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UNIVERSIDAD NACIONAL DE SALTA.

FACULTAD DE HUMANIDADES.

ESTÉTICA-2022

LOAIZA, MICAELA DAIANA

Ricoeur y su interés por la Poética de Aristóteles


Introducción
El problema central del texto no es Aristóteles, es contemporáneo y gira en torno a Ricoeur. La
estrategia que tiene Ricoeur es la apropiación, es un método lógico y típico del hermeneuta
contemporáneo y es aquello que le sirve para abrir un nuevo pliegue.
Ricoeur decide utilizar el concepto aristotélico para la teoría de la historia y en qué medida su
propuesta sostiene el propio concepto de mímesis.
1-El accionar de Ricoeur ante la Poética de Aristóteles
Ricoeur en “Reaprehensión de la Poética de Aristóteles” trata de dar cuenta de los intereses que
lo guiaron a la utilización de lo que denomina el ternario aristotélico. En este contexto, reconoce
los conceptos de mímesis, mitos y catarsis en una problemática que excede las formulaciones
del estagirita pero que permite establecer una fuerte conexión entre el pensamiento clásico y el
contemporáneo.
Ricoeur repasa brevemente las consideraciones etimológicas y hermenéuticas necesarias al
momento de extrapolar los conceptos de la Poética. En primer lugar, y reconoce la importancia
del término como “concepto rector” de la obra aristotélica, en el que analiza los alcances
semánticos de la mímesis. Esta noción presenta, no sólo para Ricoeur, sino para toda la
tradición post-aristotélica una serie de inconvenientes en torno a su traducción que merecen ser
señaladas.
En torno al accionar de Ricoeur, surgen las siguientes dudas: ¿por qué Ricoeur elige esta obra
de Aristóteles, y no otra, para su estudio?, ¿cuáles son los elementos que retoma y qué ventajas
suponen la formulaciones presentadas para una teoría de la narratividad? Se puede decir que en
la noción de mímesis parece residir la clave para dar cuenta de estos interrogantes.
Respecto a la mímesis, Ricoeur considera necesario señalar las diferencias que se introducen en
su concepción, lo que permitirá revertir la valoración tradicional que ve en el concepto de
mímesis como un pecado original de la postura aristotélica y probablemente de la estética
griega. Mientras que en otras concepciones, la mímesis recibe un alcance semántico tan amplio
que deja a quien intenta definirla ante una “plurivocidad desalentadora”, la formulación
aristotélica la establece al ámbito de lo poietico, esto le permite a Ricoeur concluir que no hay
mímesis más que donde hay un hecho.
Sin embargo, las peculiaridades de este hacer propio de la mímesis exigen esclarecer los
vínculos que dicho noción guarda en relación con las partes de la tragedia. Debido a esto, se
señala la siguiente característica: lo que concierne a la relación mímesis-mitos, es una
combinación central que llega a confundirse en una co-implicación.
Ricoeur señala que la construcción del mitos es lo que constituye la mímesis, proposición que
no deja de resultar paradójica y curiosa. En pocas palabras, se podría decir lo siguiente, se trata
de “un extraño mimo, que compone y construye aquello mismo que imita”. Entonces, la
relación mímesis-mitos da cuenta de una tarea activa por parte de la mímesis, en la medida en
que implica un trabajo de ordenación de las acciones en una unidad, lo que la distingue de
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aquella mímesis platónica pasiva, en la que sólo se produce una reduplicación de la realidad.
Otra característica que le interesa resaltar a Ricoeur es el carácter enaltecedor de la mímesis
trágica. Este rasgo se deriva de la lectura de la Poética de Aristóteles ya que distingue la
comedia, como aquella que busca representar hombres inferiores, de la tragedia, que pretende
representar de forma superior a los hombres de la realidad.
De esta manera, la distinción presente en la Poética se convierte en el fundamento que le
permite a Ricoeur afirmar una elevación de sentido propio de la mímesis y del mitos, cuyas
funciones no sólo consistirían en llevar a cabo una ordenación lógica, unitaria y original de las
acciones humanas, sino también en dar cuenta de una restitución de lo humano y presentar un
desplazamiento hacia lo más alto y lo más grande que se puede desear. Esto constituye, para
Ricoeur, el punto de contacto entre mímesis y metáfora. Otro detalle que se puede destacar es
que la mímesis presenta un doble carácter: por un lado, la sumisión a la realidad, su carácter
referencial y, por otro, una sobreelevación, su carácter creativo.
De esta forma, podemos dar cuenta de que queda al descubierto la estrategia de Ricoeur y se
resuelve, a mi entender, la cuestión de la postura aristotélico. Una postura que, en un primer
momento, se revela como perturbadora, por no poder dar lugar a ninguna referencia explícita y
directa sobre la cuestión del tiempo; pero que luego se convirtió en algo liberador, en la medida
en que permite tomar la mímesis y hacer que ésta pueda convertir el tiempo humano en algo
