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Capítulo II

La vida: un relato en busca de narrador


El hecho de que la vida tiene que ver con la narración siempre se supo
y se dijo: hablamos de la historia de una vida para caracterizar el período
que va desde el nacimiento hasta la muerte.
Sin embargo, esta asimilación de la vida a una historia no va de suyo:
inclusive es una idea banal que es menester someter a una duda crítica.
Esta duda es la obra de todo el saber adquirido a lo largo de algunos dece-
nios acerca del relato y la actividad narrativa -saber que parece alejar el
relato de la vida vivida, y confinarlo a la región de la ficción-o Atravesare-
mos ahora esa zona crítica con miras a repensar de otro modo esa relación
demasiado rudimentaria y demasiado directa entre historia y vida, de ma-
nera tal que la ficción contribuya a hacer de la vida, en el sentido biológico
de la palabra, una vida humana. Quisiéramos aplicar a la relación entre
relato y vida la máxima de Sócrates según la cual una vida que no es exami-
nada no es digna de ser vivida.
Tomaría como punto de partida para la travesía de esta zona crítica las
palabras de un comentarista: las historias se cuentan y no se viven; la vida
se vive y no se cuenta. A fin de esclarecer esta relación entre vivir y contar,
propongo que examinemos, en primer lugar, el acto mismo de relatar.
La teoría narrativa que evocaré ahora es muy reciente, ya que procede,
bajo su forma elaborada, de los formalistas rusos y checos de la década del
veinte y el treinta y de los estructuralistas franceses de los años sesenta y
setenta. Pero, al mismo tiempo, es muy antigua, en la medida en que la
encuentro prefigurada en la Poética de Aristóteles. Es cierto que Aristóteles
solamente conocía tres géneros literarios: la epopeya, la tragedia y la come-
dia, pero su análisis ya era lo suficientemente general y formal como para
dar lugar a las transposiciones modernas. Por mi parte, retengo de la Poética
de Aristóteles su concepto central de intriga, que en griego se dice mythos, y
que significa a la vez fábula (en el sentido de historia imaginaria) e intriga
(en el sentido de historia bien construida). Tomo como guía este segundo

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aspecto del mythos de Aristóteles y será de este concepto de intriga de donde pleja, guiada sin cesar por expectativas que conciernen a continuación de
extraeré todos los elementos susceptibles de ayudarnos ultenormente a re- la historia, expectativas que corregimos a medida que se desarrolla la his-
formular la relación entre vida y relato. toria, hasta que coincide con la conclusión. Señalo al pasar que volver a
Lo que Aristóteles denomina intriga no es una estructura estática sino contar una historia revela mejor esta actividad sintética que funciona en la
una operación, un proceso integrador, el cual -según espero mostrar de composición, en la medida en que nos sentimos menos cautivados por los
inmediato- solamente se realiza en el lector o el espectador, es decir, en el aspectos inesperados de la historia y prestamos mayor atención a la forma
receptor vivo de la historia relatada. Al hablar de proceso integrador me según la cual ella se encamina hacia la conclusión.
refiero al trabajo de composición que confiere a la historia relatada una Por último, la puesta en intriga es una síntesis de lo heterogéneo en un
identidad que se puede llamar dinámica: lo que se relata es tal historia y tal sentido aún más profundo, que nos servirá más adelante para caracterizar
historia, una y completa. Este proceso estructurante de la "puesta en in tri- la temporalidad propia de toda composición narrativa. Se puede afirmar
ga"* es el que quiero probar en la primera parte. que se encuentran dos clases de tiempo en toda historia relatada: por una
