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-Dualismo epistemológico.

Platón distingue dos niveles o grados de saber; uno más claro, el conocimiento
propiamente dicho, o conocimiento científico (la episteme), y otro más oscuro, la
opinión (doxa). Podemos decir, por tanto, que defiende un dualismo epistemológico.

Platón acepta de su maestro Sócrates que el conocimiento propiamente dicho (la


episteme) ha de ser infalible, universal y objetivo. Además el conocimiento ha de
tener por objeto lo auténticamente real (“lo que es”), y para Platón lo auténticamente
real es lo que no cambia, lo que permanece estable y siempre idéntico a sí mismo.
De todo esto se sigue que el conocimiento de las cosas sensibles no es posible,
pues éstas no son ni permanentes ni estables, ​ya que se se encuentran, como dijo
Heráclito, en permanente devenir, de modo que cuando creyéramos haberlas
conocido, para entonces ya habrían cambiado. De las cosas sensibles no puede
decirse propiamente que ​son verdaderamente, sino que están siempre llegando a
ser (devienen). ​Por eso​, de ellas tan sólo cabe simple opinión (doxa). En coherencia
con este punto de vista, Platón considerará que las investigaciones de los filósofos
de la naturaleza (Tales, los atomistas, etc.), son en cierto sentido inútiles, pues no
pueden ofrecernos conocimiento, sino sólo opinión, pues se centran en el estudio
del cambiante mundo físico. Finalmente, Platón acepta de Parménides la oposición
entre el saber engañosos que nos ofrecen los sentidos, y el conocimiento verdadero
que nos ofrece la razón, sirviéndose así como base para postular, posteriormente, la
distinción que hace entre conocimiento científico y opinión.

La opinión es para Platón un nivel inferior al conocimiento (la episteme), que tiene
por objeto el mundo de las cosas sensibles, lo cambiante, lo aparente, lo que
deviene, y no lo que verdaderamente es. La opinión es así un conocimiento
superficial, aparente, poco fiable, relativo, vinculado a los sentidos y a las
apariencias y, como su objeto, es cambiante e inestable. No obstante, para Platón
no es todo saber es simple opinión.

Más allá de las realidades sensibles, Platón afirma la existencia de una clase de
objetos inmutables, permanentes, inmateriales, eternos, no accesibles a los
sentidos, pero sí a la inteligencia. Platón denomina a estas realidades “Ideas”. Al ser
permanentes y estables, es posible alcanzar sobre ellas un conocimiento objetivo,
universal e infalible que es el conocimiento científico o la episteme. Este es el nivel
superior del conocimiento; el saber acerca de la realidad inteligible. Es claro,
verdadero, objetivo y no relativo y su fuente es la inteligencia, no los sentidos. Para
Platón la episteme es el auténtico saber acerca de lo real y para alcanzarlo hay que
dirigir nuestra alma hacia la esfera de lo inmaterial y lo abstracto, es decir, hacia la
contemplación de la ideas eternas, apartándonos de los sentidos engañosos y de
las cosas cambiantes del mundo sensible.
En el mito de la caverna el paso de la oscura caverna a la claridad del mundo
exterior representa de forma simbólica el paso de la opinión al conocimiento, del
mundo de lo opinable en el que viven la mayor parte de los hombres, al mundo del
conocimiento, al que debe acceder el filósofo. Y en el pasaje de la línea, Platón
distingue a su vez dos niveles de opinión y dos niveles de conocimiento. Así, dentro
de la opinión distingue entre imaginación (imágenes), y creencia, que corresponde a
los seres naturales y cosas artificiales. Por su parte, dentro del conocimiento
distingue entre pensamiento o dianoia, ​que corresponde a las Ideas matemáticas y
al conocimiento de la ciencia matemática, y la inteligencia, que corresponde al resto
de las Ideas y a su conocimiento: la dialéctica (o filosofía). Por tanto, cada uno de
estos cuatro subniveles epistemológicos se corresponde con un subnivel ontológico
diferente, de modo que, a mayor grado de realidad, mayor claridad en el
conocimiento, y viceversa.