propio de la acción, en un tiempo narrado, propio del relato.
Como Ricoeur elige no traducir o al menos no restringir el sentido pleno de la mímesis
valiéndose de términos modernos como “presentación” o “representación”, conceptos que, aun
cuando logran eludir el conflicto que genera la “imitación”, no reflejan de manera cabal el
rasgo de creatividad o novedad inherente a la mímesis aristotélica.
La decisión de Ricoeur se deriva casi de manera necesaria de la importancia que recubre a la
acción humana en el texto aristotélico. Los distintos tipos de cualidades éticas manifiestas en la
acción, el hecho de ser “mejores” o “peores”, de actuar de una determinada forma, es el
argumento que le permite a Aristóteles dar lugar a la jerarquización de las artes poéticas según
su objeto. Por un lado, ubica a la comedia, que tiene como tarea representar a la gente vulgar,
social y moralmente inferior, y por otro a la tragedia, definida como mímesis de una acción
elevada y perfecta. Esta vinculación con la praxis en la definición de la tragedia es reforzada
posteriormente por Aristóteles al referirse a los individuos actuantes, y al afirmar que estos
poseen un determinado carácter y un modo de pensar que influyen en los tipos de acciones que
son capaces de realizar.
Ricoeur da cuenta de la dependencia de los caracteres a la acción que se efectúa en el contexto
de la Poética. Esta subordinación, que por momentos no parece tener demasiada relevancia, en
otros define el uso de la noción de mímesis. De acuerdo a Ricoeur al darle importancia a la
acción por sobre el personaje (los caracteres individuales), Aristóteles establece el estatuto
mimético de la acción. Entonces, la subordinación del carácter a la acción, confirma la
equivalencia entre dos expresiones: “representación de acción” y “disposición de los hechos”.
Estas dos expresiones constituyen el segundo polo del ternario aristotélico. El mito es definido
en la Poética como una parte fundamental de la tragedia (su alma) y caracterizado por la
representación de una acción y por la ordenación o disposición de los hechos. Ricoeur se refiere
a este elemento de la tragedia como trama o intriga, ya que esto le permite conservar de una
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manera más fiel el sentido que el término tiene para Aristóteles, relacionado directamente con
un carácter ficticio y un carácter estructurado.
2-Ricoeur y su rigor
En primer lugar, el objetivo que rige dicha inclusión se relaciona con la posibilidad de elevar el
mito trágico al rango de metagénero, como una actividad configurante, como una inteligencia
que permita dar respuesta a la problemática de la narratividad. Una vez realizado esto será
posible articular la poética del relato y la teoría de la historia. Entonces, se puede decir que,
Ricoeur se propone dejar de lado el problema de saber si la historiografía corresponde o no a
dicha inteligencia narrativa, esto es, saber si puede ser incluida bajo este nuevo análisis.
Sin embargo, esta cuestión no deja de resultar llamativa, en particular teniendo en cuenta el
revisionismo sobre su propia estrategia interpretativa y la utilización de los conceptos
aristotélicos.
Ricoeur sostiene que la historia guarda, una estrecha relación con la narrativa que cuentan los
cuentos, las novelas y los dramas, debido a que ambas tienen su origen en una competencia
propia al ser humano, que corresponde a su capacidad para narrar y seguir una historia. Esta
competencia es tan propia y digna del hombre que Ricoeur se permite afirmar que aun cuando el
acto de narrar se transforme no perderá nunca su valor.
La historia y la poesía se cruzan. La historia es entendida como una disciplina científica que se
ocupa de dar cuenta de las acciones humanas pasadas, y basada en documentos y archivos, pone
en juego la misma inteligencia narrativa que le permite a la poesía elaborar un poema. Una
inteligencia, próxima a la sabiduría práctica y al juicio moral, que se revela como el rasgo más
fecundo del mito, en tanto permite mediar entre acontecimientos e historia, nos hace idóneos
para seguir una historia y conserva el aspecto temporal de la narración.
Entonces, se puede decir que para Ricoeur, la historia al igual que la ficción no sólo busca
revelar los aspectos de la condición humana, sino transformarlos. Esto significa que, los relatos
son capaces de “generar” placer, universales, de “purgar” emociones y de “proyectar” nuevas
experiencias que permitan la reconfiguración de la acción puesta en obra.
Las obras presentan una incapacidad de cerrarse en sí mismas. En dicho sentido, el par mímesis-
mûthos y la inteligencia puesta allí en juego sólo obtienen un significado real cuando se
incorpora el mundo de quien recibe la obra y éste resulta afectado por la obra. Para Ricoeur, la
Poética expresa una dinámica inherente a sus conceptos centrales: la mímesis es una actividad;
el mûthos una operación ordenadora y la kátharsis una acción liberadora. De la misma forma, el