parte, una sucesión discreta, abierta y teóricamente indefinida de inciden-
1. El proceso estructurante de la intriga tes (uno siempre puede preguntarse: ¿y después qué?, ¿y después qué").
Por otra parte, la historia relatada presenta otro aspecto temporal que se
Definiría de manera muy general la operación de la intriga (mise en intri- caracteriza por la integración, la culminación y la conclusión gracias a lo
gue) como una síntesis de elementos heterogéneos. ¿Síntesis entre qué y q~é? cual la historia recibe una configuración. Yo diría en este sentido que com-
En primer lugar, síntesis entre los acontecimientos y los incidentes múl- poner una historia es, desde el punto de vista temporal, extraer una confi-
tiples y la historia completa y una. Desde este primer punto de vista, la guración de una sucesión. Adivinamos ya la importancia de esta caracteri-
historia tiene la virtud de extraer una historia de múltiples incidentes o, SI zación de la historia desde el punto de vista temporal en la medida en que,
se prefiere, de transformar los incidentes múltiples en una historia. En este para nosotros, el tiempo es a la vez aquello que pasa y desaparece y, por
sentido, un acontecimiento es más que algo que ocurre, quiero decir, algo otro lado, aquello que dura y permanece. Volveremos sobre esto más ade-
que simplemente sucede; es aquello que contribuye al progreso del relato lante. Contentémonos por el momento con caracterizar la historia relatada
así como a su comienzo y a su fin. Correlativamente, la historia relatada como una totalidad temporal y el acto poético como la creación de una
siempre es más que la enumeración, en un orden simplemente serial o mediación entre el tiempo como paso y el tiempo como duración. Si se
sucesivo, de los incidentes o los acontecimientos que ella organiza en un puede hablar de la identidad temporal de una historia, es menester carac-
todo inteligible. terizarla como algo que dura y permanece a través de aquello que pasa y
Sin embargo, la intriga también es una síntesis desde un segundo punto desaparece.
de vista: organiza en conjunto componentes tan heterogéneos como lo son De este análisis de la historia como síntesis de lo heterogéneo podemos
circunstancias halladas y no deseadas, agentes y pacientes, encuentros por retener tres rasgos: la mediación que ejerce la intriga entre la multiplicidad
azar o buscados, interacciones que ponen a los actores en relaciones que de incidentes y la historia única -la primacía de la concordancia sobre la
van desde el conflicto a la colaboración, medios más o menos adecuados a discordancia- y, por último, la competencia entre sucesión y configuración.
los fines y resultados no anhelados. La reunión de todos estos factores en Quisiera brindar un corolario epistemológico a esta tesis de la puesta en
una historia única hace de la intriga una totalidad que se puede denominar intriga considerada como una síntesis de lo heterogéneo. Este corolario
a la vez concordante y discordante (esa es la razón por la cual yo hablaría concierne al estatuto de inteligibilidad que conviene acordar al acto confí-
de buen grado de concordancia discordante o de discordancia concordan- gurante. Aristóteles no titubeaba en afirmar que toda historia bien contada
te). Se puede lograr una comprensión de esta composición por medio del enseña algo; más aún, decía que la historia revela aspectos universales de la
acto de seguir una historia: seguir una historia es una operación muy corn- condición humana y que, en vista de ello, la poesía era másfilosófica que la
• Ricoeur habla siempre de "la mise en intrigue", por eso en algunos casos -donde el con- historia de los historiadores, que depende en gran medida de los aspectos
texto no muestra claramente su aspecto dinámico- hemos preferido la expresión "poner en anecdóticos de la vida. Sea cual fuere esta relación entre la poesía y la
intriga". N. de T. historiografía, no hay duda de que la tragedia, la epopeya, la comedia, para

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no citar sino los géneros conocidos por Aristóteles, desarrollan un tipo de esquematismo designa el ámbito creador de las categorías y las categorías
inteligencia que se puede denominar inteligencia narrativa, que está mu- el principio de orden del entendimiento, del mismo modo la intriga cons-
cho más cerca de la sabiduría práctica y del juicio moral que de la CIenCIa y, tituye el ámbito creador del relato y la narratología constituye la recons-
en términos más generales, del uso teórico de la razón. Esto se puede mos- trucción racional de las reglas subyacentes a la actividad poética. En este
trar de manera sencilla. La ética, tal como la concebía Aristóteles y tal como sentido, se trata de una ciencia que incluye sus propias exigencias: trata de
se la puede concebir inclusive ahora, como lo demostraré en las lecciones reconstruir los límites lógicos y semióticos así como las leyes de transfor-
posteriores, habla de forma abstracta de la relación entre las virtudes y la mación que presiden la marcha del relato. En consecuencia, mi tesis no
búsqueda de la felicidad. Es función de la poesía, bajo su forma. narr.anva y expresa hostilidad alguna con respecto a la narratología. Se limita a decir
dramática, proponer a la imaginación y a la meditación casos imagmanos que la narratología es un discurso de segundo grado que siempre está pre-
que constituyen otras tantas experiencias de pensamiento mediante las cua- cedido por una inteligencia narrativa que emerge de la imaginación crea-
les aprendemos a unir los aspectos éticos de la conducta humana con la dora. Todo mi análisis a partir de ahora se mantendrá en el nivel de esta
felicidad y la desgracia, la fortuna y el infortunio. Aprendemos por medio inteligencia narrativa de primer grado.