En resumen​, conocimiento y opinión son para Platón dos niveles epistemológicos


diferentes, que se corresponden respectivamente con dos grados ontológicos
diferentes: el mundo inteligible y el mundo sensible. Mientras que el conocimiento
versa sobre lo verdaderamente real, estable, permanente, eterno y perfecto, la
opinión versa sobre las apariencias sensibles, lo cambiante, lo perecedero, simples
copias imperfectas del mundo inteligible, y es ontológicamente inferior. Platón está
convencido de que el conocimiento verdadero y objetivo es posible, pues hay cierta
clase de objetos conceptuales, eternos, inmateriales, que no cambian y que existen
con independencia de las opiniones humanas. A estos objetos Platón los denominó
Ideas, y sólo sobre ellas es posible el conocimiento. Cualquier saber que no verse
acerca de ellas, sino acerca de lo cambiante y sensible, será tan sólo simple
opinión.
-Dualismo ontológico.
Platón distingue dos niveles o grados de realidad; la realidad inteligible y la realidad
sensible (o visible). Podemos decir, por tanto, que defiende un dualismo ontológico.

Como se sabe, Heráclito defendía que la realidad estaba en un permanente devenir.


Nada permanece constante, cambia. Platón acepta esta idea de Heráclito, pero con
una percepción diferente. Según él, no todo deviene, ya que si todo cambiara no
existiría conocimiento sobre nada, porque cuando creyéramos haber conocido algo,
para entonces ya habría cambiado, y el conocimiento verdadero y la verdad serían
imposibles - tal y como defendía el escepticismo de los sofistas . En contra de esta
opinión, Platón plantea su "Teoría de las Ideas', que afirma la existencia de un
ámbito de realidades superior al de las realidades sensibles. Así, aparte de las
realidades sensibles, cambiantes y materiales, existe otro ámbito de realidades, las
Ideas, que se caracterizan por no ser materiales, sino por ser conceptuales, eternas,
inteligibles y solo accesibles mediante la inteligencia - en las Ideas si cabe el
conocimiento.

De esta manera, Platón distingue entre dos mundos; el mundo sensible y el mundo
inteligible. El mundo sensible es el mundo del devenir y de la multiplicidad, de las
realidades materiales, cambiantes, sometidas permanentemente al devenir, al
nacimiento y a la muerte. Es el mundo de cosas que percibimos por medio de los
sentidos, creado por el demiurgo a imitación de las ideas eternas. El mundo sensible
es, por tanto, el mundo de los seres materiales y naturales.

En cambio, el mundo inteligible es el mundo del ser, de lo estable, de lo eterno y lo


permanente; por tanto es el nivel superior de la realidad, de la auténticamente real.
Este mundo está formado por realidades ocultas a la vista pero accesibles a la
inteligencia, que además son inmateriales, eternas, perfectas, idénticas, inmutables
y trascendentes. Al mundo inteligible pertenecen no sólo las Ideas, como los objetos
matemáticos, que aun siendo también inmateriales, eternos e inmutables,
constituyen un nivel de realidad inferior al de las ideas.

Platón no se conforma con esto, y en el símil de la línea divide en dos cada uno de
estos ámbitos de realidad. Dentro del mundo sensible distingue los objetos naturales
y fabricados, por una parte, y las sombras o imágenes de éstos. Las realidades
inteligibles se dividen a su vez en Ideas y objetos matemáticos, que, ​aunque
pertenecen a lo inteligible, son ​sin embargo​ copias de las Ideas.

Además​, Platón establece una jerarquía entre estos cuatro niveles de realidad,
según su grado de realidad (más o menos real). Las cosas más reales y auténticas
son las Ideas, seguidas de los objetos matemáticos, seguidos de las cosas
naturales y objetos fabricados, y por último se encuentran lo que Platón llama las
imágenes. Para Platón lo menos real copia o imita lo más real; ​así​, las cosas
sensibles y los entes matemáticos copian a las Ideas o participan de ellas. Las
Ideas son, pues, según Platón, la causa del ser y de la existencia de las cosas
sensible; son el modelo perfecto que las cosas sensibles copian imitan de manera
imperfecta. ​Además​, las Ideas son subsistentes, ​es decir​, existen por sí mismas,
mientras que las cosas sensibles dependen ontológicamente de ellas, ​esto es​,
dependen de ellas para existir.

