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La antesala del renacimiento de la filosofía práctica

Consideraciones sobre el contexto académico, histórico y cultural:

 Segunda Revolución Científica


o Principalmente en el campo de la física, pero más tarde también en la
química y la biología, se produjeron cambios significativos, gracias a
la formulación de nuevas teorías.
o Estas nuevas teorías condujeron a la crisis de la cosmovisión que
había surgido a partir de la primera revolución científica, es decir, la
visión basada en la física newtoniana. Ello dio lugar, en algunos
aspectos, a un cierto retorno a la concepción antigua del mundo, o al
menos a la retomada de algunas de sus formulaciones.
o Dos Guerras Mundiales y otras tragedias

 Desarrollo de las ciencias


o Este fue no solo el período histórico en el que las ciencias naturales
entraron en una nueva fase de su desarrollo, sino también el siglo en
que surgieron toda una serie de nuevas ciencias, las llamadas
“ciencias humanas”.
o En el marco de un desarrollo cada vez más articulado y
especializado, las ciencias humanas (...) han experimentado una
progresiva emancipación de la filosofía y, de hecho, han ocupado en
muchos campos, con su competencia específica, espacios que antes
eran prerrogativa de las disciplinas filosóficas.
o Los progresos de las ciencias humanas han sido tales que lograron
generar en el mundo de la cultura la impresión de que estas nuevas
ciencias bien podrían realizar la tarea que tradicionalmente se le
había confiado a la filosofía: la de resolver los problemas existenciales
más significativos y acuciantes del ser humano.
 Fracaso de las Ciencias Humanas
o Al fracaso de las ciencias humanas habrían contribuido tres factores:
la formulación de algunas críticas provenientes del ámbito filosófico
analítico; la influencia de Max Weber; y el desarrollo de algunos
acontecimientos históricos dramáticos, que tuvieron lugar ya desde la
primera mitad del siglo XX.
o Edward Moore en su obra Principia ethica, publicada en 1903, sostenía
que quienes pretenden fundar la ética en la ciencia cometen un error.
Este error, conocido como falacia naturalista, consiste en el vicio del
razonamiento de querer explicar el significado moral del good (bien)
resolviéndolo en propie- dades naturales. Tal falacia llevaría a la
gente a creer, erróneamente, que de las ciencias de la naturaleza sería
posible derivar normas, reglas y preceptos, y por lo tanto
orientaciones de carácter ético o práctico. Y eso no funciona así: a
partir de lo meramente empírico, no se obtienen orientaciones y
preceptos para el gobierno de la conducta.
o La tesis de Moore constituyó la base de casi toda la filosofía analítica
del siglo XX, dando lugar a la “Gran División”, es decir, a la
separación entre “cono- cimiento” y “acción” en el mundo
académico. El cono- cimiento quedaba confiado a las ciencias. Esas
tendrían la misión de conocer y hacernos conocer la realidad y
decirnos “cómo son las cosas”.
o Según esa premisa, el mundo de la acción o de la práctica –total-
mente separado del mundo de la ciencia– ya no podía pretender
contar con una orientación formulada a partir del conocimiento. La
guía a la praxis se podría basar en intuiciones, sentimientos,
preferencias arbitrarias, actos de fe, por ejemplo, la fe religiosa, la fe
racional (Kant) o la fe filosófica (Jaspers) pero no en un verdadero y
propio conocimiento.
o Weber apoyó la tesis de que la ciencia en sí misma es wertfrei, es
decir, “libre de valores”. Esto significa que la ciencia no está
comprometida en la realización de “juicios de valor”. Ella indica
“cómo son las cosas”, las describe, sin pretender juzgar si lo que
ocurre sea bueno o malo, justo o injusto, adecuado o inadecuado, etc.
La ciencia hace “juicios de hecho”, es desde el principio “no
valorativa”.
o En efecto, según las bases de su mismo enfoque teórico, las ciencias
del hombre no eran capaces de hacer juicios de valor. Se señalaba que
la ciencia no tenía la tarea de orientar la acción humana, de resolver
los llamados problemas de significado de la vida (sentido): “¿qué
debemos hacer?”, “¿qué es correcto hacer?”, “¿qué vale la pena
hacer?”.
o Diversos acontecimientos históricos del siglo XX pusieron a la
humanidad de cara a la tragedia: las dos Grandes Guerras; la crisis de
1929; la fuerte afirmación de los totalitarismos. Así, se hizo evidente
que los resultados alcanzados por la ciencia y la racionalidad
tecnológica no eran por sí so- los capaces de garantizar la paz y la
prosperidad de la vida humana. La ciencia y la técnica avanzaban,
pero el progreso humano no iba siempre a la par.
o El fundador de la fenomenología interpretó esos acontecimientos
históricos como “catástrofes espirituales”, o sea, como la pérdida, por
parte de la humanidad europea, de un horizonte vital permeado de
significado. Husserl desafió el carácter engañoso del positivismo que,
al hacer coincidir el alcance de lo racional con lo científico, deja fuera
de juego la posibilidad de considerar racionalmente muchas
cuestiones que afectan profundamente al ser humano y su obrar.
o El problema fue aún mayor: consistió en la reivindicación de
exclusividad de la racionalidad científica como única forma posible
de racionalidad. Así que, junto con el válido progreso científico, llegó
a infiltrarse en el campo cultural y académico un enfoque
reduccionista que dispuso como racional tan solo lo que las ciencias
positivo-experimentales enseñan.
o Las ciencias, desde entonces, se limitaron a realizar “estudios de los
hechos” y descuidaron el interés por el ser humano y sus problemas
más importantes, entre ellos y, en primer lugar, el sentido o el
sinsentido de la existencia. Si todo el edificio del conocimiento se
construye exclusivamente sobre la base de hechos y certezas
provenientes de la abstracción físico-matemática, o, posteriormente,
lógico-matemática, no queda un espacio legítimo para el estudio de
cuestiones humanas que vayan más allá de este estándar
epistemológico.
o Sin embargo, como Husserl advirtió, las ciencias europeas
impregnadas de presupuestos reductivos pagaron su éxito con la
pérdida de un cierto modo de relacionarse con el mundo y con el ser
humano, es decir, con la pérdida de aquel telos que, en cambio, era
central en la filosofía clásica. Este planteamiento epistemológico
condicionó la posibilidad de desarrollar una más amplia y profunda
investigación sobre lo humano en su peculiaridad, es decir, en su
configuración específica: un sujeto que es libre e inteligente, capaz de
actuar porque capta no solo estímulos y condicionamientos físicos,
desde la mecánica de los cuerpos, sino también amplias posibilidades
y razones finales.
o En la segunda mitad del siglo XX, se produjeron una serie de nuevos
progresos científicos y descubrimientos tecnológicos que llevaron a la
aparición de cuestiones nunca antes planteadas en la historia de la
humanidad. Es, precisamente, en este contexto histórico y cultural
que renació la necesidad de un conocimiento práctico, es decir, se
clamó entonces por una forma de racionalidad que, a diferencia de
las ciencias de la naturaleza y las ciencias del hombre, fuera capaz de
hacer valoraciones, formulando juicios de valores en grado de
orientar la praxis, estableciendo lo que es correcto y lo que no lo es, lo
que es bueno y debe ser hecho, y lo que es malo y debe ser evitado.
o Una vez que se descubrió que las ciencias no eran capaces de resolver
ni los viejos, ni nuevos problemas del ser humano (aquellos
planteados por el desarrollo de la tecnología y de la industria), se
pensó que, tal vez, una solución a ello podría ser de nuevo buscada
en una “forma de saber” que fuera un “saber racional” como lo es la
ciencia teórica, pero que, al mismo tiempo, hiciera uso de la
“racionalidad práctica”. Se consideró, por lo tanto, que “había
llegado el momento de volver a la filosofía”. Surgió entonces ese
fenómeno que muchos han denominado “renacimiento de la filosofía
práctica” y otros, en su lugar, prefirieron llamar la “rehabilitación de
la filosofía práctica”.
Profundización filosófica:

 Falacia naturalista
o Como mencionado antes, Moore sostiene que quienes pretenden
fundar la ética en la ciencia cometen un error. Este error consistiría en
el vicio del razonamiento de querer explicar el significado moral del
good (bien) desde las propiedades naturales. Para Moore, este error
fue denominado falacia naturalista. Esta falacia lleva a la gente a
creer, de forma equivocada, que de las ciencias de la naturaleza sería
posible derivar normas, reglas y preceptos, y por lo tanto
orientaciones de carácter ético o práctico.
o La falacia naturalista, la llamada “ley de Hume” y la is-ought question
han jugado un papel importante en el establecimiento de la
inviabilidad del discurso racional sobre la vida buena del hombre
(good life). Desde los marcos epistemológicos en que las
proposiciones fueron formula- das, la respuesta sería
tendencialmente negativa. Sin embargo, eso no quiere decir que el
camino hacia una ética de tipo racional (i.e., cognitiva) esté, en efecto,
cerrado y no haya otra opción posible que el emotivismo ético.
o Como indica Rodríguez Luño, una de las principales tesis
desarrolladas en el ámbito empirista de la fundamentación de la
moral es “la imposibilidad de pasar del plano del ser al del bien (o
deber ser), y con ello la separación entre conocimiento y norma, entre
razón teórica y razón práctica, como si el ser y el bien no
perteneciesen a un universo común”.
o Según los analíticos, la “ley de Hume” sería aquella que prohíbe el
salto lógico entre aquellas proposiciones que indican hechos (verbo
ser) y aquellas proposiciones que indican valores (el deber ser). Y,
por lo tanto, utilizando este principio, sería necesario en todo
momento distinguir y separar lo que es y lo que debe ser. De este
modo, se podría evitar el error cometido por aquellos pensadores que
quieren derivar prescripciones de descripciones. Y ello porque, según
el presupuesto filosófico de la “ley de Hume”, los valores (el bien) no
pueden residir en el mundo, pues si residiesen en él dejarían de ser
valores, para pasar a ser una parte más del mundo, es decir, “del
conjunto de los hechos”.
o De la descripción o constatación de hechos no resulta posible derivar
una proposición evaluativa. Las proposiciones evaluativas serían, por
tanto, subjetivas, y no encontrarían correspondencia en los hechos”.