de la poesía de qué manera los cambios de fortuna resultan de talo cual Antes de pasar al tema de la relación entre la historia y la vida, quisiera
conducta tal como está construida por la intriga del relato. Gracias a la detenerme en un segundo corolario que me ubicará justamente en el camino
familiaridad que hemos adquirido con los modos de la puesta en intriga de la reinterpretación de la relación entre relato y vida.
recibidos de nuestra cultura aprendemos a relacionar las virtudes o, mejor Yo diría que hay una vida de la actividad narrativa que se inscribe en el
dicho, las excelencias, con la felicidad y la infelicidad. Estas "lecciones" de carácter de tradicionalidad característica del esquematismo narrativo.
la poesía constituyen los universales de los cuales hablaba,Aristóteles: pero El hecho de afirmar que el esquematismo narrativo posee su propia
se trata de universales de un grado inferior a los de la 10gICa y el pensa- historia, y que esta historia tiene todos los caracteres de una tradición, no
miento teórico. Debemos, no obstante, hablar de inteligencia, pero en el significa, de ningún modo, hacer la apología de la tradición considerada
sentido que Aristóteles daba a la phronesis (que los latino~ tradujero.n como como una transmisión inerte de un depósito muerto. Por el contrario, im-
prudentia). En este sentido, yo hablaría de buen grado de inteligencia phro- plica designar a la tradición como la transmisión viviente de una innova-
nética para oponerla a la inteligencia teorética. El relato pertenece a la ción que siempre puede ser reactivada mediante un retorno a los momen-
primera y no a la segunda. ,. . .' tos más creadores de la composición poética. Este fenómeno de tradicio-
Este mismo corolario epistemológico de nuestro análisis de la mtnga nalidad es la clave del funcionamiento de los modelos narrativos y, en con-
tiene, a su vez, numerosas implicaciones relativas a los esfuerzos de la na- secuencia, de su identificación. En efecto, la constitución de la tradición
rratología contemporánea por construir una verdadera ciencia del relato. reposa sobre la interacción entre los dos factores de innovación y de sedi-
Mi opinión sobre estas empresas completamente legítimas es que so~amen­ mentación. Es justamente a la sedimentación a la que atribuimos los mo-
te se justifican a título de simulación de una intelígencía narrativa siempre delos que luego conforman la tipología de la puesta en intriga que nos per-
previa, simulación que pone en juego estructuras profundas desc~noCIdas mite ordenar la historia de los géneros literarios; sin embargo, no se debe
por aquellos que narran o que siguen las. historias, pero.~u~ ubican a la perder de vista el hecho de que estos modelos no constituyen esencias
narratología en el mismo nivel de racionalIdad que la lingüística y las otras eternas sino que proceden de una historia sedimentada cuya génesis ha
ciencias del lenguaje. El hecho de caracterizar a la racionalidad de la narra- sido obliterada. No obstante, si bien la sedimentación permite identificar
tología contemporánea por su poder de simular en un segundo grad? de una obra como tragedia, por ejemplo, o novela de educación, drama so-
discurso aquello que hemos comprendido, cuando niños, como una histo- cial, etc., la identificación de una obra n_o se agota en la identificación de
ria, no significa de ningún modo desacreditar estas empresas modern~s, los modelos que allí se han sedimentado. Toma en cuenta, igualmente, el
sino simplemente ubicarlas con precisión en los grados del saber. Tamble,n fenómeno opuesto de la innovación. ¿Por qué? Porque los modelos, ha-
hubiera podido buscar fuera de Aristóteles un modelo de pensamiento mas biendo surgido de una innovación previa, proporcionan una guía en vista
moderno; por ejemplo, la relación que establece Kant, en la Críticd.de la de una experimentación ulterior en el dominio narrativo. Las reglas cam-
Razón Pura, entre el esquematismo y las categorías. Así como en Kant el bian bajo la presión de la innovación, pero cambian lentamente e inclusive

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se resisten al cambio en virtud del proceso de sedimentación. De este modo, Permítaseme insistir sobre los términos que he usado: e! mundo dellec-
la innovación permanece como el polo opuesto de la tradición. Siempre tor y el mundo del texto. Hablar del mundo de! texto implica insistir en esa
hay lugar para la innovación en la medida en que aquello que fue produci- característica de toda obra literaria que le permite abrir delante de ella un