Según Platón​, a cada nivel de realidad le corresponde un nivel de conocimiento. Así,


lo sensible se corresponde con la opinión o doxa, mientras que lo inteligible, con el
conocimiento propiamente dicho o episteme. Especificando más, dentro del nivel de
la episteme o conocimiento científico, a las Ideas les correspondería el nivel de la
inteligencia y a los objetos matemáticos el del pensamiento. Luego, dentro del nivel
inferior de la opinión, los objetos naturales y fabricados se corresponderían con la
creencia, que es un nivel superior de opinión, mientras que las imágenes se
corresponderían con la imaginación. ​Así​, los niveles o grados de conocimiento están
jerarquizados del mismo modo que los niveles de realidad, de modo que cuanto más
real es algo, más claro y verdadero es el conocimiento que podemos alcanzar de
ello y, ​por tanto​, el mayor grado de conocimiento se corresponde con los objetos
que tienen el mayor grado de realidad (las Ideas o esencias eternas).

En resumen, la Teoría de las Ideas es el núcleo fundamental de la filosofía


platónica, y tiene consecuencias en todo su pensamiento. Dicha teoría supone la
existencia de dos niveles o formas de realidad: un nivel superior, al que Platón llama
mundo inteligible, caracterizado por la inmaterialidad, la eternidad y la inmutabilidad;
y un nivel inferior de realidad, el mundo sensible, caracterizado por ser material,
cambiante, sometido al nacimiento y a la destrucción. El mundo sensible es menos
real porque depende ontológicamente de las Ideas, las cuales constituyen su
esencia, y a la cuales copia o imita.
En la cima de todas las Ideas se halla la Idea de Bien, la idea suprema, representa
la máxima perfección y, por tanto, lo máximamente real. todas las demás ideas
participan de ella y su conocimiento es el objetivo último de la educación filosófica
del gobernante.
-Dualismo antropológico. Teoría de la
reminiscencia.
Platón tenía una concepción dualista del ser humano, para él los humanos somos la
unión de dos entidades: el cuerpo y el alma. Este punto de vista es conocido como
dualismo antropológico.

Por un lado, el alma es considerada inmortal e inmaterial, y tiene prioridad sobre el


cuerpo; es lo que constituye nuestro “yo”, nuestro verdadero ser. Platón considera
el alma como el principio vital que infunde vida y movimiento al cuerpo, pero,
además, en el caso del alma humana, el conocimiento. es decir, el alma es la única
capaz de obtener conocimiento, ya que proviene del mundo de las Ideas y su virtud
más característica es la racionalidad. En ocasiones, Platón afirma que "el ser
humano es su alma". Por otro lado, tenemos al cuerpo, material y mortal; es la
cárcel del alma, de la cual esta tiende a liberarse. El cuerpo es fuente de constante
apetito y lujuria y por tanto, arrastra al alma hacia el mundo sensible, donde no
podrá cumplir su objetivo: hallar el verdadero conocimiento y la virtud.

Cuando habla del alma, Platón establece una división del alma en tres partes
diferenciadas: La parte racional es la sede de la inteligencia y tiene naturaleza
divina. Es exclusiva del ser humano, su sede es la cabeza. La parte irascible es la
fuente de las pasiones y emociones humanas y reside en el pecho. La parte
apetitiva es fuente de los apetitos y deseos materiales . Reside en el bajo vientre.

El predominio de cada una de las tres partes del alma determina tres tipos de
personalidad diferentes, paralelos a las tres clases en que, —considera Platón—,
debe dividirse el Estado: los filósofos-gobernantes, en los que predomina la parte
racional y cuya virtud será la sabiduría; los guardianes, en los que predomina la
parte irascible y cuya virtud debe ser la valentía; y, por último, los productores, en
los que predomina la parte apetitiva o concupiscible, y cuya virtud debe ser la
moderación de los deseos y apetitos que dominan al cuerpo.

