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El Conflicto entre la Historia y la literatura en Don Quijote

Alumno: Hernández Osornio Luis Alejandro

Don Quijote de La Mancha es una obra que explora distintos formatos y fórmulas comunes

empleadas en la literatura del Siglo de Oro, como la novela pastoril, la caballeresca, la

sentimental, la italiana y la poesía lírica amorosa; incluso llega al punto de hacer alusión sí

misma, mencionando a la primera parte de la obra. Dicho esto, se le puede considerar un

libro que habla de libros o, mejor dicho, literatura sobre literatura; basta con notar como su

protagonista adopta el estilo de vida de un caballero andante debido a la obsesión que tenía

por estas historias. Todas las referencias mencionadas no se quedan sólo en una parodia,

sino que a partir de ellas Cervantes reflexiona respecto a su contenido y problematiza la

relación que tienen con la realidad, un tema que desde la antigüedad clásica ha sido objeto

de estudio y discusión por ser tan polémico.

Mi propósito con este trabajo es usar algunos capítulos de la obra de Cervantes para

hacer visible el conflicto entre Historia y literatura; la “verdad” y la “mentira”. Para

lograrlo partiré de una breve revisión del concepto de “mímesis” y “verosimilitud” desde el

periodo histórico de Platón y Aristóteles hasta los tiempos de Cervantes, esto servirá para

hacer una comparación entre ambas disciplinas, la cual destacará tanto sus diferencias

como semejanzas, que sacarán a la luz las virtudes de la ficción.

Para empezar, hay que aclarar que el concepto de mímesis es usado por primera vez

en la obra de Platón, quien emplea este término con un sentido peyorativo, ya que le sirvió

a él y a muchos otros para dar una explicación al problema del arte desde una visión

metafísica y filosófica, la cual consiste en la afirmación de que esta disciplina carece de

valor, en especial la poesía “porque ella representa las apariencias más que las verdades y

nutre los sentimientos antes que la razón.” (Meyer, 62). En pocas palabras, no produce una
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imagen fiel de la realidad, sino que sólo se limita a intentar serlo, lo que, sin ser la intención

principal, termina por legitimar a la Historia, su supuesta antítesis.

Posteriormente, Aristóteles en su Poética también parte de la premisa de la

imitación de la naturaleza, sólo que se refiere a ella como la técnica que necesita el artista

para distinguir al arte de las demás actividades humanas (1447ª), además de introducir el

concepto de verosimilitud, que se explorará más adelante con mayor detenimiento. Por el

momento basta con mencionar que se refiere a un ajuste que se hace en el argumento para

que sea creíble, teniendo como modelo a seguir las leyes de la realidad (Pérez, 708).

Durante la Edad Media se continua con la concepción platónica de la mímesis, pues

se repudia a la poesía y a la ficción en general, ya no sólo por ir en contra de la realidad

histórica y metafísica, sino por no concordar con la verdad absoluta que presentan los

textos de la biblia, cayendo en lo inmoral; además de temer por sus efectos, que son

ejemplificados exageradamente con el personaje de don Quijote, a quien su contacto

exaltado con la ficción lo llevó a la locura (Miñana, 24 – 25).

Más adelante, la teoría mimética en el Renacimiento, que se extendería hasta el

Barroco, se apegaría más a los preceptos establecidos por Aristóteles, sin embargo, se

buscaría ir más allá, debido a que la imitación ya no se restringe a sólo crear una

representación apegada a la existencia en sí, sino que consigue separarse de ella para

formar una nueva, un mundo alternativo, una segunda naturaleza, muy propio de los

hombres del siglo XVI que buscaban una forma de trascender en el mundo transformándolo

con la cultura (Villoro, 47 - 51). Dicha realidad postiza, en el caso de la literatura, se

construye teniendo en cuenta las posibilidades establecidas por el mismo autor, por lo que

se puede afirmar que se trata de la nueva forma de la verosimilitud. (Pérez, 709).