do, a título ulterior en la poiesis del poema, siempre es una obra singular, horizonte de experiencia posible, un mundo en e! cual sería posible habi-
esta obra. Las reglas constituyen una especie de gramática que rige la com- tar. Un texto no es una entidad cerrada sobre sí misma; es la proyección de
posición de nuevas obras, nuevas antes de convertirse en típicas. Cada un universo nuevo, distinto de aquel en el cual vivimos. Apropiarse de una
obra es una producción original, un existente nuevo en el reino del discur- obra mediante la lectura significa desplegar e! horizonte implícito de mun-
so. Pero lo contrario no es menos cierto: la innovación sigue siendo una do que abarca las acciones, los personajes, los acontecimientos de la histo-
conducta regida por reglas; la obra de la imaginación no parte de la nada. ria narrada. De ello resulta que el lector pertenece imaginativamente, al
Está ligada de una u otra manera a los modelos recibidos por la tradición, mismo tiempo, al horizonte de experiencia de la obra y al de su acción real.
pero puede entrar en una relación variable con esos modelos. El abanico Horizonte de espera y horizonte de experiencia no cesan de enfrentarse y
de soluciones se despliega ampliamente entre los dos polos de la repetición fusionarse. Gadamer habla en este sentido de la "fusión de horizontes",
servil y la desviación calculada; pasando por todos los grados de la defor- esencial en el arte de comprender un texto.
mación regulada. Los cuentos populares, los mitos, los relatos tradiciona- Sé bien que la crítica literaria pone mucho cuidado para mantener la
les en general, se mantienen más cerca del polo de la repetición. Esa es la distinción entre el aspecto interno del texto y su aspecto externo. Conside-
razón por la cual conforman el campo privilegiado por el estructuralismo. ra toda exploración del universo lingüístico como ajena a su propósito. El
Pero apenas superamos e! ámbito de esos relatos tradicionales, la desvia- análisis del texto debería mantenerse, en consecuencia, dentro de las fron-
ción prevalece sobre la regla. La novela contemporánea, por ejemplo, pue- teras del texto y prohibirse toda salida de éste. Yo afirmaría ahora que la
de definirse en gran medida como una aun-novela. en cuanto las reglas distinción entre exterior e interior es un invento del método mismo de
mismas constituyen el objeto de una experimentación nueva. Suceda lo análisis de los textos y que no corresponde a la experiencia del lector. Esta
que suceda en talo cual obra, la posibilidad de la desviación está incluida oposición es el resultado de la extrapolación a la literatura de propiedades
en la relación entre sedimentación e innovación que conforma la tradición. que son características del tipo de unidad con que trabaja la lingüística: los
Las variaciones entre esos dos polos confieren una historicidad propia a la fonemas, los lexemas, las palabras; para la lingüística el mundo real es
imaginación productiva y mantienen viva la tradición narrativa. extralingüístico. La realidad no está contenida en e! diccionario ni en la
gramática. Es justamente esta extrapolación de la lingüística a la poética lo
Il. Del relato a la vida que me parece criticable: la decisión metodológica, propia del análisis es-
tructural, de tratar a la literatura con las categorías lingüísticas que impo-
Ahora podremos ocuparnos de manera directa de nuestra paradoja de nen la distinción entre lo interno y lo externo. Desde el punto de vista
hoy: las historias se relatan, la vida se vive. Parecería que se abre un abismo hermenéutico, es decir, desde el punto de vista de la interpretación de la
entre la ficción y la vida. Según mi opinión, para franquear este abismo, experiencia literaria, un texto tiene una significación muy distinta de la
hay que revisar muy seriamente ambos términos de la paradoja. que le reconoce e! análisis estructural extraído de la lingüística: es una
Mantengámonos por un momento del lado de! relato, es decir, de la mediación entre el hombre y el mundo, entre el hombre y el hombre, entre
ficción, y veamos cómo vuelve a conducir a la vida. Mi tesis en este punto el hombre y él mismo. La mediación entre e! hombre y el mundo es lo
es que el proceso de composición, de configuración, no se consuma en el que se denomina reJerencialidad; la mediación entre e! hombre y el hom-
texto, sino en el lector y, bajo esta condición, posibilita la reconfiguración bre es la comunicabilidad; la mediación entre el hombre y él mismo es la
de la vida por parte del relato. Más exactamente diría que el sentido o e! comprensión de sí.