Mediante esta visión conocida como teoría tripartita del alma, Platón pretende
explicar la razón de los conflictos internos en el ser humano (la lucha interna entre
razón, pasiones y deseos) y la existencia de los tres tipos diferentes de naturalezas
humanas (cada persona tiende más a una parte del alma).

La virtud principal del alma es la justicia. La justicia en el alma consiste en respetar


una jerarquía natural según la cual la parte racional debe regir y dirigir la parte
apetitiva y la parte irascible; gobernando así la razón sobre las pasiones fogosas de
la parte irascible y utilizándolas además para gobernar los deseos y apetitos de la
parte apetitiva. Es en este caso cuando hay concordia y armonía en el alma y, por
tanto, justicia.

Cabe destacar, que este dualismo antropológico desempeña una función clave en la
filosofía platónica, ya que también nos permite explicar cómo es posible alcanzar el
conocimiento. Sólo podremos hallar conocimiento a través de la realidad inteligible.
Para alcanzar la justicia y la perfecta armonía entre las tres partes del alma el único
camino es el conocimiento de la armonía que reina en el mundo inteligible. Ahora
bien, si las Ideas pertenecen a un mundo distinto del nuestro, es decir, están fuera
del mundo sensible y visible ¿cómo puede el alma humana conocerlas? Platón
resuelve esta importante cuestión con su teoría de la reminiscencia o anámnesis.

En esta teoría, Platón sostiene que nuestra alma, antes de encarnarse en el cuerpo,
ha preexistido siempre en el mundo Inteligible, y ha contemplado desde allí las
ideas, pues la actividad propia del alma es la contemplación de las ideas. Pero, al
entrar en el mundo sensible y encarnarse en un cuerpo, el alma olvida las ideas y
tan sólo le quedan huellas borrosas, confusas y olvidadas de esas Ideas. Así pues,
de acuerdo a la teoría de la reminiscencia, aprender o conocer no es otra cosa que
recordar. De esta manera, Platón defiende cierto innatismo del conocimiento: en el
alma de cada ser humano existen, desde el momento de su nacimiento, ciertos
conocimientos y nociones innatas sobre las Ideas, pero son conocimientos oscuros
y confusos que sólo pueden cobrar claridad mediante una educación adecuada que
nos encamine a la contemplación directa de las Ideas.

En resumen​, Platón considera que el hecho de que el alma, por ser inmortal y
eterna, permanezca en contacto con el mundo inteligible, permite el conocimiento de
las Ideas, que, aunque de forma oscura y borrosa, es innato en las personas, que
son capaces de descubrirlo por sí mismas, particularmente si se posee un alma con
predominio de la parte racional sobre las otras dos.
-Ética platónica. Intelectualismo moral.
La ética se ocupa del mayor bien para las personas, según Platón, la felicidad va
unida a la virtud, que a su vez, va unida al conocimiento.

Es decir, para alcanzar ese máximo bien humano debemos alcanzar el


conocimiento. Ésta idea está inspirada del intelectualismo moral de Sócrates, su
maestro, que se basó en tres principios: -sin conocimiento no puede haber virtud, es
decir, que para hacer el bien o la justicia, antes debemos conocer el bien y la
justicia; -el vicio es ignorancia, a pesar de que a veces nos equivoquemos por culpa
de la ignorancia, todas las personas deseamos nuestro propio bien, y – nadie obra
mal a sabiendas, es decir, si alguien conoce realmente qué es la justicia,
necesariamente tiene que obrar justamente, y no puede obrar injustamente.

Platón aceptará el intelectualismo moral de su maestro Sócrates aplicándolo


también al terreno de la política. De ahí la importancia fundamental de esta teoría
ética para comprender el pensamiento ético y político de Platón. La propuesta
platónica de un gobierno de filósofos es el resultado de aplicar el intelectualismo
moral de sócrates en el terreno de la política.

