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San Agustín (Filosofía Política)

Presuponiendo la propuesta de John Shook sobre el esquema de categorización de


San Agustín, obtenemos la siguiente tabla:

Categorías
San Agustín

Humanidad
Obstinado

Moralidad
Ordenada / Obligada

Sociabilidad
Tradicional

Responsabilidad
Justo
Fig.1
 Humanidad:
La antropología agustiniana parte del hecho de concebir al ser humano como
corrompido en cuanto a su naturaleza. El hombre yace en un estado caído, se
encuentra herido, con una ruptura profunda en su naturaleza, alienado por el
pecado. San Agustín resulta en pesimismo antropológico, pues para él, los seres
humanos son naturalmente concupiscibles, incontinentes, débiles, insuficientes y
fracturados espiritualmente; todo esto quiere decir que el ser humano tiene una
inclinación significativa hacia el pecado y debido a esta inclinación inherente al
pecado, los seres humanos no pueden salvarse a sí mismos y necesitan de la gracia
divina para la redención y la reconciliación con Dios.

Por otro lado, San Agustín continua con el dualismo antropológico de Platón. El
ser humano es un compuesto de cuerpo y alma; sin embargo, el alma tiene
prioridad ontológica sobre el cuerpo, puesto que es el alma quien gobierna y
vitaliza al cuerpo. Cuando se dice que el hombre fue hecho a imagen y semejanza
de Dios, esto se refiere al alma y no al cuerpo, así el hombre es mente, una mente
que es siempre consciente de lo que conoce sobre sí misma, y no obstante “como la
mente en su estado caído está profundamente inmersa en la realidad sensible,
tiende a olvidar lo que realmente es y lo que sabe que es y se confunde con las
cosas a las que concede mayor importancia, es decir, los objetos sensibles que le
proporcionan placer” (Tornau, 2020). La mente es una realidad intermedia entre
Dios y la tierra cuya tarea es buscar y dirigirse a Dios, aun cuando el hombre sea
deficiente y torpe en cumplir dicha tarea.
En cuanto a la definición que ofrece Shook de la humanidad agustiniana como
obstinado puede resultar conveniente o no dependiendo de que se entienda por
“obstinado”. Partimos de dos posibles caminos: 1) obstinado es sinónimo de malo
y egoísta como aquel que busca hacer el mal en cuanto consigue un bien aparente
para sí mismo. 2) obstinado admite la noción de débil, pecaminoso o disfuncional
como alguien que posee una voluntad débil o está incapacitado o descontrolado
para obrar bien.

Solo la segunda opción resulta conveniente para expresar de forma precisa la


antropología agustiniana. Para San Agustín, no es que el hombre sea “malo por
naturaleza” puesto que ni siquiera reconoce la existencia ontológica del mal
porque un ente que fuera esencialmente malo no pretendería su autoconservación
y florecimiento o, dicho de otro modo, su bien y su salvación. Un término más
adecuado para definir la humanidad en San Agustín sería débil o endeble.

 Moralidad:
La moralidad para San Agustín se sustenta una visión eudaimónica donde las
acciones del ser humano, a través de la virtud, deben de estar dirigidas hacia el
supremo bien o fin último el cual para San Agustín no es otro que Dios. Sin
embargo, la felicidad o la vida beata no una meta realizable en esta vida sino en la
siguiente por medio de la Gracia Divina, pues el ser humano es incapaz por sí
mismo de salvarse.

La virtud para San Agustín está ordenada a Dios por medio del amor; la virtud es
amar lo que debe ser amado, es decir, la ordenación del amor. El mayor bien u
objeto del amor es Dios; sólo cuando nuestros actos y nuestra voluntad va
encauzada hacia amar gozosamente a Dios obramos moralmente bien, aunque el
amor gozoso en menor grado también se da al prójimo que debemos amarlo como
a uno mismo y evitar el amor gozoso hacia las cosas terrenales como la carne y lo
material. “El amor es considerado por San Agustín la dimensión más fundamental
del espíritu humano, responsable de su movimiento tendencial” (Urbano, 2010). El
núcleo fundamental de la moralidad es el amor ordenado que, sin embargo, es
auxiliado por la Gracia.

“El amor es para San Agustín la fuerza de la voluntad en el hombre. Su


importancia radical estriba en constituir el verdadero corazón del alma. Así
como todas las facultades y actividades del espíritu son movidas por la
voluntad, el amor que mueve a la voluntad es lo que da sentido y unidad a
todas las operaciones humanas. (…) Sus pasiones o sus movimientos de la
voluntad se califican por el amor que los vivifica. Por eso afirmaba que «los
hombres se especifican por su amor»” (Urbano, 2010).
La voluntad humana no es coartada por la Gracia Divina; Dios no obliga hacer su
voluntad, más bien la ordena libremente y queda en la mente de cada hombre
obrar según la fe, somos libres de elegir el bien. “Lo que hace la gracia es
restablecer nuestra libertad natural; no nos obliga a actuar en contra de nuestra
voluntad.” (Tornau, 2020). Recordando el Estado caído del hombre, el ser humano
sufre de una debilidad de la voluntad. Así pues, la voluntad se encuentra dividida
y por tanto es incapaz de optar por el bien. “El pecado original transformó nuestra
capacidad inicial de no pecar en incapacidad de no pecar; la gracia puede restaurar
la capacidad de no pecar en esta vida y la transformará en incapacidad de pecar en
la próxima” (Tornau, 2020).