significado de un relato brota en la intersección del mundo del texto con el Una obra literaria implica estas tres dimensiones de referencialidad, co-
mundo del lector. El acto de leer se convierte, así, en el momento crucial de municabilidad y comprensión de sí. El problema hermenéutico comienza,
todo análisis. Sobre dicho acto descansa la capacidad del relato de transfi- entonces, donde se detiene la lingüística. Pretende descubrir los nuevos
gurar la experiencia del lector. rasgos de referencialidad no descriptiva, de comunicabilidad no utilítaria.,

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de reflexividad no narcisista, engendrados por la obra literaria. En una pa- manos. En este sentido, la vida humana difiere profundamente de la vida
labra, la hermenéutica se ubica en el punto de unión entre la configuración animal y, con mayor razón, de la existencia mineral. Comprendemos qué
(interna) de la obra y la refiguración (externa) de la vida. Desde mi punto de es una acción y una pasión gracias a nuestra competencia para utilizar de
vista, todo lo que se dijo más arriba sobre el dinamismo de configuración manera significativa toda la red de expresiones y conceptos que nos ofre-
propio de la creación literaria, no es sino una extensa preparación para com- cen las lenguas naturales para distinguir la acción del simple movimiento
prender el verdadero problema: el de la dinámica de transfiguración propio físico y del comportamiento psicofisiológico. Así, comprendemos lo que sig-
de la obra. En este sentido, la puesta en intriga es la obra común del texto y nifica proyecto, objetivo, medio, circunstancia, etc. Todas estas nociones
del lector. Es menester seguir, acompañar a la configuración, actualizar su tomadas en conjunto constituyen la red de lo que se podría denominar la
capacidad de ser seguida, a fin de que la obra adquiera una configuración semántica de la acción. Ahora bien, en esa red encontramos todos los com-
dentro de sus propias fronteras. Seguir un relato es reactualizar el acto ponentes del relato que habíamos hecho aparecer más arriba bajo el título
configurante que le da forma. También el acto de lectura es quien acompaña de síntesis de lo heterogéneo. En este sentido, nuestra familiaridad con la
el juego entre innovación y sedimentación, el juego con las vallas narrati- red conceptual del actuar humano es del mismo orden que la familiaridad
vas, con las posibilidades de distanciamiento; inclusive, la lucha entre la que mantenemos con las intrigas de las historias que nos resultan conoci-
novela y la anti-novela. Por último, es el acto de lectura quien consuma la das: la misma inteligencia phronética preside la comprensión de la acción
obra, quien la transforma en una guía de lectura, con sus zonas de indetermi- (y de la pasión) y la comprensión del relato.
nación, su riqueza latente de interpretación, su posibilidad de ser reinterpre- El segundo anclaje que encuentra la proposición narrativa en la com-
tada de maneras siempre nuevas en contextos históricos siempre diferentes. prensión práctica radica en los recursos simbólicos del campo práctico. Este
A esta altura del análisis, ya podemos entrever cómo se pueden recon- rasgo determinará cuáles son los aspectos del hacer, del poder-hacer y del
ciliar el relato y la vida, pues la lectura misma es ya una forma de vivir en saber-poder-hacer que surgen de la transposición poética.
