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La persona humana sin hogar

Jorge A. Cervantes Urbiola


Antropología Filosófica

Introducción
El hombre es un ser que se ha quedado sin hogar, completamente abandonado a la
intemperie y con ningún lugar en el cual refugiar su humanidad, pues, la descomposición de
la dimensión comunitaria de la persona en los tiempos actuales es causa de tal escenario de
soledad y vacío en el que se encuentra el hombre contemporáneo. El filósofo judío, Martin
Buber, es quien de forma más completa expone el desplazamiento del hombre de su lugar
en el universo.

Según Buber, la concepción cosmológica del antiguo griego concibe el universo como un
espacio cerrado y central, en donde el hombre ocupa un lugar privilegiado, pues, no era
posible percibir y experimentar algo fuera del mundo, todo lo que podía conocerse está
dentro de un mundo esférico. Aristóteles, aun sin haber desarrollado una antropología,
presenta un pensamiento antropológico al considerar cosmológicamente al hombre como
una cosa más en el mundo rodeado de otras cosas, asegurando al hombre un lugar en un
mundo de cosas.

Entrado a la edad media, San Agustín, desmoronaría la visión aristotélica. El hombre no


pertenece a un mundo, sino a dos. El cuerpo pertenece al mundo material y el alma al
mundo espiritual. Todo cambiaría con la revolución copernicana en donde la tierra dejó de
ser el centro del universo a convertirse en un lugar más en un universo abierto y
descentrado. El hombre perdió su lugar privilegiado en el espacio. Luego con Hegel y
Marx, el hombre rescataría momentáneamente su hogar en la realidad. Es en el tiempo y en
la historia donde está el hogar para el hombre; la historia la hace él y es él mismo quien
determina la dirección de la historia.

Así como el hombre por un momento tuvo nuevamente la seguridad de pertenecer a la


realidad, su fe ciega en el progreso de la historia acompañado del desarrollo de la técnica en
favor de la humanidad terminaría siendo pulverizadas por el suceso dos guerras mundiales
y así el hombre extraviado del espacio y del tiempo, busca conservar su existencia en la
comunidad.

Un ser comunitario
El ser humano es un ser que naturalmente posee una dimensión social que le es
fundamental, dado que es a través de la organización en comunidad, pero sobre todo su
vivencia en relación con el otro, por como el ser humano puede llegar a la plena realización
y perfección de su ser y su naturaleza. “El hombre es un ser naturalmente social porque
todo individuo humano necesita la ayuda de otros individuos de su propia especie para
vivir, no de cualquier manera, sino como hombre.”1 La auto-insuficiencia del hombre
demuestra que requiere de los demás no sólo para cubrir las necesidades propias tanto
materiales como morales y espirituales, sino que además para su florecimiento.

La sociabilidad del hombre se presenta en el encuentro con el otro porque se vincula con
otros hombres ya sea en un gozo compartido, en la donación, en el dialogo o en el bien. La
persona pertenece a comunidades, y se sabe miembro de ellas con un sentimiento de
pertenencia. “El fundamento de toda relación social se encuentra en la apertura al otro.” 2
Solo cuando el hombre decide abandonar su condición de soledad, se le muestra la
oportunidad de apertura con las demás personas, comunión entre dos promesas de vocación
grata. El hombre es un individuo que vive colectivamente, pues, posee una individualidad
que le permite la vivencia de una existencia auténtica; de igual modo, al vivir en sociedad, e
idealmente en sociedades encaminadas al bien común, el hombre satisface sus necesidades
colectivamente.

Bien decía el poeta John Donne (1624) que: “Ningún hombre es una isla, entera por sí
mismo. Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo.” Pues, el hombre en
toda su complejidad le es ajeno un estado de soledad perpetuo porque cuando se encuentra
cara a cara con la soledad, el hombre se encuentra incompleto y vacío. La comunidad
humana es más que un simple placebo para disipar la soledad; la persona en comunidad es
1
(García Cuadrado, 1999, P.168-169)
2
(Lucas Lucas, 1993, P.241)
el modo más esencial de aproximación con la realidad y sus elementos. El hombre, en
última estancia, trasciende en comunidad y hacia la comunidad, puesto que el
desenvolvimiento de las capacidades corporales y espirituales depende primordialmente de
la unión con los demás hombres.

La desaparición de la comunidad
El hombre contemporáneo es un hombre solitario dado a su condición de extravío en el
universo, pues, carece de un lugar y de un tiempo en el cual acobijarse. El hombre de la
posmodernidad no se siente ya perteneciente a ninguna comunidad. Sus relaciones
interpersonales con el otro se deterioran por el asentamiento de barreras invisibles
derivadas de la degradación de su comunicación y comunión con los demás, causado por
diversos factores como las redes sociales, la digitalización de la vida social y un estilo de
vida hiperproductivo que degenera en cansancio y aislamiento.

El filósofo Byung Chul-Han hace un análisis a la sociedad contemporánea partiendo del


concepto de enjambre, que él mismo elabora. Este concepto se enfoca en la falta de
comunidades reales y genuinas, pues, ya no existe esta delimitación entre lo público y lo
privado. “El enjambre digital no es ninguna masa porque no es inherente a ninguna alma, a
ningún espíritu. El alma es congregadora y unificante. El enjambre digital consta de
individuos aislados.”3 Al ya no haber una comunidad de personas se vuelve necesario la
conversión de uno mismo en imagen de consumo, en objeto de espectáculo para que el
hombre puede relacionarse de forma social con los otros, y estas dinámicas son alimentadas
por el enjambre.