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En el caso de Cervantes, el cambio de paradigma respecto a la mímesis representa la

gran propuesta estética de su momento, ejemplo de ello se nota fácilmente en sus obras, en

especial en Don Quijote, por ejemplo, en el capítulo XLVII de la primera parte se presenta

al personaje del canónigo, quien sabe reconocer las cualidades que hacen que una obra

tenga un verdadero valor artístico, como lo demuestra el siguiente diálogo:

“el deleite que en el alma se concibe ha de ser de la hermosura y concordancia que


ve o contempla en las cosas que la vista o la imaginación le ponen delante, y toda
cosa que tiene en sí fealdad y descompostura no nos puede causar contento” (I, 47,
490).
Se entiende, por lo tanto, que la belleza que provenga de la obra de arte, en este caso la

literatura, dependerá únicamente de las proporciones que guarde entre sí, dicho de otra

manera, mientras se mantenga la coherencia de lo que plantee el texto, incluso si es algo

imaginativo, será apreciado.

Más adelante, el mismo Canónigo continúa desarrollando esta idea, terminando por

hacer una suerte de síntesis sobre el objetivo de la verosimilitud:

“Hanse de casar las fábulas mentirosas con el entendimiento de los que la leyeren,
escribiéndose de suerte que facilitando los imposibles, allanando las grandezas,
suspendiendo los ánimos, admiren, suspendan, alborocen y entretengan, de modo
que anden a un mismo paso la admiración y las alegrías juntas: y todas estas cosas
no podrá hacer el que huyere de la verisimilitud y de la imitación, en quien consiste
la perfección de lo que se escribe.” (I, 47, 490 – 491).
Este pasaje termina por reafirmar el interés de Cervantes por lograr un dominio de la

ficción, siendo la verosimilitud el fundamento de su práctica literaria, buscando provocar

emoción y alegría en el lector con sucesos maravillosos, pero claro, como se ha insistido,

siendo fiel a la razón y a la lógica.

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Con todo lo expuesto hasta este momento se puede afirmar que la nueva visión

creativa que proponen los autores del Renacimiento es también la gran diferencia entre la

Historia y la literatura, ya que con las reglas de la verosimilitud la ficción se puede

deslindar sin problema de la realidad y su verdad. Esta premisa la explora uno de los

primeros capítulos de la segunda parte de la obra, la cual juega aún más con las fronteras

entre lo real y lo ficticio ya que Sancho y don Quijote se entienden a sí mismos como

actores de una historia documentada por Cide Hamete.

Después de que caballero y escudero llegan de nuevo a su pueblo es introducido el

personaje de Sansón Carrasco, un estudiante por el que los protagonistas y lectores se

enteran de la existencia de la primera parte del Ingenioso Hidalgo don Quijote de la

Mancha dentro del mundo diegético de la novela como un libro de Historia, lo cual llama

obviamente la atención de Alonso Quijano por lo rápido que se escribió así como por los

problemas que él tiene con cómo se cuentan algunas cosas, haciendo alusión, a forma de

queja, el poco parecido con las grandes epopeyas de la antigüedad (II, 3, 566 - 569) a lo que

Carrasco le responde:

“Así es— replicó Sansón—, pero uno es escribir como poeta, y otro como
historiador: el poeta puede cantar o contar las cosas, no como fueron, sino como
debían ser; y el historiador las ha de escribir, no como debían de ser, sino como
fueron, sin añadir ni quitar a la verdad cosa alguna.” (II, 3, 569)
Lo que le explica el joven estudiante a don Quijote, como se vio anteriormente, es algo que

proviene de la tradición aristotélica, pues esta parte pareciera ser una paráfrasis de la

Poética en la que se menciona la diferencia entre la labor poética e histórica: “Pues el

historiador y el poeta no se diferencian por expresarse en verso o e prosa […] sino por esto:

por decir el uno lo que sucedió y el otro lo que podría suceder.” (Aristóteles, 1451b). Ese

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debería ser, aunque imposible pero verosímil, tiene como finalidad causar deleite y alegría

mientras que contar lo que es sirve para transmitir la verdad.