el universo ficticio de la obra. En este sentido, podemos decir ahora que En efecto, si la acción puede ser narrada es porque ya está articulada en
las historias se narran, pero también se viven en el modo de 10 imaginario. signos, reglas, normas; está, desde siempre, simbólicamente mediatizada. La
Sin embargo, ahora es necesario rectificar el otro término de la alterna- antropología cultural ha destacado esta característica de la acción con mu-
tiva, aquello que denominamos la vida. Es preciso cuestionar la falsa evi- cha energía. Si hablo más precisamente de mediación simbólica es para
dencia según la cual la vida se vive y no se narra. distinguir, entre los símbolos de naturaleza cultural, aquellos que sostie-
Con respecto a esto quisiera insistir en la capacidad pre-narrativa de eso nen la acción hasta el punto de constituir su significado primero, antes de
que llamamos una vida. Lo que es preciso cuestionar es la ecuación dema- que se desprendan del plano práctico los conjuntos autónomos que perte-
siado simple entre la vida y lo vivido. Una vida no es sino un fenómeno bioló- necen a la palabra y la escritura. Los encontraremos cuando analicemos la
gico hasta tanto no seainterpretada. Y en la interpretación, la ficción desem- ideología y la utopía. En esta ocasión, me limitaré a lo que podríamos de-
peña un papel mediador considerable. A fin de franquear el camino a esta nominar el simbolismo implícito o inmanente por oposición a ese simbolismo
nueva fase del análisis, debemos insistir en la mezcla de acción y sufri- explícito o autónomo. Lo que caracteriza al simbolismo implícito de la
miento, actuar y padecer, que constituye la trama misma de una vida. Esta acción es que constituye un contexto de descripción para acciones particula-
es la mezcla que el relato pretende imitar de manera creadora. En nuestra res. Dicho de otro modo, es en función de tal convención simbólica que
evocación de Aristóteles omitimos, en realidad, su definición del relato: es, podemos interpretar un gesto como significando esto o aquello: el mismo
dice, la "imitación de una acción", mimesis praxeos. De manera que, antes gesto de levantar el brazo puede, según el contexto, comprenderse como
que nada, debemos buscar los puntos de apoyo que puede encontrar el una forma de saludar, de llamar un taxi o de votar. Antes de ser sometidos
relato en la experiencia viva del actuar y el padecer; aquello que, en esta a la interpretación, los símbolos son intérpretes internos de la acción. De
experiencia viva, requiere la inserción de lo narrativo y cuya necesidad esta manera, el simbolismo confiere a la acción una primera legibilidad.
quizás expresa. Hace de la acción un cuasi-texto para el cual los símbolos proporcionan las
El primeranclaje que encontramos en la experiencia viva para la inteli- reglas de significación en función de las cuales una conducta determinada
gibilidad narrativa consiste en la estructura misma del actuar y sufrir hu- puede ser interpretada.

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El tercer anclaje del relato en la vida consiste en lo que se podría deno- siderar como constitutivas de su identidad personal. La búsqueda de esta
minar la cualidad pre-narrativa de la experiencia humana. Gracias a esta cua- identidad personal asegura la continuidad entre la historia potencial o vir-
lidad tenemos derecho de hablar de la vida como una historia en estado tual y la historia expresa cuya responsabilidad asumimos.
naciente y, en consecuencia, de la vida como una actividad y lIna pasión en Hay otra situación en la que también parecería que se podria aplicar la
búsqueda de relato. La comprensión de la acción no se limita a una familia- noción de historia no narrada. Se trata del caso del juez que se empeña en
ridad con la red conceptual de la acción y con sus mediaciones simbólicas; comprender a un acusado desenredando el ovillo de intrigas en el cual el
llega inclusive a reconocer en la acción estructuras temporales que convo- sospechoso está atrapado. Se diría que el invidivuo parece "enredado en
can a la narración. No es por casualidad ni por error que hablamos de historias" que le suceden antes de que se narre historia alguna. El enredo
manera cotidiana de historias que nos suceden o de historias en las cuales aparece entonces como la pre-historia de la historia narrada cuyo comien-
nos vemos involucrados o, sencillamente, de la historia de una vida. zo sigue eligiendo el narrador. Esta pre-historia de la historia relaciona esta
Se nos puede objetar que todo nuestro análisis descansa sobre un círcu- última con un todo más amplio y le proporciona un transfondo. Este trans-
lo vicioso. Si toda experiencia humana ya está mediatizada por toda clase de fondo está constituido por la interrelación viva de todas las historias vivi-
sistemas simbólicos, también lo está por todo tipo de relatos que hemos das. Por lo tanto, en algún momento las historias narradas deben emerger
escuchado. ¿Cómo hablar entonces de una cualidad narrativa de la expe- de este transfondo. Cuando se produce este surgimiento, el sujeto implica-
riencia y de una vida humana como una historia en estado naciente, siendo do también emerge. Se puede afirmar, entonces: la historia responde por el
que no tenemos acceso al drama temporal de la existencia fuera de las histo- hombre. La consecuencia principal de este análisis existencial del hombre,
rias narradas sobre ese tema por otros que no somos nosotros mismos? como ser enredado en historias, es que relatar es un proceso secundario
A esta objeción yo opondría una serie de situaciones que, según mi injertado en nuestro "ser-enredado en historias". Narrar, seguir, compren-
punto de vista, nos obligan a acordar a la experiencia en tanto tal una der las historias no es sino la continuación de esas historias no dichas.