Este afán de Platón por cambiar el orden político se debe al rechazo que tuvo a la
política de Atenas de aquella época, se podría decir que ahí empieza su filosofía, de
la insatisfacción con la situación política de su época, y, en especial, con la
democracia ateniense. Platón rechaza el principio fundamental de la democracia
ateniense, según la cual cualquier ciudadano es competente para desempeñar
funciones públicas en la política. Este aspecto de la democracia le parece a Platón
muy peligroso para la armonía y el buen gobierno de la comunidad, dado que nadie
es competente por naturaleza en materia política; se requiere poseer o aprender el
“arte de la justicia, y son pocas las personas capaces de aprender ese arte.
También critica de la democracia ateniense que a pesar de que la democracia fuera
“el gobierno del pueblo”, a la hora de la verdad sólo se trataba del abuso de unos
pocos políticos, preparados por los sofistas, sobre un pueblo ignorante.

Contra todo eso, a través de la filosofía, Platón difundirá su idea del Estado ideal, en
la que el Estado es como “un individuo en grande”. En cuanto a “individuo” se refiere
a nuestra dualidad en cuerpo y alma, en la que el cuerpo es la cárcel del alma, la
cual tiene que escapar. A su vez el alma, inmortal e inmaterial, cuya función es el
conocimiento, se divide en tres partes: -la racional, cuyo valor es la prudencia, que
debe pertenecer a los políticos, -la irascible, con la valentía que deben tener los
guardianes, y –la apetitiva, que posee la moderación que los productores deben
tener. En el equilibrio entre esas tres partes, se encuentra la virtud, tanto en nuestro
interior como en el estado.

De esta manera, Platón establece la teoría del filósofo gobernante, según la cual
solo aquellos que hayan llegado al final del proceso educativo y que, por tanto,
hayan conocido la idea del bien y de justicia, serán capaces de gobernar la ciudad
atendiendo a estos.

El fin de la propuesta platónica del filósofo gobernante será alcanzar el estado ideal,
el cual según platón, es una comunidad natural de individuos que cooperan y se
coordinan con el fin de vivir beneficiándose de la contribución de todos. Por eso el
buen gobierno debe anteponer el bien común al bien del individuo. El bien común
más importante es, según platón, la justicia, entendida como armonía, unión y
cohesión social. Este aspecto de la teoría del filósofo gobernante está muy
relacionado con la concepción dualista del ser humano de platón. Esto es así
porque, según Platón, la parte esencial del ser humano es el alma, la cual esta
dividida en tres partes que se relacionan con cada una de las tres clases sociales
que platón afirma que componen la sociedad. La parte apetitiva del alma se
relaciona con la clase de los productores, en cuya alma predomina esta parte frente
a las demás; su función es producir todo aquello que la sociedad necesita. La parte
irascible se relaciona con los guardianes, en cuya alma predomina esta parte,
teniendo como función la defensa de la ciudad. Y la parte racional, relacionada con
los filósofos, aquellos capacitados por naturaleza para aprender, gobernar y dirigir
el estado.

Además, es importante relacionar el alma con el ejercicio de gobernar porque la


virtud principal del alma es la justicia. La justicia en el alma es el dominio de la parte
racional contra la apetitiva y la irascible. Al contrario que pasa con el cuerpo, sólo a
través del alma podemos llegar a conocer las Ideas, el cómo hacerlo, se explica a
través de la teoría de la reminiscencia, en la que el alma, antes de existir dentro de
un cuerpo humano, ya ha existido en el mundo inteligible (el mundo de las Ideas, no
percibido por los sentidos sino por la inteligencia, permanente, donde se encuentra
el orden, cosmos), y al pasar a nuestro cuerpo, al mundo sensible (que cambia,
percibido por los sentidos, y con menos existencia que el inteligible) olvida estas
Ideas dejando un rastro olvidado de ellas. Por lo tanto, aprender o conocer, según la
teoría de la reminiscencia, es recordar, mediante la educación, aquello que el alma
conoció en el mundo inteligible.

Para comprender la ética de Platón es necesario conocer la armonía del mundo de


las Ideas. ​En efecto, la teoría de las Ideas de Platón afirma la existencia de
ciertas realidades eternas, inmutables, subsistentes, únicas, inmateriales,
objetivas y accesibles al conocimiento. Entre estas realidades se encuentran los
valores éticos y morales (la Justicia en sí, el Bien en sí, etc.), que el gobernante
debe conocer, pues deben servirle de guía para el buen gobierno del Estado.