Ahora bien, queda claro que en Don Quijote se aboga por el uso de la verosimilitud,

pero, ¿Qué es lo que hace verosímil a esta obra en concreto? Pues, ciertamente se trata de

un mundo que fue creado por su autor, el cual funciona bajo sus propias reglas,

aprovechándose de elementos del mundo extradiegético, en especial de la Historia, por lo

que muchas de las características de esta disciplina se encuentran presentes a lo largo de la

narración, así como sus defectos; la principal de ellas es sin duda aquello que se le reprocha

a la ficción, su “virtud ilustrativa y moral” que se origina de “la exacta correspondencia de

lo dicho con lo efectivamente ocurrido” (Pérez, 709).

La manera en que se nota esta postura dentro del relato es de dos maneras: una en el

nivel del diálogo, es decir, en las interacciones entre los personajes y la segunda se presenta

en el narrador. Del primero sirven de ejemplo los muchos ataques que algunos de sus

actores hacen a la ficción por parecerles un engaño, pero la más directa, pues se construye

sin desdeñar a otras materias, es la siguiente intervención del caballero andante: “La

historia es como cosa sagrada, porque ha de ser verdadera, y donde está la verdad, está

Dios, en cuanto a verdad” (II, 3, 572).

Por otro lado, la segunda es las más recurrente, pues es visible en varios de los

comentarios que hace el narrador, en ellos, a partir de elogios y un constante uso de las

palabras “verdad” o “verdadera”, se insiste en hacer creer al lector que lo que está leyendo

sucedió de verdad, en específico casos como este: “Cide Hamete promete de contar con la

puntualidad y verdad que suele contar las cosas de esta historia, por mínimas que sean.” (II,

48, 908).

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Pese a que todas estas afirmaciones se repitan constantemente no representan un

elogio a la Historia, en realidad son todo lo contrario, ya que se tratan más bien de una

burla en el que la ironía de los sucesos revela sus contradicciones. Con esto, Cervantes

demuestra que dichos problemas la acercan más a la ficción de lo que se podría pensar.

El primero de ellos se encuentra en el formato. Es claro que la manera en que se

narran las aventuras de don Quijote es la prosa, un hecho que para los lectores del siglo

XXI no causa ninguna confusión, pues mucha ficción es escrita de esta manera, sin

embargo, para la gente del siglo XVI y XVII no era tan sencillo, sobre todo para aquella

que no tenía acceso al conocimiento de la teoría literaria de su momento, sin olvidar que

todos los documentos jurídicos, es decir, de carácter oficial, se escribían de ese modo

(Wardropper, Don Quijote: ¿ficción o historia?”).

La palabra escrita en prosa fue por lo tanto un indicio de veracidad, aspecto que se

ve respaldado por las normas que debían seguir todos los libros impresos legalmente, lo que

bastaba para pensar que el texto que se tenía en las manos había de contar las cosas tal y

como sucedieron, como lo evidencia la idea del ventero respecto a los libros de caballerías,

que, al igual que don Quijote, los tenía por ciertos:

“¡Bueno es que quiera darme vuestra merced a entender que todo aquello que estos
buenos libros dicen sean disparates y mentiras, estando impreso con la licencia de
los señores del Consejo Real, como si ellos fueran gente que habían de dejar
imprimir tanta mentira junta, y tantas batallas, y tantos encantamentos, que quitan el
juicio!” (I, 32, 325).
Esto demuestra que la Historia no era una cosa que todo el mundo tuviera clara, además de

parecer indicar que la ficción se sobrepone a ella por lo que logra causar en sus lectores.

El segundo y más grave problema que tiene la Historia es que, como menciona

Wardropper, “[...] no es en absoluto tan cierta como nos gustaría que fuera.” (Don Quijote:

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¿ficción o historia?). O por mejor decir, no logra cubrir a la verdad en su totalidad. En Don

Quijote existen una serie de indeterminaciones que respaldan esto, pues hacen que el lector

dude y desconfié de lo que se narra, como el caso de la cueva de Montesinos, en la que

incluso los propios personajes se muestran escépticos sobre lo que sucedió. El supuesto

historiador que documentó este momento comenta lo siguiente:

“todas las aventuras hasta aquí sucedidas han sido contingibles y verisímiles, pero
esta de cueva no le hallo entrada alguna para tenerla por verdadera […] Tú, lector
[…] juzga lo que te pareciere, que yo no debo ni puedo más” (II, 24, 734).
Es ahí que el autor original reconoce los límites de su profesión, dejando la responsabilidad

en sus lectores, quienes a partir de su criterio deberán decidir si aceptarlo como un hecho

verídico o no. Si la respuesta fuera que no implicaría que la línea que divide a la verdad de

la mentira ha sido borrada, es decir, que no se puede conocer la realidad, una cuestión que

se extiende a lo existencial (Wardropper, Don Quijote: ¿ficción o historia?).