narratividad virtual que no surge de la proyección de la literatura sobre la De este doble análisis resulta que la ficción, en especial la ficción narra-
vida, según la afirmación corriente, sino que constituye una auténtica de- tiva, es una dimensión irreductible de la comprensión de sí. Si es cierto que
manda de relato. A fin de caracterizar esas situaciones introduje antes la la ficción no se consuma sino en la vida y que la vida solamente se com-
expresión de estructura pre-narrativa de la experiencia. prende a través de las historias que narramos sobre ella, resulta que una
Sin abandonar la experiencia cotidiana, ¿no estamos inclinados acaso a vida examinada, en el sentido que tomamos de Sócrates al comienzo de
ver en tal encadenamiento de episodios de nuestra vida historias que aún no este trabajo, es una vida narrada.
fueron narradas, historias que requieren ser contadas, historias que ofrecen ¿Qué es una vida narrada? Es una vida en la cual encontramos todas las
puntos de anclaje al relato? No ignoro la incongruencia de la expresión estructuras fundamentales del relato que evocamos en nuestra primera parte
historia aún no narrada. Una vez más, ¿acaso las historias no son narradas y, especialmente, el juego entre concordancia y discordancia que nos pare-
por definición? Esto no es discutible mientras hablemos de historias efecti- ció que caracterizaba el relato. Esta conclusión no tiene nada de paradójico
vas. ¿Pero resulta inaceptable la noción de historia potencial? ni de sorprendente. Si abrimos las Confesiones de San Agustin en el Libro Xl
Me detendré en dos sit1.lJciones menos cotidianas en las cuales la ex- descubrimos una descripción del tiempo humano que responde exacta-
presión de historia aún no contada se impone con una fuerza sorprenden- mente a la estructura de concordancia discordante que Aristóteles había
te. El paciente que se dirige al psicoanalista le proporciona fragmentos de discernido algunos siglos antes en la composición poética. Agustín, en ese
historias vividas, de sueños, de "escenas primitivas" o episodios conflicti- famoso tratado sobre el tiempo, ve que éste nace de la incesante disocia-
vos. Se puede decir con fundamento que las sesiones de análisis tienen ción entre los tres aspectos del presente: la expectativa que él llama presen-
como meta y como consecuencia que el analizado elabore a partir de esos te del futuro, el recuerdo al cual denomina presente del pasado y la aten-
fragmentos de historia un relato que resulte a la vez más soportable y más ción que es el presente del presente. De allí, la inestabilidad del tiempo;
inteligible. Esta interpretación narrativa de la teoría psicoanalítica implica más aún, su incesante disociación. Agustín puede, entonces, definir el tiem-
que la historia de una vida procede de historias no contadas y reprimidas po como una distensión del alma, distentio animi. Esta distensión consiste
hacia historias efectivas, de LIs cuales el sujeto puede hacerse cargo y con- en el contraste permanente entre la inestabilidad del presente humano y la

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estabilidad del presente divino que incluye pasado, presente y futuro en la


Esta definición de la subjetividad por la identidad narrativa tiene nu-
unidad de una mirada y de una acción creadora.
merosas implicaciones. En primer lugar, se puede aplicar a la comprensión
Se nos conduce, entonces, a poner una junto a la otra ya confrontar la
de nosotros mismos el juego de sedimentación y de innovación que recono-
definición de la intriga de Aristóteles y la definición del tiempo de San
cimos en toda tradición. Del mismo modo, no dejamos de reinterpretar la
Agustín. Se podría decir que en Agustín la discordancia prima sobre la
identidad narrativa que nos constituye a la luz de los relatos que nos pro-
concordancia: de ahí la miseria de la condición humana. En Aristóteles,
pone nuestra cultura. En este sentido, la comprensión de nosotros mismos
por su parte, la concordancia prima sobre la discordancia, de ahí el valor
presenta los mismos rasgos de tradicionalidad que la comprensión de una
inapreciable del relato para poner orden en nuestra experiencia temporal.