En conclusión, influido por el intelectualismo moral de su maestro Sócrates,


Platón piensa que sólo si se conoce adecuadamente qué es la justicia, se puede
obrar justamente, tanto en el terreno político como en el privado. ​Platón aplica
esta convicción al terreno de la política formulando así la teoría del filósofo
gobernante, siendo los filósofos los únicos capacitados para gobernar el Estado de
manera justa, ya que únicamente ellos han llegado al final del proceso educativo y
han conocido la idea del Bien.
-Teoría de la educación.
Platón propone como remedio a los problemas políticos de su tiempo un gobierno
de filósofos, al considerar que sólo la filosofía puede ofrecer una visión adecuada de
lo justo y de lo bueno, imprescindible para que los gobernantes se conduzcan recta
y sabiamente como individuos y para que gobiernen sabiamente encaminando el
Estado hacia la justicia, la felicidad y la armonía. Como se sabe, Platón rechaza la
democracia como forma de gobierno, pues ésta se basa en el supuesto de que
cualquiera está capacitado para dirigir el destino político del Estado. Por contra,
propone como gobierno ideal una especie de aristocracia o gobierno de los mejores,
pero bien entendido, pues se trata de una aristocracia del saber y de la virtud, no del
linaje o de la sangre. Sólo un gobierno así puede ponernos a salvo de la
incompetencia, de los abusos y de la ambición de los gobernantes corrientes. Este
es, en suma, el núcleo fundamental de la propuesta política de Platón.

De lo anteriormente dicho puede deducirse el importante papel que la educación,


una educación selectiva que solo busca educar a los ciudadanos con naturaleza de
filósofos, juega en esta propuesta política. Es el Estado el que debe de educar en la
filosofía y en otras disciplinas a los futuros gobernantes. Para ello deben elegirse las
mejores naturalezas, aquellas que posean dotes naturales adecuadas para el
estudio y destaquen también por cierta predisposición natural a la virtud. La
educación consistirá en lograr que estas naturalezas bien dispuestas se encaminen
hacia el conocimiento de lo verdadero, de lo bueno y de lo justo. Para ello, el alma
debe volverse hacia lo inteligible, apartándose de lo sensible. Para entender esto es
inevitable referirnos a la teoría de las Ideas, que constituye el núcleo fundamental de
la filosofía platónica. La teoría de las Ideas afirma que, aparte de las realidades
sensibles, cambiantes, materiales y sometidas al nacimiento y a la muerte, existen
ciertas realidades superiores, ingénitas e imperecederas, inmutables, inmateriales,
abstractas, indivisibles, accesibles sólo a la inteligencia, y que constituyen las
esencias de las cosas sensibles y los paradigmas o arquetipos ideales que las
cosas sensibles copian. A estas realidades Platón les da el nombre de “Ideas”. Sólo
de ellas puede haber conocimiento en sentido estricto (episteme), mientras que de
las realidades sensibles, aparentes y cambiantes, tan sólo puede haber simples
opiniones (doxa), jamás conocimiento. Entre las Ideas destacan la Justicia en sí, la
Belleza en sí, etc., y, en la cima de todas ellas, el Bien en sí. Frente al relativismo de
los sofistas, Platón defenderá, pues, la existencia de ciertos valores éticos y
estéticos objetivos, inmutables y eternos cuyo conocimiento es indispensable para
que sirva al gobernante de guía en el gobierno de la ciudad.
Y aquí es donde entra en juego las matemáticas y la dialéctica. En primer lugar,
Platón considera que las matemáticas cumplen la importante función de obligar al
alma a usar de la inteligencia para alcanzar la verdad en sí, esto es, el conocimiento
de las Ideas, conocimiento indispensable para el buen gobierno de la polis. Como se
explica en el “Libro VII”, los objetos de los que se ocupan las distintas disciplinas
matemáticas (aritmética, geometría bidimensional, geometría tridimensional,
astronomía y armonía) serían de esa clase de objetos que, al provocar en el alma
sensaciones contrarias, estimulan la inteligencia y el pensamiento, y con ello hacen
que el alma despegue de lo sensible y se eleve hacia lo conceptual y abstracto, lo
cual es, como hemos dicho, el objetivo de la educación.