Pero, entonces, si la Historia miente ¿en qué se puede creer? Es ahí que la ficción

toma su lugar, ya que ella no miente porque no dice la verdad, más bien, no le interesa

representarla, al menos no de la misma manera en que se ha entendido hasta ahora (Miñana,

43). La literatura posee su propia verdad, una verdad poética, ésta va más allá del

empirismo, los datos exactos y las fuentes oficiales. Ella al no restringir la imaginación se

permite trascender a lo universal porque posee la capacidad de transmitir valores, filosofías,

sentimientos, costumbres y creencias (Miñana, 44). Alonso Quijano, en uno de sus

momentos de cordura dice lo siguiente:

“La poesía, señor hidalgo, a mi parecer es como una doncella tierna y de poca edad
y en todo extremo hermosa, a quien tienen cuidado de enriquecer, pulir y adornar
muchas otras doncellas, que son todas las otras ciencias, y ella se ha de servir de
todas, y todas se han de autorizar con ella” (II, 16, 666).

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El poeta, siguiendo esta lógica, debe ser capaz de abarcar el resto de conocimientos

humanos con los cuales podrá nutrir a su arte para lograr conseguir una verdad elevada.

En este sentido, don Quijote no es sólo una novela detractora de los libros de

caballerías como quiere hacer parecer Cervantes, sino que es también un conjunto de

formas de verdad que se atreven a explorar con profundidad la naturaleza humana a través

de sus personajes. Es por eso que aún hoy en nuestros días se sigue hablando del amor y la

imagen que don Quijote tenía de Dulcinea, o sobre su sincera amistad con su escudero

Sancho Panza, así como de como murió, triste, cuerdo y rodeado de la gente que más quiso.

Amor, belleza, amistad y muerte. Todos son temas que tienen sentido y lo seguirán

teniendo porque de eso está hecha la vida.

En resumen, el conflicto entre Historia y literatura se reduce a un problema

filosófico en el que se duda constantemente sobre si aquello que se sabe real, puede

entenderse como tal. A partir de ello, la literatura se ha liberado de cumplir con esta

ambición pues Don Quijote y la ficción en general, con sus propias herramientas, como la

verosimilitud, no se encargan de cubrir una verdad objetiva y exacta como pretende hacerlo

la Historia, en cambio, busca mejorar la realidad “porque el arte no se aventaja a la

naturaleza, sino perfecciónala” (II, 16, 667).

Bibliografía

Aristóteles. Poética, Editado por Teresa Martinez Manzano y Leonardo Rodríguez Duplá.
Madrid: 2020.
Cervantes Saavedra, Miguel de. Don Quijote de la Mancha. Editado por Francisco Rico.
Madrid; México: Real Academia Española, 2015.
Meyer Howard, Abrams. “Orientación de las teorías críticas”. Teoría literaria: Antología
de lecturas. Eds. Adriana de Teresa Ochoa. México: FFyL/Bonilla Artigas
Editores/UNAM, 2010, pp. 143-170.

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Miraña, Rogelio. “Los triunfos de la verosimilitud”. La verosimilitud en el Siglo de Oro:
Cervantes y la novela corta. Newark, Delaware: Juan de la Cuesta, 2002, pp. 19 –
70.
Pérez, Ramón Manuel. “Los filos de la verosimilitud: Cervantes y la ficción moral del siglo
XVII”. Visiones y revisiones cervantinas, 2011, pp. 705 - 716,
https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4810603
Wardropper, Bruce. “Don Quijote: ¿ficción o historia?” Centro Virtual Cervantes
https://cvc.cervantes.es/literatura/quijote_antologia/wardropper.htm Consultado el
26 de mayo de 2022.

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