relato se completa cuando desde el interior se establece una unión con lo exterior. Para que el
espectador de la obra pueda transformar su acción, es necesario que la obra enseñe, en sus dos
sentidos etimológicos: permitiendo que la acción se torne visible y que, al mismo tiempo, sirva
como una experiencia y guía para el futuro. Ricoeur comprende a la mímesis como un proceso
dinámico, en el que cada uno de los momentos va a exigir del anterior; como una operación que
hace posible un nuevo horizonte a partir de la acción refigurada; un mundo destinado a
representar sobre la base de una acción previamente prefigurada y configurada.
3. Ficción, historia y narratividad
Llegados hasta este punto, y luego de repasar la propia interpretación que Ricoeur hace sobre el
significado que los términos aristotélicos revisten en su obra, cabe preguntarse por los
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fundamentos que permitirían ubicar en el mismo ámbito a la historia y a la mímesis, dado que
en principio resultan esferas disímiles. Una primera respuesta a este interrogante, Ricoeur
parece encontrarla en una dialéctica entre lo universal y lo singular que se da en los terrenos
relativos a la praxis humana. Este juego dialéctico se refleja en la actividad mimética, por ende
también en ordenación de los hechos en el seno de la tragedia, y refleja la difícil separación
entre aquello que vale universalmente y lo que es sólo una efectuación histórica.
El supuesto que parece utilizar Ricoeur es que ningún discurso, por más ficticio que parezca,
puede abolir la relación con el mundo. En este sentido, se refleja en la tragedia aristotélica un
intento por tornar autónomo al arte, pero su referencia a la acción humana le devuelve su
vinculación con el mundo. Y es precisamente este punto lo que permite establecer un nexo
posible entre historia y mímesis.
De acuerdo a Aristóteles el historiador narra lo sucedido, ordena su relato siguiendo una
estructura temporal; mientras que el poeta se refiere a lo que podría suceder o lo probable según
la necesidad o la verosimilitud. Al componer la trama, el poeta hace surgir lo inteligible de lo
accidental, lo universal de lo singular, lo necesario de lo episódico, promueve el conocimiento,
permite la depuración de pasiones y se erige como uno de los ejes de la inteligencia narrativa.
Lo que permitiría salvar las diferencias, según Ricoeur, es considerar el tipo de relación
referencial que tienen tanto la historia como la ficción.
En primer lugar, aplicado al análisis de la ficción, Ricoeur señala que el referente de la creación
poética es la acción, pero no de un modo directo, sino que gracias a los efectos de la mímesis
permite volver manifiesto un nuevo mundo y elevarlo al nivel de múthos.
De esta manera, la ficción configura, es decir que, le “da forma” a nuestra experiencia temporal,
al des-componer y re-componer la relación con la real. La mímesis abre un mundo de
posibilidades que exceden lo dado, pero mantiene un nexo con él. Aquí Ricoeur se vale de la
noción de referencia productora del relato de ficción, cuya finalidad es comprender y dominar lo
diverso de la acción humana. La poesía se eleva al universal porque despoja de las
contingencias a los personajes, reinventa y produce una realidad al articular los acontecimientos
de una manera lógica.
Por su parte, el análisis sobre la historia que propone Ricoeur intenta escaparse, según el mismo
declara, de una interpretación simplista del trabajo del historiador. En este sentido, lo que
propone es: dejar de lado la idea tradicional de que la historia se refiere al pasado de la misma
manera que lo hacen las descripciones empíricas del presente. La referencia al pasado nunca es
directa, no porque el pasado sea irreal, sino porque es inverificable. Esta peculiaridad del dato
histórico relaciona el tipo de referencia que establece la historia con su material con la que
establece el poeta con el suyo. El historiador solo puede referirse a los acontecimientos de una
manera indirecta. Al igual que la ficción, la historia configura un pasado, articula en una trama
acontecimientos pasados cuya conexión se refuerza con la presencia de archivos y documentos,
pero no se limita a ellos. En otras palabras, la tarea de la historia es “combinar la coherencia
narrativa y la conformidad con los documentos”. Así, todo historiador, afirma Ricoeur, tiende
en algún momento a ordenar los acontecimientos que presenta en su discurso, lo que vincula la
tarea del historiador con la del poeta a partir de la inteligibilidad narrativa. Esta construcción de
la trama que realiza también el historiador da cuenta, según Ricoeur, del intento por estabilizar
el flujo de los acontecimientos históricos, por hacer de la historia narrada “una y completa”, por
sintetizar lo heterogéneo de nuestro pasado y de esta manera volverlo paradigmático. Es en este
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sentido en el que encontramos la dialéctica de lo universal y lo ejemplar en el plano de la


