tanto,
no se estimará cualquier forma de nulidad pretendida sino aquélla que efectivamente
contravenga sin posibilidad de subsanación lo previsto en ese art. 238 de la LOPJ.

No se observa que se prescinda en absoluto de las normas del procedimiento ni que el recurrente
en ningún momento haya encontrado impedimentos para ser oído, ni que careciera de asistencia
ni de defensa. Antes bien, ya al ser detenido en Burgos en julio de 1994 fue en sus primeras
manifestaciones ante el juez asistido de letrado, lo mismo que, después, en todas las diligencias
de reconocimiento en rueda de que fue objeto lo fue por letrado de su elección, tras intentarse
una diligencia de reconocimiento con asistencia de abogado de oficio a la que se negó el acusado
si no era asistido por el letrado que en aquel momento designó, quien también firmó el escrito de
defensa y le asistió en las sesiones del juicio, en el que fue reconocido por testigos como la
persona que intervino en los hechos y que, precedentemente, tres de ellos ya le habían
reconocido en las diligencias de reconocimiento en rueda, afirmando entonces la dificultad de
reconocerle porque llevaba barba y no en el momento de los hechos. Por todo ello, se observa
que no procedía la nulidad porque las pruebas válidas y lícitamente practicadas en el juicio son
suficientes para destruir la presunción de inocencia del recurrente (STS núm. 645, de 12 de mayo
de 1997).

6) Como conclusión, la STS núm.1276, de 20 de septiembre de 1999, resume


con bastante claridad la valoración de la prueba de reconocimiento en rueda. Dice esa
Sentencia que cuando se trata de acreditar la participación del acusado en el hecho
delictivo mediante la práctica de la diligencia de reconocimiento en rueda que regulan
los arts. 368 y ss. LECrim, la prueba sobre tal cuestión no la constituye esa diligencia,
sino el testimonio del identificador en el plenario ante el Tribunal juzgador. Es harto
sabido, o debería serlo, que la presunción de inocencia, únicamente puede ser enervada
por prueba de cargo auténtica y genuina y que sólo ostentará condición de tal la que,
salvo en los casos de prueba anticipada o preconstituida, se practica en el juicio oral en
condiciones de inmediación, contradicción, oralidad y publicidad. Por ello mismo, la
diligencia de reconocimiento en rueda, aun cuando se practique a presencia del Juez de
Instrucción, del Secretario y del Letrado de la defensa, no pasa de ser una diligencia
sumarial, pero para que la identificación efectuada en la misma adquiera la condición de
prueba de cargo es necesario que, comparecido a juicio oral el reconociente y a
presencia del Tribunal, pueda ser sometido al interrogatorio de las partes sobre dicha
identificación, incumbiendo entonces al Tribunal sentenciador la valoración de la
fiabilidad y verosimilitud de estos testimonios y sin que el resultado de dicho análisis
valorativo efectuado por el juzgador pueda en modo alguno ser cuestionado por las
partes ni por este Tribunal de casación al tratarse de una función de privativa

27
competencia de aquél en el ejercicio de su soberanía en la valoración de las pruebas que
le otorga el art. 741 de la LECrim.

VI. Resumen
En este trabajo se revisa jurisprudencialmente la diligencia de reconocimiento en
rueda. Se han estudiado de modo especial el concepto, el fundamento, su naturaleza
sumarial y judicial, los requisitos subjetivos, objetivos y de la actividad que deben darse
en esta diligencia y, por último, el valor probatorio de la misma.

Palabras clave: rueda, reconocimiento, prueba, jurisprudencia.

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