Por otra parte, recordando el símil de la línea, los entes matemáticos, las
matemáticas, presentan un grado inferior de saber que la dialéctica, por lo que
constituyen para Platón una especie de “preludio” o propedéutica, ​es decir, orientan,
preparan y entrenan adecuadamente el alma antes de dedicarse a la ciencia más
elevada (la Dialéctica), que es el saber último que interesa al filósofo y, por ende, al
político. Pero las matemáticas tienen importantes limitaciones, lo que lleva a Platón
a no considerarlas propiamente conocimiento, sino sólo pensamiento (algo superior
a la opinión pero inferior al conocimiento). Estas limitaciones tienen que ver con el
método que utilizan, que parte de hipótesis de las que el matemático no da cuenta.
De ahí que sólo la dialéctica pueda proporcionarnos la visión clara y precisa de la
verdad que el gobernante necesita.

La dialéctica es el saber acerca de las Ideas y sus relaciones, el conocimiento de las


esencias eternas e inmutables de las cosas, cuyo término final es la visión del Bien
en sí o Idea suprema, la cual es el fundamento de todo lo real y la expresión
suprema del orden racional que gobierna el mundo, a imitación del cual el
gobernante deberá gobernar el Estado. Platón distingue además entre la dialéctica
ascendente y la descendente. La primera representa el camino que el alma debe
recorrer desde los objetos matemáticos hasta las Ideas, partiendo de hipótesis que
se tomarán como simples supuestos que servirán de trampolines o peldaños para
ascender hasta las Ideas. A partir de ahí, el alma, valiéndose exclusivamente del
poder dialéctico de la razón, de argumentos y refutaciones, debe ir de Idea en Idea,
sin recurrir a nada sensible, hasta alcanzar el Bien en sí. Esto se refleja muy bien en
el mito de la caverna, en el que la dialéctica ascendente está representada por el
camino que recorre el prisionero liberado a partir del momento en que sale al
exterior de la caverna, y que culmina con la visión del sol (representación metafórica
de la Idea de Bien). Por otra parte, la dialéctica descendente consistirá en la
aplicación del conocimiento alcanzado acerca de lo inteligible y eterno, al mundo de
lo sensible, y en particular al ámbito político. En efecto, una vez contempladas la
Idea de Bien y las restantes Ideas, el filósofo debe ocuparse de los asuntos
humanos y asumir la dirección política de la polis, gobernando el Estado y su propia
vida a la luz del conocimiento de esos principios eternos. En el mito de la caverna
esto se representa simbólicamente con la vuelta del prisionero liberado al mundo de
sombras en el que viven sus antiguos compañeros de prisión.

En conclusión, y contestando directamente al título propuesto, Platón rechaza la


democracia y otras formas de gobierno, y en su lugar propone, como solución a los
problemas políticos de su tiempo, el gobierno de los mejores en virtud y en saber.
Esta propuesta política se completa con un ambicioso programa educativo que
persigue como objetivo final formar a ciertos individuos en el conocimiento de las
esencias inmutables y eternas, a la luz del cual serán capaces de gobernar sabia y
rectamente. Y justamente este conocimiento es el que nos proporciona la ciencia
dialéctica, la cual requiere del cultivo de las matemáticas como propedéutica o
preparación. La dialéctica es, pues, la ciencia suprema y el remate de las demás
disciplinas en las que deberán educarse los futuros filósofos-gobernantes, los cuales
tomarán el Bien en sí como guía y modelo para gobernar, tanto a sí mismos como a
la ciudad.
-Teoría del estado justo y del filósofo
gobernante.
Platón aceptará el intelectualismo moral de su maestro Sócrates aplicándolo
también al terreno de la política. De ahí la importancia fundamental de esta teoría
ética para comprender el pensamiento ético y político de Platón. La propuesta
platónica de un gobierno de filósofos es el resultado de aplicar el intelectualismo
moral de sócrates en el terreno de la política.