Shook propone el concepto de ordenada para definir la moralidad agustiniana; y


nuevamente nos enfrentamos a la ambigüedad del término. Sería erróneo entender
la moralidad como ordenada en cuanto que la conducta humana tiene que ser
gobernada por la voluntad divina y el libre albedrio resulta casi inexistente,
significando que es la Gracia quien actúa por medio de nuestra voluntad. Resulta
más correcto entender la moral de San Agustín como “afectiva”; pues el punto
central de la moral es la orientación de nuestros actos hacia el amor,
específicamente hacia el amor a Dios.
La voluntad humana no puede por sí sola autodeterminarse, sino que necesita de
la Gracia para ser restituida nuestra libertad a fin de seguir al bien, pero la Gracia
implica obediencia al amor de Dios pues ese el propósito de la Gracia; por lo que
en ese sentido puede haber espacio para matizar la moral como “ordenada”. Bajo
estas consideraciones, el término que más se adecua a la moral en el pensamiento
agustiniano es “afectivamente ordenada”.

 Sociabilidad:
La ciudad de Dios de San Agustín no es un tratado de filosofía política sino más bien
teológico; aunque contiene algunas partes que se asemejan a una filosofía social, y
se puede y se han hecho interpretaciones políticas del pensamiento agustiniano.
San Agustín distingue entre una ciudad celestial y una ciudad terrena; a los
ciudadanos de la ciudad terrena los produce la naturaleza corrompida con el
pecado: pero a los ciudadanos de la ciudad celestial, los engendra la gracia.

“El criterio de pertenencia a la ciudad de Dios y a su antagonista, la ciudad terrena,


es el amor correcto o incorrecto. Una persona pertenece a la ciudad de Dios si y
sólo si dirige su amor hacia Dios incluso a costa del amor propio, y pertenece a la
ciudad terrena o ciudad del diablo si y sólo si pospone el amor a Dios por el amor
propio, haciendo orgullosamente de sí mismo su mayor bien” (De civitate dei
14.28).
Para San Agustín, el objetivo que todo individuo y toda comunidad persiguen de
hecho es la paz, que, en su opinión, equivale en gran medida al orden natural y a la
subordinación (Tornau, 2020). La ciudad celestial puede trabajar por la paz terrena,
los ciudadanos del mundo pueden trabajar en el mundo terreno dado que el bien
inicia en la tierra, mas no está en este mundo.

San Agustín es crítico del Imperio Romano, ponía sobre tela de juicio de la
legitimidad del régimen y de su naturaleza república justa; dado que el amor de
los romanos no era un amor dirigido a Dios, sino al honor y a las riquezas. San
Agustín no pretende una abolición del Estado per se, sino que condena su
glorificación y engrandecimiento, ya que consideraba a los reinos como grandes
bandas de ladrones.
San Agustín es más partidario de un Estado pequeño, puesto que el Estado es “un
bien común acordado por todos los miembros de la comunidad” (Tornau, 2020,) y
cuya función sea únicamente asegurar la paz.

La paz temporal es buena mientras no esté encerrada en sí misma. Encontrar en la


paz una apertura hacia la ciudad celestial. Para amar a Dios primero hay propiciar
las necesidades básicas de la gente. “A los cristianos se les permite e incluso se les
llama a trabajar por el bienestar de las sociedades en las que viven siempre que
promuevan la paz terrenal en aras de la verdadera felicidad de sus ciudadanos y
de ellos mismos” (Tornau, 2020).

En esta categoría resulta ser compatible la propuesta de Shook al definir la


sociabilidad en el pensamiento de San Agustín como tradicional, pues los seres
humanos pueden librarse del pecado y florecer en su unión con Dios cuando se
organizan y viven de formas tradicionales que se apegan al amor y obediencia de
Dios; la sociabilidad se basaría en una cooperación entre los ciudadanos de la
ciudad celestial. Modos de vida extravagantes, materiales o ajenos a la ciudad
celestial resultarían perjudícales para la moral y el espíritu.

 Responsabilidad:
La respuesta ante la moral agustiniana es en el amor a Dios y al prójimo; que todo
actuar este dirigido por el amor al otro por nuestro amor a Dios, “puesto que una
vida buena y honesta no se forma de otro modo que mediante el amar, como deben
amarse, las cosas que deben amarse, a saber, Dios y nuestro prójimo” (Urbano,
2010).

El amor a Dios y al prójimo, San Agustín, lo llama “Caridad”. La caridad implica


una preocupación por el bien del otro, siendo Dios el mayor bien. San Agustín en
el Libro I de la Ciudad de Dios, habla que la caridad se manifiesta en la reprensión
de los pecados y en la corrección de la conducta; pues se pretende contener la
flaqueza humana dado a su naturaleza corrompida. La caridad al prójimo se da a
través del castigo de vida pecaminosas y evitar su concupiscencia. “Con este fin
están puestos precisamente los centinelas, es decir, los responsables de los pueblos,
en las iglesias, para no ser remisos en reprender los pecados” (De civitate dei, 1).

La responsabilidad en una sociedad agustiniana sería caritativa; por el amor a Dios


y al prójimo, el ser humano es movido por su amor y en este movimiento
desencadenado por el prójimo se concreta la corrección y amonestación por
conductas que atenten contra sostenimiento de la ciudad celestial. El ciudadano
ideal sería aquel que busque cumplir de forma eficaz e interesada sus deberes
como cristianos centinelas, protectores de sus hermanos.

En cuanto al conceptualización de la responsabilidad agustiniana por parte de


Shook como justa, se infiere que un término más conveniente para expresar la
responsabilidad agustiniana es “diligente” o bien “caritativo”. Aunque, la
propuesta categorial de Shook no termina por ser incorrecta; más bien requiere de
una pulida conceptual y terminológica.

Terminamos con una actualización de los términos de la figura 1:

Categorías
San Agustín

Humanidad
Débil / Endeble

Moralidad
Afectivamente Ordenada

Sociabilidad
Tradicional

Responsabilidad
Diligente / Caritativa
Fig. 2

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