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Introducción
El hombre es un ser que se ha quedado sin hogar, completamente abandonado a la
intemperie y con ningún lugar en el cual refugiar su humanidad, pues, la descomposición de
la dimensión comunitaria de la persona en los tiempos actuales es causa de tal escenario de
soledad y vacío en el que se encuentra el hombre contemporáneo. El filósofo judío, Martin
Buber, es quien de forma más completa expone el desplazamiento del hombre de su lugar
en el universo.
Según Buber, la concepción cosmológica del antiguo griego concibe el universo como un
espacio cerrado y central, en donde el hombre ocupa un lugar privilegiado, pues, no era
posible percibir y experimentar algo fuera del mundo, todo lo que podía conocerse está
dentro de un mundo esférico. Aristóteles, aun sin haber desarrollado una antropología,
presenta un pensamiento antropológico al considerar cosmológicamente al hombre como
una cosa más en el mundo rodeado de otras cosas, asegurando al hombre un lugar en un
mundo de cosas.
Un ser comunitario
El ser humano es un ser que naturalmente posee una dimensión social que le es
fundamental, dado que es a través de la organización en comunidad, pero sobre todo su
vivencia en relación con el otro, por como el ser humano puede llegar a la plena realización
y perfección de su ser y su naturaleza. “El hombre es un ser naturalmente social porque
todo individuo humano necesita la ayuda de otros individuos de su propia especie para
vivir, no de cualquier manera, sino como hombre.”1 La auto-insuficiencia del hombre
demuestra que requiere de los demás no sólo para cubrir las necesidades propias tanto
materiales como morales y espirituales, sino que además para su florecimiento.
La sociabilidad del hombre se presenta en el encuentro con el otro porque se vincula con
otros hombres ya sea en un gozo compartido, en la donación, en el dialogo o en el bien. La
persona pertenece a comunidades, y se sabe miembro de ellas con un sentimiento de
pertenencia. “El fundamento de toda relación social se encuentra en la apertura al otro.” 2
Solo cuando el hombre decide abandonar su condición de soledad, se le muestra la
oportunidad de apertura con las demás personas, comunión entre dos promesas de vocación
grata. El hombre es un individuo que vive colectivamente, pues, posee una individualidad
que le permite la vivencia de una existencia auténtica; de igual modo, al vivir en sociedad, e
idealmente en sociedades encaminadas al bien común, el hombre satisface sus necesidades
colectivamente.
Bien decía el poeta John Donne (1624) que: “Ningún hombre es una isla, entera por sí
mismo. Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo.” Pues, el hombre en
toda su complejidad le es ajeno un estado de soledad perpetuo porque cuando se encuentra
cara a cara con la soledad, el hombre se encuentra incompleto y vacío. La comunidad
humana es más que un simple placebo para disipar la soledad; la persona en comunidad es
1
(García Cuadrado, 1999, P.168-169)
2
(Lucas Lucas, 1993, P.241)
el modo más esencial de aproximación con la realidad y sus elementos. El hombre, en
última estancia, trasciende en comunidad y hacia la comunidad, puesto que el
desenvolvimiento de las capacidades corporales y espirituales depende primordialmente de
la unión con los demás hombres.
La desaparición de la comunidad
El hombre contemporáneo es un hombre solitario dado a su condición de extravío en el
universo, pues, carece de un lugar y de un tiempo en el cual acobijarse. El hombre de la
posmodernidad no se siente ya perteneciente a ninguna comunidad. Sus relaciones
interpersonales con el otro se deterioran por el asentamiento de barreras invisibles
derivadas de la degradación de su comunicación y comunión con los demás, causado por
diversos factores como las redes sociales, la digitalización de la vida social y un estilo de
vida hiperproductivo que degenera en cansancio y aislamiento.
Otro diagnóstico que nos presenta Byung Chul-Han sobre la desaparición de la dimensión
comunitaria del hombre radica en la desaparición de los rituales. El ritual es un símbolo que
cohesiona a una comunidad; el símbolo representa el ethos de grupos sociales, culturales o
étnicos. En cierto sentido, son los rituales los que, aparte de dar unidad a los individuos de
una misma comunidad, también dotan de cierta identidad comunitaria. Se cambian los ritos
comunitarios por ritos individuales, cada uno tiene sus propios ritos, pero incluso los ritos
3
(B. C. Han, 2014, P.9)
individuales dejan de ser ritos que se viven y comparten, y son meramente consumidos de
forma efímera; así los ritos se han vuelto objetos de consumo, tanto como carecen de un
encuentro con el otro.
Recuperar la filoxenía
En griego existe un concepto llamado filoxenía (φιλοξενία) el cual significa: amistad o
afecto por extraños. Pero la filoxenía realmente trae consigo un significado más
trascendental que el que ofrece el diccionario, pues, este afecto por el otro involucra
amabilidad mostrada a personas desconocidas; manos abiertas en el cuidado de los
necesitados; ternura ofrecida a través del tiempo y el espacio.4 Una virtud que ha de ser
rescatada por el hombre contemporáneo en su situación de descomunión e incomunicación
con sus semejantes.
“De acuerdo con Edith Stein, «el individuo humano aislado es una abstracción. Su
existencia es existencia en un mundo, su vida es vida en común. Y estas no son
relaciones externas que se añadan a un ser que ya existe en sí mismo y por sí
4
(Macfarlane, 2020)
5
(Buber, 1942, P.142)
mismo, sino que su inclusión en un todo mayor pertenece a la estructura misma del
hombre».”6
Para que las comunidades de personas puedan ser nuevamente construidas ha de ser
imprescindible la recuperación de la vivencia en común y la experiencia de un sentimiento
de pertenencia consciente. El hombre deberá de edificar un hogar en el cual puede sentirse
parte de algo que lo sostiene en la realidad como persona, y que lo relacione con otras
personas en un espacio social de encuentro. Es menester, pues, recobrar la filoxenía.
Conclusión
El hombre no se encuentra en un callejón sin salida a su problema existencial dado a su
estar en la intemperie. La comunidad constituye punto relevante para la persona, ya que es
en la comunidad donde al hombre se le permite su crecimiento personal. Buber propone
una tesis muy significativa para el desarrollo de la comunidad humana que resulta en una
alternativa tanto al individualismo como al colectivismo. Buber propone la existencia de
una esfera comunitaria basada en el “entre” que posibilita la correcta dirección al individuo
y al colectivo; hablar del “entre” es decir que la persona se relaciona intersubjetivamente
entre personas, en un espacio del hombre con el hombre. La relación del hombre entre el
hombre podrá llevar a una nueva compresión de la comunidad, y con ello salvaguardar el
hogar de la persona en la realidad.
Bibliografía:
Aquilino Polaino Lorente. (2008). La estructura de la persona, según Edith Stein.
Buber, M. (1942). ¿Qué es el hombre? (6.a ed.) [Digital]. Fondo de Cultura Económica.
6
(Polaino, 2008, P.76)
De la Maza Samhaber, L. (2016). Persona y comunidad en Edith Stein. Cuadernos de
Lucas Lucas, R. (1993). El hombre, espíritu encarnado (5.a ed.) [Digital]. Ediciones
Sígueme, S. A.
unknown; hands opened in care to those in need; tenderness offered across time &
https://twitter.com/RobGMacfarlane/status/1247766226975076352