Este afán de Platón por cambiar el orden político se debe al rechazo que tuvo a la
política de Atenas de aquella época, se podría decir que ahí empieza su filosofía, de
la insatisfacción con la situación política de su época, y, en especial, con la
democracia ateniense. Platón rechaza el principio fundamental de la democracia
ateniense, según la cual cualquier ciudadano es competente para desempeñar
funciones públicas en la política. Este aspecto de la democracia le parece a Platón
muy peligroso para la armonía y el buen gobierno de la comunidad, dado que nadie
es competente por naturaleza en materia política; se requiere poseer o aprender el
“arte de la justicia, y son pocas las personas capaces de aprender ese arte.

También critica de la democracia ateniense que a pesar de que la democracia fuera


“el gobierno del pueblo”, a la hora de la verdad sólo se trataba del abuso de unos
pocos políticos, preparados por los sofistas, sobre un pueblo ignorante.

Esto fue definitivo para que Platón decidiera apartarse de la política y buscara,
mediante la filosofia, el remedio a todos estos problemas. Platón rechaza, además
de la democracia, la oligarquía, y propone como alternativa a estas formas de
gobierno un gobierno de filósofos. Según Platón, para gobernar es necesario
aprender el arte de la justícia, y este solo puede aprenderse mediante la filosofía. La
toma de decisiones sobre el bien común no debe reservarse a la mayoría, sino a los
más competentes en el conocimiento de la justicia y el bien: los filósofos.

La propuesta platónica del filósofo gobernante es el resultado de aplicar el


intelectualismo moral de Sócrates al terreno de la política. El intelectualismo moral
socrático defiende que solo pueden ser individuos justos y buenos aquellos que
saben en qué consiste la Justicia y el Bien. A partir de esta afirmación Platón
deduce que sólo los filósofos pueden ser los gobernantes perfectos, ya que son los
únicos que han llegado al final del proceso educativo y que, por tanto, han conocido
la idea del bien y de justicia, serán capaces de gobernar la ciudad atendiendo a
estos, siendo capaces de d​istinguir lo justo de lo injusto y lo bueno de lo malo.
Platón considera que aquel gobernante que no conozca las esencias de la Justicia y
del Bien jamas llegara a ser un gobernante justo.

El fin de la propuesta platónica del filósofo gobernante será alcanzar el estado ideal,
el cual según Platón, es una comunidad natural de individuos que cooperan y se
coordinan con el fin de vivir beneficiándose de la contribución de todos. Por eso el
buen gobierno debe anteponer el bien común al bien del individuo. El bien común
más importante es, según platón, la justicia, entendida como armonía, unión y
cohesión social. Este aspecto de la teoría del filósofo gobernante está muy
relacionado con la concepción dualista del ser humano de platón. Esto es así
porque, según Platón, la parte esencial del ser humano es el alma, la cual esta
dividida en tres partes que se relacionan con cada una de las tres clases sociales
que platón afirma que componen la sociedad. La parte apetitiva del alma se
relaciona con la clase de los productores, en cuya alma predomina esta parte frente
a las demás; su función es producir todo aquello que la sociedad necesita. La parte
irascible se relaciona con los guardianes, en cuya alma predomina esta parte,
teniendo como función la defensa de la ciudad. Y la parte racional, relacionada con
los filósofos, aquellos capacitados por naturaleza para aprender, gobernar y dirigir
el estado.

El Estado justo sería un Estado en el que cada uno de estas tres clases sociales
naturales ocupará el lugar y la función natural que les corresponde. Así se logrará el
perfecto funcionamiento y la comunidad en su conjunto se beneficiará al máximo del
trabajo y de la aportación de todos y cada uno.

Además, es importante relacionar el alma con el ejercicio de gobernar porque la


virtud principal del alma es la justicia. La justicia en el alma es el dominio de la parte
racional contra la apetitiva y la irascible.

En resumen, Platón defiende un estado gobernado por filósofos ya que son los
únicos realmente capacitados para gobernar de manera justa, llegando así al
Estado Ideal que Platón propone.

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