obra literaria. Así es como aprendemos a convertirnos en el narrador de
Sin embargo, no se debe llevar la oposición demasiado lejos, porque, para
nuestra propia historia sin convertirnos totalmente en el autor de nuestra
el mismo Agustín, no habría discordancia si no apuntáramos hacia una
vida. Se podría decir que nos aplicamos a nosotros mismos el concepto de
unidad de intención, como lo demuestra el ejemplo sencillo del recitado de
voces narrativas que constituyen la sinfonía de las grandes obras, como las
un poema: cuando voy a recitar un poema, éste está presente en su totali-
epopeyas, las tragedias, los dramas, las novelas. La diferencia es que, en
dad en mi espíritu; luego, a medida que lo recito, sus partes pasan la una
todas esas obras, es el autor mismo quien se ha disfrazado de narrador y
después de la otra del futuro hacia el pasado transitando por el presente
quien lleva la máscara de sus múltiples personajes y, entre todos ellos, la
hasta que, habiéndose agotado el futuro, el poema se ha convertido en
voz narradora dominante que cuenta la historia que nosotros leemos. No-
pasado. Por lo tanto, es imprescindible la existencia de un objetivo de in-
sotros podemos convertirnos en narrador de nosotros mismos imitando
tención totalizadora que presida la investigación a fin de que yo sienta de
esas voc~s narradoras, sin poder convertirnos en su autor. Esa es la gran
manera más o menos cruel los dientes del tiempo que no cesa de dispersar
diferencia entre la vida y la ficción. En ese sentido, es muy cierto que la
el alma introduciendo constantemente la discordancia entre la expectativa,
VIda se vive y que la historia se cuenta. Subsiste una diferencia infranquea-
la memoria y la atención. De manera que si en la experiencia viva del tiem-
ble pero queda parcialmente abolida por el poder que tenemos de aplicar a
po, la discordancia prima sobre la concordancia, no por eso deja de ser
n~sotros mismos las intrigas que recibimos de nuestra cultura y de probar
necesario que esta última sea el objeto permanente de nuestro deseo. Se
aSI los diferentes papeles asumidos por los personajes favoritos de las his-
puede decir lo contrario en el caso de Aristóteles. Dijimos que el relato es
torias que más nos gustan. Es así como, mediante variaciones imaginativas
una síntesis de lo heterogéneo. Pero no hay concordancia sin discordancia.
sobre nuestro propio ego, intentamos una comprensión narrativa de noso-
En este sentido, la tragedia es ejemplar.
tros mismos, la única que escapa a la alternativa aparente entre cambio
No existe tragedia sin peripecias, sin golpes de suerte, acontecimientos
puro e identidad absoluta. Entre ambos queda la identidad narrativa.
aterradores y lamentables, una falta inmensa, hecha de desconocimiento y
Perrnítaseme decir como conclusión que aquello que llamamos sujeto
de indiferencia antes que de maldad. De manera que si la concordancia
nunca está dado desde el principio. O, si está dado, corre el riesgo de verse
prima sobre la discordancia, lo que conforma un relato es la lucha entre la
reducido al yo narcisista, egoísta y avaro, del cual justamente nos puede
concordia y la discordia.
librar la literatura. Ahora bien, lo que perdemos por el lado del narcisismo,
Apliquemos a nosotros mismos este análisis de la concordancia discor-
lo ganamos por el lado de la identidad narrativa. En lugar del yo atrapado
dante del relato y la discordancia concordante del tiempo. Sucede enton-
por sí mismo, nace un sí mismo instruido por los símbolos culturales, en
ces que nuestra vida, abarcada con una sola mirada, se nos aparece como el
cuya primera fila están los relatos recibidos de la tradición literaria. Son
campo de una actividad constructiva, tomada de la inteligencia narrativa,
ellos quienes nos confieren una unidad no sustancial sino narrativa
mediante la cual intentamos reencontrar, y no simplemente imponer desde
afuera, la identidad narrativaque nos constituye. Insisto en esta expresión de
ídentídad narrativa pues aquello que llamamos subjetividad no es una suce-
sión incoherente de acontecimientos, ni una sustancialidad inmutable in-
accesible al devenir. Es justamente el tipo de identidad que sólo puede
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crear la composición narrativa por su dinamismo.

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