historia. La acción misma de narrar, de estructurar el pasado en una historia es la clave para
incluir y pensar en elementos comunes presentes tanto en la mímesis como en la historiografía.
4-Fuerza
Retomando un concepto de Nietzsche llamado fuerza, podríamos decir que la triada-no
inocente- de mimesis, mitos, catarsis es la fuerza de Ricoeur debido al ensamblaje que se genera
en torno a la composición, otorgándole a la narratividad el derecho de ser la actividad
configurante de sentido.
“No hay que decir que la fuerza activa se convierte en reactiva porque triunfan las fuerzas
reactivas; al contrario, las fuerzas reactivas triunfan porque, al separar la fuerza activa de lo que
ésta puede, la abandonan a la voluntad de la nada como a un devenir-reactivo más profundo que
ellas mismas.” (Deleuze: 1971:93)
5-Conclusión
Entonces, se puede decir que desde esta perspectiva, la propuesta de Ricoeur de una teoría de la
triple mímesis y la apropiación de dicho concepto aristotélico puede ser interpretada como una
respuesta a sus propias inquietudes.
La noción de mímesis aristotélica aparece, en este sentido, como una herramienta conceptual
que emerge desde el contexto Aristotélico con una plasticidad tal que permite enriquecer su
campo semántico y relacionarse con teorías contemporáneas. Ricoeur da cuenta de esta
posibilidad y entre los usos que hace de ella, la utiliza para repensar su teoría de la historia. En
el que el esfuerzo no sólo habilita a repensar la forma de escribir la historia, sino que
principalmente apunta a poner en cuestión la tarea ética y política que determina a la historia,
como disciplina, y al historiador, como participante de este juego del lenguaje. En este punto,
Ricoeur se apropia de la relación ético-político de la mímesis, en la que la acción devela, en
primer lugar, un carácter temporal que se conjuga con elementos racionales y hacen de la trama
una unidad concordante, más allá de las discordancias.
Aristóteles afirma que la tragedia es mímesis, no de personas, sino de la acción, esto es, de la
existencia (Poét. 50 a 16-17). A Ricoeur le llama la atención eso y procura hacer de la obra un
modelo que permita repensar las acciones del presente y pasado. Entonces, la ficción y la
historia se encuentran en este punto bajo la noción de relato, del mito como operación mimética.
Ricoeur presenta una notoria obsesión con la Poética de Aristóteles y esto hace que salga a la
luz la triada de mimesis, mito y catarsis.
En base a la cita del texto de Delueze, le dejo la siguiente pregunta a las personas que estén
leyendo esto ¿Qué fuerza cree usted que tiene Ricoeur? Explique.
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Bibliografía
-Aristóteles (1974) Poética. Gredos, Madrid.
-Deleuze, Gilles (1971) Nietzsche y la Filosofía (Trad. C.Artal). Barcelona: Editorial
Anagrama.
-Ricoeur, Paul (1994) Una Reaprehensión de la Poética de Aristóteles. Manantial, Argentina.

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