 Objeciones a la falacia naturalista


o En primer lugar, hay que decir que, en la formulación del principio
de la falacia naturalista, no es obvio como muchos afirman, que
Moore haya retomado un principio filosófico metaético, previamente
enunciado por Hume. De hecho, Hume sí ha afirmado, de modo casi
incidental, que, en el pasado, sobre todo los filósofos morales habían
transformado la cópula inicial es de una proposición en otra formada
con el verbo debe, cambiando así la afirmación en un precepto.
Afirmó que, para no recaer en este problema, sería necesario hacer
explícito en el discurso la razón de tal cambio y aclarar el
establecimiento de esta nueva relación normativa.
o Ha sido Richard Hare, uno de los mayores representantes de la
filosofía analítica, quien en su libro El lenguaje de la moral, ha
reformulado la llamada “ley de Hume” como la imposibilidad de
inferir conclusiones prescriptivas a partir de premisas que son todas
descriptivas. Se sabe que Hare, en efecto, sostiene que no se puede
extraer ninguna conclusión válida de un conjunto de premisas que no
contenga al menos un enuncia- do imperativo.
o Berti observa también que el legítimo problema lógico suscitado por
la formulación de Hume –según el cual a partir de proposiciones
formadas con la cópula es o no es, no es posible deducir
proposiciones formadas con el verbo debe o no debe– se remonta, en
realidad, a una regla de la lógica aristotélica, aquella que prohíbe el
paso de las demostraciones de un género a otro. Pero, como Berti
observa, esta “ley” solo es válida en confrontación con las
demostraciones de tipo matemático, las cuales pueden ser utilizadas
solo por una ética fundada en una concepción mecanicista de la
naturaleza humana.
o El Estagirita desarrolla otro tipo de racionalidad práctica. Como Berti
reitera, de una premisa descriptiva de tipo teleológico –aquella que
expresa un ser que es, al mismo tiempo, un deber ser– es
perfectamente legítimo, incluso lógicamente, deducir una conclusión
normativa.
o La falacia naturalista cierra las puertas a la posibilidad de hacer ética
a partir de propiedades natura- les. Sin embargo, ni Kant ni
Aristóteles tenían esta pro- puesta ética: derivar el bien o el deber a
partir de una propiedad natural mediante una deducción49.
Rodríguez Luño reitera que incurrir en la falacia naturalista es, en
realidad, un problema mucho menos generalizado de lo que puede
parecer a primera vista. Se trata de un problema interno al
empirismo. Él sostiene que los propios empiristas podrían ver que,
en un contexto distinto al suyo, el problema ni siquiera existe. La “ley
de Hume” tendría un fondo de verdad, en el sentido de que entre
“hecho” y “valor” habría una distancia evidente.
o Pero esta verdad sufre una notable distorsión cuan- do no se admite
otra experiencia del ser (ni otra dimensión del lenguaje) que la
constatación de hechos “brutos” (el agua hierve al alcanzar los cien
grados), ni otro conocimiento del ser que el proporcionado por las
ciencias experimentales. Solo a causa de la ilegítima reducción del ser
a los “hechos” se dice que en el ser (en los “hechos”) no se
encuentran valores ni exigencias teleológicas. Cabe decir, por tanto,
que el postulado de Hume está ligado a una concepción mecanicista
y determinista de la realidad, propia de la ciencia natural (la
mecánica clásica de Newton) del tiempo de Hume y de Kant, ligada a
una filosofía y a una fase del desarrollo científico hoy ya superada.
o Cuando, en realidad, se asumen como premisas descripciones de
realidades teleológicamente orientadas, en las que, por así decirlo, el
deber ser, es decir, el fin, de alguna manera ya está inscrito en el ser,
es decir, en la estructura del objeto considerado, es perfectamente
legítimo deducir conclusiones de tipo prescriptivo respecto a la
acción, es decir, que contengan la indicación de las acciones que
deben realizarse o evitarse para alcanzar el fin.

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