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Había una vez un pobre leñador. Era muy pobre pero siempre fue honesto.

Un día
caluroso, tomó su hacha y se adentró en el bosque cercano en busca de madera.
Después de buscar durante mucho tiempo, encontró un buen árbol cerca de un río
dentro del bosque.

“Emm… este árbol es bueno. Puedo conseguir mucha leña”


Entonces el leñador se puso a trabajar.
'Swish, swoosh, swoosh swoosh..'
'Plaf.."

¡Oh, no! Mientras el leñador cortaba el bosque, su hacha se le resbaló de las manos y
cayó al río. El río era muy profundo. Entonces no pudo meterse al agua para sacar su
hacha. Empezó a llorar.
"Oh... oh... ¿qué voy a hacer?"
“He perdido mi preciosa hacha. Oh cielos, oh cielos..."

De repente, un hermoso ángel apareció desde el interior del agua del río.
“¿Por qué llora mi querido leñador?” Ella preguntó.
"Oh, perdí mi hacha... ahora ya no podré cortar madera".
El leñador le dijo cómo su hacha cayó dentro del agua. El ángel entró en el agua y al cabo
de un rato salió con un hacha de oro en sus manos. El leñador se negó a aceptar aquella
hacha de oro.

El ángel volvió a entrar al agua. Esta vez salió con un hacha de plata y se la dio al
leñador. Nuevamente el leñador se negó diciendo que la suya no era un hacha de plata.
El ángel se sumergió en el agua. Esta vez salió con el hacha de hierro del leñador.

El leñador aceptó felizmente su hacha y agradeció al ángel. El ángel estaba satisfecho con
su honestidad. El ángel recompensó a aquel leñador con las hachas de oro y plata.

Moraleja: La honestidad siempre es recompensada.

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