Otro diagnóstico que nos presenta Byung Chul-Han sobre la desaparición de la dimensión
comunitaria del hombre radica en la desaparición de los rituales. El ritual es un símbolo que
cohesiona a una comunidad; el símbolo representa el ethos de grupos sociales, culturales o
étnicos. En cierto sentido, son los rituales los que, aparte de dar unidad a los individuos de
una misma comunidad, también dotan de cierta identidad comunitaria. Se cambian los ritos
comunitarios por ritos individuales, cada uno tiene sus propios ritos, pero incluso los ritos

3
(B. C. Han, 2014, P.9)
individuales dejan de ser ritos que se viven y comparten, y son meramente consumidos de
forma efímera; así los ritos se han vuelto objetos de consumo, tanto como carecen de un
encuentro con el otro.

El hombre de la actualidad está enajenado de su sentido de pertenencia a una comunidad, y


busca desquiciadamente un sustrato en el cual sentar un reencuentro con otras personas.

Recuperar la filoxenía
En griego existe un concepto llamado filoxenía (φιλοξενία) el cual significa: amistad o
afecto por extraños. Pero la filoxenía realmente trae consigo un significado más
trascendental que el que ofrece el diccionario, pues, este afecto por el otro involucra
amabilidad mostrada a personas desconocidas; manos abiertas en el cuidado de los
necesitados; ternura ofrecida a través del tiempo y el espacio.4 Una virtud que ha de ser
rescatada por el hombre contemporáneo en su situación de descomunión e incomunicación
con sus semejantes.

En el afán de superar la soledad en la que se ha ahogado el hombre, dos posiciones sociales


han sido planteadas como formas de salvar a la persona de su condición sin hogar. Por un
lado, el individualismo (liberal) que pugna por la realización de la persona en relación
consigo mismo pero que termina por alienarlo de su dimensión social; por el otro lado, el
colectivismo insta por reconocer a la persona como parte importante de la comunidad
entendiendo la comunidad como un ente singular, mas termina reduciendo a la persona
como la suma de un elemento más al todo. “En un caso el rostro humano se halla
desfigurado, en el otro oculto”. Ambas concepciones de la dimensión comunitaria son en
última instancia insuficientes, puesto que no se encaminan a la integridad de la persona.5

“De acuerdo con Edith Stein, «el individuo humano aislado es una abstracción. Su
existencia es existencia en un mundo, su vida es vida en común. Y estas no son
relaciones externas que se añadan a un ser que ya existe en sí mismo y por sí

4
(Macfarlane, 2020)
5
(Buber, 1942, P.142)
mismo, sino que su inclusión en un todo mayor pertenece a la estructura misma del
hombre».”6

Para que las comunidades de personas puedan ser nuevamente construidas ha de ser
imprescindible la recuperación de la vivencia en común y la experiencia de un sentimiento
de pertenencia consciente. El hombre deberá de edificar un hogar en el cual puede sentirse
parte de algo que lo sostiene en la realidad como persona, y que lo relacione con otras
personas en un espacio social de encuentro. Es menester, pues, recobrar la filoxenía.

Conclusión
El hombre no se encuentra en un callejón sin salida a su problema existencial dado a su
estar en la intemperie. La comunidad constituye punto relevante para la persona, ya que es
en la comunidad donde al hombre se le permite su crecimiento personal. Buber propone
una tesis muy significativa para el desarrollo de la comunidad humana que resulta en una
alternativa tanto al individualismo como al colectivismo. Buber propone la existencia de
una esfera comunitaria basada en el “entre” que posibilita la correcta dirección al individuo
y al colectivo; hablar del “entre” es decir que la persona se relaciona intersubjetivamente
entre personas, en un espacio del hombre con el hombre. La relación del hombre entre el
hombre podrá llevar a una nueva compresión de la comunidad, y con ello salvaguardar el
hogar de la persona en la realidad.

Bibliografía:
Aquilino Polaino Lorente. (2008). La estructura de la persona, según Edith Stein.

Metafísica y persona, 2, 55-83.

Buber, M. (1942). ¿Qué es el hombre? (6.a ed.) [Digital]. Fondo de Cultura Económica.

6
(Polaino, 2008, P.76)
De la Maza Samhaber, L. (2016). Persona y comunidad en Edith Stein. Cuadernos de

Teología, 8(1), 28-48. https://doi.org/10.22199/s07198175.2016.0001.00003

García Cuadrado, J. A. (1999). Antropología Filosófica: Una introducción a la Filosofía

del Hombre (5.a ed.) [Digital]. Universidad de Navarra, S.A.

González, N., (2007). Bauman, identidad y comunidad. Espiral, XIV(40), 179-198.

Han, B. (2020). La desaparición de los rituales. Herder.

Han, B. C. & Gabás, R. (2014). En el enjambre. Alianza Editorial.

Lucas Lucas, R. (1993). El hombre, espíritu encarnado (5.a ed.) [Digital]. Ediciones

Sígueme, S. A.

Macfarlane, R. [@RobGMacfarlane]. (2020, 8 de Abril) Kindness shown to people

unknown; hands opened in care to those in need; tenderness offered across time &

space. [Tweet]. Twitter.

https://twitter.com/RobGMacfarlane/status/1247766226975076352

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